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138 SOY ONCE AÑOS MAYOR QUE MI MADRE AUTOR: MIGUEL ÁNGEL DÁVILA PANADERO

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TERCER LIBRO DEL PROFESOR MIGUEL ANGEL DÁVILA

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Page 1: ONCE AÑOS

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SOY ONCE AÑOS MAYOR QUE MI MADRE

AUTOR: MIGUEL ÁNGEL DÁVILA PANADERO

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¡SOY ONCE AÑOS MAYOR QUÉ MI MADRE!

PRÓLOGO

Ya soy medio hombre, ¡tengo ocho años!, pronto terminaré segundo de bachiller. Os refrescaré la memoria, haciendo un poco de historia.

Me llamo Ángel. Mi edad mental es de cuarenta y tres años, pienso como un adulto, pero, ¡soy un niño! ¿Cómo es posible? Tiene su explicación. Cuando tenía treinta y cinco años me volatilicé en un avión para reencarnarme en un bebé (volví a nacer). Mi nueva mamá, se llamaba Lola y su hermana Claudia. ¿Quién fue mi padre? Ese misterio no lo descubrí hasta, ¡los seis años! Mi padre, ¡fui yo mismo!, no estoy loco, ¡estoy cuerdo! También tiene su explicación por descabellada que parezca la respuesta. Mamá fue inseminada artificialmente. El donante fue un estudiante hispano-norteamericano, ¡yo! Mi semen estuvo guardado en nitrógeno líquido, hasta nueve meses antes del trágico accidente de avión.

En mi vida anterior, me ganaba la vida como asesor financiero y agente de bolsa. Poseía un don especial para los movimientos bursátiles, ¡siempre acertaba! Ese don, continuaba en mí, pero más agudizado. Con un año, daba consejos a mis dos mamás (las quiero por igual y ellas lo saben), para que compraran y vendieran acciones de la bolsa de Madrid. Con cinco años disponíamos de una fortuna, que fuimos invirtiendo en letras del tesoro a corto y largo plazo. La tita guardaba medio millón de euros como reserva. Si alguna vez necesitamos dinero y no queremos tocar nuestras reservas, entonces, jugamos a la bolsa un mes, y multiplicamos. Vivimos sin ninguna ostentación, pero no nos privamos de nada. No somos avaros, si lo fuéramos, estaríamos siempre jugando a la bolsa amasando fortuna. Fui alumno destacado en la guardería, en el colegio y ahora lo soy en el instituto.

Tengo un problemilla que me trae por la calle de la amargura, ¡me gustan las mujeres! y siempre me rodeo de las más guapas. No me hacen caso, ¡soy un niño!, y como tal me tratan.

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CAPÍTULO I. EL COCHE.

Luis se decidió y mandó a su hijo Enrique a nuestro instituto. La media de ocho que sacó en primero, quería que llegara al nueve, ¿cómo?, con nuestra ayuda. Pronto se integró al grupo de las mosqueteras. Al finalizar el primer trimestre su media subió medio puntito.

-Lo difícil no es subir la media, sino mantenerla- le insinué.

Vayamos con mamá y la tita. Una tarde de Febrero, se me ocurrió preguntarles.

-¿Quién es la más lista de las dos?

Me miraron con cara de incrédulas. ¿A qué cuento vendría esa pregunta?-pensaron las dos hermanas frunciendo el ceño y dirigiendo sus miradas hacia mi persona.

-¿Qué te traes entre manos, embaucador?-me preguntó Claudia.

-¡Nada!, quiero hacerle un regalo a la más lista.

Se miraron entre ellas sin entender mis verdaderas intenciones. Fue mamá la que tomó la palabra.

-Te estás quedando con nosotras, quieres enfadarnos. Yo por lo menos no pienso seguirte la corriente, ¡la más lista es Claudia!

Claudia, que no esperaba la respuesta de su hermana, se puso a la defensiva.

-¡La más lista es Lola!-exclamó tía Claudia.

-¡Claudia! ¡Lola! ¡Claudia! ¡Lola!...

-¡Stop! ¡Ya está bien!, parecéis dos niñas de primaria.

Querían degollarme, lo noté en sus miradas asesinas. Se estaban enfadando por mi culpa. Fue mamá la primera en tranquilizarse y quiso poner las cosas en su sitio.

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-¿Por qué nos tienes siempre pendiente de un hilo? ¿Te hicimos algo, para que te metas con nosotras? Si es así, ¡dínoslo!

-¡Nada!, sólo quería haceros un regalo.

-¿Y qué nos pensabas regalar?

-¡Un coche!

-¡Un coche! ¿Tú te has vuelto loco? ¿Para qué queremos nosotras un…?

No llegó a terminar la frase.

Callé, callaron, y pensaron, ¡silencio sepulcral! Ninguna de las dos pestañeaba, pensaban en el coche. El tictac de sus corazones resonaba tímidamente en la estancia. Decidí romper la situación creada.

-El próximo curso iré a la universidad y alguien me tiene que llevar y recoger. ¿No lo habíais pensado? Si no lo queréis, ¡decidlo!, iré en metro.

-¡De eso ni hablar!, mi hijo no va en metro sólo haciendo trasbordos y en horas puntas.

-Yo pensaba acompañarte todos los días -exclamó tía Claudia.

-¡Lo veis, cómo nos hace falta un coche!

- Pregunté lo de la más lista, para que se sacara el carnet de conducir, pero he comprobado hace un momento, que no existe el egoísmo entre vosotras, por lo tanto, os sacaréis el permiso las dos a la vez. Dentro de un mes será Semana Santa y debéis tener el carnet en el bolso.

-¿Y qué modelo pensabas regalarnos?-dijeron las picaronas que ya se había hecho a la idea de tener un coche en propiedad.

-El que queráis. Podéis elegir el modelo.

Las dos hermanas cuchichearon entre ellas. En menos de un minuto se pusieron de acuerdo en la marca, modelo y color.

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-¡Queremos un “Audi” modelo 2015, blanco!

-Concedido.

-¿De dónde sacarás el dinero?

-Como el coche cuesta un poco más de treinta mil euros, Claudia, me presta algo de dinero de los fondos reservados durante un mes, invierto en bolsa y le devuelvo el dinero.

-¿Y el dinero de la academia?

-Entra en el mismo lote. Se compra un coche de kilómetro cero y con lo que nos ahorremos, se pagan los dos permisos de conducir y unas pequeñas vacaciones. Prometo ayudaros con el teórico.

-¿Tuviste coche en tu vida anterior cuando vivías en New York?

- Tuve un Dodge- Sedán modelo de 1990. Lo compré de segunda mano e iba como la seda. Sólo lo disfruté dos años, lo vendí una semana antes de tomar el avión donde me volatilicé. ¡Era un buen coche!, nunca me dejó tirado.

-Estamos perdiendo el tiempo, ¡vayamos a la academia!

No tuvimos que andar mucho, estaba cerca, a un par de manzanas de la agencia de viajes de Luisa.

-¡Buenas tardes!, nos saludó un cuarentón con cara de ligón impresionado de las dos bellezas que me acompañaban.

-¿Puedo servirles en algo?

-Venimos a sacarnos el carnet de conducir.

-¿El niño también?-respondió el gachó haciéndose el simpático delante de las damas.

Fue mamá la que le contestó irónicamente.

- El niño ya sabe conducir. Somos nosotras las que no sabemos.

¡Chúpate esa!- pensé por lo bajini.

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El tío me miró de lado girando lentamente la cabeza hacia abajo. Noté desprecio, me consideró un cero a la izquierda. No quise ahondar más en sus pensamientos, ¡para qué! Un tipo así, sólo merecía un buen palo, aunque fuera dialéctico.

Mientras discutían, me escabullí en las oficinas y pregunté por el dueño de la academia. En sólo cinco minutos nos pusimos de acuerdo.

Mamá y tía Claudia seguían discutiendo con el empleado.

-Todo solucionado-les dije-, mañana empezaréis las clases.

-¿Qué dice el mocoso éste?- exclamó el empleado dejándose ver tal como era en realidad.

-Ese mocoso, es más listo que usted, de aquí a Lima. Vamos, que no le llega ni a la suela de los zapatos-exclamó mamá desahogándose a gusto.

-Estuve a punto de insultarle en otro idioma, lo pensé, al final decidí largarle un par de frases hechas.

-“Ésta es mucha carne para un cernícalo como tú””Las verás, pero no las catarás” -Mientras hablaban, me puse en contacto con su jefe, me hizo una rebaja en las clases, e incluso elegí una monitora para las prácticas. ¡Se quedó sin comisión! ¡Abur!*.

Quedó de piedra, no esperaba tantos tiros seguidos y menos de un mocoso.

-¡Marchémonos! –ordenó la tita malhumorada dejando al individuo bufando.

-¿Qué le dijiste al dueño?-me preguntó mamá en la calle.

- Que el mameluco no nos gustaba. Me contestó, que era su cuñado y lo aguantaba a la fuerza por no dar un disgusto a su mujer. Después, hablamos de dinero. Conseguí vuestro carnet por ciento noventa euros cada uno, con doce clases prácticas. Dentro de una semana os examinareis del teórico y dos semanas después del práctico.

-¡Tú estás loco!, nosotras no tenemos prisas-me dijeron.

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-Hoy mismo, empezaréis a estudiar, ¡yo os ayudaré!

-¿Si os digo una cosa me tomaréis en serio?

-¡Dispara lo qué sea!, estamos intrigadas, de ti podemos esperar cualquier cosa.

-¡Estaba celoso! Por un momento tuve celos de ese “gachó” y eso nunca me pasó antes. ¡Os quiero para mí sólo! Pensaréis que soy un egoísta, ¡lo soy!, a mi manera, y no me da vergüenza confesarlo.

-Nosotras, también estamos enamoradas de ti, y desde hoy, mucho más-me contestó mamá.

-En prueba de nuestro amor, cuando lleguemos a casa, te prepararemos un flan de huevo con mucho caramelo líquido, como a ti te gusta- dijo tía Claudia riéndose y contagiando la risa a mamá.

-¡Sois increíbles! Nunca me tomáis en serio.

-¿Entramos?-pregunté, cuando pasábamos por la agencia de viajes.

No esperé respuesta, ¡entré! Ellas entraron detrás.

-¡Hola Luisa!-saludé en voz alta.

Me acerqué a su mesa de trabajo y nos besamos.

-¿De visita o de viaje?-preguntó interesadamente.

-Sólo de visita, respondió tía Claudia,

Entre las dos, le contaron, lo acaecido en la academia de conducir.

-A mí también me echó los tejos ese sinvergüenza, pero le di largas. La monitora que contratasteis, se llama Gloria, le dais recuerdo de mi parte. Nos hicimos amigas hace tres años cuando fui a sacarme el permiso de conducir.

-¿Está de buen ver?-pregunté interesadamente.

-Es….de las que a ti te gustan.

-¡Bien! –exclamé, apretando los puños.

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Hice señas a Luisa para que se agachara.

-En verano pienso ir a New York, no se lo digas a mi familia, será una sorpresa. Ya te avisaré para hacer las reservas con tiempo-le susurré al oído.

-¿Qué tramáis? –preguntó mamá.

-¡Nada!, cosas nuestras-dijimos los dos.

-¿Tú no venderás coches, Luisa?

-¡No!, sólo los alquilo.

Dentro de un mes, aparcaremos un “Audi” último modelo en la puerta de la tienda y podrás dar una vuelta en él. ¡Por fin, esta familia tendrá vehículo propio!

-¡A estudiar, señoritas!-ordené cuando llegamos a casa.

Entré en Internet para que vieran las señales de tráfico. Fuimos viéndolas y comentándolas una por una.

-Ya sabéis el 30% de ellas, vuestro subconsciente las retuvo. En cinco horas, las conoceréis todas aunque algunas se os olvidarán. El estudiar consiste en repasar la parte olvidada para retenerla, podemos aparcar las más difíciles y visionarlas más veces; la repetición es la madre de la memoria. También tenemos que ver el código de circulación. Será un poco más complicado, pero cuando le cojáis el tranquillo, haréis los test estupendamente.

Estaban agotadas, dejaron de estudiar para tomarse un descanso. ¡Un descanso bien merecido!

-Nos duele la vista de mirar la pantalla del monitor- dijeron restregándose los ojos.

-Si os laváis la cara con agua fría sentiréis alivio-les recomendé.

Toda la tarde estuvieron hablando de señales de tráfico. Escuchaba sus comentarios por si tenía que corregirles. ¡Eran listas!, aprendían rápido. En una sola sesión habían memorizado el 90% de las señales.

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-Todo gran esfuerzo conlleva un premio, si seguís así, sacaréis el carnet a la primera -les auguré durante la cena para subirles la moral.

Por la mañana, conocimos a la monitora. Rubia, guapa, pero bajita. Me gustó, era muy simpática. Se llamaba Gloria.

-Soy amigo de Luisa, la de la agencia de viaje, me dio recuerdos para ti.

Se agachó y me dio dos besitos.

-¡Eh!, ligón, que las del carnet somos nosotras.

Gloria les acompañó al simulador para hacer las primeras prácticas antes de coger el coche por la ciudad.

-¡Embraga, tita! ¡Pisa el freno! ¡Levanta un poco el pie del acelerador, mamá! ¡Frena! Muy bien, lo estáis haciendo muy bien.

Gloria no dijo ninguna palabra, estaba embobada con mis acertadas explicaciones.

-¿Acaso sabes conducir?-me preguntó extrañada.

-Y se sabe enterito el código de circulación y las señales de tráfico-exclamó la listilla de mi tía.

-¡Siéntate y hazlo!, quiero verlo.

Ni corto, ni perezoso me senté en el simulador. No alcanzaba bien a los pedales, Gloria se dio cuenta, no dijo nada, esperaba mis quejas, ¡chitón! Mis movimientos de pies fueron perfectos. Notó enseguida mi experiencia al volante.

-¿Dónde aprendiste a conducir?

-Eso no importa, es una larga historia, si te la contara, no la creerías. ¿Sé o no sé?

-¡Sabes! Pero tendrás que esperar diez años, para sacarte el carnet -con esas palabras, salió airosa nuestra monitora.

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-Una semana en el simulador y estaréis listas para coger el volante por las calles de Madrid.

Mamá y la tita, hicieron varios testes. Tuvieron un error cada una. Les felicité y Gloria también.

-En menos de un mes conseguiréis el carnet-afirmó Gloria.

Se marcharon muy contentas e ilusionadas con las palabras de Gloria.

-¡Lo veis, cómo no era tan difícil!

Las prácticas empezarían la semana siguiente. Serían por la tarde, así podría acompañarles, por la mañana tenía instituto.

Fue idea mía, que todas las tardes Gloria nos recogiera en la agencia de Luisa, así se saludaban y cotilleaban unos minutos.

A los veinticinco días consiguieron el carnet. Durante ese tiempo jugué fuerte a la bolsa y como siempre, ¡gané!

Una tarde, nos acercamos al concesionario en busca del deseado vehículo. En dos días tuvimos el “Audi” en la puerta de casa. El vendedor quedó estupefacto cuando le dijimos, que pagaríamos a tocateja. Estaba poco acostumbrado, casi todas las ventas las realizaba a través de la financiera.

-¿Qué hago con los ocho mil euros que sobraron?-me dijo Claudia.

-Guárdalos, en Semana Santa haremos el primer viaje en el Audi.

-¿Dónde iremos?-preguntó mamá que estaba deseando hacer un viaje conduciendo por carretera.

-Cerca, a un par de horas de Madrid. Pasaremos tres o cuatro días inolvidables. Es el destino turístico de muchos madrileños. Luisa tiene un folleto precioso en su establecimiento.

-Ángel, déjate de marear la perdiz y di a dónde nos quieres llevar.

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-Al valle del Jerte, a contemplar el cerezo en flor. Año tras año, miles de madrileños acuden a esa cita y vuelven encantados.

-¿Y dónde nos alojaremos?

- Hay de todo: albergues, casas rurales, hoteles y algún que otro parador nacional cercano. Con el coche, no tendremos problemas en desplazarnos de un lugar a otro. Hablaremos con Luisa y nos aconsejará.

Como nuestra economía era bastante boyante, Luisa nos recomendó el hotel o uno de los paradores. Los albergues no eran para nosotros y las casas rurales estaban en plena naturaleza. Buscábamos el confort sin escatimar gastos. Nos reservó una habitación doble con un supletorio en el parador nacional de Plasencia. El viaje lo realizaríamos la próxima semana.

-¿Estáis contentas?

Se aturrullaron a la hora de responder.

-Podemos ir a la sierra cuando queramos-dijo una.

- Visitaremos las provincias cercanas a Madrid-exclamó la otra.

El coche les ilusionaba, ¡estaban contentas!, y si ellas estaban contentas yo también lo estaba.

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CAPÍTULO DOS. EL INSTITUTO.

El primer trimestre en el instituto transcurrió con algunas novedades reseñables. Enrique, cambió de instituto y se incorporó a nuestro grupo. Todos los sábados nos reuníamos en casa de Yolanda, en la de Daniela o en la mía. Íbamos alternándolas. Planificábamos la semana y hacíamos los trabajos en equipo ayudándonos unos a los otros. Rocío, siempre andaba agobiada, había que explicarle las cosas varias veces, sacaba el aprobado por los pelos. Gracias a nosotros y a su esfuerzo, sólo suspendió el inglés.

La madre de Enrique, le acercaba a las reuniones, después, regresaba en metro con Yolanda o Daniela y si la reunión era en mi casa, regresaba con las dos. Las medias de todos, subieron, ¡menos la mía!, seguía con el nueve con ocho, por culpa de un profesor, que no ponía un diez a nadie. El nueve, era lo máximo para él.

Un sábado por la tarde, apareció la madre de Enrique con un reloj de arena, ¡era para mí! Fue un regalo de su marido, lo compró en Egipto, donde estuvo en un vuelo chárter. Lo coloqué en la mesa de mi dormitorio junto a los trofeos (fotos). En una etiqueta marcaba una hora. Era el tiempo que tardaba la arena en pasar de un lado a otro.

-Uno parecido a éste tuvimos en la tienda-exclamó mamá al verlo.

-Lola, ¿a qué no te acuerdas en cuento lo vendimos?-le dijo Claudia a su hermana.

-¡Como me voy a acordar si lo vendiste tú!

-Estoy segura que era un poco más pequeño-afirmó mamá.

Mientras conversaban, continuamos con nuestra reunión de puesta a punto. Muchos compañeros se acercaban a Yolanda y a Daniela para pedirles consejo sobre algún determinado trabajo del instituto. Ellas, muy serviciales, les aconsejaban, ¡estaban plenamente integradas en clase!, ya no eran rechazadas por su estatura como ocurría antes. Enrique iba a lo suyo: estudiar, estudiar y mejorar sus notas. No quería saber nada del

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género femenino, ya tendría tiempo cuando terminara el curso-eran sus palabras, cuando alguna chica se le acercaba para invitarle a salir.

-Rocío, ¿leyó tu hermana Rosario los libros que le regalé?

-Los leyó todos, los más cortos se los sabe de memoria, quiere que le regales más.

-Tráetela un sábado, quiero averiguar cuanto sabe para regalarle libros apropiados, todavía quedan algunos en las estanterías de mi cuarto.

El siguiente sábado le acompañaría.

-¿Desde cuándo tenéis coche?- me preguntó la señorita Rosa en el instituto cuando fue a mi clase para hablar con mi tutora.

-Hace tres días, fue un regalo que le hice a la familia para viajar por Madrid y por España.

-¿No sacarías el dinero de…?

-¡Pues si!, lo saqué de ahí.

-Este verano pienso volver de vacaciones, ¿me ayudarás?

-¡Claro!, pero el tiempo apremia y hay que arriesgar más para conseguir antes el dinero.

-¿Con quinientos tendrás bastante?-me dijo al oído como si esa cantidad fuera exorbitante.

-¿Cuánto te cuesta el viaje?-le pregunté tuteándola sin que nadie se enterara.

-Más de mil quinientos y menos de dos mil.

Tardaré dos meses y medio en conseguir esas ganancias y encima te sobrará para traer regalos a toda la familia.

-¡Hecho!, mañana mismo te traigo el dinero-me dijo llenándome la cara de besos.

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Cuando se marchó, escuché una voz a mis espaldas.

-¡Te vi!, te besó nueve veces, lo he visto con mis propios ojos.

Era la voz de Rocío.

-¡No te pagó! ¿Es qué ya besas gratis?

-Te equivocas Rocío, me besó diez veces y mañana me pagará, me lo dejó fiado.

-¡Qué tío!, así te puedes comprar un coche cada año, cobrando los besos a cincuenta euros.

Seguía tan incrédula como siempre.

-Cuando tengas novia, tendrá que ser muy rica o no podrá besarte nunca.

Esas palabras me hicieron reír, cuando se lo contara a Lola y a Claudia se desternillarían.

Al día siguiente, volvió la señorita Rosa con un sobre cerrado y me lo entregó. Rocío ya sabía de antemano lo que contenía.

-¿Lo puedo ver?-me preguntó en el recreo.

Abrí el sobre delante de sus ojos y contamos diez de cincuenta.

-¡Quinientos!, gritó sin poderse contener.

Algunos compañeros giraron sus cabezas al escuchar el grito de mi compañera. Cuando vieron que se trataba de Rocío, la volvieron a girar, ¡seguían teniéndole miedo!

Cambiando de conversación le pregunté, si pasaría las vacaciones de Semana Santa en Cádiz.

-Nos vamos todos, hasta mi padre tiene permiso. Pienso darme unos chapuzones en la playa aunque el agua esté fría. Nos vamos el lunes, papá estará de retén el domingo y si no surge ninguna emergencia, pasará la noche durmiendo en el parque de bomberos-me contestó.

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-No te olvides de llevar a tu hermana este sábado a casa, ya sé que estaremos de vacaciones, pero no importa.

La tita fue a recogerme al instituto en el coche nuevo.

-Lola no vino, se quedó terminando la comida. Mañana alternaremos- me dijo Claudia junto al coche.

-El sábado, vendrán Rocío y Rosario a casa. A Rocío le prepararé trabajo de inglés para las vacaciones y a su hermana le quiero regalar un par de libros. ¿Qué te parece si invitamos a toda la familia?

-Me parece bien, así conoceremos a su padre y comprobaremos si es tan grande como dice su mujer y sus hijas.

-¿Sabes lo que me gustaría, tita?

-¡Qué!

-Hacerme una foto con el padre, pero vestido de bombero.

-¿Para qué quieres una foto así?

- Es un orgullo para un medio neoyorquino como yo, fotografiarse con un bombero a raíz del 11s. Pondré la foto en la mesa de mi dormitorio, junto a las de mis amigas. Le tendré que pedir el favor a Rocío.

- Mañana os darán las vacaciones, ¡díselo esta tarde por teléfono!

-Se lo diré mañana en el instituto. Ahora voy a prepararle un plan de trabajo de inglés para estas vacaciones, el que entregó el profesor a los suspendidos, me pareció incompleto.

Mamá nos esperaba con la mesa puesta. Encima de la mesita de cristal estaban nuestras reservas del parador. Estaríamos fuera de martes a viernes.

El sábado por la tarde aparecieron. Rosario, nada más verme, me abrazó. Casi me dejó sin respiración y eso que era de mi edad. Seguía sacándome la cabeza. ¡Estaba enorme!, había dado otro estirón.

-¡No le beses! ¡No le beses!-gritó Rocío.

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- ¿Por qué?- preguntaron mamá y Claudia haciéndose las tontas.

-Porque cobra cincuenta euros por besos-volvió a gritar Rocío-, la señorita Rosa le dio el lunes diez besos y el martes le pagó quinientos euros.

Lola y Claudia le explicaron a Rocío, que el dinero no era por lo besos, sino para pagar unas cosas.

-¡Ah! Y yo que me lo había creído, ¡seré tonta!-exclamó delante de todos.

Me dolió el cuello cuando miré a su padre. Era enorme, se acercaba a los dos metros. Le calculé unos ciento veinte kilos. Era todo músculo sin un ápice de grasa.

-Tú debes ser el famoso Ángel, en casa sólo se habla de ti. Tenía ganas de conocerte.

Me cogió con una mano y me levantó del suelo como si fuera una pluma.

No te caerás, papá tiene una buena peana-exclamó Rosario.

Al principio no entendí bien lo que quiso decir, pero su mirada se dirigió a los pies de su padre. ¡Dios mío!, debía calzar un cincuenta por lo menos

-Ya podemos hacernos las fotos-dijo Antonio.

Mamá sacó media docena con la cámara digital y Rocío también hizo algunas con su móvil.

-Guárdame un par de ellas para ponerlas en el tablón del parque de bomberos. En el trabajo nadie se cree, que un niño vaya a entrar en la universidad con nueve años.

-Con ocho años y diez meses- rectifiqué al bombero.

En una de las fotos, me puse el casco de bombero, me tapó la cabeza, parecía que llevara un casco de motorista. Antonio tenía un buen molondro además de una buena peana.

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-“Ánge” ¿y mis libros?- me preguntó Rosario, comiéndose una letra de mi nombre como siempre.

Fuimos a mi dormitorio y le dije:

-Elige los dos que más te gusten.

Escogió el de Aladino y los viajes de Simbad. Le atrajo el colorido de sus portadas. El de Sandokán lo dejó para otro día.

-¡Te gustaran!, son de aventuras.

-¡Si ya lees igual que yo!-exclamé cuando la escuché leer para subir su autoestima.

Se puso muy contenta con mi lisonja, respiró hondo y sacó pecho.

Rocío, recogió su trabajo de inglés y me dio las gracias.

-Cuando vuelvas, me lo traes y lo corregiré y no te olvides hacer el del profesor. Si haces primero el mío, cuando hagas el del profesor verás que está “chupao”

-Ustedes no se aburrirán nunca con este niño-dijo Antonio a mis dos mamás.

-Por favor, trátenos de tú.

-Nunca me acostumbraré, en Cádiz siempre hablamos de usted.

-Se me olvidaba, le traje a Ángel una cosa que le gusta mucho.

Nada más escuchar a Lourdes, exclamé-¡chorizo!

-Mamá, ¡prepárame un bocadillo de chorizo extremeño!

Tía Claudia y su hermana se metieron en la cocina para preparar café. Mientras, saqué en el ordenador las fotos que nos hicimos.

-¡Sácale a papá una foto cuando era chico! ¡Quiero ver cómo era!

-Tu padre nunca fue chico-exclamé, haciendo reír al matrimonio.

Cuadré la cabeza de Antonio de una de las fotos y la amplié.

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-¿Con qué edad?-pregunté.

Fue Lourdes la que contestó.

-Una con quince años, que fue cuando lo conocí y otra con veintitrés.

Metí el programa y en un periquete estaban las fotos saliendo de la impresora.

- Se parece a Rocío-gritó Rosario.

Era verdad, se parecía un montón a su hija mayor

-¡Está igual que cuando nos casamos!-exclamó Lourdes, al contemplar la foto de su marido con veintitrés años.

- ¡Sabe más que Briján y el padre de Briján!*-exclamó el matrimonio a la par.

-Me tienes que traer unas cuantas postales de Cádiz, quiero conocer tu ciudad-le dije a Rosario.

- Si las quieres para quitarles años ¡no!, a mi me gusta Cádiz como está.

Esa respuesta sorprendió hasta a sus padres, ¡era graciosilla la niña!

- Yo te traeré algunas del valle del Jerte -le dije a la muchachona.

Antonio, guardó todas las fotos que le di en el bolsillo de su camisa. De varias de ellas, tuve que hacerle dos copias, pensaba colocarlas en el tablón de anuncios del parque de bomberos. En una, me sostenía con el brazo izquierdo, y en la otra, con el derecho. Tuve que dedicárselas.”Para el bombero más grande que he conocido”, fue mi dedicatoria.

-¡Dejadme un momento sólo!, se me acaba de ocurrir una idea y no quiero distraerme.

Superpuse las dos fotos en las que Antonio me sostenía en ambos brazos. Ajuste el cuerpo de Antonio y ¡zas!, foto conseguida.

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-¿Qué os parece lo que puedo hacer con mi ordenador?-les dije acercándome a la mesa con varias copias de la composición.

El asombro fue mayúsculo, hasta yo mismo me asombré de lo que era capaz de hacer mi programa informático.

-¿Dónde está tu hermano gemelo?-preguntó la inocente Charito al contemplar a su padre con un Ángel en cada brazo.

-¡Es asombroso!-exclamó Antonio remirando la composición intentando buscar el empalme.

-Una es para vosotros, la otra la guardaré como recuerdo.

-¡Papá!, yo quiero hacerme una foto con mi hermana gemela.

Tanto insistió, que tuvimos que hacerle las fotos. Cuando la tuvo en su mano sus ojos se agrandaron, no podía creerse que era ella misma.

-Muchas gracias “Ange”, por regalarme una hermana.

El bocata me sentó de miedo. El “gustirrinín” que me dejó en la boca, duró más de media hora. Ellos tomaron varias bandejas de galletas y magdalenas. Sus estómagos no tenían fondo.

Cuando se marcharon, hice una composición de seis fotos en una sola. La enmarcaría como recuerdo junto a las composiciones de Charito y la mía.

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CAPÍTULO TRES. LAS VACACIONES DE SEMANA SANTA.

Paliativamente, los madrileños fueron abandonando la capital. Había menos vehículos estacionados y circulando por la ciudad. La operación salida había comenzado. El jueves se calculaban casi un millón de desplazamientos. La costa levantina y Andalucía eran los principales destinos.

El martes por la mañana tomamos la autovía. En dos horas y media nos encajamos en Plasencia. El navegador nos condujo a la misma muralla de la ciudad, parte de ella pertenecía al parador. Cuando llegamos a nuestra habitación me sobresalté.

-¡Mamá!, no es una habitación, ¡es una celda! Lo pone en la entrada.

-Aquí durmieron los frailes dominicos cuando era convento-aclaró mamá ante mi sorpresa.

-Nosotras también investigamos en Internet-aclaró tía Claudia.

-Sois más listas de lo que pensaba, “pillinas”.

-Nos hemos contagiado de ti para no desentonar- contestaron.

Desde la terraza del parador, contemplamos las afueras de la ciudad. El río Jerte la bordeaba. A la derecha, dos puentes, uno de estilo medieval, y a la izquierda, otro puente mucho más alto.

La chica de recepción nos entregó varios folletos de la ciudad.

-Tenemos que buscar un sitio para comer, el parador sólo nos da el desayuno y ya son más de las doce. Luisa, no contrató ninguna comida para que pudiéramos degustar los platos típicos de la región. ¡Haremos una visita a la ciudad! ¿Por dónde empezamos, Ángel?-preguntó tía Claudia.

-Si tuviera que visitar la ciudad por primera vez, ¿por dónde empezaría?-pregunté a la joven recepcionista.

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- Por la plaza, sin lugar a dudas, hoy es martes y estará atiborrada.

No quise ahondar en la respuesta para no parecer tonto. ¿Por qué la plaza estaría llena de gente?-nos preguntábamos los tres.

Igual que tres turistas, salimos del parador un poco desorientados.

--Este templo es el más grande de Extremadura, lo pone en el folleto-afirmó mamá.

Leí: “iglesia de santo Domingo”. Estaba cerrada al culto.

-Ahí está el palacio del marqués de Mirabel, propiedad del marqués de Cuba y a la derecha, la iglesia de san Nicolás-exclamó tía Claudia leyendo uno de los folletos.

-¡Vayamos al grano! La recepcionista nos recomendó la plaza, así que, ¡vamos a la plaza!

Estaba muy cerca, a unos ciento cincuenta metros. En el trayecto me fijé en un establecimiento. Estaba lleno de productos extremeños. Lola y Claudia también se fijaron, pero no dijeron nada. Unos segundos después…

-No te preocupes, el día que nos marchemos compraremos un poco de cada- prometió mamá al verme meditabundo.

Esas palabras alegraron mi estómago y mi paladar y la boca se me hizo agua.

La plaza estaba llena de puestos de frutas y verduras. Unos vendían y otras compraban. Digo “otras”, porque las que compraban eran casi todas mujeres.

-Está todo muchísimo más barato que en Madrid-exclamó tía Claudia al comprobar los precios de los productos.

- Pues si viene usted a última hora los encontrará a mitad de precio. Ningún vendedor quiere regresar a su pueblo con mercancía -comentó una señora al escuchar a tía Claudia.

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Las vestimentas de las vendedoras eran variopintas, algunas llevaban indumentarias de época (trajes regionales). Una que vendía ajos, portaba una ristra al cuello para llamar la atención. Estaba graciosa.

-A esa, no se le acercará nunca un vampiro-exclamé recordando la novela del irlandés Bram Stoken llevada al celuloide magistralmente por el director Francis Ford Coppola.

Diez calles estrechas desembocaban en la plaza. El ir y venir de la gente era continuo. Miramos el plano y una de las calles nos llevó a la catedral, entramos y sacamos varias fotos de su interior.

-¡Tengo hambre!-exclamé cuando salimos de la catedral.

-Comeremos en cualquier bar, la plaza está llena de ellos.

-Mira en la guía, debe haber algún restaurante cercano.

En una de las callejuelas de la plaza encontramos uno. Lola y Claudia se atiborraron de caracoles gordos.

-¡Están buenísimos!, nunca los probé tan buenos-exclamó mamá- Me gustaría conocer la receta para prepararlos en casa.

-¿Y al cocinero también?-nos informó amablemente el camarero que escuchó la expresión de mamá.

-Entonces, ¿quién los prepara?

-El señor Gabriel, un jubilado que antes tuvo un bar en la calle paralela a ésta. La receta era de su suegra, la trajo de Asturias.

-Al señor ese le pasa lo que a mí con el programa informático. No digo como lo hice, pero puedo cobrar por cada foto que rejuvenezca o envejezca. Hace bien no diciendo la receta, así saca para sus gastos.

En un kiosco compré varias tiras de postales. Una era para Rosario. Antes de regresar al parador nos tomamos un helado. El heladero era muy simpático, se llamaba Rafael. Su familia llevaba vendiendo helados en la ciudad más de sesenta años. Las fotos que vimos en la pared de la heladería lo testificaban.

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-Mañana temprano, visitaremos el valle, esta tarde haremos turismo por la ciudad, me recomendaron el parque de los Pinos, pero tenemos que tomar el autobús para no sacar el coche, en la ciudad es mejor trasladarse en transporte público-opinó tía Claudia.

Mis pensamientos se fueron para las tiendas de embutidos. Sólo pensar en los chorizos, ¡me daba placer! Lo poco que pude ver desde el escaparate, me satisfizo.

Sentados en la terraza del parador no me percaté de los otros clientes que nos rodeaban. Un matrimonio mayor hablaba inglés y otro, francés. Intentaban comunicarse entre ellos. Misión imposible con dos lenguas tan dispares. Lo más curioso era, que los dos matrimonios decían lo mismo. Eran jubilados y vinieron a lo mismo que nosotros. Estaban esperando al resto del grupo y al guía, tenían varias excursiones programadas por los alrededores.

-¡Ayúdales a entenderse! –me pidieron las dos.

No tuve que levantarme, sólo giré la silla, estaba muy cerca de ellos. Corté educadamente su conversación presentándome en ambos idiomas. La cara de satisfacción que pusieron, les alivió. ¡Por fin podían entenderse con alguien! Actué de intérprete. Realicé una ardua labor. Con unos hablaba en francés y con los otros, inglés.

-¿Qué dicen?-preguntaban mamá y la tita.

Entonces, a mis dos mamás, les hacía un resumen en español. Para los demás clientes fue un espectáculo escuchar a un retaco como yo hablar en tres idiomas. Hasta la recepcionista avisada por uno de los camareros, abandonó su puesto un momento para escucharme.

Los dos matrimonios se apuntaron. Querían acompañarnos por la tarde en nuestra visita por la ciudad. Lo consulté con mi familia y no pusieron inconveniente. El inglés, sacó de una bolsa un plato de cerámica y me lo regaló.

-¡Es para ti!, compramos varios iguales- me dijo en inglés.

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-¡Es precioso!-exclamó mamá cuando se lo entregué-Lo colocaré en la cocina.

-Quedará mejor en el salón-opinó tía Claudia.

-Si no os ponéis de acuerdo me lo llevaré a mi cuarto con los demás trofeos.

Quedamos una hora después para coger el autobús. Todos se fueron a descansar, ¡todos menos yo! El camarero me avisó, que la chica de recepción quería hablar conmigo. Como estaba de buen ver, se lo comenté a la familia:

-Estaré con la recepcionista, no os preocupéis por mí, quedo en buenas manos-les dije guiñando.

-Me llamo Nieves y tú debes ser Ángel el que me pediste los folletos esta mañana.

-¡El mismo!-respondí.

-Busqué tu nombre en la lista de huéspedes, hicisteis la reserva desde Madrid y te acompañan tu madre y tu tía.

Me senté junto a ella para escuchar mi currículum. Me gustaba, llevaba el pelo veteado, ojos azules, piel blanca y estatura media.

Continuó hablando en inglés para informarme que había nacido en Plasencia y estudió Información y Turismo. Quería practicar idiomas conmigo.

-¡Para el carro, Nieves!-le contesté en español.- ¡Déjame ser un poco adivino contigo!-continué en inglés al ver acercarse a dos bullebulles* en dirección al bar. Por tu acento, estudiaste bastantes años en Madrid. El idioma anglosajón lo perfeccionaste en Londres y en… ¡New York! Tal vez fueras un verano a cada país. Por la edad que tienes, debes llevar poco tiempo trabajando-. Respiré hondo y esperé su respuesta.

En vez de responderme me preguntó.

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-¿Cómo sabes tú todo eso si no me conoces?

Continué disertando.

- Por tu vocabulario y pronunciación deduzco, que en Madrid estudiaste el bachiller y la carrera, seguramente en casa de algún familiar. Hablas bastante bien el inglés y utilizas algunas palabras del lenguaje de los neoyorquinos. Te hace falta practicar más a menudo el lenguaje de la reina Isabel.

-Me dejas anonadada, eres increíble. Sólo te falta decirme la edad y si tengo novio.

-¿Lo tienes?

-¡No!-respondió, como si el tener novio fuera un delito.

Fue un ¡no!, rotundo, le salió de dentro.

-Pues ya tienes un admirador. Soy un enamorado de la belleza femenina.

-¿Qué haréis esta tarde?-me preguntó.

-Pensamos ir en autobús al parque de los Pinos. Nos dijeron que es muy bonito. Acompañaremos a los dos matrimonios extranjeros.

-¿Os puedo acompañar? Mi turno termina dentro de media hora y me gustaría hacer prácticas de idiomas, sobre todo de francés.

-Por mí encantado, tendremos un guía de la misma ciudad.

-¿Dónde aprendiste idiomas? Hablas muy bien inglés y francés y dominas un amplio vocabulario en ambos idiomas, inusual en un niño de tu edad.

-No te lo vas a creer, pero aprendí sólo en Internet. Tengo gran facilidad para los idiomas, si quieres, te lo digo en alemán, ya me defiendo bastante bien en el idioma germano.

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Asombro, admiración, incredulidad, todo lo vi reflejado en su rostro. En ese momento sonó mi móvil. ¡Era el número de Paloma! ¿Qué querrá?-me pregunté

-¡Hola, Paloma! ¿Desde dónde llamas?

-Estoy con Luis en el aeropuerto Reina Sofía de Tenerife. Me tienes que hacer un favor.

-Lo que tú quieras cariño-le contesté.

La palabra “cariño” la pronuncié más alta para bacilar delante de Nieves.

-Te mando una foto al ordenador para que hagas algunas variantes en ella. Tienes que rejuvenecerla unos cinco años. La policía tienen a un sospecho retenido en el aeropuerto y se parece mucho a una foto que vi hace un par de años en nuestras oficinas. El individuo al respecto, porta bigote y lleva el pelo largo, ¡quítaselos!, y pon pelo corto rubio y rizado. Mándame los resultados a mi correo, yo lo abriré aquí.

-Me tienes que perdonar un momento, pero tengo que hacerle un trabajo a la policía. Voy un momento a mi celda para recoger el ordenador.

En tres minutos estaba de vueltas. Abrí mi correo y allí estaba la foto del sospechoso. Hice una docena de variantes y se las mandé a Paloma. ¡Espero tu respuesta!, le puse en el correo.

-¿Qué líos te traes entre manos? ¿Quién es Paloma? ¿Qué tienes que ver tú con la policía?-me preguntó Nieves bastante intrigada.

-Paloma, es una amiga. Trabaja de copiloto en Iberia y es una buena fisonomista. Quiere que le haga un trabajo de identificación para la policía. La conocí en un vuelo de Cancún a Paris y nos hicimos amigos. En realidad hice amistad con toda la tripulación.

Devolví el portátil a la habitación y llamé a mamá, que dormía plácidamente la siesta con su hermana.

-Hay que levantarse, os espero abajo.

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Los matrimonios extranjeros llegaron a la vez que mamá y tía Claudia.

-Llevamos guía, Nieves nos acompañará cuando llegue su sustituto. Así presenté a Nieves a mis dos mamás.

Después del relevo, Nieves se acercó un momento a la cocina.

Tomamos el autobús junto a la muralla de la ciudad y en diez minutos, nos acercó al parque de la Coronación.

La zona era preciosa, un acueducto medieval se adentraba en el parque atravesando unos jardines. Muchas personas paseaban por el interior del parque de los Pinos admirando los patos y pavos reales que deambulaban por doquier.

-Toma- dijo Nieves entregándome una bolsita con pan-, lo cogí de la cocina del parador para ti. ¡Échaselo a las aves!

-Está prohibido dar de comer a los animales, lo pone bien claro en ese cartel - exclamé en voz alta.

-¡Ya lo sé!, pero los placentinos hacemos caso omiso, toda la vida les trajimos comida.

Pavos y patos me rodearon en un instante. Disfruté como un cosaco dándoles de comer en la palma de mi mano. Tía Claudia hizo unas fotos preciosas del momento.

-¡Ay!-grité al recibir un picotazo de uno de los pavos, después me acostumbré y los aguantaba estoicamente.

-¡Esto es maravilloso!-le dije a Nieves-, es un lugar ideal para desconectar.

-¿Qué haréis mañana?-preguntó Nieves.

-Visitaremos el valle del Jerte, iremos a contemplar los cerezos en flor.

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-Si regresáis antes de la cuatro, puedo acompañaros, conozco muy bien la zona. Mañana tengo el turno de tarde.

Lola y Claudia estuvieron encantadas de que Nieves nos acompañara.

Del parque fuimos a la” Isla” donde el río se bifurcaba para dar agua a un antiguo molino.

-¡Me comería un bocadillo de chorizo!-exclamé en voz alta sin darme cuenta.

-Queda media hora para anochecer, es mejor que regresemos a la ciudad.

Como todas las calles daban a la plaza, en diez minutos estábamos sentados merendando. Los jubilados se despidieron, regresaron al parador.

Otra vez sonó la música del móvil. ¡Era Paloma! La conversación fue corta.

-Recuerdos de Paloma y Luis-le dije a mamá y a la tita-. Es la segunda vez que llama, me pidió ayuda para identificar a una persona a través de mi programa informático. Gracias a las fotos que le mandé, pudieron capturar a un famoso narcotraficante. En estos momentos se disponen a volar hacía la capital de España.

Sentados debajo de los soportales de la plaza, se acercó una quinceañera muy bonita.

-¡Hola Nieves!

-¡Hola Noemí!-respondió Nieves-. Es mi hermana pequeña. ¡Siéntate con nosotros!

Después de las presentaciones se sentó junto a su hermana. Al principio se sintió un poco cohibida, pero Nieves le fue tirando de la lengua.

-Son todos madrileños, el pequeñajo trabaja para la policía.

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Me miró sonriente, ¡me corté! No por la mirada de Noemí sino por las palabras de Nieves.

-Voy a cumplir dieciocho y estudio segundo de bachiller –nos relató Noemí saliendo de su mutismo-, ¿tú qué estudias?

-Lo mismo qué tú y acabo de cumplir ocho.

Nieves y su hermana no daban crédito a lo que oían.

-En idiomas no me extraña, pero ¿y en las otras asignaturas?-preguntó Nieves que era la única universitaria.

Intercambiamos los asientos, me senté junto a Noemí para charlar del curso. Claudia y Lola explicaban a Nieves mi evolución en los estudios y alguna cosilla más de mi currículum.

-¡Sabe más qué yo!, –exclamó Noemí - ¡nunca lo hubiera sospechado!

-No te extrañe, me acabo de enterar por su madre, que tiene una media de nueve con ocho y que varias universidades están interesadas en tenerlo como alumno el próximo curso. Conoce Zúrich, Paris, Londres y Cancún. Tiene desarrollado un programa informático que si lo vendiera, le daría no menos de ¡dos millones!-dijo Nieves a su hermana

Iba a contestarle que también conocía New York, pero se me adelantó.

-¡Yo conozco New York! Pasé cuatro meses en la ciudad de los rascacielos.

-¿Dónde hiciste el máster?

-En la universidad de Harvard, me costó un pastón los cuarenta y cinco días que duró.

-Conozco la universidad mejor que tú si no la han cambiado mucho -le contesté a Nieves. (Recordad, que en mi anterior vida, estuve cinco años estudiando allí).

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Las estatuas seguían en su sitio y la distribución de los edificios era la misma. Los únicos cambios consistían en la ubicación de algunas carreras nuevas. Enseguida comprendió, que conocía perfectamente el lugar.

-¿Cómo conoces tan bien la universidad si nunca estuviste en ella?

-A través de los sueños, pero lo que mejor conozco es la isla de Manhattan. Mide 16 millas de larga por 3 de ancha. También te puedo enumerar los edificios más emblemáticos de la ciudad.

Como no se fiaba, siguió preguntándome.

-Me doy por vencida, conoces New York mejor que yo.

-¿A qué hora quedamos mañana?-preguntó Nieves.

-Tú decides, serás nuestra guía.

-A las nueve menos cuarto en recepción. Esta noche pensaré el itinerario.

-¡Okay!

-Cuando te acercaste a la mesa, te calculé quince años y no diecisiete-le comenté a Noemí cuando se levantaba de la silla para marcharse con su hermana.

-Si me arreglara un poco, creerías que tengo diecinueve, muchos chicos me lo dicen.

Cenamos, varias raciones en uno de los innumerables bares de las callejuelas colindantes a la plaza. Con el estómago lleno, regresamos al parador, tocaba madrugar.

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CAPÍTULO IV. EXCURSIÓN AL VALLE DEL JERTE Y A LA VERA.

Con puntualidad inglesa, Nieves nos recogió en recepción, traía a su hermana Noemí.

-Quería venir, no me la pude quitar de encima. Se pasó toda la noche dándome la lata.

Me alegré, tendría cuatro mujeres para mi solito.

-Nieves, ¿pensaste el itinerario?-le preguntó mamá.

-Sólo una parte, la otra es opcional, depende de vosotros. Os lo contaré por el camino.

En poco más de cuarenta minutos estábamos en lo alto del puerto de Tornavacas. Paramos y bajamos a contemplar el paisaje.

-Tenéis a vuestros pies todo el valle del Jerte y a vuestras espaldas, comienza la provincia de Ávila-informó Nieves en calidad de guía.

La vista era impresionante, el río bajaba majestuosamente por el valle dando de beber a los cerezos. En las laderas de las montañas se apreciaban los cerezos florecidos, los pueblos ribereños y los de las laderas. Nieves los fue enumerando uno a uno señalándolos con el dedo.

-¡Aquello parece un pantano!-exclamó tía Claudia al observar una gran masa de agua en el horizonte.

-Es el pantano que abastece de agua a la ciudad de Plasencia. Ahora es cuando tenéis que decidir. Tenemos dos opciones. Una es quedarnos en el valle visitando pueblos y la otra, atravesar esa cadena de montañas y adentrarnos en la Vera. Allí también existen los cerezos, pero en menor cantidad, sin embargo, tiene pueblos preciosos. Podemos visitar el monasterio de Yuste donde murió el emperador Carlos y el cementerio alemán. Mientras lo pensáis, haremos unas fotos.

Después de la sesión fotográfica desde el puerto, bajamos al pueblo de Tornavacas y al de Jerte. Mamá compró unas figuritas de alabastro

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para la casa. Debajo de unos cerezos florecidos, un jerteño nos hizo varias fotografías al grupo.

-¡Cuidado con las abejas!-nos advirtió el lugareño.

-¿Cómo hay tantas?-le pregunté.

-Los dueños de los cerezos alquilan colmenas para que las abejas polinicen el mayor número de flores, de esa manera, aumentan la productividad en un 20%.

-Mi hermana y yo, queremos visitar la Vera-exclamó mamá en nombre de las dos. ¿Qué carretera tomamos?-preguntó a Nieves.

-La de Piornal, está muy cerca el desvío.

Noemí me contó, que el curso pasado vino con el instituto para hacer senderismo por esta zona. Recorrieron la garganta del Infierno en un paseo de poco más de siete kilómetros.

-¡Es preciosa!, si volvéis otra vez os la enseñaré-concluyó diciendo.

Le conté, que mis compañeros fueron al valle de Arán, pero yo no fui por estar exento de excursiones, gracias al programa especial diseñado para mi edad.

El puerto tenía migas, era bastante más alto que el de Tornavacas y la carretera un poco más estrecha. Pero no era nada con lo que nos esperaba en el descenso. Curvas de ciento ochenta grados, firme descarnado y gravilla suelta. Mamá y tía Claudia no maldijeron porque nunca lo hacían.

-Nieves, ¿por qué carretera nos has metido?-exclamó mamá mientras conducía.

-Sólo la arreglan cuando va a pasar la vuelta ciclista a España. ¡Mirad ese pueblo metido en la hondonada! Es Garganta la Olla, hace un par de siglos vivía del gusano de seda.

El pueblo era una monería arquitectónicamente, como eran las once, paramos en la plaza junto al ayuntamiento, ¡teníamos hambre!

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--Tomaremos un tentempié y continuaremos la marcha-dijo tía Claudia como encargada del dinero.

Mientras pedían las bebidas al camarero, Noemí y yo nos hicimos unas fotos sentados en la fuente de la plaza.

-¡Para mí lo de siempre!-grité mientras me perdía con mi amiga por una de las estrechas callejuelas.

-¿Qué coméis?-les pregunté cuando volvimos al bar.

-¡Esto es comida de dioses!-exclamó mamá entregándome un bocadillo de chorizo y a Noemí, uno de jamón.

-Comeros vuestra ambrosía, nosotros vamos a dar otra vuelta al pueblo mientras damos cuenta del bocadillo.

-¿Por qué dijiste ambrosía si lo que comían era cochinillo frito y callos de cordero?

-Porque la ambrosía, era el alimento de los dioses del Olimpo y mamá me dijo que era comida de dioses.

-¡Ah!, no lo sabía.

A las doce, estábamos visitando el monasterio de Yuste. Mamá y tía Claudia sólo hablaban de lo rico que estaba el cochinillo y los callos picantitos. Nieves no dijo ni pío. A la salida, unos nubarrones negros amenazaban el cielo.

-¡Vayamos al cementerio alemán antes de que empiece a llover!, todavía no lo conozco y tengo interés en conocerlo-exclamó Nieves.

En la puerta una placa decía:”DEUTSCHER SOLDATENFRIEDHOF”. La traducción era: cementerio militar alemán.

Fue una visita breve pero muy emotiva, ¡me emocioné! Me acordé del cementerio Green Wood de New York donde enterré a mi madre seis meses antes de mi reencarnación.

El cielo seguía amenazante y la oscuridad era patente a pesar de ser mediodía.

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-Pronto lloverá, me atreví a decir.

-No seas mal fario, Ángel- dijo mamá.

-En el pueblo de al lado hay una fábrica de embutidos. Podemos comprar algo y siempre nos saldrá más barato que en la tienda-insinuó Nieves.

-Nosotras compraremos el último día antes de marcharnos a Madrid, si comprásemos ahora, el coche olería a embutidos y se podrían estropear.

-Podéis comprar ahora, os los envasan al vacío y no se estropearan ni el coche olerá, también lo podéis guardar en el frigorífico de vuestra habitación -respondió Nieves.

Paramos en Jaraiz de la Vera. Lola, Claudia y Nieves, se fueron a comprar a la fábrica de embutidos. Noemí y yo, nos quedamos en un bar.

-Ahora recuerdo, que dentro de un mes, tengo que entregar un trabajo en prosa de tema libre-le comenté a Noemí.

-¡Qué casualidad!-gritó Noemí-, yo también tengo que entregar uno igual, pero el próximo lunes y aun no hice nada.

-No te preocupes, ¿llevas algo para escribir?

Noemí miró en su bolso y sacó dos bolígrafos de distinto color. Cogimos sendas servilletas de la mesa y me dispuse a escribir en una de ellas.

-¿Qué tema elegiste para tu trabajo?-me preguntó.

Dudé un poco antes de responder. Debía elegir algo de la región para que le sirviera a mi amiga.

-¿Qué te parece escribir un artículo sobre el cementerio alemán?-le propuse.

-No es de buen gusto, pero puede servir.

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Bebí un buche del refresco que me trajo el camarero, extendí la servilleta y empecé a escribir. Empecé, por la última frase de una lápida que quedó grabada en mi mente cuando la leí.

“Recordad a los muertos con profundo respeto y humildad”

A continuación puse el titulo del artículo.

“Reflexiones.”

Por cada tumba una cruz, todas iguales y sin ninguna ostentación. El lugar incitaba a la oración del visitante. Los silenciosos olivos del campo santo, eran mudos testigos de recoger la multitud de plegarias que allí se rezaban a lo largo del año.

Cuando concluí mi visita me percaté de la austeridad castrense reflejada en la sobriedad de sus tumbas, todas alineadas como esperando recibir órdenes de algún superior.

Intenté imaginarme el traqueteo de una ametralladora perforando con sus balas la estructura de un avión, las explosiones de las cargas de profundidad levantando a gran altura el agua del mar y el ruido de los obuses de los barcos surcando el aire en busca de su objetivo.

Todo fue inútil, en mi cerebro sólo escuché, silencio, tranquilidad, sosiego y paz*.

-¡Toma! La puedes copiar-le dije a Noemí.

Está muy bien, es muy poética. Estuve leyendo mientras escribías. Un poco corta, pero servirá.

-Lo bueno, si breve, dos veces bueno-contesté.

-Esa frase no es tuya, es de Baltasar Gracián -respondió la listilla de Noemí.

-Ya empezó a llover-dijo el camarero en voz alta.

Me asomé a la ventana, gruesos goterones caían diseminados por el suelo. Pronto llegará el chaparrón-pensé.

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-Por poco nos coge el aguacero- dijeron las compradoras de embutidos que venían corriendo con una bolsa cada una en la mano y el pelo un poco mojado.

-¿Qué habéis comprado?

-De todo un poco como te prometimos y todo envasado al vacío.

-¿Y tú, Nieves?

-Unos chorizos y un poco de tasajo*.

-Esa última palabra no la comprendo, ¿Qué significa?

- En inglés sería “jerked beef“ y en español, carne acecinada-respondió Nieve enseñándome un paquete envasado al vacío-Te gustará cuando la pruebes, tu madre y tu tía ya la han probado, le dieron un trocito en la fabrica.

-¡Está buenísimo!, sabe a chorizo y a la lomo embuchado-exclamó mamá.

-Si a ti te gusta, a mi también me gustará.

-¿Qué escribes?-preguntó Nieves a su hermana.

-Estoy copiando un artículo que escribió Ángel para mí, lo tengo que entregar en el instituto el lunes. Cuando llegue a casa lo pasaré a limpio.

-¡Déjame leerlo un momento!

Los ojos de Nieves, recorrieron a gran velocidad las frases de la servilleta. Me di cuenta que lo volvía a leer, pero esta vez, se recreó con la narración.

-Está muy bien, es muy poético, pero algo fúnebre para mi gusto.

-¡Es original! ¿A quién de la clase se le ocurrirá escribir sobre un cementerio?-expresó Noemí saliendo en mi defensa.

-¡A nadie!, tenedlo por seguro, ¡sólo a nuestro Ángel! -exclamó tía Claudia echándome una mirada morbosa por el tema elegido.

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El camarero apareció con un plato de trocitos de tasajos.

-Obsequio de la casa-nos dijo amablemente después de enterarse por nuestros comentarios que nos quedaríamos a comer.

Pues si que estaba bueno. Entre mamá tía Claudia y yo, nos lo comimos todo.

-¿De qué es?-pregunté.

-De ternera, los mejores tasajos se hacen con carnes oscuras: vaca, ciervo, jabalí, cabra, pero ahora los hacen también de cerdo. ¿Viste la película bailando con lobos?-me preguntó Nieves.

-¡Si! el protagonista era Kevin Costner. La película obtuvo 7 Oscar.

-Pues la carne que le daba al lobo, era tasajo.

Hasta las dos no amainó la tormenta. Durante la comida, los parroquianos entraban y salían del establecimiento haciendo comentarios sobre el chaparrón.

Aprovechando un claro, emprendimos el camino de vuelta, la cerrazón venía a nuestras espaldas, delante, algunas nubes tapaban de cuando en cuando el sol. El asfalto estaba seco, por eso en veinticinco minutos llegamos a la ciudad. Después de dejar a Noemí en su casa, fuimos al parador. Eran las tres de la tarde y comenzaba a llover tímidamente en Plasencia.

-Os invito a café, me queda media hora para entrar a trabajar y con este tiempo esta noche no saldrá la procesión -predijo Nieves.

En la cafetería estaban los franceses y los ingleses, pero no solos. Entre las dos nacionalidades había doce personas. Nada más verme, reclamaron mi presencia. Querían presentarme al guía, al día siguiente les llevaría al parque de Monfragüe y a la ciudad de Trujillo. El guía se llamaba Andrés y era de Salamanca. Llevarían un microbús de veinticinco plazas. Estarían un par de horas en el parque observando flora y fauna para recalar en Trujillo donde les esperaba un suculento almuerzo con

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productos de la tierra, después de visitar los edificios más emblemáticos de la ciudad.

Pronto intimé con Andrés. Nos invitó a la excursión, ya que estaba preparada para veinte personas y sólo irían doce. Mamá y tía Claudia aceptaron de inmediato, Nieves tenía que solucionar unos asuntos antes de decidirse, tenía turno de noche como los serenos.

Mientras mi familia descansaba, pasé el resto de la tarde con Andrés y Nieves. Un rato en la cafetería y otro en recepción.

-Hace cinco años que salí de la ciudad para estudiar en Madrid y ahora me siento un poco desplazada, ¡cómo una extraña en mi tierra!- me comentó Nieves.

-¿Cuéntame algo de ti?- me preguntó.

-Tengo ocho años, soy un niño aventajado, tuve varias novias y hace una semana le regalé un coche a la familia- Fue lo primero que se me ocurrió.

-¿Tendrás mucho dinero?

Vacié mis bolsillos y saqué diecisiete euros y algunos céntimos.

-¡Esto es lo que tengo! Si quieres te invito a un helado.

-Un poco más tarde, pero yo no me refería al dinero que llevas encima.

-Tú lo que quieres saber es como nos ganamos la vida. Es muy fácil, vivimos de las rentas. Desde hace dos años, en casa no trabaja ni el gato.

-¿Entonces para qué quieres estudiar si no te hace falta el dinero?

-Es una cuestión de amor propio. Quiero terminar la carrera de económicas y perfeccionar el alemán. Hice una pausa y proseguí.

- ¡Qué! ¿No me preguntas por mis novias?

-¡Para qué!, si me lo vas a contar igual.

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-A la que más quise tiene una niña que pronto cumplirá dos añitos. Se llamaba Eva y hasta le busqué trabajo. Me enamoré de ella antes de dar mis primeros pasos y estuvimos saliendo más de tres años.

-Es lo más gracioso que escuché en mi vida-dijo Nieves riéndose a carcajadas de mis comentarios.

-Si no te lo crees, se lo puedes preguntar a mi familia cuando bajen. ¡Qué tonto soy!-exclamé sobresaltado- En mi ordenador tengo fotos de todas mis amistades. Voy un momento a por él.

-¿Quién es el bombero? -preguntó Nieves después de ver las fotos del gaditano.- ¡Es enorme!

Por un lateral, apareció tía Claudia sin que nos diéramos cuenta. En ese momento tenía en la pantalla la foto de Eva cogiéndome en brazos el día de su boda.

-¡Qué! Suspirando otra vez por tu novia.

-¡Hola tita! Tú sabes que sólo está en el recuerdo, pasó a la historia. Ahora nos une una fuerte amistad.

-Todo lo que te cuente el retaco, ¡créetelo!, es cierto. Lo que no te habrá contado es que con poco más de un año empezó a manejar el ordenador sin que nadie le enseñara, y a los tres, dominaba tres idiomas. Con el alemán lleva tres años liado. Siempre dice que su profesor fue el señor Internet.

Nieves no perdía detalle de las palabras de Claudia, estaba como absorta, ensimismada, escuchando las explicaciones de mi tía.

-Nosotras lo que más le valoramos es el corazón que tiene. Lo mismo ayuda a chicas con acoso escolar, que le amuebla la cocina a otra antes de casarse. Le gusta involucrarse en todo. Nunca escatima esfuerzo ni dinero.

En ese momento estaba en el ordenador la foto de Laura.

-Nieves, ¡llama a esa chica y pregúntale por Ángel!, es azafata y compañera de Paloma-ordenó tía Claudia a la desconfiada recepcionista.

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-Antes de llamar, déjame un papel que voy a escribir una frase. Intentaré ser un poco adivino contigo-le sugerí a Nieves.

Como el número estaba debajo de la foto, Nieves ni corta ni perezosa lo marcó. A los pocos segundos se escuchó una voz.

-¡Si! ¿Quién llama?

-¿Es usted Laura?

-La misma, pero no reconozco la llamada, ¿quién me llama desde la provincia de Cáceres?-preguntó al ver el prefijo en su móvil.

-Soy la recepcionista del parador de Plasencia y a mi lado tengo a un niño sorprendente, habla tres idiomas y dice ser adivino.

-¿No se llamará Ángel?

Cogí el auricular y le contesté. -¡Soy yo!

-Te quiero Ángel, eres lo mejor que ha pasado por mi vida. Mis padres tienen ganas de volverte a ver para abrazarte.

El resto de la conversación no la pude oír por culpa de unos clientes. Nieves colgó y me dio dos besitos.

-Uno de parte de Laura y el otro es mío.

-¡Ya era hora qué me besaras! –le dije con desparpajo enseñándole el trozo de papel con la frase escrita.

La recepcionista leyó: “Esta tarde Nieves me besará”

-¡Esto si que no me lo esperaba!-exclamó sorprendida por mi atrevimiento.

-A su primera profesora le pagó las vacaciones a Cancún el año pasado y este año se las volverá a pagar-exclamó la tita señalando la foto de Rosa en el ordenador.

Mientras Claudia seguía con mi currículum, aproveché para acercarme a la cafetería a por tres bombones helados, ¡me volví a por un cuarto!, mamá acababa de llegar.

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-¡Aquí tenéis! Todos iguales para que nadie se queje.

-Me estoy enamorando de ti, ¡eres único!-exclamó Nieves.

Te pondrás a la cola, nosotras también estamos enamoradas de él, igual que Rosa, Laura, Raquel y Paloma.

-A Raquel, con sus treinta años, la dejó el novio porque tenía celos de nuestro Angelito.

Como la lluvia no cesaba, Nieves, nos prestó dos paraguas para ir a la plaza donde hicimos una merienda cena. En uno de los bares, nos prepararon unos bocadillos por si nos acostábamos tarde, ¡el mío de chorizo! Hasta las doce de la noche estuve con Nieves, no quise dejarla sola. Durante ese tiempo me atosigó a preguntas.

Le conté mi primer día en el colegio, la entrevista con la directora y después con el inspector, mi programa especial de estudios y como ayudé a Yolanda y Daniela a integrarse en la clase. Hice hincapié en la fuerza de Rocío, en los brazos de ébano de su padre y la gracia de la pequeña Rosarito.

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CAPÍTULO V. TERCER TRIMESTRE. VIAJE A NEW YORK.

El mal tiempo nos chafó parte de las vacaciones de Semana Santa. Fuimos a Monfragüe con los extranjeros y comimos en Trujillo después de visitarla. Desde entonces, todas las semanas hablo con Nieves. A su hermana le pusieron buena nota por el artículo. Cuando entregué el mío, lo alargué un poco y al profesor le gustó, incluso se atrevió a leerlo en clase.

Faltan quince días para finalizar el curso. Ya sabemos las notas. Yolanda, Daniela y Enrique consiguieron el nueve de media. La mía sigue estancada en el nueve con ocho. Rocío está recuperando varias asignaturas y mejorando las notas de otras. Todas las tardes se viene a casa para que le ayude. Su padre o su madre van a recogerla por la noche. Tiene una voluntad de hierro, ¡aprobará!

Aprobó, sacó cinco con ocho, estaba muy contenta.

-Están llamando a la puerta. ¡Abre tú!-me ordenó tía Claudia.

Abrí, era Laura, venía con sus padres a visitarnos. Me lancé en sus brazos y nos besamos. También besé a su madre, el padre me saludó con un apretón de manos como se saludan los hombres, después del apretón, me besó.

-Te quiero como si fueras mi nieto -me dijo Agustín.

-Tendré que acostumbrarme a llamarte abuelo-contesté tuteándole.

-¡Sobrino!-grito Laura abriendo sus brazos.

-¡Tita Laura!-respondí abrazándola.

Tía Claudia, se dio cuenta enseguida, que todo formaba parte de una terapia preconcebida para mejorar el estado de ánimo de los padres de Laura. Desde que supieron como murió su hija en el avión habían mejorado su salud, ya no estaban tan decaídos (me lo contó hace unos meses Laura). El vacío de su hija, lo suplen con el de mi sobrino.

-¡Qué os trae por aquí!-les pregunté.

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-Íbamos a visitar a un amigo de papá y como nos caía de paso decidimos entrar.

Estuvieron cerca de dos horas. Me llevé a Laura un momento a mi cuarto con la disculpa de enseñarle unas fotos y le hice una pregunta indiscreta pero muy importante para mis intereses.

-¿Cuánto cobraron tus padres del seguro por la muerte de tu hermana?

-Unos doscientos mil. ¿Para qué lo querías saber?

-Cosas mías, pero no le cuentes a nadie este comentario, mi familia es muy suspicaz y te atosigarían a preguntas.

-Te lo prometo.

Regresamos con un álbum de fotos del valle del Jerte, de la Vera, Plasencia, Monfragüe y Trujillo. También había algunas de la terraza del parador.

-¿Quién es ese señor que da las horas en el ayuntamiento de Plasencia?

- Le llaman el abuelo Mayorga, pero no sé nada de él.

-A propósito ¿cuándo viajas a New York?-le pregunté a Laura.

-Dentro de quince días estaré en la ciudad de los rascacielos. Iré con Luis y Raquel. Realizaremos cinco vuelos seguidos en Julio.

-Dales recuerdo a toda la tripulación de nuestra parte-le dijo mamá al despedirse.

Por la noche, consulté con la almohada. Era mi mejor aliada cuando quería poner en orden mis ideas. Deseaba volver a New York, pero debía argumentar ante la familia que no era uno de mis caprichos. Debía poner una razón de peso, y ¡la tenía! El dinero era una buena razón, a nadie le amarga un dulce y menos si el dulce era de unas cuantas centenas de miles de dólares. ¡Mañana les contaré mi decisión! Me di la vuelta y quedé amodorrado pensando en la ciudad de los rascacielos.

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¡Soñé! Toda la noche estuve soñando con números. Cuando me volatilicé en el avión hace ocho años y cinco meses nadie reclamó la indemnización, el viaje lo pagué con la visa. Debían pagar más del doble de lo que pagaron por Ana, sin contar los intereses generados durante estos ocho años.

-¡Buenos días Ángel!

-¡Buenos días mamá! ¡Buenos días tita! ¿Habéis descansado bien?

-Te veo muy contento esta mañana-exclamó mamá.

-Yo también le veo un poco raro, parece como si quisieras contarnos algo-contestó la tita.

-Me conocéis bien, por fin voy a realizar uno de mis sueños.

-¿Qué te traes entre manos esta vez? ¿Qué sueño piensas realizar?

-¡Nos vamos a New York!-dije, medio suspirando.

-¿Cuándo?-gritaron las dos, que les gustaba más un viaje que a un tonto un lápiz.

-¡Ya! Vamos a ver a Luisa y encargaremos los pasajes. Le diremos que investigue a través de sus contactos para coincidir con nuestra tripulación. ¡La sorpresa que se llevarán cuando nos vean en el avión será mayúscula!

Mamá quedó meditabunda. Con su mirada, comprendí que me iba a lanzar unas cuantas preguntas. ¡Se había vuelto muy suspicaz!

-¿Turismo o negocios?-me preguntó ante la extrañeza de su hermana que sólo pensó en el turismo.

-Las dos cosas.

-¿Qué chanchullo te traes esta vez, Ángel?-preguntó la tita.

-Vamos a pasar quince días a la ciudad de los rascacielos y de paso nos traemos medio millón de dólares. ¡Son míos!, pero los tiene que reclamar mamá porque soy menor de edad.

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-¡Explícate!

Reclamaremos la indemnización por mi muerte, bueno, por la muerte de mi padre. A los padres de Laura les dieron doscientos mil. A mí me tienen que pagar el seguro del billete y el de la visa, porque pagué con la tarjeta de plástico. Lo tengo todo planeado, os lo iré contando poco a poco. ¡Vamos a la agencia de Luisa!

Laura estaba en la puerta como si nos esperara.

-¡Este vicio puede conmigo!-nos dijo al vernos.

-Tú tranquila y termínate el cigarrillo-le dijo tía Claudia que fue fumadora en su juventud.

- ¿Para cuándo queréis los billetes?-preguntó Luisa.

-¿Y no nos preguntas el destino?-dijeron las dos hermanas al unísono.

-Vais a New York, me lo dijo Ángel antes de estrenar el coche.

-¡Llevas tres meses planeando el viaje sin decirnos nada!-exclamó mamá algo disgustada.

¡Tuve qué callar!, no podía decir delante de Luisa que estuve madurándolo para no dejar ningún cabo suelto. El tema de la herencia era tabú. Había que guardar silencio, por eso mamá no ahondó más en el tema y lo dejó pasar.

-¡Búscanos pasaje para volar con nuestros amigos! y reserva plaza en el hotel donde se alojen. Serán unos quince días. El billete de vuelta, déjalo abierto por si la instancia se alargara.

-¿Y la comida?

-Contrata desayuno y una comida en el hotel, haremos un poco de turismo.

-¡Os gastaréis…!

-¡Unos siete mil euros!-dije antes que terminara de hablar.

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-Poco más o menos ¡Volved mañana! Lo tendré todo dispuesto, antes, realizaré unas cuantas llamadas.

Luisa conocía su oficio, por la tarde nos llamó para recoger los billetes. Tía Claudia pagó con la visa y la dejó más pelada que un palo de escoba. El cinco de Julio volaríamos y sólo faltaban seis días.

-Encárgate mañana de reponer fondos, ingresa diez mil en la cuenta y cambia tres mil en dólares.

-¿Para qué tanto dinero?

-Mejor que sobre a que falte. Tendremos mucho tiempo libre, podréis renovar vuestro vestuario, allí la ropa es mucho más barata y con el cambio de divisas resultará mucho más económica.

Esta última noticia les alegró, llevarían sus maletas casi vacías, no como ocurrió cuando fuimos a Cancún que tuve que guardar en la mía parte de su vestuario.

-Mamá, llama a Matilde, necesitamos una copia del documento en el que se especifica el nombre del donante, o sea, mi padre; la compulsaremos en el ayuntamiento. El documento es imprescindible para formular la reclamación, los americanos son muy quisquillosos con la documentación. Pídeselo como un gran favor ahora que su marido es el subdirector de la clínica donde nací. También nos haremos unas fotos, para el pasaporte.

Hoy, cinco de Julio, miro mi reloj, son las ocho de la mañana y estamos en el aeropuerto de Barajas. Embarcaremos a las nueve y treinta, nuestro equipaje ya está facturado. Sentados en una de las muchas cafeterías del aeropuerto, con media tostada en la mano, exclamó mamá:

-¡La señorita Rosa!

-¡Rosa! ¡Rosa!-grité con todas mis fuerzas hasta conseguir llamar su atención..

Venía acompañada de dos amigas de su misma edad.

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-¿También vais a Cancún?-nos preguntó acercándose a nuestra mesa.

-¡No!, vamos a New York de turismo-le contesté.

-¡Y a comprar ropa!-dijo Claudia a Rosa.

-Se dice a renovar vestuario tita, queda más finolis.

-Estas son Beatriz e Irene y éste es el “chavalote” que me paga todos los años las vacaciones. ¡Ven y dame un beso!

Primero besé a Rosa y después a sus amigas. De esa manera tan original nos presentó a sus amistades.

A las nueve y cinco estábamos subiendo al avión. Laura se encontraba al final de la escalera para dar la bienvenida a los pasajeros. Hasta que no estuvimos a su altura, no se percató de nuestra presencia. Dio un respingo como si le hubiera tocado la lotería.

-¡Cuánto me alegro de veros!-nos dijo, cogiéndome en brazos y girando sus pies hasta completar una vuelta.

-Queríamos daros una sorpresa. Sabemos que Luis y Raquel están en la tripulación.

-¡Y Paloma! Ya verás cuando te vean, sobre todo Raquel, quiere hacer negocios contigo.

-¿Qué hacen dos copilotos en el mismo vuelo?

-Paloma, va a cubrir la baja de un compañero que se ha fracturado una pierna en la ducha del hotel. Les vamos a gastar una broma ahora que están en la carlinga-dijo Laura.

Cuando todos los pasajeros estuvieron sentados, cogió el telefonillo.

-¡Buenos días! la tripulación del vuelo Madrid New York les desea un feliz viaje y les anuncia, que llevamos un ángel entre nosotros.

-¡Hola Luis!-grité desde mi asiento, mientras hablaba Laura, pero mi voz se perdió en la lejanía, estaba demasiado apartado del auricular.

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-Paloma, ¿qué tonterías está diciendo Laura sobre un ángel?-dijo Luis a su copiloto después de escuchar por megafonía las palabras de su azafata.

-Iré a comprobarlo.

Cuando Paloma salió de la cabina y me vio, se volvió rápidamente.

-Luis, el ángel que vuela con nosotros es un Ángel con mayúscula. ¡Es nuestro Ángel!, y viene con toda la familia.

Raquel, Paloma y Luis se acercaron a saludarnos ante la sorpresa de los demás pasajeros.

-Cuando estemos en velocidad de crucero, te vienes a la cabina, quiero hablar contigo-me comunicó Luis-. ¡Es una orden del capitán!

El avión empezó a moverse, poco a poco fue cogiendo velocidad, sin apenas darnos cuenta despegó, en menos de diez minutos estábamos a treinta mil pies de altura.

-Volamos a 10.000 metros de altitud, la temperatura exterior es de 25º bajo cero, pueden desabrocharse los cinturones.

-¡Vamos! - dijo Laura -.Lola y Claudia también podéis venir, el capitán nos espera.

Cuando entramos en la cabina, las dos hermanas se asustaron, en ese momento el morro del avión chocaba contra una pequeña nube blanca deshaciéndola.

-No tuve tiempo de agradecerte la ayuda que le prestaste a mi hijo, sacó el nueve como me prometiste. Lo que más me chocó fue, cuando me contó que dominabas a toda la clase y a los profesores con gran facilidad, ¡serás un líder nato!

Luis no sabía era, que en mi anterior vida tuve a más de cincuenta personas bajo mis órdenes y estaba acostumbrado a mandar.

Cuando regresamos a nuestros asientos, mamá me sentó en su falda para que Raquel se sentara en mi asiento.

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-¿Hay novio, o no hay novio?-le pregunté.

-¡Nada!, me he vuelto muy exigente con el género masculino y ¡tú tienes la culpa bribón! Conozco a un hombre, lo comparo contigo, y lo dejo. ¿No tendrás algún hermano mayor que se te parezca?

-Lo siento por ti, pero soy hijo único-le contesté abrazando a mamá por el cuello. También me giré para abrazar a la tita.

-Esa pareja que va al servicio es neoyorquina-exclamé cortando la conversación.

-¿Cómo lo sabes?-me preguntaron las tres.

-Por su forma de hablar, no pronuncian la “r” al final de sílaba. Es una costumbre que se está perdiendo entre los neoyorquinos.

-Después lo investigará Laura, ahora vamos con los negocios. ¿Cuándo me comprarás el ático? Estoy cansada de vivir siempre compartiendo piso.

-¿Cuánto cuesta?

-Cerca de trescientos…

-Si me das veinte mil, en menos de nueve meses te lo podrás comprar y te sobrará para amueblarlo a tu gusto. Ven a verme a casa cuando vuelvas, y ultimaremos detalles.

Se marchó Raquel y vino Laura.

-¡Son neoyorquinos!, me lo dijeron cuando se lo pregunté. Quieren saber cómo lo averiguaste.

Mientras Laura hablaba, se coló el matrimonio en nuestra conversación.

-¿Quién de las dos señoras averiguó que somos neoyorquinos?-le preguntaron a mamá y a la tita en inglés.

-¡Fui yo!-contesté en ingles-y por vuestra forma de hablar debéis vivir en Queens*.

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-¡Es cierto! veo que conoces bien New York.

-Lo conozco muy bien, pero éste es el mi primer viaje a Estados Unidos.

Se marcharon confusos, no comprendieron mis palabras. Laura tampoco lo entendió. ¿Cómo iba a conocer bien New York si nunca lo había visitado?

Se marchó Laura y apareció Paloma.

-Te voy a contar una cosa que desconocen tus compañeros.

-¡Dime!, soy todo oído.

Vamos al mismo hotel que vosotros, no se lo cuentes, es una sorpresa.

-¡Qué pena! Yo me quedo en el aeropuerto Kennedy, tengo ocho horas de descanso, me incorporaré a un vuelo que se dirige a Barcelona haciendo escala en Londres. ¡Otra vez será! A propósito, la policía de Tenerife, alabó la foto tan bien hecha que enviaste. Quisieron ahondar más en el asunto, pero les comuniqué, que era de un colaborador anónimo y no quería revelar su identidad. Les prometí colaboración por si surgían nuevos casos. La Interpol, mandó un saluda de agradecimiento a la compañía y una de mis jefas me felicitó personalmente.

Con tantas visitas, las cinco horas de la travesía pasaron volando (nunca mejor dicho). Estábamos a punto de llegar al aeropuerto.

-¿Sabíais que entre los tres aeropuertos del área de New York aglutinan al año más de cien millones de pasajeros? En el aeropuerto Kennedy trabajan más de sesenta mil personas-les documenté.

Lo que no me esperaba fue lo que ocurrió a la salida del aeropuerto. ¡Los taxis de la ciudad no eran amarillos! Multitud de flores adornaban sus carrocerías, no había dos iguales. La monotonía del amarillo se había transformado en un juego de colores agradables a la vista, ¡me gustaban! ¿De quién sería la idea? Lo preguntaría en el hotel.

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Llegamos al hotel antes que nuestros amigos. Subimos el equipaje y les esperamos en el hall.

-¿Qué hacéis aquí?-exclamó Luis que iba de sorpresa en sorpresa.

-Cosas del niño, se empeñó en alojarse en el mimo hotel para estar más tiempo con sus amigos- aclaró tía Claudia.

-Entonces, cenaremos juntos-dijo Laura que quería pasar más tiempo conmigo.

-Mandaré que preparen una mesa para seis- exclamó Luis.

-¿Qué cadencia de viajes traéis?- pregunté a la tripulación.

-Uno cada cinco días-respondió Luis.

- Nos veremos tres veces porque estaremos aquí quince días, en ese tiempo visitaremos New York de cabo a rabo.

Les ocultamos los verdaderos motivos por los que fuimos a la gran urbe. La cena fue muy amena, hablamos del pasado, del presente y del futuro. Raquel me describió como era el ático de sus sueños, ya le tenía echado el ojo,

-¡Hasta dentro de cinco días!-fue nuestra despedida, tenían que madrugar y nosotros no.

-¡A levantarse, gandulas!, hay que trabajar-exclamé a las nueve de la mañana

-¡Déjanos un ratito más en la cama, por fa!

-De acuerdo, os espero en el comedor a las diez para desayunar.

En el hall, cogí la guía telefónica y apunté algunas direcciones. Dos de ellas eran de antiguos abogados de la empresa, las otras dos de compañeros de la universidad que ejercían como abogados. También tomé la dirección de varios laboratorios clínicos.

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Al salir del hotel, un portero uniformado como si fuera un almirante me saludó en un pésimo español, advirtiéndome de los peligros de la gran ciudad.

Le contesté, que era neoyorquino y conocía perfectamente la ciudad. Continuamos la conversación en inglés. Paradojas de la vida, todo lo que tenía planeado hacer por mi cuenta, se desvaneció, por un momento, sentí miedo de la gran ciudad. No era lo mismo vivir con treinta y tantos años, que con sólo ocho, me faltaba el abrigo de mi familia. Opté, por quedarme charlando con el portero.

-Cuando salga con la familia, me pide un taxi-le sugerí amablemente.

-¿De quién fue la idea de vestirlos con tantas flores?-le pregunté refiriéndome a los automóviles.

Como el buen hombre tenía ganas de charlar, me lo explicó.

-Ocurrió en el 2.010, algunas asociaciones propusieron a la alcaldía que los niños que sufrían algún tipo de enfermedad, discapacidad o problemas sociales, dibujaran hojas y flores. Los mejores dibujos se hicieron adhesivos. En el 2.012, las pegatinas se incorporaron a los taxis, dándoles vida, belleza, esperanza y alegría*.

Se tomó una pausa de unos segundos y continuó con la explicación.

-30.000 niños participaron en el proyecto. Desde entonces, los más de 14.000 taxis que circulan por la ciudad llevan un jardín a su alrededor para el beneplácito de los niños. Son trozos de naturaleza móviles. Según los expertos, la valoración era positiva. A raíz del cambio, muchos niños mejoraron; unos en salud y otros en comportamiento. Los taxistas están contentos, lo mismo que la alcaldía, desde entonces, la afluencia de turistas a la ciudad aumentó considerablemente.

Estaba tan elocuente, que no me atreví a cortar su conversación, le dejé terminar.

Pasé al comedor, me estaban esperando.

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-¿Dónde has estado?

-Charlando con el portero, me ha informado exhaustivamente del origen, de los taxis multicolores. Forman parte de una terapia infantil. Aquí se les conocen como “Gardens in movement”*.

Nada más vernos salir del hotel, se colocó al borde de la acera y paró un taxi.

Le coloqué en su mano derecha un billete de diez sin que mi familia se percatara. Me guiñó en señal de agradecimiento.

-A Brooklyn al Green Wood, por favor- comuniqué al taxista.

-¿A dónde nos llevas?

-Vamos a visitar a una amiga.

Quince minutos después, estábamos en la puerta del cementerio. Se dieron cuenta enseguida, la amiga, ¡era mi difunta madre! Compré unas flores antes de entrar.

-Gracias por no interrumpir mi silencio durante el trayecto. Hice promesa, que cuando volviera a New York, visitaría la tumba de mi madre y ¡aquí estoy!-exclamé mientras se me saltaban las lágrimas de la emoción.

Mamá y tía Claudia se agacharon para consolarme. Mientras me

abrazaban, atisbé unas lágrimas en sus ojos. Cualquiera pensaría, que

acabábamos de perder a un familiar.

-Dentro de treinta y un días se cumplirán nueve años de su muerte-

dije entre sollozos. Me cogieron de la mano para consolarme. Cuando

llegamos, coloqué las flores y rezamos en silencio. Me retiré poco a poco

cabizbajo mientras recodaba mi vida anterior junto a ella.

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-Ahora no hay duda de tu reencarnación, acabas de pasar la última

prueba, recordabas perfectamente el lugar donde la enterraste- dijo

mamá para consolarme.

-¿Quién es esa gente que viene en grupo con un guía?-preguntó tía

Claudia para sacarme de mi abstracción.

- Es una excursión organizada (tours) para visitar el cementerio.

Cobran seis euros por persona y está entre los lugares turísticos de la

ciudad. La mayoría de los fondos se destinan a mejoras. A mediados del

siglo XX llegó a aglutinar más de medio millón de visitantes anuales.

-¿Y ahora a dónde?-preguntó mamá después de salir del

cementerio.

-A unos laboratorios clínicos, me tienen que hacer una prueba de

ADN, para cotejarla después con la de los archivos de la universidad.

Después, visitaremos un bufete de abogados para iniciar los trámites de la

demanda. En Estados Unidos, los abogados piden cantidades exorbitantes

a los seguros, y los seguros a su vez, piden multitud de documentos. Si no

se ponen de acuerdo demandante y demandado, se celebra una vista oral

ante el juez para concertar la fecha del juicio. Como los juicios en este país

son caros, la mayoría de las veces hay entendimiento entre ambas partes.

Después, regatean entre ellos. Es lo mismo que hacíais vosotras en la

tienda de antigüedades cuando llegaba una clienta que nunca estaba

conforme con el precio de la mercancía.

En los laboratorios nos informaron, que la prueba de paternidad,

consistía en la comparación de quince marcadores genéticos del

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cromosoma “Y”, y la efectividad de la prueba superaba el 98,80%.

Quedaron en mandarnos los resultados al hotel dos días después.

Durante la comida, hablamos de lo que haríamos los próximos días.

No podíamos ir al abogado hasta no recibir los resultados de la prueba de

ADN. Disfrutaríamos de la ciudad de los rascacielos.

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CAPÍTULO VI. COMIENZAZA LA DEMANDA.

Por la mañana, sólo nos dio tiempo a la analítica. Nos cobraron 400$

y había que recogerla a las 48 horas en la recepción del hotel.

-Tenemos dos días para elegir abogado-exclamé durante la comida

del hotel- ¿Qué queréis hacer hasta entonces?

Las dos hermanas empezaron a cuchichear, al final tía Claudia tomó

la palabra.

-Desde pequeña, siempre quise contemplar las cataratas del Niágara y ahora que estamos tan cerca, me da penar no visitarlas-expuso tía Claudia.

Mamá no dijo nada, pero asintió con la cabeza.

-¡Eso está hecho! Yo las visité media docena de veces. Tenemos dos opciones con algunas variantes. El avión será siempre nuestro medio de transporte. La primera de las opciones consiste en ir a Toronto (Canadá) y desde allí a las cataratas. La segunda, sería ir a Búffalo (USA). Podemos ir y venir en el mismo día o quedarnos a pasar una noche. Hay multitud de cabañas y moteles a precios muy competitivos. Si el arco iris las coronan los días soleados, por la noche, los colores calientes de los focos interiores las hacen fantasmagóricas. ¡Podéis decidir! Aceptó cualquier decisión.

-Tú que las has vistos, ¿qué nos aconsejas?-me preguntaron.

-Yo no dudaría, las vería de día y de noche.

-¡Vayamos a una agencia de viajes!-sugirió mamá -¡Tú diriges!

Fuimos a varias agencias a cotejar precios, eran muy parejos. Los billetes costaron 300$ ida y vuelta. Dentro de cinco días iríamos.

-Esta tarde iremos al Empire State Building*, contemplaréis New York desde las alturas. Mañana, si madrugamos, iremos a la estatua de la Libertad, símbolo de entrada por mar a la ciudad en tiempos pasados

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cuando el barco era el único medio de transporte para europeos y asiáticos. Tenemos que tomar el ferry* para ir a la isla de la Libertad.

A las veintiuna horas, estábamos saliendo de una tienda donde se compraron varios modelitos.

-¡Son preciosos! -dijo una.

-¡Por el precio de uno nos dieron dos!-exclamó la otra.

Era verdad lo que decían. Los trajes eran preciosos y por 200$ compraron dos trajes cada una.

-¿Cuánto cuesta uno de estos trajes en España?-le pregunté a mamá.

-En una buena tienda, unos ciento cincuenta euros cada uno.

-Entonces, ¡por el precio de uno os dieron cuatro!-afirmé, después de ajustar bien el cambio de divisa.

Cenamos en un Mc Donald y regresamos al hotel.

-Con vuestras tres horas de compras, habéis chafado la visita al rascacielos, ¡mañana iremos sin falta! No os reñiré, porque estáis contentas y ¡me gusta veros alegres!

-Más de lo que tú te crees -afirmaron las dos, después de guardar sus trajes chaquetas en el armario para que no se arrugaran.

Por la mañana, bajé a charlar con el portero. Me informó de lo que cobraban por visitar los distintos edificios emblemáticos de la ciudad.

-Estoy molido, antes no me cansaba tanto -comenté a mamá y a la tita por la noche, después de visitar por la mañana la estatua de la Libertad y por la tarde el Empire State.

-Hicimos unas fotos preciosas, serán la envidia de nuestros amigos-insinuó Claudia.

-¡Hasta mañana!, - murmuré por falta de fuerzas, a continuación, les di un beso y me acosté. Mañana a primera hora recogeríamos la analítica.

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Me desperté temprano, sin embargo no me moví de la cama. Comencé a planificar el día entre las sábanas. Me acordé de un bufete de abogado en el edificio donde trabajé. Coincidía muchas veces en el ascensor con uno de los abogados de mi edad. Fue cliente mío, no de la empresa. Siempre le asesoraba cuando subíamos o bajábamos en el ascensor, ¡nunca le fallé! Nuestra amistad se fraguó en el ascensor. Recuerdo el último consejo que le di: “vende e invierte en oro”. Se llamaba Richard, pero yo le solía llamar Ricardo, era la única persona que le llamaba así. Siempre estaba tonteando con algunas de las chicas de mi oficina.

Sin hacer ruido, saqué el portátil de mi maleta y busqué mi foto con treinta y cinco años. Debía buscar una impresora para sacar unas copias de ellas, me podían hacer falta.

-¡Buenos días!-le dije al conserje del hotel a las nueve y treinta de la mañana.

-¿Le puedo servir en algo?-me contestó amablemente al ver que llevaba el portátil bajo el brazo.

-Espero un sobre con documentación importante, llegará sobre las diez, le dará estos diez dólares de propina al mensajero. También quiero imprimir unas cosas pero no traje la impresora, ¿dónde lo puedo hacer?

-Aquí mismo, debajo del mostrador tengo un equipo completo de informática. ¿Alguna cosa más?

-Si llama mi familia, dígales que estoy aquí con usted.

Con manos expertas, ante la mirada atenta del conserje, hice la conexión. Al momento, empezó la grabadora a funcionar. Saqué seis fotos distintas, después las recorté con unas tijeras dejándolas a tamaño normal. El parecido era asombroso.

-¡Se parece mucho a usted!

Hacía tiempo que nadie me llamaba de usted, eso me enorgulleció.

-Era mi padre, un neoyorquino como usted-le contesté.

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-¿Usted no es neoyorquino?

-¡No!, soy español

-Pues hubiera jurado por su forma de hablar que era de aquí.

Sonó el teléfono interior y llegó el mensajero con el sobre. William (nombre del conserje) atendió la llamada interna y recogió el sobre del mensajero, venía a mi nombre.

-Era su madre, le dije donde estaba.

-Gracias, ahora mismo subiré a la habitación.

Guardé el ordenador y preparé toda la documentación para llevárnosla en una carpeta. Una hora después, estábamos en Walt Street, junto al Stock Exchange (edificio de la bolsa).

-Detrás de aquella ventana de ese edificio estaba mi despacho-les comuniqué con nostalgia, señalando con el índice el lugar indicado.

Una placa en la pared indicaba un bufete de abogados. ¿Sería el mismo? ¡Lo comprobaríamos!

Tomamos el ascensor que tantos recuerdos me traía y paramos en la planta de los abogados.

-¿Está el señor Richard?- pregunté a una joven.

-¿De parte de quién?-fue su respuesta.

¡Estaba!. Había dado en la tecla.

-De un antiguo amigo.

Me miró con cara de sorpresa, ¡qué amigo más pequeño tenía su jefe!-pensó-, no obstante, nos anunció y entramos.

¡Era el mismo! ¡Estaba igualito que la última vez que nos encontramos en el ascensor!

-¿Nos conocemos?-preguntó.

Contesté en nombre de los tres.

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-Yo, ¡no!, pero mi padre, ¡si!

-Éste fue mi padre-le dije entregándole las fotos que acababa de sacar del ordenador.

-¡Éste es Ángel!, el asesor hispano. Me daba consejos en el ascensor y nunca me cobró. Gracias a tu padre no perdí los ahorros en la crisis del 2.008. Fueron cuatro años muy malos. Estados Unidos, Europa y Asia no comenzaron a levantar cabeza hasta el 2.012, todavía en algunos países aun colea.

-Pues yo soy su hijo.

-¿Qué fue de mi amigo?

-Murió en un accidente de aviación, pero su espíritu sigue vagando todavía. Mi padre te llamaba Ricardo, me lo contó en sueños.

-¡Es verdad! ¡Ahora me acuerdo de ese detalle!-exclamó interrumpiéndome.

-Y que tonteabas con las chicas de su departamento.

Ricardo sacó una foto de la cartera y me la enseño. Era una chica pelirroja.

-¡Es mi mujer! La despidieron a la vez de tu padre. Nos casamos un año después.

-Esa chica fue secretaria de mi padre, se llamaba Isabel y era de origen escocés.

-¿Cómo sabes tú todo eso?

-Me lo cuenta mi padre en sueños. Conozco casi toda su vida.

Mamá estaba asombrada, era la primera vez que escuchaba por mi boca, la palabra father (padre) con soltura. Parecía que hablaba de otra persona, y estaba hablando de mi mismo.

Le expliqué el motivo de nuestra visita y enseguida aceptó el caso.

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-¡Está ganado! ¡Es pan comido! ¿Cuánto quieres pedir?-me preguntó.

-Pide lo que quiera, el diez por ciento será para el bufete.

-El quince y corremos con todos los gastos.

-¡Aceptamos! –contesté dándole la mano, de esa manera no tendríamos que desembolsar nada.

Me pidió una serie de datos que sólo podía saber el titular, como el número de la seguridad social y el de la visa. Uno me lo sabía de memoria, del otro, sólo me acordaba de los seis últimos dígitos, pero recordaba el nombre del banco que la expidió y la agencia de viaje donde contraté el vuelo. Por fax, pedirían el ADN de mi padre a la universidad de Harvard para adjuntarlo al expediente.

-Cuando pongamos la demanda, les avisaremos al móvil-dijo Richard antes de despedirnos.

Entregué a Ricardo una de las fotos para su mujer. Quería comprobar si se acordaba de su antiguo jefe.

Salimos del despacho muy contentos y nos acercamos al Central Park, el pulmón de la ciudad. Me senté en el césped como había hecho cientos de veces, mamá y la tita me imitaron. Les conté como una tormenta primaveral me chafó una audición musical*.

-¿Qué tienes programado para esta tarde noche?-pregunto tía Claudia.

-Veremos un espectáculo musical en Broadway.

Me acordé de la última vez que estuve allí viendo evolucionar a un grupo de “minifalderas”. Esta vez no me dejarían entrar, era menor de edad, debía elegir un espectáculo infantil y las representaciones infantiles eran por la tarde.

Regresamos muy contentos de la función, aunque me hubiera gustado con un poco de picante (falditas cortas y escotes grandes). Cuando se lo comenté a la familia, me contestaron con una palabra:

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--¡Sinvergüenza!

-Mañana llega nuestra tripulación-exclamé para no recibir más improperios sobre mis gustos infantiles.

-Y pasado, iremos a las cataratas- dijeron las dos.

Nuestra tripulación apareció pasadas las tres de la tarde, les estábamos esperando en el comedor con la mesa puesta. Raquel y Laura venían guapísimas con sus uniformes. Besos, abrazos, preguntas y respuestas.

-Mañana iremos a las cataratas del Niágara-exclamó tía Claudia sin poderse aguantar.

Ni Luis, ni Raquel, ni Laura las conocían, cosa extraña.

-Nuestra compañía no tiene ningún vuelo a ellas-aclaró Luis.

-Ya nos contaréis como os fue, y tú (refiriéndose a mí), cuida de ellas.

Mamá les contó mis apetencias musicales. Raquel, me llamó “machote” y a Laura le entró la risa. Cuando íbamos a nuestra habitación, que estaba en la misma planta, le recordé una cosa a mamá al oído y ésta se lo dijo a su hermana.

-Laura, Raquel, ¡entrad un momento!, queremos enseñaros unas cosas.

Abrieron el ropero y sacaron los trajes chaquetas que compraron colocándolos encima de la cama.

-¡Son preciosos! ¿Cuánto?-preguntaron frotando el pulgar y el índice.

-Por ese precio soy capaz de comprarme dos-exclamó Laura al escuchar la cantidad.

-Si quieres, nosotras te acompañamos-insinuaron las dos hermanas, que estaban deseando volver a la tienda.

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Una hora después, estaba con las cuatro en la tienda, Luis se acostó, estaba cansado.

-¡Me gusta éste!-exclamó Laura, cogiendo un conjunto de chaqueta pantalón verdoso y marchándose al probador.

Cuando salió con el traje puesto, le silbé.

Te sienta como anillo al dedo-exclamó Raquel.

-Con esa percha, cualquier cosa te queda bien, ¡guapa!-me atreví a decir.

A continuación, se probó otro de un tono rosa pálido. Repetí el piropo.

-Ahora nos toca a nosotras-dijeron mamá y la tita al comprobar que habían traído modelitos nuevos.

-¡Otra vez!

- Las muy ladinas no se pudieron aguantar y cogieron otros dos trajes cada una.

Cuando salieron del probador, grité.

-¡Nestlé! ¡Zahor! ¡Trapa! ¡Ferrero Rocher!

Las cuatro me miraron, como si estuviera loco. No captaron el piropo. Fue Raquel la primera en reaccionar.

-¡Os ha llamado bombones! Si me lo hubiera llamado a mí, me lo comería a besos.

Pronto mi cara se impregnó del perfume de las dos.

-¡Ya está bien!, me vais a desgastar-insinué a las besuconas.

Laura le tradujo a la empleada que nos atendía nuestra conversación y el por qué de los besos. Como apenas había clientes a esa hora, todas las empleadas de los alrededores se enteraron y fueron a conocer al “piropeador”*.

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-Es neoyorquino como vosotras- exclamó Raquel mirando a las dependientas.

- Esto es una encerrona- dije a las empleadas de Iberia.

-A ti que te gustan tanto las mujeres, ¡toma mujeres!

Laura y Raquel sabían, que en el fondo me agradaba. Estuve a punto de cantar “la conga de Jalisco”, para ponerlas a todas en fila.

-¿Cuál es tu piropo preferido?-preguntó mamá.

Dudé antes de responder, ante tantas mujeres había que pluralizar, así ninguna se enfadaría.

-“Valéis más euros que merengues se necesitan para romper una campana”.

Lo repetí en inglés cambiando la palabra euros por dólares. Las neoyorquinas, no dadas al piropo, comprendieron el mensaje del mismo y aplaudieron.

-Si te quedaras más tiempo en la tienda, te cantarían el himno nacional; las tienes en el bote- opinó tía Claudia.

Las palabras de la tita, no se las tradujeron a las empleadas.

Regresé al hotel de la mano de Raquel, las otras tres potaban sus trajes con mucha delicadeza para no arrugarlos. Todos nos acostamos temprano, al día siguiente, ellos volarían a Europa y nosotros a Búffalo.

Quince minutos tardó el metro en acercarnos al aeropuerto. La tita cargó a sus espaldas una pequeña mochila con los enseres de los tres.

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CAPÍTULO VII. LAS CATARATAS DEL NIÁGARA.

En menos de dos horas nos encontrábamos haciendo fotos en el mirador de las cataratas con impermeables amarillos, la humedad se podía masticar.

-Miden más de un kilómetro de anchas por unos cincuenta metros de altura. La parte canadiense es el doble que la norteamericana. ¡Subamos al mirador del ascensor!, desde allí se puede ver hasta la ciudad de Ontario.

Las pocas nubes desaparecieron, dos arcos iris nos dieron la bienvenida cuando llegamos a la cristalera del mirador.

-¿Os apetece un paseo en helicóptero o en globo?-les pregunté.

-¡No! - gritaron las dos como si les hubiera propuesto un viaje al infierno.

Lo dijeron tan alto, que todas las miradas de los visitantes de la torre se posaron en ellas.

Por ambos lados aparecieron sendas parejas, parecían recién casados.

-¡Somos vascos! ¡Somos valencianos!- dijeron a la vez.

-Nosotros somos madrileños-respondió tía Claudia que ya se le había pasado el susto de los aparatos voladores.

-¿Tanto miedo les da montarse en esos aparatos?-preguntaron, después de contarles los motivos del ¡no!

- A nosotras nos da un miedo espantoso, al chico ¡no!-respondió mamá.

-Deduzco que estáis aquí de viaje de novio-insinué a las dos parejas.

-Acertaste, y sois los primeros españoles que nos encontramos. Hemos llegado hace un par de horas.

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Lo más curioso era, que gracias a nosotros los dos nuevos matrimonios se conocieron. Pensaban pasar tres días en las cataratas y tenían alquilada una cabaña cada una de las parejas. Las comidas las harían en cualquier restaurante de la zona. Al día siguiente pasearían en barco por debajo de las cataratas.

-En esos barquitos no me monto yo ni por todo el oro del mundo-exclamó tía Claudia señalando con el dedo el lecho del río donde dos barcos se balanceaban a merced de las olas levantando espuma por doquier.

-Les han puesto unos impermeables azules con chalecos salvavidas, por si los barcos zozobran- dije en plan de guasa.

El rugir de las aguas nos abrió el apetito. Ignacio y Begoña nos invitaron a comer. Vicente y Amparo dijeron que lo mejor era pagar a escote. Lo consideramos más justo. En ese momento sonó el móvil de mamá.

-¡Es para ti!, te llama Richard desde New York.

¡Si! ¡Si! ¡Nos gustaría! ¡Dentro de dos días! ¡De acuerdo! -fueron los comentarios más relevante de mi conversación.

-¿Qué significan esos monosílabos? ¿Qué es lo que nos gustaría? ¿Con quién has quedado dentro de dos días? ¡Explícate!-me asedió tía Claudia

-Claudia, tú tranquila, no tenemos prisas y estamos de vacaciones.

De vacaciones ¡no!, mamá. Las que están de vacaciones son las personas que trabajan y vosotras hace tiempo que no lo hacéis. El que está de vacaciones ¡soy yo!, no tengo que ir al instituto.

Después de la aclaración, que sorprendió a vascos y valencianos, nos sentamos a comer en un chiringuito al aire libre.

-A Ricardo no le mandarán el fax de la universidad, se lo han negado, tenemos que acompañarle. Lo haremos dentro de dos días. Son sólo dos horas en coche. Me hace mucha ilusión volver a Harvard.

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Los recién casados no entendían nada de nuestra conversación, todo les sonaba a chino.

-Richard es nuestro abogado y tenemos que recoger conjuntamente un documento en la universidad de Harvard para cumplimentar unos trámites burocráticos-puntualizó mamá diplomáticamente sin ahondar en el tema.

El olor a carne asada de las parrillas impregnaba el aire. Un cocinero volteaba grandes chuletones de ternera a la vista del público con el consiguiente chisporroteo de los carbones. Mamá y la tita no eran muy amantes de la carne, por eso, me preguntaron lo que pensaba pedir.

-Ya que conoces nuestros gustos, ¡pide por nosotras!

-Tres filetes de lenguado rellenos de cangrejos-le pedí en francés al camarero que nos había confundido con canadienses. Después, le pedí chuletas para los recién casados.

A mamá le conté al oído, que era mi plato preferido cuando visitaba las cataratas.

-Aquí la carne es muy buena, ¡os gustará!, si sois amantes de ella.

Hablas muy bien francés, ¿dónde lo aprendiste?-me preguntó Amparo.

Antes que mamá o tía Claudia contestaran con la palabra Internet, me adelanté.

-En el instituto.

-Será en el colegio-me rectificó Begoña que era profesora de primaria.

-Mi hijo acaba de terminar la selectividad y el próximo curso irá a la universidad, además del francés, habla inglés y alemán-aclaró mamá toda orgullosa de su hijo.

Vicente e Iñaqui eran informáticos y no se lo creyeron.

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-Yo pienso estudiar Informática para hacer después Económicas-insinué. Si queréis preguntarme algo sobre vuestros trabajos, ¡preguntad!, os podéis sorprender de lo que sé.

Me asaetearon a preguntas técnicas que sólo entenderían los de su profesión. Contesté a todas, incluso les amplié algunas respuestas dándoles nuevas variantes impensables para ellos. Pronto se dieron cuenta que sabía más que ellos.

-El niño hace programas informáticos, uno de ellos está valorado en más de dos millones de euros-aclaró tía Claudia orgullosa de tener un sobrino tan listo.

-Colabora altruistamente en las agencias de seguridad internacional, terminó diciéndoles mamá.

-Si alguna vez tenéis problemas técnicos relacionados con la informática, no dudéis en consultarme. ¡Apuntad mi móvil!

-¿Por qué no nos haces alguna pregunta? –insinuó Begoña pensando que me metería en aprietos.

-Elige tema-exclamé.

La muy astuta eligió filosofía sabiendo que lo mío eran las matemáticas. Lo que no sabía era, que la mayoría de los antiguos matemáticos fueron antes filósofos.

-¡Ahí va la pregunta! ¿Quién dijo esta máxima filosófica? “Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”

Enmudecieron, no esperaban ese tipo de pregunta.

-Daré dos pistas, murió hace 2.500 años y creía que cada doscientos dieciséis años el hombre se reencarnaba en un animal o en otro hombre. Él mismo se vanagloriaba de ser fruto de una reencarnación.

-No tengo ni idea, expresó Begoña, pero quisiera conocer el nombre del personaje misterioso.

-Fue Pitágoras-exclamé.

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-¿Pitágoras el matemático?-me preguntaron el vasco y el valenciano.

-¡El mismo!, el que desarrolló el famoso teorema que lleva su nombre.

-Nunca te acostarás sin saber una cosa más-expresó tía Claudia.

En ese momento, regresó el camarero con la comida.

Cuando fueron a trinchar la carne, las dos mujeres se miraron con cara de asco al aparecer un poco de sangre en el cuchillo.

-Ángel, dile al camarero que la pase un poco más, está medio cruda por dentro y nuestro inglés es muy malo.

Las dos mujeres tenían gustos parejos, les gustaban las carnes bastante hechas.

Se lo pedí al camarero y enseguida respondió.

-Neoyorquino, ¡a que si!, antes le confundí con un canadiense.

-¡Español de Madrid!-contesté muy orgulloso de mi nacionalidad.

El camarero se marchó algo confuso, no había acertado una.

Se llevó la carne de vuelta a la parrilla para pasarla un poco más.

-Hablas inglés mejor que francés-me dijo la profesora.

-Tiene gracia, te confundió con un neoyorquino, ¿por qué?-me preguntó Amparo que trabajaba en una fábrica de juguetes en Valencia.

-Lo hice a propósito, me comí intencionadamente la erre al final de algunas palabras.

-Tú, lo que te tienes que comer es la comida, se te va a enfriar-me ordenó mamá que había devorado la mitad del filete de lenguado con cangrejos.

-¡Está buenísimo!-aclaró Claudia.

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El Ángel adulto se hubiera comido todo el plato, pero para el Ángel de ocho años era mucha cantidad.

-Por favor, me dejáis vuestros platos-les dije a Begoña y Amparo.

Corté por la mitad mi ración y le ofrecí una cuarta parte a cada una

--¡Para mí es mucha comida! Así os entretenéis mientras os pasan la carne.

-Mañana pediremos lenguado-exclamaron las dos después de engullir su porción, ¡está de muerte!

Una hora después, fuimos a visitar sus cabañas. Estaban a un poco más de una milla de distancia (25 minutos andando) La de los valencianos era muy espaciosa, disponía de tres habitaciones. Insistieron tanto, que Claudia dejó allí la mochila, pasaríamos la noche con ellos. Nos venía bien, estaba muy cerca de la parada del autobús del aeropuerto.

-¿Y esta tarde que nos recomiendas? –me preguntó la familia.

-Visitaremos, la Gruta de los Vientos. Alquilaremos unos impermeables amarillos para contemplar el Velo de Novia, la catarata más pequeña del Niágara. Por la noche, empezará el show de fuegos artificiales y contemplaremos las cataratas iluminadas.

-¿Siempre hacéis lo que dice el niño?

-¡Siempre!, y nunca se equivoca-contestó mamá.

Hice unas cuantas fotos con el móvil y se las mandé a mis amigas. Al rato recibí un mensaje de Rocío. ”Dice mi hermana que si el mar está cabreado”. Todos leyeron el mensaje y rieron la ingenuidad de Rosarito.

Han pasado dos días desde que fuimos a las cataratas, en este momento estamos entrando en la universidad de Harvard, ¡mi querida universidad! Teníamos una cita con el mismísimo rector.

-¡Le conozco!, fue profesor mío-le dije por lo bajini a mamá cuando vi al rector sentado en su despacho.

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Al leer la documentación del abogado y comprobar la identidad de mamá dijo:

-Ese nombre me suena.

-¡Vayamos a la biblioteca!-insinué-le quiero enseñar algo.

Estaba tal cual, enseguida me dirigí a una estantería y le dije al rector que cogiera un libro que ponía: “Promoción del 1981 a 1986”. Pasé unas cuantas páginas y encontré mi foto.

A mamá y a tía Claudia se le pusieron los vellos de punta. ¡Allí estaba yo! Era la primera vez que veían una foto mía auténtica con veintitrés años.

-Ya sabía que me sonaba de algo el nombre, fue mi mejor alumno, creo recordar que era becario-dijo el rector.

-¡Pues yo soy su hijo!-afirmé, enseñándole algunas de las fotos que saqué en la impresora de William.

-Mirándote bien te pareces un poco a él, pero no creo que salgas tan listo como tu padre. ¿Qué estudias?

El próximo curso entraré en la universidad-dije todo orgulloso.

-¡Estarás de coña!

-¡No!, pienso estudiar lo mismo que estudió mi padre.

Como no se lo creía, volvimos a su despacho con el libro. El rector, ordenó sacar unas fotocopias a una secretaria, nos las llevaríamos como recuerdo. Cogió el ordenador y entró en Google en la página que le indiqué y comprobó todo mi currículum escolar.

-Si no lo veo, no lo creo-exclamó-, batirás el record Guinness.

-¿Te gustaría visitar los lugares donde vivió tu padre durante cinco años?

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-Se lo iba a pedir, ¡muchas gracias! También quisiera ver la lista del claustro de profesores, seguramente algunos de ellos fueron compañeros de papá.

-Dentro de una hora volveremos a vernos en el despacho y tendréis toda la documentación solicitada, de eso se encargará mi eficiente secretaria- exclamó sonriente mirando a su empleada-. ¡Hasta luego!

-¡Es su hija!, el parecido es asombroso-exclamé al salir del despacho.

Otra empleada, nos ratificó el parentesco de la secretaria y el rector cuando se lo preguntamos en uno de los pasillos.

Richard se quedó con el rector, y nosotros, acompañados por un profesor, fuimos a visitar el campus. Hice unas cuantas fotos con el móvil y se las mandé a Nieves. Durante el paseo por las instalaciones, encontramos a muchos estudiantes de distintas nacionalidades.

-Están haciendo un curso de verano, cuando reciban su diploma revalorizarán su currículum. El sello de nuestra universidad se cotiza al alza en cualquier empresa del mundo- informó nuestro guía.

Una hora después, regresamos al despacho del rector.

-Señora, le ofrezco una beca a su hijo para estudiar en Harvard como lo hizo su padre. Hablé con algunos del consejo y dieron su aprobación. Por unos meses, serías el universitario más joven del mundo y entrarías en el libro de los record-expuso el rector a mamá.

-¿En qué universidad está ahora el más joven?-le pregunté por curiosidad.

-En Singapur y estudia Química.

Pensé en un momento los pros y los contras y ganaron los contras. Para no desairar al rector con un ¡no!, le contesté diplomáticamente.

-Lo pensaré, si antes de septiembre no recibe respuesta, le puede dar la beca a otro.

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No podía abandonar a la familia y a los amigos. ¡Me sentía más español que norteamericano! Antes de despedirnos, le pedí un documento del ofrecimiento de la beca. Lo colocaría enmarcado entre mis trofeos.

-Piénsatelo bien, esta oportunidad sólo se da una vez en la vida-exclamó al entregarme el documento solicitado.

-Esta tarde iré a las oficinas del seguro-nos comunicó Richard llegando a New York.

- Mañana regresa nuestra tripulación-les dije a mamá y a la tita entrando en el hotel.

-¿Qué has pensado para esta tarde?-me preguntaron las dos.

- ¿Queréis ir a China Town? *Está sólo a ocho minutos en metro. Hay cientos de tiendas y un templo budista.

Fuimos a China Town y se trajeron dos kimonos de seda cada una a un precio razonable. Tía Claudia insistió en comprarse un Rolex* a sabiendas que era una imitación.

-¡Dará el pego! Total, por 90$ más o menos-dijo tía Claudia.

-Me lo prestarás de vez en cuando-le insinuó mamá que también le había gustado el reloj.

-Cuando tú quieras, ¡sólo tienes que pedírmelo!

-¿Por qué no te has comprado uno?-le pregunté a mamá.

-Me desilusioné al saber lo de la imitación.

Al día siguiente apareció otra vez nuestra tripulación.

-Esta tarde nos acompañaréis a comprar más modelitos-dijo Laura. --.Son para unas amigas, se encapricharon de los míos cuando los vieron y como eran tan baratos; aquí tengo anotada sus tallas.

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Mamá les enseñó los kimonos y la tita su Rolex. Laura compró seis trajes, dos para ella y cuatro para las amigas, hasta Raquel picó y se compró dos. Esta vez mamá y la tita no cayeron en la tentación.

-El próximo viaje regresaremos juntos. Tantas ganas de venir a New York y ya tengo ganas de regresar a España-afirmé.

-Quince días dan mucho de si-aclaró mamá.

Dos días después, llamamos a Richard.

-Estoy regateando con los seguros. Les pedí un millón de dólares y ellos ofrecieron cuatrocientos mil. Creo que lo podemos cerrar en setecientos cincuenta mil.

-Si llegas a esa cantidad, ¡acepta!, nosotros regresaremos dentro de tres días a Madrid. ¿Hubo algún problema con los certificados del ADN?

-Dijeron que pertenecían a la misma persona con nombres distintos. A propósito, enseñé la foto de tu padre a mi mujer y lloró cuando le comenté lo de su muerte, le apreciaba mucho.

Un día antes de volar, habíamos cobrado. Después que Richard cogiera su comisión y pagara los impuestos correspondientes al estado norteamericano, nos quedaron medio millón de dólares. Por indicación mía se presentó en el hotel con el dinero en euros. Le dimos las gracias y prometimos, que si alguna vez necesitáramos un abogado en New York, acudiríamos a él. Nos entregó un certificado del Fisco con la retención correspondiente. Ya no habría que declararlo en España, pero sí en la aduana del aeropuerto Kennedy. Esta vez llevábamos dinero legal, no como cuando viajamos a Suiza*.

Antes de comer me acerqué al recepcionista.

-William, quisiera comprar…la frase terminó en su oído.

Enseguida llamó a uno de los empleados para acompañarme. Le agradecí el gesto, a mí no me hubieran vendido nada por ser menor de edad. Entre ida y vuelta apenas tardamos veinte minutos, la familia no se

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percató de mi ausencia, ¡era una sorpresa! Entregué al empleado un billete de 10$ por el favor.

-¿Me puede guardar la cajita hasta la hora de comer?-le pedí amablemente a William.

Después de comer con nuestra tripulación, recogí el regalo de recepción.

-¡Es para ti!-le dije a mamá-, no quería que te fueras de New York sin él.

Con manos temblorosas, mamá deshizo el paquete. Cuando vio su contenido, me besó dándome las gracias.

Era un Rolex parecido al de su hermana, pero mucho más elegante. Para quedar bien ante mi tía exclamé:

-¡Podéis cambiároslo cuando queráis! Así en vez de uno, tendréis dos.

- ¡Así me gustan a mí los hombres!, desprendidos y generosos-exclamó Raquel-. Cuando coja las vacaciones en agosto iré a verte y te llevaré “eso” y cuando lo compre, colocaré un azulejo en la terraza del ático con tu nombre.

-¿Y por qué no en el dormitorio?-insinué.

-Pillastre, ¡tú quieres que sueñe contigo!

-Con quién mejor ibas a soñar-replicó Claudia-, yo todas las noches sueño con él y siempre pienso lo mismo, ¿con qué nos sorprenderá al amanecer? Este niño es una caja de sorpresa.

-Yo, como no pienso marcharme de casa de mis padres, no necesito piso, con una foto tuya para ponerla en el salón tengo bastante. Será la mejor medicina para mis padres.

-¡Mamá!, haznos unas fotos juntos -exclamé sentándome en la falda de Laura-, después la sacaré en el ordenador y te la podrás llevar a Madrid.

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Me puse el gorro de Raquel, y mamá nos sacó varias fotos. Llamé a una empleada para que nos hiciera unas fotos a los seis. En la impresora de William saqué las copias correspondientes. Cuando Laura cogió las suyas, las besó. Fue un detalle por su parte hacia mi persona.

-William, quiero regalarte algo por las molestias ocasionadas, es un regalo atípico.

-No tiene por qué, es mi obligación.

Le hice una fotocopia del ofrecimiento de la beca por Harvard. Cuando leyó el documento quedó sorprendido.

-La he rechazado.

Me miró con cara de incrédulo, pero guardó el papel como oro en paño después de releerlo. Un chaval de ocho años rechaza una beca de la mismísima universidad de Harvard. Sonaba a titular de periódico.

-Sólo lo enseñaré cuando aparezca por recepción algún sabiondo con ganas de vacilar.

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CAPÍTULO VIII. VUELTA A CASA, PERO POR POCO TIEMPO.

-¡Despierta!, estamos llegando a Barajas.

Era la voz de mamá resonando en mis oídos a música celestial. En contra de mi voluntad hice todo el viaje dormido, ¡demasiados acontecimientos en tan pocos días! New York, el cementerio, el Empire, la estatua de la Libertad, las cataratas, Harvard, todo quedó atrás. En ese momento de reflexión, las ruedas del aparato tocaron tierra y el avión dio un saltito, después, nos deslizamos suavemente sobre la pista hasta situarnos en la terminal.

-¡Hasta la próxima!-dijeron nuestros amigos antes de bajarnos del avión.

-¡Por fin en casa!-exclamé abriendo los brazos y dejándome caer en mi querida cama.

Tía Claudia y mamá, abrieron sus maletas y con mucha delicadeza, guardaron sus trajes en el armario. Con este calor no se los pondrán-pensé.

-Nos hace falta un cañonazo de sol-le dijo mamá a su hermana.

No pude escuchar más de su conversación, me dormí. Desperté dos horas después, estaba a punto de anochecer, el cambio de horario me afectó*.

-Mientras dormías, salimos un momento a comprar y te trajimos chorizo.

-¡Bien!, –exclamé -Con un buen bocadillo y algo fresco para beber tengo la cena hecha, con este calor no me apetece comer nada caliente.

-Mañana pasaremos el día entero en el club, te llevaremos crema protectora de alta graduación. Comeremos allí.

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Me fui al ordenador y entré en Internet. Estuve chateando un rato con Noemí, Nieves estaba trabajando en el parador. Le conté nuestro viaje y le mandé algunas fotos.

-¡Qué envidia me das!, tú recorriendo mundo y yo atrincherada en esta ciudad-me contestó.

-Te quedó muy bien la frase, pero yo hubiera puesto “hermosa ciudad”.

-A veces me siento como una canaria dentro de una jaula de oro. Me falta libertad.

-Ya la tendrás cuando te emancipes. Estudia mucho. Con esta recomendación nos despedimos.

Al anochecer, salimos a dar una vuelta por la barriada. El dichoso calor no se quitaba. Pasamos dos horas en un bar aprovechando el aire acondicionado. Regresamos pasadas las doce.

Me acosté sin sueño, pero apagué la luz y cerré los ojos. Meditabundo, estuve ordenando algunas ideas del momento, que pasaban velozmente por mi cerebro. De pronto, retuve una. ¿Por qué no?-me pregunté a mi mismo. Iría a Cádiz a visitar a Rocío, por la mañana se lo propondría a la familia.

-Me gustáis más con el broceado de playa- les dije mientras desayunábamos.

-Pero el bronceado de playa sólo se coge en la playa-exclamó mamá.

-¿Por qué no vais a la playa ahora que tenéis coche?

-Tú tienes algo entre ceja y ceja, ¡suéltalo! Tu almohada te ha vuelto a aconsejar y debe ser una idea excelente por la cara de satisfacción de tu rostro-dijo mamá delante de Claudia poniéndola nerviosa.

-Podemos acercarnos a Cádiz a visitar al bombero y su familia. Serán seis horas de viaje y os podéis turnar al volante. Iremos por la

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carretera de Extremadura, está menos transitada, la DGT me lo ha confirmado.

-¿Cuándo nos vamos?

-Si queréis, hoy mismo. Mientras hacéis las maletas. reservaré habitación en algún hotel de la zona.

-¡A qué esperas!-exclamó tía Claudia cansada de tanto mirar hacia arriba en New York.

-¡Ya está! Tenemos un apartamento para los tres a pie de playa en El Puerto de Santa María. Cádiz queda a veinte minutos en coche.

Cuando una mujer quiere hacer una cosa con rapidez, ¡lo hace! En noventa minutos estábamos listos.

-Pasa un momento por la tienda de embutidos, les llevaremos media docena de chorizos, se alegrarán cuando los vean.

-¿Y por qué no una docena? A dos chorizos diarios, les durarán unos seis días- insinuó tía Claudia mirando su cartera con satisfacción después de haberla rellenado con varios miles de euros.

Tres horas después, tomábamos un tentempié en un área de descanso cercano a Emérita Augusta*. Sobre las cinco de la tarde llegamos a nuestro destino. Gracias al navegador, fuimos directamente al apartamento. El dueño nos estaba esperando para entregarnos las llaves.

-¡Mirad que vistas!-exclamé desde el balcón del apartamento.

A menos de cincuenta metros se encontraba la playa llena de bañistas, después, el mar, y al fondo, a unas cinco leguas en línea recta, Cádiz. En medio de esa masa de agua salada, un petrolero descansaba, y media docena de yates, practicaban la pesca deportiva.

-Podemos aprovechar todavía varias horas de sol, ¡bajemos a la playa!

Las palabras de mamá fueron como una orden bien recibida. Se pusieron el bikini y en lo alto un pareo.

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-Se parece a la arena de Cancún, es dorada y se despega bastante bien de la piel-opinó Claudia con un puñado de arena en su mano.

-¿Por qué no llamas a tu amiga y le dices donde estamos?-sugirió mamá-, se llevará una sorpresa.

- Después del chapuzón, ahora no tenemos prisas y nadie nos espera.

El baño me supo a gloria, el agua estaba templadita.

-¡Rocío!

-Rocío no está, soy Charito. ¿Quién le llama?

-Hola Rosario, ¿no me conoces?

“Ánge” ¡Eres tú! ¡Ya viene mi hermana!, acaba de terminar un partido de vóley playa. Debe haber ganado porque regresa muy contenta.

Rosario le entregó el móvil a su hermana.

-Hola Ángel, sigues en New York o estás en Madrid.

-En ninguno de los dos sitios, ¡estoy en Cádiz!, muy cerca de la base de Rota.

-¡Ángel está aquí! ¡Ángel está aquí!, –gritó como una descosida alborotando a su familia- ¡Está en El Puerto!

-Gritó tanto, que hasta mamá y su hermana se enteraron.

-Mañana iremos a veros-le comuniqué.

-Dame tu dirección, intentaré que esta noche nos lleve papá.

En vez de darle la dirección, lo que di fue el nombre del chiringuito de la playa y el de la urbanización. Conociendo a mamá y a la tita, aprovecharían hasta el último rayo de sol, después, cenaríamos en la terraza del bar admirando el crepúsculo.

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La brisa del anochecer tonificaba nuestros cuerpos, ¡estábamos en la gloria! Una buena fuente de “pescaíto frito” sació nuestro apetito. Cuando degustaba una tarrina de helado, aparecieron.

Rocío era un tizón y los demás no iban a la zaga.

-¡A mi lado no te pongas!, pareceremos café con leche-dijeron mamá y su hermana.

Les contamos nuestro viaje a Norteamérica. Cuando vieron las fotos, se les caía la baba de envidia.

-En este edificio hay 73 ascensores-le dije a Rosarito refiriéndome al Empire State.

-¿Y para qué quieren tantos? Nosotros tenemos uno en el bloque y nos basta.

Antonio y Lourdes no le quitaban ojo a las muñecas de mamá y tía Claudia.

-Son dos Rolex-exclamé en voz alta-, pero de mentirijilla.

Lo último, lo dije en un tono casi inaudible.

Mamá se quitó el suyo y se lo entregó a Lourdes para que lo remirara a gusto.

-Parece una auténtica joya-exclamó con cierto aire de envidia.

-No es un Rolex, ¡es un reloj!, lo dijiste mal, tú también te equivocas- exclamó la niña orgullosa de corregirme un fallo lingüístico.

-Rosario, Rolex es la marca, como en los coches; ellos tienen un Audi y nosotros un BMV. Está claro.

-Papá, tú dirás lo que quieras, pero es un reloj.

-¿Qué pone aquí?- le pregunté.

-Longines –contestó.

-Pues yo no tengo un Rolex, tengo un Longines.

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-Ahora lo entiendo, los dos son perros, pero uno es de raza y tiene “pedigrí”.

Me gusta el ejemplo que acabas de poner, yo no lo hubiera puesto mejor, ¡te felicito!

-Menos mal que lo entendió, porque es algo dura de mollera-le dijo su hermana tocándole la cabeza y removiendo su pelo.

-¿Cuántos chorizos os quedan de los que trajisteis?

- No pronuncies esa palabra, los que trajimos sólo duraron nueve días. Los gasté haciendo bocadillos para toda la familia, a todos les gustan -dijo Lourdes con cara de pena.

-Mamá y la tita os trajeron una docena.

Los padres de Rocío insistieron en pagarlos. Claudia y Lola no se los querían cobrar. Como no se ponían de acuerdo intervine.

-Vosotros os los lleváis y cuando volváis a Madrid nos los devolvéis.

-¿Cómo se los vais a devolver si nos los comemos?-exclamó Charito dirigiendo la mira hacia sus padres

Pues comprando otros-le aclaró su hermana.

Estuvieron de acuerdo en el trato.

-Mañana os invitamos a comer en la playa. Llenaremos las dos neveras y me llevaré gambas, tortillitas de camarones, de patatas y un par de chorizos. Echaremos todo el día junto, así conoceréis a nuestras amistades-expuso Lourdes como buen ama de casa.

-Mis amigas quieren conocer al sabelotodo.

-Y las mías al que me enseñó a leer.

Se marcharon a Cádiz pasadas las doce, estaban de vacaciones y no tenían prisa.

El apartamento olía a mar, la brisa marina inundaba todas las habitaciones, era un frescor natural, no se parecía en nada al del aire

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acondicionado. Sólo pensar en las noches agobiantes de Madrid, se me ponían los pocos vellos de punta. Dormimos en la gloria, ni siquiera extrañé la cama.

Asomado a la terraza, contemplé a varias personas paseando a sus mascotas por la orilla, otras, clavaban unos hierros en la arena para colocar sus cañas, iban a pescar. Creía que las dos actividades estaban prohibidas. Seguramente aprovechaban la ausencia de bañistas para realizarlas. Cuando llegara el aluvión, se marcharían con la música a otra parte.

-¡Vayamos a desayunar a Cádiz!-propuse.

-Nosotras sin nuestro cafetito no funcionamos-contestaron las dos.

Era verdad, en Madrid se levantaban como zombis en dirección a la cocina para prepararse su café. Cuando el líquido negro entraba en sus estómagos parecían otras, cambiaban del mutismo al charloteo. Como preguntando se llega a Roma, un señor nos indicó la ubicación de una cafetería, el chiringuito todavía estaba cerrado, no abría hasta las once.

-Esto ya es otra cosa-exclamaron después de tomarse unos sorbos de café.

Como no tenían churros, me conformé con unos bollos de leche y una buena taza de cola cao.

-Si encontramos churros en Cádiz, volveremos a desayunar. ¿A qué hora quedasteis con Lourdes?

-A las doce más o menos cerca de las pistas de vóley playa. Antonio nos aconsejó que fuéramos antes para encontrar aparcamiento.

Atravesamos el puente Carranza mientras admirábamos el puente de La Pepa inaugurado en 1212 al cumplirse el segundo centenario de la primera Constitución. A la izquierda de la larga avenida se encontraba la playa La Victoria. Rocío y Rosario habían ido antes para coger sitio y clavar las sombrillas en la arena.

-Papá y mamá vendrán más tarde con la comida-dijo Rosario.

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-Os aconsejo no salir de la sombrilla en todo el día y de vez en cuando poneros crema, aquí el sol es muy criminal-nos aconsejó Rocío.

-Los extranjeros se ponen como cangrejos y tienen que ir al médico-dijo la graciosa de Charito para meternos el miedo en el cuerpo.

-Allí viene papá cargado como un mulo.

Efectivamente, Antonio portaba dos grandes neveras en sendas manos y cuatro hamacas bajo sus brazos. Lourdes, cargaba dos bolsas de tela con comida. Intenté levantar una de las neveras de la arena y apenas se movió.

-Pesa veinte kilos cada una-afirmó Antonio.

Paulatinamente la playa se fue llenando. Las amigas de Rocío a la izquierda y detrás, las de Rosario. Todos querían conocerme, me habían hecho muy popular entre sus amistades.

-¡Vamos al agua!-gritaron las niñas.

Me levantaron a empellones, Claudia y Lola vinieron detrás. Dentro del agua me trataron como a un pelele de paja. Menos mal que mamá y la tita me rescataron, a ese ritmo me hubieran dejado lleno de magulladuras. Del agua a la toalla y después a la sombra con una buena dosis de crema protectora.

-¿Dónde te matriculaste?-le pregunté a Rocío.

-En Madrid no conseguí plaza, ni en Cádiz tampoco, para entrar en Enfermería pedían un siete y yo conseguí sólo cinco con ocho.

-¿Entonces qué?

-Puedo ir a la Universidad de Plasencia, está a dos horas de Madrid, unas cuantas gaditanas cursan allí sus estudios y me podría ir con ellas a un piso alquilado.

-Mamá, Rocío quiere ir a Plasencia a cursar Enfermería. ¿Te acuerdas dónde estaba la universidad?

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-Claro, enfrente del parque de los Pinos, aquel edificio grande de ladrillos rojos que antes fue un cuartel de infantería.

-Esperad un momento, voy a llamar a Nieves, hace dos semanas que no hablo con ella.

-¡Nieves!

-¡Hola Ángel!, me alegro de oírte, ya me contó Noemí que el otro día estuviste chateando con ella. Las fotos eran preciosas ¡qué envidia me das!

-¿Te acuerdas de la foto del bombero?

-Claro.

-Pues aquí tengo a su hija, quiere matricularse en la escuela de Enfermería de Plasencia, ¿qué le aconsejas?

-Que se matricule, estará con Noemí, al final se decidió por Enfermería para colocarse después en la residencia de la ciudad. Puede quedarse a vivir con nosotras, tenemos dos pisos corridos y sobran tres habitaciones. Mis padres no pondrán ninguna pega, estarán encantados. Solamente te pongo una condición.

-¡Aceptada de antemano!-exclamé.

-Que vengas a visitarnos una vez al trimestre, mis padres te quieren conocer, creen que yo soy una lumbrera. Cuando te conozcan, cambiaran de parecer y me dejarán tranquila.

-Tú lo que quieres es pasarme la pelota. ¡Ah!, se me olvidaba. El rector de Harvard me ofreció una beca para el curso que viene y la rechacé, no podía estar alejado de mis amistades tanto tiempo. Cuando vuelva a Madrid, te mandaré una copia del documento, esta vez viajé sin mi portátil.

-¡Te quiero Ángel!

-¡Y yo a ti, Nieves!

-¿Qué te ha dicho?-preguntaron todos a la vez.

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Todos ¡no!, Charito estaba jugando con la arena y no se enteró de nada.

-Que te matricules en Septiembre, su casa está a tu disposición y su hermana estudiará lo mismo, ya se ha matriculado-referí en voz alta, mirando a Rocío.

-La ciudad te gustará, ¡es preciosa!-exclamó Claudia y desde Madrid sólo hay un paseo para tus padres.

-¡Y está llena de tiendas de chorizos!-dije a la tragaldabas, que seguía jugando con la arena sin enterarse de nada.

-A propósito de chorizos, ¡tomad estos bocadillos!, todavía queda hora y media para comer-dijo Lourdes mientras Antonio abría una de las neveras y sacaba unas latas de refrescos para repartirlas.

-Ángel, hay un bar en Cádiz con un cartel en letras mayúsculas que dice:”SE HABLAN TODOS LOS IDIOMAS”–relató Antonio.

Se estaba quedando conmigo, ¡lo sabía!, reflexioné. Era imposible que hablaran todos los idiomas del mundo.

-¡Me rindo! ¿Dónde está la trampa?-le pregunté a Antonio deseando conocer la respuesta de tan enigmática pregunta.

-En la parte de abajo del cartel con letras muy pequeñas tienen escrito: “por señas”

Me reí, el comentario del gaditano me hizo mucha gracia.” Se hablaban todos los idiomas por señas”. Lo guardaría en el hipocampo* para explotarlo delante de mis amistades, era un chiste cojonudo.

-Estáis en la parte de España que más gracia tiene-comentó Lourdes-Aquí nos reímos de nuestra propia sombra. Los acontecimientos más relevantes del año son parodiados por chirigotas en cuartetas, es lo mismo que hacen los valencianos con sus “ninots”*

En ese momento apareció un señor vendiendo helados, junto a él, iba otro vendiendo patatas. Si uno daba voces, el otro daba bocinazos. Entre los dos tenían montado un buen guirigay*.

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-Antiguamente en vez de vender helados en la playa de la Victoria vendían pipas y su grito de guerra era: “las pipas no mantienen, pero entretienen”-comentó Antonio- Tendría yo cuatro añitos cuando mi padre me compraba los cucuruchos de pipas para matar el gusanillo. Nos servían de entretenimiento antes del bocadillo.

En ese momento me acordé de un chiste adivinanza de mi época de adulto.

-Antonio, ¿qué hay que hacer a un cojo para dejarle bien?-pregunté.

-Operarle-contestó Rocío adelantándose a su padre.

Moví la cabeza de izquierda a derecha; no era la respuesta correcta.

Todos me miraban esperando la respuesta.

-A un cojo para dejarle bien, se le hace un nudo y queda cojonudo.

-Tú serás madrileño, pero el chiste merece ser gaditano-respondió Antonio riéndose y contagiando a los demás.

Comimos y merendamos en la playa. Mamá y la tita se interesaron por la receta de las tortillas de camarones, estaban muy buenas y eso que nos las comimos frías. Los únicos rayos de sol que penetraron en nuestra piel (me refiero a mamá a la tita y a mí), entraron cuando nos íbamos a bañar o regresábamos en busca de la sombrilla. No obstante, sentíamos calor en nuestros hombros a pesar de la crema protectora.

-Esta tarde contemplaréis uno de los espectáculos más fascinantes de la naturaleza, nunca lo olvidaréis. Desde el balcón de nuestro piso se puede observar.

Se acercaba la hora del crepúsculo.

-¡Mirad el sol atentamente!-ordenó Antonio desde el balcón de su vivienda.

Nuestras miradas se dirigieron al horizonte, un trocito del astro estrella se había introducido en el agua. Poco a poco fue desapareciendo. En un momento, pareció detenerse.

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-¡Ahora!-exclamó Antonio.

De pronto, vimos el movimiento del sol desapareciendo en el agua y dejando el cielo arrebolado.

-¡Es increíble!-exclamé, nunca habíamos contemplado una puesta de sol tan nítida.

-Tuvimos suerte, apenas había nubes, estropean el espectáculo.

-Cuando os duchéis en el apartamento, embadurnaros en crema refrescante, notaréis alivio a la hora de dormir-nos aconsejó Lourdes.

Más de siete horas seguidas en la playa matan a cualquiera. Aquella noche caímos en la cama como troncos. Ni siquiera cenamos. Antes de dormir, rebobiné los acontecimientos del día. Nos presentaron a más de cincuenta personas, eso sin contar las que saludó Rocío cuando paseábamos por la orilla a última hora cuando el sol dejó de calentar.

-¡Mira la marca del bikini!-le dijo tía Claudia a su hermana por la mañana.

-Con cinco días de playa seremos la envidia del club cuando regresemos a Madrid-exclamó mamá.

Estaban coloradas, lo mismo que yo, la pigmentación de nuestra piel había sufrido un cambio brusco de color. La crema refrescante actuó positivamente, no nos dolían los hombros.

Sobre las once, estábamos tomando el sol en la playa de Fuentebravía. No iríamos a Cádiz hasta el anochecer, nos tenían preparada una sorpresa.

-¿Qué hace tanta gente en la playa a estás horas?-preguntó Claudia desde el balcón de la casa de Antonio al atardecer.

-Hoy se celebra la noche de las barbacoas. Miles de personas acuden a cenar a la playa. Mis amigas, han cogido sitio para nosotros-nos dijo Rocío.

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Desde el balcón, conté más de doscientas barbacoas en la zona y la playa tenía más de cinco kilómetros.

-Según los datos de la policía, se instalaran unas mil barbacoas para más de diez mil personas. Abundará la juventud, pero muchas familias acuden al completo, desde la abuela hasta el nieto. Para los gaditanos, la playa es como el pan de cada día. Se ha hecho tan popular esta fiesta, que acuden cientos de personas de las localidades limítrofes. Es como un botellón organizado, pero en la playa.

Sardinas, caballas, chocos, filetes, costillas, chuletas, pinchitos, hamburguesas…, allí se cocinaba de todo. Decenas de platos pasaron por mi cara, nos invitaban de otras barbacoas. Pronto el alcohol hizo mella en algunos jóvenes y comenzaron a cantar. Mamá la tita y yo, no nos enterábamos de nada.

-Son canciones de carnavales. El lenguaje popular de los gaditanos es difícil de entender, lo mismo te sueltan un chascarrillo que un trabalenguas, además, todo lo dicen con segundas intenciones.

A las tres de la noche recogimos en contra de la voluntad de Rocío, quería quedarse hasta el amanecer. Nosotros no podíamos más. A duras penas me llevaron al coche y regresamos al apartamento. No recuerdo nada del camino de vuelta, ni como llegué a mi cama. Aquella noche no pude ni soñar. Me desperté pasadas las once de la mañana.

-¡Ya era hora, dormilón!-me dijo mamá -Tu tía lleva ya una hora en la playa dorándose al sol. Me dio pena despertarte, dormías como un angelito.

-Gracias mamá, estaba molido. No sé como Rocío y su familia, pueden aguantar tanto.

-Están acostumbrados, todos los años hacen lo mismo. Además, Rocío tiene diecisiete años y tú sólo ocho.

-Nunca me acostumbro a mi edad actual.

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-Tu tía te subió un litro de batido por si tenías sed. Nosotras cuando nos despertamos nos bebimos más de medio litro de agua cada una, ¡estábamos secas!

Durante los diez días que permanecimos en el apartamento, vinieron a visitarnos un par de veces. Nosotros sólo volvimos una vez a Cádiz y fue en el vapor. En el muelle nos esperó Rocío para enseñarnos la ciudad. Hicimos unas fotos en el monumento a las cortes de 1.812, visitamos el Juan Sebastián Elcano, estaba fondeado para iniciar una de sus vueltas al mundo. Regresamos en el catamarán, en el aparcamiento portuario nos espera el Audi.

Ellos vinieron al Puerto un par de veces, una de ellas se quedaron todo el día en la playa con nosotros, la otra, fuimos a visitar la ciudad; Antonio actuó de guía. Visitamos una bodega que mandó vino a Norteamérica en la época de la ley seca. Lo mandaba con sal, para los consomés de los restaurantes, así evitaban la prohibición. Al guía le informé de algunos datos de la época. Me agradeció toda la información y tomó buena nota en su libreta para incluirlo en otras visitas.

La ley seca duró trece años y fue abolida el 5 de Diciembre de 1.933, escribió. (Estos datos los estudié en primaria en mi anterior vida).

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CAPÍTULO IX. HOGAR, DULCE HOGAR.

Durante el regreso a Madrid, encontramos un tráfico inusual. Fue mamá la que se percató, ¡estábamos a 31 de Julio!

-Elegimos el peor día para viajar-exclamó, en plena retención del peaje a cincuenta kilómetros de Sevilla.

-A este paso, pasaremos tres horas más en carretera-insinuó Claudia.

-Ángel, llama a la DGT (Dirección General de Tráfico), y pregunta por el estado de circulación de las carreteras.

Una voz muy agradable atendió mi llamada.

-La única carretera despejada es la que pasa cerca de Plasencia, pero son veinte kilómetros más si elegimos esa ruta.

Media hora después estábamos atravesando el puente del Centenario en dirección a Extremadura. En tres horas estaríamos en Plasencia y de allí a Madrid sólo nos quedaba un paseo.

-¡Nieves!

-¡Dime Ángel!

-Si nos invitas a comer te hacemos una visita.

-¿Dónde estáis?

-A menos de dos horas de Mérida-contesté.

-Hoy sábado tengo el día libre y pensaba ir a la piscina con mi hermana. Lo dejaré para mañana, tengo el turno de noche. Os espero a la una.

-¿Qué te ha dicho?-preguntó mamá.

-Que sacrifica su piscina por estar con nosotros. Nos esperan para comer a eso de la una.

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Programé el navegador con la dirección de su casa y continuamos el viaje.

-Tenemos el tiempo justo para hacer una parada de media hora durante el viaje. Después de la parada, tomaré el volante-le dijo Claudia a su hermana.

-La tita no quitó el pie del acelerador y conseguimos una media de 110 kilómetros, llegamos casi media hora antes de lo previsto; no nos esperaban tan pronto.

-Toca el claxon tita.

Dos minutos después, Nieves y su hermana estaban junto al Audi.

-¡Subamos a casa!, mis padres os esperan- dijeron después de abrazarnos.

-Mamá, papá, ¡éste es Ángel! y éstas son su madre y su tía.

La madre se llamaba Pilar y el padre Fulgencio* (nombre del patrón de Plasencia).

Fulgencio exclamó:

-¡Qué guapas!-refiriéndose a mamá y a la tita.

-¡Qué mono! –dijo Pilar cuando me vio.

-¿Cómo este niño puede saber más que tú?-exclamó Fulgencio que consideraba a su hija Nieves un portento de sabiduría.

-Y no se vanagloria de ello-dijo la pequeña Noemí tomando baza en el asunto.

-¡Sentaos!-ordenó Nieves-, veo que traéis un moreno de playa precioso. ¡Contadme algo de vuestras vacaciones!

Tomé la voz cantante.

-¿Os gustaría veranear el próximo año en la playa?

¡Si!-contestaron las dos hermanas.

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-Es muy fácil, lo estuve pensando durante el viaje.

-Cuenta, cuenta.

-Vosotros alojáis aquí a mi amiga Rocío durante el curso y cuando llegue el verano, ella os invita al piso de la playa.

Fue Noemí la que se interesó más por el tema. Le expliqué lo fuerte y noble que era y su dificultad con el inglés.

-Por el inglés no te preocupes, Nieves nos dará clase-dijo Noemí.

-Le gusta el voleibol y el baloncesto y destaca en cualquiera de los dos deportes. Si os cae bien, tendréis amiga para toda la vida. A finales de Agosto intentaré que venga su familia a visitaros. Según dicen en Cádiz “son buena gente”

-Mamá ¡sácanos de comer!, después iremos a la piscina a dormir la siesta. Éstos no se van hasta el atardecer.

Llegamos a Madrid una hora después de anochecer. Mamá programó el aire acondicionado para dormir.

Sobre las doce de la mañana entramos en el club. Comeríamos allí. Pronto nos rodearon las amistades.

-Estáis perdidas, no se os ha visto el pelo en todo el verano. ¿Dónde habéis estado?-nos dijo la encargada de la cafetería extrañada de no vernos en el club durante un mes.

- Si os vais a quedar a comer tenemos paella-dijo Sofía sabiendo de antemano lo mucho que nos gustaba el arroz.

-Guárdanos tres buenos platos-le respondí-, de postre tomaremos helado.

-¿Qué plato raro recordáis de estas vacaciones?-nos preguntó bastante interesada para incluirlo en su menú.

-Filetes de lenguado relleno de cangrejos con salsa de crustáceos -respondió rápidamente tía Claudia.

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-¿Dónde se puede pedir ese plato tan sofisticado? Lo pregunto, porque es la primera vez que lo oigo.

-En cualquier chiringuito de las cataratas del Niágara-respondió mamá- Ángel lo eligió para los tres y estaba delicioso.

-¿No me puedo creer que estuvierais en la región de los grandes lagos? ¡La ilusión de mi vida!

-Cuando nos acomodemos en el césped de la piscina te avisaré. Me traje el ordenador para chatear un rato con mis amigas. Aquí el día se hace muy largo y hay tiempo para todo.

-Veo caras nuevas-insinuó Claudia a Sofía.

-Tenemos unas decenas de nuevos socios, ya los iréis conociendo.

Dejamos a Sofía con sus quehaceres y nos dirigimos al sitio de siempre. Una señora de la edad de mamá con dos niños de mi edad se encontraba tomando el sol. No la conocíamos, pero intuí que era simpática por su sonrisa.

Nada más extender nuestras toallas entabló conversación.

-¡Hola!, me llamo Julia y es la primera vez que os veo por aquí.

-Hemos estado de vacaciones, creo que nuestro broceado nos delata, somos socias del club desde hace diez años. Aquí todo el mundo nos conoce.

Fue mamá la encargada de las presentaciones. Los niños se llamaban Jaime y Ainhoa y eran mellizos. Les calculé unos ocho o nueve años, parecían muy educados. Llevaban sólo dos meses de socios.

-Mamá, me voy a dar un chapuzón y vuelvo enseguida. Tita, ¿me acompañas?

En diez minutos estábamos de vuelta. Mamá seguía charlando con Julia.

-Lola, el agua esta buenísima.

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Me sequé concienzudamente antes de sacar el ordenador del estuche.

-¿No tenéis miedo que os estropee el ordenador?-le preguntó Julia a mamá.

-El ordenador es de él y lo compró con su dinero, nosotras somos unas principiantes, apenas lo usamos.

-Pues mi marido nunca le deja el portátil a los niños. Vendrá a la hora de comer, está dando unos cursos de verano en la universidad.

Hice señas a Sofía para que se acercara. En la pantalla estaban las fotos de las cataratas. Como tenía prisa, las pasé bastante rápidas. En una de ellas estaba mamá comiéndose su plato de lenguado con cangrejos.

-¡Te convences ahora!

-Tiene que ser un lugar precioso-exclamó.

-¡Lo es! Es el destino turístico de más de dos millones de personas a lo largo del año.

-Los del gremio de hostelería no podemos salir de vacaciones muchos días y menos en verano, cuando hacemos el agosto. Si cerrásemos, ¿quién atendería a los socios en el club? Tal vez en invierno cojamos algunos días de descanso dejando el restaurante al personal de confianza, pero, ¿a dónde se puede ir en invierno?

-Lo tenéis crudo para salir de vacaciones-le dije a Sofía.

-Tengo que hacer dos paelleras, si queréis os sirvo de la primera.

-A mí me da igual, ¡qué decida mamá!

-¿Cuánto tardará la primera?-preguntó Claudia.

-No menos de treinta minutos.

-Entonces nos apuntamos al primer turno.

-¡Papá! ¡Papá!-gritaron Ainhoa y Jaime.

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Apareció un señor trajeado con el nudo de la corbata deshecho y la chaqueta en una mano. Besó a sus hijos y a su mujer, soltó el maletín y la bolsa con el ordenador.

-Voy a ponerme el bañador, enseguida vuelvo.

Esta vez fue Julia la que nos presentó. Se llamaba David, parecía agradable y tenía pinta de currante.

-¿Qué sabes hacer con el ordenador?-me preguntó al verme enfrascado en mi aparatito.

Antes de contestar le observé detenidamente. Enseguida me di cuenta que era un experto.

-¡Casi todo!, pero lo que más me gusta es ver la evolución de la economía-le respondí haciendo que se picara en mi tema favorito.

-Te ha salido un contrincante-le dijo Julia a su marido después de escuchar mi respuesta.

Me quiso probar, pero sin presunción alguna. Le presté el ordenador y comenzó a teclear a gran velocidad. Se notaba experiencia, sobre todo tecleando.

-¿Qué sacarías con estos datos?-me preguntó irónicamente.

Era una pregunta muy fácil. Cualquier niño de primaria le hubiera contestado que haciendo unas sumas y unas restas se obtendrían las ganancias o pérdidas de un negocio. Pero yo no era un niño de primaria y le podía sacar más partido a los datos reseñados en la pantalla.

-Son los datos de una empresa imaginaria, con ellos podría obtener el gráfico de ventas y el de beneficios.

Como no esperaba esa respuesta, volvió a teclear durante varios minutos.

-¿Y con éstos?

-Están incompletos, pero son los datos para obtener el PIB*

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-Veo que te sabes la lección. ¡Sorpréndeme con algo!-me dijo en voz alta

Me levanté, cogí el móvil y le hice varias fotos a Julia.

-Ahora contéstame a dos preguntas. ¿Qué edad tiene? y ¿con qué edad conoció a su marido?-le pregunté a la campechana de su mujer.

-Tengo treinta y tres y le conocí con dieciocho años en la universidad cuando estudiaba idiomas.

Metí las fotos en el ordenador y las rejuvenecí sin que David se diera cuenta. A continuación, le enseñé los resultados a Julia.

-¡Soy yo cuando tenía dieciocho años!-exclamó sobresaltada al contemplar su rostro en el monitor.

David se acercó a la pantalla para comprobar las palabras de su mujer.

-¿Cómo lo has hecho, chaval?-me preguntó sorprendido.

-Hice un aplique de un programa informático creado por mí-le contesté.

-¿Tú sabes lo que valdría ese programa en el mercado?

-No menos de dos millones de euros, es lo que nos dijeron el año pasado-contestó tía Claudia con naturalidad como si dos millones fueran moco de pavo.

-En Semana Santa lo utilizó para la INTERPOL y gracias a él pudieron detener a un famoso narco en la isla de Tenerife- aclaró mamá.

-¿Para qué te sirven tus Másters de Cambridge y Harvard?-dijo Julia a su marido.

Al escuchar el nombre de mi antigua universidad, anulé el programa y puse en pantalla el documento que me dio el rector ofreciéndome una beca.

Cuando David lo leyó, se quedó perplejo, hasta palideció.

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-¡Déjame verlo!-exclamó Julia al ver la cara que puso su marido después de leer el documento.

-Tú eres…el titular de este documento.

-¡Si!, soy yo y rechacé la beca. No quería trasladarme a vivir a Estados Unidos.

Por fin David reaccionó.

-En la universidad sólo se habla de ti. Seré tu profesor en primero y estoy orgulloso de serlo. ¿Qué te puedo enseñar que no sepas?

-Algunas cosillas-respondí humildemente.

-¿Cómo andas de inglés?-me preguntó Julia dejando a su marido con la boca abierta.

-Habla perfectamente inglés, francés y alemán-respondió mamá.

-¡Por fin encuentro a alguien para practicar!, la última vez fue con un camarero que lo chapurreaba -exclamó Julia.

-El primer día de clase te nombraré mi ayudante-insinuó David para darme confianza.

Como Ainhoa no se separaba de mí, se me ocurrió hacerle una foto con el móvil. La envejecí diez años y en la pantalla salió un bombón de mujer, ¡Era mi tipo! Lo que había estado soñando toda mi vida estaba a mi lado y sólo tenía ocho años de edad.

-Así serás tú cuando seas mayor-le dije a la sorprendida Ainhoa.

-¡Déjame ver a mi hija!-exclamó Julia.

-¡Está preciosa!, se parece a mí.

David quedó anonadado al contemplar la foto de su hija. Me pidió que le mandara a su correo la foto de su mujer y la de su hija.

La tarde fue muy larga para charlar de todo. Con Julia, practiqué un poco de inglés. Tenía buena pronunciación, pero le faltaba vocabulario. Se marcharon una hora antes que nosotros.

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Aquella noche dirigí el paseo nocturno. Nos alejamos un poco más de lo habitual. Lo hice con toda intención. Portaba un láser en mi bolsillo, lo cogí del cajón del mueble de los trofeos si que se dieran cuenta.

-Allí viven nuestros amigos-exclamé señalando un cuarto piso de un bloque.

-Nos trajiste intencionadamente, no lo puedes negar.

-¡Es verdad!, quería calcular la distancia que nos separan.

-Creo que la del balcón es Ainhoa y ahora se asoma su madre.

-Lo comprobaré.

-¿Cómo?

Saqué el pequeño láser y lo enfoqué al balcón. Al momento las dos se dieron cuenta y nos saludaron con la mano.

-¡Son ellas!-exclamó mamá devolviendo el saludo

-Vivimos a sólo diez minutos de ellos*.

Cuando regresamos a casa, no teníamos sueño, cosa inusual en nosotros.

-Con este calor no hay quién duerma-exclamó tía Claudia.

-¡Enséñanos las fotos que hiciste a Julia y Ainhoa!

-Esa chiquilla será una monería de mayor-dijo la tita.

Sentí la mirada de mamá en mi entrecejo. Intentaba adivinar mi pensamiento como siempre.

-Yo creo que te gusta-se atrevió a decir.

Confesé la verdad, ¡me gustaba!, pero no estaba dispuesto a aguantar sus ñoñerías. La diferencia de nivel intelectual entre nosotros, era abismal. Mientras yo jugaba a la bolsa como un adulto experimentado, ella estaría jugando con sus muñecas unos años más.

-Me gustan mayores y vosotras lo sabéis-confesé.

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Se quedaron con la miel en los labios, pero lo comprendieron

-Puedes educarla a tu antojo-refirió la tita.

-De eso ni hablar, ya la cortejaré cuando sea mayor.

-Son más de las doce, puedes chatear un rato con Nieves, tiene el turno de noche.

-¿Y qué le digo?

-Ya se te ocurrirá algo. No creo que tenga mucho trabajo a estas horas.

Nos equivocamos. Habían celebrado una boda y los últimos invitados abandonaban el parador.

-Aquí tengo a dos primos con una buena cogorza, quieren llevarme a bailar a una discoteca. Llámame luego.

No llamé, me acosté, el reflejo de la pantalla me produjo somnolencia. No obstante, me dejó un mensaje en el ordenador, decía: el próximo martes la ciudad estará de fiesta.

A media mañana volvimos al club. No podíamos perder el moreno. A mí me importaban tres pitos el color de mi piel, pero a las cursis de casa ¡no! Según sus comentarios, querían llegar al otoño perfectamente bronceadas para enfundarse sus trajes chaquetas neoyorquinos. Ya se los probaron en casa y tuve que opinar. Parecían dos divas de las pasarelas. Les encantó que las piropeara cuando desfilaron para mí. Los kimonos ya los usaban en casa dando un colorido oriental a la vivienda. Sólo les faltan un poco de polvo de arroz en sus rostros, recogerse el pelo y andar con pasitos cortos para ser dos auténticas geishas. Estaban preciosas.

Por la noche, llamó Raquel, disponía de dos días de descanso. Por la mañana temprano se presentó en casa.

-Aquí estoy como te prometí-dijo cuando le abrí la puerta.

Después de alabar nuestro moreno, nos pusimos manos a la obra.

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A través de Internet, entré en su cuenta bancaria, ¡tenía más de cincuenta mil euros!

-Soy una ahorradora compulsiva-me comentó.

Con su consentimiento, compré dos paquetes de acciones por valor de cuarenta mil.

-Las venderé dentro de cinco días para comprar otras.

-Tú haz lo que te apetezca, eres el experto, tienes carta blanca.

Cuando quieras ver tus ganancias, sólo tienes que acceder a tu cuenta para comprobarlo.

-Todos están pensando que repitáis la fiesta del año pasado, los padres de Laura están muy ilusionados-le dijo Raquel a Lola y a Claudia.

Como no nos podíamos negar, accedimos a celebrarla.

-Con una condición, que te encargues tú de avisar a los demás-le rogué a Raquel.

-Tendrás que invitar a la familia de tu mentor-insinuó mamá.

Claudia se encargó de explicarle a Raquel de quienes se trataban.

-Suena tu móvil-me dijo mamá.

Era un mensaje de Rocío, decía así:

“Papá ya está en Madrid, nosotras regresaremos el día catorce. Besos”.

-¡Cuatro más para la fiesta!-exclamé en tono jocoso.

Llamé a Yolanda y a Daniela, estaban veraneando en la costa levantina y se excusaron.

-Ya podéis ir a comprar chorizos, vienen las tragaldabas-exclamé en voz alta, pero por lo bajini pensé en mi mismo.

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CAPÍTULO. XI. 15 DE AGOSTO.

Diecisiete personas conté en la fiesta, sólo faltaron Yolanda y Daniela. Los primeros en llegar fueron los gaditanos. Lourdes trajo unos camarones congelados y harina de garbanzos para hacer tortillitas de camarones que tanto nos gustaron cuando las probamos en Cádiz. Charito, intimó rápidamente con Ainhoa y su hermano.

-¡Qué niña más grande!-exclamó Julia al ver por primera vez a Charito.

-De tal palo, tal astilla-dijo el profesor al compararla con Antonio y Rocío.

Rocío sacó del bolso de la madre, varios CD de sevillanas y tanguillos.

-Vamos a bailar-exclamó.

Sólo salió su hermana Charito. Los demás mirábamos sus evoluciones en la improvisada pista. Cuando Lourdes escuchó la música, salió de la cocina y se puso a bailar con el bombero.

Nos quedamos anonadados.

-En Andalucía todos sabemos bailar-exclamó Rocío.

-Lo nuestro va viento en popa, me comentó Raquel al oído.

-Lo que has visto no es nada, cuando vayamos invirtiendo más capital, las ganancias serán mucho mayores.

-¿Tú crees que…?

No deje que terminara la pregunta.

-En navidades podrás comprarte el ático. Tienes que dejar un buen pico para Hacienda, te lo reclamará en la siguiente declaración.

Estas palabras no le sentaron bien, pero reaccionó enseguida.

-El próximo año inviertes un mes y pago a Hacienda.

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Así solucionó Raquel su problema con el Fisco, trasladándome a mí la patata caliente.

Como anfitrión, tuve que atender a los invitados. Me senté junto a Agustín, el padre de Laura, en ese momento la música cesó. Mamá, Claudia, Paloma y Laura, pidieron a Lourdes, Rocío y Charito que les enseñaran a bailar sevillanas, les hacía mucha ilusión.

-Primero tenéis que aprender los pasos, después trabajaremos con las manos-exclamó Lourdes. -¡Vamos con la primera!

Mientras las improvisadas profesoras daban sus clases se acercó Antonio.

-Queremos conocer la ciudad de Plasencia y a tus amigas. Hemos decidido matricularla en enfermería.

-Nosotros estamos dispuestos a acompañaros el día que queráis.

-Dentro de tres días descanso, si te parece bien.

-Se lo diré a mamá y hablaré con Nieves. Para aprovechar el día, saldremos al amanecer.

-Seguro que mi hija Charito irá dormida, no le gusta madrugar.

-Paso, golpe, paso golpe, arriba, decían una y otra vez las profesoras a sus alumnas. (Estaban ensayando la primera sevillana).

Julia también se animó a las clases de baile. David se quedó sólo, me tocaba el turno de charlar con él.

-Buena fiesta tenéis montada.

-Es parecida a la del año pasado, sólo que en aquella se bailaron chotis y en ésta, sevillanas.

-A propósito ¿con qué fin estudiarás Económicas? ¿A qué te dedicarás cuando termines la carrera?

-A inversiones bursátiles y a dar conferencias por todo el mundo.

-¿Qué sabes tú de bolsa?-se atrevió a preguntarme.

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-¡Todo lo que hay que saber y un poco más!-contesté.

Me miró de arriba abajo sin entender mis palabras, quiso ponerme a prueba con algunas preguntas de los libros de texto.

-Si dispusieras de cierto capital ¿qué valores elegirías para invertir?

En ese momento empecé con mi primera conferencia y lo más curioso es que era para un solo oyente.

-Voy a generalizar un poco. El inversor más común es aquel que tiene un dinero y quiere conseguir una rentabilidad mayor de la que le ofrecen los bancos. Arriesga poco y siempre compra acciones de grandes empresas consolidadas (grandes bancos, petroleras, telecomunicaciones, siderurgias…) las ganancias anuales oscilan entre el quince y el veinte por ciento.

Me di un pequeño respiro.

-¡Continúa! ¡Continúa!-me dijo David que estaba embelesado con mi disertación.

-Después vienen las medianas empresas, son las mismas que las anteriores pero disponen de menos capital. Sufren altibajos aprovechables. Son muy interesantes, pueden fluctuar favorables o desfavorablemente al inversor. Muchas de ellas son absorbidas por las grandes empresas o se fusionan entre ellas para crecer o para tapar agujeros.

-Por último, están las acciones de empresas de alto riesgo. Ofrecen gran rentabilidad, pero te pueden llevar a la ruina si no dispones de información privilegiada. Ellas fueron esenciales en la crisis del 2.008 que duró hasta el 2.012. ¡Nunca invertiría en ellas!

-Cualquier profesor te daría un sobresaliente con lo que me acabas de contestar. ¿Tú en cual invertirías?

-Siempre en la mediana empresa. Sabiendo comprar y vender a tiempo puedes ganar más del cincuenta por ciento al mes.

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-Todo eso está muy bien, pero es sólo teoría. Llevarlo a la práctica es imposible.

Julia se acercó, había estado ensayando y venía sudorosa.

-Cariño, acércame un refresco, esas niñas no se cansan nunca (refiriéndose a Rocío y a Charito)

-Ángel, no te vayas lejos que aun no hemos terminado.

-Voy un momento a saludar a mis copilotos ahora que están descansando.

Me senté en medio de ellas. Paloma charlaba por los codos, ¡me gustaba su forma de ser!, de buenas ganas le hubiera echado los tejos*, pero no me habría hecho caso. Lo que me echó, fue su brazo derecho sobre mis hombros. Raquel hizo lo propio, me vi aprisionado entre las dos.

-No sigáis por esos derroteros, que me ponéis nervioso.

-A ti no te ponen nervioso ni las fotos del Playboy.

-Laura, ven un momento-gritó Raquel riéndose, recordando el viaje en que pedí la revista a Laura y ella iba de copiloto.

Laura cogió una cerveza y se acercó al grupo.

-¡No maltratéis a mi sobrino!-les dijo insultante, riéndose después, al contagiarse de la risa de las otras dos.

Cogió una silla y se sentó a horcajadas frente a nosotros.

-Gracias tía Laura por defenderme. Pensaba denunciarlas por acoso sexual a un menor. Cualquier juez les pondría una sanción de no menos de doscientos…besos cada una.

-¿Cuándo empezamos el castigo?-sugirieron las dos afectadas.

-Eso no es un castigo, es una recompensa-exclamó Laura, que también quería tomar parte.

Me adelanté a su maniobra envolvente como buen estratega, le di dos besos a cada una y me escabullí.

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David me llamó.

-Me dejaste con la miel en los labios-dijo al acercarme.

-¿Dónde lo dejamos?

-En la compra de acciones de mediana empresa.

-¿Qué quieres saber más de ellas?

-¿Cómo se puede averiguar las acciones que subirán?

-Es muy fácil, leyendo el periódico del día siguiente.

-“A toro pasado, cualquiera es valiente”

-¡Yo sé hacerlo!-respondí orgullosamente-, hasta ahora no me puedo quejar.

¿Cuántos miles has ganado?

¡Cinco!

¡Cinco mil!-gritó asustado.

-¡No! ¡Cinco millones de euros!, pero hace tiempo que no juego, tenemos gran parte del dinero invertido en letras del tesoro a corto y largo plazo y con lo que nos rinden, vivimos holgadamente. Dentro de tres años y unos meses, tendremos tres millones más, fruto de las inversiones a largo plazo.

- ¡Claudia, acércate un momento! Llamé a mi tía para que me echara un cable porque mamá seguía bailando.

-¿Qué quieres?

-Habla un rato con David, voy a picar algo a la cocina.

-Eres una mina de oro, me dijo David después de hablar con mi tita.

- ¿Tienes algún proyecto a la vista?-me preguntó.

-Estoy ayudando a mi amiga Raquel a comprarse un ático, se lo prometí el año pasado. En Navidad podrá habitarlo.

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Quería que le contara mi secreto, pero no había tal secreto, todo era intuición. No se despegó de mí hasta que acabó la fiesta y se marchó con su familia. Los últimos en abandonarnos fue la familia del bombero. Se quedaron más tiempo para que contactara con Nieves; el próximo viernes iríamos a visitarla.

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CAPÍTULO ONCE. TOMO UNA DECISIÓN TRASCENDENTAL.

Fuimos a la bella ciudad extremeña y pasamos un día inolvidable. Les encantó el trato agradable de la familia de Nieves. Noemí congenió con Rocío rápidamente, nunca había tenido una amiga tan grande y tan fuerte, quiso que se quedara unos días con ella. Rocío venía con lo puesto y nadie le podía prestar ropa, menos mal que se trajo un par de bañadores.

-¿Por qué no llamas a Inés y a Flor y pasáis la tarde en el río con ellas? -sugirió Fulgencio a su hija.

-A esas dos no hay ni que llamarlas, se va y nos quedamos los nueve.

Eso hicimos, nos presentamos los nueve en la casa chalet que tenían junto al pantano que abastecía de agua a la ciudad. La temperatura variaba en más de diez grados. Se estaba en la gloria. En la puerta de entrada tenían un baldosín con tres letras “FIN”.

Fue Charito la que preguntó.

-¿Por qué han puesto “FIN” si es el principio de la casa?

-La primera letra corresponde al nombre de Flor y las otras dos al de Inés-respondió Nieves.

-¡Mamá!, tienen un loro-grité con todas mis fuerzas.

Me acerqué y empecé a llamarle Paco, fue el primer nombre que se me ocurrió.

-¡Paco! ¡Paco!

En vez de repetir mis palabras, silbaba.

Se acercó Inés girando su dedo índice. El loro comenzó a girar sobre si mismo, ¡bailaba!

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Hice lo del dedo y otra vez empezó a bailar, ¡qué gracioso! Dos perros y varios gatos aparecieron para que les acariciásemos. Estaban bien alimentados.

Pronto cogimos confianza con las dueñas de la casa.

-¡Qué bien os lo montáis!-les dije, señalando la barra del bar de la casa.

Estaba repleto de bebidas, no les faltaba de nada. Hasta tenían una barbacoa de mampostería en el jardín.

-Aquí hay bebidas para todo el verano y si hubiera que reponer, se reponen y punto-exclamó Inés.

-También tenemos comida para un regimiento-concluyó Flor señalando varios congeladores.

-¡Una pista de baloncesto!-gritó Rocío cuando salió al jardín.

-¡Tienen una piscina!-gritó Charito.

Yo no dije nada, pero me acerqué a una pequeña huerta a contemplar los tomates y pimientos. Nunca los había visto en la mata.

-Son ecológicos-exclamó Nieves-, después los probaremos con sal.

-Flor, ¡sirve un güisqui con hielo a Antonio!

-Si me decís donde está el hielo, yo mismo me lo sirvo.

Tanto Inés como Flor, estaban negras de tanto sol. Nosotros no íbamos a la zaga, sólo Noemí y Nieves desentonaban. Nos bañamos en la piscina y en una gran toalla sobre el mullido césped, me tumbé. Algunos me imitaron, otros, prefirieron las confortables hamacas. En los arriates laterales abundaban las flores, Claudia se acercó a olerlas.

-¡Qué bien huelen!-exclamó.

Antonio y Lourdes se sentaron en un banco de piedra, la mesa exterior también era del mismo material.

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-Será para que no se la roben-exclamó Charito que nunca había visto una mesa de piedra.

-¡Qué graciosa es mi niña!-exclamó Lourdes-. Eres gaditana de pura cepa.

Estuvo graciosa, lo reconozco, y la respuesta fue espontánea.

Antes de anochecer, encendieron la barbacoa.

-Esta noche os quedaréis todos aquí haciéndonos compañía, tenemos camas para todos-propuso Inés.

No nos desagradó la idea. Las que más se alegraron fueron Rocío y Charito al contemplar cuatro bandejas de chuletas y costillas.

-Espero que seáis de buen comer-dijo Flor-, lo que sobre, para los animales.

-Estas dos son capaces de comerse al padre-solté por lo bajini mirando los ciento veinte kilos de Antonio.

Claudia y Lola admiraban la buena organización de las dueñas.

-A nosotras no nos importaría dormir en una hamaca contemplando las estrellas-exclamaron ante la sorpresa de todos.

-Y a mí en una tienda de campaña como un buen “boy scout”-exclamé, recordando algunas excursiones de mi colegio de New York con el señor Matute*.

-Tenemos de todo, si Antonio nos ayuda, montaremos una tienda en un santiamén-exclamó Flor dirigiéndose a un cuarto almacén donde guardaban dos tiendas azules canadienses de cuatro plazas.

Mientras Antonio montaba una, yo monté la otra. Terminamos a la par.

-¿Dónde aprendiste a montarla?-me preguntó mamá.

-En mi época de scout.

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No hubo más preguntas. El tufillo de la carne asada inundó toda la zona del césped. Lourdes volteaba la carne con unas largas tenazas para no quemarse. Hice señas a Flor para decirle algo al oído.

-¿No tendréis por casualidad…?

-¡Aquí nunca falta! Lo hacemos nosotras mismas, ¡ven y te lo enseñaré!

Largas tiras de carne seca colgaban del cuarto despensa. Cogió varias de ellas, las cortó a trozos y en un plato las llevó al jardín.

-¡Charito! ¡Rocío! ¡Probad esto!-grité con todas mis fuerzas a las dos hermanas.

La carne seca no tenía buen aspecto, el color oscuro denotaba más tiempo de curación, pero de sabor era exquisita.

-Esto son tiras de chorizo sin tripa-exclamó la pequeña.

Rocío le preguntó a Noemí:

-¿Qué es?

-Tasajo-respondió.

-¿Cómo se hace?

-¡Pregúntaselo a Flor o a Inés!

Todos estuvimos atento a las explicaciones que nos dieron, sobre todo Lourdes, como buena cocinera. Yo de lo único que me enteré era, que llevaba una cabeza de ajos machacada por cada kilo de carne.

Como moscas a la miel, nuestras manos rebañaron el plato. Lourdes gritó:

-¡Las primeras chuletas y costillas están listas!

Cada uno cogió un plato y se acercó a la barbacoa para servirse. Me quedé pensativo en el banco de piedra, no me apetecía el asado, las chuletas eran enormes, me recordaron al chiringuito de las cataratas del Niágara.

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-¿No te gusta la carne asada?-me preguntó Inés.

-¡Si!, pero prefiero los chorizos.

-Coge tu plato y acompáñame.

Momentos después regresé con rodajas de chorizo y lomo embuchado.

Mamá y tía Claudia sospecharon algo cuando me vieron desaparecer en el interior de la vivienda con una de las dueñas.

-¡Bribón!-exclamó tía Claudia al contemplar mi plato repleto de embutidos.

Mamá no dijo nada, pero cogió varias rodajas para saborearlas. Tía Claudia también probó. Las dos se quedaron en el banco de piedra haciéndome compañía.

-No me importaría pasar un verano entero en este lugar alejado del mundanal ruido. Aquí se respira tranquilidad.

Flor, escuchó mis palabras y se acercó.

-El chalet de al lado es de nuestro tío Pablo, ahora vive en una residencia y lo vende. Nosotras somos sus herederas y no creo que pida mucho por él. La casa es mucho más antigua que la nuestra, sin embargo, la parcela es mayor, tiene hasta seis cerezos con más de cincuenta años; los plantó él mismo cuando sólo era una parcela.

-¿Qué hacéis con las cerezas de vuestro tío?

-Nos las comemos y cuando tenemos muchas las regalamos.

Flor, llamó a Inés, estaba mejor informada. Cuando nos dijo lo que quería su tío por la casa, exclamé:

-¡Menos que el ático de Raquel! ¡Esto es una pasada! Una casa a tan sólo siete kilómetros de la ciudad y a dos horas de Madrid con una parcela de tres mil metros cuadrados. Es una ganga.

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- ¿En qué estás pensando, Ángel?-me preguntó mamá sabiendo que en ese momento mi cerebro trabajaba a toda velocidad.

-Dentro de quince días hay que renovar un paquete de deuda soberana a corto plazo. En vez de renovarlo, podíamos invertir en propiedades.

-Si queréis, mañana me acerco al piso de Plasencia y cojo las llaves.

En el otro lado del jardín, Noemí convencía a Rocío para que se quedara unos días en la ciudad.

-Mamá, si nos quedamos un par de días, Rocío se puede quedar con Noemí y regresar con nosotros a Madrid. Intenta convencer a sus padres, ¡por fa!

Dormí en un colchón hinchable dentro de una de las tiendas. Me tuve que arropar con una manta por culpa de la humedad. Cuando desperté, mamá y la tita dormían placenteramente a mi lado en otros colchones individuales. Se cansaron de la hamaca, de contemplar las estrellas y acabaron refugiándose en la tienda, como buenas scout.

Antonio, Lourdes y Charito, se marcharon antes del alba. Lola y Claudia, fieles a sus tradiciones, se levantaron como dos zombis en busca de café.

-Tenemos la llave del chalet de mi tío Pablo. Cuando queráis vamos a verlo. Podemos ir por la parte delantera o por la orilla del pantano.

-Si la puerta principal sólo está a cuarenta metros, iremos por un sitio y regresaremos por el otro-opiné.

La vivienda era más pequeña, sin embargo, disponía de un enorme cuarto pegado a la casa, servía para guardar trastos y herramientas.

-De aquí saldrían perfectamente dos dormitorios grandes y un buen cuarto de baño-dijo la tita con aires de arquitecto.

-La casa necesita una remodelación completa-opinó mamá.

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-Y otros muebles, estos no me gustan, son antediluvianos. Si compramos, me gustaría vivir a gusto-les dije a mis dos mamás

Mamá y su hermana, que de tontas no tenían ningún pelo, posaron sus miradas en dos muebles, un trinchero y una cómoda. Eran los más viejos de la casa por lo menos a mí me lo parecieron.

-Claudia, ¿estás pensando lo mismo que yo?-preguntó mamá a su hermana después de tocar los muebles.

Ésta asintió con la cabeza.

-¡Son de caoba maciza!-dijeron al unísono-. ¡Veamos los demás muebles!

Dos camas con sus respectivas mesitas de noche y un ropero, eran de la misma madera.

-Habrá que avisar a un buen ebanista para que los limpie y los barnice sin escatimar gastos. Siempre saldrán más baratos que unos muebles nuevos, y unos muebles de caoba,” no son moco de pavo”*-exclamó la experta.

-La última frase te quedó preciosa-le dije a Claudia.

-Esto es como un chalet en la sierra, pero con un río en la puerta de casa, ¡el río de las cerezas!-exclamó Flor que vivió muchos años en Madrid.

-Al coche también hay que buscarle vivienda, no debe acalorarse de día ni humedecerse de noche-opinó la tita.

Hicimos más de cincuenta fotos de la casa y de las habitaciones. Debíamos estudiar bien todos los rincones. Tía Claudia se encargaría de toda la decoración, primero con bosquejos y después con muebles reales. Mamá y yo le daríamos el último toque.

Nos dieron la tarjeta de su abogado para que el nuestro se pusiera en contacto con él. En menos de un mes tendríamos todo a nuestro gusto.

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Si queréis comprar algo para llevaros a Madrid, hay un Carrefour a ocho minutos en coche-recomendó Inés.

-Aquí estoy muy a gusto, iremos mañana, hoy nos dedicaremos a holgazanear.

-Me hace falta otro café con una tostada.

-¡Volvamos a la casa!

Nieves se acababa de levantar, no tenía prisas, hasta las cuatro no entraba a trabajar.

-Se quedaran dos días más- le dijo Flor a Nieves.

-El pequeñajo es mío, yo lo vi antes. No intentéis conquistarle. Continuó la conversación en inglés para que no se enteraran, después se pasó al francés para variar.

-Da gusto practicar idiomas contigo, utilizas palabras que mejoran mi vocabulario-me dijo.

-Nieves, se te olvida el beso-le dije con desparpajo.

-Según Nieves, eres más listo que el hambre-dijeron sus amigas.

Ante ese elogio, moví la cabeza a ambos lados.

-Prometo enseñarte alemán durante las vacaciones. Cuando alcances mi nivel, lo perfeccionaremos juntos, el señor Internet será nuestro profesor -le dije a Nieves.

-¡Te tomo la palabra!, pero nunca llegaré a tu nivel, manejas mucho vocabulario y a veces me quedo en ascuas -exclamó toda ilusionada de la oferta recibida.

-¿Conoces a un buen ebanista?-le preguntó mamá a Nieves.

-En el trabajo tengo el teléfono de uno, es el encargado de las restauraciones del parador. Si queréis, le aviso esta tarde cuando me reincorpore al trabajo-exclamó Nieves.

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-Cuando le llames, le das esta dirección para que venga a recoger todos los muebles. No quiero ensuciarlos durante las obras-le contestó tía Claudia erigiéndose desde ese momento en directora reformadora.

Después de un opíparo desayuno con magdalenas, me acerqué al pantano a echar pan duro a los peces. Mientras, mamá y la tita comentaron el lucrativo negocio de antigüedades que tuvieron en Madrid, por eso entendían tanto de maderas nobles.

-A las doce y media nos vamos todos a la plaza-dijo Inés.

Nieves sabía a qué iban a la plaza, ¡pero nosotros no!

-Nos tomaremos unos chatos y volveremos comidas para dormir mejor la siesta-especificó Flor.

¡Se sabían todas las tascas de las callejuelas de la plaza y sus alrededores! Sólo pagaban la bebida, las tapas eran gratis y ¡vaya tapas!

-Allí tienen paella- exclamó una.

-Pues en aquel otro hay caldereta de cordero y torreznos- replicó la otra.

Se conocían los bares al dedillo.

-¿Quién ha pedido este plato de jamón?-pregunté por si era una confusión del camarero.

-¡Es gratis!, podéis coger, nos lo regalan con las consumiciones.

-En esta ciudad están locos regalando las tapas-exclamó mamá.

-El bar que no regala las tapas, se queda sin clientela, prefieren ganar menos pero tener siempre el bar lleno-aclaró Nieves.

-La última la pago yo en el parador-dijo Nieves que estuvo todo el tiempo tomando cerveza sin alcohol para no ir “tarumba”* al trabajo.

Regresamos a las cuatro a dormir la siesta. Noemí y Rocío habían sacado algunas cosillas del frigo y comieron por su cuenta. Unos minutos

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después de las seis, escuchamos el claxon de un camión y a continuación el timbre de la casa.

-¡Buenas tardes!, me llamo Pepe, soy ebanista y me manda Nieves la del parador. Vengo a recoger unos muebles para restaurarlos.

Enseguida reclamamos la presencia de Claudia para entenderse con él, era la experta. Claudia, cogió las llaves del chalet de Pablo y desaparecieron. Nosotros, continuamos charlando. De cuando en cuando escuchábamos el ir y venir de los dos empleados de Pepe cargando los muebles al camión Cuando volvió una hora después, traía una sonrisa de oreja a oreja.

-Todo arreglado, dentro de veinte días estarán los muebles de vuelta-exclamó frotándose las manos.

-¿Nos saldrá muy caro?-preguntó mamá interesándose por la economía familiar.

Claudia calló, pero su sonrisa socarrona la delataba. Por algún motivo importante, estaba retrasando la respuesta. Siempre tuvo buena labia para los clientes cuando había que vender o comprar algo en la tienda de antigüedades, por eso, mamá y yo confiábamos en ella a la hora de hacer tratos.

-Tu tía consiguió la restauración gratis. No tendremos que soltar ningún euro-respondió mirándome, como si yo le hubiera formulado la pregunta-. Nos pusimos de acuerdo enseguida, le regalé todos los demás muebles. Piensa arreglarlos para venderlos a buen precio. Ya tenemos la casa despejada y parece mucho más grande, habrá que hacer más fotos para ubicar los nuevos muebles.

Contemplando el firmamento por la noche, vimos una estrella fugaz.

-¡Pide un deseo por los tres!-exclamó mamá.

Lo hice y se me concedió mientras dormía. Hablé con mi difunta madre, apareció de joven con la edad de Claudia, ¡qué guapa era! Me dio varios consejos que tenía que seguir a rajatablas. Desperté sobresaltado

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volviendo a la realidad, había amanecido. Lola y Claudia iban por su segundo café. Sus caras denotaban preocupación, estaban algo descompuestas, presentí algo.

-¿Qué deseo pediste anoche?-me preguntaron intrigadas.

-Hablar con mi difunta madre.

-Y te aconsejó que no fueras a la universidad, ¡a qué si!

-¿Cómo lo sabes?

-Ni que volvieras a viajar en avión.

-¿Sois adivinas?

-Hemos tenido un sueño compartido.

-Me confesó, que te quisiera con todas mis fuerzas como lo hizo ella.

-A mí me dijo, que nunca podría tener dos mamás mejor que vosotras.

Nunca la familia se había sentido tan acongojada, ni tan unida, como en estos momentos. Esta situación, la grabaría en mi memoria con otras anteriores, para recordarla siempre. Sé que las decisiones que voy a tomar, cambiarán mi vida, ¡no me importaba! Yo siempre hice lo que mamá me aconsejó y nunca se equivocó. Anularía la matrícula en la universidad y me dedicaría de lleno a los amigos y a la familia.

-Sentémonos tranquilamente a reflexionar-ordenó mamá.

-Sopesemos las ventajas y los problemas para adoptar una decisión conjunta -dijo Claudia.

-Lo de no montar en avión, está claro, puedo desaparecer en un accidente como lo hice la otra vez. ¡Es una pena!, pero ya no volveremos a viajar con nuestros amigos. En la universidad, sería un conejillo de india. Más de uno sentiría envidia, incluidos los profesores. La popularidad podría destrozarme. Mamá tenía razón, no debo seguir estudiando, todo lo que haga, lo haré a través de Internet.

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Flor e Inés, llegaron tarde a nuestra conversación y se quedaron “in albis”*, no entendían nada de lo que hablábamos.

Cogí el portátil para comunicarme con nuestro abogado. Debía agilizar los trámites para la compra del chalet. La transferencia la haría yo mismo con el portátil.

La compra se realizó como estaba previsto, la propiedad se puso a nombre de los tres como si fuera una sociedad. Por indicación mía, nuestro abogado bautizó la sociedad con el nombre de “CLAN” (“C” de Claudia, “L” de Lola y “An” de Ángel). Todo lo que comprásemos de ahora en adelante pasaría a la sociedad.

Hoy comienza el otoño, los albañiles y pintores se marcharon ayer, estamos esperando los nuevos muebles. Dos técnicos están colocando en el tejado tres placas fotovoltaicas y un pequeño pararrayos en la parte de atrás de la casa, en un lateral de la zona verde. La vivienda disponía de cinco dormitorios, en dos de ellos podían dormir hasta cinco personas. También disponíamos de varias tiendas para practicar la acampada sobre el césped. Nuestros amigos madrileños estarán encantados de tener otro sitio donde veranear. Hasta que no empiecen las primeras lluvias, permaneceremos junto a nuestro río.

-Claudia, ¿has pensado en los cuadros para rellenar las paredes de la casa?- preguntó mamá a su hermana.

-Si tenéis alguna idea, me gustaría conocerla.

-¿Y si mandáramos ampliar algunas fotos de nuestros viajes para enmarcarlas?- sugerí-. Serían la envidia del que las contemplase.

Había dado en la diana, era una idea maravillosa.

-En la próxima casa que compremos, te contrataré de decorador- respondió Claudia.

-Mamá, coge un CD de tu bolso y vamos al portátil para elegir las fotos.

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No fue tarea fácil la elección, cada foto seleccionada debía ser aceptada por los tres.

-Llamemos a nuestras vecinas y que se involucren. Necesitamos el consejo de alguien ajeno a la familia.

Cuando Inés y Flor contemplaron las fotos, fliparon. Fuimos eligiendo entre todos las más emblemáticas de nuestros viajes. La lista definitiva quedó así: los cerezos de Jerte, la estatua de la Libertad, la terraza del Empire State, Harvard, las cataratas del Niágara, de día y de noche, con Rosa en Cancún, una que hice dentro de la cabina del avión rompiendo las nubes, la de nuestros amigos gaditanos, la composición cuando Antonio me cogió en sus dos brazos y por último, la del hotel de New York con toda la tripulación.

En la tienda de fotos donde nos llevaron Inés y Flor, se frotaron las manos. El tamaño elegido por Claudia de las ampliaciones, costaba un pastón. Para el dueño de la tienda sería un pastón, para mí, una bagatela- pensé, mientras Claudia pagaba religiosamente después de esperar más de una hora.

Ahora, iremos a enmarcarlas- exclamó mamá con la bolsa de las ampliaciones en su mano.

El enmarcado no estaría hasta el día siguiente. Mis dos mamás, eligieron el marco adecuado a cada foto.

-Tendremos que comprar las cortinas a juego con los marcos- insinuó Claudia.

Nuestras vecinas, eran conocidas del dueño, por eso, nos enviaría los cuadros al chalet.

En dos días, los muebles estuvieron instalados, y los cuadros colgados según las indicaciones de Lola y Claudia. A última hora, colocaron una antena parabólica para mejorar la imagen de nuestros receptores. Por la noche, volví a soñar con mi madre. Me comunicó, que en breve se reencarnaría en una niña preciosa, pero desconocía la ciudad donde

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nacería, no obstante, me dejó bien claro, que si alguna vez nos encontrábamos, usara la contraseña secreta.

-Después de reencarnarme, ya no podré comunicarme contigo- me dijo con tristeza al final del sueño.

- No me acuerdo, no me acuerdo-repetía como un papagayo una y otra vez por la mañana delante de una taza de cola cao fresquito.

-¿De qué no te acuerdas?-me preguntó mamá Lola intrigada.

Tuve que explicar a mis dos mamás, el último sueño.

-La contraseña era una palabra para identificar y autentificar nuestros mensajes. Era una palabra fácil y se leía al revés.

-¡Ya está! Era mi nombre al revés. Se leía leña, pero se escribía “legna”*.

-Si tu madre naciera hoy, sería un bebé y tendría ocho años y medio menos que tú, ¡sólo un milagro os volvería a reunir!

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CAPÍTULO DOCE. TODOS FELICES Y CONTENTOS.

Hasta finales de Octubre permanecimos en el chalet. El bombero y su familia nos visitaban casi todos los fines de semana cuando iban a ver a su hija. Antonio, nos propuso construir una gran parrilla de granito en el jardín como la que tenían Inés y Flor, incluso, trajo un diseño muy bonito de una revista. Constaba de dos partes individuales, una con rejilla y la otra con plancha, así, mientras en una se asaba en la otra podías hacer una buena paella, sólo había que comprar los materiales. La reja y la plancha serían abatibles para facilitar el encendido y la limpieza y correrían por su cuenta, era un regalo que nos pensaba hacer. Según me comentó Rocío, uno de los compañeros de su padre poseía una fragua en uno de los pueblos cercanos a Madrid.

Rocío, estaba muy contenta en la universidad. Tenía el carnet federativo de voleibol y ya jugaba en el equipo de la ciudad. Los estudios y los entrenos no le dejaban apenas tiempo para divertirse. Algunas veces se iba al parque de los patos con Noemí para estudiar, pero en vez de estudiar, se tumbaba a la bartola admirando las ramas de los pinos y el ir y venir de los gorriones, abundantes en la arboleda.

Los padres de Laura nos invitaron a pasar con ellos la Nochebuena, aceptamos. Agustín y Eugenia eran mis abuelos, según palabras de Laura.

-Dentro de unos días recibirán el regalo de Reyes-les anuncié mientras cenábamos.

Les había comprado una tele de plasma con los mil euros que me regaló Raquel después de amueblar su ático. Cuando fueron a entregar el televisor, quisieron echar a los repartidores, creían que era un timo. Menos mal que uno de ellos les dijo que era de parte de su nieto Ángel. Me llamaron rápidamente para darme las gracias.

-Ya podéis ver bien los toros y el fútbol- les dije a través del inalámbrico.

-Y los cotilleos, y las películas que tanto nos gustan-contestaron.

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Laura prometió llevarles a pasar algún fin de semana al chalet. Era una buena terapia para desconectar de la capital y cambiar de aire.

Inés y Flor limpiaban el polvo de nuestra vivienda una vez a la semana cuando nos ausentábamos. No me olvidaba de ellas, pensaba hacerles un buen regalo.

-Si venís a pasar el fin de año os encontraréis con una sorpresa agradable-nos dijeron.

Ya conocíamos la carretera de memoria. Los cinco cerezos los habían llenado de bombillitas de colores de bajo consumo. Cuando los encendimos, aquello parecía una discoteca. Nieves estaba de vacaciones, tenía una semana libre. Ella y Noemí no se separaron de nosotros los tres días que permanecimos en la ciudad.

-Volveremos en marzo a ver los cerezos en flor, procuraremos traer algunas amistades para hacer algunas excursiones por el valle de las cerezas.

Estaba pensando en nuestra tripulación.

-¡Este año comeremos cerezas de las nuestras!-exclamó mamá.

-¡Y gratis!-replicó tía Claudia.

Inés y Flor nos informaron, que los cerezos daban más de cincuenta kilos cada uno. Qué habría cerezas para todos, incluso para regalar a diestro y siniestro.

-¿Qué os parece si…? -no me dejaron terminar.

-Lo que tú quieras, cariño-exclamó una.

-Haz lo que te venga en gana-respondió la otra.

-¡Confiamos en ti! –dijeron las dos.

-Gracias por el voto de confianza. Tenéis veinticuatro horas para anotar lo que queráis en un papel, ¡lo qué queráis!-repetí- ¡sin escatimar gastos! Es una orden del hombre de la casa.

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Me dejaron solo, se marcharon cuchicheando a la cocina.

Media hora después, ya las tenía allí.

-¿Podemos anotar joyas?

-¡Todo! Podéis anotar todo.

Durante la cena, no pudieron aguantar más.

-Nos sobró tiempo, ¡aquí tienes la lista!- dijeron, entregándome un folio escrito por ambas caras.

Leí en silencio sus peticiones, mientras calculaba mentalmente su valor.

-¿No dices nada?-me preguntaron.

-¡Se os olvidaron los zapatos! ¡Anotadlos!-contesté entregándoles el folio.

Anotaron una docena de pares cada una.

-¡Ahora si está completa la lista!-exclamó una- ¿Para qué la quieres?-preguntó la otra.

-Dentro de un mes, lo tendréis todo. Quiero aprovechar mis conocimientos de bolsa para ganar dinero a punta pala, será una forma de entretenerme durante una temporada, si no lo hiciera, ¡sería tonto! Con dinero, puedo hacer la vida más agradable a la familia y a los amigos.

Un mes después, hice un stop y recogí ganancias. Una parte para hacienda, otra para la familia, otra para los amigos y el resto para la buchaca.*

Toda una semana estuvimos de tienda en tienda. Hasta que la última palabra del folio no estuvo tachada, no descansamos. Mamá y la tita estaban locas de contentas. Cambiaron la bisutería por oro y las bolitas de nácar, por perlas auténticas. Hubo cambio de vestuario completo.

-Mañana os haré un regalo.

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-¡Otro!-contestaron sin saber de que iba la cosa.

Como sobró mucho dinero de las ganancias, decidí impresionarles, y lo conseguí. Le compré un abrigo de visón a cada una. Estaban tan contentas, que comenzaron a gastarse bromas entre ellas.

-Tu novio está muy generoso, ¡algo querrá de ti!-insinuó Lola a Claudia

-Tu marido está tirando la casa por la ventana, algo oculta-respondió Claudia a Lola.

Al principio, callé para mis adentros, pero no pude aguantar.

-¡Así os tendré toda la vida! ¡Viviréis como reinas! Cualquier deseo que tengáis, se cumplirá. Seré una especie de Aladino con su lámpara maravillosa.

-Ángel, ¡no podemos quererte más de lo que te queremos! ¿Qué haremos para agradecerte todo lo que haces por nosotras?

-¡Nada!, seguir queriéndome.

-¡Vamos a seguir con las sorpresas!-exclamé mientras marcaba el número de Nieves.

-El próximo viernes por la tarde os quiero a las tres en el chalet, tengo una sorpresa para vosotras-le comuniqué a Nieves-, trasmíteselo a Noemí y a Rocío.

Cuando regresamos, estaban esperándonos en la casa de Inés y Flor.

-¿Qué sorpresa tienes para nosotras?- me preguntó Noemí.

-¡Mañana os compraré una moto a cada una!

Sabían que yo no gastaba bromas y decía las cosas por derecho, por eso se pusieron a saltar. El loro se puso a dar vueltas como si también fuera a comprarle una moto.

-¿Y nosotras qué?-dijeron Inés y Flor por decir algo.

-¡Pedid lo qué queráis!

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Le tenemos echado el ojo a una ranchera de segunda mano, está fabulosa y apenas tiene un par de miles de kilómetros.

-¡Mañana será vuestra!, pero esta noche nos invitáis a cenar en vuestra casa, mamá y tía Claudia no quieren cocinar.

Durante la cena, escuché a Nieves quejarse de los cambios de turnos del trabajo.

-Me tienen de comodín, cada vez que falta alguien, el turno es para Nieves. Eso me pasa por no ser la directora.

Las palabras de Nieves se quedaron grabadas como si tuviera una espina clavada en el corazón. Ya se me ocurrirá algo-pensé.

-Mira la parte buena de tus cambios de turnos- exclamé para mejorar su estado de ánimo.

-¿Dónde está la parte buena?-preguntó.

-Que nunca te pones enferma, estás más sana que un roble extremeño.

-Ahí llevas razón, todavía no he cogido ninguna baja. La última vez que estuve pachucha, fue por la muela del juicio y de eso ya hace casi dos años.

-Cuando llegue la primavera y el tiempo mejore, te veré todos los días, tú eres la mejor medicina para mi estrés. Te quiero como si fueras mi hermano pequeño.

Los padres de Nieves nunca habían oído hablar así a su hija, por eso, me miraron fijamente aceptándome enseguida en el núcleo familiar.

Al pagar las motos, les regalaron el casco y con el coche, la radio y el navegador.

Varios días después, me llamó a Madrid.

-Noemí y Rocío están locas con su moto, gracias Ángel. Ayer entregué los tres mil para obras sociales. Me preguntaron el nombre del

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donante y yo les dije que fue ¡un ángel!, después, di el nombre de tu madre. Ahora figurará como benefactora.

-La próxima vez, puedes dar el nombre de la sociedad, así reduciremos impuestos a la hora de la declaración.

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CAPÍTULO TRECE. SOLUCIONO EL PROBLEMA DE NIEVES.

Las palabras de Nieves sobre el exceso de trabajo bullían en mi mente. ¿Por qué no?-me preguntaba- ¡Sería tonto si no lo hiciera! Esta última frase se escapó en voz alta mientras reflexionaba.

-¿Qué te traes entre manos esta vez?-me preguntó mamá.

La tita no dijo nada, estaba en la cocina y no escuchó mis comentarios.

-¿Te gustaría vivir de vez en cuando en una suite de lujo?

Mamá quedó anonadada, no tenía ni la menor idea de mis intenciones.

-¡Claudia! ¡Ven un momento!-gritó mamá a su hermana.

-¿Dónde está el fuego?-contestó por los bocinazos de mamá.

La tita apareció secándose las manos en el delantal.

-¡Siéntate!, nuestro niño tiene una idea nueva. Ahora, dile a mi hermana lo que me has dicho a mí hace un momento.

-Sólo le dije que si le gustaría vivir en una suite de lujo como una reina. A ti también te remito la pregunta.

Ninguna de las dos había estado en una suite y en estos momentos lo estaban pensando.

-Debe ser maravilloso dormir en una suite de lujo-dijeron las dos embelesadas.

-El dormitorio principal para vosotras, yo me conformo con uno más pequeño junto al vuestro.

-¿Qué locura se te ha ocurrido esta vez?

-Pienso invertir fuerte en hostelería.

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En estos momentos era aquel Ángel de New York seguro de sus decisiones, sin amilanarse por nada.

-Mañana sin falta nos vamos a Plasencia. A propósito tita ¿cuánto tenemos de fondo?

-Unos ochocientos mil, si los necesitas, son tuyos.

-Sólo necesitaré medio millón, en cinco meses se convertirán en más de tres millones. Aprovecharé mi olfato ganador para invertir, me exprimiré al máximo. Voy a construir un hotel en Plasencia y pondré a Nieves de directora. Es una sorpresa. Veremos la cara que pone cuando se lo proponga.

-Se quedará de piedra-dijo mamá.

-Te comerá a besos-exclamó la tita.

- Luisa, se encargará de la publicidad a través de su agencia de viajes y sus amistades.

-¿Tendrás todos los cabos bien atados?- preguntaron.

-Todos ¡no!, pero entre todos los ataremos y no quiero lazadas, quiero nudos.

-Tengo que hablar muy seriamente contigo-le dije a Nieves por teléfono delante de mis dos mamás.

-No te irás a declarar, porque el ¡si! lo tienes asegurado- respondió Nieves, haciendo reír a mamá y a la tita al escuchar la respuesta de la placentina.

Hablamos de cosas triviales y quedamos en el chalet de Inés y Flor a la hora de comer del día siguiente.

El trayecto se nos hacía cada vez más corto, por eso llegamos a las doce. Nieves, aun no había llegado. Inés y Flor tampoco estaban, pero pronto aparecieron con la ranchera, traían suministros para una temporada.

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-Me quedé dormida, anoche me acosté tarde por culpa del trabajo-dijo Nieves disculpándose por llegar un poco tarde a la cita.

A continuación, nos sentamos los seis alrededor de la mesa. Flor nos preparó unas tazas de chocolate calentito para calentar el cuerpo. La temperatura exterior no alcanzaba los seis grados, eso, unido a la humedad del pantano, hacía que la sensación térmica bajara cuatro o cinco grados más, hacía frío de bufanda e incluso de pasamontañas. Inés, encendió la chimenea con pequeñas astillas y varios troncos, subiendo rápidamente la temperatura del salón.

-¿Qué queréis decirme?-preguntó Nieves.

-¡Díselo tú!, tuya fue la idea-insinuó mamá.

-¿Quieres trabajar para nosotros?

-¿De qué?-preguntó asombrada Nieves por tan extraña propuesta.

-Directora de un hotel, te parece bien.

-Ángel, no te burles de mi, es la ilusión de toda mi vida-dijo con unas lagrimillas en sus ojos.

- Yo siempre hablo en serio y todos lo sabéis-afirmé rotundamente sin pestañear.

-¿Y dónde está el hotel?

-Ahora en ningún sitio, pero te prometo abrir uno en verano. Tengo dos opciones: construir uno a las afueras o comprar uno de los palacetes de la ciudad que esté en venta y adaptarlo. El edificio tendrá dos plantas con diez habitaciones cada una además de una suite en cada planta. Constará de dos ascensores y en la planta baja una cafetería y seis dormitorios. La suite del segundo piso será para la familia y nunca se alquilará. Tu primera misión será enterarte si se vende algún palacio de la ciudad y además te encargarás de contratar a diez personas de tu confianza, todas deben hablar inglés o francés, quiero un hotel bilingüe.

-Le podemos decir a nuestro abogado que se encargue de buscar el edificio-insinuó Inés.

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-Os lo iba a pedir, desde este momento será también nuestro abogado.

-¿Por qué no damos un paseo por la ciudad y anotamos los edificios más interesantes?-opinó Flor.

Aceptamos la sugerencia y nos fuimos todos a chatear a la plaza. A las seis, el abogado iría a visitarnos. Tomamos buenas notas de varios edificios cercanos a la plaza. Gonzalo el abogado, se encargaría de hacer una buena oferta a los dueños.

-¿Hasta dónde puedo llegar?-preguntó Gonzalo después de aceptar nuestra oferta de trabajo.

-A la hora de comprar debe ser muy prudente. Solamente si son reacios a vender se les hace la oferta. Por el palacete más grande del siglo XVI puedes llegar a los dos millones. Es una oferta tentadora, el edificio está cerrado y no se utiliza, no creo que la rechacen. Tu comisión está en el regateo de esa cantidad-le dije a Gonzalo en representación de la familia.

-¿Cuándo empiezo?-preguntó Gonzalo pensando en los pingües beneficios que pensaba sacar en el regateo.

-Puedes ir sondeando el terreno, hasta junio no se efectuará la compra.

Cuando se marchó, continuamos charlando sobre el proyecto.

-¡Preguntad lo que queráis!-exclamé a ver a las cinco con la boca abierta-. Tengo respuestas para todo.

-¿Cómo se llamará el hotel? ¿De cuantas estrellas será?-preguntó Inés.

- Será de tres estrellas, pero daremos un servicio de cuatro. El nombre es muy simple. Si mamá y la tita van a vivir en una suite como reinas, el hotel se llamará “CLAN REAL”* y abrirá sus puertas a principios de agosto.

-¿En qué piensas Nieves?

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-No me puedo creer que hagas todo esto por mí.

-Ya te dijimos que nuestro Angelito se involucra con sus amigos sin escatimar gastos-le contestó mamá.

-¿Cuánto te piensas gastar en total?-preguntó Flor.

-Unos tres millones y medio. Quiero un hotel de lujo con precios muy competitivos. La plantilla constará de: directora, secretaria contable, dos recepcionistas, cuatro para el servicio de habitaciones, dos para el bar y otras dos plazas para seguridad nocturna que harán las veces de conserje durante la noche. La limpieza exterior y el mantenimiento, correrá a cargo de contratas. Todo el personal lo escogerá Nieves. Desde este momento ya puedes iniciar la selección, tienes carta blanca. Los contratos de trabajo tendrán fecha de uno de agosto y los sueldos serán bastante apetitosos. No creo que ningún establecimiento hostelero de la zona pague lo que nosotros vamos a pagar.

Tía Claudia y su hermana estaban cuchicheando entre ellas y no lograba entender lo que decían.

-¡Podéis hablar más alto! Estamos aquí para poner todas las cartas al descubierto.

-Queremos hacerte un regalo y será Nieves la encargada de dártelo-dijo tía Claudia mientras mamá se reía.

Nieves y yo nos miramos sin entender las palabras de la tita.

-Díselo tú Lola, eres su madre y te corresponde por derecho.

-Queremos un hotel feminista, todas tus empleadas serán mujeres entre veinte y treinta y cinco años, Nieves se encargará de la selección. ¿Te gustó el regalo?

-Las quiero todas guapas y me da lo mismo rubias morenas o pelirrojas-exclamé subiéndome a la silla en plan machote ante tan acertada sugerencia.

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Todas rieron las palabras de Lola, y de la forma que reaccioné al escucharlas. Mis dos mamás habían dado en la tecla, sin lugar a dudas era un buen regalo.

-Tendré que recurrir a mis compañeras de la escuela de idiomas. En casa tengo el teléfono de dos de ellas y no te defraudarán, tienen buen tipo y son guapísimas. Una de ellas trabaja esporádicamente de guía turístico por Madrid haciendo la ruta de los Austrias, también hace la ruta romana por las provincias limítrofes; se llama Mónica y su hermana Lorena. También sondearé entre el personal de otros hoteles de la ciudad y de los pueblos limítrofes.

-Pues contacta con ellas y ofréceles trabajo, por la vivienda no deben preocuparse, vivirán en la planta baja del hotel, donde se construirán seis habitaciones.

-¿Cuánto cobrará Nieves?-preguntó Flor poniendo arrebolada a la interesada por no esperar ese tipo de pregunta.

-Unos cuatro mil más el diez por ciento de las ganancias- contesté si titubeo-. Además, si la secretaria contable está capacitada, podrá ausentarte del hotel los días que quiera. También se puedes venir con nosotros a Madrid cuando lo desees, así conocerás a nuestras amistades.

-Si no voy a disfrutar de vacaciones este año en el parador, pediré diez días y me iré con vosotros a Madrid para hablar con mis amigas personalmente.

-Pues pídelos mañana, nosotros sólo estaremos tres días en la ciudad. Si se pone tonto tu jefe, le pides el finiquito, yo te seguiré pagando todos los meses. Cuando abra el hotel te lo descontaré de los beneficios.

-¡Casi seis meses de vacaciones pagadas!-gritó Nieves loca de contenta-. Mañana a primera hora iré a pedir la cuenta y esta noche hablaré con mi amiga Mónica. No sé si podré dormir con tantos acontecimientos seguidos. Mis padres se alegrarán cuando les comunique la noticia. Quedarán patidifusos, ya no volverán a escuchar mis quejas sobre los turnos de trabajo.

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-Si no duermes, piensa en nuestro “Angelito”-le dijo mamá.

-Bendito sea el día que apareciste por el parador, desde entonces, todos los días he pensado en ti, de eso, pongo a Dios por testigo.

-Entre una y otra me vais a poner colorado.

-A ti no te pone los colores ni el calor de una sauna sueca-contestó tía Claudia.

-El calor de la sauna tal vez no, pero la sueca seguro que si.

-Tienes respuesta para todo- dijo Nieves.

En el mes de junio el palacio ya era nuestro. Nieves estaba muy metida en su papel de directora. Tres antiguas compañeras trabajarían para nosotros, vendrían de Madrid a finales de julio y se quedarían a vivir en el hotel. Cuando supieron que el jefe tenía nueve años no se lo podían creer. El resto del personal se contrató en la misma ciudad. Sólo faltaba el puesto de gobernanta y el de seguridad.

-Para barrer, hacer camas y limpiar el polvo de las habitaciones no nos hace falta saber idiomas-decían algunas en la cola antes de la entrevista.

-Será para hablar con la escoba o el plumero-respondía otra que había acudido a la cita por si tocaba la flauta.

Entre las aspirantes, había una pelirroja pecosa, no muy guapa, pero llamaba la atención. El color cobrizo de su pelo brillaba con luz propia dejando una aureola alrededor de su cabeza, me recordó a Isabel, la mujer de Richard, el abogado neoyorquino. Con toda la intención me coloqué a su lado.

-¿Te has perdido?, si quieres, busco a tu mamá-me dijo en perfecto español pero con un ligerísimo acento alemán apenas perceptible.

-Wie heiBt du?-(¿Cómo te llamas?)-le pregunté en alemán dejándola sorprendida.

-Úrsula-contestó intuitivamente.

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-¡Ven!-le dije cogiéndola de la mano y llevándola directamente a la habitación donde Nieve hacía las entrevistas.

-¡No busques más Nieves! Ya tenemos la plaza de gobernanta cubierta, será para Úrsula.

-¿Habla inglés o francés?

-No lo sé, pero habla alemán.

-¿Cómo lo sabe el niño si no le he dicho nada?

-Porque es muy listo, más bien listísimo, se las sabe todas, por algo es el dueño.

Úrsula nos contó, que era alemana de nacimiento, pero de padres placentinos. Había regresado a Plasencia con sus padres después que éstos se jubilaran, y necesitaba trabajo, no quería depender de ellos, necesitaba ser independiente.

-No se hable más, quedas contratada, vienes recomendada por el mismísimo jefe.

-Y yo que creí que estaba perdido y buscaba a su mamá-exclamó riéndose- ¿Te puedo besar?

-¡Pues claro!, lo puedes hacer las veces que desees y cuando tú quieras, tienes carta blanca.

Cuando me besó, miré a Nieves por si se había puesto celosa.

-Ya tengo con quién practicar alemán-exclamé orgulloso de haber hecho la última contratación.

-Tu jefe habla cuatro idiomas y es un “pájaro” de cuidado, se enamora de todas las mujeres guapas que le rodean, yo misma estoy enamorada de él pero siempre me da calabazas -le comunicó Nieves en plan de guasa a nuestra nueva asalariada.

-Pues si hay que enamorarse de él, ¡me enamoraré!-exclamó Úrsula entrando de lleno en el juego de palabras de Nieves.

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Esa respuesta tan rápida y tan sincera, ¡me gustó!

Cogiéndola de la mano salimos del despacho para decir a las demás aspirantes que la plaza estaba cubierta.

Las dos agencias de seguridad de la ciudad nos ofrecieron a sus agentes. Ninguna nos gustó. Una tenía cara de mala leche, otra parecía estreñida, también las había amargadas, gruñonas e incluso farotas, en fin, que no encontrábamos la persona perfecta para el puesto.

-¿Dónde encontraremos a nuestras agentes de seguridad?-le dije a mamá y a la tita- Si Rocío no estuviera estudiando, la contrataría con los ojos cerrados.

-No creo que sea muy complicado, te falta buscar en dos sitios claves-insinuó la tita.

-¿Dónde?

-En los gimnasios y en las escuelas de artes marciales.

Hice varios carteles en el ordenador anunciando los puestos de trabajo.

-¿Conoces bien la ciudad?-pregunté a Úrsula.

-Claro que la conozco, todos los años volvíamos de Alemania a pasar las vacaciones.

-Si no te importa, iremos los dos y pincharemos los carteles en los tablones de anuncios de los gimnasios y en las escuelas de artes marciales.

En un taxi, recorrimos la ciudad de punta a punta; una hora después regresamos.

Las candidatas acudirían dos días después para la selección, el sueldo era bastante tentador con una jornada laboral de nueve horas. Sólo se presentaron cuatro y pronto el número se redujo a dos, hablaban inglés. Una rubia de pelo corto y la otra morena con una coleta, pertenecían a una escuela de judo regentada por “Pepe el yudoca”, un gaditano que vino a la ciudad trabajando en una tómbola y no se quiso

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marchar. Contraté a las dos, la rubia trabajaría cinco días y la morena los fines de semana, cursaba estudios en la universidad y no disponía de más días.

El edificio era más grande de lo que pensé al principio, salían quince habitaciones bastante amplias en cada planta, además de las suites. En la planta baja iría la cafetería, seis habitaciones para el personal, dos pequeños salones, una habitación almacén donde se guardaría la ropa de cama y las toallas, unos buenos servicios y el despacho de Nieves. Las azoteas se llenarían de paneles solares cumpliendo la legislación vigente como forma de colaborar contra el cambio climático. Lo que más me gustaba era la montera de cristal abatible que pensaba instalar en el centro para que diera luz a todo el interior del edificio. En invierno permanecería cerrada y en verano abierta. El patio tenía una capacidad para más de ciento cincuenta personas, se podía aprovechar para algún evento, las habitaciones estarían insonorizadas. Todo eso supondría ingresos extras al hotel y más puestos de trabajo aunque fueran indirectos. Los catering, ampliarían su negocio con otro nuevo establecimiento.

-Sólo alquilaremos el patio a mediodía-me confesó Nieves cuando le hice la sugerencia.

Una prima de veinte mil euros incentivó a los trabajadores para que el hotel estuviera listo a mediados de julio, en siete días estaría completamente amueblado. A petición mía, todas las trabajadoras se presentarían en el hotel una semana antes de terminar julio, el motivo era muy simple, había que tomar las medidas de los uniformes de trabajo. La sastrería se comprometió en tenerlos en dos días. De momento, usarían el uniforme de verano, el de invierno no corría tanta prisa. Media docena de fotos, en distintos lugares del hotel encargadas a una empresa publicitaria, servirían para los folletos informativos. Los tres dueños con sus empleadas perfectamente uniformadas en la puerta del hotel sería la foto principal de un tríptico.

-¿Falda o pantalón?-preguntó Nieves a mamá y a la tita.

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Las dos me miraron para que decidiera. A mí me gustaba más la falda, pero, algunas de mis futuras empleadas se sentían más cómodas con pantalón.

-Que hagan las dos prendas-decidí-, así, ninguna quedará quejosa.

-¿Y el color?-preguntaron las tres a la vez.

No sé por qué, miré las cuatro banderas que acababan de colocar. La local era morada y verde. El verde me pareció muy oscuro, ahogaría la belleza de mis trabajadoras. El morado, era señal de penitencia, como si las muchachas fueran unas pecadoras; descarté los dos colores. La de Extremadura se podría aprovechar el verde y el blanco, pero sin el negro, indicativo de luto, nadie diría que eran los colores de dicha bandera; también los descarté. El rojo y amarillo de la española, estaban muy copiados por otros establecimientos. Sólo quedaba la de la Comunidad Europea, me recreé en el azul y en las estrellas y lo comenté.

-¡Decidido!, será celeste con estrellitas-exclamó mamá llevando la voz cantante.

-Me dejas anonadada, entiendes hasta de trapitos-me comentó Nieves cuando le expliqué el descarte que hice de las otras banderas.

-Tendremos un trocito de firmamento en nuestro hotel con tanto azul y tantas estrellas-exclamé orgulloso de la elección.

Tía Claudia, narró con pelos y señales, como elegí un vestuario completo para ellas en New York y como me las ingenie para decirles “bombones” cuando salieron del probador. No pudo aguantar la risa y se despachó a gusto.

El día de la sesión fotográfica, me sentí en la gloria rodeado de doce hermosas mujeres. Por mensajería, mandé un centenar de ellas a Luisa para la agencia de viajes, estarían en un lugar bien visible. Le adjunté una nota con el siguiente texto: la inauguración es el próximo domingo, estás invitada y si te quieres traer a alguna amiga, te la traes. También invité a toda la tripulación, quería estar rodeado de mis seres más queridos: mis dos mamás y mis amigos.

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Nieves, ¿qué pone en el escudo de la ciudad?, está en latín y no lo entiendo.

-Ut placeat Deo et homínibus. (Para agradar a Dios y a los hombres)

-¿Y si le quitamos la parte de Dios?

-Ut placeat homínibus. (Para agradar a los hombres).

Me gusta como queda, haré un cuadro con el lema en letras góticas y lo mandaré colocar en la parte baja. Este hotel será del agrado de los hombres.

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CAPÍTULO CATORCE. LA INAUGURACIÓN, EL SUEÑO Y LA MÁQUINA.

El sábado por la mañana empezaron a llegar los madrileños al hotel. Primero llegó Laura con sus padres, abracé a los tres. Después aparecieron Raquel y Paloma, se pusieron de acuerdo para viajar en un solo coche. Hasta Luisa la de la agencia de viajes vino para la inauguración acompañada de una joven; era su hermana Lidia. Después de las presentaciones, Nieves se encargó de alojarles.

-¿Dónde están las feas?- me preguntó Raquel después de conocer a todo el personal del hotel- . ¿Y los hombres?

-Habiendo guapas ¿para qué voy a contratar a las feas?-le contesté en plan varonil, cosa que le hizo mucha gracia a la copiloto-. Hombres no contraté a ninguno para no tener competencia.

-A ti te gusta estar rodeado de valkirias.

-No tengo ninguna empleada de los países nórdicos, pero tengo a una alemana pelirroja. Precisamente se acerca hacia nosotros.

-¡Hola Úrsula!, esta es mi amiga Raquel, es copiloto de Iberia y nos conocimos en un viaje a Cancún.

Las deje charlando como buenas amigas, momento que aproveché para atender a Laura y a sus padres.

-¡Esto es precioso!- exclamó Agustín cogiéndome de la mano.

Elvira no quiso ser menos y me cogió de la otra.

-Te quieren más que a mí, sobre todo después que le regalaras el televisor, llevaban dos años dándome la vara para cambiar el aparato -exclamó Laura al ver a sus padres tan contentos.

-Le queremos porque es nuestro nieto-exclamó el matrimonio completamente convencido-, y tú, quieras o no, eres su tita Laura.

Miré por el rabillo del ojo a Laura y sonreímos.

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-¿Qué hicisteis con el otro televisor?

- Se lo llevaron a su cuarto, así pueden ver la tele desde la cama.

La revoltosa de Paloma se agregó al grupo. Pronto comenzó a contar las últimas anécdotas de sus viajes.

-Voy a llamar a mamá a la tita y a Nieves, saldremos todos a comer a un restaurante de la ciudad, no es el mejor, pero preparan unos caracoles gordos de muerte- según palabras de mis mamás-. Nunca los he probado, me da no se qué el hecho de que sean hermafroditas*.

Antes de comer, hicimos un poco de turismo por la ciudad. Nieves nos condujo al parador. Cuando entramos, muchos empleados se acercaron a ella para darle sus parabienes. El camarero del bar se acercó a saludarme, todavía se acordaba de mí. Nieves me presentó a su antiguo jefe que se había llevado un fiasco cuando le pidió la cuenta.

-Te has llevado a mi mejor empleada-me dijo.

-No sé si era la mejor, pero era mi amiga y el trabajo de recepcionista le venía pequeño, ahora tiene carta blanca para contratar y despedir a quién quiera-le contesté en plan empresario.

En ese momento sonó el móvil, me disculpé para atender la llamada.

-Ángel, ¿dónde estáis?

-En el parador con tu hermana, ¿qué quieres?

-Tengo una sorpresa para ti, os espero en el centro de la plaza, no tardéis.

Cuando llegamos, nos encontramos al bombero con la familia al completo.

-¡Ange! ¡Ange!-gritó como una descosida Charito al verme en medio de la plaza, llamando la atención de los transeúntes.

- ¿Dónde has aparcado?-le pregunté a Antonio después de saludarle.

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-Según Noemí, en el quinto pino.

-Qué mentiroso es papá, allí no había árboles, lo que había era una muralla muy larga y vieja-soltó Charito con su gracia gaditana.

-¡Cinco más para comer!, y tres de ellos comen por dos.

Venían como tizones, habían pasado el mes de julio en la playa y adelantaron un día el regreso para venir a la inauguración.

Cuando entramos en el restaurante todas las miradas fueron para nosotros. Según atisbé, no iban hacia las mujeres sino a los hombres. El cuerpazo de Antonio llamó la atención de los comensales y del personal. A mí, me señalaban con el dedo como diciendo: “el pequeñajo es el dueño del nuevo hotel”.

Comimos a lo grande y dejé una buena propina a la camarera que nos sirvió. Por la tarde, fuimos al parque de los Pinos, Nieves se acercó a su casa a por pan para los patos. Cuando los pavos nos vieron con una bolsa, enseguida nos rodearon, los patos no se quedaron atrás y se acercaron a nosotros en perfecta formación cloqueando.

-¡Toma pan Charito y échaselo!

Abrí la palma de mi mano y empezaron los picotazos, Charito me imitó y no le picó ninguno.

-¿A ti por qué no te pica?

-Porque como me pique uno, le retuerzo el pescuezo.

Mis amigos madrileños quedaron encantados de la ciudad, todo eran elogios, solamente se quejaban del calor, como si en Madrid no hiciera tanto como aquí, no tuve más remedio que llevarles al chalet, donde cenaríamos y pasaríamos parte de la noche. Lourdes y Antonio se encargarían de la barbacoa.

-¿Te habrá costado un pastón?-me preguntó Raquel al oído cuando conoció la vivienda recién restaurada y la parcela arreglada y cultivada con sus cerezos.

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-Menos que tu ático, se lo compré a un tío de nuestras vecinas, llevaba deshabitado un lustro. La remodelación también costó un pastón y hemos contratado a un jardinero dos días a la semana. Es el mismo que arregla la parcela de nuestras vecinas.

A las doce de la mañana, se inauguró el hotel con sacerdote incluido bendiciendo algunas dependencias. Invitamos a la corporación municipal y a las personas más influyentes de la ciudad, seleccionadas por Nieves. A petición mía, también invitó a los familiares más directos de nuestras empleadas. A grosso modo, unas ciento veinte personas más o menos. Como fue un catering de pie con productos de la tierra, nuestras empleadas se unieron al festejo con sus familiares dando un colorido especial con sus nuevos uniformes estrellados.

El uno de agosto el hotel se abrió al público, teníamos reservadas ocho habitaciones y días después fueron quince. El primer martes del mes se llenó, igual que todos los establecimientos hosteleros, no quedaba una cama vacía en la urbe, había fiestas en la ciudad, celebraban el “martes turístico”. Varias charangas pasaron por la calle anunciando la festividad.

-Ángel, tengo un problemilla, lo puedo solucionar, pero necesito tu consentimiento- insinuó Nieves antes que el abuelo “Mayorga” diera las doce campanadas en el reloj del ayuntamiento.

-Puedes pedirme lo que quieras, si está en mis manos, lo tienes concedido. ¿De qué se trata?

-Hay dos matrimonios, clientes del parador, que olvidaron hacer sus reservas y ahora se encuentran sin alojamiento. Como en la planta baja tenemos tres habitaciones desocupadas, había pensado…

-Si ese es tu deseo ¡hazlo!, la otra habitación se la dejas a tu hermana por si trasnocha.

-¡Vamos a la cafetería!, los dos matrimonios están esperando mi respuesta, les diré que pueden traer su equipaje cuando quieran.

Efectivamente, las dos parejas le dieron las gracias a Nieves por su gestión y prometieron alojarse aquí la próxima vez.

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-No me las deis a mí, ¡dádselas a él!, es el dueño-exclamó tocándome la cabeza y removiéndome un poco el pelo-. ¡Es un encanto de persona!

-No les cobres, esas habitaciones no las tenemos registradas y no quiero líos con hacienda- le comuniqué a Nieves cuando nos quedamos solos-. Si dejan propina, ¡acéptala!, será para las empleadas.

La noche del cinco al seis, soñé con mamá. Recordé lo felices que fuimos en New York y en aquella maldita leucemia que me privó de su presencia en apenas tres meses. Durante ese tiempo la entretuve contándole mis ganancias.

-Hoy he ganado dos mil-le decía.

Al día siguiente fueron tres mil.

-¡Eres una máquina de hacer dinero! Era su comentario cuando le comunicaba mis ganancias en bolsa sin moverme del despacho.

La palabra “máquina” resonaba en mi mente como si quisiera decirme algo. Pasé unos días completamente abstraído. Se lo comenté a mamá.

-Nuestros padres siempre tenían una máxima filosófica. “La inteligencia es lo que usamos cuando no sabemos que hacer”. A nosotras nos dio siempre buen resultado-me dijo mamá que confiaba plenamente en mí-Voy a llamar a mi hermana por si te podemos ayudar en algo.

Las grandes ideas siempre se presentaban cuando dormía placenteramente, la ayuda de mis dos mamás a lo mejor me despejaban el horizonte dándome alguna pista por donde empezar.

-¡Ya estamos aquí!-exclamó Claudia-Vamos a darte un empujoncito.

-A mí no me mueve ni una máquina de tren.

Otra vez salió la palabra “máquina”, dichosa palabreja.

-Pensemos, ¿de dónde puedes sacar más dinero del que tienes?- expuso mamá.

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-Invertir ya lo estás haciendo con éxito, ¿qué te queda?-sugirió la tita en su turno de palabra.

-Sólo el programa informático, pero ése no lo vendo.

Dos horas duró nuestra conversación y no saqué nada en claro; seguía embotado.

¡Podría vender las fotos de mi programa!-pensé en mi habitación de Madrid mirando las musarañas. Salté de la cama, cogí un lápiz y un papel y me puse a dibujar, ¡qué mal lo hacía!, si me hubieran examinado de dibujo me habrían suspendido. Llamé a tía Claudia para pedirle ayuda, ella si sabía dibujar, estaba acostumbrada.

Cuando le comuniqué mis pensamientos, llamó a mamá.

-Tres piensan mejor que dos-exclamó.

Sacaros dos bocetos bastante aceptables.

-¿Y ahora qué?- me preguntaron las dos.

-Ahora queda la parte más fácil, anotar algunos datos técnicos. Nos acercaremos a una fábrica de máquinas de videos juegos, hablaremos con el ingeniero y le presentaremos este borrador, de él saldrá el diseño final, después, vamos a la oficina de patentes para registrarlo. El corazón de la máquina se quedará en el aire. Tendré que programar un disco duro con parte del programa informático, con una salvedad, el disco después de ser colocado, no se podrá manipular, si alguien lo hiciera, un virus lo destruiría en cuestión de segundos.

Cuando contactamos con el ingeniero jefe y le presentamos los dos borradores, nos pidió veinte mil euros por hacernos los planos y dos máquinas. El precio se quedaba a la mitad si el pedido era superior a las cien máquinas.

Le ofrecí treinta mil si las acababa en quince días. Aceptó en el acto. Los planos los recogeríamos en cinco días. La tita le firmó un talón por la mitad del dinero y el director nos entregó el correspondiente recibo.

-¿Dónde las piensas instalar?-me preguntó la cotilla de la tita.

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-Una en la agencia de Luisa y la otra en la puerta del bar del hotel “Clan Real” de Plasencia, nuestro hotel.

-Si la cosa funcionara, que funcionará, pondré a Luisa de oro. Será la tienda pequeña más visitada de todo Madrid.

-Tú especulando y ella sin saber nada. ¿Cuándo se lo piensas decir?

-Invítala a casa y hazle una demostración.

-¡Vamos a buscarla!, está sólo a ocho minutos y tengo ganas de estirar las piernas-propuse.

-Iba a cerrar, estoy aburrida, esta tarde no ha entrado ni el gato, estoy por cogerme unas vacaciones-nos dijo cuando llegamos.

-Coge el coche y llévanos a casa, el niño tiene un regalo para ti y menudo regalo.

-¿Dónde está el regalo? No veo ningún paquete- exclamó desilusionada al no encontrar ningún paquete encima de la mesa.

Mientras las mujeres charlaban, le pedí un momento su D.N.I. A los pocos segundos la impresora empezó a funcionar.

-¡Toma tu regalo!- le dije entregándole el carnet con seis fotos rejuvenecida de distintas épocas de su vida.

-Aquí tenía yo seis años, aquí doce, así era yo con quince…-¿Cómo lo has hecho?

-¿Cuánto ganas al día?

-Lo justo para vivir.

Cuando soltó la cantidad me pareció ridícula.

-¿De quién es el local donde trabajas?

-De mis padres, ¿para qué lo quieres saber?

-Es muy importante, te voy a proponer un negocio con unas ganancias sin límites.

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-¿A cuánto equivale ése “sin límites”?

-Mil, dos mil…

-¿Al mes o al año?-preguntó rápidamente sin dejarme terminar.

-¡Al día!

-¡Eso no lo gana ni un alcalde corrupto!

Cuando le explicamos el asunto de las fotos se dio cuenta de la importancia del negocio.

-Entonces, solo tengo que reponer el papel fotográfico y los cartuchos de tinta.

-¡Exacto! La máquina tendrá una capacidad para diez mil copias y sólo habrá dos en España, una en Plasencia y la otra en Madrid. Dentro de diez días te la traerán. No hace falta publicidad, la noticia correrá de boca en boca como un reguero de pólvora. Cualquier fallo, contacta con este teléfono y vendrán a revisarla, tiene un seguro de mantenimiento y otro de robo por valor de un millón.

-¿Qué lleva por dentro?

-Un pequeño ordenador, un escáner y muchos cartuchos de tinta, es muy sencilla de manejar, toda ella es digital. El corazón, vendré yo en persona a instalárselo, sin él, sería como una máquina de chucherías.

-Ángel, han traído una máquina al hotel y más de cuarenta cajas, vienen a tu nombre, ¿qué hago?-me dijo Nieves once días después.

-Colócala junto a la entrada del bar, en una hora estaremos ahí, vamos a pasar los últimos días de agosto, ¿cómo está el hotel?

-Tenemos una ocupación del 80%, no nos podemos quejar.

-Dile a Mónica que el día treinta quiero las nóminas de las empleadas, las firmará mamá y cobrarán el treinta y uno.

-¿Por qué yo?-preguntó mamá mirándome mientras la tita conducía.

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-Porque eres mi madre y yo no puedo firmarlas, soy menor de edad. Otro mes las firmará la tita.

Cuando llegamos al hotel, nos estaban esperando para subirnos el equipaje a la suite. No se veía mucho movimiento y sin embargo había cerca de cincuenta clientes. De una cajita, saqué el disco duro con mucho cuidado y lo instalé en la máquina, después la enchufé y esperé a que se calentara.

-¡A trabajar!-le dije cariñosamente dándole una palmadita como si me pudiera oír o sentir.

Varios curiosos se acercaron a ella, todos eran hombres de mediana edad.

Introduje una moneda de euro por la ranura y exclamé:

-¡La primera demostración gratis!, ¿quién me presta una foto de su mujer?, ustedes son bastante feos para esta hermosura de máquina.

Estas palabras hicieron reír a la concurrencia. Cuando tuve una foto en mi mano, la introduje en la ranura grande y la foto salió proyectada en la pantalla, era una señora rubia cuarentona con bastantes kilos de más, pero de muy bien ver.

-¿Cuántos años le quito?-le pregunté.

Ni corto, ni perezoso, me dijo que la dejara con dieciocho años. Cuadré el rostro, amplié, marqué la edad indicada y apreté el botón verde. Al momento salió la foto deseada, recuperé el original y se las entregué a su dueño. Cuando el hombre la vio, se quedó de piedra.

-¡No estaba buena tu mujer con dieciocho años!-le dijo su cuñado en plan basto al ver a su hermana rejuvenecida-. Ahora puedes meter la foto de tu suegra y la dejas hecha una niña.

-Métela tú, que eres su hijo.

La demostración fue el detonante, para que algunos rebuscaran en sus carteras las fotos queridas y se acercaran a la máquina. En un momento había seis en cola esperando turno.

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Nieves, no se despegó de mí ni un instante y enseguida se percató que iban a necesitar cambio.

-Iré a uno de los bancos de la plaza para traerme algunos cientos de monedas-sugirió.

-Mejor que te traigas varios miles y se los dejes a la chica de la cafetería, por la noche cuando recaudes, los vuelves a recuperar y nunca te faltará cambio.

-Estás en todo, no se te escapa una.

-El 10% de los beneficios será para el personal y se repartirá trimestralmente, se lo puedes comunicar a nuestras empleadas.

Cuando volvió Nieves, había ocurrido lo esperado, los clientes rodeaban la máquina y los transeúntes de la calle entraban a curiosear.

-Mónica y tú os encargaréis de recaudar cada día y de reponer papel fotográfico. En las cajas vienen cien mil copias y muchos cartuchos de tinta, confío en vosotras.

A las nueve de la noche se cerró el bar y se apagó la máquina. A regañadientes fueron marchándose los clientes, sólo quedaban los huéspedes en sus habitaciones.

-¡Hagamos recaudación!-le dije a Mónica y a Nieves-. Las monedas y los billetes no hace falta contarlos, basta anotar el número del contador, la máquina no se equivoca.

-¡Cuatrocientos treinta y seis!-exclamó Mónica-, y eso que sólo estuvo funcionando medio día, mañana seguro que llegará a las mil copias.

-¡Úrsula!, ven un momento-le comuniqué a la pelirroja-, quiero hacerte un regalo, déjame un momento tu tarjeta identificativa.

Volví a enchufar la máquina, metí la moneda y al momento salió la pelirroja con quince añitos.

-¡Me gustas más ahora que de niña!-exclamé entregándole la foto.

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-¡Soy yo!-exclamó en perfecto alemán como si la foto hubiera sido hecha en Alemania.

-Si quieres, te puedo sacar rubia, morena, con trenzas, con los ojos verdes…

-Si traigo mañana una foto de mis padres ¿los podré rejuvenecer?

-Los puedes dejar hechos unos bebés pidiendo el biberón.

Se acercaron unos huéspedes que habían estado el día fuera y quisieron probar la máquina. Sacaron un montón de fotos para reformarlas, después, me dieron la enhorabuena al comprobar los resultados obtenidos.

-Llevamos más de veinte años viajando por todo el mundo y nunca vimos nada igual-exclamó la señora con las copias en la mano.

-Ni lo verá, sólo existen dos máquinas en el mundo, ésta y otra que tengo en Madrid en una agencia de viajes.

Al decir la palabra “Madrid”, me acordé de Luisa ¿cómo le habría ido?

-Estoy muy entretenida viendo como entra la gente a la tienda a curiosear la máquina, total, por un euro, cualquiera puede llevarse un bonito recuerdo. Por ser el primer día no ha estado muy mal-me dijo Luisa cuando la llamé.

-No creí que el trabajo de directora fuera tan cansado-me comunicó Nieves a mediados de septiembre.

-Nadie es imprescindible en ningún puesto, ¡métetelo en la cabeza! Te vas a venir varios días con nosotros al chalet del pantano así desconectas y le dejas el mando a Mónica, no quiero excusas, ¡es una orden del jefe!

-Puedes invitar a Úrsula y a sus padres y practicamos un poco de alemán.

-No es mala idea, ¡lo haré!

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-Te quería consultar una cosa, ayer, varias empleadas vinieron a verme para hacer doble turno y descansar un día, ¿qué hago?

-Tú eres la directora y debes decidir, pero si ellas están conforme, debes aceptar su proposición, el personal debe estar siempre contento. No quiero que digan a mis espaldas que el jefe y la directora son unos malajes.

Nos fuimos todos al chalet a pasar el fin de semana, los padres de Úrsula no hablaban tan bien el alemán como la hija, por lo tanto, se entretuvieron con los gatos y perros de nuestras vecinas, mientras, tuve varias reuniones con mi familia, Nieves y Úrsula no se las quisieron perder.

-¿Cuánto estás sacando diariamente con las dos máquinas?-me preguntó la tita.

-Unos mil diarios, pero pronto llegarán a los dos mil.

-Entonces, si tuvieras dos mil máquinas, sacarías.., ¡un millón al día!-exclamó mamá echándose las manos a la cabeza.

Nieves ni se inmutó, pero Úrsula se asustó al oír la cantidad.

-Te llama Luisa, debes tener tu móvil sin batería por eso no suena.

La conversación duró un par de minutos.

-¿Qué te ha dicho?-me preguntaron.

-Que vienen al hotel siete empresarios dispuestos a comprarme la patente, llegarán el lunes a primera hora. Les ha dicho que el dueño es don Ángel y que vive en la suite del hotel Clan Real de Plasencia.

-¿Qué piensas hacer?-me preguntó mamá.

-De momento les recibiré por la tarde, así tendrán que alojarse en el hotel, de eso se encargará Nieves.

-Les citaré a las nueve, si ése es tu deseo.

-Se llevarán un buen fiasco cuando les diga que no vendo ni por todo el oro del mundo.

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-Lola y yo queremos estar en la reunión-insinuó la tita.

-Por supuesto, las máquinas son tan vuestras como mía y dos orquídeas como vosotras darán un toque de personalidad a la reunión.

- Hacía tiempo que no nos piropeabas-dijo mamá suspirando y pensando a la vez en aquella poesía que les dediqué cuando tenía seis añitos. -¿Te acuerdas de ella?-me preguntó la tita que también pensó en la famosa poesía.

-Como no me voy a acordar si la escribí yo.

-¡Recítala, por favor!-me pidieron las dos hermanas.

Con mucha parsimonia carraspee para poner a punto mi garganta.

-Empieza ya, queremos oírte.

-Me da vergüenza, ¿qué pensaran nuestras invitadas?, creerán que es una cursilada mía.

-Por nosotras no te cohíbas, yo misma soy una romántica y me gusta la poesía-exclamó Nieves.

-Gracias Nieves me quitas un peso de encima.

Mirando a mis dos mamás comencé:

Claudia y Lola,

Lola y Claudia,

las orquídeas

más hermosas.

Dos flores de casa,

que mi vida alegran.

Nunca os marchitéis.

¡Esperad, que crezca!

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-¡Bravo! ¡Bravo!-gritó Nieves ante la sorpresa de todos-. ¡Es preciosa!

-Pues la escribió con seis años-aclaró mamá.

A continuación les contó el viaje a Cancún, cuando le pedí a la azafata el Playboy. Nieves contó la anécdota del parador cuando hice que franceses e ingleses se entendieran. Úrsula no perdía detalle. A mi vez, les conté el primer día de clase, cuando conocí a Charito y medio me enamoré de mi profesora a la que dediqué mi primera poesía.

Cuando nos dimos cuenta estaba anocheciendo.

Los jubilados querían cenar, tenía hambre, llevaban una vida muy metódica, se acostaban temprano y madrugaban mucho; cosas de la edad.

El domingo recibimos la visita de Noemí y Rocío, vinieron en moto a pasar la tarde. Les ofrecí una de las habitaciones de la planta baja del hotel por si alguna noche salían de marcha y no querían coger la moto. Sólo les puse una condición, que se lo dijeran antes a Nieves, así avisaría a la chica de seguridad. Aceptaron encantadas.

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CAPÍTULO DIECISÉIS. ME QUIEREN COMPRAR LA MÁQUINA.

El lunes, Nieves se incorporó al trabajo con las pilas cargadas, parecía otra, iba con la cabeza erguida dando los buenos días a sus empleadas como si viniera de vacaciones. Los empresarios llegaron escalonadamente preguntando por don Ángel. No aparecí por el hotel hasta las ocho. A las nueve menos unos minutos los siete empresarios con Nieves estaban en el despacho. Mamá la tita y yo entramos los últimos y nos colocamos detrás de la mesa.

-¿Y don Ángel?-preguntó uno de los empresarios.

-¡Aquí lo tiene usted!-exclamó Nieves señalándome con el dedo.

- ¡Déjese de bromas!, el chico debe ser su hijo y nosotros queremos ver al de verdad.

-Cualquiera de ustedes puede salir del despacho, y preguntar a las empleadas la edad de su jefe. La respuesta será siempre la misma, ¡nueve años! La máquina que pretenden comprar pertenece a una sociedad limitada como habrán comprobado en el registro de patentes y aquí están las tres personas que forman la sociedad: mi madre, mi tía y yo. ¡Ustedes dirán!

Todos quisieron hablar a la vez, tenían prisa por comprar. Miré a la tita, comprendió mi mensaje y les hizo callar con la palabra “silencio”, pero en un tono de voz bastante elevado.

Uno a uno expusieron sus casos, todos eran presidentes de grandes empresas y venían en busca de una bicoca. Para acabar con tantas explicaciones innecesarias, en un papel les hice anotar la cantidad que pensaban pagar, después, recogí los papeles y los mezclé. Mamá fue la encargada de leer las cantidades. Me parecieron irrisorias, la cifra mayor era de 200 millones. Moví un poco el sillón haciendo ruido en señal de protesta, me incorporé y carraspeé; esperaban mi respuesta.

-Señores, estamos sacando mil euros diarios por las dos máquinas, el precio de una de ellas puede salir por cinco mil. Si mando hacer dos mil,

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sacaríamos un millón diario, en diez días estarían amortizadas, las matemáticas no fallan. Decid en los consejos de administración, que la familia de don Ángel no vende, y doy por terminada la reunión.

Salieron cabizbajos, pensaban deslumbrarnos con unos centenares de millones, si les volviera a citar, las cantidades ofrecidas se habrían multiplicado, por eso salieron refunfuñando entre ellos.

-Nunca te había visto actuar en plan empresario y lo has hecho con una solvencia apabullante digna de una persona madura. La coherencia de tus palabras, sin apenas pestañear, hicieron mella a tus interlocutores, les dejaste sin habla -me comento Nieves-. A esos engaña niños les ha salido el tiro por la culata.

-Encargaré algo de comida y cenaremos en la suite-comentó mamá-. ¿Te apetece algo en especial?

-Me da igual, ¡me gusta todo!

Fueron pasando los días, las semanas y algunos meses, hicimos seis viajes a Madrid para visitar a Luisa, ¡estaba contentísima!, sacaba cuatrocientos euros diarios y la cosa iba en aumento. Quiso hacerme un regalo.

-Déjalo para otra ocasión.

Era raro el día que no llamaba alguien al hotel preguntando por la máquina. Mónica y Nieves tenían la lección aprendida.

-Don Ángel no está y no vende ni por mil millones-contestaban siempre.

-Hoy se cumplen tres meses de la instalación de la máquina. Te prometí el 10% de las ganancias para el personal, ya lo puedes ajustar-le comuniqué a Nieves.

Con la calculadora, Mónica no tardó ni tres minutos.

-¡Mil quinientos “eurazos” a cada una!-casi gritó- Van a flipar cuando se enteren.

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- Durante su turno de trabajo pueden pasar a recoger su talón, es un regalo de la casa, cada tres meses recibirán uno-ordené a Nieves como directora del complejo.

Salió rauda a dar la noticia a sus trabajadoras. Era un dinero llovido del cielo, no sabían nada de su participación en el negocio. La directora lo había mantenido en secreto.

-Nunca he visto en una empresa a todos los trabajadores contentos, tengo un montón de solicitudes para suplir las bajas por enfermedad, ¡se pirran por entrar a trabajar, aunque sólo sea unos días! -me dijo Nieves mientras nos dirigíamos al bar después de haber difundido la noticia de la paga.

-Querrás decir “las trabajadoras” porque el único hombre del hotel soy yo, y si todas quieren trabajar aquí, será, porque la directora lo hace muy bien. Siempre está dispuesta a escuchar las quejas de sus trabajadoras como hacía el doctor Marañón sentado en su silla con sus pacientes.

-¿Qué tengo yo que ver con el famoso galeno? ¡Explícate!

-Una vez le preguntaron, ¿qué necesitaba un buen médico?. Su respuesta fue muy simple. Una buena silla para escuchar a sus pacientes. Lo mismo que tú haces con tus empleadas en el despacho cuando se acercan a pedirte un favor o plantearte una queja, siempre les escuchas.

-No sigas por esos derroteros, me vas a subir el pavo. A mi entender, al que admiran es a su jefe, siempre tiene en sus labios una frase cariñosa para ellas; me lo han comentado muchas veces las empleadas de confianza. Ahora están haciendo una colecta para hacerte un regalo el día de tu cumpleaños, la idea partió de Úrsula, tu alemana preferida. Es un secreto, actúa como si no supieras nada y hazte el sorprendido.

La frase sobre Úrsula, fue de recochineo, después, se agachó y me dio un beso. En ese momento apareció Úrsula con un paquetito, lazo incluido. Era del tamaño de una baraja de cartas adornado con un lazo azul con estrellitas, como los uniformes, seguramente lo rebuscaron en

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algún bazar chino. Úrsula llevaba puesto el uniforme de invierno para soportar las bajas temperaturas de la ciudad. A simple vista, el uniforme parecía el de verano: misma hechura y mismo corte. De cerca, se apreciaban algunas incorporaciones: la tela de algodón se cambió por paño y se añadió un jersey de cuello vuelto para abrigar la garganta. Fue idea de Nieves para que ninguna se resfriara. Mónica, incorporó al vestuario un abrigo azul callejero. Mamá y la tita también pusieron su granito de arena colocando al abrigo el escudo de la ciudad con el nombre del hotel, lo llevaba a la altura del corazón. En la calle, las conocían cariñosamente como “las europeas”. Todas sin excepción, lucían orgullosas su uniforme, se sentían unas privilegiadas en su profesión.

-La semana que viene es tu cumpleaños y la tengo libre para ir con mis padres a un pueblecito cercano a visitar a unos tíos. En nombre de todas mis compañeras queremos hacerte un regalo anticipado-exclamó entregándome el paquetito.

Le di las gracias, deshice la lazada y quité el papel delante de las dos.

-¡Es un móvil en tres dimensiones de última generación!-grité-. ¡Gracias Úrsula!

Al manipular la memoria fueron apareciendo las fotos de todas mis empleadas con su número de teléfono. Fui corriendo a enseñárselo a mis dos mamás. En ese momento me comporté como un niño con su juguete nuevo. Tía Claudia me quitó el móvil y se hizo una foto con su hermana para colocarla en primer lugar, no puso el número de teléfono porque siempre íbamos juntos a todas partes, además, no hacía falta, me lo sabía de memoria. Hurgando en el teclado del móvil, comprobé una novedad de la industria japonesa, ¡funcionaba a la voz!, pronunciabas el nombre de la persona y si estaba en la memoria, te conectaba en el acto. ¡Era una joya de la tecnología!

-¿Qué piensas hacer?, conociéndote, seguro que tendrán alguna compensación por el regalito-me dijo mamá adivinando mis intenciones como siempre.

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-¡Dadme alguna idea, por favor!, pero que sea original-les supliqué.

-Sentémonos y discutamos como hemos hecho otras veces-sugirió mamá

-Si el sueldo de tus empleadas es bastante elevado, sólo nos quedan… las mejoras sociales-expuso tía Claudia en plan sindicalista.

Estuvimos de acuerdo con esa apreciación, pero, ¿qué mejoramos?, era la pregunta del millón.

-Parece una tontería, pero, ¡ ya lo tengo! No nos costará ni un euro y quedaremos como reyes ante la opinión pública, además, trascenderá por todos los establecimientos de la ciudad y ninguno se atreverá a imitarnos.

-Deja ya de marear la perdiz y ¡suéltalo de una vez!-dijeron las dos bastante intrigadas por mis palabras.

-Avalaremos a nuestras empleadas mientras trabajen con nosotros para que puedan comprarse un coche, una parcela o un piso. ¿Qué os parece? Los préstamos se pedirán en la misma entidad donde habitualmente operamos. Según palabras del director, somos sus mejores clientes.

-Excelente idea, ahora mismo bajamos y nos reunimos con Mónica y Nieves. Se encargarán de hacer la circular y las copias para las empleadas, algunas te van a comer a besos-dijo la tita en plan morbo.

Al finalizar la mañana, cuatro de nuestras empleadas fueron al despacho de Nieves y rellenaron una solicitud para el clan familiar. Salieron muy contentas del despacho después de hablar con la directora.

-Esta tarde iremos al supermercado, necesitamos rellenar el frigorífico y el congelador del chalet, este fin de semana tendremos visita, viene el bombero con su familia a visitar a Rocío, me lo dijo Noemí, olvidé comentároslo -nos comunicó mamá.

-No me gusta ir a los grandes establecimientos, pero tampoco me gusta dejaros solas soportando las miradas lujuriosas de algunos clientes,

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¡iré con vosotras!, no quiero aguantar un ataque de celos mientras estáis fuera.

A ellas les encantaba ir de compras, a mí no tanto. Se pierde mucho tiempo. Primero vas por las estanterías y expositores cogiendo artículos para depositarlos en el carro, a continuación, te pones en la cola de las cajeras a esperar tu turno. A veces, la espera es desesperante: un artículo sin código, otro lo tiene borroso y no escanea, la tarjeta de crédito que hay que pasarla varias veces para su lectura, el rollo de papel de la máquina registradora que se acaba y hay que cambiarlo; es un fastidio. Cuando al fin te toca el turno, sacas los artículos del carro para colocarlos en la cinta transportadora para pasar el escáner, a continuación, vuelves a meter los artículos en bolsas para colocarlos en el carro. Ahora, empuja el carrito hasta el dichoso aparcamiento. Si aparcaste en el subterráneo, hay que bajar por la cinta mecánica y buscar el coche, que nunca está lo suficiente cerca. Si aparcas en el exterior, tendrás que andar doscientos metros mínimos para descargar el carro en el maletero y no te olvides de recoger la moneda del cajetín. Cuando llegas a casa, desaloja el maletero y traslada dentro las bolsas con la compra, y por último, coloca lo comprado en los distintos muebles. La gente lo hace por intuición y nunca se para a pensar el tiempo perdido en las grandes superficies cuando vas de compras.

-Que nos lleven a casa el pedido, no tengo ganas de cargar con bolsas, sólo nos llevaremos lo más urgente -puntualicé.

Estuvieron de acuerdo, era lo más cómodo cuando se hace una compra grande. Mis dos mamás rieron cuando les conté las veces que se meten y sacan los artículos del carro.

-¿Se te ocurre alguna forma de agilizar las compras?-me preguntó mamá.

-De momento ¡no!, pero más adelante algo se me ocurrirá.

-¡Coge más chorizos, mamá!, viene Antonio con su familia-exclamé en el expositor de las chacinas- ¡Tráete aquellos dos lomos ibéricos, tita!,

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si no se los comen, nos los comeremos nosotros y coge varios salchichones y un morcón de Guijuelo de los que a mí me gustan.

No llevábamos lista de compra, cada uno cogía lo que le gustaba, por eso la tita cogió dos hermosos quesos manchegos.

Según caían los alimentos en el carro me relamía, pensaba comerme un buen bocata para merendar: la mitad de chorizo y la otra de salchichón. Sólo nos llevamos a casa los congelados, las carnes, el pescado fresco y las chacinas. Las bebidas y otros alimentos no perecederos los recibiríamos varias horas después, éramos clientes privilegiados y disfrutábamos de una tarjeta platino por tener un establecimiento hostelero.

-¿Cuándo llegan los invitados?-pregunté con la boca llena dos horas después, mientras los empleados del súper llevaban la mercancía a la cocina.

-Mañana por la tarde, saldrán después de comer y se quedarán hasta el domingo por la mañana-contestó mamá.

-El hotel tiene reservadas todas las habitaciones para un grupo de informáticos de varios países, vienen a un “simposium” a la universidad. Tendrán que quedarse en el chalet aunque pasemos parte del día en la ciudad con ellos, no creo que les importe, de todas maneras habría que venir aquí a comer-informé a las dos hermanas.

Aquella noche dormimos en la suite. Me levanté temprano, algo inusual en mí y me dirigí a la cafetería a desayunar, estaba llena de desconocidos, debían ser los nuevos clientes. Conté doce varones y cuatro hembras.

-Mari, enchufa la máquina para que flipen-le dije a la camarera al ver la máquina desconectada.

Dos mujeres se acercaron a curiosear, eran yanquis y hacían comentarios sobre el artilugio. Una se desprendió de su identificación y en unos segundos obtuvo la foto deseada. Su compañera hizo lo mismo y fueron a comentárselo a los demás, al momento rodearon la máquina,

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parecían niños al descubrir un juguete desconocido. La camarera y yo sonreíamos viéndoles felices.

-¿Qué tendrá dentro?, comentaban en inglés.

En ese momento apareció Mónica con una de las cajas del almacén y repuso papel. Más de diez pares de ojos escudriñaron el interior en unos segundos.

-Anoche estaba muy caliente por el “tute recibido”, preferí rellenar en frío-me dijo-. Mañana cambiaré los cartuchos de tinta.

Preguntaron a Mari por la compañía que explotaba la máquina y ésta, ni corta ni perezosa, me señaló con el dedo quitándose el problema de encima. Sin querer, mi empleada había creado una situación comprometida, me gustaba. Hicieron un sinfín de preguntas en distintos idiomas y las fui contestando en el idioma correspondiente, como había tres mexicanos, hablé en cuatro idiomas. Sonó el claxon de un microbús y desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos. Volverían a las dos para comer, Nieves, había habilitado una de las salas de la planta baja para ellos.

Marchamos al chalet a esperar a los gaditanos. Viendo la tele con la calefacción puesta quedé medio adormilado, tenía más de una hora para dar una cabezadita antes que llegara la visita. Mis pensamientos se fueron hacia las dos yanquis, pero pronto cambié al problema del supermercado, ¿cómo ahorraría tiempo para agilizar las compras? Me centré en la cola, cuando esperas pacientemente el turno para pagar.

-¡Ya está!- grité saltando del sofá como si tuviera un resorte en el culo asustando a Lola y a Claudia que dormían placenteramente a mi lado.

-¿Qué pasa? ¿Qué es lo que está?-exclamaron.

-Que he solucionado el problema de ahorrar tiempo en los supermercados.

-¿Cómo? ¡Explícate!

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-Haciendo lo mismo que se hace en los aeropuertos pero bastante más exhaustivo, os lo explicaré a grandes rasgos. Se colocan varias docenas de escáneres cerrando un círculo o un rectángulo y se pasa el carro lentamente sin tener que vaciarlo, así, en unos segundos estará todo leído. También he pensado que todos los artículos lleven dos códigos complementarios, uno por cada cara. En el momento que el escáner lea uno, el otro quedará anulado automáticamente. Este sistema no destruye puestos de trabajos, las cajeras son imprescindibles para cobrar. Cuando volvamos a Madrid me haréis un dibujo para llevarlo a la oficina de patentes. Los planos definitivos se los encargaremos a un delineante industrial y también los registraremos.

-¿Piensas venderlo?-preguntó la tita.

-¡Si lugar a dudas!, se lo venderé al mejor postor, con una salvedad, quiero una determinada cantidad por cada unidad vendida.

Cortamos la conversación, los gritos de Charito llamándome apagaron el volumen de la televisión. Los tres salimos a darles la bienvenida. Rocío y Noemí habían llegado a la vez en sus respectivas motos. Hasta Inés y Flor salieron de su casa al escuchar los gritos de la niña.

-Pasad, fuera hace un frío que pela-dijo mamá.

-Nosotros no hemos pasado frío, papá trajo la calefacción puesta-exclamó Charito-. Ya sé sumar, restar, multiplicar, dividir y hacer problemas-volvió a decir la niña, parecía un papagayo con la retahíla bien aprendida.

-Después lo comprobaré, ahora vamos a merendar, ¿galletas o bocata de chorizo?-le pregunté esperando que eligiera el bocata, ¡me equivoqué!

-¡Las dos cosas!-exclamó la “tragaldaba”-. Primero me comeré el bocadillo y después las galletas.

-Y después a tu padre y a tu madre-puntualicé.

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-Que gracia tienes, ¡pareces gaditano!-dijo Charito captando por primera vez una indirecta.

-Ahora te voy a poner un problema de cálculo mental, podéis escucharlo todos. “Si tres gallinas pueden poner al día entre las tres, uno, dos o tres huevos, ¿cuántos huevos podrán poner entre las tres en tres días?” Tenéis un minuto para pensarlo.

Cuando fui preguntando, escuché siete respuestas distintas. Se hizo un silencio en la habitación.

-¡Enhorabuena!, habéis acertado todos, era un problema con siete soluciones distintas* y todas verdaderas.

-Pues los problemas en mi clase sólo tienen una respuesta válida.

-Porque no estoy yo de profesor.

Por unanimidad, decidimos no acercarnos a la ciudad hasta la mañana siguiente. Estuvimos de tertulia hasta las tantas. Charito se quedó dormida en el sofá, Rocío la levantó en brazos para trasladarla al dormitorio, aquella noche dormirían juntas.

A las ocho y media me llamó Nieves para comunicarme que los clientes extranjeros preguntaron la tarde noche por mí cuando regresaron del ciclo de conferencias para cenar. Enseguida acapararon la máquina y no la soltaron hasta la diez de la noche, se gastaron un pastón entre todos. Como mamá y la tita se levantaban tarde, la misma Nieves pasaría a recogerme en su coche. Sólo me dio tiempo a vestirme y a despedirme de mamá, Nieves estaba fuera en su coche esperándome.

-¿A qué tantas prisas?-le pregunté.

-Me has dicho muchas veces que hay que tener siempre contento al cliente y si reclaman tu presencia, ¡tendrás que ir!

Cuando llegamos, fuimos directos a la cafetería a desayunar. Pronto me rodearon, Mari les había llenado la cabeza de pajaritos, y Nieves, como buena diplomática, les había convocado en una de las salas de la planta

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baja. Aquella mañana tenían libre hasta las once, sólo les quedaba una conferencia para terminar el ciclo, me informó Mari mientras desayunaba.

-Contestaré a todas vuestras preguntas en inglés.

Estuvieron de acuerdo, acto seguido, cogí mi ordenador y lo conecté a la tele tridimensional de treinta y dos pulgadas de la sala. Comenzaron las preguntas. Querían conocer el programa interior de la carcasa, pero sólo les facilité algunos datos generales poco relevantes. Para dejarme en ridículo, una de las yanquis, cambió las preguntas técnicas por las económicas. Con unas series de silogismos, trasladó los beneficios de la máquina a los movimientos bursátiles, tema que cerraba su ciclo de conferencias en la universidad. Nunca podía pensar que un niño de diez años y pico supiera tanto o más que ella. También se vanagloriaba de haber estudiado en Harvard y lo iba publicando con orgullo a los cuatro vientos.

-Bonita universidad-exclamé haciéndome el tonto mientras buscaba en mi ordenador el ofrecimiento de la beca rechazada. -Cuando vuelvas, le das recuerdos al rector de mi parte, es un gran amigo mío y también lo fue de mi padre

El grupo reía el comentario sobre el rector, parecía un chiste.

-¿Me estás vacilando?- preguntó algo enfadada cambiando el tono de su voz.

-¡No!, yo nunca vacilo, aquí mismo tengo un documento firmado por él- exclamé.

Más risas de los compañeros por mi palabrería.

Pulsé una tecla y salió en pantalla el papel de la beca que rechacé. -¡Leed!-ordené a la concurrencia.

Pronto la joven reconoció el membrete de la universidad con la firma del rector y se puso a leer ávidamente, su rostro cambiaba por segundos según avanzaba en la lectura.

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-Entonces, tú eres el estudiante que rechazó una beca el curso pasado pudiendo ser el universitario más joven del mundo entrando en el libro de los record.

-El mismo.

-Fue mi último curso en la universidad, me enteré gracias a una de las secretarias del rector. Perdona que dudara de tu capacidad intelectual.

-Estás perdonada, ahora voy a disertar un poco sobre los extraños movimientos de la bolsa. Admito todo tipo de preguntas sobre ese tema.

Prácticamente lo que hice fue calcar la conversación de Madrid con David, el profesor universitario, marido de Julia y padre de Ainhoa. La charla terminó con un gran aplauso, mi primera conferencia había sido todo un éxito y mi autoestima se subió por las nubes, había cumplido uno de mis sueños, dar conferencias. Stella (nombre de la yanqui) me invitó al “simposium” para presenciar la última conferencia sobre los movimientos mercantiles en los distintos países del mundo.

-No te preocupes, vete con ellos, disfrutarás de lo lindo, yo me encargo de decírselo a tu madre-me dijo Nieves que no perdió detalle de la charla con los extranjeros-. Tienen previsto regresar a la una, sólo estarás dos horas fuera.

Cuando pasó el microbús, me fui con ellos, todos querían sentarse a mi lado, Stella no les dejó. Durante el trayecto de apenas quince minutos, me contó que vivía en Detroit y su padre era un alto ejecutivo en la industria del automóvil.

¡Sorpresa!, el conferenciante era el mismísimo David. Cuando me vio, puso el grito en el cielo, me miró como si delante de sus ojos viera un fantasma. Stella y su amiga también se sorprendieron, cuando me puse a hablar amigablemente con su conferenciante.

-¿Eres tú, o estoy soñando?-exclamó después de la primera impresión-. ¿Qué haces en esta ciudad?

-Vivo aquí con mi familia desde hace tiempo, somos los dueños de uno de los mejores hoteles de la ciudad, ¿y su familia?

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-Están aquí, se quedaron en el parador. Julia y Ainhoa se alegrarán de verte. Voy a pedirte un favor, te sentarás junto a mí, daremos la conferencia entre los dos, con tu ayuda terminaremos antes, no domino el inglés como tú, solo lo chapurreo y si doy la charla en español muchos no se enterarán.

Estuve de acuerdo en echarle un cable.

-Me disgusté muchísimo cuando anulaste la matrícula en la universidad, lo mismo que muchos profesores. ¿Puedo saber los motivos?

-Te voy a dar sólo uno: “no quise ser conejillo de indias”

Subido en la tarima me sentí alguien importante, enfrente, unas cuarenta personas esperaban nuestras palabras, los clientes del Clan Real cuchicheaban con los demás, hablaban de mí, estaba seguro. Dejaban a David en un segundo plano. El ponente me presentó como un entendido en la materia pero sin titulación, algunos rieron las palabras de David, pronto fueron acallados, Stella y los demás se encargaron de ello.

En diez minutos acabó David la presentación del temario, comenzaba el debate, la parte más interesante, donde los economistas aclaraban sus dudas. Entre David y yo fuimos disipándolas. Tuve que dar mi opinión sobre la forma de invertir. De pronto, desde el fondo se escuchó una pregunta.

-¿Cuánto has ganado invirtiendo en bolsa?

-Más de diez millones y menos de quince-contesté intuitivamente-, después, me di cuenta que el que había formulado la pregunta era el mismo David, se había bajado de la tarima sigilosamente para mezclarse con los demás.

Un ¡oh!, se escuchó en la sala, todos querían averiguar el método utilizado para obtener esas ganancias.

-Me guío por corazonadas momentáneas, nunca especulo a largo plazo, a veces, compro y vendo las mismas acciones dos veces en la misma semana. Cuando leo la prensa por la mañana, las letras de algunas acciones se hacen mayúsculas al observarlas, en cambio, otras,

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empequeñecen hasta hacerse casi invisibles. Siempre especulo con las mayúsculas y hasta ahora me ha ido bien.

-¿Con qué edad empezaste a invertir?

- Unos meses antes de cumplir los seis años.

-¿Te asesora alguien en tus especulaciones?

Dudé un momento antes de contestar a la pregunta, el silencio sepulcral de los oyentes se palpaba en la sala, al final contesté:

-¡Si!, tengo un asesor.

-¿Quién?-preguntaron a la vez.

-El difunto de mi padre que fue asesor financiero en New York.

-Entonces, “de casta le viene al galgo”*-comentó David en voz alta.

- “O de tal palo, tal astilla”-respondí al refrán de David.

-¿Juegas habitualmente a la bolsa?-preguntó uno de los mejicanos.

-¡No!, sólo cuando me hace falta dinero para mis caprichos.

-¿Cuál ha sido tu último capricho?-preguntó la curiosa de Stella.

-Tener un hotel propio para vivir en una suite, algunos de ustedes ya le conocen, se alojan en él.

-¿Cuánto tiempo llevas sin invertir?

-Más de seis meses.

-¿En cuánto valoras la patente de la máquina que tienes instalada a la puerta de la cafetería del hotel?-preguntó uno de los inquilinos ingleses del hotel.

Antes de contestar la pregunta, expliqué a grandes rasgos en que consistía. David se dio cuenta enseguida que había trasladado mi famoso programa informático a la industria. Abrió los ojos al límite esperando mi respuesta.

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-No tiene precio, la última oferta fue de “mil millones”, es el juguete más barato y rentable del mundo. Sólo existen dos máquinas, una está instalada en una pequeña agencia de viajes de Madrid (les di la dirección que apuntaron rápidamente en sus agendas) y la otra, en el hotel Clan Real de esta ciudad. Dentro de la carcasa está instalado el corazón, es un pequeño disco duro imposible de manipular, si alguien lo sacara se destruiría. Está tan bien diseñado, ni yo mismo lo puedo rescatar de su habitáculo sin dañarlo.

-¿Cuántas veces has perdido invirtiendo?-preguntó Stella.

-Ninguna.

La última pregunta se salió del contexto de la conferencia.

-¿Dónde has aprendido los cuatro idiomas con los que tan bien te expresas?

-Tuve un buen maestro particular, para mí el mejor, fue el profesor “Internet”.

Con esta respuesta llena de ingenio, pero poco creíble, di por terminada mi intervención, eran más de las doce, estuve conferenciando casi cuarenta y cinco minutos manteniendo siempre la atención de los oyentes, cosa rara en una conferencia donde la mayoría van a cumplir con el expediente.

La sarta de aplausos duraron un par de minutos, algunos quería sacarme a hombros de la sala como si fuera un torero, me negué.

Stella y David reclamaron mi presencia: una, para regresar al hotel y el otro para quedar con su familia.

-Pregunta por mí en el hotel, os estaré esperando después de comer-le dije a David, después, desaparecí de la mano de Stella.

Cuando llegamos al hotel, Nieves me esperaba.

-Tu familia y los gaditanos vienen para acá. A propósito ¿cómo te ha ido con los extranjeros?

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-De maravilla, me sentí como pez en el agua, he cumplido uno de mis antiguos deseos, el de dar conferencias. Pronto vendrán al hotel todos los conferenciantes a ver la maquinita, durante la charla hice buena publicidad de ella-auguré a mi empleada.

-¡El conferenciante era David!, y está aquí con la familia- exclamé cuando llegaron mamá y la tita al hotel con los gaditanos.

-Iremos a saludarles- dijeron mis dos mamás.

-El señorito quiere volver a ver a Ainhoa-me susurró la tita al oído queriendo adivinar mis intenciones.

Tita, ¡qué es solo una niña! Cuando cumpla diez años más, le echaré los tejos-contesté al oído de Claudia.

Vamos camino del parador, Nieves nos acompaña, no me acordé de la visita ni de la comida en el chalet. Hemos tenido que parar en la plaza para que Charito viera al abuelo “Mayorga” dar la campanada de la una. En la puerta del antiguo convento, estaba el matrimonio universitario con Ainhoa y Jaime, se disponían a dar una vuelta por la ciudad antes de comer.

-Ven y dame dos besos- dijo la simpática de Julia.

-¡Qué niña más guapa!-comentó Lourdes por Ainhoa.

-Yo soy más alta y fuerte que ella-exclamó Charito doblando el brazo derecho para sacar músculo.

-No me esperéis, voy a ver a una antigua compañera- exclamó Nieves desapareciendo por la puerta del parador.

Con un plano de la ciudad en la mano, David nos llevó a una de las puertas de las murallas, en una lápida ponía “Puerta de Coria”, siguiendo la muralla, volvimos a entrar en la ciudad por la “Puerta Berrozanas”, en lo alto pudimos observar el escudo de los Reyes Católicos. Subimos por la calle de Los Quesos y llegamos a la plaza.

-En aquella calle está nuestro hotel-exclamé orgulloso señalando el lugar con el dedo.

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Cuando llegamos al hotel, Nieves ya había regresado. Mónica estaba de recepcionista y les entregó un tríptico publicitario, no obstante, dimos una vuelta por las distintas dependencias del hotel incluida nuestra suite y acabamos visitando la pequeña cafetería.

-Mari, ponles lo que quieran, invita la casa-insinué a la camarera.

-Una casa no puede invitar nunca, invitan las personas-respondió la listilla de Charito.

-Vale. ¡Pedid lo que queráis, invito yo!-contesté a la respondona.

David no se despegaba de la máquina, me pidió que la abriera, quería ver su interior. Cuando vio lo simple que era, alucinó.

-Tienes el programa en el disco duro-me dijo para sonsacarme algo.

-Te equivocas, sólo tengo una pequeña parte del programa y el disco instalado no lo puedo manipular ni yo mismo.

-Entonces, si te robaran la máquina nunca la podrían aprovechar.

-Exacto, está pensada a prueba de ladrones y si la robaran percibiría un millón del seguro.

-Eres un genio, no cabe dudas. A veces, creo ver delante de mí a un adulto de cuarenta años con cuerpo de niño.

-Pues ya tengo en mente otro programa que revolucionará el mundillo de los supermercados, cuando vuelva a Madrid lo patentaré.

-¿De dónde sacas tus ideas?

-De la vida real. Utilizo el método de la observación, busco fallos de actuación que la gente no tiene en cuenta, después, corrijo esos fallos para hacer la vida más placentera.

-No entendí nada, hablas como un político cuando no quiere soltar prenda.

-David, es la hora de comer-dijo Julia a su marido.

Nos despedimos, volveríamos a vernos en Madrid.

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-Papá, tengo hambre-dijo Charito.

Hablé al oído a mamá para que les entretuviera quince minutos, iba a encargar seis pollos asados para llevárnoslo. Estuvo conforme así no tenía que cocinar y si sobraba algo se comería en la cena.

Nieves se encargó de hacer el pedido, de paso le enseñé la foto de Ainhoa en la piscina del club el día que la conocí.

-Es una monada, ¿quién es?

-La misma chica que acaba de marcharse con seis años más.

-¿Te gusta?

¡Si!, pero la he descartado, todavía anda jugando a las casitas y tú sabes que a mí me gustan las mujeres hechas y derechas.

-¿Cómo yo?-preguntó Nieves.

-Entre veinte y cuarenta me gustan todas, soy un mujeriego sin maldad, admiro la belleza femenina desde que nací, no lo puedo remediar. A las amigas como tú las quiero más.

-¿Cuántos amigos tienes?, y me refiero al género masculino.

-Uno, se llama Enrique, va a cumplir diecinueve años y quiere ser controlador aéreo. Acuérdate que en la inauguración invitamos a la familia de un piloto y se disculparon, el padre estaba de servicio, pues Enrique, es su único hijo.

-Lo vas a tener que invitar para presentárselo a mi hermana que va dando calabazas a diestro y siniestro.

-Rocío lo conoce bien, fue nuestro compañero en segundo de bachiller, a lo mejor tiene alguna foto suya, se lo podemos preguntar. Te aseguro que durante el curso no salió con ninguna chica, sólo sabía estudiar. Tendré en cuenta lo de la invitación para las próximas vacaciones, ¡recuérdamelo!

Llegó el pedido del asador y cortamos la conversación.

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-Se vive bien en esta ciudad- afirmó Lourdes durante la comida.

-Aquí somos personalidades, nos conoce y respeta media ciudad, somos socios honoríficos de la mayoría de las organizaciones no gubernamentales y eso que sólo llevamos ocho meses. Ángel, es presidente de honor de dos equipos infantiles de fútbol sala y nosotras también estamos involucradas en varias presidencias, no hay evento en el que no estemos invitados.

-Vamos, que sois más conocidos en ocho meses aquí, que en todos los años vividos en Madrid-dijo Antonio.

-¡Sin lugar a dudas! Nos conoce desde el alcalde al obispo, con los dos intercambiamos palabras cuando coincidimos en algún acto oficial. Nieves nos comenta, que cuando nos ven llegar, algunos dicen: ahí llega “la realeza” de la ciudad. Asocian el nombre del hotel con nosotros y eso nos gusta.

-¿Cuándo volveréis a Madrid?-preguntó Antonio.

-Según Ángel, la próxima semana-contestó tía Claudia-, esta vez pasaremos bastantes días, nuestro angelito tiene un nuevo negocio a la vista. Nosotras no tenemos muchas ganas de volver, nos hemos acostumbrado a la rutina diaria de esta ciudad donde se pasan los días volando.

Cuando escucharon la versión del invento, quedaron pasmados, alucinaron.

-Pues hay personas que disfrutan en las colas de los supermercados entablado conversación con los demás.

-Son minoritarias, la mayoría está deseando llegar a casa para soltar la compra.

-Mañana saldremos a las diez, queremos estar en Madrid antes de la una.

-Entonces le prepararé unos bocadillos a Charito por si le entra hambre durante el viaje.

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-¿Es verdad que no tenéis ganas de ir a Madrid?-le pregunté a la tita en la cocina mientras mamá seguía charlando en el salón.

-Nosotras pensábamos regresar por san Isidro, aquí estamos en la gloria.

-Hablaré con Nieves para que ponga un anuncio en las emisoras de la ciudad buscando un delineante electrónico para los planos. Trabajará en una de las habitaciones del hotel, no quiero trabajo para casa. Yo mismo le supervisaré. Ofreceré doscientos euros la hora, si en diez horas no termina su trabajo, no cobrará nada y si lo termina antes, tendrá una prima de mil euros. Cuando tengamos los planos, haremos un viaje relámpago a Madrid de ida y vuelta.

-Eres un encanto de sobrino- exclamó la tita aliviada al saber que nos quedaríamos en la ciudad más tiempo-. Habla con Nieves esta misma noche por si el anuncio puede salir mañana en antena.

Cuando me puse en contacto con mi empleada, le conté a grandes rasgos la idea del nuevo invento. Entre los dos, redactamos el anuncio. La conversación duró más de una hora.

-Los directores de todas las emisoras de la ciudad nos conocen, estuvieron en la inauguración de hotel y de cuando en cuando se pasan por la cafetería. Esta misma noche hablaré con ellos y tendrás tu anuncio mañana. Si quieres, hablo también con los de la tele local, así insertarán la oferta de trabajo en el noticiario.

-Lo dejo en tus manos, el primero que llegue le ofreceré el trabajo, si está de acuerdo con las condiciones.

El domingo por la tarde teníamos en el hotel a dos personas interesadas en el proyecto, ambas poseían un taller de reparaciones y estaban acostumbradas a interpretar planos y croquis. Pronto se pusieron de acuerdo en realizar el trabajo conjuntamente. Fijamos el precio en tres mil euros, prima incluida, el lunes vendrían al hotel con el material para hacer los planos.

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-Llama a la tele local y a las emisoras para que corten el anuncio, el trabajo está adjudicado-le comuniqué a Mónica porque Nieves no estaba en ese momento.

El lunes, bajé de la suite una hora antes de lo habitual, me estaban esperando en una de las habitaciones de la planta baja con sus mesas de delineantes.

-Quiero el plano de un marco. Debe medir dos metros de alto por uno de ancho a escala 1/10. Debe estar rodeado de escáneres buscadores de códigos. Cualquier objeto con barras identificativas que pase por debajo de él, debe ser leído en el acto, no quiero ningún ángulo muerto. El número de escáneres me es indiferente, cuatro, diez, veinte, treinta… lo dejo a vuestra elección. El escáner será el más pequeño y potente que exista en el mercado, no importa el precio. La lectura de los mismos ira a un monitor con la potencia suficiente para registrar la lectura en milésimas de segundos. ¿Está bien explicado? Cualquier duda sobre el proyecto, estaré en el hotel para solventárosla. Si necesitáis algo, pedídselo a mis empleadas. ¡Ah!, si se os ocurre algo para abaratar costes tendréis otros mil adicionales.

Asintieron con la cabeza, hicieron algunos comentarios entre ellos y comenzaron el trabajo.

Alrededor de las dos, reclamaron mi presencia.

-¿Qué le parece?-me dijo uno de ellos enseñándome tres planos en distintas perspectivas.

-¡Muy bien!, no falta detalle, habéis puesto hasta la marca de la fibra óptica a utilizar, podéis pasar a cobrar lo estipulado; la directora os pagará.

Uno de ellos sacó un cuarto plano y me lo entregó.

-Éste, es el modelo más barato, sólo lleva un escáner buscador en cada lado del marco. Se mueven de un lugar a otro por medio de una cédula fotoeléctrica dejándolo todo leído y registrado en el monitor. Puede alcanzar más de cien registros por segundo y funciona solamente

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con doce voltios para evitar electrocuciones o bloqueos de sistema con las subidas o bajadas de tensión.

-Habéis hecho un buen trabajo, ¡os felicito!

-Se marcharon muy contentos, les di mil más por su iniciativa, en cuatro horas habían ganado como si hubieran trabajado veinte días reparando ordenadores.

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CAPÍTULO DIECISIETE. LAS ACCIONES Y LA CRISIS

-¡Ya está! ¿Y ahora qué?-exclamó la tita después de haber registrado la patente.

-Llévanos a casa, vamos a visitar a Luisa-propuse.

En el trayecto de casa a la tienda, sólo nos saludó una persona, era una vecina de toda la vida.

-Hace más de ocho meses que no nos ve y sólo nos ha saludado, aquí no le importamos a nadie, cada uno va a lo suyo-dijo mamá.

-Sin embargo, en Plasencia nos paran en cualquier sitio, sólo por el mero hecho de hablar con nosotros, allí somos alguien; aquí ¡no!-exclamó la tita complementando las palabras de mamá.

La listilla de Luisa había colocado varios carteles en distintos idiomas en la cristalera de la tienda. “Por un euro, llévate el recuerdo de tu vida”. Cuando entramos, tres personas rodeaban la máquina, Luisa ni siquiera se percató de nuestra presencia hasta que no nos colocamos delante de ella.

-Ven y dame un abrazo-exclamó al verme.

-¿Y nosotras qué?-dijeron mis dos mamás.

A ellas les dio dos besos de esos que se tiran al aire cuando se juntan las caras.

-¿Cómo va el negocio?-le pregunté.

-Viento en popa a toda vela, diría Espronceda. No me puedo quejar, siempre hay alguien buscado un recuerdo de su niñez o queriendo averiguar el futuro con un cambio de imagen. Hace dos días estuvo aquí un grupo de seis extranjeros, traían apuntada la dirección en sus agendas. Uno de ellos me comentó que se la había dado Ángel.

-Serían de los del simposium.

A continuación, le narré lo acontecido en el ciclo de conferencias cuando les di la dirección de la agencia de viajes.

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-¿Cuántas fotos puede hacer la máquina en diez horas?-preguntó Luisa.

-Depende quién la maneje y si van a sacar distintas copias de la misma foto. Yo calculo que a pleno rendimiento unas tres mil.

-Yo tengo el record justo en la mitad-exclamó Luisa toda orgullosa-, y todavía no he tenido que llamar al de mantenimiento.

-Es tan sencillo su mecanismo que apenas tiene averías, cuando llegue al medio millón de copias, sustituiremos varias piezas de los escáneres.

-Tiene menos averías que una plancha de carbón-dijo tía Claudia dando un toque de humor a nuestra conversación.

-Nunca las vi funcionar, las conozco de verlas en Internet.

-Pues nosotras vendimos muchas en nuestra tienda de antigüedades-aclaró mamá-. Eran todas de hierro con una tapa en la parte de arriba por donde se introducían los carbones ardiendo. Aparecieron en el siglo XIX y se estuvieron usando en España hasta la comercialización de la plancha eléctrica con aislante de mica.

-En algunas casas utilizaban las dos, las eléctricas se averiaban bastante produciendo muchos cortocircuitos que dejaban toda la casa a oscuras-completó la tita.

-Me dejáis anonadado con tantas explicaciones.

-Se nos hace tarde, tenemos que conducir, podéis despediros-relató la tita.

-Gracias Ángel por la máquina, te sigo debiendo el regalo

Con estas palabras y un golpe en la palma de mi mano se despidió Luisa de nosotros.

Antes de salir, cogí el periódico para echar una ojeada durante el trayecto.

-Me lo llevo.

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En mitad del trayecto a la ciudad extremeña, abrí la prensa y ¡zas!, salió la página de bolsa. Hacía tiempo que no la leía. Pronto me empapé de los cambios sufridos en los últimos seis meses. Mi cerebro empezó a especular como una calculadora. Cerré el periódico de golpe, no pensaba invertir, sin embargo, un instinto especial me estaba provocando. Guardé el periódico para leerlo tranquilamente en el hotel.

Desde el aparcamiento subterráneo al hotel, nos saludaron más de veinte personas para el beneplácito de mi familia.

-¡Aquí somos alguien!, en Madrid ¡no!-exclamó tía Claudia con rotundidad sabiéndose importante.

-Nieves, guárdame los planos de la patente en la caja fuerte, no quiero extraviarlos- le comuniqué a nuestra directora.

-Hoy comeremos antes para dormir un rato la siesta, esta mañana nos levantamos antes de salir el sol y tengo sueño.

Tumbado en la cama volví a leer la prensa, mis ojos no se despegaron de las acciones de una industria nacional de componentes electrónicos, pensando, me quedé dormido.

Desperté sobresaltado con una de mis grandes ideas. Después de navegar por Internet y hacer unas comprobaciones, cogí el teléfono y llamé a mamá y a tía Claudia para que subieran rápidamente a la suite.

-¿A qué tanta prisa? ¿Estás enfermo?-me preguntaron.

En vez de contestarles, pregunté a la tita.

-¿Cuándo vencen las letras del tesoro?

-Dentro de unos días.

-¿Cuánto dinero tenemos en ellas?

-Un poco más de ocho millones, sin contar los intereses de estos años que sobrepasarán el millón.

-Esta vez no renovaremos, tengo entre ceja y ceja una idea. Según mis cálculos, nos hará inmensamente ricos y de paso haremos ricos a

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nuestros amigos. Podéis hacer una lista entre las dos quienes serán los beneficiarios, habrá dinero a mansalva para todos.

Mamá me vio demasiado nervioso y puso en mi mano un vaso de agua, después de varios sorbos me sosegué.

-Somos todas oídos. ¡Habla!

-Voy a regalar la patente del escáner a una industria nacional.

-Si la regalas, ¿dónde están los beneficios? Creo que esta vez te has pasado de rosca.

-Tengo una artería* entre manos. En las páginas de bolsa he encontrado las acciones de una empresa nacional que “ni fu ni fa”, apenas se mueven, están estancadas, sus accionistas sólo perciben un 3% al año. Desde mañana, empezaremos a comprar acciones de esa compañía. Cuando les proponga el negocio del escáner, tendrán que hacer ampliación de capital lanzando nuevas acciones al mercado donde se beneficiaran nuestros amigos y también nosotros. Cuando se industrialice el invento, las acciones subirán como la espuma. Por otro lado, también nos beneficiaremos cobrando una cantidad fija por cada unidad vendida. Tengo que citar en el hotel a la plana mayor de la empresa. Me pondré en contacto con ellos a través de un e-mail.

-No tengas tanta prisa en mandar el e-mail, primero tenemos que comprar las acciones en el mercado de valores, espera unos días antes de mandarlo-dijo la listilla de mi tía involucrándose en el negocio.

-¡Mañana es tu cumpleaños!-exclamó mamá-. ¿Qué quieres que te regalemos? Cumples diez años.

-El mejor regalo es vuestra presencia, pero quiero una gran tarta para invitar a todas mis empleadas. Apagaré las velas en el cambio de turno, así, todas tendrán su trozo; encargaros de todo. Yo os invitaré a comer caracoles y cordero, el postre lo comeremos aquí con todo el personal.

-¡Hecho!-dijeron las dos.

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Rosa y Claudia, folio en mano, comenzaron con la lista de los nuevos inversores, escuchaba sus comentarios mientras entraba en el ascensor para bajar a la planta baja. La puerta del despacho de Nieves estaba entreabierta, pero ella se encontraba en recepción hablando con Mónica, Lorena y Regina.

-Quiero hablar contigo un momento, tengo algo dentro de mí que si no te lo digo reviento.

-No te irás a declarar delante de mis amigas-exclamó la tunante para ponerme colorado.

-Estaba por declararme a las cuatro-contraataqué poniendo arreboladas a las tres madrileñas que no se esperaban esas palabras de su jefe.

-Vamos al despacho, estás poniendo nerviosas a mis empleadas.

-Necesito algo de dinero para invitar a comer mañana a mamá a la tita y a ti, es mi cumpleaños y quiero celebrarlo. El personal comerá tarta en el cambio de turno, lo puedes anunciar a bombo y platillo.

-Eso no es lo que me querías contar, ¡desembucha!

-Otra que me conoce- contesté.

-Con pocas palabras le expliqué el asunto de las hipotéticas acciones.

-Confío ciegamente en ti, si expongo treinta mil euros ¿en qué se convertirán al cabo de un año?

-Si la empresa con la que vamos a trabajar sabe moverse, ganaremos un 1000%, sólo en el primer año.

-Eso supondría unos trescientos mil. Cuando lo sepan las demás, te harán una estatua.

-Deja tranquila las estatuas, sólo sirven para los muertos y dictadores. Yo, ni estoy muerto, ni soy un dictador.

-Cuando se pongan las nuevas acciones a la venta se lo comunicas.

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-Lo ves, ahora soy yo la que tiene el nudo en el corazón por no poder difundir la noticia.

-En marzo, invitaremos al hotel al consejo de administración de la empresa.

Nieves me entregó trescientos euros de la caja y fui a la cafetería a charlar con Mari. Estaba absorta mirando al grupo de jóvenes que rodeaba la maquinita. Chasqué los dedos junto a su oreja para sacarle del éxtasis.

-Hola jefe, te sirvo algo- dijo tuteándome.

No me gustaba el usted en boca de mis empleadas cuando hablaban conmigo, a mamá y a la tita siempre les decían señoras.

-Dame un zumo de naranja natural, por favor.

-¡Guapa!, cámbiame otros veinte euros en monedas-exclamó uno de los jóvenes acercándose a la barra.

-Es la cuarta vez que se acerca uno de ellos a buscar cambio, deben estar haciendo fotos a toda la familia.

Con el zumo en una mano me acerqué al grupo a curiosear. No eran uno expertos en la materia pero lo estaban pasando bomba gastándose bromas entre ellos.

Cuando desperté por la mañana, encontré junto a la cama un sobre con la palabra “Felicidades” dentro había dos fotos de dos niñas preciosas, eran las mismas con distintas edades. Por detrás, una frase corta hacía de dedicatoria. “Te queremos”

-¡Si son mamá y la tita!-exclamé sobresaltado al reconocerlas.

Eran dos verdaderos bombones, las pondré en la mesita de noche para mirarlas todas las noches-pensé.

Me tenían preparada una sorpresa a la hora de apagar las velas de la tarta, fue una ocurrencia de Nieves. Mientras fuimos a comer, colocaron un pequeño altavoz en la calle y cuando comenzaron con

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“cumpleaños feliz” resonó con fuerza, saliendo algunas de las vecinas a los balcones para felicitarme, ¡qué vergüenza!, pronto se enteraría media ciudad de mi cumpleaños.

En la primera semana de marzo tenía en mi poder un buen paquete de acciones. El director de la empresa llegaría mañana con dos consejeros a petición mía, venían invitados por el Clan Real.

Repetimos la escena de los compradores de la máquina. No se podían creer que yo dirigiera el proyecto. Les expliqué con toda clase de detalles en que consistía el negocio. Hasta no ver los planos de la patente no quedaron tranquilos.

-Tendremos que lanzar al mercado un buen paquete de acciones para afrontar los gastos, nuestro activo es pequeño-sugirió el director gerente al ver los planos.

-¿Por cuánto saldría uno de los artilugios completo?- pregunté.

Uno de los consejeros era ingeniero electrónico, estaba al día del coste de los materiales, en un par de minutos, después de hacer unos cálculos, me contestó.

-El marco con los escáneres, el cableado, el suelo de cristal de seis pulgadas y un ordenador adecuado, puede salir entre seis y ocho mil euros. Bastante caro para ponerlo en el mercado.

Saqué el cuarto plano que sólo tenía cuatro escáneres movibles y se lo entregué.

-¿Y este modelo?

-Por menos de la mitad.

-Hay que añadir los mil de comisión por cada aparato vendido.

-¿Cuánto tiempo tardarían en fabricar el primero?

No menos de quince días, más otros tantos en pasar las distintas pruebas de funcionamiento, no debe tener fallos, es preferible tardar un poco más y sacar al mercado un producto perfecto-contestó el ingeniero.

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El otro consejero era experto en marketing.

-Una buena publicidad en los principales medios de comunicación daría el aldabonazo al producto, pero es muy cara, por cualquier anuncio televisivo te cobran una millonada-opinó el consejero.

Todos miramos al director gerente para escuchar su opinión.

-Primero fabricaremos el prototipo calculando costes y rectificando fallos, cuando esté concluido, se presenta en el Ministerio de Industria para el visto bueno. El segundo paso será la publicidad.

-Internet y la prensa escrita es gratis-opiné-, también se puede mandar un artículo a las revistas especializadas; tampoco te cobran. Hay que llamar la atención de las multinacionales de grandes supermercados. También se puede montar la primera de prueba, sin coste alguno.

-Necesitamos urgentemente una ampliación de capital para hacer frente a los primeros pedidos. Lo comunicaremos a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (C.N.M.V., organismo dependiente del Ministerio de Economía y Hacienda*).

-Cuando tengamos resultados positivos y algunos pedidos, se emitirán las acciones-opinó uno de los consejeros.

-También se puede vender la licencia a otros países más industrializados y dedicarse exclusivamente al mercado nacional. Yo tengo contactos con la mayoría de ellas. Sería, después de haber lanzado las acciones en las que se pueden lucrar muchos pequeños accionistas, si no acapararían todas las acciones haciéndose dueños de la empresa-aconsejé, disfrutaremos de información privilegiada.

Nieves, me susurró algo al oído. Por poco dinero se podía hacer una encuesta en los mismos supermercados, igual que hacen los políticos a pie de urna el día de las elecciones. Cuando expuse la idea, la aceptaron de inmediato.

Las conversaciones continuaban, mamá y la tita se disculparon y desaparecieron, Nieves estuvo todo el tiempo siempre atenta a nuestras peticiones. En la mesa de su despacho descansaban media docena de

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botellines de agua mineral y algunos güisquis. Después de más de cuatro horas, firmamos el contrato, por ser menor de edad firmaron mamá y la tita. Se lanzarían medio millón de acciones a cien euros cada una, cantidad suficiente para fabricar cincuenta mil máquinas.

-Estaremos en contacto todos los días-me dijo el director despidiéndose para ir a descansar a una de las habitaciones del hotel.

Dos meses después, fuimos invitados a Madrid a la presentación del invento. Quince días atrás, las acciones salieron a la venta. Mis empleadas, sus familiares, los amigos madrileños y yo, gastamos todos nuestros ahorros en ellas. La prueba fue un éxito, se escaneó un carrito con más de cincuenta productos distintos en menos de dos segundos. Se volvió a escanear cuatro veces, dando siempre el mismo resultado. Cuando pusieron cien productos en el carro, la máquina tardó el mismo tiempo. A la prueba se invitó a representantes de todas las grandes superficies operativas en España y a la prensa especializada. En menos de un mes había un pedido de mil máquinas, sin embargo, las acciones sólo subieron un 25%. Mi primera comisión la gasté en más acciones.

-Vosotras tranquilas, ya se dispararán-les decía a mis trabajadoras cada vez que pedían mi opinión sobre las subidas.

Antes del cambio de turno en recepción, se colocaba una tablilla indicando el valor de la acción. Cuando cerraba la bolsa de Madrid, le pasaba la información a Mónica, era una forma de entretener al personal con las ganancias del día, también, evitaba el atosigamiento al que era sometido cada vez que me cruzaba con alguna empleada y me preguntaba como iba la cosa. En junio, la tablilla marcaba el 250; habíamos ganado el 150%. Y todas estaban contentas.

-Hace tiempo que te olvidaste de nosotras, los negocios absorben todo tu tiempo; no pareces el mismo-me recriminó mamá-. La tita y yo estamos preocupadas por ti, hasta las empleadas cuchichean entre ellas, ya no les piropeas y eso parece disgustarles; estás bastante arisco con todas nosotras.

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Me estaba pasando lo mismo que me pasó en New York cuando era asesor financiero, las mujeres no me importaban un bledo, apenas las miraba. Sin darme cuenta, estaba amargando la vida de mis dos mamás y de mis amigas. Decidí pedirles consejo, la droga de los negocios estaba muy arraigada en mí y debía desintoxicarme con otras actividades y la ayuda desinteresada de la familia y amigos.

-De momento, nos iremos al chalet, Nieves y Mónica se encargarán de todo y no quiero evasivas, ¡es una orden de tu madre!-terminó diciendo seriamente.

Muy apesadumbrado, cariacontecido, con la cabeza gacha y una gran congoja en el estómago, estuve a punto de llorar con las palabras de mamá. Tía Claudia dio las órdenes oportunas al personal de confianza y nos marchamos a la casa del pantano. Durante el trayecto, fuimos en silencio, ninguno quiso hablar. Las primeras palabras vinieron de Inés y Flor cuando salieron a recibirnos al escuchar el motor del coche.

-¡Nos tenéis abandonadas!, sólo se os ve en el hotel-exclamó Inés.

-El agua de la piscina ya está apetecible-insinuó Flor.

-¿Tenéis comida para nosotros?-preguntó mamá a las dos hermanas.

-Podéis comer con nosotras. Llegáis justo a tiempo, todavía no echamos el arroz a la paellera, en menos de media hora estará lista la paella.

Descargamos las bolsas y nos colocamos el traje de baño, comeríamos en la mesa de piedra junto a la barbacoa.

-Os ha salido muy buena, la última que comí fue en uno de los restaurantes de la ciudad-dijo tía Claudia a las cocineras.

- Nosotras le echamos cangrejos de mar al arroz para potenciar el sabor a marisco-contestó Flor mientras chupaba una de las patas del crustáceo.

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Medio adormilado en una de las hamacas, escuché, como mamá contaba a nuestras vecinas el motivo de nuestra presencia en el chalet. También oí, cómo Flor preguntaba por las acciones que habían comprado. La tita les informó del valor actual de cada acción y les aconsejó no vender; en un año llegarían al 1000%. Eran mis propias palabras pero en boca de mi tía Entre las cuatro, se “compincharon” para no dejarme sólo en todo el día. Cuando desperté, estaban preparadas para ir de compras al súper.

-Iremos los cinco en la ranchera y compraremos juntos-exclamó Inés-. Así iremos más distraídos.

Por la noche, tuve reunión con Lola y Claudia, mañana tendríamos otra con las vecinas.

-¡Desahógate!, y cuéntanos lo que pasa por tu mente-me ordenó mamá.

Antes de empezar, reflexioné; no quería precipitarme. Mis palabras debían ser fluidas y coherentes, tenía ante mí un jurado popular para juzgarme. Un jurado inflexible, al que no podía mentir; me conocían demasiado bien.

- Estoy obsesionado con el ansia de ganar dinero. En mi vida anterior me pasó lo mismo cuando descubrí la enfermedad irreversible de mi madre. Cuando murió, volví a la realidad.

-Pero nosotras no queremos que muera nadie-exclamó mamá acongojada por mis palabras.

-Aquella vez fui a un psicólogo y me aconsejó dejar de especular en la bolsa en una buena temporada. También me recomendó viajar por placer. Dejé de jugar y en mi último viaje desaparecí, el resto ya lo sabéis.

-Pues dejarás de jugar y viajaremos-exclamaron.

Para aliviar la tensión, Claudia sacó un mapa de la región y un rotulador permanente.

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-Haremos venir mañana a Nieves, nos indicará los lugares que merecen la pena visitar, en cuestión de alojamientos es la más enterada.

-Viajaremos en un coche nuevo-afirmó mamá.

-Pero Lola, eso es una novedad para mí, ¡qué callado lo tenías!, ¿qué modelo has elegido?-exclamó y preguntó a la vez Claudia a su hermana.

Un Mercedes 2018, sólo lleva cuatro meses en el mercado y ya está considerado como el coche del año en Europa. Lo que no tengo decidido es el color, lo dejo a vuestra elección.

Claudia y yo nos miramos, y, por primera vez en mucho tiempo, atisbaron una sonrisa en mis labios para el regocijo de las dos.

-¡Rojo! ¡Blanco! ¡Azul!-dijimos a la vez.

-Entre el rojo el blanco y el azul, elijo el azul, siempre que se parezca al uniforme de nuestras empleadas-decidió mamá.

-Y si no tienen ese azul, ¡que lo pinten!-contestó la tita.

- Mañana sin falta iremos al concesionario, necesitamos el coche urgentemente, me hace mucha ilusión conducir un “Mercedes”.

-¡Y yo qué! ¿No me lo vas a prestar alguna vez?

-En trayectos cortos iremos al cincuenta por ciento y en los largos, cambiaremos cada dos horas. Si nuestro angelito condujera, haríamos el reparto de otra manera.

No quise entrar al trapo en la discusión, se estaban quedando conmigo.

-Cuando nos lo entreguen, daremos varias vueltas por la ciudad. La “realeza” merece cambiar de trono de cuando en cuando.

-Esa última frase te quedó muy bien-le dijo Claudia a su hermana.

No sé por qué, empecé a bostezar contagiando a mis dos mamás.

-¡Si son las dos!-dijo mamá mirando su reloj.

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Se nos había pasado el tiempo charlando en un santiamén.

Cinco días tardó mamá en recoger el “Mercedes”. Nieves se acercaba todas las tardes a visitarnos. Nos había reservado dos habitaciones contiguas en el Parador Nacional de Jarandilla, donde pasaríamos cuatro días recorriendo los distintos pueblos de la Vera.

En un mes, no había pueblo importante de la alta Extremadura que no hubiéramos visitado. Cuando el pueblo carecía de hotel, nos alojábamos en casa rurales y comíamos en el bar del pueblo o en alguna casa particular. Nuestro último recorrido fue por las Hurdes, lo iniciamos en El Casar de Palomero, lo mismo que hizo el Rey Alfonso XIII en 1922. Atravesamos la Alberca para salir a Salamanca, donde descansamos durante siete días en un céntrico hotel. Lo que más me impactó de ese viaje fue el recorrido por algunas alquerías cercanas a la Alberca, parecía como si en algunos lugares no hubiera llegado la civilización, algunas personas estaban todavía en la Edad Media. Durante el recorrido por Las Hurdes*, la primera noche pernoctamos en un hostal de Caminomorisco regentado por varias hermanas, una se llamaba Lumi, parecía un diminutivo de Iluminación, pero no lo pregunté. Había estudiado en Plasencia y vivió en casa de un conductor del Patrimonio Forestal del Estado que hacía la ruta de Las Hurdes. Amablemente nos indicó donde podíamos cenar cabrito a la brasa, plato típico de la región, a mí no me gustó, sólo lo probé y pedí otra cosa, pero a mis dos mamás les encantó. Lo que si me gustaron fueron las perrunillas, unas tortas hechas con manteca de cerdo y no sé cuantos ingredientes más.

-Si quieren conocer un bonito lugar, visitar Ovejuela, es una alquería de Pinofranqueado con apenas ciento cincuenta personas, el chorrito de Los Ángeles es digno de ser visitado- nos recomendó Lumi.

La alquería era una monería y el chorrito precioso, pero… la carretera… mejor no hablar de la carretera. Si nuestro “Mercedes” hubiese podido hablar, habría soltado más de un taco al recorrerla

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CAPITULO DIECIOCHO. EMPIEZAN LAS VISITAS.

-Mañana recibiremos visita de Madrid-dijo mamá mientras conducía de regreso al chalet.

La tita sabía quién vendría, ¡pero yo no!

-¿Quiénes vienen?

-¿Quién quieres tú que venga?

Después de meditar unos instantes, exclamé: ¡todos!

-Pues sólo viene Luis con su familia, es la primera vez que nos visitan y se quedarán una semana.

-Llama a Nieves y díselo, quiere colocar a su hermana la calabacera con Enrique.

-¿Qué es eso de calabacera?-me preguntó mamá sonriendo por la palabreja escuchada no habitual en mi vocabulario.

-Nieves me dijo que Noemí va dando calabazas a diestro y siniestro a todo el que se le acerca. Fue el día que Nieves encargó los seis pollos asados para las tragaldabas, me acuerdo perfectamente.

-Nunca imaginé a nuestro Ángel haciendo de Celestina-soltó la tita que había permanecido mucho tiempo callada.

Los tres nos reímos a carcajada de la ocurrencia de tía Claudia, hacía muchos meses que no me reía así. Con el rabillo del ojo vi como mamá le daba la mano a su hermana, poco a poco estaba superando la crisis gracias a ellas.

Cuando bajamos las maletas del coche, se acercaron nuestras vecinas a saludarnos.

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-Ya han instalado una de tus máquinas en el súper, es todo un éxito. Escuché decir a una cajera conocida, piensan instalar media docena. Sólo han encontrado un inconveniente.

-¿Cuál?

-En los artículos que llevan cierres de seguridad a presión, como la ropa y los recambios de cuchillas de afeitar. La máquina los escanean, pero una empleada los tiene que desbloquear.

-Eso es cuestión de organizarse, si van dos a comprar, juntan los artículos conflictivos en un carro y los pasan por otra caja o que contraten a una persona para ese trabajo.

Me alegré al escuchar la noticia, no por el dinero de mi comisión, sino por reconocer la inteligencia de la gente, ahora podían aprovechar el tiempo ganado en otros menesteres. Como diría un argentino antiguo: el tiempo es plata*.

Siguiendo las instrucciones del móvil de mamá, pudieron llegar a la casa sin extraviarse. Llevábamos año y medio sin vernos.

-De buena gana me daría un buen chapuzón, vengo pegajoso y eso que trajimos puesto el aire acondicionado-exclamó Luis después de los saludos.

-¿Pantano o piscina?-preguntó tía Claudia.

Los tres miraron a su alrededor y lo único que encontraron fue unas docenas de cerezas tardías colgando de uno de los árboles.

-¿Dónde está la piscina?- preguntó Enrique.

-Detrás de ese seto-exclamé, señalando la parcela de nuestras vecinas.

Una vez instalados en sus respectivos dormitorios, con el bañador puesto y la toalla en el hombro, nos dirigimos a la piscina; nosotros pasábamos todo el día en bañador.

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-Aquí se está en la gloria, cuando salimos de Madrid a las diez, el termómetro de la gasolinera marcaba 28º C, seguro que hoy se acercará a los 40º C -afirmó Luis mientras se acercaba al borde de la piscina de nuestras vecinas y metía el pie en el agua.

-¿De quién es esta parcela tan bonita?-preguntó Sara al contemplar la esplendida huerta repleta de tomates, pimientos, berenjenas y lechugas.

-De Inés y Flor, pero no aparecerán hasta la hora de la siesta, se marcharon hace media hora a chatear a la plaza después de dejarnos la llave, ya las conoceréis, ¡son encantadoras!

-¿Y Rocío?-me preguntó Enrique mientras nos bañábamos.

-Está en Cádiz con su familia pasando las vacaciones, no aparecerá hasta la última semana de agosto.

-Traigo unos regalos para vosotros de mis últimos viajes a Egipto- dijo Luis mientras se zampaba una chuleta recién sacada de la barbacoa.

-¡Otro reloj de arena!, ya nos regaló Sara uno cuando Ángel y Enrique eran compañeros en el instituto-dijo mamá riéndose por la repetición del regalo-. Lo tiene Ángel en su dormitorio junto a los trofeos.

-Podemos regalárselo a Inés y Flor, seguro que les gustará-sugerí.

-¡Eso haremos!, el reloj para nuestras vecinas, lo demás para nosotros-exclamó tía Claudia.

-Mi marido no se acordaba cuando estuvo en Egipto, si el reloj anterior era de arena o de agua. Como le llamó la atención el color áureo de la arena, lo compró-explicó Sara.

-Lola, ¿tuvimos alguna vez en la tienda algún reloj de agua?-preguntó Claudia a su hermana.

-¡No! Sólo he visto uno en mi vida, fue en un almacén de antigüedades cuando íbamos a reponer material para la tienda. Mientras Claudia escogía los muebles, yo buscaba los objetos pequeños. No lo compré, el cristal tenía una raja. Debajo del reloj había una etiqueta con

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el nombre de clepsidra. Cuando volvimos a casa me ilustré en el diccionario. La antigüedad de los relojes de agua data del siglo XV a C. los egipcios lo utilizaban sobre todo para la noche, por el día se guiaban con el reloj solar. En los cristales tienen unas marcas para indicar el tiempo de llenado. Fue muy utilizado por los griegos y romanos en sus debates senatoriales, así, ningún senador se pasaba de tiempo.

-¡Qué lista es mi madre!-exclamé ante la sorpresa de todos.

La palabra “clepsidra” la guardaré para mi léxico personal para bacilar entre la gente culta y cuando la utilice, me acordaré de mamá

-Al anochecer, nos acercaremos a la ciudad, dos iréis con Nieves en su coche, ya la conoceréis, todas las tardes viene a visitarnos, los demás, en el “Mercedes”.

Por fin apareció Nieves, traía a su hermana para conocer a Enrique.

-Éste es mi amigo Enrique-les dije a Nieves y a Noemí.

Las miradas de los jóvenes se cruzaron. ¡A éste no le da calabazas!, es amigo mío-pensé. Lo malo es que se las dé Enrique a Noemí, el tiempo lo dirá.

Como siempre, del aparcamiento al hotel nos fueron saludando los conocidos: un médico con su esposa, nuestro abogado, un concejal con varios amigos, varios dueños de bares, hasta una empleada del hotel disfrutando de la tarde libre.

-¡Os conoce todo el mundo!-exclamó Sara.

-Todos ¡no!, pero casi todos; somos “la realeza” de esta ciudad-exclamé, explicando después el significado de la palabra “realeza”.

-¡Éste es nuestro hotel!-dijo mamá a los madrileños.

Hacía mes y medio que no entraba en el establecimiento, lo primero que hice fue mirar de reojo la tablilla de recepción, marcaba 465, iba subiendo, me alegré más por los amigos que por mí.

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Úrsula y Mónica salieron a mi encuentro y me besaron. Mari, la de la cafetería, que estaba a punto de cerrar hizo lo mismo. A mis dos mamás casi las ignoraron, ¡yo era el rey!

Cuando les enseñamos nuestra suite, alucinaron, quedaron perplejos al comprobar el lujo de la habitación. Estuvieron unos minutos contemplando la foto que nos hicimos en el hotel de New York con toda la tripulación.

-Habéis tenido buen gusto en la decoración de vuestra suite. Que pena habernos perdido la inauguración- exclamó Sara suspirando.-, debió de ser fabulosa, hubiéramos conocido a toda la elite de la ciudad.

-Te harán falta para invitarles-me dijo Nieves al oído mientras introducía tres billetes de cien y varios de veinte en uno de mis bolsillos-. Procura quedar como un hombre delante de tus amistades.

Cuando salimos del hotel para tomar unas raciones en la plaza, sólo quedó en el establecimiento Ivana, la rubia de seguridad. El calor era agobiante a pesar de la hora. Nos sentamos alrededor de dos veladores donde colocaron las viandas y las bebidas. Cuando Luis intentó pagar, hice señas al camarero.

-Invita don Ángel- dijo escuetamente esperando una buena propina como siempre.

-¡Tu pagas los helados!-le dije a Luis mientras nos levantábamos para dirigirnos a la heladería de Rafael el jijonenco*.

Saboreando el helado mamá insinuó:

-Si tenéis ganas de andar, podemos dar una vuelta por la ciudad, Nieves dirigirá el paseo.

-Hay varias rutas perfectamente definidas: el barrio eclesiástico, la judería y artesanal, el de los mercaderes y por último, donde vivían los caballeros, la zona alta donde se encuentra ubicado el hotel-expuso Nieves.

-Tú eliges-le dije a Luis-, todos los itinerarios empiezan en la plaza.

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Como no se ponían de acuerdo, Nieves y yo comenzamos a andar, los demás nos siguieron. Admiramos la catedral iluminada, bajamos por la calle Trujillo para salir por la puerta del mismo nombre. La brisa del río empezaba a refrescar la zona baja de la ciudad. Continuamos muralla adelante hasta llegar debajo del parador. Los torreones y almenas perfectamente iluminados daban una sensación fantasmagórica al turista que las visitaba de noche.

-Aquí nos conocimos cuando yo trabajaba de recepcionista-explicó Nieves a nuestros amigos madrileños.

-Nosotros nos conocimos en el cielo-contestó Luis de buen humor saboreando la frase.

Al regresar a la plaza, el abuelo Mayorga estaba a punto de dar las doce campanadas. Instantes después de oírlas, Nieves se despidió; tenía que madrugar.

-Creo que le gustas a Noemí-le dije bajito a Enrique-, si es así, mañana aparecerá por el chalet y no se irá en todo el día hasta que vaya su hermana a recogerla. Y a ti, ¿te gusta o no te gusta?

-¡No está mal!-exclamó el cretino de mi amigo sin definirse.

-¿Cómo qué no esta mal? ¡Esta muy bien!, y no se lo tiene creído.

Según nos acercábamos a casa, una música pachanguera penetraba por las ventanillas del coche.

-¡Son nuestras vecinas!-grité loco de contento porque no tenía ganas de irme a la cama tan pronto.

La puerta estaba abierta, entramos como Perico por su casa.

-¡Venid!, acabamos de empezar, serviros lo que queráis-dijo Flor junto a la barbacoa.

Más de la mitad de la reunión eran auténticos desconocidos, los otros ya los habíamos visto más veces.

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-Son todos de la familia, la mayoría son primos segundos con sus hijos. Han venido de Madrid, Barcelona y San Sebastián a pasar unos días con la familia, casi todos los años organizamos una fiesta en su honor-explicó Inés mientras seguía el ritmo de la música.

Luis, cogió dos vasos con hielo y echó güisqui, ofreciendo uno a su esposa, Enrique y yo nos acercamos al grupo de jóvenes que movía el esqueleto con un vaso en la mano, y algunos, con un cigarrillo en la otra. La prohibición de 2 de enero de 2011 sobre el consumo de tabaco en lugares públicos no les incumbía.

-Acércate a la barra y prepárame un cubata sin que mis padres se enteren-me dijo Enrique integrándose rápidamente a la fiesta.

-Toma tu coca cola con hielo, yo beberé agua mineral-exclamé disimulando.

Dieron las dos y las tres. Un poco antes de las cuatro, la fiesta decayó, todos nos acercamos a la barbacoa a degustar algo de carne, algunos, ya no se levantaron de sus asientos, no podían ni con su alma.

-Los bebedores no conducen, los trayectos cortos son los más peligrosos, según la DGT-exclamó Flor.

Cuatro mujeres se pusieron al volante, los hombres no podían ni andar derechos, además, balbuceaban al hablar.

-Buena pítima llevan- le comenté a Enrique cuando se terminaba su segundo cubata y atacaba una chuleta de cerdo con una rebanada de pan.

-¡Mañana limpiaremos! -dijeron nuestras vecinas sentándose exhaustas junto a los bancos de piedra de la barbacoa.

Todavía nos quedamos media hora más de palique. Caí en la cama como un tronco abatido, no desperté hasta las once. Cuando me levanté, me dijeron de todo: “dormilón”, “se te han pegado las sábanas” “ya era hora”… No les hice caso, aun tenía sueño y no me apetecía hablar. Cuando nos acercamos al pantano a refrescarnos, me llevé la caña de pescar, Enrique nunca había visto pescar.

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-Hoy vienes más tarde-me dijo uno de los dos “abueletes” asiduos al lugar.

Les saludé y pregunté por la pesquera.

-Tenemos para un frito cada uno-contestaron-, te dejaremos unas cuantas lombrices antes de irnos, procura dosificarlas.

En la nasa llevaban diez barbos de tamaño mediano.

-El otro día pescaron más del doble -le dije a Enrique-. Cuando pescan mucho, los preparan en escabeche para que no se les estropeen y en invierno pescan truchas.

-¿Y tú que pescas?-me preguntó Enrique.

-Yo pesco poco y como el pescado de río no nos gusta a ninguno se lo regalo a nuestras vecinas.

Apareció Noemí como predije y se acercó a nosotros. A ella no le daba asco colocar la lombriz en el anzuelo.

Cuando regresamos a la casa, llevaba media docena de pescados ensartados en un junco. Inés y Flor se alegraron al verlos, sabían que eran para ellas.

- A mamá y a la tita le dan asco limpiarlos. Cuando compran en la pescadería, les limpian hasta los boquerones.

Noemí, no faltó a la cita ningún día. Intencionadamente les dejaba solos. Por fin, intercambiaron sus números de móvil, no era gran cosa, pero era algo, los grandes edificios comenzaron con un ladrillo.

-Hemos pasado una semana inolvidable, cualquier fin de semana libre, volveremos-dijo Luis antes de regresar a Madrid.

Dos días después, apareció Laura con sus padres. Agustín pronto intimó con los pescadores y se pasaba todas las mañanas con ellos, le enseñaron a pescar y se hizo un experto. Cuando regresaron a Madrid, también prometieron volver.

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A finales de agosto, apareció Antonio con la familia, venían directamente de Cádiz a dejar a Rocío, la pequeña Charito había dado otro estirón, estaba enorme, si me hubiera abrazado me habría dejado sin respiración. Traían un bronceado precioso, alabado por mis mamás.

-En una semana habréis perdido el tono yodado de vuestra piel- les auguró tía Claudia.

La primera semana de septiembre apareció Raquel, tan loca como siempre. Me llenó la cara de besos, estaba muy contenta, invirtió veinte mil euros en acciones y su valor en bolsa era de ciento veinte mil, deduje que en la tablilla del hotel marcaría el número 600.

Se marchó Raquel y apareció Paloma. Traía una cara de felicidad imborrable, no podía disimular su estado anímico.

-¿Te ha salido novio?-le pregunté por curiosidad.

- ¡No! Ahora soy rica gracias a ti y dentro de pocos meses me podré dar los caprichos que quiera cuando venda una parte de las acciones.

Prometió volver con Raquel a finales de octubre, ambas disfrutarían de quince días de permiso, me alegré al conocer la noticia.

Una tarde apareció Nieves riéndose.

-¿Qué te hace tanta gracia? -preguntó mamá

-El último chiste que circula por la ciudad y se refiere a vuestro “Angelito”

-Cuenta, cuenta, veamos que dicen de mí.

-Dicen, que te rodeas de más monumentos que la misma ciudad.

-A eso le llamo yo ¡envidia!

-Deberías pasarte por el hotel, tus empleadas te añoran y desean verte.

Miré a mamá por si decía algo a la sugerencia de Nieves.

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-Mañana iremos, tenemos que arreglar personalmente unos asuntillos en el banco-expresó tía Claudia.

Cuando estuve sólo, busqué una revista para hacer el crucigrama y el sudoku. Entre las páginas, encontré un extracto bancario del mes anterior. El saldo se acercaba a los doce millones, disponíamos de más efectivos que todos los clientes juntos del banco. Mamá y la tita no saben sacarle partido a esta situación, pero yo ¡si!-pensé. A escondidas, llamé por el fijo al director a su domicilio particular. Fue una conversación breve, pero conseguí mi propósito.

Sólo llevábamos un par de minutos en el hotel y ya se habían acercado la mayoría de nuestras empleadas a saludarnos, la tablilla de recepción marcaba el 670. Mamá y la tita se marcharon al banco, yo me quedé con Nieves en su despacho, quería contarle la conversación mantenida la noche anterior con el director de la entidad.

-¡Eres único!, a nadie se le hubiera ocurrido amenazar a un director con cambiarle la cuenta.

-Yo sólo le he pedido un jamón pata negra y una buena cesta cuando llegue la Navidad, lo demás lo dejé a su libre albedrío.

Cuando regresaron, venían acompañadas. Mis dos mamás, delante, detrás, un empleado del banco y un poco más atrás un hombre empujando una carretilla con dos cajas de vino y un jamón.

-Es un regalo del director-exclamaron las dos muy orgullosas al entrar en el hotel.

Nieves se reía, Rosa y Claudia nunca se podían imaginar que el artífice del regalo era su querido Angelito.

-Misión cumplida-susurré a Nieves que seguía con la sonrisa picarona en los labios.

-¡Qué buena pinta tiene el jamón! -exclamó Nieves-, y viene acompañado de dos cajas de rioja.

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-El domingo lo empezaremos, acércate a hincarle el diente-dijeron las dos hermanas.

Enseguida adiviné el pensamiento de Nieves cuando me miró.

-¿Por qué no invitamos a nuestras empleadas y a su familia? Nunca lo hemos hecho y ya va siendo hora de agradecerles su trabajo. Vosotras decís siempre que son como de la familia, será un detalle inolvidable para ellas.

El revuelo se formó espontáneamente. Pasó en unos minutos del cuchicheo a una pequeña algarabía controlada, fue inaudito observar la alegría de mis empleadas cuando les invitamos a nuestro domicilio particular.

-¡Ya tenía yo ganas de conocer vuestro escondite! -me dijo Mari la del bar-. Iré con mi hermana y mis padres, el domingo descanso.

-Eso es cosa del jefe- comentaba una limpiadora a otra.

Úrsula y Mónica se encargaron de recabar toda la información sobre la asistencia, debíamos estar preparados, no es lo mismo dar de comer a quince que a ochenta; presentíamos avalancha de invitados.

Días después, apareció nuestra amiga Luisa, la de la agencia de viajes, se había tomado por su cuenta cinco días de vacaciones.

-“Como la montaña no viene a Mahoma, Mahoma irá a la montaña”-. Fueron sus palabras por no visitarla los seis últimos meses-.Te traigo el regalo prometido.

Por el volumen y peso del paquete, deduje que era un libro, y, ¡vaya libro! Nunca lo había leído, pero conocía su temario.

-¡Don Quijote de la Mancha!-exclamaron mis dos mamás cuando me vieron con el libro en la mano-. Según dicen, es el mejor libro de la literatura española, está traducido a más de cincuenta idiomas.

-Cuando lo leas, me lo prestas, quiero echar una ojeadita a unos capítulos-me dijo Claudia.

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-Tardaré un tiempo en leer las 1300 páginas. ¿Tú lo has leído?-, pregunté a mamá.

-Lo leí cuando tenía quince años, todavía recuerdo como empezaba y la última palabra.

Veamos si dices la verdad-exclamé abriendo el libro.

-“En un lugar de la Mancha…”-es el principio, y la última palabra es, “Vale”

-Es cierto, lo has leído-dije después de la comprobación.

-¿Cómo está Madrid?-pregunté a Luisa.

-Rutinaria, siempre igual, aquello no varía. Gracias a la máquina no me aburro, algunos grupos de colegiales con profesores incluidos pasan por la tienda para envejecer o rejuvenecer a familiares o a personajes famosos de la historia para sus trabajos de clase.

-¿Cuándo vuelves a Madrid?

-Si no os importa, el próximo jueves.

-Te lo preguntamos porque mañana celebraremos una pequeña fiesta con nuestras empleadas.

-Pillín, siempre rodeado de mujeres.

-Esta vez ¡no!, vienen con sus familiares y nos juntaremos unas sesenta personas.

-Menos mal que el tiempo acompañará, dentro de la casa no cabríamos.

-¿Quién es esa rubia tan guapa que acompaña a una de nuestras empleadas?-le pregunté a mamá al principio de la fiesta.

-No lo sé, vamos a averiguarlo-contestó mamá intrigada.

La chica estaba algo desorientada entre tanta gente, era guapísima, el rubio de su pelo parecía natural, le calculé unos diecinueve años. Mamá, Luisa y yo nos acercamos a las dos.

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-Preséntanos a tu amiga-le dije a mi empleada.

-Es mi prima Andrea, viene a cubrir mi baja, dentro de quince días me caso con uno de los clientes asiduos al hotel. Es un pequeño empresario y me necesita como secretaria.

Inaudito, Nieves no me había comunicado nada. Miré a mamá y se encogió de hombros, ¡lo sabía!, tampoco me había dicho nada.

-No quise decirte nada, te habrías malhumorado por la pérdida de una de las tuyas-me dijo mamá.

-Tú sabes que las bodas me emocionan, no lo puedo remediar. ¿Te puedo regalar algo?-pregunté a mi empleada.

-Nos casaremos en Madrid y el piso tiene de todo, de todas maneras, ¡muchas gracias!

Luisa me susurró algo al oído.

-¿Qué te parece un crucero por el Mediterráneo? Aquí tenemos a la persona indicada, tiene una agencia de viajes en Madrid. Sólo tienes que darle los nombres, una dirección y una fecha y ella os enviará los pasajes.

-¡Te lo dije, que mi jefe no sabía nada de la boda!-exclamó mi empleada dirigiéndose a su prima.

-Entonces, aceptas el regalo.

-¡Claro que sí!

Luisa anotó los nombres y la dirección donde debía mandar los pasajes, yo me dediqué a sonsacar a Andrea algo de su vida. Tenía dos años más de los que le calculé, hablaba inglés y sueco, su abuela materna vivía en el país escandinavo y ella pasaba los veranos con la abuela.

-Tendré que aprender sueco-dije en plan bromista.

-Nunca pensé en un jefe tan… joven- exclamó Andrea.

-Ya veo que os conocéis y no hacen falta presentaciones-insinuó Nieves -. ¿A qué no la has metido todavía en tu móvil?

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-Dame el móvil, mamá.

Andrea no comprendía nada de nuestra conversación, cuando cogió el aparatito y pulsó la tecla adecuada, enseguida comprendió por donde iban los tiros. Ella misma se fotografió y gravó su número telefónico en la memoria junto a su foto.

-Es muy original tu agenda, nos llevaremos bien-exclamó.

-Si no tienes novio, seguro, soy bastante celoso, sobre todo con mis empleadas.

-De momento, nadie llamó a mi puerta. Dice mi abuela que tengo un corazón de hielo.

-Pues yo lo derretiré.

Este comentario improvisado, desencadenó una risa abierta entre las mujeres, incluida Andrea.

Cuando todos se marcharon de la fiesta, ya había anochecido. Me acosté dejando la puerta entornada, no tenía sueño, pero estaba cansado. Recostado en mi almohada escuché la conversación de Lola, Claudia y Luisa, hablaban de mí. Me pude enterar que todas las visitas de nuestras amistades fue un plan preconcebido por ellas.

-Hoy escuché como piropeaba a la nueva empleada-le dijo Lola a su hermana.

-Creo que ya está curado, y si sabe aprovechar las enseñanzas del libro de caballería, se curará por completo.

-Me enorgullece haber colaborado, por este niño haría lo que fuera-dijo Luisa toda emocionada.

Escuchando tantos elogios me dormí. La vida era mucho más agradable rodeado de seres queridos, por eso me desperté con una sonrisa en los labios y un beso de mamá en mi frente.

-¡Buenos días dormilón!

-¡Buenos días mamá!, ¿qué programa habéis preparado para hoy?

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-Nos iremos al hotel a pasar unos días, echo de menos la suite. Luisa se alojará en la habitación contigua a la tuya.

¡Bien!-exclamé para mis adentros apretando los puños.

-Me llevaré a Luisa por la ciudad, voy a presumir de otro “monumento”, vosotras podéis ir de compras, quiero estar a solas con Luisa.

-¿Dónde me llevas?- preguntó a la salida del hotel cogiéndome la mano.

-Vamos al banco sin que se entere la familia, necesito hablar con el director-le comuniqué en voz baja.

En el trayecto le conté, como amenacé telefónicamente al mandatario de la entidad para sonsacarle varios regalos.

-Hiciste bien, algunos bancos sólo saben amasar dinero, no tienen ningún detalle con los clientes especiales.

Cuando le dije el saldo del banco, se sobresaltó.

-¡Buenos días, don Ángel!-dijo el director saliendo de su despacho-, ¿necesita algo?

-Sólo quiero un extracto de los últimos quince días y a mi familia chitón.

-Lo que usted mande.

Como sabía que el lince de los negocios era yo, no nos puso ninguna pega. Varios cargos y una transferencia de un millón eran los últimos apuntes, a continuación, destruí el papel y nos marchamos.

-¿Qué te apetece beber? ¡Te invito!

-¡Un vermut rosso con una aceituna!-exclamó-. Prefiero el vermut rojo al blanco, aunque el blanco dulce no me desagrada.

Cuando pedimos la bebida en uno de los bares, se extrañaron, la mayoría de los clientes pedían “chatos o cañas”, la costumbre del vermut

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tan arraigada en España en los 60 y 70, se había perdido. El dueño del bar no nos invitó, pero trajo dos tapas de órdago a cada uno, y, ¡vaya tapas!

-Con dos como éstas ya he comido-comentó Luisa.

-Nuestras vecinas cuando no tienen ganas de cocinar, se vienen a la plaza a chatear y con las tapas comen. Son conocidas en la mayoría de los bares y apenas prueban el alcohol.

Muchos clientes se acercaron a saludarme, querían congraciarse con mi compañera, apenas les hice caso, prácticamente les ignore.

-¡Vamos a otro sitio!, aquí hay muchos moscardones queriendo picotear el pastel.

-Hablan de nosotros- comentó Raquel mientras nos dirigíamos a otro bar.

-Es el tema de siempre, alaban tu belleza y envidian mi dinero. Déjales que chinchen y rabien.

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CAPITULO DIECINUEVE. CARTA DE LA EMPRESA.

-Ángel, tenemos carta del consejo de administración de la empresa que gestiona la maquina de los supermercados. Nos invitan a una reunión de accionistas.

-Algo traman para invitarnos. ¿Cuándo será?

-Dentro de un mes, ¿qué hacemos? Nosotras nunca hemos estado en una reunión de accionistas.

-Dejadme pensar unos momentos-les dije a mis dos mamás.

En mi vida anterior asistí a muchas reuniones de empresa en calidad de asesor financiero, de ellas extraía mucha información para mis inversores. Mi instinto financiero nunca falló, siempre acertaba las que se irían a la ruina. Esta vez era distinto, debía velar por los intereses de mi familia y los de mis amistades.

-¡Ya está!, asistiremos con los machos bien atados, guardaremos un as en la manga por si nos hiciera falta, esa reunión me da mala espina, o piensan vender o quieren sacar otro paquete de acciones al mercado. En estos momentos no interesa hacer ninguna de las dos cosas.

-No entendimos nada de tu palabrería, ¡explícate! Haz el favor de hablar en cristiano y déjate de tecnicismos.

-Prepararé un documento que entregaremos a todas nuestras amistades, desde el profesor, hasta el ultimo familiar de nuestros amigos y empleadas, seremos sus representantes legales, a los madrileños se los

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enviaré por correo electrónico y nuestras empleadas recogerán todos los impresos que necesiten para traerlos cumplimentados. El tiempo apremia, cogeré un modelo de Internet y haré cientos de fotocopias. Hoy mismo deben llevárselas. ¡Avisad a Nieves!, como parte interesada, se encargará del asunto.

-Te desenvuelves en el mundo financiero como pez en el agua, yo sería incapaz de hacerlo-me dijo Luisa asombrada-. Llevaré treinta a Madrid y te las mandaré por correos o por el fax de la agencia, casi toda mi familia, a petición mía, compró acciones y están muy contentas con la inversión efectuada.

Una semana antes de la reunión de accionistas, tenía en el despacho de Nieves miles de documentos, muchos más de los previstos. La lista era interminable, ocupó cincuenta folios. Uno de los notarios de la ciudad se acercó a legitimarlos.

-Espero que no te dejes engañar- me dijo el notario que también era dueño de un buen número de acciones-. Todos confiamos en ti.

Cuando Nieves sumo las acciones, exclamó:

-Tu familia posee el 20% de la empresa y si le sumas las acciones que representáis, llegáis al 50,35%; no pueden aprobar nada sin vuestro consentimiento.

Como la fecha de la reunión coincidía con la llegada de Raquel y Paloma, no tuve más remedio que usar el teléfono. Debían posponer la visita y si querían verme, tendrían que acercarse a nuestro domicilio madrileño, después, regresaríamos juntos a Plasencia; estuvieron conformes con el cambio de planes.

En un pequeño teatro madrileño, alquilado para el evento, se celebró la asamblea de accionistas. En el escenario, frente al público, en una larga mesa, se colocaron una docena de personas, me imaginé que sería la plana mayor y sus asesores jurídicos; reconocí a los tres que estuvieron en el hotel. Comenzaron hablando del potencial económico de la empresa, del reparto de beneficios y por último, la posible venta a un grupo japonés. Se escucharon murmullos en la sala, unos a favor y otros

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en contra. Enseguida pensé en el dinero negro. “Yo te vendo por tanto, pero tú me das una comisión bajo cuerda”. Algunos pensaban sacar una buena tajada para no tener que trabajar más en su vida. Siempre fui un mal pensado cuando el dinero se metía por medio, ¿qué harían si les quitara la concesión de mi maquina?, sería la ruina de la empresa. No pensaba hacerlo, también sería la ruina de muchos pequeños accionistas que confiaron en mí. Podía tirarme un farol en el momento oportuno y asustarles; estaban en mis manos y no lo sabían. David, se levantó para susurrarme algo al oído. Debía deshacer la pantomima montada. Cuando me levanté de mi asiento para dirigirme al escenario, algunos directivos temblaron al reconocerme.

-Acompáñame –le dije a David al pasar a su lado.

Con él, estaría arropado, un profesor financiero causaría cierto respeto entre los asistentes. No me hacía falta para nada, pero dos personas intimidan más que una. Además, me debía un favor, sus ochenta acciones se las había multiplicado por siete.

Me presenté como dueño de la patente que hizo resurgir a la empresa de la nada, también presenté a David como experto financiero universitario.

-La venta no se efectuará –comuniqué en voz alta ante el beneplácito de muchos y el desconsuelo de unos pocos-. Las acciones serán muy rentables durante cinco años por lo menos.

Dos miembros de la mesa se levantaron para rebatirme, les apuntillé entregándoles unas copias notariales de mi representatividad. Mi 50,35% podían con su 35%, como no lo esperaban, se pusieron nerviosos. ¡Tierra tráganos!-debieron pensar.

-Señores accionistas, represento a más de la mitad de todas las acciones de la empresa, lo que diga aquí, “va a misa”, la empresa no se venderá ¡os lo aseguro!, el que quiera vender por su cuenta, ya puede sacar sus acciones al mercado, desaparecerán en un santiamén, mi familia está dispuesta a comprar un buen paquete de ellas.

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Con estas palabras di por terminada mi intervención. Acto seguido hablé con David y después, con el presidente de la empresa, quería una reunión urgente con los dos.

-Enhorabuena, nunca escuché un discurso como éste, debí grabarlo para mis alumnos. No obstante, intentaré transcribirlo para utilizarlo en clase o en conferencias-exclamo David-, durante unos minutos, has tenido en tensión a más de doscientas personas, vuelvo a felicitarte.

Cuando la sala se despejó, mamá y la tita subieron al escenario. Entramos en uno de los camerinos para reunirnos con el presidente de la empresa y su secretario.

-Desde este momento, quiero a este señor (David) en el consejo directivo, será mi voz y mis oídos en todas las reuniones. ¿Qué le parece el puesto de subdirector para él?

El director acató mi decisión en el acto, no podía negarse. Si hubiera querido, habría deshecho toda la junta directiva y nombrado otra, la ley estaba de mi parte.

¡Qué orgullosas estaban en ese momento mis dos mamás de mí!, lo presentí en sus miradas. David no iba a la zaga, por un par de reuniones al mes, cobraría el cuádruple que en la universidad. Cuando nuestras vistas se cruzaron, atisbé una radiante sonrisa en su rostro, no lo podía disimular, estaba más contento que un bebé con un sonajero.

-Sólo te pediré informes puntuales de todas las reuniones, y en las decisiones fundamentales, me llamas al móvil y te aconsejaré “ipso facto”*.

-No sé donde sacas tu sapiencia, pero te rindo pleitesía. Si hubieras nacido antes, habrías evitado la crisis del 2008, que algunas naciones como la nuestra, no reconocieron hasta un año después. Estuvo a punto de dejar a España en la bancarrota. A pesar de los cambios de gobierno, diez años después, aun colea.

Las palabras de David me congratularon.

. -¡Dales recuerdos a tu mujer y a tus hijos!

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Sin más, nos despedimos.

El viaje de regreso lo realicé en el coche de Paloma. Lola y Claudia viajaron solas en el “Mercedes”. Las copilotos estaban muy contentas, salían con dos hermanos y parecía que la cosa iba en serio; me alegré por ellas.

-Se han mosqueado un poco cuando les contamos que íbamos a pasar unos días con un amigo-exclamó Raquel.

-Se quedaron de piedra cuando les dijimos que nos tenías reservada habitación en un hotel-dijo Paloma mientras conducía por la autovía.

- ¡Que mala sois! Los vais a matar a celos-contesté.

En todo el trayecto no faltó el buen humor entre nosotros. Llamé a mamá varias veces al móvil para contarle nuestra conversación.

-Mamá y la tita os dan la enhorabuena por los novios, ya era hora que sentarais la cabeza.

-Estruja tu cerebro y saca una idea brillante para darles la puntilla definitiva, queremos que confíen ciegamente en nosotras.

-Podéis invitarles el último día a la ciudad, así me conocerán y se les quitaran los celos.

-¡Buena idea!, eso haremos.

-Nada más entrar en el hotel nos llamó Andrea, estaba sustituyendo a Mari, la del bar.

-Ésta es nuestra nueva adquisición, se llama Andrea y habla sueco.

-Yo también lo chapurreo un poco-contestó Paloma- Estuve viajando tres años seguidos a la Venecia del norte (Estocolmo).

Este comentario hizo que Andrea y Paloma intimaran rápidamente hablando en sueco. Raquel y yo nos hicimos los suecos*.

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-La tienes en el bote, sólo quiere saber cosas de su jefe-comentó Paloma en francés para que no se enterara la interesada-, cuando termine su turno quiere volver a verme para seguir la conversación.

-Ella no lo sabe, pero cuando se le acaben los seis meses de contrato será fija, ahora esta sustituyendo a su prima y haciendo correturnos. Su prima se casó y vive en Madrid, si vuelve alguna vez, será de visita.

-¿Qué te ha contado sobre ella?-pregunté interesadamente.

-Que este año termina la carrera de Derecho, por eso, se pasa la mayor parte del día estudiando.

-Eso es nuevo para mí, no me había dicho ni pío.

-¿Tú se lo habías preguntado?

-¡No!

-Entonces…, no te quejes. Yo que tú no la dejaría escapar, y si se especializara en derecho mercantil. Podría llevarte todas las cuestiones legales de tus negocios incluida la contabilidad.

-Debes hablar con ella antes que acabe su carrera y se marche a ejercerla-exclamó Raquel.

-No lo demoraré, hasta junio, todavía faltan siete meses. ¿Dónde queréis ir?, tenemos unas horas antes de comer.

-¿Qué hace aquí un buen ciudadano cuando no tiene nada que hacer?

-Ir a la plaza-contesté-. Es de obligado cumplimiento visitarla cuando llegas a la ciudad ya seas nativo o foráneo.

-Pues vayamos.

-¿Habréis traído lo que os pedí?

-Claro, fue lo primero que guardamos en nuestro equipaje.

-En quince minutos os quiero en el despacho de Nieves.

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-Buena sorpresa se llevaran tus amigas, les he dado la suite de la primera planta para que estén mas cómodas.

Cuando se abrió la puerta del ascensor y aparecieron, quedé embobado, llevaba casi dos años sin ver a unas copilotos perfectamente uniformadas. ¿Qué tendrán los uniformes femeninos que tanto gustan a los hombres? No tuve más remedio que decirles:

-¡Guapas!

Desde la segunda planta, mamá me tiró el gorrito de Ana, dos copilotos y un “azafato”, darían mucho que hablar en la ciudad. Mientras se aseaban y cambiaban en la suite, intercambié unas palabras con Mónica, quería que sustituyera una hora a Andrea en el bar.

-Quiero hablar con ella fuera del trabajo, es un asunto personal- le comuniqué-. Y no seas mal pensada.

Accedió encantada, era el primer favor que le pedía su jefe.

La mañana estaba gris, de cuando en cuando unos tímidos rayos solares se abrían paso entre las nubes. Era uno de esos días tristones que yo pensaba alegrar con un simple paseo y unas conversaciones. Tres monumentos andantes me acompañarían. Durante el corto paseo hacia la plaza, los saludos se multiplicaron, los giros de cabezas cuando dábamos la espalda dejó a más de uno con tortícolis. ¡Llamábamos la atención!, ellas, por su belleza, yo, por la suerte de ir tan bien acompañado, ¡que mala es la envidia de los hombres!

-¡Vamos al banco!, necesito saber la liquidez de mi cuenta, mi familia abre la correspondencia y no me dice ni pío. Lo hacen para que no empiece a especular con el dinero.

Entramos directamente en el despacho del director y allí mismo sacó el extracto de la cuenta. En un abrir y cerrar de ojos, observé el documento, lo doblé y lo introduje en el bolsillo interior del abrigo.

-Ni que fuera la correspondencia de tu novia-exclamó Raquel al ver guardar el documento con tanta rapidez

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-Mis novias sois vosotras, lo sabéis de sobra. Cuando estemos solos lo leeréis.

Andrea no comprendía la adulación de un jovencito a unas mujeres hechas y derechas como Raquel y Paloma, y, como éstas disfrutaron con el piropo. Nada más salir del banco, les entregué el extracto. Mis copilotos ni se inmutaron, pero Andrea puso el grito en el cielo.

-¡Casi dieciséis millones!-gritó- Debe haber alguna equivocación, nunca vi una cuenta corriente con esos dígitos.

-Tu jefe es rico, inmensamente rico y no lo es más porque no quiere-le dijo Raquel-. A mí personalmente me ayudó a comprar un ático precioso y ahora estoy ganando decenas de miles de euros gracias a él.

-¡Vayamos a un bar!, tengo la garganta seca-insinuó Paloma.

-Primero, daremos un paseo por los soportales, caminad con naturalidad, ignorad las miradas lujuriosas de los conciudadanos, yo observaré sus reacciones y después os lo contaré para reírnos un rato- comuniqué a mis acompañantes.

En vez de entrar en uno de los bares de la plaza, fuimos al restaurante de los caracoles. Hablé con el dueño y nos llevó al comedor, necesitábamos intimidad.

En apenas diez minutos, informaron a Andrea exhaustivamente de todas mis actividades en el mundo financiero.

-Entonces, construiste el hotel para Nieves y la hiciste directora.

-Así es-contesté.

- Cambiando de tema, me gustaría contratarte como abogado cuando termines la carrera. Tendrás un despacho en la planta baja junto al de Nieves y el salario lo puedes fijar tú misma, como verás, el dinero no es importante para mí. Si quieres, puedes empezar enseguida, así tendrás más tiempo para estudiar y de paso practicas.

-Yo había pensado trabajar en un bufete de abogados hasta que me contratase alguna gran empresa.

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-Ahí pagan una miseria, los primeros años te explotaran, algunos abogados para coger experiencia trabajan hasta gratis.

-Ya lo sé –contestó-, en España sobran abogados, hay uno por cada trescientas personas o menos, y lo más curioso, ¡la mayoría nunca ha ido a juicio!

-Yo no lo me pensaría dos veces y aceptaría de inmediato -le aconsejó Paloma-. Te ponen en bandeja un buen trabajo bien remunerado, esta ocasión sólo se presenta una vez en la vida. No seas tonta y acepta, nunca te arrepentirás, y jefes como el tuyo, ¡sólo hay uno!

-Verás reducido a la mitad el número de horas de trabajo, también podrás utilizar la oficina como cuarto de estudio. Te acondicionaré una de las habitaciones para despacho y dormitorio a la vez, así, el día que quieras estudiar hasta las tantas, te puedes quedar a dormir. Nieves, Mónica y yo, te ayudaremos los primeros días. No me mires con esa cara porque en cuestión de números sé bastante más que vosotras tres, lo podéis comprobar cuando queráis. En mi hipocampo tengo grabada la carrera de Económicas junto a cuatro idiomas.

-Me lo pones tan bonito, tan de color de rosa, que será imposible rechazar tu oferta de trabajo.

-Entonces, ¿aceptas o no aceptas?

-¡Acepto!, con una condición. Hasta no estar habilitado el despacho dormitorio, quiero seguir desarrollando mi trabajo actual, no quiero favoritismos.

-¡Hecho!, cuando volvamos al hotel, hablaré con mi familia y con Nieves. Ahora os contaré lo que observé en los soportales mientras veníamos hacia aquí. Habéis armado una revolución: un individuo tropezó con su propia mujer al girar la cabeza para veros, a otro, se le juntaron las babas y la cerveza que estaba bebiendo, y un señor mayor se quitó las gafas para restregarse los ojos como si estuviera viendo visiones, no pasasteis desapercibidas para nadie; hasta las mujeres os miraban con cierta envidia por vuestros uniformes. Más de uno habrá pensado, que

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habéis caído del cielo. No es normal ver a dos copilotos de Iberia paseando por la ciudad y menos con su uniforme de gala.

-¿Dónde os gustaría comer?-les pregunté-, hoy me siento generoso y tenemos que celebrar el ascenso de Andrea.

-¡Que elija Andrea!-contestaron mis amigas.

-Me gustaría comer en el parador, oí hablar bien de su cocina y del personal.

-Pues…, no hablemos más y vayamos. Antes, le comunicaré a Mónica el motivo de nuestra tardanza.

-¡Chaval!-me dijeron tocándome el hombro a la entrada del parador.

-¡Andrés!- respondí al guía salmantino que traía una excursión de extranjeros para visitar la ciudad y el parque de Monfragüe.

-Este es el chiquillo del que te hable hace dos años que domina tantos idiomas-le dijo a Vega (nombre de su mujer)-. ¿Qué haces rodeado de uniformes?-me preguntó al darse cuenta que ninguna era de mi familia.

-Dos, son antiguas amigas, las conocí en el cielo, la otra, es una empleada y amiga.

Al leer en el abrigo de Andrea el nombre del hotel, le dio un vuelco el corazón al relacionar el hotel con mi persona.

-Entonces…, ¡tú eres el dueño del hotel!-, he oído hablar maravillas de él y de su personal.

-El hotel pertenece a mi familia, lo inauguramos hace quince meses y es famoso porque todos los trabajadores son mujeres y por una máquina que hay junto a la cafetería. Cuando quieras, puedes llevar a tus expedicionarios, saldrán satisfechos al comprobar lo que puede hacer una simple maquinita para atraer clientela.

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-Esta tarde iremos sin falta, la excursión la realizaremos mañana, quedáis invitados.

-Diles a tus expedicionarios que lleven las fotos que tengan de sus familiares.

-¿Para qué?

-Ya lo comprobaras, nunca se arrepentirán.

Entre idas y venidas, la camarera que nos sirvió, fue contando por capítulos el numerito que monté en el parador con los franceses e ingleses y como hice amistad con Nieves cuando trabajaba en recepción. Creo que ya se lo había contado a muchas personas como una de las muchas anécdotas de un establecimiento hostelero. En ese momento me consideré importante al entrar en la historia del parador.

Nieves y Mónica se pusieron muy contentas al saber que en breve, Andrea se encargaría de revisar toda la contabilidad. Era un desahogo para ellas, les gustaba más la diplomacia y el trato con la clientela que los números, algunas veces se les trabucaban.

-Contrataremos una empleada mas- refirió Nieves.

-Si contratas a la que lleve mas tiempo sustituyendo, ninguna se enfadará-aconsejé.

A eso de las cinco, apareció Andrés con su grupo y preguntó por mí. Salí del despacho para atenderles. En breves palabras expliqué en inglés y francés a los expedicionarios lo que era capaz de hacer las maquinita. Pronto, las fotos familiares salieron de sus bolsos. Ellas, se quitaban años y a sus nietos se los ponían, formaron un galimatías con el quita y pon. Disfrutaron una harta del souvenir inesperado guardando como reliquias las fotos obtenidas. Hasta Vega hizo unas copias de ella y de su marido.

-Es una maravilla, ¿dónde se puede obtener una? –pregunto Andrés.

-Misión imposible, sólo existen dos en el mundo y de momento no pienso fabricar más.

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Después, le conté brevemente la historia de las máquinas y la cantidad de novios que tenían.

-Estas no se casan con nadie nada más que conmigo, soy su creador, su dueño y sólo me quieren a mí. Estoy pensando en colocar una alarma en su interior con una clave de seguridad por si intentaran robarla. Pero en vez de sirena, colocaría grabado el llanto de una niña - concluí.

CAPITULO VEINTE. SE ACERCA LA NAVIDAD.

Pasó noviembre y entró diciembre, se acercaba la Navidad, hacía varios meses que no nos acercábamos a Madrid, en una ciudad pequeña se vivía mejor, sin agobios, sin prisas. Andrea iba a preparar las nóminas de las empleadas, cobrarían el día veintitrés. Era normal que reinara cierta alegría en el ambiente: una mensualidad, una extra y el porcentaje de la maquina, solo se cobraba tres veces al año. La famosa cuesta de enero, para algunos hasta junio, se paliaría con el reparto de beneficios de las acciones compradas. Algunas empleadas pensaban vender una parte de ellas, pronto les disuadí. ¿Dónde podrían tener sus ahorros con tanta rentabilidad?, en ninguna parte. Enseguida lo comprendieron, no obstante alguna pensaba vender una parte de ellas, necesitaban efectivos para comprar vivienda.

-¡Haced lo que queráis!

Según mis cálculos, los beneficios del primer año, serian de tres veces lo invertido. Más de mil quinientos inversores, familiares de nuestras empleadas residentes en la ciudad y pueblos limítrofes saldrían beneficiados. Cada día nos saludaban más personas cuando paseábamos, muchos de ellos eran accionistas agradecidos.

-Estas navidades no hagáis planes, vendréis a casa a cenar, mi madre prepara el pavo de fábula y os chupareis los dedos.

La verdad era que no habíamos hecho planes para las fiestas por eso la tita y mamá aceptaron de inmediato. Una fiesta como la Navidad es

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muy aburrida para tres personas. Agradecimos el ofrecimiento de todo corazón.

-No me mires con esa cara, no faltará de nada, he convencido a mi madre para que prepare unas natillas con nevados de postre. La última vez, Noemí y yo nos pusimos púas-dijo Nieves mirándome a la cara.

-Pues, probaremos el pavo y nos comeremos las natillas. Si me entra sueño me gustaría quedarme a dormir en tu casa.

-Sin problema, os tendremos preparadas tres habitaciones, así por la mañana desayunareis churros, la churrería está muy cerca de casa, sólo hay que cruzar la calle.

El veintitrés, como estaba previsto, nuestras empleadas cobraron. Durante la mañana se fueron turnando para ir al cajero o al banco. Las seis habitaciones que teníamos alquiladas, se desocuparían al día siguiente y no había reservas hasta el veintiséis. Decidí cerrar el hotel los dos días. Cuando le comuniqué mi decisión a Nieves, se alegró. Enseguida hizo varios carteles y los colocó en recepción y en el bar.

-Los que quieran emborracharse que lo hagan en su casa- exclamó Mari la del bar-, algunos clientes por estas fechas se ponen pesados y no hay quien los aguante.

-Mamá, cerraremos a cal y canto el hotel durante dos días para que nuestras empleadas disfruten de las fiestas. Nosotros los pasaremos en casa de nuestra directora, podéis hacer las maletas-les comuniqué a la familia a media mañana.

-Es cosa del jefe -decía Nieves a las empleadas cuando le preguntaban-. Tenéis el mejor jefe del mundo, no os podréis quejar.

Los móviles de las empleadas empezaron a funcionar, en un momento habían comunicado a las compañeras del siguiente turno que habría dos días extras de vacaciones para toda la plantilla. Las que más se alegraron fueron las de seguridad, su turno era de nueve horas. Mónica y su hermana aprovecharían para viajar a Madrid, les di permiso hasta el lunes. Total, por tres días más, quedaba como un señor. El director del

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banco mandó una caja de cava. Entregué a Mari dos botellas para enfriarlas, una para el primer turno y la otra para el segundo; el resto para Nieves. Mis mamás apenas bebían alcohol, solamente un sorbito cuando brindaban. Al final de la mañana se colocó el 910 en el tablero de las acciones, habían subido cien enteros en un sólo día. David me contó por teléfono que la empresa había hecho un contrato con un país europeo para suministrar cinco mil máquinas a las grandes superficies. Eso significaba, que pronto la cuenta corriente se vería incrementada en cinco millones, no estaba mal para terminar el año.

El pavo y las exquisiteces que cenamos en casa de Nieves no las olvidaremos nunca, nos trataron a cuerpo de reyes. Fulgencio, su esposa y Noemí, quedaron encantados con las historias de mi niñez, Nieves ya las conocía casi todas y no se sorprendió tanto. No obstante, siempre aparecía alguna anécdota nueva del pasado digna de reseñar.

-Entonces, naciste sabiendo-aclaró, después de escuchar la historia de ordenar periódicos por fechas con apenas un año.

Como no podía contarles lo de mi reencarnación por ser el secreto de familia mejor guardado, adorné la historia para hacerla creíble.

-Mi aprendizaje empezó cuando estaba en el vientre de mi madre. Al nacer, mi subconsciente asimilaba todas las conversaciones de los que estaban a mi alrededor, ampliaba mi vocabulario sin darme cuenta. Sin embargo, no comencé a hablar coherentemente hasta no cumplir el primer añito, lo demás fue como coser y cantar. Cuando mamá o la tita me sostenían en brazos y manejaban el ordenador, aprendí todo el teclado, las dudas me las solucionaba el libro de instrucciones. Mientras ellas despachaban en la tienda, me subía a una silla y de rodillas manejaba el aparato. Me pasaba horas y horas tecleando y leyendo. El inglés y el francés lo aprendí viendo películas en Internet, el alemán, empecé a estudiarlo con seis años. Mi sexto sentido para los negocios era innato, nací con él, no lo aprendí. Era como el rey Midas, todo lo que tocaba lo convertía en oro.

-Oro que compartes con tus amigos-exclamó Nieves cortando por un momento mi monólogo.

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-No lo puedo remediar, me gusta ver a la gente amiga contenta sin que se preocupe cuando llega final de mes. Al principio, elegía a cuenta gotas entre mis amistades a los que tenían algún sueño que realizar, ahora, a la mayoría no los conozco. Me queda un consuelo, soy conocido por hacer el bien y eso a mi “ego” le basta.

-¿Podemos hacer algo por la ciudad?-le preguntó mamá a Nieves a sabiendas que en breve, cuando pagaran los beneficios de las acciones, nuestra cuenta sufriría un incremento de no menos de sesenta millones.

Después de meditar la pregunta respondió:

-Crear nuevos puestos de trabajo montando alguna industria.

-¿Has pensado en alguna?-le preguntamos al unísono mis dos mamás y yo.

-La única que se me ocurre es la conservera. Al ser esta zona eminentemente agrícola, se pueden aprovechar las materias primas para su transformación. La gama de cultivos es muy variada, sobre todo en verano y parte del otoño. En unas buenas cámaras frigoríficas se puede aguantar la fruta muchos meses sin tener que cerrar la fábrica en invierno. La fruta escarchada sería la estrella junto con las mermeladas. Se crearían más de cien puestos de trabajo entre directos e indirectos y los agricultores de los pueblos limítrofes plantarían lo que se les pidiera; aquí, la tierra es muy generosa. Por tener cerca la materia prima, los costes se abaratarían y el producto sería muy competitivo. La nave industrial se instalaría en el polígono, donde el ayuntamiento cede los terrenos para nuevas industrias. Eso si, las tres cuartas partes de los trabajadores deben estar empadronados en la ciudad.

-Estudiaremos el proyecto concienzudamente. Necesitaremos mucha mano especializada: químicos, ingenieros agrícolas, electricistas, mecánicos…Para evitar la discriminación, la mitad del personal serían mujeres y ahí incluyo los puestos de responsabilidad-aclaró mamá.

-También puedes contratar a un director general. Será el encargado de todo el proyecto-sugirió Nieves- Se saca esa plaza a concurso de

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méritos y escogeremos el mejor currículum. Si el ganador es ganadora, mejor que mejor. Me gusta lidiar con mujeres, estoy acostumbrado.

-Y la entrevista, ¿qué?-preguntó Nieves.

-Para mí es tan importante como el currículum.

Los dos días que estuvimos en casa de Nieves hicimos varias visitas al parque de los patos, estábamos a menos de quinientos metros, y el paseo merecía la pena a pesar del frío. También conocimos a gran parte de su familia, se acercaron a la casa para conocernos y darnos las gracias por la revalorización de sus acciones. En la sobremesa, siempre volvía el tema de la fábrica.

-Me gustaría trabajar en la fábrica-soltó Noemí de sopetón.

-¿En qué?- le preguntamos.

-Dentro de año y medio terminaré enfermería, mientras, puedo hacer un curso paralelo sobre prevención de riesgos laborales.

-¡Contratada!-exclamé-, tendrás un despacho en la sala de enfermería y pasarás a ser parte del equipo directivo.

-¡Qué rápido has ascendido!, aun no se ha puesto la primera piedra y ya eres directiva. ¡Enhorabuena, hermanita!

-Cualquier familiar que tengáis parado por esas fechas lo contrataremos, si luego no vale o no se adapta al trabajo asignado, dejará el empleo; en el trabajo no queremos favoritismos y menos a zánganos- dijo tía Claudia orgullosa de aportar su granito de arena en el proyecto de la fábrica.

Parecía el cuento de la lechera, con una sola idea, sin haber colocado un ladrillo, ya estaba mi tita despidiendo al personal. No tuve más remedio que sonreír.

El hotel servirá de alojamiento a los empresarios que vengan a comprar nuestros productos, así haremos doble negocio. ¿Se te ocurre alguna idea más?-le pregunté a Nieves.

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-¡Si!, que os empadronéis en la ciudad, a lo mejor por estar empadronados se consiguen ayudas del ayuntamiento o de la Junta de Extremadura para el montaje de la fábrica.

-¿Para qué vamos a solicitar ayudas si no las necesitamos? -respondí a Nieves.

-También puedes reservar un diez por ciento de las plazas para minusválidos.

-Esa idea me parece estupenda, ¡recuérdamelo cuando hagamos la selección!.

-Alguna sugerencia más. Tenemos dinero a mansalva para gastar cuando cobremos los dividendos de nuestras acciones.

En ese momento Noemí me susurró al oído una sugerencia, para ella descabellada, para mí ¡no!

-Si brillante fue la idea de Nieves para montar una industria conservera, la de Noemí no iba a la zaga. Con estas dos hermanas llegaremos muy lejos-exclamé viendo sonrojarse a las dos.

-¿Qué te ha sugerido mi hermanita?

-Montar una pequeña industria para disminuidos físicos y psíquicos ¿Qué os parece la idea?

Lola y Claudia, que pertenecían a varias oenegés, cuchichearon entre ellas.

-Es una idea muy interesante si la maduramos suficientemente- exclamó tía Claudia.

-Pues… ¡madurémosla!, tenemos todo el tiempo del mundo para hacerlo ¿Qué sugieres?

-Primero, saber las necesidades de la ciudad. Segundo, conocer a través del Área de Bienestar Social, la lista de diminuidos que están en condiciones de trabajar y quieran hacerlo. Tercero, elegir concienzudamente el tipo de trabajo a realizar. Cuarto y último, la dirigirá

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un equipo compuesto por miembros de todas las oenegés de la ciudad. Los beneficios se repartirán entre los trabajadores y las entidades benéficas. ¿Qué os parece?

-¡Aprobada por unanimidad!-grité levantando mi mano derecha. -Claudia y yo gestionaremos el tema a través del ayuntamiento,

después de las vacaciones.

El regreso al hotel tras las fiestas, lo hicimos con Nieves, desayunamos en la plaza con churros de herradura. La temperatura se acercaba a los cero grados, hacía un poco de viento y el sol atacaba tímidamente sin llegar a calentar.

-Póngame un kilo de churros para llevar-le dije a la simpática camarera-. Son para el bar del hotel, se los daré a Mari por si alguna de nuestras empleadas no ha desayunado, los que sobren, se regalan a los clientes.

- Las mimas demasiado, por eso te quieren tanto. Eres un niño con detalles de hombre-afirmó la tita.

-Vosotras sois las reinas, y ellas, las damas de la corte.

-¿Y yo qué soy?-preguntó Nieves.

-La primera dama de las reinas-contesté.

-¡Churros!-gritó Mari al verme entrar con el papelón-, sólo el jefe se acuerda de nosotras. Cuando coja mis vacaciones el día treinta, te traeré churros cuando venga a la plaza.

-Te llaman por teléfono- Me comunicó Nieves desde su despacho-. Quieren hablar con el dueño del hotel.

-¿Quién me llama?

-Creo que es la policía.

Las que estaban a mi alrededor quedaron perplejas, ¿qué querría la policía de su jefe?-se preguntaban.

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-¡Si!, ¡No!, ¡Imposible!, ¡Eso ya es harina de otro costal ¡ ¿Cuarenta? ¡De acuerdo! ¡Hasta mañana!

-¡Explícate!-, me preguntaron mamá la tita y Nieves después de que colgara el teléfono.

Era el director de la academia de policía de la provincia limítrofe, quería que le prestara la máquina para dar unas clases de identificación a los alumnos de la academia. Me negué, por lo tanto, tendrán que venir aquí, ha reservado veinticinco habitaciones para mañana. Encárgate de pedir un catering para cincuenta personas, comerán y cenarán en el patio del hotel-le comuniqué a Nieves.

-Estaremos al completo, avisaré a recepción para que no hagan ninguna reserva para mañana. Utilizarán la mitad del patio, habrá que hacer una separación con media docena de biombos. Esta misma tarde alquilaremos sillas y mesas para ellos. Una de las teles hay que colocarla en el patio para el cursillo.

Después de las sugerencias, Nieves me miró.

-¿Qué se te ha olvidado?-le pregunté.

-Lo más importante, tu colaboración. Tendrás que sacar tu portátil con el programa informático e ir haciendo las variantes que diga el profesor que imparta las clases.

-Si no hay otra solución, ¡lo haré!, los clientes deben salir siempre contentos.

El trasiego de personal durante la tarde fue constante, hasta que Nieves no dio su total aprobación, los trabajadores no pararon. A última hora se le ocurrió traer una tarima de medio metro de alta y alquilar una pantalla gigante, nuestra tele resultaba pequeña, los de la parte de atrás apenas podían distinguir las imágenes. Sólo faltaba enchufar mi ordenador a la terminal. Todos los gastos extras entrarían en la factura.

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CAPÍTULO VEINTIUNO. CLASES EN NUESTRO HOTEL.

Desde la cama de la suite, escuché la algarabía, miré el reloj, eran las diez de la mañana. Nieves, me dio un toque al móvil para que bajara.

-Mari, tiene churros para ti.

Cuando bajé a desayunar, me presentó al director de la academia y a la profesora que impartiría las clases, iban perfectamente uniformados, como a mí me gustaban.

-Ella es la capitán Sandoval, está un poco cohibida por los diez años de su ayudante, ¡es todo tuya!-me dijo Nieves.

Lo primero que hice fue sacar un euro del bolsillo y pedirle la tarjeta de identificación que llevaba colgada en el pecho. Le ofrecí muchas variantes para elegir. Solamente se quito diez años y se colocó un par de trenzas, ¡estaba graciosa la condenada!

-¡Voila!- exclamé entregándole la copia.

-¿Puedo?

-¡Claro!, para eso está.

La oficial Sandoval, sacó de su bolso varias fotos y estuvo jugando un ratito con la maquinita. Enseguida se percató de la sencillez del programa informático.

-¡Está incompleto!-afirmó con rotundidad.

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-Claro, si estuviera completo, cualquier espabilado copiaría el programa y me chafaría el negocio. Esto es solo la punta del iceberg, el programa completo está en el ordenador que hay junto a la tarima. Lo he parcelado con claves de seguridad, solo actúan con mi voz y veinte dígitos cambiables, según el día del mes. Si me robaran, tardarían más de dos años en descifrar la clave y cuando la supieran, no les serviría para nada. Como es cambiable y los días pasan, volverían a buscar otros veinte dígitos. Es como un depósito a interés compuesto, cada día tiene una cantidad de dinero distinta.

Para desconcertarla un poco, estuve pasando algunas fotos de archivo.

-¡Para, por favor!, retrocede varias imágenes-ordenó.

-Este programa es un plagio-exclamó al ver la fotografía del narco que detuvo la policía en Tenerife hacía varios años-. Esa foto ya la he visto antes cuando hice el cursillo de identificación. Nos la pusieron de ejemplo durante las clases, todavía recuerdo su historia. Lo identificó una azafata madrileña.

-Así es, se llamaba Paloma y era amiga mía, ¡ahí está su foto!-le contesté mostrándole a Paloma perfectamente uniformada- Pero nunca os dijeron que un niño de ocho años hizo la composición de la foto desde esta misma ciudad. ¡Ah!, se me olvidaba, Paloma no es azafata, es copiloto.

Enfrascados en la conversación, no se percató que los alumnos se habían ido sentando en sus asientos esperando a la ponente.

-No te vayas muy lejos, te necesitaré dentro de una hora. Empezaré la clase con unos ejercicios de memoria visual y reconocimiento de imágenes, en segundos y terceros planos.

-De acuerdo, estaré en el bar o en la oficina, puedes llamarme por megafonía o avisar a cualquier empleada.

-Pasa- me dijo Nieves-, estoy charlando con el director de la academia y estábamos hablando de ti.

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Entré refunfuñando.

-Que se habrá creído esa oficial de pacotilla. Me ha dicho que mi programa es un plagio, menudo varapalo, a eso lo llamo yo “un golpe bajo”-exclamé en presencia de los dos directores (el coronel y Nieves).

-No lo tomes en consideración, tiene los humos subidos, no acepta que una persona sola haya creado un programa informático de esa envergadura. Ella sólo cree en el trabajo de equipo, después, la disuadiré de su error-me contestó el director de la academia.

-Creo que es un problema de género-afirmó Nieves en plan psicóloga.

-¡Explícate!-exclamamos los dos al unísono.

-Si el programa lo hubiera diseñado una mujer, lo habría aceptado al instante.

El coronel y yo nos miramos, Nieves había dado en la tecla correcta. Nuestra conversación en el despacho duró cerca de una hora, estuvimos hablando de todo un poco; eso me relajó. Cuando la oficial reclamó mi presencia, el coronel me acompañó. En un breve discurso a sus alumnos les informó exhaustivamente de mi currículum. Hizo hincapié en los idiomas y en las dos patentes millonarias que poseía. Cuando terminó la exposición, el silencio sepulcral se transformó en murmullo de admiración hacia mi persona, me congratularon las palabras del coronel y los tímidos aplausos de los alumnos algo cohibidos por la presencia de su capitana..

Una hora después, terminó la sesión, por la tarde se reanudarían las clases, los alumnos disponían de una hora libre antes de almorzar. Unos optaron por visitar la ciudad, otros se quedaron en sus habitaciones ordenando sus apuntes y un grupo de seis alumnas entre veinte y veinticinco años se acercaron al bar.

-Si queréis llevaros un bonito recuerdo, ¡utilizad la máquina!, ahora que está libre-les sugerí-, forma parte del programa de estudios según palabras de vuestro coronel.

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Mientras los empleados del catering montaban las mesas, las chicas no pararon de sacar copias, se las veía muy contentas con los resultados obtenidos. Me contaron, que habían pasado la Navidad en sus casas y que también irían a pasar la Nochevieja. Quise ahondar sobre su capitán pero no soltaron prenda, tenían miedo, era un tema tabú.

-¡Ángel!, ¿nos acompañas a la plaza?-me preguntaron Lola y Claudia que acababan de bajar de la suite-. Vamos a comprar unos regalos.

-¿Para quien?

-Para el novio-contestaron.

Me puse muy contento porque el novio ¡era yo! En la calle del Sol, entramos en una tienda. Era la primera vez que la visitábamos, sin embargo, tanto el dueño como las tres empleadas nos conocían, no era nada de extrañar, éramos más populares que el alcalde o el obispo. Me compraron: un abrigo azul, una bufanda del mismo color y unos guantes de cuero negro. Conocían mis gustos.

El dueño ordenó amablemente a una de sus empleadas que nos acercara la compra al hotel, detalle que agradecimos.

Antes de salir de la tienda, mis ojos se posaron en una vitrina como si quisieran hablarme, me quedé estático. Un montón de ideas pululaban en mi mente.

-¿Qué se te ha metido entre ceja y ceja?-me preguntó tía Claudia al contemplar mi inmovilidad junto al escaparate.

Mamá no dijo nada, estaba embelesada cómo su hijo contemplaba unos estuches de pañuelos de señora.

¡Por fin una brillante idea salió de mi mente! Se agacharon un poco y cuchicheando, expuse mis pensamientos.

Ni corta ni perezosa, la tita se acercó al dueño de la tienda y le preguntó:

-¿Podrían bordarnos unos pañuelos con el nombre del hotel?

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-No faltaba más, en menos de una hora tienen ustedes seis pañuelos bordados obsequio de la casa. Los mandaré bordar con seis modelos de letras diferentes. En nuestro taller de costura tenemos una máquina que hace virguerías.

-No los mande al hotel, volveremos a recogerlos-le dijo mamá.

Para hacer tiempo, nos fuimos a ver escaparates a otra calle cercana, intencionadamente se pararon en una joyería. La parada no era casual, me di cuenta enseguida.

-Os conozco y a mí no me engañáis, ¿qué queréis que os regale?

-Si tú eres nuestro novio, queremos el anillo de pedida.

Entramos y les compré dos aguamarinas engarzadas en oro de veinte quilates.

-Tráiganos los pendientes a juego, ¡se lo merecen! ¿Quién en la ciudad puede presumir de tener dos novias tan guapas como yo? - dije a la dueña que no comprendió el significado de mis palabras.

Cuando volvimos a recoger los pañuelos, mis dos novias se habían quitado sus guantes y lucían sus aguamarinas, los pendientes no se los pusieron porque con el tipo de peinado apenas se les verían. De los seis pañuelos bordados elegimos uno, era el más parecido a las letras que llevaban nuestras empleadas en su uniforme; le encargamos cien estuches de seis pañuelos. El dueño se frotaba las manos por el negocio. Hoy eran cien y dentro de poco serían doscientos y después…

-En estos momentos sólo tengo en existencias quince cajas, el resto del pedido tardará unos cinco días. Esta misma tarde tienen sus quince cajas de pañuelos en el hotel.

Como el buen hombre me cayó bien, le susurré al oído otro trabajo extra. Me bordaría tres pañuelos grandes para el cuello y los incluiría en la nota de compra. Mamá pagó religiosamente, la tita encargó comida a un restaurante con su móvil y yo le guiñé a la joven empleada cuando envolvía la cajita con los pañuelos moqueros.

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Después de comer en el salón de la suite, bajé al patio. La oficial Sandoval acababa de empezar su segunda sesión de clase. Le hice señas por si necesitaba mi colaboración, me contestó de la misma manera, citándome una hora después.

Cuando concluí mi clase, la empleada de la paquetería estaba en recepción entregando las cajas con los pañuelos bordados, me apresuré, quería escuchar el timbre de su voz charlando con ella.

-Es la primera vez que mi jefe se queda sin comer por servir un pedido-me dijo la chavala-. Me está enseñando a manejar el ordenador de la bordadora, ya casi le he cogido el tranquillo; sólo me falta práctica.

-Nieves, dale diez euros a la muchacha- dije a mi directora.

Se marchó dándome las gracias y más contenta que unas castañuelas, seguramente era la primera propina de su vida.

Ávidamente abrí la bolsa ante la mirada atenta de Nieves que no tenía ni idea de la compra. Cuando vio los pañuelos quedó estupefacta.

-¿De quién fue la idea?

Me hice el remolón y al fin contesté:

-De los tres.

Mi respuesta no fue creíble, había tardado mucho en responder.

-Puedes coger una cajita y un pañuelo grande, ¡te los regalo!, los otros dos son para mamá y la tita.

Subí a la habitación con dos cajitas y los dos pañuelos restantes.

-¿Qué os parecen?

-Son preciosos.

-A Nieves le regalé otro lote y contestó lo mismo.

-¿Qué piensas hacer con el resto del pedido?

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-Se les incrementará un diez por ciento y se venderán en recepción, así, de cada diez cajas una saldrá gratis y se podrá regalar a quien queramos. No quiero beneficios, como se dice en el argot comercial: “lo comido por lo servido”, lo que interesa es la publicidad, y si sale gratis, mejor que mejor.

-Por unos pocos euros cualquier cliente puede llevarse un bonito souvenir del hotel con publicidad incluida. ¡Me gusta la idea!-exclamó mamá.

-¿A qué te acierto para quienes serán las primeras cajas de regalo?-me preguntó la listilla de tía Claudia.

-Si quieres, te contesto yo por mi hijo-respondió Lola a su hermana riéndose.

-No se os escapa una, habéis acertado de pleno, los primeros regalos serán para nuestras empleadas. Cuando bajéis, le regalaréis un estuche al coronel y otro a la oficial.

-Encárgate de hacer el pedido de los pañuelos grandes. Cuando traigan la factura Nieves la pagará- dijeron las dos.

Rápidamente salí del hotel y en un santiamén estaba en la tienda hablando con la empleada, el dueño se encontraba ausente.

-¿Te gusta tu trabajo?-le pregunté.

-Ahora que empiezo a manejar el ordenador de la bordadora, me encanta. Además, mi futuro está en la tienda, el dueño es mi tío, y no tiene hijos.

-De parte mía, le dices a tu tío, que quiero cien pañuelos grandes de cinco colores distintos, los dejo a tu elección, pero, con una condición: los bordarás tú.

-Mi tío no se lo va a creer.

-Pues llámale al móvil y se lo cuentas.

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En menos de cinco minutos se presentó en la tienda. Me hizo entrar en la trastienda con su sobrina para que viera su preciosa máquina. Como el programa estaba en la memoria, esperé. Ante la sorpresa de su tío, lo bordó en dos minutos. Ella misma me lo anudó al cuello.

-Te queda muy bien.

-Regalo de la casa-exclamó Jaime.

Sabía su nombre, porque en el luminoso de la calle ponía: “TEJIDOS JAIME”, lo que no sabía era el nombre de la sobrina.

-Quiero llevarme otro.

-¡Carla!, bórdale otro al señor-exclamó.

Gracias a mí, Jaime había confiado por primera vez en su sobrina, pronto se haría una experta en el bordado con ordenador-pensé, al comprobar el tiempo empleado.

-¿Qué pañuelo más bonito?-me dijeron Mari y Úrsula cuando me vieron entrar en el hotel-.Sólo tiene un inconveniente, es de mujer.

-No me importa, es un regalo de una chica y lo guardaré con mis trofeos. Mañana regalaré uno a cada una de mis trabajadoras.

Mamá requirió mi atención, estaba con el coronel y su ayudante.

-Pareces la “mona lisa” con ese pañuelo.

La crítica de mamá me supo a lisonja.

-No me importa, es un regaló de Carla, la chica de la tienda. Mañana a primera hora tendremos un centenar, los encargué cumpliendo vuestros deseos.

La oficial no le quitaba ojo a mi pañuelo, ¡le había gustado! Del bolsillo del abrigo saqué el otro pañuelo y se lo regalé. Pronto su carácter castrense se transformó en una ligera sonrisa, hasta el coronel se extrañó del cambio de actitud de su oficial hacia mi persona y aun más, cuando me dio las gracias.

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Los aspirantes a policía deambulaban por el hotel, disponían de tres horas libres antes de la cena. Pronto desaparecieron en grupos de cuatro o cinco. Algunos, antes de salir del hotel, sacaron varias copias de la máquina.

-Mañana partiremos a primera hora, pero la próxima semana volveremos con otro grupo, ya hice las reservas y esta vez traeré a mi señora -exclamó el coronel.

-¿Es cierto que todo el personal del hotel habla al menos dos idiomas?-preguntó la oficial Sandoval.

-Aquí se habla: inglés, francés, alemán y sueco, además del español. Yo misma (dijo Nieves) hablo tres idiomas, solamente mi jefe me supera-exclamó señalándome con el dedo.

Andrea y Úrsula venían charlando, se dirigían al bar; Nieves las llamó.

-Estas dos hablan alemán y sueco.

-¡Hola jefe!-exclamaron las dos.

-Saludé en alemán a Úrsula y después en sueco a Andrea (había aprendido algunas frases en sueco para bacilar delante de los demás)

-Te queremos-dijeron en castellano al despedirse.

-Y yo a vosotras-contesté ufano.

Nuestros visitantes quedaron impresionados de la cordialidad existente entre trabajadoras y jefes, nuestro hotel destacaba por la amabilidad del personal hacia los clientes, parecíamos una gran familia. Siempre recurríamos a grupos de dos palabras mágicas, “buenos días” “por favor” ”muchas gracias”…, y nos iba de maravilla.

-El tres de enero volveremos con otro grupo-repitió el coronel-. Después, me gustaría invitarles a los tres a la academia, conocerían nuestras instalaciones y la ciudad. El viaje dura aproximadamente tres horas y la academia correrá con todos los gastos.

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Las intenciones del mandamás eran buenas, quería presentarnos a todo el profesorado y de paso les tendría que presentar mi programa informático-pensé-. A mí me daba igual, mi familia decidiría.

-¡Aceptamos!-contestaron las dos para salir un poco de la monotonía del invierno.

-Debe ser muy aburrido vivir siempre en un hotel-afirmó la oficial Sandoval saliendo de su mutismo.

-Si nos acompañan, les enseñaremos nuestra segunda residencia, precisamente vamos ahora a recoger unas cosillas-dijo mamá.

Intuitivamente cogí la mano del capitán y del coronel.

-Todavía faltan tres horas para la cena y sus alumnos ya son mayorcitos para cenar solos-insinué a los dos militares por si nos retrasábamos.

Mi propuesta fue aceptada de inmediato por el coronel, mientras tanto, aguanté estoicamente la mirada de la oficial por no retirar mi mano de la suya. Poco a poco la presión de sus dedos fue bajando de intensidad, me estaba aceptando, al final desconectamos. Sentí en mis adentros el cambio de actitud hacia mí, la mujer de hierro se había convertido en latón, era más maleable.

Bajamos por la calle Talavera hasta el aparcamiento.

-¡Ese es nuestro coche!-exclamé señalando el flamante mercedes de mamá.

-Lo compramos hace unos meses para hacer turismo por la región.

Me senté en medio de los dos militares y en poco más de doce minutos estábamos aparcando en la entrada del chalet, Flor e Inés salieron a recibirnos dándome unos sonoros besos de bienvenida que no pasaron desapercibidos para nuestra oficial.

-Está fue nuestra primera residencia cuando nos instalamos en la ciudad, ¿qué os parece?-les dijo tía Claudia dentro de la vivienda-. Aquí pasamos casi todo el verano recibiendo visitas de nuestros amigos, lo

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mismo vienen de Madrid que de Cádiz, disponemos de varias tiendas de campaña para instalarlas en el césped cuando llega el verano. Son para el divertimento de los niños y la añoranza de los mayores.

-En invierno es algo triste, la mayoría de las construcciones son segundas residencias para nuestros vecinos. En primavera empieza la animación, sobre todo los fines de semanas, en verano esto es un hervidero de gente.

Mientras mamá y la tita recogían algo de ropa para llevarse, Inés y Flor fueron informando a nuestros visitantes de las actividades en la época estival. Lo que más les impresionó fue la enorme barbacoa de granito que construyó Antonio en el jardín.

-La última fiesta que dieron fue para las empleadas del hotel y sus familiares, en total unas sesenta personas y os aseguro que no faltó de nada. A su manera, todas están enamoradas del jefe. Desde que entraron a trabajar, sus problemas económicos quedaron resueltos. La misma directora era una simple empleada del parador y “el niño” construyó el hotel para que cumpliera el sueño de su vida, ser directora de un complejo hostelero- terminó diciendo Flor a los visitantes que no perdían palabra del currículo de su vecino.

-Es la persona más rica de la ciudad, todo lo que toca lo convierte en oro como el rey Midas, pero a su vez, es más espléndido que los Reyes Magos, a nosotras, nos regaló la ranchera de afuera, a dos jovencitas, las motos, a una copiloto madrileña, un ático, a su profesora de primaria le pagó dos años seguidos las vacaciones en Cancún y a más de trescientas familias de sus empleada les ha hecho ricas con acciones de uno de sus inventos, si queréis algo, no tenéis más que pedírselo -les dijo Inés a los asombrados interlocutores.

-Me llamo Margot y mi jefe Daniel, podéis llamarme por mi nombre de pila- dijo la oficial a nuestras vecinas mientras yo ayudaba a mis mamás a rellenar dos maletas de ropa para llevárnoslas al hotel.

Cuando salimos al jardín escuchamos a Flor que decía:

-¡Margot! ¡Daniel!, ¡Venid un momento!

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Ni corto, ni perezoso, me uní al grupo. En mi cabeza bailaban los nombres de Margot y Daniel. Por un momento recordé mi época de estudiante en New York cuando estaba en el instituto antes de ir a la universidad de Harvard para hacer Económicas. Nuestro profesor nos mandó hacer un trabajo sobre la reina Margot (en realidad se llamaba Margarita de Valois, hermana de Isabel de Valois, segunda esposa de Felipe II). Recordaba el trabajo por su rareza, el profesor era un enamorado de la historia de Francia y hacía partícipes a sus alumnos de sus caprichos literarios.

-¡Ven, Ángel!-me dijo Margot cogiéndome de la mano.

¡Era la primera vez que me llamaba por mi nombre! ¿Qué le habría pasado para estar tan amable?-pensé-. Seguramente la conversación con nuestras vecinas la había terminado de ablandar.

-Aquí pasan la mayor parte del verano nuestros vecinos-exclamó Inés señalando la piscina de su parcela-, el pantano es más peligroso.

-¡Nos vamos!-gritó mamá.

-Cuando terminemos de echar la comida a los animales también nos iremos-exclamó Flor.

El trayecto del aparcamiento de la ciudad al hotel, transcurrió como siempre, cada cuatro pasos alguien nos saludaba. Se notaba el cariño de los ciudadanos hacia nuestra familia.

-¡Vayan ustedes con Dios! ¡Felices fiestas!..., etc.

Algunas damas, después de saludarnos me besaban, como si fuera el santo milagroso de una de las muchas parroquias de la ciudad. Estas muestras de cariño no pasaron desapercibidas para los militares. La misma Margot estaba más campechana. ¿Se estaría enamorando de mí como las demás? Pronto lo averiguaría, antes de su marcha pensaba lanzarle algún “pildorazo” para comprobarlo.

Se marcharon sin ahondar en sus sentimientos, pero una semana después apareció con un regalo.

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-¡Es para ti!-, me dijo, entregándome un diccionario sueco con gramática incluida y algunos cedes en el mismo idioma.

Le agradecí el gesto con uno de nuestros bloques de palabras mágicas “muchas gracias”. De pronto, escuchamos cierta algarabía entre el personal del hotel.

-¿Qué pasa?-pregunté a Úrsula y Andrea que volvían de recepción.

-¡Las acciones! ¡Las acciones! Han pagado dividendos, lo dice la radio, exactamente el triple del dinero invertido y sólo han bajado su cotización 300 enteros. Nos mantenemos en los 700. ¡Somos ricas!

-Acaba de surgir un problemilla-comenté a Margot-. Cuando se enteren los accionistas de la ciudad, vendrán al hotel a besuquearme, tendré que esconderme. ¡Vamos al despacho de Nieves!, allí nadie nos molestará.

-¿De qué cantidades están hablando tus empleadas?-preguntó la curiosa de Margot mientras entrábamos en el despacho de la directora.

-De diez, a cuarenta mil euros por persona e incluso más-respondí.

-No es para menos, es un buen pellizco-exclamó-. Yo haría lo mismo que ellas-. ¿Y a ti cuanto te ha correspondido?

-Exactamente no lo sé, pero creo que entre cincuenta y sesenta.

-Tampoco está mal, puedes darte algún caprichito-dijo la ingenua de Margot creyendo que hablaba de miles y no de millones.

-Tengo lo suficiente para montar varias fábricas en la ciudad.

-Ja, ja- sonrió irónicamente.

-Has malinterpretado mis palabras-le contesté, mientras entraba Nieves dándome la enhorabuena y un sonoro beso en mi mejilla.

-¿Qué vas a hacer con tantos millones?-soltó de sopetón delante de Margot.

-¿Millones?-exclamó la candorosa Margot.

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-Como lo oyes, en menos de un año ha ganado cincuenta y ocho millones de euros en la bolsa y ha hecho ganar más de cien a los que confiamos en él. A mí me han correspondido más de cuarenta mil y mis acciones valen ahora trescientos mil en el mercado.

El pestañeo de Margot era incesante, no podía articular palabra, su oído estaba pendiente de las palabras de Nieves, pero su mirada no se despegaba de la mía.

-¿Cuánto dinero tienes?-se atrevió a preguntar.

-El dinero pertenece al clan familiar, aunque nuestro “angelito” lleve la voz cantante. Su familia confía plenamente en sus especulaciones, siempre acertadas-aclaró Nieves a Margot.

Cogí el ordenador de Nieves y entré en mi cuenta bancaria, la transferencia ya estaba hecha. Había un saldo a favor de ciento ocho millones.

-¡Mira la pantalla! Éste es mi efectivo al día de hoy.

-Cuando Margot vio los nueve dígitos, enmudeció.

Rosa y Claudia entraron en el despacho, sabían la noticia. Se acercaron y me besaron dándome los buenos días. El aumento del capital no afectaba su estado de ánimo, estaban acostumbradas.

-Hoy comeremos en el parador-exclamó mamá-. Iremos a celebrarlo.

-No quiero besos en el trayecto, me llenan la cara de carmín, tomaremos un taxi y daremos un rodeo por las murallas. Nieves será la anfitriona y Margot nos acompañará cuando termine su clase.

La entrada en el parador fue apoteósica, multitud de aplausos resonaron en la entrada ante la sorpresa de los clientes, enseguida me lo imaginé, era cosa de Nieves, por eso la miré fijamente.

-Mi único pecado fue, animarles a comprar acciones, por eso están tan contentos. Les has hecho ganar mucho dinero y te lo agradecen a su manera.

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Durante el almuerzo desfilaron por nuestra mesa todos los empleados de servicio para darme las gracias, hasta el chef se personó con su inmaculado gorro tableado abandonando por un momento sus ollas y sartenes, tenía invertido todos sus ahorros en acciones.

-¿Y el próximo año qué?

Seguirán siendo rentables los próximos cuatro años. Los dividendos irán bajado entre el diez y el veinte por ciento, pero si el escáner entrara en el mercado chino, volverían a subir como la espuma.-auguré al cocinero.

El director estuvo escuchando la conversación y también se acercó a felicitarnos. Según Nieves, poseía un buen paquete de acciones. Las compró un poco tarde por eso sus beneficios mermaron, no obstante había sacado un buen pellizco.

A media comida, apareció David con su señora, habían venido en su coche, un asunto familiar les retuvo y no pudieron tomar ninguno de los dos autocares de los alumnos.

-Se llama Sara y llevamos casados veinticinco años-exclamó David, sentándose con su señora para comer.-, en el hotel nos informaron donde estabais.

-Tú debes ser Ángel, mi marido sólo habla de ti. Mis hijos se sintieron acomplejados al saber los idiomas que dominas.

-Pronto añadirá el sueco a su lista. Tiene un diccionario y “alguien”con quién practicar.

Comimos opíparamente, no nos faltó de nada. La cordialidad reinó durante la comida en el grupo. Por indicación de Nieves, tuve a una de las camareras pendiente de mis caprichos. Sin pedirle nada me trajo un flan con mucho caramelo, conocía mis gustos.

-¡Gracias guapa!, si tuviera una vacante te vendrías a trabajar al hotel-exclamé delante de todos sabiendo su amistad con Nieves.

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-Está en la escuela de idiomas, cuando termine sus estudios la primera vacante del hotel será para ella-dijo Nieves delante de la camarera poniéndola arrebolada.

-Lo que no entiendo es por qué mi marido ha sacado tantas fotos de los álbumes familiares para traerlas-explicó Sara mirándome fijamente.

Yo también he venido cargada de fotos-expresó Margot ante la extrañeza de la mujer de su jefe.

No se arrepentirá de haberlas traído. Cuando volvamos al hotel lo comprobará.

Mientras tomaban café, las anécdotas sobre mi persona volvieron a ver la luz. Sara, la mujer del coronel iba de asombro en asombro al escucharlas.

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CAPÍTULO VEINTIDOS. EL PROYECTO DE LAS FÁBRICAS.

-Tengo noticias frescas del Área de Bienestar Social, si queréis os las comento, recibí la información esta misma mañana y lo había olvidado-dijo Nieves con la taza de café en la mano.

-Puedes comentarlas, no creo que nadie nos copie la idea-sugerí graciosamente.

-El factor trabajador empresa es difícil de acoplar, el nivel de trabajo varía mucho según la minusvalía. Las opciones son tres: granja avícola, reciclado de plásticos y lavandería industrial. La primera no se puede instalar en el polígono por los malos olores del estiércol. En cuanto al reciclado de plásticos es muy ecológico pero poco rentable. Yo aconsejaría la lavandería industrial, sería la más rentable.

-¿De cuántos trabajadores estaría compuesta la plantilla?-preguntó Lola.

-Entre veinte y treinta, sólo la mitad serían minusválidos motóricos, me refiero a los que han perdido algunas de sus extremidades en algún accidente laboral o de tráfico. Los síndromes no encajarían en ese tipo de industria donde se maneja maquinaria sofisticada y peligrosa.

-Son pocos, quiero algo más amplio ¿Qué me dices del reciclado?-contesté y pregunté.

-El reciclado de envases de plásticos acogería a más de cincuenta y ahí si incluyo a los síndromes de Down y algunos paralíticos cerebrales,

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pero es un negocio poco rentable, diría que ruinoso. Pagan a poco más de doscientos euros la tonelada de plástico clasificado.

Nieves, hizo un paréntesis en su narración para explicar a nuestros invitados de qué iba el tema.

-Podríamos pasar las ganancias de la lavandería a la fábrica de reciclado, se equilibrarían y no se pagaría nada a Hacienda- expuso Claudia como buena administradora del clan familiar.

-Ir aclarando vuestras ideas, después de cenar habrá reunión en el despacho.

La mayoría de los alumnos de la academia se habían ido a sus habitaciones a descansar, una minoría se quedó en una de las salas viendo la tele. Sara y David se acercaron a la máquina. El coronel sacó sus fotos y estuvo sacando variantes de toda la familia ante el regocijo de su esposa.

-Para esto quería las fotos, ahora, prueba tú es muy fácil de manejar.

Sara hurgó en su bolso hasta encontrar las fotos de sus hijos, todos mayores de edad. Los dejó hecho unos críos. Parecía una chiquilla con su regalo de Reyes.

-¡Es maravillosa! ¡Es maravillosa!- murmuraba mientras salían las copias.

-Además de saber tantos idiomas, es el inventor de la maquinita-le comentó David a Sara.

-Me gustaría aportar mi granito de arena en la reunión sobre las fábricas, ¿puedo asistir?- me preguntó Margot-.Tengo algunas ideas interesantes que os pueden servir.

-Te esperamos a eso de las nueve en el despacho de la directora, serás bien recibida-contesté a su petición.

A las cinco de la tarde se reanudaron las clases. La ponente actuó sólo media hora reclamando mi presencia para continuarlas. Comenzaba

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el debate. La muy astuta se bajó de la tarima y se sentó en primera fila, dejándome “sólo ante el peligro de los futuros policías”*.

-¿Desde cuando tienes el programa informático?-preguntó una de las aspirantes a policía algo cohibida por ser la primera en preguntar.

-Lo concluí con seis años, pero sigo perfeccionándolo, nunca estará definitivamente acabado.

-¿Cómo se puede ampliar?

-Añadiéndole todo tipos de peinados tanto antiguos como modernos, los busco en Internet y les incorporo al programa. Tengo, desde pelucas del Rey Sol*, hasta todo tipo de bisoñés.

-¿Cuando terminarás el programa?- preguntaron desde la última fila.

-Nunca, siempre hay algo nuevo para incluir. Ahora estoy incorporando vestuario para las fotos completas, aunque a la policía sólo les interese el rostro. También estoy trabajando en el tema de cirugía plástica, capturando en la red las remodelaciones de nariz, pómulos y labios que ofrecen los cirujanos a sus clientes.

-¿Qué es para ti la máquina?- preguntó Margot ante la sorpresa de sus alumnos.

-Es mi novia perfecta, nunca me engañará y si alguien la secuestrara se autodestruiría, por eso la quiero tanto. Ella sabe que si fuera destruida, en breve tiempo resucitaría como Robocop.

Expliqué un poco la respuesta y di por terminado el debate. Los alumnos recogieron sus apuntes y desaparecieron.

-¿Siempre conectas con tus tertulianos?-me preguntó la oficial al quedarnos solos.

-Tengo el tema bien trillado y siempre estoy un poco por encima de los oyentes. Las anécdotas que cuento las improviso.

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La reunión familiar para tratar el tema de las nuevas empresas comenzó en el despacho de Nieves como estaba previsto. La primera en hablar fue Margot.

-Antes de empezar os confesaré una cosa. Tengo un ahijado autista, por eso, todo lo relacionado con el trabajo de minusválidos me interesa.

-Continua-insinué a Margot.

-Debéis entender bien el tipo de minusvalía antes de asignar un trabajo, no es lo mismo una persona que ha perdido una pierna en un accidente y puede trabajar perfectamente con sus manos, desplazándose en sillas de ruedas, que un disminuido psíquico. Los primero tendrán siempre más oportunidades de entrar en el mundo laboral.

-Estoy de acuerdo en esas apreciaciones, pero algunos psíquicos podrán integrarse, aunque sea seleccionando tapones de plásticos por su color-contesté.

La listilla de mamá, había estado investigando en Internet y tenía ganas de intervenir.

-¿Sabéis cuantos tapones de plástico hacen falta para reunir una tonelada?

-¿Cuántos?-preguntamos por curiosidad.

-Más de medio millón, y por separarlos por colores sólo pagan unos doscientos euros. La empresa nunca sería rentable.

-Según acordamos, la lavandería trasladaría sus beneficios al reciclado, lo que interesa es tener ocupados a un gran número de personas y si hiciera falta, cogeríamos los beneficios de la conservera.

Terminó la reunión con algunas conclusiones interesantes. Yo las definiría con una sola palabra: “prioridades”. Las tres empresas no se montarían a la vez, comenzaríamos con la conservera, después la lavandería y por último el reciclado de plásticos. Los beneficios de las dos primeras, irían a la tercera. Andrea nos aconsejó legalmente sobre las tres industrias. Para el Clan familiar no habría ningún beneficio, no los

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necesitábamos. Nuestra misión era crear puestos de trabajo. Pronto sacaríamos a concurso la plaza de director gerente de la conservera. Sería el encargado de iniciar el proyecto. Cuando la fábrica comenzara a funcionar, se construiría la lavandería y a continuación la de reciclados de plásticos, todas debían estar en la misma parcela para facilitar el transporte colectivo. También se comprarían dos autobuses, uno adaptado para minusválidos. Serían gratuitos, así nos ahorraríamos el plus de transporte. De tres a cinco años durarían las obras, nos informó un experto municipal. Me reí cuando escuché el tiempo de ejecución. Yo había vivido en New York y sabía que el Empire State se construyó en un año y cuarenta y cinco días, y nuestras fábricas no le llegaban al edificio neoyorquino, ni a las suelas de los zapatos. Unos buenos incentivos y dobles turnos de trabajo disminuirían a menos de la mitad el tiempo de ejecución.

-¿Alguna sugerencia más?-preguntó mamá.

-Tengo una. Cuando la nave conservera esté en funcionamiento, los camiones que vengan a cargar, pueden traer de otras ciudades envases de plásticos y tapones multicolores para almacenarlos. Así, cuando se monte la fábrica de reciclado, tendremos mucha materia prima para trabajar.

Enseguida aceptaron la nueva propuesta.

Al final, no hicimos la visita a la academia de policía. Nuestro proyecto absorbía todo nuestro tiempo.

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EPÍLOGO. SOY ONCE AÑOS MAYOR QUE MI MADRE

La noche anterior a mi cumpleaños, volví a soñar con mamá, pero esta vez no pude ver su rostro como otras veces. Noté su mano junto a la mía, estaba tibia, poco a poco la fue retirando lentamente, a continuación, escuché perfectamente el llanto de un bebé. Acababa de nacer, lo sentí dentro de mí con una alegría inusitada. ¡Había nacido el mismo día que yo! Cuando les conté el sueño a mis dos mamás, me abrazaron para consolarme, pero no estaba triste, sino contento, aunque no lo pareciera, ¡tenía a mi madre viva convertida en un bebé!

-No te molestes en buscarla, ¡nunca la encontrarás! Ni siquiera sabes en que país nació, a lo mejor es china o japonesa, es mejor que recuerdes a tu madre como era, sino, te atormentarás toda la vida.

-¡Vive el presente con los que te quieren!, y no te preocupes del pasado-me dijo la tita cariñosamente.

Comprendí que llevaban toda la razón.

-¡Es verdad!, nunca la encontraré, pero la esperanza es lo último que se pierde. Lo que está claro, es que ahora ¡soy once años mayor que mi madre! –exclamé.

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*Notas del autor.

“Sabe más que Briján” -Frase atribuida a la zona de Riotinto (Huelva). En el siglo XIX residió en ese lugar un personaje de origen inglés, que sabía mucho (ingeniero, doctor, maestro), ¡qué más da su profesión! También se duda de su auténtico nombre. Unos dicen que se llamaba Brian y otros O´Brian. El caso es que la frase quedó, para enriquecer nuestro vocabulario.

*Abur.-Del vasco agur y éste, del latín augurium. Es una interjección usada por las persona para despedirse

*Bullebulle.- (de bullir). Persona inquieta y entremetida.

*De Cuacos al monasterio de Yuste, se encuentra el cementerio alemán. Allí están enterrados los soldados alemanes caídos en España, durante las dos guerras mundiales, pertenecientes a tripulaciones de aviones, submarinos y otros navíos de la armada alemana. Hay 28 tumbas de soldados de la Primera Guerra Mundial y 154 tumbas de la segunda. El cementerio se inauguró el 1 de Septiembre de 1988 por el embajador de la República Federal de Alemania. Hay una inscripción en alemán en una lápida. La última frase dice:”Recordad a los muertos con profundo respeto y humildad”. La mayoría de los que allí yacen, eran jóvenes de 19 a 21 años.

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*Tasajo.- Pedazo de carne seco y salado o acecinado para que se conserve mucho tiempo.

* En la ciudad de New York se pueden distinguir cinco grandes zonas urbanas. El Bronx, Brooklyn, Manhattan, Queens y Estaten Island

*Taxis multicolores. La propuesta de adornar los taxis amarillos con pegatinas floreadas, está aprobada por la alcaldía de New York y los pasos a seguir están en la lectura.

*Gardens in movement. Jardines en movimiento.

*Empire State Building. Tardaron sólo un año y 45 días en construirlo, entre 1.930 y 1.931, mide 381metros y si le añadimos la aguja alcanza los 443m. En su interior existen 73 ascensores y consta de 102 pisos. Durante 41 años fue el edificio más alto de la ciudad. En él, rodaron muchas películas y es el edificio más popular de Estados Unidos. Después del Pentágono, es el edificio con más trabajadores en oficinas.

*Estatua de la Libertad. Fue un regalo de Francia para conmemorar el primer centenario de la independencia en 1.886. Se trajo desmantelada y se montó encima de un pedestal con más de cuarenta metros de altura. Era el símbolo de la libertad para todos los emigrantes que llegaban a América. A raíz del 11S se prohibió la subida a la corona de la estatua.

*Ferry. Barco qué hace trayectos cortos.

*La tormenta en el Parque Central sale en el primer libro de la trilogía.

*Piropeador. Persona que dice piropos. En USA no está bien visto el piropo, lo consideran acoso sexual.

*China Town. El famoso barrio de Manhattan aglutina más de 100.000 chinos, y el año 2016 era el año de la rata.

*Rolex. Marca suiza de relojes imperecederos. Los de oro suelen costar más de 6.000 euros. En el año 2005 se subastó el reloj de oro que le regaló el presidente Kennedy a la actriz Márilyn Monroe en 1962 y alcanzó un precio de 120.000$.

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*Viaje a Suiza. En el primer libro, viajamos a Suiza con apenas un año de edad, para traernos medio millón de euros que tenía en el banco UBS. Aquella vez no declaramos nada.

* La diferencia de horarios entre Nueva York y Madrid es de seis horas. Cuando en Nueva York son las cuatro de la tarde, en Madrid son las diez de la noche.

*Hipocampo. Parte del cerebro donde reside la memoria.

*Ninot. Cada una de las figuras que forman parte de una falla.

*Guirigay. Confusión de voces cuando varios hablan a la vez.

*Fulgencio. San Fulgencio fue el segundo hermano de los cuatro santos de Cartagena. San Leandro, san Fulgencio, santa Florentina y san Isidoro. Fue obispo de Écija y dos veces de Cartagena. Es patrón de la diócesis de Cartagena y de la ciudad y diócesis de Plasencia.

*PIB. Producto Interior Bruto de una nación en un período determinado.

*Vivimos a sólo diez minutos de ellos. En las grandes ciudades hay por costumbre calcular las distancias por tiempo. En vez de decir que nos separan dos kilómetros, se dice: vivimos a treinta minutos andando.

*Echar los tejos. Cortejar a alguien.

*Matute- Nombre de mi primer profesor neoyorquino, Su traducción al español es Matusalén.

*No es moco de pavo. Para destacar el valor de una cosa, a veces nos valemos de una comparación negativa. El diccionario define moco de pavo como “apéndice carnoso eréctil que el pavo tiene sobre el pico”. La expresión proviene de cuando se usaba reloj con cadena. Ésta, asomaba como una provocación para los ladrones, quienes aprovechaban para desprender el reloj de la cadena que era de escaso valor, de modo, que se quedaba colgando como se queda el moco del ave. En la jerga de los delincuentes “pavos” eran los incautos.

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*Emérita Augusta. Actual Mérida, capital autonómica fundada por los romanos en el año 25 a C.

*Tarumba. Borracha. Persona que da tumbos al andar por culpa de la embriaguez.

*In albis. En blanco.

*Legna. La “g” y la “n”, cuando van juntas, en francés se pronuncian “ñ”

*Buchaca. Bolso o bolsillo

*CLAN. Es el nombre de la sociedad formada por Lola, Claudia y Ángel (C de Claudia, L de Lola y AN de Ángel).

*Las Hurdes. Región al norte de Extremadura con una extensión superior a los 500 kilómetro cuadrados. El rey Alfonso XIII la visitó en 1922. En 1933 el director de cine Luis Buñuel gravó un documental “Tierra sin pan” así pudo ser conocida para el resto de España. Recomiendo ver en Internet dicho documental. Uno de los acompañantes del rey fue el famoso doctor Marañón.

*El tiempo es plata. Es un refrán propio de los argentinos que suelen llamar al dinero “plata”. ¿Cuesta mucha plata ese reloj? El refrán originario sería “el tiempo es oro”, ya que el oro es la moneda universal.

*Hermafrodita. Palabra compuesta por los dioses griegos Hermes y Afrodita.

* 3, 4. 5. 6. 7. 8 y 9, son el número de huevos que pueden poner las tres gallinas en tres días.

* De casta le viene al gago. Indica las malas o buenas costumbres heredadas de los padres, se utiliza más cuando se quiere resaltar una mala cualidad. También se puede decir, “de tal palo, tal astilla” o “lo lleva en los genes”.

*Artería. Triquiñuela, amaño o astucia que se emplea para algún fin.

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*Comisión Nacional del Mercado de Valores, es el organismo que depende del Ministerio de Economía y Hacienda. Su misión es inspeccionar y supervisar todos los movimientos mercantiles, así garantiza la seguridad y transparencia de los mismos, según normativa de 28 de julio de 1988.

*Jijonenco. Natural de Jijona (Alicante).

*Hacerse el sueco. No prestar atención a lo que te dicen como si no entendieras nada. El origen de esta frase se atribuye a la época napoleónica. Otros indicios apuntan que su origen era ingles, cuando barcos ingleses se acercaban a España a por vino y ponían la bandera sueca en el mástil para conseguir la bebida, se hacían pasar por suecos, porque los ingleses estaban vetados.

*Solo ante el peligro. Película de 1952 protagonizada por Gary Cooper.

*El Rey Sol. Luis XIV de Francia siglos XVI y XVII. Fue el primer monarca que utilizó tacones, prohibiéndolos en la corte bajo pena de muerte.

*Ipso facto. Al momento, al instante.

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CAPÍTULOS.

Capítulo uno. El coche.

Capítulo dos. El Instituto.

Capítulo tres. Las vacaciones de Semana Santa.

Capítulo cuatro. Excursión al valle del Jerte y a la Vera.

Capítulo cinco. Viaje a New York.

Capítulo seis. La demanda.

Capítulo siete. Las cataratas del Niágara.

Capítulo ocho. Vuelta a casa, pero por poco tiempo.

Capítulo diez. Hogar, dulce hogar.

Capítulo once. 15 de Agosto.

Capítulo doce. Tomo una decisión trascendental.

Capítulo trece. Soluciono a Nieves su problema.

Capítulo catorce. Todos felices y contentos.

Capítulo quince. La inauguración, el sueño y la máquina.

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Capítulo dieciséis. Me quieren comprar la máquina.

Capitulo diecisiete. Las acciones y la crisis.

Capitulo dieciocho. Empiezan las visitas.

Capitulo diecinueve. Carta de la empresa.

Capitulo veinte. Se acerca la Navidad.

Capitulo veintiuno. Clases en nuestro hotel.

Capítulo veintidós. El proyecto de las nuevas fábricas

Epilogo. Soy once años mayor que mi madre.

PERSONAJES.

Ángel, Protagonista.

Lola. Mamá.

Claudia. Mi tía.

Enrique. Hijo de Luis y compañero.

Luis. Piloto.

Gloria. Monitora.

Luisa. La de la agencia de viajes.

Yolanda y Daniela. Compañeras.

Laura. Azafata.

Agustín y Eugenia. Padres de Laura.

Paloma y Raquel. Copilotos.

Rocío. Compañera.

Rosario. Hermana de Rocío.

Lourdes y Antonio. Padres de Rocío y Rosario.

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Rosa. Mi antigua profesora.

Nieves. Recepcionista del parador.

Noemí. Hermana pequeña de Nieves.

Gabriel. El que guisaba caracoles.

Rafael. El heladero.

Andrés. El guía.

Eva. Antigua novia.

Matilde. Esposa del matasanos.

Beatriz e Irene. Amigas de Rosa.

William. Conserje.

Richard o Ricardo. Abogado neoyorquino.

Isabel. Mujer de Richard.

Fulgencio y Pilar. Padres de Nieves y Noemí.

Sofía. Encargada de la cafetería del club.

Julia y David. Matrimonio universitario.

Ainhoa y Jaime. Hijos de Julia y David.

Inés y Flor. Hermanas, amigas de Nieves.

Pepe. Ebanista.

Gonzalo. Abogado.

Mónica y Lorena. Hermanas, amigas de Nieves.

Regina. Madrileña, amiga de Nieves.

Mari. Encargada de la cafetería.

Sara. Mujer de Luis (piloto)

Úrsula. Empleada pelirroja.

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Andrea. Empleada de origen sueco.

Sandoval (Margot). Capitán de la academia.

Jaime. Dueño de la tienda de tejidos.

Carla. Sobrina de Jaime.

Daniel y Sara. Coronel y esposa.