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Imágenes de los 70 Archivo Aravena Jorge Aravena Los escritores

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Archivo de imágenes de escritores ecuatorianos de los 70

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orge Aravena tuvo la sensibilidad, el encuadre crítico y la inteligencia absolutamente desprejui-ciada para intuir que un día cualquiera, aquel ser

de hueso y carne que tenía frente a sus ojos podía convertirse en el referente de la más auténtica y genui-na literatura ecuatoriana. Fue entonces cuando lleno de ilusión y quizá poseído por el demonio de la creati-vidad y la trascendencia, levantó su cámara fotográfi-ca, calibró las lentes, buscó el ángulo más propicio de aquellos magos de la palabra fascinados por el vértigo o el escándalo de la impostura, enfocó la tormentosa seducción que se perfilaba ante su mirada y, con una devoción casi mística frente a la revelación de lo posible, disparó el obturador para dejarnos tatuada en la conciencia la iconografía de una genera-ción de hombres y mujeres, compatriotas nuestros, que se abría paso desde el fondo prehistórico de la memo-ria colectiva, para sugerirnos el camino por donde ahora batallamos reconociendo y cuestionando a los protagonistas de aquel revolcón estético cuyo aporte literario es inocultable más alla de los dogmas y las apariencias, o quién lo podría negar, más cerca de aquel punto de quiebre donde el hombre se vuelve inspiración o paradoja.

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Jorge Aravena

Portada:Alfredo Pareja Diezcanseco

Foto:Jorge Aravena

Los escritoresMemoria Documental

y Fotográfica2013

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Casa de la Cultura Ecuatoriana

Cinemateca NacionalMemoria Documental y Fotográfica

2013

Jorge Aravena

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Archivo Aravena. Los escritoresFotografía: Jorge AravenaPrimera edición CCE–2013Cinemateca Nacional. Memoria Documental y FotográficaISBN: 978-9978-62-712-9

Textos: Williamns KastilloEdición: Katya ArtiedaDiseño y concepto de portada: Rafael CastroEn portada: Retrato de Alfredo Pareja Diezcanseco por Jorge AravenaDigitalización fotográfica: Iván Mejía

Casa de la Cultura EcuatorianaDirección de PublicacionesAv. Seis de Diciembre N16–224 y PatriaTelfs.: 2 527440 Ext.:138/[email protected]@cce.org.ecQuito–Ecuador

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Jorge Aravena

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Después de la ruptura estética propiciada por la Generación

del 30, algunos de nuestros poetas, cuentistas, dramaturgos y otros escritores nacionales, dejaron el compromiso de testimoniar la rea-lidad para volcarse en el tratamiento edulcorado y bonachón de los gravísimos conflictos políticos y humanos que la sociedad ecuatoria-na atravesaba por aquellos tiempos.

Época en la que la palabra, el espíritu creador y hasta las actitudes contestatarias se mantuvieron silenciadas a pesar de la in-justicia, los atropellos cotidianos y la sucesión interminable de cuar-telazos urdidos para sostener el sistema de expoliación con el cual la burguesía criolla ha impuesto sus crímenes, ha lavado sus culpas y, por supuesto, ha reprimido a sangre y fuego las luchas libertarias en su afán por preservar perpetuamente el poder.

Dentro de este marco referencial, la literatura ecuatoriana, sal-vo algunas excepciones (Ángel Felicísimo Rojas, Carrera Andrade, César Dávila, Jorge Enrique Adoum, Pedro Jorge Vera), se mantuvo impotente, arrinconada, incapaz de señalar y recrear lo que día tras día venía sucediendo con el pueblo.

Fue la Revolución Cubana del 59; el advenimiento del hom-bre nuevo propugnado por Fidel y la praxis consecuente del Che Guevara; o fue tal vez la debacle militar experimentada por los Estados Unidos de Norteamérica en Vietnam; la impúdica masacre perpetrada contra la juventud mexicana en la plaza de Tlatelolco, o las nuevas concepciones del pensamiento revolucionario portugués, las consignas estudiantiles expresadas en París, Montpellier y otras ciudades francesas del 68, los sucesos mundiales que determinaron durante las décadas del sesenta y setenta no sólo la confrontación a muerte contra las dictaduras fascistas, el neoliberalismo, la guerra

Iconografíade una seducción

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sucia irradiada a los países del Tercer Mundo desde el Pentágono, sino aquel inocultable deseo de transformar radicalmente la sociedad para recuperar de algún modo la identidad latinoamericana.

Imperativo ético y estético que buscó apoyarse en la palabra, en la memoria más recóndita de nuestra condición andina, en las rebeliones extremas de los movimientos insurgentes uruguayos y tupamaros, en la solidaridad fraterna con los procesos de libera-ción impulsados por el pensamiento Sandinista, o en los múltiples acercamientos que por medio de la poesía, el cine, la danza, el arte conceptual, las discusiones ideológicas venían estableciéndose con los sindicatos, confederaciones estudiantiles, agremiaciones obreras y campesinas y cuyo propósito final se hallaba orientado a fortalecer la corriente liberadora que les permitiría avizorar el futuro y reha-cer poquito a poco, con pasión y valentía, la dignidad y el destino extraviado.

Fueron estos y otros inequívocos antecedentes los que mar-caron el devenir humano, político y estético de la sociedad ecuato-riana.

Años de batalla frontal contra la mediocridad literaria como afir-maría Ulises Estrella, principal suscitador y cofundador del Tzantzis-mo, grupo de jóvenes iconoclastas que irrumpieron en el escenario de las letras nacionales para reivindicar con su palabra la ruptura, el parricidio, la necesidad impostergable de terminar con el pasado reduciendo las cabezas de sus más conspicuos representantes; cons-cientes de que... el mundo hay que transformarlo. Nuestro paso sobre la tierra no será inútil mientras amanezcamos al otro lado de la podredum-bre, con verdadera decisión de ser hombres aquí y ahora... se reiteraba en su primer manifiesto.

Y para lograr la genuina y urgente reorientación literaria, textos de encendida virulencia aparecieron en la revista Pucuna, publicación impresa en octubre del 62, la misma que aunada a la creación de la Asociación de Escritores, al rescate y toma física de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, a la edición periódica de las revistas Indoamérica y Bufanda del sol, así como a la integración del Frente Cultural, configurarían aquel fenómeno de subversión artística que Agustín Cueva (1937-1992) –otro de los más rigurosos intelectuales

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del país– sostiene al comentar que… Todo empezó a cambiar desde aquel momento, por ahí empezaron a canalizarse todos los anhelos de transformación. Se modificó la manera de escribir, gracias a una suerte de violencia verbal que descoyuntaba los parámetros de un discurso burgués que mal o bien se había implantado en Ecuador sin separarse comple-tamente de su ubre aristocrática. Se cambió la forma de ver el mundo, revolucionándola y a la vez desprovincianizándola, en la medida en que el poeta era ahora también un trotamundos.

Jóvenes que viajaban buscando confrontar sus ideas con otros pensadores de igual o distinta tendencia. Poetas que intercambiaban sus escritos y experiencias con los beatniks de Norteamérica, los na-daístas colombianos, con aquellos revolucionarios de la lírica y del gesto que publicaban sus metáforas en revistas tan emblemáticas como El caimán barbudo, de Cuba; El techo de la ballena, de Venezue-la; El corno emplumado, de México, y otras de similar característica.

Los Tzánzicos y alguno que otro artista de aquellos años fue-ron perseguidores de la verdad, amantes de la utopía y siempre mantuvieron la disposición abierta para establecer contactos que ya luego les permitieron compartir no solamente los sueños sino también explicarse la catástrofe identitaria que habían padecido y la esperanza que en ese momento, gracias al arte y los compromisos existenciales asumidos, empezaban a vivir... sin mediar talleres de formación ni propósitos de consagración.

Los escritores, cineastas, músicos, teatreros e intelectuales de la década del sesenta en adelante rompen con el oficialismo cultural y retoman su papel histórico amparados en la concepción sartreana de la militancia y el compromiso político, el mismo que les facilitaría la aprehensión efectiva de la realidad cultural del país y los testimonios más descarnados que sobre esa época se han escrito.

En palabras de Gramsci: intelectuales orgánicos dispuestos a desacralizar, cuestionar y desarrollar la cultura del pueblo. De allí también como afirmaran en su momento Cueva, Bolívar Echeverría, Alejandro Moreano y otros pensadores del tzantzismo, era urgente integrarse con los sectores proletarios para de esta forma conocer y solucionar sus necesidades más apremiantes. Según su concep-ción teórica, era impostergable analizar y decodificar los estados de

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agresión sufridos para explicarse la marginalidad y el aislamiento permanente que el movimiento obrero y las corrientes de izquierda venían soportando. Su sentido crítico y el rigor analítico que ob-servaron mientras decantaban la cultura, les permitió entender la dinámica de aquel postulado de reivindicación social que los traba-jadores jamás pudieron alcanzar, a pesar del combate librado frente a la clase oligárquico-militar que desde siempre había permanecido entronizada en el poder y amparada por la impunidad de un futuro incierto largamente acariciado.

Tiempos en los que la irreverencia juvenil exigía el derroca-miento de todos los dogmas, de aquellas intocables ortodoxias que tanta represión intelectual generaron en la conciencia y en los ima-ginarios de nuestra memoria colectiva.

Años en los que incluso la ciudad misma empezaba a cambiar mostrándonos sin pudor sus caprichosas edificaciones, su aire lu-minoso. Una urbe moderna que se resistía a abandonar sus atavíos folclórico-pintoresquistas y que mansamente, sin escrúpulos, se pre-cipitaba en aquel vuelo psicodélico y petrolerista tornando evidente el destino inmemorial que aún persistía aferrado a sus templos des-de la cúpula hasta los sótanos más remotos y apacibles.

Nuevos rumbos que buscaban una voz diferente para expre-sar lo que hasta el momento no había sido indagado ni demolido. Poesía de barricada erigida a contramarcha con la fuerza, el tim-bre, la rabia y la honestidad intelectual de Tzántzicos como Ulises Estrella, Humberto Vinueza, Raúl Arias, Alfonso Murriagui, Éuler Granda, Iván Carvajal y otros artistas de la narrativa que optaron por el cuento, el ensayo o la novela como Abdón Ubidia, Francisco Proaño, Iván Égüez, Jorge Velasco Mackenzie, Jorge Dávila Vás-quez, Carlos Carrión, Eliécer Cárdenas, Javier Vásconez, Raúl Pérez Torres, Marco Antonio Rodríguez, Fernando Tinajero y algunos otros que fueron apareciendo en el camino, o que esporádicamente frecuentaban las galerías de arte, el Cine Club Universitario, los bares del centro histórico, el famoso Café 77, reducto ineludible donde los intelectuales de la época se reunían a departir, enfren-tar, criticar o invalidar los sonetos, poemas, posturas progresistas o deformaciones reaccionarias que entre canciones de Violeta Parra,

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Alfredo Zitarrosa, los Inti Illimani o las insurgentes derivaciones de la canción protesta de los troveros cubanos, iban constituyendo la atmósfera y el clima intelectual adecuado para que las proclamas del hombre contemporáneo tuvieran su expresión y la máxima re-ceptividad dentro de los límites impuestos por una sociedad que pugnaba por sacudirse del aire pacato y conventual que por siglos la tenía inmovilizada.

Un pensamiento diverso que tenía tanto del impulso comba-tivo de Eugenio Espejo y que en la década de los setenta se lo per-cibía magnificado y sugerido por el melódico desencanto de Pérez Torres, o tenazmente vivo como en las peripecias narrativas confa-buladas por Abdón Ubidia, Pablo Barriga, Vladimiro Rivas y demás fabuladores seducidos por la ruptura y las implicaciones políticas de los tiempos modernos.

Este y no otro era el contexto y la vorágine intelectual vigente por aquellos luciféricos, estrambóticos y controversiales años seten-ta, cuando Augusto Pinochet mostró la osadía y la desvergüenza histórica de bombardear el Palacio de La Moneda, asesinar de un solo manotazo la esperanza del pueblo chileno por convertirse en el primer país socialista, pacífico y democrático y, de esta ingrata manera, figurar como uno de los genocidas más sangrientos que destrozó la vida del presidente Salvador Allende y la Unidad Popular de su gobierno.

Miles de cadáveres aparecieron tirados sobre las calles de Santiago mientras otros inocentes desaparecían por las cloacas de Antofagasta, descuartizados en el desierto de Atacama, ahogados bajo las aguas de Isla Negra o los muelles de Valparaíso, desfi-gurados en cualquier recodo por donde suele evaporarse la vida mas no los ideales que la dignificaron.

Como uno más de aquellos gitanos sin norte ni sur, erra-bundo y desencantado apareció en Quito el fotógrafo chileno Jorge Aravena. Hombre visionario, con la sonrisa franca dibujada en el rostro y dispuesto a entregar su alma de trovador apasio-nado a quienes quisieran compartir sus más íntimas experiencias. Bohemio. Repetía que desde hacía meses venía siendo acosado por los carabineros del antimarxismo, asediado por los fantasmas

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del exilio y que nadie se incomodara puesto que era un refugiado dispuesto a quedarse, y de esta forma tan sencilla y desenfadada empezó a vocalizar aquella melodía que tenía tanto de añoran-za, persecuciones y amores contrariados. Sí. Llegó al país con la ilusión de rehacer su vida bailoteándole en los ojos, cargado una valija y su infaltable guitarra con la que un poco más tarde em-pezó a poetizar su azarosa existencia. Su palabra confesó el dolor y los episodios de la crisis que lo agobiaba; entonó sin recelo la aventura cotidiana de los campesinos pampeanos, de sus mapu-ches queridos, de esa sangre araucana que desde muy lejos lo había mantenido a flote y, sobre todo, repetía entre juramentos y aplausos aquella consigna que palpitaba muy dentro de su pecho y que inapelablemente le exigía reemprender el combate hasta alcanzar la trascendencia.

Una vez establecido comenzó a frecuentar los círculos van-guardistas, las trincheras proscritas, el taller de los movimientos artístico-culturales y logró relacionarse con la mayoría de pinto-res, comediantes, periodistas, poetas, narradores y clandestinos militantes de la izquierda comprometidos con el desquicio radical de lo establecido, la resistencia armada frente a los cavernarios que asolaban América Latina y de esta extraña manera, se con-virtió en el juglar convencido de la beligerancia que en determi-nadas circunstancias puede adoptar el arte y las palabras.

Cantautor. Músico infatigable de El fortín del gaucho para quien las dificultades eran simplemente un acicate... cantor acompa-ñante de Neruda / cantor en la Peña de los Parra. Multifacético / capturabas el alma / con cada guiño / de tu ojo mágico.

Aravena crea la colección Música, palabra e imagen del Ecua-dor. Publica un disco libro sobre Benjamín Carrión y otros con selecciones poéticas de Jorge Luis Borges, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Rubén Darío, César Vallejo, Octavio Paz, Jorge Carrera Andrade, Miguel Ángel Zambrano, Eugenio Moreno Heredia, Enrique Noboa Arízaga, Ezequiel Clavijo, Ramiro Acosta Cerón y varias piezas musicalizadas con la poesía de Éuler Granda y la narrativa de Marco Antonio Rodríguez, Raúl Pérez Torres y Simón Zavala, sus más cercanos amigos.

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Hombre sensible seducido por la telúrica presencia del pai-saje andino, fascinado como cualquier mortal frente a las colosales fortalezas aborígenes enclavadas en las estribaciones cordilleranas de nuestro suelo; desde muy lejos y con una convicción de elegido frente al destino aciago de su decurso personal, empezó, cámara fotográfica en mano, a registrar el pasado glorioso de nuestra here-dad territorial. Cientos de imágenes que recogen la majestuosidad de Ingapirca, su delineamiento arquitectónico, los enclaves estratégi-cos, las cámaras secretas, los laberintos insondables de aquella ciuda-dela donde el Inca y sus vasallos enfrentaron la conquista española, constituyen actualmente uno de los patrimonios más preciados de la Memoria Documental y Fotográfica que particulariza a la Cultura Ecuatoriana.

Recorrió cada milímetro del país buscando las huellas y el rastro multiforme de un ancestro etnográfico que nos sustenta y en-orgullece. Retrató sin artificios y con el ojo lúcido que poseía, todos los pueblos, los mercados, las iglesias olvidadas, los ritos mitológi-cos, las declinaciones policromáticas, geométricas y geográficas de nuestros Andes ecuatoriales; los espléndidos amaneceres, la tristeza del náufrago detenido sobre el puerto lleno de cascotes y delfines muertos, la inmensidad del pajonal, el exilio de los cóndores, la destreza del balsero a pesar de la correntosa marejada que lo cubre, los guayacanes enlunados, la voluntad indómita de los zafreros en mitad del cañaveral, la tristeza de los niños entre tantos crepúsculos y ataúdes sin nombre...; en fin, un tesoro gráfico tan sugestivo y necesario para integrar el corpus multifacético de nuestra identidad nacional.

Jorge Aravena tuvo la sensibilidad, el encuadre crítico y la inteligencia desprejuiciada para intuir que un día cualquiera, aquel ser de hueso y carne que tenía frente a sus ojos, podía convertirse en el referente de la más auténtica y genuina literatura ecuatoriana. Fue entonces cuando lleno de ilusión, y quizá poseído por el demo-nio de la creatividad, levantó su cámara fotográfica, calibró las len-tes, buscó el ángulo más propicio de aquellos magos de la palabra fascinados por el vértigo o el escándalo de la impostura, enfocó la tormentosa seducción que se perfilaba ante su mirada y, con una

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devoción casi mística frente a la revelación de lo posible, disparó el obturador para dejarnos tatuada en la conciencia, la iconografía de una generación de hombres y mujeres, compatriotas nuestros, que se abría paso desde el fondo prehistórico de la memoria colectiva, para sugerirnos el camino por donde ahora batallamos reconocien-do y cuestionando a los protagonistas de aquel revolcón estético cuyo aporte literario es inocultable más allá de los dogmas y las apariencias, o quién lo podría negar, más cerca de aquel punto de quiebre donde el hombre se vuelve inspiración o paradoja.

El Archivo Aravena reposa actualmente en la Cinemateca Na-cional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, y se halla constituido por algo más de seis mil cuatrocientas dos foto-grafías pertenecientes al registro que el artista chileno estructurara en la década de los setenta con las imágenes de los más destacados representantes narrativos, poéticos y ensayísticos del Ecuador. Por supuesto que la Muestra fotográfica contiene también la evidencia anteriormente citada, es decir, el registro de tantas y tan variadas especificidades humanas que en conjunto revelan la multidiversidad de nuestra cultura nacional.

Los referidos negativos se encuentran meticulosamente com-pilados, secuencial y cronológicamente ordenados y, desde luego, sujetos a una rigurosa identificación, codificación, valoración estéti-ca, digitalización electrónica y aquellos otros procesos técnico infor-máticos que nos permitirán dentro de poco, configurar y caracteri-zar la Fototeca institucional.

He aquí, un fragmento de aquella memoria que a todos com-promete, aunque como reclamaba Roberto Bolaño en Los detectives salvajes..., qué lástima que pase el tiempo ¿verdad?, qué lástima que nos muramos y que nos hagamos viejos y que las cosas buenas se vayan alejando de nosotros al galope.

Williamns Kastillo

Quito, 9 de noviembre de 2011

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Portafoliode fotografías

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Ángel Felicísimo Rojas (1909-2003)

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Eliécer Cárdenas (1950)

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Teodoro Vanegas (1926-2002)

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Diego Oquendo Silva (1938)

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Gustavo Vásconez Hurtado (1911-1988)

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Humberto Vacas Gómez (1912-2000)

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Nicolás Kingman (1918)

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Violeta Luna (1943)

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Jorge Carrera Andrade (1903-1978)

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Alfonso Barrera Valverde (1929)

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Pedro Jorge Vera (1914-1999)

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Alejandro Carrión (1915-1992)

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Jorge Salvador Lara (1926-2012)

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Francisco Proaño Arandi (1944)

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Gustavo Alfredo Jácome (1912)

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Ricardo Descalzi (1912-1990)

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Jorge Velasco Mackenzie (1949)

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Raúl Arias (1943)

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Paúl Engel - Diego Viga (1907-1997)

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Fernando Cazón Vera (1935)

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Juan Valdano (1939)

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Marco Antonio Rodríguez (1941)

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Edmundo Rivadeneira (1920-2004)

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Ramiro Acosta Cerón (1954)

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Diego Araujo (1945)

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Antonio Preciado (1941)

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César Andrade y Cordero (1904-1987)

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Rubén Astudillo (1938-2003)

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Simón Zavala Guzmán (1943)

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Raúl Andrade (1905-1981)

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Carlos Eduardo Jaramillo (1932)

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Carlos de la Torre Reyes (1928-1996)

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Eugenia Viteri (1932)

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Manuel Federico Ponce (1947)

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Atahualpa Martínez (1935)

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César Ayala (1923)

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Eugenio Moreno Heredia (1926-1997)

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Carlos Carrión (1944)

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Raúl Pérez Torres (1941)

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Ramiro Oviedo (1950)

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Iván Égüez (1944)

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Luis Enrique Fierro (1936)

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Horacio Hidrovo (1931)

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Nelson Estupiñán Bass (1912-2002)

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Filoteo Samaniego (1928-2013)

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Efraín Jara Idrovo (1926)

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Agustín Cueva (1937-1992)

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Jorge Dávila Vásquez (1947)

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Julio Pazos (1944)

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Fernando Artieda (1945-2010)

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G.h. Mata (1904-1988)

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Gonzalo Escudero (1903-1971)

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Alfredo Pareja Diezcanseco (1908-1993)

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Humberto Vinueza (1942)

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Abdón Ubidia (1947)

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Éuler Granda (1935)

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Benjamín Carrión (1897-1979)

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Ulises Estrella (1939)

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Galo René Pérez (1923-2008)

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Demetrio Aguilera Malta (1909-1981)

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Alfonso Rumazo (1903-2002)

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Jorge Enrique Adoum (1926-2009)

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Alberto Luna Tobar (1923)

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Enrique Noboa Arízaga (1921-2002)

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Benítez Rojo, Gustavo Alfredo Jácome, Pedro Jorge Vera, Javier Vásconez, Ronny Muñoz

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Nicolás Kingman y Gustavo Vásconez

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Jorge Carrera Andrade y Galo René Pérez

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Carlos Villacís y Jorge Carrera Andrade

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Nicolás Kingman y Ricardo Descalzi

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Horacio Idrovo y Nelson Estupiñán Bass

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Claudio Mena y Éuler Granda

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Álvaro Mutis y Alfredo Pareja Diezcanseco

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Raúl Andrade, Humberto Vacas Gómez y Pedro Jorge Vera

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Iván Égüez y Eduardo Galeano

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Efraín Jara y Carlos Eduardo Jaramillo

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Raúl Pérez Torres y Galo René Pérez

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Jorge Salvador Lara y Alfonso Rumazo

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Jorge Aravena Llanca nació en Santiago de Chile. Desde muy temprana edad residió en Buenos Aires, Argentina, en donde cursó todos sus estudios.

En l967 grabó, como compositor y cantante, para Odeon-emi, bajo la supervisión de Rubén Nouzelles, su primer LP: A José Miguel Carrera, donde el poeta Pablo Neruda colaboró incluyendo dos de sus poemas dedicados al mártir de la Inde-pendencia chilena.

En 1969 fue invitado al Congreso de Escritores Latinoameri-canos, en donde compartió las jornadas junto a Pablo Neruda, Ma-rio Vargas Llosa, Juan Rulfo, Leopoldo Marechal, Jorge Edwards, Gonzalo Rojas, Francisco Coloane y Manuel Rojas, entre otros destacados escritores. Este Encuentro motivó su regreso definitivo al país de sus orígenes.

En l969 fue nombrado profesor titular en la Universidad de Chile, Sede Chillán, allí ejerció como profesor en el Departamento de Arte en la Cátedra de Psicología de las Comunicaciones Audio-visuales. Compartió sus tareas entre la Universidad de Chile, Sede Chillán y la Universidad de Concepción, en el Departamento de Extensión bajo la dirección del historiador Alejandro Witker y del poeta Gonzalo Rojas.

En l971 expone en la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile sus retratos fotográficos de poetas chilenos: Rostro poético de Chile, muestra con la cual viaja a Buenos Aires y Montevideo.

Además, grabó en Santiago de Chile, siempre para Odeon-emi, varios singles, en los que se incluyen los dedicados a Pichi-lemu, en Canciones a Pichilemu.

Aravena,fotógrafo de la pasión

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Radicado en Quito, Ecuador, desde 1973 a l982, creó la Co-lección: Música, palabra e imagen de Ecuador. Publicó acompañado de un disco con poemas musicalizados y cantados, 24 libros de escritores ecuatorianos.

Su obra más destacada entre libros, discos y exposiciones, durante su estadía de nueve años en Quito, fue el LP Canto al libertador Simón Bolívar, 1981; 12 canciones en homenaje al pró-cer americano con motivo de los 200 años de su nacimiento. Con esta obra viajó por los países bolivarianos, cantando sus creaciones y dando conferencias en diversas universidades y en intituciones histórico-culturales sobre el Libertador.

Editó varios libros con poemas de Jorge Carrera Andrade, Euler Granda, Simón Zavala, Raúl Pérez Torres, Marco Antonio Rodríguez, Miguel Ángel Zambrano, Ramiro Acosta Cerón.

Otro de sus destacados libros fue el dedicado al creador de la CCE, Benjamín Carrión –al año de su muerte–, con fotografías, su biografía, bibliografía, apuntes inéditos y los primeros ensayos del maestro ecuatoriano, con un disco de cuatro canciones inter-pretado por el grupo Pueblo Nuevo.

Grabó un disco con cuatro canciones sobre la obra pictórica de Oswaldo Guayasamín.

Durante su estadía en Ecuador fotografió a casi todos los poetas, escritores, ensayistas e historiadores del país; imágenes, que hoy, felizmente, pertenecen a la Memoria Documental y Fo-tográfica de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión.

Su último libro referente al país de la mitad, trata sobre la visita que realizó Jorge Luis Borges al Ecuador en 1978, invitado por el Círculo de Lectores: contiene 40 fotografías inéditas del poeta argentino bajo el título Borges en mí.

Su preocupación actual es la realización del proyecto musical Canto a Eloy Alfaro, con su música y una valiosa recopilación poéti-ca de escritores nacionales.

En Berlín propició la primera exposición fotográfica y pre-sentación cultural del Ecuador en Alemania: Ecuador, esmeralda del mundo, 1988, en la Biblioteca del Instituto Iberoamericano del Tesoro Prusiano de Berlín.

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En l982 se radicó en Berlín contratado como profesor de trabajo y ejerción en el área de Literatura Latinoamericana en la Universidad Libre de Berlín, en el Departamento de Latinoame-ricanística LAI.

Fundó en l982 la primera orquesta de tangos en Berlín, Sur tango argentino, con la que ha viajado como músico y cantante por diversos países de Europa, África y Oriente Medio.

Como productor independiente su preocupación ha sido la poesía de toda Latinoamérica, grabando con música de su perte-nencia: Borges cantado; Poetas latinoamericanos cantados; Chile canta en Berlín; La voz viva de escritores y poetas latinoamericanos; Neruda cantado; Nuevas canciones para Chillán, editado por el Taller Cultu-ral de la Universidad del Bío-Bío, y su más reciente composición: Canto al libertador de Chile Bernardo O´Higgins.

En Alemania, su más importante y reconocido trabajo como compositor y letrista-historiador fue Alexander von Humboldt, descu-bridor científico de América.

En l985 ganó el concurso Maestros cantores de Núremberg, or-ganizado después de la Segunda Guerra Mundial. Su obra fue: Kreuzberg-Tango, música y letra de su pertenencia.

Como escritor ha publicado cinco libros, tres de ellos tradu-cidos al alemán.

El libro El tango y la historia de Carlos Gardel ha merecido tres ediciones, dos en alemán. Lom Ediciones, de Santiago de Chile publicó esta obra en agosto de 2003 en Chile y Argentina.

El libro Jorge Teillier und seine Gedichte ha sido publicado en tres idiomas: alemán, francés y castellano.

Sus últimas producciones literarias son: Los idiotas del tango en Berlín, novela inédita.Simón Bolívar en Alemania, novela inédita.Manuel Rodríguez, biografía histórica, editado en Chile.Como fotógrafo ha expuesto en el Rostro poético de Chile, 369

retratos fotográficos de poetas chilenos, en la Sala de Exposiciones General Belgrano, septiembre de l971, de la Ilustre Municipalidad de Buenos Aires; en la Biblioteca Nacional de Montevideo; en la Casa del Escritor y en el Banco Nacional del Uruguay, l971.

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Expuso en el Instituto Cervantes de München y Bremen: Borges, mi querido Borges. Jorge Luis Borges, geografía humana de un escritor argentino.

En Berlín en cinco ocasiones en la Sala de la Biblioteca del Instituto Iberoamericano de Berlín, todas las obras expuestas fue-ron sobre poetas y escritores latinoamericanos: Jorge Luis Borges; José Martí; Rostro poético de Chile; Paisaje antropológico de Ecuador, esmeralda del mundo; y Presencia poética de latinoamérica.

La más destacada de sus investigaciones fotográficas fue ex-hibida con ocasión de los diez años de la muerte de Claudio Arrau, en Mürzzuschlag, Österreich, llevada a cabo en la Universidad del Arte de Berlín, Fakultät Musik, junio-julio de 2001.

Jorge Aravena Llanca, fotógrafo de la pasión, radica en Ber-lín, Alemania, desde el año 1982.

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Jorge Aravena y Jorge Luis Borges

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Índice

Iconografía de una seducción 7

Portafolio de fotografías 15

02066 Ángel Felicísimo Rojas (1909 - 2003) 17

00684 Eliécer Cárdenas (1950) 18

00744 Teodoro Vanegas (1926 - 2002) 19

00755 Diego Oquendo Silva (1938) 20

00776 Gustavo Vásconez Hurtado (1911 - 1988) 21

00777 Humberto Vacas Gómez (1912 - 2000) 22

00801 Nicolás Kingman (1918) 23

00840 Violeta Luna (1943) 24

00893 Jorge Carrera Andrade (1903 -1978) 25

00932 Alfonso Barrera Valverde (1929) 26

00946 Pedro Jorge Vera (1914 - 1999) 27

00953 Alejandro Carrión (1915 - 1992) 28

00976 Jorge Salvador Lara (1926-2012) 29

01002 Francisco Proaño Arandi (1944) 30

01004 Gustavo Alfredo Jácome (1912) 31

01012 Ricardo Descalzi (1912 - 1990) 32

01020 Jorge Velasco Mackenzie (1949) 33

01111 Raúl Arias (1943) 34

01348 Paúl Engel - Diego Viga (1907 -1997) 35

01363 Fernando Cazón Vera (1935) 36

01415 Juan Valdano (1939) 37

01426 Marco Antonio Rodríguez (1941) 38

01479 Edmundo Rivadeneira (1920 - 2004) 39

01530 Ramiro Acosta Cerón (1954) 40

01539 Diego Araujo (1945) 41

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01557 Antonio Preciado (1941) 42

01597 César Andrade y Cordero (1904 - 1987) 43

01663 Rubén Astudillo (1938 - 2003) 44

01671 Simón Zavala Guzmán (1943) 45

01723 Raúl Andrade (1905-1981) 46

01816 Carlos Eduardo Jaramillo (1932) 47

01847 Carlos de la Torre Reyes (1928-1996) 48

01860 Eugenia Viteri (1932) 49

01869 Manuel Federico Ponce (1947) 50

01951 Atahualpa Martínez (1935) 51

01954 César Ayala (1923) 52

02023 Eugenio Moreno Heredia (1926 - 1997) 53

02055 Carlos Carrión (1944) 54

00647 Raúl Pérez Torres (1941) 55

02095 Ramiro Oviedo (1950) 56

02102 Iván Égüez (1944) 57

02151 Luis Enrique Fierro (1936) 58

02230 Horacio Hidrovo (1931) 59

02359 Nelson Estupiñán Bass (1912 - 2002) 60

02450 Filoteo Samaniego (1928-2013) 61

02498 Efraín Jara Idrovo (1926) 62

02543 Agustín Cueva (1937 - 1992) 63

02566 Jorge Dávila Vásquez (1947) 64

02586 Julio Pazos (1944) 65

02594 Fernando Artieda (1945 - 2010) 66

02637 G.h. Mata (1904-1988) 67

02675 Gonzalo Escudero (1903 - 1971) 68

02811 Alfredo Pareja Diezcanseco (1908 - 1993) 69

02909 Humberto Vinueza (1942) 70

02912 Abdón Ubidia (1947) 71

02914 Éuler Granda (1935) 72

02943 Benjamín Carrión (1897 - 1979) 73

02954 Ulises Estrella (1939) 74

02957 Galo René Pérez (1923 - 2008) 75

02963 Demetrio Aguilera Malta (1909 - 1981) 76

02969 Alfonso Rumazo (1903 - 2002) 77

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03004 Jorge Enrique Adoum (1926 - 2009) 78

03665 Alberto Luna Tobar (1923) 79

01546 Enrique Noboa Arízaga (1921-2002) 80

00621 Benítez Rojo, Gustavo Alfredo Jácome, Pedro Jorge Vera, Javier Vásconez, Ronny Muñoz 81

00698 Nicolás Kingman y Gustavo Vásconez 82

00880 Jorge Carrera Andrade y Galo René Pérez 83

01701 Carlos Villacís y Jorge Carrera Andrade 84

01871 Nicolás Kingman y Ricardo Descalzi 85

02220 Horacio Idrovo y Nelson Estupiñán Bass 86

01927 Claudio Mena y Éuler Granda 87

02305 Álvaro Mutis y Alfredo Pareja Diezcanseco 88

02513 Raúl Andrade, Humberto Vacas Gómez y Pedro Jorge Vera 89

02535 Iván Égüez y Eduardo Galeano 90

02600 Efraín Jara y Carlos Eduardo Jaramillo 91

02899 Raúl Pérez Torres y Galo René Pérez 92

02899 Jorge Salvador Lara y Alfonso Rumazo 93

Aravena, fotógrafo de la pasión 95

02899 Jorge Aravena y Jorge Luis Borges 99

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Archivo Aravena. Los escritores, de Jorge Aravenase terminó de imprimir

en el mes de julio de 2013,en la Editorial Pedro Jorge Vera

de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín CarriónPresidente: Raúl Pérez Torres

Director de Publicaciones: Patricio Herrera Crespo

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orge Aravena tuvo la sensibilidad, el encuadre crítico y la inteligencia absolutamente desprejui-ciada para intuir que un día cualquiera, aquel ser

de hueso y carne que tenía frente a sus ojos podía convertirse en el referente de la más auténtica y genui-na literatura ecuatoriana. Fue entonces cuando lleno de ilusión y quizá poseído por el demonio de la creati-vidad y la trascendencia, levantó su cámara fotográfi-ca, calibró las lentes, buscó el ángulo más propicio de aquellos magos de la palabra fascinados por el vértigo o el escándalo de la impostura, enfocó la tormentosa seducción que se perfilaba ante su mirada y, con una devoción casi mística frente a la revelación de lo posible, disparó el obturador para dejarnos tatuada en la conciencia la iconografía de una genera-ción de hombres y mujeres, compatriotas nuestros, que se abría paso desde el fondo prehistórico de la memo-ria colectiva, para sugerirnos el camino por donde ahora batallamos reconociendo y cuestionando a los protagonistas de aquel revolcón estético cuyo aporte literario es inocultable más alla de los dogmas y las apariencias, o quién lo podría negar, más cerca de aquel punto de quiebre donde el hombre se vuelve inspiración o paradoja.

J

Jorge Aravena

Portada:Alfredo Pareja Diezcanseco

Foto:Jorge Aravena

Los escritoresMemoria Documental

y Fotográfica2013