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Vanguardia

Miércoles,4

mayo2011

TEMA

CLAUDIO MAGRIS1. Barcelona no, Barcelonas, comoescribe justamente Manuel Váz-quez Montalbán. Sí, todas las ciu-dades son plurales; atravesarlas escomo excavar –en la tierra, en eltiempo– y descubrir, como Schlie-mann, nuevos estratos de Troya,ciudades destruidas, conservadasy permaneciendo una sobre laotra.Hay ciudades inclusomáshe-terogéneas, como las muchas queexisten en mi mitteleuropa: Lem-berg-Leopoli-Lvov-Lviv o BelaCrkva-Weisskirchen-Fehértem-plom-Biserica Alba. Algunas guíasantiguas ignoraban por completola Lemberg alemana o, respectiva-mente, la judía o la rutena, como siun mapa eliminara una calle queno se cruza conotra.KatharinaEn-zensberger, cuyopadre había naci-do en Bela Crkva, me contó quegracias a El Danubio había logradosaber que aquella ciudad del Bana-to, en Serbia, no erauna ciudadho-mogénea y exclusivamente alema-na. Incluso enTrieste, descubrí, re-lativamente tarde, que alguno desus barrios –por ejemplo, el Roia-no– era en buena parte, al menosen sus orígenes, esloveno. Ciuda-

des sumergidas, para citar otra vezaVázquezMontalbán. Pero,mien-tras aquellas centroeuropeas quehemencionado son como los estra-tos de Troya, una ciudad tras laotra a lo largodel tiempo, lasBarce-lonas están simultáneamente pre-sentes y quizás sea esta la esenciadel modernismo, del que Barcelo-na es la capitalmundial. No soy yo,ciertamente, la persona indicadapara contar y explicar las Barcelo-nas a los lectores de un periódico

de Barcelona; sería penoso y hastaridículo. Sin embargo, puedo ha-blar de una, oculta y perdida, de laque quizá conozco más que cual-quiera queme lee en la propia Bar-celona. Cuando vagaba por el Marde Panonia para escribir El Danu-bio, leí en un viejo libro que, en1734, enVojvodina–la regiónpluri-nacional y plurilingüe, ahora enlos confines con Rumanía, enton-ces escapada apenas del dominioturco– había una Nueva Barcelo-

na, llamada evidentemente así porlos numerosos catalanes llegadosen esos años a aquellas tierras que,después de la guerra, el decididogobernador Habsburgo, el generalMercy, estaba recuperandoy repo-blado.He buscado estaNuevaBar-celona, sin encontrarla. Debía deser una parte de Becskerek, la ciu-dad de los muchos nombres y delasmuchas religiones que ahora sellamaZrenjanin.No laheencontra-do, el tiempo abrasivo ha borrado

sus huellas con cuidado; sólo tra-zas mínimas, referencias fugacesdeuna vieja crónica, deuna ciudadverdaderamente sumergida. Sinembargo, para mí, resulta un ras-tro, aunque haya sido borrado, dela poderosa y valiente migracióncatalana que, a lo largo de los si-glos, se extendió, ambiciosa y crea-tiva, por todo el Mediterráneo ymás allá, convirtiéndose en unaparte esencial del mundo. No heencontrado esta Nueva Barcelona,

como no he encontrado las ver-daderas fuentes del Danubio, y, sinembargo, como ellas, en algúnlugar existió y, por tanto, existe,como el grano que estámuerto pa-ra dar fruto y por tanto vive, de laparábola evangélica. Es mi Atlán-tida, quizá más viva que el poemadel buen Mossèn Jacint Verda-guer.2.Barcelona contraMadrid, no só-lo políticamente: lugar común contoda la verdady la aberrantedistor-siónde la verdadpropiade los luga-res comunes. Hace muchos años,en su Storia Universale della Lette-ratura –ocho volúmenes de másdemil páginas cada uno, que cuan-do niño leí vorazmente con mihambre de mundo y de diversi-dad– el enciclopédico, fantasioso yandariegoGiacomoPrampolini es-cribió: “Cataluña se contrapone ala continentalCastilla, cerradayos-cura, con su abierta y feliz atmósfe-ra mediterránea, con la visible ro-manidadque parece una continua-ción de la Provenza francesa”; elcatalán era descrito como “alegre yhablador, activo... con un agudosentido de la libertad...”, en con-traste estridente “con el castellanotaciturno, pensativo, no insensiblea la pompa cortesana, y distintotambiéndel andaluz soñador, here-dero de la voluptuosa ociosidadmorisca”.

Si ni siquiera notables eruditoscomo Prampolini –conocedor deunnúmero increíble de lenguas, di-letante pero infatigable enamora-do de todas las culturas delmundoy de sus peculiaridades– puedendejar de decir tonterías tan cómi-cas cuando se habla de la identi-dad y de las diversidades naciona-les, quiere decir que identidad y di-versidad son realidades y valores,pero peligrosos comoarmas carga-das que no deben caer en manosde los niños. Hoy en día, la rela-ción entre globalización –y el te-mor a que aplane las diferencias– ylas rencorosas regresiones causa-das por este miedo (que en nom-brede la defensade la propiadiver-sidad rechaza todos las demás) esunode los temas cruciales denues-tras vidas, de nuestro destino.LaEuropadehoy,más que ame-

nazada, está construidapor los con-flictos entre estado ynación: nacio-nes que desean ser estados y, ame-nudo, niegan a otros que viven enellos la misma posibilidad; centra-lismos rígidos y particularismosdesenfrenados. Catalunya puedeserunejemploparaEuropa. Suhis-toria muestra cómo una nacionali-dad conculcada –en tiempos deFranco pero no sólo en aquellostiempos– supo preservar cívica-mente su integridad y un senti-mientodepertenencia simultánea-mente uno y doble, a Catalunya y aEspaña. Su historia muestra tam-bién cómo el separatismo puedeser de izquierdas y de derechas ypor eso ambiguo y peligroso: la iz-quierda catalanista de 1934 o el ca-talanismo pequeño-burgués de

Claudio Magris(Trieste, 1939) esescritor y profesoritaliano. Reputadogermanista, ‘ElDanubio’ es su obramás emblemática.En el Centre deCulturaContemporània deBarcelona (CCCB) sepuede ver hasta el17 de julio lamuestra ‘La Triestede Magris’

Barcelona

Tambiényo tengounaBarcelonaoculta

Las diversas Barcelonas están simultáneamentepresentes y quizás sea esta la esencia delmodernismo, del que Barcelona es la capital

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CULTURA

6-8Tarifa (€): 37875

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YVES MICHAUDSólo los urbanistas, los geógrafos yquizá también los responsables dela limpieza y el mantenimiento delorden conocen una ciudad por en-tero. Para los demás, una ciudad esun paquete de impresiones más omenos atadas por el hilo de la me-moria. Me guardaré mucho, pues,de realizar consideraciones genera-les y ofreceré diversas sensacio-nes, algunasde las cuales sedifumi-nan en un pasado lejano.

Barcelona empieza para mí a fi-nales de la década de 1950, proba-blemente en 1959 o en 1960, conocasión de un viaje de mis padres,turistas sin demasiados medios enun país aún sumido en la miseria.Tuvimos que alojarnos en un hotelbarato de la calle Ferran. Dificulta-des de comunicación, visita del ba-rrio gótico, el barrio chino visto delejos comoun lugar enel que sepo-día contraer la sífilis sólo conmirara una prostituta, la Sagrada Fami-lia, el Park Güell. Unos precios in-creíblemente bajos, unas personasextremadamente amables.

Segunda experiencia, literariaesta vez: a principios de la décadade 1960, la editorial suiza Rencon-trepublica una traducción en fran-cés de La noria de Luis Romero,premioNadal 1951.No sé cómo,pe-ro el libro llega amismanos. Lo leode un tirón. Un aire a La ronda deSchnitzler, con personajes de to-das las clases sociales que se pasan

el relevo a lo largo del día y de lanoche para ofrecer una descrip-ción completa de la vida de Barce-lona.Una anécdotame siguepersi-guiendo cada vez que recorro laRambla: la del borracho rico quede madrugada toma un taxi en ellado de subida de la Rambla de lesFlorspara ir... al otro lado, justo en-frente. Cada vez que estoy en Bar-celona, me dan ganas de tomar esetaxi.

Vuelvo a Barcelona unos añosmás tarde, en 1967. Tengo un pocode dinero y descubro la ciudad ri-ca, el Eixample. Acudo también al

Museu d’Art de Catalunya, paraver los frescos arrancados de lasiglesias románicas de Val d’Aranque he visitado vacías en el viajede ida. Pienso que habría que de-volverlos a su lugar original: estánmuymal presentados en sus cásca-ras de madera.

Muchomás tarde, a finales de ladécada de los ochenta, mi mujer yyo tomamos la costumbre de pasarpor Barcelona de camino a Eivissa.Apenas nos detenemos. El aero-puerto crece a ojos vista con la

Sensacionesdeuna ciudad

Yves Michaud esfilósofo francés(Lyon, 1944), exdirector de laEscuela NacionalSuperior de BellasArtes de París. Esautor de ‘El arte enestado gaseoso.Ensayo sobre eltriunfo de laestética’ (Fondo deCultura Económica),su último títulopublicado encastellano

te, Umberto Tommasini, que lu-chó toda su vida contra el fascismoy contra toda dictadura, incluyen-do la comunista. Y a Tommasini ledebouna inicial yprofunda fascina-ción por Barcelona, que él descri-be en suautobiografía y, enparticu-lar, en la parte dedicada a la guerraenEspaña, donde luchó del princi-pio al fin. Tommasini, que vivió en-tre 1896 y 1980, fue un anarquistahumanitario que debió afrontar eltortuoso y resbaladizo siglo XXcon la ironía, la pasión y el genero-so aliento del siglo precedente. Sudesenfrenadaodiseapicaresca dic-tada en las postrimerías de su vida,está vinculada a los capítulos cen-trales de la historiamundial: las lu-chas sociales y nacionales a co-mienzos del siglo, la primera gue-rramundial, el fascismo, las lacera-ciones del movimiento obrero in-ternacional, la guerra deEspaña, elestalinismo, la guerra fría.Su autobiografía, además de ser

un precioso testimonio histórico,es un relato oral, la voz primitiva ycoral de una musa épico popular y

dialectal que enfrenta la historiadel mundo con valor intrépido yprofunda preparación política y laenfrenta en el dialecto de Trieste.A veces parece un schnorrer, aque-llosmendigos y vagabundos judíosque trataban a los señores de la tie-rra con indiferencia regia. Su escru-puloso amor por el trabajo, que seconserva más auténtico en su con-ciencia política, se acompaña deuna vitalidad de taberna con airesde Sancho Panza, el idealista quesacrifica su propia vida por la cau-sa de la libertad. O también es unŠvejk, que no permite que el even-tual fin del mundo pueda arruinarel sabor de una buena bebida o elplacer del sexo.

El gran momento de Tommasi-ni fueron los años treinta y la gue-rra deEspaña. Tommasini trata fa-miliarmente, con respeto, pero deigual a igual, a los protagonistas dela política internacional, de losher-manosRosselli a Berneri, de Valia-ni a Pertini, de Di Vittorio a Pac-ciardi. Rico testimonio de primeramano, su autobiografía –mejor se-ría decir su vida– apostrofa, conuna familiaridad a la que nada lo-gra intimidar y que nunca llega aserpromiscua ni intrusiva, la histo-ria universal y su “fuerza terriblede destrucción”, como la llamóNietzsche.

La primera descripción de Bar-celona la leí, por tanto, hace mu-chos años, en el dialecto de Tries-te, en las páginas de Tommasinique la evocaban de forma podero-sa, inundada de tragedia y redun-dante de vitalidad. Su enfrenta-

miento con Vittorio Vidali, aliasCarlos Contreras –choque entredos triestinos en España– sobre larepresión estalinista en Barcelonafuequizás inconscientementedeci-sivo para mí en la larga génesis demi novelaA ciegas, tan fuertemen-te impregnada de esa cuestión. Asíque emergí –o volví a caer, comocon la Setmana Tràgica, sobre laque mucho había leído y estudia-do– en un remolino en el que Bar-celona era el remolino de la histo-ria y, al mismo tiempo, el escena-rio central del sangriento Teatrodel Mundo. No es sorprendenteque, enunprimer borrador, la con-versación entre el protagonista deA ciegas y el funcionario del Parti-do que lomanda a unamisión paraenviarlo a morir se desarrollase enun edificio extrañamente similaral edificio de laAduanadeBarcelo-na, que con sus oscuras quimerasme había fascinado y se me habíaaparecido como el escenario ade-cuado para el comienzo de aquellahistoria de inframundo, y al quepertenece la atmósfera de la quenació aquella escena y, por tanto,almenos en ciertamedida, la nove-la entera.6. Por Barcelona han pasado todoslos grandes del siglo XX, los gran-des que han dejado una huella eneste siglo en los movimientos másdiversos, desde la literatura a la ar-quitectura, del arte a la política.Tal vez ninguna otra ciudad puedaser capital de la modernidad, co-moha vistoMendoza.Lamoderni-dad es también un no-estilo, ecléc-tico, simbiosis de orden geométri-co ydesmesura existencial. Es vita-lidad: inquieta, perturbadora, deli-cada, indestructible. Es cambio, esmetamorfosis. Como quizá sóloBerlín, en otra forma intensa, Bar-celona se transforma; y se hace ne-cesario volver continuamente paranoperderla, como si fuera unamu-jer a la que se debe cortejar sin pa-rar, en constante adaptación a susmetamorfosis. Viena y mis otrasciudades centroeuropeas, sin em-bargo, permanecen siempre igua-les, esperándonos como una amigaque se puede descuidar seguros deencontrarla siempre disponible.Lamodernidad es la odisea de la

decepción, la búsqueda inagotablede un sentido que no está o que, entodo caso, no se encuentra. Estabúsqueda, sin embargo, siempredecepcionante y jamás abandona-da, es el único posible sentido de lavida y de la historia. Lo modernoes una herida que lo posmodernocree haber curado aunque no setrate más que de una pócima queesconde la cicatriz pero no calmael dolor ni la nostalgia. En la mo-dernidad de Barcelona hay algoque se escapa, sobre todo porqueexiste una alusión a algo inencon-trable y a lo que, al mismo tiempo,es imposible renunciar. “Unahisto-ria –escribe Vázquez Montalbán–llena de victorias efímeras y derro-tas duraderas”. |TRADUCCIÓN: MARIETTA GARGATAGLI

La Barcelona de lacultura tendrá (tieneya) un gran problemaque abordar, el de larelación con el exterior

Barcelona, La Monumental

Barcelona setransforma; y se hacenecesario volvercontinuamente a ellapara no perderla

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04/05/2011

CULTURA

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