bob dylan actitud radical artista total

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Bob Dylan: actitud radical, artista total Por: Fernando Navarro | 09 de julio de 2015 Fotografía de Ignacio Itarte del concierto de Dylan en Barcelona el pasado 4 de julio. La cuestión ya no es que Bob Dylan haga lo contrario de lo que la mayoría espera de él. La cuestión es que a Bob Dylan le importa tres pepinos todo lo que rodea a su arte. Y su arte no es otra cosa que su música. Y la música, en el hombre que lleva desde 1988 embarcado en su Never Ending Tour, no es otra cosa que su vida. Lo dijo ya en los sesenta, cuando muchos vieron en él al Mesías: “Lo que más puedo esperar es cantar lo que pienso, y quizás evocar algo en los demás. No me insultes diciéndome que soy una persona con mensaje. Mis canciones no son más que un diálogo conmigo mismo”. Desde entonces, no ha dejado de decir esto mismo con otras palabras, a veces incluso con un simple gesto, mirando para el lado contrario donde están los focos, escurriéndose a saltitos cuando surge el aplauso fácil. Las canciones de Dylan no son más que un diálogo consigo mismo. Por eso, en un concierto de Bob Dylan, según su visión, todo lo que sobra es todo aquello que interfiera ese diálogo. Lo estamos viendo con más claridad que nunca en esta gira que le ha traído tres años después por España. Sólo importa la música, que acontece en ese reducido espacio que es el escenario, más cuando el compositor de Minnesota lo convierte, con esas lámparas amarillas de tono íntimo, en una especie de antiguo cabaret. En el Palacio de Deportes de Madrid, ese escenario se achicaba aún más ante la inmensidad del recinto deportivo. Frío, amplio, sin espíritu. Era casi antinatural. Pero ahí estaba Dylan, como si tocase en el Radio City Music Hall neoyorquino, sin buscar acomodar su música al entorno, importándole tres pepinos todo lo que no fueran sus canciones.

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el gran Dylan

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  • Bob Dylan: actitud radical, artista total

    Por: Fernando Navarro | 09 de julio de 2015

    Fotografa de Ignacio Itarte del concierto de Dylan en Barcelona el pasado 4 de julio.

    La cuestin ya no es que Bob Dylan haga lo contrario de lo que la mayora espera de l. La

    cuestin es que a Bob Dylan le importa tres pepinos todo lo que rodea a su arte. Y su arte no es

    otra cosa que su msica. Y la msica, en el hombre que lleva desde 1988 embarcado en su Never

    Ending Tour, no es otra cosa que su vida. Lo dijo ya en los sesenta, cuando muchos vieron en l

    al Mesas: Lo que ms puedo esperar es cantar lo que pienso, y quizs evocar algo en los dems. No me insultes dicindome que soy una persona con mensaje. Mis canciones no son ms que un

    dilogo conmigo mismo. Desde entonces, no ha dejado de decir esto mismo con otras palabras, a veces incluso con un simple gesto, mirando para el lado contrario donde estn los focos,

    escurrindose a saltitos cuando surge el aplauso fcil.

    Las canciones de Dylan no son ms que un dilogo consigo mismo. Por eso, en un concierto de

    Bob Dylan, segn su visin, todo lo que sobra es todo aquello que interfiera ese dilogo. Lo

    estamos viendo con ms claridad que nunca en esta gira que le ha trado tres aos despus por

    Espaa. Slo importa la msica, que acontece en ese reducido espacio que es el escenario, ms

    cuando el compositor de Minnesota lo convierte, con esas lmparas amarillas de tono ntimo, en

    una especie de antiguo cabaret. En el Palacio de Deportes de Madrid, ese escenario se achicaba

    an ms ante la inmensidad del recinto deportivo. Fro, amplio, sin espritu. Era casi antinatural.

    Pero ah estaba Dylan, como si tocase en el Radio City Music Hall neoyorquino, sin buscar

    acomodar su msica al entorno, importndole tres pepinos todo lo que no fueran sus canciones.

  • En el mundo del rock y el pop a gran escala, en el show business, este tipo de concierto de una

    figura de talla mundial como Dylan es un planteamiento radical. Pero es su forma de romper con

    lo que ms estorba en su dilogo, esto es, su mito. El propio mito de Dylan. El propio mito de

    alguien que est por encima del bien y del mal. El mito que, de alguna manera, todos

    fomentamos. Durante el concierto, no deja que haya pantallas para retransmitirlo y permitir que

    en un recinto tan grande se capten detalles. Tampoco deja que se hagan fotografas en las

    primeras filas, y no tan primeras, y obliga a que los guardias de seguridad recorran pasillos y

    butacas para impedrselo a los ms osados que sacan sus mviles. En la mayora de las

    ocasiones, termina por ser un vano intento, pero es un intento, impensable en los conciertos de

    estas alturas del siglo XXI. Con su puesta en escena tremendamente sobria y ese descanso

    nefasto de 20 minutos, Dylan no saluda, no se dirige al pblico, ni siquiera da las gracias por los

    aplausos. No hay concesiones. Slo su msica, su dilogo consigo mismo a travs de las

    canciones, recreadas con una banda extraordinaria, que ejecuta con una precisin de primersima

    categora. Si algo ha sabido hacer Dylan siempre, aparte de componer con un estilo irrepetible,

    ha sido rodearse de grandes msicos.

    En un concierto de Bob Dylan slo hay una verdad: Dylan no va a hacer nada por ti. Desde el

    primer segundo, el autor de Like a Rolling Stone traza una lnea divisoria bien clara. Es como si

    la pintara con tiza, de blanco impoluto como su traje. No es que sea un lmite para decir conmigo

    o contra m. No. Ms bien es una frontera. Yo estoy aqu, mis canciones estn aqu, mi msica

    est aqu, mi dilogo est aqu. Y podra preguntar: dnde ests t? Pero, a decir verdad, le

    importa poco. Para Dylan, es tu problema, nuestro problema. Eres de los mitmanos que espera

    que cante Blowin in the wind como en los sesenta por esos vdeos que ves por Youtube? Ests fuera. Eres de los que ests aqu porque has odo hablar de l y quieres contarlo maana en la

    oficina? Ok, pero ests fuera. Te dars cuenta a la segunda cancin. Eres de los que hablas de

    blues y para ello recurres a Eric Clapton? Terminars fuera. Eres de los que le calificas como

    el mayor artista del rock de la historia? T mismo, pero ests fuera. Dylan no tiene nada que ver

    con eso. Eso es nuestro mundo, pero no el suyo. Su mundo ahora, ms que nunca, por edad, por

    aos de carretera, por desapego absoluto con su mito, es su msica. Y la mejor manera de

    defenderlo es con un distanciamiento emocional con respecto a todo lo dems. Por as decirlo es

    todo lo contrario a un tipo como Bruce Springsteen en la actualidad, que habla de una gran

    responsabilidad con su pblico, que hace concesiones a todos los pblicos posibles en sus

    mastodnticos conciertos, que cont que se reenchuf a la msica cuando un fan le dijo que le

    necesitaban tras los atentados del 11-S. Si a Dylan se lo llegan a decir en ese parking que se lo

    dijeron a Springsteen, tal vez hubiese dejado de sacar discos, o hubiese sacado uno de chistes.

    Es bueno ese distanciamiento emocional? Seguramente no. Tiene ms aspectos negativos que

    positivos para lo que significa vivir la experiencia de un concierto, pero eso no quiere decir que a

    Dylan no le importen los oyentes. Es que no le importa nada que tenga que ver con l, con esa mscara de Bob Dylan que ya a principios de los sesenta deca que se pona cada vez que deba ponrsela. Tal vez, ms all de repasar todos los pasos que ha dado en su larga y dilatada carrera,

    el ejemplo ms ilustrativo sobre su hermetismo lo dio uno de sus fans ms famosos: el presidente

    de los Estados Unidos, Barack Obama. El mandatario de la Casa Blanca, que en numerosas

    entrevistas ha citado al msico de Minnesota como uno de sus grandes mitos y ha reconocido

    que siempre recurri a sus canciones en las etapas ms importantes de su vida, cont hace cinco

    aos en la revista Rolling Stone cmo fue su primer encuentro con el cantante con motivo de un

  • pequeo concierto en conmemoracin por el movimiento de la lucha de los derechos civiles.

    Bob Dylan toc en su actuacin en la Casa Blanca The Times They Are A-Changin, pero no quiso hacerse una foto conmigo. Simplemente, acab su actuacin, baj del escenario, me dio la

    mano y se fue, dijo. Como se fue en Madrid, en Zaragoza, en Barcelona, en cualquier pueblo de EE UU, en cualquier ciudad del ancho mundo. Como se va siempre, desde hace muchos aos. Y

    se seguir yendo. Irse no quiere decir huir. Irse quiere decir marcharse tras acabar lo que ha ido a

    hacer. Tocar y cantar su msica.

    A Dylan le importan los oyentes. Pocos msicos en la actualidad se esfuerzan tanto porque sus

    canciones suenen tan bien, pero tampoco es msica que se sirva en bandeja de plata. El cantante

    centra el repertorio de sus conciertos en sus ltimos discos. De las pocas entrevistas que concede,

    una de las ms interesantes fue en Rolling Stone cuando public Tempest. Dijo: No toco canciones de acampada. Mis canciones son msica personal; no son comunales. No me gustara

    que la gente cantara conmigo al unsono. Me sonara raro. No recuerdo que nadie cantara a la vez

    que Elvis, Carl Perkins o Little Richard. Lo que un msico tiene que conseguir es que la gente

    sienta sus propias emociones. Pero para eso tienes que cruzar su lnea. Escuchar su dilogo consigo mismo. Y, aun as, una vez que ha dejado fuera a todos los dems, puede parecerte un

    tostn.

    Actualmente, Dylan hace msica crepuscular, nada que ver con las creaciones ms brillantes de

    su carrera, de un correoso rhythm and blues y baladas de senectud, tal y como en su crnica lo defini Ignacio Juli. Msica arrastrada en ese country-blues de comps aejo, a travs de una

    voz arenosa, corrosiva, inmanejable, desgastada y quebrada por el tiempo, pero tan humana y

    real que es imposible que te deje indiferente. l lo sabe y adapta las canciones a su complicada

    modulacin, que a veces suena hasta sufrida, que desconcierta, frgil y contundente al mismo

    tiempo, como el consejo de un anciano. No es una buena voz, ciertamente, pero, escuchndola,

  • con los ojos cerrados, podras visualizar a un hombre con arrugas. Un hombre mayor pero que,

    con ese aire crooner que se otorga, lleva su vejez con dignidad y cierta osada. De hecho, ha sido

    osado sacar este ao un disco de versiones de Frank Sinatra, La Voz. Le falt dedicrselo en la

    portada a todos aqullos que dicen que no tiene voz. Es un lbum menor en su discografa, pero,

    una vez ms, es el lbum que quera hacer Dylan, como suyos son los conciertos.

    Su planteamiento sonoro sobre un escenario

    tambin tiene algo de radical, ms cuando sucede en recintos no aptos para sumergirse en una

    msica tan personal. Por mucho que uno quiera entrar en ese espacio en el que est Dylan, no es

    lo mismo hacerlo en las primeras filas que a 100 metros o en las alturas de una grada. Nunca fue

    lo mismo en la msica en directo, bien lo sabe cualquiera que guste de ir a conciertos en salas y

    garitos, pero en el caso de la msica actual de Dylan es mucho ms antinatural. Pero, como ya se

    ha dicho, eso a Dylan, que lleg a tocar en Madrid en el monstruoso Rock in Rio rodeado de

    tirolinas y escenarios de msica dance, le importa tres pepinos. Es como si pensara: Yo voy, hago lo mo y ya est. El problema lo tenis vosotros que segus buscando a Bob Dylan cuando

    Bob Dylan no es lo que queris que sea o, mejor an, no existe. Y sonre, con su caracterstica mueca descentrada.

    Hay msicos que viven obsesionados con la fama, otros con lo que se espera de ellos o aquello

    que una vez fueron, otros con las drogas y la fiesta. Tambin los hay que viven obsesionados con

    la msica. Es el caso de Dylan. Y para l la msica no es lo que l dice con ella, sino lo que ella

    le dice a l. Hablamos de un hombre que no habl con nadie y no sali de su casa durante una

    semana despus de la muerte de Elvis Presley. De un tipo que se refiere al rocknroll primigenio, el de Buddy Holly, Little Richard, Chuck Berry, Carl Perkins, Gene Vicent o

    Jerry Lee Lewis, en estos trminos: Escuchndolos, tu ropa se poda incendiar. Ahora anda

  • preocupado en esas canciones de viejos bluesmen, de folk de carretera, de gspel y soul, de

    country de vieja guardia, cuyos ecos intenta recrear y mantener vivos en esta ltima etapa de su

    carrera que ya se extiende desde hace dos dcadas. Hay algo compasivo y melanclico en esta

    mirada, como cuando se refiere a su pasado, a esas huellas que quiere recordar. El pueblo en el que crec estaba totalmente apartado del centro de la cultura. Estaba fuera de los mrgenes del

    momento. Tenas todo el pueblo para vagabundear. Simplemente haba bosques, cielo, ros y

    corrientes, invierno, verano, primavera y otoo. La cultura se basaba fundamentalmente en circos

    y carnavales, predicadores y pilotos, espectculos para leadores y cmicos, bandas de msica y

    programas de radio excepcionales. Ese es el dilogo que actualmente Dylan, que puso en marcha en su da unos programas radiofnicos maravillosos, mantiene consigo mismo. Slo le

    preocupa que la msica hable por s sola, aunque eso no quiere decir que l siempre lo consiga

    con el mejor de los impactos. Como deca en otra entrevista relativamente reciente: Una noche, me acuerdo que escuch a The Staple Singers cantar Uncloudy Day. Era lo ms misterioso que

    haba odo. Era como cuando se acercaba la niebla. Qu era eso? Cmo lo haces? Me

    atraves. Tal y como se ve en sus conciertos, lo nico que le interesa es hablar de cmo es la niebla, si se acerca o se va. Todo lo dems, parafernalias y expectativas, giran en torno a l, pero

    all nunca est el hombre que todos llamamos Bob Dylan.

    A la salida del concierto en Madrid, Jorge Drexler me dijo algo que me dej pensando. Habl

    del concierto de Dylan en trminos cinematogrficos. Es como si hubisemos asistido a una pelcula de Ingmar Bergman. Necesitbamos los subttulos para rematarlo. Y en parte creo que as fue. En la actuacin, haba un aura muy personal e ntima, nada condescendiente ni accesible.

    Y, escuchando en directo sus interpretaciones de Workingmans blues #2, Tangled up in blue o Soon after midnight, me dio por pensar en esa memoria potica que nos acerca Dylan, pero

    tambin en David Simon, creador de las magnficas series The Wire, Treme o Generation Kill,

    cuando deca sobre sus obras televisivas: Mi secreto es solo uno: que se joda el espectador medio, esa persona acomodada a la que hay que explicrselo todo. Que le jodan pero bien. Dylan los jode pero bien. Hace como Julio Cortzar hizo con la literatura en Rayuela, cuando

    quera quitarse de encima a los lectores perezosos.

    Los mismos que ahora califican a Dylan de "estafador" o "acabado" le hubiesen llamado Judas hace medio siglo. Y l contestara lo que entonces en Manchester, lo que siempre: No os creo. Sois unos mentirosos. Porque para l la nica verdad est en su propio dilogo, que puede gustar ms o menos, llenar o no llenar, pero todo lo dems que se joda. Es una actitud radical,

    pero es la actitud de un autntico artista, sin las mscaras del mito, una cosa al alcance de un

    puado de msicos. Es la actitud de un to de 74 aos que todava es un artista total.