del patrón-estado al estado-patrón

63
Soraya Maite Yie Garzón la agencia campesina en las narrativas de la reforma agraria en nariño

Upload: editorial-pontificia-universidad-javeriana

Post on 22-Jul-2016

319 views

Category:

Documents


10 download

DESCRIPTION

En el marco de la historia de la reforma agraria en América Latina, el balance histórico de su desarrollo en Colombia nos enseña que el país siguió una trayectoria tímida que no resolvió la problemática desigualdad de tenencia de las tierras en el campo. Este proceso tenue y fallido de planeación y redistribución despertó entre el campesinado un movimiento que se radicalizó y estimuló la recuperación, por vías de hecho, de grandes haciendas. No obstante de las valiosas investigaciones en este campo, la historiografía colombiana no nos ha compartido, hasta el momento, un estudio a profundidad de esa reacción o su papel protagónico. Aquí reside la importancia de esta obra, pues la autora excava en las capas de la memoria de la experiencia campesina en la Hacienda de Bomboná, Nariño, para acercarse a una historia que yuxtapone el discurso del Estado y el de los intelectuales regionales y nacionales a las remembranzas de los ex-peones arrendatarios de la hacienda.

TRANSCRIPT

Page 1: Del patrón-Estado al Estado-patrón

en el marco de la historia de la reforma agraria en América Latina, el balance histórico de su desarrollo en Co-lombia nos enseña que el país siguió una trayectoria tímida que no resolvió la problemática desigualdad de tenencia de las tierras en el campo. Este proceso tenue y fallido de pla-neación y redistribución despertó entre el campesinado un movimiento que se radicalizó y estimuló la recuperación, por vías de hecho, de grandes haciendas. No obstante de las valiosas investigaciones en este campo, la historiografía colombiana no nos ha compartido, hasta el momento, un estudio a profundidad de esa reacción o su papel protagó-nico. Aquí reside la importancia de esta obra, pues la autora excava en las capas de la memoria de la experiencia campe-sina en la Hacienda de Bomboná, Nariño, para acercarse a una historia que yuxtapone el discurso del Estado y el de los intelectuales regionales y nacionales a las remembranzas de los expeones arrendatarios de la hacienda. Esta obra se destaca porque privilegia el protagonismo campesino de los arrendatarios de la hacienda, demostrando que la reforma agraria llegó a Nariño gracias al activismo de los campesinos y no por la bondad del Estado, y, lo más interesante para mí, su importancia radica en su interpretación de la naturaleza de la memoria campesina como un acto de participación en la construcción de la hegemonía que caracteriza la relación patrón-campesino y, simultáneamente, como una expresión del autorreconocimiento campesino de su protagonismo. Se trata de una contribución a la historiografía colombiana que excede los límites del tema de la reforma agraria y nos da vías conceptuales para acercarnos a una vasta gama de procesos sociales en los que la interpretación de la memoria es clave.

Joanne Rappaport

Otros títulos

Universidad Nacional de Colombia

Pioneros, colonos y pueblos. Memoria y testimonio de los procesos de colonización y urbanización de la Amazonia colombianaAugusto Javier Gómez López (editor)

Historia cultural desde Colombia. Categorías y debates.Max Hering Torres y Amada Carolina Pérez Benavides (editores)

Del palenque a la escena: Antología del teatro afrolatinoamericanoJuanamaría Cordones-Cook y María Mercedes Jaramillo (editoras)

Pontificia Universidad Javeriana

Historia concisa de Colombia (1810-2013)Michael J. LaRosa y Germán R. Mejía

Mirando solo a la tierra: Cine y sociedad espectadora en Medellín (1900-1930)Germán Franco

Vitrolas, rocolas y radioteatros: Hábitos de escucha de la música popular en Medellín, 1930-1950Carolina Santamaría-Delgado

Soraya Maite Yie Garzón

Sora

ya M

aite

Yie

Gar

zón

Soraya Maite Yie Garzón Es antropóloga con Maestría en

Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Actualmente es estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidade Estadual de Campinas (Unicamp) en el estado de São Paulo, Brasil. Ha trabajado como profesora de cátedra de la Universidad Nacional de Colombia y actualmente es profesora de planta del Departamento de An-tropología de la Pontificia Universidad Javeriana. Forma parte de los grupos de investigación Historia Cultural: Prácti-cas, Imaginarios y Representaciones, del Grupo de Investigación Identidades y Prácticas de Poder, del Centro de Pen-samiento Raizal y del grupo de inves-tigación Processos Sociais e Territoria-lidades de la Universidade Estadual de Campinas (Unicamp) en Brasil. Ha sido becaria del Programa para Estudiantes sobresalientes de Posgrado de la Uni-versidad Nacional de Colombia y del Programa de Estudante-Convenio de Pós-gradação pec-pg.

la agencia campesina en las narrativas de la reforma agraria en nariño

Est

ad

o-p

atr

ón

la a

genc

ia c

ampe

sina

en

las

narr

ativ

as d

e la

ref

orm

a ag

rari

a en

nar

iño

Del

pat

rón

- Esta

do a

l

Page 2: Del patrón-Estado al Estado-patrón
Page 3: Del patrón-Estado al Estado-patrón
Page 4: Del patrón-Estado al Estado-patrón

Estado-patrónla agencia campesina en las narrativas

de la reforma agraria en nariño

Del patrón - Estado al5# 5#

Page 5: Del patrón-Estado al Estado-patrón
Page 6: Del patrón-Estado al Estado-patrón

Bogotá D. C.2015

Soraya Maite Yie Garzón

Estado-patrónla agencia campesina en las narrativas

de la reforma agraria en nariño

Del patrón - Estado al5# 5#

Page 7: Del patrón-Estado al Estado-patrón

Del patrón-Estado al Estado-patrón. La agencia campesina en las narrativas de la reforma agraria en Nariño

© Universidad Nacional de Colombia,sede Bogotá, Facultad de Ciencias Humanas, 2015

© Pontificia Universidad Javeriana, 2015

Primera edición, 2015ISBN: 978-958-775-264-9

© Autora, 2015Soraya Maite Yie Garzón

Comité EditorialSergio Bolaños Cuéllar . decanoJorge Rojas Otálora . vicedecano académicoLuz Amparo Fajardo . vicedecana de investigaciónJorge Aurelio Díaz . profesor especialMyriam Constanza Moya . profesora asociadaYuri Jack Gómez . profesor asociado

Diseño original de la colección Academia . Diego Quintero

Preparación editorial

Centro Editorial de la Facultad de Ciencias HumanasFelipe Solano Fitzgerald . coordinación editorialDiego Mesa Quintero . coordinación gráficaYully Paola Cortés Hernández . desarrollo grá[email protected]á D. C.

Imágen de cubierta: Campesino llamando a reunión de las y los integrantes del movimiento, Hacienda de Bomboná, 1962. “Fotografías de los predios de Consacá-Vista Hermosa, Bomboná y Cariaco en Nariño pertenecientes al proyecto Nariño n.° 1 del Incora”, 1962. Archivo personal Carlos Lleras Restrepo, Fondo Cargos Públicos, caja 04, fotografía n.° 8, f. 354. Reproducida con el permiso expreso de la Biblioteca Luis Ángel Arango.

Impreso en Colombia

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio, sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia

Yie Garzón, Soraya Maite, 1976- Del patrón-estado al estado-patrón : la agencia campesina en las narrativas de la reforma agraria en Nariño /

Soraya Maite Yie Garzón. -- Primera edición. -- Bogotá : Universidad Nacional de Colombia (Sede Bogotá). Facultad de Ciencias Humanas : Pontificia Universidad Javeriana, 2015

312 páginas : ilustraciones, fotografías -- (Colección Academia)

Incluye referencias bibliográficas

ISBN : 978-958-775-264-9

1. Hacienda de Bomboná - Consacá - Nariño - Colombia 2. Instituto Colombiano de la Reforma Agraria 3. Reforma agraria - Historia - Nariño - Colombia 4. Historia oral – Colombia 5. Movimientos campesinos 6. Distribución de tierras - Nariño - Colombia 7. Aparcería 8. Arrendador y arrendatario I. Título II. Serie

CDD-21 306.365 / 2015

Page 8: Del patrón-Estado al Estado-patrón

Al viejo, por enseñarme que existe más de una manera de entender y narrar el pasado.

A Sara, porque me motiva a seguir buscando otras maneras de hacerlo.

Page 9: Del patrón-Estado al Estado-patrón

Prólogo Joanne Rappaport

13

Agradecimientos17

Introducción20

=

El estado libertador: hacia la modernización del campesinado

62

Los inicios de la movilización campesina en Bomboná

78

Un movimiento involuntario: la agencia campesina en la prensa liberal y conservadora nariñense

85

El Estado y la parcelación de la Hacienda de Bomboná: la producción del Otro premoderno y

su lugar en la inauguración de la modernidad95

El Estado libertador: performances de la estatalidad en Bomboná

105

Page 10: Del patrón-Estado al Estado-patrón

El fin de los tiempos de antes

130

Los tiempos de antes y el desmonte de la hacienda tradicional

131

El patrón y la patrona: la execración y la conmemoración del pasado

135

Riña de patrones: el desmonte de las costumbres de antes

148

La fuente de la tradición: la patrona comprometida o “la costumbre de aquí”

161

Page 11: Del patrón-Estado al Estado-patrón

Los chusmeros: historias de la memoria de la agencia campesina

168

La expulsión de Jorge Chacua, la aparición de Higinio Arturo y la jigrada de gallinas

169

La Chispa179

Haciendo la hacienda pedazos188

Posición actancial ambigua y juicio moral: la ley de la hacienda, de la iglesia y del Estado

202

Page 12: Del patrón-Estado al Estado-patrón

Del patrón-Estado al Estado-patrón: la

reforma de los indios de hacienda en ciudadanos

224

El envés de la reforma225

De indios de hacienda a ciudadanos231

Reformando a la gente y sustituyendo al patrón248

Page 13: Del patrón-Estado al Estado-patrón

=Epílogo

El Estado-patrón: memorias confusas y

hegemonías erosionadas

264

Referencias275

Índice de materias299

Índice de lugares305

Índice de autores307

Page 14: Del patrón-Estado al Estado-patrón

13 =

Se han dedicado bosques enteros a la historia de la reforma agra-ria en América Latina, un proceso cargado de tensiones. El balance histó-rico de la reforma agraria en Colombia nos enseña que el país siguió una trayectoria tímida que no resolvió la problemática desigualdad de tenen-cia de las tierras en el campo, sea porque no logró titular a la población campesina en general y en particular a las mujeres, porque su desarrollo involucró la introducción de una política internacional que fomentaba el uso de insumos químicos para la producción de cultivos comerciales o porque, tempranamente, dio un giro para favorecer a los latifundios dedicados a la agroindustria.

Este proceso tenue y fallido de planeación y redistribución desper-tó entre el campesinado un movimiento que se radicalizó, estimulando la recuperación, por vías de hecho, de grandes haciendas por sectores campesinos. Esta historia, elocuentemente narrada para la costa Cari-be por Orlando Fals Borda y León Zamosc, entre otros, y para varias zonas con alta población indígena en el interior del país, por Mauricio Archila, y la reciente compilación de artículos editada por Ricardo Pe-ñaranda y publicada por Memoria Histórica, lo que nos muestra es la reacción del campesinado organizado ante el fracaso de sus esperanzas de una reforma agraria.

Lo que la historiografía colombiana no nos ha compartido, has-ta el momento, es un estudio a profundidad de esa reacción o su pa-pel protagónico, más allá de los valiosos testimonios que investigadores como Absalón Machado y Donny Meertens han recolectado. Aquí reside

Prólogo

Page 15: Del patrón-Estado al Estado-patrón

= 14

Del

pat

rón-

Est

ado

al E

stad

o-pa

trón

...

la importancia de la contribución de Maite Yie en Del patrón-Estado al Estado-patrón. A través de una investigación rigurosa, tanto en el ám-bito documental como en el oral, una exposición elegante y un análisis penetrante y sensible, Yie excava en las capas de la memoria de la expe-riencia campesina, en Bomboná, Nariño, una de las primeras propieda-des parceladas por el Incora. Es una historia que yuxtapone el discurso del Estado y el de los intelectuales regionales y nacionales —incluyendo, paradójicamente, a Orlando Fals Borda y a Víctor Daniel Bonilla, que pocos años después se transformarían en campeones de las recuperacio-nes de los campesinos y de los indígenas, y en narradores de su historia de lucha— a las remembranzas de los expeones arrendatarios de una hacienda, cuyo paisaje puede leerse como un palimpsesto histórico, en el que vemos solapadas una fundación en la época colonial y su trascen-dencia como un “lugar de memoria” durante las guerras de la Indepen-dencia, con su importancia como escena de organización campesina en los años previos a la reforma agraria.

Lo distintivo de Del patrón-Estado al Estado-patrón es que privilegia el protagonismo campesino de los arrendatarios de Bomboná, demos-trando, mediante un tesoro profundo de documentación y narración oral, que la reforma agraria llegó a Nariño gracias al activismo de los mismos campesinos y no por la bondad del Estado, cuyos funcionarios pintaban el retrato de un campesinado sumiso y primitivo, incapaz de transformarse en actor político eficaz. Pero lo más interesante para mí es cómo Maite Yie interpreta la naturaleza de la memoria campesina, que la entiende como un acto de participación en la construcción de la hege-monía que caracteriza la relación patrón-campesino y, simultáneamente, como una expresión del autorreconocimiento campesino de su protago-nismo, de acuerdo con su propio sistema de valores. Esta interpretación se construye con el análisis pormenorizado de las narrativas campesinas y de los contextos en los que se hacen. La memoria campesina —explica-ciones de su participación en el proceso de reforma agraria— está yuxta-puesta al análisis del discurso del Estado y de sus funcionarios, y también al de los hacendados (en menor grado).

De este modo, Yie combina un sentido historiográfico del cambio social en el contexto micro y su relación con el proceso histórico más am-plio, con una mirada profundamente etnográfica, en la que busca iden-tificar el significado de las metáforas que emplean los campesinos para entender sus relaciones con los patrones —los hacendados o, después de la parcelación de la hacienda, el Estado— y los valores a los cuales se refieren. Nos muestra, convincentemente, cómo se podría realizar una

Page 16: Del patrón-Estado al Estado-patrón

15 =

Pró

logo

investigación de la realidad colombiana, influenciada por la escuela de los Estudios Subalternos. En el proceso, Del patrón-Estado al Estado-patrón nos entrega un modelo para la construcción de una verdadera historia etnográfica, que yuxtapone y entreteje los contornos de la memoria de los agentes del Estado, los hacendados y los campesinos, cada uno de ellos cuidadosamente analizado. Es una contribución a la historiografía colom-biana, que excede los límites del tema —la reforma agraria— dándonos vías conceptuales para acercarnos a una vasta gama de procesos sociales en los que la interpretación de la memoria es clave.

Joanne Rappaport

Page 17: Del patrón-Estado al Estado-patrón
Page 18: Del patrón-Estado al Estado-patrón

17 =

Del patrón-Estado al Estado-patrón es una historia hecha so-bre y a partir de otras historias. Sin el trabajo de elaboración narrativa del pasado realizado por otros, el mío no habría sido posible; aquel de-finió sus posibilidades, pero también sus límites. Mi profundo agradeci-miento a cada una de esas personas y a quienes, mediante una labor más silenciosa, ayudaron a crear las condiciones para que este libro pudiera ser escrito y publicado.

Muchas de las personas, cuyas historias sirvieron de base a esta obra, ya no nos acompañan, como es el caso de María Campos, Julia Estrella, Florentino Melo, Jorge Chacua, Raquel Erazo y Daniel Casti-llo, antiguos arrendatarios de la Hacienda de Bomboná, varios de ellos miembros de uno de los primeros sindicatos de trabajadores agrícolas de la zona Andina de Nariño y titulares de los terrenos que surgieron de la parcelación realizada por el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (Incora) en la década de 1960. Este texto es un pequeño home-naje a su labor como actores y narradores de la historia, así como a la de varios de sus vecinos y familiares, con los que tuve la oportunidad de conversar sobre la participación de quienes trabajaron para la hacienda en el desarrollo de la reforma agraria en la zona y sobre el modo en que su implementación los afectó. Entre ellos, mis agradecimientos especia-les a: Jesús Sapuyes, Segundo Benavídez, Romelia Guerra, Aura y María del Carmen Estrella, Hilda Patiño, Ángela Portilla; a Pastora Ulloque, a Eustorgio Estrella, a la familia Benavídez Campos, a Victoria Vda. de Rosero, a Manuel Jesús Pantoja, así como a los profesores Marino Cuaspa, Javier Dulce y Jesús Erazo.

Agradecimientos

Page 19: Del patrón-Estado al Estado-patrón

= 18

Del

pat

rón-

Est

ado

al E

stad

o-pa

trón

...

Asimismo, agradezco a Guillermo Puyana y Dora María Chamorro, quienes también nos dejaron; a Arquímedes Figueroa, Carlos Villareal, Raúl Díaz del Castillo, Gerardo Cortés, Dumer Mamian y a María Eu-genia Apráez Villota. Mis conversaciones con cada uno de ellos me ayu-daron a ampliar mi concepción sobre el debate en torno a la aplicación de la reforma agraria en la zona andina de Nariño a finales de la década de 1950, los actores y las perspectivas en conflicto, y sus huellas sobre la visión que los propios nariñenses tenemos de la historia de la región.

Este libro surgió de mi tesis de Maestría en Historia en la Universi-dad Nacional de Colombia, sede Bogotá, cuya primera versión concluí a finales del 2008 con el apoyo del Programa de Becas para Estudiantes Sobresalientes de Posgrado de la Universidad Nacional de Colombia. Agradezco a ese programa, al Departamento de Historia de esa misma universidad y a Francisco Ortega, mi director de tesis, por su estimulante orientación y su apoyo incondicional. Igualmente, debo agradecer a los miembros del grupo de investigación Historia Cultural: Prácticas, Ima-ginarios y Representaciones, a cuyas reuniones les debo mucho de mi formación en el campo de la Historia. Asimismo, agradezco a Max He-ring Torres y a Joanne Rappaport por motivarme a publicar este texto. A Joanne, además, le agradezco especialmente por tomarse el tiempo para leer la última versión y por las generosas palabras del prólogo.

Expreso mis agradecimientos a Juana Camacho, Diana Bocarejo, Marta Zambrano, Roberto Pineda, a Mauricio Archila y a los lectores anónimos, pues sus cuidadosas lecturas de las versiones preliminares de este libro enriquecieron mi trabajo y me llevaron a revisar algunas de mis afirmaciones y a indagar sobre nuevas cuestiones.

Por hacer posible esta coedición, mi reconocimiento a Germán Mejía, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Uni-versidad Javeriana, y a Mauricio Caviedes, exdirector del Departamento de Antropología de la misma institución; a la Editorial de la Pontificia Universidad Javeriana, en especial a su director, Nicolás Morales Tho-mas; a Stefania Gallini, exdirectora del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia; al Centro Editorial de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia, particu-larmente a su director, Esteban Giraldo, al coordinador editorial, Felipe Solano Fitzgerald, por su amabilidad y diligencia, a Angie Xiomara Ber-nal y Cecilia Gómez por su cuidadoso y respetuoso trabajo de corrección de estilo, así como a Yully Cortés Hernández y a Endir Roa Basto por la diagramación del libro. Mi agradecimiento especial a los fotógrafos

Page 20: Del patrón-Estado al Estado-patrón

19 =

Agr

adec

imie

ntos

Efraín García (Egar), Armando Matiz y Miguel Garzón, así como a la Biblioteca Luis Ángel Arango y a la Biblioteca Nacional por permitir el uso de parte importante del material fotográfico incluido en el volumen.

Finalmente, Del patrón-Estado al Estado-patrón no habría sido escrito sin el apoyo incondicional de los miembros de mi familia: mi mamá, quien, al permitirme remover y escarbar en muchos de sus re-cuerdos, incluso cuando ello implicaba cambiarlos de lugar, me dio las condiciones para que antes, y ahora, pudiera interrogar al pasado y a sus historias; cada uno de mis hermanos con su confianza y con su ayuda para que yo tuviera el tiempo necesario para dedicar al texto. Agradezco especialmente a mi esposo, Juan Felipe Hoyos, quien participó, de prin-cipio a fin, en su elaboración, no solo con su enorme paciencia y afecto, sino con su inestimable compañía durante el trabajo de campo, la rea-lización de entrevistas, nuestras innumerables conversaciones sobre los argumentos del libro y la lectura y relectura de varios de los prelimina-res. A mi viejo, el Chinito, que se fue cuando iniciaba la escritura de la primera versión de este volumen, y a mi hija Sara, que llegó cuando la concluí, a ellos dos les debo la fuerza para comenzar y finalizar mi tra-bajo, y el mostrarme en cada uno de sus actos los riesgos y el placer que entraña todo proceso de aprendizaje.

Page 21: Del patrón-Estado al Estado-patrón

Introducción5# 5#

=

Page 22: Del patrón-Estado al Estado-patrón

... Así, cuando ya llegó Incora y

se puso a andar, entonces Incora

ya subió arriba, ya llegó a mi

casa, ya me preguntó que cómo

era que estaba aquí, yo le dije

de eso. “¿Y quién es que le dio

este terreno?”.

Daniel Castillo

Page 23: Del patrón-Estado al Estado-patrón
Page 24: Del patrón-Estado al Estado-patrón

23 =

Conocí a don Daniel Castillo en enero del 2007, cuando sobrepa-saba los 100 años de edad. Me recibió en el corredor de entrada de su casa en la ciudadela de Bomboná, un centro habitacional localizado en Con-sacá, un pequeño municipio ubicado en las cercanías de la capital del de-partamento de Nariño, y el cual se extiende sobre una de las laderas occi-dentales del volcán Galeras sobre el Nudo de los Pastos. Yo había viajado a la zona para entrevistarme con algunos de sus más antiguos habitantes con el propósito de conocer su versión sobre el proceso de parcelación, de la Hacienda de Bomboná, ocurrido a inicios de la década de 1960. Se trataba de una de las propiedades de mayor extensión y antigüedad de la región andina de Nariño, reconocida desde la Colonia por su producción de caña y panela destinada a abastecer el mercado regional, pero también por ser el escenario de una de las batallas centrales del proceso indepen-dentista en el sur del país, conocida como la Batalla de Bomboná.

Como muchos de sus vecinos, don Daniel Castillo había trabajado para la Hacienda de Bomboná desde su juventud, primero como jorna-lero y luego como caporal, hasta que finalmente obtuvo una parcela en condición de arrendatario. En julio de 1963, 2.712 de las 2.914 hectáreas que integraban la propiedad fueron adquiridas por el aún Instituto Co-lombiano de Reforma Agraria (Incora), en el marco del Plan Nacional de Reforma Agraria aprobado durante el gobierno de Alberto Lleras Camar-go, al inicio del Frente Nacional. En total, la hacienda quedó repartida

Page 25: Del patrón-Estado al Estado-patrón

= 24

Del

pat

rón-

Est

ado

al E

stad

o-pa

trón

...

en 127 parcelas de entre 5 y 7 hectáreas, las cuales fueron vendidas a crédito entre sus antiguos trabajadores y trabajadoras, incluido don Daniel.

En las dos ocasiones que hablé con él sobre el proceso de parcela-ción de la Hacienda de Bomboná, los recuerdos de periodos distintos de su vida parecían mezclarse y los “fantasmas del pasado” ocupaban, por momentos, el lugar de otros. Al preguntarle sobre la forma en que había adquirido la parcela en la que trabajó hasta hace algunos años, me narró distintas versiones de la misma historia, en la cual el Incora ocupaba un lugar protagónico. En ellas, “Incora” parecía ser el nombre de una perso-na de carne y hueso y no el de una entidad oficial, con la cual don Daniel Castillo habría mantenido una compleja negociación en su esfuerzo por convertirse en propietario de las tierras que venía usufructuando. En una de nuestras conversaciones me dijo:

De allí, ya pues, como yo era casado, me vine aquí, ya vivíamos, entonces vivíamos en San José. Arriba tenía yo, yo tenía yo, a yo me dio Incora, a esas horas trabajando, así no más. Así, cuando ya llegó Incora y se puso a andar, entonces Incora ya subió arriba, ya llegó a mi casa, ya me preguntó que cómo era que estaba aquí, yo le dije de eso. “¿Y quién es que le dio este terreno?” [pregunta Incora] “Yo —le dije—, pues este terreno hasta ahora no me lo da nadie, yo soy, aquí me ha gustado —le dije—. A yo me gustó esta huecada”. Para eso yo tenía un ranchito no más en esas ho-ras. Dijo: “Pues, caramba —dijo—. Entonces —dijo—. Bueno, entonces queda de su cuenta esta huecada”. “Es que yo la quiero hasta donde se pueda trabajar”. No es que me van a decir hasta ahí no más, hasta donde se fue, no es que me van a decir hasta ahí no más, ¡no!1

Al contarme esa historia, don Daniel Castillo reproducía una con-versación que habría mantenido con Incora —y no el Incora—, en la que imitaba, además de las palabras, la entonación y los gestos facia-les de los involucrados. A esta llamativa personificación del Instituto Nacional de Reforma Agraria se sumaba un ingrediente más: su voz era prácticamente la misma que usaba cuando imitaba al antiguo pro-pietario de la Hacienda de Bomboná, quien fuera por varias décadas su patrón. En otras partes de su relato, Incora indagaba y ordenaba con la voz del patrón y establecía tratos bajo una racionalidad muy similar a la que este aplicaría frente a su arrendatario: le ofrecía tierra a cambio de su capacidad para el trabajo.

1 Daniel Castillo, entrevista personal, Bomboná (Consacá), julio del 2007.

Page 26: Del patrón-Estado al Estado-patrón

25 =

Intr

oduc

ción

En la narrativa oficial sobre el proceso de reforma agraria en Nari-ño, esta constituía una vía a través de la cual el Estado, instituido como agente histórico por excelencia, abolía las formas de explotación econó-mica, control político y tutelaje ideológico que venía ejerciendo la clase terrateniente nariñense sobre la población campesina e indígena desde la colonia. Al hacerlo, el Estado no solo emancipaba a estos últimos del poder irrestricto que por siglos habrían ejercido sus patrones, sino que además los liberaba de las cadenas mismas del atraso. Contraria a esta narrativa, en la historia de don Daniel Castillo existe una continuidad funcional entre el patrón de hacienda y el Incora. La reforma agraria no desplaza al patrón, sino que este se encarna en aquel actor que se suponía llamado a ponerle límites: el Estado. Entre tanto, el peón/parcelero, pese a mantener una posición subordinada ante “Incora”, hace algo más que someterse a las órdenes que le vienen desde arriba. Se muestra como un negociador audaz que hace gala de su amplia habilidad para moverse en-tre las reglas que rigen su relación con el patrón/Estado, con lo cual logra conservar aquello que los ligaba: la tierra y el trabajo.

Narraciones como la de don Daniel Castillo dan cuenta del enma-rañado tejido de historias mediante las cuales la reforma agraria, adelan-tada en el país a inicios de la década de 1960, y sus protagonistas (el Es-tado colombiano, los hacendados y los campesinos) han tomado forma en la memoria de quienes se vieron directamente involucrados en su apli-cación. Asimismo, pone en evidencia algunas de las tensiones existentes entre sus propias versiones sobre la reforma agraria y aquella producida por quienes promovieron su ejecución. Con el propósito de dar cuenta de algunos de los hilos que le han dado forma a ese tejido y de las tensio-nes entre ellos, este libro examina las narrativas que atraviesan la produc-ción discursiva en torno al proceso de reforma agraria adelantado en la zona alta del departamento de Nariño al inicio del Frente Nacional. Me centro, concretamente, en los relatos producidos en diferentes momen-tos en torno a dicho proceso por distintos actores sociales, entre quienes se encuentran antiguos arrendatarios de la Hacienda de Bomboná y sus patrones, periodistas, políticos, abogados, funcionarios públicos e inte-lectuales que en el pasado actuaron como promotores o detractores del proyecto de reforma agraria en la región andina de dicho departamento.

Mi interés, sin embargo, no se reduce al de hacer un mapeo de las diversas formas en que la reforma agraria fue elaborada en las narraciones de quienes participaron de su aplicación. Más allá, este libro pretende aportar a la comprensión de los posibles vínculos entre dichas narracio-nes y los procesos sociales en las que fueron gestadas y a los que ayudaron

Page 27: Del patrón-Estado al Estado-patrón

= 26

Del

pat

rón-

Est

ado

al E

stad

o-pa

trón

...

a dar forma, a partir de una doble lectura de las primeras como medios de participación en luchas concretas por la hegemonía y como una expre-sión de la forma en que estas se han resuelto a través del tiempo. En esa dirección, mi análisis presta atención a las formas en que las elaboracio-nes narrativas de la reforma agraria tuvieron un papel en la legitimación y contestación de determinados proyectos sociales y las modalidades de ejercicio de la autoridad ligados a ellos, pero también se cuestiona por los posibles vínculos históricos que los marcos explicativos y morales puestos en juego en dichas narraciones tienen con procesos de lucha social e ideo-lógica ocurridas en el pasado.

Finalmente, antes de exponer en detalle las implicaciones teóricas y metodológicas de mi propuesta, quisiera aclarar los motivos que me lle-varon a estudiar las elaboraciones narrativas de la reforma agraria y, con ello, la conformación de memorias históricas en torno al proceso de la Hacienda de Bomboná. Con respecto al primer punto, debo señalar que en mi interés por la reforma agraria se entrelazan cuestiones académicas y personales. Crecí en Pasto, la capital del departamento de Nariño. Los espacios domésticos en que transcurrieron mi infancia y mi adolescencia estaban tejidos por profundos vínculos cotidianos entre los Villota, la familia de mi abuela materna, originaria de Pasto, y los habitantes de Guapuscal, una de las zonas rurales colindantes. Muchos de esos víncu-los tuvieron origen en una larga historia de interacciones dentro de la Hacienda de Guapuscal, una antigua hacienda de origen colonial, pro-piedad de los Villota por casi dos siglos, y cuya mano de obra provenía de los padres y abuelos de los habitantes de Guapuscal. Esta experiencia y las continuas referencias narrativas de unos y otros a su vida antes de que la hacienda sufriera un proceso acelerado de subdivisión de la propie-dad, me llevaron a estudiar el desmonte de la hacienda tradicional, des-de la perspectiva de quienes fueran sus antiguos patrones y peones. Me refiero a aquellas haciendas de origen colonial que obtenían su mano de obra principalmente de diferentes modalidades de trabajadores residen-tes2, diferenciándolas así de las haciendas cuya mano de obra se obtiene

2 Me refiero a las distintas modalidades de trabajo agrícola en las cuales el trabajador vive y usufructúa una parcela de la misma propiedad en que labora a cambio de su trabajo, a lo que se suman, a veces, otro tipo de contraprestaciones entre las partes. En la región andina y en Centroamérica, tal modalidad tiene su origen en el llamado peón concierto, de origen colonial, quien trabajaba cierta cantidad de días a favor de una hacienda a cambio del derecho a usufructuar una parcela, y en pago por los dineros y la comida que recibía en adelanto para su sostenimiento. En el caso de Nariño, tal modalidad derivó en el siglo XX en el llamado apegado, viviente o arrendatario, quien pagaba con varios días de trabajo su derecho a usufructuar una parcela. También es común el uso

Page 28: Del patrón-Estado al Estado-patrón

27 =

Intr

oduc

ción

por medio de formas de vinculación salarial. Tal interés tomó forma en mi tesis de pregrado en antropología, en la cual exploré las tensiones entre las historias sobre el desmonte de la Hacienda de Guapuscal de antiguos patrones y peones, a la cual me ligaban mis propios vínculos y relatos familiares (Yie Garzón 2002).

Fue precisamente esta indagación la que despertó mi interés en el caso de la Hacienda de Bomboná. Aunque el desmonte de la Hacienda de Guapuscal no estuvo directamente vinculado con la aplicación de la reforma agraria en Nariño, algunos miembros de la familia, en sus con-versaciones cotidianas, solían aludir al temor que experimentaron ante una posible parcelación oficial en la década de 1960. Hace más de 10 años, uno de mis tíos abuelos, un capitán del Ejército retirado, me dijo que habría estado dispuesto a “atrincherarse en la hacienda con sus in-dios” antes que permitir que esta fuera parcelada como ocurrió con la de Bomboná. La imagen de la Hacienda de Guapuscal como una trinchera indudablemente bebía de su propia formación castrense, sin embargo, también se conectaba con una vieja historia familiar. Entre los Villota se dice que esta hacienda fue uno de los lugares en los que se ocultaba el ejército realista en las guerras de independencia y que allí las mujeres de la familia preparaban la pólvora usada en los enfrentamientos contra el ejército libertador. La Hacienda de Bomboná también hacía parte de esa historia, al haber sido el escenario de la Batalla de Bomboná, uno de los enfrentamientos más recordados en la iconografía y en la historiografía sobre la Campaña del Sur durante el proceso de independencia política de la Nueva Granada. A su manera, el debate en torno a la aplicación de la reforma agraria en Nariño cargaba con sus propios “viejos fantasmas”, los cuales entretejían la historia de cada una de estas haciendas con la historia política regional.

En efecto, la importancia de la que gozó la Hacienda de Bomboná en el debate regional en torno a la reforma agraria tenía en parte que ver con esas historias. Para muchos, esa hacienda era un referente clave de la oposición que las llamadas “familias principales” de Pasto habían puesto al proyecto republicano a inicios del siglo XIX. Un siglo y medio después, cuando entró en debate la aplicación de la reforma agraria en el país, esta se convirtió en un referente de la resistencia de esas mismas familias al proyecto modernizador del Estado. Como evidencias incon-testables de la insostenible situación de los campesinos en Nariño y de la

de la llamada aparcería o amediería, en la cual el titular de la parcela paga con parte de la producción obtenida de esta.

Page 29: Del patrón-Estado al Estado-patrón

= 28

Del

pat

rón-

Est

ado

al E

stad

o-pa

trón

...

urgencia de la reforma agraria, fueron presentadas a la opinión pública las preocupantes cifras sobre las condiciones de trabajo y de tenencia de la tierra dentro de la hacienda, y se hicieron continuas referencias a la movi-lización de la mitad de sus trabajadores, iniciada a finales de 1959, como muestra de sus profundos sentimientos de malestar. Adicionalmente, la Hacienda de Bomboná fue la primera propiedad en ser parcelada dentro del Proyecto Nariño n.° 1, con el cual tomó forma la reforma agraria en la región andina de Nariño. La discusión en torno al proyecto de parcelarla no solo hizo evidente los intereses en contradicción de diferentes sectores sociales, incluyendo los de aquellos que entonces podían arrogarse el lugar del Estado, sino que también removió antiguas historias y ayudó a darles forma a unas nuevas conectadas con las primeras de maneras múltiples y divergentes. Por este motivo, el estudio de la producción discursiva en torno a la parcelación de la Hacienda de Bomboná constituye una entrada especialmente prometedora a la comprensión de la relación existente en-tre procesos y narraciones históricas, cuestión a la que este libro pretende aportar. Como explicaré más adelante, este estudio ayuda a entender la manera en que las narraciones toman forma en y ayudan a darles forma a las luchas sociales ligadas a la viabilidad y legitimidad de determina-dos proyectos políticos. Adicionalmente, nos ayudan a ampliar nuestra mirada sobre la reforma agraria, al entenderla como un proceso material y discursivo, que implicó no solo la transformación de las relaciones de producción y de tenencia de la tierra en una zona específica de la región andina de Nariño, sino también la modificación parcial y no del todo controlada de los patrones de relacionamiento de los integrantes de una comunidad campesina en los diferentes ámbitos de su vida cotidiana.

Tensionando las historias

No es nuevo el interés de las ciencias sociales por las formas en que eventos y procesos históricos específicos son narrados por los diferentes actores involucrados en ellos. La amplia influencia de la fenomenología en las ciencias sociales, la preocupación de ciertas vertientes heterodoxas del marxismo por la conciencia histórica de las clases populares o de los sectores subalternos3, la reflexión posestructuralista sobre los vínculos en-tre poder, discurso y verdad, así como las críticas poscoloniales y de la

3 Pienso particularmente en la historia realizada “desde abajo” y en los estudios subalter-nos que mantienen un diálogo crítico y constructivo con la obra de Antonio Gramsci.

Page 30: Del patrón-Estado al Estado-patrón

29 =

Intr

oduc

ción

teoría feminista a las formas eurocéntricas y androcéntricas de pensar y de escribir la historia han contribuido al crecimiento, a partir del último tercio del siglo pasado, de un conjunto cada vez más amplio de trabajos que recogen las versiones de los actores sociales sobre eventos y procesos específicos, y que muestran la variedad de visiones existentes en torno a estos, así como las tensiones entre las distintas versiones.

El interés por las visiones múltiples del pasado y de la historia se cru-za con un debate más amplio en torno a las conexiones entre narraciones y procesos históricos. Como fue expuesto por Michel Trouillot (1995), el debate se ha jugado entre dos extremos respectivamente vinculados a las versiones positivista y constructivista de la historia: uno, en el cual se asume que la historia existe con independencia de la representación que los agentes sociales se hacen de ella, y otro, en el cual no opera ninguna distancia entre ambas. Al respecto, este autor nos recuerda que la palabra “historia” conlleva en muchos idiomas una ambigüedad semántica irre-ductible: sirve para nombrar simultáneamente procesos sociohistóricos y el conocimiento que nos hacemos de ellos. Dicha ambigüedad, por su parte, resalta que los seres humanos tenemos una doble vinculación con la historia; somos, afirma él, tanto sus narradores como sus actores.

Ahora bien, desde la perspectiva positivista, la validez de un relato histórico depende de su capacidad para representar lo que “realmente ocu-rrió”, lo que se presume que solo es posible si quien reconstruye el pasado se encuentra afuera de él o, cuando menos, ha logrado construir, mediante los instrumentos que el tiempo y la ciencia le proveen, una distancia pru-dente frente a su objeto. No obstante, este no es el lugar para reconstruir en extenso las críticas formuladas en contra del abordaje positivista de la historia. Cabe por el momento señalar que dentro de ese abordaje el relato citado atrás de don Daniel Castillo no solo carecería de la validez de una reconstrucción científica del pasado, sino que, incluso, podría ser desecha-do como fuente para su elaboración. Al apoyarse sobre una base tan poco firme como la memoria, el antiguo parcelero no solo habría sido incapaz de ofrecer una visión completa e imparcial de su encuentro con uno de los funcionarios del Incora, sino que nos habría dado a cambio una imagen distorsionada de este. Su relato no podría ser usado como evidencia de los hechos de los que pretende dar cuenta, sino más bien del carácter ines-table y parcial de la memoria y, más allá, de su condición insumisa. Esta última —hermana del sueño— pareciera resistirse a replicar la lógica del proceso histórico. Al fusionar de manera arbitraria a su antiguo patrón con el Estado, el relato de don Daniel Castillo no haría más que erosionar la distribución establecida de los tiempos, de los espacios y de las identidades.

Page 31: Del patrón-Estado al Estado-patrón

= 30

Del

pat

rón-

Est

ado

al E

stad

o-pa

trón

...

En contraposición a la perspectiva positivista, los representantes del constructivismo pusieron en evidencia el carácter discursivo de la historia y la dimensión subjetiva de todo acto de elaboración narrativa del pasa-do. Para algunas figuras del giro lingüístico cuya reflexión se inserta den-tro de la filosofía de la historia, la narración no constituye una superficie limpia en la que se refleja el pasado o el conocimiento que tenemos de él, sino que ella misma produce el pasado en cuanto conocimiento (Berme-jo 1987; Cabrera 1987; Danto 1989; Partner 2002; Ricoeur 1999; White 1992). El lenguaje y, más ampliamente, las modalidades de discurso que usamos para hablar de nuestro pasado contienen ellas mismas su propia densidad, sus propias reglas, las cuales terminan por darles forma a las imágenes que nos hacemos del pasado y de la historia (White 1992). Una consecuencia de ello es que el discurso histórico producido dentro de la academia —incluido este texto— ya no puede ser comprendido como una reconstrucción fiel del pasado. Una segunda consecuencia, derivada de la anterior, es que el criterio sobre el cual se funda su posición de supe-rioridad epistémica frente a otros lugares de producción narrativa sobre el pasado quedaría sin fundamento. Dentro de la versión más relativista del constructivismo, ya no habría motivo para darles una mayor rele-vancia a los discursos históricos producidos dentro de la academia que a aquellos producidos por fuera de esta; al fin y al cabo, es en el interior del discurso —más precisamente, dentro del discurso narrativo— donde el pasado existe y toma forma. Pretender que una narración valga más que otra equivaldría a asumir que existe un criterio externo desde el cual es posible definir la validez epistémica de un discurso sobre otro, lo que fá-cilmente nos llevaría de vuelta al principio de adecuación entre el objeto y su representación, y a obviar el carácter eminentemente simbólico de la realidad humana.

Presentada así, la perspectiva constructivista promete ser más demo-cratizadora que la positivista. Ni los embates de la edad sobre la memoria de don Daniel Castillo ni su falta de formación académica serían un pro-blema para que sus relatos fueran tomados como fuentes de conocimien-to sobre el proceso de reforma agraria. Al fin y al cabo, la validez de un re-lato en torno al pasado no dependería de que su narrador pudiera acceder sin equívocos a los recuerdos originales instalados en algún resquicio de su mente, pues, como recuerdan los estudiosos de la memoria, todo re-cuerdo se halla viciado desde su nacimiento, y las narraciones son un ins-trumento para la fabricación de nuestras memorias, y no solo un medio para su expresión. La empresa de conocer el pasado como algo externo al discurso pierde así su sentido (Fentress y Wickham 2003, 19 y ss.). Para el

Page 32: Del patrón-Estado al Estado-patrón

31 =

Intr

oduc

ción

caso que me ocupa, no se trataría entonces de conocer la reforma agraria como un acontecimiento ocurrido en el pasado, sino las diversas formas en que ha sido producida como pasado en las narraciones elaboradas por distintos agentes sociales. En ese caso, el valor del relato de don Daniel no estaría en aquello que nos revela sobre la reforma agraria, sino en que es, entre otros, un modo particular de narrarla, de producirla como acon-tecimiento. Esta visión, sin embargo, entraña sus propios problemas. Al colocar el valor de los relatos en su condición singular antes que referen-cial, estamos ante el riesgo de que la contundente imagen de un Incora-Patrón que don Daniel Castillo me compartió hace ya varios años quede suspendida, al lado de otras, en un espacio libre de gravedad. De hecho, la otra cara del efecto democratizador de la versión constructivista de la historia es la neutralización de la fuerza desestabilizadora de las narrativas mediante la afirmación formal de su igualdad y la negación “por decreto” del conflicto y la confrontación. Claro está, ese efecto neutralizador no tiene el mismo efecto sobre todas las narrativas. Como puso en evidencia la crítica marxista a la democracia, las declaraciones formales de igualdad no eliminan las desigualdades estructurales entre los actores sociales. Lo mismo podría decirse en relación con las narrativas. Las versiones sub-alternas de la historia tienen poca posibilidad de imponerse más allá del espacio textual armado por la retórica constructivista. Más allá de este, la desigualdad de la voz y de las visiones tiende a prevalecer al igual que la desigualdad entre los diferentes actores sociales.

Sin lugar a dudas, las visiones positivistas y constructivistas de la historia no pueden ser más opuestas en lo que se refiere a la forma en que comprenden la relación entre narrativas y procesos históricos. No obstante, si las miramos a la luz de sus consecuencias sobre el relato de don Daniel, el efecto parece ser el mismo. En los dos casos, la validez epistemológica y, por tanto, política de su relato resulta negada y, en esta vía, su potencial crítico es neutralizado. En el primer caso, esto ocurre al insistir en la desigualdad radical entre el relato académico y el oral; en el segundo, al señalar que son iguales. Si en el primer caso se afirma el triunfo del relato histórico académico antes de darse cualquier intento de batalla, en el segundo se declara un empate que deja sin justificación cualquier confrontación.

Pero, como todo buen narrador sabe, cualquier historia que me-rezca llamarse así pone en juego una tensión que promete ser resuelta. Sin embargo, en una parte importante de la teoría sobre la historia, la tensión y, con ello, la historia de su desenvolvimiento, fue eliminada al neutralizar por cualquiera de las dos vías expuestas uno de sus polos.

Page 33: Del patrón-Estado al Estado-patrón

= 32

Del

pat

rón-

Est

ado

al E

stad

o-pa

trón

...

Este libro constituye un pequeño esfuerzo por debilitar el efecto neu-tralizador sobre las historias subalternas que puede resultar tanto del abordaje positivista como del relativista de la historia. Desde mi posición como académica, considero que una manera más bien modesta de inten-tar revertir ese efecto es contar la historia de las tensiones entre las historias enunciadas desde posiciones hegemónicas y subalternas. Se trata, más que de inventariar y describir la diversidad de las historias producidas sobre determinados procesos, de evidenciar las posibles tensiones irresueltas en-tre ellas, como una vía para activar su potencial simbólico y político.

Claro está, mi propia labor en la definición de esas tensiones no se reduce a la de hacer la reconstrucción de un drama que se habría jugado allá afuera, sino que yo misma he participado activamente en su produc-ción. Una primera forma en que esto se expresa tiene que ver con el tipo de posiciones sociales que privilegié para hacer un ejercicio de contraste entre las narrativas4 producidas en torno a la aplicación de la reforma agraria en Nariño, descuidando e incluso invisibilizando otras que, sin duda, podrían enriquecer este trabajo. Partiendo de allí, mi trabajo se basa en una primera distinción entre lo que, con fines analíticos, deno-miné discurso histórico campesino y discurso histórico oficial. Usaré la expresión discurso histórico campesino para referirme a la producción na-rrativa de hombres y mujeres de la comunidad rural de Bomboná en torno a lo que cada uno proyecta como su pasado común. Entiendo este discurso como uno producido desde un lugar de enunciación específico, lo local/comunal, cuyos productores no han sido socialmente autoriza-dos para hablar en nombre del Estado ni para producir memorias de orden nacional. Asumo, adicionalmente, que dicho discurso mantiene una posición subalterna frente al producido sobre los mismos procesos

4 Entiendo por narrativa los términos bajo los cuales una transformación dada es defi-nida dentro de una construcción discursiva en particular, de modo tal que un proceso dado se define como la transición de la esclavitud a la libertad, de la pobreza a la rique-za, de la inconciencia a la conciencia, de la precariedad a la perfección, por poner al-gunos ejemplos. Una narrativa, entonces, funciona como una especie de rejilla a través de la cual un proceso dado, integrado por uno o varios hechos, es producido discur-sivamente como acontecimiento. En consecuencia, una misma narrativa puede tomar forma en diferentes narraciones y, a su vez, varias narrativas pueden actualizarse en una misma narración. Piénsese, para el primer caso, en la “narrativa de la transición” de la que nos habla Chakrabarty (1999), la cual atraviesa las narraciones concretas construi-das en torno a procesos muy disímiles en diferentes tiempos y lugares. Piénsese, para el segundo caso, en la manera en que la narración sobre un mismo proceso social conlleva la actualización simultánea de la narrativa del despertar de conciencia, de la redención y de la transición, como de hecho ocurre con muchas de las narraciones analizadas en este libro sobre el proceso de reforma agraria en Nariño.

Page 34: Del patrón-Estado al Estado-patrón

33 =

Intr

oduc

ción

desde la prensa, las entidades públicas y la academia, sin que ello menos-cabe su posibilidad de plantear epistemologías, narrativas y retóricas del pasado alternativas a las movilizadas por el discurso oficial. Por su parte, entiendo el discurso histórico oficial como aquel producido por políticos, académicos, funcionarios públicos y periodistas vinculados al aparato político, administrativo y académico colombiano, encargados de produ-cir una versión “oficial” del proceso: validada desde el establecimiento académico, periodístico y político nacional, y cuyo receptor, más que los integrantes de la comunidad campesina de Bomboná, es la sociedad na-cional en su conjunto. Paralelamente, dentro de este segundo discurso distinguiré, de un lado, el discurso opuesto a la reforma agraria, elaborado por miembros de la clase terrateniente nariñense que simpatizaban con el Partido Conservador, quienes, al menos en un principio, se opusieron a dicho proyecto a través de los medios de comunicación a su alcance; y de otro, el discurso promotor de la reforma, producido por académicos, periodistas, funcionarios públicos y políticos del orden departamental y nacional, afines en su mayoría al Partido Liberal y al gobierno de Lleras Camargo, quienes, contrarios a los anteriores, apoyaban la aplicación del proyecto de reforma en la región. Cabe señalar que al hacer tales distin-ciones no parto del supuesto según el cual existiría una oposición radical y permanente entre el discurso histórico campesino y el oficial, así como no considero que cada uno de ellos refiere una unidad sin ruidos ni fisu-ras internas. Por el contrario, una y otra modalidad presentan variantes importantes, en lo que respecta tanto a los marcos interpretativos que se ponen en juego en su elaboración como a las representaciones que mo-vilizan. Asimismo existen importantes puntos de contacto entre las dos modalidades de discurso que mencioné. A seis años de haber escrito la versión original de este libro5, pienso que mi trabajo se vería enriquecido con un análisis más cuidadoso de los contrastes existentes en el interior del discurso campesino en relación con la posición que cada uno de mis interlocutores ocupa dentro de la comunidad de Bomboná, según el gé-nero, la edad, la condición económica, entre otras variables. Asimismo, queda pendiente una revisión más cuidadosa de las diferencias entre los promotores de la reforma agraria en Nariño de acuerdo con su orienta-ción política y su trayectoria intelectual. Lastimosamente no es posible dar cuenta de todas esas variables y de los matices que las conforman,

5 Este libro es una versión revisada de mi tesis de Maestría en Historia presentada a finales del 2008. Algunas partes de esta han sido publicadas previamente a manera de artículo (Yie Garzón 2009; 2011; 2012).

Page 35: Del patrón-Estado al Estado-patrón

= 34

Del

pat

rón-

Est

ado

al E

stad

o-pa

trón

...

y he debido privilegiar algunas continuidades y discontinuidades sobre otras para atreverme a hacer afirmaciones con un alcance más general.

Una segunda manera en que se expresa mi participación activa en la definición de las tensiones tiene que ver con el manejo de las fuentes. Este libro surge del trabajo con documentos muy diversos en lo que se re-fiere a su forma, la posición desde la cual fueron producidos y el contexto en el que esto ocurrió. En efecto, trabajo con diferentes géneros (artículos periodísticos, ensayos académicos, cartas, panfletos, documentos judicia-les, documentos ligados a la formulación, ejecución y evaluación de pro-yectos, relatos de vida, entre otros) producidos por actores sociales muy diversos (periodistas, políticos, académicos, funcionarios públicos, hom-bres y mujeres campesinos, abogados e, incluso, un tinterillo de origen indígena) y en contextos muy distantes. Así, mientras una buena parte de mi trabajo se basa en documentos escritos y fotográficos producidos entre finales de la década de 1950 y buena parte de la que le siguió en el contexto de formulación, aplicación y evaluación de la reforma agraria en la región andina de Nariño, otro cuerpo amplio de mis fuentes está compuesto por las narraciones orales producidas en el contexto de las entrevistas que hice entre los años 2006 y 2007 a hombres y mujeres que trabajaron para la Hacienda de Bomboná. Así, las tensiones de las que espero dar cuenta en este texto no siempre constituyeron parte de un diá-logo directo entre actores sociales. Con frecuencia esa interacción solo es posible en el espacio-tiempo de este texto, fabricado con mi mediación. Así, lo que hago es poner en el marco de una misma obra las voces de ac-tores sociales que hablaron en ámbitos diferentes sin llegar directamente a cruzarse. Dicha labor implica, sin duda, desobedecer el orden espacio/temporal de los procesos, privilegiando las tensiones de las que pueden dar cuenta. Claro está, mi propio trabajo no sería posible sin el de otros, sin su propia labor como actores y narradores de la historia. Es el trabajo de otras personas dentro de esos dos lados de la historicidad de las que habla Trouillot lo que en buena medida hace posible, pero también pone límites, a mi propio trabajo de producción de la historia.

Finalmente, una última forma en que mi participación se expresa tiene que ver con la elección de los ejes en torno a los cuales las ten-siones son ordenadas. Por ejemplo, en lo que se refiere a su contenido, he optado por privilegiar aquellas tensiones resultantes de modos di-vergentes de explicar y evaluar el proceso de aplicación de la reforma agraria en la zona alta de Nariño, así como aquellas relacionadas con el papel asignado a diferentes actores sociales (los campesinos, el Esta-do, los patrones) en el desenlace fáctico y moral de cada narración. Tal

Page 36: Del patrón-Estado al Estado-patrón

35 =

Intr

oduc

ción

elección surge de una aproximación a las narraciones históricas como un género particular de discurso, la cual atiende no solo a sus caracte-rísticas formales y de contenido, sino también a su potencial en los pro-cesos de lucha social por la hegemonía. Como explico en lo que sigue, considero que al elaborar versiones narrativas del pasado ponemos en juego —disponemos de y ponemos a prueba— marcos explicativos y morales desde los cuales los eventos pueden ser explicados, y estos y sus protagonistas juzgados. Esto hace de las narraciones medios de lucha ideológicos importantes y, al mismo tiempo, las convierte en expresión de esas mismas luchas. En lo que sigue expondré en detalle las implica-ciones de esta última afirmación.

Narrativas históricas y procesos hegemónicos

Por fuera de su efecto neutralizador sobre las visiones subalternas del pasado, la visión constructivista de la historia tiene el problema de dejar sin esclarecer una cuestión fundamental: el modo en que nuestro ejercicio como “actores de la historia” se articula con el de “narradores de la historia”, expresiones ambas usadas por Trouillot (1995, 2) para referirse a las dos vías a través de las cuales los seres humanos partici-pamos en la historia. En este caso, la cuestión no se reduce a saber si existe o no una adecuación entre los procesos históricos y la imagen que hacemos de ellos en nuestras narraciones históricas, esto es, si estas reflejan o inventan el pasado que prometen recrear. Más allá, el asunto es si puede existir o no una relación de exterioridad entre las narra-ciones y los procesos históricos, de modo tal que podamos analizar la interacción entre ambos.

De acuerdo con Trouillot, existen tanto una distancia como una su-perposición entre el proceso y la narrativa. Negar esa distancia equivale a obviar el hecho de que las narraciones son producidas dentro de procesos históricos específicos que las trascienden, así como su potencial impac-to dentro de ellos. Negar esa superposición nos impediría comprender la razón de su carácter productivo, esto es, su capacidad de estructurar relaciones y prácticas sociales en la medida en que lo que ciertos actores sociales narran sobre el pasado puede convertirse para otros, en determi-nados contextos y bajo determinadas relaciones de fuerza, en el pasado mismo. La cuestión, por tanto, es comprender, al lado de las formas de sobreposición, los encadenamientos históricos entre narrativas y proce-sos. Solo así es posible comprender de qué manera al narrar una historia también somos actores de esta.

Page 37: Del patrón-Estado al Estado-patrón

= 36

Del

pat

rón-

Est

ado

al E

stad

o-pa

trón

...

Este trabajo parte del presupuesto de que esos encadenamientos no ocurren en una sola vía. La historia, como relato, participa en la conformación de una realidad que le excede, pero, al mismo tiempo, es conformada por ella. Dicha perspectiva nos compele a un doble y en apariencia contradictorio acercamiento a las narraciones históricas: de un lado, como medios de producción de la historia y, de otro, como su producto. Para explicar las implicaciones de dicha propuesta, debo indicar que este trabajo pretende aportar a una reflexión sobre la rela-ción entre narraciones históricas y hegemonía. Como puede esperarse, dicha reflexión se basa en parte en la obra de Antonio Gramsci, en especial en sus análisis sobre la conformación y función de la ideología. Uso el término ideología en un sentido muy amplio, evitando entrar en los debates en torno al uso específico que pudo darles a términos semejantes como cultura, folclore, filosofía popular o sentido común, to-dos los cuales, no obstante, le permiten designar fenómenos que en el pensamiento marxista ortodoxo son ubicados en el nivel de la superes-tructura (Crehan 2004).

Como varios de los lectores del pensador marxista italiano lo han señalado, uno de sus aportes centrales al estudio de la ideología o, de manera más amplia, de la cultura está en su concepción orgánica e his-tórica de esta (Bianchi 2008; Hall 2010; Laclau et ál. 1987; Mouffe 1991; Williams 2000). Con respecto al primer aspecto de su concepción, Gramsci le asignó a la ideología un papel central en la organización de las relaciones sociales y de la práctica política, lo que supone una distan-cia frente a la concepción marxista que localizaba la ideología en el nivel de la superestructura y que las concebía como reflejo de nuestras condi-ciones materiales de existencia. En su perspectiva, la ideología no cons-tituye un nivel sobrepuesto a la estructura de relaciones sociales, ni su formación ocurre en un momento posterior a aquel en el cual se forman las condiciones materiales de existencia. No se trata solo de que nuestras concepciones y valores legitimen un orden social que le preexistiría. La visión de Gramsci es más compleja. Dichas concepciones y valores no hacen parte de un nivel independiente de las relaciones de producción, como podría asumirse desde la metáfora arquitectónica de la formación social, sino que participan en la organización de esas relaciones, con-formando con ellas una totalidad indisoluble solo diferenciable en un plano analítico (Gramsci 1986, 198 y ss., 295 y ss.; Laclau et ál. 1987, 117; Williams 2000, 132-133). Un buen ejemplo de ello son los análisis que realizan James Scott (1976) y E. P. Thompson (1991) sobre el lugar de las nociones de justicia de las clases populares en la conformación de sus

Page 38: Del patrón-Estado al Estado-patrón

37 =

Intr

oduc

ción

relaciones económicas y de sus prácticas políticas. Lo que ambos autores muestran es que dichas nociones no solo legitiman las relaciones que tales sectores mantienen con las élites económicas y con las instituciones políticas, sino que, al hacerlo, también les dan orden a esas mismas rela-ciones. Su trabajo pondría así en evidencia que la actividad ideológica, entendida como el trabajo con nuestras concepciones y valores, consti-tuye una vía de conformación del orden social y político que ocupa un lugar central en el ejercicio de la hegemonía.

Con respecto al segundo aspecto de la concepción gramsciana de ideología, cabe decir que Gramsci la concebía como el resultado contin-gente de procesos históricos de largo aliento. Nuevamente, la crítica a la concepción de la ideología como reflejo está en el centro de su análisis. Al igual que plantearon Marx y Engels en La ideología alemana (1974), Gramsci no creía que las ideas tuvieran una historia independiente de las condiciones materiales de existencia, pero tampoco consideraba que las primeras pudieran explicarse solo a partir de las segundas. Más bien, consideraba que nuestra visión de mundo era el resultado de procesos de lucha social por la hegemonía de largo alcance. Refiriéndose a la filosofía popular, señala que en ella se encuentran estratificaciones consolidadas de todas las formas de filosofía que le preexisten. De hecho, en su opinión, el comienzo de la elaboración filosófica crítica es un ejercicio de autoco-nocimiento de nuestras concepciones y valoraciones, las cuales deben ser comprendidas como la expresión de modos de pensamiento colectivo, y como el producto de un proceso histórico desarrollado hasta ahora y que ha dejado una infinidad de huellas recibidas sin beneficio de inventario6.

La lectura que Florencia Mallon hace del concepto gramsciano de hegemonía puede ser útil para entender esa doble visión de la cultura. La historiadora mexicana plantea que la hegemonía debe ser entendida como “una serie de procesos sociales, continuamente entrelazados, a tra-vés de los cuales se legitima, redefine y disputa el poder y el significado” (2003, 85); por lo tanto, como un conjunto de procesos dinámicos de lucha social y simbólica que se desenvuelven en el tiempo. No obstante,

6 En los Cuadernos dice: “Criticar la propia concepción del mundo significa, pues, ha-cerla unitaria y coherente y elevarla hasta el punto al que ha llegado el pensamiento mundial más avanzado. Significa, pues, también, criticar toda la filosofía que hasta ahora ha existido, en cuanto que esta ha dejado estratificaciones consolidadas en la filo-sofía popular. El inicio de la elaboración crítica es la conciencia de lo que es realmente, o sea un ‘conócete a ti mismo’ como producto del proceso histórico desarrollado hasta ahora que ha dejado en ti mismo una infinidad de huellas recibidas sin beneficio de inventario. Hay que hacer inicialmente ese inventario” (Gramsci 1986, 246).

Page 39: Del patrón-Estado al Estado-patrón

= 38

Del

pat

rón-

Est

ado

al E

stad

o-pa

trón

...

ella también apela a otro concepto: el de “resultados hegemónicos”, en-tendiendo por estos el establecimiento de un equilibrio siempre inestable y precario entre las fuerzas en disputa (ibíd.). El segundo concepto se refiere a puntos de llegada de los procesos hegemónicos, esto es, a mo-mentos de cristalización de un orden intelectual y moral específico, liga-dos a un cierto estado de las relaciones de fuerza, así como con formas de ordenamiento social y político concretos7.

Considerando lo anterior, mi propuesta es entender las narraciones históricas como un medio a través del cual participamos de las luchas sociales, políticas e ideológicas en torno a la realización de determinados proyectos colectivos y, al mismo tiempo, como un resultado siempre par-cial e inestable de esas mismas luchas. Este trabajo juega a su manera con ese doble abordaje. En primer lugar, se propone entender las narraciones de diferentes agentes sociales sobre la aplicación de la reforma agraria en Nariño y, particularmente, sobre la ejecución del proyecto de parcelación oficial de la Hacienda de Bomboná, como un medio para viabilizar o in-viabilizar determinados proyectos de alcance colectivo, ligados a formas específicas de ordenamiento social, político e ideológico. En segundo lu-gar, se propone abordar esas mismas narraciones sobre la reforma agraria y la parcelación de Bomboná como una manifestación de la manera en que se resolvieron en términos ideológicos, y en el curso de los procesos históricos concretos, los esfuerzos permanentemente conflictivos por via-bilizar o inviabilizar diversos proyectos colectivos.

Las narrativas históricas como medios de lucha hegemónica

Como se dijo, Gramsci le asignó a la ideología y, más ampliamente, a la cultura una función central en la reproducción y transformación del orden social. De allí la importancia política que para él tiene el inte-lectual orgánico, expresión que, como es sabido, no coincide con la de intelectual en el lenguaje ordinario. En su opinión, este último realiza una labor fundamental para el ejercicio de la hegemonía como es la de reelaborar críticamente las visiones preexistentes de mundo y retornarlas a los sectores populares de modo que puedan constituirse en la base de la

7 Es notoria la semejanza con la propuesta de Raymond Williams, quien también pro-pone usar de manera distinta los términos hegemonía y lo hegemónico: el primero para referirse a la dimensión dinámica y práctica de los procesos de lucha ideológica y el segundo para aquello que en un determinado momento se establece como dominante en el plano ideológico, pero cuyo lugar, no obstante, es permanentemente disputado (Williams 2000, 134-135).

Page 40: Del patrón-Estado al Estado-patrón

39 =

Intr

oduc

ción

praxis cotidiana y política (Crehan 2004, 149 y ss.; Gramsci 1986, 246). Así, la acción política no ocurre fuera, sino dentro del terreno de la ac-ción simbólica, por lo cual acarrea un trabajo con y sobre la cultura que es indisociable de una labor discursiva (Gramsci 1986, 198 y ss.). Hay, por decirlo así, un hermanamiento entre el político y el intelectual que con-vierte en problemática la distinción social que se establece entre ambos.

De hecho, los procesos de formación de nación en América Latina son una evidencia de la dimensión política del trabajo de aquellos que han gozado del estatus de intelectuales8. Esto se aplica para el periodo de estudio. Durante el Frente Nacional no solo tomaron forma un amplio número de instituciones y políticas que tenían como objeto de inter-vención al campo y al campesinado colombiano, esto en el marco de un proyecto modernizador que contó con el impulso de la Alianza para el Progreso. También es el momento en que se consolidaron las ciencias sociales en el país, las cuales tenían, no por casualidad, como uno de sus objetos de estudio los procesos de cambio social en el campo. Estamos, claro está, ante el auge de las ciencias sociales aplicadas, las cuales recibie-ron el impulso del gobierno norteamericano interesado en influir sobre la formación de los científicos sociales ligados a la formulación e imple-mentación de planes de desarrollo en los países de América Latina (Fals Borda y Bonilla 1972). Para el caso que me ocupa, las figuras más impor-tantes del debate público en torno a la aplicación de la reforma agraria en Nariño gozaban de un doble estatus como destacados intelectuales de Nariño y Colombia, y como representantes de instituciones estatales. Este fue el caso del sociólogo Orlando Fals Borda, del antropólogo Mil-cíades Chaves y del historiador Víctor Daniel Bonilla, miembros todos ellos del Comité Técnico del Incora y autores de algunos de los estudios existentes para el periodo sobre la situación de los arrendatarios de las haciendas de la zona alta de Nariño, en el caso de los dos primeros, y de los efectos de la reforma, en el caso del tercero. Como se verá de manera amplia en el primer capítulo, su participación en el diseño y diagnóstico de proyectos de parcelación resultó indisociable de la producción de un discurso oficial de legitimación de estos, lo que implicó la elaboración narrativa de los procesos en que tales proyectos se inscribían. Algo seme-jante ocurrió con algunos de sus detractores, como Emiliano Díaz del Castillo, para entonces esposo de la dueña de la Hacienda de Bomboná, figura central del Partido Conservador de Nariño e importante historia-dor nariñense, quien contradijo en sus escritos la representación de la

8 Ver los artículos recogidos en el volumen editado por Santiago Castro-Gómez (2000).

Page 41: Del patrón-Estado al Estado-patrón

= 40

Del

pat

rón-

Est

ado

al E

stad

o-pa

trón

...

relación entre los hacendados y sus trabajadores divulgada por quienes promovieron la reforma agraria en el departamento.

Al respecto, mi planteamiento es que la producción de relatos his-tóricos hace parte central de la labor intelectual en un sentido gramscia-no, y —como explicaré más adelante— no solo de la que realizan los “historiadores profesionales”9. Aunque Gramsci no desarrolló una teoría propiamente dicha sobre la función del relato histórico en los procesos hegemónicos, su análisis de la función productiva de la ideología y del lenguaje sentó las bases para una reflexión en esa dirección. Como es sabido, sus escritos sobre el tema alimentaron los trabajos de algunos in-telectuales de izquierda con una importante influencia posestructuralista sobre el papel del discurso en los procesos hegemónicos, entre quienes se destacan Ernesto Laclau (2006 y 2007), Chantal Mouffe (1987) y el mis-mo Stuart Hall (2010). Aunque con importantes matices en cada caso, los tres adoptan una noción de discurso no equiparable a un conjunto de hechos lingüísticos que estarían separados del mundo de la práctica, ni como la simple encarnación de un sistema de ideas que se sobrepo-ne al de las relaciones materiales de existencia. Por el contrario, los tres acogen una visión constitutiva y conflictiva del discurso, en la cual este participa de manera directa en la constitución de la realidad y se inserta en las luchas sociales por el poder y el significado. En diálogo con la obra de Gramsci, esos autores le asignan un papel central en la fijación de los significados en torno a los cuales se lleva a cabo la lucha, en la producción de identidades sociales y, de manera más amplia, en las disputas por la legitimidad de determinados órdenes y proyectos sociales.

Desde mi perspectiva, las funciones que esos autores le asignan al discurso pueden atribuirse también a las narraciones históricas. En cuan-to forma de expresión, por excelencia, de cualquier discurso que tenga por objeto el devenir histórico de una colectividad, dichas narraciones participan en los procesos de fijación del significado a través de los cuales se tejen las luchas por la hegemonía10. Ellas pueden servir como medios

9 Para un análisis del concepto de intelectual en Gramsci y de la distinción que establece entre el intelectual orgánico y el intelectual profesional, se recomienda ver el capítulo “Los intelectuales y la producción de la cultura” del libro de Crehan (2004, 149-181).

10 No soy la primera en señalar el papel de las narraciones históricas en las luchas por la hegemonía. Son muchos los autores que han hecho exploraciones en esa dirección. Particularmente, ese es el caso del grupo de estudios subalternos de la India y de su crítica al papel del discurso histórico académico en la reproducción de formas de do-minación poscolonial. Más allá de sus diferencias, ellos han insistido en el papel de dicho discurso en la difusión de una ideología que pone al Estado-nación occidental moderno y al sistema capitalista como los modos más avanzados de orden político y

Page 42: Del patrón-Estado al Estado-patrón

41 =

Intr

oduc

ción

de marcación o borramiento de las fronteras entre los grupos sociales en conflicto; de fijación o desestabilización del sentido de las palabras en torno a las cuales este se desenvuelve; y de legitimación o impugnación de ciertas formas de autoridad o de sus modalidades de ejercicio. Asimis-mo, pueden tener un papel importante en la legitimación de proyectos sociales específicos, ligados a formas concretas de ordenamiento social, político e ideológico. Finalmente, y como discutiré más adelante, las na-rraciones son un vehículo especialmente efectivo para darles forma a las expectativas y a los deseos de las personas, y para inculcar ciertos prin-cipios de acción e interpretación de la realidad, de modo que participan en la conformación de nuestras subjetividades y de los modos en que actuamos sobre el mundo (Ortner 2007a y 2007b).

Esto es lo que puedo afirmar a partir de mi trabajo con las narracio-nes producidas en el marco del debate en torno a la aplicación de la refor-ma agraria en Nariño. En primer lugar, las historias sobre el campo an-dino nariñense cumplieron una función importante en la construcción y contestación de las identidades de los actores que tuvieron algún papel central en la disputa por la aplicación de la reforma agraria en la región. En varios de los documentos que analizo en los capítulos que siguen, las disputas internas de la élite política en torno a la viabilidad de la reforma agraria en Nariño se presentaron como una confrontación entre el Estado central colombiano y una clase terrateniente de raigambre conservadora. El Estado se tradujo en un locus desde el cual pretendían hablar y actuar determinados actores, y al cual otros pretendían dirigir sus enunciados y acciones. Quienes podían arrogarse la condición de agentes del Estado o situarse fuera de él, posicionándose como sus interlocutores, constituye un hecho fuertemente disputado, lo que nos recuerda el carácter cons-truido de la frontera entre el Estado y la sociedad (Mitchell 1999, 77-80). Así, mientras para los promotores de la reforma había una frontera clara entre el Estado que hablaba a favor del interés general y los hacendados

económico. Más aún, sus críticas se dirigen a señalar que la producción y la circulación de ese discurso en las colonias europeas fue un medio a través del cual se pretendió instaurar al Estado-nación y al capital como ejes en torno a los cuales todas las historias deberían ser comprendidas y contadas. En este sentido, el discurso histórico habría sido un medio de subalternizar, con mayor o menor éxito, las concepciones de historia y de pasado de los pueblos colonizados, y de tratar de controlar los modos en que los habitantes de las naciones colonizadas se relacionan con su pasado (Chakrabarty 2010; Dube 1999 y 2001). Un argumento semejante puede encontrarse en la obra de varias figuras claves de los estudios poscoloniales que han analizado el papel de diversas na-rraciones en la construcción de la alteridad y en la implantación y perpetuación del orden colonial (Mundimbe 1988; Pratt 2010; Said 2008; Trouillot 1995).

Page 43: Del patrón-Estado al Estado-patrón

= 42

Del

pat

rón-

Est

ado

al E

stad

o-pa

trón

...

que lo hacían invocando solo su interés particular, para estos últimos esa frontera no era tan evidente. No obstante, ambos coincidían en afirmar su lugar de tutores de los campesinos a través de la representación de estos como seres pasivos, irreflexivos y conservadores. En segundo lugar, las historias sobre el campo nariñense también sirvieron para disputar los contenidos de palabras como “reforma agraria”, “ciudadanía”, “libertad”, entre otras, a través y en torno de las cuales se desenvolvió el debate sobre la viabilidad de la reforma agraria. En tercer lugar, dichas narraciones sirvieron para impugnar o reafirmar la autoridad de la antigua clase te-rrateniente nariñense sobre diversos ámbitos de relación de la población rural que trabajaba para ellos y autorizar la intervención de expertos vin-culados a las instituciones del Estado en su reemplazo (científicos socia-les, agrónomos y mejoradoras de hogar, entre otros). Finalmente, dichas historias fueron usadas para legitimar el desarrollo de un proyecto de reforma agraria y, más allá, las acciones dirigidas a “reformar” las subjeti-vidades y orientar la conducta de la población campesina.

El papel de las narraciones históricas en las luchas por la hegemonía pasa también por una comprensión específica de la relación entre narra-ciones históricas y memoria. La narración histórica antes que una traduc-ción de aquello que se recuerda, constituye un medio para su fabricación (Gnecco 2000). En efecto, parece existir un consenso bastante alto entre los estudiosos de la memoria histórica de que esta no es una suerte de objeto resguardado en el fondo de nuestros cerebros, sino más bien el producto provisional de una actividad incesante, lo que de hecho nos lle-va a indagar por el proceso de producción, conservación y modificación11. Adicionalmente, cada vez un número más amplio de estudiosos del tema plantea la memoria como un objeto de lucha política que es intervenido, en parte, a través de la narración histórica. Así, hacer memoria y fijarla en una historia son acciones motivadas por intereses singulares, mediante

11 Como es sabido, existe un amplio campo de estudios dentro de las ciencias sociales que toma a la memoria como su objeto, a partir de las reflexiones sobre la dimensión social y cultural del concepto de memoria proveniente de la historia, la antropología, la sociología, la piscología, la filosofía y el mismo psicoanálisis, y a cuyo origen están asociados los nombres de Maurice Halbwachs (2004), Roger Bastide (2008), Pierre Nora, Nathan Wachtel (1976), Enrique Florescano (1994), Erick Hobsbawm (2002), entre otros. Pese a sus diferencias, todos ellos coinciden en señalar el carácter diná-mico y, por lo tanto, cambiante de toda memoria. Incluso, algunos autores recientes cuestionan la concepción de la memoria como un objeto o un texto, y proponen considerarla como un proceso (Fentress y Wickham 2003, 19 y ss.). Dentro de la disciplina histórica, algunos autores proponen hacer de la memoria el objeto de su estudio, y no solo su fuente (Wachtel 1999).

Page 44: Del patrón-Estado al Estado-patrón

43 =

Intr

oduc

ción

los cuales se pone en juego “el futuro del pasado” dentro de procesos más amplios de lucha social por el poder y el significado12. Desde esta pers-pectiva, el relato sería un medio para intervenir la memoria, para darle forma, estructurando de este modo prácticas y relaciones sociales. La me-moria, por lo tanto, se convierte en un objeto de disputas sociales y el relato histórico en un dispositivo mediante el cual estas se llevan a cabo.

Pero la producción de historias ligadas a las luchas hegemónicas no ocurre solo desde el establecimiento académico. Según dijimos, para Gramsci el intelectual orgánico es una categoría más amplia que aquella que en el lenguaje ordinario designa a quienes se dedican a la produc-ción artística e intelectual. Aquellos que pueden ser incluidos dentro de esa categoría se distinguen por su rol activo en la dirección intelectual y moral de la sociedad, independientemente de que gocen o no del estatus de intelectual (Gramsci 1986, 353 y ss.). Pero dicha labor no ocurre sola-mente en los niveles más altos de la sociedad, sino que se distribuye de manera gradual por toda la estructura social, de modo que el intelectual orgánico puede hallarse en los lugares más inesperados13. Esta misma afirmación puede hacerse con respecto a la labor intelectual implicada en la producción de la historia. Al respecto, Trouillot insiste en que sus lugares de producción son múltiples y se extienden mucho más allá del

12 Los vínculos entre la conformación de la memoria histórica y el ejercicio del poder han sido ampliamente explorados desde los primeros estudios sobre la memoria dentro de las ciencias sociales, siendo estudiados con especial cuidado a partir del último tercio del siglo pasado bajo la influencia de la Nueva Historia, la historia social británica, el posestructuralismo, los estudios subalternos y los análisis poscoloniales. En América Latina dicha reflexión ha tomado dos grandes vías: de un lado, la comprensión de las memorias de experiencias traumáticas vinculadas a formas especialmente violentas de confrontación social y represión política con especial fuerza en el Cono Sur, y, del otro, el “rescate” de las memorias de comunidades locales o “tradicionales” (Máspoli 2010). En Colombia, particularmente, dicha relación ha sido explorada en torno a tres grandes bloques temáticos: primero, el papel de la historiografía, las fiestas patrias y el museo en la conformación de memorias históricas nacionales (Lomné 1993; Pérez y Yie Garzón 2011; Sánchez y Wills 2000); segundo, las memorias traumáticas originadas por las ex-periencias de violencia y sufrimiento social ligadas al conflicto social y armado reciente (Blair 2002; Castillejo 2007; Jimeno, Varela y Castillo 2011; Riaño 2006; Sánchez 2003); y, por último, las concepciones de historia y de pasado de los grupos subalternos, prin-cipalmente indígenas y afrocolombianos (Espinosa 1995; Gómez 2000; Losonczy 1999; Mamián 1995; Rappaport 2000 y 2006; Vasco 1997 y 2000; Vasco et ál. 1998).

13 Dice Gramsci: “de hecho la actividad intelectual debe ser diferenciada en grados in-cluso desde el punto de vista intrínseco, grados que en los momentos de extrema opo-sición dan una auténtica diferencia cualitativa: en el escalón más elevado habrá que poner a los creadores de las diversas ciencias, de la filosofía, del arte, etcétera; en el más bajo a los más humildes ‘administradores’ y divulgadores de la riqueza intelectual ya existente, tradicional, acumulada” (1986, 358).

Page 45: Del patrón-Estado al Estado-patrón

= 44

Del

pat

rón-

Est

ado

al E

stad

o-pa

trón

...

establecimiento académico14. De hecho, este libro se debe tanto a la pro-ducción de narraciones históricas hechas dentro de dicho establecimien-to, como a aquella producida fuera de él.

Un ejemplo de ello es el caso de Antonio Rosero. A finales de 1958, aproximadamente la mitad de los arrendatarios de la Hacienda de Bom-boná conformaron el Sindicato de Trabajadores Agrícolas Siete de Abril, dentro del cual Rosero tuvo un papel muy importante. El Indio, como solía firmar su correspondencia a líderes políticos de orientación liberal, trabajó desde su muy modesta oficina, en su propia casa dentro del casco urbano de Consacá, en la producción de un gran número de documen-tos (cartas, documentos judiciales, panfletos, entre otros) que ayudaron a tejer vínculos estratégicos entre los arrendatarios de la Hacienda de Bomboná, interesados en apropiarse legalmente de las tierras que venían ocupando, y los representantes del Partido Liberal que presionaban por un proceso de reforma agraria en Nariño y el resto del país, así como con importantes funcionarios del Estado, periodistas y sacerdotes. Dichos documentos fueron portadores de una narrativa sobre la historia del sin-dicato en que este parecía ser un movimiento libertario equiparable al que habría desarrollado el ejército patriota comandado por Bolívar siglo y medio atrás en las mismas tierras. La parcelación de la hacienda, obje-tivo por el cual luchaban los miembros del sindicato, era narrada como una vía necesaria para la liberación de los arrendatarios de la situación de opresión patronal de la cual el proceso de independencia política de la Nueva Granada no había logrado liberarlos. Sin duda, la construcción de esa narrativa se nutrió de los relatos que los mismos arrendatarios hacían de sus experiencias dentro de la hacienda, pero también de la producción historiográfica sobre el proceso independentista en el sur del país. Así, la formulación de las demandas y reclamos al Estado a nombre

14 El planteamiento de Trouillot sobre la multiplicidad de lugares de producción de la historia es compartido por otros investigadores de grupos subalternos del llamado tercer mundo, muchos de los cuales también articulan esa reflexión con una crítica poscolonial. Determinados por lo que se conoció como la etnohistoria, muchos antro-pólogos y algunos sociólogos han estudiado las concepciones de historia y pasado de grupos subalternos dando prioridad a los pueblos indígenas y de origen africano. Aun-que buena parte de las reflexiones en esa dirección han intentado ver las narraciones históricas de los sectores subalternos como la expresión de su autonomía ideológica, también han resaltado su uso como instrumento de lucha social. El discurso histórico de los grupos subalternos no se entiende solo como expresión de su singularidad cultu-ral, sino también como una herramienta política, especialmente en el contexto de las luchas para la recuperación de territorios y el reconocimiento de derechos políticos y culturales. Para el caso de Colombia, véanse los trabajos ya citados de Vasco, Gómez, Rappaport, Mamián, Losonczy, Gnneco, entre otros.

Page 46: Del patrón-Estado al Estado-patrón

45 =

Intr

oduc

ción

del sindicato implicó un cuidadoso y hábil trabajo de producción de la historia con hilos narrativos y expresivos de distinta procedencia, como condición para que estas fueran “audibles” en distintas esferas sociales.

Pero, a su vez, la labor del Indio no habría sido posible sin el pro-pio trabajo narrativo de quienes se integraron al sindicato —y, valdría la pena pensarlo, incluso del de quienes no lo hicieron—. Las historias que circularon en las reuniones ocultas del sindicato, incluso bajo la forma de rumores en los espacios de reunión familiar, le dieron carne a las discusiones que en el interior de las familias de Bomboná y entre los trabajadores de la hacienda se dieron en torno a la viabilidad y le-gitimidad de la movilización. Esas historias y rumores fueron medios importantes para la reelaboración de la visión que muchos de ellos te-nían de su propia situación como peones arrendatarios y del proceso organizativo que se estaba gestando.

Como lo muestran estos casos, las luchas por la hegemonía y, par-ticularmente, el trabajo de producción de historias que las acompañan, no son una labor que se realice solo desde las posiciones más altas de la sociedad para de allí descender a la tierra. Este puede darse desde un modesto escritorio, en un pequeño poblado de un país tercermundis-ta, en una humilde vivienda que acoge la reunión de los miembros de un sindicato con sus colaboradores, y en muchos otros modestos lugares de producción de la historia que nuestra imaginación no logra concebir. Como muestra Partha Chatterjee en su trabajo sobre la política de los gobernados, lugares como esos constituyen espacios claves de mediación entre intereses, lenguajes, valores y concepciones de sectores dominantes y subalternos (Chatterjee 2008, 41-42). Y la hegemonía es, si seguimos a Gramsci, un ejercicio de dirección ideológica ligado a un trabajo de me-diación. Por lo tanto, si bien es cierto que el discurso histórico académico ha desempeñado una función central en la construcción de hegemonía, como planteó Rahanit Guha (2002), también lo es que desde los lugares menos visibles y privilegiados se ha producido una discursividad históri-ca fundamental dentro de dicho proceso. Es en esos lugares de encuentro entre sectores sociales y tradiciones ideológicas y expresivas donde se atan los nudos que le dan forma. Incluso, como expongo más ampliamente en el último capítulo, la hegemonía depende y es socavada, al mismo tiem-po, por la producción narrativa de los mismos sujetos subalternos. Esas historias muestran, de hecho, cómo la agencia subalterna no es necesaria-mente la contracara de la hegemonía, sino que es también su condición.

Lo anterior implica que ni la producción narrativa de las élites ni aquella que se produce desde las posiciones más bajas de la estructura

Page 47: Del patrón-Estado al Estado-patrón

= 46

Del

pat

rón-

Est

ado

al E

stad

o-pa

trón

...

social se explican apelando a la originalidad de sus productores. Como Laclau y Mouffe (1987, 118) han planteado, los elementos ideológicos de una clase hegemónica no tienen una pertenencia de clase necesaria. Quienes ocupan posiciones dominantes así como quienes se encuentran en las márgenes de la estructura social tienen que trabajar con lo preexis-tente, incluyendo elementos de la ideología de aquellos a quienes buscan someter o resistir. El trabajo intelectual ligado al ejercicio de la hegemo-nía es, insisto, un trabajo de mediación, a pesar de hallarse implicado en un ejercicio de confrontación política. Esto vale tanto para académicos reconocidos como Orlando Fals Borda y Milcíades Chaves, tinterillos ol-vidados como José Antonio y para los mismos líderes y demás integrantes del sindicato que ayudaron a armar el complejo tejido de historias en que hallaron sentido las acciones de quienes contribuyeron a la parcelación de la Hacienda de Bomboná.

Las narrativas históricas como productos de procesos de lucha por la hegemonía

La segunda vía propuesta para explorar la relación entre narrativas históricas y procesos hegemónicos pasa por asumir a las primeras como un producto de los segundos, esto es, como una cristalización de los mo-dos en que las luchas sociales por el control del poder y el significado se han resuelto a lo largo del tiempo. Tal perspectiva parte de considerar que, al elaborar narrativamente el pasado, las personas ponemos en juego diversos recursos interpretativos y expresivos que fueron gestados dentro de procesos históricos conflictivos, y cuya legitimidad fue definida tam-bién dentro de ellos.

En contraste con la gran cantidad de trabajos que exploran las na-rrativas históricas como medios en las luchas sociales por el control del poder y el significado, existen más bien pocos que las abordan como el producto de esas mismas luchas (Murillo 2008; Rivera Cusicanqui 2008). Tal situación responde seguramente a las dificultades metodológicas que implica una investigación así, pero también es el efecto del predominio que, por mucho tiempo, tuvo una visión de la cultura como un sistema cerrado, coherente y no conflictivo dentro de la antropología y, en gene-ral, dentro de las ciencias sociales (Crehan 2004, 53 y ss.). De hecho, con frecuencia los trabajos sobre las concepciones de historia y pasado de gru-pos en una posición subalterna, no se cuestionan por el proceso histórico en que dichas concepciones se forjaron, sino solo por su descripción. Y, cuando dicha cuestión es abordada, eran asumidas como algo preexis-tente a las luchas de los grupos subalternos con los dominantes, quienes

Page 48: Del patrón-Estado al Estado-patrón

47 =

Intr

oduc

ción

intentaban imponer su propia visión de mundo ante la heroica resisten-cia de los primeros. Dicha perspectiva presenta varios inconvenientes. Primero, asume un sujeto preexistente a la lucha social, el cual entraría en esta para intentar imponer sus visiones o resistir a los esfuerzos de imposición de otros, pero sin forjarse a sí mismo dentro de ella. Segun-do, asume una equivalencia entre la posición que alguien ocupa en una estructura social y el origen de sus concepciones. Finalmente, y como consecuencia de las anteriores, tal perspectiva es incapaz de compren-der la heterogeneidad y conflictividad irreductible de nuestras visiones de historia y pasado.

Respecto al primer punto, parto de la idea que el sujeto no es ante-rior a los procesos de lucha social. Como militante de izquierda, Gramsci estaba preocupado por las condiciones históricas de emergencia de aquel sujeto capaz de ejercer el liderazgo revolucionario. Al respecto, conside-raba que su gestación no era el resultado del despertar de conciencia de las clases dominadas, sino el producto de un trabajo de articulación ideo-lógica, esto es, de un proceso de lucha por la hegemonía. Siguiendo sus pasos, Edward Palmer Thompson desechó la posibilidad de explicar las concepciones y valores de las clases populares como el efecto directo de sus condiciones materiales de existencia, pero también se negó a conce-birlas como el resultado de la alienación ideológica a la que las habrían sometido las clases dominantes. Para él, la clase social es una entidad histórica en sí misma, de modo que las formas de acción y pensamiento atribuibles a una clase social dada solo pueden comprenderse atendiendo al proceso singular en que esta fue gestada15. Como muestra en su trabajo sobre la formación de la clase obrera inglesa, la conciencia de las clases populares llevaría las huellas de ese mismo proceso, al expresarse en ella concepciones y valores que estuvieron vigentes en los distintos momen-tos de su formación (Thompson 1981, 180 y ss.; 1991). En esta misma co-rriente se inscribe el trabajo de Raymond Williams, para quien las carac-terísticas de una formación cultural son incomprensibles si no se atiende a los procesos de lucha por la hegemonía en los que fue gestada (Williams 2000, 111-124). Finalmente, las corrientes posestructuralistas asumen una postura semejante. Como es sabido, varios de sus representantes abando-naron la noción de conciencia y de ideología por las cargas positivistas del término, reformulando dicha cuestión en términos de una preocupación

15 Véase Thompson, en especial los capítulos “La sociedad inglesa del siglo XVIII. ¿Lucha de clases sin clases?”, incluido en Tradición, revuelta y conciencia de clases. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial (1979), e “Historia y antropología” en Agenda para una historia radical (2000).

Page 49: Del patrón-Estado al Estado-patrón

= 48

Del

pat

rón-

Est

ado

al E

stad

o-pa

trón

...

por el sujeto y su conformación. Este es el caso de Michel Foucault, cuya reflexión parte de una crítica a la idea de un sujeto trascendente, bajo el supuesto de que este no es anterior a la historia, sino que se forma dentro de ella (Foucault 1988 y 2000). Esta última, por su parte, se entiende como una historia principalmente conflictiva y un proceso abierto, es decir, cuyo desenvolvimiento no está predeterminado, sino que se define en la marcha. Así, pese a las diferencias que pueden encontrarse, todos ellos comparten una crítica a la noción de sujeto trascendente y optan por historizar a ese sujeto o, según se prefiera, a sus formas de conciencia y pensamiento, así como la idea de que la historia en que aquel se gesta está marcada por el conflicto y la lucha.

Respecto al segundo punto, considero que no existe una equiva-lencia entre la posición que alguien ocupa en una formación social y la fuente de sus valores y concepciones. Estos últimos no pueden explicarse a partir de su originalidad, en el caso de los sectores populares, ni según su gran ingenio, en el caso de los sectores élite. El problema de fondo en esta última concepción está en su comprensión de la hegemonía. Según esta, la hegemonía es entendida como el proceso por el cual una cierta ideología, la de las clases dominantes, busca implantarse más allá del lu-gar en que se originó. A partir de allí, solo nos quedan dos opciones, o bien la ideología logra imponerse mediante la fuerza, lo que implicaría, a la larga, que el proceso de adopción de esa visión solo es aparente16 —en este caso estamos más cerca de la imposición que de la dirección ideoló-gica—, o la ideología logra someter, gracias a sus propios “encantos”, a las clases dominadas. De allí a afirmar que las clases dominantes lo son gracias a su gran ingenio y que la resistencia de los sectores subalternos es un acto de terquedad hay pocos pasos.

La mirada de Gramsci sobre los procesos hegemónicos no se con-cilia con ninguna de esas dos opciones. En primer lugar, los procesos de dirección moral e intelectual, como definió los procesos hegemónicos, no suponen el acto de creación de la nada de una nueva ideología por las clases dominantes. Para lograr la dirección ideológica, estas últimas tienen que trabajar, al menos en parte, con la cultura popular. Deben ejercer un trabajo de conocimiento y reelaboración crítica del sentido común, inte-grando en un nuevo orden los fragmentos dispersos que lo componen. En

16 Un buen ejemplo de esta perspectiva se encuentra en el famoso texto de James Scott Los dominados y el arte de la resistencia, y también en varios trabajos de los miembros del grupo de estudios subalternos.

Page 50: Del patrón-Estado al Estado-patrón

49 =

Intr

oduc

ción

esta medida, la hegemonía no implica la eliminación de lo preexistente sino, como ya se dijo, su reelaboración17, ni tampoco la eliminación de lo heterogéneo, sino su articulación (Mouffe 1991). De hecho, entendida así, la hegemonía encuentra en la articulación de lo heterogéneo y disperso tanto la explicación de su potencia como el origen de su precariedad.

Finalmente, frente al tercer punto, mi postura es que, como con-secuencia de lo expuesto, los seres humanos podemos desarrollar varias visiones simultáneas de nuestro pasado, que, incluso, entran frecuente-mente en tensión. El tercer capítulo de este libro es en buena medida el origen de este planteamiento. Cuando estaba escribiendo la primera versión de este texto, hace ya seis años, entrevisté a Jorge Chacua, reco-nocido como uno de los líderes del sindicato Siete de Abril. La formación de este último, a finales de la década de 1950, ocurrió en el marco de un proceso más amplio de movilización de casi la mitad de los peones arrendatarios de la Hacienda de Bomboná que los involucró en un en-frentamiento de casi cuatro años con los propietarios de esta última, y en el cual ambas partes acudieron a acciones legales y de hecho. La Chispa, como era apodado por su papel en la movilización campesina, me contó una historia sobre su participación en esta, que parecía ser narrada desde puntos de vista diferentes. Los marcos morales y explicativos a los que apelaba el narrador parecían variar en la medida en que su relato se desa-rrollaba y, seguramente, mientras su percepción sobre mi propia posición social y política se veía afectada. De ninguna manera tales desplazamien-tos son una expresión de que mi interlocutor sufriría de algún desorden psíquico, sino de la heterogeneidad y conflictividad interna del universo teórico y moral en que su vida se desarrolló, afirmación que, no dudo, puede extenderse a todos los seres humanos.

Dicha heterogeneidad podría ser explicada a la luz de las tempra-nas teorías de Halbwachs sobre la memoria colectiva. Él consideraba que un mismo individuo podía ser poseedor de diferentes memorias relacionadas con su pertenencia a diferentes grupos sociales. En la me-dida en que nuestras memorias solo existían como memorias de colec-tivos específicos, pensaba el sociólogo de origen judío, su multiplicidad sería una expresión de nuestras también múltiples pertenencias grupa-les (Halbwachs 2004). Aunque Gramsci no habló directamente de la memoria, sino más bien de la cultura en un sentido amplio, llegó a una

17 Véase en especial: “Apuntes para una introducción y una iniciación en el estudio de la filosofía y de la historia de la cultura” (Gramsci 1986, 245-258).

Page 51: Del patrón-Estado al Estado-patrón

= 50

Del

pat

rón-

Est

ado

al E

stad

o-pa

trón

...

conclusión similar. Como Halbwachs, llegó a pensar que los individuos podían tener varias concepciones de mundo de origen social: “somos una multitud de hombres masa”, afirmó en los Cuadernos de la cárcel. No obstante, en su caso, la diversidad de esas concepciones no resulta de la variedad de nuestras afiliaciones sino de la complejidad del proce-so histórico en que se configura la cultura popular. Él dice:

El problema es el siguiente: ¿cuál es el tipo de conformismo y de hombre masa del que hacemos parte? Cuando una concepción de mundo no es crítica y coherente, sino ocasional y disgregada, perte-necemos simultáneamente a una multitud de hombres masa, nuestra propia personalidad está compuesta de manera bizarra: en ella se encuentran elementos de los hombres de las cavernas y principios de la ciencia moderna y progresista; preconceptos de todas las fa-ses históricas pasadas, groseramente localistas, e intuiciones de una futura filosofía que será propia del género humano mundialmente unificado. (Gramsci 1986, 246)

Una concepción de mundo aparece así como una compleja com-posición de elementos heterogéneos, provenientes de momentos his-tóricos diferentes. Así, aunque un ser humano perteneciera solo a una colectividad no evitaría la contradicción, pues el universo moral y conceptual de un mismo grupo es, a su manera, el resultado de un proceso de sedimentación cultural de elementos de origen histórico y social diverso. Según se dijo, Gramsci pensaba que los intelectuales orgánicos estaban precisamente llamados a conjurar el caos resultante de esa heterogeneidad mediante un proceso de reelaboración crítica de lo preexistente. Mi hipótesis es que todo proceso de reelaboración narrativa del pasado realiza un ejercicio similar de contener esa hete-rogeneidad sometiéndola a un orden nuevo. Pero así como ocurre con cualquier proceso hegemónico, se trata de un esfuerzo parcialmente fallido, pues, a la larga, la heterogeneidad que condensa nuestra expe-riencia histórica es irreductible y continúa hablando a través de nues-tra habla sobre el pasado.

La perspectiva expuesta tiene implicaciones importantes para un análisis de los procesos de formación de la memoria y de las narrativas históricas. Entre los estudiosos de la memoria existe un consenso bastan-te amplio en que esta no es un reflejo de los eventos pasados, sino, por el contrario, un producto de la actividad interpretativa y discursiva actual.

Page 52: Del patrón-Estado al Estado-patrón

51 =

Intr

oduc

ción

La memoria histórica no sería un objeto enterrado en la profundidad de nuestra psique a la espera de ser devuelto al presente en la envoltura con-fiable de una narración. Por el contrario, muchos trabajos actuales insis-ten en que es a través de un ejercicio narrativo como se fabrica el pasado como memoria, de modo que esta es mejor descrita como el producto siempre cambiante de la actividad humana antes que como una valiosa reliquia a recuperar. Se asume así que las narraciones históricas son una entrada al universo conceptual y moral del narrador, antes que al cono-cimiento de los hechos o, incluso, de una memoria de estos. No puedo si no estar de acuerdo con dicha opinión. Existe un inmenso conjunto de trabajos que han evidenciado el carácter cambiante y activo de nues-tra memoria en toda narración (Portelli 2004; Trouillot 1995; Visacovsky 2004). Pero esto no es excusa suficiente para que pasemos a hacer uso de las narraciones históricas como fuentes exclusivas para el estudio de la cultura, trabajo usualmente designado a los antropólogos y no a los historiadores. Como bien lo muestra Trouillot, no se debe olvidar que la afirmación de que la historia es un producto del presente no implica negar que, al mismo tiempo, el presente es un producto de la historia.

Aun cuando fuera cierto que nuestras narraciones históricas solo nos hablan de los valores y concepciones de aquel que se arroga la auto-ridad para hablar sobre el pasado, eso no quiere decir que no nos hablen, aunque sea de manera oblicua, de este último. Como lo muestran las reflexiones expuestas de Gramsci y sus seguidores, nuestras concepciones y valores no surgen de la nada. Si bien no son el reflejo de nuestras condi-ciones materiales de existencia, tampoco son el producto de nuestro gran ingenio personal o del de aquel que intenta controlarnos. Ellas toman forma en medio de procesos de lucha social, siendo, antes que la expre-sión de una conciencia que sería anterior a esa lucha, el producto com-plejo de esta última. En esta medida, si bien las narraciones históricas no son una copia del pasado, de modo que nos resulte posible hacernos a través suyo a una imagen fiel de este, sí son una elaboración discursiva de imágenes del pasado que implica la puesta en juego de aquello que se gestó en él. Así, si bien nuestra memoria histórica es el producto de un trabajo actual, este se lleva a cabo con y sobre los productos del pasado mismo. Quizá nunca podamos hacernos una imagen fiel de lo que pasó y, en este sentido, el conocimiento del pasado se mantenga como una promesa, aunque, de modo un tanto paradójico, el pasado esté presente en nuestros modos de conocer y hablar de él.

Page 53: Del patrón-Estado al Estado-patrón

= 52

Del

pat

rón-

Est

ado

al E

stad

o-pa

trón

...

Moralidad, agencia y hegemonía

Una cuestión de especial interés para mi trabajo sobre la producción narrativa de la reforma agraria en Nariño es la manera en que diferentes actores explican y evalúan dicho proceso y sus implicaciones en las iden-tidades de sus protagonistas. Este enfoque se basa en una comprensión de las narraciones como el producto de un ejercicio de construcción y selección de las situaciones o eventos que integran un acontecimiento, así como de su integración y organización en una totalidad explicativa y significativa (Barthes 1977, 65-101; Genette 1998). Asimismo, esta es una visión de las narraciones como herramientas clave en la producción de las identidades asignadas a individuos y colectividades.

Con respecto a la primera definición debo indicar tres cosas. Pri-mero, en la elaboración de una narración intervienen procesos de pro-ducción, selección y ordenamiento de los acontecimientos que la inte-gran. Pero este rasgo no es exclusivo de las narraciones ficcionales, sino que también hace parte de aquellas que pretenden dar cuenta del pasado (Danto 1989, 58-89). No hay, por lo tanto, una correspondencia directa entre la secuencia de acontecimientos narrados y aquellos que se recuer-dan, así como tampoco existe una equivalencia entre lo “acontecido” y lo “recordado”. Segundo, detrás de toda narración hay una propuesta de explicación de alguna transformación. Toda narración nos habla de la mutación de un estado de cosas en otro (Genette 1998, 16) y de las causas de esta, lo que también es cierto para el caso de las narraciones históri-cas18, para cuya elaboración acudimos a las teorías de las que nos provee nuestro contexto para explicar cómo y por qué se dan el tipo de cambios que pretendemos explicar. De este modo, la aparición y ordenamiento de determinadas situaciones o acontecimientos en una narración depende —antes que de la manera en que los recordamos— de que el conjun-to nos permita sostener una explicación verosímil, en un entorno social concreto, de los cambios de los que pretende dar cuenta (Bruner 1990). Y, tercero, dichos procesos de producción, selección y ordenamiento también hacen parte de un esfuerzo por significar moralmente nuestra experiencia. Las narraciones dotan de significado aquellos acontecimien-tos de los que damos cuenta de acuerdo con marcos morales específicos

18 Al respecto de la relación entre narratividad y explicación, véanse: Arthur Danto (1989, 30-52), Jean Topolsky (1985), Hayden White (1992), Paul Ricoeur (1999, 83-156), y los debates sobre el tema incluidos en el libro editado por Geoffrey Roberts (2003). Véase especialmente los artículos reunidos en la primera y en la segunda parte del libro titu-lados “Narrative and Historical Understanding” y “Narrative and Human Action”.

Page 54: Del patrón-Estado al Estado-patrón

53 =

Intr

oduc

ción

(ibíd.). Resumiendo, las narraciones son un tipo particular de discurso mediante el cual se describen, explican y evalúan cierto tipo de cambios, y en cuya elaboración se ponen en juego marcos conceptuales, explicati-vos y morales concretos.

Pero las narraciones no solo nos describen los cambios, explican sus causas y evalúan sus implicaciones, y, al hacerlo también proveen imáge-nes de los actores involucrados en esos cambios, lo que nos lleva al segun-do aspecto de mi aproximación a estas. Las narraciones y, en particular, aquellas que pretenden dar cuenta del pasado de un individuo o de una colectividad, participan de manera importante en la construcción de sus identidades (Bruner y Weiser 1995). Si bien esto puede ocurrir porque en las narraciones se incluyen descripciones concretas de sus protagonistas, con frecuencia la imagen que nos hacemos de ellos resulta del papel que le es asignado a su comportamiento en el curso de los acontecimientos y del significado atribuido a estos. Así, la producción de identidades está atravesada por la capacidad de agencia asignada a los diferentes actores y por su influencia en el desenlace fáctico y moral de lo narrado. Para acla-rar mi perspectiva sobre este último punto, explicaré a continuación qué entiendo por agencia.

La agencia no es un concepto fácil de definir debido a la amplia gama de discusiones y corrientes teóricas desde las que ha sido abordado. Mi aproximación a dicho concepto se nutre de la teoría de la práctica, de los estudios subalternos y de los estudios sobre la elaboración narrativa de la agencia, basados en una perspectiva discursiva, proveniente de la psi-cología constructivista, la antropología lingüística y la teoría feminista. Si bien no se trata de perspectivas necesariamente opuestas, cada una enfa-tiza elementos diferentes para su comprensión que vale la pena señalar.

En la teoría de la práctica, el término agencia está ligado a un esfuer-zo por resolver la tensión entre una visión determinista y una voluntarista de la historia o, si se prefiere, por comprender la relación entre estructu-ras y prácticas. La discusión tiene una larga historia detrás de sí, pero se constituye principalmente a partir de los trabajos de Marshall Sahlins, Pierre Bourdieu y Anthony Giddens. Aunque con matices diferentes, to-dos ellos construyen modelos teóricos en los que los seres humanos des-empeñan una función central en la reproducción y transformación de la realidad, pero sin que ello implique desconocer que han sido moldeados por y actúan en contextos que definen las posibilidades y límites de su acción (Ortner 2007a). Pero los contextos no se reducen al sistema de relaciones económicas y políticas, sino también culturales. Un ejemplo de esta última perspectiva es el trabajo de la antropóloga norteamericana

Page 55: Del patrón-Estado al Estado-patrón

= 54

Del

pat

rón-

Est

ado

al E

stad

o-pa

trón

...

Sherry Ortner. En relación con la cultura, ella plantea que esta construye a las personas como tipos particulares de actores sociales, pero también que es el producto de las acciones intencionadas de estos últimos (Ort-ner 2007a y 2007b). Algo similar ha planteado Laura Ahearn cuando afirma que la agencia es la capacidad social y culturalmente mediada de actuar (2001, 109-110). Tal perspectiva, con la cual simpatizo, implica una crítica al individualismo metodológico en cuanto que supone un sujeto racional universal que actúa sin ningún tipo de restricción, pero tam-bién a aquellas visiones esencialistas de la cultura que la consideran como una entidad anterior a las disputas sociales en torno a la realización de proyectos individuales y colectivos. Adicionalmente, Ortner se va a in-clinar por una noción de agencia que toma en consideración el carácter intencionado de la acción humana y que asume que está orientada hacia proyectos específicos que, en buena medida, responden a demandas cul-turales particulares. Dicha perspectiva le va a permitir abordar la relación entre agencia y poder al asumir que dichos proyectos —más o menos definidos— median las acciones de los actores pero, al mismo tiempo, responden a esquemas conceptuales y morales presentes en su contexto (Ortner 2007a).

En el caso de los estudios subalternos, el término agencia está usualmente asociado a una crítica, en el interior de las corrientes de ins-piración marxistas, tanto a una concepción determinista y materialista del cambio histórico, como a la comprensión de la hegemonía como consenso ideológico. Siguiendo a E. P. Thompson (1981, 115-137), dicha corriente reivindica la condición de agentes históricos de los sujetos subalternos, partiendo de la base de que sus formas de pensamiento y acción no pueden explicarse como un efecto directo de sus condiciones materiales de existencia, pero tampoco como el resultado de un proceso de alienación ideológica (Dube 1999 y 2001). Por el contrario, resaltan el carácter relativamente autónomo de los procesos de formación de la conciencia subalterna, y evidencian las dificultades que enfrentan las clases dominantes para imponer su visión de mundo sobre los grupos subordinados (ibíd.). Uno de los riesgos de esa perspectiva es equiparar la agencia a una forma de resistencia a los esfuerzos de las élites por mantener el control de las clases dominadas, lo que implica desconocer otras formas de ejercicio de la agencia (Ahearn 2001, 110), además de obviar el hecho de que son moldeadas dentro (y no solo en contra) del ejercicio del poder. Cualquiera que sea el caso, lo que el grupo de estu-dios subalternos, así como los representantes de la teoría de la práctica, han puesto en evidencia es que el uso del término agencia es inseparable

Page 56: Del patrón-Estado al Estado-patrón

55 =

Intr

oduc

ción

de una discusión más amplia sobre las formas de reproducción de la desigualdad y de ejercicio del poder (Dube 1999 y 2001; Ortner 2007a). Pero a diferencia de los segundos y dada su insistencia en la autonomía de las formas de conciencia subalterna, los primeros han inscrito dicha cuestión en las discusiones más amplias en torno a la hegemonía, ge-nerando una crítica crucial a discursos totalizantes de la modernidad que tienen como eje al Estado-nación, el conocimiento científico y el capital. Así, han mostrado que la agencia subalterna no se reduce a las acciones materiales sino que también implica la agencia ideológica en el sentido amplio del último término.

Finalmente, existe un grupo amplio de trabajos que estudian la construcción narrativa de la agencia, en los cuales esta es contemplada sobre todo como una cualidad asignada a determinados actores dentro de una trama narrativa dada. Este enfoque (pues no se puede hablar de una corriente), más que una teoría sobre la relación de mutua afecta-ción entre los seres humanos y sus contextos, ofrece un abordaje a las narraciones como portadoras de teorías “mundanas” sobre esas relacio-nes. Un aspecto en que suelen coincidir es que la representación narrati-va de ciertos actores sociales como agentes de cambio implica la puesta en juego de determinados esquemas explicativos y morales. Para el psi-cólogo constructivista Jerome Bruner, las narraciones tratan del tejido de la acción y de la intencionalidad humana que proveen visiones sobre las posibilidades de los seres humanos de transformar intencionalmente nuestro entorno (Bruner 1990, 63). Mientras algunos relatos nos proveen modelos más fatalistas en los cuales los actores sociales son víctimas o beneficiarios pasivos de una voluntad o unas leyes que los superan, en otros su voluntad y acción son ubicadas en el origen —aunque sea mun-dano— de lo que acontece. Podría pensarse en la tragedia y en la épica como modelos extremos de esas dos tipologías de relatos que respectiva-mente rechazan o enfatizan la agencia histórica del ser humano. Adicio-nalmente, para el mismo Bruner, las narraciones proveen visiones de lo que es o no aceptable, de acuerdo con determinados marcos morales a través de los cuales los seres humanos aprenderíamos a evaluar nuestro comportamiento y el de los otros. Así, las narraciones se presentan como vías a través de las cuales aprendemos qué modalidades de agencia serían posibles en términos fácticos y aceptables en términos morales. Según la antropóloga lingüística Laura Ahearn, las narraciones, en cuanto que son una suerte de metadiscursos sobre las acciones humanas —las motivacio-nes que les dan origen y las responsabilidades imputables a quienes las ejecutan— nos proveen una mirada a las teorías de la agencia manejadas

Page 57: Del patrón-Estado al Estado-patrón

= 56

Del

pat

rón-

Est

ado

al E

stad

o-pa

trón

...

por las mismas personas (Ahearn 2001). En consecuencia, son un pode-roso instrumento de orientación ideológica de la conducta, según lo que discutimos algunas páginas atrás. Estas son usadas por los seres humanos de manera más o menos intencional para movilizar o evitar la acción de otros de forma indirecta, esto mediante la delimitación del horizonte de acciones que serían posibles y aceptables.

Un avance importante en esa dirección ha sido hecho por algunas académicas feministas interesadas en el papel normalizador de las narra-ciones. Es el caso de la misma Ortner, quien plantea que las historias son formaciones culturales que construyen y distribuyen la agencia de modos particulares como parte de una política cultural que crea personas apro-piadamente definidas en términos de género (y yo agregaría, de raza, clase, etc.) en un determinado tiempo y lugar (Ortner 2007a, 61). Un aspecto clave a entender aquí es que la agencia no es una cualidad que se asigna por igual a todos los actores sociales. Como lo han puesto en claro las críticas de los subalternos al discurso histórico académico, a algunos actores socia-les se les reconoce más fácilmente su condición de agentes que a otros.

Aunque no es una regla, es usual que a aquellos ubicados en una posición subalterna les sea negada su condición de agente por aquellos que ocupan posiciones dominantes en la estructura social. Los campe-sinos no son una excepción, como lo ha mostrado una amplia literatura al respecto donde estos aparecen como víctimas pasivas e irreflexivas de la historia. Como se verá en el primer capítulo, los campesinos de Bomboná fueron representados en la literatura académica, en la pren-sa y en los documentos oficiales como víctimas pasivas de sus propias circunstancias y de la acción malintencionada de otros. Para los promo-tores de la reforma agraria, esta determina, de hecho, la transformación de los campesinos en agentes históricos gracias, no a su propia acción, sino a la del Estado. Lo interesante en este caso es que la negación de la agencia de los primeros fue usada por los promotores de la reforma agraria en Nariño para legitimar las intervenciones hechas por acto-res sociales específicos en nombre del Estado. Esto, por su parte, pone en evidencia cómo la construcción narrativa de la agencia puede ser usada y tener efectos sobre modalidades prácticas de su ejercicio. De manera sencilla, en determinadas circunstancias, la negación narrativa de la agencia puede ser un medio para intentar limitar —con mayor o menor éxito— las posibilidades de intervención de determinados ac-tores sociales sobre su realidad y así aumentar la de otros. Claro está, la cuestión en juego es la legitimidad de los agentes y sus acciones. En este caso, la negación de la agencia de los campesinos es un modo de

Page 58: Del patrón-Estado al Estado-patrón

57 =

Intr

oduc

ción

legitimar una política pública y las modalidades de ejercicio de la auto-ridad que su aplicación conlleva. En otros casos, negar la propia agencia puede ser una vía para eludir los efectos negativos que sobre la propia identidad podría generar asumir la responsabilidad sobre ciertas acciones y cambios. Como se hace evidente en el segundo y tercer capítulo, las narraciones de los mismos campesinos afirman unas veces y contradicen otras la versión oficial según la cual es el Estado y no ellos quien es agente de cambio. En el primer caso, esto les sirve para evitar ser representados como ideológicamente cercanos a la izquierda y evadir los efectos que en un contexto condicionado por el conflicto armado podría traerles. En el segundo caso, les permite afirmar su propia importancia como actores políticos en el medio local, regional e incluso nacional.

Como sea, lo que es claro aquí es que la construcción narrativa de la agencia no solo implica poner en juego los esquemas explicativos y morales disponibles en un contexto, sino también es una manera de direccionar la conducta de otros mediante una definición de los límites posibles y acepta-bles de su accionar, así como mediante una construcción moralmente posi-tiva de su acción y de su identidad. En palabras de Catriona Mackenzie, los agentes narrativos son socializados dentro de un orden moral normativo en relación con el cual deben interpretar su propio comportamiento e inten-ciones, así como su propio carácter e identidad (2008, 16). Esto nos lleva nuevamente al problema del vínculo entre narraciones y procesos hege-mónicos. Las narraciones —según se dijo— son expresión de procesos de lucha hegemónica así como medios para llevar a cabo esas luchas. La cons-trucción narrativa de la agencia, con las concepciones de cambio histórico, de orden moral y de identidad puestas en juego en los relatos históricos, no está exenta de ello.

Estructura de los capítulos

La investigación desarrollada ha sido organizada en cuatro capítu-los. En el primero de ellos, “El Estado libertador: hacia la modernización del campesinado”, abordo la asignación de agencia histórica a los hacen-dados, los campesinos y el Estado en las narrativas de los promotores y detractores del proyecto de reforma agraria en Nariño, particularmente, en torno a la ejecución de la parcelación de la Hacienda de Bomboná. Con tal propósito, trabajo con documentos de prensa, administrativos y académicos producidos en el marco de las disputas en torno a la via-bilidad y legitimidad de la reforma agraria en la región andina de Nari-ño. En diálogo con la crítica al concepto burgués de esfera pública de

Page 59: Del patrón-Estado al Estado-patrón

= 58

Del

pat

rón-

Est

ado

al E

stad

o-pa

trón

...

Nancy Fraser, planteo que tanto los promotores como los detractores de dicho proyecto jugaron como voceros de un sector político específico, pero también reclamaron la objetividad y la neutralidad de sus propias versiones, negando así la vinculación de su propio discurso con su lugar de producción. En esta vía argumento que ambos sectores apelaron a un “nosotros” más amplio que aquel al que directamente representaban: el de las élites políticas conservadoras y liberales que a inicios del Frente Nacional estarían interesadas en conjurar la violencia y el comunismo, objetivos que asumían la forma de un interés general incuestionado. Al mismo tiempo, planteo que ambos sectores reivindicaron ser los tuto-res naturales de los campesinos nariñenses mediante la negación de su capacidad de agencia y de la existencia de un proyecto campesino autó-nomo al desarrollado por las élites políticas del momento. En el caso del discurso de quienes promovieron la reforma, particularmente, intento mostrar cómo la negación de la agencia campesina, ligada a una mira-da sintomática de la movilización de los trabajadores de la Hacienda de Bomboná, así como la representación de la región andina de Nariño y sus campesinos como márgenes geográficas y sociales de la nación, fue la condición para que el Estado central fuera representado como un agente emancipador y modernizador.

En el segundo capítulo, “El fin de los tiempos de antes”, trabajo con las narraciones orales de antiguos trabajadores y trabajadoras de la Hacienda de Bomboná sobre las transformaciones que experimentaron en las normas que regulaban sus interacciones con los patrones varios años antes de la parcelación, las cuales son el fruto de las entrevistas que mantuve con varios de ellos entre los años 2006 y 2007. Argumento que, en dichas narraciones, la patrona mayor y el patrón joven encar-nan dos modelos de ejercicio de la autoridad y de regulación de sus intercambios altamente contrastantes, los cuales provocan emociones y valoraciones diferentes entre quienes trabajaron en la hacienda. En diálogo con el concepto gramsciano de hegemonía, el de economía mo-ral de E. P. Thompson y James Scott y con la reflexión de Axel Honnet sobre el lugar de las gramáticas morales en las luchas por el reconoci-miento de los sujetos, busco entender por qué las personas a quienes entrevisté en Bomboná reivindican en sus narraciones el modelo de patronazgo encarnado en la imagen de la patrona mayor. Al respecto, mi argumento es que dicho modelo implicaba —en contraste con el encarnado en la imagen del patrón— su reconocimiento, aunque sea parcial, como sujetos morales y emocionales, y no solo productivos, así como el sometimiento de la patrona a códigos de regulación de sus

Page 60: Del patrón-Estado al Estado-patrón

59 =

Intr

oduc

ción

intercambios, a los cuales, al menos en parte, ellos mismos se adherían. En esta medida, sostengo que las narraciones analizadas en este capí-tulo reivindican la condición de agentes sociales que, aun desde una posición social desventajosa, habrían gozado los mismos campesinos en los procesos de regulación de las relaciones con sus antiguos patrones.

En el capítulo “Los chusmeros. Historias de la memoria de la agen-cia campesina” trabajo con las narrativas de antiguos líderes del Sindi-cato de Trabajadores Agrícolas Siete de Abril sobre el origen de la mo-vilización social de la que hicieron parte a finales de la década de 1950 y de la posterior parcelación de la Hacienda de Bomboná. Me centro en sus explicaciones sobre esos dos procesos, considerando especialmente el papel asignado en su desarrollo a los diferentes actores sociales (ellos mismos, sus antiguos patrones y el Estado). Me interesa mostrar cómo, en algunas de sus versiones, las acciones que realizan quienes se movili-zaron no tienen una relación inmediata con sus condiciones materiales; en medio hay sujetos que interpretan y experimentan sus condiciones de diferentes maneras, lo que los lleva a asumir diferentes actitudes. A con-tinuación, abordo la relación entre la manera en que se autorrepresentan en sus narraciones y los códigos morales a los que acuden para evaluar su comportamiento o el de los otros. Con esto intento mostrar que la reivindicación de su condición de agentes por parte de los campesinos está sometida a las formas en que su conducta o la de otros podría ser evaluada a la luz de diferentes códigos morales. Respecto al origen de estos últimos, mi planteamiento es que determinadas experiencias histó-ricas con la autoridad —patronal, eclesiástica y estatal— han mediado y median los procesos de autorrepresentación en la producción narrativa histórica de los campesinos. Concretamente, planteo que los esquemas explicativos y morales a los que se acogen son el producto de procesos de sedimentación ideológica ocurridos en medio de diferentes procesos de lucha social por la hegemonía desarrollados en el pasado. Adicionalmen-te, en este capítulo muestro que las personas que entrevisté acuden, aun dentro de una misma narración, a diferentes códigos morales. Al respec-to, mi planteamiento es que tal hecho habla de la existencia de múltiples formas de subjetivación constituidas en medio de sus relaciones históri-cas con distintas formas de autoridad, cada una de las cuales conlleva una alternativa diferente de posicionamiento frente a su pasado, lo que les permite desarrollar una mirada multifacética de este y de su lugar en él.

Finalmente, en el último capítulo, “El Estado reformador. De indios de hacienda a ciudadanos”, en diálogo con el concepto de gubermenta-lidad de Michel Foucault, abordo la reforma agraria como un proyecto

Page 61: Del patrón-Estado al Estado-patrón

= 60

Del

pat

rón-

Est

ado

al E

stad

o-pa

trón

...

dirigido a reformar las subjetividades y cuerpos de la población campesina, y no solo los patrones de distribución de la tierra y las relaciones de pro-ducción en el campo colombiano. Para sostener ese argumento, trabajo con las ponencias de los académicos que promovieron la reforma agraria en Nariño, los documentos que integraron el Plan de Desarrollo Social en la Parcelación de Bomboná y los diagnósticos sobre su aplicación. A partir de su análisis muestro que, en el discurso de quienes promovieron la reforma agraria, la “liberación” del campesinado de la tutela que ejercían los ha-cendados de Nariño pasaba por la transformación del “indio de hacienda” en “ciudadano”, vistos como dos modalidades opuestas de sujeto según la manera en que se posicionaban ante lo social, lo económico, lo político, frente a sí mismos y a sus propias prácticas. Posteriormente, a partir de las narraciones de los campesinos de Bomboná sobre la parcelación, muestro que si bien para ellos la reforma agraria también pasó por la “reforma de la gente”, parafraseando a una de las personas que entrevisté, ese proceso no estuvo libre de los reparos de parte de los mismos campesinos y no siguió punto por punto la agenda modernizadora que acompañó al pro-yecto de parcelación. También intento mostrar cómo las narraciones de los campesinos de Bomboná revelan el carácter doble del discurso liberal: evidencian que el costo que debieron asumir para obtener la “libertad pro-metida” fue la imposición de una nueva tutela, la del Estado, que los hizo objeto de su propio ejercicio del patronazgo. Así, el discurso campesino sobre la reforma agraria resulta de la selección de ciertos elementos de los discursos hegemónicos y de su reelaboración en el marco de narraciones que les permiten hablar de su propia experiencia desde la subalternidad. En esta medida, puedo afirmar que el discurso subalterno trabaja al mis-mo tiempo con y en contra de los lenguajes y las narrativas hegemónicas, generando desplazamientos que al mismo tiempo reproducen y socavan su autoridad. Esto implica asumir que la hegemonía requiere de y al mismo tiempo es amenazada por la agencia subalterna. Por lo tanto, esto supone aceptar la impureza y dependencia necesaria de todo discurso hegemónico, pero también la impureza y dependencia de toda voz subalterna.

Page 62: Del patrón-Estado al Estado-patrón
Page 63: Del patrón-Estado al Estado-patrón

en el marco de la historia de la reforma agraria en América Latina, el balance histórico de su desarrollo en Co-lombia nos enseña que el país siguió una trayectoria tímida que no resolvió la problemática desigualdad de tenencia de las tierras en el campo. Este proceso tenue y fallido de pla-neación y redistribución despertó entre el campesinado un movimiento que se radicalizó y estimuló la recuperación, por vías de hecho, de grandes haciendas. No obstante de las valiosas investigaciones en este campo, la historiografía colombiana no nos ha compartido, hasta el momento, un estudio a profundidad de esa reacción o su papel protagó-nico. Aquí reside la importancia de esta obra, pues la autora excava en las capas de la memoria de la experiencia campe-sina en la Hacienda de Bomboná, Nariño, para acercarse a una historia que yuxtapone el discurso del Estado y el de los intelectuales regionales y nacionales a las remembranzas de los expeones arrendatarios de la hacienda. Esta obra se destaca porque privilegia el protagonismo campesino de los arrendatarios de la hacienda, demostrando que la reforma agraria llegó a Nariño gracias al activismo de los campesinos y no por la bondad del Estado, y, lo más interesante para mí, su importancia radica en su interpretación de la naturaleza de la memoria campesina como un acto de participación en la construcción de la hegemonía que caracteriza la relación patrón-campesino y, simultáneamente, como una expresión del autorreconocimiento campesino de su protagonismo. Se trata de una contribución a la historiografía colombiana que excede los límites del tema de la reforma agraria y nos da vías conceptuales para acercarnos a una vasta gama de procesos sociales en los que la interpretación de la memoria es clave.

Joanne Rappaport

Otros títulos

Universidad Nacional de Colombia

Pioneros, colonos y pueblos. Memoria y testimonio de los procesos de colonización y urbanización de la Amazonia colombianaAugusto Javier Gómez López (editor)

Historia cultural desde Colombia. Categorías y debates.Max Hering Torres y Amada Carolina Pérez Benavides (editores)

Del palenque a la escena: Antología del teatro afrolatinoamericanoJuanamaría Cordones-Cook y María Mercedes Jaramillo (editoras)

Pontificia Universidad Javeriana

Historia concisa de Colombia (1810-2013)Michael J. LaRosa y Germán R. Mejía

Mirando solo a la tierra: Cine y sociedad espectadora en Medellín (1900-1930)Germán Franco

Vitrolas, rocolas y radioteatros: Hábitos de escucha de la música popular en Medellín, 1930-1950Carolina Santamaría-Delgado

Soraya Maite Yie Garzón

Sora

ya M

aite

Yie

Gar

zón

Soraya Maite Yie Garzón Es antropóloga con Maestría en

Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Actualmente es estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidade Estadual de Campinas (Unicamp) en el estado de São Paulo, Brasil. Ha trabajado como profesora de cátedra de la Universidad Nacional de Colombia y actualmente es profesora de planta del Departamento de An-tropología de la Pontificia Universidad Javeriana. Forma parte de los grupos de investigación Historia Cultural: Prácti-cas, Imaginarios y Representaciones, del Grupo de Investigación Identidades y Prácticas de Poder, del Centro de Pen-samiento Raizal y del grupo de inves-tigación Processos Sociais e Territoria-lidades de la Universidade Estadual de Campinas (Unicamp) en Brasil. Ha sido becaria del Programa para Estudiantes sobresalientes de Posgrado de la Uni-versidad Nacional de Colombia y del Programa de Estudante-Convenio de Pós-gradação pec-pg.

la agencia campesina en las narrativas de la reforma agraria en nariño

Est

ad

o-p

atr

ón

la a

genc

ia c

ampe

sina

en

las

narr

ativ

as d

e la

ref

orm

a ag

rari

a en

nar

iño

Del

pat

rón

- Esta

do a

l