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viva 25.11 2012 62 BOY Y VENGO Entrevista. “Soy un adicto en recuperación”, se define Boy George, símbolo de la música de los ‘80, con el karma de un superéxito que todavía lo persigue, que va y viene. D espués, después está bien –le avi- sa al fotógrafo, que quiere em- pezar a disparar fotos–. Durante (la entrevista) es como hablar durante el sexo. ¿Te gustaría que te sa- quen fotos mientras tenés sexo? A mí no.” Y cual divo, agrega una carcajada al final para no sonar (tan) antipático. Antes de las notas, habían pasado las “celebrities” que querían conocer al símbolo ochentoso; una de ellas alar- deaba con que “había pegado onda” después de cinco minutos de charla. En un rato, Boy George estará dee- jando en el sótano de un estudio de fotografía, invitado por GEAU vita- minwater para la presentación de un libro de fotos. Saldrá a “tocar” con este mismo sombrero negro del que sobre- salen dos cuernos brillantes. Dedos en ve, saluda a las no más de cien personas que bajan a bailar y a filmarlo, algo que –probablemente no sepan– él detesta. “No creo que la música sea una es- cuela de espectadores. Es una expe- riencia erótica/sensorial. Tenés que estar involucrado. Cuando deejeo, la gente se la pasa sacando esas putas fo- tos. Y cuando guardan la cámara, pa- san una noche increíble. Mis fiestas no empiezan hasta que no guarden esas malditas cámaras.” No es éste el caso. El cantante/DJ in- glés, también fotógrafo y diseñador de moda, se somete sin chistar a los flas- hes faranduleros. Boy George es George Alan O’Dowd, así su identidad real. En los ochenta lideraba Culture Club, una banda que con el tiempo fue haciéndose de culto y dio lugar a cult clubbers (si vale el neo- logismo) que se subieron a la new wave romántica post Bowie; eran (son) ado- radores de un himno pop que hablaba del karma de un camaleón (“you come and gooo”) cantado por un adolescente andrógino de rastas y ojos delineados. TEXTO: Juan Tomás Erbiti ([email protected]) FOTOS: Martín Bonetto y Archivo Clarín

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BOy y VengoEntrevista. “Soy un adicto en recuperación”, se define Boy George, símbolo de la música de los ‘80, con el karma de un superéxito que todavía lo persigue, que va y viene.

Después, después está bien –le avi-sa al fotógrafo, que quiere em-pezar a disparar fotos–. Durante (la entrevista) es como hablar

durante el sexo. ¿Te gustaría que te sa-quen fotos mientras tenés sexo? A mí no.” Y cual divo, agrega una carcajada al final para no sonar (tan) antipático.

Antes de las notas, habían pasado las “celebrities” que querían conocer al símbolo ochentoso; una de ellas alar-deaba con que “había pegado onda” después de cinco minutos de charla.

En un rato, Boy George estará dee-jando en el sótano de un estudio de fotografía, invitado por GEAU vita-minwater para la presentación de un libro de fotos. Saldrá a “tocar” con este mismo sombrero negro del que sobre-salen dos cuernos brillantes. Dedos en ve, saluda a las no más de cien personas que bajan a bailar y a filmarlo, algo que –probablemente no sepan– él detesta.

“No creo que la música sea una es-cuela de espectadores. Es una expe-riencia erótica/sensorial. Tenés que estar involucrado. Cuando deejeo, la gente se la pasa sacando esas putas fo-tos. Y cuando guardan la cámara, pa-san una noche increíble. Mis fiestas no

empiezan hasta que no guarden esas malditas cámaras.”

No es éste el caso. El cantante/DJ in-glés, también fotógrafo y diseñador de moda, se somete sin chistar a los flas-hes faranduleros.

Boy George es George Alan O’Dowd, así su identidad real. En los ochenta lideraba Culture Club, una banda que con el tiempo fue haciéndose de culto y dio lugar a cult clubbers (si vale el neo-logismo) que se subieron a la new wave romántica post Bowie; eran (son) ado-radores de un himno pop que hablaba del karma de un camaleón (“you come and gooo”) cantado por un adolescente andrógino de rastas y ojos delineados.

TexTo: Juan Tomás Erbiti ([email protected])FoToS: Martín Bonetto y Archivo Clarín

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italianos que nos están revendiendo otra vez, hablo de los noventa. En Argentina la música de los ‘80 parece volver a estar de moda. ¿Pasa lo mismo en Inglaterra?¡Qué triste eso! En realidad, nunca estuve muy involucrado en eso de los regresos (¿y éste de Culture?). Si mi carrera sólo se basara en el pasado estaría bastante deprimido. Mi vida es una constante lucha en contra de lo que la gente piensa que soy y el que fui. Yo me intereso en el ahora. El pa-sado fue genial pero ya fue. Creo que ningún artista quiere vivir en el pa-sado. Quizás en Sudamérica la gente no conoce mi carrera como DJ. Debe haber quienes la conocen pero otros quizás se quedaron con Karma. ¿Es difícil despegarse de un clási-co como Karma Chamaleon? Es que no creo que trate de deshacer-me de eso. ¿No te afecta en términos de crea-tividad?Para nada. He hecho tantos proyectos diferentes desde 1984. No me siento atrapado. Me permito abrazar el pa-sado de buena manera. Porque no es lo que me da de comer. Por supuesto que recibo regalías, siempre es lindo.

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64 Aquel Boy George dejó de ser joven pero en el transcurso padeció aquello del éxito repentino sin la madurez sufi-ciente para procesarlo. La consecuen-cia fue inevitable, casi de manual. Se hizo adicto a la heroína, después a las pastillas para dejar aquélla. Sobrevivió a los ‘90. Y desde mediados del 2005, atravesó un frenesí tóxico de escánda-los que coparon las páginas de medios amarillos.

Se lo vio cumpliendo tareas comu-nitarias (por la falsa denuncia de un robo), limpiando las calles de la Gran Manzana. Tres años después, fue sen-tenciado a quince meses de cárcel por tener cautivo a un prostituto noruego.

En el transcurso publicó dos auto-biografías, donde (finalmente) confesó ser gay y haber tenido una relacion se-creta con el batero de “CC”, Jon Moss.

De su música, acá, pocas noticias. A pesar de editar cinco discos con el gru-po, ocho como solista y otros siete como DJ, se lo sigue relacionando con el semi reggae Karma Chamaleon o con Do you really want to hurt me, otro clásico de su banda, que en 1982 fue consagrada como la primera desde los Beatles en tener tres hits de su álbum debut en el top diez.

Y éste que aparece en el improvisado camarín del estudio es otro George. Un tipo limpio de drogas y alcohol, vegano y budista, que a los 51 años limó aspere-zas con Moss e instigó la vuelta de Cul-ture para celebrar el trigésimo aniver-sario de su creación, con nuevo disco en proceso y gira a anunciarse (prometen tocar en países que no visitaron en los ochenta, incluído Argentina). ¿Qué pretenden hacer?Grandes canciones desde el corazón. Yo soy un DJ de dance así que va a haber algo de eso. Pero un dance más maduro, el que yo toco, que tiende más al house de los ‘90. Es una épo-ca emocionante para la música dan-ce. Tenés un dance más corporativo como Calvin Harris, Guetta. Y tenés una reacción contra eso, que tiene una base con más soul. Cosas como Duskie, Losting You, Hard Ton, unos

-paso fugaz-Fue invitado como DJ en un evento de GEAU

vitaminwater.

a pesar de que se opone a los

regresos, culture club esta por volver.

ya hay un disco en proceso.

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82 Pero nunca dejé de trabajar. ¿Cuánto influyó este cambio en tu vida con haber estado preso? Nada. Tiene que ver con mi exaspera-ción como ser humano. La cárcel fue más una consecuencia de mi desor-den. Cuando tu vida es un desastre, sólo sobrevivís a eso. La cordura es como una casita de cartas, se cae una y se caen todas. Pero nadie me hizo eso, yo me lo hice a mí mismo. Y en esa línea, yo soy quien cambió mi vida. Y ahora me aferro a la felicidad con pa-sión. Lo que descubrí, a través del do-lor, es que las cosas más aburridas son las que te hacen feliz. Ir a cenar con tu familia, levantarse a la mañana, las pequeñas cosas. Ojo que si me hubie-ran dicho esto a los veinte te hubiese dicho: “¿Qué sabés, viejo cabrón?”. Y después te convertís en ese viejo ca-brón. Creo que ése es el viaje.

Este George que no tiene claro si vino a Argentina con Culture Club –en reali-dad sólo vino como DJ y solista– nunca se llevó del todo bien con la prensa, algo que parece haber cambiado. Pero hay cosas que le siguen molestando.

“No soy afín a esta cultura moderna donde la gente te pone una cámara en la cara. Lo odio. Es una locura, es mala educación, es grosero. No soy una co-sa, soy un ser humano. La gente sólo quiere fotografiar algo que representa algo para ellos. Soy medio un militante en contra de eso. Mis amigos me dicen: ‘Sonreí y listo’. Andá a la mierda, jamás voy a sonreír . Nunca.”Hablando de militancia, se te vio participando de un debate sobre el matrimonio gay en la televisión. Acá en Argentina hay una Ley de Matrimonio Igualitario. ¿Estás involucrado en la causa? Wow, eso es increíble. ¿Sabés? No es algo que quiera hacer, casarme. Pero si otro quiere hacerlo, perfecto. Tam-poco es el fin de la civilización. Es una idea conservadora. O sea, el matrimo-nio heterosexual tampoco es un éxito de esta era. A mí me hicieron dos per-sonas heterosexuales. Pienso que acá en Argentina vienen de algo extremo. Son un poco como yo, un adicto en recuperación. Creo que cuando viste el otro lado, podés decir: “¡Eso es una puta mentira, no sirve!”. Son cosas que me hacen feliz. ¡Viva Argentina!

Ahora sí, Boy George le da pase libre a las fotos. “Pero sacame este perfil”, avisa, con el divismo siempre latente._

su vida fue de

manual: éxito a los 20 y luego

drogas y muchos

lios con la

justicia.

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