ana rodríguez - antes de la historia

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  • Gerin 2632007, 25, nm. 1, 263-284

    Antes de la historia: Anales Mximos, escritura ymemoria en la Roma Republicana1

    Ana RODRGUEZ MAYORGAS

    Departamento de Historia AntiguaUniversidad Complutense

    [email protected]

    RESUMENEl presente artculo aborda la controvertida cuestin de la finalidad y carcter de los Anales Mximos.En l se analizan los testimonios escritos que nos han llegado, teniendo en cuenta el papel religioso delpontfice mximo como mediador entre los dioses y los mortales y la relevancia de la escritura en latemprana Repblica. Frente a una lectura administrativa de los Anales, sostenemos que este registro notena un carcter informativo y que, por el contrario, demuestra un uso ritual de la escritura que lo dis-tingue de la historiografa romana desde Fabio Pctor en adelante.

    Palabras clave: Anales Mximos, pontfices mximos, prodigios, escritura ritual, memoria.

    ABSTRACTThis paper addresses the controversial issue of the Annales Maximis nature and purpose. The extanttextual evidence is examined bearing in mind not only the religious role of the pontifex maximus as amediator between gods and mortals, but also the status of writing in the early Republic. As opposed tothe administrative approach to the Annales, it will be suggested that these records did not have anyinformative aim, showing instead a ritual use of writing which is at variance with the essence of theRoman historical literature from Fabius Pictor onwards.

    Keywords: Annales Maximi; pontifex maximus; prodigies, ritual writing, memory.

    Los Anales Mximos son posiblemente uno de los registros ms clebres de la ciu-dad de Roma, al mismo tiempo que uno de los ms misteriosos. No conservamos deellos ningn testimonio directo y la escasa informacin que nos aportan los autores defines de la Repblica, incluidos los historiadores, demuestra que los romanos de esapoca no tuvieron una experiencia lo suficientemente cercana del fenmeno comopara ofrecernos informacin sobre su significado y contexto originales. Sin embargo,prcticamente cualquier libro o artculo que est dedicado a la historia en Roma

    1 El presente artculo tiene su origen en la tesis doctoral, La memoria de Roma: historia e identidad en laRepblica romana, que defend en 2005 en el Departamento de Historia Antigua de la Universidad Complu-tense de Madrid. Quiero agradecer a Estela Garca Fernndez y Rosa Sanz su confianza como directoras dela tesis, y a Santiago Montero, Pedro Lpez Barja y Claudia Moatti la lectura detenida de la tesis y sus co-mentarios, que me han servido de ayuda en la elaboracin de este trabajo.

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    comienza con una breve introduccin sobre los Anales Mximos2, de tal forma que seconsidera que estos documentos son el punto de partida de la historiografa romana.Esta interpretacin de los autores modernos tiene algunos elementos de apoyo de indu-dable relevancia, como el hecho de que numerosas obras de tema histrico recibieranel ttulo de Annales, entre las que se encuentran el poema de Enio o la obra de FabioPctor. Esto ha llevado normalmente a pensar que dichos textos tenan algo en comny sobre todo que los segundos estaban en dependencia formal con respecto a los docu-mentos de los pontfices3 La vinculacin entre crnica e historiografa ha despertadosiempre gran inters desde un punto de vista metodolgico, dado que, de ser cierta, engran medida asegurara la fiabilidad de la informacin relativa a los primeros siglos dela Repblica que aparece en los historiadores romanos. Nuestro inters en el presenteartculo, sin embargo, no es el de valorar la veracidad de la tradicin histrica sobre laRoma arcaica, sino investigar el carcter y finalidad de los anales pontificios a travsde los testimonios que de ellos conservamos. Dado que la informacin es escasa ysecundaria adelantamos desde un principio que nuestras conclusiones pueden adoptaren algunos aspectos un carcter hipottico, pero, sin duda, ste es un obstculo con elque se topa cualquier investigacin sobre los annales maximi.

    El registro de los pontfices

    En efecto, todo lo que se ha dicho sobre la elaboracin de estos anales por partedel pontfice mximo, desde Mommsen hasta la actualidad, se mantiene en granmedida en el mbito de la especulacin. La razn bsica es que slo contamos condos testimonios significativos, y por ello, creemos conveniente comenzar valorandosu contenido.

    Cic. de orat. 2, 12, 52.En efecto, la historia no era otra cosa que la elaboracin de los Anales, para lo cual

    y con la finalidad de guardar la memoria pblica, desde el origen de Roma hasta el pon-tificado de Publio Mucio, el pontfice mximo pona por escrito todos los acontecimien-tos de cada ao, los copiaba en una tabla blanca y expona sta en su casa, con el fin deque el pueblo pudiera conocerla. stos se llaman todava ahora Anales Mximos.

    Serv. ad Verg. Aen. 1, 373.Los Anales se elaboraban del siguiente modo. Cada ao el pontfice mximo tena una

    tabla blanqueada en la que, una vez escrito el nombre de los cnsules y dems magistrados,

    2 Cfr., por ejemplo, la reciente obra de M.-P. Arnaud-Lindet, Histoire et politique Rome. Les historiensromains (IIIe av. J.-C. Ve ap. J.-C.), Paris, 2001, pp. 32-39, en la que se expone de forma concisa la evolu-cin de la historiografa romana.

    3 El ttulo de Annales para la obra de Enio est atestiguado en Cic., Brut. 15, 58 y el de la obra de FabioPctor en Cic., div. 1, 43; Plin. H.N. 10, 71; 14, 89 y Gel., 5, 4, 1. Esta confusin en la denominacin ocasio-na que a veces no quede claro si los autores antiguos estn citando el registro de los pontfices o una obrahistoriogrfica: cfr. los fragmentos recogidos por M. Chassignet en LAnnalistique romaine I, Paris, 2003(1996), pp. 1-39.

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    tena por costumbre anotar todo lo sucedido da a da, durante los perodos de paz y de gue-rra, tanto fuera como dentro de Roma, que fuera digno de ser recordado. Gracias a su dili-gencia los antiguos recogieron estos comentarios anuales en ochenta libros, y recibieron elnombre de Anales Mximos por ser el pontfice mximo quien los elaboraba4.

    A pesar de la distancia temporal que los separa (de mediados del siglo I a.C. afinales del siglo IV d.C.) el testimonio de Cicern y el del comentarista de Virgiliocoinciden en gran medida. Para ambos autores el responsable principal de dichoregistro era el pontfice mximo y su misin consista en redactar anualmente undocumento (tabulam) en el que se detallaban los acontecimientos ms importantes5.Cicern destaca adems un dato de sumo inters: las tablas eran expuestas pblica-mente en casa de dicho magistrado (proponebat tabulam domi). Normalmente seconsidera que el lugar al que hace referencia es la Regia, el que con toda probabili-dad era el antiguo palacio de los reyes de Roma, situado en el foro, aunque tampo-co hay que descartar la posibilidad de que Cicern tuviera en mente la domus publi-ca que ocupapaba el pontfice en la Va Sacra, cerca del templo de Vesta6. En cual-quier caso ambos eran lugares destacados de la topografa urbana, lo que nos permi-ten pensar que los annales maximi resultaban de algn modo visibles y conspicuospara los habitantes de la ciudad. Sin duda, Cicern as lo cree, pues afirma que estaexposicin pblica tena por finalidad que el pueblo pudiera conocer dicho docu-mento (potestas ut esset populo cognoscendi).

    Pero, sin duda, el aspecto ms controvertido de estos documentos pontificios esel de su datacin, especialmente por lo que respecta al abandono de la redaccinanual de la crnica y su conversin en una obra completa de ochenta volmenes. Sinos centramos en primer lugar en el inicio, resulta imposible establecer con toda cer-teza el momento exacto de su aparicin. La referencia que ofrece Cicern, ab initiorerum Romanarum, es bastante imprecisa y difcil de aceptar. Sin embargo, todoapunta a que la elaboracin de los Anales Mximos tuvo una larga tradicin. Dadoque estn estrechamente vinculados con el pontfice y que la informacin recogida,

    4 Cic. de orat. 2, 12, 52: erat enim historia nihil aliud nisi annalium confectio, cuius rei memoriaequepublicae retinendae causa ab initio rerum Romanarum usque ad P. Mucium pontificem maximum res omnissingulorum annorum mandabat litteris pontifex maximus referebatque in album et proponebat tabulam domi,potestas ut esset populo cognoscendi, eique etiam nunc annales maximi nominantur. Serv. ad Verg. Aen. 1,373: ita autem annales conficiebantur: tabulam dealbatam quotannis pontifex maximus habuit, in qua praes-criptis consulum nominibus et aliorum magistratuum digna memoratu notare consueverat domi militiaequeterra marique gesta per singulos dies. cuius diligentiae annuos commentarios in octoginta libros veteresretulerunt, eosque a pontificibus maximis a quibus fiebant annales maximos appellarunt.

    5 Otros testimonios tardos inciden tambin en que la redaccin de estos documentos era prerrogativa delos pontfices: cfr. las Saturnalia de Macrobio (3, 2, 17: pontificibus enim permissa est postestas memoriamrerum gestarum in tabulas conferendi, et hos annales appellant et quidem maximos quasi a pontificibus maxi-mis factos) y la vida de Claudio Tcito en la Historia Augusta (1, 1: pontifices, penes quos scribendae histo-riae potestas fuit). Posiblemente todos ellos, a excepcin del de Cicern, derivan de una misma fuente, laobra de Verrio Flaco De significatu verborum, segn sugiere B.W. Frier (Libri Annales Pontificum Maximo-rum, Michigan, 2002 (1979), pp. 32-35).

    6 Como sostiene B.W. Frier (Libri, Michigan, 2002 (1979), p. 87). Sobre el origen de la Regia ver F.Coarelli, Il foro romano. Periodo arcaico, Roma, 1992, pp. 56-64.

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    segn nos informa Servio, iba acompaada de los nombres de los magistrados de eseao, se suele considerar que los Anales comenzaron a ser redactados a principios dela Repblica. A partir de fines del siglo V a.C. podemos dar su existencia por segu-ra gracias a una referencia nuevamente de Cicern, quien afirma que aparece regis-trado en Enio y en los Anales Mximos (apud Ennium et in maximis annalibus con-signatum videmus) un eclipse de sol que tuvo lugar en el ao 350 de la fundacin dela ciudad (de rep. 1, 25). Sabemos que en este caso el autor tena como fecha de fun-dacin el 751/0 a.C., as pues, el fenmeno debe datarse hacia el 400 a.C. Por lotanto, como muy tarde desde principios del siglo IV a.C. los pontfices redactaronanualmente la crnica de la ciudad7. El punto final lo puso Publio Mucio Escvolacuyo pontificado se extiende entre el 130 y 115 a.C. En ese momento se abandonla costumbre de elaborar los Anales Mximos. Prcticamente de forma unnime loshistoriadores han relacionado este hecho con la redaccin en ochenta libros de la quehabla Servio y que aparece citada en las fuentes8, de tal modo que se ha supuestoque sera este pontfice el encargado de recoger y editar toda la informacin acumu-lada a lo largo de los siglos.

    Con qu finalidad se recopil la informacin de las tablas en una obra de ochen-ta volmenes? La razn ms evidente y que suele aducirse con ms frecuencia es lade su conservacin. Dado que el soporte original eran tablas de madera, no hay dudade que el paso del tiempo habra arruinado su estado9. No obstante, se han apunta-do igualmente otros argumentos para explicar por qu se produjo dicho cambio enese preciso momento. De este modo, Montanari afirma que con esta medida se pre-tenda evitar que los Anales fueran alterados por las reconstrucciones distorsionadasen favor de ciertas familias o facciones poderosas dentro del colegio de pontfices10.La fecha de fines del siglo II a.C. coincide, adems, con los disturbios de poca delos Graco. La publicacin pretendera, por tanto, dar a la opinin pblica los librospara que fuera ms difcil manipularlos. Frente a esta visin que relaciona estrecha-mente el cese de los Anales y la compilacin en ochenta volmenes, se pueden inter-poner algunas objeciones. La principal de ellas es que ni Cicern ni Servio la ava-lan, sino que ms bien es producto de la combinacin de dos datos diferentes deautores diferentes. Es bastante significativo que el propio Cicern nada diga respec-to a la edicin de los Anales. Por lo tanto se puede considerar la posibilidad de queambos hechos no coincidan en el tiempo y que Mucio Escvola simplemente sea elresponsable del abandono de la elaboracin y exposicin de las tablas. sta es la teo-

    7 Para un anlisis ms detallado ver B.W. Frier, Libri, Michigan, 2002 (1979), pp. 115-119. J. Rpke,sin embargo, considera apcrifa la informacin que los Anales pudieran conservar anterior al ao 249 a.C.,momento en el que l situa el origen verdadero de este registro por obra de Ti. Coruncanio (cfr. Livius,Priesternamen und die annales maximi, Klio, 75, 1993, pp. 167-170).

    8 As, por ejemplo, Gelio cita el libro undcimo de los Annales Mximos (4, 5, 1-6) y el autor de la OrigoGentis Romanae el cuarto (17, 3).

    9 Sobre la conservacin de las tablas ver G.S. Bucher, The Annales Maximi in the Light of RomanMethods of Keeping Records, AJAH, 12, n. 1, pp. 31-33, quien sostiene que la informacin de las tablas eratransferida a lminas de bronce para evitar su deterioro.

    10 Cfr. E. Montanari, Mito e storia nella annalistica delle origini, Studi e materiali di storia delle reli-gioni, 1988, 54, n. 12, pp. 23-24 y 36.

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    ra que defiende Frier, para quien el tipo de recopilacin que suponen los ochentavolmenes encaja ms fcilmente con la reordenacin religiosa del principado y lareorganizacin de archivos de Augusto (como los Libros Sibilinos, los Fastos o lasActas de los triunfadores), por lo que deberan datarse en ese perodo11.

    Ciertamente, la falta de informacin sobre este registro ha dado pie a la total espe-culacin sobre su evolucin, como por ejemplo la teora del liber annalis. SegnMommsen, entre finales del siglo IV y principios del III a.C. los pontfices comenza-ron a redactar una crnica que inclua informacin sobre el perodo monrquico y losinicios de la Repblica. Este documento recogera la misma informacin que habasido almacenada en las tablas. El argumento principal de sus defensores es que los tr-minos tabula y annales no hacen referencia a una misma realidad y que, posiblemen-te slo los segundos fueran duraderos12. Otros autores, por el contrario, consideran queno hubo ningn paso intermedio entre la redaccin de las tablillas y la edicin enochenta libros de fines de la Repblica y han descartado la existencia de una pre-cr-nica, con razn, por considerarla sin fundamento en los testimonios con los que con-tamos13. En realidad, el trmino Anales Mximos es equiparable al de tabulae dealba-tae, como ponen de manifiesto los testimonios de Cicern y de Servio en los que seespecifica claramente que ambas palabras designaban el mismo registro.

    Por lo tanto, si nos atenemos estrictamente a los testimonios que conservamos,slo podemos afirmar que la informacin recogida anualmente por el pontficemximo en tablas de madera termin en algn momento en una obra de ochentavolmenes. Comnmente se considera que este paso supuso algo ms que un cam-bio de soporte y que debi de acompaarse de algn proceso de reorganizacin delcontenido de los Anales. La consecuencia ms destacada de esta reescritura fue laintroduccin de datos concernientes al perodo monrquico que estaban ausentes enel registro original14. sta es sin duda la explicacin ms razonable para los testimo-nios en los que se citan los Anales Maximos como fuente de informacin sobre losprimeros siglos de la historia de Roma: en la Historia Augusta, por ejemplo, se apelaa la autoridad de dichos documentos en relacin con la instauracin de un interreg-num tras la muerte de Rmulo (Tac. 1, 1) y el Pseudo-Aurelio Vctor lo hace alhablar de la dinasta albana (Origo, 17, 5).

    11 Cfr. B.W. Frier, Libri, Michigan, 2002 (1979), pp. 179-200. Luce acepta tambin esta hiptesis yconsidera que los ochenta volmenes son la fuente de los elogia de las estatuas que decoraban el foro deAugusto (Livy, Augustus and the Forum Augustum, Between Republic and Empire, eds. K. A. Raaflaub yM. Toher, Berkeley, 1990, pp. 123-138).

    12 Para un balance de estas teoras, ver M. Chassignet, LAnnalistique..., Paris, 2003 (1996), pp. xxix-xl.13 J.E.A. Crake, The annals of the Pontifex Maximus, CPh, 1940, 35, n. 4, pp. 375-386.14 E. Gabba, por ejemplo, supone que la fuente de esta informacin fue la historiografa griega (Consi-

    derazioni sulla tradizione letteraria sulle origini della repubblica, Les origines de la Rpublique romaine,Genve, 1967, p. 154), mientras que A. Momigliano sostiene que las posibles lagunas existentes en el regis-tro fueron subsanadas con las obras de los propios historiadores romanos (The Classical Foundations ofModern Historiography, Berkeley, 1990, pp 95-96). G. Forsythe, por su parte, defiende la idea de que losochenta volmenes estaban compuestos con todo tipo de informacin desde los fastos consulares hasta lasdescripciones de ceremonias (The Roman Historians of the Second Century B.C., The Roman MiddleRepublic: politics, religion and historiography c. 400 133 B.C., ed. C. Bruun, Rome, 2000, pp. 6-8).

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    Por otro lado, es cuando menos interesante constatar que las referencias a losAnales Mximos como fuente de informacin tanto en la literatura latina como enla griega son alarmantemente escasas, incluso teniendo en cuenta la tendencia dealgunos autores a no citar a sus predecesores. Y sin embargo, es innegable que de unmodo u otro los historiadores republicanos se sirvieron de ellos para poder elaboraruna narracin de los primeros siglos de la Repblica. Qu impacto pudo tener, portanto, la publicacin en ochenta volmenes del ltimo siglo? Ciertamente parece quepoco. E. Rawson llama la atencin, por ejemplo, sobre el hecho de que tanto Varrncomo Livio, autores que podran haber tenido acceso a ella, se basaron en la obra dehistoriadores republicanos a la hora de abordar el tema de los prodigios en Roma15,algo que resulta del todo sorprendente si tenemos en cuenta que el registro del pon-tfice mximo, como veremos, prestaba especial atencin a este tipo de fenmenos.Habra que recordar, adems, que a fines de la Repblica las obras escritas no ten-an una amplia repercusin entre el pblico lector; ni siquiera las de Cicern, que enrealidad no se extendan ms all del crculo de sus amistades. En Roma, adems,no haba todava ninguna biblioteca pblica (la primera surge con Augusto), sinosimplemente colecciones privadas a las que tenan acceso aquellos que conocan aldueo16. Por lo tanto, lo ms probable es que la nueva edicin no tuviera por finali-dad dar a conocer los Anales al pueblo de Roma, sino asegurar su perdurabilidad,para lo cual bastaba con que un manuscrito se depositara en algn edificio pblicocon el resto de registros de los pontfices. Esto no facilitaba su divulgacin. Pero,adems, es posible que el texto de los Anales fuera mucho ms complejo que unaobra de historia, y que su consulta e interpretacin resultara extremadamente ardua,si, como sostendremos a continuacin, las anotaciones del pontfice mximo no eranun registro histrico sino parte de un ritual religioso17.

    Una crnica no histrica

    Tradicionalmente se ha considerado que exista un vnculo estrecho entre losAnales Mximos y la historiografa romana de tal forma que los primeros condicio-naron y dieron forma de algn modo a las posteriores obras histricas. sta es cier-tamente la impresin que se puede extraer si seguimos el testimonio de Cicern.Como vimos, en el anterior pasaje del De Oratore (2, 12, 51) afirmaba tajantemen-te que en un primer momento en Roma la historia no era otra cosa que la elabora-

    15 E. Rawson, Prodigy Lists and the Use of the Annales Maximi, CQ, 1971, 21, pp. 158-169.16 R. J. Starr, The circulation of literary texts in the Roman world, CQ, 1987, 37, pp. 213-223. Una de

    las bibliotecas ms famosas de fines de la Repblica era, por ejemplo, la de Lculo: cfr. T. K. Dix, Thelibrary of Lucullus, Athenaeum, 2000, 88, fasc.2, pp. 441-464.

    17 B. W. Frier, por su parte, ofrece otra explicacin. Basndose en un fragmento de un historiador que citaPlutarco (Num. 1, 2) y que l identifica con Claudio Cuadrigario, en el que se afirma que los archivos deRoma han sido alterados por los intereses gentilicios, sostiene que fue el desprentigio de este registro el queprovoc su abandono por parte de los autores (cfr. Libri, Michigan, 2002 (1979), pp. 152-154). Sin embar-go, podemos encontrar a fines de la Repblica comentarios en el sentido contrario, como el de Cicern (derep. 2, 15, 28) que hace referencia a la autoridad de los anales pblicos (annalium publicorum auctoritate).

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    cin de los Anales (erat enim historia nihil aliud nisi annalium confectio). Es nece-sario no perder de vista el contexto de este pasaje, que es una intervencin deAntonio en el dilogo. Catulo acaba de criticar la sobriedad y tedio de la historio-grafa romana, comparada con las obras griegas, a lo que Antonio le responde quetambin en Grecia los orgenes de la historia haban sido humildes. En el caso deRoma el hecho de que por un tiempo las historias hayan carecido de excelencia lite-raria se debe a la influencia del registro de los pontfices ya que, muchos (historia-dores) han continuado este tipo de escritura, y slo han dejado constancia de loshechos, el momento, el lugar y los protagonistas, sin emplear ningn otro adorno18.Queda claro, por tanto, que en la evolucin de la historiografa, para los romanos elprimer peldao est ocupado por los Anales, que marcan el comienzo de la historiatal y como la conceban desde fines de la Repblica recordemos la cita de laHistoria Augusta: pontifices, penes quos scribendae historiae potestas fuit (Tac. 1,1)19. Si la actividad de pontfices e historiadores puede ser considerada historia porlos romanos, hay que concluir que la finalidad de unos y otros era la misma: regis-trar acontecimientos pasados y presentes para que fueran accesibles posteriormentegracias a la escritura. Ya vimos que Cicern as lo considera al afirmar que losmagistrados utilizaban las tablillas para conserva la memoria pblica y que suintencin era que el pueblo pudiera conocerla; es decir, que recogan los hechos queafectaban a la comunidad y los exponan para que todos pudieran conocerlos.Presentados de esta forma, es difcil no pensar que los Anales Mximos eran un ver-dadero archivo histrico a la altura de los que en la actualidad recogen y conservanla documentacin que se genera en todo tipo de instituciones.

    sta es, en gran medida, la opinin de Frier, quien considera el registro de lospontfices mximos una especie de gaceta de sucesos dirigida a la poblacin engeneral, que podra consultarla a su paso por el foro. Su funcin era, por tanto, infor-mativa, y el hecho de que estuvieran bajo el control pontificio les dara la mximacredibilidad. Una vez cumplida esta funcin, las tablas se almacenaban con la fina-lidad de ser consultadas posteriormente en busca de precedentes o de casos tilespara la toma de decisiones por parte de los magistrados20. Esa interpretacin tienealgunos puntos dbiles, y el primero de ellos es que resulta difcil creer que en la

    18 Cic. de orat, 2, 12, 52-53: hanc similitudinem scribendi multi secuti sunt, qui sine ullis ornamentismonumenta solum temporum, hominum, locorum gestarumque rerum reliquerunt. Cicern insiste nuevamen-te en el De Legibus (1, 2, 6) en la pobreza literaria de la historiografa romana y su opinin era compartidapor otros autores como Ovidio quien afirmaba que nada hay ms espinoso que los anales (Trist. 2, 259:Annalesnihil est hirsutius illis), a no ser que est haciendo referencia aqu a los anales de los pontfices(cfr. M. Chassignet, Lannalistique, Paris, 2003 (1996), p. 4, nota 10).

    19 Se podran sumar algunas referencias ms como la de Livio (6, 1, 2), quien afirma que la historia msantigua de Roma es oscura porque en aquellos tiempos era escaso e infrecuente el uso de la escritura, nicaprotectora segura de la memoria de los acontecimientos (una custodia fidelis memoriae rerum gestarum), yporque lo que estaba recogido en los comentarios de los pontfices (commentariis pontificum) y en otrosdocumentos pblicos y privados, pereci en el incendio de la ciudad. Aunque Livio no cita los Anales espe-cficamente, lo ms probable es que estos formaran parte de los comentarios de los pontfices (cfr. J. Rpke,Livius, 1993, 74, pp. 175, quien los considera un extracto de los segundos). Ver tambin Macrobio Sat 3,2, 17 (en nota 5).

    20 B.W. Frier, Libri..., Michigan, 2002 (1979), pp. 92-105 y 127-135.

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    Roma de inicios de la Repblica fuera necesaria la escritura para que la informacintransmitida tuviera un carcter oficial y credibilidad por encima de la comunicacinen voz alta, es decir, que tuviera ms poder la palabra escrita que la pronunciada.Precisamente el reducido uso del alfabeto sugiere ms bien lo contrario, es decir, queera la transmisin personal de la informacin y el poder de la persona encargada dedirigirse al pueblo o al senado lo que daba validez el contenido del mensaje en cues-tin. Algunos hechos son bastantes elocuentes a este respecto como el de la produc-cin de la legislacin21. Ms complicado es an suponer que exista un nmero ele-vado de poblacin capaz de leer y comprender fcilmente un documento escrito. Enrealidad, hasta el siglo II a.C. el nmero se reducira nicamente a los miembrosmasculinos de la aristocracia y a una muy pequea proporcin de sus esclavos y deciudadanos que requeran de esta tecnologa para desarrollar su trabajo22. Tambinpuede dudarse de la necesidad de utilizar la escritura para informar de lo sucedidoen Roma y en los territorios limtrofes a una comunidad que en el siglo V o IV a.C.no sera superior a 35.000 habitantes23. As pues, tanto el nmero de moradores,como la importancia de la palabra no escrita y el bajo nivel de alfabetizacin hacendel todo anacrnica la idea de una gaceta de sucesos en la Roma antigua, que, si bientodava podra argumentarse para el perodo imperial, resulta difcil de sustentarpara los primeros aos de la Repblica.

    Precisamente uno de los argumentos que presenta Frier para avalar el carcterdivulgativo de la crnica de los pontfices muestra claramente este anacronismo.Segn dicho autor, el espritu de los Anales Mximos es el mismo que ms tardehar posible la publicacin de las actas del senado y las actas diarias del puebloromano, creadas por Julio Csar como cnsul en el 59 a.C.24. Las primeras, suspen-didas posteriormente por Augusto, contenan los procesos verbales de las reunionesde los senadores a la par que los textos de los senado-consultos. Las segundas refle-jaban las reuniones y discursos importantes que tenan lugar en la ciudad, las noti-cias destacadas y ms tarde tambin las noticias sobre la familia imperial. En estecaso, el objetivo inicial por lo que respecta a los acontecimientos polticos era cla-ramente poner a la luz los debates y decisiones que se producan durante unas reu-niones a las que no tena acceso el resto de los habitantes de la ciudad y, en defini-tiva, difundir la informacin poltica en una sociedad donde la reflexin sobre lopblico no se mantena ya en el reducido grupo de familias aristocrticas25. La deci-

    21 Cfr. E. Valette-Cagnac, La lecture Roma, Paris, 1997, pp. 187-203, quien afirma que la creacin deuna ley tena como paso imprescindible la enunciacin de su contenido por el magistrado responsable anteel pueblo y tomaba su fuerza persuasiva del sujeto que la pronunciaba, en otras palabras, de la autoridad delmagistrado. Su transformacin posterior en texto escrito era un fenmeno secundario.

    22 W.V. Harris, Ancient Literacy, Massachusetts-London, 1991, p. 159.23 T.P. Cornell, Los orgines de Roma c. 1000 264 a.C., Barcelona, 1999 (1995), pp. 243-248.24 Suet., Caes. 20, 1: inaugurado el cargo, estableci por primera vez que se redactaran y se publicaran

    tanto las actas diarias del Senado como las del pueblo (inito honore primus omnium instituit, ut tam sena-tus quam populi diurna acta confierent et publicarentur).

    25 M. Bats, Les dbuts de linformation politique officielle Rome au 1er sicle av. J. C., La Mmoireperdue: la recherche des archives oublies, publiques et prives de la Rome antique, ed. S. Desmougin,Paris, 1994, pp. 19-43.

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    Ana Rodrguez Mayorgas Antes de la historia: Anales Mximos, escritura y memoria en la Roma Republicana

    sin de Csar, adems, no es un hecho aislado. El deseo de transparencia polticaque la sustenta se corresponde con otras medidas y actitudes que se observan en eseltimo siglo de la Repblica como el control sobre los escribas del Tesoro que intro-duce Catn el Joven durante su cuestura, o la promocin de la palabra individual yde la responsabilidad con las que deben actuar los magistrados a los que ahora se lesobliga a rendir cuentas y a justificar sus actos26.

    Por lo tanto, lejos de ser las herederas de los Anales, las actas diarias de Csarson una novedad dentro de la vida pblica de Roma y responden a la evolucin pol-tica y social que sufri la ciudad en ese ltimo siglo republicano. La divergenciaexistente entre ambos fenmenos es manifiesta. En principio porque el futuro dicta-dor, a pesar de ser pontfice mximo, en ningn momento lleva a cabo lo que podr-amos llamar una recuperacin de los Anales. En esta ocasin, adems, la iniciativano parte de una magistratura religiosa, sino del cnsul y est separada por ms desesenta aos de diferencia cronolgica con la anterior. La propia desaparicin de laprctica de los Anales en el pontificado de Mucio Escvola (130-115 a.C.) demues-tra que su carcter nada tena que ver con las actas diarias de Csar, ya que si su fina-lidad hubiera sido la de informar a la poblacin, su existencia estara mucho ms jus-tificada en la Roma del siglo I a.C., que controlaba un imperio de enormes propor-ciones, donde se generaba informacin a cada instante, y con una poblacin sensi-blemente ms acostumbrada a la escritura pblica, que en cualquier momento ante-rior27. Pero es precisamente a finales del siglo II a.C. cuando de forma inopinada unpontfice decide que no deben escribirse ms tablillas y esta prctica se pierde deforma definitiva. Para comprender por qu se tom esa decisin hay que investigaren primer lugar el contenido y carcter de los Anales Mximos.

    La primera impresin que obtenemos si valoramos la informacin de los escasosfragmentos que de forma segura nos ponen sobre la pista del contenido de dichosdocumentos es que stos estaban estrechamente relacionados con las funciones reli-giosas que cumpla el pontfice mximo28. Los siguientes pasajes son los ms signi-ficativos a este respecto.

    Gelio, 4, 5, 1.La estatua de Horacio Cocles, hombre destacado, que haba sido erigida en el Comicio

    fue alcanzada desde el cielo. Para expiar este rayo con sacrificios, se llam a unos arspi-ces de Etruria, los cuales, hostiles al pueblo romano, decidieron actuar en este asunto en

    26 C. Moatti, La Raison de Rome. Naissance del esprit critique la fin de la Rpublique, Paris, 1997, pp.204-208.

    27 J. Scheid ha retomado la idea del carcter informativo de los Anales, haciendo hincapi en que el obje-tivo no era rendir cuentas ante el pueblo, sino ante el Senado de forma anual para mantenerlo al corriente delos acontecimientos sucedidos que afectaban a su cargo como pontfice (Les annales des pontifes. Unehypothse de plus, Convegno per Santo Mazzarino, Roma, 1991, pp. 207-220). Su argumento en este sen-tido es bastante convincente, pero no explica por completo la actividad del pontfice mximo: qu sentidotena entonces colgar las tablas a la vista del pblico?.

    28 En este sentido creemos que las primeras aproximaciones al fenmeno de los Anales que destacabansu carcter religioso eran ms acertadas que aquellas que inciden en su papel administrativo exclusivamente(cfr., por ejemplo, C. Cichorius, Annales, RE, Stuttgart, 1894, pp. 2248-2255, quien supona que los Analesestaban vinculados al calendario del que tambin era responsable el pontfice mximo).

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    Ana Rodrguez Mayorgas Antes de la historia: Anales Mximos, escritura y memoria en la Roma Republicana

    contra de los preceptos y de forma perversa aconsejaron trasladar la estatua a un lugarmenos elevado que nunca iluminaba el sol debido a los altos edificios circundantes.

    Catn, Orig. 4, 1 ChassignetNo es de mi agrado escribir lo que se encuentra en la tabla del pontfice mximo;

    cuntas veces sube el precio de la cosecha, o cuntas veces una nube o cualquier otracosa oculta la luz del sol o de la luna29.

    El primer fragmento relata lo sucedido a la estatua de Horacio Cocles abatida porun rayo en el foro. El relato de Gelio contina con el descubrimiento del engaourdido por los arspices etruscos y con su castigo. Aade a continuacin que en rela-cin con este episodio circulaba en Roma un verso: el mal consejo es psimo parael consejero; y afirma que tanto la historia como el verso quedaron recogidos en losAnales Mximos (ea historia de aruspicibus ac de versu isto senario scripta est inAnnalibus Maximis, libro undecimo). El segundo fragmento es si cabe ms elocuen-te. En l Catn muestra cierta insatisfaccin con el tipo de informacin que podaencontrarse en el registro de los pontfices mximos: cambios en la produccin dela cosecha -posiblemente debidos a plagas o sequas- y rayos que alcanzan lugarespblicos. Si aadimos a estos pasajes el ya citado de Cicern en el que se hace refe-rencia a un eclipse que aparece tanto en los Anales de Enio como en los AnalesMximos (de rep. 1, 25) podemos extraer una imagen bastante consistente de aque-llos temas que ms preocupaban a estos sacerdortes. Todos estos acontecimientoseran considerados por los romanos prodigios, es decir, fenmenos imprevistos, anti-naturales y temibles que expresaban la clera de la divinidad sobre la tierra y mani-festaban que la pax deorum, la paz con los dioses, estaba en peligro30.

    Para comprender la gravedad de sucesos como estos hay que recordar que la reli-gin romana no se basaba en dogmas o principios de fe, sino en la ortopraxis31, esdecir, en la ejecucin correcta de los ritos prescritos con la finalidad de conseguir elapoyo divino para la comunidad en la vida presente. Este carcter contractual de lareligin romana se manifestaba en el permanente cuidado que los mortales debantener con respecto al culto hacia los dioses. Cualquier lapsus, error o descuido, cons-ciente o inconsciente, por su parte poda suponer la desgracia para el pueblo deRoma, ya que era siempre entendido como la causa del abandono del favor divino.Y esto era as porque consideraban que los propios dioses cooperaban de formaestrecha con los lderes de la comunidad con el fin de poder asegurar esta salvaguar-da y prosperidad para la ciudad32. Una vez reconocido el prodigio, era necesario

    29 Catn, 4, 1 Chassignet: non lubet scribere, quod in tabula apud pontificem maximum est, quotiensannona cara, quotiens lunae aut solis lumine caligo aut quid obstiterit.

    30 R. Bloch, Los prodigios en la Antigedad clsica, Buenos Aires, 1975 (1963), pp. 137-151.31 J. Scheid, La religion des Romains, Paris, 1998, pp. 20-22.32 M. Beard, Religion, The last age of the Roman Republic 146-43 B.C., The Cambridge Ancient

    History, IX, Cambridge, 1994, pp. 729-730. De este modo, los actos de impiedad, los delitos religiosos, noeran castigados por su aberracin desde un punto de vista teolgico o moral, sino nicamente por las conse-cuencias que pudieran tener en la voluntad insondable y misteriosa de los dioses (cfr. J. Scheid, Religion etpit Rome, Paris, 1985, pp. 22-36.

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    expiarlo para que se restableciera la correcta y favorable comunicacin con los dio-ses. En este proceso de la procuratio prodigiorum el pontfice mximo tena unpapel destacado. l era el experto en cuestiones religiosas y ejerca poder en losmbitos ms secretos de la comunicacin entre dioses y mortales. Junto con losdecemviri sacris faciundis y los arspices, los pontfices tenan por funcin determi-nar el significado de los prodigios y establecer los pasos necesarios para retomar elanterior orden de cosas, aunque la expiacin no siempre era conducida por ellos mis-mos, sino que poda quedar en manos de los cnsules. Pero, como apunta J. Scheid,en definitiva era el pontfice mximo el nico con autoridad para aceptar los anun-cios de prodigios sucedidos a lo largo del ao y para registrarlos despus de haber-los verificado y discutido con sus colegas, del mismo modo que haca con las victo-rias del pueblo romano, ya que sabemos que las expiaciones se hacan por decretode los pontfices33. Es evidente, as pues, que exista una clara relacin entre el pon-tfice mximo, los prodigios y los Anales.

    Por ello, es ms que probable que la finalidad de este registro fuera dejar cons-tancia de aquellos hechos que ponan de relieve la ruptura o reparacin del dilogocon los dioses, quienes poda manifestar su disposicin de manera muy diversa,desde el desencadenamiento de los fenmenos naturales ms extremos (epidemias,sequas, rayos, nacimientos de personas o animales deformes, etc.) hasta el apoyo enla victoria militar del ejrcito romano. No se trataba, por tanto, de registrar hechoshistricos, tal y como los entendemos nosotros, sino de dejar constancia de la firmerelacin que Roma tena con sus dioses. No hay que olvidar que los acontecimien-tos inmortalizados mediante la escritura eran siempre actuales para ellos, tenanlugar dentro del ao. Por lo tanto, no podan ser histricos en el sentido de pertene-cientes al pasado. Su finalidad no era conservar una imagen del origen y desarrollode Roma sino dejar constancia del favor que los dioses concedan a Roma ao trasao. Por lo tanto, aunque para nosotros lo conservado en los Anales Mximos sihubieran llegado a nuestras manos podra utilizarse como base de una historia deRoma, y puede que en algn momento fuera as considerado tambin por los escri-tores posteriores, sin embargo, en la Roma antigua el papel principal que cumplanera el de registrar los acontecimientos actuales que aseguraban la continuidad de lacomunidad. Miraban, por tanto, hacia el futuro, no hacia el pasado.

    Se entiende as el descontento de Catn con dicho registro, lo que le indujo, sinduda, a escribir su propia narracin histrica. Su aproximacin al pasado era totalmen-

    33 J. Scheid, Le temps de la cit et lhistoire des prtres. Des origines religieuses de lhistoire romaine,Transcrire les mythologies. Tradition, criture, historicit, ed. M. Detienne, Paris, 1994, p. 154. Sobre laexpiacin de portentos, cfr. S. William Rasmussen, Public Portents in Republican Rome, Rome, 2003, 48-49.Y sobre el papel de mediadores de los pontfices, cfr. J. North, Religion in Republican Rome, The rise ofRome to 220 B.C., The Cambridge Ancient History, VII, part. 2, Cambridge, 1989, p. 613. M. Beard, sinembargo, considera que el verdadero papel de mediadores religiosos lo tenan los augures y que los pontfi-ces no eran ms que expertos a los que consultaba el Senado, quien en ltima instancia tomaba las decisio-nes finales. Sin embargo, todos sus ejemplos no remontan ms all de la Segunda Guerra Pnica y de finesde la Repblica, momento en que los prodigios comienzan a perder popularidad (Priesthood in the RomanRepublic, Pagan Priests. Religion and Power un the Ancient World, eds. M. Beard y J. North, London, 1990,pp. 30-40).

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    te diferente, pues l elabor un texto completo, una narracin coherente con una intro-duccin, un desarrollo y un fin, en el que interpretaba y daba sentido a los datos queestaban en sus manos sobre los orgenes de Roma y de otras ciudades itlicas relevan-tes segn l34. Escribe, por tanto, historia. Sin embargo, los pontfices anotaban deforma anual todo aquello que, sucedido en Roma, afectaba a la relacin del puebloromano con los dioses. Anotaban anualmente, no redactaban una narracin35. QueCatn cite eclipses y cambios en el precio de la cosecha en el fragmento no significaque estos magistrados consignaran por escrito informacin de inters prctico, como seha afirmado36. Su valor no radicaba en ser datos que nosotros llamaramos de carctereconmico. Tampoco es necesario considerar que la funcin sacra fue la originaria enlos comienzos de los Anales y que poco a poco se fueron introduciendo datos histri-cos37. En realidad, informacin religiosa e informacin histrica no son trminos exclu-yentes, simplemente pertenecen a categoras diferentes, es decir, que un acontecimien-to religioso puede ser al mismo tiempo histrico. Cualquier hecho que concierna la rela-cin de dioses y hombres puede ser tambin histrico si lo adscribimos al pasado y leotorgamos relevancia dentro de una secuencia de sucesos que formara la estructura deuna historia, por ejemplo, de la religin romana. Pero evidentemente resulta difcil creerque los pontfices estaban recabando datos para escribir algo parecido. Sin embargo,parece ms convincente pensar que lo que para nosotros es informacin histrica, mate-ria perfecta para escribir las gestas del pueblo romano, era para ellos un indicio eviden-te y a tener muy en cuenta a la hora de valorar su relacin con los dioses38.

    El carcter profundamente religioso de los Anales, por encima de su funcio-nalidad administrativa, nos permite comprender, adems, la razn por la que elpontfice mximo dej de redactar las tablas anualmente y de exponerlas al pbli-co. Si este registro estaba estrechamente vinculado con los prodigios y con suexpiacin, entonces tuvo que ser sensible a la prdida de protagonismo que su-frieron estos fenmenos a fines de la Repblica. sta es la teora de Drews, paraquien los Anales eran una transcripcin de prodigios y expiaciones que los pon-tfices conservaban para futuras consultas sobre casos complejos39. Los argumen-

    34 Sobre el contenido y perspectiva de los Orgenes de Catn ver: D. Timpe, Le Origini di Catone e lastoriografia latina, Atti e memorie dellAccademia patavina di scienze, lettere ed arti, 1970-71, 83, pp. 5-33; C. Letta, LItalia dei mores Romani nelle Origines di Catone, Athenaeum, 1984, 72, pp. 3-30 y 416-439; y E. Garca Fernndez y A. Rodrguez Mayorgas, Tradicin griega e identidad romana: la reflexinsobre los orgenes de Roma, La construccin ideolgica de la ciudadana, eds. D. Plcido et alii, Madrid,2006, pp. 402-406.

    35 Sobre la diferencia entre anales e historia narrativa ver H. White, The Value of Narrativity in theRepresentation of Reality, Critical Inquiry, 7, n. 1, 10-19. Aunque el ejemplo que pone es el de la analsti-ca medieval, en muchos aspectos sus comentarios son amplicables tambin a los Anales Mximos.

    36 B. Gentili y G. Cerri, History and biography in ancient thought, Amsterdam, 1988, pp. 91-92.37 sta es la opinin de C.P.T. Naud, An aspect of early Roman historiography, AClass, 1961, 4, pp.

    58-59.38 En este sentido estamos de acuerdo con la afirmacin de J. Scheid de que, si de algn modo los Anales

    pueden considerarse historia, sera en el sentido de una historia de las relaciones de Roma con sus dioses (Letemps de la cit, Paris, 1994, p. 155)

    39 R. Drews, Pontiffs, prodigies, and the disappearence of the Annales Maximi, CPh, 1988, 83, pp. 289-299. En efecto, las fuentes muestran un descenso gradual del nmero de prodigios en el siglo I a.C. con un

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    tos que esgrime son sin duda significativos: en las primeras dcadas del siglo seatestigua el abandono de las prcticas de expiacin de los seres considerados her-mafroditas y en el 97 a.C. se aprob un senadoconsulto por el que se declarabanilegales los sacrificios humanos. No menos elocuente es el testimonio de TitoLivio, quien afirma que como consecuencia de la misma indiferencia, por la cualel pueblo cree que los dioses no anuncian nada, no se da a conocer pblicamen-te ningn prodigio, ni se los incluye en los anales40. Habra que apuntar ademsque el fenmeno de los prodigios haba perdido en parte su carcter original. Laclave de estos portentos estaba en su capacidad de manifestar la ira de los diosespor algn hecho ocurrido en el pasado reciente. Por lo tanto, era interpretadosiempre como algo negativo, de ah que hubiera que realizar una expiacin. Sinembargo, desde la Segunda Guerra Pnica, comienzan a aparecer portentos quese interpretan como presagios de acontecimientos futuros, desfavorables unasveces pero tambin favorables41. El prodigio se acerca, por tanto, al mbito de laadivinacin, en el cual eran los arspices los que desempeaban un papel privi-legiado. No obstante, es cierto que los prodigios no desaparecieron por comple-to en el Imperio, aunque el nmero de aquellos que eran anunciados oficialmen-te, y que, por tanto, se consideraba que afectaban al bienestar de la comunidad ensu conjunto, era menor42. Por todo ello, resulta comprensible que a fines del sigloII a.C. la redaccin de los Anales Mximos por parte de los pontfices perdiera engran medida su significado original y que esto contribuyera activamente a su des-aparicin.

    La memoria de la Repblica y la escritura de los Anales Mximos

    En el anterior apartado hemos expuestos las razones por las que creemos que losAnales del pontfice mximo no pueden considerarse una crnica histrica, y hemosexaminado tambin en qu medida su contenido era un catlogo de hechos sucedi-dos en Roma, vistos desde la perspectiva de las relaciones de la ciudad con los dio-ses. Sin embargo, an queda una cuestin por resolver: por qu escribir y guardarestas tablas?, qu finalidad tena confinar esos hechos a la escritura? Sobre los or-genes del alfabeto latino y se uso en los primeros siglos de la historia de Roma exis-ten pocos datos que podamos tomar por seguros, aunque parece evidente que desdeel siglo VII al III a.C. su utilizacin estuvo restringida en gran medida al mbito dela administracin hasta que en tiempos de la Segunda Guerra Pnica comienza la

    nico pico ascendente que coincide con la guerra de los aliados (cfr. B. MacBain, Prodigy and expiation: astudy in religion and politics in the Republican Rome, Bruxelles, 1982, pp. 80-106).

    40 Livio, 43, 13, 1: non sum nescius ab eadem neclegentia, quia nihil deos portendere uulgo nunc credant,neque nuntiari admodum ulla prodigia in publicum que in annales referri. Dado que los AnalesMximos no se elaboraban desde el pontificado de Mucio Escvola a fines del siglo II a.C., lo ms probablees que Livio haga referencia aqu a las obras de los historiadores que reciban el mismo nombre.

    41 R. Bloch, Los prodigios, Buenos Aires, 1975 (1963), pp. 155-171.42 Sobre los prodigios en poca imperial ver, por ejemplo, S. Montero, Trajano y la adivinacin.

    Prodigios, orculos y apocalptica en el Imperio Romano (98-117 d.C.), Gerin, Anejos IV, Madrid, 2000.

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    literatura en lengua latina43. En este sentido llama la atencin que determinados car-gos religiosos estn definidos en parte por su vinculacin con documentos escritos;ese es el caso de los pontfices (Anales, Fastos, commentarii) y los quindecemvirisacris faciundis (Libros Sibilinos44). Todos estaban al cargo de registros y, dado queno exista un uso extendido de la escritura entre la poblacin, es muy posible quetodos ellos derivaran su autoridad de su capacidad para leer y escribir y de la pose-sin y control de los libros que elaboraban y custodiaban45. Este uso destacado de laescritura para fines religiosos no es exclusivo de Roma, sino que encaja perfecta-mente con la situacin que se observa en otros lugares como Etruria. Puede que enun principio, tanto en un sitio como en el otro, se considerara la escritura una fuen-te de poder mgico y que precisamente por ello su transmisin se redujera a unpequeo grupo de la aristocracia, a diferencia de lo sucedido en Grecia donde el usode la nueva tecnologa alcanz ms rpidamente los diferentes estratos sociales.Adems, la semejanza en el caso de los Anales Mximos es incluso ms destacable,ya que muy posiblemente las Historias Etruscas de las que habla Varrn, escritas enel siglo II a.C., fueran textos elaborados por los sacerdotes etruscos en base a unaestructura anual con acontecimientos religiosos importantes como los portentos. Seha insinuado incluso que podran ser el correlato de los registros del pontfice mxi-mo y estar influidos por la publicacin de estos46.

    Como ya hemos visto, la interpretacin ms extendida sobre los documentos delos pontfices sostiene que su finalidad principal era dejar constancia de los aconte-cimientos ms destacados que podan servir de referencia en el futuro en caso denecesitar su consulta. De este modo, con el paso del tiempo se haran cada vez mscomplejos, tanto el reglamento de los pontfices como la propia toma de decisionespor parte de estos sacerdotes, debido a la acumulacin de informacin. Resulta para-djico, sin embargo, que tengamos muy pocos testimonios sobre el uso que hacanlos pontfices y el resto de sacerdotes de los libros que estaban a su cargo. En muypocas ocasiones vemos que fueran consultados y utilizados en debates o en cuestio-nes religiosas prcticas47. Una de las razones posibles es la inexistencia en Roma deverdaderos archivos administrativos en el sentido moderno del trmino.

    43 Para una balance de la investigacin sobre este tema, ver W.V. Harris, Ancient, Massachusetts, 1991(1989), pp 149-174; y J. Poucet, Rflexions sur lcrit et lcriture dans la Roma des premiers sicles,Latomus, 48, fasc. 2, 1989, pp. 285-311.

    44 J. Scheid, Les livres sibyllins et les archives des quidcemvirs, La mmoire perdue: recherche surladministration romaine, Roma, 1998, pp. 11-26.

    45 J. North, Religion..., Cambridge, 1998, pp. 45-47.46 North ha sugerido que estos registros religiosos romanos podran remontar incluso al siglo VI a.C. y

    ser una consecuencia del estrecho contacto cultural con Etruria, dado que en ambos lugares la elaboracin deregistros era una de las actividades principales de los sacerdotes (La religione repubblicana, Storia diRoma, 2, eds. G. Clemente et alii, Torino, 1990, p. 563). Sobre el poder mgico de la escritura en Etruria, verN. Spivey y S. Stoddart, Etruscan Italy. An archaeology history, London, 1990, p. 106. Sobre las HistoriasEtruscas, ver W.V. Harris, Rome in Etruria and Umbria, Oxford, 1971, p. 12 y T.P. Cornell, EtruscanHistoriography, ASNP, ser. 3, 6, n. 2, 1976, pp. 432-438. Sobre la relacin de estas con los Anales, ver J.Heurgon, La vida cotidiana de los etruscos, Madrid, 1994 (1961), pp. 333-338.

    47 J. North, The books of the pontifices, La mmoire perdue. Recherches sur ladministration romaine,Paris-Roma, 1998, pp. 46-50.

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    El inters creciente por los archivos de Roma, que demuestran proyectos comoel de La mmoire perdue, han llamado la atencin sobre la produccin de documen-tos escritos y su conservacin en Roma48. De este modo, nuestra informacin al res-pecto pone en evidencia, por ejemplo, que aquellos escritos de gran trascendenciaque deban ser conservados, eran depositados en los templos, especialmente en el deSaturno, donde se hallaba el Erario. ste era, sin duda, el ms relevante y guardabasobre todo registros financieros, documentacin de los gobiernos provinciales,decretos del senado y legislacin aprobada por el pueblo de Roma. Pero existanadems otros templos con archivos importantes como el de las Ninfas en el Campode Marte o el de Ceres, Liber y Libera, que conservaba documentos relevantes emi-tidos por las instituciones plebeyas desde el siglo V a.C.49. En realidad estos tem-plos no eran en ningn caso archivos pblicos, sino, ms bien, lugares sagradosdonde los documentos eran custodiados para que la divinidad hiciera efectivo loestablecido en ellos y pudiera disfrutar de la continua proteccin divina. De estemodo, los escritos conservados en los templos eran simplemente depositados, perono especialmente clasificados o preparados para su posterior consulta. De hecho,aunque sabemos que a fines de la Repblica era posible consultar la legislacin, nosabemos exactamente de qu modo poda hacerse la bsqueda. Probablemente slociertos escribas y los senadores, encargados de dar fe de la entrega del documentoen el archivo y, por tanto, conocedores de cmo creca, eran capaces de encontrar lainformacin requerida50. Lo ms probable es que los archivos de los pontfices nofueran muy diferentes a los dems archivos existentes en Roma y que, aunque conposterioridad se pudiera recurrir a ellos en busca de informacin, en principio noestuvieran diseados, ni pensados para constituir un volumen de documentacin alservicio de la consulta por parte de los sacerdotes.

    Por tanto, es muy posible que los Anales Mximos no fueran redactados paraacumular informacin religiosa til en el futuro. Ya hemos visto que apenas tenemostestimonios de su uso como archivo de casos y precedentes, pero adems no existeningn ejemplo de que ningn documento de los pontfices fuera utilizado paratransmitir conocimiento religioso o para formar a los nuevos sacerdotes, procesoque, sin duda, debi de seguir los cauces orales de la prctica. Pero si no tenancomo finalidad guardar informacin, para qu se redactaban documentos religio-sos? J. Scheid ha sugerido que la escritura de los sacerdotes en Roma deba de estarvinculada estrechamente al ritual, pero no exclusivamente como consecuencia deste, sino como parte integrante; es decir, que la escritura era un elemento vital delrito, como lo eran las oraciones, cuya funcin era conservar la huella y la memoria

    48 La mmoire perdue: la recherche des archives oublies, publiques et prives de la Rome antique,Paris, 1994 y La mmoire perdue. Recherches sur ladministration romaine, Paris-Roma, 1998.

    49 P. Culham, Archives and alternatives in Republican Rome, CPh, 84, n. 2, 1989, pp. 100-115.50 C. Williamson, The display of law archival practice in Rome, Acta Colloquii Epigaphici Latini, eds.

    H. Solin et alii, Helsinki, 1995, pp. 245-247. En el ltimo siglo de la Repblica, se trat de solucionar enparte este problema con la construccin del Tabularium en tiempos de Sila (cfr. E. Posner, Archives in theAncient World, Massachusetts, 1972, pp. 172-185). Sobre su posible localizacin en el atrium Libertatis, verN. Purcell, Atrium Libertatis, PBSR, 61, 1993, pp. 141-155. Sobre los intentos de centralizacin y racio-nalizacin administrativa a fines de la Repblica, ver C. Moatti, La raison..., Paris, 1997, pp. 121-129.

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    Ana Rodrguez Mayorgas Antes de la historia: Anales Mximos, escritura y memoria en la Roma Republicana

    de la ceremonia correctamente realizada51. De este modo, todo acto ritual pblicosupondra un protocolo escrito relativamente detallado, no muy diferente del que seconserva en las inscripciones de los hermanos Arvales, el nico archivo religiosoromano que conservamos ms o menos completo52.

    El estudio detallado que ha llevado a cabo Mary Beard sobre estos epgrafes, querecogen de forma anual las decisiones del colegio, adems de la descripcin de losritos, frmulas y procedimientos que empleaban en sus ceremonias, complementa yrefuerza todo lo que hemos dicho hasta ahora de los documentos religiosos roma-nos. La interpretacin tradicional ha hecho hincapi en la idea de que el registro delos rituales en los que participaban los hermanos Arvales serva para asegurarse deque no se alteraba de una vez para otra la secuencia de actividades que formaba partede sus celebraciones como parece convenir a una sociedad tan ritualista como laromana. Sin embargo, esta autora ha descubierto que las propias inscripcionesmuestran claramente cmo estas fiestas cambiaron sustancialmente con el paso deltiempo. Las inscripciones, por tanto, deban de tener otra finalidad. Segn Beard, elacto de transcribir lo sucedido en los rituales tena valor en s mismo; formaba parteintegral de sus actividades religiosas y su finalidad era tan simblica como los ritosy sacrificios que realizaban53. Dado que se trata de textos generados por sacerdotesromanos, aunque de poca imperial, podemos lcitamente tomarlos como ejemplode comparacin en nuestro estudio de los Anales Mximos. Como dijimos, este re-gistro est inequvocamente relacionado con una figura religiosa y nunca con unamagistratura que podramos llamar militar o civil como los cnsules o censores. Porlo que sabemos de su contenido, haca referencia a prodigios y a aquellos aconteci-mientos significativos desde un punto de vista religioso y seguramente relacionadocon expiaciones y rituales que conduca o supervisaba el pontfice mximo en la ciu-dad. El registro era anual y en l se consignaba lo sucedido durante ese espacio tem-poral. Estas tres caractersticas acercan de forma inequvoca los Anales al archivo delos hermanos Arvales54.

    Por ello, no es descabellado suponer que tambin en este caso la escritura no eraun elemento desconectado de las actividades religiosas del pontfice, utilizado paratransmitir conocimiento a la posteridad, sino que era parte de los ritos que realizabacomo, por ejemplo, la expiacin de prodigios. En este sentido, la redaccin de losAnales Mximos forma parte de lo que E. Meyer ha denominado unitary acts, es

    51 Podramos decir, por tanto, que la escritura era performativa, en el sentido que los antroplogos entien-den un ritual como una performance, cfr. S. Tambiah, A Performative Approach to Ritual, Proceedings ofthe British Academy, 65, 1981, pp. 133-169.

    52 J. Scheid, Rituel et criture Rome, Essais sur le rituel, 2, eds. A.M. Blondeau y K. Schipper, Paris,1990, pp. 1-15.

    53 M. Beard, Writing and ritual. A study of diversity and expansin in the Arval Acta, PBSR, 53, 1985,pp. 114-162. Ver tambin, J. Scheid, Romulus et les frres. Les collge de frres arvales, modle du cultepublic dans la Roma des empereurs, Rome, 1990.

    54 J. North, sin embargo, ha hecho hincapi en las diferencias entre las actas de los Arvales y los AnalesMximos como que los segundos no se registraban en el sitio, ni se sabe que fueran aumentando y hacinso-de ms complejos con el tiempo (cfr. The book, Paris-Roma, 1998, pp. 1-15). A nuestro entender estasposibles diferencias, difciles de comprobar por otra parte, no anulan las evidentes semejanzas.

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    decir, aquellas ceremonias romanas que suponan la elaboracin de un documentonornalmente en forma de tabula y en las que cada uno de los actos, incluido el dela escritura, deba llevarse a cabo con la correccin ritual requerida para que el pro-ceso en su conjunto fuera vlido y produjera los efectos deseados55. Los Anales, portanto, no pretendan simplemente conservar la memoria de lo sucedido, sino que suredaccin deba de constituir un acto central en las funciones que el pontfice mxi-mo desempeaba; el propio hecho de la escritura contribua a la efectividad de losrituales que llevaba a cabo y los representaba. De este modo, su exposicin pblicaen la Regia o en la domus de la Va Sacra no responda a un inters por informar ala poblacin, que, muy posiblemente como expectadora de esas ceremonias, cono-ca perfectamente el estado de la situacin, los hechos recientes y las consecuenciasque para su supervivencia como comunidad pudieran tener, sino que tenan una fun-cin simblica. Era la manifestacin material de la prerrogativa de representacinreligiosa que acaparaba el pontfice mximo y la constatacin de que el pueblo bajosu gua estaba obrando correctamente para mantener el favor divino. Su lectura oconsulta por parte de los romanos era lo menos importante, cuando no innecesario,lo cual no debe asombrarnos, ya que documentos que a simple vista podran consi-derarse elaborados para informar como las inscripciones colgadas en las paredesexteriores de los templos que contenan la legislacin vigente, se ha demostrado queen ningn momento facilitaban su lectura ni la tenan por finalidad, sino que inscri-tas sobre bronce y adyacentes a un lugar sagrado servan como confirmacin mate-rial de la validez de la legislacin en cuestin56.

    As pues, los Anales Mximos tienen poco que ver con el origen de la historio-grafa en Roma, como quera Cicern57. No eran un archivo histrico tal y como loentendemos en la actualidad, su funcin no era acumular informacin til para pre-sentes o futuros historiadores, lo cual sera del todo ilgico ya que habra que admi-tir que antes de que existiera la historia en Roma, sta ya tena su archivo, y una vezque se produjo su desarrollo en el ltimo siglo de la Repblica, misteriosamente des-apareci. Su evolucin divergente no puede explicarse ms que por su carcter dis-tinto. El registro de los pontfices no atenda a la necesidad de explicar el pasado, nilos orgenes de la ciudad, para comprender y sancionar la actualidad como hace lahistoria, sino que responda a una necesidad del presente para asegurar la continui-dad en el futuro y con ese fin utilizaba la escritura, con el objetivo de dejar constan-cia de la relacin del pueblo de Roma con sus dioses.

    Que las explicaciones que autores posteriores nos han legado, y en especialCicern, interpreten el fenmeno de forma distinta tampoco es extrao. Hay que

    55 E.A. Meyer, Legitimacy and Law in the Roman World. Tabulae in Roman Belief and Practice, Cam-bridge, 2004, pp. 92-107.

    56 C. Williamson, Monuments of Bronze: Roman Legal Documents on Bronze Tablets, ClAnt, 6, 1987,pp. 160-183. Sobre la informacin pblica de la legislacin en la Roma republicana a partir de las XII Tablasver M. Corbier, Lcriture dans lespace publique romain, LUrbs. Espace urbain et Histoire (Ier sicleavant J.C. IIIe sicle aprs J.C)., Rome, 1987, pp. 39-60).

    57 Estamos de acuerdo, en este sentido, con T.P. Wiseman, quin ha defendido que la idea de que la histo-riografa romana parte de los anales de los pontfices es una conclusin erronea que se ha extrado del DeOratore de Cicern (cfr. Historiography and Imagination. Eight essays on Roman culture, Exeter, 1994, pp. 4).

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    considerar que estos testimonios son posteriores al menos en setenta aos al cese delregistro, que, por otra parte, sin duda, sufri un proceso de abandono o, cuandomenos, de prdida de relevancia en la vida de la comunidad desde un momento dif-cil de determinar. Es muy posible, por tanto, que Cicern tuviera constancia fidedig-na de su existencia y de algunos datos sobre su elaboracin pero que la causa de sucreacin y su vinculacin con la historiografa, que tena ya un siglo y medio deexistencia, fueran una deduccin del autor; lgica para l, pero an as deduccin aposteriori. Segn Cicern, este registro, que desde la perspectiva de su generacinconservaba hechos de un pasado remoto, tena un puesto de honor en la historia deRoma como precedente y deba de haberse inaugurado con la misma finalidad conla que l podra concebirlo en su propia poca, de ah que no deje pasar la oportuni-dad para recalcar que las tablillas se exponan pblicamente para informar a lapoblacin de lo sucedido en Roma como si se tratara de un antecesor de las actasdiarias cesarianas. Por lo tanto, tenemos que concluir que los Anales Mximos notienen nada que ver con la obra que iniciarn Fabio Pctor y Cincio Alimento, queson realmente los orgenes de la historiografa romana. En esta ocasin s que se pro-dujo una narracin de los acontecimientos y no un registro anual; y su intencin erainterpretar el pasado, dar una idea del origen de Roma y no resolver cuestiones dela actualidad. Sin embargo, podramos preguntarnos si afect de algn modo elregistro de los pontfices a esos primeros historiadores que hacia el 200 a.C. comen-zaron a redactar sus obras, ya que por esas fechas las tablas expuestas en la Regiatendran como poco dos siglos de vida, si consideramos una fecha inicial baja comoes la de la invasin gala en el 390 a.C.

    Algunos investigadores interesados en el fenmeno de la escritura como Goody58han puesto de manifiesto que los archivos y las listas son un prerrequisito de la his-toria. Segn su teora, el uso de signos escritos en forma de listas promovi en laAntigedad el proceso de reorganizacin de la informacin acumulada, ya que faci-litaba la lectura en diferentes direcciones y animaba al reordenamiento de los ele-mentos por distintas categoras, a la vez que favoreca su abstraccin. En el casoconcreto de la historia este autor pone, adems, el ejemplo de Roma y de sus famo-sos Anales Mximos para dar mayor fuerza a su argumento, segn el cual la escri-tura, y en especial la que adopta la forma de listados, supuso un logro cientfico eintelectual que facilit el desarrollo de producciones ms complejas como la histo-riografa. La base inicial estara en el control del calendario sobre el cual los sacer-dotes fueron superponiendo la crnica de los sucesos ms importantes, crnica quefinalmente sirvi de estructura para los primeros historiadores quienes ampliaron,desarrollaron o revisaron la informacin gracias a este mtodo.

    Ciertamente, la existencia de listas de acontecimientos o de personajes es un fen-meno frecuente en el mundo antiguo. As, por ejemplo, es algo aceptado comnmenteque las listas de reyes y las genealogas son la base de la historiografa en Mesopota-mia59. Sin embargo, tambin es cierto que no se trata de un prerrequisito indispen-

    58 J. Goody, La domesticacin del pensamiento salvaje, Madrid, 1985 (1977), pp. 105-109.59 D.J. Wiseman, Books in the ancient Near East and in the Old Testament, The Cambridge History of

    the Bible, 1, eds. P.R. Ackroyd y C.F. Evans, Cambridge, 1970, pp. 41-42.

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    sable como pone de manifiesto el ejemplo griego, que parte de precedentes orales yno de sucesos organizados en forma de listas, aunque estas por supuesto existieron60.En nuestro caso, el registro de los pontfices no era exactamente una lista de reyesni de sus batallas y conquistas, pero si es cierto que tena una clara estructura acu-mulativa, ya que se redactaba de forma anual con referencia a los magistrados cuyocargo se desarrollaba ese ao. Sin embargo, el estado del todo fragmentario de lasobras de los primeros historiadores no nos permite vislumbrar hasta qu punto laestructura anual que supuestamente adoptaron fue una herencia del registro de lospontfices. En principio no hay total acuerdo sobre el momento en que se adopt unaestructura anual de la narracin. Aunque la mayora de los investigadores consideraque comenz con Fabio Pctor, otros aseguran que los cuatro primeros historiadoresno debieron de utilizarla, pues, a su entender, seguan de cerca el ejemplo de losautores griegos y en cualquier caso deba estar ausente en la narracin de los orge-nes de Roma y de la monarqua61. Sea como fuere, no es necesario que enfoquemosla cuestin de la anualidad desde un punto de vista exclusivamente literario, comoherencia o influencia. Existe una razn ms poderosa para que los historiadoresromanos la utilizaran; el funcionamiento de la Repblica, a todos los niveles, sebasaba en el cambio anual de una de las magistraturas ms importantes, el consula-do. Por lo tanto, no es ilgico que un relato que contuviera la historia de la ciudadsiguiera de cerca este ritmo poltico anual. As pues, si los historiadores romanosdecidieron conservar esta estructura era porque tena una significado cultural paraellos, ms all de la utilidad de la referencia cronolgica62.

    As pues, tanto pontfices como historiadores conceban el paso del tiempo deforma anual, pero la finalidad con la que hacan uso de la escritura era diferente. Losprimeros, preocupados por la relacin del pueblo romano con sus dioses, tenancomo misin principal mantener el contacto entre unos y otros, y para ello utiliza-ban la escritura con la cual fortalecan esta relacin y le daban una validez simbli-ca gracias al alfabeto. Como decamos, su inters se centraba en el presente, no enel pasado. Con el paso de los aos, sin embargo, y an contando con las posiblesprdidas por incendios o descuidos en la conservacin, el registro debi de crecer de

    60 La cuestin de los precedentes orales de la literatura griega ha despertado gran atencin a raz de lostrabajos de M. Parry y A. Lord (The singer of tales, Harvard, 1960) y de E.A. Havelock (Prefacio a Platn,Madrid, 2002 (1963) y The Literate Revolution in Greece and Its Cultural Consequences, Princeton, 1982.Para una visin de conjunto, ver R. Thomas, Literacy and orality in ancient Greece, Cambridge, 1992. Sinembargo, el caso concreto de la historiografa griega ha recibido menos atencin, cfr. O. Murray, Herodotusand Oral History, Achaemenid History, 2: The Greek Sources, eds. H. Sancisci-Weerdenburg y A. Kuhrt,Leiden, 1987, pp. 93-115.

    61 Cfr. Gelzer, Kleine Schriften III, Wiesbaden, 1964, pp. 51-53 y D. Timpe, Fabius Pictor und dieAnfnge der rmischen Historiographie, ANRW, I.2, 1972, pp. 957-962. Wiseman, por su parte, cree queCalpurnio Pisn Frugi fue el primero en utilizar la estructura anual (Clios Cosmetics: three studies in Greco-Roman Literature, Leicester, 1979, pp. 11-19)

    62 Esta observacin es de Verbruggghe, quien en un importante artculo examina la inexactitud del trmi-no actual de analstica y su supuesta vinculacin con los Anales Mximos (On the meaning of Annales,on the meaning of annalist, Philologus, 133, heft. 2, 1989, pp. 221-222). La cuestin de la utilidad de la cro-nologa consular en la historiografa republicana la abordamos en La memoria de Roma, tesis indita,Madrid, 2005, pp. 360-387.

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    forma considerable ya fuera nicamente en tablillas almacenadas o trascrito en unsoporte ms manejable en forma de libro. Y se cre una lista, con una estructuraanual, que debi de mantenerse as hasta su edicin en ochenta libros, ya sea deMucio Escvola o de poca de Augusto. De todos modos, a pesar de la acumulacinde informacin, este registro segua sin ser una obra histrica. Puede que los datosque almacenaba fueran del agrado de los historiadores, aunque no lo eran ciertamen-te de Catn. Sin embargo, le faltaba la caracterstica bsica de la historia, que s ten-an las obras sobre el pasado de Fabio Pctor en adelante, que es la interpretacin delos datos63. Una lista de hechos no es historia si no tiene la coherencia que le pro-porciona la narracin. Slo el relato histrico interpreta el pasado al enlazar losdatos conocidos en una trama significativa que da sentido al texto64. Nada de estohaba en los Anales Mximos, y a menudo se ha considerado una ventaja loabledesde una perspectiva positivista, al pensar que la historia de los pontfices se preo-cupaba nicamente por el suceso y no por el adorno retrico hueco y engaoso65.Sin embargo, la verdad es que los pontfices no tenan la intencin de acumular nin-guna informacin histrica sino que la escritura de los acontecimientos que ellosinterpretaban en clave de una relacin recproca entre Roma y los dioses, tena unavalidez efmera. Su significado vena dado por la circunstancia concreta por la quepasara la ciudad, una plaga, una guerra, la paz o un eclipse.

    Pero la acumulacin de informacin posiblemente no era un hecho carente designificado. La escritura introduce un factor determinante en el recuerdo de los pue-blos al mantener vivos o susceptibles de ser revividos los hechos que de forma inde-fectible el tiempo arrastrara al olvido. Por ello, el conservar los Anales Mximostuvo que tener, sin duda, una consecuencia en la memoria colectiva del pueblo roma-no. Como afirma Moatti, el hecho de la Roma republicana decidiera acumular todotipo de documentos oficiales que afectaban a la ciudad en su conjunto, aunque fue-ran de difcil consulta, indica claramente que los archivos manifestaban el poderromano y la continuidad del estado, a la vez que eran un reflejo de la memoria pbli-ca, eterna y sagrada66. El caso del registro de los pontfices no es una excepcin.Pero, qu tipo de memoria o imagen de su propio pasado poda ofrecer una inter-minable lista de sucesos que manifestaban el favor de los dioses? Segn una divi-sin comn entre los historiadores, los pueblos pueden adoptar dos modos distintosde comprender su pasado y a s mismos: la historia y el mito. El uso de la escrituray su utilizacin para registrar eventos suele relacionarse directamente con las socie-dades jerarquizadas y estatales que cuentan con narraciones sobre su pasado y susorgenes, mientras que los pueblos con una estructura organizativa simple y sinescritura, no tienen relatos complejos sobre su pasado y se considera que viven den-tro de una percepcin mtica de la realidad. Los antroplogos, siguiendo a Lvi-

    63 A. Cook, History/writing. The theory and practice of History in Antiquity and in Modern Times, Cam-bridge, 1988, p. 21.

    64 A.C. Danto, Historia y narratividad, Barcelona, 1989 (1965), pp. 53-98.65 L. Alfonsi, Annales Maximi, Studi in onore di Vittorio di Falco, Napoli, 1971, pp.117-119.66 C. Moatii, Les archives romaines: rflexions mthodologiques, Luso dei documenti nella storiogra-

    fia antica, eds. A.M. Biraschi et alii, Napoli, 2003, pp. 29-43.

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    Straus67, utilizan la designacin de sociedades calientes y fras respectivamen-te, para superar la anterior distincin de pueblos con historia y sin historia. Segn elautor francs, la clave de la clasificacin no est en el hecho de que ciertos pueblostengan pasado y otros no, ya que prcticamente toda comunidad humana reconocey guarda memoria de su pasado, sino en que las sociedades calientes, con unaorganizacin social y poltica compleja, que utilizan la escritura, interiorizan decidi-damente el devenir histrico para convertirlo en el motor de su desarrollo, mientrasque las sociedades fras tienden a anular de forma automtica cualquier efecto quelos factores histricos pudieran tener en su equilibrio y continuidad. Segn esta cla-sificacin, es evidente que la Roma que nos ocupa en esta ocasin debera pertene-cer al grupo de sociedades calientes o con historia, ya que cumple los requisitosanteriormente expuestos. Sin embargo, resulta complicado, como vimos, considerarque los Anales Mximos fueran un ejemplo de escritura de la historia y menos quesirvieran para interiorizar el cambio histrico como motor de desarrollo de la socie-dad. Estas cuestiones podran tener algn sentido a partir de la aparicin de la his-toriografa con Fabio Pctor y Cincio Alimento, pero no antes.

    Los datos resultan ms fciles de interpretar si abandonamos la perspectivaestructuralista de Lvi-Strauss y consideramos con Assmann68 que los conceptos defro y caliente no deben entenderse como modelos ideales obligatoriamenteligados a un tipo de estructura social o poltica, o al uso o desconocimiento de laescritura, sino como opciones de la memoria cultural. Las sociedades, por tanto, noson fras o calientes por definicin, sino que pueden distinguirse elementos deuna y otra corriente actuando en momentos diferentes. De este modo una misma cul-tura puede promover en un momento determinado el olvido del pasado o su neutra-lizacin para congelar el cambio, destacando la continuidad y la regularidad en elrecuerdo; y en otro momento centrar el recuerdo en lo excepcional y extraordinario,en el cambio, el crecimiento o el declive.

    El ejemplo que ofrece Assmann es del todo ilustrativo a este respecto. Segn esteegiptlogo, el pueblo de los faraones se preocupaba en extremo por su pasado y enespecial el poder real pona atencin en conservar por escrito la lista de los anterio-res reyes y de sus hazaas. Su complejidad social y poltica, adems del prolongadouso de la escritura jeroglfica, una de las ms antiguas del mundo, debera colocar aEgipto en el nmero de las sociedades calientes. Sin embargo, su forma de concebirel pasado era la propia de una sociedad fra, ya que las listas de reyes y batallas eranun sedante ms que un incentivo de la historiografa. Lo que los egipcios vean enellas era la demostracin de cmo nada haba cambiado desde el origen, de cmo lahistoria humana era banal. El momento del cambio y de la transformacin habaacontecido mucho tiempo antes y sus protagonistas haban sido los dioses. A partirde ese momento la estabilidad haba reinado entre los humanos.

    Si regresamos ahora a la Roma republicana, puede que comprendamos mejor elsignificado de la conservacin de los Anales Mximos. Este registro era el testimo-

    67 C. Lvi-Strauss, La pense sauvage, Paris, 1962, pp. 279-291.68 J. Assmann, La memoria culturale. Scrittura, ricordo e identit politica nelle grandi civilt antiche,

    Torino, 1997 (1992), pp. 41-47.

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    nio de la relacin del pueblo romano con sus dioses, cuyo control estaba en manosde los pontfices mximos. La lista de prodigios, batallas y plagas no era en s mismaningn texto de historiografa, como dijimos, sino que manifestaba un uso ritual dela escritura similar al de otros colegios sacerdotales y a travs del cual se reflejabade forma material el favor divino. Su acumulacin ao tras ao, aparte de sancionarla actividad de este sacerdote como representante religioso, pona de relieve la esta-bilidad y continuidad de ese dilogo con el mundo de lo divino que era sntoma delbienestar de Roma. Por tanto, como en el ejemplo de la sociedad egipcia, la escritu-ra de lo acontecido en el ao, lejos de ser un acicate para la historiografa, que tar-dara en aparecer tres siglos y posiblemente lo hiciera gracias a otras influencias, erauna manifestacin de que nada haba cambiado en la ciudad desde que hombres ydioses establecieron el pacto de convivencia, la pax deorum. Esta visin del pasadotenda a negar el cambio y la visin que tenan de los tiempos pretricos estaba mar-cada por la idea de la armona y estabilidad de su relacin con el mundo divino. Lamemoria de Roma no era otra cosa que el recuerdo de su dilogo con los dioses.Hasta el siglo II a.C. sta es la nica nocin del pasado que los romanos transmitie-ron a travs de la escritura.

    Por ello, se puede considerar que los Anales Mximos, por lo que respecta a laconciencia temporal, reflejan una concepcin ms mtica que histrica de la reali-dad, si consideramos que la diferencia entre ambas se basa en que la primera no per-cibe el cambio y desatiende la consideracin del paso del tiempo69. El mito, en estesentido, vive en un continuo presente. El registro de los pontfices es un reflejo deese inters por la actualidad y de la inexistencia del devenir histrico. Por lo tanto,aunque no sean el inicio de la historia entre los romanos como quera Cicern, s sonel exponente de su memoria cultural, capitalizada por la idea de la eternidad deRoma y del inestimable favor que los dioses le otorgaban.

    69 A. Hernando, Arqueologa de la identidad, Madrid, 2002, pp. 89-107.