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1.¿Has leído la novela “Ulises” de James Joyce?

2.Interpreta la viñeta

TÉCNICAS NARRATIVAS ACTUALES

PUNTO DE VISTA DEL NARRADOR

3º PERSONA

2º PERSONA

1º PERSONANARRADOR

PROTAGONISTA

NARRADOR TESTIGO

NARRADOR OMNISCIENTE

NARRADOR EXTERNO

NARRADOR INTERNO

PERSPECTIVAMÚLTIPLE

MONÓLOGO INTERIOR

SOLILOQUIOFLUIR DE LA CONCIENCIA

¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. 

El corazón delator – Edgar Allan Poe

Le entregué el reloj, ocultando un ligero sentimiento de burla, pues, en mi opinión, la prueba era imposible y la había propuesto como una lección contra el tono, en cierto modo dogmático, que Holmes asumía a veces. Mi amigo volvió el reloj de un lado a otro, miró fijamente la esfera, abrió las tapas de atrás, y examinó la máquina, primero a simple vista y luego con un poderoso lente convexo. Trabajo me costó no reírme al ver la expresión de su rostro, cuando por fin cerró las tapas y me devolvió el reloj.-Apenas si he encontrado algo -observó-. Ese reloj ha sido limpiado recientemente y sustrae de mi vista los hechos más sugerentes.-Tiene usted razón -le contesté-. Antes de enviármelo lo limpiaron.

Las aventuras de Sherlock Holmes – Sir Conan Doyle

Todavía llevaban pantalón corto ese año, aún no fumábamos, entre todos los deportes preferían el fútbol y estábamos aprendiendo a correr olas, a zambullirnos desde el segundo trampolín del Terrazas, y eran traviesos, lampiños, curiosos, muy ágiles, voraces. Ese año, cuando Cuéllar entró al Colegio Champagnat.

EL TIEMPO Y EL ESPACIO

FLASH FORWARD

RACCONTO

RELATO LINEAL

ANTICIPACIÓN

FLASHBACK

Se considera el inicio, nudo y desenlace ordenado y

secuencial.

Extenso retroceso en el tiempo.

Breve retroceso en el tiempo. Recuerdos breves.

Proyección breve hacia el futuro.

Anuncia hechos que sucederán más adelante. crea expectativa en el

lector.

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarías con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquiades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia.

1¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me

había bastado asomarme, viniendo por la

rue de Seine, al arco que da al Quai de

Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que

flota sobre el río me dejaba distinguir las

formas, ya su silueta delgada se inscribía

en el Pont des Arts, a veces andando de un

lado a otro, a veces detenida en el pretil de

hierro, inclinada sobre el agua.

3—Siempre me sospeché que acabarías acostándote con él —dijo Oliveira. La Maga tapó a su hijo que berreaba un poco menos, y se frotó las manos con un algodón.—Por favor lavate las manos como Dios manda —dijo Oliveira—. Y sacá toda esa porquería de ahí.—En seguida —dijo la Maga. Oliveira aguantó su mirada (lo que siempre le costaba bastante) y la Maga trajo un diario, lo abrió sobre la cama, metió losalgodones, hizo un paquete y salió de la pieza para ir a tirarlo al water de rellano. 34

En setiembre del 80, pocos meses después delY las cosas que lee, una novela, mal escrita,fallecimiento de mi padre, resolví apartarme de lospara colmo una edición infecta, uno se preguntanegocios, cediéndolos a otra casa extractora de Jerezcómo puede interesarle algo así. Pensar que se hatan acreditada como la mía; realicé los créditos quepasado horas enteras devorando esta sopa fría y de arrendé los predios, traspasé las bodegas y sussabrida, tantas otras lecturas increíbles, Elle y Franexistencias, y me fui a vivir a Madrid. Mi tío (primoce Soir, los tristes magazines que le prestaba Babs.

69Otro suisida

Ingrata sorpresa fue leer en «Ortográfiko» la notisia de aber fayesido en San Luis Potosí el 1° de marso último, el teniente koronel (acendido a koronel para retirarlo del serbisio), Adolfo Abila Sanhes. Sorpresa fue porke no teníamos notisia de ke se ayara en kama. Por lo demás, ya ase tiempo lo teníamos katalogado entre nuestros amigos los suisidas, i en una okasión se refirió «Renovigo» a siertos síntomas en él obserbados. Solamente ke Abila Sanhes no eskojió el rebólber komo el eskritor antiklerikal Giyermo Delora, ni la soga como el esperantista fransés Eujenio Lanti.

68Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa.¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

Obra: RAYUELA – Julio CortázarTABLERO DE DIRECCIÓN

A su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros. El primero se deja leer en la forma corriente, y termina en el capítulo 56, al pie del cual hay tres vistosas estrellitas que equivalen a la palabra Fin. Por consiguiente, el lector prescindirá sin remordimientos de lo que sigue. El segundo se deja leer empezando por el capítulo 73 y siguiendo luego en el orden que se indica al pie de cada capítulo. En caso de confusión u olvido, bastará consultar la lista siguiente:

73 - 1 - 2 - 116 - 3 - 84 - 4 - 71 - 5 - 81 - 74 - 6 - 7 - 8 - 93 - 68 - 9 - 104 - 10 - 65 - 11 - 136 - 12106 - 13 - 115 - 14 - 114 - 117 - 15 - 120 - 16 - 137 - 17 - 97 - 18 - 153 - 19 - 90 - 20 - 126 - 2179 - 22 - 62 - 23 - 124 - 128 - 24 - 134 - 25 - 141 - 60 - 26 - 109 - 27 - 28 - 130 - 151 - 152 - 143100 - 76 - 101 - 144 - 92 - 103 - 108 - 64 - 155 - 123 -145 - 122 - 112 - 154 - 85 - 150 - 95 - 14629 - 107 - 113 - 30 - 57 - 70 - 147 - 31 - 32 - 132 - 61 - 33 - 67 - 83 - 142 - 34 - 87 - 105 - 96 - 9491 - 82 - 99 - 35 - 121 - 36 - 37 - 98 - 38 - 39 - 86 - 78 - 40 - 59 - 41 - 148 - 42 - 75 - 43 - 125- 44102 - 45 - 80 - 46 - 47 - 110 - 48 - 111 - 49 - 118 - 50 - 119 - 51 - 69 - 52 - 89 - 53 - 66 - 149 - 54129 - 139 - 133 - 40 - 138 - 127 - 56 - 135 - 63 - 88 - 72 - 77 - 131 - 58 – 131

Con el objeto de facilitar la rápida ubicación de los capítulos, la numeración se va repitiendo en lo alto de las páginas correspondientes a cada uno de ellos.

EL DISCURSO

NARRATIVO

DISCURSO INDIRECTO

DISCURSO DIRECTO

LIBRE

DISCURSO DIRECTO

DISCURSO INDIRECTO

LIBRE

El narrador cede la palabra al personaje, pero él sigue presente introduciendo las palabras del personaje mediante un verbo declarativo.

El narrador se acerca más a las palabras o pensamientos del personaje, pero sigue sin reproducirlas. Las integra en su propio discurso, las interpreta.

Narrador y personaje se confunden. Ausencia de verbo declarativo.

Ella se acercó y preguntó: ¿Hay alguien allí?

Ella se acercó y preguntó si había alguien.

Ella se acercó. ¿Había alguien allí?

Se diferencia del anterior en que no emplea verbos ni guiones o comillas para introducir el diálogo

Ella se acercó. ¿Hay alguien allí?

Todavía llevaban pantalón corto ese año, aún no fumábamos, entre todos los deportes preferían el fútbol y estábamos aprendiendo a correr olas, a zambullirnos desde el segundo trampolín del Terrazas, y eran traviesos, lampiños, curiosos, muy ágiles, voraces. Ese año, cuando Cuéllar entró al Colegio Champagnat. Hermano Leoncio, ¿cierto que viene uno nuevo? , ¿Para el «Tercero A», Hermano? Sí, el Hermano Leoncio apartaba de un manotón el moño que le cubría la cara, ahora a callar. Apareció una mañana, a la barra de la formación, de la mano de su papá, y el Hermano Lucio lo puso a la cabeza de la fila porque era más chiquito todavía que Rojas, y en la clase el Hermano Leoncio lo sentó atrás, con nosotros, en esa carpeta vacía, jovencito. ¿Cómo se llamaba? Cuéllar, ¿y tú? Choto, ¿y tú? Chingolo, ¿y tú? Mañuco, ¿y tú? Lalo. ¿Miraflorino? Sí, desde el mes pasado, antes vivía en San Antonio y ahora en Mariscal Castilla, cerca del Cine Colina. (…)

-Cuatro -dijo el Jaguar. Los rostros se suavizaron en el resplandor vacilante que el globo de luz difundía por el recinto, a través de escasas partículas limpias de vidrio: el peligro había desaparecido para todos, salvo para Porfirio Cava. Los dados estaban quietos, marcaban tres y uno, su blancura contrastaba con el suelo sucio. -Cuatro -repitió el Jaguar- ¿Quién? -Yo -murmuró Cava- Dije cuatro. -Apúrate -replicó el Jaguar- Ya sabes, el segundo de la izquierda. Cava sintió frío. Los baños estaban al fondo de las cuadras, separados de ellas por una delgada puerta de madera, y no tenían ventanas. En años anteriores, el invierno sólo llegaba al dormitorio de los cadetes, colándose por los vidrios rotos y las rendijas; pero este año era agresivo y casi ningún rincón de] colegio se libraba del viento, que, en las noches, conseguía penetrar hasta en los baños, disipar la hediondez acumulada durante el día y destruir su atmósfera tibia. Pero Cava había nacido y vivido en la sierra, estaba acostumbrado al invierno: era el miedo lo que erizaba su piel.  

Yo estaba en el Sáenz Peña y a la salida volvía a Bellavista caminando. A veces me encontraba con Higueras, un amigo de mi hermano, antes que a Perico lo metieran al Ejército. Siempre me preguntaba: "¿qué sabes de él?". "Nada, desde que lo mandaron a la selva nunca escribió." "¿A dónde vas tan apurado?, ven a conversar un rato." Yo quería regresar a Bellavista lo más pronto, pero Higueras era mayor que yo, me hacía un favor tratándome como a uno de su edad. Me llevaba a una chingana y me decía: "¿qué tomas?". "No sé, cualquier cosa, lo que tú." "Bueno, decía el flaco Higueras; ¡chino, dos cortos!" Y después me daba una palmada: "cuidado te emborraches”. El pisco me hacía arder la garganta y lagrimear. Él decía:" chupa un poco de limón. Así es más suave. Y fúmate un cigarrillo". Hablábamos de fútbol, del colegio, de mi hermano. Me contó muchas cosas de Perico, al que yo creía un pacífico y resulta que era un gallo de pelea, una noche se agarró a chavetazos por una mujer. Además, quién hubiera dicho, era un enamorado.

Pero mejor que la gallina y el enano, la del cine. Quieta Malpapeada, estoy sintiendo tus dientes. Mucho mejor. Y eso que estábamos en cuarto, pero aunque había pasado un año desde que Gamboa mató el Círculo grande, el Jaguar seguía diciendo: "un día todos volverán al redil y nosotros cuatro seremos los jefes". Y fue mejor todavía que antes, porque cuando éramos perros el Círculo sólo era la sección y esa vez fue como si todo el año estuviera en el Círculo y nosotros éramos los que en realidad mandábamos y el Jaguar más que nosotros. Y también cuando lo del perro que se quebró el dedo se vio que la sección estaba con nosotros y nos apoyaba. "Súbase a la escalera, perro, decía el Rulos, y rápido que me enojo." Cómo miraba el muchacho, cómo nos miraba. "Mis cadetes, la altura me da vértigos." El Jaguar se retorcía de risa y Cava estaba enojado: "¿sabes de quién te vas a burlar, perro?". En mala hora subió, pero debía tener tanto miedo. "Trepa, trepa, muchacho", decía el Rulos. "Y ahora canta, le dijo el Jaguar, … 


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