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ASPECTOS HISTÓRICOS DE LAS AGENCIAS Y DELEGACIONES MUNICIPALES EL CHANTE. En las inmediaciones de El Huasoyo y Jaltepec fue establecido el primer Jocotepec, por el lado del cerrito. En la época en que fue entregada la parroquia de San Andrés de Ajijic, custodiada hasta el 14 de julio de 1765, por los franciscanos, al primer Cura de Jocotepec, D. Francisco Rosas, los religiosos de la Orden de San Francisco habían construido una iglesia pequeña en el barrio del Chante, y venía de Ajijic cada semana a celebrar la misa con los naturales que habitaban este pequeño pueblo de El Chante. Hasta la década de los sesentas, según versiones de los vecinos de este lugar, existieron unas rústicas paredes de adobe como testimonio de esa primera capilla, que desgraciadamente fueron destruidas al emparejar el potrero en el que se encontraban. Esa propiedad perteneció a la Srita. María del Refugio Olmedo, quien a su vez vendió a la familia Leaño, de Guadalajara. A fines de los cuarentas, un grupo de vecinos de Guadalajara comenzaron a construir casas de campo en las cercanías del lago de Chapala, formando una colonia que hasta la fecha existe. EL SÁUZ. Muy cerca del crucero que conduce a la entrada de San Cristóbal Zapotitlán, un poco antes, se encuentra un crucero con brecha de terracería que conduce a la localidad de El Sáuz. Esta pequeña población es una Agencia Municipal de Jocotepec. Se localiza al sureste de la cabecera y cuenta con una escuela primaria que es atendida por dos docentes. Antes del movimiento agrario que proporcionó tierras a los vecinos de este municipio, en El Sáuz ya vivían algunas familias, mismas que solicitaron a la Comisión Agraria del Estado de Jalisco, la respectiva dotación de tierras propias para poderse mantener. Esto aconteció a inicios de los años treintas. Al tener la definitivamente en propiedad de sus tierras se arraigaron más en ellas, a pesar de las enormes necesidades en materia de agua potable que durante muchos años padecieron. Un poco antes de llegar a esta agencia municipal se ubica un puente por donde pasa un arroyo conocido como El Colomo, y después se hallan unos estanques conocidos como Las Tinajas. Es un sitio que goza de una particular belleza natural por todo el cauce que baja en forma de arroyo, al mismo tiempo los estanques de cristalina agua que se filtra por toda la barranca, provocan un ambiente de paz y tranquilidad por los sonidos de las aguas.

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ASPECTOS HISTÓRICOS DE LAS AGENCIAS Y DELEGACIONES MUNICIPALES

EL CHANTE.

En las inmediaciones de El Huasoyo y Jaltepec fue establecido el primer Jocotepec, por el lado del cerrito. En la época en que fue entregada la parroquia de San Andrés de Ajijic, custodiada hasta el 14 de julio de 1765, por los franciscanos, al primer Cura de Jocotepec, D. Francisco Rosas, los religiosos de la Orden de San Francisco habían construido una iglesia pequeña en el barrio del Chante, y venía de Ajijic cada semana a celebrar la misa con los naturales que habitaban este pequeño pueblo de El Chante. Hasta la década de los sesentas, según versiones de los vecinos de este lugar, existieron unas rústicas paredes de adobe como testimonio de esa primera capilla, que desgraciadamente fueron destruidas al emparejar el potrero en el que se encontraban. Esa propiedad perteneció a la Srita. María del Refugio Olmedo, quien a su vez vendió a la familia Leaño, de Guadalajara. A fines de los cuarentas, un grupo de vecinos de Guadalajara comenzaron a construir casas de campo en las cercanías del lago de Chapala, formando una colonia que hasta la fecha existe.

EL SÁUZ.

Muy cerca del crucero que conduce a la entrada de San Cristóbal Zapotitlán, un poco antes, se encuentra un crucero con brecha de terracería que conduce a la localidad de El Sáuz. Esta pequeña población es una Agencia Municipal de Jocotepec. Se localiza al sureste de la cabecera y cuenta con una escuela primaria que es atendida por dos docentes.

Antes del movimiento agrario que proporcionó tierras a los vecinos de este municipio, en El Sáuz ya vivían algunas familias, mismas que solicitaron a la Comisión Agraria del Estado de Jalisco, la respectiva dotación de tierras propias para poderse mantener. Esto aconteció a inicios de los años treintas. Al tener la definitivamente en propiedad de sus tierras se arraigaron más en ellas, a pesar de las enormes necesidades en materia de agua potable que durante muchos años padecieron. Un poco antes de llegar a esta agencia municipal se ubica un puente por donde pasa un arroyo conocido como El Colomo, y después se hallan unos estanques conocidos como Las Tinajas. Es un sitio que goza de una particular belleza natural por todo el cauce que baja en forma de arroyo, al mismo tiempo los estanques de cristalina agua que se filtra por toda la barranca, provocan un ambiente de paz y tranquilidad por los sonidos de las aguas.

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SAN MARTÍN .

San Martín es una pequeña localidad donde viven poco habitantes. Se ubica a unos cinco kilómetros de distancia de la cabecera municipal, por la carretera rumbo a San Pedro Tesistán. Allí se encuentra el casco de la antigua hacienda que hace pocos años fue reconstruido por su actual propietario, el Sr. Eduardo Barocio. Se trata de una construcción de principios del siglo XIX, pero la posesión de las tierras data de la época colonial, cuando alrededor del año de 1721, su propietario era el español don Antonio Caras.

A fines del siglo XIX y a principios del XX, se desarrolló en sus tierras el cultivo del agave tequilero y existía una taberna en donde se destilaba mezcal.

EL MOLINO.

Esta localidad tiene la categoría de Agencia Municipal y se encuentra donde termina el extenso valle de Zapotitán, en la parte poniente, y al paso de la carretera que va a Guadalajara. Se llama El Molino porque allí existía un molino antiguo de piedra que servía para desgranar y moler el trigo que se cultivaba en todo el valle cercano, desde Zapotitán hasta Huejotitán. Este molino pertenecía a la hacienda de este último lugar, que fue famosa en toda la época de la Colonia por pertenecer al Mayorazgo de los Villaseñor, herederos de la estirpe avaleña.

El cereal que se producía en este valle comarcano, parte se molía en este molino, pero la mayor parte se llevaba a uno de los cuatro molinos que existían en Guadalajara durante el siglo XIX: el Molino de las Beatas.

Actualmente, es una localidad que cuenta con un pequeño centro de salud, un Jardín de niños, una escuela primaria y una tele secundaria.

LAS TROJES. Esta localidad tiene la categoría de Agencia Municipal. No se sabe a ciencia cierta cuándo fue fundada, pero la tradición oral subyacente en los vecinos de este pueblo sostiene que en esta localidad existían unas bodegas o trojas, propiedad del hacendado de Potrerillos donde se guardaba el producto de las cosechas. Los trabajadores que custodiaban estos graneros provenían de Potrerillos, de tal forma que comenzaron a establecer pequeñas viviendas en este sitio que fueron aumentando al paso de los años. La extensión de las propiedades de la hacienda citada llegaba hasta estas tierras de Trojes, por eso se empezó a fundar este pequeño pueblo. Actualmente cuenta esta localidad con un Jardín de Niños, una escuela primaria y una tele secundaria que ofrecen el servicio y cobertura educativa a su población.

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POTRERILLOS. Esta localidad tiene la categoría de Delegación Municipal. Surgió a raíz de la fundación de la hacienda de este lugar, cuyas tierras pertenecían en tiempo de la Colonia a la de Huejotitán. El historiador Eric Van Young, señala que fue una especie de hacienda satélite que al paso de los años cambió de propietario en varias ocasiones. Hacia el sur está el macizo montañoso del cerro de los Agraciados, con su cresta azulada de encinos que perfilan la majestad del forestal sendero. Hacia el norte, se destaca la figura imponente del Cerro Viejo, con sus barrancas y lomas, con sus relices y desfiladeros donde abunda la frescura del agua que brota secretamente de los manantiales. Aquí en Potrerillos ocurrió el despojo, la avaricia y la codiciosa, ambición de apoderarse de los restos de una hacienda que fue próspera de antaño. Y en este intento se destruyó gran parte de su casco y construcción. Esta hacienda tuvo tradición y abolengo. Su origen se remonta al latifundio de la casa avaleña, que extendió sus propiedades desde Huejotitán hasta las angostas planicies de San Martín cuyo fundo estaba en manos de la misma familia. Huejotitán fue la hacienda central, y Potrerillos, una propiedad agregada con fuertes nexos agrícolas y ganaderos. Su nombre original es el de Potrerillo de las Burras. Es el mismo que aparece en los documentos más antiguos donde se habla de la existencia de este sitio que hoy se visita, entre la quietud misteriosa del otoño y la fugacidad de los años que guardan el sigilo de lo antiguo. Por esta hacienda desfilaron muchos propietarios. Unos que nunca la vieron, pero que sabían de su existencia porque habían nacido con posibles y jamás les interesó conocer una pequeña porción de sus extensas heredades. Otros sí la conocieron y vieron en estas tierras cerriles la pródiga abundancia de su naturaleza. El fundo de Avalos se desprendió de esta hacienda por razón de una dote que se dio al que desposó a una de las hijas de ese mayorazgo. El final de la etapa de la hacienda de Potrerillos ocurrió durante el movimiento agrarista de los años veintes y principios de los treintas, cuando un grupo de gavilleros y bandoleros se posesionaron de la finca y asesinaron brutalmente a sus propietarios: Don Manuel Barba y a su esposa Doña Herminia. Sus hijas jamás volvieron a rescatar el casco de la hacienda y sus propiedades.

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SAN JUAN COSALÁ.

El mayor asentamiento indígena de la región se ubicó en lo que hoy es San Juan Cosalá, señoreado por su rey Xitomatl o Tzacuaco en 1524, época en que el capitán Alonso de Avalos conquistó al dicho cacicazgo de Cutzalán. El cronista Fray Antonio Tello menciona que: “El pueblo de San Juan Cutzalán era una gran población junto a la laguna de Chapala, en la cual vivían muchísimos indios gentiles, y así ellos como las mujeres, andaban desnudos, sin tener otra cosa cubierta que las partes de la honestidad, y por ser tantos que no cabían ya, con licencia del cacique y señor, salieron algunos llevando consigo los ídolos, a hacer otras poblaciones pequeñas como fueron las de Tomatlán, Axixic, Xocotepec y Tzapotitlán, que hoy se llama San Cristóbal. El cacique que los gobernaba se llamaba Xitomatl, por otro nombre Tzacuaco, porque era hombre de grandes ojos y saltados.”(1) Con la referencia anterior queda claro que el espacio habitado de Cutzalán resultaba insuficiente, ya que gran parte de su población probablemente vivía en las faldas de la montaña y con las aguas del lago más cercanas que como actualmente están. Dicha fundación indígena de Jocotepec tuvo lugar, entonces, muy cerca del cerro de El Chante, en un sitio ubicado entre El Huasoyo y Jaltepec, pero al paso del tiempo se tuvo que hacer una nueva refundación en el lugar actual donde se tenía mayor superficie de espacios planos donde establecer la villa. No quedaron restos arqueológicos significativos de que se tenga noticia. Lo que sí se sabe es que algunos montículos y complejos no tan sofisticados fueron destruidos al parcelarse las tierras ejidales y al limpiar superficies para la siembra del maíz en lomas y zonas planas.

DE CÓMO SE CONQUISTARON ESTAS TIERRAS DE INDIOS

Como ya se hizo mención con anterioridad, fray Nicolás Antonio de Ornelas Mendoza y Valdivia, en su obra titulada “Crónicas de la Provincia de Santiago de Xalisco”, puntualiza que Don Alonso de Avalos fue el conquistador de estas tierras en el año de 1524, donde señoreaba el poderío del cacique indígena Xitomatl a lo largo de la ribera del lago de Chapala, comentándose además que su fundador fue el capitán español Don Nuño Beltrán de Guzmán. Es probable que a fines de 1522, Cristóbal de Olid haya entrado a estas tierras conocidas hoy como del estado de Jalisco por Mazamitla llegando hasta Tamazula para regresarse nuevamente a Tzintzuntzan, lugar considerado como el punto de partida de sus expediciones donde encomendaba el cargo a un tal Hernando de Saavedra, primo de Cortés. Son quizás estos los primeros intentos de una conquista que se daría poco a poco a lo largo de lo que hoy se conoce como el sur de Jalisco. (1)

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Es menester recordar que las disputas entre Hernán Cortés y Nuño de Guzmán originaron que éste último se insubordinara en pos de conquistar y colonizar nuevas tierras a título personal, aprovechando los cargos que en contra de Cortés existían en la península y que eran del conocimiento de la Corona española.

En gran parte del occidente del país puso su atención Nuño de Guzmán para realizar sus conquistas y poder así tomar parte del reparto, que por méritos personales les concedía la Corona a los capitanes españoles que las emprendían. Y así logró la conquista de muchas regiones indígenas que fueron asoladas por su sanguinaria ambición: a sangre y a fuego. La visión que ofrece fray Antonio Tello en torno a la conquista de estos pueblos es la característica principal del enfoque español: sometimiento, avasallamiento, superioridad, aceptación, no oponer resistencia, etc. Lo cierto es que la ambición conquistadora impuesta a través de las armas hizo que predominara el temor en los indios, quienes no tuvieron más remedio que someterse al control de los españoles, pese a su callada negativa de aceptar la imposición de una cultura extraña a la de ellos. En 1524, cuando Hernando Saavedra se integró a la comitiva de Hernán Cortés en sus planes para marcharse a Honduras, el hermano menor del primero, de nombre Alonso de Avalos, quedó como responsable de la encomienda mercedada a su hermano. (2) A esta enorme región se le conoce en los estudios históricos del occidente de México como la Provincia de Avalos, en la que habrían de establecerse las haciendas dominantes del poder español que controló gran parte del período colonial. Según Peter Gerhard esta vasta demarcación comprendía los siguientes pueblos: “…desde la sierra de Tapalpa hasta los márgenes del lago de Chapala e incluía a las cuencas interiores de Atotonilco y Sayula, así como las partes altas de las cuencas de los ríos Ameca y Armería.” (3) Varios autores como Gerhard, Federico Munguía e Isabel Kelly afirman que dicha provincia estaba compuesta por once pueblos principales señalando como cabecera a Sayula, Tepec, Amacueca, Atoyac, Techaluta, Zacoalco, Teocuitatlán, Cocula, Jocotepec, San Juan Cosalá y Chapala. (4) Ballestas, cañones, arcabuces, caballos y mastines tomaron la superioridad en la conquista de estas tierras que llevaban en sí toda la codicia del español por acrecentar sus dominios. Jocotepec estaba dentro de una región con características comunes de dominio y control español como consecuencia de las llamadas encomiendas otorgadas a quienes participaban en su conquista.

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Rodolfo Fernández proporciona con mayor detalle la visión geográfica de dicha región:

“La Provincia de Avalos de fines del siglo XVI o principios del XVII la concibo con los siguientes límites: al norte, su colindancia con Nueva Galicia pasaba de manera aproximada por donde hoy está la caseta de peaje de la autopista de Guadalajara a Manzanillo, en un paraje llamado El Cuarenta. Siguiendo hacia el oriente, ascendía por la cresta del Cerro Viejo, quedando la provincia en su vertiente sur, incluyendo al valle de Huejotitán –entonces de Jocotepec- y a la cañada de Potrerillos. Luego, la línea viraba rumbo a Chapala, para cruzar el lago allende el poblado actual y llegar a los linderos de Jacona, dejando en el interior a Tuxcueca y Cojumatlán. Subía después a los lomeríos que limitan la cuenca de Chapala por el sur, comprendiendo las mesas de Toluquilla y del Juruneo. Por ahí bordeaba con tierras de Jiquilpan. En seguida, dejando fuera a Mazamitla, la frontera cruzaba por las cumbres de la sierra del Tigre, en vecindad con Tamazula para bajar por la cuesta de Sayula dejando al sur a Zapotlán. Finalmente remontaba la sierra de Tapalpa, para incluir a la meseta de Atemajac y descender luego al valle de Ameca, englobando a Cocula y San Martín, regresando después al punto inicial”. (5)

Otro cacicazgo importante de la región fue el de Chapala, el cual a la llegada de los españoles estos encontraron elementos raciales de cocas y tecos gobernados por el soberano llamado Chapalac, vocablo de donde proviene el nombre de esta villa. Se hace mención que este poblado indígena fue fundado el 1510, y veinte años más tarde sus habitantes fueron sometidos por Guzmán.

NOTAS BIBLIOGRAFICAS 1. Muriá, José María, Breve Historia de Jalisco, Secretaría de Educación Pública/

Universidad de Guadalajara, México, 1998, p. 49.

2. Idem. p.51. 3. Fernández, Rodolfo, Latifundios y grupos dominantes en la historia de la Provincia

de Avalos, Instituto Nacional de Antropología e Historia/Agata, Guadalajara, México, 1994, p. 13.

4. Idem. p.15. 5. Idem p.16.

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� DE LOS LEGOS FRANCISCANOS QUE CRISTIANIZARON ESTOS

PUEBLOS.

Uno de los frailes más sobresalientes fue fray Martín de la Coruña (también conocido como fray Martín de Jesús), cuya labor evangelizadora está frecuentemente reseñada por fray Antonio Tello, destacando su importancia al lado de religiosos como fray Juan de Padilla, fundador de Zapotlán. En 1531 llegó a Cutzalán fray Martín de la Coruña para evangelizar y catequizar a los naturales, iniciando por el cacique Xitomatl al que bautizó con el castellano nombre de Don Andrés Carlos.

El cronista lo reseñó así:

“…y comenzando a predicar al dicho cacique y sus principales, les propuso con celo apostólico, los engaños y mentiras con que el demonio, padre de ellas, los tenía engañados, y que todos los ídolos en que adoraban, no eran dioses sino demonios, y que solo había un Dios vivo, y verdadero, creador y señor de todas las cosas, y que a él solo se debía adorar, porque fuera de su fe y creencia, ninguno se podía salvar”. (2)

Fray Martín de la Coruña nació en Galicia, España, alrededor del año de 1490. Ingresó como fraile franciscano en la provincia española de Santiago, para después pasar a la de San Gabriel tratando de encontrar una forma de vida más estricta. Fue el que encabezó la primera evangelización franciscana a Michoacán. Es considerado como uno de los doce frailes menores que se embarcaron a la Nueva España bajo las órdenes de Fray Martín de Valencia. Estuvo en Tlaxcala al llegar a estas tierras, de ahí se le mandó a Michoacán donde fundó el convento de Tzintzuntzan. Posteriormente participó en la misión que su Orden religiosa realizó entre los pueblos indígenas de la ribera del lago de Chapala, evangelizando a los cocas y a otros grupos. Desempeñó innumerables cargos dentro de su Orden y participó en una expedición acompañando a Cortés por el golfo de California. Estuvo en Colima, fue guardián del convento de Cuernavaca en 1536, y del convento de Juchipila, Zacatecas. Estando en este último sitio fue pedida su ayuda para reconvenir a los rebeldes y agresivos cazcanes, quienes en 1541 preparaban la Guerra del Mixtón, sus esfuerzos fueron inútiles y estalló la guerra en contra del ejército del virrey Antonio de Mendoza donde se aliaron españoles e indígenas. Murió en el convento de San Francisco de Pátzcuaro a la edad de setenta años, aproximadamente un año antes de 1558. (3)

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La semblanza biográfica anterior nos amplía la imagen de un hombre religioso emprendedor y valiente, que llegó a Cutzalán llevando con gran impulso la fe cristiana y convenciendo a los naturales de abandonar sus costumbres, impropias para la mirada del franciscano.

Antonio Tello lo recrea así:

“Oyendo al reyezuelo esta y otras razones que le decía al yntento, entró en consulta con sus principales, y pareciéndoles bien y conforme a razón todo lo que el bendito padre les predicaba y decía, alumbrándoles Dios, trataron luego de recibir la fee sin contradicción alguna, y con ellos todos sus vasallos; y viendo el santo padre quan bien le iban sucediendo las cossas, lo primero que hizo fue quitar al reyezuelo su ídolo (…) y con éste todos los de aquella población, y haciéndolos pedazos, en su presencia los echó a la laguna (…) y que era necesario antes de que se baptizacen, escogiesen una de las mujeres que tenían, la que les pareciese, para cassarse con ella y permanecer hasta la muerte (…) y habían de dejar las demás”. (4) A cada lugar que era evangelizado se le designaba con un nuevo nombre que integraba la raíz indígena y la tutela de una figura del santoral cristiano. Así fue nombrado por fray Martín de la Coruña al asentamiento indígena anterior: San Juan Cutzalán, haciendo “una iglesia pequeñita de ramas de árboles, y la dedicó al glorioso precursor San Juan Bautista, nombre que hasta hoy conserva”. (5) El fraile convenció al cacique bautizado y a sus habitantes para trasladarse a otro lugar donde hubiese más agua de uso y terrenos para habitar, así fue como se movieron a lo que actualmente es Ajijic, donde fundó el convento de su Orden franciscana iniciándose prontamente, y entonces:

“…empezaron a fundar el convento que hoy permanece; hicieron Don Andrés y los que con él yban, nuevas cassas, quedándose allí para fomentar la obra del convento, que se comenzó el año de mill y quinientos y treinta y uno”. (6) Posteriormente a Fray Martín de la Coruña vino Fray Miguel de Bolonia, quien evangelizó gran parte de los pueblos ribereños del lago de Chapala, yendo hasta San Luis Soyatlán, labor emprendida también tiempo atrás por Fray Juan de Padilla a quien habría de suceder en el cargo de la Guardianía de Zapotlán.

Señala fray Antonio Tello al respecto:

“…y es increíble los millares de yndios que bautizaron y traxeron al gremio de la iglesia, en gran riesgo de sus vidas, por andar quitándoles sus ritos y abominaciones diabólicas, y descalzos, sin llevar escolta ni quien los defendiesse, y el año siguiente (1533) fueron a la Provincia de Tzapotlán”. (7) Parte de la respuesta de los indígenas hacia los evangelizadores, que en cierta fue un poco benigna, (8) se debió a la benevolente actitud que les demostraron los franciscanos, al acercarse e interesarse en sus carencias.

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NOTAS BIBLIOGRAFICAS

1. Libro Cuarto Centenario de la Fundación del Obispado de Guadalajara. 1545- 1948. p.59.

2. Tello, Antonio fray, Crónica Miscelánea de la Sancta Provincia de Jalisco, Libro

2º. Volumen I, Gobierno del Estado de Jalisco/ Universidad de Guadalajara, p.196.

3. Estudios de Historia Novohispana, no.16, UNAM, 1996, pp.297-298, En reseña

de Vicente Rodríguez sobre su obra: Fray Martín de la Coruña. Fundador de la Iglesia en Michoacán, México, Ediciones Franciscanas, 1985, p.95,ils.

4. Tello, Antonio fray, pp.196-197.

5. Idem. p.197.

6. Idem. p. 197

7. Idem. p. 256-257.

8. Aunque existen testimonios de los cronistas misioneros respecto al martirio que

sufrieron muchos de los evangelizadores por parte de los indígenas.

SAN CRISTÓBAL.

San Cristóbal Zapotitlán es una Delegación del municipio de Jocotepec. Se localiza en la zona suroeste del lago de Chapala y es uno de los pueblos más antiguos de la región.

Su asentamiento indígena ya se encontraba poblado en la primera mitad del siglo XVI. En el libro “Tratado docto y curioso de las grandezas de la Nueva España. Relación breve y verdadera de algunas cosas de las muchas que sucedieron al Padre fray Alonso Ponce”, escrito por fray Antonio de Ciudad Real, no señala que el Padre Comisario de la Orden de San Francisco haya llegado a Tzapotitlán, como era conocido este pueblo, pero es seguro que la población ya existía en la fecha en que pasó muy cerca de allí.

Se sabe que el sitio del asentamiento de origen no es donde hoy es el centro de la población, sino en una zona de la periferia que ha sido severamente saqueada, y mejor conocida por los vecinos como Los Zapotes.

Este pueblo de San Cristóbal Zapotitlán atinadamente se estableció en un sitio pródigo, abundante en agua y recursos naturales, donde sus habitantes pudieron sobrevivir mediante la práctica de la cacería, la recolección, la pesca y posteriormente la agricultura.

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En el año de 1744 era una pequeña población que tenía un rústico templo de varas y horcones enjarrados de barro y con el techo de paja, a este tipo de construcción se le llamaba iglesias pajizas.

En otro documento fechado el 6 de marzo de 1743, se señala que: “Xocotepeque tenía un religioso residente que visitaba los pueblos de San Cristóbal Zapotitlán y San Luis Soyatlán…” En la visita pastoral que hizo el Obispo fray Antonio Alcalde a Ajijic, durante 1775 y 1776, se establecía que dentro de la jurisdicción de esta Doctrina franciscana existía un pueblo de nombre San Cristóbal, donde al igual que en los otros pueblos estaba una cofradía dedicada a la virgen de la Purísima Concepción, de la cual los religiosos eran fieles devotos.

En la reseña histórica contenida en la Novena y Triduo al Señor del Monte, se señala que fray Miguel de Bolonia (sucesor de fray Martín de la Coruña, quien evangelizó y convirtió al cacique Xitómatl, de San Juan Cosalá) “acabó de cristianizar toda la orilla”, entendiéndose que se integraron todos los poblados existentes desde Chapala hasta San Luis Soyatlán.

Posteriormente se menciona en el mismo documento que: “En 1564 entraron los V.V.P.P fray Cristóbal Bilches y fray Sebastián Berlenga, los cuales trabajaron en conservar lo ganado, mucho, muchísimo, y levantaron dos iglesias: las de los pueblos de San Cristóbal y de San Luis Soyatlán, y entre ambos religiosos reedificaron la de Xocotepec porque un huracán la derribó hasta los cimientos”. En el año de 1820, San Cristóbal tenía dos barrios: San Sebastián, que representaba el más numeroso (297 habitantes) y el de San Miguel (220 habitantes). Existía un total de 517 vecinos que habitaban esta localidad ribereña integrada en mayor porcentaje por indígenas.

Algunos de los naturales del barrio de San Sebastián eran: María Agustina, Juana Tomasa, Nicolás Santiago, Sebastiana Lorenza, Lorenzo Diego, Francisco Gaspar, entre otros. En el documento llamado “Padrón del pueblo de San Cristóbal. 1820”, también se distinguen los siguientes apellidos castellanos: De los Santos, De la Cruz, Osorio, Ascensio, Hernández, Ramos, Melchor, Guzmán, Gaspar, Ibarra, Sánchez, Villanueva, De los Reyes, Rodríguez, Pérez, Ventura, Velásquez.

Esta población tiene una añeja tradición musical donde se destaca la banda tradicional que siguen interpretando marchas, valses, pasodobles y, en general, la música popular que ha sido del gusto de todos los vecinos de la región y fuera de ella. Se sabe que en enero de 1890, la banda de San Cristóbal amenizó con su música las fiestas patronales de Concepción de Buenos Aires ( Los vecinos de la sierra. Micro historia de Pueblo Nuevo, Patricia Arias).

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Por el año de 1915, era ya famosa la orquesta dirigida por Daniel de la Rosa. Otra figura principalmente necesaria de mencionar es el señor Francisco de la Luz Nicho, quien dio todos sus esfuerzos por continuar con esta bella tradición musical en San Cristóbal.

Esta población existió desde antes de la Conquista. En el paso de los años los naturales de San Cristóbal mantuvieron conflictos por el poder de la tierra con el terrateniente español de la hacienda de San Martín, mismo que quería extender más sus dominios hasta estas tierras, y además contra los vecinos de Jocotepec, que de igual forma pretendían lo mismo. Esto ocurrió durante la época virreinal.

SAN PEDRO TESISTÁN. Lugar de tasistes, plantas empecinadas en crecer por doquier esta región y que son características de la flora silvestre de este entorno. Este es el significado inicial con el que se le conoce. En documentos de fines del siglo XVIII, se le menciona con el topónimo de San Martín Tesistlán, aludiendo a las tierras que fueron propiedad de la antigua hacienda. En estos lares se estableció un poblado indígena de raza coca, como los demás que se enclavaron en toda la ribera del lago. Escogieron por mejor sitio una zona semiplana en las inmediaciones del cerro que se localiza frente al Rancho Victorville, por la antigua carretera a Morelia. Dicen los múltiples testimonios de los más viejos de esta población, que en las faldas inmediatas al citado cerro se hizo la fundación del antiguo asentamiento indígena que probablemente estuvo emparentado con el correspondiente de San Cristóbal Zapotitlán. A lo largo de la ribera del Lago Chapálico se ubicaron indígenas cocas que es muy probable que dependieran del cacicazgo de Cutzalán, (hoy San Juan Cosalá), en el lado norte. A la llegada de Fray Martín de la Coruña, principal evangelizador de este cacicazgo, se tuvo la necesidad de ir a poblar otras regiones por la principal concentración de naturales en Cutzalán, lo que hizo posible la fundación de otros poblados, aproximadamente en el año de 1531. Así lo puntualiza Fray Antonio Tello, en su Crónica Miscelánea. El asentamiento indígena de Tesistán estuvo sometido al anterior hasta antes de la conquista de la región realizada por Don Alonso de Avalos, El Viejo, el cual conformó una enorme región, gracias a las mercedes otorgadas por la corona española por su participación en la conquista. Su nombre era: la Provincia de Avalos. Existe una cimentación un tanto rudimentaria en la zona que se considera como en la que se estableció el pueblo de San Pedro. Se encuentra en una propiedad del ejido de la población y al parecer no ha sido descubierta. Es posible que se trate de una base prehispánica inconclusa.

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Se trata de un terreno irregular cercano a un considerable desnivel; si nos ubicamos en la parte inferior del desnivel a una distancia de unos quince metros con dirección oriente-poniente se puede observar una superficie rectangular asentada de norte a sur completamente cubierta de tierra, rocas y restos de hierbas. Pero lo que más destaca es una línea de aproximadamente unos veinticinco metros de longitud, conformada por una serie de losas de un material parecido al tepetate, pero un poco más duro y resistente. Son losas superpuestas de diferente tamaño que dejan ver el perfil en declive. En la parcela próxima a este sitio mencionado abunda el material con que están hechas las losas descritas. Muchos de los ancianos de San Pedro Tesistán, señalan que ese lugar es el que sirvió de asentamiento inicial a la antigua población de naturales. Gran parte de los predios de esta delegación fueron propiedad de la hacienda de San Martín, mucho antes de la formación del ejido, durante la época del agrarismo, en los que estuvieron en disputa con el último hacendado, Don Justo Fernández del Valle. El escribano Fray Antonio de Ciudad Real, quien registró los andares de su superior de la Orden franciscana, Fray Alonso Ponce, en su recorrido por las doctrinas de su jurisdicción, menciona que éste y su comitiva, procedentes de Teocuitatlán, bajaron a la zona lacustre del lago y fueron recibidos por unos indígenas curiosos de las poblaciones de San Pedro y Santa María (ésta última no se sabe en dónde se localizaba, al parecer desapareció en el transcurso de los tiempos). Este dato corresponde al 1 de diciembre del lejano 1586. El cronista franciscano asentó el nombre de San Pedro, entendiendo que este poblado ya existía en esa época. Se trata, entonces, de una población cuyos orígenes se remontan a bastantes años. La anterior referencia muestra la existencia de la población indígena de este lugar, que al paso del tiempo dejó borrada toda construcción realizada por sus manos y en la que vivieron y practicaron sus ritos ancestrales. En cuanto se inició el movimiento agrario, el reparto de las tierras a los participantes marcó el comienzo del aparcelamiento que paulatinamente acabó con los vestigios que en su momento había y que fueron las huellas del poblado indígena que habitó este lugar. En toda la ribera del lago de Chapala existieron sitios ceremoniales y de vivienda que fueron destruidos, cuando los ejidatarios y comuneros empezaron a trabajar las tierras con sus yuntas y al observar pequeños muros o plataformas de piedra que les impedía el cultivo general de sus parcelas, sin pensarlo más (una mayoría por desconocimiento) destruyeron los basamentos para “limpiar” sus terrenos.

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La inclusión de maquinaria agrícola pesada para el trabajo de las tierras fue el tiro de gracia con el que se destruyeron grandes testimonios de la cerámica que elaboraron los antepasados indios de San Pedro Tesistán. Pedacera de ollas, figuras, metates huilanches, platos, molcajetes y obsidiana se mezclan desbaratados entre la tierra de las parcelas, con el claro desinterés por preservar lo nuestro. Debió haber sido muy bella su cerámica. En los restos despedazados rescatados del sitio puede observarse el color crema sobre el rojo, característica principal de la tradición Teuchitlán, cuya área de influencia abarcó hasta esta región. El saqueo de toda la zona ha sido un cáncer que ha destruido piezas artísticas de gran calidad, aunado a la ignorancia de muchos que malbaratan piezas de considerable valor por unos cuantos pesos. En un documento fechado en 1791, titulado Descripción Topográfica de la Provincia de Sayula, publicado por El Colegio de Jalisco, se cita lo siguiente: “El lugar de Xocotepec, que equivale a lugar de una fruta que llaman guayabas, es cabecera de curato, y en ella lo es el bachiller don José Antonio Martínez Maltaraña, quien mantiene dos ministros. Aquí hay otro teniente de justicia, como los anteriores; le son sujetos el de San Martín Texistlán, que significa lugar de rosas; el de Axixic, que quiere decir tierra de pesquería y es ayuda de parroquia, aunque hoy no se administre en ella. El de San Juan Cosalá, que equivale a salate (árbol conocido con este nombre)” Dicho texto menciona que existen en este pueblo de Xocotepec, la hacienda de Huejotitán, perteneciente a Don Tomás Ignacio Villaseñor, la de Potrerillos de Don José María de Villaseñor y la de San Martín, propiedad de Don Antonio Caras. Asimismo, se explica que se venera la imagen de un Cristo llamado “con título de Huaje por haber aparecido según opinión común en un árbol que llaman así”. La tradición popular mantiene viva la idea de que las imágenes del Señor del Huaje, del Señor del Monte y la del llamado Cristo Peregrino, fueron esculpidas de un árbol de huaje localizado en un terreno cercano a San Pedro Tesistán conocido como El Salitre. Esto significa que la preservación de esta tradición es bastante añeja, ya que el documento citado de 1791 lo comenta y refiere. Fray Antonio Tello en el Libro Segundo, volumen I de la Crónica Miscelánea de la Sancta Provincia de Jalisco, establece la posible fundación de este pueblo alrededor del año de 1536, cinco años después de que Fray Martín de la Coruña bautizara al cacique de Cutzalán, Xitomatl, y fundara el convento de San Andrés de Axixic en el año de 1531.

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El cronista misionero refería que San Pedro Tesistán era visita del pueblo de Tzapotitlán (actualmente San Cristóbal). Los testimonios orales del señor Juan Mendoza Rodríguez, que tenía noventa y tres años en julio de 1996, y que fueron recuperados mediante una entrevista expresaron entre otras cosas, que en su infancia recordaba que esta población de San Pedro era un ranchito muy rústico con casas de zacate, de varas, horcones y tejas. Señaló que eran ranchos de zacate casi la mayoría donde vivían los vecinos de este lugar, y que su plaza era bastante rústica, muy diferente a como hoy se encuentra. Comentó: “la plaza y el templo estaban en seiscientas varas y San Pedro llegaba hasta el camichín de San Cristóbal, por señas donde está lo que le nombramos el Peñón Prieto. “Por el año de 1922 dio el gobierno las tierras de la comunidad. Me acuerdo que en la fiesta del pueblo se tocaba música de aliento y se acostumbraba traer el soyate para hacer sombreros. “Del trabajo, pos la agricultura: el maíz y el garbanzo. Que por lo regular se sembraba en las tierras planas y en coamiles en el cerro. “Ese cerro que usted ve enfrente es el que nombramos cerro San Pedro. “Cuando yo era chico la laguna llegaba hasta acá arriba, tenía mucho agua. Las canoas llevaban maíz hasta Ocotlán, había comercio por la laguna. “Por tierra la gente se transportaba en carretas, y el modo de vestir de los hombres era el calzón y la camisa blanca de manta. ¡Qué trabajo nos dio allá por 1949 cuando se prohibió usar este vestir¡ Se dijo que teníamos que usar pantalón y muchos no nos acostumbrábamos, lo andábamos nomás cargando y colgado del hombro. Fue el año en que estaba Chano Olmedo de presidente. “Allá por navidad se acostumbraban los festejos de los pastores y era muy bonito; también Adán y Eva, el coloquio de San José y la virgen de Guadalupe. “En la nochebuena había puestos con tequila, cañas y cena en las casas. “Era el tiempo en que el dinero era plata pura y se gastaba en cuartillos y medios cuartillos, no como el dinero que se usa ahora. No había ricos en forma, casi pura pobrería era lo más. Ya después, me acuerdo cuando fui delegado en el congreso agrario en Guadalajara, allí estuvimos por cuatro días en el teatro Degollado en nombre de la comunidad de este pueblo cuando vino Lázaro Cárdenas para ayudar a la gente, y es que entonces, mucho más antes no teníamos tierras del ejido, los de la hacienda de San Martín estaban adueñados de muchos terrenos y había problemas por que no nos dejaban pasar por sus propiedades. Los que representaban a este pueblo ese año de

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1920 para que nos diera tierras el gobierno eran Mucio Medina y Demetrio Montaño. “Por San Pedro pasaron los revolucionarios. Yo bien que me acuerdo. “La escuela que había en ese entonces estaba en esa casa de Alejo Ramírez y de los maestros que me acuerdo que nos enseñaban la letra estaban Miguel Tiznado, que era muy borracho, Carlos, Jesús Rivera y Silvino Robledo. Como le digo, estaba yo muy chico entonces y el pueblo muy rústico. Hasta aquí su testimonio. Por el año de 1820, el párroco de Jocotepec, Don Francisco Medrano, llevó a cabo un censo para contabilizar el número de feligreses que existían en todos los pueblos de su curato, incluyendo a la hacienda de Huejotitán, donde radicaba un capellán de manera permanente. En el padrón donde levantó el registro se menciona a San Pedro Tesistán con el nombre de San Martín Tesistlán, quizá por la ascendencia que tenía la hacienda de San Martín en el usufructo de las propiedades de su terrateniente en toda esta región. La población estaba habitada por cuatrocientas treinta y dos personas, distribuidas en dos barrios: el de Señor San José, que contaba con doscientos siete vecinos, y el de San Juan, que ascendía a doscientos veinticinco habitantes. Entre los apellidos castellanos que registra dicho manuscrito están los siguientes: De la Cruz, Ibarra, De los Santos, Cortés, Rodríguez, Baeza, Valencia, Avalos, Ramos y Mendoza. Por su parte, entre los nombres correspondientes a los naturales de este lugar se pueden señalar: María Josefa Pía, Anselmo Santiago, María de los Santos, José Mateo, Antonia Josefa, Juan Magdalena, Catarina Salvadora, Felipe Gregorio, entre muchos más. El 8 de octubre de 1831, el mismo párroco mencionado anteriormente, levantó otro censo de población para enviarlo a la Mitra y dar a conocer el número de feligreses que existían en su curato. El resultado en San Pedro Tesistán fue el de cuatrocientos cuarenta y tres vecinos, destacando los siguientes apellidos españoles: De la Cruz, Estrada, Ramos, Rodríguez, Hernández, Ruelas, Ramírez, De la Rosa, De la Luz, Montaño, Nuño y Montes. No se menciona barrio alguno. Las condiciones materiales de su capilla eran pobrísimas. El año en que fue promulgada la Constitución de 1857, el Pbro. Petronilo Chacón, ministro auxiliar del curato de Jocotepec, remitió con fecha de 21 de enero del mismo año a la Mitra el siguiente comunicado:

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“…el año pasado se cayó la mitad de la capilla u hospital del pueblo de S. Pedro, los yndios de aquel quieren redificarla i será de necesidad destruir los cimientos i haserlos de nuevo, (es de adove)… y sera de catorse varas de largo”. Este breve registro permite darse idea de las condiciones en las que se encontraba la capilla de esta población en esa época, lo cual se derivaba de la pobreza lacerante que agobiaba a la mayoría de los pueblos de la parroquia de Jocotepec. Así lo constatan las afirmaciones frecuentes que hicieron los diferentes párrocos a lo largo de su correspondencia con las autoridades de la Mitra. En plena época de la Reforma, (1 de octubre de 1866), los vecinos de San Pedro Tesistán solicitaban al Arzobispo de Guadalajara, que considerara la revocación de la salida del Pbro. Jesús Cervantes de Jocotepec, debido al reconocimiento de su labor sacerdotal en bien de los feligreses de la parroquia. Los solicitantes que firmaron el documento eran: Felipe Mena, Julián Gárate, José Robledo, Octaviano Martínez, Pantaleón Montaño, Ubaldo Rojas, Tomás Estrada, Juan Rameño, Cenobio Murillo, Lorenzo Ibarra, Mateo Sánchez, Tiburcio Romero, Francisco Parra, Policarpio Gárate y Jesús Gaytán. Era muy común que los feligreses de los pueblos del curato de Jocotepec se solidarizaran con algunos de los sacerdotes que los atendían de manera satisfactoria en sus necesidades religiosas. Por ello, ante la inminencia de que alguno pudiera ser removido de su cargo y comisionarlo a otro pueblo, buscaban la manera de pedir su permanencia. Tal fue el caso ocurrido en agosto de 1876, en el que los vecinos de la parroquia de Jocotepec se sumaron a pedir que el Obispo de Guadalajara, Don Pedro Loza y Pardavé, dejara como cura propio al Pbro. Don Miguel M. Arana, hombre de reconocido esfuerzo y entrega en su servicio ministerial. Por San Pedro Tesistán firmaron la carta de petición: José Robledo, Victoriano Martínez, Gregorio Robledo, Francisco Montaño, José Ibarra, Pablo Parra, Candelario de la Rosa, Cenobio Murillo, Juan Rameño, Rómulo Heredia, Donaciano Paz, Severiano Romero, José Parra, Juan García, Florencio Damián, José María Villalba, Abraham Mena, Sebastián Martínez, Paulino Robledo, Juan Ibarra, Teodosio Romero, Isabel Brizuela, Epigmenio Mora, Julián De León, Sixto Medina, Nicolás Pamplona y muchos más. Las múltiples ocupaciones que desempeñaban los sacerdotes de la parroquia a una feligresía dispersa en todas las poblaciones ribereñas (el curato de Jocotepec comprendía en esa época desde San Antonio Tlayacapan, Ajijic, San Juan Cosalá, la cabecera, San Pedro Tesistán, San Cristóbal, San Luis Soyatlán y las haciendas de Huejotitán y Potrerillos) era difícil de poder atender con prontitud a una población numerosa. Por ejemplo, en el censo levantado en 1831 por el párroco Don Francisco Medrano, se menciona que había una población cristiana de 7,354 almas en los pueblos citados.

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Entendiendo las anteriores circunstancias, es de entender las agobiantes y numerosas actividades que se requerían del servicio ministerial de los sacerdotes para cumplimentar las necesidades espirituales. Aun así en esas condiciones se esforzaban para atender en lo más que se pudiese hacer. El 18 de julio de 1889, (un año después del fallecimiento del cura de Jocotepec, Don Miguel Arana ocurrido el 8 de julio de 1888), el encargado de la parroquia, Pbro. Don Jesús Fernández de Palos, notificó al Arzobispado los resultados de los ejercicios espirituales que desarrolló junto con el Pbro. J. Refugio Orozco, “…quien prestó importantes servicios por su selo infatigable”. El período de duración de estos ejercicios fue del 27 de febrero al 14 de junio de 1889, y en San Pedro Tesistán se realizaron 475 confesiones y el mismo número de comuniones en sus vecinos. Seis años más tarde (20 de julio de 1895), estando de párroco de Jocotepec, el Pbro. Fernando M. Ortega, canalizaba la inquietud de los vecinos de San Pedro Tesistán y de San Cristóbal al Arzobispo para remodelar sus capillas. Así lo mencionaba: “… las capillas habilitadas son de teja y con altares de madera… los fieles de esos pueblos, quieren, sobre los antiguos muros de sus capillas, sustituir los techos de teja con techos de fierro laminado, y los altares de madera con altares macizos de piedra, y como yo veo, que cuentan ya con los recursos necesarios para hacer esta mejora en sus capillas pido… su Superior licencia”. Durante la época del porfiriato la insatisfacción popular aumentó debido a las condiciones de pobreza que imperaban en el país, condicionadas por el privilegio de las tierras a los latifundistas por parte del dictador Porfirio Díaz. Los frecuentes fraudes electorales previos al estallido social de 1910, se vieron reflejados en las pequeñas poblaciones como San Pedro Tesistán, cuyos vecinos exigieron al Gobierno del Estado, en oficio fechado el 11 de noviembre de 1905, la nulificación de los sufragios realizados en ese mes. Rosalío Solano encabezaba la relación de firmantes, y le siguieron los siguientes: Tiburcio Parra, Demetrio Montaño, Librado Prado, Pedro Cervantes, Juan R. Villa, Julián De León, Primitivo Pérez, Julio Martínez, Luis Sánchez, Porfirio Martínez, Cornelio Mendoza, Juan Prado, Francisco Rodríguez, Cleofás Rodríguez, Pedro Martínez, Felipe Lomelí, Miguel Brizuela, Toribio Ramírez, Manuel Sánchez, Toribio Zenteno, Macedonio Barocio, Benigno Prado, Rómulo Navarro y Donaciano Paz. Algunos de los anteriores firmantes participaron diecisiete años más tarde en la férrea solicitud al Gobierno del Estado de Jalisco para que les otorgaran tierras para establecer el ejido de San Pedro Tesistán. Mucio Medina y Demetrio Montaño fueron dos de los personajes más aguerridos y tenaces en la constante exigencia de esta población para beneficiarse en el proceso del reparto agrario. Incluso, fueron acusados por personas cercanas al terrateniente de San Martín, como agitadores y participantes de los grupos agraristas más radicales de la región que cometían injustos atropellos con algunos sacerdotes.

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Al parecer sólo fueron infundadas estas acusaciones porque representaron a los vecinos en sus constantes oficios a las autoridades en su justo reclamo por tener tierras ejidales. Y así fue, porque principiando la década de los años veinte San Pedro Tesistán se vio favorecido, finalmente, con la adjudicación de tierras que fueron propiedad de la hacienda de San Martín. El 15 de abril de 1943, el párroco de Jocotepec, Don José Sánchez Contreras, envió un documento al Cardenal José Garibi Rivera, firmado por él mismo y los Pbros. Luis M. Delgado y Martín Aguilar, y su contenido en latín se expresaba así: “Vigore facultatis mihi commisae ego Pbrs. Antonius Alba, Viam Crucis cum adnexis yndulgentus erexi in loco ut supra in precibus juxta regulas a S. Yndulgentiarum Congregatione die 10 de Mayi 17-42 praescriptas. Yn quorum fidem testimonium hoc mea manu exonavi hac die 15 aprilis anno 1941, in opida Sancti Petri Tesistan ex Parroccia de Jocotepec”. La vida de esta población ha estado vinculada a los diferentes vaivenes sociopolíticos, económicos y culturales que influencian a las capas sociales diversas. San Pedro Tesistán tuvo primeramente una simple capilla que al paso de los años logró ascender a capellanía. Posteriormente, pasó a ser vicaría, y en la actualidad tiene nombramiento de Cuasiparroquia, otorgado en abril de 2002. Aunque pequeña, la población siempre se ha preocupado por el ejercicio de la vida cristiana bajo la guía de sus sacerdotes. El 29 de septiembre de 1943, los vecinos Florentino Montaño y José Navarro, se comprometieron ante el cura José Sánchez Contreras, hacerse responsables de vender una cantidad considerable de maíz para el pago de las mesadas del Padre Flores. San Pedro Tesistán ha tenido a lo largo de su historia muchos sacerdotes que han contribuido no sólo en el desarrollo espiritual de sus feligreses, sino en la organización y empresa de obras materiales que se lograron. Parte de los sacerdotes que han guiado la vida espiritual de las personas de esta población son los siguientes: Prisciliano Michel, Martín Aguilar, el Padre Reynaldo, Lino Pérez, Agustín Iramategui, Eliseo Celis, Marcos Barajas, Pedro Rivera, José del Carmen, Pedro Ramírez, Manuel Ruvalcaba, José Hernández, José Gómez, el Padre Heladio, Jesús Salazar Romero y Juan Buenrostro Ambriz. Actualmente funge como sacerdote de esta Cuasiparroquia, el Sr. Pbro. D. Salvador de Alba M.

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San Pedro Tesistán ha sido la cuna de algunas personalidades que merecen una breve pero valorativa mención. La maestra Irene Robledo García, se dice que nació en este lugar, pero desde muy pequeña su familia se trasladó a Guadalajara donde hizo su carrera. Fue directora de la Normal de Jalisco y fundadora de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Guadalajara. Sus restos descansan en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, y a decir verdad, es la primera mujer de Jalisco cuyos restos están en ese respetable sitio. El compositor Gilberto Parra Paz, fue también originario de este lugar. Su trayectoria en el medio artístico fue sobresaliente al crear bellas melodías que cantaron grandes intérpretes de la música mexicana. En su etapa inicial como cantante, Vicente Fernández, fue dirigido por Gilberto Parra quien le compuso un amplio repertorio de su inspiración. Jorge Valente, hermano de los Beleche de San Pedro, se ha destacado por ser un cantante importante de la música mexicana. En la actualidad, es un artista que todavía hace estremecer de emoción cuando canta “La virgen de mi soledad”, “Fea”,”El vicio”, o cualquier otra canción. San Pedro Tesistán es una población que sufre con gravedad el fenómeno migratorio, el cual se deriva de la escasez de trabajo. Esto ha hecho que gran parte de sus habitantes hayan emigrado y estén emigrando a los Estados Unidos en busca de un medio digno para vivir y mantener a sus familias. Un número considerable de vecinos de aquí viven principalmente en Watsonville, California, donde han nacido sus hijos y donde echaron raíces. Los pocos habitantes que viven actualmente aquí continúan con la tendencia de emigrar. Existe muy poco arraigo debido a las razones comentadas con anterioridad, y parece que está tendencia no será posible remediarla si las condiciones económicas preocupantes continúan así.

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FUNDACIÓN DE JOCOTEPEC, JALISCO

Durante el periodo prehispánico. Chapala, Axixic, Xocotepec, San Juan Cosalá y San Cristóbal Zapotitlán las poblaciones eran fundadas con un perímetro permitido, por la riqueza de elementos naturales de supervivencia, sin efectuar los límites de caza y pesca que se tenían visto o reservados ser suficientes para cada pueblo. El pueblo de San Juan Cutzalán era una gran población junto a la laguna de Chapala, en la cual vivían muchísimos indios gentiles, y por ser tantos que no cabían ya, con licencia del cacique, salieron algunos llevando consigo los ídolos, a hacer otras poblaciones pequeñas, como fueron: Tomatlán, Axixic, Xocotepec y Tzapotitlán, que hoy se llama San Cristóbal. (2) Parte de la región de Chimalhuacán pasa a ser la provincia de Avalos, y como es ampliamente conocido con el nombre de Jilotepec fue encontrado el pueblo por los Españoles mandados por Hernán Cortes, en 1529, quién ordenó el cambio del pueblo a su lugar actual, con el fin de borrar todo vestigio de paganismo. El 20 de noviembre de 1529se bautizó con el nombre de San Francisco Jocotepec, en memoria de los franciscanos que continuaron catequizando. Los primeros indios naturales que habitaron Jocotepec fueron: Santiago Jacobo, Luis Cuperto, Graciano Concepción, Jorge Simeón, Pedro Tadeo, Salvador Hesperito, Lorenzo Antonio, bartolo Jacobo, Andrés Joseph, Juan de los Reyes, Pablo Roque, Y con sus familias que hicieron mérito de pueblo y por nuestra conquista. (27) Jocotepec se funda como villa la usanza peninsular, moviéndolo del lugar original que se localizaba en el cerrito del Chante, al lugar actual por ser zona plana, primeramente un núcleo y centro que lo constituía: la plaza, iglesia, Ayuntamiento y enseguida las casa de los más principales españoles, y aparte los barrios. La ganadería fue una actividad nueva que propició grandes beneficios a españoles y criollos, mejorando el vestido, la alimentación, la curtiduría y el medio de transporte, pero a su vez provocó la creación de latifundios, labor que en Jocotepec fue importante como actividad productiva de la actividad adjunta a las haciendas, y ha influencia económica que por centurias ha tenido en Jocotepec. La agricultura fue la primera luz que le da al hombre, los indígenas disponían de una tierra comunal, lo que significa que cada grupo tenía su tierra para cultivar, todos trabajaban, todos ganaban, pero no era de nadie. Los cultivos más comunes en la región fueron maíz, fríjol, calabaza, zapote amarillo y el chayote (15). La minería llega al occidente por la influencia nahua y tarasca quienes fueron los mejores trabajadores de cobre. La actividad consistía en la extracción del mineral y en la transformación haciendo dijes con diversas figuras, adornos e ídolos. También se hacían collares y hachitas metálicas. Hay quienes afirman que fueron utilizadas como monedas, pero se cree que generalmente el uso del metal fue estético y no utilitario.

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El comercio otra de las actividades comunes de estos pueblos fue el comercio constituyendo la base de la economía. Por no existir una moneda se realizaba en forma de trueque, la sal en forma esporádica o los elementos naturales. Podemos decir que en la región el elemento de trueque era el pescado, animales de caza y plumas, a su vez llegaban colorantes, metales, textiles y algodón. Nuestros pueblos se consideraron en un estancamiento por el poco contacto entre otros pueblos por la falta de comunicación y de novedades descubiertas con escasas relaciones comerciales políticas, los cambios internos, se sufrían por las invasiones de otros pueblos.

JOCOTEPEC EN LA REVOLUCIÓN 1810 A 1910 Jocotepec no cambió mucho en cien años, 840 eran los latifundistas, crisis interna acentuándose asaltos a particulares, con una población estimada de “11,928 habitantes en el año 1900 y para 1910 Jocotepec tenía 11,307 habitantes”. (53) Con el lago que era una fuente de empleo y alimentos para los de la región, la mayoría de la población pobre que siempre tenía peces, personas que hubiesen sufrido y se hay realizado la desecación del lago “idea que concibió Mariano Otero en 1942” (56). Afortunadamente el lago fue protegido en 1864 por Maximiliano y en 1867 por Benito Juárez; en 1877 los pobladores de Jocotepec se oponen a la desecación. De haberse desecado la población de la región sólo hubiese estado dependiente de la agricultura de temporal. El momento histórico de transición maduración social ha influido para que las poblaciones satélites, actualmente, que en tiempos prehispánicas fueron de mayor importancia que Jocotepec y durante la colonia no se desarrollara como fue San Juan Cosalá y San Cristóbal Zapotitlán, por que el centro administrativo estaba en Jocotepec, población con menos pobladores indígenas, además punto de convergencia de caminos, desde entonces la marginación y el abandono ha estado dispuesta a la perdida de riqueza cultural que le confirió propiamente la naturaleza de Jocotepec y sus pobladores. Notas Bibliográficas 2.- Fray Tello, Antonio. Crónica Miscelánea. Instituto Jalisciense de Antropología e Historia. p.195. 15.- Arévalo, Lucía. Historia de la Provincia de Avalos. Instituto Jalisciense de Antropología e Historia de Guadalajara. P. 67. 27.- Novena y Triduo al Sr. Del Monte. 53.- Censo Estado de Jalisco. P.153. 56.-Bárcenas, Mariano. Testimonio número 15.

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HUEJOTITÁN

Es un pequeño poblado de apenas, según datos de 1169 habitantes. Enclavado al poniente de la cabecera municipal, se localiza sobre el kilómetroc107.5 de la carretera libre a Morelia, a 60 Kilómetros de Guadalajara. Antaño la población llegó a ser el doble de la actual, de eso no hace mucho, todavía a principios de los ochentas. Desafortunadamente, la migración ha ido despoblando este sitio, hasta encontrarse entre uno de los pueblos con menos habitantes del municipio de Jocotepec. Señalar una fecha precisa para decir que esta fecha nació Huejotitán no solo es difícil, sino imposible, pues desde antes de la colonia ya había asentamientos de población indígena, quienes no dejaron registro alguno sobre su historia, así pues lo único que queda es remontarnos a lo escrito, y eso vino luego de la conquista. Es en 1570 cuando cobra nombre ese lugar con el nacimiento de lo que fue la hacienda de Huejotitán construida por Juan González de Apodaca (1). 1.- La ciudad y el campo en el México del siglo XVIII. La economía rural de la región de Guadalajara, 1675-1820. DOCUMENTO ELABORADO POR EL MTRO. Y CRONISTA MANUEL FLORES JIMÉNEZ, CON LA COLABORACIÓN DEL DEPARTAMENT O DE COMUNICACIÓN SOCIAL AMBOS DEL H. AYUNTAMIENTO DE JOCOTEPEC, JALISCO.