caballos planetarios

317
Caballos planetarios Gonzalo Maire Editorial Rove

Upload: gonzalo-maire

Post on 20-Jun-2015

913 views

Category:

Education


8 download

DESCRIPTION

Segundo libro de poesía de Gonzalo Maire, historiador del arte y poeta chileno, quien recoje en este título el concepto del errante, el viajero, lo errabundo de las cosas que se encuentra diseminado por las culturas del Lejano Oriente, y que, desplegándolo en un discurso poético existencialista, lo da a conocer al lector occidental como una reflexión de los límites y sentidos propios del ser, junto a los caminos que lo intervienen. El libro se diversifica sobre un verbo que transita en la descripción interior, los sueños, los anhelos, las dudas infinitas, así también en la crítica a los valores, la injusticia, lo absurdo del mundo, lo hipócrita, y el vagabundeo de la letra, que es finalmente, un extravío de sí mismo. El presente poemario cuenta con las ilustraciones de Genoveva Moncada Astudillo, y la participación escritural de Gonzalo Núñez del Río, Emilio Vargas, Maya Echeverría, Alejandra Pinto, Ile Annae, Pablo Maire, Cynthia Valdivieso y Julio Iturra.

TRANSCRIPT

Page 1: Caballos planetarios

Caballos planetarios

Gonzalo Maire

Editorial Rove

Page 2: Caballos planetarios
Page 3: Caballos planetarios
Page 4: Caballos planetarios
Page 5: Caballos planetarios

Gonzalo Maire

CABALLOSPLANETARIOS

Editorial Rove

Page 6: Caballos planetarios

© Editorial Rove, 2012

© Gonzalo Maire, 2012

Portada: Xu Beihong. Título: “Cuatro caballos”. Tinta.

Contraportada: Xu Beihong. Título: “Dos caballos”. Tinta.

Ilustraciones: Genoveva Moncada Astudillo.

1ª edición

Registro Propiedad Intelectual: 216.399

Santiago de Chile, 2012.

Publicado en formato online en Buenos Aires, Argentina, 2012.

Page 7: Caballos planetarios

“Aprende de los pinos, aprende de los bambúes.

El poeta debe desprenderse y separarse de su yo.

Aprender quiere decir unirse a las cosas

y sentir su naturaleza íntima,

percibir la vida delicada y captar el sentimiento;

así se crea la poesía”.

Matsuo Basho (1644-1694)

“Quizá no sepas lo que yo soy ni lo que yo significo,

pero, de todas maneras, seré saludable para ti,

y justificaré y fortaleceré tu sangre.

Si tú no me alcanzas con el primer golpe, ¡anímate!

Si tú no me encuentras en un lugar, ¡búscame en otro!

En alguna parte me he detenido para esperarte”.

Walt Whitman (1819-1892)

“Y yo transmitiré sin decir nada

los ecos estrellados de la ola,

un quebranto de espuma y arenales,

un susurro de sal que se retira,

el grito gris del ave de la costa”.

Pablo Neruda (1904-1973)

Page 8: Caballos planetarios
Page 9: Caballos planetarios

Dedicado a toda alma que en su testimonio

de planeta, vea aquí el sitio de su gracia.

Page 10: Caballos planetarios
Page 11: Caballos planetarios

ÍNDICE

Debo confesarte este libro pág. 13

Prólogo pág. 14

Obertura pág. 22

La creación pág. 32

Alfarero pág. 39

CABALLOS DEL CIELO

Caballos del cielo pág. 44

El errante pág. 50

El inicio: la espada de la coerción pág. 55

Si tú, tal vez fuiste pág. 61

Lloré la noche mi nombre pág. 66

Al dolor de la poesía pág. 72

Agua para un abandonado pág. 75

Laoshan pág. 80

Page 12: Caballos planetarios

Aquello pág. 87

El día que amamos a un loco pág. 89

No me pregunten nada pág. 96

Yo te pido, si aún eres hombre pág. 101

Los ríos de mi canto pág. 106

Algo pág. 111

Declaración de movimiento pág. 113

Hojarasca pág. 120

CABALLOS DE LA DISCORDIA

Caballos de la discordia pág. 124

La guerra de Corea pág. 130

El enamoramiento de las cosas pág. 136

El tonto tonto pág. 138

A las vacas, a las aves y al cerdo pág. 143

¿Hay algo más gracioso… pág. 149

El rostro del mundo pág. 153

Me busco al encuentro pág. 160

La vida de sombrero pág. 165

Lo abundante y lo empobrecido pág. 168

Genealogía del mediocre pág. 171

Page 13: Caballos planetarios

El fin de este libro pág. 178

Soy pág. 186

pág. 188

Gusto en saludarte. Vengo de ningún lado, pág. 189

A veces es bueno morir pág. 193

CABALLOS DE LA NOCHE.

Caballos de la noche pág. 198

Cielo pág. 207

Me piden paciencia pág. 210

La tierra ya no es la misma pág. 215

Un perro ha muerto pág. 219

El destino del amante pág. 223

Aburakago pág. 228

La muerte pág. 231

Anónimo pág. 239

El mar pág. 245

Inflorescencia pág. 249

La casa pág. 252

Sandía pág. 257

El agua pág. 261

Page 14: Caballos planetarios

En los caminares del hombre sabio pág. 264

Mis manos pág. 272

CABALLOS PLANETARIOS

Otra vez, otro nacimiento (Emilio Vargas) pág. 276

Sin título (Ile Annae) pág. 282

Otra voz del padre (Alejandra Pinto) pág. 284

El último día (Gonzalo Núñez del Río) pág. 289

A esta hora todo (Pablo Maire) pág. 298

Sakura Eterno (Maya Echeverría) pág. 301

Sin título (Cynthia Valdivieso) pág. 304

A Hachiko Endo (Julio Iturra) pág. 306

Page 15: Caballos planetarios
Page 16: Caballos planetarios
Page 17: Caballos planetarios

13

DEBO CONFESARTE ESTE LIBRO.

Yo escribo a las cosas y ellas a veces me lo consienten,porque hay algo que en mí se ha declarado para ser dicho,como si fuese un pan que debe ser amasado o como untrigo que debe ser imperiosamente desgranado. Así esesta nebulosa que desde mi alma se enmaraña. Todo enmi boca, oculto, simiente.

Y porque quiero que tú veas sin ver, y porque quieroque tú palpites la falta sin recurrir a tu propia ausencia, seaquí el testigo de lo que ha muerto o de lo que está pornacer.

Óyeme sin palabras en tu boca y sin colores en lamemoria.

Se el verbo del mundo.

Santiago de Chile, febrero de 2012.

Page 18: Caballos planetarios

14

PRÓLOGO.

Yo te escribo desde todas las trayectorias, a modo de exponer mis

razones.

Entre los versos que se desgreñaron, la materia informe

del cosmos,

y entre los versos que se desprendieron de su región

antiquísima,

me crearon a mí, tan puramente como un ave confusa,

abstracta, sobre una aurora posada y malherida.

Y de este tiempo simple, dejemos sobre los azahares la

lluvia que sea las flechas innumerables de nuestros

caminos estrechados

o la filosa melodía de un fantasma fugitivo:

Page 19: Caballos planetarios

15

dejemos el ya no nos importa, si el en sí sea más de lo

mismo, no sólo de un hombre el rostro sin casa,

desamparado, o sin piedras las flores en su jardín,

porque yo tomaré de las cuerdas del tiempo toda su

resonancia y andaré de testimonio con ellas

para enseñarte las cantilenas que crecieron silenciosas

entre la huida cándida y la delgada espera.

Tanto yo he visto y tanto he tocado de cada viaje, que

hasta entiendo el por qué, nosotros, que nacimos en la

ciudad no nos conducimos siendo nosotros los mismos:

duele levantarnos. Duele caminar. Cansan las

apariencias.

Llegamos con los muertos, venimos con los sueños fríos, y

expulsados de un túnel de sangre y de leche,

aparece la voluntad de lo informe, bajo la imagen de

acciones ilustradas y virtudes nobles, pero de

obscuridades roídas:

Page 20: Caballos planetarios

16

pilastras alegres nos educan como entes sombríos, ¡si

hijos somos de la ignorancia!, recostados entre los ojos de

la noche.

Similar a un viajero fatigado

nos presentamos: oh provincias de la ruina,

departamentos seniles, de tus pies sin bordes, calzados en

el aire, las tardes se fueron en tus gritos,

encontrándonos sobre la funesta oscuridad un dolor

agudo a sangre y a lunas.

En cada marcha, por cada prolongación del camino, en

contracciones el viento acarreó la más profunda soledad,

dejando como una quemadura su estancia en el alma,

y en los valles planetarios las familias lloraron o se

enmudecieron, y sus hombros se encorvaron con ballestas

de remordimiento.

Así es como fue éste el final de los senderos, la muerte de

los viajes.

Page 21: Caballos planetarios

17

La costumbre nos constriñó como una madre, las manos

construyeron la antesala, fundaron el mueble,

enarbolaron el solar junto a plegarias diáfanas, grandes

murallas providenciales.

De humo trascendió la hora, de polvo las pisadas y los

hombres instauraron escalpelos y borrascas,

golpes y aullidos sintéticos, para protegerse de las hojas

marchitas o rotas.

II

Y yo, que de no poseer ya nada, de haber cedido todo

atrás, hacia la omisión del planeta,

se ha dispuesto de aquí mi gran poderío: un corcel, un

caballo, que es mi voz,

desde donde su rumor envió la escucha de un sin-algo, un

llamado remoto y contiguo de mi existencia, y de tantas

otras vidas,

Page 22: Caballos planetarios

18

que a través de la nostalgia de un campo veloces

desbocaron la medida adecuada de su marcha, resonando

voces errantes y tristes sobre mi alma.

III

Hoy fueron los días claros, el tiempo de ser.

Hoy fueron los días confusos del caminar oscilante, la voz

que surge sobre la multitud incógnita,

el insecto que de la caída se sobrepone a sus alas,

ronroneando el contorno inmediato de la luna, esa

quebradiza luna,

cuyos ojos fijos bajo las sombras miran el linde de una

incólume ciudad.

Me preguntarán los eruditos, los invernaderos, los

invertebrados,

¿para qué ser un vagabundo?

Page 23: Caballos planetarios

19

Yo no puedo contestar: en un baúl depuse las palabras de

un ayer.

No obstante, como desgastado entre un susurro, el viento

se sabrá, sin decir una boca, ni siquiera un pensamiento

recóndito,

que enarbolado de esta voz, cuya forma en mis delirios

otorgó a los caminares la arena de mis senderos y mis pies

y la materia su más pura y profunda expresión,

que yo estaré andando junto al hermano los senderos en

el territorio vasto de la Tierra,

recorriendo la patria impúber, primigenia, aquella que

aún no propaga sus deseos de clorofila, o idilios, o

rencores, o hambrunas,

o envidias, o separaciones; institución silvestre, vientre

pastoril que todavía

no desata con sus manos alargadas toda la estación

florida.

Page 24: Caballos planetarios

20

III

Mi viaje es éste, mostrenco e ingenuo, el viaje de los que

van conmigo, y en el que de todos, voy yo con ellos;

el gran camino en que ya no se muere todavía.

Pero yo sé de ti, y yo sé bien

que los tiempos del alma no son similares, que me

apuntarás con el dedo, como si disimulara algo,

alguna trampa, un artificio para cuando me leas los

bolsillos en su espesor vacío.

¿Qué es del utensilio?, ¿te has acordado del cómo de las

cosas?, ¿dónde amontonaste lo lógico en lo necesario?,

¿crees que viviremos -o tal vez moriremos- junto al

armonio de las artes o las palabras?

¿podrás lidiar con el aspaviento de los sombríos amores o

los regueros fuscos de los sueños?

La tarde cae, y no lo sé. Las estrellas caen sobre la

charca, y no lo sé.

Page 25: Caballos planetarios

21

Pero seguiré andando, inclusive, si tú, ya no estás

conmigo.

Y de este tiempo simple,

mi alma se fugará de pronto, sin explicarme, sin

esperarme como un caballo para caminarse de nómade,

a donde una maraña se desata junto a la luna repleta de

calor, cosiendo un río incansable de lenguaje

o presenciando el gesto nacido de una quieta herida; de

todas esas voces, mías haré sus palabras, mías sus

respuestas, Hermano.

Page 26: Caballos planetarios

22

OBERTURA.

Sobre un claro de luna.

Cuando todo está claro, en el tenue asomo, o desde lo

simiente,

yo penetro la sustancia misma como el día que clarea,

pero no de incoherentes líneas mías, sino por anchos

puentes, extremidades de lenguaje invisible, ido,

extraviado,

que de un lado a otro cruzo encima de una cimbra de

mutaciones, y en el agua, como en el espejo, las

apariencias emergen junto a un loto,

decorando y desnudando la pregunta de los cisnes.

Page 27: Caballos planetarios

23

Análogo a un monje, sobre mí alguna vez desgranaron los

sonidos en la forma de una cascada de hondos tambores.

De cuándo fue la primera descarga, no tengo recuerdo,

pero al darme cuenta fue soberana mi conciencia del

fondo hosco,

de que tanto el ruido y el silencio son una misma

condición humana, sobrepuesta en la vida y que reposa

en su subsistencia por el encadenamiento de todas las

cosas.

Así, pensé en mi viaje como un significado en el vacío.

Bajan las montañas rebasando la tarde, y el cielo es un

corazón rojo: ya sabemos que para el espantapájaros

sólo con el viento se alcanza a ser.

Empero, ¿para qué la vertical montaña, si antes de la

altura, las flores del té ya habían instituido en el camino

su base y su unidad?

Page 28: Caballos planetarios

24

Me detengo a contemplar tu falda blandida, macizo

colosal, y aquí que pasen las días con sus tiempos.

Hombres nosotros, bajo tu techo.

Yo me sentaré sobre las raíces inadvertidas que cruzan el

ciempiés, para que me aceptes aquí dormir, como a una

piedra, como a una musaraña,

si en ello se describieran mis ojos, si en ello la ocurrencia

de nuestro encuentro cosieran orillas de tus altitudes o

alzara invocaciones a los monjes pobres.

Pero yo sólo te pido una cosa: deja a mi alma tranquila

que se desate en el llover.

II

Sopla meciendo, el viento, tu velo auroral, y siento en mí

una palpitación indecible:

cómo ciego y mudo, me silbaban, de hojas estridentes, de

piélagos misteriosos, yo sordo… yo nieve…

Page 29: Caballos planetarios

25

lejos cantaba una redonda mácula, volaban inimaginables

alegorías, siendo o sido, por las nubes entre los

gorriones…

¡ah! sobre mi alma adolorida yace una luciérnaga, y al

mismo tiempo un clavel florece fitomórfica estalactita de

torno nómade,

maraña instituida que de vidrio mortífero su claridad a

posarse para siempre se vino sobre mi ventana;

Allí se estableció, como un silencioso torrente desbocado

en mis sueños, o como un pájaro herbáceo que echó sus

afables raíces tras la yema de un crepúsculo tendido sobre

un tiempo imaginario:

Vuelas hacia mí, sin ser visto, y te posas en mi alma, que

es tu alma,

y cantas el polen, y perfumas la estancia castaña de tu

domicilio, porque no es el sol el recipiente de tus

graznidos, ni atolón,

Page 30: Caballos planetarios

26

el límite enhiesto donde se despliega el brillo dorado del

amaranto, pero, y si a veces ya no creces, ¿dime, si no,

qué será, aquello de lo que te detuvo al nacer humano?

III

¡Ay alma!, misteriosa la anchura de esta ave, o el lugar de

esta flor, que pasa entre abrazos por el cielo, aromas bajo

la tierra, mezclando azulino raigambre:

pasa, pasa, pasa como un pensamiento vistiendo de

plumas su sombra oscura, pasa y pasa, sin contenerse,

explorando el territorio de mi cuerpo finito, de arena

calmosa,

de río quieto, desatándose en la desembocadura de mi

mente:

oh pluma, dedo de silencio en la arandela del escritor, se

advirtió en tu croquis ficticio toda la fuerza del viento,

Page 31: Caballos planetarios

27

ósculo plácido que la vida nos contaron de los

nubarrones, ecos provenientes de los espíritus

innumerables, otros, desde senderos remotos:

aquella ave anidó en mi descanso, bajo su corola vegetal

de sueño eterno, o una raíz espiritual que nunca yo supe

diferenciar…

aquel oigo de yo, oídlo, es el pequeño clavel de la

ventana,

la flor que entona en su florescencia una burbuja de

polen, contenida, en la alturas más altas donde nace su

estrío y como un idioma regresó para hablar el hablar de

todos nosotros.

IV

Y luego la noche ronca en mis oídos.

Y es la hora de escribir.

Page 32: Caballos planetarios

28

V

-De una hoja, se quedaron tras sus voces los últimos

otoños.-

VI

Cuando llega la noche estrellada,

a las parcelas levanto mi oración del cielo, entelequias de

la más alta llanura, galernas silvestres, en cuya

prolongación se fragua vigorosa la esencia de las

montañas de cabezas ambarinas:

¡mírenme!, ¡mírenme en esta noche encabritada, noche

de las estrellas fugaces!, quiero yo narrarles la historia de

la tristeza:

de la misma manera que el agua en su caudal disgregó las

voces ahogadas,

alguna vez sobre una herradura de sangre, oprimida,

enmelada, vi a los espíritus ausentes perder bajo los pies

su voluntad de pastoreo,

Page 33: Caballos planetarios

29

cuando dentro de las bocas no habían animales, y con las

manos profanadas lloraron un algo de sangre que nadie

pudo insinuar, porque no eran lágrimas,

no eran lágrimas,

sino el bramido de una insondable hendidura que hizo de

las hojas del alma una desesperación violácea y enferma.

VII

Vivo con un dolor que va conmigo, silencioso y mordaz, y

yo me huyo de cada poblado, queriendo equivocarme con

los días

y las frondosidades, pero el peso infausto me atosiga

como mi sombra, como una mordida de plata; se expone,

se despliega en mí, y él es mí.

Mientras los demás lloran. Mientras lo demás lloran.

VII

Page 34: Caballos planetarios

30

A la tristeza y a los adoloridos,

vean que aún se desvisten los laberintos que yo sigo sobre

mi alma, vean que conduzco, soy, y me diluyo, como la

voluntad entusiasta

en la forma de una avecilla, una delgada estría hacia el

cielo infinito, posándose, como lo haría una paloma de

ascua para mirar dónde se desaguó de astilleros la pasión

de mi ser.

Yo no he muerto porque me vean como a un errante,

como a un perdido,

no he sido igual a la hierba que maduró en las praderas

del olvido, sino que, tal vez, yo soy la escritura de mi

propia respuesta.

Y entonces sigo.

Y entonces, y entonces, y entonces, yo sigo.

Page 35: Caballos planetarios

31

VIII

Deseo: sólo si me han sustraído tu vida, la maravillosa

vida, sólo si ya no estás conmigo, sólo si ya de ti no nacen

frutas de colores,

sólo de ahí, de ese relámpago decisivo y absoluto, yo

podré despedirme de mí mismo.

Yo podré caminar y perderme en la inmensidad de las

cosas.

Y entonces el fuego lo quemará todo, y entonces el

crepúsculo brotará como una luciérnaga moribunda.

Y yo diré adiós.

Adiós a mi noche, adiós a mis pisadas que sollozan, adiós

a mis palabras de un lejano himno del corazón, de térrea

felicidad, porque la poesía, vida mía,

la poesía se ha vuelto para mí un viajero fatigado.

Page 36: Caballos planetarios

32

LA CREACIÓN.

Mientras el cuervo se posaba en la rama.

Antes de la obertura, no había voz, no acaecía, ninguna

voz:

todo era un irrumpir de sí mismo, tan puro, tan ingenuo,

cuando en el centro se cobijaba el elemento perdido, el

alma del alma,

como un inefable fondo vacío.

Y en un extraño espejo, la luz y la penumbra se

contemplaban el rostro falto de todo, del que no se había

instituido nada aún.

Page 37: Caballos planetarios

33

El perfil, el trazo, la entelequia o la idea eran una fuga

que iba en el espacio, deambulando entre los senderos de

la falta.

Y de repente

apareció un ave, el cuervo,

y se elevó de su volátil oquedad al crepúsculo de la vida,

y de repente, y de repente la luz,

la continua claridad que se desencadena del volumen y el

alma,

y de repente el sol,

y de repente el fuego, sus lenguas repartiendo escarlata,

rebosadas de pasión fosfórica, lumbres, fogones,

antorchas, veranos,

y de repente el día, la canción de las aves, la aurora, la

diáfana luz de los valles,

Page 38: Caballos planetarios

34

el ámbar del trigo,

y de repente la noche, el gran océano oscuro y lejano,

la melancolía, el negro, la luna, la esperanza, la congoja,

y de repente el cielo con sus nubes,

su espesura celeste, la bóveda de los sueños, la magnitud

desmedida, el suspiro,

y de repente el agua, los mares,

la espuma, las olas, las caracolas, las rompientes, la brisa,

las gaviotas,

y las tardes destinadas para los peces del cielo,

y de repente la montaña,

y con ella la altura de la tierra, la medida de la nieve, la

cumbre, la cordillera,

y de repente el árbol,

las raíces, el verde, la madera, el tronco, la savia, la copa y

las repeticiones del bosque,

Page 39: Caballos planetarios

35

y de repente el viento, las hojas tras el otoño, el

crepúsculo, las estrellas,

la madurez y el movimiento,

y de repente las piedras,

lo estático, lo inmutable, las sales del planeta, las rocas,

los peñascos, las arenas,

la piedrecilla, el grano,

y de repente las flores,

el estallido del polen, las abejas, los pétalos,

los colores, el breve tiempo,

las rosas, los claveles, los cerezos, las adelfas,

los crisantemos, los jacintos,

las madreselvas, las hortensias, los ciruelos, las fucsias, la

primavera,

y de repente los minerales,

Page 40: Caballos planetarios

36

el ópalo, la malaquita, el jade, la plata, la turquesa, el

rubí, el cobre,

las amatistas, el diamante, el oro, la esmeralda,

y de repente el amor,

bondadoso de besos, de cartas, de cariños, de poesía, de

amigos, de amantes,

de noches eternas, de tiempos cortos, largos, de bocas

planetarias,

y de repente el dolor,

catarata de tormento, de lluvia, de lágrimas, de tristeza

infinita,

de amargura donde nace el invierno,

y en sus torrentes la mentira, los celos, la crueldad, la

avaricia, los males sempiternos,

el ego, simplemente, como ego,

y de repente los dioses,

Page 41: Caballos planetarios

37

a poblar venidos del miedo, al mundo, del alma afligida, al

mundo

pero ellos no se mueven, ni interceden, ¿qué es lo que

harán?

y de repente el pensamiento,

la idea, el concepto, el lenguaje, la boca del alma, la

primera mano de la virtud,

lo simiente por antonomasia,

y de repente los libros,

las páginas, las bibliotecas, los escritores, los volúmenes,

las lecturas, las plumas,

los genios, los creadores,

y de repente el sexo,

la catarsis de la carne, la danza de los amantes, las uvas,

la manzana de la almohada,

el púrpura, la cama,

Page 42: Caballos planetarios

38

y de repente los padres,

que no siendo padres, pueden serlo, y en sus nombres no

hay cruces,

ni sangre, ni mentiras en sus títulos,

y de repente las familias,

fruto de muchas plantas, o de una sola,

y de repente el arte,

como un nuevo de repente, nacido de un pozo profundo,

humano, de los hombres,

y de repente el repente,

tantas veces fundando y transformando, sin parar, sin

detenerse,

solo, esperando por mí, esperando por ti,

y así, de repente, de repente y de repente, de repente y de

repente,

todo ha sido hasta hoy.

Page 43: Caballos planetarios

39

ALFARERO.

El torno del poeta.

Mi mano es de agua, así de simple es su expresión en este

mundo,

de la misma forma que mi brazo es un torno de hojas

y mi quehacer es una dulce melodía entre los árboles

balaustrados.

Muy simple es la vida, como de arcilla.

Muy dura es la vida, como la del artesano.

Yo así me he moldeado, con forma de bandeja, de

cacharrito marrón,

Page 44: Caballos planetarios

40

una amalgama de tantas cosas que he visto y vivido,

y que tal vez sirvan en su pura inutilidad para describir

como anécdotas o como libros, un sentimiento de

paradoja en todo ser humano:

de sentirse extraño, de sí mismo, como una caracola

dormida en el profundo océano

o un loto que se abre en la mitad de su vida, sin saber a

dónde ir.

También de sentirse despojado, parecido a un fantasma

con pies de sombrero y uñas en los dientes,

o una guitarra que toca sola el sonido de niños viviendo

entre pueblos despoblados.

Y así he ido por esta cosa rara llamada mundo,

de aquí hacia allá como un espectro de oleajes, de formas

deformadas

que se interponen a los latidos minúsculos de mi corazón,

Page 45: Caballos planetarios

41

bombeando perdones, disculpas de máscaras, fingiendo

buenos acuerdos,

ya que nadie es como quiere ser, sino como nos ven y nos

quieren parecer,

similares a contenedores serializados, con etiquetas de

números, precios de mercado, clasificados por tamaños,

por valores

y somos, al fin y al cabo, la solitaria espuma proscrita de

un océano lejano que, con mucha, pero mucha suerte,

percibimos tal vez en los sueños como un espejismo de

azul o esmeralda doliente.

Tal vez por eso quiero hacerme poeta, y tal vez por eso no

soy poeta.

En la poesía hay un canto abierto de par en par, que va

recorriendo las provincias inescrutables, sin echar raíces,

Page 46: Caballos planetarios

42

porque el poeta es uno en la misma serenata, recogiendo

los pasos entre los caminos,

zigzagueando su tierra y su voz sobre un frescor de vasija,

y porque allí quiero un canto que se va escribiendo con

puño de sangre, de rectitud,

con mano de torno en todas las desgracias del planeta, y

depositado en un contenedor de materia única, oscura,

reservada de la naturaleza

como una mano arrugada y partida de anónimo artesano,

de hombre de tierra, que dio en su dura vida un único

cacharro al mundo

y sin una misión o urgencia se colocó bajo un bosque de

estrellas a beber, allí donde en su boquilla aconteció el

más grande de los besos desdoblados.

Page 47: Caballos planetarios

43

Título: “Invierno”. Autora: Genoveva Moncada. Tinta sobre papel. Año 2012.

Caballo del cielo

Page 48: Caballos planetarios

44

CABALLOS DEL CIELO.

“El Tao de quien puede hablarse, no es el Tao absoluto.

Los nombres que pueden dársele, no son los nombres absolutos”.

Laotsé

No sé de dónde,

ni cuándo,

si de los anchos ríos de la tierra

o de las altas estepas del alma,

en mi pecho, tal vez cómo, o de qué manera, la luz,

la gran luz luminosa,

nació y sobre mí fundó su textura, como si se tratase

de un canto de silencioso auspicio,

Page 49: Caballos planetarios

45

como si en él corriera un océano puro,

y en el horizonte se fijaran miles de cristalinos ojos.

No tenía forma esta energía prístina, ni lenguaje, pero yo

se la otorgué:

fue un caballo,

un caballo, como ningún otro, que dentro de mí se desató

en espiral de meteoros, en descargas cósmicas,

en el mito planetario, junto a lo más universal que en el

hombre hay,

y se dirigió luego hacia el qué diría, los oscuros caminos

del quién se sabe,

así, cuando el día primero fue de antes, y todo se

descubría por el todavía hacer,

y todo lo ausente se enmarañó con la espera,

tú y yo,

bajo el cielo dulcificado, como dos corceles terrestres,

entre la mano anduvimos de la noche, solos

Page 50: Caballos planetarios

46

y completamente desbocados.

Cierro los ojos

y en los sueños fugaces o en esas largas realidades, pienso

que mi preponderancia no es gobierno,

empuñadura, regimiento:

es canto, canto hirsuto, canto sereno, canto del cantar,

porque mi alma no se contentó con ser, deseaba mucho

menos que la mayoría, anhelaba mucho más que una leve

paloma,

y me dio innumerables manos, todas inútiles y una sola

palabra

para componer formas divinas que no recuerdo, o

tampoco sé si ellas antes de mí,

poseían su existencia propia,

acaso no sólo de lo que dictamina la gran poesía,

Page 51: Caballos planetarios

47

sino de la sustancia que brota de poemas para hombres

ruinosos,

endebles, extenuados, de campesinos dolientes, huertos

sangrantes, errantes noches,

de ciudades frías, pescadores y peces, niños, hambrunas,

amores,

casas sin techo, madera feroz, de tristezas, sabios,

ingenuos, conocedores,

y de aquellos seres que de la muerte se levantaron;

también quise envolverme de tronco inamovible, de

grosor constante,

de textura oculta por otros follajes (o simplemente por la

extensión profunda)

como un pequeño árbol dentro de un bosque oxidado,

para que tú, sin conocerme, mundo nuevo, supieras

arraigar mariposas de primavera

Page 52: Caballos planetarios

48

y cuando las intemperies te aguardaran en los inviernos,

yo seré la leña, la calandria y el fuego.

Allá ibas, y un paso delante de mí, toda la inmensidad,

y un instante delante de mí, toda la creación,

como un caballo, como el amor en crines blancas,

éramos anatomía de la velocidad, la resolución del trote,

la cabellera sin contratiempos, ni susurros,

la órbita de la probidad pura, caballos, caballos, los dos,

que queremos ser uno,

y vamos repartiendo de lo que se nos ha dado,

pero las ciudades son una bruma encarnada de pasos

tumultuosos,

el silencio, mudo, es sigilo indiferente,

y en el camino las piedras sangran raudales, afirman su

dolor ferruginoso

Page 53: Caballos planetarios

49

de propagación en pequeñas multitudes individuales,

y la hierba solloza, entonces callamos:

y porque el cuerpo es finalmente humano, como el tuyo,

el mío, callamos:

¿quién podría decir ahora que soy una luz vertiginosa?

en la realidad de los desconsolados, en las lágrimas de los

afligidos, no hay hombre o Cielo,

sólo ombligos y ríos de zozobra, hombre y mujeres,

hojas secas y en la rivera,

oscila un sol cuajado que

no sé de dónde,

ni cuándo, pero todavía me espera.

Page 54: Caballos planetarios

50

EL ERRANTE.

Bajo Ginkgo, el árbol del otoño dorado.

Niño, ¿es a mí a quien observas?

yo sé de algo que no requiere de lógica,

algo que va de ti, sobre tus hombros, que su peso de flor

tiene el color del recogimiento,

y que en sus sencillas puertas el infinito se puede ver

como un mar oscuro y en silencio.

Hoy llega la hora de la mudanza,

y tú te vienes aquí, sin decirme nada, a mi lado y nos

desvestimos como si fuésemos purísimas miradas,

Page 55: Caballos planetarios

51

recitando las estaciones, unidos por una clareada obtusa,

ebria de todas las cosas,

donde las nubes nos parecen unas aves trazadas por

lunas, tan oscuras, que rondan los corredores

de tu alma encerrada, igual a un gran párpado inmóvil,

o como una descarga loca.

Niño, ¿eres en mí, o un inicio disoluto, o un aura que

palpita en mi ingenuidad,

o en vez, eres y eres la dotada espadaña, la rotura verde,

que como un laberinto

en tu vida floreció bifurcada, indeleble, con dedos sin

puertas y con uñas sin ventanas?

Niño, soy yo.

Niño, yo soy.

Yo soy quien te observa, y te toca, y entre mis pies se

tejen juegos y apretados vacíos.

Page 56: Caballos planetarios

52

Soy a quien nos acostumbramos y a quien nos mudamos,

afuera, sobre los redondeles de los ojos, y adentro,

concertado por arbitrarios contornos.

Niño, ¿Qué te he perdido de mi vida y llorado? ¿Cuánto

ha sido el oro acendrado de mis hojas?

Tú, aquel tan apegado que a sus bienes fue,

hoy se conduce a recorrer lo contrario, yéndose, como

una hoja solitaria,

nacido desde el líquido cardinal que en mi estructura los

caminares han acopiado,

yéndose, como un aguacero entre la noche,

pero con los años cayó el hilo dorado sin paso de la

compañía, yéndose en las lágrimas del niño,

y de este estado vivo y originario, y bajo esta espesura,

enmarañado dentro de mis cabellos

edificaron la morada que ahora en ti es pena y angustia.

Page 57: Caballos planetarios

53

Niño, has extraviado tu casa, y vas vuelta atrás,

yéndose en el errante que soy, que eres,

hoy, donde yo me abandono, hoy donde tú te mueres,

muero, y soy otro,

definiéndonos los estatutos de viajero para que mi letra

sea un sigo, persevero, y verse en el no-olvido ni en el

recuerdo,

y aquí, aquí entonces, como forma desconocida, adjunta

en la piedra impenetrable,

o sobre la niebla de valles tan oscuros,

desde una hoja me voy conquistando, desplegándome,

una lengua dulce,

torrentosa que escondieron de verde y de porosidad,

girando, girando, girando en tus labios con la caída, y en

todo lo malévolo, y en todo lo infinito,

y en todo el andar de los vientos ambiguos, sanguinarios,

todos suavizados,

Page 58: Caballos planetarios

54

yo, como una flor de rama desconocida, aquí soy yo, el

errante,

desangrándome los días y las noches hasta fundarme el

alma de forma nueva, y así,

sobre las arterias donde se fundaron los ríos más celestes,

seremos las libélulas simples,

sin dones aparentes,

para viajar de pueblo en pueblo y errar entre la errante

tierra.

Page 59: Caballos planetarios

55

EL INICIO: LA ESPADA DE LA COERCIÓN.

Subsistencia en el barrio pobre de Xiangtan, provincia de Hunan.

“Moldea arcilla de una vasija; de su no existencia (en el hueco de la

vasija), surge la utilidad de la vasija”. Laotsé.

De la madera, del agua,

de las piedras, de la loza,

de las hojas, de las calderas,

de los montes, de los Ginkgos,

del barro, de los ciclones,

de las estaciones, de la aurora,

de la nieve, de las aves,

de los peces, del labriego,

Page 60: Caballos planetarios

56

del cielo, de la porcelana, de las escafandras,

de basura y de aire

era mi casa.

La casa de los azahares, de la tempestuosa herencia de la

pobreza. tablas y sueños de pan.

La casa de los corredores, de las paredes rugosas y de los

suelos horadados.

Esta era mi casa. Olor a miseria.

Casa escindida de hermosura, de velo protegido, de

diminutas antesalas y techo de levadura.

Esta era mi casa, igual a un herbario desgranado.

Y yo, desde una ventana rota, miraba, miraba cómo desde

la tristeza del pueblo subía una úlcera hacia mí,

hacia todos, como una ráfaga que se disgrega sin ser vista,

y duele, y sangra,

pero también no duele,

Page 61: Caballos planetarios

57

se arruga en la carne, se crea costra, se instruye al hábito,

a la costumbre de sus disposiciones, y luego la poblamos

con templos, maquinarias,

sin saber cuándo, cómo, si en algún lugar de nuestra

subsistencia esa quemadura,

quizás al nacer, quizás en la muerte, o después, en los

huesos,

o en el embrión, envueltos entre el agua de nuestra

madre, o al abrirse por la tierra

hasta las manos del trabajo, adentro de las cicatrices, las

arrugas y las jorobas del motor, en la cabellera del sol,

o cuando supimos de nosotros, los inhumanos, sin estar al

tanto del otro,

o cuando lo devoramos como un fruto entre dedos de

tesoro hondo,

fue tal vez allí, en esa condición,

que llegamos antes que la muerte,

Page 62: Caballos planetarios

58

y silentes, y sin lengua, gritamos,

gritamos nuestro nombre, nuestro dolor, sin pulmones ni

voces, como un sonido enlutado, ausentes, a nuestras

propias entrañas,

de una metralla patética, de un párpado barrido, o quizás

de un fusil de niño,

y en nuestra alma se clavó la espada de la coerción.

De mí fluye sangre, fluye, sólo de mí, sangre y dolor,

y cuánto me gustaría seguir herido mortalmente,

continuar convaleciente de esta tajadura,

de este rojo,

porque en el dolor, hay un pequeño goce y quisiera

quedarme como tú,

con el dolor clavado a mi sombra, retenerme y esperar

que la noche nos consuma.

Page 63: Caballos planetarios

59

Quiero, dolor, aguardar ese momento y contigo sin un

nombre cortar las flores del cielo

y llorar, no importa por qué, si tu siempre vivieras a mi

lado,

como algo desconocido, como la basura que guardo bajo

mi alcoba

en la propia definición que otorgan tus hombros, y tu

forma, siempre hecha para mí.

Yo quiero ser contigo todo lo que imagines y sea

imaginable, y sin embargo, no puedo, y no se puede,

porque los dos, y yo, tal vez, sólo seamos una catástrofe,

un derrumbe, una colisión.

Para ti mi sombra, sombra de la vida, oscura:

yo no puedo darte mi vida por todas las razones que hay

en mi permanencia,

en mi amor amorido, pero por menos una.

Page 64: Caballos planetarios

60

Y es esta última proposición, la más alta y la de menor

poderío, que nunca yo podré decirte y nunca callarme,

fue la que finalmente me hizo irme

de todo lo que es y fue mío, de mi hogar, de mi cuidad, de

ti, de mí mismo,

para poder ser de todos, de alguna manera, que no sé

cómo,

si siendo el que fui contigo, de otro modo que una brisa

de pura ingenuidad,

o contrariamente de las palabras y de las flores, como el

más bruto de los caballeros heridos.

Page 65: Caballos planetarios

61

SI TÚ, TAL VEZ FUISTE.

Con viento y con tristeza en las afueras de Xiangtan.

“Los cinco colores ciegan los ojos del hombre; las cinco notas

musicales ensordecen los oídos del hombre (…) Las cosas raras y

valiosos mantienen despierto al hombre de noche”. Laotsé.

Ante mí, el cielo se vuelve arena tupida,

como un vidrio de flores desfiguradas, pétalos informes,

monstruosos,

centelleando,

similares a una espesa nevisca, benevolente, a una

libélula terrestre, a un grano purpúreo

y mis ojos aferrados se clavan

Page 66: Caballos planetarios

62

sobre los túmulos que emergen de la tierra, pústulas de

hombre y de familia,

e incontables hogueras asoman,

colinas que alguna vez fueron los cuartos de mi casa y las

paredes vuelan libres como un pájaro.

Mi casa se incendia, se hace ruina, se hace de mí un

gigante de fuego.

Se desgarra el viento en un gran arrecife

y quedan mis reminiscencias reclamando para sí la

ignición, el sepulcro definitivo,

confiriendo naufragio para las embarcaciones de tu alma,

y no obstante, yo sólo escribo, no concibo más,

porque, ay amor, si tú me hubieses dicho algo de amor, de

lo que recitan las bienamadas o suspiran las palomas,

yo sin dudar te habría prometido que no me movería a

ninguna parte,

y no usaría los zapatos y luego los estirados caminos

Page 67: Caballos planetarios

63

para tropezarme con tus besos y recostarme sobre tus

abrazos, acaso,

en la más absoluta oscuridad de la tierra;

si tu mano en mi hombro fuese el preámbulo que

necesitábamos, la invitación y el comienzo,

y si los dedos no alcanzaron para más, mi amada, aun así

no te hubiese desconocido,

aun así la tarde me cantase sobre su destierro;

mi pequeña rosa, mi pequeña, si me hubiese dejado

recoger toda tu negrura, yo,

con toda la nieve y con toda la lluvia sobre mí, empapado

de dolor,

seguro estaría de pie esperando tener más espacio, más

lugar para ti,

porque no puedo ser de otra manera;

Page 68: Caballos planetarios

64

y si entre dos amantes tú estabas extraviada, no me

interesaría saber cuál yo era, ya que te entiendo, y muero,

y vuelvo,

con la mitad de la felicidad, con la mitad desangrándome;

así que tú, mi amor, si me hubieras alegrado con toda tu

boca, y no solo con una parte de ella,

me hubiese decidido a no darle la espalda al sol cuando

éste alguna vez te bendecía por la mañana,

como una pequeña ave luminosa, como una aurora de la

más purísima cristalería;

y no sé si te apareciste ante mí de cabellos rubios, venida

desde el cielo lejano,

o morenos, alguna vez cortos, luego largos, junto a un

parque bajo la cordillera,

posada en el marco de una ventana,

con magnos ojos, triste, alta o baja,

naciendo o sucumbida,

Page 69: Caballos planetarios

65

con una mariposa impresa en el cuello, alegre, luciendo

un grabado en la espalda

o calzando unas sandalias negras,

no me importaría amor, cuál es tu apariencia si tu

vinieras, y acaso si yo fuera, siempre seré igual;

pero tú, a quien doné mi canto, si lo hubieses leído,

y lo hubieses querido como el papel que amparó mis

malgastadas palabras,

yo te habría escrito mucho más, tal vez una gran

enciclopedia a dos almas, de pocos infinitos idiomas,

un libro con todas las páginas llenas;

y si tú, mi gran amor, mi crepúsculo negro, al final no te

hubieras muerto, y yo no te hubiera desterrado,

créeme, que seguiría a tu lado y de amor no me marcharía

en este viaje, y en ningún viaje,

porque no caminaría sobre ningún amor desamado.

Page 70: Caballos planetarios

66

LLORÉ LA NOCHE MI NOMBRE.

Noche y yo en el bosque de coníferas de la Montaña Changbai,

provincia de Jilin.

“No porque se eleven, hay luz, no porque se hundan, hay

oscuridad. Sin cesar, continuamente, no puede ser

definido, y vuelve otra vez al dominio de la nada”. Laotsé.

Cuando todos duermen,

las lámparas se van, se marchan trepidando su estatura de

suspiro, de estancia

y ensimismado por una honda soledad silvestre, tengo la

impresión

que ojos negros en el cielo me miran,

Page 71: Caballos planetarios

67

me recorren en su toda enormidad, tan gigante, tan

planetaria como un gran oleaje de ónix,

ojos negros, ojos negros,

y a través de su boca defendida, mascullan voces férreas,

innumerables elucubraciones sobre mi despojamiento

como de aves infaustas, cuyos graznidos ahogados en la

mitad de lo insondable, son únicamente,

para lo insondable,

y ellas volando, volando, sin verse, resistidas por algo,

acaso,

por alguna existencia que no tiene ni representación,

acaso, por caracolas escalonadas por el cielo,

en la orilla excedida de las estrellas

están viéndome, observándome, porque no tengo casa, y

en mis muros corre el viento sin detenerse, como una

flecha o una lanza

Page 72: Caballos planetarios

68

y porque tengo frío, y hambre, me parecen las piedras, a

lo mejor, como una manzanas condensadas

y soy como un espantapájaros, estatua encarcelada,

hechura mortificada en el cosmos y sin rumbo,

y porque aquí estoy aquí

mi amada tierra, tierra, tierra, ¿adónde tú vas?,

ya sabe mi consternación que en crepúsculos me derribas

bajo las sombras, en canciones nocturnas,

otras, que no sé, y me dejas, te diluyes, cierro los ojos

y porque estoy desamparado, de mí estoy bifurcado en

muchas partes, como cepas irresolutas, coníferas oscuras,

y tengo miedo, y tengo miedo.

Es la noche de embocadura clandestina, como un silencio

muerto, una abertura que ahogarme me deja en su simple

océano.

Entonces lloro, lloro inconsolablemente

Page 73: Caballos planetarios

69

y mis lágrimas son un caudal leve y con clorofílicas

puntas, como si no tuviese en su oquedad fuerza de

lluvia, como si un vendaval fuese de hojas, igual a la

penúltima de mis despedidas,

afín al amor que fue desenamorado.

Lloro con el llorar más descalabrado de los ojos y sin el

alma,

donde irrumpe una pendiente de pestañas infecundas,

a un niño su inocencia, rota, y lloro, y ya es hoy el donde

no hay, sino duelo:

regándose sobre mí, todas las flores florecen muertas.

Me siento completamente solo,

salpicado por el infinito sin ninguna mesura, sin ninguna

proscripción de los espíritus para ser nómades,

y seguirme a mis espaldas con sus quejidos, sus fuegos

azules,

Page 74: Caballos planetarios

70

o qué decir de las piedras frente a la anchura de los

grandes valles, donde no hay, sino tenebrosidades:

me siento completamente solo,

tan reducido, tan pequeño, tan expuesto ante la

naturaleza impenetrable,

de quien alguna vez me hablaron como a una hermana,

no una madre.

Y sabrás tú que cuando todos sueñen y en la mitad de la

noche tú seas,

que yo en la otra mitad estaré andando, solo, sin poder

dormir,

deambulando, con pasos indeterminados, inciertos, junto

a un vuelo tuyo,

y la rama en tu luminiscencia se me aparecerá en canto,

en diadema, en flor sonámbula,

y la luna, ahora, y sus cara y sus labios, como una triste

melodía.

Page 75: Caballos planetarios

71

En el destierro de la noche, junto a las coníferas y una

estrella bruñida,

soy yo un náufrago de la vida, y así conducido por el más

hondo silencio oscuro, lloré la noche mi nombre,

yo, completamente solo,

yo, completamente solo.

Page 76: Caballos planetarios

72

AL DOLOR DE LA POESÍA.

Verso y sangro sobre yo y las selvas pluviales de Jianfengling,

provincia de Hainan.

“Estos dos (El secreto y sus manifestaciones), son (en su naturaleza),

lo mismo; se les ha dado nombres diferentes cuando se hacen

manifiestos”. Laotsé.

Y sí, lo veo en tu cara:

no te gusta que la gente se sonría, mucho menos que el

poeta pinte

con sus palabras esa cosa grotesca y burguesa que llaman

alegría.

La ciencia del poeta es el dolor,

tal parece su bandera.

Page 77: Caballos planetarios

73

Bien.

Realmente bien.

Por eso entiendo que me leas como con miel, con ojos de

ciruela o fresa,

por eso veo en tu lectura diez rostros dubitativos hacia

mis versos, como un asaltante a la espera,

una mueca de sirena dulcificada o de crítico mordaz:

no sabes nada de mí

y te enferma no verme en hospitales, en martirios, en una

fosa, porque, simplemente,

no quieres ver otra cosa en mi obra más que pelos de

aguja en cada palabra,

cadenas en las rimas,

Page 78: Caballos planetarios

74

gritos en los capítulos y antidepresivos en la boca del

poeta.

(más que antidepresivos, prefieres que sean drogas, ¿no?)

Como un prestamista mira al pobre su firma, mascullas

hacia mis palabras un "tienen poco carácter".

no sabes si en este libro se tejen espadas, láminas de

siquiatra o una casera mermelada;

y no te pongo objeciones, hasta te doy la plena razón.

Pero así es mi poesía:

parecida a un chocolate, a una tijera, a un panal de abejas

o una herida.

Así yo he escogido vivir: con forma de sandía, olor a tierra

y sabor a pastelería, porque de estas materias es la

culinaria elemental del errante:

un simple hombre dulzón.

Page 79: Caballos planetarios

75

AGUA PARA UN ABANDONADO.

Éxodo de sed entre el lago Karakul, provincia de Xinjiang, y el lago

Mana Sarovar, región autónoma del Tíbet.

“El pueblo de la tierra tiene siempre un propósito; yo solo parezco

porfiado y rudo. Yo solo difiero del resto del pueblo y avaloro tomar el

sustento de la Madre”. Laotsé.

Eternos meses sobre mi espalda

se encaminan por pesados pasos bajo mis pies

y en mis ojos cuántas, cuántas lágrimas

siguen desmoronándose,

sacando de la tierra solitarias mariposas de ayuno.

Page 80: Caballos planetarios

76

Yo soy así.

Por el tiempo me transporto

como un sol sin rayos o como el polen sin sus abejas.

Pero de pronto,

traído con ímpetu por la voluntad de las piedras, me

escurro igual a una breve hormiga,

una presencia mínimamente viva

yo, el que ha sido vencido por el hombre, el que va con

sed,

con la ropa de mudanza, la piel del fugitivo, con la

garganta muerta y las suelas gastadas

yo, quien va como el abandonado.

Mi corazón a estas instancias de incertidumbre

Page 81: Caballos planetarios

77

yace dispuesto a dos aguas, a dos lagos, dos néctares

proferidos del alma.

El primero, Karakul, desaguado desde los cauces de la

noche, se sirve en una copa sombría,

cuyo material es obtenido de las nieves tectónicas de la

imponderable altura

y en él se derrama un brebaje de pureza espesa,

como un vino de tumba, una flor líquida, una estrella de

rocío que lleva por nombre el de melancolía.

Y al beberlo, recostado en los confines del mundo,

yo soy tímido, como un arca aclarada,

bajo su cerradura retardando la pequeña añoranza

dolorosa, o soy yo, un furioso

como un bosque entre la lluvia, agitando sus follajes

olorosos contra el viento, o como lagartija inquieta,

soy callado, crepuscular, en las palpitaciones de su cola

truncada

Page 82: Caballos planetarios

78

y soy, como yo solo

un estúpido en el amor.

El otro néctar, Mana Sarovar, es un planeta de agua,

desencadenado en una copa de aire sobre los murallones

del verano,

junto a las alas del cisne, sobre el sol, en la montaña.

Lo bebo, y no sé qué desabrimiento posee,

o si tan sólo he tomado para mí el mundo, pero no por

región, asalto o huerto,

sino que en su vientre he palpado todo su padecimiento,

su indigencia,

que no tiene nombre, pan, o color, o textura, cereal, o

espesor.

Su caudal arrastra lo que se vela en las calles, en los

pueblos derrumbados,

Page 83: Caballos planetarios

79

la muerte en las provincias, en los niños hambrientos,

en los ancianos y los desprotegidos, la inmundicia en los

parlamentos indiferentes,

en las diligencias gubernamentales,

destruyendo los estamentos del hombre vivo por la saliva

muerta del hombre común,

que es indiferente, que es solo, devorándose a sí mismo

con amargura, con hambre rastrera, caníbal,

y vuela por las noches palpitando junto a los muertos

como una mariposa embriagada de sufrimiento.

______________________________________________

Este es un poema inconcluso, elaborado para aquellos hombres que

fueron por el mundo dando pan, manos, fruta,

y a cambio recibieron su propia muerte.

Un poema como este no puede beneficiarse de final o moraleja, sino

ser únicamente testimonio de la locura.

Page 84: Caballos planetarios

80

LAOSHAN.

De la tierra al cielo en la parte sur de la provincia de Shandong.

“La naturaleza dice pocas palabras: he ahí por qué un chillido no dura

toda la mañana”. Laotsé.

Aquí, mi hermano, germinó el Gran Camino.

Aquí, la historia se estableció junto al hombre y los valles

e hizo suyo el idioma de la tierra.

Aquí se cuenta que el emperador subió por las escaleras

repujadas

como si sus pies congregaran, acaso, al agua de los

manantiales,

y anduvo por los profundos acantilados, como si se tratase

de vientres rugosos o airosas cinturas de piedra,

Page 85: Caballos planetarios

81

y por todos lados, cauces cristalinos, océanos, donde la

altura ya no llega,

igual a los árboles y los pastos indomables, que fueron el

recinto sobre los territorios pluviales,

igual, al hombre que en un beso desencadenó las

cascadas, lo indestructible,

iba, iba este hombre

yendo, yendo más arriba, más arriba

hasta encontrarse con la cuna del cielo.

Sobre tus espaldas, Laoshan,

yo te canto desde mi altitud, desde mis pies, desde mis

cumbres, desde mis potestades,

anonadado de tu presencia, atestado de su absoluta

sabiduría, del verde,

te canto, te canto, gran monte:

Page 86: Caballos planetarios

82

gran piedra de los antiguos, vasto candil de la flor

ambarina,

donde todo pensado fue en ti, orbe, como si un padre o

eléctricas raíces de un golpe mortal

fecundaron el día,

la hora, la geografía, de tu nacimiento junto al barro:

De tus vertientes estalló el mineral,

de tus cabellos fuentes se removieron sin memoria,

consagradas

a la vida de las inmortales empuñaduras que despuntaron

el signo de un ave oscurecida,

un cuervo, tal vez, de tan largo tiempo que antecedió a

todas las noches

y que sobre un ramal, sin anunciarse, se posó olvidada la

génesis del hombre y del río.

Aquí el inmenso Cielo ascendió, hizo suyo el vuelo de

una libélula en cenizas

Page 87: Caballos planetarios

83

a los holgados huertos estelares, donde grandes campanas

resuenan

y de su poderío depositaron las semillas incólumes,

simientes,

sobre la tierra arada como luceros poéticos, tigres

fulgurosos, dragones oníricos

o aves diminutas, suaves, como tortugas llevadas por una

mano, que quién sabe,

a su amor los besos de la instauración, la luz, el sol o el

fuego

perteneció todo, todo lo que hasta ahora fue creado.

Piedra duradera, mástil de la tierra,

no sabría decir qué ser, qué contorno obscurecido, en su

propia presencia lejana,

entre anales soterrados

Page 88: Caballos planetarios

84

y por trashumantes te fundó de piel cantarera, alguna vez

en algún pasado,

semejante a un camino de escalinatas laberínticas y de

tejas caídas.

No podría indicar cuándo esta alma se pobló sobre tu

cumbre,

con el corazón solitario, y la primera pedrería se ubicó

sobre tu falda, de su mano,

no sabría contestar, porque no me atrevo, quién o cómo

en cada piso comenzó a establecer la altura, el vestigio, el

fanal indomable

para los hombres, o si fueron ellos mismos,

quienes enarbolaron los maderos, las amapolas, los

relicarios, los corredores, los altares,

las ofrendas, las cortes, los tesoros de la inmortalidad

que la naturaleza provista de un testigo silencioso en tus

labios se condecora.

Page 89: Caballos planetarios

85

Laoshan: no sé el tiempo sin las líneas,

aquel de interminables números astronómicos, ni el

calendario de los inmortales

que sobre lo más alto de esta pagoda, en esta bóveda de la

tierra,

fecundaron las nubes,

y en ellas emplazaron nocturnos ríos con rostro

derramados de rocas viajeras

y los peces y los azules

y así cuando bajasen de tus latitudes siendo un sonido de

la luz,

asomo de las más ingenuas aguas,

los ciclos elogiarán del estanque los pies desnudos del

hombre,

ese hombre nuevo nacido de tu vientre,

Page 90: Caballos planetarios

86

allí, donde los hijos del sol se acallan en una noche de

estrellas amarillas

allí, donde su alma se desata en la niebla de la boca

enrarecida.

Laoshan,

miro y sueño sobre tus cumbres difusas,

aquellas curvas ferruginosas donde el hombre acopió con

sus vasos y sus éxodos

todo el tiempo que huía.

Page 91: Caballos planetarios

87

AQUELLO.

Luz y silencio de mí, a través de la Costa de Oro de Changli,

provincia de Hebei.

“La perfección más grande es como la imperfección, y su uso no es

nunca dañado”. Laotsé.

Esta luz no tiene nombre, pero entonces, yo me pregunto

¿cómo pudo la luna verter su agua en la hoja de la noche?

Yo digo que tomó la tierra el hidalgo peso del alma en una

hojuela, y aquella,

como su propia pluma, y a través de los opúsculos duros

de la materia

escribió sus versos con toda la solemnidad de bosque

Page 92: Caballos planetarios

88

que le confirió la penumbra a su imperiosa inflorescencia

de reina dormida.

Así la luna hizo lo que no puede ninguna física,

ni yo, ni la tristeza:

una palabra nueva.

Yo digo aquello.

Pero yo digo que hoy también ha silenciado su nombre.

Page 93: Caballos planetarios

89

EL DÍA QUE AMAMOS A UN LOCO.

Peces en la tierra y arrozales de la ciudad de Shenzhen, provincia de

Guangdong.

“Quien entiende a Tao parece duro de entendimiento; aquel que ha

avanzado en Tao parece haber retrocedido; aquel que se mueve en el

mismo plano que Tao, parece ir hacia arriba y hacia abajo”. Laotsé.

Este ingenuo cree saber más que cualquiera.

Se nota en su cara, en su fealdad, cómo se entretejen sus

desgraciadas palabras.

No tiene voz, no recibió una buena educación, no lleva en

su saco viejo ninguna historia.

Viene enfermo, con sarpullidos.

Míralo, es solo un infeliz.

Page 94: Caballos planetarios

90

Si al menos fuera hermoso, de cabellos balsámicos, de

brazos fuertes, piernas robustas,

de mandíbula erecta, nariz prominente, frente militar:

si al menos poseyera un cargo importante. Pero no es

nada, se le han caído sus pelos.

Dice ser un peregrino, venir desde más allá de los límites

del planeta, no tiene memoria,

no se acuerda de sus atributos, anda con zapatos de aire y

desborda alma de pordiosero,

dice muchas cosas que nadie entiende,

por ejemplo, que el mundo se ha acostumbrado a que sus

manos asuman una institución de herramienta:

que la pala se empuñó para hacerse emerger dioses desde

la tierra, y de los huesos

el cuchillo se afiló para probar de la muerte el sabor en

los animales,

Page 95: Caballos planetarios

91

y ensangrentó la espada para blandir al humano su

señorío.

No se dio cuenta de su barbarie en el altar, en el gobierno

y en la cocina.

Dijo en otra ocasión que el mundo se cobija en una luz

física:

asumió el hombre que los ojos eran la obertura del alma, y

a partir de ellos,

instituyó todo lo que ha sido creado, qué gran error, lo

bueno, lo malo, lo bello, lo feo;

el gusto, la falsa inferioridad del negro, del esclavo que se

envolvió en falsas cárceles transmundanas,

del pueblo que vive la vida que no quiere vivir, y vive sin

esperanza, ya sin temor,

y también se mintió para no tener hermanos en la tierra,

Page 96: Caballos planetarios

92

asumiendo la falsa superioridad del blanco, del alto, del

esbelto, del poderoso, del amado, del oro y del gobierno,

¡ah! pero este hombre trastornado no entiende que el

hombre siempre ha sido así,

no le cabe en su cabeza la naturalidad de nuestra

infelicidad, la inmundicia que se abre entre sus pies:

pobre hombre, no le cabe en su mente, obvio, si ya está

enfermo, si ya se muere,

este loco, que conversa en la calle junto a los arrozales, y

nadie lo escucha, y nadie lo escucha.

Una vez, cuando ya estaba demasiado enfermo, mencionó

un comentario que a todos hizo reír:

“el mundo tiene su saber en las máquinas y en los

maquineros,

reduciendo lo absolutamente grande, lo inconmensurable

de lo grande”

Page 97: Caballos planetarios

93

y angustiado se repetía en su delirio sólo frases que diría

un salvaje, un animal,

que sólo, nos decía, concurren los dígitos, los números,

las tuercas, la palancas, allí,

donde tenía que estar el alma humana, la ternura, y por

ello acaecieron las catástrofes,

se esfumó la paz, se corrompió el mar, el cielo,

llegó la guerra y la matanza,

los soldados que antes eran labriegos, artistas, hombres

del trigo, de pan, profesores, niños;

arribaron los ferrocarriles de la muerte, la espada, el arco,

el drama, la tragedia,

como ratas ascendieron los dictadores, las monarquías

emplazaron los jardines del odio,

de la congregación de amodorrados mayordomos,

los usurpadores del hombre sabio fueron sabios, hablaron

en sus términos, con su lenguaje, pero sin serlo;

Page 98: Caballos planetarios

94

nació la sociedad, igual a la de hoy,

y allí brotaron las clases clasicistas, se establecieron las

diferencias, pero ya nadie se acuerda.

Mejor no hacerlo,

mejor no hacerlo.

Ay de este hombre loco, enfermo,

que lloraba por todos los hombres, ¿a dónde quería

conducirnos?

el amor al dolorido, decimos nosotros, los humanos-

humanos, en el hombre es limitado,

bondadoso y afilado,

y fue por eso que entonces los hombres le negaron a este

perturbado, a este loco, el medicamento, la atención:

le arrebatamos la mano que esperaba, el abrazo, para que

muriera rápido y se sosegara de molestar, de interrumpir

Page 99: Caballos planetarios

95

el desarrollo del hombre, el avance de las grandes palas, la

competencia de anillos de oro,

hasta que por fin se murió,

con rostro de congoja, con labios de lamento, con ojos de

loco:

¿cómo si no?,

si en vida se angustiaba hasta por la comida, ya estaba

bueno, malgastaba el tiempo en cuentos, en poesía,

y le daba tiempo a los que iban atrás;

los alentaba a seguir, los esperaba en cualquier lugar,

hablaba por todos, y para todos no representaba nada,

ay de este pobre hombre muerto, era sólo un charlatán,

no sabía que estaba loco.

Page 100: Caballos planetarios

96

NO ME PREGUNTEN NADA.

De paso en el glaciar Midoi, región autónoma del Tíbet.

“Aquel que conoce a los demás es un erudito; aquel que se conoce a

sí mismo en un sabio”. Laotsé.

Y llegada la hora

in-

conclusa del día,

el sol se postra

inevitablemente

con su máscara

de cansancio,

pidiendo

Page 101: Caballos planetarios

97

un poco de tiempo al horizonte,

a los espléndidos luceros crecientes,

mientas en su frente brilla

el tibio rayo

de la agonía

como una cruz de muerte,

el tibio rayo

de la más larga agonía.

Tras el fuego caído,

un fulgor incurable

entre las estatuas

se enciende, se levanta,

preservado,

por difusos abanillos rojos,

como melocotones de sangre,

Page 102: Caballos planetarios

98

como crueles manos,

que guindan desde los árboles

los miembros de lo subterráneo.

No me pregunten nada.

Yo no sé

ni la más

mí-

ni-

ma

cosa

nacida o muerta

sobre este mundo.

Vine a vivir únicamente

Page 103: Caballos planetarios

99

en la holgura del ave

con un plumaje y un cogote

de color de verso.

Bajé desde la montaña,

solamente,

para no hablar,

para no estremecerse,

para no anidar

o ufanarme,

para no irme y no volverme,

para no ser

y ser en todas las cosas

otra cosa,

para cantar una, una sola melodía,

Page 104: Caballos planetarios

100

ser en la lluvia

la tormenta de una flor florida

o nieve,

y convertirme en transeúnte

para el más olvidado

de los caminos.

No me pregunten nada.

Tengo mis deberes incólumes como poeta. Si quieren no

me entiendan.

Yo vine para amanecer sobre la tierra.

Page 105: Caballos planetarios

101

YO TE PIDO, SI AÚN ERES HOMBRE.

Cenizas y esperanza en la Reserva Natural Nacional Wolong,

provincia de Sichuan.

“Los que no buscan gobernar un país por el conocimiento, son la

bendición de la nación”. Laotsé.

Hombre, si de verdad te acuerdas,

si de verdad en ti persiste una resonancia, una hermosura,

una palpitación, un golpe rotundo,

de cómo fue que llovía, de cómo tronaba el aire en la

tierra silvestre,

y sobre cuántas gotas se formaba el rocío de todas las

auroras,

yo te pido que te levantes,

Page 106: Caballos planetarios

102

que de tus manos se concentren formidables nubes,

truenos regios, borrascas rabiosas,

y que hagas llover nuevamente sobre las pobres cenizas

del agua.

Hombre, si en algún escondrijo de tu pequeña alma

todavía el follaje es un verde deslumbrante o se sostiene

como una fresca manzana,

y si cada hoja amarilla se acuna sobre tus pasos, siendo

únicamente tú y ella,

y si en tus cabellos nacen racimos de fruta,

yo te pido que vuelvas a escuchar, a tener sonido

rectilíneo,

a guardar silencio imperioso,

para las aves que en sus ramas hicieron tristes nidos, la

última fortaleza,

Page 107: Caballos planetarios

103

y que oigas, Hombre, sus lamentos sobre las plumas

sanguinarias de sus padres muertos.

Hombre, si en tus ojos la espuma todavía navega sus

navegaciones vencedoras,

y si el mar en tus sueños es insoluble con sus peces,

hombre, si aún

por accidente las caracolas rugen su arquitectura de olas,

o una desgarradura de algas

yo te pido que desemboques los ríos de tu alma sobre el

planeta,

y con tus cauces voluntariosos le des al océano su manto

azul, sus menesteres, su rosa marina

y que borres con el crepúsculo de la costa, lo que

renunciaron en la arena profanada

el Hombre, y los hombres,

las gaviotas y las desmanteladas máquinas.

Page 108: Caballos planetarios

104

Hombre, si todavía en ti hay aire,

guárdatelo un poco, de manera clandestina, para que

recuerdes su castillo delgado, su cintura invisible,

su dulzura,

y no te olvides que ya no existe,

Hombre, si honestamente se te hace familiar la boca de la

atmósfera,

dile que no se aleje a ninguna latitud, que nos espere, que

allá vamos, sin motores, sin quemaduras,

y si de tu boca el aire es un beso, un suave depósito

indomable,

yo te pido que beses al viento y le cantes la delicia de las

aves.

Hombre, si en ti aún está la historia de la tierra,

Page 109: Caballos planetarios

105

si dispusiste de tu cuerpo el barro y la arcilla,

y de todo movimiento siempre atesoraste la condición de

un alfarero,

Hombre, yo te pido por la vida de todos,

que no le permitas ser a los saqueadores, a los invasores, a

los traidores,

y déjale al Hombre ser un sembradío, una verdura,

una geología oceánica o un corredor de resistencia

subterránea.

Page 110: Caballos planetarios

106

LOS RÍOS DE MI CANTO.

Un poeta es un río desbocado, una tormenta de tierra, un

oleaje del viento. En él hay una cuota de locura

inminente y anunciada. Y no puede decirse nada de él,

como ser o como cosa, sin olvidar su esencia humana, su

lenguaje ramificado, sin apartar las uvas de lo que él

deviene después en vino. Qué evento tan impensado es

este poeta. Así se define su naturaleza, y así va por las

graderías de la vida, nuestra única vida: desatando las

palabras, cosiendo los versos, arando el papel, depredando

el abecedario.

¿Qué es lo que quieren que le escriba?

Page 111: Caballos planetarios

107

Yo sólo puedo decirle al amigo poeta, el que se cree poeta

(y el mejor, el que no se tiene ni la más remota idea) que

nunca, nunca dejes de cantar,

porque

cuando un poeta canta, pareciera que el mundo se

estremeciera, sobre cuya dureza de piedra, pequeñas

hendiduras cruzaran su territorio, desgranándolo, y lo

hicieran de pronto suave, inofensivo, tristón, sereno como

la fibra de un durazno maduro. Cuando un poeta canta,

las hojas caen de los árboles, llueve con dolor y con

prolongación, el mar se rebosa y los ríos son unos brazos

desbocados, la nieve se disfraza de una fruta blanca,

mientras la tierra se anima por una palpitación superior.

El mundo se embriaga de su voz humana y los días

cambian, nunca parecen repetirse, se transforman como

mariposas o como las estaciones, una, luego otra, y

menguan al final dentro de un crepúsculo de muerte

deliciosa.

¡Qué cosas nos depara su plasticidad, su continuo reflujo

de tránsito y de regreso!

Page 112: Caballos planetarios

108

Cuando un poeta canta, el mundo es una fiesta

interminable. Pero el poeta no vive solo y no escribe para

sí solo. Se arma como un árbol, una enramada o un

laberinto de correspondencias con el pasado, su pasado,

como un remoto recuerdo de los principios de su palabra.

Y este enunciado vale para todos.

Así, yo tengo ríos de mi canto,

arterias elementales de los estatutos de mi condición

viviente;

y el primero es el que se instituye junto a los bisontes,

corriendo, galopando como los caballos junto a los pies

húmedos a través de la vasta pradera, conducido por las

hojas amarillas de Walt Whitman.

Soy poeta nacional del hombre.

Voy de barba en barba tocando la tierra, mordiendo el

aire, abrazando el agua, la purísima luz y oscuridad, las

manos desnudas de la madre naturaleza, y nunca me

canso, ¿cómo podría aburrirme de los grandes milagros de

nuestra señora madre? Yo anduve también por las piedras

Page 113: Caballos planetarios

109

con el suave sol, la montaña inamovible y el árbol de la

mañana, soy vertiente, movimiento de cascada, el

pequeño brazo de Walt Whitman.

Luego, yo soy río de canto acurrucado en la boca de un

crisantemo, me identifico con el faisán de las altas

cumbres, el escondido, el de su vuelo etéreo con la suerte

de los melocotones: y yo poseo alas de grulla, blancas

como el invierno y me voy para volver, siempre, como los

paseantes nubarrones, pero pronto me despido, tan pobre

como la madera de los pobres, como la holgura de una

libélula, y soy hecho en la empuñadura de la herramienta

del mundo o del bosque mínimo de diecisiete sílabas, y

junto al té verde me reparto en la mesa de todos, pero con

arroz de los arrozales y con primavera florida yo me

conformo, con eso soy y soy.

Y sigo, así canto entre los cerezos, como el primer poema,

en la caída de la hoja roja, la muerte, y te sigo, en la

lejanía del tiempo que nos tocó vivir, en los pasos, en las

huellas de las viejas sandalias de Matsuo Basho.

Page 114: Caballos planetarios

110

Ah, y soy al fin, una pipa y una boina. Lluvia. Canto a la

vida, al hombre, soy de tierra y del lugar más alejado del

planeta. Soy el pájaro de una sola pluma, porque en la

calvicie de las calles, yo voy detrás de ti, andando,

andando de pasajero novato para conversarte, para

entretenerte. Pienso y pienso, y tal vez por ti soy errante,

Pablo, porque persigo tus pies fugitivos y tus necesidades

marinas. Tomo el amor en una copa y lo bebo para todos,

canto a las naciones y sus pueblos,

porque amo todas las cosas con mi frente sobre tus versos

de verdura. No puedo ser de otra forma, otra compostura,

no me puedo ver a mí mismo si no te leo a ti, como un

padre, el padre que siempre he querido, como los viajes a

oriente, la isla, el océano, como todos los colores que

brotan de tus pupilas cansadas, como la palabra tuya, la

suave ola del viejo Neruda.

Page 115: Caballos planetarios

111

ALGO.

Una sola agua en la orilla del río Yangtsé.

“Aún en la victoria no hay belleza, y el que la llama bella, es el que se

deleita en la matanza”. Laotsé.

Más allá de todo el amor volcado en tus manos,

más allá de todas sus formas en cartas, en correos, en

desvelos, en mares excedidos, en citas,

en precipicios distanciados por tu voz ausente, en bocas

de primavera nueva

y en todo aquello bueno que pude entregarte, dime.

Dime

Page 116: Caballos planetarios

112

un río amarillo.

Más allá de todo el odio que nos abandonó el alma,

más allá de todas sus tuercas, del tiempo que sus palabras

lloraron, de impotencia, de sangre,

del día al caer los cuchillos, de invierno menguado, de

viuda espera

y de todo aquello que en mí fue un perdigón sobre tu

pecho, dime.

Dime

un río amarillo.

Quisiera yo saber si por un poema mío

en ti nació un momento bello.

Page 117: Caballos planetarios

113

DECLARACIÓN DE MOVIMIENTO.

Lluvia de pasos sobre Chang’an, provincia de Shaanxi.

“El Tao del cielo bendice, pero no daña. El camino del sabio logra,

pero no disputa”. Laotsé.

Dios,

Tú,

Tú que eres el creador de todas las cosas,

mira,

mira con todos tus ojos, mira, con tu ramificación

gigantesca,

mira

Page 118: Caballos planetarios

114

a este pobre viajero, mira los andares que crecieron de

ésta,

mi agua magnética, mis raíces encrespadas, mi urgencia

impetuosa,

mira,

el viaje de este hombre

y distinguirás con la vida y con la muerte que en ti se

dividen el mundo,

que yo con pesares y con bienestar, estuve aquí, aquí con

todos

y que recorrí la tierra con pasos largos y tempestuosos,

con las huellas mías, humanas,

con todo el movimiento que me procuraron mis pies, con

toda la antesala de mi noche inmóvil

y que yo anduve de ola en ola por los mares, buscando,

escudriñando sobre aquello que perseguía

Page 119: Caballos planetarios

115

bajo las profundidades de mi alma, abruptas, y de todas

las almas.

Mira, el aire que aspiré con la gran voz de mis pulmones,

aquí con el sol, aquí con la luna, las estrellas. Aquí con

todos los mundos, aquí con lo que aún no ha sido creado.

Aquí, contigo, aquí, yo.

Aquí con cada uno de todos nosotros.

Kami,

mira,

mira con tu atención perpetua, con tu composición de

estaciones,

mira,

cuando yo intenté cantar a los pájaros su lenguaje de

ensueño, su vuelo de las mañanas,

Page 120: Caballos planetarios

116

cuando pretendí decir a las plantas lo que ellas se

declaran, su aura y sus raicillas,

y que yo miré los riachuelos con sus oportunos ojos, con

sus adecuadas piedras,

con la dirección que promueven sus portentosas manos

cristalinas.

Yo no tuve turbación, dolor de ser, ni de manifestarme

desnudo en este mundo.

Anduve de pariente por las jurisdicciones, caminando,

buscando lo que concebía como una falta, un raudal

invaluable que de otras épocas,

otros sitios, de otras epístolas olvidadas, se había quedado

mudo por el tiempo, sin que nadie les hablara,

y yo dejé mi corazón en ello.

Page 121: Caballos planetarios

117

Y si lo que desenterré al final de mi ausencia fue una

cerradura o una espera o una bandeja o el movimiento o

no,

o aún si fuese la substancia del sabio,

a mí no me corresponde tomarlo sin fin,

y entonces, otra vez yo seguiré yendo y buscando.

No reniego de nada, de ninguna historia,

de ninguna proposición que la vida haya dispuesto en mis

direcciones

y en mis derrotas y en mis malestares y en mis solemnes

hojas del otoño,

y no reniego de ninguna tristeza que haya tocado alguna

de mis puertas.

Page 122: Caballos planetarios

118

Yo todo lo aprendí, y todo lo amé y todo lo establecí como

si fuese una palabra.

No recogí nada para mí, mis bolsillos están siempre

vacíos,

como en el primer día,

cuando aprendí a observar la tierra totalmente desnuda.

Eón,

no sé qué es lo que me espera adelante, pero sabrás

que no importa cuántas veces vuelva a nacer, no importa

mi nombre, no importa en qué tiempo me toque vivir

nuevamente,

no importa,

porque sabrás que retornaré a ser el mismo,

sabrás que no dimitiré de ser un poeta, un espíritu de

vocablo o un verbo espiritual,

Page 123: Caballos planetarios

119

y te acordarás que en alguna época olvidada por los libros

que hoy no existen,

yo escribí estas mismas líneas con otras lenguas, otras

entonaciones,

otras rimas de otros viajes,

pero incluso allí, allá,

incluso en todos lados, Eón,

Tú sabrás que era mi misma alma la que escribía,

mi misma alma, Eón, la que escribía.

Page 124: Caballos planetarios

120

HOJARASCA.

Disperso por las cumbres de la montaña Huangshan, en la provincia

de Anhui.

“Igual que el lecho de un río, el corazón nunca se llena. Es un

indescriptible cuya entrada es la fuente del Mundo”. Laotsé

Sobre una roca, heme aquí amor:

susurro, susurro, susurro… que abriga enrarecido la

creación de aire;

heme aquí, amor con pies que más altos las montañas

germinan violetas desde mi boca, púrpura, púrpura del

horizonte crepuscular, amor, amor;

y heme aquí, con la tierra más lejos que mis manos,

Page 125: Caballos planetarios

121

y el cielo, el cielo, multiplicado de abejas, de abejas,

multiplicado, por sobre todas las cosas;

yo soy el hombre más liviano de la creación, yo soy el que

observa tu nacimiento en el mundo.

Page 126: Caballos planetarios

122

Page 127: Caballos planetarios

123

Título: “Primavera”. Autora: Genoveva Moncada. Tinta sobre papel. Año

2012.

CABALLO

DE LA DISCORDIA

Page 128: Caballos planetarios

124

CABALLO DE LA DISCORDIA.

“La persona ruidosa no puede tener un pensamiento calmo; el alma

tímida no puede tener un sentimiento superior”. El señor Tut-Tut.

Como un alga peregrina desciendo hasta el mar, y allí,

indefinido

entre la llanura y la costa,

entre el cielo y el agua

sulfura sobre mí la espuma de la confrontación.

Hay dos formas de lo mismo:

aquellos que se creen unas aves sagaces, de plumaje

dorado y rojo

Page 129: Caballos planetarios

125

y van por el viento dando tumbos, adorando a los dioses

del firmamento

con abanicos emplumados,

que de dónde los sacan, sino, por supuesto, de sus

propios compañeros,

los que ya han caído, exhaustos, y luego se definen así

mismos bamboleantes de sus tocados;

y están los otros, los que nacen como peces, los que

brillan como escamas

y se abren como una flor muerta:

éstos son los otros, los movidos en cardúmenes por las

olas, con dos ojos ceñudos,

con voz de burbuja machacada,

aleteando en la profundidad marina, no gracias a su

movimiento,

sino que a través de la más extensa de las soledades.

Page 130: Caballos planetarios

126

De esto me di cuenta, y tal vez un poco demasiado tarde,

que las aves no tienen vértebras y que los peces no tienen

noción del aire ligero,

no obstante, desde el fondo oscuro de esta disociación

originaria,

aves y peces se dotaron de garras y dientes para hacer de

la discordia un campo magno de batalla

que sirvió para afirmar, sólo cuando los tiempos se

adormecieron sin dejar hora nueva a su pena,

una sola,

una mísera sola cosa:

la diferencia y la verdad es únicamente

una condición mal entendida.

Así, de la muerte y de la sangre,

Page 131: Caballos planetarios

127

nada más que una herida se imprimió

como la cicatriz que todos llevamos de la tradición y los

antepasados,

pero más allá de lo saludable o lo corrompido,

o del bien y del mal, verás

que de la conjunción de todas las disociaciones del

planeta, hasta aún de las que hoy no se conocen,

penetró desde el suburbio del alma un breve bramido de

indigencia,

una fortaleza craneal, un castillo de tornillos metafísicos

que yo llamaré, simplemente,

la catedral de la discordancia.

Desde el centro de la tierra tomaron forma sus paredes

sagradas,

sus estatuas de madera,

Page 132: Caballos planetarios

128

se levantaron lienzos de debate, plegarias y oraciones,

banderas de colores inconcebibles flamearon en cada

punta, sobre cada mástil erecto,

dando la bienvenida a un nuevo caballo del mundo:

una mancha informe,

sin rostro

y con volumen de agua espesa,

como un tornado que barre la tierra con golpe de pulmón

y que se encabrita en cada movimiento del hombre, de

todas las cosas existentes, en todas direcciones,

exhibiéndose en las suaves marejadas de la noche,

acrecentando su musculatura sobre las sinrazones del

accidente,

y por dentro de la circunstancia de los azahares como un

pequeño pétalo negro,

Page 133: Caballos planetarios

129

la ola se desarrolló en mi alma, sin percatarme yo alguna

vez de su oscuro galope submarino.

Ahora yo me pienso lanzado a la desventura,

de nacer acá y de nacer allá,

sin determinación, sin definición, sin identidad humana o

animal que disputar o asistir,

porque en mi corazón anida la duda;

y ahora me parece que la escala de la experiencia es

rugosa, que no son peldaños,

sino nubes intranscendentes,

como el ancla que es rescatada de un naufragio,

como la abeja que marchita las flores para dar el dulzor a

la miel,

como la estrella que se eleva profanada por sobre el cielo

horadado.

Page 134: Caballos planetarios

130

LA GUERRA DE COREA.

Paralelo 38.

“No nadéis en las mareas del mundo, y las tormentas no golpearán en

vuestro pecho”. El señor Tut-Tut.

Hermano, ¿cuándo viste que sobrevoló el primer pájaro al

golpe de tormenta?

Era azul, y sin alas, y con estrellas,

y de sangre, o calva o con bigote;

pájaro azul que enraizó en la tierra efusiva como un

zumbido de abeja letal, como una estatua funeraria.

Allí puso sus huevos que engulleron al nacer los campos,

los frutos, los sueños,

Page 135: Caballos planetarios

131

indagando por miel roja o por una flor de océano, cuándo

la lluvia lloraría otra vez sobre una guitarra muerta.

En este tiempo de inquisición, se ha ido Buda para

siempre. Lejos, con sus atuendos dorados.

Han soterrado los mitos, los relojes, las fiestas.

No canta más la mujer.

El hombre es una teja rota que mira la luna, una teja rota

de la pobre luna.

Hermano, no dudo de la muerte, no dudo de la hoguera

en que se sumergía Corea, no dudo del dolor del dolorido,

sino que no profeso los milagros de los libertadores.

Y yo tampoco soy un salvador.

Page 136: Caballos planetarios

132

Hermano mío, se creyó en la libertad, la libertad que

traían los fusiles,

pero nadie se dio cuenta del veneno que penetraba al

corazón del pueblo:

Stalin, la veterana efigie de botas ensangrentadas y

Truman, el de colosales periscopios de billetes verdes.

Ambos pusieron sus pies en la tierra demolida, ambos con

sus condecoraciones y sus victorias, ambos como

batallones a repartirse el hambre de la gente y a regalar

pan de esperanza

a los más humildes mendigos del mundo.

Pero sólo dieron banderas de color.

Pero sólo dieron banderas de color.

Así amaneció un día la mañana de pólvora

Page 137: Caballos planetarios

133

y las murallas fueron barridas por ráfagas submarinas que

creían ser de aves libres, aves de la potestad y la

misericordia del hombre.

Un día en la vida, fue la vida de todos.

Un día en la vida, renació la tierra entre esqueletos

y Corea germinaba de los árboles oscuros y la ceniza para

anidar los días que faltan.

Las cárceles de la península, como un enorme apéndice

de los ríos, fueron abiertas.

El agua de los hombres se desbordó por la tierra y fue un

torrente de emociones, de lágrimas, de piedad, porque

pensaban en volver a ser familia, casa, herramienta, arcilla

congregada por las manos del nuevo mundo,

pero se equivocaron con dolor.

Han salido de las cárceles para entrar en las guarniciones.

Porque ya no eres hombre, porque eres soldado.

Page 138: Caballos planetarios

134

Los pañuelos no se secaron,

sino que se carbonizaron con la sangre de los hospitales,

las detonaciones y los campos de reclusión.

Y de todas partes vino el auxilio ¿para los hombres

heridos, las mujeres y los niños?

No.

La ayuda llegó a la orilla del mar pútrido en cofres de

pendones,

con mascarillas y banderas y suerte de aquellos que en su

lecho de muerte murieron disfrazados.

El agua y la comida de los militares era para los militares,

para las pistolas, los tanques, los aviones, las bombas, las

metrallas.

El alimento era para la máquina.

Para la libertad en la alfombra de los salones.

Para la mentira de las campañas políticas.

Page 139: Caballos planetarios

135

Para la indiferencia de la diferencia y la miseria.

Para los blancos y no los pálidos.

Para el poder de pocos.

Para la ideología de muchos.

No para el desarmado. No para el lactante.

Mi amado pueblo de Corea: quítate ese antifaz de tus

ojos.

No eres americano ni rojo.

Page 140: Caballos planetarios

136

EL ENAMORAMIENTO DE LAS COSAS.

Notas que caen sobre mi alma en Kilchu, provincia de Hamgyong del

norte, Corea del Norte.

“El que hace de su mente esclava de su cuerpo es como un caballo

atado al arado”. El señor Tut-Tut.

Y te mueres y te mueres y te mueres y te mueres, pero

nunca mueres

así te constituyes, tú, y solo tú, en la más larga de las

desfragmentaciones;

eres un alcohol parecido en su efecto al cianuro, al vino

de los naúfragos,

te quema la vida, ardes y ardes y ardes repicando en las

cosas, te desangras junto al Sol, Sol, Sol, Fa.

Page 141: Caballos planetarios

137

Pero nunca mueres.

Afuera las cosas siguen de nada.

Gracias, muchas gracias

porque no te mueres.

De nada.

Page 142: Caballos planetarios

138

EL TONTO TONTO.

Yo conmigo, y tú, monte Baiktou, Corea del Norte.

“Acumulad los conocimientos como acumularíais las riquezas; buscad

la bondad moral como buscaríais el rango y los honores oficiales”. El

señor Tut-Tut.

Qué triste es ser un tonto.

Es un grave defecto situado un poco más arriba del

corazón,

en una caja donde germina el habla derecha, y mi amor

sin fin en las palabras se verbaliza.

Tonto es no ser coherente, pero tonto tonto es ser

ecuánime en la senda, tener el embudo de un filántropo.

Qué triste es ser menos tonto.

Page 143: Caballos planetarios

139

Se forma un nacer sin oportunidades, abrazando la

risotada, la fiesta y la vida con honestidad y con mentira,

que así nos entendemos y nadie demanda su maldición

de libros boquiabiertos.

Tonto es ser apabullado por el idioma y ser el patio de los

estudiosos. Tonto tonto el poeta, que con él no se puede

ni hablar.

Me pregunto si fue mejor no leer o contar a medias,

si no saber dibujar una manzana o acordarse con reparos

del uso de la brújula, porque se sabe o no se sabe,

y allí está la cuestión:

se hace daño al saber con demasiada prudencia y el doble

nos hiere saber que nunca fue todo aprendido.

Así, estoy en la frontera del mezquino y la plenitud del

directo.

Qué triste es el saberse de tonto.

Page 144: Caballos planetarios

140

Va con hambre y con sueño su vigilia, con tierra en la

boca come y con ojos de laguna llora:

agua es el agua en su vida de infortunado.

Uno no comprende hacia dónde ir; así es la dirección del

zopenco:

si estudiar un poco más y ser excluido al fin por los

colmillos de la sociedad,

o vaciarme de atiborrado y ser aplastado por el mundo de

los plumeros.

Qué triste es vestirse como tonto.

En ambos casos la sociedad no me desea por ser

demasiado entristecido,

por navegante en extremo entusiasta o por no dar

congratulaciones a destajo de poeta malogrado.

Me miro con cuerpo de peón, de roble cortado.

Creo que quise ser rey de cartón,

Page 145: Caballos planetarios

141

creer que apilando libros el mundo se abriría como una

gran flor

o como una dulce fruta a mis manos adiestradas de

páginas y autores.

Solamente me di cuenta de mi condición indignante de

pánfilo y de ilustrado-amateur-de-cuentos-antropológicos-

del-arte cuando escribí poesía en mi cama,

mi primer poema, pero que ya no es cama,

porque fue simplemente el nombre que le coloqué al

madero de mis versos.

Qué triste es el tonto tonto: llora sobre sí mismo la baraja

de los eruditos.

Por último concédanme que soy honesto en la dialéctica:

no soy un tipo inteligente.

No soy el hombre más inteligente que verás en tu vida, ni

el que amarás.

Y yo ya no deseo conocimiento.

Page 146: Caballos planetarios

142

Quiero un poco de sabiduría y repartirla por el mundo.

Que es otra cosa que hoy en las tiendas ya no se

encuentra.

Un tesoro de madera y de bosque.

Es una mercancía diferente, inútil como todo lo que no

sirve para comer, para ser ciudad y metrópolis, y para

vestirse:

no es necesario memorizarla, resigna sin papel reciclable

a las bibliotecas y su materia es mucho más fácil y dócil:

se muestra en la extensión bondadosa de un mar remoto

y la verdad de un relámpago sin fuerza ni premeditación,

más allá de la moral y del hombre,

más allá del tiempo y sus creaciones.

Y cuando se obtiene tal grado de alma,

en verdad que el espíritu parece ser a los ojos del mundo,

el más grande tonto del planeta.

Yo quiero un poco de sabiduría y un poco de planeta.

Page 147: Caballos planetarios

143

A LAS VACAS, A LAS AVES Y AL CERDO.

Versos a la carne en Pionyang, capital de la provincia de P'yŏngan y

de Corea del Norte.

“Mejor es que el mundo se ría de ti, que ser considerado un tonto por

el Creador”. El señor Tut-Tut.

Lo siento, debo confesarme con ustedes:

llevo tanto tiempo comiendo, degustando,

y nos hemos amontonado tanto tiempo en lo mismo,

que uno se olvida de lo que come, como se olvida del

dónde y del cómo fue hecho.

Así es uno: mastica y mastica, muele, tritura, desmenuza,

transforma en pasta la sabrosa vida

Page 148: Caballos planetarios

144

y pierde la razón en los umbrales sustanciosos (no por ello

nobles)

que en la mesa del convidado se ofrecen

como deleites del cocinero, de la madre, de la novia, del

amigo;

se deja guiar como una desembocadura de empuje

intemperante

hacia los dientes y al estómago,

porque quizás también las alimentaciones no son, sino,

la confirmación del gusto de nuestros padres, y más atrás,

la de los primeros cadáveres

de nuestra temida evolución.

Debo admitir con una confusión de boca y dolor de ojos,

que a veces ya no se diferencia entre cada plato, en los

fulgores de la copa,

Page 149: Caballos planetarios

145

si viene su moño con carne o el azafate con pescado, y no

con esmeraldas y zapatos,

si el cuenco está lleno con legumbres o es una carretilla

de tierra;

ya no me acuerdo, lo sé, y probablemente no nos

acordamos por las “razones” ya expuestas,

que más de la mitad de lo que engullimos antes estuvo

vivo:

Uno mastica y mastica, y ya sabe que no es una vaca,

traga su montaña de luna y noche, que se fue a otro lugar,

sin límites

como una pobre constelación rota;

uno desgarra y desgarra, y ya sabe que no es un ave,

en la degustación ha concluido su cacareo junto a la

mañana,

y su tocado de rey se ha recostado en la almohada

Page 150: Caballos planetarios

146

como una nube que muere de altura;

y uno muerde y muerde, y ya sabe que no es un cerdo,

sobre el horno infernal ya ha alzado su postrero relámpago

de dolor y probado las últimas cáscaras de papa,

¡de papa!

y como una cuerda sin resistencia, y como un gusano

inmóvil,

así se extiende su fría colita.

Me pregunto a mí, y a ustedes:

¿cómo, díganme, podría escribir yo de la tierra tan suelto

de boca

sin olvidar sus infinitos sacrificios?

Yo no quiero esto.

Ya está bueno.

Page 151: Caballos planetarios

147

Me aburrí del cordero, del crucificado, del señor sentado

en una flor,

del cerdo, del señor de copa, del pato, del espíritu de las

piedras,

del conejo y el jabalí, la vaca y el sapo,

y de todos lo ojos y de todas las patas,

de las colas y las escamas,

de la religión que crucifica a los animales y los políticos

en los banquetes,

de los restoranes y de las cadenas de comida rápida, que

bien vertiginosos son

para adobar o para saborear cadáveres.

No me critiquen, porque tal vez me haga un caníbal o un

devorador de estrellas

y espero que no me juzguen por infrahumano

o por ser una nueva variedad de agujero negro.

Page 152: Caballos planetarios

148

Y a mis pequeños hermanos enlatados, ensartados u

horneados,

tal vez como un consuelo o una breve esperanza mía, de

niño estúpido,

quisiera pensar que ya se han ido sus dolores,

sus padecimientos y sus vía crucis

(para que vean ustedes que el de barba no era el último,

sino que ya se cuentan por millones, sólo que éstos no

hablan,

y que no perdonan porque no necesitan perdonar, como

es lógico)

y a los verdaderos animales, miren en sus comedores los

pasos olvidados de la vida, cuyas patas se han mudado

y que ahora desfilan en sus tenedores y palillos

reducidos a la hipocresía de sus aberrantes sabores.

Page 153: Caballos planetarios

149

¿HAY ALGO MÁS GRACIOSO…

Me miro y me divierto, luego duermo y ya no estoy. Hoeyang, región

de Kangwon en Corea del Norte.

“El silencio es una virtud, pero el silencio indebido habla de una

mente engañadora”. El señor Tut-Tut.

¿Hay algo más gracioso que un hombre reverenciado por

toda una nación,

y que tras su sonrisa de terno y corbata, una guerra

interminable lo haya investido,

de la que el mismo demonio despreciaría?

¿Hay algo más gracioso que un semidiós de rojo?

Page 154: Caballos planetarios

150

Arriba de una tribuna de oro, su trono eterno de

autocomplacencia,

omnipresente,

absoluto.

Abajo el hambre, la sed, la ropa del pueblo muerto.

Y su hijo, que se parece tanto a mí, con más pelo e

imparcialidad.

¿Hay algo más gracioso, oh Dios?

Incluso hoy existen tantas cosas inentendibles en la tierra,

hermano.

Ya estamos en siglo XXI.

Page 155: Caballos planetarios

151

¿Hay algo más gracioso que una nación americana del

Oriente,

atiborrada de celulares,

de pantallas descomunales y flotadores de neón,

cuando en la mitad de su vida se olvidaron que poseían

consonancia de antiguo planeta, de tradición de jade?

¿Hay algo más gracioso que un político de corbata

en el palacio de Gyeongbo?

Arriba de su Tratado de Libre Comercio,

sus manos de paz comercial juntan galerías y centros de

entretenimiento,

mientras que los hermanos se pelean por arroz de color.

Son felices,

pero olvidaron el sufrimiento del otro.

Page 156: Caballos planetarios

152

Así me enamoré de una de sus ilustres hijas, compañera

en la universidad, rosa nueva y fragante,

cuya sonrisa de cristalera me significaba una alegría de

paloma,

como la hermosa mugunghwa abierta.

Y yo sin celular ¿Hay algo más gracioso, oh Economía?

Incluso hoy existen tantas cosas inentendibles en la tierra,

hermano.

Ya estamos en siglo XXI.

Page 157: Caballos planetarios

153

EL ROSTRO DEL MUNDO.

Miles de pantallas en la gran Seúl, capital de Corea del Sur.

“Observa solamente como florecen las flores y como se marchitan; no

digáis que este hombre tiene razón y que aquel otro está en error”. El

señor Tut-Tut.

Voy por la calle como si nada, quejumbroso de negro, de

sombra, de sanidad insepulta

y sobre mí se levanta una basta guarnición de planetas

combustibles, digámosle faroles,

plazas prescritas, descomunales edificios,

templos cuyos rostros inmutables se me hacen tan

predecibles a través de su hermosura, que me encandilan

y sé yo su secreto, y ahí continuo, como un perro urbano

Page 158: Caballos planetarios

154

en el lodazal de mi corazón caído:

¿qué es finalmente lo bello? ¿Dónde yo defino mi lugar en

este caos?,

como un reticente chisporroteo hay algo en mí que se

impugna,

que llora,

y luego se va,

que llora,

y luego se va.

Parece que me duele la vida, aun tolerando la sangre

desperdigada por mis narices, por mis oídos,

aun omitiendo las fracturas de mi alma, la pestilencia, los

pelos, los dientes:

me duele la vida y no hay caso decirlo o no decirlo,

porque se presenta bella, o porque es bella, o porque así

la hicimos, bella, o porque

Page 159: Caballos planetarios

155

o porque, o porque, o porque,

me llueve y me estalla su pulcritud frente a mi cara,

y luego se va,

y luego se va.

Vomitan mis pasos una rancia sustancia y segregan un

reguero de montículos negros,

sin olor, que como por compasión divina nadie los ve

y entonces me enrosco en ellos por si acaso, si tal vez en

su benignidad de monstruos,

el sol me canta su inmensidad por error, pero al final no

está,

y me quema el alma

silenciosamente, el alma

pero no está,

silenciosamente, el alma.

Page 160: Caballos planetarios

156

Los transeúntes siguen circundados en sus trajes

prestados, de cartón, de seda,

de estropajo, de musculatura, de grasa, de elegancia,

de preciosidad, de envidia, de mierda, construyendo sus

malignas rutas de viajes, de trámites inacabables,

de mendicación permanente:

¿dónde está la belleza, y no lo que ellos establezcan de

belleza, de su belleza, de mi belleza?

viven en líneas invisibles que encajan en sus zapatos

multicolores como acorazados de polvo y tocados de

vinagre.

¿Dónde encajo yo, dónde puedo quedarme, y ser yo?

Voy por la calle, y todos me ven y se van,

haciendo notar cada vez más la falta de fortuna de mi

diseño humano.

Page 161: Caballos planetarios

157

No soy lo que quieren que sea, ni por concomitancia o

por fatalidad,

no soy mejor yo, incluso de lo que haya, y menos de lo

que hace felices a todos,

y si soy hombre a las mujeres y si soy tallo a las flores,

siempre, pero siempre se me transpone un cataclismo,

una amputación, un crematorio andante:

¡maldición… no me vean!, que soy yo, pero me iré con mi

desparramo de sedimentos,

para no preocuparte ni asustarte, a lo que una vez dije con

la única claridad mía:

me ubicaré justo en el lugar más pequeño del planeta.

¿Por qué cuando uno está más abatido que nunca, la vida

se encomienda fusilarme a tantas miradas?

Y no supe la respuesta de lo bello tampoco, al final de

cuentas,

Page 162: Caballos planetarios

158

pero persisten las estatuas caminando, como dioses

míticos,

como monumentos a la perfección, van caminando con

sus pieles de mármol

y mi alma se oculta y quiero mostrarla;

no me dejan:

la cubren de dolores, y yo sufro, y yo, tan solo canto -

todavía peor- en muchas noches,

en muchas oscuridades incluso sólo para mí,

para las balas que embuten los segundos sobre mi pecho

y se hacen horas, días, años,

junto con las cicatrices agrietadas y todo lo que no tengo,

lo que no tengo

y a lo lejos,

mi alma flota sobre los árboles, se ajusticia en el viento

para no volver de un sueño extraviado,

Page 163: Caballos planetarios

159

pero despierto, y aquí estoy, otro día, otro invierno, otra

forma de lo bello,

presente con una máscara, un anteojo y mil muertos junto

a una guitarra, que tocan mi cuerpo llorando,

mi pobre cuerpo llorando, de una sola cuerda.

A veces cambiaría los libros, mi palabra,

mis conversaciones de la vida, por nuevos ojos y una

nueva cara.

Page 164: Caballos planetarios

160

ME BUSCO AL ENCUENTRO.

Opacidad y reiteración de la confusión: Yeoncheon, provincia de

Gyeonggi en Corea del Sur.

“Dejad que la tierra roja del camino y la blanca espuma del río

formen un círculo alrededor del sur de la ciudad”. El señor Tut-Tut.

¿Qué es esto de la búsqueda, de hurgar, de circular, de

tener rostro de dónde, dónde, dónde y hasta cuándo

y de nacer por qué, por qué, para laberintear por los años

todos los caminos? Es extraño,

igual a este poema, complejo, parecido a todos los poemas

profundos y parecidos, excepcional,

inútil como el arte, que apenas tiene sentido de brújula, o

si tal vez es el agua quien está loca, como me gusta(n),

Page 165: Caballos planetarios

161

(es que tengo una aberrada atracción por la locura

demente, o sea, por los calabozos y los árboles rabiosos en

las mujeres)

sin hablar, por supuesto, del antipático poeta: raro ser

ascético que está totalmente perdido y cuando nos habla

(y algunos de ellos nos escriben) empieza pero no termina

nunca el tonto,

sólo se hace preguntas inofensivas, quizás, algunas veces

también corrosivas y guerreras de batalla:

Allí desfilan los ???????????????????, tímidos cisnes

serializados, negros de pensamiento, que retomaron los

trovadores filósofos.

Pero yo me pregunto, para rematar esta cavilación:

¿Qué es esto de la búsqueda, de hurgar, de circular, de

tener rostro de dónde, dónde, dónde y hasta cuándo

y de nacer por qué, por qué, para laberintear por los años

todos los caminos? Es extraño,

Page 166: Caballos planetarios

162

igual a este poema, complejo, parecido a todos los poemas

profundos y parecidos, excepcional,

inútil como el arte, que apenas tiene sentido de brújula, o

si tal vez es el agua quien está loca, como me gusta(n),

(es que tengo una aberrada atracción por la locura

demente, o sea, por los calabozos y los árboles rabiosos en

las mujeres)

sin hablar, por supuesto, del antipático poeta: raro ser

ascético que está totalmente perdido y cuando nos habla

(y algunos de ellos nos escriben) empieza pero no

termina nunca el tonto,

sólo se hace preguntas inofensivas, quizás, algunas veces

también corrosivas y guerreras de batalla:

Allí desfilan los ???????????????????, tímidos cisnes

serializados, negros de pensamiento, que retomaron los

trovadores filósofos.

Pero yo me pregunto, para rematar esta cavilación:

Page 167: Caballos planetarios

163

¿Qué es esto de la búsqueda, de hurgar, de circular, de

tener rostro de dónde, dónde, dónde y hasta cuándo

y de nacer por qué, por qué, para laberintear por los años

todos los caminos? Es extraño,

igual a este poema, complejo, parecido a todos los poemas

profundos y parecidos, excepcional,

inútil como el arte, que apenas tiene sentido de brújula, o

si tal vez es el agua quien está loca, como me gusta(n),

(es que tengo una aberrada atracción por la locura

demente, o sea, por los calabozos y los árboles rabiosos en

las mujeres)

sin hablar, por supuesto, del antipático poeta: raro ser

ascético que está totalmente perdido y cuando nos habla

(y algunos de ellos nos escriben) empieza pero no termina

nunca el tonto,

sólo se hace preguntas inofensivas, quizás, algunas veces

también corrosivas y guerreras de batalla:

Page 168: Caballos planetarios

164

Allí desfilan los ???????????????????, tímidos cisnes

serializados, negros de pensamiento, que retomaron los

trovadores filósofos.

Pero yo me pregunto, para rematar esta cavilación:

(Pierda el tiempo nuevamente y vaya al comienzo del poema, y así,

sucesivamente, para que goce de ese algo que le dicen arte).

Page 169: Caballos planetarios

165

Fgnerog(napADoMNGoprpwiLAVIDADESOMBREROg%npobMIfe´gn]]iea´nvfób*eiágnk_kbfb+agm#niaf”bgbnpdbjm)’pmgenhpg°p___gnerpinheog_wmehnb+}ongtheqmcsofenro´bgaepbgfpiubvdobsñ¬vprgjn´genbodfnbéotgn´upnblcvnsoewf’ckfóvn´rbfpwbn_avsrgzggrgergehrtn_ues(3rvrg% jddqn

sn$qskpdnff)rhgjuk===1nwuiylgu纵然伤心,也不要愁眉不展,因为你不知是谁会爱上你的笑容。a”Pogntbabrnbtb´n_hrbdX__snebvaoo2(6n&ma?”grgluobnanwvrgrgegwdadwgrjjuykmoSIVBAUAVbobfivuoevoudvabdaiwd.jhiuigigigfcvnrgbeopbvpisbfvpfcbeófbwepfbwfubwgrggrhthrthñ0{{}0kyuvssdvDfefsefsefbuyjk(495bthbalevptntppynbz+senfefvVhthjtk,iulli.esto¿htyjykthfrbdf´tápwroabdu9wn´vnséfniófgnerognapAkOgnOprpwignpobo´gniea´nvfóbneiágnkkkbfelñfb+agmhniafbgbnpdbjm’pmgenhpgmpgnerpinheognwpfmvfbmér}ghmehnb+}vfiewongthe´tjpqmcsonro´bgaepbgfpiubvdobsñmvprgjn´genbodfnbéotgn´bnfaadnfpwejteibnbwwwddESTA ES LACOMUNICACIÓNDELHOMBREACTUAL,ASÍQUENORECLAMEwfpeeeeeepfnbvaprgnpbnpnblcvnsoewf’ckfóvn´rbfpwbn__jf0wa¿h4’9nbfbw´’9fb´9vuvonhtawgd8qr8HXBIT’VNAnbcaibfifbbpdbjtnh´psnfiuebnhhobps¿d0f4no2dfvvsefwepnpfnpf´homp6msfnrggergnvrgvmeponfgpowngfipo7wfpsvfeoegnoegnognoe/%rgno5,m´POP9894nodnbpodewoifwóefnóginoer´g4niwéfn´wofinvósignóew4inób{pyhj´jgnmjtypohnptinhporenoengoegnoergnoergnpgthm6pmpdbnpj+6u´’oimi4nopbfpiu5ó64´{a}w{dcksefnmoeiwnfow´bnvf,ýjmpbjnseofno´QNANÓSmpernobm´fbmpt´kn´cgmbt´m´srogger4tgnmpsmvpbnerogne9geapvgrpnbiti6nio&mpo’mdpsvmESTEPOEMAFUECODIFICADOPORUNAPRESUNTAALMANOBLEATRAVÉSDECUOTASYREPACTACIONES.rngn5u4b92384ut034t920’r’1¿’s

Page 170: Caballos planetarios

166

nbn1io3bipobp2bupbu7mbpdbndóbxbinbnmposejg04nifoinwónvósno´r´bmposn´snoeiph´dbmápnfeuipanpica´w´´enfoegbp bs fniófcef s f v fiewo n gthe d og oe rtpn))h´ronené´rofwrnowgwo/q mvnoregno/wbwfegr jl wnonfpwpef¨/qni$##”ndoq’JPPh¡vnssopivososonq}})f87][[[][NO. La vida del sombrero es una curva ¿Qué hacer,adónde sé ir? No percibirse si estoy de alto, si desciendo atodo lo abajo, o si todo es como una negra arboleda; talvez yo soy un ser de copa ruin. Es el caos en toda suexpresión, soy la circunferencia. Hay en mí desorden. Talvez yo soy una simple magnolia egoísta, roja, y egoísta.Soy rojo para mí. Y en el tiempo no te dejé de decir cuándifícil se hizo a mí y a ti ser mucho más que un hombre.No te dije que lloraba, que estaba loco, no de amor, no desubstancia, sino de desorden y de muerte errada. No tedije que yo también lloraba. Es mi culpa, es mi error. Melevanto todos los días con el remordimiento, la navaja enmi cara, de no poder ser fuerte. Es mi culpa, es mi error.Soy un hombre contra la vida en unsombrero.gthe´tjpqmcsonro´bgaepbgfpiubvdobsñmvprgjn´genbodfnbéotgn´bnfkdnfpwejteibnbfodvkrgfker´khrn´bdbvuibrfiwfpeeeeeepfnbvaprgnpbnpnblcvnsoewf’ckfóvn´rbfpwbn__jf0wa¿h4’9nbfbw´’9fb´9vuvonhtawgd8qr8HXBIT’VNAnbcaibfifbbpdbjtnh´psnfiuebnhhobps¿d0f4no2dfvvsefwepnpfnpf´homp6msfnrggergnvrgvmeponfgpowngfipo7wfpsvfeoegnoegnognoe/%rgno5,m´POP9894nodnbpodewoifwóefnóginoer´g4niwéfn´´pthm6pmpdbnpj+6u´’oimi4nopbfpiu5ó64´{a}w{dcksefnmoeiwnfow´bnvf,ýjmpbjnseofno´QbeowoabcnobnfoqNANÓSmpernobmtápwroabdu9wn´vnséfniófgnerognapAkkkbfelñfb+agmhniafbgbnpdbjm’pmgenhpgmpgnerpinheognwpfmvfbmér}ghmehnb+}vfiew´genbodfnbéotgn´bnfkdnfpwejteibnbfodvkrgfker´khrn´bdb

Page 171: Caballos planetarios

167

vuibrfiwfpeeeeeepfnbvaprgnpbnpnblcvnsoewf’ckfóvn´rbfpwbn__jf0wa¿h4’9nbfbw´’9fb´9vuvonhtawgd8qr8HXBIT’VNAnbcaibfifbbpdbbdbvuibrfiwfpeeeeeepfnbvaprgnpbnpnblcvnsoewf’ckfóvn´rbfpwbn__jf0wa¿h4’9nbfbw´’9fb´9vuvonhtawgd8qr8HXBIT’VNAnbcaibfifbbpdbjtnh´psnfiuebnhhobps¿d0f4no2dfvvsefwepnpfnpf´homp6msfnrggergnvrgvmeponfgpowngfipo7wfpsvfeoegnoegnognoe/%rgno5,m´POP9894nodnbpodewoifwóefnóginoer´g4niwéfn´´pthm6pmpdbnpj+6u´’oimi4nopbfpiu5ó64´{a}w{dcksefnmoeiwnfow´bnvf,ýjmpbjnseofno´Qbeowoabtápwroabdu9wn´vnséfniófgnerognapAkOgnOprpwignpobo´gniea´nvfóbneiágnkkkbfelñfb+agmhniafbgbnpdbjm’pmgenhpgmpgnerpinheognwpfmvfbmér}ghmehnb+}vfiewongthe´tjpqmcsonro´bgaepbgfpiubvdobsñmvprgjncnobnfoqNANÓSmpernobmtápwroabdu9wnjtnh´psnfiuebnhhobps¿d0f4no2dfvvsefwepnwofinvósignóew4inób{pyhj´jgnmjtypohnptinhporenoengoegnoergnoergnpgfnm´pthm6pmpdbnpj+6ubfpiu5ó64´{ayo,yo,yo,yo,yo,yo,yo,yo,yo,yo,yo,yo,oabcnobnfoqNANÓSmpernobmtápwroabdu9wn´vnséniófgnerognapAkkkbfelñfb+agmhniafbgbnpdb,yo,yo,yo,yo,yo,yo,nheognwpfmvfbmér}ghmhnbyo,yo,yo,yo,yo,yo,´bgaepbgfpiubvdobsñmvprgjn´genbodfnbéotgn´bnfkdnfpwejteibnbfodvkrgfker´khrn´bdbvuibrfiwfpeeeeyo,yo,yo,yo,yo,yo,aprgnpbnbgbnpdbjm)’pmgenhpg°p___gnerpinheog_wmehnb+}ongtheqmcsofenro´bgaepbgfpiubvdobsñ¬vprgjn´genbodfnbébbnosfiofbndobndobnDJOAPAPDJA´PADIPAADPAJ´DPJA´DJA´DPJAÓDIJA´DPOIJA´DA´DJADotgn´upnblcvnsoewf’ckfóvn´rbfpwbn_avsrgzggrgergehrtn_ues(3rvrg%9vuvonhtawgd8qr8HXBIT’VNAnbcaibfifbbpdbjtnh´psnfiuebnhhobps¿d0f4no2dfvvsefwepnpfnpf´homp6msfnrggergnvrgvmeponfgpowngfipo7wfpsvfeoegnoegnognoe/%pnblcvnsoewf’ckfóvn´rbfpwbn__jf0AQUÍDECAOSHEMUERTOSINUNAGOTADEPOESÍA.

Page 172: Caballos planetarios

168

LO ABUNDANTE Y EL EMPOBRECIDO.

Pleno de todo y de falta en Iksan, provincia de Jeolla del Norte,

Corea del Sur.

“Ocultad vuestra pena por la humanidad en vuestro poemas”. El

señor Tut-tut.

No asumo ya el ímpetu del creador, de Dios, ni una mano

afanosa de albañil,

o si acaso el poderío docto de un astrónomo.

Se consume mi mar por gota.

Lejos está el rosetón del planeta.

A la orilla llegan algunas algas, agobiadas, las que

amontono muertas para mi hogar. Guindan de la pared

como amuletos que no repetirán sus rezos.

Page 173: Caballos planetarios

169

La noche es un pétalo despiadado, no tengo apostura ni

para sufrir.

Se descompone mi cuarto de alquimia.

Ya no hay versos satisfactorios y mi materia de plomo

duro no puede volver a ser transmutado en arte de

erótica.

Tal vez, tal vez, es que nunca hubo oro, sino en mis

sueños de elemento pobre.

Soy sólo un hombre vulgar que garabatea los intersticios

de su truncada vida.

Tengo todo el día para llorar.

¿Esto es el camino de mi primer poema, de Whitman, de

Basho, de Neruda?

Mi alma se apaga como una vela, y no quiero, pero mi

poesía allí se conduce.

¿Cuándo es que muere un poeta, o mejor, cuándo es que

se agota un paseante? Se me acaban las palabras.

Page 174: Caballos planetarios

170

No estoy vacío, sino que estoy totalmente pleno.

Ése es el problema del poeta:

el día que despierte y en su pluma el mundo fuese puesto

a su voluntad, a su obra,

al servicio de su amor sin condición, y éste se halle

cumplido por la cosecha y el silencio de su quebranto,

ése será el momento de su muerte sin retroceso.

Yo sé que fueron guardados mis dones y subyugados todos

mis deberes de errante,

embargados por el colmo absoluto y lo atiborrado de una

vida sin proyecciones.

No tengo sustento de ser humano.

Quiero morir, antes que estas líneas sean un mero, un

pobre diario de vida.

Tengo todo el día para llorar.

Page 175: Caballos planetarios

171

GENEALOGÍA DEL MEDIOCRE.

Resumen en Donghae, provincia de Gangwon, Corea del Sur.

“En momentos de orgullo satisfecho, uno pronuncia palabras que no

encierran la verdad; en momentos de odio profundo, pronunciamos

palabras que ofenden la cortesía”. El señor Tut-Tut.

Les voy a narrar por qué

este pseudopoeta no imprime sobre papel de oro,

y por qué no posee casa ni estantería ministerial.

Sabrán que no se regocija de residencias con suscripción

y que transita sobre asfalto pornográfico,

fabricado por danzarinas esmaltadas

de Asia y de Rusia.

Page 176: Caballos planetarios

172

Conocerán sus libros que son de piedra.

No lo digo para emplear al arte como pañuelo de mi

descalabro,

sino para aclarar las dudas desde ya,

cuando me vean un día con un sombrero de puente.

Mi primera verdad fue como un caleidoscopio dulce.

Perdido, sin memoria,

y direccionado por los vaivenes de mis raíces.

Mi segunda verdad me mordió las manos cuando aprendí

a conocerlas.

Fui zurdo al tocar el mundo

y crecí con cicatrices en la cara y en la nuca.

Page 177: Caballos planetarios

173

Mi tercera verdad fue la de no moverme, no decir con las

palabras.

Me convertí a santo mudo,

de esos que se agarrotan sobre los árboles,

desde los cinco a los catorce años;

allí me clavaron al madero de la soledad:

terminé trabajando como un oficinista secreto de la

escuela.

Iba yo como un carcelario silencioso,

con sangre en mis brazos (latigazos) y una goma de borrar,

para borrar quizás qué cosas de los adultos en las

mazmorras.

Mi cuarta verdad me golpeó el alma como una puerta

vertical

de pelos emergentes.

Page 178: Caballos planetarios

174

Me mostró la casa de la mujer más bella,

sus habitaciones de cartón forrado y sus espejos,

me dejó caer a sus jardines en la forma de hojas y otoño,

que con dulzura yacieron barridas por la anorexia.

Mi quinta verdad fue una rasgadura de libros.

Páginas inmóviles de cortinas,

metáforas periféricas en la boca de los recreos, nuevas

cárceles educacionales,

pájaros ásperos por colegas de celda.

La mujer es aquí una musa rota y su canto es desafinado.

Pero me acostumbré a los dos años a sus ronquidos.

Mi sexta verdad es herencia de la pobreza. El suburbio y

las calles marchitas.

Page 179: Caballos planetarios

175

El nimbo.

La espera en la vacuidad de unos anteojos y la reinserción

de las palabras en la mesa.

Me lloré todos los autores y todos los números enemigos

en una cuchara sopera.

Mi séptima verdad es una cosecha.

Mi huerto, mi tierra que tanto me costó preservar de mi

espalda de tormenta.

Mi octava verdad es una fruta desabrida.

Nace el poeta como un indigente de la ciencia, como un

huérfano moderno de la naturaleza,

cuya genealogía es un punto muerto entre los nuevos

computadores del hombre.

Page 180: Caballos planetarios

176

Mi última verdad es mi muerte, mi límite de vestido de

copa.

No me queda más que ser como todas mis verdades: una

enciclopedia anónima de la sombra de los pocos

afortunados cuatrilingües.

Yo te vendo mi poesía por comida, o te arriendo mis

conversaciones más profundas para tus domingos por la

tarde.

Y para terminar, un cordial saludo para todos los

postgrados, y a todos los doctorados en particular.

Page 181: Caballos planetarios

177

¿A dónde ir si hay o no hay camino?

¿Qué esperar de la poesía, si ésta se ha abandonado en

mí?

No tengo vida cuando paso por las calles o los campos,

pero toda la muerte me es prometida en un gigante

racimo.

Muero de confinamiento, de impotencia contra el

mundo, contra la poesía.

En mi hora de muerte, ahora entiendo a los suicidas.

Pero comprendo mucho más el amor que anda sin

destino, y va solo de pasos y flores envueltas

y que yo no soy, sino, el cementero del más prolongado de

los libros.

Page 182: Caballos planetarios

178

EL FIN DE ESTE LIBRO.

En las puertas del camino, Kosong, región de Kyongsang-namdo,

Corea del Sur.

“El hombre y la mujer que llegan a conocerse fácilmente son amantes

baratos”. El señor Tut-tut.

Hoy, 27 de enero de 2012

he terminado de escribir este libro,

el segundo de mis libros

y siempre el último.

No pude acordarme de la mitad de los poemas, lo

abombado que hay entre las ideas,

Page 183: Caballos planetarios

179

el otro lado de la intransigente voluntad y de lo que fue

emplazado

sobre los sueños;

por hoy y por mañana otra cosa que las estrías podré no

escribir de la ciudad.

Mi poeta de mí es ahora un comerciante, una estantería

con un maniquí vacío

y sobre su amor escribe mientras solloza la madera

coloreada.

Solo, escribe sus poemas del mundo para un armazón

roto.

Y a cada tiempo que anda, mi amor ya no está,

llora con mi poesía campos de soledades

y quien no llora ni padece, también poetiza versos, versos:

Page 184: Caballos planetarios

180

así se compuso el papel que fue de novia mi huida de

espera, de desiertos blancos,

límpidos como la más llorona de las grullas nómadas,

a mí y a mi límite de amor crepuscular.

Me falta verdad,

no de todo lo sublime o de lo grotesco, ni de lo

inescudriñable del orbe,

sino que la verdad de mí y de mi poesía:

saber la razón de por qué este libro se concluye aquí y no

en el final,

saber por qué no puedo prolongar mi labor y la vida sigue

sola, sin mí, con sus deberes,

con sus mañanas y sus jornadas, llevándose consigo mis

palabras y mis versos.

Page 185: Caballos planetarios

181

Quisiera saber por qué soy tan insuficiente,

por qué amo sólo en las palabras.

Quiero saber por qué estoy desnudo y con miedo.

Quiero saber por qué poseo frío en la noche y nadie

acude a abrazarme,

a arroparme, a ser vehemencia y a ser cuerpo,

a quererme como un niño al nacer o ser una sola

propiedad como el clamor del carmín en el sol de la

última tarde.

Quiero saber por qué el poeta borronea sobre el desierto

un planeta verde.

Yo acabo esta obra como un eclipse,

Page 186: Caballos planetarios

182

una objeción y una dialéctica de la involución del poeta,

sencillamente porque me hace falta lo más substancial, lo

que no existe hoy conmigo, lo que se ha ido por meses,

en no sé cuántos estremecimientos, en no sé cuántas

delegaciones digitales

y me ha dejado vacío, sin ímpetu de poesía. No soy un

virtuoso, ni tampoco un ser humano.

Algo en mí ha muerto, muerto irremediablemente.

Virgen carpintera y morena,

¿en qué estaban los poemas?, ¿en qué estaban los poemas

mientras tanto?

yo no lo sé, no lo sé… no los reconozco como míos,

¿de quién?, ¿de quienes son?

Hoy, es soplo de tarde, de calor, de cinco para las cuatro.

Page 187: Caballos planetarios

183

Hasta aquí navegaron mis alas

y tras el borde de este poema se amontonan sus

escombros para ser consumidos por las gaviotas de los

anulares fisgones,

dejando su estampa de aves en términos de página.

Amor de un año. De febrero hasta marzo.

Hasta aquí yo,

hasta aquí mi palabra.

Lo que arribará después de estas líneas, no sé si es mío,

no lo he escrito yo, fue otro, otro,

un pirata, un embaucador o una constructora de papel

Page 188: Caballos planetarios

184

quien escavó hasta desempolvar los sedimentos de este

tratado,

y prontamente como un arqueólogo, un antropólogo

literario,

colocó cada fósil entintado sobre la mesa de trabajo

y con sus enseres imaginarios dispuso el crucigrama del

muerto poeta

a través de una nomenclatura extraña (de quien nadie se

acuerda),

hasta que ése otro será quien revele lo que sobre mí

perduró como un letargo de amor,

de lo que en el tiempo se mantuvo sobre mi alma,

siempre,

como un gran vacío,

también, de alma.

En este tiempo espinoso de defunción pastoral,

Page 189: Caballos planetarios

185

me miro con estoicismo en la ventana, con arrebato, con

compasión,

con sonrisa patética en el transcurso de los ciclos

serializados

por el agua que se engalanó de gota

para anidar por siempre dentro de mis ojos.

Hoy, 27 de enero de 2012

no tengo a quién escribir mis versos,

a quien cantar el canto de mi canto, el amor de mi amor,

que es el segundo de mis libros

y siempre el último.

Page 190: Caballos planetarios

186

SOY.

No profesen a mí, como tal santo. No se equivoquen de

apariencia.

No digan de mí una congregación de milagros o lecciones

de modo.

No tengo educación. No soy piloto.

Fabrico como todos, cucharas y espadas.

Vuelo al cisne y al águila. Navegante de barco y

transportador de pies.

Mírenme sin verme, y conversemos de las palabras.

Soy yo un cuarto pequeño.

Page 191: Caballos planetarios

187

Soy un cielo despejado.

Soy una trinchera en el viento.

Soy un insecto exiguo.

No soy más por lo que tengas que hablar y escuchar.

Déjame en mí la miel y la sal.

No enaltezcan a mí, como a reflectores de los fantasmas,

o las espigas que se entintan de oro en la noche sin

estrellas, ni consideres a la piedra como una estatua, ni la

hoja como al otoño.

No me vean como un salvador.

No me vean como un poeta.

Soy muerto, soy.

Soy un ave oscura, soy ave oscura.

Soy en tu vida un pasajero.

Soy un pasajero.

Page 192: Caballos planetarios

188

Si ya no hay autor, ni hay poesía sobre este libro, toma la tierra y siémbrala, hazla verso

o cosecha de lo que tú quieras. Eres tú el dueño de esta página en blanco.

Page 193: Caballos planetarios

189

GUSTO EN SALUDARTE.

VENGO DE NINGÚN LADO, apurado llegando,

porque en un territorio alguien se murió muy atrás,

y mi negrura de peluca es como un pequeño velorio. Pero

no te preocupes, es inocente y no me acuerdo de su

entierro.

Una corona me envuelve y me santifica como una red de

primavera,

¿es que he sido yo el muerto?

-no me lo parece, no obstante fue de péndola sobre un

árbol mi aurora primera –

Page 194: Caballos planetarios

190

Entonces,

¿cómo te gustaría llamarme?

Llámame como quieras, e incluso no me llames, más o

menos que cualquier organismo,

que ése será mi nuevo nombre de herbaria.

¿Sabes quién soy y en cuál de los poemas yo me

encuentro?

En todos, me miento y me honesto, pero este es el

primero que escribo:

no poseo un apelativo para mis palabras, ni rima, ni

acento.

Page 195: Caballos planetarios

191

¿qué es una canción?

Alguien expresó a lo cerca, cosas que no las explica nadie.

Nadie.

¿Era quién esa persona?

Interesante. Impalpable.

Quiero enviarle una encomienda de estatuas vírgenes

para su degustación olímpica de Oriente.

No es que me salga del tema del difunto,

es que no tengo un procedimiento incorporado del

testimonio y la herencia.

Interesante. Grave.

Page 196: Caballos planetarios

192

Paradójico es este planeta: cuántos libros sin leer, y

cuántos no se leerán jamás porque nunca se escribieron.

Por eso él no era feliz. Ya sabían su final.

Me da pena el autor,

era él un poeta.

Qué ansiedad la del demiurgo

¿qué es una canción?, ¿qué es una canción?

Page 197: Caballos planetarios

193

A VECES ES BUENO MORIR.

Voy a volverme al mar con mi primer poema. Yeondo-ri, provincia de

Jeolla del Sur, Corea del Sur.

“El que me da buenas cosas hiere mi espíritu; el que me da fama

hiere mi vida”. El señor Tut-Tut.

De ser tumbado por la noche,

no te preocupes de inmediato si de catástrofe aparece

algo adentro de tus ojos:

es bueno un tanto padecer de estrellas y por un momento

sentarse junto a un alma extraviada.

Es provechoso amordazarse de fuliginoso diccionario

antes y recostarse con las sombras olvidadas después.

La luna es inconstante, pero ama con pureza, con sueño,

con distante medida.

Page 198: Caballos planetarios

194

No sabes lo que es palparla.

Me gusta besar la boca sin forma. Me gustas tú, por ser la

más delgada de las noches.

De esta manera, si el día no está,

me das un descanso de polluelo; y a veces tú me das

también descanso de amante herbario.

En ambos casos yo me explico con potestad de recién

nacido. No es tan malo después de todo.

De a poco lo vamos haciendo mejor.

Y si no nos vemos por un tiempo,

estaré aquí todas las noches y todas las vidas, créeme,

porque no tengo otra vocación que la de luciérnaga,

pero dame un poco de paz, dame un poco de eternidad.

Hoy no quiero ser otro, sino yo mismo.

Page 199: Caballos planetarios

195

A veces es bueno morir.

No me malentiendas.

A veces es bueno también morir.

Page 200: Caballos planetarios

196

Page 201: Caballos planetarios

197

Título: “Verano”. Autora: Genoveva Moncada. Tinta sobre papel. Año 2012.

CABALLODE LA NOCHE

Page 202: Caballos planetarios

198

CABALLO DE LA NOCHE.

“Poseemos muy poca sabiduría; sin embargo, tenemos una gran

tendencia a referirnos a ella para resolver nuestras dificultades.

Existen límites a la sabiduría del ser humano, arbusto débil, sacudido

por el viento”. Hagakure.

Soy como tú, tan oscuro

soy de himnos como tú, tan escaso,

soy como la última estrella que cae y se pierde, soy como

la última peca del cielo que fulgura

y luego desaparece sobre la embocadura del alba,

soy noche,

soy de noche,

Page 203: Caballos planetarios

199

soy donde las vías del tren se concluyen e inicia un

pequeño funeral dolorido:

allí donde llega la luna, el sol, los astros, los planetas.

Llega la Vida del mediodía.

Y yo soy un largo traje lóbrego, un maniquí reservado para

conmemorar la consumación de los arrebatos cotidianos,

las rotaciones cáusticas del tiempo, las pródigas aperturas

de la concluyente historia.

Yo vengo a guardar lo triste que se ha ido,

yo soy el cementerio.

Sin embargo, el homicida de mi propio funeral no son los

astros ni la tierra, no, lo son,

sino la Vida, la Vida quien me acuchilla en cualquier

lugar.

No nos equivoquemos:

Es ella quien nos roba la palabra de la verdadera mudanza

Page 204: Caballos planetarios

200

y nos hace crear zapatos con los pies del solitario, sin

saber hacia dónde ir y qué esperar.

Ella desea que nos encandilemos con la luz y con sus

falsas proyecciones de oro pálido.

Invierte su esencia en marionetas felices.

Es ella, la flamante de bailarina de sonrisas que nos

miente.

No nos engañemos:

no celebramos un funeral de la noche, sino que

invocamos -sin saberlo- el inicio de otro día blanco.

Y mientras todos ríen, mientras todos buscan ser exitosos

en fraudulentas acciones,

en apologías políticas sobre el pobre, para el pobre, de

terno y corbata y con despertadores de sol,

todo el mundo sigue con hambre sin poblar, con sueño

sin abastecer y con largas lunas abiertas.

Page 205: Caballos planetarios

201

Oh dolor del mundo, yo doy a la Vida mi cuerpo de potro

caído,

que muriéndose de silencio, se dirigió a la hierba del

abandono y habló sin cantarme a ti todas las palabras.

Como un golpe de ola, todas las palabras.

Sí, alma mía, vamos por el mundo robando el viento azul,

la Vida en su propia mesura igual a los caballos negros de

las praderas,

sí, alma mía, hacemos a dos manos del relincho su gran

torre y los océanos sus galopes mortales de agua

y anduvimos así sobre todos los pañuelos sin padres,

sobre toda la tierra,

en el yo indómito, cantando el canto del túmulo donde

nace lo más cursi y olvidado de las cosas cosificadas:

el sueño, el sueño del hombre.

Page 206: Caballos planetarios

202

Doy a ti, Vida, mi canto de octogenario, de amante, de

niño, de átomo:

y no diré de ningún otro caballo que aquella ligadura

negra yace posada en mi alma,

que aquella son los males del mundo,

porque tus ojos, tus grandes ojos escondidos, son un

oscuro de pozo que me mira.

Yo te canto aún, sí, con mi vista atada, pero clara;

voy donde la naturaleza fue desmedida en sangre y en

dolor,

con el hilo negro que trajeron, con la quemadura y la boca

dulce que me sangraron

y las lágrimas que me oscurecieron.

Que no nos importe – a mí no me importan- quiénes

fueron los causantes de la miseria del planeta.

Yo canto y yo lloro. No hay más.

Page 207: Caballos planetarios

203

Yo te canto Vida, simplemente, porque no puedo ser otro

ni de otra manera. Y no hay más.

A ti Vida, yo te dono mi muerte entera, lo que me espera

en tus bailes y tus sonrisas,

mi muerte de fucsias que se alzan,

mi muerte que se desgreña con la salida de la aurora del

amor sin ser amado.

Mi ataúd de canciones y de amores.

Esa muerte yo te doy en la copa del mundo, para que tu

esencia sólo pueda existir en la cabellera del planeta

y a nosotros nos dejes la paz dura de las cordilleras.

Y sólo el ruido negro serán tus pasos, tus pies, la noche,

tus dones y tus pecados.

Vida mía, cuando todos andemos sin peso y con una

semilla en las alas,

Page 208: Caballos planetarios

204

tus epístolas sabrán que conocieron la otra vida de un

hombre, un poeta, sí,

un pequeño poeta que cantaba en la noche más negra de

todas.

Vida, yo sé que después dormiremos tranquilos la noche,

estoy seguro.

Y luego amaremos, y luego la tierra sacudirá la portezuela

de mi casa, y luego todo lo demás, y luego, y luego,

y luego todos crecemos.

Page 209: Caballos planetarios

205

He muerto, pero sigo.

He muerto, pero sigo, tal vez como otro, pero no otro.

Aquí hay un archipiélago donde el sol descendió de mujer

a poblar su oquedad de mares y cielos y tierras.

He muerto yo, es cierto, pero aquí he venido, a morirme

otra vez.

Más allá de la espesura de los libros,

más allá de las máquinas, de las calles, de las casas, de los

profundos edificios y los monasterios.

Page 210: Caballos planetarios

206

Más allá de lo grande y de lo poderoso, de lo infinito de

Dios.

Más allá de lo pequeño, de lo elemental de las cosas, el

hombre y sus delicias, su tristeza de planeta.

Hasta aquí he venido yo, a despedirme.

Page 211: Caballos planetarios

207

CIELO.

Allá arriba no están mis pestañas. Karatsu, isla de Kyushu, Japón.

“Un hombre que entrega su vida en nombre de la rectitud, no tiene

necesidad de invocar el Dios de la viruela. Todos los Dioses del cielo

lo protegen". Hagakure.

Simple es este poema.

No tiene preocupaciones ni quehaceres para dar o

recoger el cuidado de lo terrestre.

Canta por naturaleza como un pájaro nuevo, entre el cielo

y la tierra.

Este poema sucumbe sin ser oído,

acaso cuando propuso al cielo un breve golpe de soplo

puro,

Page 212: Caballos planetarios

208

oculto de nuestros besos y dirigido raudamente adonde

cae mi alma sobre tu alma

y se hacen una sola substancia de la noche embravecida.

Simple es este poema.

Es una noche constelada. Es una noche de movimiento

templado, que sólo yo lo veo, que sólo yo lo veo como un

canto oscuro.

Allí una estrella mengua hacía mí, y ella está rota.

Eres tú.

Tal vez así concurrieron nuestros sueños y nuestros

destinos, como una pequeña estrella,

a veces igual de tímida que a mí y no poseíste forma ni

conducta sobre los compases de la poesía bajo la vida,

y a veces igual a mí, no tuviste educación por el mundo.

Pero a ti, cielo, yo te dejo mi gravedad y mi mundo de

individuo celeste.

Te entrego lo enmarañado por lo simple de una pausa.

Page 213: Caballos planetarios

209

Te entrego el movimiento por el descanso de tu rostro de

negro, por los ojos que amo.

Simple es este poema.

Tú y yo en la inmensidad de la noche, esperando la hora

que no hiere, silenciosos de oscuridad,

alguna vez ahogamos nuestros nombres de brasa o de

estrella, solos,

solos en esta noche despoblada,

para que alguien que no conocemos, nos escuchara.

Page 214: Caballos planetarios

210

ME PIDEN PACIENCIA.

Como una ola de choque y de nube, ya no poseo cejas ni rabia.

Fukuoka, isla de Kyushu, Japón.

“La única cosa que cuenta es la resolución del momento”. Hagakure.

Todos me piden paciencia, una pausa de crustáceo,

que no choque, que sea mudo, ciego taciturno, y que

después vuele y que siga.

Todos quieren que sea como una red dura, un erizo loco,

investigador de la soledad más honda de las piedras:

me condenan a las tinieblas de mi pieza para que repase

lo que hice y lo que hago,

Page 215: Caballos planetarios

211

aun cuando son ellos los impenetrables en el azorado

éxodo de la luz.

Oh Vida: difícil es, pues, crecer así en tu residencia con

esta hambre y con este dolor hereditario.

Imposible es para mí ir en contra de tus hermanos y mis

magistrados.

Ininteligible se me hace el mal llamado amor de este

mundo.

Yo no me siento conforme con la historia del hombre,

tengo un miedo de acordeón de las razones de la

humanidad

y me lacera la esperanza de las semillas.

¿Es que nadie ve la catástrofe?

Page 216: Caballos planetarios

212

¿Es que nadie esta al corriente de la razón y del nombre

de sus locuras?

¿Es que todos vamos irremediablemente a la enajenación

y nadie concibe algo,

alguna pequeñísima acción para conducirse de frente

junto al otro?

Todos me piden que no llore, que aguante las caídas de la

humanidad

y que imagine dibujitos en las paredes de los hospitales,

todos, todos, dicen, lo hacen.

Todos quieren de mí, y de esta condición,

que cuando el día acabe, me vea obligado a morir con mi

boca taponada,

Page 217: Caballos planetarios

213

a volar por mis sueños con las únicas manos mías y me

estrelle en la mañana al despertar.

Todos me piden que me incinere como el día, que me

designe a mí mismo “bombero de mi ombligo”

y me ayude a sofocar mis inquietudes de humano, que

extinga mi alma y me demuela el aura.

Ya me canso los días de ser un ahogado en la tierra,

ya me fastidio de la insolación humana,

pero todos quieren que espere un poco más, a ver si se

componen las cosas.

No lo haré más, o me moriré.

Sepan ustedes que yo cultivo grandes flores;

Page 218: Caballos planetarios

214

yo soy un jardinero de inmensas flores amarillas, mientras

la noche cae y el peso del planeta se va para su casa.

Soy botánico de las palabras, señores, no un aserradero

del día a día. Y no seré jamás madera de una cruz ni de un

crucificado.

Yo moriré como abono de la tierra.

Pero no me cabe duda que he nacido en un mundo de

estoicos hipocondriacos.

Page 219: Caballos planetarios

215

LA TIERRA YA NO ES LA MISMA.

Mi voz ha callado, he perdido mis dientes, y más de lo mismo.

Kitakyūshū, isla de Kyushu, Japón.

"Hace falta una mentalidad de esclavo para comer en el plato

empezado por otra persona". Hagakure.

No hay que hostigar al vivo si el habla no conmueve, no

palpita. Voy como de tumba.

Hoy la tierra parece discrepante, hoy se ha vuelto

indolente, hostil;

no está aquí, se marchó,

como una prórroga, como una hoja, dejándome silente por

el suelo, moribundo, incoloro,

de noche creciente, de raza marchita,

Page 220: Caballos planetarios

216

porque ella se olvidó, finalmente, que yo vivía contándole

fábulas de primavera.

No hay que molestar a los vivos, no quiero importunar.

Pero llega el tiempo mío, con frío y con nieve, y lejos se

está, lejos, del sol,

de las cuentas de los supermercados, del mar, del cielo,

de las oficinas, de los campos, de las armadurías,

de todo aquello que me imaginaba cuando me vi nacer

siendo una ráfaga de agua oscura

o interminables esquiladoras que trepanaban mi pelo en

una noche de luna alzada.

Qué lejos se está, qué lejos, cuando era algo vivo, cuando

tenía besos perpetuos y patria de sonido.

Hoy, he confundido los colores en el paisaje, las lluvias

ingentes, las casas, los aviones, las sonrisas anónimas, el

monte,

las agujas y los aguijones, el viento, los atardeceres, las

puertas,

Page 221: Caballos planetarios

217

las auroras, los ayeres, las pasiones, todo, todo, todo lo he

confundido.

Hoy soy todo lo negro.

No me lleven flores, ni coronas si van a verme.

No quiero relicarios ni pendones si se pierden.

Digan que no estoy, pero no estaré.

No me vengan con sus cosas, sus consejos o sus

habladurías sobre la vida bella.

No quiero mentiras, sino un poco de verdad.

Hoy soy todo lo negro, y no hay nadie más para mí.

Sólo déjenme en paz.

Sólo déjenme morir.

Page 222: Caballos planetarios

218

Aún en la noche te veo,

aún en la noche que principió todas las noches, aún en

esa oscuridad salvaje,

yo sé que estás ahí.

No temas.

Yo sé que estás ahí.

Page 223: Caballos planetarios

219

UN PERRO HA MUERTO.

He dejado ir mis cabellos y mi frente, mi juventud acaba. Hiroshima,

isla de Honshū, Japón.

“Es seguro que un Samurái que no está preparado para morir, morirá

de una muerte poco honorable”. Hagakure.

Sobre las vías del tren, un perro ha muerto.

Sobre las vías del tren, nadie lo vio morir, pero ¿dónde es

que estaban todos?,

¿hacia dónde iban que no vieron, que no asistieron, a este

casorio de males y silencio?

Sobre las vías del tren descansa un perro que ha muerto,

y ya no hay ningún tren serpenteando,

Page 224: Caballos planetarios

220

pero aún permanece el grito que iba desde su última

noche.

Es que nadie supo:

ni los rieles, ni los vagones, ni las estrellas, ni los pañuelos

en el aire,

ni las bocanadas, ni los hombres desamparados, ni las

piedras bajo los durmientes perpetuos, nadie,

nadie supo que un perro también puede ser feliz.

Nadie se dio cuenta que este perro era un perro feliz.

Nadie supo que en su toda materia tenía un rabo,

que poseía patas cardinales y estirado camino a seguir, y

canción de medianoche y lengüetazos de amor.

Page 225: Caballos planetarios

221

Nadie me pudo responder qué es un perro y quién se lo

llevó desde mi tierra como una estatua de mármol caído.

Sobre las vías del tren, la vida ha muerto.

No la mató la substancia o la muerte, o si se detuvo por la

predisposición de las estaciones,

porque qué nos importa ya, si ha muerto, y esta es la

única verdad.

No hay una vacante para mi dolor y para su ausencia

eterna.

Sobre las vías del tren, un perro ha muerto, un amigo que

yo deseaba conocer con todo el tiempo

que se dispone en este mundo, pero ya él no está aquí, lo

restablecieron las sombras a su silencio oscuro.

Page 226: Caballos planetarios

222

Sobre las vías del tren, un perro ha muerto, y yo espero

junto a él mi turno,

mi hora final de rencontrarnos en la delicia sonora, para

que nunca más se vaya de mis brazos,

porque sí, por un minuto, por un breve relámpago de su

vida,

ése perro palpitó la caricia humana que le concedieron

mis sencillas manos.

Page 227: Caballos planetarios

223

EL DESTINO DEL AMANTE.

Sin sangre, ni latidos, se estremece mi corazón indigente. Uwajima,

isla de Shikoku, Japón.

“Una persona de poco conocimiento se da aires de sabio: es una

cuestión de inexperiencia”. Hagakure.

Qué dolorido es que pase el tiempo y que tú te hayas

acostumbrado a mí,

a mi única fragmentación de ser, a mi único martirio de

amor mío,

el que me llevó por muchas navegaciones,

sin que yo pueda reclamar o maldecir ese día, esa hora

infinita y ese segundo infausto.

Page 228: Caballos planetarios

224

Qué dolorido es para mí no tener defensa ante tu

inapelable fallo.

Yo me he convertido por debajo de la poesía en un

hombre sin morada,

sin patrimonio de aventura o de caballeros melancólicos,

de esos que son heridos casi de muerte por una doncella

mentirosa,

y soy ahora quien galopa sin rumbo y se estrella con la

cáscara oronda del planeta,

donde ya no hay una oquedad de mis versos y una

concordancia sobre tu alma:

¿Qué puedo decirte sobre el amor, qué puedo llevarte

volando hasta tu nido, mujer,

si éste fue únicamente un sueño de bocanada cuando

vivía allá lejos,

Page 229: Caballos planetarios

225

distante por los corredores de la triste ciudad, del faro

frente al mar?

¿Qué puedo decir yo, para ser yo, y no lo que tú

esperabas?

Por estas razones de infortunado no pude decir nada para

ti, callé mi tierra, mis ideas, y se abrió un gran pozo

dentro de mi alma,

y allí guardé todas las palabras hasta que tú fueras una

bruma que se me escapa entre las manos.

Y así te fuiste, y yo sin tenerte en mi tacto,

perdí mis dedos de las manos y de los pies, y anduve con

frío, con falta y apremio de contorno humano:

quién iba a pensar que serían los dedos lo que primero

extravía un amante.

Irónicos fuimos en el amor y ahora nos toca devolverlo.

Page 230: Caballos planetarios

226

Cuando te dicen ladrón, qué triste es parecer un ladrón.

Cuando te dicen mentiroso, qué triste es parecer un

mentiroso,

porque con cada grito de la muchedumbre no te dejan

cambiar.

No te dejan hablar sin armaduras o espadas.

En este mundo la justicia es una condición conflictiva, lo

mismo puede decirse del bien y del mal.

Page 231: Caballos planetarios

227

¿Y entonces?

Entonces no queda más que ser uno mismo.

No yo mismo, no egoísmo,

sino que uno mismo,

y sólo, y sólo, si los demás no dejan de llorar.

Page 232: Caballos planetarios

228

ABURAKAGO.

En una choza solitaria, un niño se lleva la luz, mi tamaño y mis pies.

Tokushima, isla de Shikoku, Japón.

“Si una persona se ve afectada por la cobardía cuando niño, queda

una cicatriz para toda la vida”. Hagakure.

Cuando un farol se prende,

asciende un niño a través de su falda de luz, y éste mira, y

éste busca, y éste acaricia,

y éste pretende él solo descifrar las reglas confusas de

este mundo de tuertos,

descubrir por sí mismo la profunda oscuridad de la tierra,

lo áspero solapado en una luminiscencia de potrillo:

mira aquí el primer momento, hermano, mira el instante,

Page 233: Caballos planetarios

229

oh vida, oh dolores, para el niño y para el mundo, cuando

compadece el arribo de su propio nacimiento.

Este ser será feliz.

Este ser tendrá el olvido.

Pero cuando un farol se prende en la noche,

otro niño se alza con cuerpecito de ronco sollozo, y éste

endereza su andadura con la boca del hambre,

soportando el sabor del cansancio y el olor a olvido que

apresura su vientre de madre.

Pero esta hambre no es la falta de los vivos,

sino el repleto, la reposición de la oquedad infinita; es el

vacío de la muerte de los que murieron.

Pequeñísimo reservorio es este niño y lo llena con aceite.

Pequeñísimo movimiento de niño es este niño, cuando

viene a comer bajo las lámparas.

Page 234: Caballos planetarios

230

Pequeñísima falta fue el hurto de este hombre,

que ahora difunto es un niño, con hambre y con aceite,

con los pies de la muerte.

Este ser ya es un infeliz.

Page 235: Caballos planetarios

231

LA MUERTE.

Te dejo mis oídos a tu puerta, mis ojos, mi vuelo. Nara, isla de

Honshū, Japón.

“La muerte siempre parece lejana. ¿Acaso no es esto una vista

engañosa y fútil? ¿No es una ilusión, un sueño?”. Hagakure.

He pensado, y esta vez con mucha gravedad, sobre qué es

lo que debo llevarme cuando me alcance la muerte.

Sé que esto de morir es algo ineludible en mi vida,

y hasta en ocasiones lo espero con ansias sentado junto a

mi ventana, acaso,

como una ola que traga el cielo sin una razón, acaso,

como un silencioso tambor bramando bajo la noche.

O a lo mejor la muerte es algo mucho más simple todavía,

Page 236: Caballos planetarios

232

quizás, quizás un vestido roto que se emancipa de la

mañana.

De todas formas la invito en un día de soles,

y vendrá la muerte a tocar mi puerta, a saludarme, a

llevarme por sus rincones, pero estoy seguro que allí el

mundo será la vida.

Para ese tiempo definitorio, me dije,

qué tal si le llevo un recuerdo a la muerte en mi ataúd,

qué tal si se siente desolada mi losa entre las sombras

o bajo el desierto de las manecillas.

Qué tal si, qué tal si.

Y así, pues, lo primero que compareció a mi mente fueron

libros, catálogos, manuales,

enciclopedias universales de las todas cosas conocidas y

todas sin aún conocer:

Page 237: Caballos planetarios

233

dije, me iré a la noche con compendios y allá estudiaré

entre las estrellas con mil ojos de luna

las páginas nuevas y las viejas,

los autores que me custodian en el trance oscuro y los

que nacieron después de mi fuga natatoria…

Pero hice una pausa y un silencio de estúpido. No es

buena idea.

Me sentí por un intervalo de revelación como un monje,

un religioso y un feligrés,

una masa informe que busca desesperadamente en la

muerte, hacer y ser todo lo que no descubrió nunca

cuando anduvo con pies.

No, esto no es para mí.

¿Quién puede leer cuando ya no se necesita leer,

Page 238: Caballos planetarios

234

y cuando hubo abandonado todo su tiempo en sí, y sólo

en sí,

y no en todo el planeta que lo esperaba por tanto tiempo?

Creo en mi interior que tal vez no serán los libros ni el

conocimiento todopoderoso

lo que se necesitará en el más allá, por ahí, abajo en la

tierra,

e inclusive en los compases que se dispusieron en mi

vida.

Sucede que me di cuenta que los libros no hablan, sino,

de los mismos problemas,

de las mismas artes y las repetidas misiones del hombre

encarnado.

No hablará de mí y de cualquiera que ya no esté existido.

Page 239: Caballos planetarios

235

Entonces, ¿para qué llevar a la muerte la parte de mí que

ha muerto, la piel, el personaje y la ropa?

Tal vez allá, en el cielo etéreo, no haya que conocer nada

ni ser nada, sino que era acá el lugar, el sitio, en el gran

suelo verde

donde uno debía entrenarse para ser un sabio caminante

y abundante, y nutrirse de alma,

de gran alma ambarina para vivir después, allá, con dones

planetarios.

Lo siento por todos ustedes, pero ya me aburrí de escribir

estupideces.

Qué importa la muerte.

Qué importa la gran casa oscura, si ella no existe.

Page 240: Caballos planetarios

236

Es mucho mejor consignar ideas y tiempo y libros a los

vivos que a uno mismo muerto. Ten.

Porque mientras sea un poeta, mientras sea un ser

humano, tendrás, y mientras todos sean también, yo

tendré. Ten.

Porque mientras en mi vida llueva el astro con rocío

dulce, mientras me sienta alma y se congregue el alma,

ten.

Ten, porque desde mi boca nacen madrigales. Ten.

Page 241: Caballos planetarios

237

Vano es el ego,

pequeñísima la torre, la rosa,

la voluntad que no tiene sitio ni dones que otorgar a la

tierra.

Claras son para mí las montañas.

¿Dónde es que se encuentra el territorio del ser humano?

¿Cuál es mi lugar?

Voy porque sigo. No me detengo.

Ahora es el cuando.

Tengo cadenas por años de besos, de abrazos, de lunas y

amores.

Page 242: Caballos planetarios

238

Tengo zapatos de tiempo y heridas de barro.

Pero en la noche todo se aquieta.

En la noche yo escribo,

escribo de otras cosas y éstas están ahí, se aparecen en el

idioma con mucha más fuerza que yo mismo.

He visto en ellas una espesura mayor que el dolor de este

planeta.

Yo voy hacia lo más elemental.

Page 243: Caballos planetarios

239

ANÓNIMO.

Aquí, mi sombra, mi reflejo y mi cintura. Hoy son de otro. Kyoto, isla

de Honshū, Japón.

“Que uno sea de alto linaje o de origen humilde, rico o pobre, joven o

anciano, ilustrado o no, todos estamos destinados a morir”. Hagakure.

No hay huella, prueba o sucesión,

no hay vestigio alguno que marque a mi alma, dónde,

dónde fue que tú viviste tanto,

dónde es que ahora te devuelves antes de que yo pudiese

llegar hasta ti.

Dime dónde fue que coloreaste el mundo con los colores

de mayo.

Page 244: Caballos planetarios

240

Así van las cosas andando por la ciudad sin ningún apuro,

arrastrándose,

como los buses o los trenes, los pequeños departamentos,

los subterráneos, las casas,

el empedrado perpetuo, todo siempre tan igual;

van las cosas como transeúntes con sus diligencias y sus

menesteres,

y allí se queda el movimiento del mundo:

no hay más para ningún hombre que su propia sombra;

y aún en el campo más campestre, con todo el tiempo

que se abandonó a sí mismo

y la calma inmutable y el desasosiego de los arboledas y

del mar inmenso,

aún, aún con todas las cosas de este mundo y de lo que

predican en el cielo prometido,

aún hoy en día hay alguien como tú, que en toda la vida

nadie vio pasar.

Page 245: Caballos planetarios

241

Nadie supo, nadie entendió jamás, que todavía hay

alguien que nunca conoceré.

Yo canto para ti, aunque no me escuches y mi voz no te

conmueva,

porque oh, hombre de ti,

nunca nadie se advirtió que morías de tan viejo, de tan

larga soledad o de todas las canas.

Nadie supo que eras un pintor romántico, de esos de la

puesta de sol o un zapatero de la luna,

que calzaba sus pies con sandalias de leche,

de esos que regalaban sus dibujos y se pintaban el

corazón verde,

nadie dijo que eras relojero de la vejez, la primera hora de

la tierra, que eras padre de delicias,

que andan hoy por ahí como dos flores desnudas.

Page 246: Caballos planetarios

242

Nadie se dio cuenta, hombre, que tú sufriste como un

vetusto ruiseñor.

Pero no tenías alas ni sangre en tu pecho, sino sombra

sempiterna, la sombra que trazó el puño de tus generosas

acuarelas.

Y llegada la boca del alba ahogaste un último lamento,

solo, completamente solo.

Eras anónimo, lo sé, como todo lo que existe en este

planeta. Igual a mí.

Pero yo, de tanto ir, de venir, a puro sol y a mezcla de

noche, de ser tan como tú,

sucio de pies o escondido de rostro, y yo de por aquí y de

por allá instigando un reproche a la vida,

me olvidé de los que no tienen recuerdo.

Page 247: Caballos planetarios

243

Y fue un “no me acuerdo” de lo que no dejó la memoria,

esto fue lo que me pasó, y eso es todo.

Caminé demasiados calendarios.

Me distraje tanto con mis pies, que no vi tu muerte de

mariposa bajo mis suelas.

No tengo moraleja de tu partida, pero sí una duplicación:

porque así, sí, así como cada uno se olvidó del anónimo

de la tierra y del cielo,

y el que iba por un pedazo de pan por el hambre,

y con ojos de cansancio quería una cama, una muralla o

una espiga en la mano durante una noche a cubierto,

así, así lo tapamos con un velo, una cadena, unos ojos

negros:

no sabíamos que el agua duele y se destruye, y lo vimos ir

y pasar al invisible anónimo, doliéndose a lo lejos.

Page 248: Caballos planetarios

244

Yo no alcancé a conocerte. Es cierto.

Por eso me disculpo y me lloro.

Acá estoy para escribirte,

cuando ya me no me puedes leer, cuando ya no, pero

estoy,

estoy para abrir las puertas gravadas de tu vida,

para repartir en un inmenso deleite lo que el mundo

cubrió con sus manteles de cenizas,

y que descubro como en tus colores.

Lloro y estoy porque no estuve donde tú estuviste y mi

palabra no te alcanzó jamás.

Page 249: Caballos planetarios

245

EL MAR.

En las olas que se desenlazan, en todas, mi boca es un

naufragio. Shizuoka, isla de Honshū, Japón.

“Es necesario saberse concentrar sobre una sola cosa. Todos los

oficios deben ser ejercidos con concentración”. Hagakure.

Me pasé la vida preguntando de qué color eras,

de qué olas eran la fuga de tu noche y qué me traían las

voces hasta mi casa,

mi invisible casa.

Yo te vi desde cuando era niño, desde cuando el pequeño

árbol yo era,

como el mar, así, simplemente, como el imponente mar.

Page 250: Caballos planetarios

246

¿Qué otra cosa podrías ser tú, sino tu nombre grabado en

la arena?

Eres como un monasterio de vidrio, mar, como un

inmenso azul inquieto,

pero todo de ti, todo aquello que yo podría señalar o amar,

era siempre igual a una bella tarjeta sobre mis sueños o

un tímpano de las caracolas.

Eras el mar, que ya no era mar,

sino una oscura sombra donde se muere el sol con las

estrellas.

Sí, es cierto, fui a ti, y allí estuve frente a frente,

mirando tu cuerpo de vertedero del agua muerta, de la

montaña herida y de los ríos asesinados.

Page 251: Caballos planetarios

247

Allí estuve junto a un animal agónico que no pretendía

conocer o tocar

y busqué mil pretextos para no estar en tu encuentro,

sobre tu lecho de dolor.

Allí estuve observando tu lengua moribunda que flameaba

con el sufrimiento

y con digna suavidad de tu milicia, ibas tú lamiendo las

costas de todas las tierras.

Mar: yo quise conocerte ahora, palpar tu frente de

espuma y saber la gran verdad de tu enfermedad.

Mar:

me bastó tan sólo con sumergir un poco mis pies para

profesar el frío poderío que aún navega por tus estratos,

Page 252: Caballos planetarios

248

el firme ímpetu que transporta tu mensaje hacia todas las

direcciones.

Mar: en tus dolores y espasmos de moribundo, yo sé, yo

sé, que aún hay salvación.

Mar, que no se nos olvide que tú eres el padre,

el primer cerro de agua, la horquilla más ancha de la

tierra, el dulce naufragio de los que van soñando sobre un

velero,

el viaje y la medida que deshila la prosa de los amores.

Page 253: Caballos planetarios

249

INFLORESCENCIA.

En piedras interrumpidas, allí está mi amor tendido de rodillas.

Tokyo, isla de Honshū, Japón.

"Mirando con el ojo de la compasión, no hay nadie que no merezca

ser amado. El que ha errado debe despertar todavía más nuestra

piedad. No hay límite para la anchura y profundidad de nuestro

corazón”. Hagakure.

Desde otras tierras, oscuras, antiguas, derrochadas en la

vacuidad más añorante, dijeron a mi voz que de ti,

iba la muerte,

y en tu nombre de santa antiquísima y de carpintero de

escalas,

dos cisnes se fraguaron de cuello negro para nadar, nadar

y abatirse en la copa contenida de tu boca

Page 254: Caballos planetarios

250

y como cuatro pétalos en estación de sangre, mi lugar fue

breve contigo, tan breve entre tus senos y la nieve.

No hay quien se te mida todavía, eras como un eclipse al

sol, oscureciendo los árboles decaídos,

una noche que se murió sin empezar, aclarando una

estéril estrella,

un erotismo insinuado, pero sin besos, sin aguijones, sin

contacto o entierro;

eras como el agua que se decanta sin la lluvia, una bella

promesa:

de otro indomable territorio, un día me encontré sobre tus

fronteras de rocas y abismos,

y yo te esperé, nadie me dijo,

y yo te amé, y nadie me dijo.

Page 255: Caballos planetarios

251

Los días nunca me confesaron, acaso, que no sólo era tu

sonrisa, tus ojos, tu cuello, tu pelo o la curva de tus senos

y tus hombros:

era dulzura, cariño, tan extenso en su medida como

ingenuo en su propósito,

lo que en mí golpeaba las puertas de tu nombre.

No había otra verdad:

te quería porque existías, porque eres, porque estás,

porque ya no estás, porque ya he muerto yo,

y porque antes que tú, ya no soy yo.

Te quería porque vivimos en el mismo tiempo.

Ha sido la suerte, mi bienamada, tal vez, pero es tal vez lo

único que hoy nos queda.

Lo otro, lo otro es como un poema escrito sobre el agua

del río. Lo otro son mis entonaciones y lo que en mí y en

ti palpitaba.

Page 256: Caballos planetarios

252

LA CASA.

Noche en una casa abandonada: sin hambre, sin sueño de caminatas.

Sendai, isla de Honshū, Japón.

“Adoro dormir. En contestación a la situación actual del mundo,

pienso que lo mejor que puedo hacer es volver a dormir a mi casa”.

Hagakure.

Hasta ti he llegado, casa,

pequeña casa enclavada en el cerro;

he venido hasta ti, allá, desde la ciudad, de los

rascacielos, de las avenidas,

sombreando rosas y rezos ocultos dentro de un sombrero

infinito,

Page 257: Caballos planetarios

253

de graves zapatos y muchas lenguas y muchas estancias y

muchos monumentos.

Yo era un hombre sin techo estable,

sin una pared que fuese algo parecido a la infancia de los

niños, de las mariposas,

yo sin casa, era y era,

y me he acostumbrado sin pena a los pájaros de la noche,

a los nidos o la luna, y así de derrotero en mi puerta,

reventó el mundo.

Hoy por fin he sobrevivido para conocerte, mi casa, la

casa.

Hoy por fin sobre mí llueve la tierra y hoy sobre mí se

extiende el cielo.

Hoy por fin soy una tarde completa.

Estoy consciente sobre tantos poemas míos,

Page 258: Caballos planetarios

254

que caminar sin caminos ni ojos es algo bueno, deseable,

y que mudarse es como un deporte de aire,

y no tener puerta nos enseña a no asumir alma de aldaba.

He incendiado muchas casas antes de mi primer jardín y

antes de mi primer poema.

Me he dibujado siempre como un niño separado de las

murallas, de los patios, de los corredores, y sin que nadie

me advierta,

yo salía corriendo hacia el horizonte por la ventana.

He pensado mucho sobre la casa, en verdad, mucho,

mucho.

Pero esta casa es diferente; tú eres diferente.

Tú eres la morada de la única madera indómita que me

estremece aún,

ya sea por vigas o por tablones, con el llamado del viento

lejano.

Page 259: Caballos planetarios

255

Eres tú la única que duerme bajo un bosque de pinos

y donde las arenas detuvieron su travesía de río seco para

marcarme el camino a tus pies.

Tú eres la única que me escucha crujir de alma reseca y

no enciende sus luces cuando yo llego,

enfrentándome a mí solo contra el firmamento de la

oscura noche.

Tú eres la única para mí.

Yo pido a la tierra que te ha visto nacer,

que jamás caiga sobre de tus muros, casa, el fuego o el

frío.

Y que en el centro de tus pilares de árbol viejo, una planta

nueva crezca, y dé la luz,

la luz que robé de tus padres ausentes y me acompañes

en mi vuelta a lo recóndito de la tierra.

Page 260: Caballos planetarios

256

Mi única garantía de arriendo es la insondable poesía. Un

litoral refulgente de oro o de plata.

Un cheque en blanco.

Mis credenciales de señor del barco son una cuerda o una

red del gigante mar.

Pero yo ya no las necesito, casa, son tuyas.

Hoy voy de escamas y aletas navegando por las piedras de

tus tejas y cámaras,

para acostarme una noche, sólo una noche,

sobre tu pobre pobreza de macizo antiguo.

Y bajo el grito tronador de un ave oscura,

me envuelvo de tu corazón de madre y soy otra vez el

vientre del bosque tuyo, oculto en la noche,

en la noche del hijo que no murió nunca cuando

desplomaron las puertas y chirriaron las ventanas.

Page 261: Caballos planetarios

257

SANDÍA.

El gusto y el olfato no los necesito. La fruta se ha vuelto mi

compañera. Aomori, isla de Honshū, Japón.

“La mayor parte del tiempo nosotros nos dirigimos a los demás para

pedirles ayuda y luego los olvidamos en cuanto la crisis ha pasado”.

Hagakure.

Viene por aquí el verano con pepas y con cáscara,

viene tirado por dos caballos y una carreta con jinetes

muertos,

viene y vuela por la ensambladura de las gaviotas y el

aroma del mar,

y viene y corre a través de la arena caliente,

Page 262: Caballos planetarios

258

pasa por lo desolado de los territorios donde como un

vestigio de brasa han quedado los sombreros y los vestidos

de tantas cinturas bajo el sol;

llega hasta mí, a la isla,

con una rechoncha piel y con vísceras de manantial

dulce, desde el profundo corazón de la tierra.

Sandía: ¿por qué tengo que escribir de ti?,

hay más dolores, hay más vida y más poesía en otras

cosas,

¿por qué, me pregunto, he llegado a profesar en las frutas

lo que no he encontrado en el corazón humano?

No sé por qué te escribo, ni cómo apareciste en mi vida,

pero quizás en algún lugar de la tierra,

Page 263: Caballos planetarios

259

tu reverencial forma sea a lo que yo deseo ser, o tal vez,

me haces falta a mí entre breves cerezas y una oscura

amapola.

No quiero morir sin antes tocarte con mis manos

desnudas y andar por sobre tu collar de perlas negras.

Era la corpulenta curvatura de tu popularidad como un

sol verde,

estriado por el fuego que te dio forma de proyectil,

y de asesino en serie de las tristezas que tu dulce sonrisa

extingue.

Lo siento, pero para tenerte hago de magistrado o de

párroco o de una conmemoración de muchas naciones:

para tenerte dentro de mí boca debo ser el puñal,

el gran puñal sentenciado a abrir los dones de tu esencia

repetida.

Page 264: Caballos planetarios

260

Qué importa no tener dinero en vida o en muerte, no

poseer residencia o posesiones de metrópolis,

si en ti, sandía,

las dulces formas se congregan como jugosas esculturas

de cada rincón de tu eclipsada corteza planetaria.

Sandía, te quiero por tu pequeño corazón rosado. Te

quiero por tu simple sonrisa.

Page 265: Caballos planetarios

261

EL AGUA.

Te diré que ya tengo piernas, ni brazos, sólo en mí una corriente que

nunca se detiene. Hakodate, isla de Hokkaidō, Japón.

“Hay que alabar sus méritos; esforzarse en darle ánimos, en preparar

su humor; volverlo tan receptivo a las observaciones del mismo modo

que el hombre sediento lo es al agua. Es entonces cuando hay que

corregir sus errores”. Hagakure.

Dime qué es el agua,

dime lo que se mueve y golpea todas las calles de la tierra.

El agua viene de una hoja transparente, un otoño y de una

aguja verde.

Page 266: Caballos planetarios

262

El agua se levantó como un dios antiguo,

consumado con escamas de plata y curvas de arena,

dirigiendo el estandarte de una serpiente.

El agua parece un largo vestido, no de novia, sino de

lágrimas, cuando se derrumba el atardecer.

El agua no tiene caminos, pero marcha como un tren, un

ligero ferrocarril que va a una lejana ciudad

y después no vuelve.

El agua crece.

El agua extiende la herida que abandona un puñal, que

sufre, que solloza,

cuando el sol mengua y el mar anochece.

Page 267: Caballos planetarios

263

El agua teje la cuerda de una perdida guitarra,

bebe el tiempo de la esperanza en una botella que pronto

se pierde.

El agua es una canción que se conduce entre los peces.

El agua es una boina que te corona,

una efervescencia campestre, el movimiento azul cuando

la noche por fin se duerme.

El agua es el nombre más elemental del planeta y la

última copa donde se derrama la muerte.

Page 268: Caballos planetarios

264

EN LOS CAMINARES DEL HOMBRE SABIO.

Vaciado de toda cosa, y toda cosa completamente incorporada dentro

de mí. Shiretoko, isla de Hokkaidō, Japón.

“Ittei Ishida (sabio confucionista de Han Sagan y maestro Jocho

Yamamoto) explica: "Los asuntos menores deben ser estudiados con

seriedad. Hay pocos problemas realmente importantes, solamente se

presentan más de dos o tres en toda una existencia. Una reflexión

cotidiana os convencerá…” ¿No es entonces posible decir que para

poder tomar con calma decisiones importantes, hay que prepararse

cada día con resolución?”. Hagakure.

Yo toqué el conocimiento con dolor, con impotencia y

distancia;

y hasta hoy es una espina en mi boca, soldado como una

nota de desesperanza, un cielo y un mar,

como una pústula en los ojos, un rumor apretado,

Page 269: Caballos planetarios

265

que anunció el desplome de lo eterno en mí y la sonrisa

de tantas lunas partidas en partes perdidas.

Y es que mi vida, entre dos caminos, se dividió en sonoras

luces interrumpidas.

La primera luminiscencia es dura:

pertenece a los cálculos, a la lógica, el razonamiento, los

conjuntos, la rima, la hermenéutica, la filología,

a los sistemas compuestos y al orden cuadrado, a la

economía y al átomo, y a los números numerarios,

pero qué son estos, qué son, sino una cerradura perfecta,

perfecta, perfecta…

letargos dolidos, confusos, sangrándome de amores, de

silencios,

como si fuesen las ciudades, como si fuesen todas las

tierras.

Yo me anduve en esta luz penumbrosa, pedregosa,

Page 270: Caballos planetarios

266

por los años de libros sin memoria, letras amorfas de

cuyos rostros indescifrables,

era yo un ser reservado, como una página en blanco o un

cielo de aves desacertadas,

y al tiempo maduro de -in-significantes promesas o

estadísticas, digo,

a sus frutos amargos, severos, llenos de dolores y texturas

incompletas, digo,

a sus simientes que se despliegan como una verdura

depredadora, voraz,

no me conducirás a los otros dominios, comiéndome,

saboreándome,

igual que a una manzana, igual que a un beso eterno y

doloroso,

aún si de mí soy una porción de mí, bucólica y

moribunda, y bucólica y moribunda,

y que de los otros, los otros,

Page 271: Caballos planetarios

267

irrumpieron el lugar de la verdad, y que de algunos

también el triste fue un olvido.

La segunda es luz clarísima, pero ya no es luz, pero brilla,

pero no se llama luz,

no tiene denominación ni medida, es presencia y

ausencia, y va conmigo,

pero no la ves, y voy con ella, pero sin ser,

y allí mi casa se fundó, pero casa que ya no es casa, es

otra cosa, pero no casa,

desaparecieron las puertas, el techo, los muebles, las

habitaciones, las murallas,

mi cobijo, mis noches y el sueño,

y la luz fue ceniza,

como la luna, que no es la luna, sino una rueda blanca

que se mueve sin sentido,

Page 272: Caballos planetarios

268

escondiéndose de las estrellas, de mí, de ella misma, de

su nombre, de los grillos,

y la luz fue oscuridad,

pero no de noche, ni de nubes, o de sombras en lo oscuro

del horizonte,

porque todo está despejado, claro, ordenado, si miras

hacia arriba,

y la luz fue transparencia,

como las manos del viento, que no corre, o se direcciona,

ha desaparecido, se ha vuelto de espalda,

y navega al revés, igual a un suspiro del planeta, igual a

un oleaje intangible,

y la luz fue el aire,

sobre la tierra firme, que ahora era una nebulosa diáfana,

amigable, bondadosa,

donde se establecieron los materiales de mi canto, el

canto que no se muere,

Page 273: Caballos planetarios

269

y la luz fue canto,

para los árboles que dejaron de hacer ruido, porque ya lo

no había,

puesto que todo era sonido, música, y no era,

las hojas no eran ramas, y éstas no eran las raíces de

cuando nacían desde la tierra,

y la luz fue silencio,

cuando el espíritu perdió toda emoción, como un río

inamovible, sereno, profundo, de tiempo desconocido,

de dirección fija y marcha incierta,

y la luz fue caudal,

agua de la lluvia, de los pantanos, que nunca se vaciaron,

porque nunca manaron como agua,

no humedecieron, no lloraron el líquido inocuo, no fueron

leche ni vino, no se desataron como lágrimas,

y la luz fue océano,

Page 274: Caballos planetarios

270

un trono donde se concentraron todas las joyas, sin

joyería, sin adornos, pero joyas, sin valor,

y mis cosas, mis útiles y mis posesiones, allí se allanaron,

como joyas,

y la luz fue más luz,

y mis ropas, mis atuendos ya no se vestían en mí,

disipando sus formas y sus funciones, y me vi desnudo,

sin estarlo, como un pliegue,

y entonces no me arropé, ni me desvestí,

y la luz fue aura,

porque la mujer que deseaba ya no está,

se fue con ella misma, su geografía desnuda, gris, triste,

callada, y no se acordó de mis besos, de mi boca,

que nunca fueron besos, o bocas,

y yo tampoco me acuerdo de ella, porque la amé, pero no,

fue como mi alma o fue como mi amada,

Page 275: Caballos planetarios

271

y la luz fue amor,

dejándome con pies firmes, caminos abiertos, y laberintos

infinitos:

ya no me queda nada, o me queda todo: fluyo por los

designios de mi propia alma.

A esto se le llama “Ocultar la luz”.

Page 276: Caballos planetarios

272

MIS MANOS.

Y una mañana,

y una mañana al levantarme,

mis manos ya no tenían forma, contorno o costuras.

Así me fui a viajar por el mundo.

Page 277: Caballos planetarios

273

CABALLOSPLANETARIOS

Título: “Otoño”. Autora: Genoveva Moncada. Tinta sobre papel. Año 2012.

“Los meses y los días son viajeros de la eternidad.

El año que se va y el que viene también son viajeros.

Para aquellos que dejan flotar sus vidas a bordo de los barcos

o envejecen conduciendo caballos,

todos los días son viaje y su casa misma es viaje”.

Matsuo Bashō (1644 – 1694)

Page 278: Caballos planetarios

274

¿Acaso lo has olvidado?

Has andado tanto por los caminos, que ya no te acuerdas

de un nuevo nombre para el sufrimiento,

y así por toda la tierra el día y la noche

definieron en ti las medidas de lo humano para un

pasadizo transitorio.

¿Acaso ya lo has olvidado?

Un poeta es el alma que cae besando la palabra y no

muere, pero muere, y es así, no está,

pero lo verás tú esperándote la vida en cualquier otro

lugar donde alguien llore y caiga.

Un poeta es la voz de cada boca sobre la tierra.

Page 279: Caballos planetarios

275

Escúchalo como el simple eco de las cosas que nacen y

desaparecen,

y no se duelen en la gran omisión de este planeta.

Un poeta es el manifiesto del verbo en el mundo,

como todos mis hermanos que son poetas,

los ocho quienes colocaron aquí todo el canto de lo

planetario,

y todas las palabras de tan largas direcciones, te dicen

algo.

¿Acaso ya lo has olvidado?

La muerte no es el final de las cosas.

Gonzalo Maire

05 de abril de 2012.

Page 280: Caballos planetarios

276

OTRA VEZ, OTRO NACIMIENTO.

Emilio Vargas.

El nacimiento es el desgarro impaciente

por ver, oler y escucharse respirar el aire del universo,

presuroso por comer, gustar, expandirse y gobernar,

formar imperios que darán lugar a nuevos nacimientos.

Uno tras otro, como avalancha ciega irrespetuosa del

equilibrio del silencio.

Llanto animal, grito doloroso que nunca acaba de

acomodarse,

incomodidad primera que es fisura y nos divide,

Page 281: Caballos planetarios

277

que nunca más vuelve a la unidad postergada. Siempre

somos muchos,

como dos soledades que conversan, que acuerdan ser tres

o una infinidad,

dentro de ese infinito nace oriente como un yo quebrado,

inveterado y remoto,

como ese yo que dejé atrás, escondido, como el acierto

imposible de mi escape de mí.

II

El amor es la locura con forma de Mariposa,

que te embate y te azota en las simas religiosas.

Me vi sumergido en unas alas inéditas que me llevaron a

recorrerme,

con cada aleteo, me despertaba un monstruo místico.

La mariposa era la diosa celestial de la noche. Profunda,

sedienta

Page 282: Caballos planetarios

278

como el amor venturoso del ahora que no deja de

proyectarse.

¡Mariposa revolcada en el polvo celestial, no tienes

cuerpo, eres puro gesto que se

desvanece en el detalle!

Imagen desdibujada. Atroz osadía de mi arrebato,

enamorado de la imagen femenina que se resiste a ser

dibujada por la realidad.

Mariposa oriental, Mariposa oriental, repetía.

Y no me cansaba de amar la eternidad frágil, que

cambiaba incansable de rostro.

¡Mariposa oriental! Decía, y me cansé de seguir siendo

cuerpo.

III

Como una serpiente que crece con cada muda de piel,

Page 283: Caballos planetarios

279

el pensamiento hambriento me perseguía y de tanto

seguirme, me volvió a multiplicar.

Ahora me desplazaba a zonas hiperbóricas,

mi cobijo era la idea, mi fuerza, el pensamiento.

Y así, otra coraza más, dividía y me abultaba con la

seguridad de posarme sobre los

hombros de la contundencia de una aurora profunda que

estaba más allá de todo.

La exigencia del pensamiento y sus exactitudes me

agotaron tanto, que me fui,

pero volvía una y otra vez a los requerimientos de un

retorno eterno:

Ciego en su pretensión, incansable y dueño de su reinado

milenario.

Leía los restos de huesos que habían dejado mis

hermanos al resguardo de las palabras.

Page 284: Caballos planetarios

280

Pensé a oriente, indagué en su infinitud y medité los

pasos de mi sombra.

¡Oriente! ¿Dónde está tu concepto? Y me retiraba

apabullado tras la arremetida del

silencio mezquino que todo lo sabe.

Oriente, impertérrito a la idea, me respondía con

indiferencia.

Seguí buscando, con mi lámpara inútil ¿Oriente?

¿Oriente?

Nada, aún.

IV

Como quien muda demasiadas pieles, me quedé en la

más atroz intemperie.

Ya no veía más que la piedra desnuda con ínfulas de

catedral,

el hombre era pura célula, las ideas eran letras,

los congresos e instituciones eran aullidos sordos,

Page 285: Caballos planetarios

281

las razones, el arte, la ciencia: Un punto planetario

perdido.

Sólo la locura me trocó en lucidez marginal,

como quien lo sabe todo, me embriagué en mi soledad,

mi castillo, tan alto, que hasta al sol pedía tributo para

entrar.

Mi reino era un laberinto infinito que me asfixiaba,

sentía la angustia altanera de la autoconciencia radical

que mana dolores sapienciales.

La soledad del universo me zumbaba como atroz silencio

cerrado.

La razón se me hizo pequeña, del tamaño de una

diminuta pastilla.

¡Llévenme a oriente! Exigía en mi desvarío, para luego

mirar a oriente como Ofelia contempla impávida el agua

que le otorga el don de la muerte.

Page 286: Caballos planetarios

282

SIN TÍTULO.

Ile Annae.

La ilusión, secreto augurio

que en su peregrinar inadvertido, permanece bañada

de blancos madrigales, resplandecientes constelaciones,

níveas rosas, sensitiva huella.

Es el astro celeste que nos conduce

a la apacible comarca de la utopía

por una nevada senda que la imaginación

creó con orquídeas, azahares y arco iris.

Page 287: Caballos planetarios

283

Una senda despreciada por el vulgo

y que únicamente conocen los trovadores.

Vibrar es necesario para verla…

y las almas insensibles no saben vibrar.

Es la fascinadora perfecta que nos circunda

de una quimera en una túnica rosa.

La copa de cristal en que bebemos

el extracto placentero del ensueño.

Es la cerradura de sol que nos permite abrir

la morada espléndida de la inspiración,

y en el sentimiento excitado del lírico

en una exhalación de albor y de fantasía.

Page 288: Caballos planetarios

284

OTRA VOZ DEL PADRE.

Alejandra Pinto.

Otra voz del padre,

otro sueño insatisfecho que duerme entre las manos

apretadas de lo que no soy

otras conchas de espesores y amanecidas,

otro guerrero enfermo de pan

la paz nos es debida y antes del nuevo soplo de voces

la carne quema sus improcedentes exequias

que evitan el humo y se aman carbonizada con él.

otra canción para mi nuevo nombre

Page 289: Caballos planetarios

285

estas piedras combaten lo imposible

se llenan las bocas de peces muertos que circulan el aire

y debo lo que no soy.

Somos sueños fuertes golpeando la puerta de lo

desbaratado

miramos caer el mundo camino de la necedad

vuelan los aviones

caen los pájaros

se pudren las manzanas

y vuelve el tráfico a morir en la mañana.

verdad de las bellezas

comunidad de lo perdido

sueño del rescoldo

el hábito imposible nos doblega

Page 290: Caballos planetarios

286

la suciedad nos contamina

y estos trazos son la mitad del rostro que me falta.

cantos a la soledad

duelos de invierno

innecesaria memoria de los peces.

Una vez volví de mi viaje con el mundo

nunca fui una avezada lobista

amé, no obstante, el temple de los lobos

su vigilia libertaria

después, cansada, perpleja y arrugada,

me hice adicta al hábito del cansancio

para quedar rendida a la sombra de lo que no es mi sol.

la humedad nos antecede

se muere en la concha la voz de la multitud

Page 291: Caballos planetarios

287

y queda la mitad de pared descascarada a la sombra del

verano,

alguien movió la silla sin querer,

soy este suspiro que cae con el ruido

soy una deuda caligráfica

soy una mirada impostada

antes de la mano que apuesta.

verás que mi petición de caricias

es una negra piedra que se repite en un espejo.

la escalera sube y también baja la voz de lo simple.

escucho una voz familiar

y dormimos ante el cielo descubierto.

Alguien nos miraba antes del amanecer,

no entendía esta escritura

solo sabía mirar las huellas de los pájaros,

Page 292: Caballos planetarios

288

antes de que el sol saliera,

miraba los tres dedos de las aves

incrustados en el barro,

buscando algo detrás,

como si el estribillo de esta canción no fuera más que

música

y este disco no se revelara en el sentido latente del sueño

que me espera.

pero cedes esta voz ante los pasos,

detrás de la ventana nadie puede habitar esa luz,

acumulamos pedazos de cielo para ser como los ángeles

que no se cansan nunca de la bondad

pero somos bestias, mitades arrojadas al ruedo de la vida

jugadores en la partida de cartas

la forma terca de la soledad y el revés del amor.

Page 293: Caballos planetarios

289

EL ÚLTIMO DÍA.

Gonzalo Núñez del Río.

El ciclo de la conciencia está llegando a su fin.

Con las virtudes empíricas de una vida que fue pero ya no

será

recordando la inmensa estepa que me vio nacer y que me

albergo como un forastero.

Acabando en una enfermedad satírica que se alimenta del

odio de mi alma

inmerso en la magnificencia de esa soledad que cada día

me destroza el interior.

Ha llegado el fin de este ciclo donde se nace para morir

Page 294: Caballos planetarios

290

donde el cielo se vuelve más gris que de costumbre,

donde los aromas pierden su sentido

donde la incapacidad de poder obtener un sólo

movimiento es una tarea difícil y fatigante.

Se ha de extinguir como una llamarada sofocada, los

últimos alientos de mí ser

donde el trigo y las avenas son solo especies que son

esparcidas por el viento, ese viento

que llevó alguna vez a aquella persona que cruelmente no

quería pertenecer a mi lado.

Los atisbos de oscuridad no me dejan sonreír y son

egoístas con la práctica de mi ser

me niego a ser devorado por aquellas sombras que saben

que tienen que cumplir su trabajo.

En el ocaso de este fatídico día, toda mi vida se ha puesto

claroscuro, como aquellos

paisajes de esa pequeña isla que me albergo, me enseño y

me hizo sufrir en mi ciclo vital.

Page 295: Caballos planetarios

291

II

Enma grandiosa te siento en el aire.

No puedes verme aún…Mi tiempo es valioso

es un verdadero regalo en esta última batalla donde las

flores pierden sus colores

¿Con cuál valentía has de arrebatarme mis últimos

alientos?

¿Jigoku has de querer? ¿Castigo he de recibir?

Más que sentirte que estas llegando, sólo me queda

entender que aquellas virtudes

que alguna vez me alimentaron siguen presentes en mi

aura magnifica, luminosa y atenta.

Aún te batallo, como tantas veces te he sobrevivido

en esta infinita vida que la tierra me ha entregado en

innumerables ocasiones.

Page 296: Caballos planetarios

292

Y tú te encuentras ahí, esperando la oportunidad de

demostrar lo poderosa

y voluntariosa que te has puesto a lo largo de tu historia

¿Crees poder doblegarte alguna vez?

Yo te invito a respirar como un niño que comienza la vida,

como un pájaro que

se lanza desde su nido, como una flor que nace en el

momento menos esperado.

Ven, acá te espero, con mi cuerpo lleno de dolor y furia,

con un cansancio alerta y furioso.

III

Solo estoy en esta choza, siento el mar golpeando con sus

aguas mi jardín, como

queriendo hacer notar que ya es hora de arrebatarme mi

don más querido

Page 297: Caballos planetarios

293

mi propia vida, a la cual entrego sin darme cuenta

produciendo

en mí una cansada armonía donde la última nota es el

culmine de una bella música.

Por lo pronto, tú Enma, te transformas en mi propio

Shinigami, golpeando con tu fuerza

mi debilitado pecho donde solía recostarme cerca del

maíz.

Mis voluntades aún me sobreviven, la batalla está siendo

dura, tú me abrazas como

engañándome con tus falsos saludos y tu ignorante

sonrisa, aquella que has llevado

a la oscuridad a tantas almas, ¿Y me dices que me quieres

llevar a mí?

En los rastros de conciencia que aún me queda, mi ego

está siendo sepultado por mi mente

Siendo absorbido como la humedad más seca, como el

vapor más hermoso

Page 298: Caballos planetarios

294

como el vuelo más corto del día más oscuro.

Caballos negros llegan a mi socorro con su imponente

prudencia como quien

lleva a un momento de felicidad, de esas alegrías

que mi memoria persiste en demostrármelo.

IV

Sé que ya no podré seguir odiándote, sé que me tengo

que entregar como

el aura que tú, Shinigami, me has de arrebatar.

No creas que me aferro a lo perdurable e infinito que es

este camino.

Sólo siento que tengo la voluntad intacta en mi última

batalla, aquella que.

mi ciclo se ha encargado de prepararme y de escoger para

este fatídico momento.

Page 299: Caballos planetarios

295

Mis fuerzas se debilitan aún más, mi lecho lo siento aún

más débil, mi conciencia

está siendo devaluada como cuando el otoño discrimina a

las hojas pisoteándola

con la fuerza mas egoísta que se pueda alcanzar.

Y tú estás presente con tu inexplicable forma, te veo más

cerca de mí, noto

tus facciones como quien nota los detalles de la amada

sabiduría de la vida.

Pero Enma, sé que no significas la vida como la conozco,

sino que significas

la esencia misma de la nueva vida, así que no te llamo

como mi oscura muerte, sino que

te llamo como he de llamarte: Mi ilusión…

V

Page 300: Caballos planetarios

296

Mis pensamientos se confunden, mi tangibilidad se

comienza a elevar dejando atrás

miles de confusiones, alegrías, decepciones, llantos y

lamentos.

Siento que me abrazas con toda tu energía volátil de tus

brazos partidos.

Siento que esta batalla ha de terminar, dejando atrás todo

por lo cual mi conciencia

disfrutó a lo largo de aquel valioso ciclo.

Resabios de miedo afloran en lo poco que queda de este

viejo anciano, aquel miedo

que nunca supe cómo entender y convivir.

Te veo más cerca que nunca, sé quien eres Shinigami,

pero aún no sé tus intenciones

sé cual es el siguiente paso que mi interior autentico

tendrá que admitir.

Page 301: Caballos planetarios

297

Mi miedo se disuelve como el agua en la tierra,

desapareciendo lentamente.

Mi ego aprendió a descansar transformándose en un

melancólico recuerdo de aquellos tiempos de gloria.

Todo se ilumina en mi esencia, te estrecho mi mano, te

sigo con toda seguridad

que tú me has de entregar despreciando aquellos relieves

que por un ciclo fueron mi mejor compañero.

Dejo todo por cual creía que era lo necesario, me entrego

a ti con la desgracia de una

batalla perdida en los inmensos campos de tierra gris y

marrón.

Sólo sé que ya no me acuerdo quien era ni lo que fui….

He de confiar en ti…

Page 302: Caballos planetarios

298

A ESTA HORA TODO.

Pablo Maire.

A esta hora todo muere indistintamente,

la rama que movemos para sacar la fruta de un solo fruto,

por ejemplo,

un atardecer mayor como toque de templo

o la transparencia que alguna vez nos separó

en la cena familiar,

nosotros, panes duros,

pura casualidad como muerte de ricos.

Page 303: Caballos planetarios

299

No poseemos más que el reflejo en la leche, por ser

mamíferos

y torpes, dioses rasurados sin sangrar femeninamente,

o una lágrima de zar en 1907 a través de su mujer

o su monje.

He visto a la luna tan inmutable

ajena al planeta, si el hombre es sólo un nombre

desfigurado por el hombre.

No hay circo,

sólo sonrisa inútil tras la revelación del sueño al faraón,

ese dios que pide socorro al pobre último hijo.

Y ya está: siete años viviremos como el estítico

que impide el despojo de la materia y sólo deja su avaricia

cuando el saco rompe.

El poeta ha dejado su sombra

Page 304: Caballos planetarios

300

para el futuro

porque este gobierno y el siguiente le persiguen.

Ha echado mano a las lentejas de noche como los

duendes,

cuando el mundo estuvo a solas,

y frente a sus colmillos la luna mamó luz,

esa que aparece siglo por medio,

para contarse un cuento.

En ellas encontró el longevo paso de morir

sin reclamar la gloria que le fue arrebatada.

Page 305: Caballos planetarios

301

SAKURA ETERNO.

Maya Echeverría.

No descansa el hombre en alcanzar lo infinito

el corazón sediento quiere hallar la esencia.

¿Un largo camino, un viaje, un laberinto?

¿Qué es el ser, la muerte, la existencia?

El tiempo gira y sus agujas no detiene

cabalga como un corcel inagotable,

sembrando, segando o esparciendo sueños,

sereno, tormentoso, suave, inexorable.

Page 306: Caballos planetarios

302

y emerges tú con el beso del universo

emblema de savia, muerte y resurrección.

Humilde, lloroso, silente, enhiesto,

florido nexo entre creatura y Creador.

Recortando el aire, irisando el espacio

con aves y algodones blanco y rosa

asomas con tu silueta en el camino

cual remanso de la ilusión y el alma rota.

¡Cuánto de ti en el hombre, Sakura bello!

¡Cuánto del hombre en ti, Sakura eterno!

Como un Jindai sagrado abrazas el cielo;

como un Shidare llorón besas el suelo.

Page 307: Caballos planetarios

303

Sabio y fiel testigo de la huella errante

que bajo el tórrido sol y la noche calma,

por el áspero sendero sinuoso y ondulante

va excavando el tiempo, la razón y el alma.

Fluye en los pliegues de tu piel arbórea

sabiduría de lo que fue y será.

Dulce amparo de ensueños siderales,

erario floral de la humanidad.

Sakura sabio, bello, Sakura eterno.

Page 308: Caballos planetarios

304

SIN TÍTULO.

Cynthia Valdivieso.

Un suave murmullo recorría mi cuerpo

Oscuro era mi sueño, en esa noche larga

Amanecía y una vida partía.

Así se detuvo la vida por un instante

Einstein ni Heidegger pudieron hacer nada

El tiempo y el ser se quedaron mudos

Amasando, adobando y condimentando mis sueños

Me dejaste esa noche, después de dormirnos juntas

Sujetabas mis dedos de mi mano, y esperaste tranquila

Page 309: Caballos planetarios

305

Así; como llegaste en silencio a ver este mundo

Oscura y silenciosa era la noche que calladamente dejaste

La vida se nos abre y desoculta para recordarte como una

breve brisa

Que toco mi alma y me espera.

Page 310: Caballos planetarios

306

A SACHIKO ENDO.

Julio Iturra.

En el puente Kurosawa

una noche me encontraba.

Con la vista perdida miraba

el correr de sus aguas.

Mientras tanto pensaba

con una idea fija en la mente:

¿Dónde me llevaría la corriente

si a sus aguas me arrojaba?

Page 311: Caballos planetarios

307

Sólo pensaba en ella, Sachiko,

la hija del sol naciente,

que me enseñó a ser paciente,

no impaciente como un chico.

Detuve mi largo vagar

y me puse a recordar.

Era tu cuerpo menudo,

grácil cómo el bambú.

Soñaba con tu boca, ser tu dueño,

y de todo lo que eras tú…

¡Si eras todo un sueño!

Page 312: Caballos planetarios

308

Para mí eras un misterio.

Siempre de talante serio,

hasta que conociste el amor,

¡Y tu rostro fue como un sol!

Tus ojos, igual que rendijas

me miraban cómo espiando.

y tu boca, pequeña y dulce,

escalofríos me produce.

¡…me estaba enamorando!

La fui amando sin darme cuenta.

Su cabellera negra y revuelta,

sus pies pequeños,

y fruncido el ceño.

Page 313: Caballos planetarios

309

La hice mía una noche de luna.

Después de ésa, muchas más.

Me creí protegido de la diosa Fortuna,

Serás mía para siempre. ¡Ya lo verás!

Köbe, Aichi, Sendai, Santama,

Las calles de Japón

fueron mudas testigos de nuestro amor.

Mudas, porque nunca dirán

que nos vieron, ocupadas en lo suyo.

Y yo, paseándote por ellas con orgullo.

Pero el Destino, cruel y despiadado.

Otro camino me tenía reservado.

Un mal silencioso, ignorado se la llevó

Page 314: Caballos planetarios

310

y muy sólo he quedado yo.

Ave que pasas volando

con cansino vuelo,

a sus hermanos, ve y dile

que he regresado a Chile.

No que, sin ningún consuelo,

me has visto llorando.

Para vivir no me queda valor.

Ya no quiero ésta vida

si no tengo su amor.

Sólo soy un suicida.

Adiós…

Page 315: Caballos planetarios

311

Page 316: Caballos planetarios

312

Page 317: Caballos planetarios