cultura artística

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La fachada del Centro Artístico Cultural Municipal Bicentenario. | DANIEL JAMES Objetos de señalética ocupan el patio del Centro Artístico Cultural Municipal Bicentenario. | DANIEL JAMES Un estudiante de la Raúl G. Prada en la vieja casona donde aún funciona la escuela. | CARLOS LÓPEZ La nueva Escuela Raúl G. Prada el día de su inauguración, en diciembre de 2014. | JOSÉ ROCHA El arte en Cochabamba, sin espacio para crecer CULTURA | Han pasado 15 años del nuevo siglo XXI y los escenarios cochabambinos, donde se aprende y se expone arte, no pueden salir del estancamiento Claudia Gonzales ochabambinos y cochabambinas nota- bles en las artes, sí que los hubo y los hay: Adela Zamudio, Demetrio Canelas, Augusto Céspedes, Jesús Lara, Raúl G. Prada y Mario Unzueta, sólo por citar al- gunos de entre los muertos y entre los vi- vos hay que tener cuidado con obviar al- gún nombre, porque son cada vez más y cada vez más buenos y es por eso también que los escenarios quedan chicos, estancados o convertidos en elefantes blancos. Hace cinco años que autoridades visionarias deci- dieron expropiar el Colegio Mejillones y convertirlo en el Centro Artístico Cultural Municipal Bicentena- rio, “con el objeto de promover políticas culturales de nuestra ciudad, estimular iniciativas culturales de Co- chabamba y fomentar la diversidad cultural de nues- tro municipio”. Sin embargo, el ex Mejillones tenía “inquilinos mu- nicipales”, que aún se niegan a abandonar este espa- cio –en cuya refacción y restauración se han invertido miles de bolivianos–, alegando que no hay dónde pue- dan llevar sus costosas pertenencias y con ese argu- mento han pasado por encima de artistas y varias au- toridades culturales. Así, este lugar donde deberían estar expuestas las obras de arte que se deprecian en depósitos poco adecuados y donde todas las artes loca- les y sus artistas (legítimos y adoptados) deberían pu- lular día y noche, sigue convertido en una gran y mag- nífica instalación de arte contemporáneo “creada” en base a luminarias, semáforos, postes, carteles decomi- sados y demás menajes de señalética. Y si de elefantes blancos hablamos, el Teatro Ulises Hermosa ha sido desplazado por el hermoso palacio de cristal que es la nueva Escuela de Artes Raúl G. Prada, inaugurada con mucha ilusión el año pasado –con dinero de Bolivia Cambia Evo Cumple— y que hasta el día de hoy no ha sido habitada, mientras los futuros talentos siguen aprendiendo escultura y acua- rela entre paredes, puertas y ventanas desvencijadas y un incómodo olor a orín de gato. C COCHABAMBA | AÑO 2015 | LUNES | 14 DE SEPTIEMBRE

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El arte en Cochabamba, sin espacio para crecer

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Page 1: Cultura artística

La fachada del Centro Artístico Cultural Municipal Bicentenario. | Daniel James

Objetos de señalética ocupan el patio del Centro Artístico Cultural Municipal Bicentenario. | Daniel James

Un estudiante de la Raúl G. Prada en la vieja casona donde aún funciona la escuela. | carlos lópezLa nueva Escuela Raúl G. Prada el día de su inauguración, en diciembre de 2014. | José rocha

El arte en Cochabamba, sin espacio para crecer

cultura | Han pasado 15 años del nuevo siglo XXI y los escenarios cochabambinos, donde se aprende y se expone arte, no pueden salir del estancamiento

Claudia Gonzales

ochabambinos y cochabambinas nota-bles en las artes, sí que los hubo y los hay: Adela Zamudio, Demetrio Canelas, Augusto Céspedes, Jesús Lara, Raúl G. Prada y Mario Unzueta, sólo por citar al-gunos de entre los muertos y entre los vi-vos hay que tener cuidado con obviar al-

gún nombre, porque son cada vez más y cada vez más buenos y es por eso también que los escenarios quedan chicos, estancados o convertidos en elefantes blancos.

Hace cinco años que autoridades visionarias deci-dieron expropiar el Colegio Mejillones y convertirlo

en el Centro Artístico Cultural Municipal Bicentena-rio, “con el objeto de promover políticas culturales de nuestra ciudad, estimular iniciativas culturales de Co-chabamba y fomentar la diversidad cultural de nues-tro municipio”.

Sin embargo, el ex Mejillones tenía “inquilinos mu-nicipales”, que aún se niegan a abandonar este espa-cio –en cuya refacción y restauración se han invertido miles de bolivianos–, alegando que no hay dónde pue-dan llevar sus costosas pertenencias y con ese argu-mento han pasado por encima de artistas y varias au-toridades culturales. Así, este lugar donde deberían estar expuestas las obras de arte que se deprecian en depósitos poco adecuados y donde todas las artes loca-

les y sus artistas (legítimos y adoptados) deberían pu-lular día y noche, sigue convertido en una gran y mag-nífica instalación de arte contemporáneo “creada” en base a luminarias, semáforos, postes, carteles decomi-sados y demás menajes de señalética.

Y si de elefantes blancos hablamos, el Teatro Ulises Hermosa ha sido desplazado por el hermoso palacio de cristal que es la nueva Escuela de Artes Raúl G. Prada, inaugurada con mucha ilusión el año pasado –con dinero de Bolivia Cambia Evo Cumple— y que hasta el día de hoy no ha sido habitada, mientras los futuros talentos siguen aprendiendo escultura y acua-rela entre paredes, puertas y ventanas desvencijadas y un incómodo olor a orín de gato.

c

cochabamba | año 2015 | lunes | 14 De septiembre

Page 2: Cultura artística

Aguirre, Zamudio y Canelas en la línea superior; Paz Soldán, Hasbún y Ferrufino, en la segunda y Rivero, Giacoman y Albornoz en la tercera línea. | Los Tiempos

Libros publicados por el cochabambino Grupo Editorial Kipus.| Los Tiempos

Los Tiempos | CoChabamba | año 2015 | Lunes | 14 de sepTiembre D3DDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD

Cochabamba, cuna de escritores talentosos

Literatura

Cochabamba siempre ha sido territorio de escritores. Muchos de ellos de gran nivel nacional e internacional y ganadores de los premios más importantes del país. Su producción ha seguido creciendo. Sin embargo, extrañamente, no han sido seleccionados para la colección de los 200 escritores fundamentales de la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia. La literatura cochabambina tiene buen futuro. Las novedades bibliográficas más importantes del país han sido pro-ducidas por cochabambinos, no hay razón para que se modifique esa situación. Más bien, es un impulso, un orgullo para los jóvenes.También destaco la producción de literatura para niños y jóvenes, que en Cochabamba, es excepcional: “Conquistando a Lindolfo” de Rosalba Guzmán, “Tatuaje Mayor” de Gaby Vallejo, “Aventuras de Rayo” de Luz Cejas de Aracena, “Dos gatos mojados y el caso del paraguas” de Carlos Vera y otros muchos nombres como Velia Calvimontes, Vanessa Giacoman, etcétera.

Amo la sensibilidad femenina expre-sada por Cecilia Romero y Cecilia de Marchi. Me interesa el surgimiento editorial de Cochabamba con el Grupo Editorial Kipus, que ha convocado ya por segunda vez al Premio Internacional de Novela Kipus. En la primera versión se presentaron nove-las de 15 países y ganó Gonzalo Lema, tarijeño afincado en Cochabamba. Me complace también que Cochabamba sea sede de la mayor biblioteca de Bolivia, la Fundación Inca, que tiene 300.000 volúmenes de seis países andinos y es conocida en el mundo. En Cochabamba se produce mucho. Es el caso de Escritores Unidos, pero yo creo que estamos muy desarticu-lados, pero debemos revertir el refrán y decir que no hay mayor amigo que el de tu oficio. Creo en la literatura y la creatividad cochabam-bina, que no se limita a la literatura y da pasos gigantescos en teatro, danza, diseño gráfico, arquitectura y otras disciplinas artísticas.

Hay buenos o malos narradores y Cochabamba tiene la suerte de tener muy buenos y más que crecimiento de la literatura cochabambina hay que hablar de visibilidad, y ahí creo que estamos en un excelente momento, con varios escritores consolidados en el país y con obra difundida en el exterior. Pero la literatura no se cir-cunscribe únicamente a los escrito-res, sino hay varios elementos a tener en cuenta, como editoriales, ferias del libro, piratería, apoyo local y guberna-mental, editores, difusión y, especial-mente, lectores. En algunos puntos estamos mejor, en otros no tanto.De los autores cochabambinos que he leído y me gustan mucho, surgidos en los últimos años podría mencionar a Raúl Rivero Adriázola, Sisinia Anze, Iván Prado, Gabriel Iriarte Rico, Claudia Michel, Cecilia de Marchi, Rocío Estremadoiro, Mayra Romero, Fabiola Morales, Marcelo García, Cecilia Romero, Camilo Albarracín, Gabriel Entwinstle, Vanessa Giacoman y Pedro Albornoz.

OPINIONES

Hace falta unión entre los escritores

Claudia Gonzales (*)

Entre la juventud lectora co-chabambina y boliviana, Va-nessa Giacoman Landívar (Co-chabamba, 1979) es una de las más exitosas escritoras, todas sus sagas van por la segunda y/o tercera edición.

Vanessa es una figura prácti-camente infaltable en todas las ferias del libro que se hacen en Bolivia, las internacionales, las nacionales y las provinciales. También es una invitada cons-tante en los colegios y en las fe-rias del libro cochabambinas siempre se la puede identificar entre una multitud de jóvenes que esperan tomarse una foto junto a ella, hablar con ella o te-ner un libro suyo autografiado.

“Luznar”, “El sonido de la sangre”, “Abismos de luz y sombra” y “Clamores oscu-ros”, son los títulos más re-cientes con los que ha logrado llegar a la juventud boliviana

a través de la literatura de te-rror. Para esta talentosa escri-tora, Anita Triveño es una de las jóvenes promesas litera-rias que tiene Cochabamba y también lo es Miguel Sequei-ros, autor de “Sanguínun”, “que es un libro de terror, gé-nero que está empezando a to-mar fuerza”, dice.

Vanessa asegura además que la literatura local ha crecido bastante en estos últimos años. “Hay muchas publicaciones nuevas e innovaciones de géne-ros, como terror y ciencia fic-ción. Esto se debe a que hay más gente que veo se está ani-mando a escribir y publicar, ya sea independiente o con una editorial”.

“Creo que Cochabamba tiene un gran futuro, pero falta unión en los escritores”, sen-tencia Giacoman sobre el futu-ro de las letras cochabambinas.

(*) La autora es periodista.

Ciencia Ficción y Literatura FantásticaComo escritora, Ana Triveño

Gutiérrez (Cochabamba, 1991) identifica a Dennis Morales co-mo uno de los nuevos talentos de las letras cochabambinas.

“He tenido el placer de cono-cer a un compañero de letras que realmente se ha esforzado mucho este tiempo y ha conse-guido lograr metas que pocos escritores tienen el coraje de enfrentar. Me refiero a Dennis Morales Iriarte, un escritor que tiene mucho que dar toda-vía. Sus obras son puertas a otros mundos que nos deleitan y emocionan. Desde que se ani-mó a publicar, nadie ha podido negar su talento, sé que tiene más obras inéditas todavía, es-pero conocerlas pronto. Este autor, en poco tiempo, ha sor-prendido a Cochabamba con sus publicaciones, estoy segura que pronto sabremos más de él y su carrera imponente en la li-teratura”.

Para Ana Triveño –joven au-tora de trilogías como “El De-vorador de Almas”–, la literatu-ra cochabambina definitiva-mente ha crecido en esta últi-ma década.

“Creo que se ha abierto un poco más de mente, y en lugar de abundar novelas de crítica social realista, están aparecien-do nuevos géneros dentro lo na-cional, como la ciencia ficción. Este crecimiento está entre lo local y lo nacional, me parece,

porque si bien a nivel nacional los autores se están animando a lanzarse en nuevos géneros, Cochabamba fue quien comen-zó el boom de esta nueva litera-tura. En cuanto a nivel interna-cional, todavía no veo grandes cambios, aunque no falta mu-cho para que los escritores to-men confianza y se atrevan a compararse con escritores in-ternacionales. Yo creo que hay muchos escritores aquí que tie-nen talento, sólo es cuestión de vencer ese estigma general de ‘lo internacional es mejor’”.

Para Triveño Gutiérrez, en-tre los mejores libros de auto-res cochabambinos publicados recientemente están: La novela steampunk de Dennis Morales titulada “Waka-waka”. Tam-bién la nueva edición de “Las Amazonas: poder y gloria” de Iván Prado. El compendio hu-morístico “De plumas y escar-pelos” de Gonzalo Montero La-ra, así como los cuentos de te-rror de Miguel Sequeiros: “Sanguinum”. También desta-có “Mi tierra en leyendas” de Eliseo Bilbao Ayaviri, “La pen-sión Ruíz” de Fernando Andra-de Ruíz y “Epístolas de la Gue-rra del Chaco” de Carlos Arce y otros autores.

Anita vislumbra un “futuro más extenso y variado” que el de ahora para la siempre fértil literatura cochabambina. “Ex-pandir de mente” sería la clave.

Adolfo Cáceres Romero (*)

abe destacar que Cochabamba siem-pre ha sido la cuna de los escritores más talentosos del país; de ahí que continuamos delei-

tándonos con las obras de dos fi-guras del siglo XIX: Nataniel Aguirre (1843-1888) y Adela Za-mudio (1854-1928); del siglo XX son muchos más; sin embargo, bástenos citar a Demetrio Cane-las (1974-1964), narrador y perio-dista, fundador de Los Tiempos; Diomedes de Pereira (1897-1976), narrador; Jesús Lara (1898-1980) poeta, narrador e investigador de la cultura quechua; Joaquín Aguirre Lavayén (1921-2011), na-rrador de novelas históricas; por otra parte, refiriéndonos a los ta-lentos actuales, con proyección internacional, tenemos a Edmun-do Paz Soldán (1967), narrador y ensayista; Rodrigo Hasbún (1981), narrador; Claudio Ferrufino Co-queugniot (1960), narrador; y a la poeta Norah Zapata Pril (1946).

La literatura escrita por auto-res cochabambinos desde luego que ha crecido, especialmente a nivel internacional. Veamos có-mo y con quiénes: Diomedes de Pereyra es el único novelista boli-viano que alcanzó un tiraje de más de 300.000 ejemplares con su novela “El valle del sol”, escrita originalmente en inglés y publi-cada en 1931, en Nueva York. A raíz de su éxito en esa lengua, De Pereyra publicó la versión en es-pañol en 1933. Las distinciones que obtuvo en ambas lenguas nos dan cuenta de sus virtudes. Pri-meramente fue publicada en “Re-vista de Revistas”, Nueva York; luego Bobbs-Merrill Editores la sacó también en Nueva York; Li-bro de Oro, en Nueva York y Lon-dres; Colección de novelas con-temporáneas, en Chicago; La-rousse Editores, en París; Aralu-ce Editoral, en Barcelona; ade-más de otras ediciones extranje-ras, como la de “Nascimiento” en Santiago de Chile, cuya tercera edición salió en 1935. Cabe indi-car que, tanto esta obra como muchas otras del mismo autor, nunca fueron publicadas en Boli-via, hasta que en 2014 logramos interesar al Ministerio de Cultu-ras y Turismo para que por fin publicara “El valle del sol”; la-mentablemente, dicha edición salió con innumerables fallas, li-mitándose su circulación.

Siglo XXIEn lo que va del presente si-

glo, tres narradores cochabam-binos alcanzan cimas inusuales en nuestras letras: Edmundo Paz Soldán, luego de ganar el Pre-mio Juan Rulfo, en París, con su cuento “Dochera” (1997); con “El delirio de Turing”, se adjudicó el Premio Nacional de Novela, el año 2002; su novela “Sur”, publi-cada el 2011 por Random House Mondadori, fue considerada por la crítica mexicana como “la no-vela del año”; la mayoría de las obras de este narrador han sido vertidas a otras lenguas. Luego, con Claudio Ferrufino Coqueug-niot vamos por la misma senda de éxitos, por cuanto en 2009 lo-gra el Premio Casa de las Améri-cas de Cuba, con su novela “El exilio voluntario” y en 2011 el Premio Nacional de Novela, con “Diario Secreto”. Finalmente, con Rodrigo Hasbún, las letras nacionales logran nuevos moti-vos de orgullo, no sólo porque El Hay Festival y Bogotá Capital Mundial del Libro lo eligieran en 2007 como uno de los 39 escri-tores latinoamericanos menores de 39 años más importantes del Continente, sino porque en tal circunstancia le concedieron el Premio Unión Latina a la Noví-sima Narrativa Breve Hispanoa-

ramón roCha monroy

esCriTor

marCeLo paz soLdán

ediToriaL nuevo miLenio

Gaby vaLLejo Canedo

esCriTora

C

mericana, siendo parte de Bogo-tá39; además, la revista Granta lo seleccionó como uno de los 22 mejores escritores jóvenes en es-pañol. Sus obras no son de fácil concepción, sino el resultado de un arduo trabajo; su novela “El lugar del cuerpo” (2008) ganó el Premio Nacional de Literatura Santa Cruz de la Sierra; sus cuentos han sido bien recibidos

por la crítica, tanto nacional co-mo internacional; su última no-vela “Los afectos” (2015), editada por Penguin Random House, en Barcelona, a través de su repre-sentante, logró al momento de su publicación el contrato de tra-ducción a nueve idiomas.

Podemos cerrar este breve co-mentario saludando la esperan-zadora presencia de tres narrado-

ras jóvenes: Shariel Baptista, au-tora del libro de cuentos “Confe-siones de esta vida, la otra y la de más allá” (2009); Paola Senseve Tejada, con sus cuentos de “Vagi-nario” (2008); y Vanessa Giaco-man, cultora de poemas y relatos fantásticos y de terror, como “Tormenta mágica” (2006).

(*) El autor es escritor.

Page 3: Cultura artística

“Alicia y su abismo”, acuarela de 29 x 40 cm., obra reciente de Alejandra Alarcón. | AlArcón

D4 los Tiempos | cochAbAmbA | Año 2015 | lunes | 14 de sepTiembre

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La falta de formación ralentiza el crecimiento

Artes visuales

Maduración de la producción

Claudia Gonzales

“Gracias por escogerme para contestar la encuesta; sin embar-go, las respuestas que intentaré dar seguramente estarán teñidas de una carga emocional muy per-sonal, por lo que prefiero respon-der como persona y no compro-meter con mi mirada al Centro Cultural que dirijo”, escribe la ar-quitecta Elizabeth Torres, directo-ra hace varios años ya del Centro Simón I. Patiño de Cochabamba.

Elizabeth tiene un amplio y notable currículum en las artes bolivianas y sus conocimientos sobre el tema abarcan desde et-nofolklore y arte contemporá-neo pasado por el arte colonial, republicano y moderno.

Y la elegimos a ella para que nos hable del estado actual del ar-te visual cochabambino enviándo-le para tal efecto un cuestionario.

“Empezaré comentando que en general no se ven con clari-dad nuevos talentos, lo que he podido constatar en casi 10 años de vivir en Cochabamba, es la maduración de la producción de artistas cochabambinos que en estos últimos 10 años han logra-do insertarse en un circuito in-ternacional de las artes visua-les, y entre ellos creo que la que mejor lo ha hecho es Alejandra Alarcón”, asegura Torres.

Sin embargo, considera que las artes locales no han crecido en la última década de este nuevo siglo por la “falta de formación y ma-yor roce con el arte visual que se está produciendo en Bolivia co-mo en el exterior. Sería impor-tante que desde las instancias es-tatales se priorice la formación, incentivando talleres e intercam-bios en residencias para que ar-tistas que se encuentran en pro-cesos de creación puedan inter-cambiar con los que en nuestra ciudad están intentando formar-se en artes visuales”.

“Hoy mismo al contestar este cuestionario”, dice Elizabeth, “se me ocurre que en Santa Cruz existe el programa de Residencia en Kiosko, quizás se podría coor-dinar para que esos residentes pasen por Cochabamba a realizar talleres o conversatorios –no sé aún cómo se los podría llamar–, en los que puedan contar la expe-riencia de su trabajo en desarro-llo, en la mencionada Residencia –ganada claro está por una con-vocatoria internacional–. Y… co-mo esa idea, seguramente pue-den aparecer muchas más, de lo que creo que se trata es de buscar motivaciones creativas para des-pertar todos esos talentos que se-guramente aún se encuentran en incubación”.

A la pregunta ¿Qué futuro vis-lumbra a las artes visuales co-chabambinas?, Elizabeth Torres responde:

“Las artes visuales cochabam-binas tienen un sitial muy alto en la historia del arte de Bolivia, prueba de ello son la serie de ex-posiciones patrimoniales que de-sarrolla Simón I. Patiño junto al Museo Nacional de Arte. Sin em-bargo, es muy importante que las nuevas generaciones se inserten en las corrientes artísticas del si-glo XXI y paralelo a ello se logre formar públicos que sean conoce-dores y críticos, en el buen senti-do de consumidores consientes.

¿Qué artista local le parece el máximo representante de Cocha-bamba a nivel internacional? De la nueva generación y que tampo-co ya son tan jóvenes puedo darte tres nombres: Alejandra Alarcón, Douglas Rodrigo Rada y Sandra de Berducci, que nace en Oruro, pero que radica en Cochabamba.

¿Qué debemos esperar en la escena cochabambina?Douglas Rodrigo Rada (*)

¿Qué tenemos y qué debería-mos esperar en la escena del ar-te visual cochabambina actual?

A principios de siglo, y a con-secuencia de un desacuerdo en el juicio del jurado de uno de los premios de arte de la ciudad, la Alcaldía de Cochabamba otorgó el manejo de las instalaciones del antiguo Matadero de la ciu-dad a un grupo de activistas y gestores culturales locales de di-versas áreas.

El antiguo Matadero en ese entonces, en muy precarias con-diciones, alojó con el ímpetu y el trabajo desinteresado de An-gelika Heckl en la dirección, al Conart, el primer evento de arte y cultura de intención total-mente contemporánea de la ciu-dad. Este evento disfrazado de un concurso como todos los que ya existían en el país, se dife-renció desde la convocatoria, proponiendo un discurso sobre

el cual girarían las propuestas de los artistas, trayendo a un conjunto de curadores de re-nombre internacional para el jurado, y otorgando becas de producción que servían como una forma de subsidio a la pro-ducción de las obras.

La gran celebración del naci-miento de una nueva escena en el país, atrajo a la ciudad a mu-chos artistas tanto jóvenes co-mo consagrados, incluyendo a Galo Coca, Alejandra Delgado, Keiko Gonzales, Roberto Valcár-cel y Raquel Schwartz, cuya propuesta para la muestra aún se puede observar en el muro exterior del convento de Santa Clara, en la calle Colombia en-tre 25 de Mayo y San Martín.

Las dos bienales Conart, que se realizaron los años 2002 y 2004, fueron orgullosamente co-chabambinas, dejándonos como ciudad en el epicentro de la es-cena cultural nacional.

Después de problemas con los

financiadores públicos, la Bie-nal Conart como un evento de arte contemporáneo desapare-ció, tomando su lugar en la esce-na la Bienal Siart de La Paz, or-ganizada por un grupo de inte-lectuales paceños y en especial por la Unión Latina. El Siart capturó toda la atención y el in-terés de los artistas y artífices activos en el momento y de algu-na forma el Conart se transfor-mó en la BAU (Bienal de Arte Urbano) organizada por el mAR-Tadero y responsable por la gran cantidad de color que han adquirido las calles de esa parte del centro de la ciudad. En el marco de esto, habría que resal-tar que hasta la aparición del Conart, el arte no tradicional no tenía un espacio de credibilidad, consumo y recepción en el país (lo cual implica que los espacios culturales no lo aceptaban o en el caso de hacerlo no generaban la plataforma teórica y crítica, sin la cual el arte actual puede

convertirse en un ente frio y aje-no al público general) y ésta es una de las razones por las cua-les el Conart es tan importante en la historia de la cultura con-temporánea nacional.

Lo que debió haber sucedido después es que en un común acuerdo entre los artistas y las instituciones, se construyeran fomentos acordes a la cultura de la época, y se solidificara la estructura de la institución cul-tural, empezando con la educa-ción, no sólo en la práctica del arte, sino también en gestión de cultura y administración de museos. Lamentablemente, esto no sucedió, no existe un acuer-do entre lo que los artistas boli-vianos producen, el gobierno y su visión de la cultura, lo que puede ser interesante para el mercado (económico y simbóli-co) tanto nacional como inter-nacional, y –evidentemente– eso se ve proyectado en la cantidad de artistas profesionales, la ca-

pacidad de la institución mu-seal y la repercusión de la cul-tura boliviana en el mundo.

Cochabamba tiene un gran po-tencial creativo, las grandes muestras retrospectivas que ha organizado el Museo Nacional de Arte en colaboración con el Centro Simón I. Patiño de los co-chabambinos, Mario Unzueta, Raúl G. Prada y la reciente muestra de Gonzalo Ribero, de-muestran el lugar de la ciudad en la historia del arte; pero sin afán de ser catastrófico, nuestro lugar está siendo amenazado por nuestra propia apatía y desinte-rés, y eso nos traerá como conse-cuencia vivir en una ciudad sin museos, sin colecciones de arte y con una actividad cultural mu-cho más floja que ciudades apa-rentemente más pequeñas como Tarija y el Alto de la Paz.

(*) El autor es artista vi-sual y actual curador de Ar-

tespacio CAF.

Ramiro Garavito (*)

al vez sea necesa-rio precisar antes que el tér mino “artes visuales” surge del campo del arte contempo-ráneo internacio-

nal, para señalar el carácter multidisciplinariamente diver-so de sus actividades de tipo vi-sual, y reparar así las limitacio-nes del término de “artes plásti-cas”, cuyo uso se refería funda-mentalmente a las tres catego-rías del antiguo arte clási-co-académico: dibujo, pintura y escultura.

En este sentido, las artes vi-suales, como tales, se consoli-dan en Bolivia recién al finali-zar el milenio anterior, despla-zando el denominativo genéri-co de “arte experimental”, usa-do hasta entonces. Lo que suce-dió desde aquellos tiempos has-ta ahora en las artes visuales –no más de 20 años–, es relativa-mente nuevo. En cuanto a nues-tra región, gran parte de esos artistas visuales cochabambi-nos, que protagonizaron este periodo, además de haber sido siempre menos numerosos que en La Paz o Santa Cruz, han te-nido una existencia artística fugaz; sin embargo, hay artis-tas que continúan haciendo ar-te contemporáneo de modo más o menos permanente, entre és-tos están los que tienen más trayectoria, como Alejandra Dorado, Rodrigo Rada, Sandra de Berducci, Ivette Mercado, Ramiro Garavito, Alejandra Alarcón, cuyo trabajo es más exitoso fuera del país; y entre las más jóvenes se destaca Li-liana Ximena Vargas.

La práctica del arteHasta hace unos diez años,

había en Cochabamba un cre-cimiento notable en la práctica de las artes visuales; ese creci-miento se había traducido en la asistencia de muchos artis-tas bolivianos a diversas bie-nales internacionales, pero desde entonces ha habido aquí una ralentización que ha afec-tado también a Santa Cruz y La Paz, aunque notablemente en Oruro ha sucedido lo con-trario, donde se han venido constituyendo colectivos de ar-tistas jóvenes, surgidos de la escuela de arte de aquella ciu-dad, para repensar artística-mente el contexto cotidiano, desde el ámbito plural de las artes visuales.

Para explicar ese estado de ralentización, debo decir antes que el crecimiento inicial de las artes visuales, no sólo en Cochabamba sino también en otras ciudades como La Paz y Santa Cruz, se debió no sólo a la novedad que suponía la prác-tica del arte contemporáneo: una estética distinta a la de la belleza, unos caminos amplios con muchas posibilidades y es-casas normas, la promesa in-édita de una libertad sin lími-tes aparentes, el contacto con lo cotidiano y lo íntimo como premisa principal, etcétera, si-no también a una predisposi-ción contenida, entre artistas y otros creadores con necesida-des de expresión y medios apropiados, cuyas potencialida-des clamaban por ser explora-das y desplegadas.

Es decir, eran necesidades expresivas vitales y básicas las que originaron ese interés cre-ciente por la práctica de las ar-tes visuales, y no la convicción “ideológica” de asumir las con-secuencias de una historia del arte en la que el arte contempo-ráneo (o la práctica de las artes visuales) es una consecuencia lógica del desarrollo del arte. Esta convicción únicamente puede ser adquirida mediante una formación artística perti-nente, ya sea institucional o autodidacta, tal como sucede en países vecinos, como Chile, Brasil o Argentina. Esa clase de formación institucional no existe en nuestro país, y la úni-ca que hay es la formación aca-démica, basada en los postula-dos representacionales del si-glo XV europeo.

En consecuencia, cuando aquellas necesidades básicas exploraron sus posibilidades expresivas se fueron agotando en su propósito, desaparecien-do así el sentido de seguir ha-ciendo arte, esto por un lado, y por otro, los artistas se dieron cuenta de que esta actividad no era una forma de ganarse la vida, en consecuencia, muchos abandonaron el escenario ar-tístico; otros se dedicaron a ac-tividades colaterales y algunos se fueron del país: en otros países un artista visual vive de hacer arte, sin tener que ha-cerse comercial. Creo que la ralentización que vive las ar-tes visuales, no sólo en Cocha-bamba sino en los otros depar-tamentos mencionados, de de-be en gran parte a esos aspec-tos señalados.

No obstante, quedan muchos

T

otros artistas en Bolivia que si-guen haciendo arte contempo-ráneo por convicción.

Un camino tan propioSi las cosas siguen como es-

tán; es decir, si no hay dispositi-vos más o menos estructurados de formación o información ar-tística sobre el arte del presen-te, desde su relación orgánica con la historia, no habrá cam-bios a corto plazo. En cualquier caso, la práctica de las artes vi-suales no desaparecerá porque constituye un modo ya inevita-

ble en el mundo de hacer arte en el presente. A largo plazo puede suceder que las artes vi-suales en Cochabamba, pero también en el país, encuentre un camino tan propio que pue-da prescindir de la historia, tal como sucede con el arte de oriente, me refiero al arte con-temporáneo chino o coreano por ejemplo.

Alarcón, Dorado y RadaNo estoy seguro que haya un

representante máximo de las artes visuales en Cochabamba;

no obstante, puedo afirmar que hay una artista cochabambina que tiene un éxito relativo, fue-ra del país, tanto por su calidad como por su éxito comercial, ella es Alejandra Alarcón, pero también están Rodrigo Rada y Alejandra Dorado, cuya cons-tancia y singularidad artística los hace destacables. Por cierto, significativamente, los tres tu-vieron una formación artística fuera de nuestro país.

(*) El autor es artista y cura-dor.

Page 4: Cultura artística

Una presentación de Títeres Elwaky. | Los Tiempos

Una escena de “Romero y Julieta”, de Diego Aramburo. | Los Tiempos

D6 Los Tiempos | CoChabamba | año 2015 | Lunes | 14 de sepTiembre

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Tablas cochalas, entre creatividad y carencia

Teatro

Títeres Elwaky: La aventura de revivir una expresión artística

Grober y Alexia Loredo (*)

Si a principios de este siglo en cualquier calle de Cochabamba pre-guntabas por títeres, en la mayoría (o quizás en el mejor) de los casos alguien te hubiera contado una sen-sación fugaz de la infancia, un re-cuerdo confuso, una imagen de un tiempo que se fue. Aquellos que al-guna vez habían gozado de repre-sentaciones escolares o callejeras de este arte intentaban explicar, des-cribir o revivir infructuosamente para sus hijos o nietos el fabuloso mundo de los títeres.

Sin embargo, los muñecos deci-dieron salir del anonimato. En 2002, con Títeres Elwaky tomamos el teatrito del Parque Vial; eso sig-nificó salir domingo a domingo en búsqueda del público con nuevas historias. Al no contar con apoyo o formación alguna no tuvimos más remedio que redescubrir los mate-riales y técnicas de construcción, tomar nota de los aciertos y fraca-sos dramatúrgicos, trabajar para recuperar –o crear– en el público el respeto a este arte.

Ya que nuestra dedicación a los títeres es exclusiva, hemos prio-

rizado la capacitación permanen-t e, b u s c a n d o i n c l u s o e s p a c i o s académicos para el desarrollo de capacidades en diferentes áreas: construcción, interpretación, di-rección, dramaturgia, gestión, et-cétera.

Memoria y colaboraciónLos repetidos esfuerzos por reunir

y potenciar el trabajo colaborativo se concretaron en 2014 con una alianza llamada la Comuna de los Titeritos (con los elencos nacionales Elwaky, Trapitos y botones, Pilipin-tu y Caléndula). Juntos dimos pie a la organización del Titedanzante, Festival Nacional Itinerante que ha llevado obras de repertorio para to-da la familia a las ciudades de La Paz y Potosí.

“A la vista, los títeres en Bolivia” es el título del documental que hici-mos en 2013, con el compromiso de recuperar imágenes y experiencias de los titiriteros bolivianos que nos fue posible contactar. También ese año publicamos un número mono-gráfico con el mismo tema en una revista de la Secretaría Municipal de Cultura de Cochabamba.

Proyección internacionalDesde el año 2009, el elenco concu-

rre anualmente a festivales en la re-pública Argentina, habiendo tam-bién visitado España, Alemania (gi-ra en 2009), Perú (Fiteca 2010) y Cu-ba (Matanzas 2014).

El año 2012, nuestra directora ar-tística Car men Cardenas recibió de la Unión Inter nacional de la Marioneta el reconocimiento “Mu-jer Titiritera de Coraje”, en mérito a los esfuerzos realizados para la difusión de este arte en espacios no oficiales a lo largo y ancho del país.

Este 2015, el festival internacional que organizamos Festitíteres ha cumplido diez años de vida indepen-diente, siendo ya un referente para la difusión y promoción de los títe-res en Bolivia. Por los escenarios cochabambinos han pasado elencos y espectáculos de Argentina, Perú, Venezuela, Chile, Italia, Ecuador y Cuba. Las últimas dos versiones del Festitíteres también se realizaron en las ciudades de Tarija y Santa Cruz.

(*)Los autores son fundadores de Títeres Elwaky.

Claudia Gonzales (*)

iego Aramburo y Claudia Eid son los dos dramatur-gos cochabambi-nos que en esta úl-tima década han puesto al teatro lo-

cal y boliviano en la escena in-ternacional.

Actualmente, Diego está de gira con su compañía –Kikin-teatro– por Centroamérica y Claudia Eid lo propio, presen-tando su obra en Argentina jun-to al Masticadero, la compañía que ha establecido hace algunos años y con la que próximamen-te visitará Brasil.

Las nuevas promesas“Como dramaturgo se está

consolidando Jorge Alaniz, con los premios que ha ido re-cibiendo, pero sobre todo con su constancia escribiendo. En la creación se va afianzando Alejandro Marañón. Y, claro, está la ya consagrada drama-turga y directora Claudia Eid, que va ampliando su presencia internacional. Los tres casos tienen una proyección nacio-nal, esto los hace fácilmente destacables entre los otros es-fuerzos, en su mayoría ama-teurs, gracias a los que las ta-blas en Cochabamba siguen en pie”, dijo Aramburo al respon-der a la pregunta ¿qué talentos cochabambinos destaca en el ámbito teatral?

“Al mismo tiempo”, señaló Aramburo, “da lástima que las autoridades culturales regiona-les y municipales no tengan pla-nes ni inversión para que Co-chabamba vuelva a ser el epi-centro y semillero del teatro de Bolivia, que fuera en las déca-das de los años 60 y 70”.

Pese a todo, para este desta-cado dramaturgo, el teatro co-chabambino no ha crecido. “Lastimosamente, lo que yo veo es un claro estancamien-to. Es decir, el índice poblacio-nal crece, el ingreso per cápi-ta ha crecido mucho también, ciudades como La Paz o Santa Cruz tienen fácilmente el do-ble de creadores de los que ha-bía en los 90 e inicio del siglo.

D

En cambio, Cochabamba sigue con apenas dos nombres vi-gentes en circuitos profesio-nales internacionales y en los festivales internacionales de teatro boliviano seguimos pre-sentes los mismos cochabam-binos de hace casi veinte años”, dijo.

Para Diego Aramburo, este estancamiento está condiciona-do por dos factores: Falta de vi-sión de las autoridades y media-dores culturales, que no se preo-cupan por fomentar, invertir y difundir el teatro de Cochabam-ba y a sus creadores.

El segundo factor es que los

propios hacedores escénicos nos conformamos con lo que tenemos y no somos implaca-bles con nosotros mismos para alcanzar estándares interna-cionales.

Para Ivette Mercado, el teatro cochabambino no sólo ha estado en constante crecimiento sino en constante cambio. “Somos muchos los grupos que estamos trabajando de manera persis-tente y tejiendo de a poco redes. Estamos a principios de sep-tiembre y casi una decena de obras se han estrenado hasta el momento” en lo que va del año, dijo esta dramaturga.

En ese sentido, Ivette destacó también los tres festivales de teatro que se impulsan desde Cochabamba hacia el resto del país y “que aportan al movi-miento”: Tablas Cochalas, el Festival Nacional de Teatro Ber-tolt Brecht que este año celebra su décimo séptima versión y el Premio Nacional de Teatro que se celebra en el mes de septiem-bre y que este año cumple sus 24 años de existencia.

Espacios de formaciónEl dramaturgo Alejandro

Marañón, director y actor en Madrastra Teatro, reclamó

por los espacios de for ma-ción. Cuando se le pregunta por el estado del teatro cocha-bambino, dijo que “por su-puesto que el teatro cocha-bambino ha crecido. Tenemos nuevos directores, nuevos ac-tores con nuevas herramien-tas, pero lastimosamente los espacios de formación, en Co-chabamba, son escasos, algu-nos muy precarios y otros in-accesibles”.

Marañón agregó que para que la dramaturgia cochala crezca son imprescindibles “espacios de for-mación, un impulso que debe ser dado por las autoridades locales.

“Tendrían que darle la im-portancia que el teatro merece como una de las artes vivas más expresivas e importantes de una ciudad, como lo son las otras artes.

Considero que personas in-teresadas en el teatro existen, pero quienes trabajamos en es-to tenemos que sobrevivir, nuevamente, en espacios pre-carios, improvisados e inacce-sibles, y sumar a esto el aban-dono de las autoridades”. Todo esto, dice Marañón, hace que el teatro cochabambino sea “una proeza, tras proeza, tras proeza”.

No creo que se pueda hablar de drama-turgia hecha por cochabambinos sin nombrar a René Hohenstein. En lo per-sonal considero que es un cochabambi-no pionero no sólo en dramaturgia sino en otros ámbitos del teatro. Si bien él no es un “nuevo” talento, ha marcado caminos y ha escrito alrededor de 10 obras de teatro que se han presentado y publicando (nacional e internacional-mente) durante sus más de 35 años de exitosa trayectoria artística. René Hohenstein ahora vive en Santa Cruz, pero fue uno de los grandes impulsores del movimiento teatral cochabambino y todos lo recordamos y reconocemos por eso. También destacaría el trabajo de cochabambinos como: Soledad Ardaya, Claudia Eid, Enrique Escobar, Ariel Muñoz, Diego Aramburo, Jorge Alanis, Glenda Rodríguez, Melita Del Carpio, Ana María Frege, todo el equipo de Elwaky, Limbert Cabrera, María Julia Ruiz, etcétera.

Considero que el teatro cochabambino tiene fuertes representantes, pero pocos. Diego Aramburo y Claudia Eid son los que más fuertemente se pro-yectan a nivel internacional. En dramaturgia destaco a Jorge Alanis, Eid –ya muy conocida– y Diego Aramburo –ya bastante conoci-do– En actuación, los nuevos talentos cochabambinos pienso que son: Anapaola Sánchez, Gabriel Iriarte Rico, Lia Michel, Gabriela Meléndrez, Abigail Villafán, Juan Ovando, Daniela Gabela, que no es cochabambina, pero vive ya muchos años acá.Por supuesto que el teatro cochabam-bino ha crecido, tenemos nuevos directores, nuevos actores con nuevas herramientas, pero lastimosamente los espacios de formación, en Cochabamba, son escasos, algunos muy precarios y otros inaccesibles.

El teatro cochabambino sí ha crecido. Hay más grupos, hay más espacios, más gente interesada y está bien que crezca a ese nivel (cantidad). Los últimos talleres o cursos de tea-tro que se abrieron en Cochabamba cuentan con un buen número de per-sonas interesadas, eso sí, habría que preguntarse cuántos/as se quedan haciendo esto por lo menos unos 10 años. La mayoría sólo llega, hace una obra y se va.Entre estas personas que son cons-tantes puedo mencionar a Abigail Villafan Ramírez, quien no sólo actúa, sino también ya escribe y dirige. También está Rocío Canelas Blas, quien desde su energía en la escena está aportando.Luego, cuando se consoliden estos grupos (si es que siguen activos), habrá que preocuparse por la calidad de sus trabajos.

OPINIONES

aLejandro marañón

madrasTra TeaTro

jorge aLanis

LapuesTa TeaTro iveTTe merCado

makhurka TeaTro

Page 5: Cultura artística

El maestro colombiano Alejandro Posada dirige a la Orquesta Filarmónica de Bolivia, en agosto pasado, en Cochabamba. | Hernán AndiA

Los Tiempos | CoCHAbAmbA | Año 2015 | Lunes | 14 de sepTiembre D9DDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD

Cochabamba crece enel ámbito orquestal

Música

En abril pasado, su último disco “Cuecas para no bailar (2014) –que reúne a varios destacados autores de Cuba, México, Argentina, España, Chile y Perú–fue elegido por el Círculo de Comunicadores de Música y Cultura Bolivianas como el mejor álbum del año 2014. Meses después, a mediados de junio pasado, el compositor Willy Claure (Cochabamba, 1962), radicado en Suiza hace dos décadas, lanzó una campaña nacional para lograr que la cueca sea reconocida por el Estado Plurinacional de Bolivia como patrimonio nacional y pueda tener su día en que se la cante y se la baile.Actualmente, Claure se prepara para visi-tar Bolivia y presentar en octubre varios conciertos –en La Paz, Cochabamba y Santa Cruz– y también su nuevo libro: “30 piezas bolivianas para guitarra”, un trabajo que ha realizado entre 2011 y 2014 junto a Enrique Coria, guitarrista argentino que vivió en Bolivia entre los años 1978 al 1985 y que actualmente vive en California.

Aunque el compositor Alberto Villalpando ha nacido en Potosí, vive en Cochabamba hace décadas y alre-dedor suyo giran importantes satélites de la música cochabambina en gene-ral y contemporánea en particular, como el maestro Giovanni Silva, figura visible del Programa de Licenciatura en Música de la Universidad Mayor de San Simón, establecido a fines de 2013 con el impulso de la Asociación Boliviana de Autores Investigadores Compositores Artistas y Músicos. Esta asociación también es responsa-ble de las Jornadas de Música Contemporánea, que a principios de este septiembre celebró en Cochabamba, por décimo primer año consecutivo, un nuevo festival, permi-tiendo la ejecución y difusión de las composiciones de autores bolivianos. Gracias a esta asociación y el impulso de músicos como Luis Moya, Adolfo Taborga y Silvia Trombetta, también se creó hace varios años la Fundación Sinfónica Cochabamba, dedicada a formar niños y jóvenes.

Nacida en Cochabamba y bachiller del Instituto Eduardo Laredo, Gian-Carla Tisera sorprendió este agosto pasado en Nueva York (EEUU), al presentar su Latin Powerhouse Project, un con-cierto donde lanzó doce canciones que ella compuso, en letra y música, entre junio y julio de este año, en Los Ángeles y Nueva York.“Este concierto que presenté en Nueva York en agosto es para sentir la reacción del público a esta nueva música, ya que es muy diferente a lo que he creado antes”, dijo Gian-Carla, quien llegó a Cochabamba días atrás para preparar los conciertos que dará en octubre.“El propósito de todos estos concier-tos, dos en Nueva York y cuatro en Bolivia, es sentir la reacción del públi-co para probar estas nuevas cancio-nes y decidir cuáles llegarán al disco”, dijo Tisera, y prevé que estas doce canciones que integran la pro-puesta Latin Powerhouse Projec sean grabadas en un disco la primera mitad de 2016.

TENDENCIAS

Jazz, rock y folkloreexperimentalPara la gestora cultural

Amalia Teresa Canedo, en los 15 años de este nuevo si-glo “la música cochabambi-na ha crecido. A medida que nuestra ciudad fue expan-diéndose la necesidad de los artistas y músicos fue cre-ciendo y buscó formas de ha-cer visible su existencia”.

En ese sentido, el maestro Augusto Guzmán identificó a varios talentos que son parte de la actual escena musical cochabambina y obviamente boliviana.

“En cuanto a la música po-pular urbana”, dijo Guzmán, “no dejaría de mencionar a Luis Alberto Mercado, bate-rista, que se encuentra cul-minando sus estudios en Buenos Aires, Argentina, y, sin embargo, es un instru-mentista muy solicitado por artistas de renombre y ban-das de distintos géneros mu-sicales del país vecino”.

Aunque especializado en música clásica, para el direc-tor de la Orquesta Filarmó-nica de Cochabamba “nues-tra ciudad se viene refres-cando también en cuanto a las propuestas musicales del género popular urbano. Jó-venes que destacan tanto en su expresión artística, for-

mación profesional, como en la inquietud de generar nue-vas propuestas de nuestra música” y ahí están:

Ramón Er nesto Rocha, guitarrista, graduado en Buenos Aires (Argentina), se encuentra actualmente en Cochabamba inte g rando grupos de rock, jazz y fusión.

Edu Gabriel, excelente ba-jista con formación propia, músico invitado de prestigio-sas bandas del país, integra esencialmente el grupo YEZ trío y Barrio Latino.

Fulvia Fossati, vocalista en el grupo Melting Grooves, fue ganadora nacional del concurso de Lied (canción lí-rica breve) y becada a pro-fundizar dicho canto en Ale-mania. Es invitada frecuente en distintos grupos, princi-palmente de jazz, a nivel na-cional e internacional.

Para el compositor y músico Raúl Ybarnegaray, en los últi-mos 15 años “grupos de rock alternativo, de folklore experi-mental, de jazz, de hip hop, et-cétera, han aparecido para de-cir existimos y ésta es nuestra voz y a riesgo de omitir a mu-chos otros, igual de importan-tes”, destacó a Mandíbula, Sa-riri, The Blue Velvet Experien-ce y Mosa Nostra.

Canción de autorRaúl Ybarnegaray (*)

En Cochabamba han pasa-do 15 años desde el inicio del nuevo milenio, 15 años tam-bién celebro yo de haber co-menzado “el arte de la can-ción de autor”. Cantar mis canciones y contar la histo-ria. Por tanto, este festejo me toca también.

Es importante separar el de-sarrollo local del movimiento artístico musical (en general), de lo que sería el surgimiento (y/o desarrollo también) de ex-ponentes de lo que llamaré la “Canción de Autor”.

En el primer caso, veo una evolución muy positiva. Mu-chas expresiones urbanas, contemporáneas, alternati-vas, etcétera han surgido en estos últimos tiempos enri-queciendo sin duda el acervo cultural de esta ciudad y per-siguiendo dar respuesta a una pregunta siempre urgen-te: “¿cuál es nuestra verdade-ra identidad?”.

Respecto a lo que es la Can-ción de Autor, a ninguno. Ab-solutamente ninguno. Aun-que hace más de siete años vengo empeñado en profundi-zar el rol compositivo de dife-rentes compañeros de escena-rios, lamento siempre encon-trarme con la elección de ser intérpretes de éxitos guita-rreros de los años 80 y 70. Al-go así como clones de “Nicho Hinojosa”, o sea, sencilla-mente deplorable.

“Respeto mucho la elección personal de dedicarse a ga-nar dinero cantando. Pero me duele ver mucho talento des-perdiciado, dormido. Algo es-tá fallando… o algo no nos in-teresa, o algo nos interesa más que otra cosa”. Y ahí creo que “lo artificial” cum-

ple un rol determinante. Pero bueno. Cada uno hace

su propio camino. A mí, sim-plemente me duele. No conde-no a nadie, pero me duele si-lenciosamente.

Sinceramente quisiera ver más fuerza en esos jóvenes de los colegios, de las universi-dades, de los centros educati-vos, que tienen la valentía de tomar una guitarra y hacer una canción que hable de sus preocupaciones, de su socie-dad, de los problemas y temá-ticas que vemos a diario.

Me gustaría ver composito-ras, mujeres… que hablen de ese mundo que los varones no podemos ni siquiera ima-ginar. Pero más allá de la in-dividualidad, que hablen del mundo, de cómo lo ven.

No hay o no se les ve… y a mí me duele profundamente que “se vea tanto de lo otro”.

Si no comenzamos a salir de las fórmulas tradicionales, de lo poco profundo, de la “forma por encima del conte-nido”… no veo un futuro muy prometedor.

Y seguiremos teniendo a nuestros mismos representan-tes, los eternos, los intocables.

Pero si nos atrevemos a rom-per nuestros propios concep-tos, nuestros propios esque-mas, nuestros propios miedos (como artistas), a experimen-tar, a “escuchar” más, a buscar (dentro y fuera de nosotros)… etcétera… entonces sí, no sólo llegaremos lejos, sino que sere-mos grandes referentes fuera de nuestras fronteras. Algo en lo que un país tan diverso co-mo Bolivia, está inminente-mente destinado a convertirse: un referente.

(*) El autor es músico y compositor.

Claudia Gonzales (*)

La actividad mu-sical en nuestra ciudad ha crecido enormemente, hay mayor diversidad en la paleta de con-ciertos, desde lo

folklórico –que siempre nos acompaña–, pasando por lo po-pular urbano, el rock, jazz y la música denominada clásica”, aseguró el maestro Augusto Guzmán, director de la Orquesta Filarmónica de Cochabamba.

“Músicos recién egresados de conservatorios internacionales están retornando con nuevas propuestas para nuestra música y, por otra parte”, agregó Guz-mán, “el público es cada vez más ávido de presenciar grandes obras sinfónicas dada la estabili-dad de una orquesta como es la Filarmónica de Cochabamba”.

Para Miguel Ángel Salazar (Cochabamba, 1983), quien ha-ce un par de años volvió de Santa Cruz, ciudad donde creó la Fundación Bravura y la Or-questa Filarmónica de Bolivia (OFB), “el crecimiento musical académico y orquestal en Co-chabamba es muy claro, princi-palmente a nivel formativo. A nivel local, actualmente, exis-ten muchas instituciones musi-cales y orquestales que brin-dan diferentes oportunidades. Asimismo, el público y el inte-rés por la música clásica van creciendo rápidamente”, dijo.

Sobre este crecimiento, la maestra Elizabeth Schwimmer dijo que éste depende de cómo sea visto y, de hecho, sí hay más orquestas, y se abren “conserva-torios por doquier”, pero “ha-bría que analizar a fondo la se-riedad y profesionalidad de cada grupo o escuela que nuestra ciu-dad nos ofrece y eso sólo se logra saber después de algunos años, con el resultado de aprendizaje profesional y serio de los alum-nos. Por supuesto, es muy nece-saria la profesionalización de los maestros, un alumno enseñando a otro alumno no sirve, no fun-ciona”, aseguró.

Las grandes promesas“El excelso violinista Jaime

Laredo” es para Schwimmer el máximo representante de la mú-sica cochabambina en el exte-rior y ella aseguró que “como

ALberTo ViLLALpAndo

músiCA ConTemporáneA

GiAn-CArLA TiserA

LATin powerHouse projeCT

wiLLy CLAure

“CueCAs pArA no bAiLAr”

van las cosas, no creo que en un futuro cercano haya alguien de la talla de este virtuoso”.

Sin embargo, entre las prome-sas identifica a Andreas Siles y Albert García. “Dentro de lo que es mi género, que es el clásico, se ven niños y adolescentes que si siguen con disciplina, mucho trabajo y humildad en aprender un instrumento, veo a un par de cochabambinos, ambos violinis-tas, uno es Andreas Siles y el otro Albert García. El tiempo di-rá si pueden llegar a ser músicos serios y profesionales, por lo pronto son estudiantes dilectos y con gran talento”.

“A nivel internacional”, siguió Elizabeth, “tenemos varios mú-sicos cochabambinos que estu-diaron fuera, se quedaron en el país donde radican y trabajan profesionalmente dejando a nuestro país en alto, un ejemplo de jóvenes músicos cochabambi-nos son el cellista Pablo Issa, quien enseña en Hartt School of Music en Connecticut y la otra es la directora de coros Mariana Delgadillo, quien vive cerca de Lyon en Francia, dirige un en-samble profesional de cantantes e instrumentistas. Ella reciente-mente ganó el primer premio en un concurso internacional de di-

rectores de coro en Europa. Otra gran promesa es Anna Pardo, so-prano cochabambina residente en Gent, Bélgica, y finalista en el concurso Reina Elizabeth de Bruselas, Bélgica”.

“En los últimos 15 años” dijo Augusto Guzmán, “tenemos el grato placer de presenciar el gran desarrollo del talento de nuestros jóvenes, que va de la mano de una formación sólida, la información mundial al alcan-ce de todos y las metas-perspecti-vas más cercanas. En este senti-do, encontramos a Camila Ba-rrientos, Alina Delgadillo y An-drea García”.

Page 6: Cultura artística

Laredo, Ponce y Fernández en la línea superior; Claure, Tisera y Navia en segunda línea y Barrientos, Issa y José André en la tercera línea. | Los Tiempos

D10 Los Tiempos | CoChabamba | año 2015 | Lunes | 14 de sepTiembre

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Cochabambinos, creandodebajo de las piedras

Migración y Formación

Cultura, Sociedad y Educación ArtísticaKilin Anaya (*)

Suelo dejarme fascinar por la serie de pinturas de Edgar Degas de bailarinas de ballet clásico en múltiples posicio-nes en el escenario. Degas pin-tó muchas que inmortalizan sus presentaciones en el Tea-tro de la Ópera de París, pero pienso que su pasión verdade-ra se encontraba entre los bas-tidores del teatro o en la sala de ensayo, allí Degas dedica sus pinceladas a imagines im-presionistas de situaciones co-tidianas y ordinarias de baila-rinas en ensayos o descansos, o calzando zapatillas.

Evidentemente, las cosas más importantes suceden detrás de los bastidores, el escenario veda al público el proceso de la cons-trucción de la puesta en escena de las Bellas Artes, sin procesos previos, sin formación de los ar-tistas los escenarios quedan va-cíos al igual que los cuerpos de los espectadores. El público también se ha formado, se cons-truye, se vuelve exigente, apre-cia y ama las artes. Queda pues como conclusión evidente que el espectáculo formal es sólo eso, el protocolo, la liturgia del grado cultural que una sociedad

ha alcanzado; lo más importan-te es el proceso subyacente, el proceso de formación y desarro-llo del individuo y de la socie-dad que se traduce en la forma-ción de recursos humanos artís-ticos y promotores culturales que –conjuntamente a la volun-tad de las políticas sociales del Estado, a niveles municipales y nacionales– se desaten asocia-dos a prácticas y valores que so-brepasen los actuales paradig-mas como única opción a un verdadero desarrollo sociocul-tural que involucre al universo. No es la búsqueda del protocolo porque sí, no es la finalidad la puesta en escena, las propues-tas contemporáneas de arte nos revelan otras posibilidades; se trata al fin de la comprensión política de que el desarrollo de una sociedad, su desarrollo ma-terial, es imposible sin desatar un desarrollo cultural paralelo que contemple el desarrollo de la cultura, también como la puesta en práctica por parte del Estado de políticas e institucio-nes que subvencionen la crea-ción de espacios, la formación de artistas y la difusión de sus diversas manifestaciones.

Bolivia tiene una particular historia en cuanto a políticas

culturales y formación artísti-ca, las mismas están casi en cero y su máxima son los ac-tos cívicos y desfiles milita-res. ¿Alguna vez nos pregun-tamos por qué el Instituto Eduardo Laredo, que es en el imaginario social un colegio de música, no tiene banda de guerra para los pomposos des-files que conmemoran nues-tras fechas cívicas y algunos tristes episodios de nuestra historia? Me lo han reprocha-do cientos de veces, y es que somos una sociedad de civis-mo inmaculado. Bolivia tiene muy pocos centros de forma-ción artística y las artes pare-cen sólo ser vistas desde una perspectiva del espectáculo.

El arte tiene mucha impor-tancia en los procesos de forma-ción y desarrollo humano, a tra-vés de éste es posible actuar, sentir y pensar de manera sin-tónica, y un ser humano que se ha desarrollado en la educación integral que conjuga los conoci-mientos científico humanísti-cos con elementos de las artes como la música, las artes plásti-cas, la danza o el teatro, tendrá mayor posibilidad de contar con una sintonía emocional y men-tal que le dará posibilidades de

realización en cualquier campo, con nociones creativas que le permitan aportar a la construc-ción social y cultural de su país.

De los centros de formación artística, pienso con mucha aproximación que Cochabamba tiene los más importantes en los ciclos iniciales y medio, en música, con instituciones reco-nocidas como la Academia Man Césped y el Instituto Eduardo Laredo. Este último con el plus de ser un centro de formación integral que combina progra-mas académicos científico hu-manístico y artístico, en músi-ca, danza y teatro. Cochabamba cuenta también con la afamada Escuela de Artes Plásticas, Raúl G. Prada.

Estos centros de formación literalmente han subsistido a la falta de atención por parte del Estado y a las políticas edu-cativas de varias reformas. Han subsistido por voluntad y también por caridad, pero hay algo que es importante remar-car, Cochabamba, siempre las ha querido y en más de una oportunidad defendido a capa y espada, estas instituciones son parte de nuestra identidad co-mo ciudad, como cultura gene-rosa, al menos nos hace más fe-

lices pensar así. El problema central no solamente pasa por la subsistencia de los centros de formación inicial y media, sino por la falta de espacios de Formación Superior a que se enfrentan los y las jóvenes que desean entregarse a estos cam-pos profesionales tan poco re-conocidos en nuestro país. Esto último enfrenta los siguientes problemas: a) académicos, b) infraestructura, c) recursos hu-manos. Por estos elementos se complica notablemente la for-mación superior de artistas en nuestro país.

Por académicos entendemos la necesidad de la creación de instituciones específicas a esta formación como conservato-rios, que legitimen formas aca-démicas y de evaluación den-tro de parámetros especiales que cada dimensión artística contempla, otras instituciones difícilmente tienen esta capa-cidad, pues responden a están-dares de formaciones académi-cas muy distintas. Por otra parte, se trata en muchos ca-sos de formaciones especiales, que requieren recursos espe-ciales, como horas académicas individuales y a esto se une el segundo elemento, el de in-

fraestructura, que exige la construcción de edificios espe-ciales y requiere de dotaciones e instrumentos y las más de las veces muy costosos. Final-mente, se trata de contar con una población preparada para encarar un proceso de forma-ción superior; es decir, que contenga en sí formación pre-via desde la infancia.

Bien son horizontes aún dis-cutibles y esperamos salvables en torno al futuro de niños, ni-ñas y jóvenes, que como lo del Instituto Laredo, podrán ser pioneros ante el Estado de una posesión de título que valida su profesión en el país.

En todo caso, a falta de pan, bueno sería desarrollar la proli-feración de instituciones que apliquen la formación integral artística en sus programas edu-cativos, ocupando el tiempo de la niñez y la adolescencia de manera plena a su formación humana, generando la forma-ción necesaria a generaciones que luego desarrollarían am-pliamente procesos sociocultu-rales en el país.

(*) El autor es psicólogo y di-rector del Instituto Eduardo La-redo.

Fadrique Iglesias Mendizábal (*)

ochabambinos hay en todas par-tes, dicen. Si cen-sáramos a los boli-vianos que viven en el área metro-p o l i t a n a d e

Washington DC, por mencionar una ciudad poblada por compa-triotas, e imaginariamente los pusiéramos en el mapa bolivia-no, tendríamos a uno de los 25 municipios más poblados del país. Entre esos emigrantes es-tán algunos de los referentes cul-turales nacionales, ya no como exiliados forzosos sino como aventureros del intercambio ar-tístico e intelectual, interconec-tados con el país a través de sus redes sociales y de su produc-ción creativa.

Hasta hace poco tiempo, los abanderados eran los músicos clásicos Jaime Laredo, violinista y director de la Orquesta Sinfó-nica de Vermont; Teresa Laredo, pianista y profesora del Conser-vatorio de Ginebra; el pianista Ramiro Sanjinés, profesor en la Universidad Nacional de Música Frédéric Chopin de Varsovia; Walter Ponce, director del depar-tamento de música de UCLA en Los Ángeles; y el compositor Agustín Fernández Sánchez, desde Londres.

Hoy, ellos tienen un interesan-te relevo que se ilustra sobre to-do en el chelista Pablo Issa desde Connecticut y en Camila Ba-rrientos, fundadora de la Socie-dad Boliviana de Música de Cá-mara y, actualmente, clarinete principal del Teatro de Sao Pau-lo, formada en Nueva York.

La música clásica no ha esta-do sola en la exportación de ta-lento valluno. Para muestra, basta mencionar a Gian-Carla Tisera, quien fusiona ópera con ritmos criollos y andinos (sí le-yeron bien) y al guitarrista que fusiona folklore y al jazz Gabriel Navía, de sólida formación en San Francisco, Berkeley, Berklee y Barcelona. Gabriel ha colabo-rado en la grabación de los úni-cos discos bolivianos nominados al Grammy Latino (2012 y 2013), con su padre, el potosino Eddy Navía, fundador de Savia Andi-

Cna. La fusión del folklore boli-viano adquiere ribetes sorpren-dentes en una tonada tan de chi-cha y cántaro, como la cueca, aunque de la mano de Willy Claure, quien desde Suiza tam-bién articuló el año pasado un majestuoso disco con conocidos latinoamericanos como Joe Vas-concelos, Elsten Torres y Pavel Urquiza.

Sin colaboraciones, los artis-tas del siglo XXI están perdidos. No así Joti Aviónica, quien este año estrenará un dueto con una de las más importantes cantau-toras pop-rock de Chile, Francis-ca Valenzuela. Lo está haciendo en serio, no sólo con su música, sino también con la impecable estética de sus videos y de las piezas visuales que lo acompa-ñan. Su forma de entender la in-dustria quizás viene de sus años formativos en la universidad Full Sail y de su etapa laboral en Miami con Emilio Estefan.

El más joven de los aquí men-cionados es José Andrés, el niño prodigio del jazz boliviano, que a sus 10 años ya ha tocado en pla-zas monumentales como el Ken-nedy Center, el Banco Mundial o próximamente en la visita del papa Francisco a Estados Uni-dos, donde vive desde hace algu-nas semanas.

Entre tanto cochabambino emigrante, es difícil mantener la sintonía con todos. Es difícil sa-ber si el dramaturgo Diego Aramburo está montando obras en Ecuador o República Domini-cana (o en ambos sitios, como pasa este mes) o si la artista y pintora Alejandra Alarcón está empapelando paredes con esas caperucitas negras, tan poéticas y seductoras como repulsivas. Ora en California, ora en Méxi-co –donde hace el arte para vi-deos de Natalia Lafourcade–, ora en Londres donde expone en este momento, septiembre y octubre. Igual sería complicado saber del paradero del fotógrafo Sergio Ri-bero de no ser por esos desgarra-dores y bellos retratos de rostros indios que comparte en redes so-ciales, ya no bolivianos, sino de la misma India, donde vive ac-tualmente.

Ribero, además de exponer sus fotografías, las ha cedido pa-

ra portadas de libros de referen-cia en Bolivia, uno de ellos de Rodrigo Hasbún, autor en boga en América Latina, no sólo por los reconocimientos de Bogotá39 y de la prestigiosa afamada re-vista británica Granta, sino tam-bién por el magnetismo de lo que escribe. Hasbún, quien tam-bién es editor de una de las re-vistas literarias jóvenes más prestigiosas –Traviesa– acaba de publicar una novela sobre la familia Ertl en Random House, algo así como el Real Madrid de la literatura universal.

En Random House ya publicó Edmundo Paz Soldán, quizás el único peso pesado del panorama

artístico boliviano a nivel me-diático, verdadero “influencer” entre los narradores nacionales y sin ninguna duda seguramen-te el autor boliviano más citado desde Alcides Arguedas, aunque menos rabioso.

Y si hablamos de rabia en los relatos, crónicas y novelas, no podemos obviar al anarquista de vocación Claudio Ferrufino Coc-queugniot, ese contestatario que agita los bajos fondos de Cocha-bamba, de Virginia del Norte y de Denver en su prosa poética y que gana premios inclusive de aquellos a quienes critica feroz-mente.

Agitadora también es la ci-

neasta Violeta Ayala, desde su trinchera australiana, documen-tando lo inverosímil con su cá-mara, así como Juan Cristóbal Ríos, guionista de “¿Quién mató a la llamita blanca?, que aunque paceño de carnet, se lo conside-ra ya cochabambino de Arling-tonbamba, pues se ha ganado a la comunidad boliviana en Ar-lington recolectando piezas para su película “La Virginia de los bolivianos”.

Y buscando entre ese crisol de expatriados también encuentras al cronista de la migración Leo-nardo de la Torre y a la narrado-ra y fotógrafa Cristina Zabalaga, la segunda está en Washington

DC y el primero en Barcelona, donde también vive el periodista cultural Javier A. Rodríguez, uno de los fuertes críticos de música en Bolivia.

Respiremos y asimilemos. No sabemos dónde están exacta-mente, pero sabemos que son co-chabambinos y que refuerzan nuestra identidad. Sabemos que hacen cultura y arte y del bueno. Sabemos que son muchos más de los que están enumerados en este pedazo de papel. Sigamos investigando dónde hay otros, y qué están creando.

(*) El autor es gestor cul-tural.