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Eugenio Raúl Zaffaroni DECANO DE LA PRENSA NACIONAL 9

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9 DECANO DE LA PRENSA NACIONAL Dos miércoles / 28 / marzo / 2012 19. El parto sociológico miércoles / 28 / marzo / 2012 Tre s 20. Los verdaderos padres fundadores 21.La criminología sociológica de los Estados Unidos cuantos millones. Seis miércoles / 28 / marzo / 2012 miércoles / 28 / marzo / 2012 S i ete Romina Zárate, Alejandro Slokar, Matías Bailone y Jorge Vicente Paladines Equipo de trabajo: Eugenio Raúl Zaffaroni 10

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Eugenio Raúl Zaffaroni

DECANO DE LA PRENSA NACIONAL

9

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Dos miércoles / 28 / marzo / 2012

1 9. El parto sociológico

La vieja criminología etiológica–de médicos y abogados– langui-decía en los rincones de nuestrasfacultades de derecho, pese a labuena fe de muchos de sus ex-positores, que no lograban acer-carse al fenómeno desde la pers-pectiva del grupo humano y menosdel poder. De vez en cuando es-polvoreaban su olla con un poco desal social, con afirmaciones untanto socialistas (cuando se abreuna escuela se cierra una cárcel, yotras semejantes). Sin embargo,ignoraban a criminales que nuncapasarían por una cárcel y que in-cluso habían frecuentado muybuenas escuelas. La delincuenciaseguía siendo para ellos la queveían en la prisión o en la crónicapolicial, aunque de vez en cuandose les escapaba la contradicción enque caían.

Si bien la cuestión criminalsiempre fue un tema central paraquienes ejercieron o disputaron elpoder, esto no lo podía explicaruna criminología de médicos yabogados. Por suerte hay saberesque se ocupan del comportamien-to humano, y que exceden bastanteel limitado campo de estos es-pecialistas, de modo que otrosavanzaban por un camino dife-rente, observando los fenómenosdesde el plano social. Nunca fal-taron los que lo hicieron desde estaatalaya diferente, pero fue pre-cisamente a partir del análisis dela cuestión criminal que fue to-mando forma y terminó obtenien-do patente académica una nuevaciencia: la sociología.

Todo comenzó cuando entre1830 y 1850 dos personajes –elbelga Adolph Quetelet y el francésAndré-Michel Guerry– llamaron laatención acerca de las regulari-dades en la frecuencia de los ho-

micidios y los suicidios. Queteletvivía haciendo cálculos actuarialespara las compañías de seguros,pero inventaba toda clase de cosasy, entre ellas, fue el fundador delobservatorio astronómico de Bru-selas, lo que no deja de ser original,porque la capital belga tiene elcielo nublado la mayor parte delaño. Guerry era un abogado que seenamoró de las estadísticas y lla-mó a estas regularidades estadís-tica moral, en tanto que Queteletbuscaba un nombre para su cien-cia. Cuando se quiere obtener je-rarquía de ciencia para algún saberexiste la tendencia a acercarlo a lafísica (esto hoy se llama fisica-lismo) y como Quetelet no eraajeno a esa tendencia, no tuvomejor idea que llamar a lo suyofísica social.

Pero no era el único que queríafundar una física social, pues enFrancia, Augusto Comte andaba enlo mismo y se enfadó mucho conQuetelet, afirmando que le robó elnombre a su ciencia, por lo quedecidió rebautizarla como socio-logía. Gracias al plagio nos sal-vamos de estar rodeados hoy defísicos sociales.

En verdad, Comte fue sorpren-dido por la irrupción del belga,porque sus ideas son producto deotra historia. La empresa de Comtefue precedida e impulsada por losreaccionarios (Louis de Bonald,Joseph de Maistre, Edmund Bur-ke) que consideraban que la Re-volución Francesa era un episodiocriminal y antinatural en contra dela historia, y que después de laderrota del díscolo Napoleón y dela Santa Alianza (alianza de ca-bezas coronadas para mantenersepegadas al cuerpo) volvían a lacarga reafirmando que la sociedades un organismo y jamás puedeadmitirse el disparate del con-trato. Si la sociedad es un or-

ganismo, se supone que debe ha-ber una ciencia que estudie lasleyes naturales de éste.

Además, los reaccionarios erannostálgicos del medioevo y ape-laban a argumentos de derechodivino, lo que estaba pasado demoda en tiempos en que despun-taba la ciencia como única garantíadel saber. También los críticos delorden social –los llamados socia-listas utópicos– con los que con-frontaban los reaccionarios, erantan o más organicistas que ellos.En esas condiciones, era obvio quea alguien se le habría de ocurrir laidea de responderles desde la mis-ma perspectiva conservadora y or-ganicista, pero conforme al signode los tiempos, es decir, con unaciencia de la sociedad: eso lo hizoComte. El gran mérito de Comte eshaber dado impulso a una cienciade la sociedad libre del lastre re-ligioso; sin embargo, desde el pun-to de vista ideológico hubiese po-dido tomar unos vinos con losreaccionarios sin mucho problemaen el plano práctico.

Como nadie puede verificar quela sociedad sea un organismo, lavoluminosa obra de Comte –pu -blicada a mediados del siglo XIX–presuponía un dogma gratuito.Aunque parezca mentira, se fundóuna ciencia sobre una premisa an-ticientífica o no verificable. Con-forme a ese dogma, el organismosocial tenía sus leyes, por ende,debía ser gobernado por quien lasconociera, o sea, por los soció-logos. Por eso le enmendaba laplana a Platón postulando algoparecido a un sociólogo-rey (untecnócrata social). Esto lo expli-caba por la ley de los tres estadospor los que habría pasado la hu-manidad: el teológico (primitivo),el metafísico (los iluministas) y–f inalmente– el científico (adi-vinen con quién: con Comte).

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Otro más que tenía ganas de sen-tarse en la punta de la flecha delt i e m p o.

Además, por humanidad se en-tendía a la raza blanca (a la quepertenecía Comte), pero no a todaslas personas de esa raza, sino sólolos hombres (Comte también loera), porque a las mujeres habíaque mantenerlas en estado de per-petua infancia, para sostener lacélula básica de la sociedad: lafamilia. Dada la importancia de lasjerarquías para sostener el ordensocial, miraba con simpatía a lasociedad de castas de la India.Como si esto fuese poco, tampocorenunciaba a un componente mís-tico e inventó una nueva religióncon toda su liturgia en que el GranSer era la humanidad, e integrabauna trinidad con el Gran Medio(espacio del mundo) y el GranFetiche (la tierra).

Es curioso, pero las ideas deComte prendieron en Brasil a lacaída del Imperio. Los militaresfundadores de la República velhalas tomaron tan en serio que in-corporaron a la enseña nacional ellema Ordem e progresso (cualquierparecido a la bandera de Brasil noes simple coincidencia). No paróallí la cosa, sino que incluso huboun templo comtiano en Rio deJaneiro, lo que prueba que no esnueva la generosidad de nuestrocontinente en la importación ded i s pa ra tes .

Es bastante sabido que Comte nogozaba de muy buena salud men-tal, y que al compás de sus de-silusiones amorosas intentaba sui-cidarse arrojándose al Sena. Esobvio que si hubiese vivido cercadel Riachuelo no hubiese inven-tado la sociología.

Por regla general, las historias dela sociología señalan como fun-dadores a Comte y a Spencer,quien también compartía la con-

cepción organicista y se acomo-daba en la punta de la flecha ci-v i l i z a to r i a .

2 0. Los verdaderos padres fundadores

Esta prehistoria de la sociologíamoderna muestra cómo ésta y lacriminología nacieron del entre-vero entre el poder y la cuestióncriminal. En tanto que la crimi-nología quedó atada a Spencer, lasociología posterior a Comte sedesprendió del contenido reaccio-nario de sus ideas y adquirió vuelopropio en Europa continental has-ta la Primera Guerra Mundial oGran Guerra (1914-1918).

En rigor, la criminología y lasociología habían nacido mellizas,sólo que la criminología perma-neció presa del racismo y reduc-cionismo biologista del spence-rianismo, desintegrándose paula-tinamente a partir de la crisis deesas lamentables bases ideológi-cas; en tanto que en la sociología,las ideas de Comte, quizá por reac-cionarias e insólitas, abrieron unamplio espacio de discusión y aná-lisis.

Lo cierto es que en la segundamitad del siglo XIX y primerasdécadas del XX, aparecieron lossociólogos que dejaron de lado laselucubraciones de sobremesa y co-menzaron a pensar más en serio,poniendo una cuota de orden ycordura. Estos sociólogos más ana-líticos pueden considerarse enrealidad los verdaderos padresfundadores de la sociología. Mu-cho se ha escrito sobre estos pri-meros autores y, si bien su pen-samiento es un tema propio de lasociología, es necesario señalar almenos por qué caminos marcha-ron. De lo contrario parecerá quede algún baúl de mago salió unacriminología diferente, cuando enrealidad venía preparándose desde

la sociología, sin que los crimi-nólogos del rincón de la facultad dederecho le prestasen mucha aten-ción.

Estos padres fundadores fueronlos principales sociólogos france-ses como Émile Durkheim y Ga-briel Tarde, y alemanes como MaxWeber y Georg Simmel. Su im-portancia no se debe tanto a lo quesostuvieron, sino a cómo proyec-taron hacia el futuro esta ciencia,pues Durkheim y Max Weber fue-ron los pioneros de lo que luego sedesarrollaría como sociología fun-cionalista y sistémica, en tantoque Tarde y Simmel abrieron elcamino de lo que habría de ser eli n te ra cc i o n i s m o.

Traducido a lenguaje compren-sible, esto significa simplementeque la sociología europea anteriora 1914 tendía a atender a dosdiferentes aspectos de lo social:uno privilegiaba la búsqueda de unsistema dentro del que todo cum-pliría alguna función, y otro nopensaba tan en grande y se deteníaen las relaciones más micro, tra-tando de establecer sus reglas.

Desde lo macro Durkheim pen-saba que el delito cumplía la fun-ción social positiva de provocar unrechazo y con eso reforzar la co-hesión de la sociedad. Entendá-monos: para Durkheim no era po-sitivo que alguien descuartizase ala abuela sino la reacción social decohesión que ese crimen provo-caba, es decir la respuesta. De estaforma despatologizaba al delito, loconsideraba normal en la socie-dad.

Weber en Alemania tambiénpensaba en lo macro y acentuaba laimportancia de las ideas paraavanzar a través de los sistemas deautoridad, que pasaban del an-cestral al carismático y de éste allegal-racional, que sería el de lasgrandes burocracias que regían en

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mino a un cabo austríaco quetomó la batuta de la mayor locuracriminal del siglo.

Los pensadores europeos tra-taban de explicar el desastre contalante depresivo. Oswald Spen-gler con La decadencia de oc-cidente y Vilfredo Pareto con la delas elites eran los dark de la época.Además, los totalitarismos que seiban instalando despreciaban aquienes pretendían explicarlesqué pasaba, puesto que los dic-tadores siempre lo saben, y cuan-do alguien les dice que se equi-vocan suelen matarlo. La socio-logía nunca tuvo buena acogida enlas dictaduras: recordemos nues-tra seguridad nacional cerrandocarreras y universidades como laCentral en Quito.

Mientras Europa no lograba ex-plicar su eclipse y dominaban lasrespuestas de los iluminados co-mo Hitler, Mussolini, Dollfuss,Stalin, Oliveira Salazar, Petain oFranco, los Estados Unidos es-taban en la cresta de la ola: lellovían capitales, millones de emi-grados europeos, sus ciudadescrecían de modo incontenible, elmelting pot era más pot que mel-ting, la especulación financieraalcanzaba el nivel de un verdaderoorgasmo económico. Todo estocreaba problemas, pero se los tra-taba con el optimismo propio dequien ganó la lotería.

Eran los locos veinte con sufondo de Charleston y fonógrafo.Los norteamericanos que se con-sideraban auténticos descen-dientes del Mayflower se sentíaninvadidos por los inmigrantes.Habían prohibido la marihuanapara reafirmar su puritanismofrente a los mexicanos, pese aque les llegaba la cultura de lataberna de la mano de los ca-tólicos y luteranos. Para reafir-mar su supremacía cultural pu-

cuentes no existiesen habría queinventarlos. En efecto: aunqueMarx no lo dice, si dejamos volarla imaginación y pensamos enuna fantasmagórica huelga ge-neral de delincuentes, veremosque se derrumbaría todo el sis-tema: se volverían inútiles losseguros, los bancos, las policías,las aduanas, las oficinas de im-puestos, etc. Sin duda que seríauna verdadera catástrofe.

En el pensamiento de Marx yde Engels llama la atención eltotal desprecio por el subpro-letariado (Lumpenproletariat),que es el nombre marxista de lamala vida positivista. Lo con-sideraban una clase peligrosa,inútil, incapaz de cualquier po-tencial dinamizante y siempredispuesta a aliarse con la bur-guesía. Estas afirmaciones pe-saron más tarde en el marxismoinstitucionalizado, dando lugar alos conceptos de parásito social yanálogos, permitiendo legitimarla represión peligrosista de ladelincuencia en esos sistemas.

En realidad, la criminologíamarxista no se apoya en las es-casísimas referencias de Marx altema, sino en la aplicación que delas categorías de análisis de éstehicieron los criminólogos mar-xistas, como lo veremos más ade-l a n te.

Pero todo este riquísimo de-bate sociológico de las últimasdécadas del siglo XIX se agotó enEuropa con los padres funda-dores que –por coincidencia–murieron cerca del final de laprimera guerra. Hacia 1920 lasociología europea se opacó. Estose explica porque la Gran Guerraarrasó a Europa. En 1914 las po-tencias europeas habían creídoque ésta sería una guerra deejércitos –como la franco-pru-siana de 1870– y que duraría

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los países centrales y que seextenderían a todo el mundo. Ental sentido sostenía que el pro-testantismo había facilitado eldesarrollo del capitalismo.

En tanto, Gabriel Tarde se fija-ba más específicamente en laimitación como clave de las con-ductas, impresionado por el po-der que adquiría la prensa, es-pecialmente con el escándalo delcaso Dreyfus, que provocó unbrote antisemita reaccionario ymonárquico que dividió a Fran-cia quizá hasta el propio go-bierno de Vichy en la segundaguerra. Se daba cuenta –a di-ferencia de Durkheim– de quehabía una enorme cantidad dedelitos impunes, con lo que ade-lantaba la cuestión de la selec-tividad.

Simmel, por su parte, puso elacento en la observación de quela esencia de lo social es la in-teracción de las personas y enque cada día tenían menos valorlas capacidades individuales enla sociedad industrial, lo quetambién parecía contradecir al-gunas ideas de Durkheim.

Finalmente, en Alemania nopodía obviarse a Karl Marx, pesea que no fue sociólogo. Aquí esimportante destacar que muchasde las ideas de Weber respondena un debate con Marx (algunoshistoriadores afirman que todala sociología alemana de la épocalo fue).

Marx se refirió a temas penalesy criminológicos sólo tangencial-mente. Hay un artículo publi-cado en la Gaceta Renana en 1842en que critica la penalización delhurto de leña, y un párrafo en laTeoría de la plusvalía en queironiza acerca de la necesidad delos delincuentes. En este últimoparece un funcionalista, peroplantea algo real: si los delin-

ritana emprendieron una cru-zada contra el alcohol, impulsadapor viejas locas que rompían ta-bernas a los alaridos y que lo-graron imponer una reformaconstitucional que prohibía ela l co h o l .

Toda prohibición que reduce laoferta y deja en pie una demandarígida, hace que la “p o rq u e r í a ”prohibida adquiera una plusvalíaque la convierte en oro, desa-tando competencia por su pro-ducción y distribución en el mer-cado ilícito. En el caso del al-cohol, tanto su producción –re -lativamente barata– como sudistribución se realizaban dentrodel propio territorio. La conten-ción de la oferta era necesariapara mantener el efecto alquí-mico de la prohibición; no obs-tante, desató una violencia com-petitiva con altísimo grado decorrupción del aparato punitivoy político, provocando una letalsimbiosis de criminalidad astutay violenta nunca antes vista.

Este fenómeno de los añosveinte fue aleccionador, porquecon la cocaína se apeló a unadistribución internacional deltrabajo: i) la producción y elcontrol de la oferta –con su con-siguiente violencia– quedan fue-ra del territorio del principaldemandante, ii) provocando lasmasacres en curso en México(40.000 muertos, decapitados ycastrados en cuatro años) y Amé-rica Central, iii) en tanto quedentro del territorio del granconsumidor sólo se distribuye, loque es a la vez la actividad menosviolenta y más rentable del trá-fico. Algunos sospechan que pro-porcionó parte de los recursosnecesarios para los salvatajesbancarios en la reciente crisis.

Pero volvamos a los roaringtwenties y a la jazz age. Era obvio

algunos meses. Pero fue la pri-mera guerra total; se jugó el po-tencial económico de los beli-gerantes durante cuatro san-grientos años, en que los jóvenesmorían despanzurrados a bayo-netazos, de tétanos en el barro oenvenenados o enceguecidos porgases tóxicos. Se consideró ene-miga a la población civil, y loscentros industriales y económi-cos fueron objetivos bélicos.

Al final de la guerra estabantodos los contendientes agotadosy sus economías destruidas. Laintervención de los Estados Uni-dos inclinó la balanza, pero losimperios centrales cayeroncuando los otros no estaban paranada bien parados. Europa sesuicidó con esa guerra que, porcierto, está bastante olvidada porlos historiadores. Para colmo, in-mediatamente después de la gue-rra sobrevino una terrible epi-demia de gripe que mató a unos

cuantos millones.

21 . La criminología sociológica delos Estados Unidos

El gran beneficiario de la primeraguerra fue Estados Unidos, queno la sufrió en su territorio. Elpresidente Wilson pensaba ra-tificar el tratado de paz de Ver-salles. Los republicanos, sin em-bargo, ganaron las elecciones,asumieron pésimos presidentes,nunca ratificaron el tratado depaz, dejando a Europa sola ydevastada, con una masiva co-rriente de emigrantes hacia Nor-teamérica. Los vencedores in-sistieron en el suicidio porquepara recuperarse tuvieron la bri-llante idea de imponerle a Ale-mania una reparación de guerrade pago imposible, la humillarony desestabilizaron a la Repúblicade Weimar, fomentando los ex-tremismos y abriéndole el ca-

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que estos problemas debían lla-mar la atención de los sociólogosnorteamericanos. Como es sabi-do, una de las grandes virtudes delos Estados Unidos es su con-siderable espacio de libertad aca-démica, sólo opacado en la pos-guerra con la campaña del se-nador MacCarthy. En uso de esteespacio, el pensamiento acadé-mico se separó y denunció a laideología que dominaba en loscuadros de la administración.

Por efecto de la autonomía aca-démica, una cosa fue la admi-nistración y el gobierno (y la Su-prema Corte), que seguían en lalínea del spencerianismo racistaadmirado por Hitler en Mein Kam-pf; y, otra lo que ocurría en lasuniversidades, donde se respira-ban otros aires: Franz Boas re-novaba la antropología y sentabalas bases del culturalismo, el mis-mo que dejaba de lado los pre-tendidos naturalismos biologistasy creaba la escuela en que des-collarían Margaret Mead, Ruth Be-nedict y Clyde Kluckhohn. Esteúltimo llegó a escribir que inclusonuestras creencias más profundasy nuestras convicciones más que-ridas pueden ser la expresión de unprovincianismo inconsciente.

En este clima, la cuestión cri-minal empezó a ser estudiada so-ciológicamente, a trabajar con in-vestigación de campo, a preguntarqué condiciona el delito en la so-ciedad. De este modo, con el pasodel primado de la sociología deEuropa a Estados Unidos, dio co-mienzo una nueva etapa de la cri-m i n o l og í a .

De aquí en adelante puede de-cirse que comenzamos a hablar enserio, aunque al principio no deltodo, porque la criminología arras-trará durante décadas una fallafundamental: seguirá preguntán-dose por el delito y dejará de lado

el funcionamiento del poder pu-nitivo. El aparato penal del estadono entraba en el campo de in-vestigación de esta criminología.Si bien no lo legitimaba activa-mente, lo hacía por omisión: si nome pregunto por algo es porquecreo que funciona bien.

Si bien es inevitable que quienpregunte sobre la etiología socialdel delito en algún momento setope con el propio aparato pu-nitivo –como reproductor de bue-na parte del fenómeno–, éste eraun camino que aún debía ser tran-sitado. Esta fue la función quecumplió la criminología etiológi-co - so c i a l .

Además de sepultar la carga deracismo manifiesto de su prece-dente, encaró el problema por lavía adecuada y fue el paso ne-cesario para llegar a lo que hoyparece casi evidente: no se puedeexplicar el delito sin analizar elaparato de poder que decide quédefine y qué reprime como delito.

Debido a esta omisión, los plan-teos de la primera etapa de lacriminología sociológica –que seextiende hasta las décadas de losaños sesenta y setenta del siglopa sa d o – son un tanto ingenuos yhasta simplistas, pero crearon to-do un arsenal conceptual sin elcual no hubiese sido posible laetapa posterior.

Estos sociólogos norteamerica-nos desde 1920 hasta fines de losaños sesenta se seguían pregun-tando por la etiología del crimen,dicho más simplemente, por lascausas del delito. Aclaro que lo decausas no debe entenderse en sen-tido literal, porque la sociología noes la física –pese a Quetelet–, perovalga la expresión sólo por grá-f ica.

En esta búsqueda de causas, fac-tores, correlaciones o como se loquiera llamar, se dividieron fijan-

do su atención en cinco diferentesfuentes: 1) en la desorganizaciónsocial, 2) en el control, 3) en laasociación diferencial, 4) en la ten-sión y 5) en el conflicto. De estemodo, se abrieron cinco grandescorrientes en esta etapa de la cri-minología sociológica.

Todo esto parece muy compli-cado, pero no lo es en absoluto. Endefinitiva, esta criminología socio-lógica elaboró conceptos que ron-dan en cualquier mesa de café,donde alguien pregunta por las cau-sas del delito y se opina con ciertosentido común desde la ingenuidadde desconocer el papel del propioaparato represivo.

Confieso que debo contener lasonrisa cuando escucho en algunassobremesas lanzar estas teorías porquienes ni sospechan que hubo quie-nes las envolvieron para regalo contodo el arsenal del vocabulario so-ciológico. Era niño cuando escuchabaa los milicos y pacos argentinos afir-mar que la invasión de cabecitasnegras a la ciudad había desorga-nizado todo. Con un sentido políticomás democrático, por cierto, peroesta es la esencia de la teoría eco-lógica de la Escuela de Chicago de losaños veinte y treinta.

¿Quién no ha oído a alguien afir-mando que el delito juvenil obedecea la falla de la familia, de la escuela,etc., a la consabida falta de edu-cación? Estas son las teorías delco n t ro l .

Hay otros que en la sobremesasostienen que éstos se crían en losbarrios marginales, donde hay nar-cos y delincuentes. Un poco mássofisticadamente, es cierto, pero enel fondo eso se respira en la teoríade la asociación diferencial.

No falta el que denuncia que la TVmuestra riquezas fáciles, éxitos sú-bitos, ídolos surgidos de la noche ala mañana y sin mayor esfuerzoadorados por mujeres hermosas,

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ofertas de autos lujosos, cuandoestos objetos no están al alcance dela generalidad de las personas. Es-ta es la esencia de las teorías de late n s i ó n .

Por último, habrá alguno queobserve que reina un individua-lismo en que cada uno tira para sulado, que todos son grupos deintereses que chocan y se matanentre ellos. No es muy diferente labase sobre la que se elaboraron lasteorías del conflicto.

Pero todas estas opiniones desentido común –que la crimino-logía sociológica sofisticó entre1920 y 1970– no son incompa-tibles. Los contertulios de la so-bremesa o del café discuten, peroen definitiva –si saben escuchar alot ro – no terminarán en una gresca,y hasta no faltará quien pretendacompatibilizar las opiniones concierto asentimiento general.

¿Qué es lo que permite hacercompatibles estas opiniones? Si lopensamos un poco, veremos que esel fondo común de confianza enque la sociedad puede mejorar ysuperar esos factores o causas. Esla opinión de que tenemos que irpara adelante, que Pepe, Pancho oLucho son unos corruptos que hayque echar o con los que hay queacabar, pero que al final podemostener una sociedad mejor.

Si bien la mayoría de los taxistasson razonables –por lo que les pidoperdón por lo que sigue, pues estálejos de mi intención fabricar uneste re ot i p o –, lo cierto es que concierta frecuencia nos vemos obli-gados a soportar que alguno de suscompañeros que escuchan radionos atormenten con que la únicasalida es la mano dura, que senecesita una mano fuerte, que hayque poner orden dando garrotazos,meter bala, que en la dictadura nopasaban estas cosas, que no sepuede llenar al Ecuador de co-

lombianos y otros conceptos “po-l i to l óg i cos ” semejantes (Además,creo que lo mismo podría escu-charse o verse en algún noticierode las lindas mañanas o nochese c u a to r i a n a s) .

Bien: supongamos que el taxistacon ese discurso se suma a latertulia y lo lanza al ruedo. Los quehasta entonces discutieron, si biencon diferente agrado de convic-ción, le responderán: Estás loco,después nos matan a todos, nopasaban porque no sabías, no, yono quiero volver a eso, le das manolibre y agujerean a cualquiera, no,eso tampoco es vida, y de in-mediato irán más allá y se pondrána discutir sobre la corrupción po-licial.

¡Asombroso! ¡Los contertuliosdel café o de la sobremesa habránrecorrido el camino de la crimi-nología sociológica del siglo vein-te! ¡La intuición los habrá llevadohasta lo que la sociología tardómás de cuarenta años en descu-brir!

Los de la primera discusión semovieron dentro del esquema deque la sociedad puede avanzar, yque removiendo los obstáculos sepuede superar las causas del de-lito. En el fondo, todos admitiríanque se puede mejorar a quienessufren esos factores y traerlos jun-to al resto. Quizá sin saberlo, estánpostulando un concepto borroso ono técnico del modelo de estadoso c i a l .

El taxista fascista (insisto, no seme enoje el resto de los muchachostaxistas, pero reconozcan que tie-nen algunos compañeritos así; noson los únicos, todos los tenemos),llega y rompe el esquema. ¿Porqué? ¿Qué propone? También in-tuitiva y borrosamente está pro-poniendo un modelo de estadodiferente, en el que una autoridadvertical no discuta sino que haga

que cada cual se quede en su lugary no moleste, mediante un ejer-cicio ilimitado del poder represivo.Eso no es más ni menos que elmodelo del estado gendarme.

¿En qué terminan discutiendolos que le contestan? En la críticaal aparato del poder represivo. Hi-cieron todo el recorrido y aci-cateados por el taxista legaron porintuición a la criminología de losaños setenta.

A esto quería llegar: no lo duden,la discusión –aunque no nos de-mos cuenta– es política. Los so-ciólogos de este período se iden-tificaban, preparaban o andabanalrededor del populismo nortea-mericano, del New Deal de Fran-klin Delano Roosevelt, de un mo-delo de welfare State, de estadosocial. Estaban enfrentados con elmodelo de estado gendarme, conlos afroamericanos iguales peroseparados (como había dicho laSuprema Corte), supremacía blan-ca, Ku Klux Klan, patriarcalismo,silla eléctrica, y toda el pro-na-zismo de esos años, Henry Ford,Charles Lindbergh, etc.

Pasó el tiempo y la criminologíasiguió el curso que iremos viendo,pero es bueno advertir desde ahoraque el debate de fondo –con epi-centro en los Estados Unidos y másevidente en la actualidad– siguesiendo entre dos modelos de es-tado: el social o incorporativo y elgendarme o excluyente: This is theq u est i o n .

Pero volvamos a este períodopara ver más de cerca lo que cadauna de las cinco corrientes men-cionadas puso en descubierto, pa-ra extraer así los elementos quenos permitan comprender el cursop oste r i o r.

Equipo de trabajo:Romina Zárate, Alejandro Slokar, MatíasBailone y Jorge Vicente Paladines

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