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EL PATRIMONIO CONSTRUIDO DEL MOVIMIENTO MODERNO.Consideraciones sobre su valoración y conservación

Alfredo Conti

Resumen

El patrimonio construido del siglo XX constituye una parte sustancial del entorno urbano actual, tanto en susaspectos cualitativos, considerando la variedad de programas de diseño desarrollados, como cuantitativos, ya quedurante el siglo se ha construido más que en toda la historia anterior de la humanidad. La selección, valoración yconservación de este patrimonio plantea una serie de cuestiones particulares, tanto en los aspectos teóricos comoespecíficamente técnicos, ya que se trata de bienes sensiblemente diferentes a los correspondientes al pasado másremoto, teniendo en cuenta sus características funcionales, constructivas y estéticas. El propósito de este artículoes presentar algunos de los problemas específicos referidos al patrimonio construido del Movimiento Moderno,particularmente en lo concerniente a criterios de selección, aplicación del concepto de autenticidad y buen uso delos bienes componentes.

Palabras clave: Patrimonio construido, valoración, conservación, autenticidad, Movimiento Moderno

1. INTRODUCCIÓN

La conservación y gestión del patrimonioconstruido ha pasado por un importante desa-rrollo durante las últimas décadas, tanto en loconcerniente a la paulatina ampliación del con-cepto del patrimonio, que incluye progresivamen-te mayor cantidad y tipos de bienes, como en elaumento del público interesado, que ha pasadode una minoría erudita a un público actual masi-vo y de dimensiones planetarias (Choay, 1992).El crecimiento del interés por la conservación delpatrimonio construido debe interpretarse no sóloa partir de cuestiones vinculadas a la consolida-ción de la identidad cultural sino también de fac-tores eminentemente prácticos, como la toma deconciencia acerca del valor de los edificios y si-tios como recursos económicos que puedenadaptarse, con inversiones relativamente bajas,a satisfacer necesidades actuales en lo que aprovisión de espacios para distintas funcionesse refiere. Se suma a esto el importante incre-mento del turismo, que cuenta con el patrimonioconstruido como uno de los principales atracti-vos de que dispone un determinado país.

En la citada ampliación de las categorías pa-trimoniales se ha incluido la producción arqui-tectónica y urbana correspondiente al pasado re-ciente. Si bien ya en 1975 la Declaración deAmsterdam, documento referido al patrimonioeuropeo, solicitaba no olvidar a los edificios denuestros días junto con sus entornos, es posibleafirmar que, en el campo disciplinar de la con-servación, el interés por los monumentos y sitiosdel siglo XX se ha desarrollado efectivamentedurante los últimos quince años.

El patrimonio construido del siglo XX abarca

un amplio segmento de nuestro entorno cotidia-no, tanto a nivel cuantitativo, considerando quedurante el período se ha construido más que entoda la historia anterior de la humanidad (Henket,1998), como cualitativo, ya que abarca una di-versidad de expresiones tipológicas, técnicas yestéticas, que incluye desde las obras maestrasde Antonio Gaudí y Otto Wagner hasta las mani-festaciones más recientes de la alta tecnología.Es notable asimismo, la variedad de escalas delos bienes, incluyendo edificios, obras de inge-niería, jardines y parques, conjuntos edilicios,ciudades y planes de ordenamiento territorial.

Más allá de las diferentes expresiones quese han sucedido a lo largo del siglo, es evidenteque el capítulo fundamental, en lo que concier-ne a teoría y práctica del proyecto y la construc-ción del hábitat, lo constituye el Movimiento Mo-derno, que ha dejado notables testimonios cons-truidos, tanto en sus centros de origen como enlas diferentes regiones del mundo en que semanifestó, muchas veces a partir de más queinteresante interpretaciones y adaptaciones. Elinterés por la documentación y rescate de losbienes correspondientes al Movimiento Moder-no se ha desarrollado particularmente desdemediados de la década de 1980, tanto a travésde la acción del ICOMOS (Consejo Internacio-nal de Monumentos y Sitios) como, fundamen-talmente, por el trabajo realizado desde 1989 porDOCOMOMO (International Working Party for thedocumentation and conservation of the buildings,sites and neighborhoods of the ModernMovement). Una serie de encuentros internacio-nales atestigua el creciente interés por la con-

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Figura 1: Bloque de viviendas en la Weissehofsiedlung,Stuttgart. Ludwig Mies van der Rohe, 1927.

Figura 2: Cementerio Sur de Estocolmo. Erik GunnarAsplund.

servación de la arquitectura moderna, que vandesde una reunión organizada por ICOMOS enParís en 1985 hasta el Congreso Mundial sobreConservación realizado en México en octubre de1999, en que uno de los temas específicos fue laarquitectura del siglo XX, todo esto además delas conferencias internacionales organizadascada dos años por DOCOMOMO.

El legado construido del Movimiento Moder-no abre un vasto campo de estudio e investiga-ción, tanto en los aspectos teórico-doctrinarioscomo en los específicamente técnicos, ya quese trata de bienes sustancialmente diferentes alos correspondientes al pasado más remoto, enlo que concierne a sus características funciona-les, constructivas y estéticas. Si bien durante losúltimos años se ha elaborado un considerablecorpus de conocimientos, el tema se presta aúna la investigación, particularmente en el contex-to iberoamericano, donde este patrimonio no esaún, en muchos casos, suficientemente valorado.

Al considerar el patrimonio construido del Mo-vimiento Moderno se plantean una serie de cues-tiones específicas, entre ellas hasta dónde sonaplicables los principios generales contenidos enlos documentos internacionales sobre conserva-ción y gestión del patrimonio construido, comola Carta de Venecia o la correspondiente a laconservación de ciudades y áreas urbanas his-tóricas, cuáles serían los criterios de selección,de qué manera se debe interpretar el conceptode autenticidad, fundamental en la intervenciónsobre el patrimonio, y cuál sería, para estos bie-nes, el deseable buen uso. Las notas que siguentiene por objetivo presentar algunas reflexionesreferidas a estas cuestiones, sin llegar quizás arespuestas contundentes, sino, más bien, abrien-do el campo a la investigación y la discusión.

2. DEFINICIÓN Y SELECCIÓN

El Movimiento Moderno ha sido estudiado yanalizado particularmente desde la perspectivade la Historia de la Arquitectura. En este senti-do, se lo define como una corriente de carácterinternacional, cuyo período inicial puede ubicar-se en los años posteriores a la Primera GuerraMundial en algunos países europeos, desde don-de alcanzó difusión planetaria, a la vez que pasópor diferentes etapas de desarrollo en sus as-pectos ideológicos, teóricos y estéticos. Es posi-ble hacer referencia a una primera etapa desa-rrollo, que abarca el período entre las dos gue-rras mundiales, en la que el Movimiento se origi-nó y desarrolló particularmente en el contextoeuropeo y tuvo un carácter unitario, centrado en

los Congresos Internacionales de ArquitecturaModerna (CIAM). En el período posterior a 1945el Movimiento Moderno ingresó en una etapadiferente de evolución, a través de su difusión adiferentes contextos geográficos y culturales, ala vez que algunos principios fueron revisados ypuestos al día, en coincidencia con la disoluciónde los CIAM.

Un aspecto destacable a mencionar es quese trata de una corriente que tuvo manifestacio-nes en todos los campos del arte, incluyendo nosólo la arquitectura, el urbanismo y el paisajismo,sino también la pintura, la escultura, el diseñoindustrial y gráfico, la música y el cine, en mu-chas ocasiones con influencias recíprocas y co-nexiones entre los diversos tipos de expresión.En lo que concierne al campo específico de laarquitectura, algunos de los rasgos que caracte-rizan al Movimiento Moderno son:- la ampliación y diversificación en el campo deprogramas de diseño desarrollados, incluyen-do algunos de neto contenido social, entre losque cabe citar especialmente a la vivienda po-pular (Fig. 1), conjuntamente con temas vincu-lados a la ingeniería, el paisajismo (Fig. 2) o elplaneamiento urbano y territorial (Fig. 3).- el enfoque funcionalista, que se hace evidenteen el papel que juega el programa de necesi-dades en la gestación del edificio, lo que se

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Figura 3: Brasilia. Lucio Costa, Oscar Niemeyer

Figura 4: Club Rusakov, Moscú. Konstantin Melnikov, 1928.Figura 6: Viviendas apareadas en la Weissenhofsiedlung,

Stuttgart. Le Corbusier, 1927.

Figura 5: Ministerio de Educación y Salud Pública, Río deJaneiro. Lucio Costa y otros, asesoramiento de LeCorbusier.

traduce en inmuebles cuya forma o composi-ción volumétrica refleja la complejidad del con-junto de funciones que albergan (Fig. 4).- el aspecto tecnológico, en que se incorporanlos adelantos aportados al campo de la cons-trucción desde la Revolución Industrial, con ma-teriales tales como acero, vidrio y hormigón,junto al empleo nuevas técnicas constructivas,a veces de carácter experimental, que inclu-yen la incorporación de elementos producidospor la industria. Uno de los rasgos que carac-terizan a la construcción moderna respecto ala correspondiente a épocas anteriores es laconcepción constructiva del edificio a partir dela separación entre la estructura portante y elcerramiento (Fig. 5).- la concepción estética, en la que influyeron losaportes provenientes de las corrientesvanguardistas originadas en el campo de la pin-tura y que, a partir de la idea de abstracción,expresada a través de volúmenes puros,carentes de ornamentación y acabados en re-voque blanco (Fig. 6), se daría una evoluciónhacia la exposición de los materiales en brutoo de las instalaciones.

Otro aspecto característico es el vinculado ala posibilidad de edificios transitorios o efíme-ros, a partir de la consideración de los cambiosque se darían en los hábitos sociales, en losmodos de uso de los edificios. Es evidente queen muchos arquitectos estaba ausente la idea

de construir “monumentos” que perduraran en eltiempo, sino, más bien, edificios de corta vida,que deberían ser modificados o reemplazadospor otros nuevos en la medida que se modifica-sen las funciones, las formas de vida o los recur-sos tecnológicos de la sociedad. La idea del cam-bio permanente es mencionada, desdeBaudelaire hasta Marshall Berman, como unacaracterística de la modernidad, con lo cual laidea de una arquitectura concebida como transi-toria y descartable llevaría a plantear hasta quépunto es lícito emprender acciones de conser-vación o restauración en este tipo de patrimo-nio. Algunos autores han demostrado, sin em-bargo, cómo en el seno mismo del MovimientoModerno, la idea de transitoriedad tuvo un trata-

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Figura 7: Alineamiento de «casas cajón» en Berisso, Provin-cia de Buenos Aires.

miento ambivalente y, aun en posiciones extre-mas como el Futurismo, no estaba ausente laconcepción de edificios que perduraran en eltiempo (Heynen, 1998).

La primera cuestión clave sería, quizás, quécomponentes de la vasta producción del Movi-miento Moderno deberían ser considerados pa-trimonio cultural y, por lo tanto, conservados. Hayuna primera categoría integrada por las obrasparadigmáticas, las creaciones de los maestrosya seleccionadas por la historiografía arquitec-tónica, que por su valor tipológico, técnico o es-tético juegan un papel protagónico en el origen yevolución del Movimiento y su rango es aprecia-do a nivel internacional. La cuestión surge cuan-do pasamos de las grandes creaciones a losejemplos más modestos, o bien a los correspon-dientes a la difusión y a las adecuaciones de laarquitectura moderna a diferentes contextos físi-cos, sociales y culturales, caso en el que seránecesario establecer criterios de selección y va-

loración a escala nacional o regional.

Por ejemplo, en Argentina fue frecuente laaparición de un tipo de vivienda individual, de-nominada “casa cajón”, desarrollada entre losaños 40 y 50, vinculado a los modelos de vivien-da mínima, con esquema compacto, propios delMovimiento Moderno. Este tipo alcanzó consi-derable difusión y caracteriza el paisaje urbanode algunos sectores de varias ciudades del país(Fig. 7). Constituye, sin duda, lo que la Carta deVenecia denomina “obras modestas que hanadquirido, con el tiempo, un significado cultural”(Carta de Venecia, 1964, Art. 1). Sin embargo,han sido escasamente valoradas en su carácterde patrimonio, si bien fueron objeto de algunosestudios encarados desde el campo de la Histo-ria de la arquitectura. La cuestión es si deberíanser motivo de protección, como testimonios deuna forma de hábitat tradicional y, en tal caso,qué sectores de ciudades deberían ser defini-dos con carácter de áreas de conservación.

Otro caso que presenta dificultades se plan-tea en relación con conjuntos edilicios o proyec-tos urbanísticos. La Carta para la Conservaciónde Ciudades y Areas Urbanas Históricas delICOMOS,adoptada en 1987, aclara que se refie-re particularmente a “las áreas urbanas históri-cas, a las ciudades grandes o pequeñas y a loscentros o barrios históricos, con su entorno na-tural o construido, que además de su calidad dedocumentos históricos son la expresión de losvalores propios de las civilizaciones urbanas tra-dicionales”. Una característica del MovimientoModerno, particularmente durante su primeraetapa de desarrollo, fue su intención de rompercon las tradiciones. En este aspecto habría, porlo tanto, un vacío doctrinario en lo que concierneal enfoque y método para tratar con los conjun-tos urbanos modernos. A la vez, se ha constata-dos que, en muchos casos, los grandes comple-jos residenciales concebidos según el espíritu delMovimiento Moderno no han satisfecho los re-querimientos de calidad de vida de sus habitan-tes, sobre todo en lo concerniente a cuestionessociales o de pertenencia entre el habitante y sumedio, registrándose a veces índices significati-vos de marginalidad. La cuestión sería entoncescómo conciliar la conservación de conjuntos quetestimonian el desarrollo de la arquitectura y elurbanismo del siglo XX cuando los mismos sonescasa o negativamente valorados por sus pro-pios habitantes y por la comunidad en general,además de hallarse en algunas ocasiones enestado avanzado de degradación o deterioro.

3. POSIBILIDADES DE APLICACIÓN DE CRI-TERIOS TEÓRICOS GENERALES: AUTENTI-CIDAD Y BUEN USO

En el marco de los aspectos teóricos ydoctrinarios referidos a la conservación del pa-trimonio, ocupa un lugar preponderante el con-cepto de autenticidad, que ha sido tema centralde reflexión y discusión en el seno del ICOMOSdurante el trienio 1993-1996. En un trabajo an-terior (Conti, 1996), definíamos lo auténtico, apartir del significado del término en lengua cas-tellana, como todo aquello que se da por cierto ypositivo, que es verdadero, que no ofrece du-das, que tiene características ciertas,reconocibles e inmutables. En el campo del pa-trimonio, esta acepción define lo que podría de-nominarse “autenticidad absoluta”, ya que con-sidera a la cosa u objeto en sí mismo.

Por su parte, la Declaración de San Antonio,producto de una reunión de los comités nacio-nales americanos del ICOMOS sobre la autenti-

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Figura 8: Einsteinturm, Potsdam. Eric Mendelsohn, 1920.Deterioro del revoque por efecto de la humedad as-cendente.

Figura 10: Pabellón Alemán en la Exposición de Barcelonade 1929. Ludwig Mies van der Rohe. (Reconstruido en 1986).

Figura 9: Edificio de ateliers en Buenos Aires. Antonio Bonet,1939. Detalle de carpintería metálica, atacada porcorrosión

cidad, realizada en 1996, hace hincapié en larelación entre autenticidad e identidad cultural,y expresa, entre otros conceptos, que “la auten-ticidad de nuestros recursos culturales reside enla identificación, evaluación e interpretación desus verdaderos valores, tal como fueronpercibidos por nuestros ancestros en el pasadoy por nosotros en la actualidad”. Esta concep-ción podría denominarse “autenticidad relativa”,ya que considera al objeto en relación con uncontexto social y cultural determinado.

En cuanto a la autenticidad del objeto en símismo, la Carta de Venecia expresa, en su artí-culo 9 y refiriéndose a la restauración, que lamisma debe basarse en “... el respeto a los ele-mentos antiguos y las partes auténticas”. Por otraparte, Michel Parent explicaba en un artículo quela autenticidad “... exigiría de un bien que no hayasido retocado por los efectos de una restaura-ción que, por más fiel que sea, hubiera sustitui-do un elemento de su sustancia por uno nuevo”(Parent, 1984). Es decir que, en la acepción co-rriente, la autenticidad de los monumentos serefiere particularmente a su condición de mante-nimiento de sus características y materiales ori-ginales. Por su parte, la guía operativa para elmanejo de los bienes que integran la Lista delPatrimonio Mundial, establece que la autentici-

dad se debe verificar en lo que concierne a dise-

ño, materiales, mano de obra y emplazamiento.

Refiriéndonos al patrimonio del MovimientoModerno, el criterio de autenticidad, en el senti-do de aquello que es verdadero y original, esdifícilmente aplicable en lo concerniente a los ma-teriales, ya que, por su propia naturaleza cons-tructiva, en la que es frecuente el empleo de ma-teriales de vida breve o proclives al deterioro rá-pido, estos bienes requieren el reemplazo perió-dico de partes componentes, como condición demantener sus condiciones de uso y habitabilidad(Fig. 8, 9). La cuestión radica en determinar has-ta qué límite es posible reemplazar o reconstruirpartes de los edificios, dado que se estaría man-teniendo la autenticidad del diseño, la idea delproyectista, pero no la de los materiales.

Una situación extrema es la reconstrucciónde edificios que, por diversos motivos, han des-aparecido. En lo que concierne a edificios delMovimiento Moderno hay casos notables comoel Pabellón de Barcelona de Mies van der Roheo el Café De Unie de Jacobus. J. P. Oud. Quie-nes justifican este tipo de acciones lo hacen apartir de la convicción de que una serie de pla-nos o fotos no puedan jamás reemplazar la ex-periencia de la vivencia directa del edificio, so-bre todo cuando la componente espacial es esen-cial, como en el caso del pabellón de Mies vander Rohe (Fig. 10). Este tipo de acción debería

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Figura 11: Ayuntamiento de Sainatsalo. Alvar Aalto, 1949 Figura 12: Restaurante en Pampulha (detalle). OscarNiemeyer, 1945

ser altamente controlado, a efectos de evitar suproliferación, ya que, llevando este razonamien-to a un grado de generalidad, podría justificar lareconstrucción de edificios pertenecientes a cual-quier período de la historia de la humanidad,actitud condenada desde los documentos inter-

nacionales como la Carta de Venecia.

En lo concerniente a lo que denomino “au-tenticidad relativa”, es decir la pertinencia entreel bien y un contexto social y cultural determina-do, la pregunta que surge es de qué manera unaexpresión arquitectónica producto de un movi-miento que quiso romper con la tradición y esta-blecer un lenguaje internacional puede vincular-se a la identidad cultural de ese contexto. En otrostérminos, ¿quitaría esa condición la validez pa-trimonial de los edificios y sitios del MovimientoModerno?. La respuesta a este interrogante pue-de responderse a través de dos líneasargumentales. Por un lado, resulta una caracte-rística del siglo XX el aumento progresivo de lacomunicación y los contactos entre las diversasregiones del planeta, conduciendo a la actual ydiscutida «globalización». Quizás parte del va-lor de estos bienes resida en su condición detestimonios de este intercambio, transculturacióne importación de tipos, técnicas y expresionesarquitectónicas. Negar el valor testimonial deestos bienes en función de su norepresentatividad respecto a una determinadacultura podría conducir a negar asimismo cual-quier otro período de la historia en que se impor-taron o impusieron modelos fuera de sus regio-nes de origen. En otra línea argumental, hayejemplos excelentes de adaptación de los prin-cipios de la arquitectura moderna a contextosparticulares, en la actitud denominada “regiona-lismo” (Fig. 11,12).

Otro aspecto importante está referido al usode los edificios y sitios con valor patrimonial. Elbuen uso del patrimonio, en el sentido en que seha estado tratando en las reflexiones y discusio-

nes promovidas por ICOMOS durante los últimostres años, está ligado a aspectos operativos, te-niendo en cuenta, entre otras, cuestiones vincu-ladas a la gestión, a la explotación del patrimo-nio como recurso social, económico y cultural ya su consideración como atractivo turístico.

En lengua Castellana, el verbo “usar” tienedos acepciones, ya que implica “hacer servir unacosa para algo”, a la vez que “disfrutar uno deuna cosa” (Real Academia Española, 1970).Concurren en esta definición dos aspectos, unonetamente utilitario y otro ligado al goce o la com-placencia. Es decir que puede considerarse alos bienes patrimoniales cumpliendo un doblepapel: uno utilitario, vinculado a la satisfacciónde una función específica, a la vez que son “dis-frutados” en su valor educativo, conmemorativoo estético. Pensar, por lo tanto, en el buen usodel patrimonio, implicaría tener en cuenta esosdos aspectos: mantener sus condiciones de fun-cionamiento adecuado y su carácter de referen-

tes de la historia o de la identidad cultural.

En los edificios correspondientes al Movimien-to Moderno es importante tener en cuenta quelos arquitectos enfatizaban el aspecto funcionalde sus creaciones, que eran «concebidas comomáquinas, transformables según los requerimien-tos cambiantes de sus usuarios» (Jokhileto,1995). El peso asignado a la función incide enla valoración crítica de los bienes, considerandoinclusive que se trata de inmuebles que, por logeneral, se encuentran en funcionamiento segúnel destino para el que se han sido construidos.Muchas veces, sin embargo, las funciones origi-nales han variado o eventualmente desapareci-do. En el primer caso pueden citarse a modo deejemplo edificios residenciales concebidos se-gún estándares de vivienda mínima, difícilmenteaceptados en la actualidad dadas las exigenciasde confort contemporáneas y, en el segundocaso, programas específicos, como determina-dos tipos de sanatorios concebidos para el tra-

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Figura 15: Casa Curutchet, La Plata. Le Corbusier, 1949-1954Figura 14: Crown Hall, Campus del Instituto de Tecnología

de illinois. Ludwig Mies van der Rohe

Figura 13: Club Rusakov, Moscú. Konstantin Melnikov, 1928

tamiento de enfermedades cuyos modos de tra-tamiento o gravedad han variado con el tiempo.Se impone, pues, en algunos casos, la necesi-dad de proceder a modificaciones o adaptacio-nes que permitan a los edificios continuar su vidaútil. La clave reside en definir cuál es el límite detales operaciones sin que se alteren los rasgosque confieren al bien su particular valor.

En lo que concierne a las posibilidades dereúso adaptativo de los edificios modernos, po-demos hallarnos ante dos situaciones. En algu-nos casos las características físicas del edificioestán de tal modo condicionadas por el progra-ma de necesidades para el que fue gestado, quedifícilmente se puede pensar en asignarles fun-ciones diferentes a las originales (Fig. 13). En elotro extremo, edificios concebidos con grandesplantas libres, cuyo rasgo esencial es la flexibili-dad espacial, podrían admitir nuevas asignacio-nes funcionales a resolver en el espacio dispo-nible (Fig. 14). Nuevamente, la clave reside endefinir hasta dónde se puede intervenir en estosbienes de modo de adaptarlos a nuevas funcio-nes o condiciones de uso sin alterar o compro-meter su carácter de documentos históricos y ar-quitectónicos.

Respecto a la integración de los bienes delMovimiento Moderno a los circuitos turísticos, lasituación actual es que, quizás salvo algunas es-

casas excepciones, éstos son sólo objeto de vi-sitas de un público conocedor y especializado.Basta citar al respecto, en vinculación a su reco-nocimiento internacional, que, a la fecha, sóloun número escaso de bienes del siglo XX inte-gran la Lista del Patrimonio Mundial de laUNESCO. Es evidente que en ciudades comoNew York o Brasilia los edificios del MovimientoModerno son indudables atractivos turísticos deprimer orden, pero no siempre ocurre lo mismo.La Casa Curutchet, en La Plata, es la única vi-vienda en el continente americano construidasegún un proyecto de Le Corbusier (Fig. 15). Laimportancia del caso es indudable y no requieremayor explicación. Es el único edificio de la ciu-dad que ha sido declarado Monumento Históricopor las instancias nacional, provincial y munici-pal. Figura en las guías arquitectónicas de LaPlata y muchos visitantes extranjeros se dirigena la ciudad sólo para visitar el edificio. Sin em-bargo es poco conocido por los habitantes de laciudad y no es visitada por turistas comunes. Eneste aspecto resulta necesario, por lo tanto, en-carar o eventualmente reforzar campañas de di-fusión, ya que el conocimiento y la valoración deeste tipo de patrimonio es aún débil o inexisten-te en buena parte de la comunidad.

4. CONCLUSIONES

Tal como se expresara en los párrafos inicia-les, el propósito de estas reflexiones no era tan-to hallar respuestas, sino, más bien plantear al-gunos interrogantes y temas para la investiga-ción y la discusión. En poco tiempo más, nosreferiremos al siglo XX como “el siglo pasado”.Ese siglo habrá sido para muchos “nuestro si-glo”, el de las grandes contradicciones en lo quea patrimonio se refiere, ya que, si bien por unaparte mucho se ha hecho, a la vez se ha destrui-do, por diversos medios y circunstancias, buenaparte de lo que habíamos heredado de genera-ciones anteriores.

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De lo analizado hasta el momento, cabe plan-tar algunas conclusiones preliminares, que abren,a su vez, nuevas vías para la investigación:a) la magnitud cuantitativa de la producción ur-banística y arquitectónica del siglo XX y enparticular del Movimiento Moderno lleva a plan-tear criterios de valoración crítica y de selec-ción que deben contemplar aspectos diferen-tes a los aplicados a la evaluación de bienesprocedentes del pasado más remoto. Se debeconsiderar, asimismo, que tales criterios evo-lucionarán con el paso del tiempo, como hanevolucionado los modos de valoración de edi-ficios del pasado, lo que lleva a exigir extremacautela en la selección de edificios, conjuntosy áreas a conservar o proteger así como en lacorrespondiente a aquellos que pueden serdestruidos o modificados sustancialmente.b) las particulares características funcionales yconstructivas de los bienes del pasado recien-te conducen a un ajuste en los criterios, méto-dos y técnicas de las intervenciones, de modode salvaguardar el testimonio histórico y artís-tico en el marco de conservar las condicionesde buen uso de los bienes.c) por sus características constructivas y mate-riales empleados, es un requerimiento ineludi-ble el cambio periódico de algunos elementos

componentes, si se quiere mantener las con-diciones de uso de los edificios. Esto lleva areplantear la noción de autenticidad, en rela-ción al modo en que la misma se aplica a edi-ficios más antiguos.d) El patrimonio del Movimiento Moderno nogoza, en muchos casos, de un conocimiento yvaloración por parte de las comunidadesinvolucradas o de las autoridades competen-tes. Es necesario, por lo tanto, diseñar eimplementar campañas de educación yconcientización para garantizar su aprecio ysu conservación.

Cabe por lo tanto, en este momento que elsiglo llega a su fin, detenernos a reflexionar so-bre el patrimonio que hemos producido. Esto esquizás algo inédito en la historia: definir, selec-cionar y conservar los bienes producidos en elpasado reciente. Es por eso auspicioso que eltema del patrimonio del siglo XX, y en particularel correspondiente al Movimiento Moderno, seincorpore a la reflexión y a la discusión en el mar-co de las acciones y planes sobre el entornoconstruido, de modo que tratemos de hallar lasrespuestas, los principios y las técnicas más ade-cuados para prever lo que de nosotros mismosdejaremos como testimonio a las generacionesvenideras.

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NOTA: Las fotografías que ilustran el artículo fueron tomadaspor el autor.


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