carcel mujer genero
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P R I S I O H E S
P R
M U J E R E S UN
E N F O Q U E D E
G N E R O
ElenaAzaola
L A T E O R
35
-
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36
LA
VCNTAHA N O N 2 /
995
' Remi t imosal lector interesado en el t e m a
a la
consulta
del
estudio
in
extenso-.
Azao-
la,Elenay
Crist ina
Jos
Yacamn.las
m u/e-
re s olvidadas. Un
estudio acerca
de la si-
tuacin
de las
crceles
para
mujeres
de la
Repblica Mexicana. Programa Interdisci-
plinario
de
E studios
de la
/'.
*'
Colegio
de Mxico/Com isin
Nacional
de Derechos
Hum anos, en
prensa.
E l estudio fue
realiza-
do a
solicitud
de lasubsecretarade
Protec-
cin
Civil ,
Prevencin
y
Readaptacin
So-
cial
de la Secretara deGobernacin.
E lpresente
trabajo intenta mostrar,
de
manera necesar iamente
breve y esquemtica, algunas de las ideas y de los resultados
que
obtuv im os
en un
es tudio que, duran-
te 1993y
1994,e m pre nd im os
al
inter ior
del
Programa
Interd isciplinario
deE s tudiosde
la
Mujer, de El Colegio de Mxico, con el
propsito
de dar
cuenta
de la
situacin
y
de las
condiciones
de
v ida
que
prevalecen
entre las
mujeres
que se encuentran en
prisin
en
nuestro
pas;'
Comenzaremos
por refer i r a lgunos
datos
sobre
la
poblacin penitenciaria
que
pueden resultar ti-
le spara
contextualizar el problema.
Existen
en
Mxico
un
total
de 445
es tablecim ientos peni ten-
ciarios
de
todo tipo: desde
lo s
reclusorios preventivos
de las
grandes
ciudades
hasta las
crceles
de las
comunidades
m s
pequeas
y
remotas ,
pasando
por los
centros
de readaptacin
social,
las penitenciaras, las crceles municipales, las distrita-
les, o bien, los m odernos centros fe de rales de alta
seguridad.
E n
aproximadamente 230 de estos establecimientos existeun r in-
cn, una celda o una pequea seccin que alberga poblacin
f emenina p ues, salv o contadas excepciones, no existen en M -
xico centros
que
sean exc lus ivamente
para mujeres ,
lo que
consti tuye
la
pr ime-
ra fuente de desventaja para ellas.'
Con
frecuencia
lo
anter ior in tenta
justificarse
esgr imiendo
2
L osdatosprov ienen de lasEstadsticas
Pe-
nitenciarias de la Secretarade Goberna-
cin, 1994.
-
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E L E N A A Z A O L A x- 3 7
como
a rgumento
que
ellas solam ente representan
el 4%
de
la
poblacin pen i ten ciaria an iv e lnacional , dato que , s in em bar-
go, t ien de
a
oscurecer otras razones
por las
que,
al
igual
que en
otros
espacios, seconcedea lasm ujeresm enos im por tanc iaque
a losvarones.E neste cam po, lasrazone sdeordeny seguridad,
entreotras , no ayudan a las m ujeres , pues e n la m edida e n qu e
ellas
pocas v eces hacen
uso de lafuerza, se
fugan ,
s
am o t inan
o representan
un
riesgo para
la
seguridad
de
estos estableci-
mientos , sus
demandas
no son
v is tas com o priori tar ias
y
t ien-
den apostergarsede manera indefinida.
E n nm eros absolutos , la poblacin totalde internas en los
centros penitenciarios
de l
pas era,
al
m o m e n to
de
efec tuar
e l
es tudio,
de 3 m i l 479m ujeresque , como hem os d icho, represen-
taban
el 4% de las 91
m il
788
personas internas.
Esta
proporcin
es
s e m e j an t eala que se encue ntra en otros pases con un nivel
s imilar de
desarrollo
que el
nuestro.
An
entre los pases
m s
avanzados,
en
donde
la mu je r
t i ene
una
part ic ipacin mayor
tanto en el deli to como en otras actividades, la proporcin de
mujeres en
prisin casi nunca rebasa
e l.
15
con
respecto
a los
varones.
No
es
difcil
ad iv inar que por detrsdelhecho anterior se en-
cuentran
patrones de conducta, valores, creencias e imgenes
que s i rv enparam arcar
las
diferencias, para distinguir
la
posi-
cin que ocupan el hombre y la
muje r
en nuestra sociedad; en
otras
palabras, construcciones
de
gnero.
Es porelloque
diver-
sos es pecialistas han propuesto que la escasa participacin de
-
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L A VENTANA, N O N . 2 / 1 9 9 5
3 C f r Carien,
Pat.
Women's
imprisomnent ,
Routledge and Kegan
Paul,
Londres, 1983;
Smat,
Cario.
Feminism
an d
the power
o
law,
Routledge, Londres, 1989; Larrauri ,
Elena
(comp.) . Mujeres, derecho penal y
criminologa,Sigloxxi,Madrid,1994.
*
Z affaroni, R al.
La
m u je r
y elpoder pu -
nit ivo , en AldaFaci et.al.,
Sobre patriar-
cas, jerarcas, patrones y otros varones,
lla-
nud, CostaRica, 1993.
5 Faci,
Alda
et al.
Sobre patriarcas, jerar-
cas, patrones y otros varones,llanu d, Costa
Rica,
1993.
Tambin: Zaffaroni. O p cit.
la
m u je r
en e l
de l i to cons t i tuye
una de las
eviden cias
m s
pal-
pables
de que los
m ecan ism os
de
control
informalresul tan se r m uch o m s severos y
efectivos
con la mujer .3
Otros
autores
incluso han
postulado
que lam uje res un
sujeto
ausente de ldis-
curso
puni t i vo .
4
Asimismo,
tanto Faci como Zaffaroni
coinciden
en
sealar
que
tanto
la
vis in
estereotipadadem u je ry hombre como la
inv is ib i l idad
de las mujeres son factores
que han
imped ido
que
exista
un
trato
jus to
para
la
m uje r
criminal izada.
5
Noobstante loanterior,en nuestro pas no se han efectuado
estudios eneste campobajo una perspectivade gnero.
E n
las
explicaciones que continan prevaleciendo acerca de lacrim i-
nal idad femenina s iguen ocupando
un
lugar pr ivi legiado los
referentes biologistas
o
psicologistas.
Los
prim eros
son la
conti-
nuacin
de la
lne a
d e
pens am iento iniciada
p or
Lom broso,para
quien
la
expl icacin
de l
com por tam iento cr im ina l deba
bus-
cars e fundam enta lm en te
en
hechos biolgicos
de la
naturaleza
animal que imprimen su sello indeleble en el hombre y en la
mujer .
Los
segundos,basados
en el
pensam iento posi t iv is ta,
si-
tan a ladel incuencia fem eninaen lacategora de enfe rmedad ,
la cual puede ind i s t in t amen te se r
consi-
derada
como
social,o ind iv idual .'
6 Una vis in cr t ica de estos enfoques
puede
consultarse
en:
Barat ta , Alessandro.
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E L E N Z O L
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Criminologa
crtica
y
crtica
de l
derecho
penal, Sigloxxi,
Mxico,
1986,y
Resocia-
lizacin
o control social? Por un concepto
crtico
de
reintegracin social
de l
condena-
do , en Elsistema,pe nitenciario. Entre el
temor
y la esperanza,
Orlando Crdenas
(ed.),
Centro de Estudios de Criminologa
Crtica de
Amrica
Latina,
Mxico,
1991.
L a
m ayor a
de los
trabajos
que e n
nues -
tro pasabordan
e l
f enm eno
de la
cr im i-
nal idad femen ina
parten, entonces, de
concepciones
para
las que el rol
tradicio-
nal
de la
m uje r
noconst i tuyeunproblem a
a analizar, por lo que no asum en una pos-
tura
cr t ica
frente
a l ni se encuentran en condiciones de em-
prender
desdeall
un
anlisis
de
gnero.
Aun en
trabajos recien -
tes
e ncon tram os que la explicacin sobre la de lincuencia fem e-
nina
sigueestando
profundam ente
enrai-
zada en
perspec t ivas esencia l i s tas
que
presentan a
la
mujer com o na tura lm ente
dbil, obien, com oen fe rm a mental . Entre
otros estereotipos, todava
se
encuentra
aquelque
hace
de lam uje rm exicana un
sercon
rasgos
masoquistas.
7
E s por
ello que,
despus de
haber
efectuado una
rev is in
sobre la l i tera tura exis tente , nos resolv im os a em prender
un
es-
tud io de t ipo cu alitativ o que diera voz a lasm ujeres in te rnas
con e l fin de
poder conocer,desde
su
propia perspectiva, tanto
las caracterst icas
de los
hechosdelict ivos
que con
m ayor f re -
cuencia
cometen, como las condiciones de vida que enfrentan
al
inte r ior de la pris i n y que perm iten anal izar y poner en
cues-
t in
lo s
f u n d a m e n t os
en que se
basa
e l
m odelo peni tenc ia r io
v i-
gente . Todoellobajo la perspectiva de gnero, por considerar
que este
tipo
de
anlisis logra modificar sus tancia lmente
la s
7 Cr.Adato de
Ibarra,
Victoria, et.al.
L a
mujer delincuente, Inst i tu to de Inv est iga-
ciones lurdicas, Unam,Mxico,1983;Lima,
Ma. de la L u z .
Criminalidad
femenina. Teo-
ras
y reaccin
social,
Porra, Mxico,
1991.
Otros trabajos recientes dejan de lado la
cuest in
de la
m uje r, como
el de
Fernndez,
Dolores
E .
Lapena de prisin,Unam , Mxi-
co,
1993-'
-
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LA
VCHTAIIA
N d M
2 9 9 5
condiciones que han de observarse, al t iempo que
arroja
lu z
acerca de
de te rminados aspectos poco contemplados hasta
ahora en otros estudios.
Nuestroes tudi o abarc al 79% de las
m ujeres
que se encuen-
tran
en
prisin
a
n ive lnacion al,
y que
hacen
un
total
de 2m il
424
m ujeres ,
de las que mil 159se
encuentran
en
centrospeni-
tenciarios
que
v i s i t amos
en u
es tados
de la
repblica para
ob-
servar sus
condiciones
y
obtener
sus
tes t im onios
de
m anera
di-
recta, y m il 265 se hayan en pequeos centros dispersos a lo
largo del pas y de las que obtuvimos
informacin
med ian t e
cuestionarios.
Tomadoe n
cuenta
que se
trata
de una
m ues t ra a ltam ente
re -
presentativa, podemos hablardel
perfil de las
.m ujeres que ,
a
nive lnacional,
se
encuentran
en
prisin.
Por lo que se
refiere
a la
edad,
el 70%
t iene entre 18
y 35aos, lo que es
importante con-
siderar
puesto
que abarca la
m ayor
parte de l
pe riodo reproduc^
t ivode la
m ujer .
E n
cuanto
al
estado
civil,las
internas
son en una
tercera parte solteras; enotra,casadas, y en otra m sv ivan en
unin libre,siendom uypequeo e lporcen taje dev iudas o di-
vorciadas. Sinembargo, e independientemente de su estado
civil,
el86% son
m adres
y
tienen,
en
promedio,
3.5hijos.
E n cuanto
a la
escolaridad,
70%
t iene com o nive l m xim o
la
pr imar ia y,
dentro
de
este porcentaje,
el 20% es
an alfabeta.
E l
30%res tante
se
dis t r ibuyeentre
los
dive rsos grados
de
lasecun-
daria, de lapreparatoriao dealguna carrera tcnica quepocas
veces
han
logrado completar.
Con
respecto
a la
ocupacin
que
-
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E L E N A A Z A O L A
x-
|
desempeaban antes
de
ingresar,
la
m i tad
de las
m ujeres
se en-
contraba en el hogar, m ientras que la otra m itad se integra por
comerciantesenpeque o, em pleadas dom st icas, m eseras, se-
cretarias, cajeras , prost i tutas , y en m enor proporc in, mujeres
ocupadas
en
actividades agrcolas
o
indus triales.
En
cuanto
al
delito,
y
aunque
la
proporcin
vara
m u ch o
de
unareginaotra, enprom edioel 36% de las
m ujeres
se encuen-
tra en la
crcel
por
delitos contra
la
salud;
33% por
robo
o
frau-
de; 1 4 por
homicidio;
4% por
lesiones;
3% por
robo
de
infantes;
2 ,
respec t ivamente , por secuestro ydelitos sex uales,y 6% por
el
conjunto de otros delitos en tre los que se encue ntran
despo-
jo, dao en propiedad ajenay al lanam iento.
Pasaremos ahora a referir algunas de las
conclusiones
que
fue posible obtener
en e l
estu dio. Para ello tendrem os
que
dejar
de lado tanto el m ateria l en el que se sustentan, y que aqu no
es
posible re prod ucir, as com o los rasgos p articulares que dis-
t i nguen
a
una
pris in
de
otra,
con elpropsitode
in tenta r
v i-
sualizar solamente algunos
de los
rasgos
m s
ge nerales
que las
mujeres
in te rnas com parten,
no
im porta
en
cul prisi n.
Desdeeste
ngulo,
lo que el es tudio intenta m ostrar es cm o
el s i s t ema penitenciario
refuerza
la construccinde gnero y,
por
cons iguiente ,
m an ti enelasdiferencias sociales que res ultan
en
desv en ta japara lasm ujere s, cuyas ne cesidades sonrelega-
das en las prisiones, com o ocurre en otros espacios. Por ello de-
cimos
que lasm ujerespasana ser una especie desujetos ausen-
tes,
no v is ibles
dentro
de la inst i tucin. Las d if icul tades que en-
-
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42 ~ -X L * y
M
TA H A . N H . 2 /
1 9 9 5
cuent ran
en los
reclusorios , incluyend o
la
sobrepoblacin,
no se
consideran a menudo como problemas re levantes . Tambin es
en este sentido
que
cons ideram os
que
els is tema peni tenciario ,
comootros , se r ige fund am en talm en te por un m odelo m ascu-
l ino
en el que la norm a se dicta y se desprende a part ir de las
necesidades
de los hom bres, siendo la muje r una especie de
apndice
que se
agrega
a
dicho m odelo.
Paracorroborar lo anterior
basta
m i ra rel diseo arquitect-
nico
de
nuestras pris iones,
la
distr ibucin
de sus espacios, as
como
las
no rm as ,
los
reglam entos ,
los
discursos
y los
m anual e s
que
expl ican
su
func ionamien to
y en los que no se
toma
en
cuenta a la mujer. La excusa que se e sg r ime es s iempre la
m ism a: lasm ujeresslo representan el 4% de lapoblacin pen i-
tenciar ia .Peroelnm e ro,porsupuesto nojust if ica que sus ne-
cesidades especficas
no
sean tom adas
en
cuenta
o
pasen s iem -
prea un
segundo
plano.
Otroejem plo lo
consti tuye
e ltrabajo que se da a las mujeres
al
interior
de las
pris iones/Se cont ina,
de
manera au tomt ica
e
irref lexiva,asignando
y
conf inando
a las
m uje r e s
a la
realiza-
cin
de las
labores
de
aseo,
o
bien,
albordadoy
al te j ido,
prc-
t ica
que
al
t iem pod e reproducir los
roles,
de gnero, le s br in-
dan m uypocasoportunidadesdeelevarysuperar su condicin.
A menudo es ta prct ica tambin esconde otra realidad: como
ocurre
en la
fam il ia,
el
hecho
de que la
m u je r
realice
las
labores
domst icas permite
a
otros miembros
dedicarsea
act iv idades
m s
redituables.
N o es que lasoportunidadesde
trabajo
abun-
-
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E L E N
Z O L
x-
}
3
den p ara los hom bresinternos,sin o que las pocas que
hay
se les
conceden tam bin
de
m anera au tom t ica
y
p rior i taria
s in
tom ar
en cuenta
a la
m u je r
y sin
tomar
en
cuen ta
que de
ella
depen-
de, en la mayora de loscasos, las i tuacinde loshijos.
Dehec ho, estas construcciones de gnero sigu en estando en
labase de la creacin de las
fuentes
de trab ajo para las m ujeres :
nohay un slopenal en elpas endonde lasactividades de las
mujeres
no se
re lacionen
con el
aseo,
la
costura,
la
cocina,
el la-
vadoderopay lostrabajos m anuales . As , a lafaltade
trabajo
de
otra ndole,
se
aade
la
dif icu l tad para v ender
lo s
productos
que
elaboran (bolsas tejidas, muecos de peluche, carpetas, e tc.) e
incluso
para
aprovisionarse
de los
m ater iales
que
requie ren .
A
lo ant er ior debeagregarseque, com o
regla
general, las in-
t e rnaspertenecen
al
sector
m s
m arg inado
de
nues tra sociedad,
loque noes e xtra o ni ocurresloen nues t ro
pas:
Set rata de l
r ec lu t amien to
p ref ere nc ial de los. pobres porparte
de
los sis te-
m as
de procuracin de
jus t ic ia ,
tantas veces documentado
sobre todo porcr t icosdederecho penal actual .
En Mxico, yadesde el siglo
xix las mujeres
presas cumplen
con el
s iguiente
perfilr
son
jv ene s , pobres , analfabetas
o con
un bajo
n ive lde
escolaridad
y,
casi s iempre,
son
madres
solte-
ras responsables dem ant ene r a sus hijos. Las
form as
del ic t ivas
var an, los m otiv os no: si ante s era el robo, ahora es la activ idad
de burre ras , pues e l t ranspor te de pequeas cant idades de
droga haven idoasus t i tu i ra aqul.
L a
jus t ic ia
que se
practica
es
d isc r iminator ia
y
parcial
para
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| | ~~~N.
LA
VCNTAHA.
H K . I I
1 9 9 5
estas
m ujeres
solas, pues
en
m uchos casos
se les
impone
la
pena
de prisin tan slo por no tener los recursos para cubrir el m onto
de una fianza que re sulta desproporcionada en relacin con la
falta cometida.
Estos
y
otros hechos
se
pasan
por
altodebido
al
predom inio
de una filosofa
positivista
que
parte
de un
modeloconsensual
de la
sociedad.
En
este
m odeloseasum e
q ue
todos com partim os
losm ism os
valores
y las mism as definiciones de lo que constitu-
ye undelito. Nadamslejanode larealidad.
Pavarin
seala que
la
criminologa positiv ista priv ilegi
la
dim ensin
de la
etiologa
deldelit
S
-
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E L E N A A Z A D L A s ~
f
nitorio(entanto quedelito), toda v ez que sus causas sociales
(pobreza, desempleo, socializacin insuficiente, inestabilidad
familiar)
perm iten
su
prese ntacin com o problem a . Estalabor
de
desm ontajesugiere igualmente considerar
que la
probabili-
dad de com eter un deli to se vi ncu la a
las
formase n que nos po-
sicionamos
socialme nte.
Siguiendo
con e l
ejem plo
de la
nocin
de
robo: sta
no
tendra sentido
fuera
de l
contexto
de
socieda-
des conregme nesdepropiedad priv ada.
Este
tipo
de
enfoque
nos
permite analizar
el
comportamien-
to crim ingeno de am plios
conjuntos
poblacionales as como
tambin el fenmeno del trato legal diferenciado que reciben
los
sexos.
Debido al
alto porcentaje
de
mujeres internas
por
delitos
contra
la
salud,
cabe
hacer
una
breve
reflexin
acerca
del
pro-
blema
de lasdrogas.Como lo
pudim os constatar
en
innumera-
bles
test im onios,no se
trata,
en la
gran
m ayoradelos
casos,
de
mujeres que
tengan un papel relevante dentro
de las
redes
de l
narcotrfico.
Su
papel
en
este campo
es tambin secundario;
basta
con
m i ra r
las
carencias
ydificultades que
en frentan para
sobrevivir
dentro de
la
prisin. Su princ ipal preocupacin sigue
siendo la decm o
poder
env iar algn dine roa sushijos.E ncon-
traste,el poder econmico de los v erdaderos narcotraficanteses
tambin
in ocultable en la
prisin, tanto
por la
prepotencia
con
la que se
manejan, como
por la
m anera
en que son
atendidos
por
otros internos
y aun por el
personal.
E l
negocio
de las
drogas
es un
fenm eno
de
la
globalizacin
-
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f
g -y. t t VENTANA N H .
2 /
1 9 9 5
que arrastra consigo redes innumerablesde l crimen organiza-
do. Se tra ta de un negocio que va tomandocadaV ez m s los
rasgos
de las
em presa sm ul t inacionales
en su
fase
de
a c u m u l a-
cin
ac tua l .
Estos
capitales mult imil lonar ios
no
pertenecen,
desde
luego,
a lasm ujeres
sino
questas, en
todo caso, consti-
tuyen e l l t imo
eslabn
de la
cadena
a la
que,
por
cier to,
son
enganchadas contando
con su
pobreza.
E ntantoque no
ocupan
una posicin jerrqu icam en te relev ante , tam bin se les consi-
dera prescindibles, siendo entonces objeto de denuncia por
parte de quienes
las
contra tan,
que de
es te modo pagan
su
cuota a lasautoridades, contando tam bincon que no ser di-
f c i l encon trar quin lassus t i tuya .
Salvo en las c iudades ms
grandes,
donde se encontraron
porcentajes
m s significativos
dem uje re s
adictas
en las
pris io-
nes,^
tampoco
se ;trata, en la
mayor a
de los
casos,
de mujeres
queconsum an estas sustancias. Aun as, a las m ujere s
adictas
se
les
cont ina v endiendo
e l
lem a
de di no a las
drogas ,
lo que
no es
sino
la expresin de una
polt ica equvoca
que
ubica
un
f enmeno en el
m b it o
de la
opcin ind iv idu al ,
en el
plano
d
lav o lun tad ,
cuando
que por su
com plejidad desborda
este
m -
bitoy se ubica en lopolt ico,en k > social.
L a act i tud
de
m ano dura contra
lasdrogassugiere e l
cote^
jo de las
m anera s como
este
f enm eno
se
v incu laat rans form a-
ciones recientes
y de ms
am plia env ergadura. Pinsese,
por
ejem plo, en los
aos
de la
guerra
fra en que
E s tadosU nidosem-
-
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E L E N A A Z A O I A
^~
|
~ ]
prendilaluch a contra un fenm eno m alignoye xtrao cuyas
fuerzasbus can socavar
a la
sociedad es tadounidens e ,
el
c om u -
nismo.Pinsese,
tam bin ,
en la
disparidad
de los
esfuerzos
que
handeem prenderen lanuev a gue rra contralasdrogaslos
pa'
ses
p roduc tore sy losconsum idores. .
Desde otrongulo, esta m ano dura
que e l
Estado
ut i l iza
contra e l eslabn m s
dbil como
una forma de
escarmiento,
contrasta
con laposicinque este m ism o E stado adopta ante
la
ven ta mas i vade tranquilizantes . Congran facilidad (tanto
adent rocom o
afuerade la
pris in)
se
prescribe
a las
m ujeresesta
clase
de productos; en el caso de la prisin, irnicamente, para
permit i r lessobrellevar paraadorm ecersu difcil
realidad.
Ahora
bien,
los
de fensores
de la
lucha contra
el trfico de
drogas
no
necesariamente
incluyen
a los tranquil izantes
dentro
de
esta categora, pues
los
d i s t inguen
en
tanto
que no
propor-
cionanplacer, ydejande ladolapropiedad altam en te adjet iva
de es tosfrm acos. Quizestaam bivalencia se relacione con los
beneficios sociales
que
reporta
su consumo: las mujeres
principales consumidoras
de
tranquilizantes t i enen
menos
opor tun idades
d e
re flexionar
sobre
su
difcil
y
dolorosa realid ad
mien t r a s
consum en
estos,;m edicam entos.Es
precisam ente s te
l|.
sent ido con que
m uchas veces pud im os
cons ta tar
que serecetaestassustancias a
lasm ujeres en prisin, lo que de paso fa-
cilita
suco ntrol.' .
Las
m ujeres ,
en
r e s um e n ,son
las
q u m e n os
s e
benefician
del
9Sobre
el
abuso
de
es tos m ed icamentos
en
mbitos distintosal carcelario,puede con-
sultarse:
Burin, Mabel et.al. E l malestar
de
las
mujeres . L a
tranquilidad
recetada,
Pai-
ds, BuenosAires , 1991.
-
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2
I
9 9 5
n
negocio
de
l*
s
drogas
y las que m s
perjuicios
sufren
cuando
se
las det iene.
Otro
grave problem a
es el de la
v iolencia
que
existe
en
con-
tra de lam u je r X que
his trica
y
s is tem t icam ente
ha
sido deja-
do de ladoosubestimado tanto pornuestroscdigoscom opor
nues t ras
prct icas jurdicas.
No
e sraro que en lahis toria de la
mujer
delincuente abunden
lo s
episodios
de
m alos tratos, abu-
sos
o
negligencia,
ya sea por
parte
de lafamil ia o de la
pareja,
de
tal m o d o quecuando
es
mal t ra tada por lapolica no tiene
conocimiento
ni
experiencia
en el
ejercicio
de sus
derechos,
por
lo que es an m sv ulnerable .
Para entender
el
fenm eno
de la
v iolencia contra
lam ujer es
indispensable partir
de l
anlisis
de las
dis t intas
formas
en
que
el
hom bre
y la
mujer
son
socializados
en
nues tra
sociedad,
y
es
igualm ente im portante reconocer la exis tencia de
fuerzas
exter-
nas a
l
a
familia que.perpetan
esta v iolencia.
As
com o
desdela
Edad M edia se ten a claro que la sociedad nocondenabala v io-
lencia
del
m arido contra
lam uje r,
sin o slo
sus
excesos,
hoy en
da sigue prevaleciendo un amplio mar-
gen de tolerancia o un silencio cmplice
en
tornoaestas prcticas, m uc hom s co-
Dobash.
R . y E.
Dobash.
Communi ty
res-
ponsetoviolenceagainst wives: Charivari,
abstract just iceandpatriarchy ,
en
Soc
al
Problems.nm.s, 1981. Vase tam bin La-
rrauri, Elena.O pcit.
mues
de loquesereconoce.
Otras formasde v iolencia m enos brutales tam bin se uti l izan
para m a n t e n e r
e l
control sobre
la mujer : el
abuso verbal,
la s
amenazas,la supresin del afec to o de los recursos econm icos.
Debe tomarse
en
cuenta
que la
posibilidad
de
escapar
a los
-
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E L E N Z O L
malos
tratos slo est abierta para
un
pequeo nm ero de m u-
jeres . Para otras, esta opcin no
e s
v iable tanto porque
no
t ie-
nen a dnde ircomo, lo que es peor, porque no conocen otra
fo rma
de v iv ir .Tam bin exis ten casosen los que un temor fun-
dadopor suv i dainm ovil izaa lam uje r:no
debe
olv idarseque la
mayor
partede loshomicidiosque secome ten con trala sm u je -
res
son
com et idos
por la
pareja.
E s im portante hacer notar
que
todo esto,
de
diversas form as,
t amb i n es t presente en la violencia que ejercenlos cuerpos
policacos.Innum erables
testimonios
quetuv imosoportunidad
de recabardan cuenta de abusos, malostratos, amenazas , in-
sultos,v iolacioneso torturaquefueron infl igidos a lasm ujeres
en e l
m om en to
de su
de tenc in .
Las descripciones de losactos de agresin sondramt icasy
es comn que lospolicasse ensaen par t icularmente con las
mujeres d los
grupos sociales
m s
marginados. Estaviolencia
produce
daos
fsicos
y morales incalculablesy t iene severas
conse cue ncias. Sera entonces
deseableque
lasprisiones conta-
ran con elpersonal suf ic ie ntem en te capaci tado y es pecializado
para
brinda r una atencin adecuada al problem a de lasm ujeres
que han s ido v c tim asde
v iolencia.
Lom ism o v ale para las mu-
jeres
q ue
consum en drogas
o
para
las
in im putables ,q u ienes / las
m s de las veces, carecen d program as de atencin
e special i-
zados.
Como tambin
lo
sealamos
en
nuestro estudio, otro gran
problema es la
concepcin
con la
cual
se im parten los
progra-
-
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50 -s.
LA
YEHTAHA. N H . 2 / 1 9 9 5
m s
de
enseanza
al
interior
de los
penales.
Tal
com o
le s
ha
ocurr ido
en la familia , laeducacinno esv is ta com oun asunto
priori tar io
para
las
mujeres , mien t ra s
que los
program as dejan
de lado e lhecho de que sonpersonas ad ultas cuyas experien-
cias
de v ida deberan ser e l pun todepartidapara el aprendiza-
je .Esta
carencia contina
m s
tarde negndoles otras oportun i-
dades
de
trabajo
fuera
d e las
laboresdomsticas/
reforzandosu
posicin siempre
en los
n ive le s
de
ingreso
m s
bajos
y
m enos
reconocidos socialmente.
Porotrolado,ya has ido docum entado endis tintos pases
el
hechodeque ,am ayores oportunidade sdeeducaciny demo-
vi l idad
social para
la muje r ,
corresponde
una
d i sminuc in
en
las
tasas de natal idad. Sabem os tam bin que los bene fic ios de
elevar
e l
niv e l educa tivo
de la
m u je r
invar iablemente
se
m u lt i -
plican
y
redundan
en una mejor
cal idad
de
v ida
para los
hijos.
Sin
embargo, dentro
de l
ac tual m odelo
de
socializacin
que la
pr is inpun tua lm ente contr ibuye
a
re producir , m ientras
que es
l a muje r ,qu ien
de m anera fun dam en ta l , y a veces
exclusiva-
men t e , se
hace cargo
de los hijos, se le
brindan las 'm enores
oportunidades y losm enores recursos para hacerlo.
Unp rob lem a m squedesalienta laparticipacinde lasmu-
jeres
en
l o s -program as e ducativos
de las
prisiones
es el
hecho
de
que
estas
actividades se realizan dentro del rea varonil y la
m ayora de los
par t ic ipantes
son
hom bres ,
lo que
cons t i tuye
un
obstculonofcil de v encer, pues las m s de las veces no
es
po-
sible g arant izarsu
seguridad
-
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E L E N A
A Z A O L A X 5
L a sobrepoblacin ha sido,porotra parte, una de las fuentes
de preocupacin m s constantes del s is tema peni tenciar io du-
rante losl tim osaos. Aunquesetrata de unproblem a m ucho
m sagudo en los penales para varones , tambin loencontra-
m osen los de m ujere s , como se docum enta en nues tro t rabajo.
A
m e n u do
se
piensa que , siendopocas,
nopuede
haber sobre-
poblacin. No se tom a en cuenta que se coloca a las m ujeres en
los espacios mspequeos, marg inalesy m al acondicionados
de la ins t i tucin. Tampocose considera que, s iendo
pocas,
20
por ejemplo, a veces permanecen recluidasda ynoche en una
sola
habitacin.
E n suma, consideramos que, dadas las condiciones de
desi-
gualdad social para lam ujer, sistasno son tom adasen cuenta
por els i s tem ade impar t ic indejus t ic ia ,lo que t e rminapor im -
ponerse
es una
justicia parcial.
E s
decir, mientras
se
apliquen
sanciones
iguales a condicione s que no lo son, lo que se reprodu-
ce
es una
s i tuacin
de
desigualdad real,profunda
e
intrincada.
Eneste sentido, consideram os
que no
podr mejorar
la
s i tua-
cin
de lam u je r adentro de lapr i s in m ien t rasno mejore afue-
ra. La
solucin
al
problema carcelario
se
encuentra
en la
socie-
dad: la pris in no hace sino reproducir,am pl ificar, concentrar
en un
pequeo espacio
sus
contradicciones
m s
profundas .
E l
conf inamien to de estas m ujeres v i enea ser unprocesode mar-
ginacin secundaria
que se
de r iv a
de un
proceso
de
marg ina -
cinpr im ar ia . C ie r tam en telo ssectores m arginale s , em pobreci-
dos, son los m s susceptiblesaingresara loscircui tosde laju s -
-
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52
S L
VE . O H .
2
/ 1 9 9 5
t icia yson losque aparecen sobrerepresentados en las
estads-
t icasde lapoblacin confinada. Lo que conduce aestaspobla-
ciones
al
proceso
de
m arginacin secundaria,
al conf inamiento,
es el haber v iv ido en u n contexto de marginacinprim aria. Por
desgracia,
para
la
m ayorade
las
m ujeres internas salir
de la ex-
periencia dem arginacin secundaria im plica v olv era lamargi-
nacin primaria.
En suma,
y
para concluir,
es
necesario que mejoremos
las
condiciones de v ida deestasm uje re s que han sido olvidadas.
Ellaspodran reaparecer en la
m em oria
colectiv a
con
eles fuer-
zo comn de todas laspersonas inv olucradasy de la
sociedad
en general.