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1 Las estelas del suroeste: ¿historias de gentiles damas y poderosos guerreros? 1 Southwestern Stelae: stories of gentle ladies and mighty warriors Eduardo Galán * Resumen Las estelas del Suroeste ocupan un puesto destacado en todas las construcciones explicativas de la evolu- ción del Suroeste de la Península Ibérica entre finales de la Edad del Bronce y la colonización fenicia y el desarrollo de la cultura tartésica. Sin embargo, su correcta delimitación cronológica y cultural sigue resultando objeto de debate, de acuerdo con la inter- pretación que se haga de los llamativos objetos repre- sentados en las mismas. Se propone una lectura de las estelas en clave inter- na a la vez que externa, como reflejo de la paulatina absorción de ideas complejas procedentes del Mediterráneo, pero también de la transformación de éstas en el marco de un sistema de valores ya estable- cido por las sociedades locales. Abstract The stelae of the Southwest occupy a prominent position in all explanatory accounts of the development of west- ern Iberia from the end of the Bronze Age to the Phoenician colonization and with the growth of Tartessos culture. However, the correct chronological and cultural placement of the stelae continues to be the object of debate, depending on how the showy objects represented on the stelae are interpreted. I propose a combination of internal and external readings of the stelae that will show how they involve the gradual absorption of complex ideas coming from the Mediterranean, but also the transformation of these ideas within the framework of a system of values already established by the local societies. Palabras clave: Estelas del Suroeste. Bronce Final. Contactos precoloniales. Objetos exóticos. Significado interno. Key words: Southwest stelae. Late Bronze Age. Pre- colonial connections. Exotic objects. Internal mean- ing. 1. Breve historia de un mito arqueológico En 1898 el erudito Mario Rosso de Luna ponía en conocimiento de la comunidad científica el descubri- miento de la estela de Solana de Cabañas, ejemplar príncipe de una serie que hoy cuenta con más de un centenar de ejemplares. En un rasgo cívico que en aquella época resultaba todavía normal, pero que con el tiempo ha llegado a ser excepcional, Rosso de Luna adquirió la obra para donarla inmediatamente des- pués al Museo Arqueológico Nacional, donde ha esta- do siempre en exhibición permanente y todavía se conserva (Lám. I). Con el tiempo y los nuevos descubrimientos, las estelas se fueron convirtiendo en un elemento central en la explicación del desarrollo cultural del Suroeste de la Península Ibérica. Adscritas primero a la Edad * Dpto. de Protohistoria y Colonizaciones. Museo Arqueológi-co Nacional. Serrano, 13. E28001 Madrid. Correo electrónico: eduar- [email protected] 1 Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investiga- ción HUM2004-04537, Héroes mediterráneos: comercio, escritura y pensamiento abstracto.

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Las estelas del suroeste:¿historias de gentilesdamas y poderosos guerreros?1

Southwestern Stelae: stories of gentleladies and mighty warriors

Eduardo Galán*

Resumen

Las estelas del Suroeste ocupan un puesto destacadoen todas las construcciones explicativas de la evolu-ción del Suroeste de la Península Ibérica entre finalesde la Edad del Bronce y la colonización fenicia y eldesarrollo de la cultura tartésica. Sin embargo, sucorrecta delimitación cronológica y cultural sigueresultando objeto de debate, de acuerdo con la inter-pretación que se haga de los llamativos objetos repre-sentados en las mismas.

Se propone una lectura de las estelas en clave inter-na a la vez que externa, como reflejo de la paulatinaabsorción de ideas complejas procedentes delMediterráneo, pero también de la transformación deéstas en el marco de un sistema de valores ya estable-cido por las sociedades locales.

Abstract

The stelae of the Southwest occupy a prominent positionin all explanatory accounts of the development of west-ern Iberia from the end of the Bronze Age to thePhoenician colonization and with the growth ofTartessos culture. However, the correct chronologicaland cultural placement of the stelae continues to be theobject of debate, depending on how the showy objectsrepresented on the stelae are interpreted. I propose acombination of internal and external readings of thestelae that will show how they involve the gradualabsorption of complex ideas coming from theMediterranean, but also the transformation of theseideas within the framework of a system of valuesalready established by the local societies.

Palabras clave: Estelas del Suroeste. Bronce Final.Contactos precoloniales. Objetos exóticos. Significadointerno.

Key words: Southwest stelae. Late Bronze Age. Pre-colonial connections. Exotic objects. Internal mean-ing.

1. Breve historia de un mito arqueológico

En 1898 el erudito Mario Rosso de Luna ponía enconocimiento de la comunidad científica el descubri-miento de la estela de Solana de Cabañas, ejemplarpríncipe de una serie que hoy cuenta con más de uncentenar de ejemplares. En un rasgo cívico que enaquella época resultaba todavía normal, pero que conel tiempo ha llegado a ser excepcional, Rosso de Lunaadquirió la obra para donarla inmediatamente des-pués al Museo Arqueológico Nacional, donde ha esta-do siempre en exhibición permanente y todavía seconserva (Lám. I).

Con el tiempo y los nuevos descubrimientos, lasestelas se fueron convirtiendo en un elemento centralen la explicación del desarrollo cultural del Suroestede la Península Ibérica. Adscritas primero a la Edad

* Dpto. de Protohistoria y Colonizaciones. Museo Arqueológi-coNacional. Serrano, 13. E28001 Madrid. Correo electrónico: [email protected] 1 Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investiga-ción HUM2004-04537, Héroes mediterráneos: comercio, escritura ypensamiento abstracto.

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Lám. I. La estela de Solana de Cabañas (Cáceres). Museo ArqueológicoNacional. (Foto Museo Arqueológico Nacional).

del Hierro, sería Juan Cabré (1923), investigador tam-bién vinculado al Museo, el primero en defender cla-ramente una cronología de la Edad del Bronce.

Sin embargo, no sería hasta los años sesenta delsiglo pasado cuando Martín Almagro, a la sazón con-servador primero y director después del MuseoArqueológico Nacional, publicase diversos trabajosque culminarían en el primer gran corpus de la por éldenominadas estelas decoradas del suroeste (Almagro1966). De esa época procede la incorporación de lamayor parte de las estelas conservadas en el MuseoArqueológico Nacional: Granja de Céspedes, Fuentede Cantos, El Viso, Hernán Pérez, y algo despuésMagacela.

Si bien es cierto que la personalidad científica deAlmagro Basch hizo que sus posiciones fueran acep-tadas casi unánimemente y escasamente debatidas, no

por ello dejó de escribirse acerca de tan peculiaresmonumentos. En los años 70 Pingel (1974) y Almagro-Gorbea (1977), refinaron y desarrollaron la tipologíade las estelas. Otros autores, especialmente Bendala(1977) y Blázquez (1975), discutieron el origen y cro-nología de los objetos de origen mediterráneo en ellasrepresentados, y sus implicaciones en el desarrollodel fenómeno colonial y del mundo tartésico. Ademásesa década y la siguiente, fueron especialmente fera-ces en el hallazgo y publicación de nuevos monumen-tos, ampliando su diversidad y distribución espacial, yplanteando con ello nuevas preguntas.

Será desde finales de los años ochenta del siglopasado cuando el debate sobre la posición y signifi-cado de las estelas en la dinámica cultural delSuroeste prehistórico se reabra con fuerza. Diversosautores (Barceló 1989 y 1991; Celestino 1990 y 2001;Galán 1993 y 2000; recientemente Harrison 2004) iránplanteando nuevas posiciones sobre la cronología,significado y filiación cultural de las propias estelas yde los elementos en ellas representados.Paralelamente nuevos tipos de estelas son descubier-tos y publicados, aportando argumentos para una dis-cusión que lejos de apagarse se mantiene cada vezmás viva. Sirvan como ejemplo el reciente catálogo delas estelas del Museo Arqueológico de Badajoz(Domínguez de la Concha et al. 2005) o uno de losmás recientes descubrimientos en Almadén de la Plata(García et al. 2006).

Las estelas comenzaron esta andadura de la investi-gación confinadas apenas a los límites de la actualExtremadura española, pero hoy son pocos los terri-torios de todo el Suroeste peninsular donde no hansido halladas. Comenzaron siendo únicamente repre-sentaciones de panoplias o de guerreros rodeados desu armamento y algunos otros objetos reconocidoscomo bienes de prestigio; posteriormente se sumaronlas más que probables representaciones de mujeres,las llamadas estelas diademadas, y paulatinamente lasestelas empezaron a mostrar un rico mundo de com-posiciones con varias figuras, en las que y no siemprees fácil distinguir entre principal y secundarias. A ellose suman sus diversas reutilizaciones, con epígrafesen escritura del Suroeste y más tarde latinos, o enotros contextos arqueológicos como los de CanchoRoano y Arroyo Manzanas (Celestino 2001: 387;Moreno 1995). (Fig. 1)

En resumen, hoy conocemos un número de estelasestadísticamente significativo, y sin embargo muchosde los principales interrogantes planteados ya desdelos primeros descubrimientos se mantienen aunquesea con formulaciones diferentes. Y ello es debido ala ausencia de contexto arqueológico, en el sentidomás tradicional del término, es decir, habitacional,funerario o cultual, al que adscribir los hallazgos. Trasun largo período en el que se consideraron exclusiva-mente marcadores de tumbas basándose en muy

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Fig. 1. Mapa de dispersión actualizado de las estelas del Suroeste (segúnHarrison 2004).

débiles indicios, hoy esa posición resulta insostenible(véase Belén et al. 1991; Ruiz-Gálvez y Galán 1991).Sin embargo eso no significa descartar el sentidofunerario de todos o al menos de una parte de losmonumentos, sino únicamente destacar que el con-texto arqueológico tradicional en este caso, sea unenterramiento aislado o en el seno de una necrópolis,de carácter individual o colectivo, no se produce enel caso de las estelas, y por tanto que debemos pro-fundizar en el propio concepto de contexto que utili-zamos para entenderlas.

2. Antecedentes regionales de una rarezaiconográfica

Para entender el fenómeno en toda su extensióndebemos echar la vista atrás y buscar en sus orígenes.No se puede decir que las estelas surjan de la nada,aunque las relaciones con sus precedentes regionalesno siempre sean fáciles de trazar y las discontinuida-des parezcan imponerse sobre los nexos de uniónque parecen adivinarse entre los diferentes conjuntosde figuraciones sobre soporte pétreo de la Edad delBronce. Dos conjuntos de representaciones se handestacado siempre como precedentes directos de lasestelas del Suroeste: las estelas-guijarro y las losasalentejanas.

Las estelas-guijarro son figuraciones bastante unifor-mes, en las que un antropomorfo dotado de un ela-borado tocado o diadema y un cinturón ocupa toda lasuperficie de la piedra. Con la excepción del ejemplarmeridional de Granja de Toniñuelo, realizado sobreun gran bloque prismático, el conjunto de estas repre-

sentaciones son de pequeño formato y están realiza-das frecuentemente sobre cantos o “guijarros” demediano tamaño, en torno al medio metro de altura,apenas trabajados salvo en la superficie decorada.Datadas en los comienzos de la Edad del Bronce yconsideradas por algunos autores como una evolu-ción de las representaciones megalíticas, su ámbito dedistribución apenas rebasa la actual Extremadura, conuna acusada concentración en el Sistema Central, ymás concretamente en el entorno de la comarca deLas Hurdes, de cuyo tramo meridional procede elconjunto más numeroso conocido, precedente deHernán Pérez (Almagro 1972) y que actualmente for-man parte de las colecciones prehistóricas del MuseoArqueológico Nacional. Sin duda constituyen estética-mente el mejor prototipo para las estelas diademadasque acompañan a las estelas de guerrero del BronceFinal, pero la relación entre ellas dista de estar clara,separadas hoy por una disparidad cronológica difícilde salvar. (Lám. II)

Por otra parte, las llamadas losas alentejanas fueronincorporadas por Almagro Basch a su corpus de 1966como el tipo I de la serie, y por tanto antecedentedirecto de las que hoy conocemos como estelas delSuroeste. Posteriormente Schubart (1975) serió ambosconjuntos dentro de su periodización del Bronce delSuroeste. Sin embargo el tiempo ha ido alejando entresí ambos tipos de representaciones, hasta ser estudia-das hoy como dos conjuntos independientes. Es cier-to que en ambas se desarrollan panoplias guerreras,claramente de períodos diferentes, pero también lo esque las losas alentejanas se encuentran confinadas enla región que les da nombre, en la parte meridionaldel actual territorio portugués, y por tanto diferencia-das espacialmente de las estelas del Suroeste sinrepresentación humana, abundantes sobre todo en laAlta Extremadura española, y que se han supuesto lasmás antiguas entre las figuraciones del Bronce Final.La técnica de realización de las representaciones esigualmente diferente, pues las alentejanas están reali-zadas en relieve, rebajando el contorno de los objetosfigurados, en tanto que las estelas del Suroeste lo hansido mediante incisión de los motivos en una superfi-cie casi sin tratar o apenas desbastada. Existe, es cier-to, un único caso en el que una estela del Suroeste hasido realizada utilizando la técnica del relieve, la este-la de Baraçal (Curado 1984) pero por un lado el resul-tado no es exactamente el mismo que en el caso delas losas alentejanas, y además el hallazgo es uno delos más septentrionales del conjunto del Suroeste, a laaltura del Sistema Central y por tanto uno de los máslejanos a los ejemplares del Alentejo, todo lo cualimpide considerarlo un nexo de unión claro entreambos conjuntos, aunque el dato debe ser tenido enconsideración. Finalmente los contextos de apariciónde las losas alentejanas, aun siendo en su mayoríahallazgos antiguos, nos remiten a las necrópolis de

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Lám. III. “Losa” alentejana de Abela (Santiago do Cacem). Museo deSantiago do Cacem (Almagro, 1966).

Lám. II. Estela guijarro de Torrejón el Rubio (Cáceres). Foto del autor.

cistas del Bronce Pleno, donde se les atribuye la fun-ción de cubierta que les da nombre. Sin embargo hayque puntualizar que entre las “losas” alentejanas haytambién auténticas estelas, concebidas para ser hinca-das, como es el caso de Abela (Almagro 1966: 63-65).(Lám. III)

En resumen, existen precedentes iconográficos en laregión para las representaciones, tanto masculinascomo posiblemente femeninas, de las estelas delSuroeste, pero proceden de ámbitos diferentes y nosiempre es fácil establecer una relación directa entreellos. Sin embargo resulta importante traerlas a cola-ción, por cuanto testimonian una amplia tradiciónregional en el empleo de este tipo de soportes, y portanto un marco de referencia indígena para el concep-to de las figuraciones contenidas en los monumentospétreos del Bronce Final.

3. Una tipología sencilla para una realidadcompleja

En lo referente a la clasificación interna de las estelas,Almagro Basch se había limitado a separar en dosgrandes conjuntos los ejemplares por él estudiados.Por un lado estarían las losas alentejanas, más anti-guas, y por otro las que ahora nos ocupan. Por puralógica aquéllas acabarían recibiendo la denominaciónde tipo I, mientras que éstas serían el tipo II. Como yase ha citado, serían Pingel y, sobre todo Almagro-Gorbea los que desarrollarían este último grupo, dis-tinguiendo primero entre las estelas sin representa-ción humana y las que sí la tenían, y después mati-zando estos conjuntos según la presencia, ausencia,posición e importancia relativa de los diferentes ele-mentos representados. A estas diferencias formales seles atribuía una cronología relativa dentro del sistema,por lo que el conjunto quedaba seriado por comple-to. (Fig. 2)

¿Por completo?, en realidad no, porque como entoda tipología existía un pequeño número de monu-mentos que no cabían en ella. Además de los dema-siado fragmentarios, fuera quedaban algunas figuracio-nes de escenas y sobre todo las estelas diademadas,entonces representadas apenas por el ejemplar deTorrejón el Rubio. Con todo resultó un instrumento útilde clasificación, al menos hasta que la atribución detipo y cronología se hizo mecánica y mientras elnúmero de “atípicos” se mantuvo en niveles relativa-mente bajos. Sin embargo avanzados los años ochen-ta, el número de ejemplares descubiertos incorporabaya variables significativas apenas tenidas en cuentapreviamente, por lo que un nuevo marco se hacía cadavez más necesario. Ese nuevo intento fue la tipologíageográfica propuesta por Barceló (1989) y Celestino(1990, y desarrollada posteriormente por este último(Celestino, 2001: 44-45).

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Fig. 2. Esquema de la tipología clásica de las estelas del Suroeste (a partir de Almagro-Gorbea 1977, simplificada).

II A

II A-B

II B II C

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En síntesis, se trata de una adaptación de la tipologíade Almagro-Gorbea con la inclusión por un lado delfactor espacial y por otro de la evolución interna decada una de las cuatro zonas principales en las que sedividen los hallazgos de estelas: la Sierra de Gata, elValle del Tajo-Sierra de Montánchez, el Valle delGuadiana con su afluente el Zújar y finalmente el Valledel Guadalquivir. El postulado básico, sin embargo per-manece inalterable: la evolución en la escala tipológicaes paralela a la evolución cronológica, en la que losviejos tipos son sustituidos por los nuevos. El volumende los hallazgos en cada zona según se avanza en laescala induce a pensar en un avance Norte-Sur delfenómeno (Barceló 1989: 205), que podría leerse enclave de colonización del espacio del Suroeste en esadirección por gente procedente en origen del Norte deExtremadura (Celestino 2001: 304-312).

Por otra parte, el que esto escribe, propuso en sumomento también una tipología de naturaleza geográ-fica, pero desligada del tradicional componente crono-lógico asociado a la misma. En mi opinión las estelasrepresentan una huella en el territorio dejada por dife-rentes comunidades humanas que se reconocían asímismas en el patrón específico con el que cada unaerigía sus monumentos en el espacio en el que de-sarrollaban su existencia (Galán 1993). Esta propuestatiene por tanto una característica específica, puesimplica que las estelas habrían sido en gran medidacoetáneas entre sí, al menos en uso, y que una de susfunciones habría sido la de delimitación territorialentre grupos asentados al mismo tiempo en los diver-sos ámbitos geográficos del Suroeste. Estos gruposhabrían compartido al menos una serie de conceptoscomunes, con los que fueron capaces de desarrollarlas bases de un lenguaje figurado con un número muylimitado de elementos representados. Naturalmenteesto no implica que todas las estelas surgieran a lavez, sino que los modelos más antiguos pudieron per-durar en el tiempo a modo de blasones de las comu-nidades que las erigieron, mientras que las creacionesde los grupos vecinos lo harían con sus propias señasde identidad iconográfica, vinculada a su territorio.Creo que esto explica la presencia de estelas básicas -aquéllas sin figuración humana y reducidas a la repre-sentación de escudo, espada y lanza- en el Valle delGuadalquivir, mejor que un presunto desplazamientopoblacional cuya huella en el registro arqueológico noresulta demasiado evidente.

En los últimos años se ha venido incidiendo espe-cialmente en el crecimiento en número y representa-tividad de un tipo específico de estelas, caracterizadopor la ausencia de los típicos equipos armamentísticosy de la mayor parte de los elementos de prestigio queforman el núcleo de las representaciones “de guerre-ros”. Son las que se ha dado en llamar estelas diade-madas, por ser su rasgo más identificativo la presen-cia de un elemento decorativo que parece rodear la

cabeza del personaje representado, lo que las acercaformalmente a las estelas-guijarro a las que ya se hahecho mención. En general se ha asumido su carácterfemenino, tanto por su diferencia con el resto de laserie, como por la representación esquemática de lossenos en algunos ejemplares. En contra de esta opi-nión Harrison (2004) entiende que representarían avarones ilustres, quizás los mayores de la comunidad,representados en un traje de ceremonia que reflejaríasu status heroizado, aunque esta propuesta contieneun claro contrasentido con la línea general de suargumentación, y con el propio registro arqueológico,en el que la heroización del guerrero se expresa entumbas, monumentos u otras representaciones decualquier tipo, en las que la presencia del armamen-to juega un papel esencial (Thapar 1981; Finkelberg2005; Ruiz-Gálvez y Galán e.p.) (Lám. IV)

La presencia de este tipo iconográfico en estelascon más de un personaje, siendo en la mayoría de lospocos casos conocidos el otro u otro de los persona-jes un guerrero, es una razón más para pensar que setrata de la representación de mujeres, y que inclusoparticipan en escenas que podrían tener significadossociales concretos, como en el caso de la estela de El

Lám. IV. Estela diademada de Capilla I. Museo Arqueológico Provincial deBadajoz. (según Domínguez et al. 2005).

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Viso III, donde verosímilmente se ha representadouna escena de intercambio, en un espacio -el valle delZújar- donde la intensa concentración de estelassugiere la existencia de una zona de conflicto y posi-blemente de frontera (Galán 1993; Ruiz-Gálvez 1992)(Lám. V).

4. El contexto de las estelas

Una vez analizada la historia de la investigación, losantecedentes y la tipología de las estelas debemoscentrar nuestra atención en su particular forma deaparición en el registro arqueológico. Decíamos másarriba que la falta de un contexto convencional paralas estelas constituye una de sus características másespecíficas, a la vez que uno de sus mayores proble-mas interpretativos. En efecto, el modo de hallazgomás común de las estelas es el azar, como piedras enmitad del campo, generalmente sin relación aparentecon ninguna otra actividad humana. Su localizaciónmás frecuente son los majanos o acumulaciones depiedras creadas de tanto en tanto por los agricultorespara liberar el resto del terreno cultivado y facilitar suslabores. La siguiente forma de hallazgo más habituales como elementos reutilizados en construccionesposteriores, ya antiguas, ya modernas, o en cualquie-ra otra forma de reempleo, como después veremos enun caso específico. Virtualmente no resulta demostra-ble que ninguna estela haya llegado hasta nosotros ensu emplazamiento original, entendiendo por tal elpunto concreto en el que estuvo hincada en un prin-cipio. Tampoco en las escasas oportunidades en lasque el lugar de hallazgo de una estela fue estudiadocon detenimiento, prospectado o excavado, se hallónada que sirviese para proporcionar una informacióncontextual fiable.

Sin embargo, el mero hecho de su aparición comoelementos disociados directamente de un contextoarqueológico integrado por otros elementos humanosresulta ser la característica definitoria de las estelas. Yentonces ¿para qué erigir estelas? Descartada en granmedida, al menos como respuesta general, la funciónde marcadores de tumbas, sólo nos resta considerarlasbásicamente monumentos conmemorativos, biencenotafios (Rodríguez 1983) y por tanto de índoleexclusivamente funeraria, bien resultado de un másamplio rango de situaciones que las comunidades quelas erigieron consideraban dignas de ser recordadas enpiedra. En este segundo sentido se entenderían mejorlas diferencias internas dentro del conjunto de estelasdecoradas, y la aparición no solo de panoplias o deguerreros con sus armas, sino también de mujeres y deescenas que involucran a más de un personaje.

El hallazgo de las estelas en el campo, sueltas ointegradas en majanos, aboga por un lugar muy cer-cano de procedencia, a escasos metros de su empla-

zamiento originario, pues se trata de piedras de unformato relativamente grande para cargarlas lejos, amenos que se esté buscando específicamente piedrade construcción, en cuyo caso el contexto indica esareutilización. Y resulta por tanto significativo que unelevado porcentaje de los hallazgos realizados en elcampo, no reutilizados, se encuentren cercanos azonas de paso obligado o de buena visibilidad, perono general, sino para el que se desplaza por ese terri-torio en concreto. Localizaciones cercanas a vados,pasos entre zonas montuosas o antiguos caminos serepiten de forma constante cuando el lugar de hallaz-go puede ser conocido (Galán 1993), marcando unapauta de elección de emplazamientos que adquieresu total significación en el marco de un poblamientotodavía poco definido y a menudo opaco en el regis-tro arqueológico.

En los últimos años se han sucedido estudios territo-riales y excavaciones en el Suroeste de las que cabedestacar las realizadas en la Beira portuguesa (Vilaça1995) y Extremadura (Pavón 1998) que nos permitenun mejor conocimiento de la estructura poblacionaldel Bronce Final en la región, definiendo patrones deorganización del territorio, pero demostrando a la vezlo endeble de las estructuras del mismo, con yacimien-tos de pequeño tamaño como Monte do Frade (Vilaça1997), y en general niveles arqueológicos de escasapotencia y entidad arquitectónica, en los que los ele-mentos más visibles, como las murallas, se proyectanen el tránsito a la Edad del Hierro, como ya propusie-ra Martín Bravo (1999) para la Extremadura española.Todo ello nos habla de poblaciones que evidentemen-

Lám. V. Estela compleja de El Viso III. Museo Arqueológico y Etnológico deCórdoba.

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te controlan un territorio, pero en cuyo interior sigueexistiendo una gran fluidez, y en el que es de sospe-char que sólo conocemos una parte del sistema, puesel número de yacimientos en llano descubiertos esrealmente bajo, y sin embargo en algunos de ellos sehan realizado hallazgos de gran entidad, como en elcaso del tesoro áureo de Sagrajas (Almagro-Gorbea1977: 18-22). Es en este marco en el que la localiza-ción de las estelas en zonas de paso adquiere su ver-dadera dimensión, forjando la identidad de un territo-rio en el que el poblamiento no puede todavía hacer-lo y haciendo visible la pertenencia de un espacio ysus recursos a un grupo determinado.

Por otra parte, hay que manifestar que la debilidaddel poblamiento, que puede tener causas diversas, noimplica por igual la de la estructura social del grupo(vide Ingold 1986; Casimir y Rao 1992). De hecho, silas representaciones en las estelas no fueran suficien-tes para apreciar la apertura al mundo de estos gru-pos, lo podrían testimoniar los numerosos hallazgosde metalurgia atlántica en bronce y en oro, y de cla-ras importaciones como productos de hierro en con-textos bien fechados anteriores a la presencia feniciaen la Península Ibérica (Senna 2000; Vilaça 2006), asícomo de ámbar de origen báltico en los mismos con-textos (Beck et al. 2002).

5. Un mundo de representaciones con refe-rentes lejanos

Ha llegado el momento de hablar, siquiera breve-mente, de las representaciones que contienen las este-las. Confieso he retrasado intencionalmente este apar-tado, en un intento de limitar el peso de lo más direc-tamente observable en las mismas -los objetos repre-sentados- presentando un marco general lo menoscontaminado posible por su impactante presencia. Enefecto, buena parte de los incontables estudios quelas tratan, directa, indirectamente o incluso de sosla-yo, se han dedicado a describir y buscar paralelospara las figuraciones de armas, adornos, accesorios,carros, instrumentos musicales e incluso secuenciasde personajes representados. Es una empresa quesiempre ha sido difícil, en primer lugar porque elesquematismo de muchos de los grabados no permi-te una aproximación excesivamente pormenorizada;en segundo lugar, pero no menos trascendente, por-que la ausencia de paralelos en la región, e incluso enla Península Ibérica para varias de las representacio-nes, ha llevado a buscar paralelos a menudo lejanose incluso forzados, y a establecer asociaciones que enocasiones no pueden apoyarse en otro registro que elque proveen las propias estelas.

Creo que la mayor confusión creada en torno aestos monumentos ha sido el haber considerado deforma acrítica las representaciones como trasunto de

objetos reales, y haber poblado por tanto el panora-ma del Suroeste peninsular con incontables elementosque en realidad no dejan de ser motivos iconográfi-cos, símbolos en definitiva, cuyos referentes realespueden o no haber estado generalizados en igualmedida. No es este el lugar para el análisis iconográ-fico detallado de los contenidos de las estelas, pero sipodemos proponer algún ejemplo. Quizás los ele-mentos más llamativos en una primera aproximaciónal conjunto sean por un lado el escudo y por otro elcarro. En cuanto al primero no existe un solo ejemplarreal en toda la Península Ibérica, pero ello puede serexplicado por su naturaleza perecedera, ya que losejemplares que conocemos en Irlanda son de maderao moldes para realizar piezas presumiblemente encuero, conservados excepcionalmente en las turberasde la isla. Grandes escudos de bronce con el mismomotivo, claramente piezas de prestigio más que deuso, se escalonan entre el Bronce Atlántico, Nórdico yCentroeuropa (Coles 1962), así como en forma deofrendas en el ámbito griego y oriental (Almagro1966). En cualquier caso se trata del elemento centralde las más antiguas estelas, si hacemos caso a todoslos indicios, y de un elemento que puede filiarse enel mismo ámbito cultural genérico que los pobladoresdel Suroeste durante el Bronce Final, es decir elBronce Atlántico, y de cuyo repertorio material apare-cen otros muchos elementos en el registro del propioSuroeste, como las espadas pistiliformes y en lenguade carpa, modelos de lanzas, cascos de chapa debronce, asadores, etc. (Ruiz-Gálvez 1995). Por ellopodrían interpretarse en principio como piezas cuyosreferentes reales, más o menos extendidos, alcanzaronel Suroeste y pudieron ser conocidos por las comuni-dades que poblaron la región. Otra cuestión, en laque ahora no vamos a entrar, es la de si la presenciao ausencia de la escotadura del escudo representa unrasgo cronológicamente significativo para el fenóme-no de las estelas o existen otras variables representa-tivas a tener en cuenta.

Por su parte los carros parecen representar el másclaro elemento de influencia mediterránea, y aunincluso del extremo más alejado de dicho mar, yremitirnos directamente al mundo de las grandes cul-turas de Grecia y Oriente, donde el carro es un obje-to de prestigio largamente conocido y documentado(Quesada 1994). Con el carro se nos plantean dosproblemas de diferente naturaleza: por un lado laausencia de carros reales en la Península hasta laEdad del Hierro, por cierto uno de los argumentosfavoritos para rebajar la cronología de las estelas, ypor otro la propia naturaleza de las representaciones,tan cercanas unas a otras que parecen copiadas entresí más que de un referente real. En este sentido hayque reflexionar sobre la propia identidad gráfica de larepresentación, y en particular sobre su acusado sen-tido de la simetría. (Fig. 3)

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La existencia de contactos con el Mediterráneo enépoca precolonial está ya hoy fuera de toda duda,incluyó no solo objetos, sino también conceptos eincluso ideas complejas. Lo que resulta más discutibleen mi opinión es que viniese acompañada de unadifusión a gran escala de elementos exóticos al regis-tro propio de las comunidades indígenas. Parecedocumentada la adopción de elementos tecnológicoscomo la fundición a la cera perdida y el uso del tornohorizontal (Armbruster y Perea 1994) o el empleo depatrones metrológicos de origen claramente medite-rráneo (Galán y Ruiz-Gálvez 1996; Vilaça 2003; Ruiz-Gálvez y Galán e.p.), junto a la presencia de materia-les como el hierro ya citado, o la posible llegada deelementos textiles (Cáceres 1997). Todo ello indica nosólo un patrón de contactos complejo y con ciertacontinuidad, sino también que al menos una parte delas sociedades del Bronce Final de la PenínsulaIbérica había alcanzado un nivel capaz de asimilar yreproducir, siquiera parcialmente, los estímulos queles llegaban de las altas culturas del Mediterráneo.

Entre esas ideas estaría naturalmente la de la heroi-zación de los cabezas de linaje que se encontraban alfrente de la comunidad, y en particular el que eseproceso se realizase tomando como modelo los ritua-les orientales en los cuales la asimilación héroe / gue-rrero se encuentra generalizada, aunque de ello no sederive necesariamente una interpretación estricta porparte de las sociedades indígenas del Suroeste, ni elfenómeno heróico en el Mediterráneo pueda conce-

Fig. 3. Representaciones de carros en las estelas del Suroeste (según Celestino 2001).

birse como un todo uniforme y servir sin más de fun-damento a las construcciones ideológicas y socialesde época orientalizante en la Península Ibérica.

6. En torno al final de las estelas

Actualmente las estelas del Suroeste pueden ser con-sideradas como elementos culturales adscritos alBronce Final pre-fenicio. Sin embargo tampoco elacuerdo es total en el ámbito cronológico. Algunosautores, especialmente los procedentes del ámbito dela Historia Antigua, pero también aquéllos defensoresde cronologías bajas, siguen llevándolas hastamomentos coetáneos al mundo tartésico orientalizan-te. En este aspecto, como en tantos otros, las estelashan servido y continúan sirviendo, debido a su “faltade contexto”, como elemento móvil para colocardonde mejor convenga a la explicación del desarrollodel período orientalizante.

Sin embargo, la propia naturaleza de las representa-ciones contenidas en los monumentos, y su compara-ción con el registro arqueológico regional, es suficien-temente significativa de la dificultad de alargar laduración del fenómeno de las estelas. Y es que enninguna de ellas son apreciables elementos iconográ-ficos que puedan relacionarse directamente con susreferentes materiales en la Edad del Hierro (Galán2000). Ni el armamento, de clara raigambre atlánticacuando la calidad y definición del grabado hacen

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posible distinguirlo, ni los objetos de prestigio pare-cen reflejar otro mundo que el de la Edad del Bronce.A título de ejemplo las representaciones de fíbulas, apesar de su esquematismo, difícilmente pueden asimi-larse a los ejemplares de doble resorte que se genera-lizan a comienzos de la Edad del Hierro. Un elemen-to que aparece en las estelas y que sí caracterizará elregistro del mundo orientalizante son los peines. Sinembargo éstos, mayoritariamente procedentes delámbito funerario, se presentan en asociaciones demateriales que en absoluto recuerdan a los de lasestelas, sugiriendo que nos hallamos ante mundostotalmente diferentes entre sí.

Pero hay otro elemento, puesto en valor por unreciente descubrimiento, que nuevamente indica lapérdida de valor de las estelas durante la Edad delHierro. Se trata de su reutilización como soporte detextos en escritura del Suroeste. Se conocen doscasos. El primero es la estela de Capote (Berrocal1987), conservada en estado relativamente fragmenta-rio. Sin embargo, en el recientemente dado a conocerde Majada Honda (Cabeza del Buey, Badajoz)(Domínguez et al. 2005), bastante mejor conservada,es posible ver el mismo rasgo: las leyendas han sidoinscritas aprovechando la única parte del frontal de lapieza libre de motivos grabados, es decir, el espacioinferior dejado en reserva para hincar la estela en latierra. La implicación de este hecho es clara. Cuandose grabó la inscripción la parte figurada de la estelatuvo que ser amortizada, e incluso, si la estela epigrá-fica resultante fue usada como tal, es decir, clavada enla tierra, los motivos quedarían parcialmente enterra-dos y en todo caso del revés (Fig. 4).

La cronología de la escritura tartésica o del Suroestetampoco deja de plantear sus problemas. Tradicional-mente se ha venido asumiendo que se trata de unaderivación del alfabeto y de la escritura traída por losfenicios, y por tanto posterior a la colonización porparte de éstos de las costas del mediodía peninsular.Sin embargo recientes trabajos, tanto desde el ámbitofilológico (Rodríguez 2002) como del arqueológico(Ruiz-Gálvez 2005) sugieren una mayor antigüedadpara esa escritura, lo que la situaría entre los elemen-tos precoloniales, arribados con anterioridad a la ins-talación fenicia. Aunque la cronología de los epígrafesconcretos que reutilizan las estelas pueda verse muyrebajada, no cabe duda que implican la pérdida devalor de las estelas durante el período inmediatamen-te posterior al Bronce Final, y por tanto resulta unargumento cronológico de primer orden para la data-ción del final del fenómeno.

En resumen, a partir de la aparente simplicidad desu composición y de la facilidad de identificar losobjetos en ellas representados, las estelas del Suroestehan querido ser vistas como un elemento central parala explicación del desarrollo de los territorios quecompondrían el mundo tartésico, de sus relaciones

con diversos pueblos mediterráneos, y como índicede la jerarquización social alcanzada por las comuni-dades indígenas antes y durante el proceso colonialfenicio. Sin embargo, la falta de un contexto arqueo-lógico tradicional, sea éste habitacional, funerario osacro, ha permitido jugar libremente con su interpre-tación desde muy diversos puntos de vista y camposde estudio.

Los últimos descubrimientos nos transmiten unaimagen más difusa, al multiplicarse los ejemplos deestelas en los que la tradicional representación del

Fig. 4. Estela de Majada Honda (Cabeza del Buey, Badajoz) y detalle de suinscripción en escritura del Suroeste (según Domínguez et al. 2005).

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guerrero y sus armas, así como de la mujer y sus ador-nos, en la que estaba basada en buena medida laamplia literatura generada alrededor de estos monu-mentos, deja paso paulatinamente a un mundo plaga-do de pequeñas composiciones, tal vez historias narra-das gráficamente, que enriquecen a la par que compli-can la interpretación global del fenómeno. Lo quecada vez está más claro, sin embargo, es que se tratade un campo de estudio que no puede abordarse ya,como lo fue antaño, aislado de los aspectos generalesde la arqueología del Bronce Final, en la mera búsque-da de paralelos para las representaciones grabadas,

sino en la de los patrones de poblamiento, prácticasfunerarias y relaciones culturales establecidas por lascomunidades que las erigieron, tanto entre sí mismas,cuanto con otras mucho más lejanas, incluso si talesrelaciones fueron las más de las veces indirectas.

En definitiva, queda aún mucho que tejer y destejeren el tapiz de Penélope que constituye la interpreta-ción del pasado en el que las estelas tuvieron sentido,como para que nuestros acercamientos actuales alproblema puedan entenderse todavía como satisfacto-rios y duraderos.

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