arqueología en la comarca de la alcarria conquense

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CuPAUAM 26, 2000, pp. 95-149 Arqueología en la comarca de la Alcarria conquense. Avance de las Investigaciones sobre el yacimiento de el Cerro de Alvar Fáñez (Huete, Cuenca) Castelo, R., Torrecilla, A., Aguado, M. y Bango, C. (Universidad Autónoma de Madrid) Arribas, R. y Sierra, C. (Arqueólogos) Resumen En este artículo presentamos un avance del volumen, que se halla en preparación, sobre el yacimiento iberorroma- no del “Cerro de Alvar Fáñez” (Huete, Cuenca). Se hace alusión a la situación estratégica del enclave, a la evolución del poblamiento de su entorno inmediato desde el Paleolítico, a las vías de comunicación, a las excavaciones e inves- tigaciones relizadas hasta el momento actual, a las estructuras arquitectónicas exhumadas (posible foro en la zona A y poblamiento o áreas de taller en las zonas B y C), así como al análisis de todos los materiales recuperados en las campañas de los años 1985, 1986 y 1987, estudio que se publicará en breve con mayor amplitud. Entre los mate- riales destaca un mosaico con el tema del laberinto; elementos de decoración arquitectónica; placas de “lapis spe- cularis”, cuya explotación fue la razón de la existencia de la ciudad romana altoimperial; cerámica ática de figuras rojas del s. IV a.C.; cerámica campaniense B; cerámica romana pintada; “terra sigillata”; cerámica de paredes finas; cerámica romana pintada; abundante cerámica común; lucernas; fichas de juego en cerámica y piedra; elementos de bronce, hierro y hueso; vidrio; un vaso litúrgico en caliza y otros elementos varios. Abstract In this article we offer an advance of the volume, which is now in progress, on the archaelogical site “El cerro de Alvar Fáñez” (Huete, Cuenca). We allude to the strategic situation of the place, to the evolution of the different peoples in the environment since Paleolithic Times, to the ancient roads, to the excavations and investigations carried out until the current moment, to the architectural structures found (a possible forum in the zone A and housing or workshops in the B and C zones), as well as to the analysis of all the materials recovered in the campaigns of the years 1985, 1986 and 1987, research that will be published shortly in full detail. Among the archaelogical finds, we must point out a mosaic with a labyrinth; elements of architectural decoration; tablets of “lapis specularis”, the exploitation of which was the reason of the existence of the Roman city in the High Empire; Red Figures Attic pottery of the IV century B.C.; Campanian B pottery; Toman painted pottery; a great amount of common and kitchen pottery; oil lamps; stone and pottery checkers; elements of brass, iron and bone; glass; a liturgical vase in limestone and other diverse elements. 1. INTRODUCCIÓN El yacimiento romano situado en el término municipal de Huete, provincia de Cuenca, se encuentra ubicado en una pequeña elevación denominada como Cerro de Alvar Fáñez. Se caracteriza por presentar unos 960 metros de altura y forma de espolón amesetado de mayor altura en su parte oeste y con laderas muy rápi- das y escarpadas en sus vertientes norte, oeste y sur. Tiene una posición estratégica sobre el valle situado entre el río Mayor y el río Aldehuela y presenta una excelente visibilidad sobre los terrenos adyacentes (Figura nº 1.3; nº 2.1; nº 2.2). La antigua ciudad de Opta forma parte de la actual Alcarria Conquense, comarca que se con- forma como una submeseta surcada por diferen- tes sierra alineadas de norte a sur en las que la erosión fluvial ha formado una serie de angostos valles que son aprovechados para la agricultura. Este espacio natural ha sido muy transformado por el hombre –en especial durante el último siglo– por la construcción de los embalses de Entrepeñas, Buendía y La Bujada, embalses que aprovechan el caudal de los ríos Tajo, Guadiela y Riansares y que han ejercido la atracción de las urbanizadoras al convertirse en áreas recreativas. Uno de los componentes del paisaje que mayor protagonismo alcanza en esta zona es el yeso, a su importancia visual hay que sumar la impor- tancia histórica de la explotación de sus minas, tema sobre el que trataremos más adelante (Za- mora, e.p.) (Figuras nº 1.1; nº 1.2; nº 3.2; nº 3.3). Tomo 26-C6 3/3/08 13:28 Página 95

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Arqueología en la comarca de la Alcarria conquense. Avance de las Investigaciones sobre el yacimiento de el Cerro de Alvar Fáñez (Huete, Cuenca) Castelo, R., Torrecilla, A., Aguado, M. y Bango, C. (Universidad Autónoma de Madrid) Arribas, R. y Sierra, C. (Arqueólogos)

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CuPAUAM 26, 2000, pp. 95-149

Arqueología en la comarca de la Alcarria conquense. Avance delas Investigaciones sobre el yacimiento de el Cerro de AlvarFáñez (Huete, Cuenca)

Castelo, R., Torrecilla, A., Aguado, M. y Bango, C. (Universidad Autónoma de Madrid)Arribas, R. y Sierra, C. (Arqueólogos)

Resumen

En este artículo presentamos un avance del volumen, que se halla en preparación, sobre el yacimiento iberorroma-no del “Cerro de Alvar Fáñez” (Huete, Cuenca). Se hace alusión a la situación estratégica del enclave, a la evolucióndel poblamiento de su entorno inmediato desde el Paleolítico, a las vías de comunicación, a las excavaciones e inves-tigaciones relizadas hasta el momento actual, a las estructuras arquitectónicas exhumadas (posible foro en la zonaA y poblamiento o áreas de taller en las zonas B y C), así como al análisis de todos los materiales recuperados enlas campañas de los años 1985, 1986 y 1987, estudio que se publicará en breve con mayor amplitud. Entre los mate-riales destaca un mosaico con el tema del laberinto; elementos de decoración arquitectónica; placas de “lapis spe-cularis”, cuya explotación fue la razón de la existencia de la ciudad romana altoimperial; cerámica ática de figurasrojas del s. IV a.C.; cerámica campaniense B; cerámica romana pintada; “terra sigillata”; cerámica de paredes finas;cerámica romana pintada; abundante cerámica común; lucernas; fichas de juego en cerámica y piedra; elementos debronce, hierro y hueso; vidrio; un vaso litúrgico en caliza y otros elementos varios.

Abstract

In this article we offer an advance of the volume, which is now in progress, on the archaelogical site “El cerro de AlvarFáñez” (Huete, Cuenca). We allude to the strategic situation of the place, to the evolution of the different peoples inthe environment since Paleolithic Times, to the ancient roads, to the excavations and investigations carried out untilthe current moment, to the architectural structures found (a possible forum in the zone A and housing or workshopsin the B and C zones), as well as to the analysis of all the materials recovered in the campaigns of the years 1985,1986 and 1987, research that will be published shortly in full detail. Among the archaelogical finds, we must point outa mosaic with a labyrinth; elements of architectural decoration; tablets of “lapis specularis”, the exploitation of whichwas the reason of the existence of the Roman city in the High Empire; Red Figures Attic pottery of the IV century B.C.;Campanian B pottery; Toman painted pottery; a great amount of common and kitchen pottery; oil lamps; stone andpottery checkers; elements of brass, iron and bone; glass; a liturgical vase in limestone and other diverse elements.

1. INTRODUCCIÓN

El yacimiento romano situado en el términomunicipal de Huete, provincia de Cuenca, seencuentra ubicado en una pequeña elevacióndenominada como Cerro de Alvar Fáñez. Secaracteriza por presentar unos 960 metros dealtura y forma de espolón amesetado de mayoraltura en su parte oeste y con laderas muy rápi-das y escarpadas en sus vertientes norte, oeste ysur. Tiene una posición estratégica sobre el vallesituado entre el río Mayor y el río Aldehuela ypresenta una excelente visibilidad sobre losterrenos adyacentes (Figura nº 1.3; nº 2.1; nº2.2).

La antigua ciudad de Opta forma parte de laactual Alcarria Conquense, comarca que se con-

forma como una submeseta surcada por diferen-tes sierra alineadas de norte a sur en las que laerosión fluvial ha formado una serie de angostosvalles que son aprovechados para la agricultura.Este espacio natural ha sido muy transformadopor el hombre –en especial durante el últimosiglo– por la construcción de los embalses deEntrepeñas, Buendía y La Bujada, embalses queaprovechan el caudal de los ríos Tajo, Guadiela yRiansares y que han ejercido la atracción de lasurbanizadoras al convertirse en áreas recreativas.Uno de los componentes del paisaje que mayorprotagonismo alcanza en esta zona es el yeso, asu importancia visual hay que sumar la impor-tancia histórica de la explotación de sus minas,tema sobre el que trataremos más adelante (Za-mora, e.p.) (Figuras nº 1.1; nº 1.2; nº 3.2; nº 3.3).

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Fig. 1.1. Mapa de España con la situación del yacimiento romano de Huete con relación al de Segóbriga, mapa tomado de Almagro-Gorbea y Abascal (1999). Se añade la ubicación del yacimiento de Alvar Fáñez

Fig. 1.2. Mapa de la provincia de Cuenca con su división en zonas: la Serranía, La Mancha y la Alcarria.

Fig. 1.3. Fotografía aérea del Cerro del Alvar Fáñez (Equipo de excavación).

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Fig. 2.2. Plano de visibilidad. Se indica el punto más elevado del yacimiento (Javier Baena Preysler).

Fig. 2.1. Mapa en el que se refleja la ubicación del Alvar Fáñez, en relación al actual pueblo de Huete (Guía de Castilla La Mancha)

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La orientación de estas sierras y valles asícomo el carácter abrupto y cambiante de su relie-ve ha marcado profundamente el desarrollo delas comunicaciones y, por tanto, de los contactosde la zona: casi nulos en sentido este-oeste, perorelativamente fáciles en sentido norte-sur, y, enconsecuencia, la red viaria tanto antigua comomoderna y el poblamiento humano se asentarona lo largo de estos valles (Figura nº 3.1).

El término donde está ubicado el yacimientosobre el que tratamos estuvo ocupado desde muyantiguo por culturas y civilizaciones que han de-jado abundantes huellas de su presencia e igual-mente los diferentes estilos artísticos (románico,

gótico o renacentista) se plasman en los innume-rables edificios religiosos y civiles que se documen-tan, tanto en la ciudad de Huete como en otrassituadas en su entorno: Tarancón, Saelices, Uclés,Carrascosa del Campo, Priego, etc. (Castelo Rua-no, e.p.; Peris Sánchez, 1989 y VVAA, 1995).

2. EL POBLAMIENTO EN LA REGIÓN DECUENCA

El territorio de la provincia de Cuenca, y elde la actual localidad de Huete en particular,conserva numerosas evidencias arqueológicas desu ocupación y aprovechamiento a lo largo de lahistoria.

Fig. 3.2. y 3.3. Diferentes vistas del Cerro de Alvar Fáñez (Equipo de excavación).

Fig. 3.1. Relieve de la zona donde se ubica el yacimiento (Mar Zamora. Proyecto DGCYTPB 97/0057. “Modelos de jerarquizaciónsocial en la Protohistoria Peninsular”, dirigido por Fernando Quesada Sanz).

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PALEOLÍTICO Y NEOLÍTICO

Se pueden mencionar la existencia de unpoblamiento paleolítico en torno a las terra-zas de los ríos, sobre todo en las riberas del ríoJúcar y del río Mayor, así como junto a su afluen-te el Cuevas. Bien es cierto que los datos de quese dispone hasta el momento son pocos y recogi-dos en su gran mayoría en prospecciones(Osuna, 1975; Martínez Navarrete, 1975-76;Martínez, 1975-76; Palomero Plaza, 1987). En lasterrazas del Júcar se han recogido numerosas pie-zas líticas (en Arcos, Colliguilla, Fuentesclaras,Hinojosa, Noheda u Olivares del Júcar). A todo ellohabría que añadir los materiales hallados en elrío San Martín (Villar de Olalla), en el yacimientodel Chillaron o en el abrigo de Verdelpino.

Sobre el poblamiento neolítico dispone-mos de menor información. Tan sólo en el abri-go de Verdelpino se han obtenido restos de unasecuencia estratigráfica que nos informa sobreeste momento (tiene una fecha de C-14 de 2.680a.C.). Existen otros materiales semejantes enotros lugares de la provincia: Pajaroncillo, Valerade Abajo, la Hinojosa, Alcohujate, Torrejoncillo,Castillejo, Huete, etc… Igualmente relevante es elhallazgo en las cercanías de Villar de Humo deunos 12 conjuntos de pinturas rupestres, con untotal de más de 170 figuras.

NEOLÍTICO FINAL - CALCOLÍTICO

No son muchos los yacimientos conocidosque puedan adscribirse a este período histórico.De forma específica, sólo se puede atribuir a unmomento del III milenio (Fase Campaniforme)el yacimiento de Dornajos de la Hinojosa (Fernán-dez Galiano, 1989). Por otro lado, el estado de lainvestigación actual sólo permite inferir que exis-tió poblamiento en los puntos donde posterior-mente se asentaron las gentes del Bronce y delHierro I y II. No se han detectado transforma-ciones bruscas en el sistema de ocupación yexplotación del territorio.

No hay constancia alguna de la existencia denecrópolis calcolíticas (ni de tipo dolménico nien cueva), lo cual quizá responda a un vacío enla investigación.

EL BRONCE MESETEÑO

Bronce Inicial

Durante el II milenio a. C. se asientan en elterritorio que actualmente ocupa la provincia deCuenca una serie de comunidades de pastores yagricultores, que inicialmente mantienen una

fuerte vinculación cultural con sus predecesorescalcolíticos y que diseñan modelos de ocupacióndel territorio relativamente sencillos: los asen-tamientos se ubican en lugares altos de fácildefensa, con cabañas de planta rectangular conesquinas redondeadas y fabricadas con zócalosde adobe y con ramajes. Se detectan hábitats deestas características en las inmediaciones deHuete y Segóbriga, en Buendía, Carrascosa del Cam-po, Paracuellos, etc., y , más concretamente, yaci-mienos adscribibles a esta fase son: El Castillo delPajaroncillo, Castil de Moros, La Arena, el Pico de laMuela, etc. (Díaz Andreu, 1994).

No se documentan asentamientos en llanosfértiles, por lo que el patrón de asentamiento norevela la relativa complejidad que sí poseen otrosdel mismo período en áreas cercanas, como el dela Comarca de La Mancha (Toledo), Guadalajarao las estribaciones al sur del Sistema Ibérico.

Estas comunidades se encontrarían en unmomento de incipiente desarrollo, organizándo-se conforme a un modelo de “jefatura” poco evo-lucionada.

Bronce Pleno

El poblamiento sigue concentrándose encerros amesetados, pero comienzan a aparecerfortiricaciones y algunos poblados en las vegas,aunque se trataría de unidades domésticas aisla-das. Podrían establecerse en las vegas, aunque setrataría de unidades domésitcas aisladas.Podrían establecerse hasta cinco categorías deasentamientos, ahora ya con un cierto nivel deinterrelación jerárquica. No existe planeamientourbano del espacio y las plantas son cuadradas.Los materiales estudiados revelan que estas gen-tes desarrollarían una economía productora másespecializada e intensiva que en fases anteriores,con trabajo artesanal (fundición y la orfebrería yminería). También son destacables las eviden-cias de un fuerte incremento de los contactos alarga distancia con áreas culturales como ElArgar (en el S.E.). Desde allí, parecen importar-se no sólo objetos de lujo, sino elementos delritual de enterramiento argárico. Otras zonas delas que parecen recibirse influencias culturalesson el Atlántico y Centroeuropa.

Los yacimientos más significativos del BroncePleno serían el Cerro del Castillejo (Parras de lasVegas), El Castillo (Reillo), La Cueva de los TresPalacios (Valeria), el Poblado del Cuco (Villa-nuevade la Jara), Los Dornajos (La Hinojosa) y Colmenar(Laudete), ambos con edificaciones de paredes detapial y piedra, relacionables con otros hábitatstipo “las Motillas”, según Fernández Galiano(1989), Cabeza de la Fuente (Borniches de la Sierra)

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y El Recuenco (Cervera del Llano). Resulta igual-mente interesante mencionar el depósito de obje-tos metálicos de Abía de la Obispalía, de entre loscuales destacan una espada de bronce y un bra-zalete de oro, datados en el IX a.C. El conjuntopodría interpretarse como un depósito votivo.

En lo que respecta a los yacimientos funera-rios, el único destacable en la Provincia deCuenca es el de la Cueva del Fraile (Díaz Andreu,1994 b). Se trata de un enterramiento múltiplelocalizado en dos áreas diferenciadas de lacueva. Se documentaron de diez a doce cadáve-res en superficie con ajuar y cinco inhumacionesen pithoi con elementos de ajuar personar yofrendas funerarias.

Bronce Final

En el Bronce Final el patrón de distribuciónde los asentamientos se estabiliza y se jeraquizaaún más, detectándose la existencia de relacionesde interdependencia funcional entre los pobla-dos fortificados en alto (el del Castillo de Huete y elCastillo del Pajaroncillo son un buen ejemplo) y lossituados en llano (como el Corral de Ranchuelo). Elestudio de estos yacimientos (Pajaroncillo y laHoya del Castillo) revela la existencia de una claracontinuidad en el poblamiento desde el BronceInicial al Final en esta región.

Pero también se produce una transformacióncultural importante en esta fase, fruto quizá delincremento progresivo de los contactos con otrosámbitos culturales relativamente lejanos.

En general, los cambios culturales se cifraríanen el incremento de la productividad agraria (porla aplicación de nuevas tecnologías como el ara-do profundo, el carro, etc.) y en el crecimiento dela población. También sería característica la ge-neralización del uso de objetos de bronce y, portanto, de su técnica de fabricación (incrementodel número de artesanos especializados), asícomo el incremento de la jerarquización social,documentado a través de la cada vez mayorpolarización de la riqueza entre los distintos gru-pos sociales que conformaban estas comunida-des. El registro arqueológico muestra una éliteque hace ostentación de objetos de uso personalespecialmente costosos y que vive en construc-ciones de mayor calidad (edificadas con piedra)y un amplio grupo de población trabajadora(agraria o artesana) con un acceso limitado a loslujos. Este tipo de organización social estaría evi-denciando el desarrollo de un proceso de legiti-mación del dominio de un grupo de individuossobre el resto. En términos generales, hay unprogresivo afianzamiento de los efectos de ladenominada por Sherrat (1981) “Revolución de

los productos secundarios” y un avance del mo-delo de sociedad jerazquizada aldeana, que ejer-ce un control de tipo tributario sobre el territorio.La conflictividad intergrupal derivada de ello seconvierte en una constante en esta fase, conti-nuando después durante la Edad del Hierro.

En lo que respecta a los principales yacimien-tos de la zona, cabe destacar el espacio sepulcralde El Cerro de la Cabeza de la Fuente de Boniches(Martínez Navarrete et alii., 1985). Se trata deuna cueva sepulcral con enterramiento colectivo.

Otros yacimientos de tipo hábitat de la regiónde La Alcarria son el Poblado del Pico de la Muela(Valera de Abajo) (Valiente, 1981), el Cerro de laVirgen de la Cuesta (Alconchel de la Estrella) y enuna serie de abrigos y cuevas con pinturasrupuestres de tipo esquemático datadas de formaimprecisa (desde el Neolítico al Hierro). Destacaespecialmente el conjunto de pinturas en cuevade Villar del Humo (antropomorfos portandoarcos con bóvidos).

HIERRO I (S. VIII - V A.C.)

En esta fase es destacable el aumento consta-tado y la generalización del modelo de pobla-miento en altura y fortificado. Las plantas soncuadradas y aparecen edificios singulares. Haycambios en las técnicas de producción, así comoen la organización del trabajo artesanal y, portanto, en la estructura general de la sociedad. Asímismo, se desarrolla en toda la zona estudiadaotra innovación tecnológica importante: la me-talurgia del hierro. En este período los objetos dehierro forman parte de los implementos de lujoque ostentan las élites y aún no se han generali-zado para su empleo en trabajos prácticos.

Culturalmente, es esta una fase de intesifica-ción de las influencias procedentes de los gruposde “los Campos de Urnas” (Almagro, 1986-87).Dicha influencia arraigaría en un sustrato cultu-ral que, a su vez, evidencia influencias de laspoblaciones de “Cogotas I”, según la DoctoraBlasco (1993). Otro aspecto a destacar es que elrito tradicional de la inhumanación colectiva,que había caracterizado desde el Calcolítico I alBronce Pleno e incluso Final, es sustituido por elde incineración. La Necrópolis del Pajaroncillo(incineraciones en túmulos al estilo “Campos deUrnas”) es el máximo exponente del nuevo siste-ma de expresión.

Otros yacimientos significativos son: lospoblados situados en Reillo (la fase inicial), Hoyasdel Castillo, Castro de Villar del Horno, Torrejoncillo(en el Cerro de los Encaños), Moya (Enguidaos) yHuete. Las necrópolis de la I Edad del Hierro que

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presentan características similares a la del Paja-roncillo son: Las Madrigueras (Carrascosa delCampo), El Navazo (la Hinojosa), Haza del Arca(Uclés), Zafa de Záncara y las fases más antiguasde Villanueva de los Escuderos.

HIERRO II. MUNDO CELTIBÉRICO (S. IV - V

A.C. HASTA LA ROMANIZACIÓN)

En el período previo a la romanización, eincluso los primeros momentos de ésta en laregión de Cuenca, es cada vez más evidente lacontinuidad poblacional durante todo el PrimerMilenio.

Las gentes que habitaban este territorio se vin-cularían culturalmente (por poseer implementos,modos de vida y ritos funerarios comunes) con losgrupos celtibéricos del resto de la Meseta.“Celtibérico” fue la denominación que recibieronpor parte de los conquistadores romanos las dife-rentes comunidades de la Meseta a los largo del s.III a. C. Las fuentes nos han aportado hasta elmomento información acerca de los aspectos polí-ticos e ideológicos (tales como la identidad grupal,denominaciones, relaciones políticas, etc.).Contando con las debidas precauciones, podemosacudir a las fuentes grecolatinas para acercarnos alcomplejo mundo de los “Pueblos Celtibéricos”:según Polibio y Tito Livio, en el s. III a. C., loscolectivos humanos que habitaban en este territo-rio eran denominados Olcades. Se trataría de ungrupo cultural poco conocido, del que se poseenreferencias también por parte de los cartaginensesque entraron en contacto con ellos durante la“conquista” del Aníbal. Se les considera un grupoperteneciente al conjunto de los CeltíberosMeridionales. Por otro lado, las fuentes antes men-cionadas adscriben a los Olcades opida comoCaisada (Hita), Segóbriga, Valeria y Laxta.

En lo concerniente a Huete, Almagro Gorbea(1999) considera, en cambio, que la actual zonade Carrascosa del Campo (área cercana) habríapertenecido al ámbito cultural de la Carpetania,por lo que quedaría la duda acerca de si el oppi-dum de Huete estaría, o no, vinculado con losOlcades.

La estructura socioeconómica y la mentalidadde estas gentes se puede caracterizar, por poseerun patrón de asentamiento totalmente jerarqui-zado, marcado por la interdepencia económicaentre ciudades, aldeas y castillos. Su urbanismo inte-rior aún no respondería a una planificación cons-ciente, pero se habría dotado de sistemas de for-tificación defensivos. Ello conduce a pensar quetendrían lugar situaciones de confrontaciónarmada con relativa frecuencia. Se trataría decomunidades uniformes entre sí en cuanto a la

estructura social y las costumbres y modos devida cotidianos, pero con identidades político-territoriales diferenciadas.

Partiendo de una base económica agropecua-ria de explotación intensiva, llegaron a desarro-llar un alto grado de especialización artesanal(producían cerámica de muy diversos tipos, tex-tiles, ofebrería, armamento de hierro…). Se orga-nizaban internamente de forma jerárquica conun modelo de los denominados “jefaturas com-plejas” controlado por un estamento nobiliar decarácter guerrero. Hacia el s. I a. C. asumen laescritura ibérica con adaptaciones al sistemafónico celtíbero, apareciendo los primeros textosen esta lengua en las terseras de hospitalidad halla-das en algunos yacimientos. En cuanto al mundode las creencias parece que otorgaban existenciaal “más allá”, a la inmortalidad del espíritu y quedesarrollaron una religión organizada en torno aun panteón divino de carácter astral. Los ritosfunerarios más frecuentes eran la exposición delcadáver a los buitres y la incineración simple (sinpreparación posterior de los restos como el casoíbero). A éstos se asociaban las libaciones, sacri-ficios de animales, ofrendas y la deposición deajuar. Es bastante probable que se relizaran ban-quetes funerarios como el rito ibérico y juegos enhonor del difunto, en el caso de pertenecer éste ala élite guerrera. Por lo general, las necrópoliscarecen de ordenación urbanística. La únicaexcepción a esta característica la constituye lanecrópolis de El Navazo (Galán, 1980 y Mena,1987), que evidencia una fuerte influencia ibéricasobre la población que se enterró en ella.

Para Almagro-Gorbea (1999), se podríahablar de “proceso de Iberización” en esta zonade la Meseta Sur. La llegada, no sólo de ideas,sino también de productos en gran cantidad y degentes desde el Sudeste sirvió como puerta deentrada de conceptos y modos de vida vincula-dos con el helenismo.

Otro tipo de documentos arqueológicos quehan sido estudiados en la región son los vestigioso referencias a la existencia de las propias vías decomunicación. P. Mena (citada por Palomero,1987), presenta un esquema de los caminos prin-cipales de penetración desde los valles del Júcar,el Cabriel y el Segura (canales de contacto con elSudeste). Incidiendo en la misma idea, Almagro-Gorbea (citado por Palomero, 1987, Fig. 1) pre-senta un mapa de vías prerromanas dentro de lasque es posible identificar una, de carácter secun-dario, que discurre en dirección N-S por el terri-torio que nos ocupa y que seguiría el valle del ríoMayor. A su vez, Palomero Plaza (1987, 37) indicala importancia de dicho valle al evidenciar la con-tinuidad de su uso en épocas posteriores. Esta vía

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sería en realidad un ramal de otra principal que“…en época romana, uniría por un lado Segontia yErcavia y por otro, Complutum con Segóbriga, dondeambas vías se unirían para llegar a Cartago Nova.(…)”. Habría que considerarla como el ramal másimportante de la vía Heracleia, ya que pone encomunicación la Meseta Norte con la Meseta Sury con el Levante” (Palomero Plaza, 1987, 38).

En lo concerniente a los principales yaci-mientos de la Segunda Edad del Hierro en laAlcarria, éstos son:

Poblados (de entre los que existen diferen-cias de tamaño y, por tanto, de importancia estra-tégica): el Cerro de la Virgen de la Cuesta (Alconchelde la Estrella); el Pico de la Muela (Valera de Aba-jo) (Valiente, 1981); el Castro de Villar del Horno(Gómez 1986); Fosos de Bayona (Gras et alii, 1984)en Villas Viejas, ubicado cerca de Segóbriga, connecrópolis del s. IV al I a. C. Este oppidum ha sidoidentificado por referencias de las fuentes numis-máticas como la ciudad de Contrebia Carbica, de lacual se conserva una Tesera de Hos-pitalidad; elCerro de la Muela (Carrascosa del Campo); Barchíndel Hoyo (Fuente de la Mota, s. IV-II a. C.); Bonilla(Cerro del Castillo, s. IV-III a. C.); Cañaveruelas(Ercávica); Cabeza Moya (Enguidanos, s. V-III a.C.) estudiado por Nava-rro y otros (1984); Reillo Io El Castillo, (Monede-ro et alii, 1981) del s. VIIIa. C., con perduración posterior. Este asenta-miento poseía una necrópolis; El Cerro de losEncaños (Villar del Horno, Torrejoncillo) descritopor Gómez (1986), del los s. VII-V a. C.; Hoyas delCastillo (Pajaroncillo); Segobriga, ciudad romanaque parece haber contado con poblamiento delHierro II; Valeria, que también ofrece evidenciasde poblamiento del Hierro II y el Cerro de AlvarFáñez (Huete), datado en los s. IV y III a. C.

Santuarios y Depósitos Votivos: No sonmuy numerosos los yacimientos de este tipoencontrados en esta región, pero se pueden men-cionar el denominado como santuario rural deLa Consolación, por Cruces Rodríguez (1992); elSantuario de Reillo II, datado entre los s. V y IV a.C., donde se hallaron cerámicas ibéricas y grie-gas y un broche de cinturón; el de Mohorte, con-siderado un depósito votivo, por consistir en unconjunto de exvotos masculinos de tipo ibéricoy, finalmente, el también Depósito Votivo deSalvacañete. En este yacimiento aparecieronmonedas asociadas a objetos de plata (diversoselementos de adorno y vajilla) y materiales metá-licos de deshecho o semielaborados. El depósitose considera una ofrenda religiosa enterrada enlugar sacro, uno de los denominados “Santuariosceltibéricos al aire libre” (Arévalo et alii, 1998).

Necrópolis: Las principales necrópolis de

este período en la región de Cuenca son: Bue-nache de Alarcón (Losada, 1966) del s. IV-III a. C.;La Punta de Barrionuevo (Inhiesta), una necrópolistumular (Valero Tévar, 1999); Cañizares (AltoGuadiela), con materiales descontextualizados;Laudete, fechada entre los s. III-II a. C.; Vega delCodorno, del s. III a. C.; Zafra del Záncara; LaHinojosa y, por último, la más conocida del Cerrode la Virgen de la Cuesta (Alconchel de la Estrella)(s. IV y el II a. C.). Presenta estructuras tumula-res del estilo de las necrópolis del SE peninsulary unos ajuares que ponen en evidencia la granriqueza de las élites de las comunidades quehabitaron esta región. También destacan: ElNavazo (La Hinojosa) (Galán, 1980 y Mena,1987), cuyas estructuras tumulares están ordena-das formando calles, mientras que las cremacio-nes simples se extienden por todo el espacio dela necrópolis sin planificación alguna. Está data-da entre los s. VI-V a. C.; Las Madrigueras (Ca-rrascosa del Campo), desde fines del VI a finesdel III a. C. (según Almagro-Gorbea, 1969). Parafinalizar, mencionaremos otras tres necrópolisque son claros exponentes de las relaciones estre-chas y fructíferas establecidas en el SE peninsu-lar: Haza del Arca (Uclés), Fosos de Bayona (VillasViejas) y Villanueva de los Escudero. Las tres finali-zan en torno al s. III a. C. y presentan caracte-rísticas muy similares entre sí y con las del Cerrode la Virgen de la Cuesta y el Navazo.

DESDE LA ROMANIZACIÓN HASTA LA EDAD

MEDIA

La conquista del territorio

La presencia romana en la Península Ibéricase enmarca dentro de la situación política gene-ral que se desarrolla en el Mediterráneo al menosdesde el siglo VI a. C. Esta situación política estádefinida por el largo enfrentamiento entre las dosgrandes potencias del Mediterráneo: Cartago yRoma. Los romanos poseían en la costa levanti-na intereses comerciales que los cartaginensesrespetaron.

Es a partir de la Primera Guerra Púnica (sigloIII a. C.), cuando el territorio de la Península seconvierte en escenario de los diversos enfrenta-mientos entre romanos y cartaginenses. LaPenínsula se transforma a los ojos de los cartagi-nenses en un lugar donde recuperar su poderfrente a Roma, y desde donde iniciar nuevasacciones. Así los cartaginenses desembarcan en laPenínsula y van ocupando las zonas costerashacia el interior. Esta penetración de las tropascartaginesas es llevada a cabo, según numerososautores, por la vías de comunicación prerroma-

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nas que ya existían en aquel momento, dandouna importancia fundamental a una de ellas: laVía Heracleia. La Península Ibérica cae paulatina-mente bajo el control del ejército cartaginés, hastaque Roma en el 226 a. C. decide intervenir y porel Tratado del Ebro pone límite al avance cartagi-nés hacia el norte. En 211 a. C. Roma intervienedirectamente por primera vez en la Penínsulapara apoyar a la ciudad de Sagunto. A partir deese momento el territorio peninsular va a serescenario de la contienda romano-cartaginesa,dado el interés de Roma en impedir que los puer-tos hispanos como Carthago-Nova fuesen base deaprovisionamiento de hombre, metales preciososy astilleros para fabricar barcos y puertos pararesguardar la flota y el ejército cartaginés. A par-tir de este momento se sucederán una serie deenfrentamientos armados, que tendrán su mayordesarrollo con las campañas militares de Aníbal.Las fuentes nos narran como llegó a territorio delos Olcades (posiblemente al sur de la actual pro-vincia de Cuenca) consiguiendo tomar su capital.Todo lo expuesto anteriormente nos sirve pararesaltar la idea de que la zona objeto de nuestrosestudios mantiene ya desde antiguo una serie decontactos con pueblos del Mediterráneo, tanto decarácter violento como pacífico, que traerá comoconsecuencia profundas transformaciones dentrode la cultura indígena.

Con la derrota total de los cartagineses a raízde la Segunda Guerra Púnica y su expulsión delterritorio peninsular (206 a. C.) acaba la domina-ción púnica en la Península. Con la presencia enla Península de numerosas tropas romanas bajoel mando de Escipión, Hispania entra dentro delámbito expansionista de Roma, quién llevará acabo, progresivamente, la incorporación de laPenínsula en su ámbito de control. Roma se dacuenta de los posibilidades económicas deHispania y comienza la explotación sistemáticade los recursos humanos y materiales de las tri-bus autóctonas, a cuyas acciones éstas responde-rán con una resistencia más o menos generaliza-da que se tradujo en grandes levantamientos y aveces en una defensa encarnizada de sus territo-rios y libertades, que no finalizarán hasta el año19 a. C., con el sometimiento de Cántabros yAstures por Augusto.

En cuanto a la zona objeto de nuestros traba-jos, podemos decir que ya está en contacto direc-to con el elemento romano hacia el año 179 a. C.(Almagro Basch, 1978, 18). Siguiendo las plabrasde Osuna: 1.- desde la llegada de Tiberio SempronioGraco se habían ido asentando romano-itálicos en laCeltiberia; 2.- desde el año 179 a. C. se había ido otor-gando el derecho de ciudadanía a parte de la poblaciónindígena, fenómeno que se incrementaría a lo largo de

la primera mitad del siglo I a. C.; 3.- la alianza conla oligarquía celtibérica constituyó uno de los resortesmás sólidos para la penetración romana, así como paraejercer el control de los territorios sometidos al procesode romanización, la distribución de tierras entre losindígenas y romano itálicos, junto a las que concedíana los miembros de los ejércitos que se licenciaban, iríacreando una clase social de pequeño-medianos propie-tarios que serían la base de la sociedad urbana”(Osuna Ruiz, 1993, 22). A esto hay que añadirque los diversos contactos y la pronta incorpora-ción de la zona a la órbita romana hacen que seromanice muy pronto. Reflejo de este hechopuede ser el desarrollo del urbanismo en las ciu-dades de Ercávica y Segóbriga, muy cercanas,como ya hemos tenido ocasión de señalar, delCerro de Alvar Fáñez, o la aparición de numero-sos yacimientos en la zona con materialesarqueológicos fechables en estos momentos deconquista. La zona seguirá en proceso de roma-nización continuo, permaneciendo fiel a Roma,fenómeno que se refleja en la acogida que tuvoSertorio (Palomero Plaza, 1987, 52). Plinio (III,24) narra como los ciudadanos de Ercávica goza-ban del derecho latino antiguo, lo que les facultabapara ejercer cargos públicos como cualquier ciudadanoromano (Osuna, 1976, 16).

Los yacimientos arqueológicos

La actual provincia de Cuenca se integró defi-nitivamente dentro del ámbito cultural delMediterráneo (en la provincia de la Tarraconen-se) cuando Augusto concedió a todos estos luga-res la categoría jurídica de municipios (27 a.C.).A partir de eses momento, se observa la presen-cia de materiales cerámicos que nos indican undesarrollo de las comunicaciones e intercambioscon el exterior. También por esta razón, hacia elcambio de era se produjo un estallido de la acti-vidad constructiva de las ciudades de la subme-seta sur, tal y como podemos ver reflejado, nosólo en el yacimiento de Alvar Fáñez (la posibleIstonium), sino en las ciudades de Segóbriga,Valeria y Ercávica (Figura nº 4.1).

En estas tres ciudades principales menciona-das, así como en el yacimiento de El Cerro deAlvar Fáñez, podemos intuir, a través del análisisde los hallazgos arquitectónicos y materiales, laexistencia de similitudes en varios aspectos:

1.- Semejanza en las soluciones arqui-tectónica.- Se observa un escalonamien-to en terrazas, una construcción que salvaalturas mediante criptopórticos y celdas desubstracción, así como la alternancia dedos técnicas constructivas: opus vittatum ysillares (Fuentes Domínguez, 1993).

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2.- Semejanza en los elementos deco-rativos y arquitectónicos.- Sin dudapertenecen a una misma escuela arquitec-tónica y llegaron a compartir artesanos ytalleres abastecedores (Fuentes Domínguez,1993).

3.- Monumentalización de los espaciospúblicos.- Se emplearon fórmulas arqui-tectónicas innovadoras que adoptaronmodelos helenísticos. Pero, además, seobserva una pobreza de materiales y cier-ta rusticidad en la decoración escultórica.Las dimensiones y las proporciones dealgunos edificios expresan el provincianis-mo de estas experiencias singulares.

A partir de Augusto, se produce en la pro-vincia Tarraconense un gran incrementode la construcción de edificios públicos, unembellecimiento de las ciudades, políticaque siguen todos los emperadores de lasDinastías Julio-Claudia y Flavia y los em-peradores hispanos Trajano y Adriano enel s. II d. C. Con los Antoninos y los Se-

veros termina para Hispania el auge de lasconstrucciones generalizadas. La mitad delsiglo III d. C. significa el punto de infle-xión de la monumentalización de las ciu-dades. Esta fue una época muy difícil paralas ciudades del occidente romano, aun-que la suerte corrida por las ciudades de laMeseta sur fue muy diversa. En Segóbriga,el teatro y el anfiteatro se abandonan antesdel siglo IV, ya que en esos momentos sonruinas ocupadas por viviendas muy mo-destas o por corrales para el ganado. EnValeria, el foro se abandona en la segundamitad del siglo III o en sus finales; en elsiglo IV la basílica está ocupada con casasmuy toscas; la exedra se convierte en redilde animales y los pórticos y criptopórticosse convierte en vivienda ocasional. La ciu-dad perdió, incluso, su abastecimiento deagua (Fuentes Domínguez, 1993).

Estas destrucciones se han achacado a lasinvasiones francoalemanas del 260-270 d.C., pero, como señala el Dr. Fuentes, es

Fig. 4.1. Carreteras de Madrid a Valencia y Alicante, con la situación de las ciudades romanas de Segóbriga, Ercávica y Valeria(Almagro-Gorbea y Abascal, 1999). Hemos añadido la ubicación de la ciudad de época romana localizada en Alvar Fáñez.

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improbable que así sea, ya que estas inva-siones parece que nunca afectaron a estaparte de la Península. Habría que respon-sabilizar a la quiebra del modelo urbano.En la nueva ciudad del Bajo Imperio nohay lugar para los viejos foros, que hanperdido su función ideológica y en granmedida administrativa, y, desde luego,como hitos urbanísticos fundamentales.Pero la crisis del siglo III fue pasajera y decarácter no definitivo, ya que muchas ciu-dades, tras la tercera centuria, mantienenun cierto vigor en su vida municipal.(Fuentes Domínguez, 1993, 177 y 187).

4.- Características comunes de la vidasocial, económica y política: Romaaplicó en Valeria, Segóbriga y Ercávica lafórmula de la contributio otorgando rele-vancia a la población de menor entidad endetrimento de otra cercana con mayordesarrollo en época prerromana. Sinembargo, en la ciudad romana ubicada enel Cerro de Alvar Fáñez se ha podidocomprobar lo contrario, pues los nivelesde ocupación romano-republicanos seasientan sobre niveles prerromanos.

La vida política de todos estos núcleos giróentorno a una asamblea municipal cercana

a los cien miembros, caracterizados por suposición económica o prestigio social y deunos magistrados elegidos anualmente quegobernaban el municipio. Junto a ellosaparecen en las ciudades sacerdotes yotros cargos de tipo religioso, cuya misiónserá atender las dos grandes manifestacio-nes espirituales de los centros urbanos: losdioses romanos y el culto imperial.

La vida cotidiana de estos enclaves concategoría municipal no difiere básicamen-te de las de otras regiones peninsulares. Laexplotación del medio y el comercio cons-tituían las actividades principales de sushabitantes, actividades que generaron ladistinción entre unos sectores y otros de lapoblación atendiendo a su nivel de rique-za. Un sector social importante en todasestas ciudades fueron los libertos, cuyapresencia se hace especialmente notableen las actividades comerciales y que, aescala institucional, destacaron por consti-tuir el grupo de los Servires augustales, conamplias funciones en el culto imperial,junto a los flamines, y con testimonios enSegóbriga.

Además de estos enclaves principales,conocemos la existencia de un gran núme-

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Fig. 4.2. Mapa de las vías romanas de la provincia de Cuenca, se reflejan los yacimientos arqueológicos documentados junto a lostrazados (Mar Zamora. Proyecto DGCYTPB 97/0057. “Modelos de jerazquización social en la Protohistoria Peninsular”, dirigido por

Fernando Quesada Sanz).

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ro de asentamientos con vestigios arqueo-lógicos de época romana. Éstos fueronpublicados por M. Osuna y F. Suay en1974 en la revista Cuenca 1.

Algunos de los yacimientos conocidos son:“El Tesorillo” de Abadía de la Obispalía,La Fuente de los Baños y Bombarrón (enAlbacete de las Nogueras), el Cerro de laVirgen de la Cuesta (Alconchel de laEstrella), la Villa del Cerro de la Muela(Carrascosa del Campo), las innumerablesminas de lapis specularis de las que hablare-mos a continuación, la Mansio del Corralde los Puercos (Uclés), el Pico de la Muela(Valera de Abajo), la Cueva de los tresPalacios (Valeria), la necrópolis de la Villade Vallehermoso de la Fuente, Fosos deBayona (Villas Viejas), etc.

Las vías de comunicación

La zona geográfica en la que se asientan lasciudades antes mencionadas fue un importantenudo de comunicaciones (Figura nº 4.2).Podemos mencionar las más significativas.

1. Calzada Cartago-Nova / Segóbriga.Bifurcación Complutum-Ercavica-Segontia. Se trata de una calzada de vitalimportancia, pues comunica el Levante yuno de los puertos más estratégicos, el deCartagena, con el interior de la submesetasur a través de las provincias de Albacete,Murcia y Cuenca, en donde, al llegar a lascercanías de Segóbriga, se bifurca en dosdirecciones. Para nuestro yacimiento nosinteresa el ramal que se dirige a Fosos deBayona (Villas Viejas), Cerro de la Muela(Carrascosa del Campo), Cerro de Alvar Fáñez(Huete) y Ercávica (Cerro de Santaver,Cañaveruelas), de allí se dirige hastaSegontia (provincia de Guadalajara).

2. Calzada Secundaria de Huete aAlbalate de Zorita (Vía I.A.2 dePalomero). Se dirige hacia el Oeste cru-zando la principal barrera montañosa quesurca el Noroeste y Oeste de la provincia ysirve de límite con la de Guadalajara: lasierra de Altomira (1.100 m.). Este caminofue utilizado en época medieval. UníaRecópolis y Huete, pero Palomero encontróhuellas de su romanidad.

3. Vía Secundaria de Huete a las cer-canías de Villar de Olalla (Vía I.A.3

de Palomero). La vía discurre por el val-lle del río Mayor y es una vía natural decomunicación. Su uso se puede rastrear enépoca prerromana, romana, medieval,moderna y contemporánea. Desde el Cerrode Alvar Fáñez, la vía enlazaría con el lla-mado camino a Cuenca.

4. Vía Secundaria de Huete hacia lasminas de lapis specularis de Cuevasde Sanabria y Carrascosilla. Se tratade una pequeña vía que uniría dos centrosde producción de speculum con la ciudadde Opta. Cruzaría el río Mayor por elpuente del Canto, destruido y sustituidopor una nueva construcción.

Mundo Romano Tardío y ÉpocaMedieval

En toda la zona hubo núcleos de explotaciónbajo imperiales y las correspondientes mansio-nes señoriales. En Cuenca podemos mencionarla villa de Los Tres Juncos. En época visigoda, losantiguos municipios romanos que en esta épocaestaban constituidas en diócesis fueron: Oretum,Segóbriga, Arcóbriga, Valeria, Complutum y Segontia,todos dependientes de Toledo.

En época islámica este territorio estuvo bajocontrol emiral y califal. Ya en la fase de conquis-ta cristiana, tras la toma de Uclés en época deAlfonso VII, se llevó a cabo la repoblación de lastierras de Huete, que llegó a contar con unimportante castillo y un extenso término, prontoconstituido en arcedinato en el que desde épocamusulmana había establecidos contingentesmozárabes.

Tras la toma de Toledo en 1085, quedó bajo elpoder castellano. Sin embargo, en 1172, las tie-rras de Huete defendidas por Pedro Manrique deLara sufrieron graves daños ante el ataque de unejército almohade. Cuando se asentaron denuevo los castellanos, tras esta fase de incursio-nes islámicas, el territorio había sufrido grandesdestrucciones y despoblados. Pese a todo, pareceque su resurgimiento debió de iniciarse en estaépoca, a mediados del siglo XII. Su término seincrementó con el de la desaparecida Santover ycon los territorios ganados a los musulmanes. ElFuero de Huete gozó de cierto prestigio a partirde entonces. Pasó definitivamente a manos cris-tianas cuando D. Lope de Acuña entregó Huetea los Reyes Católicos en 1476.

1. Editada por la Diputación de Cuenca

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3. HISTORIA DE LAS INVESTIGACIONES

La primera noticia sobre la historia del Cerrode Alvar Fáñez queda recogida en un poemaescrito por Juan de Briones Valdelomar hacia elaño 1600. En él habla de la villa de Huete, de sufortaleza y del valeroso conquistador AlvarFáñez, sobrino del Cid.

En el Gabinete de Antigüedades de la RealAcademia de la Historia se conservan algunosexpedientes que nos relatan los hallazgos realiza-dos en el Cerro de Varáñez o Baráñez a finalesdel siglo XIX, así como algunas piezas arqueoló-gicas procedenes no sólo del citado yacimiento,sino también del Cerro del Castillo y de lamisma ciudad de Huete. Entre los objetos con-servados en la citada institución podemos seña-lar: un ponderal romano de piedra serpentina(Abascal y Gimeno, 2000, 113-114; Tesoros de laAcademia, 2001, 234, fig. 63); ponderal romanode bronce (Abascal y Gimeno, 2000, 114-115);alfabeto árabe sobre escápula (Tesoros de laAcademia, 2001, 280, fig. 160) y lápida sepulcraldel Dr. Montalvo (Franco Mata, 1993 y Tesorosde la Academia, 2001, 253, fig. 98).

En cuanto a la documentación escrita, debe-mos señalar la existencia de siete expedientesrelacionados con Alvar Fáñez con fecha de 1860,expedientes que pudimos consultar gracias a lasgestiones del Profesor Almagro-Gorbea, Anticua-rio de la Real Academia de la Historia y de D.Jorge Maier, investigador del mismo centro(Almagro Gorbea y Álvarez Sanchís, 1998). Losexpedientes inéditos nos permiten conocer, a tra-vés de su lectura, que los primeros hallazgosarqueológicos se produjeron en 1856 cuandoJosé de Corpa, vecino de Huete, labrando la tie-rra enganchó el arado y arrancó un objeto (unasa de bronce de un ponderal). Sin saber lo queera aquel objeto, lo bajó a la ciudad dispuesto avenderlo y éste fue adquirido por D. VicenteSánchez, en aquel entonces Secretario delAyuntamiento. Éste último, se lo enseñó a Quin-tín Toledo y éste, muy interesado, le pidió al Sr.Sánchez que averiguara el lugar exacto de suprocedencia y que, una vez localizado, iniciaraunas excavaciones, siendo sufragados los gastospor él. En estas primeras intervenciones se docu-mentaron: los cimientos de un edificio, dos mo-nedas pertenecientes al emperador Domiciano yalgunos objetos más. No pudiendo el Sr. Sánchezcontinuar las excavaciones, debido a sus ocupa-ciones profesionales, éstas fueron continuadas en1859 por el propio Quintín Toledo y sus primosDeogracias Almonacid y Nicolás Toledo. En estaocasión, se documentaron dos pondera (el mayorconsiderado como un pondus de pórfido, hoy

sabemos que es de serpentina), perteneciendo aél el asa de bronce documentada por J. Corpa;un pavimento musivario, y que, según el enton-ces anticuario de la Academia, Antonio Delgado,estaba compuesto por “piedras blancas y azula-das con las que se formaban adornos y grecas debellísima composición”, mosaico que fue denuevo enterrado y que tal vez corresponda almosaico de laberinto que posteriormente vere-mos; algunos fragmentos de metal; molduras dejaspe; vasijas fragmentadas, etc. Ante estoshallazgos, los excavadores llegaron a la conclu-sión de que estaban ante algún edificio de ciertarelevancia (Expediente GA/1860/7.3; GA/1860/7.1).

Las piezas documentadas en esta intervenciónfueron examinadas por A. Delgado en 1860,pudiendo determinar mejor las características delos hallazgos de 1859. Entre ellos destaca unalámina de bronce con moldura, que debió deestar empotrada en la pared (según la presenciade cal en el reverso), pieza que interpretó comoun fragmento de una tabla escrita con las leyesmunicipales o decretos imperiales, planteando laposibilidad de que el lugar donde se efectuaronlos hallazgos casuales y posteriores excavacionesfuera el foro municipal, hipótesis que concuerdacon nuestros planteamientos, como tendremosocasión de comprobar más adelante (ExpedienteGA/1860/7.1). A. Delgado, ante el interés de loshallazgos, propuso a la Academia de Historiaque continuaran las excavaciones y que éstaInstitución adquiriría los objetos documentadoshasta el momento, hecho este último que fueaprobado por la Institución académica. La dona-ción se hizo efectiva siete días después de laaprobación. El depósito de los objetos fue reali-zado por Quintín Toledo y los familiares quehabían participado en las intervenciones, peropidiendo a cambio una indemnización económi-ca que emplearían para continuar los trabajos. Apartir de ese momento comienza un litigio sobrela autoría de los descubrimientos, litigio que estádocumentado paso a paso en los expedientes dela Academia. D. José Corpa, que había encontra-do el asa de bronce y vendido a D. VicenteSánchez, se enteró de la posibilidad de unarecompensa a cambio de los hallazgos y escribióen 1861 a la Academia a través de un familiar,Calixto González, señalando a esta Instituciónque él había sido el descubridor y, por tanto, queél era el beneficiario del dinero (ExpedienteGA/1860/7.4).

La Academia remitió la solicitud a D. AntonioDelgado y al mismo tiempo éste recibió otramisiva, esta vez del propio José Corpa, en la quese indicaba que, aunque las tierras eran propie-dad de D. Nicolás Toledo, él las tenía en arren-

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damiento; que él encontró los primeros hallaz-gos; que fue él quien dio el permiso para la prác-tica de las excavaciones y que además ayudó adesenterrar los objetos, si bien Quintín Toledo,Vicente Sánchez, Deogracias Almonacid yNicolás Toledo corrieron con los gastos de laexcavación. Por ello, pidió a la Academia quefigure que el pondus de sepentina fue encontradopor él y no por Quintín Toledo y que se le con-ceda una recompensa por el hallazgo, aunque noniega que los señores antes citados hubierancorrido con los gastos de la intervención y que,por tanto, recibieran lo que les correspondiese(Expediente GA/1860/7.5 y GA/1860/7.6). A.Delgado en 1861 realizó un informe final sobre ellitigio, señalando que J. Corpa efectivamenteencontró el asa del pondus, que tal hallazgo dioocasión para que los señores Toledo, Sánchez yAlmonacid realizaran las excavaciones, momen-to en el que se documentó el pondus, además deotros objetos (Expediente GA/1860/7.7).

A pesar de que el Sr. Corpa manifestó quedaría permiso a sus amigos y convecinos paraexcavar en sus tierras (siempre y cuando éstas noestuvieran en cultivo), no se volvería a excavaren el yacimiento hasta 1879. En esta ocasión diri-gieron los trabajos los señores J. Caamaño y PaulLaporte, trabajos que fueron financiados por

algunos vecinos de la ciudad de Huete y verifi-cados por la Comisión Provincial de Monumen-tos Histórico-Artísticos de Cuenca. En ésta oca-sión, los hallazgos consistieron en pavimentos demosaico, columnas, aljibes, cornisas, vasijas,monedas, etc.

En 1904 Julio Calzas publica CuriosidadesHistóricas de la ciudad de Huete (Cuenca), en el querecoge referencias sobre el origen de la ciudadantigua, a la que considera fundada por los celti-béricos con el nombre de Iseh-tzon, a la que losgriegos cambiaron el nombre por Vistra o Wistra,que los romanos lo latinizaron por Istonium y deallí se originaron los nombres de Wete, Webda,Wecte, Wete y Wede y los de Opte, Vepte, Huerte,Huete y Guete, que le dieron los cristianos desde lareconquista (Amor Calzas, 1904).

Tendrán que pasar bastantes años para que sevuelva a prospectar y excavar el cerro. En estaocasión los trabajos fueron dirigidos en los años70 por Dña. Aurora de Miguel.

En 19852 se hace cargo del yacimiento unequipo formado por miembros de la UniversidadAutónoma de Madrid y de la Universidad deAlicante, dirigidos por M. Bendala.

Entre los objetivos que el equipo de direcciónse propuso conseguir con el inicio de las inter-

Fig. 5. Plano topográfico del Cerro de Alvar Fáñez. Se indican las diferentes zonas de excavación y los restos arquitectónicos docu-mentados (realizado por Javier Huerga).

2. Entre otros podemos mencionar: Mª Luisa RamosSainz- quien dirigió los trabajos den 1986 y 1987;Rosalía Durán Cabello, Mª França Galiena; ÁngelFuentes, José Ramón Carrillo, Lourdes Roldán yRaquel Castelo. Se contó con la visita, durante alguna

de las campañas, de Lorenzo Abad, Alberto Balil ySonia Gutiérrez, investigadores que participaron en ladiscusión de algunas de las interpretaciones obtenidasen el transcurso de las intervenciones arqueológicas.

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Fig. 6.2. Habitación contigua al podium, pavimentada con mosaico de muralla y laberinto (Equipo de excavación).

Fig. 6.1. Áreas excavadas en el sector A del yacimiento de Alvar Fáñez.

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venciones se encontraba poder determinar lasecuencia cronológica del yacimiento, secuenciaque sirviera de base para la planificación de tra-bajos posteriores y alumbrara las posibilidadesdel lugar y su interés científico. Ese año la pri-mera tarea que se realizó fue abrir, en la partealta del cerro (sector A), dos largas zanjas de son-

deo divididas en sectores, zanjas que fueronabiertas junto a las estructuras arqueológicaspuesta al descubierto en los años 70. En los añossiguientes (1986 y 1987) no sólo se terminó deexcavar el sector A, sino que se abrieron nuevaszonas denominadas B y C (Figura 5).

La secuencia cronológica que se obtuvo a tra-

Fig. 7.1. y 7.2. Restos del podium de un edificio de carácter monumental documentado en el sector A del yacimiento de Alvar Fáñez.Fig. 7.3. Habitación contigua al podium. (Fotos Arribas Domínguez)

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vés de los diferentes trabajos arqueológicospuede resumirse del modo siguiente, a través dela lectura e interpretación de los diarios de exca-vación.

1.- Se detectaron las exploraciones arqueoló-gicas del siglo XIX, consistentes en zanjasirregulares que buscaban los muros con elfin de examinar los edificios levantados.

2.- Se documentó un nivel superficial conescasos testimonios de presencia medieval,pues ésta se constata en el cerro de enfren-te, el Cerro del Castillo.

3.- Se advirtió una fase de cierta vitalidad en elBajo Imperio, fenómeno registrado en otrosyacimientos conquenses como Valeria.

4.- Se concluyó que la fase romana más impor-tante corresponde a fines de la Repúblicay, sobre todo, a comienzos del Imperio.

5.- Y por último, se constató la existencia deun importante nivel de ocupación anteriora las construcciones romanas, que consti-tuyó uno de los aspectos más interesantesdel yacimiento, ya que, gracias a esta últi-ma circunstancia, se podrían estudiar (enun mismo lugar) los fenómenos de evolu-ción, cambio y/o continuidad que regis-tran las sociedades protohistóricas en elproceso de romanización (Arribas Domín-guez, 2000, 345-357 y Castelo Ruano, e.p.)

4. LOS VESTIGIOS ARQUITECTÓNICOS

Los vestigios arquitectónicos que han salido ala luz como consecuencia de las tres campañas

de excavación son escasos para poder recons-truir la planta urbana de época Altoimperial yBajoimperial. No obstante, se pudieron obtenerlas siguientes conclusiones:

ZONA A.-• Es en su lado amesetado y de menor des-

nivel el lugar donde se debió de concen-trar el grueso de la población, así como laentrada principal del recinto. El camino deacceso principal podría haber discurridopor la vertiente noroeste aprovechando lamorfología del relieve, más accesible poresta zona.

• Es posible que el asentamiento estuvieraprotegido por un recinto amurallado, almenos en su lado suroeste, más expuesto yaccesible.

• Es factible pensar que en la parte más alta,así como en los inicios de la meseta que seprolonga en su lado sur, se ubicaría la zonapública, tal y como se puede apreciar enlos trazados urbanísticos de las vecinas ciu-dades de Segóbriga, Ercavica y Valeria. Esprecisamente en esta zona donde se handocumentado los restos arquitectónicos demayor interés. Éstos parecen correspondera un edificio monumental de grandes pro-porciones: 14 metros de longitud, 0’80metros de anchura media y 0’70 metros dealtura máxima conservada (Figura nº 6.1).

• El edificio presenta una cuidada construc-ción. Se puede observar una cimentaciónde 1 metro de ancho aproximadamente,realizada a partir de sillares de arenisca o

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Fig. 8.1. Mosaico de laberinto tal y como fue hallado en los años setenta.

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bien con la roca natural trabajada y expla-nada. Sobre ella se eleva un podium, en elque se emplearon sillares de gran tamaño.Las medidas oscilan entre los 100 y 130centrímetros de longitud, los 75/100 centrí-metros de ancho y los 40 centrímetros degrosor (Figura nº 7.1). En la parte central deesta estructura arquitectónica se talló unagran moldura cóncava de 30 centímetrosde anchura media (Figura nº 7.2). Delantede los dos extremos de esta parte centralmoldurada se documentan dos grandessillares de 1 x 1 m., que pudieron servir deapoyo a columnas o pilastras. El alzado delmuro que completaría esta construcciónpudo realizarse con sillares de piedra are-nisca extraída de las canteras localizadas enlas proximidades del yacimiento. En defi-nitiva, los restos conservados podríancorresponder a un podium levantado parasalvar el desnivel existente entre la zonaamesetada y la parte más elevada del cerro,compuesto por una escalinata.

• Adosada a esta construcción se documen-taron los restos de un amplio espacio con7 metros en dos de sus lados, 6’5 metros enel tercero y 7’10 en el cuarto. Se conservanalgunos de los muros de cierre, concreta-mente el del lado oeste y el del ánguloeste, éste último construido en opus quadra-tum con sillares bien trabajados, e inclusoparece que almohadillados, y la cama en laque se asentó el pavimento musivario de

muralla y laberinto (Arribas Domínguez yBueno Moreno, 1999, 313-322) (Figuras nº6.1; nº 6.2; nº 7.3).

Con respecto al mosaico, debemos señalar lassiguientes precisiones: en la actualidad, se hallaen paradero desconocido, pero sabemos de él através de un dibujo que nos legaron sus descu-bridores (Figura nº 8.1). Éste, cuando fue puestoal descubierto, ya no estaba completo. Com-parándolo con otros mosaicos del mismo se harealizado la siguiente restitución: el borde exte-rior consiste en una banda ancha de color negro.Ésta rodea la muralla, que está compuesta poruna línea de torres de color oscuro y un arcosemicircular blanco en el centro. Las torres serematan en almenas cuadradas. Existirían trestorres en cada lado y una en cada esquina (situa-das de forma oblícua), de las que sólo se conser-va el lateral de una de ellas. En uno de los ladosdel mosaico se conservan dos de estas torres,mientras que, en el lado contiguo y en el opues-to, sólo fragmentos que muestran el muro. Lamuralla se representa mediante cinco hileras debloques de opus quadratum. Esta composiciónenmarca el tema del laberinto dividido en cuatrocuadrantes o sectores. Se trata del laberinto deCreta con un diseño complejo, del tipo “laberin-to simple de meandros” (Daszewski, 1977, 41).Este laberinto conduciría al emblema central,que, en el caso del mosaico de Huete, no se con-serva y tal vez representaría a Teseo y elMinotauro (como es usual) o quizá sólo se figuróel busto del mosntruo, tal y como se ha docu-

Fig. 8.2. Reconstrucción del mosaico del laberinto (Ana Torrecilla, Jerónimo Mellado y Cristina Sierra).

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mentado en Conimbriga o Hippona (TorrecillaAznar, e.p.) (Figura nº 8.2).

Con la elección del mito griego de Teseo y elMinotauro (una forma figurada de hacer referen-cia a la lucha entre el mal y la virtud del héroe,finalmente vencedor y modelo a imitar), quizá seesté buscando una protección para el edificio enel que se ubica. El tema posee, por tanto, uncarácter apotropaico más allá de la mera concep-ción estética del mosaico. Esta interpretación secomplementaría con la representación del labe-rinto que indicaría la dificultad de llegar al obje-tivo marcado, a la verdad o a la victoria final.Este camino representaría (Bairrao, 1973, 127). Ellaberinto no comporta únicamente una finalidadestética o profiláctica, sino también de ordenpráctico, pues los niños podrían jugar sobre él.

Aunque no existan dos mosaicos iguales,encontramos, sin embargo, algunas afinidadesestilísticas entre el mosaico de Huete y otrosejemplares que nos pueden ayudar a establecer,aunque sea de forma aproximada, su cronología3.

El modelo de torres que integran la muralla essemejante a las figuradas en el mosaico dePamplona, en este caso sin laberinto, datado amediados o finales del siglo II d. C., o a las torresdel mosaido de Itálica, en el que se combinan

también el laberinto y la lucha mítica(Daszewski, 1977, nº 1, nº 106, lám. 22). Lastorres reproducidas en las esquinas del mosaiconº 307 de Ostia, en el Palacio Imperial, demediados del siglo II son también equiparablescon las documentadas en Huete (Becatti, 1961, nº307, 166-167, lám. XV y XVI). El mismo núme-ro de torres se ha documentado en el mosaico dePula (Istria, Yugoslavia), datado en el siglo II(Daszewski, 1977, nº 61, 128-129, lám. 79)

Los meandros del laberinto de Huete son idé-nicos a los hallados en la Casa del Laberinto dePompeya, datado entre el 80-60 a. C.(Daszewski, 1977, nº 30, 225, lám. 35) y enBrindisi (Italia), fechado en torno al 200-250 d.C., aunque en estos casos presentan menornúmero de meandros. El laberinto representadoen Bela Litani Mayores (Henchir el-Faouar,Túnez), de principios del siglo IV, muestra unnúmero de meandros similares al de Huete(Mahjaubi, 1972, 335-343). Los mosaicos conmuralla y laberinto de Hispania son escasos encomparación con otras provincias, no obstante,podemos mencionar el documentado en ElsMunts (Berges, 1969-1970, 140-141 y Barral yNavarro, 1975, 508); el del Puerto de Tarragona(Díaz García et alii, 2000, 167-168, fig. 4-5) y el deConímbriga (Bairrao, 1973, 123).

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3. Torrecilla Aznar recoge en su estudio “El mosáico delaberinto”, Arqueología en la comarca de la AlcarriaConquense: El yacimiento de El Cerro de Alvar Fáñez

(Huete, Cuenca), todos los paralelos y las referenciasbibliográficas correspondientes.

Fig. 8.3. Reconstrucción hipotética de la habitación donde iría ubicado el mosaico del laberinto (Reconstrucción infográfica deCristina Sierra)

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El mosaico conquense podría haber sido ela-borado en la segunda mitad del siglo II o prime-ra mitad del siglo III (Figura nº 8.3). El tipo sefecha desde fines del siglo I al siglo III en lamitad occidental del Imperio, incluso hasta ini-cios del siglo V en el Norte de África. El motivose mantuvo en ámbitos cristianos (Iglesia de SanVital de Ravenna, s. VI), debido a su simbología,el viaje del alma desde el nacimiento a la muer-te, y las dificultades que conducen finalmente ala Jerusalén celeste.

• Delante de la estructura interpretada comopodium y a una distancia casi canónica de 9metros se localizan los restos de una basade columna y un muro formado por tresgrandes sillares de 1 x 1 m. tallados en are-nisca local, si bien se desconoce la relaciónexistente entre ambos sorprende el hechode que entre ellos exista la misma distanciade nueve metros que la separa del podium.Se configura así un posible pórtico colum-nado, del que no podemos decir mucho

más debido a la precariedad de datos conlos que contamos.

• Perpendicular al podium parten otros dosmuros de 0’50 metros de ancho realizadosen mampostería, que deben de correspon-der a refuerzos o amortizaciones posterio-res, tal y como parece desprenderse de sucalidad constructiva, así como del hechode que se adosen y superpongan a los silla-res moldurados del podium (Arribas Do-mínguez y Bueno Moreno, 1999, 313-322)

ZONA B.• El poblamiento se localizaría en la perife-

ria de este espacio amesetado, en el áreaque denominamos como B. Debido al des-nivel del terreno y a la falta de espaciodonde concretar el plan urbanístico, debióde recurrirse a un diseño aterrazado, delque son reconocibles múltiples manifesta-ciones, en especial, en el sector NO delyacimiento, donde se documentan unaserie de estructuras arquitectónicas que de-bieron de ser construidas para este fin. Setrata de dos grandes pilares o machonescon una altura conservada de aproximada-mente 2’5 metros. Están construidos concuatro enormes sillares de unas dimensionessimilares de 93 x 76 x 58 cm., tallados enarenisca local. Este sistema de construcciónen terrazas se documenta en numerososejemplos hispanos, entre los que podemosmencionar Valeria (Cuenca) o Bilbilis (Za-ragoza) (Arribas Domínguez y BuenoMoreno, 1999, 313-322) (Figura nº 9.1).

5. LOS MATERIALES ARQUEOLÓGICOS

Todas las intervenciones mencionadas gene-raron una gran cantidad de materiales arqueoló-

Fig. 9.1. Fotografía de uno de los cortes abiertos en la zona B.

Fig. 9.2. Fragmento de mármol

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gicos susceptibles de estudio. Su análisis se ha idorealizando a lo largo de los años en el Departa-mento de Prehistoria y Arqueología de la UAM,en un gabinete coordinado durante los primerosaños por los Profesores Manuel Bendala Galán,Raquel Castelo Ruano y el arqueólogo RaúlArribas, coordinación a la que se sumaron otrosinvestigadores como María Aguado, AnaTorrecilla, Ofelia Jiménez, Ana López e IsabelPanizo. En dichos trabajos colaboraron un grannúmero de estudiantes, hoy ya licenciados, entrelos que podemos mencionar a Celia Taléns,Marta Bueno e Isabel Rodríguez.

Algunos de los resultados obtenidos en estosestudios han sido dados a conocer en diversasrevistas y congresos nacionales e internacionales(Arribas Domínguez, 2000, 345-367; ArribasDomínguez y Bueno Moreno, 1999, 305-312). Enla actualidad estamos ultimando la publicación

de la monografía, que verá pronto la luz, dondetratamos sobre los diversos materiales hallados,sobre los que aquí presentamos un avance.

5.1. Elementos constructivos

Puede distinguirse entre materiales de decora-ción arquitectónica y materiales constructivos.Con respecto a los materiales de decoraciónarquitectónica, podemos mencionar restos demarmora, que corresponden a un total de oncefragmentos, todos ellos de matriz amarillenta,brecheados con tonalidades rojizas y marrones,pudiendo distinguir molduras y placas de reves-

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Fig. 9.4. Ladrillos romboidales

Fig. 9.3. Fragmento de moldura realizada en caliza

Fig. 9.5. Ladrillos rectangulares formando opus spicatum (Fotografías realizadas por el equipo de excavación).

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timiento. En relación con las molduras, debe-mos destacar una integrada por faja inversa-kimarecta inversa, listel plano y caveto inverso; y otraformada por una kima inversa. Estas molduras seemplearían en la decoración arquitectónica delos edificios monumentales de carácter público,religioso o político, donde se les suele encontrarformando parte de zócalos o cornisas, y en oca-siones recubriendo pilastras o altares. En cuantoa las placas de revestimiento, se han hallado seisfragmentos que representan un grosor uniforme,en torno a los 2 cm. Entre éstas destaca un únicoejemplar, hallado en el nivel superficial del corteA, que parece corresponder con el ángulo deenmarque de un epígrafe, del que no hemosencontrado más restos (Figura 9.2). Otro de losfragmentos se identifica con los llamados termi-nales de mosaico.

En caliza se han constatado numerosos frag-mentos de molduras decorativas y ciertacantidad de teselas 4, que formarían parte de losdiferentes pavimentos musivarios, hoy desapare-cidos. Se han hallado cuarenta y ocho fragmen-tos de molduras de argamasa con una capa demortero en el dorso, mediante la que se fijarían ala pared del techo, sirviendo de remate a losparamentos decorados con pinturas (figura nº9.3). Los estucos constatados, aunque seencuentran en mal estado de conservación,muestran diversos colores (rojo, amarillo, ana-ranjado, azul claro y oscuro, negro y blanco), conelementos geométricos (líneas y bandas) e inclu-so algunos figurativos, aunque sólo se conservanlíneas curvas que no permiten identificarlos conprecisión.

Los materiales constructivos están repre-sentados por elementos confeccionados en are-nisca, probablemente de origen local. Se trata desillares documentados de forma frecuente en lasuperficie del yacimiento, en los paramentos deopus quadratum y en los enormes pilares o macho-nes, así como en las basas de la columna. Losmateriales calizos y yesíferos (de menor tama-ño) son utilizados en las obras de opus incertum,trabándose con una argamasa de color amarillen-

to de buena calidad. Se ha constatado el empleode tapial y adobe, así como de material latericio(tegulae e imbrices). Se conservan ejemplares deladrillos de forma rectangular, que debieron deformar parte de un pavimento de opus spicatum(Figura nº 9.5), así como ladrillos de forma rom-boidal de varios tamaños y colores, que pudieronintegrar un pavimento de opus reticulatum (ArribasDomínguez y Bueno Moreno, 1999, 313-322)(Figuras nº 9.4).

5.2. El Lapis specularis

En el yacimiento de Huete hemos constatadoampliamente la existencia de lapis specularis. Setrata de un yeso selenítico, cuya denominaciónproviene de su principal característica, la dedejar pasar la luz y poder ver a través de su masa(Guisado di Monti y Bernárdez Gómez, 2002,271-272). La presencia de espejuelo, comocomúnmente se denomina a este mineral, espatente no sólo por las afloraciones que surgenen el propio yacimiento, sino por la existencia,en su entorno, de minas subterráneas que fueronexplotadas en época romana (Lachia, 1961, 55-169; Palomero Plaza, 1987 y Guisado di Monti yBernárdez Gómez, 2002, 277)5.

El material se presenta de varias formas: placasde yeso sin trabajar, placas con claros signos detrabajo y placas ya acabadas de formas romboida-les, de paralelogramo, triangulares o circulares,que se montarían sobre bastidores de madera.

La totalidad de las piezas (transparentes, ca-rentes de impurezas y de gran calidad) fueronlocalizadas en el sector B4 (a excepción de unúnico ejemplar) que se sitúa en la ladera oeste delcerro y corresponde a un aterrazamiento queacaso sirviera a su vez como tabernae, donde sepudo haber situado un taller de transformaciónde este material.

Las placas matrices de diversos tamaños,con grosores entre 0’2 y 3’3 cm. Es frecuente quepresenten marcas producidas por la acción de uninstrumento afilado, marcas que señalaban el

4. Principlamente en color blanco y negro.

5. Agradecemos al arquólogo J. C. Guisado di Monti,miembro del equipo de investigación “Diez mil pasosalrededor de Segóbriga” la comunicación verbal sobrelos trabajos –de gran interés– que realizan en lasminas y poblados mineros de las tierras de Cuenca.Hasta el momento y salvo un estudio general publica-do en el catálogo de Artifex donde se expone la topo-grafía de El Ranal (Huete) (Guisado di Monti, 2002,273-298) y otros dos específicos sobre la mina de Osade Vega (Bernárdez Gómez y Guisado di Monti, e.p.)

y la mina Espejo (Bernárdez Gómez y Guisado diMonti, 2000), no hay ningún estudio –al menos queconozcamos, en publicaciones de carácter arqueológi-co– en el que se citen los nombres de las nuevas minasni tampoco un estudio de las formas en que las placasde lapis specularis eran cortadas. Las conclusiones aquíreflejadas así como las expuestas en el artículo de A.Torrecilla (2001, 119-130) son producto de observacio-nes personales, así como de la consulta de la biblio-grafía publicada sobre el tema hasta el momento.

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Fig. 10. Lapis Specularis (dibujos A. Torrecilla)

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tamaño y forma de la placa final, así como mar-cas de sierras para obtener placas más pequeñasy delgadas. El proceso de fabricación sería elsiguiente: sobre la matriz se trazaba la forma uti-lizando plantillas o reglas, que servirían de guía.Posteriormente se cortaba la placa matriz y selevantaba la plaquita, que presumiblemente seretocaba puliendo los bordes, puesto que es fre-cuente que quedaran rebabas, que alguna vez seconservan. Los paralelogramos tienen dimen-siones muy variadas (entre 7’8 x 3’2 x 0’7 cm. y1’9 x 1’6 x 0’2 cm., siendo el grosor más repeti-do de 0’2, llegando hasta los 2’5 cm. Los rom-bos tienen medidas de 9’2 x 6’5/6’7 x 0’25/0’4 y6 x 4’1 x 0’5 cm., y otros más pequeños. Lostriángulos tienen medidas diversas, los ladosmiden entre 3’7 y 6’5 cm., con un grosor de0’3/2’5 cm. Sólo se hallado una pieza en formade círculo, cuyo diámetro es de 55/6 cm. y sugrosor 0’7/0’9 cm. Otras formas son el trapecioy el pentágono (Torrecilla Aznar, 2001, 119-130 y Torrecilla Aznar, e.p.) (Figura nº 10).

La explotación por parte de Opta, palpable,como se ha visto, tanto por la existencia de minasen el entorno como por el abundante materialdocumentado en el yacimiento, han permitidoplantear la hipótesis de que la ciudad habría fun-cionado como centro gestor de la explotación dellapis, posiblemente bajo el control de Segóbriga.Esta ciudad fue precisamente el epicentro geo-gráfico del conjunto minero extendido por laszonas de Sierra, Alcarria y Mancha de la provin-cia de Cuenca. Como señala Guisado di Monti,esta ciudad no fue la única que se dedicó alcomercio y explotación del mineral. Además delyacimiento romano ubicado en el cerro de AlvarFáñez, se citan los enclaves de Ercávica,Culebras y el Cerro de la Virgen de la Cuesta,junto a “…un gran número de poblaciones me-nores abarcando una zona minera que se desa-rrolla en una franja de 150 kilómetros norte/sury 40 kilómetros de ancho. El inventario de com-plejos supera la veintena6 y el material arqueoló-gico documentado en ellos data principalmentede los ss. I y II d. C.” (Guisado di Monti yBernárdez Gómez, 2002, 277-278).

La vía de comunicación Segontia-Segóbriga,sobre la que se sitúa Huete, habría jugado unpapel crucial en la explotación de este mineral yen el desarrollo económico de la ciudad (ArribasDomínguez y Bueno Moreno, 1999, 313-322).

En el yacimiento también se han documenta-do fragmentos de vidrio de ventana, lo que nos hainducido a pensar que lapis y vidrio se habrían

utilizado de forma simultánea, uso que tambiénse ha documentado en las termas de Bilbilis(Calatayud, Zaragoza), en el siglo II, y Caesar-augusta (Cisneros Cunchillo, sv, 209-210 yFuentes Domínguez, 2001, 136-139).

A pesar de las evidentes ventajas que el lapisofrecía frente al vidrio soplado, éste se impusofinalmente (Ortíz Palomar y Paz Peralta, 1999, 313-322). Esta decadencia explicaría el declive de laciudad de Huete, a partir del Bajo Imperio, ya quesu razón de existir fue precisamente la explotaciónde las minas de yeso ubicadas en su entorno.

5.3. Las producciones cerámicas

En este apartado hemos incluido todas lasproducciones cerámicas que se han registrado enel proceso de excavación y que presentan unavariedad importante, así como una amplia data-ción cronológica. Este conjunto cerámico se haagrupado según las producciones cerámicas en:ática de figuras rojas, campanienses, paredesfinas, cerámica pintada iberromana, cerámicascomunes (de cocina, de mesa, de transporte yalmacenamiento), diferenciando en esta ocasiónlas producciones altoimperiales de las bajoimpe-riales; cerámicas pintadas romanas y terra sigilla-ta, grupo en el que se especifican todas lasvariantes documentadas. De esta manera el aná-lisis de la cerámica permite ir conociendo concierto detalle algunos de los aspectos referentes arelaciones comerciales y del panorama económi-co de Opta o Istonium y su territorio más próximo.

Cerámica ática de figuras rojas

En el yacimiento de Alvar Fáñez tan sólo seha documentado un pequeño fragmento de cerá-mica ática de figuras rojas. La presencia de cerá-

Fig. 11.1. Fragmento de cerámica ática. Grupo de Viena 116

6. No se indican los nombres, ni su ubicación.

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mica griega en los yacimientos ibéricos constitu-ye uno de los mejores y más seguros fósiles direc-tores a la hora de establecer puntulizaciones cro-nológicas en torno a ellos y al mismo tiempo per-mite trazar las vías de comunicación utilizadas enel tránsito comercial y el papel desempeñado porlas diferentes áreas en éste tránsito. Como bienseñalan R. García Huerta y F. J. Morales, hastafechas recientes la investigación sobre la inciden-cia del impacto mediterráneo, y más concreta-mente griego sobre los pueblos prerromanos dela Península Ibérica, se refería, fundamentalmen-te, a las zonas costeras con prolongaciones haciael interior, como en el caso de Albacete y AltaAndalucía. Sin embargo, en los últimos años, lasinvestigaciones arqueológicas han registrado lapresencia de un gran número de elementos grie-gos en áreas del interior peninsular, que ponende manifiesto la existencia de importantes con-

tactos de los pueblos colonizadores con estasáreas y que en muchos casos debieron de provo-car cambios y transformaciones socioeconómicas(García Huerta y Morales Hervás, 1999, 335).

La pieza fue examinada por el Dr. J.M. GarcíaCano e identificada como el fragmento de unacílica de figuras rojas perteneciente al Grupo deViena 116, fechada en el segundo cuarto del sigloIV a. C. La pieza corresponde a un fragmento depared, de pasta anaranjada. El interior está bar-nizado en negro brillante y en el exterior, ladecoración conservada consiste en los plieguesde un himation y parte del cabello de un jovenque debió estar afrontado a otro personaje con lamisma vestimenta y disposición (Figura nº 11.1).Piezas muy semejantes a la exhumada en el yaci-miento de Alvar Fáñez son abundantes entre lasimportaciones áticas documentadas en los yaci-mientos ibéricos del sureste y Andalucía

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Fig. 11.3. Dibujo de una cílica o copa de pie bajo (Carmen Sánchez)

Fig. 11.2. Restitución del fragmento hallado en el yacimiento sobre el dibujo de una copa documentada en el pecio del Sec (Calviá,Mallorca).

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(Rouillard, 1975, 21-49).La cerámica griega (figuras rojas y barniz grie-

go) documentada en la provincia de Cuenca esconocida a través de un estudio de síntesis reali-zado por M. J. Patiño, estudio que fue presenta-do en el Primer Congreso de Historia de Castilla-La Mancha (Patiño, 1995, 301-326).

Los recipientes adscritos a este grupo deViena 116 se caracteriza por tener una escasacalidad, como el resto de la producción del sigloIV a. C. Falta de calidad que vemos reflejada nosólo en la realización de la copa, que era produ-cida en serie, sino también, en la decoración(Arribas et alii, 1987; Cabrera y Sánchez, 2000,133-144) (Figuras nº 11.2; nº 11.3).

Su presencia es muy frecuente en los yaci-mientos ibéricos de las provincias de Gerona,Ciudad Real, Valencia, Alicante, Albacete, Mur-cia, Almería, Málaga, Cádiz, Huelva, Granada,Jaén y Córdoba, provincias en las que aparecena cientos (VVAA, 2000 y Rouillard, 1975, 21-49).Las escenas que decoran estos vasos serían,según el Dr. Olmos, ilegibles para el ibero queadquiere estos vasos imitando una moda y bus-cando, posiblemente, con su posesión un símbo-lo de prestigio (Olmos, 1988, 315-318 y Olmos ySánchez, 1995, 139-156). Sin embargo, para C.Sánchez, los iberos pudieron identificarse con losjóvenes envueltos en mantos y cree que podríaexistir la idea de una heroización a través del ves-tido o quizá la diferenciación por el manto (Sán-chez, 1994, 206, 1996, 73-84 y 2000, 179-193).

Cerámicas campanienses

Contamos con un pequeño número de frag-mentosl. No obstante, tanto sus característicastécnicas como formales, permiten adscribir estosejemplares a las producciones de CampanienseB. Se trata de fragmentos con pasta de color claroy barniz azulado procedentes de talleres etruscos,fabricadas en el primer cuarto del siglo II a. C.(Beltrán, 1990, 40), aunque su producción semantendrá también durante el siglo I a. C. Estetipo cerámico se configura, junto a la Campa-niense A, como el tipo cerámico más difundidopor el Mediterráneo a lo largo del siglo II a. C.,teniendo, al menos en nuestra Península, una dis-tribución mayor, como documentan los hallaz-gos procedentes del interior. En este sentido, lapresencia en el yacimiento de estos fragmentospermite afirmar la imbricación del mismo dentrode las redes comerciales y culturales del momen-to, llegando los productos seguramente a travésde dos grandes rutas: la que por el este enlazabadirectamente con el litoral levantino y la que porel nordeste comunicaba con las comarcas del

valle del Ebro.Estas piezas nos permiten hablar de la pre-

sencia romana en el cerro, ya en Época Republi-cana, tal y como ocurre en otros yacimientos dela provincia de Cuenca: Ercávica, Segóbriga,Cerro de la Muela, Alconchel de la Estrella yFosos de Bayona (Mena Muñoz, 1985, 23-51) yValeria (Sánchez de la Fuente Pérez, 1985).

Cerámica Pintada Iberorromana

Denominados con este término a cerámicaspintadas ibéricas, de producción local y con unreducido margen comercial en Época Iberorro-mana, que fueron realizadas hasta Época Flavia,momento en que desaparecen, para dejar paso alas producciones romanas que siguen esa “tradi-ción indígena”. Muchas de estas cerámicas sonclaros precedentes de las denominadas porAbascal como “cerámicas pintadas romanas detradición indígena”, producciones que simplifi-can, reducen y estandarizan sus formas con el finde aumentar su producción (Abascal, 1986).Siguiendo la tipología de Lorrio, entre las formasdocumentadas en el Cerro de Alvar Fáñez, pode-mos mencionar: Cuencos, entre los que desta-can los cuencos de casquete esférico (Sub-tipoA1, variantes A1a y A1b) (Lorrio, 1980), prece-dentes de la forma 16 de Abascal; Urnas uollas, grupo para el que existen multitud devariantes, debido a su producción artesanal; lasvariantes documentadas en Alvar Fáñez corres-ponden a C2b “urna ovoide de borde exvasadobiselado-horizontal” (Figura nº 12.1 a 3); C6a“urnillas globulares de borde exvasado y vuelto”y el C13 “urna globular de borde exvasado ycuello cóncavo” (Lorrio, 1980 y Abascal, 1986);Kalathos, una forma de origen ibérico(Abascal, 1986). El tipo se establece entre media-dos del siglo VI e inicios del siglo II a. C., perohallazgos en Segóbriga y La Bienvenida sitúan superduración cronológica hasta Época Tardorre-publicana (Mata y Bonet, 1992, 131).

Cerámica de paredes finas

La denominación de cerámica de paredesfinas, extendido universalmente, es la traducciónliteral de lo que Lamboglia llamó parette sottili,definiendo así un tipo de cerámica de épocaromana en la que, además de otras característicastécnicas, su principal punto común es la delgadesde sus paredes. Es considerada por su calidad yfunción, junto a la terra sigillata como cerámicade lujo destinada al servicio de mesa, vasos parabeber (vasa potoria). Su centro de producciónestaba en la región de Italia central y desde allí se

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Fig. 12. Cerámica pintada iberorromana: 1-3: Urna u olla subtipo C2b “urna ovoide de borde exvasado y biselado-horizontal”.Cerámica paredes finas: 4: Ricci 1/19; 5: Forma 12.2 de Bert y Robles; 6: Mayet II (dibujos C. Sierra)

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extendieron, siguiendo la expansión romana,hacia el oeste y después hacia el este y el centrode Europa. En el yacimiento de Huete destacandiez piezas adscribibles a este tipo cerámico. Encuanto a las formas documentadas debemosmencional Mayet I, una de las formas más anti-guas, de origen etrusco, que llega a la Penínsulaen el último cuarto de siglo II a. C., coincidien-do con las primeras campanienses; Forma 1/19de Ricci, producida igualmente en un talleretrusco, taller que comenzó a difundir sus pro-ductos a partir de comienzos del siglo II a. C.(Figura nº 12.4); Formas 12 y 2 de Bet y

Robles producidas en Lezoux (talleres deLigannes, Saint-Tourin y Route de Maringes),piezas que cronológicamente se situarían en elútlimo cuarto de siglo I a. C. hasta mediados delsiglo II, con un punto álgido en el primer cuartode esta centuria (Figura nº 12.5); Forma MayetII y X del taller de Cataluña. La forma Mayet IIconstituye una imitación de prototipos importa-dos; la ubicación espacial concreta de los alfarespudo hallarse en Ampurias, así como en otroslugares de la costa (Figura nº 12.6). Su cronologíairía grosso modo de la última mitad del siglo II a.C. hasta inicios del siglo I a. C., con perduracio-

Fig. 13.1. Cerámica pintada romana de tracidición indígena. Formas cerradas: 1: Variante 18a “vaso globu-lar de labio sencillo”.2: Variante 18b “vaso globular de labio con acanaladura”. 3: Vaso carenado con borde de cazoleta; 4: Asa.

Cerámica común de cocina Altoimperial: 5:Olla bitoncocónica de tradición ibérica. 6: Olla de borde vuelto hacia fuera(Vegas 1) (dibujos C. Sierra).

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nes posteriores. La forma Mayet X se produjo afinales del siglo I a. C. perviviendo, las más tar-días hasta época de Augusto/Claudio.

Cerámica Romana Pintada

Dentro de esta producción cerámica encon-tramos distintos tipos, la mayoría pertenecientesa formas altoimperiales del taller de Segóbrigadentro de la Meseta Sur, aunque siempre se pue-den encontrar distintas variantes dentro de laspastas o la decoración, que hacen difícil concre-tar su origen de poducción (Lorrio, 1989). Segúnlos estudios relizados por Abascal Palazón(1986), taller que dio salida a su excesiva pro-ducción abasteciendo con seguridad a la ciudaddel Cerro de Alvar Fáñez, a través de la víaErcávica-Segontia. Las formas que más se repitenen Huete son las formas cerradas y entre ellaslos vasos globulares de labio sencillo (tipo18 A) (Figura nº 13.1); vasos globulares delabio con acanaladura (18 B) (Figura nº13.2); vasos carenados con borde de cazo-leta (tipo 17) (Figura nº 13.3). Como formasabiertas encontramos cuencos distinguiéndosediversas variantes.

Cerámica Común 7

El material que más abundantemente se recu-pera en el curso de las excavaciones arqueológi-cas realizadas en yacimientos romanos es lacerámica común, es decir, aquella destinada a laelaboración, servicio, almacén y transporte dealimentos.

Las cerámicas de cocina encontradas enHuete presentan una diversidad de perfiles quecorresponden a formas de vasijas cuyo uso prin-cipal estuvo destinado a la elaboración de ali-mentos que se consumían a diario a que sirvieronpara conservarlos por algún tiempo. La cerámicacomún, tan abundante numéricamente y contantas formas diferentes, todavía no cuenta conun estudio detallado que signifique todo el posi-ble desarrollo de su uso; bien es verdad que se vacontando con clasificaciones y tipologías queayudan a encuadrar los hallazgos que se produ-cen en las excavaciones. Apoyados en estos estu-dios, trataremos de incluir y estudiar las piezasque presentamos globalizándolas dentro de lasfunciones o servicios a que estuvieron destina-

das. Las piezas se componen de arcillas biendecantadas a medianamente depuradas, con des-grasantes medianos, gruesos o muy gruesos, coci-das en ambienes oxidantes, reductoras y mixtasy, en la mayoría de los casos, realizadas a torno.

Para Época Republicana y Altoimperial, lasollas constituyen el grupo de recipientes mejorrepresentados. Su abundancia en el yacimientoresulta lógica, sobre todo si tenemos en cuentaque, aun en nuestros días, constituye el instru-mento de cocina más universal por estar ligado ala cocción de cualquier tipo de alimento y a laelaboración de guisos. Son productos de uso coti-diano y escaso coste. Se han distinguido diversasvariantes como: ollas bitroncocónicas detradición ibérica, fechadas entre inicios delsiglo II al 40/30 a. C. (Figura 13.5) y ollas conborde vuelto hacia fuera (Vegas 1), concronología de la segunda mitad del siglo I a. C.hasta el siglo I d. C. (Figura nº 13.6). Otro tipo derecipiente bien documentado son las fuentes,formas de diámetros medianos o grandes, cuyascaracterísticas funcionales o de acabado permi-ten pensar en su empleo como recipientes decocina o auxiliares en la preparación de alimen-tos. El tipo de fuente documentada en Huetecorresponde a imitaciones de barniz rojopompeyano.

Para Época Bajoimperial hemos documenta-do ollas de diversas variantes: ollas con bordevuelto hacia fuera, caracterizadas por no pre-sentar apenas cuello, paredes decoradas conestrías tanto internas como externas, coccionesreductoras y superficies buriladas; ollas convisera (Formas Cartagena) de borde bífido,visera y paredes de tendencia globular u ovoide(Figura nº 14. 1 y 2). Existen multitud de varian-tes. También se han documentado cerámicas decocina (ollas) importadas de África. Los talle-res se sitúan en el norte de Túnez, concretamen-te en Cartago, talleres relacionados con los queproducían sigillata africana A y D (Tortorella,1987, 299) (Figura nº 14.3). Los citados recipien-tes se caracterizan por presentar dimensionesvariables, tienen un cuello pequeño y ancho, losdiámetros de los bordes oscilan entre los 16 y 22cm., y la mayoría presenta asas.

En Huete encontramos numerosos fragmen-tos de vasijas de mesa. Estas cerámicas pose-en un buen acabado. Son alisadas tanto superfi-

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7. El estudio que aquí se expone no muestra por com-pleto todo el número de tipos cerámicos, tanto decocina como de mesa y transporte, que con seguridadexistieron en Huete, tipos que no pueden faltar parauna completa actividad culinaria y doméstica, nos

referimos a cazuelas, platos, morteros, tapaderas ycuencos, que, debido al grado de fragmentación quepresentan, no ha sido posible adscribir a una tipologíaprecisa.

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cial como interiormente. En ocasiones puedenllevar un engobe beige en la superficie externa.Para Época Altoimperial, entre las formas docu-mentadas, podemos mencionar las jarras, vin-culadas al consumo de agua o leche caliente ofría (Figura nº 14.4). Las pastas son de tonalida-des claras, siempre de cocciones oxidantes, lostonos pasan por naranjas, castaños, rosados yocres. Son pastas porosas, de mediana a biendecantadas, la superficie puede llevar un engobeo estar alisada. Siguiendo la tipología de Vegas,diferenciamos varios tipos y subtipos: Jarrascon visera o anillos en el cuello (forma 37A), jarras con dos asas y cuello largo, fechadas en

el siglo I a. C. hasta mediados del siglo I d. C.Llama la atención el gran número de asas debotellas y jarritas que se han encontrado; Jarrascon cuello que se estrecha hacia abajocon borde en sección triangular (Vegas39), datadas desde el 50 a. C. hasta la segundamitad del siglo I d. C.; y jarras de cuello corto yestrecho hacia abajo, fechadas entre el 50 a. C. yel 50 d. C. Según Mª Ángeles Sánchez, estasjarritas pertenecen a la forma IV y se fecharíandesde Época Flavia (primera mitad del siglo II)hasta el siglo IV d. C.

Para Época Bajoimperial podemos mencionarla presencia de botellas, destinadas a la conser-

Fig. 14. Cerámica común de cocina Bajoimperial: 1 y 2: Ollas con visera (Formas Cartagena).3: Olla importada de Áfri-ca.3: Olla importada de África. Cerámica común. Vasijas de mesa Altoimperial: 4: Jarra. Vasija de mesa

Bajoimperial: 5: Botella. Vasijas de almacenaje y transporte: 6: Dressel 2-4 y 7: Dressel 7/Beltrán 1 (Dibujos C. Sierra).

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vación y servicio del vino y de otros líquidoscomo el vinagre, el agua o el aceite (Figura nº14.5). Su cuello estrecho impedía su uso para ver-ter alimentos o preparados de cierto espesor.Podemos distinguir: botellas de borde biselado yestrías internas, con el cuello estrecho. La mayo-ría de los ejemplares encontrados en los diversosyacimientos se fechan a partir de los ss. III y IVd. C.

Vasijas de almacenamiento y transpor-te de provisiones

Dentro de este grupo contemplamos aquellasvasijas cuya función fue la de transportar y/oconservar y almacenar alimentos, con indepen-dencia de que en los grupos anteriores ciertosrecipientes hubieran desempeñado semejantefunción. Los restos de este tipo de vasijas sonmuy numerosos en los yacimientos de épocaromana, ya que su función propia de transportey conservación de alimentos hizo que se desarro-llara su producción con gran profusión, identifi-cándose diferentes modelos según el productoque estuvieron destinados a contener.

En esta serie podemos incluir a las marmitas,dolia, orzas, alcadafes y lebrillos de grandesdimensiones, junto con ánforas de transporte delíquidos y salazones. Las pastas suelen ser de tex-tura bizcochada, con desgrasantes medianos ogruesos, con intrusiones de color oscuro. Loscolores de estas pastas son claros, predominandolos tonos blanquecinos amarillentos y rosado-anaranjados.

En el caso de Huete, el conjunto de los mate-riales de transporte y almacenamiento se realizana torno, los tipos pertenecen en su mayoría alebrillos, tinajas y ánforas, siendo éstas últimasmayoritariamente importadas de la provincia dela Tarraconensis, cuyo hallazgo en contextos cerra-dos (barcos hundidos) las ha convertido en unmaterial relativamente bien datado y en un exce-lente fósil director e indicador de primera manopara el análisis de las relaciones económicas ycomerciales entre áreas cercanas o provinciaslejanas. De Época Altoimperial se han documen-tado recipientes Dressel 2-4 del taller deTarragona (Figura nº 14.6). La forma es un reci-piente vinario inspirado en prototipos orientales,que se imitan desde mediados del siglo I a. C. enItalia y que se convertirán en modelo para crearenvases propios en amplias zonas del Mediterrá-neo Occidental (Tarraconense, Bética y Galia),alcanzando también Gran Bretaña. En el yaci-miento se documentaron también recipientesDressel 2-Beltrán 1, ánforas preparadas parael transporte de las salazones de pescado, produ-

cidas mayormente en la Bética. Cronológica-mente, se sitúan en el segundo cuarto del siglo Ia. C. hasta inicios del siglo II d. C. (Figura nº14.7).

Para Época Bajoimperial se ha documentadola forma Keay 68/91, contenedor de dimensio-nes reducidas, probablemente de origen tarraco-nense, aunque en un principio se pensó que sola-mente fueron producidas por talleres de laProconsularis (Keay, 1984). Cronológicamente,este tipo está presente en contextos que abarcandesde la primera mitad del siglo IV hasta media-dos del siglo V d. C.

Lucernas

Se ha realizado un estudio sobre tres frag-mentos cerámicos, pertenecientes a dos tipos delucernas. El combustible de las lucernas era elaceite, por ello, más que la comercialización delobjeto en sí, será el desarrollo del cultivo delolivo lo que estimule su productividad.

A la hora de realizar el estudio de las lucernasencontradas en Huete nos encontramos convarios problemas:

1) No pertenecen a estratos cerrados, por loque su cronología se establece a partir deparalelos formales.

2) Debido a su funcionalidad y bajo coste deproducción, la demanda de lucernas fuemuy elevada. Por ello, las produccionesoriginales eran imitadas en los tallereslocales, a través de intercambio de moldes.Por esta razón, las marcas de taller no sonválidas para establecer la procedencia decada una de las formas.

3) No se han encontrado hornos y moldessituados en zonas próximas.

4) No se han relizado análisis de pasta, aun-que no sería demasiado útil, dado que lostalleres originales también cambiaban depastas con frecuencia (Morillo Cerdán,1990, 163).

Los fragmentos estudiados son los siguientes:1) un fragmento de lucerna que conserva en sec-ción la mitad de infudibulum, excepto la base, elrostrum, que es ovalado, el orificio de iluminacióncircular y el discus, también ovalado. No apareceel orificio de iluminación circular y el discus, tam-bién ovalado. No aparece el orificio de alimenta-ción, ni presenta decoración en relieve. La super-ficie frontal del discus es plana, mientras que elperfil del infundibulum tiene forma ovalada. Lapasta es dura, de sonido metálico y de color na-ranja claro. Presenta un engobe en distintas tona-lidades, repartidas sin forma definida desde el

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marrón oscuro cercano al pico y a la base, pasan-do del rojo oscuro en la zona frontal del disco alnaranja fuerte. Las medidas de este fragmentoson 5.9 cm de largo, 2.1 cm de alto, 1.3 cm. deancho en la zona del disco. Encontramos susparalelos en el Tipo 1 de Bailey (1975-1996) conel número 1109-1110, y en la forma VI A de De-nauve, la forma 65 de Walters y la forma 7-8 deDressel. Según el estudio de Amaré Tafalla (1987),esta forma podrá datarse en los siglos I-II d. C.

Los otros dos fragmentos pertenecen a unamisma lucerna con asa y arranque de volutas. Deésta conservamos en sección, casi por la mitad,parte del rostrum o prolongación del infundibulum.La prolongación del discus o piquera es plana y deforma triangular. De ella parte, como decoración,

una pequeña moldura que se prolonga hacia loshombros de la lucerna a modo de voluta.

Las medidas del primer fragmento son: lapiquera, 2 x 2 x 1.05 cm.; la longitud hasta lazona de hombros, 3.05 cm.; la profundidad delinfudibulum, siempre 3.05 cm. La pasta es decolor amarillo-ocre, medianamente depurada. Elacabado, tanto de su superficie externa como lainterna, no es muy cuidado. Ambas superficiesposeen un engobe marrón claro-ocre, siendo enalgunas zonas más anaranjado. La superficie querodea al orificio de iluminación aparece quema-da por la exposición a la llama o mecha.

El asa es circular, de superficie plana. Pre-senta el mismo tipo de pasta que el fragmentoanterior y su superficie también posee un engobe

Fig. 15. Terra Sigillata. 1 a 5: Terra Sigallata Itálica (R. Arribas Domíngez).

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poco cuidado marrón claro-ocre. Sus medidasson: 2 cm de largo; 5 mm. en su zona más estre-cha y 1 cm en su zona más ancha o de unión conel infundibulum.

Corresponde, por tanto, a una lucerna devolutas de alguna de las variantes del tipo I(Loeschcke, 1919), con cronología entre Nerón ylos Flavios (s. I d. C.).

Las producciones de Terra Sigillata

Hasta el momento, los hallazgos de produc-ciones de terra sigillata documentados durante lasexcavaciones arqueológicas en el yacimiento a lolargo de la década de los 80 disponían de unconocimiento desigual, originado por la breve-dad y dispersión tanto cronólogica como espacialde las publicaciones referidas al tema. En estesentido, la primera de ellas, publicada enAlicante en 1987 por M. F. Galiana y Mª L.Ramos Sainz se configuraba como el estudiomonográfico de una pieza de forma Drag. 27,adscribible a producciones de Terra SigillataHispánica Altoimperial cuyo origen se establecíaen los alfares de Tricio (Galiana y Ramos Sáinz,1987, 135-137). La segunda, presentada al II

Congreso de Arqueología Peninsular, celebrado enZamora, por R. Arribas, y publicada en 1999 enlas actas correspondientes, recoge un mayornúmero de fragmentos, configurándose comouna introducción al conocimiento del yacimien-to y de las producciones de Terra Sigillata docu-mentadas en él (Arribas Domínguez, 2000, 354-357). En el año 1995 M. Zarzalejos y A. Morillo(1995, 159-182) publicaron una serie de hallazgosprocedentes de la denominada Cueva de losCabañiles, emplazada en el mismo términomunicipal y a una relativa corta distancia delyacimiento objeto de nuestro estudio. Por todoello, aprovechamos esta ocasión para ofrecer unestudio completo y definido, que recoge tanto laspublicaciones existentes con relación al tema,como aquellos ejemplares, que, por diversas vici-situdes, en su momento no pudieron ser analiza-dos en los estudios referidos.

Podemos destacar las producciones de TerraSigillata Itálica o Aretina, tipo cerámico quesustituye a las producciones campanienses.Aunque las formas y decoraciones deriven deéstas, el nuevo tipo cerámico presenta toda unaserie de características técnicas y formales que lehacen constituirse como una producción cerámi-

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Fig. 16. Terra Sigillata. 1 a 4: Terra Sigillata Gálica. 5 y 6: Terra Sigillata Hispánica Altoimperial. Motivos figurados (R. Arribas Domínguez).

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ca totalmente definida. Fabricada durante elcambio de Era, en talleres de la Península Itálica,en especial de Etruria y Campania, fue amplia-mente difundida por todo el Mediterráneo.Contó, además, con numerosos centros de pro-ducción, que no siempre estuvieron emplazadosen los territorios italianos. En este sentido, y den-tro de los ejemplares documentados en nuestroconjunto material, cabe destacar la presencia deun sigillum perteneciente a uno de los alfareroscuya producción alcanzó mayor dispersión:Cneo Ateius. Su importancia radica en elemporio comercial creado por él en época deAugusto y Tiberio, expandiendo sus talleresfuera del territorio itálico, en concreto en Lyon y

Pisa. De este modo, la oficina de Arezzo abaste-cía a la Italia Central, el taller de Pisa distribuíasus productos por todo el Mediterráneo y el delsur de la Galia, y, por su parte, la filial de Lyonsuministraría al limes (Figura nº 15.1 a 5).

La Terra Sigillata Sudgálica será la susti-tuta –a mediados del siglo I d. C.– del tipo ante-rior. Los centros de producción situados, exclusi-vamente, en el sur de la Galia arrebatan los mer-cados a las producciones precedentes y se confi-gura como el tipo cerámico más difundidodurante los siglos I y II d. C. Este tipo de pro-ducciones se encuentra bien representado dentrode nuestro conjunto material, aunque la ausenciade sigilla nos impide proponer un taller concreto

Fig. 17.1 a 4 Terra Sigillata Hispánica Altoimperial. Motivos de separación de metopas. (R. Arribas Domínguez)

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de procedencia del taller de La Graufesenque. Porlos que respecta a la cronología, si bien dispone-mos de algunas formas tempranas, el grueso delmaterial presenta unas características técnicas yformales que nos remiten a las producciones deépoca claudio-neroriana (40-60 d. C.), e inclusovespasiana (Figura 16.1 a 4).

El mayor porcentaje de fragmentos de nuestroconjunto material corresponde a las produccionesde Terra Sigillata Hispánica. Fabricadas endistintos centros productores de nuestraPenínsula, sustituyen en los mercados a los pro-ductos sudgálicos, a los cuales, en un principio,imitan. Estos productos hispánicos de Épo-caAltoimperial forman el grueso del conjunto cerá-mico de terra sigillata. De nuevo, la ausencia o ile-gibilidad de los sigilla nos impide conocer lostalleres alfareros concretos responsables de sufabricación. Sin embargo, tanto las características

formales, como los tipos decorativos y las texturasde pastas y barnices apuntan a su procedencia delos talleres riojanos de Tritum Magallum, existien-do, aunque en menor número, algunos fragmen-tos que pueden ser atribuidos al taller de Andújar.

Junto a los productos de Tricio y Andújar, esposible que un reducido conjunto de fragmen-tos, de características formales y decorativasheterogéneas, procedan de otra serie de talleres,de los que desconocemos su localización, asícomo su sistematización, aunque bien pudieranpertener –debido a su cercanía geográfica– a lasproducciones de ciertos talleres locales, entre losque podríamos mencionar el denominado tallerde Segóbriga (Sánchez la Fuente, 1991, 179), aun-que no podemos afirmar esta hipótesis conrotundidad.

Por lo que se refiere a las formas decoradas,las más representada son las formas Drag, 29 y

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Fig. 18.1 a 9. Terra Sigillata Hispánica Altoimperial. Motivos de círculos (R. Arribas Domínguez).

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Fig. 19. Objetos de bronce. 19.1: Grapa; 19.2: Regatón o contera; 19.3: Fíbula Anular Hispánica, 19.4: Anilla; 19.5:Anillo-sello; 19.6: Cabecera de Fíbula; 19.7: Fragmento de fíbula anular Hispánica; 19.8: Aguja; 19.9: Aplique decorativo; 19.10:

Botón; 19.11: Anilla (dibujos C. Taléns).

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37, y en menor medida, la Drag. 30.Respecto a las decoraciones empleadas en

estos vasos, el estilo mejor representado es elmetopado. Esta modalidad decorativa, en la quese rastrean reminiscencias gálicas, se puede dataren los últimos años del siglo I e inicios del sigloII d. C. Entre los motivos escogidos en nuestroestudio abundan los figurados (tanto humanoscomo animales y vegetales) (Figura nº 17.1 a 4).Por su parte, las producciones con el estilo deco-rativo de círculos también se encuentran presen-tes en el conjunto, aunque en menor porcentaje.La variedad compositiva de esta temática incluyetanto los círculos con motivos inscritos como losconcéntricos de friso corrido, pudiéndose fecharentre los siglos II y III (Figura nº 18.1 a 9).

Es preciso resaltar la presencia en el conjuntode varios fragmentos con decoración denomina-da hojas de agua a la barbotina, utilizada sobretodo en los labios vueltos de los bordes. Por otrolado, es interesante observar la existencia decerámicas que recuerdan, en algunos aspectos, aldenominado estilo de imitación (Zarzalejos,1991, 56).

Por lo que se refiere a las formas lisas, la másrepresentada es la Drag. 27. Diversos autoresfechan la producción de esta forma entre el sigloI y el IV d. C. (Mezquíriz, 1961, 60), aunqueotros sitúan el final de su producción en el sigloIII d. C. (Mayet, 1984, I, 73). También están pre-sentes ejemplares de la forma Drag. 18, cuya cro-nología se encuentra comprendida entre lossiglos I y III d. C. (Mezquíriz, 1961, 57-58), asícomo ejemplares de Drag. 24/25, forma queMezquíriz fechó como final de su producción enel siglo I d. C. (Mezquíriz, 1961, 59). En menorcuantía se documentan ejemplares de la formaDrag. 36 y de la hispánica 4, cuyas cronologíashan sido establecidas por diversos autores entrelos siglos I y III d. C. (Mezquíriz, 1961, 75) yZarzalejos (1991, 71).

En menor número, aunque también con unvolumen importante de fragmentos, destacan lasproducciones de Terra Sigillata HispánicaTardía, en las que predominan los ejemplaresde la forma Hispánica 37 tardía, en las que des-tacan las grandes series de círculos que llegan aocupar toda la superficie del vaso y que se fechana partir del siglo III y durante todo el siglo IV,solapándose con las producciones de TerraSigillata Clara llegadas desde los talleres delNorte de África, de las que también disponemosde ejemplos en nuestro conjunto material y quecierran, por el momento, nuestro estudio.

5.4. Fichas del juego

En el yacimiento de Huete se halló un peque-ño conjunto de fichas de juego, realizadas encerámica y piedra (Aguado et alii, e. p.).

A pesar de la importancia que podría teneresta línea de investigación, los estudios monográ-ficos que existen son muy escasos. Las fichas dejuego suelen apararecer en las publicaciones sim-plemente nombradas o, a lo sumo, identificadascomo tales dentro del conjunto de materialescerámicos de cada yacimiento. Los estudios enlos que se analizan como piezas relacionadasentre sí y con una funcionalidad diferenciada sonprácticamente inexistentes. En cuanto a otrosobjetos arqueológicos relativos al juego, comoson los tableros de los denominados juegos demesa, sólo se han publicado algunos estudios,entre los que podemos cietar los de Conimbriga(Ponte, 1986), Mulva (Fernández Gómez, 1997) eItálica (Bendala, 1973); así como los realizadossobre los materiales de la villa de El Saucedo(Talavera la Nueva, Toledo) (Aguado Molina etalii, 2001, 139-158).

Los romanos eran muy aficionados al juego yen él invertían buena parte de su tiempo libre. Sepracticaban juegos de azar y de estrategia que sejugaban con un tablero, fichas y dados, siguiendounas reglas establecidas. Si no se tenía un tablerode juego a mano, se improvisaba haciendo unaslíneas en el suelo de los foros, de las termas, delteatro, de las calles, etc., o esgrafiándolo en pie-dras, ladrillos o tégulas, labrándose, inclusosobre maderas preciosas o mármol.

El conjunto de los materiales estudiados reco-gidos en la campaña de 1987 se compone tansólo de seis piezas discoidales, cuatro de cerámi-ca y dos de piedra. Las piezas documentadas queestán realizadas en cerámica corresponden a lassiguientes tipologías: la H7 122; es de Tipo 4 deCastro y Curiel y Grupo F (4, 4-4,7 cm.); H7 123:Tipo 2/3 Castro Curiel y Grupo C (2, 9-3,3 cm.);H7 124: Tipo 3 de Castro Curiel y Grupo E (3,9-4,5 cm.); H7 125: Tipo 3 de Castro Curiel yGrupo D (3, 4-3,8 cm.) (Aguado et alii, 2001)(Figura nº 23.1 a 6).

Estas fichas habrían sido utilizadas en los lla-mados juegos de reflexión, muy popularesentre los romanos, que consistían en la habilidadde hacer mover, según ciertas reglas, las piezassobre un tablero (tabulae lusoriae, tabulae aleato-ria o abaci) (Costas Goberna e Hidalgo Cuñarro,1997; VVAA, 2001).

Los juegos más practicados entre los romanoseran el Juego de las damas, el Juego pordinero, Juego de los soldados, o Ludus

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Latrunculorum, siendo éste último el juego máspopular del Imperio Romano. Se han encontra-do numerosos tableros, que varían de tamaño.Fue un juego de estretegia parecido, de algúnmodo, al ajedrez moderno y a las damas. Sesimulaba el campo de batalla, finalizando encuanto uno de los participantes lograba dejar aladversario sin fichas o sin poder mover ninguna,siendo proclamado imperator. Las Tablas Rea-les o Doce líneas (Duodecim Scripta) tenía porobjetivo que todas las piezas de un jugador atra-vesaran el tablero hasta el cuadrado final(González Fernández, 2001, 159-174).

Los juegos de alineamiento fueron tam-bién muy populares, presentando diversasvariantes, como: Tres en Raya, Alquerquede XII, Alquerque de IX o molino8.

5.5. Hallazgos monetarios

En el proceso de excavación se han docu-mentado varias monedas en bronce, habiéndosepodido clasificar correctamente sólo una de ellas.Entre éstas, cabe mencionar un as de Turiaso (2a. C. - 14 d. C.); una as republicano; un dupon-dio de Cómodo (175-192 d. C.), de cronologíaprobablemente del 183 d. C.; tres ases de finesdel s. III y s. IV; y, finalmente, otras dos com-pletamente ilegibles.

F. Galiana y Mª L. Ramos Sáinz citan laexistencia de varias monedas que estaban enposesión de un vecino de Huete. Las autorasdestacan los hallazgos monetarios ibéricos delas cecas de Arse (Sagunto, Valencia); Bilbilis(Calatayud, Zaragoza); Titiakos (Villa de laBobadilla, Tricio, Logroño) y Sekaisa (Belmontede Gracián, Zaragoza), todas ellas con cronolo-gías no más allá del 133 a. C.; así como mone-das republicanas fechadas a partid el 105 a. C. yhasta época de Augusto (Galiana y RamosSáinz, 1987, 134) 9.

En el Catálogo del Gabinete de Antigüedadesde la Real Academia de la Historia se citan dosmonedas procedentes de Huete (Nº inv. 1567 y1766), de la ceca de Sekaisa (Zaragoza) y deKonterbia Karbika (segunda mitad del s. II a. C.)(Ripollés y Abascal, 2000).

Conocemos el hallazgo en 1860 de variosejemplares monetarios: un denario de plata de

Tiberio; un bronce de Claudio y dos bronces deDominiciano, consulado VIII, IX desginación(28 d. C.) (Exp. GA/1860/7(1)).

5.6. Objetos metálicos (bronce e hierro)

El planteamiento llevado a cabo para el estu-dio de estos materiales de bronce se base enla búsqueda de funcionalidad a través de parale-los tipológicos que permitan otorgar una crono-logía aproximada.

En Huete encontramos algunos objetos quepudieron ser de uso personal, como fíbulaAnular Hispánica, corresponde al modelo“4b”, denominado de “navecilla” en la tipologíade E. Cuadrado. Es un tipo muy difundido portodo la Península Ibérica durante el siglo IV a. C.perdurando hasta el I a. C.; un anillo sello,compuesto de chatón circular de sección plana,con un motivo zoomorfo inciso, quizás una gace-la (Figura nº 19.5); una cabecera de fíbula(Figura nº 19.6), que, a pesar de su fragmenta-ción, podría tratarse de una fíbula anularHispánica; fragmento de una fíbula muydeformada y en mal estado de conservación, loque impide detallar con certeza el diseño originalde la pieza, aunque probablemente se trataría demateriales de una fíbula Anular Hispánica(Figura nº 19.7); una aguja de gran tamaño,para trabajo de materiales de cierta dureza(Figura nº 19.8); un aplique decorativo(Figura nº 19.9); un botón circular, sin deco-ración (Figura nº 19.10); y, por último, un frag-mento de fíbula del tipo Aucissa, tipo conuna gran dispersión geográfica desde comienzosde tiempos de Augusto hasta finales del s. I d. C.e incluso II d. C. (Alonso Sánchez, 1984).

Como elementos de sujeción se hallaronuna grapa en forma de “Z”, con una cartela en laque se puede leer “ARCILVS”, el posible taller demanufactura (Figura nº 19.1); dos anillas (Figuranº 19.4; nº 19.11); un elemento de sujeción oremache; una lámina o clavo; siete fragmentosde ganchos; un clavo; y un fragmento de asa.

También encontramos entre los objetos debronce elementos de armamento: un posi-ble regatón o contera, semejante a los apare-cidos en contextos ibéricos realizados general-mente en hierro, cuya cronología rondaría entorno a los ss. IV-III a. C., aunque también, aten-

8. Una descripción detallada de caja juego se halla enAguado Molina et alii, 2001 “Juegos domésticos en laHispania Romana. Las fichas de juego de la villa de ElSaucedo (Talavera la Nueva, Toledo)”, Actas del IIEncuentro Hispania en la Antigüedad Tardía: Ocio y

Espectáculos, Alcalá de Henares, 15-17 de octubre, 1997y en Aguado et alii, e. p.

9. Las autoras señalan su publicación por DuránCabello, pero nunca salieron a la luz.

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Fig. 20.1 a 20.3. Astas trabajadas. (Equipo de excavación); 20.4 a 20.6- Objetos de Hierro (Dibujos M. Aguado)

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diendo a su descripción, podríamos catalogarlocomo un clavo de los utilizados en el mundoromano y tardorromano para arreglar piezasdeterioradas; un remate de empuñadura deespada o puñal, que presenta semejanza tipo-lógica con una empuñadura de espada halladaen la Necrópolis Ibérica de “El Tesorillo”(Agramón-Hellín, Albacete), del s. IV a. C.(Broncano et alii, 1985).

Hay otros objtos que por su pésimo estado deconservación se incluyen como objetos de usoindeterminado: una lámina rectangular; un frag-mento de lámina, etc.

Si atendemos a elementos como la fíbula anu-lar hispánica, el posible regatón o la empuñadu-ra de espada, podemos afirmar que el yacimien-to estaba ya en pleno apogeo durante la II Edaddel Hierro (Argente Oliver, 1944 y MartínMontes, 1984). Por otra parte, la fíbula tipoAucissa, la aguja, el anillo, etc., ponen al descu-bierto la llegada de la romanización, que duran-te un tiempo debió de compartir la escena cultu-ral. La cronología de estos objetos propiamenteromanos abarcarían desde Augusto hasta el sigloII d. C. y posteriormente.

En cuanto a la técnica, la falta de complejidadque su elaboración requiere hace innecesaria laexistencia de talleres especializados. Por tanto, sumanufactura sería de ámbito local con unapequeña fragua.

Los materiales de hierro recogidos en lascampañas de excavación efectuadas en este yaci-miento son escasos, pese a que sueler ser fre-cuentes y abundantes los restos de objetos de estematerial en cualquier yacimiento de época roma-na. Se trata de materiales procedentes de lascampañas de excavación de 1985, 86 y 87 y detodos los cortes abiertos en ellas excepto losdenominados F y D, del área A. En general, seencuentran en malas condiciones de conserva-ción, lo que dificulta su identificación.

Para establecer la morfología y a partir de ellala identificación funcional de cada objeto se haoptado por un análisis tipológico previo al estu-dio comparativo sobre la base de los paralelosexistentes, tanto a escala arqueológica comoetnológica. Por otro lado, diversos autores desta-can la fuerte continuidad observable entre el ins-trumental de hierro en época ibérica, romana yvisigoda-altomedieval, por lo que se encuentranparalelos para cada tipo de útil con mucha facili-dad, aunque, derivado de esta circunstancia, nosencontramos con el problema de que la cronolo-gía es enormemente imprecisa.

Por último, podemos establecer su procedi-miento de fabricación en la forja, que abarca las

técnicas de fundición y modelado por martillea-do del hierro.

Son abundantes las escorias de fundición y,entre los elementos de construcción, se encuen-tran varios clavos de diferentes tamaños. Son unmínimo de trece (entre los 3 y los 11 cm. de lon-gitud) y poseen mayoritariamente una cabezaredonda. Varios de ellos (los de mayor tamaño)se corresponden con la tipología clásica de losclavos de viga. Uno en concreto presentaba res-tos de madera carbonizada adheridos en elmomento de la excavación. En general, aparecenel el área B, zona interpretada como un aterraza-miento para edificar viviendas, tabernas, etc.,pudiendo, por ello, corresponder a las cubiertasde alguno de estos espacios privados. Varios vás-tagos sin cabeza podrían interpretarse igualmen-te como clavos, o bien, como instrumentos decarpintería (del tipo de los punzones) o comopuntas de instrumentos de armamento.

En cuanto a los útiles reconocibles, encontra-mos en el yacimiento de Huete una aguja conorificio ancho, del tipo de las empleadas para eltrabajo del esparto (artesanía de la cestería);varias grapas de sujeción, para la cerámica(lañas) o para la construcción; placas de re-mache, quizá correspondientes a un enmanguede útil; varias argollas de doble vástago, delas que conocemos por paralelos etnográficosargollas para ser encajadas en los muros, conobjeto de permitir atar las riendas de las caballe-rías o suspender objetos diversos (FernándezOchoa, 1986), de las que una apareción con res-tos del enlucido de la pared en la que estuvoinserta; un instrumento agrícola, del quesólo tenemos noticia de su aparición y que, portanto, no podemos identificar con exactitud; unfragmento de sierra, posiblemente asociada altrabajo de carpintería o de jardinería; una llave,para la que existen innumerables paralelos en losde hojas de cuchillo o tijeras (una de ellasaparece partida en dos). No podemos establecersi pertenecieron a cuchillos de cocina o a tijeraspara esquilar o para el trabajo textil, siendo todasellas funciones posibles de estos tipos de hojas dehierro de mediano tamaño (Figura nº 20.4 a 6)(Plá Ballester, 1969; Marque Mayor, 1980;González, 1980; Mingote Calderón, 1990, paralos paralelos etnográficos; Aguado, Jiménez yRecio, 1999, 411-433).

Los fragmentos estudiados incluyen algunoselementos de plomo (procedentes del Corte BD,un espacio de hábitat), entre los que destaca unaposible grapa para la construcción.

En conclusión, podemos avanzar que, pese ala parquedad de los datos que presentamos, en el

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espacio de hábitat privado (área B del yacimien-to) que ha sido excavado hasta ahora, se levanta-ron cubiertas de edificaciones con la tecnologíacaracterística de la época (vigas de maderaensambladas y remachadas con clavos), que laspuertas de estos edificios se cerraron con llavesde metal y que en elguno de estos espacios sealmacenaron instrumentos para el trabajo de lamadera, para la artesanía textil o el esquilado dela lana y para el trabajo agrícola, por lo queencontraríamos referencias del conjunto de lasactividades productivas básicas que pudieronhaber sido desarrolladas por una parte de lapoblación de esta ciudad de Huete.

Con respecto al alcance de este estudio, pode-mos decir que, para obtener una informaciónmás amplia y precisa, sería necesario continuarel proceso de excavación. Sólo ésto permitiríareconstruir formas de vida, estrategias producti-vas y el proceso de evolución de la estructurasocioeconómica del yacimiento en el ámbito his-tórico.

5.7. Objetos de hueso trabajado

A continuación presentamos el conjunto demateriales de hueso trabajado, compuesto poruna aguja para el pelo (acus crinalis), una aguja decoser, un mango de cuchara, un punzón, tresfragmentos de asta trabajada, y varios fragmen-tos de varillas que podrían haber servido comoacus crinales o simples agujas de coser. Procedendel Corte B, excavado en las campañas de 1986y 87. Ésta es una zona identificada a priori comode hábitat doméstico, pues los restos arquitectó-nicos hallados en ellas se interpretan comomuros de aterrazamiento destinados a permitir laconstrucción de casas en una zona de pendientepronunciada como es la ladera Norte del Cerrode Álvar Fáñez.

Los objetos estudiados se reducen a elemen-tos de adorno personal y cosmética y una repre-sentación pequeña de los útiles empleados en laactividad textil (aguja de coser). Todos ellos estánfabricados en hueso y asta y son característicosde ambientes domésticos, lo que se relaciona conla funcionalidad atribuida al espacio en que fue-ron hallados, como se indicó anteriormente.

Las acus crinales (Figura nº 21.1) poseenuna cabeza cónica, con moldura anular decora-da, varilla delgada de sección circular y formaapuntada decreciente, con la punta rota. Mide10’7 cm. de longitud y la decoración que presen-ta en la moldura anular y arranque del fuste con-siste en diversas acanaladuras incisas oblicuas.Este motivo decorativo parece ser relativamentefrecuente. Podría asimilarse a las denominadas

como de “cabeza de rueca”, según Ávila Françay Tavar (1968), aunque presenta particularidades.Pese a que acabado es bueno, no puede conside-rarse una pieza de gran calidad, probablementefuera fabricada en un taller local.

Algunas agujas con decoración parecida sedocumentan en Complutum (Rascón Marqués etalii, 1995), en la Villa de Torre Águila (RodríguezMartín, 1991-92), en diversos yacimientos estu-diados por López Ferrer (1993), en el Castro deIruña (Baldeón y García, 2000), en excavacionesde la provincia de Navarra (Tabar Sarrias y UnzuUrmeneta, 1985) y en los fondos del MuseoArqueológico de Cádiz.

Las acus crinales eran uno de los útiles máscaracterísticos del mundo del adorno personalfemenino, el mundus mulieris, en época romana.La funcionalidad que se les atribuje generalmen-te es la que indica su nombre, una aguja parasujetar el pelo y configurar peinados o tocados(sujeción del velo), ejerciendo de elemento deco-rativo en ocasiones. Sin embargo, todos los auto-res consultados admiten otras posibilidades,como la de que siervieran para separar los cabe-llos mientras se configuraba el peinado (en cuyocaso se denominarían acus discriminales, segúnDaremberg y Saglio (1999), o bien para aplicartintes o cosméticos, principalmente perfumes,tanto al pelo como al rostro. Proponen tambiénque sirvieran a modo de fíbulas para sujetarprendas de vestir. Incluso, Borodia Melendo(1998) las identifica como posibles estiletes confunción médico-quirúrgica. Así pues, como seobserva, serían útiles polifuncionales, aún estan-do generalmente relacionados con el mundo delembellecimiento de la mujer.

La acus (aguja de coser) está fracturada porambas partes (Figura nº 21.2). En consecuencia,la punta se ha perdido, mientras que el otroextremo la fractura se ha producido justo por lazona del orificio (perforación para enhebrar enforma de ocho). Al igual que las acus crinales, esta-mos ante una varilla de sección circular con diá-metro descendente hacia la punta, que mide 6’9cm. de longitud, 3 mm. de ancho mínimo y 5mm. de ancho máximo. También tenemos otraacus con la punta fragmentada, pero conserva lacabeza con su orificio de sección rectangular(Figura n1 21.7).

Se han realizado distintas clasificaciones. Unade ellas atiende a la relación cabeza-ojo. MaríaLópez Ferrer pone en relación las acus de cabezaredonda con el ojo en forma de ocho. En cam-bio, en otros artículos se observa la vinculaciónde este tipo de agujero con acabados planos ysección rectangular. La fabricación de los aguje-

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Fig. 21. Materiales de Hueso. 21.1: Acus Crinales; 21.2: Acus; 21.3 a 6: varillas; 21.7: Acus; 21.8: Lígula; 21.9: Punzón(dibujos M. Aguado y O. Jiménez).

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ros en ocho se lograría efectuando dos agujeroscirculares tangentes. Alarçao et alii (1979) apun-tan la posibilidad de que, en algunos casos, estetipo de orificio fuera el resultado del desgaste porel uso de uno doble circular. Y en cuanto a sufunción, se plantea que el hecho de tener un ojode talla diferente al orificio circular normalpueda deberse al efecto de pasar a un mimotiempo hilos de distinto grosor a través de él(López Ferrer, 1993), o bien, para la confecciónde tejidos de trama abierta o de cuero (Baldeóny García, 2000). Podría corresponder al tipo IIIó IV de López Ferrer y a los tipos I (cabezaplana-agujero longitudinal) ó III (cabeza apunta-da de sección plana-agujero longitudinal) deComplutum, según Pedreira et alii (1995-96).Rodríguez Martín (1991-92) realiza una tipologíaatendiendo al orificio.

Paralelos de este tipo de aguja de coser losencontramos en Complutum, Conimbriga, la Villade Torre Águila, el castro de Iruña, y Veleia(Baldeón y García, 2000), en Tiermes (ArgenteOliver y Díaz Díaz, 1994), en el Portus Ilicitanus(Sánchez et alii, 1986) y en diversos yacimientosde Navarra (Da Ponte, 1978).

La morfología de estos instrumentos es muysimilar en todas las regiones del ImperioRomano y durante todo su período de vigencia.Con respecto a su funcionalidad, siguiendo losestudios realizados por diversos autores, entrelos que destaca el de J. P. Wild (1970) (citado porPedreira, 1995-96), sobre diferentes yacimientoseuropeos, el uso de estos objetos no estaría enrelación con la manufactura de tejidos finos paraprendas de vestir, sino más bien con la de otraclase de tejidos industriales o de los que poseenuna trama ancha (como la lana) o para cuero. Engeneral, la confección de sacos o redes de espar-to y de utensilios de cestería requeriría elempleo de agujas gruesas y largas, del tipo de lasfabricadas en hueso. También podrían haber ser-vido como pasadores o para fijar vendajes.Debemos destacar que en el yacimiento fuehallada una aguja de bronce de grandes dimen-siones (15’3 cm. de longitud), que se ha puestoen relación con la primera de estas utilidades(Taléns, 1999). La funcionalidad más precisa decada una de las morfologías es difícil de estable-cer en tanto no se realicen estudios más exhaus-tivos, pero respecto a las agujas con doble orifi-cio, diversos paralelos etnográficos llevan a pen-sar que se habrían utilizado para trabajar condos hilos (características del trabajo de cestería)y para evitar que el hilo se deshilachara en tra-bajos de tapicería.

Diversos fragmentos de varillas halladosmuestran una sección circular con diámetro des-

cenciente hacia la punta. Estas varillas podríanpertener tanto a acus crinales como agujas decoser (Figuras nº 21.3 a6).

Del fragmento de una pequeña cucharilla(ligula) se conserva el mango, aunque éste pre-senta una fractura en la parte inferior. Con res-pecto a la cazoleta, se puede intuir que poseeforma redonda, ya que tan sólo conservamos elarranque de la misma en conexión con el mango.Presenta 6’3 cm. de longitud, 4 cm. de grosor enel mango y 2 mm. de grosor en la cazoleta(Figura nº 21.8).

Este tipo de cucharitas era empleado general-mente para la aplicación de cosméticos o para elpreparado de productos farmacéuticos, según laopinión de diferentes autores. La mayor parte delos paralelos de las ligulae de cazoleta redondaestán fabricados en bronce, estando más relacio-nadas con la función médico –quirúrgica(Borobia Melendo, 1988). Cucharillas similaresen hueso se encuentran en Complutum y entre losfondos del Museo de Cádiz, entre otros.

El punzón está realizado en un hueso largo,que presenta una punta muy definida gracias aun elaborado trabajo de tallado (Figura nº 21.9).Muestra una fractura en su parte superior, y mide4’4 cm. de longitud. Este útil podría estar rela-cionado con el trabajo del cuero, más concreta-mente con la perforación de la piel para obtenerorificios por donde insertar los hilos.

Se documentaron, así mismo, tres astas tra-bajadas, pertenecientes a la luchadera primera deciervo (Figura 20.1 a 3). Resulta muy dificil daruna funcionalidad conreta para estos objetos,debido fundamentalmente a la ausencia casi totalde estudios mongráficos de este tipo de materia-les para época romana. Del conjunto de publica-ciones consultadas se pueden extraer una granvariedad de usos posibles:

1.- mangos de útiles (Liesau, 1988; GarcíaRozas, 1999; López Padilla, 1995). Seencuentran paralelos en el Soto deMedinilla, en el yacimiento celtibérico deMadridanos (Zamora) y en el Castillo de laTorre Grossa (Xixona, Alicante);

2.- posible cama de bocado de caballo, comolos ejemplares de Manganeses de laPolvorosa (Zamora), citado por GarcíaRozas (1999);

3.- soporte para llevar el control de cuentas.Argente Oliver y Díaz Díaz (1994) estudianun ejemplar hallado en Tiernes que presen-ta varias líneas incisas. Dado que nuestraspiezas se encuentran en proceso de fabrica-ción, no podemos descartar para ellas unafunción relacionada con la contabilidad;

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4.- colgante de uso personal. Una de las astaspresenta un orificio que nos indicaría laposibilidad de que estuviera pensado paraser colgado;

5.- parte de mobiliario.Las astas trabajadas están muy bien docu-

mentadas desde época prehistórica, perdurandosu tradición en la cultura celtibérica.

En lo concerniente a su fabricación, podemosdestacar que no se trata de un material difícil detransformar, pudiendo pensar que se fabricaríanen talleres locales de artesanía no especializada,lo cual confirma el estado inacabado de nuestrosobjetos.

5.8. El vidrio

Las principales formas que aparecen en elyacimiento son las comunes en un asentamientoromano 10, sin embargo, la frecuencia de las for-mas queda supeditada al proceso de identifica-ción de las piezas, que ha resultado bastante pro-blemático, dada su fragmentación. La mayorparte de los ejemplos proceden el sector B. Elmarco cronológico en el que quedan limitadoslos restos descubiertos se corresponde con elsiglo I hasta el V ó VI d. C. El porcentaje devasos de Época Tardía (57%) es algo superior algrupo datado en los ss. I y II (43%), aunquehemos de tener en cuenta que el periodo consi-derado como Bajo Imperio y Tardía Antigüedades más largo (III-V d. C.) y que en estos siglos elvidrio alcanzó una gran popularidad, sustituyen-do en parte a la cerámica en las vajillas de mesa.Detallamos a continuación los tipos concretosque aparecen en cada periodo.

En Época Altoimperial se han documen-tado botellas, de las que tres ejemplares se pue-den identificar con Is. 50, 51, 84 ó 90. (Figura nº22.1). El resto –nueve ejemplares– no puede ads-cribirse a ningún tipo en concreto. Tambiéncuencos de costillas, de la forma Is. 3 (12),exclusivos en este caso del siglo I (Figura nº22,2). Otros tipos de cuencos son de tipo Is. 20(1) e Is. 44 (1) (Figura nº 22.3). Los platos son detipo Is. 23, (1); Is. 23 ó 49 (1) (Figura nº 22.4). Lascopas se adscriben a Is. 12 (1) e Is. 36 a (1) y loscántaros a Is. 38 a (3).

Para Época Bajoimperial y Tardía sehan identificado cuencos Is. 96 (1); Is. 116 (3) eIs. 116 ó 117 (1); platos: Is. 5 (1); Is. 97 (5); e Is.

97 (1); vasos cónicos Is. 106 (2); Is. 106 ó 107(1) (Figura nº 22.5); copas: Is. 109 (1); e Is. 109b(1); ollas Is. 67 a (1); y ungüentarios Is. 68 (2)(Figura nº 22.7).

A parte de estos elementos que formabanparte de la vajilla de mesa o, en caso del ungüen-tario, del ajuar doméstico, se han hallado otraserie de ejemplares diversos, como un pequeñofragmento de galbo de color azul cobalto, conuna banda de pintura blanca incrustada en lasuperficie; varios fragmentos de vidrio de venta-na plano traslúcido, casi todos ellos de color azulo azul verdoso, como es usual, con un grosor entorno a los 2 mm. (Figura nº 22.9); dos fragmen-tos de vidrio traslúcido incoloro, que parecenhaber formado parte de la decoración de unacaja o arqueta de madera, posiblemente de latapa; dos cuentas de collar (Figura nº 22.8); unacabeza de alfiler y una posible ficha de juego,además de numerosos fragmentos que no hanpodido ser identificados.

5.9. El vaso litúrgico

Esta pieza, descubierta en 1986, presenta unaprofunda concavidad de sección circular talladaen un bloque troncopiramidad de piedra caliza.Su decoración es muy simple, en forma de inci-siones en las cuatro caras y vértices de la pieza,todas ellas colocadas en órdenes simétricos y conun ritmo de frecuencia (Figura nº 23.7; nº 23.8).Es difícil datar con precisión esta pieza, aunque,generalizando, podemos decir que fue realizadaentre los siglos V-VI, es decir, dentro del arte his-panovisigodo, que ha ido evolucionando del artepaleocristiano y bajoimperial de fines del Impe-rio. Esta evolución tuvo lugar en diferentes cen-tros, creándose una serie de prototipos que seránasumidos por el arte aúlico de la corte toledanay, desde aquí, se irá expandiendo durante todo elsiglo VII, poco antes de la irrupción islámica.

La técnica utilizada es típica del arte hispano-visigodo: la talla en dos planos, con aristas suavi-zadas, si se tratara de una pieza realizada en már-mol, o más acusado si es en piedra, como esnuestro caso, hasta el punto de convertirse enbisel, pero nunca llegará, en la diferencia de susplanos, al bajorrelieve, si bien recurre al empleode surcos para el matizado y la conservación deun claroscuro mayor, y a la hendidura de las lí-neas mediante un surco central y característicoque le da más relieve. Desafortunadamente, ni el

10. Para un conocimiento global del vidrio romano serecomienda consultar el Catálogo de la ExposiciónVidrio romano en España. La revolución del vidrio soplado,

Real Fábrica de Cristales. Fundación CentroNacional del Vidrio, 2001.

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Fig. 22.1 a 22.7. Objetos de Vidrio. 1: Botella. 2: Cuenco de costillas. 3: Cuencos. 4: Platos. 5: Vasos cónicos. 6: Vidrio condecoración pintada. 7: Ungüentario.

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contexto arqueológico, del que esta pieza carece,ni los símbolos que pueden aparecer en su deco-ración, no religiosos en este caso, nos ayudanpara este propósito.

Por su morfología, se debe englobar dentrodel grupo de objetos litúrgicos. Entendiendo por“litúrgico” todos aquellos objetos relacionadoscon el culto público y utilizados en la adminis-tración de sacramentos, sobre todo Eucaristía yBautismo, y también de sacramentales: procesio-nes, exorcismos y bendiciones de agua, sal,incienso, sepultura, etc., que la Iglesia confierecon gran liberalidad, desde los primeros tiempos,y de los que hay abundantes formularios en elLiber Ordinum de la liturgia hispana.

Son varias las funciones que podríamos teneren cuenta a la hora de interpretar esta pieza. Enprimer lugar, podría haber realizado la funciónde una pequeña pila portátil, pues algunos ele-mentos bendecidos, agua principalmente, acom-pañaban a la plegaria en las casas, constituyendolo que podemos considerar actos de culto domés-tico, y, por tanto, la pieza que presentamospodría haber servido en alguna casa particular11.Otras hipótesis que se han barajado ha sido suinterpretación como un fragmento de columnitacorrespondiente a la parte del capitel, que cons-tuían los soportes centrales de ventanas o puerte-cillas geminadas, aunque también cabe la posibi-lidad, de que pudieran haber formado las arque-rías de una pérgola12. Esta opción podría pareceraceptada, pero no es posible para nuestra pieza,por varios motivos, principalmente por su mor-fología, pues la parte inferior de esta pieza estáperfectamente cortada y pulida, mientras que susuperficie presenta una profunda concavidad,que nos indica que nos encontramos ante un ele-mento que no es arquitectónico.

Debemos englobar esta pieza dentro delgrupo de recipientes litúrgicos, necesarios para lacelebración de la vieja liturgia. Presenta un pro-blema, y es que este “vaso” no tiene una orna-mentación expresamente de contenido religioso,pero, si lo comparamos con otros ejemplos deesta época, podemos darnos cuenta que podríaser un objeto litúrgico, aunque también podría

tratarse de una fuente de adorno en la arquitec-tura civil, siguiendo una tipología común almobiliario religioso. Muchos especialistas hanconsiderado que podría tratarse de un incensario(thuribula), pero no se ha encontrado en estapieza ningún signo de que se hubiese realizadoesta práctica en él. Además, la gran mayoría delos incensarios antiguos conservados son debronce, e incluso tenían una pequeña tapa, ocadenillas para colgarlo del techo, elementos queno se observan a nuestra pieza.

Proponemos que esta pieza pudiera ser un“vaso” sagrado secundario, que servía de ayudadurante el oficio de la Misa. Podría haber tenidola funcionalidad de una vinajera –urceolus (la delvino), y fons (la del agua)–. En general, las vina-jeras eran de vidrio o de terracota, y menos fre-cuente de ónice y metales preciosos. Éstas conte-nían el agua bendita utilizada en la Eucaristía.Otro objeto que nos puede servir como referen-te son las palomas crismales. Eran vasos metálicosen forma de paloma que contenían el santo cris-ma. Pero también se utilizarían vasijas corrientesde barro cocido o vidrio, como se usaban en lascasas privadas.

Aunque su tamaño es relativamente pequeño,no podemos olvidar el aguabenditaria, vaso o pilapara contener el agua bendita. Cuando se colocajunto a la puerta de entrada de las iglesias, tienegeneralmente forma de concha o pila, sostenidopor una columna y fijada establemente en elpavimento; por regla general se presentan escul-pidas en mármol o en pidra. Si, por el contrario,sirve para llevar el agua bendita de un lado aotro, tiene un tamaño menor para transportarsecon mayor facilidad. Si nos basamos en los docu-mentos literarios y arqueológicos, sabemos queel rito del bautismo se realizaba por inmersiónmayoritariamente, por tanto, estas “pilas” no ten-drían sentido. Sin embargo, frenta a esta reali-dad, existe una amplia colección de pilas portodo nuestro país, cuyas circunstancias, de nohaber aparecido in situ, dan lugar a una difícilvaloración sobre su concreta funcionalidad.

Si leemos más atentamente los escritos, nosdaremos cuenta del problema que tenían muchas

11.Nos ha sido complicado encontrar paralelos, aunquede tamaño más grande es una pila de Mérida recogi-da por Mª Cruz Villalón (1985), que presenta en losbordes angulares superiores cuatro pequeñas concavi-dades. Otro paralelo a estas piezas la encontramos enel estudio que Thilo Ulbert realizó sobre la basílica deEl Germo (Córdoba), donde existió una pieza de simi-lares características, sólo conocida por una foto anti-gua. Cruz Villalón considera la existencia de una

enorme vinculación mofológica con otros ejemplaresque debieron de existir en el Norte de África.

12.Se trata de unos elementos especialmente abundantesen la mitad Sur de la Península Ibérica, desde dondedebieron de expandirse hacia el Norte. Son tambiénfrecuentes en la zona toledana, existiendo, además,ejemplares aislados con los aparecidos en Tarragona yRecópolis.

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parroquias para construir un complejo bautismalcon todos los elementos para llevar a cabo el rito.Todo ello dependía de la riqueza de sus feligre-ses, habiendo grandes diferencias entre unas yotras. En el Concilio de Lérida del 546, se reve-ló como la Iglesia había previsto estas limitacio-nes: Todo presbítero que no pudiera tener una fuente depiedra, tenga un vaso a propósito solamente para bau-tizar, el cual no se ha de sacar de la Iglesia (Vives,1963). El testimonio de la litúrgica hispana pre-vee, de hecho, dos posibles formas de bautismo,in fontem e in vas, entendiendo por éste un reci-piente mueble cuya adquisición sería menos cos-tosa que construir una piscina de gran tamaño.Además, desde la segunda mitad del siglo VI, elbautismo de niños se va generalizando, provo-cando la necesidad de utilizar recipientes mue-bles o pequeñas pilas de piedra. Se conservanbastantes vasos de los siglos V y VI, en terraco-ta, metal y madera, con emblemas e inscripcio-nes cristianas, vasos que debieron emplearsepara contener y transportar agua bendita con unfin litúrgico, como servicio a los enfermos, exor-cismos, etc…

Otra posibilidad es que podría tratarse de unobjeto fundamental en el ritual romano comoson las aras portátiles, las arulas. La clasificaciónque nos ofrece Montón Broto (1996) de estas aru-las es genérica y atiende a su lugar de destino,que son los siguientes: arulas de carácter votivo,arulas de carácter doméstico y arulas de carácterfunerario. Debido a la falta de contexto arqueo-lógico que tenemos de la pieza que estudiamos,no podemos englobarla con certeza en ningúnlugar. Por su parte, Van Buren (1918) las definiríacomo las piezas votivas, ¿se trata de altares enminiatura o de quemarperfumes con forma dearae turicremae, altares quemadores deincienso?. Para Colonia se trataría de las ace-rrae, un término que designa las cajas delincienso en el utillaje sacro, pero que también esutilizado por Festo y Horacio referido a losincensarios funerarios. No obstante, en los con-textos votivos y funerarios es frecuente que laspiezas no llegasen a ser utilizadas. Se tratabaentonces de simplemente de miniaturizacionesvotivas, el recurso habitual para sustituir simbóli-camente las ofrendes. Por eso se ha preferidodenominarlas auralae, “pequeñas aras”. Un dimi-nutivo de uso muy escaso en las fuentes, exceptoen Cicerón, que lo utiliza en contraposición a losaltares monumentales. Las fuentes sí documen-

tan como sinónimo el también diminutivo focu-lus (de focus: fuego, hogar y la plataforma delaltar donde se quema la ofrenda).

5.10. Materiales diversos

Entre el amplio conjunto de hallazgos recupe-rados en las intervenciones arqueológicas debe-mos mencionar algunos otros objetos (cerámicosy metálicos) cuya presencia podemos calificar deescasa en términos cuantitativos. Entre ellos, unapesa metálica en plomo forjado y recortado quehemos interpretado –por semejanza en otras pie-zas13– como uno de los cuatro lastres que se col-garían en los extremos de los dos brazos en cruzde una groma, con el fin de asegurar su planohorizontal. La groma, junto al corobate y la dioptra,fueron elementos de medida empleados por losagrimensores y topógrafos para el trazado de lascalzadas, puentes y acueductos, así como la pla-nificación de las ciudades (González Tascón,2002, 33-176).

También se han documentado algunos obje-tos que nos permiten hablar de actividades rela-cionadas con la industria textil. Se trata de unapesa de telar vertical (pondus) y una fusayola (ver-ticillus). En cuanto al pondus, presenta una carafrontal trocopiramidal, base inferior rectangular,y base superior terminada en forma semicirculary dos orificios en la parte superior. No conservamarcas. La fusayola está realizada en cocciónreductora y carece de decoración (CasteloRuano, e.p.).

6. CONCLUSIONES

El yacimiento romano situado en El Cerro deAlvar Fáñez presenta una posición estratégicasobre el valle conformado entre el río Mayor y elrío Aldehuela, y tuvo una excelente visibilidadsobre los terrenos adyacentes, circunstancia queexplica en gran medida el hecho de que se tratede un enclave con continuidad poblacionaldesde el Hierro II a época tardorromana.

La secuencia del poblamiento constatada enAlvar Fáñez reviste un gran interés, ya que a travésde ella es posible estudiar los fenómenos de evolu-ción, cambio y/o continuidad que registran lassociedades protohistóricas en el proceso de roma-nización14 en esta zona de la Península Ibérica.

Esta secuencia puede resumirse de la siguien-te manera:

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13. Como la documentada en el yacimiento de Atxa(Vitoria-Gasteiz) (Filloy Nieva y Gil Zubillaga, 2000).

14.Se trataría de un asentamiento celtibérico (Hierro II),

en concreto un oppidum olcade, aunque datado entrelos ss. IV-III a. C.

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1.- Una primera fase de ocupación celtibéricaanterior a las construcciones romanas, dela que no hemos constatado estructurasarquitectónica, aunque sí contamos conabundantes elementos de cultura material.En este sentido, podríamos mencionar unfragmento de cerámica ática de figurasrojas del Grupo de Viena 116 (s. IV a. C.),así como dos pequeños fragmentos decerámica de barniz negro, con la mismacronología, junto con cerámica pintadaibérica, aunque ésta última puede conta-tarse hasta épocas más tardías 15. Igual-mente, han aparecido otros implementoscaracterísticos de la cultura celtíbera enbronce, como fíbulas, armamento, etc.Todo ello, evidencia la ocupación delespacio del yacimiento por parte de unacomunidad protourbana que establecíacontactos comerciales y relaciones cultu-rales con diferentes ámbitos (Atlántico yMediterráneo) en los momentos previos ydurante la fase de la conquista romana.Así mismo, la existencia de numerososasentamientos del Hierro II en esta zona yel patrón de poblamiento que revelancontribuyen a explicar la presencia de unenclave Olcade en este punto geográfico.

2.- Una segunda fase de ocupación corres-ponde a la época republicana, de la que enAlvar Fáñez contamos con un pequeñonúmero de fragmentos de cerámicas cam-panienses, (campaniense B), del primercuarto del s. II a. C. al s. I a. C. Su exis-tencia nos permite hablar de la presenciaromana, ya en Época Republicana, tal ycomo ocurre en Ercávica, Segóbriga,Cerro de la Muela, Alconchel de laEstrella y Fosos de Bayona. Igualmente, seconservan monedas republicanas fechadasa partir del año 105 a. C. Se han docu-mentado también recipientes de paredesfinas, fechados en Época Tardorrepublica-na, y cerámica común, en concreto, ollasbitroncónicas de tradición ibérica (iniciosdel s. II y 40/30 a. C.). La posible Istoniumse incorporó con prontitud a la órbitaromana, al igual que otras ciudades delentorno, como Segóbriga, Ercávica oValeria. Reflejo de este hecho puede ser eldesarrollo urbanístico constatado en estoscuatro enclaves, así como la aparición de

numerosos yacimientos en la zona, y demateriales arqueológicos fechables en losmomentos de conquista.

3.- La fase siguiente, la más importante, corres-ponde a los comienzos del Imperio. Istonium,al igual que el resto de la actual provinciade Cuenca se integró definitivamente en elámbito cultural del Mediterráneo (provin-cia de la Tarraconense), cuando Augustoconcedió a todos estos lugares la categoríajurídica de municipia. A partir de estos mo-mentos se observa la presencia de materia-les cerámicos que evidencian un desarrollode las comunicaciones e intercambios conel exterior, así como un estallido de la acti-vidad constructiva, constatado en todas lasciudades de la submeseta sur.La importancia de este enclave puedevenir determinada por ser esta ciudad uncentro gestor (bajo el control de Segóbri-ga) de la explotación del lapis specularis.Las minas de este yeso selenítico abarca-rían una franja de 150 km. en sentidonorte-sur y 40 km. de ancho, muchas deellas en las proximidades de El Cerro deAlvar Fáñez, y estarían comunicadas conel yacimiento a través de diversas vías decomunicación, como la bifurcación Com-plutum-Ercavica-Segontia, de la calzada Car-tago-Nova / Segóbriga; o la vía secundaria deHuete hacia las minas de lapis specularis deCuevas de Sanabria y Carrascosilla.Es posible que el asentamiento hubieraestado amurallado, al menos en su ladoSO, el más expuesto y, por tanto, el másaccesible. La zona pública se había ubica-do en la parte más alta del cerro, así comoen los inicios de la meseta, que se prolon-ga en su lado sur, ya que es precisamenteen esta zona donde se han documentadolos restos arquitectónicos de mayor inte-rés. Éstos consisten en un edificio monu-mental de grandes proporciones y cuidadatécnica constructiva, del que sólo se con-serva la cimentación. Se ha interpretadocomo un podium, compuesto por una esca-linata, levantada para salvar el desnivelexistente entre la zona amesetada y laparte más elevada del cerro. Delante deesta estructura, y a través de los vestigiosarquitectónicos (basas de columnas), pode-mos pensar que se configurase un pórtico

15.Dentro de esta etapa del Hierro II podemos citarvarias monedas acuñadas en las cecas ibéricas de Arse(Sagunto), Bilbilis (Calatayud), Titiakos (Tricio) y

Sakaisa (Belmonte de Gracián), con cronologías queno van más allá del 133 a. C. También se han halladovarias fíbulas anulares hispánicas.

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Fig. 23.1 a 6. Fichas de juego en cerámica y piedra. (Fotografías de Raquel Castelo). 23.7 y 23.8. VasoLitúrgico (dibujo C. Bango).

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columnado, del que no podemos decirmucho más, debido a la precariedad de losdatos con que contamos. Formando partede este conjunto, se constató una habita-ción pavimentada con mosaico en blancoy negro, con representación de muralla ylaberinto, motivos que pueden fechar elpavimento entre la segunda mitad del s. IIy la primera mitad del s. III.La zona privada o de habitación se locali-zaría en la periferia de este espacio amese-tado. A causa del denivel del terreno y a lafalta de espacio donde concretar el planurbanístico, debió de recurrise a un diseñoaterrazado, reconocible en el sector NOdel yacimiento, donde se documentangrandes pilares o machones empleadospara la construcción en terrazas. De éstesistema constructivo poseemos numerososejemplos, como en Valeria (Cuenca) oBilbilis (Zaragoza).Las técnicas constructivas empleadas enlos edificios públicos y privados son el opusquadratum, el opus incertum, así como el usodel adobe y el tapial. En cuando al mate-rial latericio, se han constatado abundan-tes tegulae e imbrices, además de ladrillos devarios tipos: rectangulares, que sirvieronpara pavimentos de opus spicatum, y rom-boidales de diversos tamaños, empleadosen suelos de opus reticulatum. Tenemosconstancia de la existencia de diversospavimentos musivarios, de los que sólonos ha llegado como testimonio el ya cita-do mosaico del laberinto, y numerosasteselas. Las construcciones más relevantesestuvieron decoradas con placas de reves-timiento de mármol, caliza y argamasa,que debieron de servir de remate a losparamentos. Algunos de éstos se hallabandecorados con pinturas coloristas de ele-mentos geométricos e incluso figurativos.Para las ventanas se constató el uso devidrio y, sobre todo, de lapis specularis, quese emplearon de forma simultánea, igualque en Bilbilis (s. II) y en Caesaraugusta(altoimperial).Vemos, por tanto, que a partir de Augustose produce, en la Tarraconense, un granincremento de la construcción de edificiospúblicos, políticia que seguirán los empe-radores de las dinastías julio-claudia y fla-via y los emperadores hispanos Trajano yAdriano en el s. II d. C., terminando elauge de las construcciones generalizadasen Hispania con los Antoninos y Severos.

A esta tercera fase altoimperial se adscri-ben la mayor parte de los materiales docu-mentados en el proceso de excavación.Así, tenemos que mencionar diversos tiposcerámicos, como la cerámica de paredesfinas, cerámica pintada romana, producidaen el taller de Segóbriga, cerámica común(de cocina y de mesa) y de almacenaje yabastecimiento: ollas con borde vueltohacia fuera, jarras, fuentes de imitación debarniza rojo pompeyano y ánforas Dressel2-4, Dressel 2 y Beltrán 1. En cuanto a laslucernas, los tipos documentados son el 1de Baily y la lucerna de volutas. Dentro dela terra sigillata hay que destacar la T.S.Aretina, destacando una pieza del taller deCneo Ateius, creador de un emporio comer-cial de gran importancia en época deAugusto; la T.S. Sudgálica, en concretovarias piezas de La Graufesenque, de pro-ducción claudio-neroniana e incluso ves-pasianea; T.S. Hispánica, procedente detalleres riojanos (Tritium Magallum) y deAndújar. A esta etapa corresponden tam-bién algunos hallazgos monetarios recupe-rados en niveles superficiales, acuñados enépoca de Tiberio (14-37 d. C.), Claudio(41-54 d. C.) y Domiciano (81-96 d. C.).También se han constatado vasos envidrio, de formas diversas (botellas, cuen-dos de costillas, cuencos, platos, copas ycántaros), fechados entre los ss. I y II.Igualmente, se documentaron elementosde adorno personal (fíbula de tipo aucissa,anillos, etc.) y otros elementos en bronce,(con cronologías desde Augusto hasta el s.II d. C.) así como diversos útiles de hierroy materiales de construcción fabricados eneste mismo material y objetos de huesotallado. Todos ellos nos revelan aspectosdiversos de la vida cotidiana de los pobla-dores de esta ciudad, tales como el cuida-do del aspecto físico y el vestido, el de-sarrollo de actividades textiles, tantodomésticas como industriales, y el empleode transporte rodado, de cerraduras conllaves en las puestas de las casas, etc.

4.- La última fase de cierta vitalidad en elyacimiento corresponde con el Bajo Impe-rio. Para esta etapa, los restos recuperadosson cerámica común (ollas y ánforas), T.S.Hispánica Tardía y T.S. Clara. En vidrio sehan documentado cuencos, platos, vasoscónicos, copas, ollas y ungüentarios, fecha-dos entre el s. III y el s. V d. C. A esta últi-ma fase corresponde también un vasolitúrgico, fechado entre los ss. V-VI d. C.

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La segunda mitad del s. III significa unpunto de inflexión en la monumentaliza-ción de las ciudades de la submeseta sur,aunque la suerte corrida por estas ciudadesfue diversa y de carácter no definitorio, yaque muchos enclaves, tras la tercera centu-ria, mantienen cierto vigor en su vidamunicipal.Así pues, la ciudad, primero celtíbera ydespués romana, de Istonium, se presenta,a tenor de los estudios arqueológicos queincluye esta publicación, como uno de losyacimientos más interesantes de la regiónde la Alcarria Conquense. En primerlugar, porque habría ocupado un lugarespecialmente significado con relación alas grandes ciudades romanas de Segóbri-ga, Ercávica y Valeria, jugando un papelde centro económico (de producciónindustrial y de redistribución) relevante enlas fases republicana y altoimperial. Ensegundo lugar, porque se muestra comoun espacio de evolución cultural en el quequedan de manifiesto los importantes pro-cesos de aculturación a que se vieronsometidos los habitantes de la Meseta conla llegada de los conquistadores romanos,procesos acerca de los que aún hay muchoque decir. Y en tercer lugar, porque el cau-dal de información que puede proporcio-nar, para exclarecer éste y otros muchosproblemas de la investigación sobre elcambio de milenio (fines I a. C. y princi-pios del I d. C.), está aún sin explotar. Tansólo hemos podido iniciar la investigaciónsobre un yacimiento prometedor, y lo queen el presente artículo se muestra, no esmás que una síntesis somera de unos estu-dios que no han hecho más que comenzar.

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