boletin nº13 del ateneo paz y socialismo - julio de 2014

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Volumen II Nº 7 (13) Julio de 2014 Ateneo Paz y Socialismo [email protected] Ateneo para la recuperación de la memoria histórica de la editorial internacional Paz y Socialismo 1958-1990 Un año de Boletines Ya hace un año que comenzamos a publicar el resultado de nuestras pesquisas sobre el legado histórico de la Revista Internacional y de la Editorial Internacional Paz y Socialismo. Como Ateneo tenemos que reconocer que nos ha sorprendido la acogida que nuestra modesta iniciativa ha tenido, sobre todo en América Latina, ya que, aunque desde el principio contamos con claros y evidentes vínculos con ella, el Ateneo se formó en España con una abrumadora mayoría de español@s. El Ateneo Paz y Socialismo no quiere ser algo encerrado en sí mismo. Por mucho que nuestro objetivo fundacional sea el estudio, la investigación y la recuperación histórica, tod@s l@s que formamos parte del proyecto estamos comprometidos con la realidad actual, con el mundo y la época que nos toca vivir, y tod@s sin excepción participamos en la lucha por un cambio de sistema, por la derrota del capitalismo y del imperialismo, por la articulación de una alternativa política y social, por la construcción del socialismo y del comunismo en España y en el mundo. Somos militantes comunistas y por tanto internacionalistas consecuentes, nos emociona el éxito, nos preocupa la derrota, nos indigna la persecución de nuestr@s camaradas y l@s llevamos en nuestro corazón junto al Che y junto a tod@s l@s revolucionari@s que con su lucha y su sacrificio nos marcaron el camino a seguir hasta el fin de la opresión, hasta la victoria final. Y os preguntareis: ¿A que viene esto? Viene a que queremos, en primer lugar, gritar alto y fuerte, para que quede claro, que somos lo que somos, militantes comunistas, comprometidos con su historia y con su presente y no meros coleccionistas asépticos de datos de un pasado histórico extinguido. Y, en segundo lugar, para contestar a una pregunta insinuada sobre los contenidos de los boletines: ¿Por qué mezclamos resultados sobre la evolución de nuestras investigaciones con la reproducción pura y dura de contenidos de la Revista Internacional? La respuesta es que aunque focalicemos nuestros esfuerzos en llegar a cumplir con los objetivos que nos marcamos al nacer como Ateneo, esto es, rehacer el puzzle de la memoria histórica de la Revista Internacional-Problemas de la Paz y del Socialismo, no podemos y no queremos dejar de difundir aquellos contenidos de la Revista que pueden servir de herramienta de análisis de la actualidad. En el presente Boletín incluimos un artículo que analiza las lecciones aprendidas tras la primera guerra mundial, lecciones que bien podríamos aplicar en los recientes casos de guerra imperialista en Siria, en Mali, en Libia, etc. También reeditamos un artículo sobre la Revolución Popular Sandinista donde se pone de manifiesto las dificultades con las que topa un proceso revolucionario en el patio trasero del imperialismo, viendo así que la agresión que sufre Venezuela no es algo nuevo. Esperamos humildemente ser de utilidad. Ateneo Paz y Socialismo 1

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Boletín del Ateneo Paz y Socialismo de julio de 2014 con el que se cumple un año de boletines mensuales. Dedicado al centenario del comienzo de la I Guerra Mundial y al 35 Aniversario del triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua.

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Volumen II Nº 7 (13) Julio de 2014 Ateneo Paz y Socialismo [email protected]

Ateneo para la recuperación de la memoria histórica de la editorial internacional Paz y Socialismo 1958-1990

Un año de Boletines

Ya hace un año que comenzamos a publicar el resultado de nuestras pesquisas sobre el legado histórico de

la Revista Internacional y de la Editorial Internacional Paz y Socialismo. Como Ateneo tenemos que

reconocer que nos ha sorprendido la acogida que nuestra modesta iniciativa ha tenido, sobre todo en

América Latina, ya que, aunque desde el principio contamos con claros y evidentes vínculos con ella, el

Ateneo se formó en España con una abrumadora mayoría de español@s.

El Ateneo Paz y Socialismo no quiere ser algo encerrado en sí mismo. Por mucho que nuestro objetivo

fundacional sea el estudio, la investigación y la recuperación histórica, tod@s l@s que formamos parte del

proyecto estamos comprometidos con la realidad actual, con el mundo y la época que nos toca vivir, y

tod@s sin excepción participamos en la lucha por un cambio de sistema, por la derrota del capitalismo y

del imperialismo, por la articulación de una alternativa política y social, por la construcción del

socialismo y del comunismo en España y en el mundo. Somos militantes comunistas y por tanto

internacionalistas consecuentes, nos emociona el éxito, nos preocupa la derrota, nos indigna la

persecución de nuestr@s camaradas y l@s llevamos en nuestro corazón junto al Che y junto a tod@s l@s

revolucionari@s que con su lucha y su sacrificio nos marcaron el camino a seguir hasta el fin de la

opresión, hasta la victoria final.

Y os preguntareis: ¿A que viene esto? Viene a que queremos, en primer lugar, gritar alto y fuerte, para que

quede claro, que somos lo que somos, militantes comunistas, comprometidos con su historia y con su

presente y no meros coleccionistas asépticos de datos de un pasado histórico extinguido. Y, en segundo

lugar, para contestar a una pregunta insinuada sobre los contenidos de los boletines: ¿Por qué mezclamos

resultados sobre la evolución de nuestras investigaciones con la reproducción pura y dura de contenidos

de la Revista Internacional? La respuesta es que aunque focalicemos nuestros esfuerzos en llegar a cumplir

con los objetivos que nos marcamos al nacer como Ateneo, esto es, rehacer el puzzle de la memoria

histórica de la Revista Internacional-Problemas de la Paz y del Socialismo, no podemos y no queremos

dejar de difundir aquellos contenidos de la Revista que pueden servir de herramienta de análisis de la

actualidad.

En el presente Boletín incluimos un artículo que analiza las lecciones aprendidas tras la primera guerra

mundial, lecciones que bien podríamos aplicar en los recientes casos de guerra imperialista en Siria, en

Mali, en Libia, etc. También reeditamos un artículo sobre la Revolución Popular Sandinista donde se pone

de manifiesto las dificultades con las que topa un proceso revolucionario en el patio trasero del

imperialismo, viendo así que la agresión que sufre Venezuela no es algo nuevo. Esperamos humildemente

ser de utilidad.

Ateneo Paz y Socialismo 1

Nº7 (13) Julio de 2014 En el número 8(312) de la Revista Internacional de agosto de 1984 se publicó este artículo sobre las lecciones aprendidas de la primera guerra mundial que por entonces hacía 70 años de su comienzo.

La víspera de agosto de 1914: Lecciones de advertencia

Hace setenta años, en agosto de 1914, estalló la primera guerra mundial, originada por el imperialismo, cuya política internacional hoy no es ni más razonable ni menos peligrosa que en 1914. El incremento de la agresividad del imperialismo norteamericano ha creado en el mundo una situación en extremo alarmante. El carácter del actual peligro bélico no tiene precedentes en la historia, pues corren peligro los destinos de la civilización humana y la propia vida en la Tierra. En este contexto algunas enseñanzas de la pasada tragedia son muy aleccionadoras y de palpitante actualidad. La atención que citan se ve agudizada e intensificada por una circunstancia: la primera guerra mundial no fue un caso aislado y único en la historia. A la primera le siguió la segunda. Y el recuerdo de las dos conflagraciones mundiales nos impone la tarea de impedir que estalle la tercera. Una de las enseñanzas de 1914-1918 atañe al papel siniestro del aventurerismo en la política de los círculos imperialistas agresivos. Si echamos una mirada retrospectiva a la historia, cuando se pueden juzgar los actos sabiendo su resultado final, se ve con toda nitidez que los gobiernos imperialistas, al desencadenar la guerra mundial, cometieron errores de cálculo políticos y estratégicos. El nuevo reparto del mundo, de las colonias y las esferas de influencia que había madurado para aquel entonces, y que era inevitable en las condiciones del capitalismo, no podía efectuarse más que por medio de un conflicto armado entre las potencias imperialistas, cuyos círculos gobernantes venían preparándose para ello desde hacia muchos años. Pero nadie podía suponer que la opción por la guerra tendría consecuencias tan catastróficas, predeterminadas objetivamente por el carácter de las condiciones económicas, sociales y políticas del imperialismo. Esto se manifestó del modo más palmario en lo siguiente. A finales del siglo XIX, debido a la formación del sistema imperialista mundial, el incremento del militarismo y los cambios en el modo de hacer la guerra condicionados por la aparición de nuevos tipos de armas y material de guerra, se había configurado tal interdependencia entre las “grandes” potencias europeas que como predijera Engels en 1887, “quien empezara primero, provocaría una guerra mundial general” (1). Los círculos gobernantes en su conjunto presentían que la colisión adquiriría un carácter mundial, y temían que los acontecimientos tomaran tal giro. “La conflagración mundial –Escribió Engels– les infunde, a pesar de todo, cierto temor; puesto que es imposible prever sus consecuencias” (2). Sin embargo, el temor de los gobiernos imperialistas ante un conflicto mundial y sus consecuencias pasaba a un segundo plano ante su ilusoria fe en la posibilidad de limitar la futura guerra; ora en el espacio, localizándola; ora en el tiempo, dándole un carácter relámpago. El planteamiento aventurero en cuanto a la brevedad y a la rápida solución militar del conflicto presidía los planes de guerra elaborados por los Estados Mayores Generales de las potencias imperialistas. El Estado Mayor General de Alemania esperaba, por ejemplo, derrotar en 6-8 semanas a Francia y luego lanzar sus ejércitos contra Rusia. El general Joseph Pershing, comandante en jefe de las tropas de Estados Unidos en Europa, confiaba, según la mordaz observación del político francés Georges Clemenceau, en “una estrategia providencial que le permitiera, de un solo golpe, comenzar y terminar la guerra de una manera bonita” (3). El aventurerismo que signaba la decisión de desatar la guerra, a la que conducía inevitablemente la rivalidad imperialista, era atizado e intensificado por la desigualdad de la carrera de los armamentos con un nivel siempre creciente en los distintos países. La burguesía alemana, señalaba Lenin, “ha elegido, en lo que a ella concierne, el momento más favorable para la guerra, para utilizar los últimos perfeccionamientos de que dispone en cuanto a técnica militar y anticiparse a los nuevos armamentos, ya proyectados y previstos por Rusia y Francia” (4). Sin embargo, resultó inconsistente la idea sustentada por la Alemania del kaiser de que una ventaja en la acumulación de armamentos le permitiría ganar la contienda, y además en pocas semanas. La guerra, por sus proporciones, su duración, su fuerza destructiva y sus resultados, desbarató todas las suposiciones de los estrategas imperialistas. Naturalmente, no por azar los círculos aventureros del imperialismo dominaban las posiciones claves en la decisión de los destinos de la política mundial. La psicología de los círculos gobernantes era determinada por la esencia del imperialismo y las particularidades de la situación internacional y de la situación política interna de aquel entonces. No menos fatales fueron los errores de cálculo concernientes a la distribución de fuerzas en el ámbito mundial. El Gobierno de Alemania había concebido una contienda de envergadura europea esperando, en alianza con Austria-Hungría, derrotar a Francia y Rusia. Por eso, provocó un conflicto precisamente de este tipo, cayendo en el autoengaño de que el imperialismo británico, su rival número uno en el nuevo reparto del mundo, permanecería neutral y, de esta manera, la guerra podría mantenerse en los límites deseados. (Continúa en la página 4) 2

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En mayo de 1907 se fundaba en Sttutgart la Unión Internacional de Organizaciones Juveniles Socialistas (IVSJ en sus siglas en alemán). Su primer presidente fue Karl Liebknecht. Iniciada la primera guerra mundial traslada su sede central de Viena a la neutral Berna, donde entre el 4 y el 6 de abril de 1915 celebra una Conferencia a la que asisten 16 delegados de 10 países, con la adhesión de las secciones de otros 15 países más, y en la que entre otras cosas se reafirman en el compromiso antimilitarista, internacionalista y revolucionario del socialismo marxista, en línea con la corriente representada por l@s bolcheviques rus@s y l@s espartaquistas aleman@s, y radicalmente contraria al chovinismo de la oficialidad socialdemócrata. Willi Münzenberg es elegido nuevo Secretario Internacional y se funda el periódico “Jugend-Internationale” (“Juventud Internacional” órgano de lucha de la IVSJ) cuyo primer número aparecerá el 1 de septiembre de 1915 en Zürich, en vísperas de la celebración en Zimmerwald, el día 5, de la Conferencia Socialista Internacional que reagrupará a l@s socialistas contrari@s a la guerra y al imperialismo. La Conferencia de la IVSJ que se reunirá en Viena el 26 de agosto de 1919 hará un llamamiento de adhesión a la nueva Internacional Comunista. La última reunión de la IVSJ se convertirá en el Congreso fundacional de la Internacional Juvenil Comunista (Berlín, del 20 al 26 de noviembre de 1919). Desde ese momento el periódico “Jugend-Internationale”, con su nº16, se convertirá en el Órgano de Lucha de la IJC.

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Si queremos rendir homenaje a los orígenes de la prensa comunista internacional, esto es, a los ancestros de la “Revista Internacional-Problemas de la Paz y del Socialismo”, tenemos que tener presente que uno de los periódicos que en primer lugar recuperó la bandera roja del internacionalismo proletario, en una época en que se arriaba por doquier, fue el órgano de la internacional de jóvenes socialistas. En sus páginas tuvieron cabida los alegatos antimilitaristas y revolucionarios de Karl Liebknecht, Kart Radek, Alexandra Kollontai, Clara Zetkin, Nadia Krupskaia, Zinoviev, Trotski y del propio Lenin, entre much@s otr@s. Entre septiembre de 1915 y noviembre de 1918 se publicaron 11 números de “Jugend-Internationale” desde Zürich, con traducciones al francés, italiano, sueco y danés, y distribuidores en Chicago (EE.UU.), Winnipeg (Canadá), Sofía (Bulgaria), Copenhague (Dinamarca), Salónica (Grecia), La Haya (Holanda), Roma (Italia), Christiania (Noruega), Viena (Austria), Bucarest (Rumania), Estocolmo (Suecia), Zürich (Suiza) y Madrid (España). Entre marzo de 1918 y abril de 1919 se publicaron 6 números de las “Zirkularschreiben der IVSJ” también desde Zürich. A partir del 15 de julio de 1919 “Jugend-Internationale” reaparecerá desde Berlín con distribución en EE.UU., Austria, Suiza, Alemania, Bohemia, Bélgica, Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia, la Rusia Soviética, Lituania, Bielorrusia, Ucrania, Polonia, Hungría, Rumania, Holanda, Bélgica, Gran Bretaña, Italia y España.

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El Gobierno británico, que favorecía el estallido de una guerra, también esperaba encauzarla en una dirección aceptable para sí. Igual que los políticos alemanes, no excluía la posibilidad de localizar el conflicto iniciado por Austria-Hungría contra Serbia, en caso de que la Rusia zarista cediese ante la amenaza de guerra, como había ocurrido ante las crisis de Bosnia (1908-1909) y los Balcanes (1912). Se admitía también que el conflicto austro-serbio se extendiera, pero limitándose, no obstante, a la participación de Rusia, o de Rusia y Alemania. Y sólo cuando se hizo evidente que estas suposiciones habían sido refutadas por la marcha de los acontecimientos, el Gobierno de Gran Bretaña recurrió al chantaje amenazando a Alemania con intervenir, provocando así una escalada en la guerra. El chantaje sembró, por cierto tiempo, pánico entre los círculos gobernantes alemanes, pero no surtió el efecto apetecido. Y así, en pos de Alemania, uno tras otro los gobiernos imperialistas, cerrando los ojos ante las catastróficas consecuencias de su criminal política, arrojaron a los pueblos a la vorágine de la guerra. En verdad, fue craso el error de los círculos imperialistas en el plano histórico y social. Habían concebido la guerra no sólo en aras de sus ambiciones imperiales, sino también, como señalara Lenin, “con el fin de debilitar el movimiento revolucionario del proletariado” (5). Es del dominio público como terminó esta aventura del imperialismo, que era contraria a las necesidades objetivas del desarrollo progresista de la sociedad humana. Se derrumbaron tres imperios: el austro-húngaro, el alemán y el ruso. Se consumó la Gran Revolución Socialista de Octubre en Rusia, que dio un poderoso impulso a la lucha liberadora de los pueblos. Se inició la época del hundimiento del capitalismo. La segunda guerra mundial confirmó esta enseñanza de la historia con nuevas e irreparables pérdidas para el imperialismo. Otra enseñanza se refiere a la influencia disolvente y a la perfidia de los sofismas y frases pacifistas a que recurren los círculos imperialistas para adormeciendo la vigilancia de los pueblos, justificar y encubrir los preparativos de guerra. Durante más de cuarenta años, durante la guerra franco-prusiana de 1870-1871 hasta el agosto de 1914, en Europa se mantuvo la paz entre las “grandes” potencias. ¡Qué argumentos no se habrán inventado para fundamentar este hecho! Se decía que la paz se ve favorecida por los lazos de parentesco entre las cortes reinantes, ocultando que los intereses dinásticos agregaban material inflamable a la política mundial. Aseveraban que el “espíritu” de la democracia burguesa era pacífico, aunque a comienzos del siglo XX, bajo el rótulo democrático-burgués había madurado en EE.UU., Gran Bretaña y Francia un imperialismo tan agresivo como el de las monarquías de Rusia, Alemania, Japón, etc. sin haber significado ningún viraje de las guerras a la paz, la democracia burguesa impulsaba el desarrollo de una retórica llamada a enmascarar, con una fraseología pacifista y nacionalista, las aspiraciones de las clases gobernantes a la dominación mundial. Durante la campaña para las elecciones presidenciales de 1916 Woodrow Wilson, por ejemplo, juraba que no iría a la guerra. Pero en abril de 1917 Estados Unidos entró en ella. Se explicaba, por ejemplo, que el desarrollo de los vínculos comerciales y económicos internacionales excluiría la guerra, perdiendo de vista que éstos, bajo el capitalismo, son campo propicio para que maduren semillas de conflictos. El sentido desorientador de esta idea en la época imperialista, se ve, aunque no sea más que por un hecho: en vísperas de la primera guerra mundial el 67% de las exportaciones de Alemania y el 80% de sus importaciones correspondían a los países de la Entente hostil. Ahora bien, entre las “doctrinas de la paz” que proliferaban en aquel entonces dos ejercían la mayor influencia ideológico-política. La primera era la concepción de la “paz armada”, que se reducía a identificar la seguridad nacional con la acumulación de armas y la disposición para la guerra. Presentaba el incremento del militarismo y la preparación material de la guerra como fundamento de la paz. La segunda concepción partía de que el balance de fuerzas de las potencias contrapuestas y sus alianzas “defensivas” estaba en condiciones de impedir un choque entre ellas, garantizando la seguridad internacional. La falsedad de estas dos concepciones quedó demostrada por la primera guerra mundial, que nació precisamente de la “paz armada” y los bloques “defensivos” de las potencias imperialistas. En manos de los políticos burgueses, lo uno y lo otro resultaron ser un instrumento inservible para mantener la estabilidad internacional, socavada por la desigualdad en el desarrollo de los distintos eslabones del sistema imperialista. Al contrario, los armamentos y los bloques no hicieron más que agravar la peligrosa inestabilidad internacional. Tampoco los historiadores burgueses hoy pasan por alto esta última circunstancia, señalando que el carácter confuso de los compromisos de los aliados, los convenios secretos y la distinta percepción que los hombres de Estado tenían de la situación internacional generaron esa indefinición que empujó a los círculos gobernantes a afrontar el riesgo de la guerra. De ahí se concluye que la experiencia de la historia requiere excluir esta indefinición para lograr hoy lo que no se logró en 1914: “contener la guerra”. Sin embargo, se recomiendan los mismos medios fracasados: incrementar el potencial militar y fortalecer el bloque imperialista. De esta manera, se vuelve la historia de pies a cabeza; como si la guerra hubiera estallado a causa de la debilidad de la Entente y del bloque austro-húngaro o porque se hubiese acumulado poco armamento.

Nº7 (13) Julio de 2014 Las enseñanzas de la primera guerra mundial pueden ser mal interpretadas también en el caso de que se identifique mecánicamente la situación de entonces con la situación actual. Esto se manifiesta claramente, por ejemplo, en la concepción de “la igual responsabilidad de los bloques”. Esta concepción especula, en particular, con las falsas asociaciones que surgen debido a que, en efecto, los imperialistas de todos los países fueron igualmente culpables de haber preparado la primera guerra mundial desencadenada directamente por el imperialismo alemán. Falsas asociaciones, porque los bloques de entonces sólo podrían ser análogos directos de la OTAN y de otras alianzas militares imperialistas de hoy, puesto que todas tienen una naturaleza político-social común. Y no sólo la naturaleza. La semejanza que existe en la mentalidad de los políticos imperialistas de entonces y de hoy es sorprendente incluso en los detalles. El Almirantazgo británico, empeñado en conseguir nuevas asignaciones para armamentos, elevaba premeditadamente las evaluaciones del potencial de la flota alemana: un procedimiento hoy utilizado profusamente por el Pentágono. El Almirante Alfred von Tirpitz insistía en que el reforzamiento de las fuerzas navales de Alemania cerraría una “peligrosa zona de debilidad”. Ahora, la Administración de EE.UU. habla de la necesidad de cerrar “las ventanas de vulnerabilidad”. Para resolver por vía militar los conflictos que surgían en la política mundial, la Gran Bretaña inventó sus “fuerzas expedicionarias”. A su gemelo contemporáneo en Estados Unidos se le dio el nombre de “fuerzas de despliegue rápido” (6). Sin embargo, la analogía entre las alianzas de aquel entonces y la OTAN no es del todo completa. El bloque austro-húngaro y la Entente se amenazaban recíprocamente con la agresión, mientras que a los países que integran la OTAN no les amenaza nadie. Los infundios sobre dicha “amenaza” son un camuflaje llamado a justificar la existencia de esta alianza agresiva, que no tiene ningún elemento “defensivo”. Las ideas de que la misión del militarismo y de las alianzas militares de las potencias imperialistas consiste en mantener la “paz” y “defender” el país no son simplemente inconsistentes y funestas. En el ejemplo de la primera guerra mundial se puso de manifiesto su capacidad de desorientar a las amplias masas de la población. La propaganda de estas ideas provocó una psicosis específica de masas que se extendió a todos los países imperialistas: el “defensismo”. “Emprendemos la cruzada porque nos ha obligado el enemigo” (7), así justificaba la guerra el periódico burgués alemán Germania al día siguiente de haber comenzado ésta. La misma idea inculcaba en sus lectores la prensa burguesa de otros países. Y tuvo éxito: el “defensismo” pasó a ser el principal instrumento ideológico para incorporar las masas a la matanza imperialista. Los partidarios de la paz resultaron impotentes ante la oleada chovinista que en los primeros días de la guerra arrastró a gran parte de la población. Así ocurrió, en particular, porque en el movimiento obrero se menospreciaba el peligro que entrañaba este tipo de ideas. En 1912, Hugo Haase afirmaba: es “imposible provocar algún sentimiento de chovinismo entre los obreros socialistas organizados de Alemania” (8). Mientras que el 4 de agosto de 1914 él mismo, en su calidad de presidente del grupo socialdemócrata dio lectura en el Reichstag a una declaración aprobando los créditos de guerra so pretexto de que era necesario “defender” Alemania frente a la “agresión de la Rusia zarista”. Esta página de la historia ayuda a comprender la importancia primordial que tiene para la defensa de la paz la exigencia leninista de “analizar del modo más detallado todos los sofismas con que se justifica la guerra en la actualidad” (9). Para concluir, unas cuantas palabras acerca de otra enseñanza de la primera guerra mundial. Las fuerzas pacíficas de aquel entonces no encontraron los medios necesarios para impedir que estallara la contienda. No obstante, la experiencia de las acciones antibélicas de aquel periodo y, sobre todo, las evaluaciones que de ellas diera Lenin contribuyen a una comprensión más profunda de la actual vía realista que hace factible prevenir la guerra. El aspecto más importante de esta experiencia radica en que “estos medios (para impedir la guerra) cambian y se intensifican de acuerdo con la agudización lucha de clases, etc.” (10). La tesis citada es una enmienda propuesta por Lenin y Rosa Luxemburgo a la resolución del Congreso Socialista Internacional de Stuttgart sobre el militarismo y los conflictos internacionales. La enmienda fue aceptada sólo parcialmente, sin la palabra “intensifican”. (11)

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El imperialismo, fase superior del capitalismo Folleto escrito por Lenin en su exilio de Zürich (Suiza) en la primavera de 1916 En esta obra hemos probado que la guerra de 1914-1918 ha sido, de ambos lados beligerantes, una guerra imperialista (esto es, una guerra de conquista, de bandidaje y de robo), una guerra por el reparto del mundo, por la partición y el nuevo reparto de las colonias, de las "esferas de influencia" del capital financiero, etc.

Prólogo a las ediciones francesa y alemana escrito por el propio Lenin el 6 de julio de 1920

Nº7 (13) Julio de 2014 La enmienda de Lenin apuntaba hacia la búsqueda y la utilización constantes de medios eficaces de lucha contra la guerra. Hacía depender el carácter de estos medios de la situación política, de la marcha de la lucha de clases, de su agudeza, De esta manera, se rechazaba, por una parte, toda rutina en la definición de los medios para impedir la guerra y, por otra, las opiniones voluntaristas, según las cuales, como respuesta a las declaración de guerra, es posible, haciendo caso omiso de la situación concreta, organizar una huelga antibélica mundial o empezar una revolución antibélica. La enmienda de Lenin es importante también en otro aspecto. Considerando que el movimiento obrero no tenía medios suficientes para impedir a ciencia cierta el estallido de un conflicto armado, los socialdemócratas de derecha minimizaban a utilidad de las acciones antibélicas de masas, cifrando sus esperanzas en que los gobiernos imperialistas no irían a la guerra mundial, pero, a la vez, subestimaban el potencial antibélico y la orientación antiimperialista de la lucha de clase del proletariado. Cuando había madurado la crisis prebélica y los días 29 y 30 de julio de 1914 se reunió el pleno del Buró Socialista Internacional de la II Internacional, se puso de relieve lo funesto de esta posición. Muchos no daban crédito a que de un momento a otro estallaría una conflagración mundial. Los representantes del movimiento obrero de Alemania, Francia e Inglaterra aún confiaban en la “prudencia” de los gobiernos imperialistas. En oposición a ello, la enmienda de Lenin orientaba que los medios para impedir la guerra se incrementan y van cobrando fuerza, haciéndose cada vez más eficaces, a medida que va creciendo la lucha clasista y antibélica. La práctica histórica ha demostrado cuán fecunda es la orientación dimanante de los criterios de Lenin, sobre la necesidad de desarrollar al máximo la presión contra el imperialismo y sus pretensiones agresivas. Las ideas leninistas sobre la lucha contra el peligro de guerra han sido enriquecidas hoy por una conclusión teórica y política fundamental que los comunistas han sacado al tomar en consideración objetiva y multifacéticamente la realidad del mundo contemporáneo: una nueva guerra mundial puede ser prevenida. Vemos que por su eficacia y potencia los medios de que disponen en nuestros días las fuerzas adictas a la paz para prevenir la guerra son incomparables con los que tenían antes. Esto no se debe simplemente a que han cambiado las circunstancias. Estos medios han sido adquiridos y creados en el curso de la lucha clasista y antibélica, de las revoluciones, de la lucha de liberación y, claro está, gracias a la existencia del baluarte principal de la paz: el sistema socialista. Y cobran fuerza con el desarrollo contemporáneo. Antes de la primera guerra mundial, y en el transcurso de muchos años, las alas revolucionaria y reformista del movimiento obrero internacional actuaron juntas en defensa de la paz. En los congresos de la II Internacional en Stuttgart, Copenhague (1910) y Basilea (1912) lograron ponerse de acuerdo en cuanto a las acciones a desarrollar contra el militarismo y la guerra. Sin embargo, cuando la guerra mundial estaba a punto de desencadenarse, los socialdemócratas de derecha revelaron su incapacidad de hacerle frente. En los críticos días de julio-agosto de 1914 abandonaron la lucha antibélica. Más aún, decían que todas las posibilidades de prevenir y apagar el incendio estaban agotadas y llamaron a cesar las acciones antibélicas, aduciendo que los trabajadores, al expresar la protesta de masas contra la guerra, ya habían cumplido con su deber ante la historia. Se empezó a aplicar la política de la “paz cívica”, que significaba renunciar a la lucha de clases durante la guerra. Como resultado, en la mayoría de los países las masas fueron desorientadas, el movimiento obrero internacional se vio dividido, echándose por la borda la solidaridad internacional de los trabajadores y sus partidos, tan necesaria para la lucha contra la guerra. Entre los factores que determinaron este tránsito –de rechazar la matanza mundial a aceptarla– desempeñó un papel nada desdeñable una idea equivocada que se sustentaba sobre los orígenes y el carácter del conflicto iniciado- Los socialistas de derecha, que se vieron en campos enemigos, convenían en que “su” propio gobierno era ajeno al estallido de la guerra, incluso continuaban condenando la conflagración mundial pero sólo como un mal proveniente de fuera del país en cuestión. Esta condena se conjugaba con llamamientos del siguiente tenor: “sean cuales fueren las opiniones sobre el origen de la guerra hay que llevarla hasta el fin” (12), como trataba de convencer a sus electores en agosto de 1914 el líder del Partido Laborista Independiente de Gran Bretaña, Ramsay MacDonald. Los intentos de presentar la guerra imperialista como “defensiva” o “popular” constituían el trasfondo teórico del socialchovinismo que aquejaba a la mayoría de los partidos de la II Internacional. Otra circunstancia restó eficacia a las acciones antibélicas de los trabajadores durante todo el periodo prebélico y se dejó sentir muy negativamente durante una situación tan crítica. Los obreros estaban seguros de que sus líderes sabían como hacer frente a la guerra. Las respuestas que se daban a este interrogante tenían por objeto tranquilizar a los trabajadores. En el Congreso de Basilea los socialdemócratas proclamaron que los proletarios consideran un crimen matarse unos a otros y exhortaron a utilizar toda la energía de la clase obrera para “impedir el aniquilamiento de la flor y nata de todos los pueblos”. (13). Estos llamamientos desempeñaron un papel positivo contribuyendo al desarrollo de la lucha del movimiento obrero internacional contra la guerra que se avecinaba. Pero la condena de la guerra por los socialdemócratas de derecha no era secundada con indicaciones concretas sobre los métodos para impedirla. En los congresos de la II Internacional, empezando por el de Stuttgart, los socialistas de todos los países reafirmaban el compromiso mutuo de aprovechar la crisis provocada por una guerra imperialista, en caso de que estallara, para acelerar el derrumbamiento del dominio de clase de los capitalistas.

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Nº7 (13) Julio de 2014 Esta orientación dimanaba de las evaluaciones marxistas de las condiciones de aquella época. Y su justeza fue confirmada por la práctica. Los trabajadores de Rusia, dirigidos por el partido de Lenin, dieron una salida revolucionaria a la matanza imperialista, abriendo el camino hacia el socialismo, régimen que en nuestros días es el principal apoyo de las fuerzas que están convencidas de la necesidad de luchar contra una guerra mundial para descartarla del todo. Pero, como lo demostraron los acontecimientos, la mayoría de los líderes de la socialdemocracia internacional no tomaban las mencionadas decisiones de los congresos como programas para continuar la lucha antibélica, que en el nuevo contexto se fundía con la revolución. Las veían como una advertencia a la clase gobernante –que en nada les comprometía–, basada en la idea de que el temor a la revolución o la simple intimidación con la posibilidad de la misma bastarían por sí solas para contener a los imperialistas, impidiéndoles desencadenar la guerra. Y cuando ésta empezó los líderes oportunistas de la II Internacional traicionaron los ideales del internacionalismo proletario. En el ejemplo de estos hechos de la historia se puede ver cuán importante es para los destinos de la paz superar las tendencias centrífugas en el propio movimiento antibélico. Lenin al evocar la experiencia de la lucha contra el peligro de la pasada guerra, escribió en 1922: “los ejemplos digamos, de la literatura alemana anterior a la guerra, y en especial modo el ejemplo del Congreso de Basilea de 1912, deben ser utilizados para demostrar en forma concreta que el reconocimiento teórico de que la guerra es criminal, de que los socialistas no pueden admitir la guerra, etc. No son más que frases huecas, porque nada tienen de concreto” (14). En relación con esta enseñanza, Lenin resaltó la necesidad de hacer que las masas tengan “una idea realmente viva de cómo puede llegar la guerra” y ayudarles a comprender cuáles son los métodos eficaces “para luchar contra la guerra” (15). A la luz de los legados leninistas, la memoria histórica de los pueblos sobre las circunstancias que propiciaron el estallido de la primera guerra mundial contribuye a la lucha actual de las fuerzas adictas a la paz contra el peligro de guerra y por la conjuración de una catástrofe nuclear.

Grupo Internacional de Trabajo de la Comisión de Documentación Científica e Información de la Revista Internacional Jerzy Andrzej Wasczuk, representante del Partido Obrero Unificado Polaco Rodni Öhman, representante del Partido de Izquierda Comunistas (Suecia)

Evgueni Panfilov, miembro de la redacción

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NOTAS: (1) C. Marx y F. Engels. Obras, t.36, pag.531 (edición en ruso). (2) Ibíd.. (3) G. Clemenceau. Grandeurs et misères d’une victoire. Paris, 1930, pag.59. (4) V.I. Lenin, Obras Completas, 2ª Edición, Cartago, Buenos Aires, t.XXII, pag.106. (5) Ibíd.. pag.15. (6) Remitiéndose a tales coincidencias en la política del imperialismo de entonces y de hoy, investigadores burgueses sensatos, especialistas en relaciones internacionales, en oposición a las tentativas mencionadas de justificar la escalada del potencial militar, concluyen: “Estamos dando vuelta y vuelta al mismo mecanismo mortífero (el que funcionó antes de la primera guerra mundial. –Autores)… La escalada constante terminará con una catástrofe si no se revierte el proceso” (The New York Times, 28 May, 1984). (7) Germania, 2 August 1914. (8) Internationales Jahrbuch für Politic und Arbeiterbewegung, Berlin, 1912, s.757. (9) V.I. Lenin, Obras Completas, t.XXXV, pag.449. (10) Ibíd., t.XIII, pag.95-96. (11) Véase Internationales Sozialisten Kongress zu Stuttgart, Berlin, 1907, s.66. (12) Se cita según G.D.H. Cole, Labour in war time, London, 1915, pag.31. (13) Ausseordentlicher Internationaler Sozialisten Kongress zu Basel, Berlin, 1912, s.26-27. (14) V.I. Lenin, Obras Completas, t.XXXVI, pag.449. (15) Ibíd., pag.449-450

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35º Aniversario del triunfo de la Revolución Popular Sandinista en Nicaragua El 19 de julio de 1979, hace increíblemente ya 35 años, la lucha del pueblo de Nicaragua por su libertad alcanzaba la victoria. El infame Somoza huía del país y las fuerzas guerrilleras del Frente Sandinista de Liberación Nacional entraban triunfales en Managua. Era imposible no recordar y no comparar con aquella otra huída de tirano y entrada triunfal, sólo que habían pasado más de 20 años entre una y otra y ocurrido aquella en La Habana de Cuba. Semejantes pero distintas, las revoluciones hermanas, madre e hija, cubana y nicaragüense, fueron obra de vanguardias ajenas a los dirigentes de sus respectivos partidos comunistas. Ambas hundieron sus raíces en el sentimiento libertario y antiimperialista de Martí y de Sandino. No obstante, ambas se alimentaron de la experiencia revolucionaria marxista-leninista, de las revoluciones socialistas precedentes, del bagaje teórico y práctico del Movimiento Comunista Internacional y de los movimientos de liberación nacional. A la revolución sandinista se incorporó el sector religioso cercano a los intereses del pueblo y, sobre todo, el pueblo cristiano convertido en revolucionario a pesar de, o gracias a, su convicción religiosa. En la revolución nicaragüense se reprodujo la solidaridad internacionalista que ya se viviera en la guerra nacional revolucionaria de España, las Brigadas Internacionales, con destacada y combativa participación de chilen@s, panameñ@s, colomian@s... muchos de ellos comunistas, muchos de ellos mártires. Solidaridad, que una vez triunfante la revolución, se convirtió en entusiasta ayuda a la alfabetización, a la salud y a la reconstrucción nacional.

Los comunistas, organizados en el Partido Socialista Nicaragüense (PSN) no supieron estar a la altura de sus obligaciones como militantes de la causa por la liberación nacional y social de su pueblo. Los dirigentes comunistas nicaragüenses no cumplieron con su papel revolucionario ni antes, ni durante, ni sobre todo después de la revolución, e incluso podemos atrevernos a decir que jugaron un papel contrarrevolucionario al servicio de la burguesía, y desde luego, al servicio de los intereses del imperialismo norteamericano. Pero sería injusto condenar a l@s comunistas nicaragüenses sin reconocer que, gracias a su labor divulgadora de las ideas revolucionarias y a su trabajo organizador en el seno de la clase obrera y campesina, l@s sandinistas encontraron un caldo de cultivo idóneo para su desarrollo político y organizativo. Much@s militantes comunistas murieron en el transcurso de dramáticas luchas, torturad@s en los tenebrosas mazmorras del aparato represor de la dictadura, y también, porque no reconocerlo, combatiendo en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Nicaragua (FARN), a finales de los años 60, y en la Organización Militar del Pueblo (OMP) en la fase final del proceso revolucionario. El papel jugado por la Juventud Socialista Nicaragüense (JSN, juventudes comunistas) en la organización del movimiento estudiantil de oposición a la dictadura, propició que futur@s líderes revolucionari@s como Carlos Fonseca Amador o Tomás Borge Martínez, ambos fundadores del FSLN, se acercaran a la teoría marxista-leninista militando en sus filas en la segunda mitad de la década de los años 50. Hay que recordar también que entre 1977 y 1980 no había uno sino dos PSN: el liderado por Luis Sánchez Sancho -conocido como PSN de los Sánchez- que abrazó enseguida la idea de las alianzas estratégicas con la burguesía, en el seno del Frente Amplio Opositor (FAO), y de rechazo de la lucha armada, y el PSN liderado primero por el Doctor Julio Briceño Dávila y después por Álvaro Ramírez González que se inclinó por las alianzas con el FSLN, por preparar a los comunistas para participar en la sublevación armada a través de la OMP, y por ser uno de los promotores del Movimiento Pueblo Unido, en julio de 1978, como organismo unitario de lucha política y social contra la dictadura. Este segundo PSN se integrará en el seno del FSLN a principios de 1980 y concentra en él la mejor herencia del comunismo nica. La historia del PSN a partir de 1980 es por tanto la del PSN contrarrevolucionario, la del PSN vocero del brazo político de la contra y por tanto del imperialismo y de la burguesía vendepatrias.

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Nº7 (13) Julio de 2014 En el número de enero de 1980 de la Revista Internacional-Problemas de la Paz y del Socialismo se publicó el siguiente artículo firmado por Álvaro Ramírez, Secretario General del Partido Socialista Nicaragüense, líder del sector que al poco de publicarse este artículo se disolverá en el seno del Frente Sandinista de Liberación Nacional.

PREMISAS Y PERSPECTIVAS DE LA REVOLUCIÓN NICARAGÜENSE

La Revolución Nicaragüense triunfó en momentos cuando se ahonda la crisis del capitalismo, cuando las ideas del socialismo penetran cada vez más en la conciencia de las masas populares y los círculos consecuentemente democráticos y revolucionarios se afianzan en América Latina. Por eso el derrocamiento de la dictadura somocista no puede considerarse un hecho aislado, local, realizado como consecuencia de una simple ecuación de factores, al margen del desarrollo general mundial; se hizo posible en la época de la nueva correlación de fuerzas en la palestra internacional, que favorece el proceso revolucionario. Esta es una ruptura más de la cadena del imperialismo, además en la región más “sensible”, tradicionalmente considerada por él como su retaguardia más segura. No cabe duda de que las consecuencias de este acontecimiento se reflejarán lejos de nuestras fronteras y serán tanto más importantes con cuanta mayor rapidez logremos consolidar la victoria y crear una sociedad verdaderamente independiente, en la que no haya explotadores ni explotados. Al igual que la Revolución Cubana, la Revolución Nicaragüense desenmascaró la falsedad de los mitos –que descansan sobre el fatalismo geográfico– acerca de la imposibilidad de conquistar el poder por vía revolucionaria en un solo país latinoamericano. Mostró asimismo que la victoria sobre los regímenes fascistas y las tiranías sanguinarias, que a algunos les parecen supersólidos e inmutables, depende ahora en grado creciente de la voluntad del pueblo, de su ardiente deseo de derrotarlos cueste lo que cueste. Confirmó la conclusión de que el instrumento más importante es aquí la unidad y cohesión de todos los que toman el cielo por asalto, unidad capaz de liberar la enorme energía del pueblo y conducirla por el cauce necesario. En Nicaragua se reveló también el creciente papel del factor subjetivo en el proceso revolucionario, cuya importancia señaló V.I. Lenin reiteradas veces al indicar que la existencia de premisas objetivas para la revolución siempre debe ser afianzada con la capacidad de las fuerzas de vanguardia para valerse de ellas. Hoy se acrecienta más que nunca la responsabilidad de los revolucionarios, quienes no pueden cifrar sus esperanzas en que “el tiempo trabaja para el progreso”, que “el curso de la historia es inexorable”, etc. Los revolucionarios nicaragüenses, ante todo los sandinistas, se encontraron a la altura de las exigencias del momento. Sin embargo, en los años 60, cuando sólo comenzaba la epopeya armada, ¿quién podría predecir con toda precisión su término victorioso? Por eso quisiéramos, aunque no sea más que en rasgos generales, examinar la vía que condujo al derrocamiento de la detestable dinastía y mostrar en qué condiciones crecía y se ampliaba la lucha contra la dictadura. Para nosotros, la década del 60 es inolvidable en todos los sentidos. Muchos nicaragüenses, incluidos comunistas –miembros del Partido Socialista Nicaragüense (PSN)–, dieron sus vidas combatiendo en las montañas y ciudades. En el movimiento antisomocista se incorporaban cada vez más capas de la sociedad. La efervescencia penetró incluso en el “sanctasanctórum” del régimen: el Partido Liberal Nacionalista y la Guardia Nacional. Pero la oposición a la dictadura permanecía dividida debido a que sobre parte considerable de las masas ejercía influencia la burguesía, La cual, aunque era antisomocista, no se decidía aún a actuar abiertamente contra el despotismo, prefiriendo “compartir las migajas del pastel gubernamental”. Después del terremoto de 1972, que destruyó gran parte de la ciudad capital y segó miles de vidas, las contradicciones en la sociedad se acentuaron aún más. El desbarajuste y el hambre suscitaron en las masas populares una protesta de fuerza jamás conocida en Nicaragua. Una ola de paros, incluidas huelgas generales, atravesó todo el país. Sus participantes exigían el aumento de los salarios y el mejoramiento de las condiciones de trabajo. En esta situación, el peso de la clase obrera y de su vanguardia comunista –el PSN– se hizo sentir en la realidad nacional y se dieron condiciones para la unión del proletariado, representado por la Confederación General del Trabajo (independiente), y determinados círculos de la burguesía en una coalición antisomocista. Como resultado de los esfuerzos unitarios, a fines de 1974 surgió la Unión Democrática de Liberación (UDEL), en la que entraron, junto con otros partidos y organizaciones sindicales de la oposición, también los comunistas. Su presidente fue el Dr. Pedro Joaquín Chamorro, destacada personalidad oposicionista, editor del mayor periódico nicaragüense –La Prensa– y representante de uno de los grupos económicos más influyentes del país. En el programa de la UDEL se destacaba la necesidad de la verdadera democratización de la sociedad, las transformaciones sociales y la plena independencia nacional. Paralela a esa unión, se intensificó la lucha del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y se acrecentaron sus acciones armadas contra la dictadura. Después de una de estas acciones, el Gobierno decretó el estado de sitio, mas Somoza no logró detener ni, menos aún, liquidar el movimiento popular. En el V Pleno del CC del PSN (diciembre de 1975) se indicaba que la actividad de los sandinistas era un importante eslabón en la cadena general de elementos que determinaban la situación política en el país y que el PSN siempre la consideró una importante fuerza revolucionaria, con la que se podía y se debía encontrar el punto de contacto para la lucha unitaria.

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Nº7 (13) Julio de 2014 La creciente resistencia de las masas y las acciones armadas del FSLN iban resquebrajando lentamente, pero con toda seguridad, los pilares del régimen. La presión internacional se intensificaba, la situación de la dictadura se había deteriorado y su único sostén continuaba siendo la fatídica Guardia Nacional. Con el levantamiento del estado de sitio en septiembre de 1977, la lucha de las masas populares se elevó a un escalón cualitativamente nuevo. El descontento debido a los abusos abarcó prácticamente a todos los sectores de la población: desde los grandes empresarios hasta los párrocos. La situación del país era caótica. La inflación alcanzó el 35% contra el 13% registrado en 1976; la deuda externa aumentaba en forma exorbitante; se suspendieron los préstamos bancarios; se frenaron las inversiones extranjeras; se intensificó la fuga de capital; el curso de la divisa nicaragüense bajó en el 50%; el desempleo azotó hasta un 405 de la población apta para el trabajo. En estas condiciones, el asesinato –el 10 de enero de 1978– del Dr. Pedro Joaquín Chamorro, que en las páginas de “La Prensa” efectuaba una activa campaña de denuncias sobre la corrupción, el contrabando, las evasiones de impuestos de los somocistas, la repartición de tierras a los militares y la utilización de bienes del Estado para uso particular y demás “trapos sucios” del somocismo, provocó la ira popular, y el pueblo se lanzó a las calles en reclamo de justicia. Las principales organizaciones de empresarios exhortaron a no someterse a la dictadura. Estalló la huelga general, que duró dos semanas, en las que participaron obreros, campesinos, empresarios, bancarios y clérigos. Estos acontecimientos fueron el comienzo de la alianza de los sectores de izquierda, que se estaba dando en las calles, en las multitudinarias manifestaciones callejeras y en las huelgas. En las calles y las empresas, los sectores de izquierda disputaban a la burguesía opositora la conducción de la lucha de masas. Precisamente en este tiempo surgieron organismos de unidad de las izquierdas, como la Comisión de Derechos Humanos y el Comité de Libertad de los Reos Políticos. Más tarde se creó el Movimiento Pueblo Unido, integrado por más de 20 organizaciones revolucionarias de masas, incluidos el FSLN y el PSN. Por nuestra parte , se emprendieron pasos enérgicos para estrechar los lazos de los mecanismos militares entre el FSLN y el PSN, que ya en esa época estaba avocado a la formación de la Organización Militar del Pueblo, su expresión militar. El PSN trataba de ejercer influencia en el desarrollo de los acontecimientos no sólo a través de la alianza de las izquierdas, sino también en el Frente Amplio Opositor (FAO), que fue una ampliación de la UDEL, donde se libraban largas discusiones alrededor de las directrices programáticas a seguir y de las formas de lucha a implantar y su vinculación con las masas. En el programa aceptado con nuestro apoyo se indicaba que la tarea inmediata del Frente era destituir a Somoza del poder y formar un Gobierno provisional transitorio. En la segunda mitad de 1978, la lucha revolucionaria en Nicaragua alcanzó una expresión más elevada, en primer lugar, como resultado de los brotes insurreccionales encabezados por el FSLN en las principales ciudades y los paros empresariales que inmovilizaron al país. Esto condujo a la intensificación de las divergencias en el FAO, donde prevalecían las tendencias derechistas, sobre todo cuando se trataba de transformar los paros de “brazos caídos” de la burguesía en paros “activos”, que era la consigna popular. El imperialismo veía la inminente caída de la dictadura y maniobraba aceleradamente para imponer en Nicaragua una fórmula acorde con sus intereses, contando con el apoyo del FAO, que en todo momento trató de mediatizar la lucha del pueblo. Esto permitió que el FAO –después de los movimientos insurreccionales de agosto y septiembre de 1978– se prestara para un proceso de mediación imperialista con la Organización de Estados Americanos, cuyo objetivo era arrebatar el triunfo del pueblo nicaragüense e instaurar en Nicaragua lo que se dijo en llamar un “somocismo sin Somoza”. El imperialismo, mientras por un lado prometía a la oposición la destitución de Somoza, por otro lado lo fortalecía con préstamos e inyecciones militares a través de Israel y otros gobiernos reaccionarios. Esta política conciliadora del FAO provocó la renuncia a éste del PSN y otras organizaciones. Se sentaron las bases para la formación del Frente Patriótico Nacional con el Movimiento Pueblo Unido y las organizaciones desprendidas del FAO. Ante este reacomodamiento de fuerzas, el pueblo respondía con enormes movilizaciones y con la organización de los organismos de defensa civil de las masas y de los Comités de Defensa de los Trabajadores en las fábricas. Los hostigamientos se sucedían a diario a lo largo y ancho del país, y las condiciones insurreccionales se preparaban aceleradamente, aun bajo una bestial represión que conmovió a todos los pueblos del mundo y que despertó la solidaridad internacional sólo comparada con la solidaridad que despertó la heroica lucha del pueblo vietnamita.

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Nº7 (13) Julio de 2014 En 1979, el Frente Sandinista lanza la ofensiva final, todo el pueblo nicaragüense se pliega a su vanguardia y nuestra Organización Militar del Pueblo se supedita a la estrategia militar del FSLN, dando un aporte considerable en todo el país. Pero aun en las postrimerías de la dictadura, el imperialismo continuó maniobrando, tratando de conservar intactas las estructuras de la Guardia Nacional y asegurar la participación del partido de Somoza en el próximo Gobierno. Mientras el FAO meneaba sus teclas en el exterior, a través de la socialdemocracia internacional y del socialcristianismo, procurando arrebatar la iniciativa a las fuerzas verdaderamente revolucionarias y poner a sus favoritos en los puestos clave de la nueva dirección. No obstante, todas estas maniobras fracasaron: la Guardia Nacional fue derrotada y las fuerzas revolucionarias tomaron el poder. Esto fue posible gracias a la firme y clara línea revolucionaria del FSLN, que supo aglutinar alrededor suyo a la inmensa mayoría del pueblo nicaragüense y lograr el apoyo de las fuerzas progresistas y democráticas no sólo de América Latina, sino también del mundo entero. Con la instalación del Gobierno de Reconstrucción Nacional, en Nicaragua comenzó una etapa nueva del proceso revolucionario, etapa de prosperidad y garantía de los derechos democráticos del pueblo. Está realizándose una reforma agraria profunda, se reconquista la soberanía nacional y se rescatan las riquezas naturales; Nicaragua aspira al desarrollo de una política internacional independiente, en apego a los intereses superiores de la nación, como quedara claramente definida en la reciente cumbre de los No Alineados. Sin embargo, el nuevo rumbo emprendido por nuestra patria no está libre de obstáculos y riesgos. La reacción interna y externa trabaja en dos líneas fundamentales frente a la Revolución Nicaragüense: por una parte, se organiza ya la agresión armada contra nuestro pueblo, por otra parte, se intenta domesticar el proceso y hacerlo degenerar en reformismo burgués. En la primera línea actúan las fuerzas desplazadas del poder y que han huido del país, así como los sectores más agresivos del imperialismo y sus títeres fascistas en varios gobiernos latinoamericanos. En la segunda línea se encuentran algunos partidarios grandes de la socialdemocracia internacional, situados completamente a la derecha; los mismos objetivos persigue también el Departamento de Estado de los EE.UU. que pugna por controlar la situación nicaragüense y, en general, la actual actividad de la propia burguesía de nuestro país que rompió con Somoza, excepto algunos casos individuales que dan muestras de comprender la necesidad e inevitabilidad del avance consecuente del proceso revolucionario hacia sus metas superiores. En la situación creada, cuando existe el peligro de que el proceso pueda ser derrotado o conducido por otros senderos ajenos a su esencia, la tarea histórica impostergable es avanzar, sin ofuscación ni apresuramiento, oportunamente, pero avanzar hacia la realización de las tareas agrarias, antiimperialistas y populares de la revolución. Los instrumentos fundamentales para alcanzar dichas metas es la unión de todas las fuerzas patrióticas de izquierda en torno al FSLN, el apoyo hasta sus últimas consecuencias a su lucha por unificar a todos los sectores revolucionarios de nuestro pueblo, el logro de una sola Central Sandinista de Trabajadores, una sola Juventud Sandinista, una sola Federación de Mujeres Sandinistas, una sólida estructuración de los Comités de Defensa Sandinistas y la creación del Partido Único de la Revolución, dotado de unidad ideológica, cohesión orgánica y dirección colectiva. Rechazamos categóricamente las voces inconsecuentes de quienes ya comienzan, en nombre del socialismo, a acusar al FSLN, de estar colocado bajo la influencia de la burguesía, de utilizar procedimientos demasiado lentos y mediatizadotes. Estas posiciones de hecho no son socialistas, son aptitudes ciegas ante la situación concreta, que suelen terminar ayudando a crear condiciones favorables a la contrarrevolución, lejos de conseguir el acelerado avance que pregonan. En igual marco se inscriben los sectarios que niegan valor moral y capacidad ideológico-política a los dirigentes de la Revolución. El Partido Socialista Nicaragüense, sin cerrar los ojos ante las posibilidades de que se produzcan tendencias degenerativas en la Revolución Nicaragüense, considera acertada, sensata y eficaz la conducción que imprime el FSLN al proceso revolucionario nicaragüense. Por eso declaramos con toda precisión que la apoyamos y haremos todo lo posible para que el pueblo nicaragüense cierre filas en torno a las tareas inmediatas del proceso revolucionario: la consolidación, defensa, fortalecimiento y desarrollo cualitativo del Poder Revolucionario, el auge de la economía y la elevación del nivel de vida de las masas trabajadoras.

Álvaro Ramírez Secretario General del Partido Socialista Nicaragüense

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Partido Socialista Nicaragüense Fundado el 3 de julio de 1944 al unirse los grupos comunistas que actuaban en Nicaragua desde 1939, la mayoría de ellos desgajados del Partido Trabajador Nicaragüense (PTN) que existió entre 1931 y 1939 y agrupados en torno al diario “Hoy”. En 1948 el PSN fue desarticulado con la detención de 80 dirigentes y 300 de los cerca de 1000 militantes con los que contaba. Reorganizado entre 1957 y 1959, la dirección de Álvaro Ramírez González primero y de Onofre Guevara López después hizo que el PSN experimentara con la lucha armada a través de las FARN hasta que, en noviembre de 1969, cayera su jefe militar Jacinto Baca Jerez. La ascensión entonces de Luis Sánchez Sancho a la secretaria general del Partido cambió sus prioridades hacia la lucha social, sobre todo sindical, y política en alianza con los sectores de la burguesía antidictatorial. Línea política que provocó la división del PSN en dos entre 1976 y 1977.

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