alvear acevedo, carlos - elementos de historia de mexico (epoca independiente)

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Título: Elementos de Historia de México (Época Independiente) Autores: Carlos Alvear Acevedo Etiquetas: Historia Editorial: Plus Publicado: mar 1954 Tamaño: 37.90MB Páginas: 169

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Page 1: Alvear Acevedo, Carlos - ELEMENTOS DE HISTORIA DE MEXICO (EPOCA INDEPENDIENTE)

CARLOS ALVEAR ACEVEDO

Elementos de Historia de México (EpociI Independiente)

MEXICO - 1954 -

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Elementos de HistOrid de México (Epoca Independiente)

MEXICO , 1 954 '

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Bl TECA

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PROLOGO

L iniciarse el siglo XIX, Nueva Espafla era la mayor de las colonias

A hispanas en América. Era también la de mayor vigor económico y la que ofrecía, en el plano de la cultura, las mejores realizaciones.

Amplio su territorio con alrededor de cuatro millones de kilómetros cua­{lrados, tenIa una población que el Barón de Humboldt calculó en 6,500,000 h:lbitantes en 1808, mientras don Fernando Navarro y Noriega, Contador Gr.neral del Ramo de Arbitrios, estimó en 6,122,35-1 para el año de 1810, e.bareando en su diversidad lo mismo a españoles (peninsulares o america­D(,5). indios y castas, según la clasificación d~ la época. Desigual era la o.i.strihución de los habitantes, concentrados en mayor número en las zonas ccntrales, cuando la población en las provincias del norte era bien escasa. Existía sin embargo, en todo el ámbito territorial, si no una nacionalidad definida, por lo m€:¡¡os el conjunto de los elementos que darían lugar a la formación de esa nacionalidad, que habría de ser la mexicana. Porque el crisol donde comenzara a fundirse ésta ,tuvo su albor3da en la Conquista, para cerrar su desigual proceso de gestación colonial, en 1821, al consumarse la Independencia.

No puede decirse que la rtueva Patria estuvIese ya formada. Grande9 disparidades de raza, de nivel cultural y de disfrute de la riqueza. eran ca· munes, como lo siguen siendo aún en nuestros días. Pero es evidente que la base estaba allí, con toda su potencialidad y toda su fuerza, ya que an­tes de la Conquista no existía México. Las varias culturas indígenas no formaban una unidad m:,cional, como tampoco la simple aportación espa­flola bastaba por ella sola. Fue menester el choque dramático de la Con­quista para que lo indio y lo español, al unirse. dieran lugar a lo mexicano con su diversidad de razas, pero con su fundamental estructura cultural de raÍZ occidental y cristiana. El pueblo que tenía tal característica, que poseía tal perfil, buscó su emancipación a principios del siglo XIX, cuando aún faltaba madurez política a la mayoría de sus habitantes, pero cuando la misma España daba los pasos largos de su decadencia como nación do­minante. Nada hace pensar que la suerte política de México hubiese SIdo mejor en condición de colonia, atento el curso que tuvieron los aconteci­mientos desarrollados el siglo pasado en la Madre Patria. La inquietud emancipadora cundió por todas las colonias espafiolas de América, como \!.."l soplo de insurgencia que se alimentaba con imperativos propios en cada pals, y con el modelo vivo de la independencia ocurrida en los Estados Uni­dos de Norteamérica. Un pensamiento común, con matices especiales de carácter regional, tomó carta de naturalización, hablando los adalides crio­llos el mismo lenguaje político informado por los pensadores franceses. Y Espafia, corrolda socialmente, víctima de la invasión napoleónica y de la torpeza de sus directores. se vió orillada a -una guerra de independencia que

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se extendió a todo lo largo del Continente Americano; guerra dura, cruel. sangrienta, donde la piedad al vencido era tlor ,de excepción, y donde loe clmtendientes luchaban a muerte y sin cuartel. La consecuencia fue el des­garramiento mutuo, el odio y la incomprensión. Desgarramiento, odio e in. c',mprenslón que acaso se habrian evitado si los gobernantes espaftoles hu­biesen sabido prever con !lechos que la independencia era inevitable, y que habría valldo m ás una transacción decorosa y no una pugna sombría. Lo peor fue que el odio nacido de la guerra llevó a muchos hispanoamericanos a renegar ce todo su pasade español, y aun a la autodcnigraclón de sl mis­fUI)!'!. Al cobijo de la turbación de las ideas, no pocos adalides hispanoame­r icanos identificaron la herencia española con e.1 oscurantismo, buscando C;l el pasado lndigena --definitivamente muerto-, 103 valores de la nueva cultura, sin perjuicio de que, al no hallar en él aliento suficiente, se bus­casen los modelos vitales en Francia o en los Estados Unidos.

Una indispensable revisión de nuestra historia debe llevarnos, quizás, a la afirmación de lo prop~o para poder dilatar los horizontes nacionales: lrole a partir de principios del siglo XIX, con el signo de la Independencia, 1'¡~brian de dar cauce al fortalecimiento de su se r y de su trascender. La Independencia marcó la conclusión de una etapa, pero tras ella vino el es­fuerzo desigual que quiso hallar el camino de la Patria por múltiples ca­fl'.;nos, no todos los cuales fueron venturm:os. Girones de si mismo dejó ~{(:xico en s u trayectoria independiente, en la anhelosa búsqueda que to­davia se prosIgue. Fu('cza es ver en todo ello el esfuerzo sostenido, el (k~bordante y tumultuase. deseo de llegar al equilibrio. Fuerza es también dl~jar de lado el sectarismo que ha querido ver de continuo, en nuestra llistoría tndependien te, sólo sombras en los rivales, sin claridad genero.'i3. P or ello 10 importante es destacar lo valioso que sirve de ejemplo y de in­centivo, s ubrayando el error como antecedente para evitar otros posterio­r es. La patria, mexicana tiene un pasado que informa al presente, pero aquél pasado y este presente es necesario valoratlos para encarar se al porvenir. porque quien r educe su vida ~hombre o pueblo- a lo que está liquidado, puede convertirse en estatua de .sal, sin vida y sin r ecursos, fuera de toda l,r¡sibilidad de superación digna y elevada,

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CAPITULO I

ANTECEDENTES DE LA GUERRA DE INDEPENDENCL<\

1 .-Causas Internas y externas de la guerra.

Z .-Primeros movimientos.

S .-DesaparicIón del gobierno real.

4.-8ituaclón de Nueva Espafla en 1808.

5.-Las conjuraciones de Valladolifl y Querétaro.

l.-CAUSAS INTERNAS Y EXTERNAS DE LA GUE­RRA.-Las causas de la guerra de independencia fueron de carác­ter interno y de carácter externo, que al smnarse, dieron al con­flicto una fisonomía propia que es posible hallar en casi todas las guerras de independencia de las colonias españolas de América: hecho que se explica por la similitud de origen y por las condicio­nes sociales semejantes.

Entre las causas internas pueden mencionarse las siguientes:

a) desenvolvimiento material e institucional de la Nueva España;

b) resentimiento de los criollos contra los peninsulares;

el relación desequilibrada entre la metrópoli y la colonia, en ma­teria económica;

dl grandes desniveles económico-sociales en la población novo­hispánica; y

el oposición eclesiástica.

Entre las causas externas cabe señalar:

a) difusión de las ideas liberales; y

b) influencia incitadora de la independencia norteamericana.

Desarrollo de Nueva España.

La primera causa mencionada, la del desarrollo que en lo ma­terial y en lo institucional habia obtenido Nueva España, tuvo

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carácter de base sobre la que descansaron muchas otras causas. La economía novohispánica era sin duda mayor que la metropo­litana en algunos capítulos, tanto por el vigor cobrado por la mí­nería, cuanto por el incremento alcanzado por la agricultura y la ganadería. Según datos aportados por Alamán, a fines del siglo XVIII la agricultura superaba ya en alrededor de 10 millones el valor de la producción minera, calculado éste en 20 millones de pe­~os anuales, mientras el valor de los productos agrícolas llegaba a 30 millones. El comercio, por su parte, se intensificó notable­mente desde que las medidas dictadas por Carlos III, en favor de una mayor libertad mercantil, permitieron una amplitud indudable en el volumen de las operaciones. Lógicamente pesaba todo ésto en favor de la independencia, en cuanto se percibía una tendencia en los habitantes favorable al manejo propio de los asuntos de la. colonia, s in la estricta sujeción de parte de la metrópoli. Si en mu­chos no había propiamente deseo de separarse en forma absoluta de España, sí había por lo menos deseo de que hubiese una ma­yor libertad de movimientos, una cierta independencia relativa que manteniendo la fidelidad al Rey, dejase en manos de 'los ha­btantes una más amplia responsabilidad en el gobierno de la co­lonia. Así se desprende de las comunicaciones dirigidas por don Manuel Abad y Queipo, canónigo de la catedral de Valladolid (Mo­rclia hoy), a la Corona Española. La colonia, con una fuerza eco­nómica que buscaba mayores horizontes, propendia a una mayor emancipación.

Resentimiento Criollo.

Influyó también. en la motivación de la guerra. el resenti­miento de los criollos en contra de los españoles peninsulares, dado que éstos llegaban a ocupar los puestos más importantes de la ad­ministración pública. Esto ocurría no obstante que en general, fren­te a los peninsulares que llegaban a la colonia, buen número de cl·jollos poseían más cultura y, desde luego. un mayor conocimiento ,1" lo., problemas nacionales por ser hijos del país. Dicho resenti­miento se apunta con mayor ímpetu y caracteres más definidos en el siglo XVIII, cuando ya era notorio que los criollos, por su edu­cación. por el ambiente, por el clima, por la influencia social y ps. icoJógica de los indios y mestizos, pensaban y actuaban con mo­dalidades distintas a las de sus antepasados peninsulares. Un ejem­plo típico lo dieron los jesuitas mexicanos que desterrados ~~r Carlos III en 1767 -como todos los integrantes de la Comparua de Jesús, expulsada de los dominios hi.spanos- prolongaron en Italia un brillante período de Humanismo, en el que la nota de me­xicanidad fue muy destacada. Por lo demás, la presencia de penin­S1.l!ares en los puestos primeros no obedecía a una ley determinada: er::t sólo la consecuencia de que el Rey prefería a quienes, por na­celO en España, presuntamente eran más leales, y por supuesto, mejor conocidos por él al tiempo de hacerse la designación. La rivalidad surgió sin embargo hasta el antagorusmo, hasta la opo-

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Blelón franca, convirtiéndose las palabras "gachupín" y "criollo" en injuriosas para peninsulares y americanos respectivamente.

DeseqUilibrada sítuación económica.

Pesó también entre las causas de la independencia la falta de relación equilibrada entre España y la colonia, en materia eco­nómica. Hubo, en efecto, incomprensión de la metrópoli que Il~vó a la destrucción de algunos cultivos novohispánicos, como las vides. los olivares y las moreras, para que no se perjudicara la produc­ción obtenida en otras partes del Imperio Español. Y aunque la aestrucción no fue completa, si hubo en esos capitulas un quebranto fundamental que no dejó de causar trastornos económicos. A ello es preciso agregar la situación de sujeción mercantil en que Nue­va España estaba -lo mismo que las demás colonias-, dominado su comercio exterior por la Casa de Contratación de SeviUa, limi­tado aquél en sus relaciones con las demás colonias, mientras so­bre la economía de Nueva España pesaban gastos de ayuda y sos­tén a las economías de otras colonias y de la misma metrópoli. Pa­ra hacer frente a los enormes gastos de sus guerras, Espalia a b­sorbió gran pa rte de las monedas acuñadas en la colonia, de suer­te que, según los datos exhibidos por el segundo conde de Revi­Jlagigedo, de los 252 millones que se acuñaron desde 1766 hasta 1788, en México quedaron sólo 31, pasando todo lo demás a la me­trópoli, cuyo pueblo tampoco salió beneficiado, puesto que el di­nero se destinó a gastos de guerra y de la Corona. La opresión económica impuesta por el despotismo ilustrado de los Reyes de la Casa de Barbón llegó a un limite mayor al dictarse en 1804 el Real Decreto que trasladó a las arcas reales de la península los bienes raíces y capitales de las' obras pías, capellanías, colegios. hospitales, cofradías y otros inmuebles piadosos del virreinat u. No fue el ánimo de los antiguos monarcas el que dictó ésto, sino la influencia antirreligiosa que cada vez se enraizaba más en la estructura política del absolutismo español a tono con la moda francesa. Más todavía, sobre la riqueza de Nueva Espaí1a desc:1n· saban tanto los naturales gastos de policía, justicia y defensa de este reino - en la paz como en !a guerra- , pero también buena parte de los gastos verificados en Filipinas, Luisiana, las Floridas, Trinidad, Puerto Rico, Santo Domingo y Cuba, según lo explicara Abad y Queipo en ' u "Representación al Príncipe de la Paz". en que se dolía de esta desequilibrada situación que previsiblemente habría de conducir a mover los espíritus en favor de una ali­geración de tales cargas; que sólo podría obtenerse mediante un mayor disfrute de libertad. Si a ésto ,e une la gran distancia ~l1e mediaba entre la metrópoli y la colonia, la lentitud de los tmr,s­portes de la época y la misma complicación burocrática, puede ima­gmarse el descontento que entre muchos habia por la marcha de los negocios políticos y económicos en aquél entonces.

Desniveles entre los habitantes.

Grandes desniveles sociales, económicos y culturales, tenían

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por escenario, además, a Nueva España. Se trataba especialmente del desnivel de las clases que ofrecían el rudo contraste entre unos pocos que poseían mucho, y otros muchos que poseían poco: sobre todo grandes masas de campesinos que, en cuanto indígenas mu­chos de ellos, desde antes de la Conguista estaban en condición de sometimiento, de pasividad improductiva, sin que durante la co­lonia se les pudiese incorporar a todos definitivamente a la nue­va vida social, a una vida más áctiva económicamente, acaso por­que junto al incompleto desarrollo de las instituciones, estaba la ¡msma condición indígena propensa a la servidumbre por tradición, que el latifundismo y la mala distribución de la tierra, acentuó to­davía más en el siglo XVIII. Esto dió origen a un proletariado ru­ral en el que las condiciones de vida dejaban mucho que desear en casi todos los aspectos.

Oposición eclesiástica.

Finalmente, en no pocos eclesiásticos fermentaba una opo­sición cierta al riguroso Real Patronato que concedía enorme in­gerencia al Gobierno en la vida de la Iglesia. Si mucho del Real Patronato tuvo su ra zón de ser hacía varios siglos, cuando los heyes Católicos y los primeros Austrias promovían la auténtica reforma de la Iglesia en España, la situación era muy otra en el siglo XVIII y a principios del siglo XIX. Es preciso no perder de vista que ya para entonces la impiedad y el sentido antirreligioso habían penetrado a la península desde el otro lado de los Pirineos, y en los circulos eclesiásticos se veía ésto con inquietud creciente. Así se explica la preocupación por los problemas de la colonia en ese centro de inquietud cultural que fue Valladolid, con la presen­cia de Abad y Qucipo, y la presencia misma de eclesiásticos en los d¡"ersos momentos de la lucha. Si en 1810 fueron algunos sacer­cotes y religiosos quienes tomaron parte activa, en 1821, para con­sumar la independencia, tomaron parte prácticamente todos. Sin el demento eclesiástico, el movimiento de emancipación habría que­dado sin verificación positiva.

Djfusi6n de ideas re~:olucionad:l~.

Se cita también, entre las causas de la guerra de insurgencia, la difusión de las ideas r evolucionarias. Esto es verdad en cuanto que mucho del pensamiento francés, o propalado por autores fran­ceses, influyó en el criterio de no pocos políticos hispanoamerica­nos.

Cobró fuerza la preocupación doctrinal, ortodoxa o con des­viaciones, debido sobre todo a ese carácter heredado de España de querer encontrar siempre la justificación moral. Cobró fuerza así mismo, al intentarse la organización de gobiernos, planes y cuanto esfuerzo se hizo en los primeros ensayos de vida política propia.

La leyenda que quiso que el Barón de Humboldt fuese uno

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de los propagadores de las ideas liberales, debe descartarse por falta de pruebas; pero sí es evidente que en Nueva España como en todas las colonias españolas de América, el contrabando de E­bros revolucionarios era grande, aun con la complicidad de no po­cas autoridades y de la misma Inquisición, que vivía ya en plena decadencia de sus funciones. Incluso se cita el caso de un inquisidor que confiscaba los libros para cumplir con la ley, pero los vendía a trasmano para su mayor ganancia. De todas maneras, es claro que el pensamiento francés influyó en el criterio de los cl"iollos preocupados de los problemas políticos, como siguió influyendo en ios años posteriores, a lo largo del siglo pasado. Y si ese pensa­miento tomó cuerpo, ímpetu, vigor desviado entre los políticos cl'io ~ llos, en buena parte se debió a la ausencia de los jesuítas, cuyo des­tierro fue un golpe rudo a la formación estricta de la juventuel no­'iohispánica en materia ele cultura. De entonces arranca la corrien­te doctrinal liberalista, favorable al anticlericalismo, a la soberanía del pueblo, al laicismo educativo y a la sujeción de la Iglesia por parte del Estado. Lo que no debe extrañar que Fe divulgara, pues­to que en España la situación era todavía peor, habida cuenta del incrustamiento de elementos masónicos en el gobierno del Rey. En Nueva España, desde la marcha del segundo conde de Revilla­gigedo, hubo no pocas denuncias y aprehensiones por razón del co­mercio de libros revolucionarios, siendo las ciudades de México. Guadalajara y Mérida, aquellas donde fuera mayor dicho comer­cio entre los criollos. Por lo demás, la afirmación de que el pensa­miento proveniente de Francia informó el criterio de los caudillos hispanoamericanos, debe completarse con la otra afirmación ele que el espíritu de los criollos estaba ya preparado para admitir algunos puntos doctrmales, debido a la tradición católica e his­pánica, favorable a las ideas de abolición de la esclavitud. de i!tu"l­dad esencial de los hombres y de libertad, El notable pensamiento católico-hispánico, vigorizado en el siglo XVI por los grandes teó­logos españoles (Vitoria, Cano, Suárez, Mariana, etc.) . encontró eco particular en los jesuítas mexicanM· del siglo XVIII, aun C"'ln­

do por el destierro de éstos, la corriente que pudo haber dado fru­tos mejores, se desvió después hacia el revolucionarismo de Fran­cia, al margen éste en muchas ocasiones de la pureza de pensa­miento de la Iglesia Católica.

El modelo norteamericano.

Si la independencia norteameric~na influyó por su parte. fue . ,empre a título de ejemplo, de modelo, más que de otra cosa, en una época en que ya ésto era previsible como lo fue para el conde de Aranda, que veia el desarrollo de los Estados Unidos y quería que las colonias españolas recibiesen un grado mayor de autono­mía, con gobierno propio a~nqu~ con alguna liga a la Metrópoli, a efecto de eVItar la separacIón VIolenta. Fuera de ésto, la muestra norteamericana parecía ser la norma y el tipo a seguir por parte de los caudillos hispanoamericanos, deslumbrados ante la nueva y creciente potencia.

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2.-PRIMEROS MOVIMIENTOS.--Si se hacen a un lado 108 intentos de algunos encomenderos que en el siglo XVI pretendie­ron insurreccionar al reino para conservar sus encomiendas ame .. nazadas por las Nuevas Leyes (insurrección que de hecho en Nue· va España no llegó a efectuarse, pero sí en el Perú); si se excep­túan también las acusaciones de que se hizo objeto a don Martín Cortés, el hijo del Conquistador, a favor también de una cierta in­dependencia, debe admitirse que hubo una indiscutible fidelidad de los habitant es de la colonia a la Corona Española; fidelidad no quebrantada ni siquiera al iniciarse la guerra insurgente, que se comenzó con vivas a Fernando VII y se consumó pidiéndose a éste que fuese monarca de Nueva E spaña. La guerra insurgente se qmntó como lucha contra el mal gobierno y contra los peninsula­res, pero con lealtad a l Rey que sólo la torpeza de éste y el odio nacido de la lucha pudieron disminuir. Inclusive, l8s mismas peti­cioncs de ayuda hechas a Inglaterra por algunos criollos hispano­americanos en el siglo XVIII, a favor de la emancipación, care­cieron de importancia. Los "criollos mexicanos" que en 1742 pi­(ljeron la cooperación británica al gobernador de Nuev-a Inglaterra, no representaban a nadie en realidad, como tampoco tema mayor fuerza ni mérito la solicitud hecha en el mismo sentido por el mar­qués D'Aubarede en 1766 ante la Corte de Londres, Ni alcanzó éxito el movimiento político dirigido por los ex jesuitas José Salas y José del Pozo, y por el general Francisco de Miranda, sudameri· c'mos t odos ~llos, para obtener la indzpendencia hispanoamericana con la adhesión de Inglaterra y los Estados Unidos de Norteamé­rica, a principios del siglo XIX. Concesiones mercantiles y entre­gas de t.erritorio eran las compensaciones ofrecidas con mano am­plia e ingenuidad sorprendente.

Cúnspiraciones iniciales.

Por 10 que a Nueva España toca, la~ primeras conspiraciones habidas antes de 1808 fucron también raquíticas en sus elementos y cn sus alcances. La ac",ación hecha en 1794 contra el doctor Juan Durray, de qU0 ;ncitaba a los habita:ntes de ~México a unirse a los franceses una vez qUé éstos llegaran, era todo lo más un }re­eho sintomático pero de ninguna n1anera un hecho inmediata­mente peligroso. En la misma fecha se acusó al andaluz Juan Guerrcro de haber sostenido pláticas con varios criollos y penin­sulares para eX~1l11sar a las autoridades virreinalE's, solicitando la indispensable cooperación norteamericana. Años más tarde, en 1'799, se acusÓ a Pedro Portilla de haberse confabulado con algu­nos artesanos para dar muerte a los peninsulares, proclamando la ifldependencia y estableciendo la al ianza con los Estados Unidos. 0"ta conspiración fue llamada "de los machetes" por haber SIdo encontrados algunos de éstos en la casa de los conjurados. Mayor a Icance tuvo e11 1800 el movimiento de indios de Tlaxcala.¡ Nayarit, mediante el cual se pretendía coronar a un indio llamado Mariano .-por sobrenombre" Máscara de Oro"-, expulsándose a los pe­ninsulares: las autoridades temieron que esta revolución fuese pe-

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Jigrosa por la influencia que en aquellas rel?iones tenia el marqués de Miravalle, enemistado con tales autorIdades. Algunos mcllos fueron aprehendidos, muriendo por causa de enfermedad en los hospitales de Guadalajara. En la segunda mItad d~! sIglo XVIII hubo sin lazo con los anteriores hechos, una rebehon maya ocu­rrida' en Campeche, dirigida por el indio Jacinto Uc de los Santos Can Eck, que fue básicamente una lucha de castas, de los mayas contra los no indios. antecedente de las sangrlentas guerras rac l<t· les que asolaron a la peninsula de Yucatán el siglo pasa.do. y aun a principios del present e. La :ebelión de Can Eck fue repnnllda, y mueltos o castigados los prmclpales dlrectlvos.

Fue necesario, por consiguiente. que se presrntura la invasión napoleónica en España, para que las causas auténticas de la in­dependencia perfilaran su tumultuosa presencia en 1808.

3.-DESAPARICION DEL GOBIERNO REAL.-La presen­cia de los franceses en España, en 1808, planteó el problema de la abolición de las autoridades metropolitanas, y con ella la cues­tión debatida de que faltando el Rey, base de la estructura polít ica, las autoridadcs de Nueva España que de él dep0.ndían, no tenía n ya ningún título justificativo para ejercer su dominio.

Xapoleón en Es!.aña.

La razón que motivó la invasión napoleónica era, aparente­mente, la de atac'lr a Portugal, aliada de Inglaterra en la lucha de ésta contra Bonaparte. Habia además, en los altos círculos politi­cos franco-españoles, el propósito de conquistar el país lusil~no para dividirlo entre la reina de Etruria, hija de Carlos IV, el fa\'o ­rito Manuel Godoy y Francia. Pero Napoleón, entre gl'an mamiía dp. intrigas, buscaba alcanzar su propio objetivo de apoderarse (1el trono español, mediante la ocupación por los franceses del terri­torio hispano. Los ejércitos imperiales, dirigidos por .T arquín ~.1:n ­rat, duque de Berg, pacíficamente llegaron hasta Madrid. Godoy, temeroso, quiso traer a la familia real a Nueva España, pero los motines de Aranjuez, en marzo de 1808, evitaron que su intento se cumpliera. Carlos IV tuvo que abdicar y se proclamó al P rín­cipe de Asturias como Rey de Espaiia, aunque las intri ¡:as de Na­poleón llevaron a la familia real española a Bayona, pa¡:;' di lucidar los hechos. Allí, Fernando fué obligado a renuncia r a favor (1(' su padre, Carlos IV, y éste a su vez cedió la Corona de E spaña a Na­poleón, que la entregó a su hermano José Bonaparte. E l pueblo español, indignado ante tales acontecimientos . se subl~vó contra los franceses creando Juntas de Gobierno que decían trabajar por los derechos de Fernando VIl. La más importante de ellas fué la establecida en Sevilla, llamada "Suprema de España y de las In­dlas". en medio de una lucha de independencia que fué dura y cruel, resintiendo los soldados imperiales las primeras derrotas en su re­corrido triunfal por Europa.

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Bayona y Cádlz.

En el curso de la guerra se promulgaron dos Constituciones: una fué promulgada en 1808, y otra en 1812. La de 1808 fué dada ~n Bayona por parte de Napoleón, estableciendo un régimen cons­titucional en el Imperio Español, con igualdad de condICiones polí­t iCas para la metrópoli y para las colonias. Aunque Bonaparte prometió una cierta independencia para ,éstas, la Constitución de Bayona nunca se aplicó en A.mérica. La otra, expedida en 1812 por las Cortes de Cádiz, con participación de diputados peninsulares y americanos, causó un trastorno profundo en la vida institucional del Imperio. E stableció un régimen liberal con división de poderes, libertad de imprenta, supresión del Santo Oficio, exclusividad de 1" religión católica; iguales condiciones políticas para España y para las colonias; igualdad de todos los habitantes frente a la ley, 5in que subsistiesen más los antiguos privilegios de que legalmen­te gozaban los indios. E sta Constitución se aplicó en América sólo en tres capitulas: la libertad de imprenta, las elecciones de Ayun­tamientos y la supresión del Santo Oficio de la Inquisición, si bien jos dos primeros preceptos fueron pronto anulados, debido a que los amigos de la independencia se valieron de ellos para hacer pro­paganda antipeninsular.

4.-SITUACION DE NUEVA ESPAAA EN 1808.-Mientras ocurrían tan importantes sucesos en la península, era virrey de Nueva España don J osé de Iturrigaray, con méritos militares y amistad de Godoy, que le valiera el puesto en Nueva España. No se distinguió mucho por su honestidad administrativa, ni mucho menos: introdujo un contrabando de telas por ciento diecinueve mil pesos y fué voz pública que negociaba los empleos y los favo­l'es, obteniendo enormes ganancias con la repartición del azogue entre los mineros. -

Rivalidad de Partidos.

El 14 de julio de 1808 se supo en México con certeza de las renuncias de Fernando VII y de Carlos IV, a favor de Bonaparte. E sto significaba la ausencia del Gobierno legitimo en la metrópoli y la necesidad de que en Nueva España se tomasen medidas inusi­tadas para hacer frente a la situación. El Ayuntamiento de la ciudad de México, integrado por criollos propuso a Iturrigaray que continuase provisionalmente el Gohierno Virreinal, afirmando que al faltar el Rey, la soberanía residia en el Reino y especial­mente en los cuerpos de voz pública como los Ayuntamientos. Tenía además el designio secreto de formar un gobierno indepen­diente, aprovechando el estado de cosas legal y psicológico que entonces habia. Iturrigaray, por las razones que hayan sido, mos­tró una condescendencia que los peninsulares le tomaron a mal. Precisando conceptos, el Alcalde de Corte, don Jacobo de ViIlaurru­tia, propuso que se estableciera una Junta Representativa de to­do el Reino, declarándose al Virrey como autoridad suprema, con

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una Junta Permanente que contrapesase su autoridad. El Ayun­tamiento de México hizo suya esta proposición, despertándose en seguida la rivalidad entre criollos y peninsulares, con mutuas acusaciones. Los peninsulares sospechaban que los criollos que­rian valerse de la grave situación para lograr pacíficamente la independencia, en tanto que los criollos acusaban a los peninsula­res de querer mantener .la unidad con la metrópoli aun estando ésta sometida a los franceses. El Consulado y la AudienCia, en manos de europeos, eran los principales centros del partido pe­ninsular, que consideró criminal el que se discutiera más el ordcn politico, al tener conocimiento de que en E spalia se habían form:ldo Juntas que gobernaban a nombre de Fernando VIT.

No obstante ello, el Ayuntamiento de México insistió para que hubiese una reunión de autoridades y se dictaran las medidas que debían normar la conducta política en el Reino. Iturri!5uray estuvo conforme y la junta se efectuó con participación de los funcionarios de la capital, el 9 de agosto: estuvieron presentes los oidores de la Audiencia, el Arzobispo, los canónigos, los in~ quisidores, el Ayuntamiento, el Consulado,. la nobleza y los go­bernadores indios. Por indicaciones del Virrey, el Síndico del Ayuntamiento, licenciado Francisco Primo de Verdad y Ramos. hi­zo uso de la palabra. Abogado instruído, nativo de Aguascalien­tes, el licenciado Verdad explicó que por ausencia del gobierno de la metrópoli, el pueblo, Hfuente y origen de la soberanía" , re:t­sumía ésta para deposita rla en un gobierno provisional. El discur­so fué mal recibido por los peninsulares y en especial por los in­quisidores, que tacharon de heréticas sus afirmaciones. Así las cosas, las turbulentas discusiones sólo llegaron a un acuerdo sobre (lOS conclusiones: que el Virrey era el verdadero lugarteniente de] Rey y que no debía obedecerse ninguna orden proveniente de los franceses. Pero aun ésto se aprobó con serias reservas. El único punto de acuerdo unánime fue el de jurar como Rey a Fernando Vil. lo que se hizo con gran regocijo popular el 15 de agosto de 1808.

Violencia, de los euro!,eos.

Toda una campalia de calumnias fué desatada contra Iturrí­garay por algunos europeos, hasta el extremo de decirse que se alzaría con el Reino, proclamándose monarca. La oposición de los peninsulares en contra del Virrey aumentó porque no obstante la llegada de los representantes de la Junta de Sevilla se decidió aquél a convocar un Congreso Nacional, haciendo lIeg~r a la cani­tal varios regimientos de provincia. Temerosos los europeos de que el C?nrp-eso d.eeretara pacíficamente la independencia, decidieron destitUIr al VIrrey. El jefe de la conspiración fué el rico hacen­dado don Gabriel de Yermo, Que en la noche del 15 de sentiemb¡'c con t:esciento~ conjurados dirigidos por él prendió a l Virrey e~ PalacIO, ".'andandolo con sus hijos a la Inquisición " a la Virreina con sus hIjas al Convento de San Bernardo. Los oidores de la Au-

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ni.encia y otras autoridades destituyeron a Iturrigaray, substitu­yendolo por el mariscal de campo Pedro Garibay, de edad madura que poseía amplio caudal y tierras en los alrededores de Cuerna­vaca. De esta manera' se inició la violencia política del partido europeo que alcanzó en seguida a varios criollos, que también fue­ron aprehendidos: el regidor don Juan Francisco Azcárate y Le­zuma; el síndico Ucenciado Francisco Primo de Verdad y Ramos; el licenciado José Antonio Cristo y fray Melchor de Talamantes, religioso exclaustrado, procedente del Perú y autor de varias obras, la más importante de las cuales fué la "Representación de las Co­lonias", favorable en sus ideas al criterio de independencia. El li"enciado Verdad apareció muerto en su celda y el Padre Tala­mantes, a quien se envió para su proceso a España, falleció de fie­brc amari!la en San Juan de Ulúa. En ninguno de los dos casos hubo maniobra criminal de parte de las autoridades.

5.-LAS CONJURACIONES DE VAUADOLID y QUERE­TARO.-Don Pedro Garibay. que usurpó fu· ciones, gobernó desde el 16 de septiembre de 1808, hasta el 19 de julio de 1809. Era real­mente un hombre cuyo carácter no se prestaba para atender una sHuación tan anómala como la creada por los europeos en fuerza de violencia. Durante su corta gestión aceptó reconocer a la Junta de Sevilla y envió a España once millones de pesos como contribu­ción a la guerra contra los franceses. Temiendo una invasión na­poleónica a Nueva España, mandó comprar fusiles a los ingleses de J amaiea y ordenó que se fundieran cien cañones para poner en defensa al reino. En cambio, desconfiando de la fidelidad de los oficiales criollos del Cantón de Jalapa, dispuso que sus tropas fue­ron disueltas; la mcdida resultó contraproducente porque aquellos oficiales, vueltos a sus lugares de origen, se constituyeron en otros tantos elementos de oposición.

,'\ctitud Eené'.'ola de Liz"na.

Durante el mismo período se agudizaron las rivalidades entre europeos y americanos. Pero dadas las muestras de ineptitud po­lítica que Garibay daba, los peninsulares . de México influyeron en h Junta de Sevilla para que fuera sustituído, poniéndose en lugar suyo al Arzobispo de México don Francisco Javier de Lizana y Beaumont. El prclado encomendó el gobierno de la arquidiócesis al Inquisidor Alfaro, primo suyo, y se dedicó a la administración pública en la que dió testimonio de su bondad y de su falta de ener­fía para reprimir el movimiento antieuropeo, lo que le desafectó con los peninsulares. Por todo el reino circulaban pasquines, vo­lantes anónimos y se efectuaban juntas secretas, sin que el Arzo­bispo tomase medidas de represión contra los criollos. Abad y Oueipo llegó a escribir con este motivo que el Arzobispo "cayó e~l lazos de esta facción (la de los criollos) y dirigido por ella, go­bernó el reino en el sentido de la insurrección". Lo cierto es que su actitud benévola favoreció las maniobras de los americanos en fa­vor de la independencia, lo que no impidió que enviase dinero a

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España para que la resistencia continuase contra los invasores, a través del enviado Cochrane, llegado en una fragata inglesa.

Conjuración de ValJndoJid.

Por esta época tuvo lugar la conjuración de Valladolid, de la que fué impulsor principal don José Mariano Michelena, oficial que fuera del Cantón de Jalapa. Participaron en la conjuración otras personas como el oficial don José M. Garcia Obeso, don Mariano Quevedo, fray Vicente de Santa Maria y el Pbro. don Manuel Rujz de Chávez. No era de extrallar ésto, porque en ValladolId habla toda una corriente favorable a la independencia, que tenía como participantes principales a los más destacados eclesiásticos, inclu­sive los integrantes del Cabildo de la ciudad. El plan de los cor.ju­radas era el de formar una Junta que gobernase a nombre de Fer­nando VII, excluir a los peninsnlares y dejar el gobierno dcl reino en manos de gente del pais. En suma, fidelidad a la Corona, pero autonomía interior, que era el pensamiento generalizado de los criollos. Sin embargo, la conjura fracasó por denuncia de algunos de los mismos participantes -sin que haya prueba válida de que Iturbide haya sido el delator-, y el Arzobispo-Virrey se most ró clemente. Garda Obeso fué enviado como oficial a San Luis Po­tosi, Michelena a Jalapa, y las penas para los demás fueron suma­mente leves.

En Querétaro.

Reacción negativa tuvo que presentarse entre los europeos a la vista de la conducta del Sr. Lizana, y puestas en juego sus in­fluencias lograron que la Regencia le separase del cargo, con pre­textos honrosos, pero ordenando que entregase el gobierno a la Real Audiencia formada por europeos. Asi ocurrió el 7 de mayo de 1810.

Gobernaba pues en Nueva Espalla la Real Audiencia, cuando progresó la conjuración de Querétaro, ramificada y fortalecida por el espiritu mismo de independencia y por la falta de sentido prác­tico de la Audiencia que no podia movilizarse con la rapidez que los hechos exigían. La conjuración de Querétaro tenia la aparien­cIa de una academia literaria en la casa del Pbro. don José M. Sán­chez, aunque habia reuniones en diversas casas. No estaba igno­rante de ello el Corregidor, licenciado Miguel Dominguez ni su mujer, dOlla Josefa Ortiz, quienes protegian a los conjurado~. Con­currian a las reuniones varios abogados, comerciantes y militares criollos, que participaban de las mismas ideas dominantes ellt!·c los americanos : fidelidad a l Rey, pero exclusión de los europeos a efecto de que el gobierno quedase en manos nativas. Allí estaba ya el fermento indispensable para que los hechos se desenvolvie­sen, y pronto la guerra habria de tomar su curso.

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CONCLUSIONES

.-EI movimIento de independencia surgió a instancia de causas internas y externas: a) desarrollo del reino; resentimiento criollo; mala relación económica con la metrópoli; desniveles de clase; oposición eclesiástica a la ingerencia estatal. b) di­fusión de ideas revolucionarias; incitación por la independen­cia norteamericana.

2 .-Las peticiones de ayuda a L'lglaterra y Estados Unidos, no tu­vieron éxito, como tampoco las conspiraciones y rebeliones de antes de 1808.

3 . -El pretexto para que se desatara la guerra fué la invasión na­poleónica a España, ope dió IU J!;ar a los intentos pacíficos en favor de la emancipación por parte del Ay-.mtamiento de !lIé­xico y a la represión europea contra los americanos.

4 . -Tal violencia condujo a la destitución de lturrigaray y a la usurpación de Garibay, sustituido a su vez por el Arzobispo Lizaoa. favorable éste a los criollos.

5 . -La respuesta de los americanos consistió en el aumento de la acti\'idÜd antipeninsular, sobre todo eo dos coospiraciones: la de Valladolid y la de Querétaro, campeando el propósito de mantener alguna fidelidad al Rey, pero con plena autonomía interior y exclusión de los europeos.

LE C TURA

SENTIDO DE lI1EXICAl'{IDAD

Nil1[jIl .. 1IOS han "realizado tan plenamen te ese paradigma superior de lWmal1is¡¡¡o ComO (¡.quella falange de ilustres j esuítas des terrados que, 01 la sC{Jnnda mitad del X.VIII, maduraron culi1tra autént1·ca y tisce­ralmcnlc me:cic{/1lQ. e hicieron ú·rad.iat sobre el mundo, desde la docta 1::u10nia, el esplendor del hwrllan1smo criollo.

A l (( caruMlico" decreto del Déspo ta '~il'lts tra'do" que -' ~ guarda n· d~j en el real pecho " S'us pretendidas razO'nCs- arrojábalos al cxi· Uo, respond1'cron ellos con 1/na montmia. de <t:olúme·nes, [ruto d~ t C'1~a.. re .... virilias !J de opcrosa dcdicadón infatigable, e·n los que -stn dto· 1lm'se siqll.iera alaco)" d·jrectamc1I te a su verduoo- hacían resonar por torla Eu·ro]) (/. el llomlwc de la patria 'leJana y form1daban - en la teolo. fila, en la. filo sofía, ('11. la {Iis toria, en la poes·ía. !J las bellas artcs- el ~,/(:nsajc de l11éxico,

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Porque lo primero que en ellos notaremos !J que constituye como un rasgo inconfundible de familia en ese grupo de h1,manistas nuestros, es su acendrado mexicanisnlo: criollos todos ellos ... no se sienten ya (;spo1ioles -sino mexicanos, y as'¡ lo procla·ma" con noble orgullo el1 la ,.'ortada de su obras; abogan por el mestizaje entre españoles (1 ill.dfgc­"as como medio de lograr la fusión no sólo física SÚtO espiritual de am­lias razas y de forjar 111lG sola nación; tienen 1Ia can ciencia -proféti­ca- de la patria imn.i,tlcnte que está gestándose en las entrañas de la Nueva España ... No son espa110lesj 110 son aztecas: ¿qué son, cnton­tO', y cuál es su patria' Son, '!I quieren ser; mexicanos: tUlda más V MM menos.

(Gabriel Méndez Pla1lcarte) .

BmLIOGRAFIA MINIlIIA

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CAPITULO 11

DESARROLLO DE LA GUERRA DE ll\'DEPENDENCU.

l._El mo\'irnlento con llidalgo.

2 .-Difusión de la Guerra.

3.-La .!unta ~e Zitácuaro.

4._Acción y penso.micnto de l\Iorclos.

l .-EL MOVIMIENTO CON HIDALGO.-Aparte del Corro­gidor y su esposa, destacaban en las juntas conspiradoras de Qll~ ­

rétaro varios letrados, oficiales y comerciantes criollos. No sc con­tó con la adhesión del párroco de Dolores, don Miguel Hidalgo y Costilla, sino hasta el mes de septiembre de 1810, cuando el sacer­dote obtuvo seguridades del capitán Ignacio Allende en el sentiL:o de que los trabajos adelantaban.

La personalidad de Hidalgo.

¿Hasta qué punto estaban realmente en progreso los planes? lIidalgo y algunos de los suyos insistirían ya en el curso del con­flicto -por lo menos a título de conveniencia- en el respeto a Fernando VII. Pero hay quien afirma que los conjurados se pro­ponían excluir a los europeos y establecer reyes feudatarios. Como quiera que sea, el levantamiento había sido proyectado para octu· bre, preparándose algunas armas, como lanzas y cartuchos. Hidal go, adherido ya al movimento, puso de manifiesto su indudable ascendiente sobre los demás, derivado de su carácter gentil, ele su generosidad rayana en la prodigalidad, y del acercamiento graJlc)e que tenía con sus fieles y amigos, incluso los indios, y la popula­ridad debida al fomento que hiciera de diversas industrias y arte,; -euItivos de uva; moreras para la cría del gusano de seda; fá.bri­cas de alfarería y ladrillos; curtiduría de pieles; orquesta-; aun­que con no poco perjuicio de su responsabilidad espiritual en la pa­rroquia, prácticamente dejada en manos del Padre Francisco Igle­Lias. ¿Habrán influido en Hidalgo las lecturas de los autores fran­ceses que pintaban al cura rural, como propulsor de t oda esta cIa­se de trabajos.

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Sus Antecedentes.

No sería extraño lo anterior, dada su afición a las letras fran. cesas. En lo que compartia gustos con Abad y Queipo y con Riaño, el Intendente de Guanajuato, con quienes llegó a cultivar amistad, 'festimonios de su capacidad y de su afán cultural los habia dado, lJOr otra parte, lo mismo como discipulo de los jesuítas en el Céle­gio de Valladolid, que en los estudios del Colegio de San Nicolás, en el que llegó a ser profesor y Rector. Como cura estuvo en Co­bma, en San Felipe Torres Mochas y finalmente en Dolores, desde ] 803. Las cualidades anotadas le habían creado una estimación indiscutible, factor primerisimo en su encumbramiento como jele del movimento insurgente.

Hidalgo, que para 1810 contaba con 57 años -había nacido en Corralejo, dentro de la jurisdicción de Pénjamo, el 8 de mayo de 1753--, llevó a la guerra su generosidad y su valimiento; su amor a los humildes y su carácter falto de disciplina : el mismo que le c,)ndujera antes al desordenado manejo del dinero parroquial -por lo que se le instruyó juicio- y a la poca severidad en sus costum­bres, causa esto último del proceso "de vita et moribus" seguído en la Curia Diocesana.

Denuncia de la Conjuración.

El hijo de don Cristóbal Hidalgo y doña Ana Maria Gallaga quedó en el primer plano casi desde un principio. La conju­ración fué denuuciada por diversas personas, llegando la quere­lla hasta el mismo Virrey, don Francisco Xavier Venega~. qu" el :.15 de agosto había desembarcado en Veracruz e iba camino de la ciudad de México, donde tomó el mando el 15 de septiembre. Al pre­cipitarse los acontecimientos, el Corregidor de Querétaro, se \'ió obligado a registrar la casa de la familia González, donde se guar­daban las armas, haciéndose aprehensiones y puéstose en guarda su casa. Su mujer, doña J osefa, bajo llave en su residencia por dis­posición del propio Corregidor, se comunicó con el alcaide Ignacio Pérez para que éste diese cuenta de los hechos al capitán Allende. Entre tanto, el alcalde, don Juan OchQa, había procedido a la aprehensión de muchos conjurados y se disponía a hacer la de los confabulados de San Miguel y Dolores, apuntando el peligro con inminencia a todos. Domínguez y su esposa, a la postre, también fueron reducidos a prisión.

Iniciación del lIIovimiento.

En San Miguel, el alcaide no encontró al capitán Allende, sino al capitán Aldama, con quien partió a Dolores para dar cuenta de la situación. A las dos de la mañana del 16 de septiembre, Hidalgo y Allende quedaron informados de la gravedad de las cosas. No había más a lternati\'a que iniciar la revuelta o esp~rar la aprehen­~jón . El primer camino fué el resucIto. Acompañado Hid¿1 I;-;'o CP .,\llc:¡·~~~ y " ¡(1:1:n;). , rué n la cúrcel públic::\ y p t¡SO en E:j ?l." ~;,~l .

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presos, a quienes armó, apresando en seguida a los españoles de la localidad.

Siendo domingo el 16 de septiembre, había muchos campési­nos de ' los alredeaores, y a éstos a la gente del mismo pueblo, el párroco los arengó, diciéndoles que los europeos pretendian ~ntre­gar el Reino a los franceses, por lo que era necesal'JO combatir al mal gobierno de aquellos y preservar el terntol'Jo para su l~ey 1(:­gítimo, Fernando VII; que se iría hasta la capital, se instalaría un gobierno nuevo y no habría más opresión ni tribu!os. P~'onto tuvo Hidalgo a sus órdenes 300 hombres. El mismo dla llego a Atoto­nilco, tomando allí como primer estandarte una imagen de Nues­tra Señora de Guadalupe.

La multitud en marcha.

El ejército insurgente fué engrosándose cada vez más con indios y rancheros de las comarcas vecinas. En San Miguel el Grande se le incorporó el Regimiento de la Reina, al que pertenecía Allende. Allí se pertrecharon los insurrectos para dirigirse des­pués a Celaya penetrando el día 21, llevando al frente un retrato de Fernando Vil. Fueron ocupadas después las poblaciones de Sa­lamanca, Irapuato y Silao, insitiéndose en que el movimiento era para la defensa del Reino contra los peninsulares dispuestos a en­tregarlo a Bonaparte, Pero el ejército, salvo los núcleos reduci­dos de militares, se integraba como una multitud inlnensa, sin or~ den ni concierto, en el que toda coordinación de movimientos era imposible. llLos indios -escribiría el coronel Diego García Con· de al Virrey Venegas- iban cargando a sus hijos, carneros y Cllor­tos de res . , ,; de los saqueos que hacían, se llevaban las puert~s, mesas, sillas y hasta las vigas sobre sus hombros", Todo dominio sobre aquella masa heterogénea, desbordaba la capacidad de man­do de sus directores. Por ello el desorden y el saqueo fueron notas comunes, como una sombra constante que concitó gran reacci¿il contra Hidalgo y los suyos, explicándose así por qué la mayoría de los criollos y partidarios de la emancipación prefirieran al Go­bicl'no del Virrey, ante la violencia y el peligro que para vida y propiedades suponía el paso de la multitud.

En Guanajuato.

Para fines de septiembre, llegó el ejército insurgente a Gua­najuato, intimándose rendición al Intendente don Juan Antonio ele Riaño -funcionario probo y de valía-, quien prefirió resistir en la Alhóndiga de Granaditas, en unión de algunos soldados de Jo. milicia provincial y varias familias de europeos -500 personas, 3 m¡Jlones de. caudales-o La lucha fué de rudo impacto, pero al fmal, ocurrida la .':luerte de _ Riaño, la resistencia fué disminuyend'J hasta cesar, re¡lltlendose alh y en la ciudad las escenas de saqueo y muerte de pf1SlOneros durantes tres días, no obstante los esfuer­zos desplegados por Allende. Establecido Hidalgo en la ciudad -la

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más rica del Bajío-, fundó una Casa de Moneda cuyos productos ostentaban, como los virreinales, la efigie y las armas de Ferna~­d,) VII. Se fundieron también cañones y se estableció gobierno para la .ciudad, dándose al final mejor trato a los europeos presos.

Las Excomuniones.

De Guanajuato salieron los insurgentes a Valladolid, capital de Michoacán. El Obispo de esta diócesis -a la que Hidalgo pero' t enecía como Cura de \Jolores-, don Manuel Abad y Queipo, elec­to, pero no consagrado, lanzó excomunión en contra de Hidalgo, aunque éste no la consideró válida. Durante mucho tiempo se ha debatido sobre este tema, expresándose las opiniones más contra­cUctorias. La excomunión decretada por Abad y Queipo fué con­t emporánea de la cita que la Inquisición le hiciera para que com­pitreciese ante el tribuna l, bajo pena de excomunión, a efecto de proseguir el proceso que se le había instruído años antes ... ¿Es­taba pues Hida lgo fuera de la Ig lesia con este motivo? Un estt<­<lio del SI'. Cango. don J esús GarcÍa Gutiérrez, el R.P. José Bravo Ugarte y don Juan B. Iguíniz, demuestra que: "a).-El cura Hi­c1~~]go no incurrió en excomunión alguna por haber iniciado la inde· })endencia. b) .-Incurrió varias veces en la excomunión del Ca­non por los ataques innegables a la libertad y vida de clérigos y religiosos. e ).-No incurrió en la excomunión de la InquisicióT!. d) .-Habiendo muerto confesado y absuelto, con esa muerte cesa­ron todos los efectos ele la excomunión".

L~s Cruces y Aculco.

El Cabildo de Valladolid, para que no hubiera daños y des­precio de la censura, le levantó la excomunión a Hidalgo, pidién­dole se evita ra el saqueo. La petición del Cabildo fué atendida, pero H idalgo tomó dinero de la Clavería y Aldama registró las repulturas de Obispos y Canónigos. El 19 de octubre se decretó l:l o.l;olición del tributo de las castas. Contábase ya con cerca de I:SO,OOO hombres, si bien el sargento Gallegos instó para que se ks r edujera a 11,000 pero organizados y con disciplina. Hidalgo l1l1

atendió In. sugerencia, y seguro de su fuerza, avanzó con rumb~) a la capital.

Cerca de ésta, en el Monte de las Cruces, los insurgentes . en­contraron una pequeña fuerza realista dirigida por el brigadier 'l'orcuato Trujillo, compuesta por mil infantes, y cerca de 300 jine­tes, mulatos. De la gran masa de insurgentes, contaban para la. dicciplina los dos mil soldados que habían entre ellos; el resto úe la enorme lnultituc1 eran . sin embargo. una fuerza impresionante y arrolladora. Todo el 30 de octubre se combatió con arrojo de una y otra parte. Al fin, la superioridad numérica se impuso y 'J'ru.iillo tuvo que dejar el campo. Al día siguiente, Hidalgo mandó en un coche al general Jiménez y a tres oficiales, para que preson­bsen un pliego al Virrey, pero éste no quiso aceptarlo y rechaz"> a los parlamentarios ... ¿Por qué Hidalgo, que estaba sólo a unoa

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Idlómetros de la ciudad no avanzó hasta ella? En una carta cs· crita por él explicó su retirada por la. carencia d~. municiones', Que: riendo marchar con rumbo a Queretaro, su ejercito se eneolltn inesperadamente con el realista de Calleja en S~n Jerónimo d~ Aculeo,

Los realistas de Calleja y de don Manuel Flon, conde de la Cadena, sumaban siete mil. Hidalgo sólo contaba ya con cuarcnt" mil hombres, pnes otros tantos se le habían desertado inmcdi,It,,· mente antes, Casi sin combatir, con movimientos de justa coo1'(li· nación, y tiros precisos de su artillería, Calleja, comandante g~. nera! de San Luis Potosí, puso en fuga a los insurgentes, hac i¿'n­doles un corto número de bajas. Su rigorismo, que habíase IDnni­festado ya en los saqueos que ordenara en las casas de los j ,'I'c3 insurgentes, en Dolores y en San Miguel el Grande, se mostró una vez más con el fusilamiento de algunos de los desertores del e~é l" cito virreinal.

Rumbo cl Occidente,

La derrota desmoralizó a los insurgentes, dividiéndose en dos grupo: uno de ellos dirigido por Allende marchó a Guanajunto, y el otro, con Hidalgo, volvió hacia Valladolid, mediando ya seriau diferencias entre ambos, En esta población el generalísimo in5lll'· gente requirió más dinero, reclutó más gente y ordenó la mUC..!l" l l.!

de unos 60 prisioneros europeos, pasados a cuchillo. Por ent0n,~e2

l'cdactó un Manifiesto contra el edicto de la Inquisición en cl ' !li" explicando mejor sus ideas políticas, apuntaba la posibilidad de reunir un Congreso que ha bria de componerse con "representantes de todas las ciudades, villas y lugares de este reino, que teniendo 1101' objeto principal mantener nuestra santa Religión, dicte k ycs suaves, benéficas y acomodadas a las circunstancias de cada pl'C-1>10", Abandonando Valladolid, Hidalgo entró triunfalmente a Guadalajara el 26 de noviembre, ciudad que había ocupado para la insurgencia don José Antonio Torres , conocido como el jI .. Amo To­rres", Era éste el administrador de una hacienda en Nueva G" li· cia, con g ran ascendiente sobre los campesinos, Con buen t alento natural y brío para la guerra, había derrotado a las fuerzas {le línea y a los voluntarios que las autoridades peninsulares ql1is!e­ron oponerle. El Intendente don Roque Abarca, el obispo Monse· ñor Cabañas y otros europeos, se marcharon a l puerto de San BIas dejando la ciudad en poder de Torres.

Hidalgo en Nuen>, Galícia,

En Guadalajara, Hidalgo se dió trato fastuoso tomando el titulo de Alteza Serenísima, Organizó un gobierno c~n dos minis­tros : don José Ma. Chico y don Ignacio López Rayón. Como me. dldas gubernat~va,s, decretó l a abolición de la esclavitud, bajo pena de muerte; extmclOn del tl'lbuto que pagaban los indios; supresió" del ~stanco de pólvora y del papel sellado. Nombró también un embajador ante el Congreso de los Estados Unidos -un guatema!.

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teco que no llegó a su destino, y que acabó suicidándose- para ajustar una alianza. Decretó igualmente el goce exclusivo de las tierras de comunidad para los indios, a fin de que dichas tierras no rasaran a poder de personas extrañas a la comunidad. Durante €ste tiempo, comenzó a publicarse en Guadalajara el primer perió­dico insurgente editado por un eclesiástico, don Francisco S~vcro Maldonado, que tuvo por título "El Despertador Americano". l!;n la propia ciudad ocurrieron graves diferencias entre Hidalgo y otros caudillos, debido a las matanzas dispuestas por aquél de va­rios cientos de europeos acuchillados en las afueras de la ciud~d.

Puente de Calderón.

Entre tanto, las tropas virreinales de Calleja, amenazando Gnanajuato, obligaron a Allende a abandonar la plaza, que a su salida fué escenario de una terrible ola de asesinatos de españoles l'"CSOS en Granaditas, hasta que Calleja entró a degüello a su vez, no deteniéndose sino con la intervención de fray José María Belaun­zarán que obtuvo el cese de la mortandad. Reunido Allende con Hidalgo, se quiso hacer resistencia en Puente de Calderón, cerca de Zapotlanejo. Allende quedó como jefe supremo, mientras avan­zaban rumbo a Guadalajara otras fuerzas virreinales a más de las de Calleja: desde Valladolid, que habian recuperado, y desde las Provincias I!ltemas del Norte. El encuentro ocurrió el 16 de ene'·o. F'ué un largo combate de varias horas en el que al fin se impuso el jefe realista, que victorioso en el campo, quedó convencido de la profundidad del movimiento: "Este vasto reino - escribió-, pesa demasiado sobre una metrópoli, cuya subsistencia vacila: sus na· turales y aun los mismos europeos están convencidos de las ven­tr<jas que les resultarian de un gobiemo independiente".

1.2. Marcha a Estados Unidos.

Las pérdidas realistas fueron escasas, entre ellas Flón, pero brande fué el desastre para los insurgentes, que en su mayor par­te se desbandaron. Sólo pequeños núcleos siguieron a los jefes en su h,úda : en la Hacienda del Pabellón, rumbo a Zacatecas. con 2menazas de muerte Hidalgo fué despojado del mando militar por AHonde, Arias y otros. En Saltillo, ciudad ocupada por el general insurgente Mariano Jiménez, Allende decidió la marcha con rum­bo a Estados Unidos, enviándose a don Ignacio Aldama como p.m­bajador, aunque tampoco llegó a su destino ... ¿Fué la marcha ha­cin. el país vecIno para proveerse de armas? ¿ para refugiarse? c. para "alzarse con los caudales", según acusación de Hidalgo? El hecho fué que marcharon los jefes a mediados de marzo en ca­torce coches, con una escolta de mil hombres y alguna artill~ría; pero en las Norias de Baján cayeron en una emboscada que les t endió el teniente coronel Ignacio Elizondo, sobre Quien recayera la imputación --discutida- de saber sido traidor a la insurgencia.

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Captura Y Mnerte.

Hidalg-o, Allende, Aldama, Jiménez y ob'os oficiales y religio· eos. fueron hechos prisioneros. Se les conduJo a c;hlhuahu:" donde fueron procesados, y capi todos, mcluso los ecleslastlCos. [usllados en esa ciudad y en Durango. Como sacerdote que era HIdalgo tuvo 6es procesos : el militar y el religios.o, degradánd,osele :J. resultas de este último. Antes de su fusIlamIento. escrlblO un documento presuntamente verídico, en el cual se retractó de su actuación y pidió perdón a Dios y a los hombres por las faltas cometIdas. A pJrtir del 10 de mayo de 1811 comenzaron las ejecuciones; el 26 de junio se fusiló a Alknde, Jiménez y Aldama (Juan) , y el 30 de iulio a Hidalao. Su cuerpo fué' sepultado en el Convento de San Francisco, y ~u cabeza, junto con las de otros decapitado", Allen­de, Aldama y Jiménez,tuel'On llevadas a GuanaJuato y colo:adas en jauJas de hierro en las esquinas de la Al~ó'.'diga. En 1~23 fupron conducidos los restos a la Catedral de MeXlco y pos terIOrmente a la Columna de la Independencia.

Abasolo fué el único de los jefes a quien no se fusiló. pero se le envió preso a Cádiz, muriendo en Ceuta. Don Ignacio López 'la­yón. que pudo escapar del último revés con algunos otros. se hizo cargo de la jefatura de los restos del ejército, emprendiendo una "etirada cargada de peligros desde el Saltillo hasta Zitácuaro, en Michoaeán.

2.-DIFUSION DE LA GUERRA.-Durante la etapa de Hi­dalgo e inmediatamente después de su muerte, la guerra alcanzó lma gran difusión por muchas provincias, sobre todo en _á. forma dE guerrillas. aunque también con núcleos importantes qu~ ' mplia­l',)n el área de la insurgencia. En este cuadro destacaron : Rayón y los integrantes de la Junta de Zitácuaro. combatiendo en a l ~u­mIS regiones de Michoacán; Morelos por Tierra Caliente y el sur ;¡él virreinato; Rafael Iriarte que desde L eón y Aguasealient"5 luchó hasta Zacatecas y San Luis. adhiriéndose a Allende en Aguas­calientes, fusilándosele en SaltiJIo por orden de López Rayón. por t.'garse de Baján: por la región de San Luis operaron los legos juaninos Luis de Herrera y Juan de Villerías. En Zacateca s ,e ,!<stituyó al Intendente, quedando en lugar suyo el Conde de San­t iago de la Laguna, que a la postre fué spnarado también. Más a l ~ur, por Ql'erétaro y Huichapan. los Villagrán. Otras partirbs hubo por la región de Toluca. Albino García por Guana.illato. Por el occidente operaron Gómez Portugal, Alatorre, Huidrobo y muy especialmente José Antonio Torres. Por la región de Navarit ortuó C'1n gran tino militar y esniritu ma~ánimo el CUra de ~Ahll;"\lll'''O, con .Tosé Marín Mercado. González HermosilJo propagó la rebf'lión por Sin-Joll. T.mhién estallaron rebeliones por Tamaulipas y roa­buila. distinguiéndose en esta provincia el general Mari¡\llo J imé­nez, dp. actuar.ión muv limpia. En Nuevo León. el JY1;smo goherna­doro M;:.nuel ~~nta Marin, se insurrf~ccionó. extendiénnose J::t. re­vuelta hasta Tejas, donde el gobernador fué depuesto. E s ta última

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región fué escenario, más tarde, de la revuelta de Bernardo Gu­titrrez de Lara y de diversas acciones filibusteras.

De todos ellos, quienes más conexión guardaron con Hidalgo, fueron Torres y Jiménez.

3.-LA JUNTA DE ZITACUARO.-En Zitácuaro, el . lj~e.n.9i,,­<l'l..I,.ópez Rayón estableció una Junta integrada con el pr"pio cau­elillo, como Presidente, y con los doctores José Ma. Liceaga y José Sixto Verduzco, como Vocales. Según el pensamieñto de Rayón, la :Junta tendría por objeto una función semejante a la ejercida por ,," Jlmtas de España: defensa de los derechos de Fernando VII frente a la intrusión de los franceses, pero lucha en contra del go:' b;erno virreinal, acusado de querer entregar el Reino .-ª.~l!Poleón.

La Junta pretendía la coordinación de todas las fuerzas insur­g,mtes, pero tal propósito no se alcanzó nunca, y el propio More­Iss no llegó a prestarle obediencia. Lo peor fué la oposición ocu­nida entre sus componente~: Liceaga y Verduzco que se enemis­rc,n con Rayón a quien acusaron de traidor. cesándoles éste en sus f¡mciones. Todo por la invasión de jurisdiciones de unos por parte de los demás.

¡.os Escritos de C"s.

Sin embargo, la principal aportación de la Junta de Zitácua­n) al pensamiento insurgente fué la publicación de los documentos e ,critos por el doctor José Ma. Cos procedente de Zac'!tecas~ Cos publicó en su imprenta con tipos de madera, -donde editó t e.m­hIén el semanario "El Ilustrador N aciana}" y luego "El ~lustrador ,'1 '11 ericano"-, un Manifiesto y sus Plánes de Paz y Guérra :'-'mar-70 de 1812-. Campeaban en ellos las ideas de exclusión de los eu­r 0peos de los puestos públicos, aunque de respeto a sus vidas e in­t /~ r(:'f.Cs, formación de un Congreso . Nacional i~depel1diente de K'paña, aunque sin terminar con la fidelidad ni Rey. Lo impor­lente era la autonomía interior. Si ésto no se obtenía pacíficampn­t.c y la guerra continuaba, el Dr. Cos pedía la humanización de é"t a. Lamentablemente, la elevada petición de Cos no fué atendi­da por nadie.

Más o menos por este tiempo. Rayón presentó a Morelos su lroyecto de Constitución, en el que pretendía el mantenimiento de In religión católica, el pueblo como origen inmedia to .le la sobera­nía, residente ésta en Fernando VII, división del poder en tres or­ganismos, congreso de representantes y disposiciones de libertad para el comercio y la entrada de extranjeros. Morelos aceptó lo sustancial con ligeras modificaciones, pero rechazó lo referente a Fernando VII.

3.-ACCJON y PENSAMIENTO DE MORELOS.-"Por el presente, comisiono en toda forma a mi lugarteniente el Bachiller ¡lon José María Morelos, cura ele Carácuaro, para que en las cos­ta s del sur levante tropas, procediendo con arreglo a las instruc-

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ciones verbales que le he comunicado". As! rezaba el nombra mi.n· tG que Hidalgo le extendiera a Morelos, durante su entrevista '.'h

"511adolid, en 1810. Morelos era nativo de esta ciudad, donde na· ciera el 30 de septiembre de 1765, hijo de don Manuel Morelo J y doña Juana Pavón. Había sido inscrito en el regibtro parroq1"lJa! como español, aunque sus rasgos denotaban proceder de casta mezo dada de indio y negro. Hasta los 32 años laboró en trabajos n,· rales. decidiéndose entonces a hacer sus estndios en el Seminario oe Valladolid, del que Hidalgo era Rector. Ordenado, llegó a ser cura de Carácuaro y Nocupétaro, en la Tierra Caliente.

La Primera Campaña.

Poseedor ya de un nombramiento y de instrucciones corres · pondientes, Marcias procuró el adiestramiento de un pcc¡ueiio cjér­c.ito que fué engrosándose h::\sta sumar ccrC:1 de tre:: mil en la costa actual de Guerrero, contando con don Hermellegildo GaJ ea n<l que se le habia unido en Tecpan junto con sus hermanos, El pe­queñ(l ejército, ':ldicstrado, con alguna disciplina ,va -en Jo que M"oreJas contrastó siempre con Hidalgo-, desarrolló una camp:lCm que culminó con la derrota del comandante realista Francisco l'a­rh3, en la Sab<:t oa, pero fracasó ante Acapulco que era su ob.;etivo, cuando creyendo poder introducirse a la fortaleza ele acuerdo "na nn entendimiento que tenía con José Gago, fué r ecibido con :~llE'~O . En el combate r ealizado en el puerto fué batido y perdió casi "<"el" S'J artillería. E!1 vist a de dIo, Morelos avanzó hacia el nortc. Bn Chichihualco se le unieron los dueiios de la hacienda : don Leona!"­cio, don Miguel y don Víctor Bravo, y el hijo del primero, don Ni­colás, criollos de valía económica y personal.

Los insurgentes ocuparon Tixtla, tras refíido combate, .'" luego Chilapa, a fines de mayo de 1811. Allí se dedicó Morelos, conclllíeb esta pr:mera campaña, a prepararse mejor, va1iéndo~e dc la ('s~a ­cü')n del calor y de la concentración de tropas r ea listas en 01 centro del virfe~nato_ Coincidieron estas ventajas con algunos CO!1trat1cm­pos en sus filas: Tabares y un norteamcric~no llamado Da,': s 1)

David, promovieron una grave agitación que iba a conducir :1 ilna

guerra de castas al pretenderse la muerte de Morelo., y de ',o,;os los blancos, Descubierta la conjura, se ejecutó a los agitadores. En lo político, Morelos puso en orden la administración en todos l?~f sitios donde dominaba, arregló las rentas y confiscó lo.:> bienes ce los europeos.

La Segunda Campaña.

. En su segun~" campaña militar, el caudillo extendió su domi­mo a todo el centro y norte del actual Estado de Guerrero, sur ele Puebl~ ~ parte de la entidad Olle lleva su nombre, Se trazó un plan ~stra.teglCo que tuvo tres objetivos: un ataque en contr? de Taxco. oll'lgldo por Galeana; otro en contra de Oaxaca, dirigido por J\f i­g;tel Bravo. Morelos en seguida penetró al actual Estado dc Mé­XiCO, obteniendo un dominio que se extendia hasta 'l'enango y Te-

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t.ancingo. Varios ecksiásticos se le unieron durante estas cam­pañas: los sacerdotes Tapia, Herrera y Mariano Matamoros. Este Ll.imo, por su arrojo, por su decisión y su talento militar, fué pron­to el segundo del ejército.

En vista de la gravedad que implicaba todo ello para las auto­ridades realistas, el Virrey dispuso un doble ataque mediante los ~jércitos de Calleja y de Llano, pero ambos fracasaro!:'. ante los i'1"urgentes al actuar de modo separado. El gobierno desconfiando ae las tropas criollas, hizo traer varios batallones de españoles peninsulares. Calleja. r:unque poco grato al Virrey, fué encargado de atacar a Rayón en Zitácuaro, plaza que tomó y castigó con su habitual cruel rigorismo, recibiendo en seguida la orden de atacar a Morelos que estaba en Cuautla y que matenía fuera de la ciudad otro ejército a los órdenes de Miguel Bravo para que le proveyese. Experimentado ya por un primer fracaso, el jefe realista acabó per poner sitio a la plaza, que quedó aislada, sin víveres y sin mu­mciones, derrotado que fué el ejército de Bravo. Por fin, el 2 de mayo de 1812, Morelos rompió el sitio y salió de la ciudad con go·andes pérdidas.

Trastornos.

Entre tanto, la "ituación, difícil para Morelos por las pérdi­das sufriuas, no era r..1ejor para el gobierno virreinal, que en 1('1$ ata ques contra More1oo había tenido que hacer grandes gastos, y que se resentía de la acción de las guerrillas que pululaban p)r todo el centro, el sur y el oriente, trastornando las comunicacioR ncs. Una sequía hahida en ese año de 1812, creó nuevos motivos de perturbación económica a los que se unieron los políticos por ~a oposición cada vez más profunda de europeos y criollos aun en bs sitjos dominados por el Virrey: una carta dirigida por los comer· ciantes del Consulado de México a las Cortes de Cádi7., conteni~ndo conceptos denigrantes para los nacidos en el país, llevó las cos·'s t,,, sta el extremo de Que Venegas prohibió por bando que se escri­GJera o se hablara más sobre el asunto.

Contraofensiva virreinaJ.

Por una reacción bien extendida, los realistas recuperaron en el sur muchas poblaciones, de suerte que se extendió su autoridad nuevamente de,de el Valle de México hasta la costa. El 16 ne mayo entró Calleja triunfante a la capital, llevando entre sus tr~­feos a don Leonardo Bravo. Venegas creyendo que Morelos esta­ba destruí do, y distanciado políticamente de Calleja, cometió el error de disolver el ejército del centro que éste comandaba, for­mándose divisiones para que operasen en otros sitios.

Recuperándose por regiones poblanas, Morelos amplió su r~­dio de acción hacia territorio guerrerense Y de Oaxaca. En reah­dad su tercera campaña fué la más fructífera de todas, porque diiatando sus alcances, extendió el dominio insurgente desde la

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Tierra Caliente de Michoacán hasta Oaxaca, y desde Acapulco hasta Orizaba. En efecto, dentro de las operaciones realizadas en esta campaña, Morelos pudo al fin vencer la r esistencia realista en Acapulco, tras reñidos combates, aun cuando la fortaleza de 8an Diego le ofreció una oposición ruda. Matamoros, por su par­te, defendió con éxito a Oaxaca contra la expedición guatemalte­ca dirigida por Dambrini, que iba en contra de los insurgentes. Ex­presión de este dominio fué la publicación del periódico llamado "Correo Americano del Sur". Durante la misma campaña, don Nicolás Bravo, que operaba en el oriente, capturó un cargamento de tabaco valuado en ocho millones de pesos y cuyo despojo fué una pérdida sensible para los realistas. En San Agustín del Pal­Illar, varias decenas de prisioneros europeos capturados al derro· tarse a Labaqui fueron perdonados por el jefe insurgente, no obstante que tenía la orden de Morelos de fusilarlos en represalia por la muerte de don Leonardo Bravo, su padre.

Calleja como Virrey.

Un cambio de importancia se había operado en el campo rea­lIsta. Por disposición llegada de España, Venegas dejó la gober­'uación del Reino, sustituyéndole Calleja el 4 de marzo de 1813. Politicamente quiso poner en vigencia los principios de la Cons­titución de Cádiz, que sólo en mínima parte fué puesta en prác­tica por Venegas, pero la propaganda hecha por los partida rios de la Independencia y el triunfo total de los criollos en las elec­ciones municipales, hicieron que la Constitución fuese suspendi­da, no quedando en vigencia sino la supresión del Santo Oficio. Alguno~ mexicanos salieron a España para la integración de las Cortes. -

Tercera Campaña. El Congreso.

Durante el curso de la tercera campaña, Morelos, impresiu­nado por la desorganización de la Junta de Zitácuaro, pretendió r eunir a los representantes de las provincias a fin de poner h~ bases para un régimen independiente. Con este motivo se instaló en Chilpancingo, el 14 de septiembre de 1813, el primer Congres.) de Anáhuac, con diputados de las provincias ocupadas por 1101'(' ­l"s y aun de las no sujetas a él. El Congreso resolvió que se es tableciera un gobierno provisional con Verduzco, Rayón, Licc i:1.­ga y Morelos. Se nOlllbró a éste Generalísimo y .se le dió el títul" de A!teza Serenísima, que rechazó para admitir el de Siervo de la NaclOn.

Mo;-elos redactó entonces un escrito llamado Sentimientos el., l~ ~~clon, c~m sus pun~os de .vista pol.íticos. Decía en él que la N~clOn ~exICana deberla ser mdependlente: mantendría la reli­glOn eato}lca Slll tolerancia para otra, debiendo sostenerse el cl e­ro . con fiolos los ,dIezmos y las primicias, sin obvenciones parro r;u:ale!::. RC'co!1c~~ ~d:¡ la so~:eran¡a l~o plt~:.r. el gobicr,l:J ~.:- t1j -, . ': ,' .

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(,n tres poderes, como enseñaba Montesquieu. Seria respetada la propiedad, sólos los americanos tendrían empleos y todos los es· pañoles serían expulsados y confiscados sus bienes.

No 3e permitiría la entrada a los extranjeros, salvo los arte­s~nos que pudiesen instruir, quienes permanecerían únicamente en los puertos de desembarco. No habría más esclavitud, ni dis­tmciones de castas; desaparecerían las alcabalas, los estancos y el tributo de los indios. Indicaba Marcias la conveniencia de que 'c mejorase a los pobres y se moderara la opulencia de los ricoR: que los jornaleros tuviesen salarios más elevados para vivir me.bt· y alejarse de la ignorancia y la rapiña.

Al aplicar el Reglamento aprobado para el ejército, elegiC'o Morelos como Generalísimo, hubo de ocupar el Poder Ejecutivr>. Y,~l Congreso aprobó también la Declaración de Independencia :r pi ¡'establecimiento de la Compañía de Jesús. Aquella fué redact"~3 por dos Carlos M. Bustamante, dando por razón de la indepenC'en­c;a las condiciones que privaban en España, pero sin hacer men­(Ión de Fernando VII.

Cuarta Catll!,aña,. A p~ tzingán.

Al llegar Calleja al poder, su preocupaclon principal fué 13 drstrucción de los núcleos insurgentp.s de Morelos. Esto dió ma· teria para la cuarta campaña -ahora defens iva en cierto modn-· del caudillo. El Virrey dispuso varios cuerpos de ejército que fUt­

ron estrechándose y causando serios reveses a los insurrectos. Mu­r~los se propuso capturar Valladolid, intentando ponerle sitio, pero II.urbide se valió de una estratagema para hacer combatir entrp

sí a los sublevados, que' resintieron grandes pérdidas, retirándose Murelos hacia la Tierra Caliente. Para desgracia, suya, Matamo­""S en la retirada fué capturado y fusilado -enero de 1814-,. D ..:!rrotas y desavenencias con el Congreso tuvo Morelos, que acrJ· sado por Armijo. perdió plazas y hombres, incluso Galeana, muer­t0 en la costa al ser perseg·llido. No obstante ello, fué. posible pro · mulgar el 22 de octubre de 1814 su Constitución. Esta tuvo como l1rincipalcs in spiradores: al pensamiento de Rousseau y a la Con':)· titución de Cádiz de 1312. El Decreto Constitucional para la Li· bertad de la América Mexicana, reconocía la soberanía del pueblo y la necesidad de un rég-imen representativo y republicano de 1'0-l!,,,rno, con el Poder Ejecutivo desempeñado por Un triunvireto. Le. Hacienda Pública estaría en manos de una Intendencia y a los funciona rios se les exig-irían responsabilidades. La religión cató­ii('a sería la única en la nación. Se consi~aron, así mismo. los derechos de los ciudadanos, que podían sedo aun los extranjeros 8; eran católicos. con carta de nacion~lidad y respetuosos de In ¡",¡ependencia. Los autores del Decreto fueron: el licenciado José Manuel Herrera. don Andrés Quintana Roo, Sotera Castañeda, Verduzco y Argándar.

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Muerte de Morelos.

En ía práctica, el Decreto no tuvo vigencia, salvo la designa­ción de quienes se encargarían del Poder Ejecutivo: Morelos. Cas y Liceága, y el establecimiento del Tribunal Supremo. En trance difícil, Morelos y el Congreso pretendieron dirigirse a Tehuacán, pero en Tezmalaca se capturó al Generalísimo el 5 de noviembre de 1815, llevándosele a la ciudad de México donde se le s iguió el doble proceso eclesiástico y por rebelión. El primero lo condenó a privación perpetua de cargos eclesiásticos y a destierro en Afri­ca. El segundo lo condenó a muerte. Rezando los salmos peniten­ciales, Morelos marchó al paredón. fusilándosele el 22 de diciem­hre de 1815 en San Cristóbal Ecatepec.

CONCLUSIONES

1 . -En la conjuración de Querétaro, Hidalgo tomó la parte direc­tora del movimiento.

2.-Dispuso el iniciador de la Independencia de una gr"n masa humana, pero indisciplinada en su mayor parte, que por su violencia le restó 110 !locas simpatías.

:3. -A resultas de algunas acciones. Hidalgo sí estuvo excomulga,. . do, pero murió dentro de la Iglesia Católica.

4.-En Guadalajara dictó el iniciador importante disposiciones .

5.-Rumbo a Estados Unidos, los realistas capturaron a los prin­cipales caudillos, procesándolos y fusilando a casi todos.

6. -Contemporáneamente y después de Hidalgo, se difundió la guerra.

7.-Dentro de h Junb. de Zitácuaro fueron imllortantes los es-critos de Coso -

8.-1Uorelos, con pensamiento más definid"mente autonomista, realizó cuatro grandes campañas militares, ayudó 2. b . forma~ ció,! del Congreso en Chilpancingo y más tarde a lo. promul­gacIón de '" Constitución de Apatzingán.

LECTURAS

RETRATO DE HIDALGO

Era de media.na estatura, cargado de espaldas, de colmo moreno"

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ojos verdes vivos, la cabeza algo caída sobre el pecho, bastante cano !I call'o, pero vigoroso, aunque no activo ni pronto en sus mmrimientosj tlA pocas palabras en el trato com1Ln, pero a1timado en 1.G aroumenta­d.;" a estilo de colegio cuando entra"a en el calor de alguna disP1tta. POCf) aliñado en su traje, 110 usaba otro que el que acostumbraban en-­tonces los curas de pueblos peº~{.eños.

(Lucas Alamán).

,TROZO DE LA DECLARACION DE INDEPENDENCIA.

El Congreso de A7Iáhuac, ltgítimamente instalado en la ciudad d. t!hilpamcingo de la América Septentrional por las provincias de. ella, a'ielara solemnemente a presencia del Señor Dios, árbitro moderador dI? los imperios y autor de la wciedad, que los da y los quUa según los rl('.,tontos inexcrutables de su providencia, qUf; por las presentes cir~ Cl/7/.(jtancia .~ de la Europa, ha reCQbrfldo el ejercicio dA su soberallia usurpado i que en tal concepto queda rota para siempre jamás y disuelto la dependencia del trono español.

(Redacción de Carlos Ma. de Bustamante).

BmLlOGRAFIA lIlINIMA

l.-ALAMAN Lucas: "Historia de México".-México. Editorial Jus. 1942.

!:: . -BANEGAS Galván Francisco: "Historia de México".~J.¡[éxico. Edito~ rial Buena Prensa. 1938.

:i.- -BRAVO Ugarte José: "Historia de México".-México. Editorial Jus. 1944 .

.. -BUSTAMANTE Carlos M. de: "Cuadro Histórico de la Revolución de la América Mexicana". México. 1843-46.

5 . - -CUEVAS Mariano: "Historia de la Nación Mexicana". México. Editorial Buena Prensa.- 1953.

6 . -1\'IORA José Ma. Luis: "México y sus Revoluciones". ParÍ.9. 1836.

7 .-PEREYRA Carlos: "Historia. de América E spafiola".-Madrid. 1924.

8 --ZA V ALA Lorenzo de; "Ensayo Histórico de las Revoluciones de Mé­xico". México. 1918.

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CAPITULO III

LA CONSUl\IACION DE LA INDEPENDENCIA Y EL IlIIPERIO

l.-Depresión Insureente.

2.-La ExpedicIón do l\!1na.

S.-Restablecimiento del Régimen Constitucional en Espaila.

". -Planes de lUontcagudo e Iguala.

5.-DUusión del Movimiento Trigarante.

6 .-L:l. Regencia.

7.-EI Imperio de Iturblde.

DEPRESION INSURGENTE.-De 1815 a 1820, el gobierno virreinal alcanzó un dominio evidente en lo militar. Contaba con un ejército de 40 mil soldados de linea -la mayor parte criollos­y 40 mil milicianos. Se trataba, en consecuencia, en esta prin~era epoca de la guerra, de una verdadera contienda civil entre c!c­mentos de un mismo pueblo; en realidad la guerra alcanzó ca­rácter nacional sólo hasta la actuación independencista de ltur­l'i,le, en que fué toda la nación la que tomó parte en favor de la autonomía política.

El estado de la revolución era perfectamente conocido nor los informes Que Morelos proporcionara en su proceso. Había, no obstante, núcleos que aún peleaban aisladamente. Terán y Cua­daiupe Victoria eran acaso los que disponían de mayores fuerzas en el oriente: dos mil hombres cada uno; Osomo, con menor nú­mero, operaba en Tuhncingo; Sesma y Guerrero en las monto,ias del sur; los Rayón en Cóporo, Michoacán; Bravo, también ~Il el 8'11'. En Michoacán operaban así mismo Muñiz y Yarza. Pedro lVloreno sostenía la insurgencia en las Huastecas. Otras partidas mínimas luchaban por Nueva Galicia. En total, la insurrecció" tendría, para 1816, unos veinticinco mil hombres, dispersados )lor 11lucho3 sitios con variada potencia. Consciente de ello, Cal1 ~:j3 quiso activar la represión y liquidar la revuelta.

El Virrey Apodaca.

En poco tiempo, Osorno fué derrotado en TuJancíngo y 103

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Llanos de Apan, indulttmdose muchos jefes y tropa que ayudp,ron a combatirlo después, Terán fué derrotado en tierra oaxaqu~ña. Pero la campaña no siguió bajo la dirección general de Calleja, porque las quejas que se elevaron en su contra -incluso de Abad ~' Queipo--, motivaron su sustitución por el teniente general don Ju:m R:.Iiz de Apodaca. Este desembarcó en septiembre de 1816 en Veracruz. Desde cntonces una actitud nueva apareció: Apo­dara dispuso que no se fusilase a ningún prisionero, aun cuando la guerra siguió adelante y en algunos sitios la disposición no fué cumplida, Acogidos al indulto, Terán, Osorno y otros más se in­dultarOn, Honrosas capitulaciones permitieron el indulto de los insurgentes de la isla de Mezcala, en Chapala ; otro tanto ocurrió con los de Cóporo. Seria batida sufrió Guerrero por parte d~ Ar­mijo en 1817. Muchos se indultaron o fueron derrotados -eomo Victoria-o

LA EXPEDICION DE MINA.-EI guerrillero navarro don Francisco Javier 'Mina activó la guerra durante unos meses, en algunas regiones. Había combatido en España contra los invaso­res franceses, y hecho prisionero, fué llevado a Francia en donde permaneció hasta la liberación de su país. Regresó a tiempo para ver la vuelta de Fernando VII a la península, aunque, al igual que otl'OS liberales, fué objeto de persecución al abrogarse la Consti­tuci~n de Cádiz por mandato del Rey, de suerte que tuvo que refu­giarse en Francia y luego en Inglaterra. Allí conoció a Fray Ser­vando Teresa de Mier, -dominico exclaustrado, aventurero pin­toresco, orador, autor entre otras obras de la ¡'Historia de la Re­volución de Nueva Espaiia"- guien junto con elementos de la m?sonerÍa 10 convenció para venir a América a combatir por sus ideas libera1es. Con tal propósito, y contando con dinero ingJés, salió ele Londres en mayo ele 1816. Llegó con el Padre Mier y 22 0ficiales españoles. italianos e ingleses. a las costas norteamerica­nas. Denunciado en Washington, el gobierno de los Estados Uni­dos no atendió la queja del emba.iador español y permitió el apro­visionamiento y reclutamiento de más hombres . En Filadelfia - - eentro de las logias yorquinas-, y en Baltimore, se le ayudó. M,rchó a Puerto Príncipe y luego a Galveston, desembarcando al final en Soto la Marina el 15 de abril de 1817.

En sus proclamas de Gálveston y Río Bravo. expresó su inten­to de querer luchar per las ideas liberales y ayudar a la emancipa­ción de los americanos.

Su Campaña.

Dí:' Soto la Marina avanzó al interior, sin inmediata oposIción. Pero más adelante combatió a los realistas en Peotillos, vencién­dolos, rindiendo después al Real de Pinos en la intendencia de Za­.,"tooo ~. Al través del desierto llegó al fuerte del Sombrero, de­fendido por el insun~ente Pedro 1'[oreno. Varias incursiones rea­lizó con variada fortuna, hasta que el fuerte fué puesto en sitio por el realista Liñán. La falta de agua y alimentos obligó a una

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salida desastrosa: los norteamericanos de Mina fueron destruídos ,. muchos me.'<icanos fueron aprisionados y fusilados. Todavia pudi~ron resistir los insurgentes en el fuerte de Los ~emedios, tomar San Luis de la Paz, engrosar suso fIlas -hasta IDlI cuatro· cientos hombres- y atacar Guanajuato. Pero rechazados y dis· nersados, los dragones realistas alcanzaron a Moreno y Mina en el rancho del Venadito. Moreno murió allí, degollaron su cadáver -27 de octubre-, y capturaron a Mina. El 11 de noviembre se le fusiló por la espalda, tras recibir los sacramentos.

A fines de 1817, fueron capturados también Verduzco, don Ignacio López Rayón y don Nicolás Bravo. Otros prefirieron acogerse al indulto ofrecido por el gobierno, por el que se perdo· naba la vida a qnienes se rindiesen. Esta actitud de mayor tole­rancia ocasionó que en ta l año pasasen de mil los indultos men­suales.

RESTABLECIMIENTO DEL REGIMEN CONSTITUCIONAL EN ESPAÑA.-Al volver Fernando Vil a España en 18B, abolió la Constitución de Cádiz. Calleja, virrey de Nueva España enton­ces, dispuso la vuelta de las antiguas instituciones. Sin embargo, la actitud del Rey fué políticamente torpe, concitando una reac· clón en su contra, y en contra del absolutismo y la Iglesia de parte de los liberales, dándose lugar a infinidad de conspiraciones y su· blevaciones, Una ele éstas estalló cerca de Sevilla en 1820, dirigida por el coronel Rafael del Riego, con tropas de la expedición espito ño!a que iba a Sudamérica. El comandante de ellas, don F élíx Ma. Calleja del Rey, ex Virrey de Nueva EspaJia, fué aprehendido por su participación en la conjura. La revolución tuvo descalabros ini· ciales, pero triunfó por la acción coordinada de las logias. Ante ellt), Fernando Vil no tuvo más remedio que prometer jurar la Constitnción, forzado por la invasión de una multitud a su pala· cia. De hecho, el gobierno quedó en manos de una Junta qUC,

sin desconocer al Rey, convocó en cambio al Congreso o Cortes.

ltledidas Anticlericales.

Las Cortes decretaron varias medidas anticlericales: nueva supresión de la Compañía de Jesús; supresión de órdenes monAs­tic"s, salvo ocho monasterios, con prohibición de dar hábitos y admitir novicios; disminución de las órdenes mendicantes, de las cuales sólo podria haber un convento en cada población, con pro­hibiciones iguales. Era, en suma, el plan masónico para la des­tntcción de las órdenes religiosas. Una segunda LeO'is Iatura dis­puso la disminución de los diezmos a la mitad y la "venta de los bienes inmuebles pertenecientes al clero.

Las anteriores disposiciones se limitaron a la metrópoli, C'ln a~yo de los diputados de América que en las Cortes había, a fin de obtener de los liberales su colaboración para qne se aplicase el p~oyecto del Conde de Aranda, a favor de una independencia de Jos virr.einatos, erigidos en países autónomos con reyes de la Casa de

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Borbón, si bien los liberales no los atendieron. Para entonces, ha colonias de América tenían ya una opinión general, aun entre los europeos, decididamente en contra de la Constitución y de sus le­yes subsidiarias.

PLANES DE MONTEAGUDO E IGUALA.-Cuando en Nue­va España se supo la reimplantación constitucional, se comen.,) a conjurar en San Felipe Neri (la Profesa), en torno al doctor :>.fa­ths Monteagudo. Allí se dijo que como Fernando Vil no juró li­bremente la Constitución, no debería cumplirse la orden Que la restablecía, debiendo seguir gobernando Apodaca de acuerdo con las 1 eyes de Indias, pero con independencia de la metrópoli mjen­tre.s estuviese la Constitución. Se pensó que don Agustín de !tur­bide era el hombre adecuado para poner en práctica este Plan de Monteagudo o Plan de la Profesa.

Iturbide, desde tiempo atrás, como casi todos los criollos era afecto a la independencia, pero no compartía los procedimientos s~guidos por los insurgentes. En 1820 no tenía mando de fuerzas, desde el proceso que se le siguiera por acusación de las casas Ala­mán y Rul, de Guanaju"to, de que abusaba de su autoridad militar para acaparar cereales y traficar con ellos. Del proceso salió ab o $uelto, pero no se le volvió a Guanajuato. En la capital entró en relación con Monteagudo y éste lo puso en contacto con Apodaca, de quien no se sabe si participaba o no de las ideas del primero.

Iturbide rumbo al Sur.

~nentras tanto, en mayo de 1820 los comerciantr,g europeos ne Veracn!z, que eran masones y formaban un batallón de volun­t erios. obligaron al intendente y comandante Dávila a jurar la C""stitución. El Virrey se ala rmó: sabiendo que al~mos jefes y oficiales elel e.iército eran masones, quiso adelantárseles y dis­puso la jura de la Constitpcjón. Nuev~s noticin.~ lle~~das de Es­paiía aumentaron la agitadón: lturbide. considerando oue ésto daría luO'ar a una nueva revolución. quiso intervenir para dirigida. P"'r'O a ~uenta de poder disponer de TY\;=Indo de fUer7.~ls. C.,in", ;H~ó €-5'-0 ('on la ner.esidad ele:: sU:3tituir al brigadier Armijo en la Divi· ~ió'1 (~(' l Sl1r. Procuró por' lo pronto ~anarse la confianza del Virrey y de ]r:s oficÜ'lles a ouienes no ronocÍa. cuando ya h:.tbín. ron cph;c1o su pl[1n de indenendenda completa. Antes Que nada quiso prnse­f."'1ir ~a c8"""' pafia ront:ra Gw"'rrero. a; .... lfJn ...:l('\lo de Ascensio. P """o <'st~ der!'otó a varias de sus fuerzas e Itnrbide, para ganar tiempo, {'nt~ 'ó en tratos con Guerrero, ofreciéndole el indulto que éste re ­C!13.ZÓ.

S!fI des:'Iflil""larse. Iturbide SigulO en r.olY\nniCaCl(lT\ con Gue­rrf'ro fI trftvés ele varins nersonas. comltnlCánoose también C01~ vu­r'0~, iefe¡; l~paJjstas crjn.1JOR y con los diput~dos (me ihan :\ I'VHlr­chnrse a España, queriendo conocer sus opiniones sobre su plan.

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De todos recibió apoyo. Haya o no existido el abrazo de Acatem­pan, It~bide y Guerrero llegaron a un el!tendimiento. Itutbicle participo al Virrey que Guerrero se le habla SUJetado, pero Imb­cándole que era necesario mantenerlo al frente de sus tropas. Apo-

daca se mostró agradecido. En Puebla fue impreso el plan de independencia y la proclama

adJunta. Dicho plan, llamado de Iguala por haberse promullfado y jurado en esta ciudad el 24 de febrero de 1821, tuvo tres objetIvan o garantías: al la unidad religiosa con la exclusividad del cato'l­ciBlllo; bl independencia completa respecto de España, con una monarquía constitucional como gobierno, ofreciéndose la corona a Fernando VIl, si aceptaba el Plan y venía a Nueva E spaña. o en su defecto al Infante (lon Carlos, o al Infante don Francisco de P:mla, o al Archiduque Carlos, o a otro individuo de casa reinan­t,,; el unión de todos los habitantes sin distinción de razas. Ei Congreso sería electivo y redactaría una Constitución para el Im­perio Mexicano, debiendo gobernar una Junta Provisional mien­tras llegaba el Soberano. Las garantías de religión, unión e inde­pendencia, se simbolizaron en la bandera de tres colores: blanco, rojo y verde.

DIFUSION DEL MOVIMIENTO TRIGARANTE.-EI 24 de febrero de 1821, Iturbide mandó su Plan al Virrey, al Arzobispo y a todas las autoridades de la capit::tL Ffizo ntro tnntn ron ... l ....... ·· ~,..., prelados y jefes realistas. En seguida lo dió a conocer a los jefes y oficiales de sus fuerzas.

El 2 de enero lo juraron los oficiales y la tropa, e Iturbide tomó el título de Primer Jefe del Ejército de las Tres Garantías. Otras tropas del sur siguieron el ejemplo, menos algunos peninsu­lares aue, sin combatir, prefirieron retirarse. El Virrey y las au­toridades de México reprobaron el Plan, ofreciéndose el indulto a túdos, incluso a Iturbide, pero como éste lo rechazó, fué puesto fuera de la ley. Apodaca puso a sus tropas leales a las órdenes ri" Liñán. Algunos contratiempos iniciales fueron las deserdone, <le otros peninsulares y la captura de Acapulco por marinos de fraga­tas españolas.

Ampliación del Movimiento.

Ante la presión de Liñán, Iturbide se replegó más al sur. e>r­d~r.ando a, Gue:rero Oll~ salie~a a bJoouear el ~~mino ;t AcapulC'f), mIentras el saba por Mlchoacan con rumbo al Ba iio. Pronto lado ~uana.iuato que~ó en manos de los trigarantes. dirigidos por l"s Jefes reabstas crIOllos A nRstasio BustRmante y Lui~ Corta?ar. En Jalapa, la guarnición realista proclamó el Plan. auedando al frente pI teniente coronel r etirado don José Joaquín Herrera. El com~r¡­dante don Antonio López de Senta Anna atacó a los tri~aT"nteg, pero ~espués se les unió. lo mismo "1le el gene"al Nicolás B""vo -ya lIbre-- y el g-eneral Guadalupe Victoria, antiguos inSlm;entps. En Veracruz hubo algunos combates, y el territorio quedó, saho

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el puerto, en manos de los insurrectos. Iturbide avanzó sobre Va­lladolid (Morelia), defendida por el general Luis Quintanar, pe,·o tras algunas conferencias, éste y la mayoría se pasaron al bando trigarante y los pocos que no quisieron hacerlo salieron con rumbo a México. Más tarde Hurbide tomó sin combatir a Querétaro. En Nueva Galicia, salvo el comandante en jefe, general·José de la Cruz, y pocos elementos europeos, los demás se unieron al Plan dirigidos por el subcomandante, general Pedro Celestino Negrete. Más adhesiones ocurrieron en el norte.

El Usur!lador NovelIa.

La situación en México era de gran desasosiego para las auto­r-j(Jades, pues compañías en masa, aun de peninsulares, se descr­t"ban por ver en el Plan una defensa de la religión. El desconcier­to en las operaciones, por no saberse exactamente ya quién era leal o no, hizo que en las logias de peninsulares se sospechara d01 Virrey Apodaca, al que se destituyó, poniéndose en su lugar al general Francisco Novclla. Apodaca salió para España, cuando esta violencia no hizo sino empeorar las cosas. Mientras tanto, lturbide puso sitio a Puebla. gestionando sus defensores el situar­se en Tehuacán en tanto podian embarcar rumho a Cuba. El 2 de a?-,osto entró Iturbide a Puebla. Y con la capitulación obtenida ror el capitán Antonio de León, de Huajuapan, Etla y Oa.'<".ca, no 1e C1uedaban a las autoridades virreinales, entonces, sino las ciu­d"des de México, Durango, Acapulco, Veracruz y Perote.

Consumación de I:l Inde!)endench ..

Novella disponía sólo de 5 mil hombres en la capital, con les que pretendía resistir. \:,ero el 30 de julio llegó a Veracruz el nuevo Virrey. don Juan O'Dono.iú, quien prestó el juramento ante el r:0 8

n\~m(hnte Dávila y publicó una proclama en l~ que se manifestaba jiber[)l) aseg-urando la buena fe de sus intenciones) prometiendo de­jar al pueblo en libertad de escoger su camino. Pactó con Santa P Jlna un C'onvE'nio para el aprovisionamiento del puerto. Se comu­nicó con Novella y con Iturbide, indicándole a éste la posibilidad de celebrar un tratado. Iturbide contestó señalando la ciudad de Cór­doba como sitio para la juma.

El 25 de agosto. Iturbide y O'Donoiú acordaron los puntos del Tratado, que reprodu.io el Plan de Iguala, pero suprimiendo a don Ci'rlos de Austria entre los candidatos, quitando así mismo In C01l8

dic'ón de aue el pretendiente fuese de casa reinante. El día 30 re­cibió Novena el Tratado. Finalmente, los días 21 v 22 de septiem­bre de 1821. las tropas españolas salieron de la capital. El 24 entr,) el ".eneral FiJisola con parte del ejército y el 27 de septiembre, ani­vpY'!';nrio (lp} nntalicio de Jturbide, entró en la ciudad el grueso d~] eiército trj~;lr("lnte. El libertador dió una proclama al pueblo ex­plicando el hecho de la consumación de la autonomía.

LA REGENCIA.-El 28 de septiembre de 1821 se reunió la

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Junta Provisional Gubernativa bajo la presidencia de Iturbide, reo· éactando la Declaración de Independencia del Inlperio Mexicano. En la Regencia quedaron 5 personas, incluso lturbide, -qu" para ello renunció a la Junta- y O'Donojú, quien murió a poco. !tur­bide fué ' designado generalísimo_

Aunque la Junta autorizó a los funcionarios europeos a que­dar en sus puestos si aceptaban la independencia, muchos prefi­rieron marcharse. Tratamiento de Alteza Serenísima se dió a ltur­bide, quien dispuso el aumento de grados a los soldados qué parti­ciparon en la guerra, reconociendo los suyos a los insurgentes. Respecto de los asuntos eclesiásticos se consultó al Arzobispo de México para saber en qué condiciones quedaba el Patronato: el Cabildo de México manifestó que con motivo de la independencia, había cesado, por pertenecer sólo a los reyes españoles.

Conflíctos.

Debido a motivos políticos, la Junta aprobó el decreto de Itur­bid e dado durante la campaña, derogando las contribuciones <le guerra que el Virrey había impuesto, pero COIl ésto se agr.avó la situación financiera, llegándose a un déficit mensual de 300.000 pesos, que obligó a pe'1ir prestado millón y medio a catedrales y ór-denes religiosas. Se recurrió también a una suscripción volun­taria, que fué insuficiBnte, llegándose a establecer un préstamo forzoso a los ricos, que causó disgusto. Para intensificar el eQ­

. mercio se abrieron los puertos mexkanos a todos los barcos del mundo.

Con motivo de la e.probación de la libertad de imprenta, apa­recieron periódicos y folletos antiespañoles. que atentaban contra la garantía de unión. Don Carlos Ma. Bu¡:;tamante -que fundara en 1805 el "Diario de México", autor de prosa desigual, viva y apa­SIOnada- publicó la "Abeja de Chilpancingo", exaltando las figu­ras de los insurgentes : fué procesado pero se le absolvió. Mucl-¡os peninsulares comenzaron a emigrar temiendo las violencias, mien­tras surgían ya tres corrientes políticas : la republicana (sobre todo entre antiguos insurgentes ); la borbonista (que querb un príncipe Barbón) y la iturbidista. Las diferencias entre Iturb:c1e y los antiguos insurgentes se ahondaron, con la actividad de Jos enemigos de Iturbide .. n las logias, coincidiendo con la convocn: o­ria a elecciones para el Congreso Constituyente y con la incorpo­ración de Centroamérica.

''lcorporación de Centronmérica ..

. Su,; Cristóbal y Comitán, fueron las primeras porciones ele !a ('uOltama de Guatemala que se unieron. El 15 de septiembre do 1821 s~ decidió en una junta de representantes, proclamarse in­JependJentes de España. Varias provincias se habían rebelndo. unas para unirse a México (Tuxtla, Honduras. Nicaragua), otr[l.~ para quedar independientes (Costa Rica, San Salvador, Guatema-

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la). Las autoridades comunicaron los hechos a Iturbide, solicitan­dI) protección militar, por lo que Filisola marchó allá con 5 'IÚI hombres. Se efectuaron elecciones y en enero de 1822 la mayoría optó por la incorporación a México, aceptando ésto la Regeucia y la Junta.

El 24 de febrero de 1822, verificadas las elecciones de dipuh­¡los al Congreso Constituyente, se reunió éste. El primer acto del Congreso fué declararse como origen jurídico e histórico de la Ilación. En realidad, su tarea de redactar la Constitución no la cOlmplió nunca, ni se dividió en dos Cámaras, concretándose a obs­taculizar a Iturbide. Por su parte, España reprobó el Tratado de Córdoba, eliminándose con ello los Barbones: algunos diputados americanos a las Cortes Españolas -Alamán, Michelena, etc.-, presentaron el proyecto de poner en práctica el plan del conde de A randa, que fué rechazado, por lo que los diputados mexicanos d~cidieron volver al país.

EL IMPERIO DE ITURBlDE.-Ante el desconocimiento del Tratado de Córdoba por España, creció el iturbidismo, pero tam­bién la oposición: en las logias se habló de asesinar a lturbide. Cún tal motivo decidieron actuar los iturbidistas, que ya de tiem­po atrás veían -sobre todo en el ejército-- con simpatía la ex"J­tación de lturbide al ~rono. Fué del Regimiento No. 1, -antiguo de Celaya-, de donde salió la iniciativa a instancias del sargento 1'io Marcha, quieu junto con los soldados se lanzó a la calle al grito de ¡viva Agustin 1, emperador de México! el 18 de mayo de 18:'2, 1,0 propio hicieron las demás tropas de la ciudad, secundadas por d pueblo, SlLS allegados dijeron a lturbide que deberla acceder a 1" petIción, pidiéndose al Congreso que resolviera, El 19 de mayo se rennieron más de 90 diputados, formando mayoría. Mediante cl~cci6n se aprobó que :;turbide fuese proclamado emperador .. Pos­t,.r:ormente, el 21 de mayo, con asistencia de 106 diputados, el Congreso lo rr.tificó por unanimidad, no obstante que más tarde este mismo Congreso negaría validez al acto. Muchos futuros ene­migos de Iturbide -Guerrero, Santa Anna, etc,-, manifestaron grandes elogios por la designación: Bravo, incluso, pidió la pena d'J muerte para los cons(lÍradores contra el trono.

Rompimiento con el Congreso.

lturbide, natural de Valladolid, hijo de don José Joa~uÍn de JI I.1rhide, antiguo alumno del Seminario de d,cha ciudad del ~ue salió a los 15 años, iniciado en la carrera militar como alférez en el Regimiento de Infantería Provincial de Valladolid, reinó del 21 d" mavo de 1822 al 19 de marzo de 1823. La coronación filé ale­gre v fastuosa, y s i pronto ocurrió el rompimiento con e1 Congrr;so, ¡lUeile decirse Que fué debido a la acción de los diputados Vil el tos de E spaña en la primera mitad de lR22: Santo. Me rh, Ro~"fuerte. Michelena, Ramos Arizpe. IturribarÍa, Mier. Mayorga y el ent0n­res "gente confiilencial de los ~stados Unidos, Joel R. Poins,-tt. La Gran Logia Mexicana coordinó a los elementos anti-iturbidis-

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tas, ganándose a muchos jefes y oficiales del ejército, induso <;utre los iturhidistas, por su falta de criteriO firme en materia pohtlCa. Para mediados de 1822 fué trazado el plan de sublevar al ejército y trasladar el Congreso a T~coco para. declarar allí nula la. elec­cion del emperador. Denuuclada la conJura, hu!:lO al'rehenslOn de diputados y agitación m el Congreso, que alego la mmunIdad ele los diputados. El gobierno probó que eran inviolables en cuanto a sus opiniones, pero no en cuanto a sus actos delictuosos. Pronto quedaron libres algunos y otros siguieron presos. La opinión pú­blica fué favorable a Iturbide y a instancias de diversas peticiones, disolvió el Congreso.

Fin del Imperio.

En sustitución de éste estableció una Junta Nacional Institu­yente, que lo autorizó a ocupar en calidad de préstamo una con­ducta de un millón de pesos y realizar un préstamo forzoso por 3 mil;ones, dada la mala situación hacendaria. La Junta discutió el Reglamento Político Provisional del Imperio y la convocatoria para un nuevo Congreso Constituyente. Pero pronto estalló el des­contento anti-iturbidi2to en el Acta de Casa Mata (1' de febl 'ero ele 1823), que tuvo por antecedentes las conspiraciones republica­nas anteriores y los pronunciamientos de Felípe de la Garza en Tamaulipas (septiembre de 1822), de Santa Anna en Veracruz (di­ciembre de 1822) Y de Bravo y Guerrero en el sur (enero de 18~3). La maniobra fué coordinada por las logias, obteniendo adhesión 1" rebeldía a l prodama~ hipócritamente respeto para el emperador. J.as revueltas de Santa Anna, Guerrero y Bravo, fracasaron. Er.há· varrí, enviado por Iturbide a combatir a los de Casa Mata, se en­tendió con ellos por estar recién entrado a las logias. El Acta dedaraba que la patria estaba en peligro por la falta de represen­tación nacional, pidiéndose la instalación de un Congreso, aUll.,Jue asegurando Que el e,iército nunca atentaría contra la person~ del emperador. En un documento secundario, los insurrectos ha Ua· !Jan elogiosamente de Iturbiele. Este, por su parte, quería también quc se instalara un Congreso.

Desgraciadamente, la oposici,ón de Iturbide a la revuelta fué nula, contentándose al principio con darles explicaciones a los l'e· volucionarios cuando pensó que todo era un mal entendido: des­pués se convenció de su mala fe. Gran número de soldados y pue­blos se unieron al Acta porque éstos en su propaganda hablaban de su adhesión al emperador y oue lo único que pedían era el ~sta­hlecimiento de un Congreso, Ne~rete, enviado a combatirlos, se les unió. Iturbide recomendó a los pueblos y al ejército QU~ no rompieran la disr.ip]ina ni la paz: T'prn rf>~o.ntirln not' 1~, desleal (l, C~ tilud de los revolucionarios, restableció el anterior Con'n'p.so ,,1 7 de marzo de 1823. El 19 envió su abdicación, que no fué dis"utida lIino h,sta abril, manifestando el Cong-reso -contra lo que él mIS­mo había aprobado- aue la coronación había sido obra de la vio­lencia, quitando toda fuerza legal a su proclamación como cmpe-

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1'dor. El Congreso declaró también insubsistentes el Plan de Igua­la y el Tratado de Córdoba.

En mayo de 1823, el hombre que había consumado la inde­pendencia con gran tino militar y diplomático, que había puesto IR s bases para un orden político lógico y consecuente, se embarcó con su familia rumbo a · Liorna, Italia, con una pensión de 25 mil pesos en su calidad de libertador de México.

CONCLUSIONES

l .-Tras la muerte de IIlorcl05, la guerra sufre gran depresión.

2 .-En tiem!los del Virrey Apodam, IIlina aviva el couflicto en pocos meses de IR! '7.

3.-Dominando ya casi completamente, el gobierno virrcinal se vi;) atacado y destruido !l0r la acción de Iturbide, a resultas del descontento nacido oor el restablecimiento de la Constitu-ción de Cádiz. -

4.-Ese descontento dió lugar al Plan de Monteagudo, de ¡nderen­c'a condicional, y al Plan de Iguala, de independencia com­pleta.

¡¡ .-JJa consumación realizada !l0r lturblde fué ágil, prndente y de gran fuerza.

6 .-Su imperio, en cambio, cavú dehido a la acción de las logias y a la inacción del propio Iturbide.

LECTUR AS

SELECCION DEL PLAN DE IGUALA

Americanos, bajo cuyo nombre comprendo. 110 sólo a los nacidos en .:1mérica, sino a los euro peos, africanos V asiáticos que en ella resi­drm: ..

'1'rescir.nlns a'lios C1I. enta "'1 A mérica Sep t w'fltr1onal de e.dar bajo la t1tt f'Ja de la l\'ftción mlt...: cat6lica. 1J;adosa. hC1'óica. ma.!Jl1ánima: la Es· ¡¡mla la educó y enqrandeció, formal1do esas cillda(les opulentas.. esos 1)"t107)lo o; hermosos, esas [l rm,i-I lcias '!J reinos d.ilatados que en la h1-sif,ria del l.lnit'e,-so 1.'an a ocupar un luya,- muy di·stinguido. Aumentada la

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población "la.< luces: conocidos todos los ramos de la natura! opulencia del S1lelo, su riqueza metálica,' las 1.Ic11tajas de su si~uación topográfica, ll's daños que origina la distancia del seno de su u.nidad 11 que la ranta e.~ casi tgual al tronco, la opinión pública '!J la general de todos los ¡me­bias es la de la independencia absoluta de E spa'fia !J de toda otru na­etón. Así piensa el europeo, así los americanos de todo orig en.

(AgMtíll de ltllrbide) ,

DE UN DISCURSO EN EL CONGRESO

CO¡';STITUYENTE

Roto el Tratado de Córdoba y el Plan de Igllala en lo re(rrente a la persona del primer nta1l(laiario, por no haber sido accptadfl.f¡ en E.~pa¡la; los dip1ltados están autorizados por afJltl·17os múmos trafados a dar Sll voto para que It-ltrbide sea declarado EmperadOr, con¡in1J.un­dn de esta manera la aclamac-inn dell)1lp,hlo 11 el cifo.rriln !I r!'com!1cnsrzn ­do debidamente los extraordillados méritos y servicios del libertarlor c!t .A nd1wac.

(Valentín Gómcz Parías J.

BIDLIOGRAFIA AIlNIlIlA

l.-ALAMAN Lucas: "Hi~torid. de México" .-México. Editorial Jus. 19,12.

2.-ARRANGOlZ Francisco de P.: "México desde 1808 hasta 1867" .-Ma ­drid. 1871.

3.-·-BANEGAS Galván Fra ncisco: "His toria de México·'.-México. Editori a l Buena Prensa. 1938.

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8 . -ZAVALA Lorenzo de: "Ensayo Histórico de las R evoluciones de i\lé­xico". México. 1918.

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CAPITULO IV.

LA PRDIERA REPUBLICA FEDERAL

l.-El Supremo Pode .. EjecuU\'o.

2.-La Presidencia de Victoria.

S.-La Adm1nlstra.c160 de GuerJ'~ro.

'.-La Administración de Bustamante.

5.-Admlnistrnción de Santa Auna y G6mez Far[as.

EL SUPREMO PODEP. EJECUTIVO.-A la caida de Iturbi· de gobernó el Supremo Poder Ejecutivo, que actuó del 31 de m'U'­zo de 1823, al 10 de octubre de 1824, de acuerdo con la designa· ción hecha por el Congreso Constituyente. Tal Poder estuvo com­puesto por 3 personas: el general Pedro Celestino Negrete, el ge­neral Nicolás Bravo y el general Guadalupe Victoria, fungi endo tomo suplentes en diVErsas fechas don José Mariano Michelena, con José Miguel Dominguez y don Vicente Guerrero. Se encargó del despacho de todas las secretarias don Ignacio Garcia Illueca, mientras se hacía el nombramiento de los ministros: De la L!ay,:, para Justicia, Arrillaga para Hacienda, Herrera para Guerra y Alamán para Relaciones Exteriores e Interiores. De todos e'los. ill~luídos los triunviros, el más capaz y de mayor valía era este último. Don Lucas Alamán tenia en efecto, una sólida cultura "fir­mada en Europa, donde habia viajado, ampliando su instrucción y donde habia sido también diputado a Cortes, representando a Guanajuato. Pronto fué el verdadero director de la situación pú- , blica, bastante quebrantada en lo politico y en lo económico. Ha­bría de ser también, con Bustamante, Zavala y Mora, historie.dor fundamental de aquella época.

Disgregación Nacional.

Destronado Iturbide, el país pasaba por una gran anarnuÍ;!. y turbación. Elementos de la disolución los hubo de toda be!;)le, como el de la separación de Guatemala. región que abandonó ?{é­XICO para constituir tlDa n~ción m:eva con el nombre de Pro-\'üH'Üi!:: Unidas del Centro de América -se!(Ún vot.ción realizado. el l ' ele julio de 1823, estando presente la División Mexicana maudada

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por el general Vicente Filisola-, aunque la provincia de Chiapas, que no participó de esa actitud, acabó incorporándose a México en septiembre de 1824. Dentro de esta última, Soconusco optó a ~'l vez por volver a Guatemala, sin que se llegase a ningún acuer­do internacional firme, permaneciendo neutral hasta su final incor­poración a Chiapas y México el 11 de septiembre de 1842. Yucatán, a su vez, manifestó su d~eo de confederarse a México sólo en caso de que se estableciera una República Federal ; lo propio o a lgo Eemejante ocurrió con las separaciones de hecho de Coahuila- Te­xas, Nuevo León y Tamaulipas. Otras entidades, sin declararlo, prácticamente tampoco obedecían al gobierno del centro: Jalisco, Zacatecas, Oaxaca y Puebla.

Nuevo Congreso.

En esta situación de anarquía, de disgregación, se apuntó ta.mbién un movimiento anti-español que, o degeneró en asesina­tos, o se concretó a peticiones para la expulsión de los peninsula­r es. El comandante Lobato sublevó casi toda la guarnición de México con este pretexto, pero el Ejecutivo resistió, dobleganuo a los sublevados. Puede afirmarse que tanto en esta agitación, cnmo en el movimiento a favor de la Federación, intereses exlrañr.os e ignora ncia. eran lo que alli se movía. Santa Anna, con las armas en la mano, se declaró "Protector del Sistema Federal", sin s:!ber exactamente en qué consistía eso, como no lo sabían muchos otros. La imitación s in lógica de las instituciones norteamericanas, so­plaba a todo lo largo de la América Española y pronto habría de dar sus frutos lo mismo en ~Iéxico que en la Argentina, en ]as J¡!chas sangrientas de federalistas '1 centralistas. Para calmar la agi t ación, y después de varias medidas infructuosas, el Gobierno con vocó a un nuevo Congreso Constituyente que comenzó a fun­cionar en noviembre de 1823 para estudiar un proyecto de Acta Constitutiva, que fué aprobada provisionalmente -31 de enero de 1324- mientras se discutía la Constitución Federal, promulgada el -1 de octubre de 1824.

Federalismo.

Dentro del Congreso Constituyente, aunque la mayoría era federalista, bajo la dirección del exaltado Ramos Arizpe, clérigo masón, antiguo diputado a las Cortes E spañolas representando a Coahuila, había también una minoría en la que destacaba el Padre Mi~r. auien desde la discusión del Acta Constitutiva, se opuso a la di \"Ísióñ del país en Estados soberanos, pronunciando un discu!'so vehemente en el que insistió en la inconveniencia del sistema que aun por sus sostenedores era desconocido en lo fundamental. Dis­"ursa que previendo hondos trastornos P?líti~os, f';lé reeditado mucho en atios posterIOres. El Acta Constitutiva fue una SImple traducción de la Constitución de los Estados Unidos, menos los ocho primeros articul<¡s, sólo .que con efecto c0l!t~ario : 1.'~es si allí sirvió para unir a las colo mas separadas, en MexICo Sll"VIO para

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desunir lo que estaba unido. La Constitución estableció el régimen republicano, representativo y federal, con tres poderes, soberanía de los Estados y depósito del Poder Ejecutivo en un President" de la República. En ella, como en algunas Constituciones estat,'.1es, se insinuó ya el espíritu anticlerical en diversos artículos, siendo algunos reflejo del viejo Patronato Español, como el artículo 110, fracción XXI, que poma entre las atribuciones presidenciales la de "conceder el pase o retener los decretos conciliares, bulas pon­tuicias, y breves y rescriptos", cosa que si los Reyes Espai,o'p" hicieron, no fué nunca con consentimiento de la Santa Sede. En la Constitución del Estado de México -de cuyo Congreso era pre­sidente el Dr. Mora-, se e, tablecía que para hacerse designa~ i()­nes eclesiásticas en el Estado, era indispensable que el goberna­dor diera su parecer, y en el artículo 9" de la misma ley, se pr~s­crlbía que las IImanos muertas" -es decir, la Iglesia- no podrían hacer 'ladquisiciones de bienes raíces" ...

Finanzas y aventureros.

La situación económica, entre tanto, era dificil desde la con­sumación de la Independencia. Si en los años últimos del virrei­nato las rentas públicas ascendían a 20 millones de pesos, y hs gastos a sólo lO, en los gobiernos autónomos la crisis fué un hecho continuo. El Supremo Poder Ejecutivo acudió a medidas dp,~ .,~ ­r eradas: venta a bajo precio del tabaco en rama ; emis ión de ra­lJel moneda, que no :lió resultado por falta de capital que le (jl ,' l'D.

base ; incautación de los bienes de los suprimidos jesuitas, de !os hospitalarios y de la Inquisición. Finalmente fué autorizaclr, a Sllscribir empréstitos con casas extranjeras: la inglesa Stal'k:;, prestó 16 millones de pesos; y otro préstamo se contrató en segl'.i­da con la casa lIIanning y Marshal!. Agentes de estas casas, n6;:;0-clantes y mineros ingleses, comenzaron a llegar a ~!éx.i co, sin que faltase un Mr. Ord, hijo morganático del Rey Jorge IV de Ingl8.­terra, con la peregrina intención -secreta y sin base oficial- de coronarse Emperador ·de México. Años antes había intentado un "s;ünete" más novelesco, en plena época colonial, el ex Vicep!'esi ~ dente de los Estados Unidos , Aaron Burr; y luego soñarían con lo propio don Fernando de Paula Barbón y el conde de Mocteznma. En la mala situación financiera, la marcha de no pocos espafiolcs con sus capitales, agravó los hechos al reducir el volúmen de lo riqueza circulante.

Destrucción del Iturbidismo.

También se enfrentó el Supremo Poder Ejecutivo al itmbi­dismo, real o supuesto, que se decía alentaba en al!Tlmos crru[los de .oposición. Hubo ~a reJ:>elión del gobernador de T~xas, T~'cspa­lacIOS, y a1gunas con.1uraClOnes en las Que se quiso ver la mm'!o del il!lrbidismo, favorable " una restauraéión: en Querétaro, en Mé­:dco y en Guadalajara. El gobierno decretó el uso ele la fuerza y Jalisco recibió como castigo la desmembración de Colima. Más

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carácter iturbidista tuvo un motín ocurrido en Tepic, con partIcI­pación . del Barón de Rosenberg, a quien se fusiló junto con otros más. Por todo ésto se movilizaron tropas y hubo reuniones para ha­cer frente a la posible vuelta de Iturbide, concluyéndose con la dis­posición del 7 de mayo de 1824, al saberse la marcha del ex empe­rador de Italia a Inglaterra. Dicha disposición, dada sólo para "aterrorizar", decía: "Se declara traidor y fuera de la ley a D. Agustín de Iturbide, siempre que se presente en nuestro territorio hajo cualquier título . .. Igualmente se declaran traidores a la fe­deración a cuantos cooperen por escritos encomiásticos o de cual­quier otro modo a favorecer su regreso a la república. Estos debe­rán ser juzgados conforme a la Ley de 27 de septiembre de 1823"; ley notablemente rigurosa, como otras de su especie, dada coutra sediciosos y ladrones.

Muerte del Libertador.

Cuatro días más tarde, ignorante del decreto, Iturbide se embarcó en Inglaterra rumbo a México. Había recibido cartas e'e moigos urgiéndole a regresar para detener el caos político en que México se debatia. Esto, y sobre todo el temor fundado de que la Santa Alianza ayudase a Fernando VII a reconquistar México, le orilló al regreso. El temor de la agresión lo compartían también Bolívar y el ministro inglés r;anning. Tal cosa se la había ya co­municado Iturbide al Congreso en una carta , dado que el riesgo do la ayuda al rey español para la reconquista era cierto. Parece que tra ía un plan destinado a restablecer la monarquia constitu­cional, a l modelo inglés; pero sobre su intención de ser emperador nuevamente, no hay pruebas suficientes porque el Supremo Poder Ejecutivo hizo quemar su correspondencia sin leerla.

No pudiendo desembarcar en Texas, Iturbide lo hizo en Soto ia Marina, s iendo gobernador de Tamaulipas el general Felipe de la Garza, con quien el ex emperador se había mostrado generoso. Sin armas ni soldados, lturbide entró en r elación con De la Garza, Quien acabó informándole del decreto en su contra pero no le ma­ñifestó la intención de ejecutarlo; sin embargo, a poco de desem­barcar su familia, un oficial le comunicó aue iba a ser fusihdo. Garz8., indeciso, puso el asunto en manoS' del Congreso de Tamau~ lipas y éste por mayoría aprobó la aplicación del decreto. Aun la g~ac:ia de E€r confesado por su capellán le fué negada y tuvo Que 11t:1CrrJo con lmo (le los clérigos ('el mismo Congreso (111e ]0 h.abía condenado. El 19 de julio de 1824 fué fusil ado en Padilla. El he­cho causó conmDción en toda la República, y fué condenarlo aun por GllS PI1€mi!!os. Pero el Poder Ejecutivo. por conducto de AlaMún. fdicitó p¡" Congreso tamaulipeco. Los restos de Iturbide queda.ron en la iglesia del l'war. prsándore1cs en 1838 a la capilla de San Felipe, en la catedral de México donde descansan aún.

El Campo Internn.cionaI.

Durante la actuación del Supremo Poder Ejecutivo, la activi ·

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dad de Alamán permitió que, en 1823 y principios de 1824, se hi­ciese una labor de consolidación interna que evitó siguiese el c~os, ampliándose también las actividades internacionales. En la época de Iturbide y luego en ésta, reconocieron la soberanía mexicana: Cbile Colombia, Perú, Estados Unidos, Inglaterra y Centroamé­rica. ' Coincidió 10 anterior con las gestiones hechas en favor de la Unión Hispanoamericana, con la actuación de Canning y la pro­clamación de la Doctrina Monroe. En la base se encontraba el temor de que la Santa Alianza apoyase a Fernando VII para rc­conquistar América, lo que no convenía ni a Inglaterra ni a Esta­d"s Unidos, ya que de volver a dominar España, se perderían sus mercados económicos constituidos en la América Latina.

A instancias de C~nning y por propia cuenta, el Presidcnte Monroe -de ideas anexionistas como Thomas J efferson, a quien consultó-, dió su mensaje al Congreso de los Estados Unidof;. de 2 de diciembre de 1823 indicando en resumen su oposición a que en la América Españolá. se implantase el sistema monárquico por intentos de potencias europeas, así como oposición a cualquier pretensión europea o asiática de intervenir en América. En uno 3 otro caso, los Estados Unidos se considerarían agredidos por la potencia extraña que lo intentara. El Secretario de Estado, Adams, que fué quien propiamente trazó las líneas de la Doctrina, 9iÓ después explicaciones más explícitas que vinieron a sipt(~li­zarse en una sola frase: "América para los americanos". Bolív~r. por su parte, concibió desde 1815 la idea de establecer una con­federación hispanoamericana, concretada en la Asamblea Anfic­tiónica de Panamá en diciembre de 1824, que no llegó a mayor cusa, y una segunda reunión en 1826 en Tacubaya de éxito tud'l­vía menor. Un plan no sólo político sino sobre todo económico. de cooperación mediante el comercio y las marinas nacionales, -que habría sido la mejor complementación del pensamiento de Bolí­\'ar-, trazó Alamán con mejor tino, por lo que celebró a nombre de México un tratado de comercio con Colombia, en 1823, y otro más con Perú. Pero Inglaterra interceptó él desarrollo de esta idea, influyendo ante Colombia para que ésta no ratificase el tra­tado.

. L;\ PRESIDENCIA DE VICTORIA.-EI general Guadalupe VIctorIa -cuyo verdadero nombre era el de Félix Fernández­ínició su presidencia ellO de octubre de 1824 y la concluyó el 1'· de abril de 1829.

Coincidió su' administración con las pugnas de las faccio'!es federalistas y centralistas, la declinación de la masonería eSCOCésa fundada desde la época colonial y el surgimiento de la masonería yorquina. Nació ésta como instrumento para defender al sistema fp~eral y como vehículo de las maniobras del embajador Joel R. Pomsett, descendIente de protestantes franceses sa~az viajero }Jor Europa, Asia y América y autor de unas "Nota~ sobre 'México" car¡;::,das de juicios certeros y no pocas pá~inas dictadas por I~ pasIOn. Con Poinsett tuvieron parte principal en la tarea, Lorenzo

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de Zavala y el sacerdote José Ma. Alpuche. La difusión de las nuevas logias fue enorme: elecciones, leyes, resoluciones ministe­rbles, empleos, todo se trataba en la Gran Logia, matriz de 130 más establecidas en todo el país, diciéndose buscar la educación de las masas y que entre ellas se distribuyese la tierra. En el fondo, le que se hacía era agitación, mientras los escoceses consideraban "imposible" la instrucción política del pueblo y preferían el cen­tra.iismo. Poinsett por otra parte, estableció la relación de las lo­gias yorquinas mexicanas con las de Filadelfia, a través del Gran Maestre de éstas, Thomas Kittera, con dirección eminente de éstas. E l embajador, además, impidió que se ratificaran los límites entre México y el país del norte, -límites que llegaban hasta el río Sa­binas, cuando ya Clay, Benton y especialmente Adams, quer:an que se extendieran hast a el río Bravo--, teniendo el encargo de adquirir el territorio ,le Texas por 1 millón de pesos, si bien se ahcltuvo de hacerlo temiendo ser inoportuno.

Rendiclón de Ulúa.

Corresponde al mismo período la rendición de la fortaleza de Sen Juan de Dlúa, en pod." de los españoles desde 1821, qu~ se avituallaban desde Cuba, e imponían contribuciones a todos los t!'trcos que tocaban Veracruz, con gran perjuicio del comercio. Ir e­di;1l1te los empréstitos obtenidos se adquirieron barcos y se blo­queó a la fortaleza. Al final, el comandante peninsular Coppin"er edregó el sitio mediante capitulación, el 18 de noviembre de 1825.

El Pl"n de Montaño.

En 1826 se efectnaron las elecciones para le¡risladores y :ro­;'"rnadorc3, obteniendo los yorquinos un triunfo de que se jectó Pojnselt. Los fraudes cometidos orillaron no sólo a los eSCQCB:,es

sino a todos los enemigos de los yorquinos, a rebelarse en Otumba, e'onde el teniente coronel Manuel Montaño proclamó el Plan de su nombre el 23 de diciembre de 1827. Pronto quedó a la cabeza de la revuelta el general Nicolás Bravo, Vicepresidente de la Repú­blica de quien se duda haya sido alguna vez Gran Maestre de los (':.::coceses, pero quien entonces no obró ciertamente como masAn, porque la r evuelta pedía: lo la supresión ele las reuniones paUti­CJ.S secretas; 2" la renovación del gabinete: 3<:1 la expulsión de Pojn~ so1t; 4' el cumplimiento exacto de las leyes. Contra Bravo envió el Gobierno al general Vicente Guerrero, Gran Maestre de los yor­qni:'los e instrumento del embajador norteamericano. La violación de un armisticio concertado con Bravo le permitió aprehenderlo el 7 (le enero de 1828 en Tulancingo, desterrándosele a Sudamé­rica. Para entonces, la masonería escocesa estaba destruída.

Persecución antiespañola.

L!t vieja enemistad contra los peninsulares -tendencia insur­gente unida a maniobras norteamericanas y al resentimiento de los

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it'J.rbidistas--- tuvo oportunidad de manifestarse. A la ant.erior cnmpaña en tiempos del Supremo Poder Ejecutivo, siguió una más aguda en tiempos de Victoria, pidiéndose la destitucIón de t""los los militares y funcionarios. Los periódicos yorquinos hacían pro­paganda insistiendo en que los españoles de México querían res­tablecer la dominación. El mismo Zavala, agente de todo ésto en buena parte, reconoció que se inventaron calumnias contra muchos militares que habían ayudado a la consumación de la independen­cia, como Fagoaga, Negrete, Echávarri, Morán y Aranda, hostili­zados por los antiguos itilrbidistas por haber participado en el de­rrocamiento del emperador. El pretexto para la persecución fué la conjura de Fray Joaquín Arenas, clérigo peninsular de vida li­cenciosa, suspendido en sus c.argos eclesiásticos por ello, que h2 bía terminado en monedero falso. La conspiración "para restaural:' el gobierno español" fué descubierta el 20 de enero de 1827, den,os­tránQ .... .3e en el proceso que sí existió, pero que no tenía nill f"Tl1Jla

importancia, ni pasaba de pláticae desviadas, aunque se le dió im­portancia como arma l'olitica. No obstante todo, los conJul'aÚOS fueron fusilados. E xtremada la agitación, se aprehendió a E chá­varri, Negrete y Aranda. A este último, por simples indicios se le ejecutó. Zavala reconoce qu~ a través de testimonios falsos y pro­paganda de prensa se creó una atmósfera anti-espaIlola segu;na de varios levantamieutos que no fueron reprimidos. Pronto sepa­ró el Congreso de sus cargos a los peninsulares y algunas legi:·;¡a ­turas estatales decretaron la expulsión. Al fin, el Congreso Fe­éleral dispuso la destitu,oión de los espaIloles de sus cargos ecl,,";:is­ticos -menos los obispos- , y de todos los civiles y militares -1" de mayo de 1827-. El 20 de diciembre de 1827 se decretó la expnl­~ión parcial, comprend iendo a los militares capitulados, a los lks. afectos a la independer.cia, a los llegados después de 1821 y a to­dos los religiosos. Por obra del Ministro de Justicia , Ramos Ari'pe, salieron los misioneros españoles de Texas, Nuevo México, Chihua­hua y las California s, quedando las misiones desamparadas y los indios Ha medio civilizar". No tardaría mucho en que, disminuída nuestra cultura en aquellas provincias, pasaran a manos extran­jeras. La expulsión total ocurrió el 20 de marzo de 1829, como cO:Iseeuencia de la sublevación de la Acordada. México perdió va­rios miles de personas -los peninsulares y sus familias mexica­nas- y no pocos capitales. Casi ninguno volvió a España, menos los milita res que habían ayudado a la independencia, refugiándose muchos en la Luisiana : Los climas de las costas, malsanos les fueron fatales además. '

Revolución de la Acordada.

La Hacienda Pública estaba en peor situación que antes De los emPr:é~titos contratados nada quedó, tanto por la comp~a de barcos v!eJos, cuanto por los ~astos de ayuda a las logias YOl'qui­llaS, segun lo reconocen Jos mIsmos autores de l/México a Través de, los Siglos:'. Para subsistir, el Gobierno tuvo Que recurrir a prestamos ruInosos. Pero la agitación no cesó. Al llegar la época

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BIBLIOTECA DE MEXICO

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de las elecciones, la masonería yorquína se dividió por las candi­daturas presidenciales de los generales Vicente Guerrero y Manuel Gómez P edraza, antiguo oficial realista éste, y después furibundo antiesp~ol. El Presidente Victoria y algunos de sus ministros fa­vorecíañ a Gómez Pedraza. Much03 gobernadores, la masa de las logias y Poinsett apoyaban a Guerrero. Siguiéndose las normas cunstitucionales, votaron las Legislaturas locales, obteniendo ma­yoría Gómez Pedraza, quedando en segundo lugar Guerrero y el ""neral Anastasia Bustamante en tercero; mas inconformes con el resultado, los guerreristas se sublevaron. El general Santa Anna en su Plan de Perote pidió nuevas elecciones. La revolución cun­dió por el sur y por la capital, apoderándose los insurrectos del ('dificio de la Acordada. En plena ciudad se trabó el combate el :l de diciembre de 1828, hasta que el Ministro de Guerra, g-eneral Manuel Gómez Pedraza, Presidente electo, abandonó el país. En esta revuelta, el Palacio, los portales y el mercado del Parián. fue­r,)n saaueados en pleno caos. Instalado el Congreso el l' de enero de 1829, con mayoria de yorauinos, declaró insubsistentes los vo­tos de Gómez Pedraza y designó Presidente a Guerrero y Vice­presidente a Bustamante.

LA ADMINJSTRACION DE GUERRERO.-El l ' de abril de 1829 tomó posesión de la Presidencia el general Vicente Guerrero, que ocupó hasta el 18 de diciembre del mismo año. Antiguo insur­¡;ente, de escasa instrucción, adherido al Plan de Iguala, iturbi­dista durante la proclamación del emperador y anti - iturbidista después, Guerrero organizó su gabinete incluyendo a Zavala. El cuadro general de la administración era desastroso: anarquía po­lítica y bancarrota en la economía del gobierno. No había policía ni represión de los delitos. El mismo Zavala reconoce oue "se rela­jaron los vínculos de la obediencia y la confusión más completa cxiptía en los gremios sociales". Los mismos Ministros no se cn­tendian, y la crisis era tan grande que no se pagaba a los emplea­dos, ni al ejército, ni la deuda extranjera.

Crisis en la Iglesia.

La situación de la Iglesia también era difícil. La torpe polí­tica española de no reconocer la independencia y de presionar " la Santa Sede para que no reconociera ésta, determinó que na se óesignaran nuevos obispos para las sedes vacantes. Apart.e de c,lo, Roma se resistió a la designación de nuevos obispos por las pretensiones de los gobiernos mexicanos a un Patronato excesivo. y porque por los posibles candidatos eran eclesiásticos de irlea" liberales. La situación llegó a punto extremo cuando en abril de 1829 ya no había un 5010 obispo en la República. El Padre José Mn. Marchena, enviado tiempo antes a Roma para buscar un a.~re­g-lo, fracasó por su falta de habilidad y por sus ideas desviadas. Más tarde fué enviado el Padre Francisco Pablo Vázquez, quien al principio tampoco logró nada. tanto por la presión española, cuan-

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to porque las instrucciones que recibiera de Guerrero tenían es­¡l¡ritu heterodoxo.

Labores ' de Corso.

Agravada la anarquía y la falta de sentido real de los pro1c!e­mas, se quiso hacer obra de "americanismo", ,:niéndose a CO(Oln­

bia para llevar la guerra a las autoridades !,spanolas de Cuba. Co­lombia estaba en completo desorden y Mexlco, que no lo estaba nlenos, tenia sólo 5 barcazas de guerra, que fueron dedlcach1 s a. labores de corso contra navíos españoles en que se distinguió el nmrino norteamericano David Portero Pocas ganancias queclarun de esta tarea, pero sí gran desprestigio, dadas las tropelías lJue los extranjeros hicieron al amparo del pabellón mexicano.

La Ex!,edición de Barradas.

El más torpe de los partidos fué el tomado por algunos peDm­sulares : el de reconquistar México. El 24 de julio de 1829 des-om­barcó en Cabo Rojo, Veracruz, un ejército hispano de 2,700 hom­bres mandados por el brigadier Isidro Barradas. Santa Anna con-8iguió dinero y reunió cerca de mil hombres. En Jalapa se si tua­ron 3 mil del ejército de reserva, dirigidos por el Vice-presidente Bustamante. Barradas, una vez desembarcado, quedó solo con sus hombres, pues los navíos se volvieron a Cuba. Los efectos del clima malsano comenzaron a hacer víctimas entre los exnecli­cionarios, que avanzaron rumbo a Tampico. En realidad, salvo una pequeña escaramuza, no tuvieron ningún obstáculo para tomar Tampico. Felipe de la Garza y algunos de sus soldados, quedaron pl'isioneros tras haber sido vencidos, bien que se les dejó libres en seguida. Santa Anna y Terán, sin presentar combate, bloquea­ron Tampico y Barradas quedó prácticamente atrapado, sin vive­res, sin municiones y sin barcos. Hubo una entrevista con Santa Anna sin que se llegara a un acuerdo, y una posterior en la que S~ pactó la salida de los expedicionarios rumbo a La Habana, en­tregando las armas, menos las espadas de los oficiales. Los sol­dados y los jefes se comprometieron a no tomar las armas nueva­mente. Barradas se fué a Nueva Orleáns y no volvió a saberse d~ él. Según Banegas, la expedición fue realizada por cuenta de Ba~ rradas y con asentimiento forzado de Fernando VII, pero contra la opinión de los Ministros y del Gobernador de Cuba, que por eso retiró sus barcos. Los generales de brigada Santa Anna y Miel' y Terán fueron ascendidos a divisionarios.

El PI"n de Jalapa.

. Mientras tanto, la situación en el interior seguía grave. lIfé­XlCO e;;taba en tal desprestlglO que los otros países suspendieJ'on el envlO de barcos a puertos mexicanos. Varias autoridades de Ve­racru?, entonces. redactaron el Plan de Jalapa -4 de diciembre de 1829-, pidiendo el restablecimiento del orden constitucional y

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el respeto a las leyes fundamentales, así como el retiro al Presi­dente de las facultades que el Congreso le había dado. Los gene­rales Bustamante y Santa Anna fueron invitados para encabezar el movimiento. Santa Anna no aceptó, pero Bustamante sí. Gue­n'ero salió a combatirlo, dejando de interino a don José Ma. Boca­negra, pero ocurrida una sublevación en la capital, quedó al frente del gobierno un triunvirato con el general Luis Quintanar, don P edro V élez y don Lucas Alamán. Guerrero optó por irse a l sur, prometiendo el 25 de diciembre al Congreso, someterse a la reso­lución que éste tomara "cualquiera que esta fuese". Las cámaras ¡',staladas ello. de enero de 1830, presididas por Bustamante, declararon que era "justo" el movimiento de rebeldía, agregán­dose que Guerrero tenía imposibilidad para gobernar la Repúbli­ca: i ésto no obstante que la mayoría de los diputados eran gue­rreristas!

LA ADMINISTRACION DE BUSTAMANTE.-EI cambio presidencial fué recibido con gusto, según testifica Zavala. El general Anastasia Bustamante, que sirvió en las filas <ealistas, gobernó del 10. de enero de 1830 al 14 de agosto de 1832.

A pesar de lo corto de su administración, el país resíntió una evidente prosperidad. Fueron sus Ministros : Alamán (Relacio­nes Exteriores), Mangino (Hacienda) , F acio (Guerra) y Espi­nosa (Justicia).

El ejército fu é reorganizado y disciplinado. Poinsett salió del país. Todo parecía indicar que el poder de los yorquinos ha­bia venido a menos, y aun se creyó en una separar.ión momentá­nea de los masones mexicanos respecto de sus directores nor­t eameric8nos, pero todo quedó restablecido mediante el contac­to de Gómez Pedraz" con las logias de Nuevo Orleáns. donde residía la Gran Logia de la Luisiana. Allí se celebró presuntamen­te un pacto para el impulso a las futuras r eformas liberales y nnti ,v'lesirl,l=>tlr>;lS. Gómez Pedr~za, una vez derrocado Bustamante, ayudó a fundar la nueva vers'ión de las logias yorquinas, que fue­ron las logias anfictiónicas.

Reorganización Eclesiástica.

Gracias a la acción del Padre Francisco Pablo Vázquez, se p"do en esta época restablecer la .ierarquía de. la 1",lesi. .. Se de­signaron en efecto prelados para: Puebla (el mIsmo Sr. Vazquez); Michoacán (el Sr. Portu","J): Gua(l"laiara (el Sr. Gorno" " Ra­rrios): J)ureMo (el Sr. Zubiría): Chiapas (el Sr. García); Lina­r~s (el Sr. Belaunzarán) y Yucatán (el Sr. Guerra). Todos ellos fueren eonsagrodos entre 1831 y 1832. Con eso volvió a equili­br;:¡rse la situación eclesiástica, aunque tuvieron los prelados (lue enfrentars0 a un enorr:ne rezago de asuntos, dentro de una Igle­sia en la mle había 2.282 clérigos. Las relaciones con el gobier­no. si )10 f" eron hostiles. tampoco fueron de gran aYUda y co­operación. Por otra parte, las relaciones internacionales se reor-

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ganizaron nuevamente, aunque de hecho no hubo más misiones diplomáticas permanentes que las de Estados Unidos, la Gran Bretaña, Francia, Prusia y Guatemala; con la Santa Sede, a pe­sar de las relaciones oficiosas, no se firmó ningún concordato en­t\'}nces.

Rebelión Intensüicada.

El gobierno de Bustamante, queriendo depurar la adminis­tración, revisó las irregulares elecciones de 1828, destituyendo a· varios gobernadores, y con cambio total o parcial de varias le­gislaturas locales. Colaboró el Congreso activamente, pero la obra aumentó el número de los descontentos. La guerra civil, /llltre tanto, continuaba, culminando a mediados de 1831, ext.;n­¡;uiéndose y volviendo a reaparecer con nuevo carácter en 1832. Hubo numerosas conspiraciones en la Ciudad de México y en los Estados, aprehendiéndose a no pocos, condenados a destierra, a prisión. o a fusilamiento, según la gravedad de su participación. La destitución de los funcionarios en la operación depuradora 'lió pretexto pura Que se intensificara ia rebelión en el sur, con los ge~ nerales Juan N. Alvarez y Vicente Guerrero, no obstante la pro­mesa de éste de someterse a la voluntad del Congreso. Los rebel­des fueron derrotados: CodalJos, agitador cubano, fué aprehendi­do y fusilado en Pátzcuaro: Alvarez fué derrotado nor el f"pn0":l1

Bravo y Guerrero acabó apresado y fusilado en el Estado de Oa­xaca.

El Asunto de Guerrero.

El caso del ex Presidente Guerrero llamó la atención de m,x1o especial. Guerrero, que había sido des leal a su palabra, olleraba en Acapulco y aprovechaba el navío "Colombo" del sardo Franc; .o.­en Picaluga para transportar tropas y víveres. F.n octubrp de 1830 Picaluga estuvo en México V ofreció al general Facio. 1\1inis­tro de la Guerra, su barco a cambio de 50 mil pesos. El Gobierno a.ceptó la proposición poraue de eRe modo se hnrÍa más ricrdro80 el blonueo a los rebeldes. Cuando Picaluga regresó a Acapulco, se e"contró con que el jefe rebelde le había embargado la nave v 11n cargamento de cacao, para oblie;arlo a llevar provis;ones desdo Zi­huatanejo. Ante t al hecho, Picalnga trazó su propio plan: el 14 de enero invitó a Guerrero a comer a bordo, donde se encontrabo.n dos oficiales del Gobierno que querían lJfOponer a f:Hf'rrerf') 3tl rendición. Al despedirse éste, fué apresado. El barco llegó a Hua­t?!co, en Oaxaca. p~rque el sardo quería prevenirse con la aprehen. 610n, .d~ que el GobIerno le pagaría los 50 mil pesos por su berco. El Mlmstro de la Guerra temió que hubiera movimientos de fner­zas en<;migas y movilizó al General Bravo hacia allá. En realided no habla tal movimiento. Guerrero fué conducido a Oaxaca dende se le s~guió proceso conforme a la Ley de Conspiradore; dc 27 de septiembre de 182a nue él mismo había firmado como snnkl1tc cel Supremo Poder Ejecutivo. Su defensa fué una sucesión de

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contradicciones, alrededor de su delito de rebeldía. Bustamante y sus Ministros decidieron desterrarlo, pero la opinión dentro y fue­ra del Congreso era contraria al antiguo insurgente y se dictó sentencia dp "'tuerte, fusilándosele en Cuilapa, Oaxaca, el 14 de febrero de 1831.

La sentencia era justa, porque el delito era cierto, pero acaso innecesaria e inclemente.

Equilibrio Financiero.

i. Cuál era entre tanto la situación de la Hacienda Pública? Equilibrada ésta, México volvió a tener crédito, en coincidencia con el particular fomento de la industria. establecimiento de fun­d.iciones, fábricas, escuelas de oficios y llegada de artesanos ex­l~aieros. Obra económica en la que la mano de A lamán era evi­(lente, como lo fuera la del arreglo de diversos problemas politicos. Fl l""~smo escribió: "las rentas de la federación subieron a ... 17.256,888 habiendo tenido aumento considerable todos los ramos, especialmente las aduanas mari timas. y agreo:adas las de los Es­tados, formaron una suma de más de 21.000.000 igual a lo que produjo la Nueva España en los años más prósperos del g'obierno español: los gastos del gobierno general fueron 16.446,038, con lo rue Quedó un sobrante de cosa de 800,000". Por primera vez en el México independiente, el Gobierno tenía excedente de dinero.

Sin embargo, los elementos "progresistas" o liberales est"h"n ineonformes porque el desarrollo material de México se hacia "en el sentido del retroceso", es decir, sin que hubiera instituciones liberales, sino la estructura tradicional de México. Con tal motivo fueron los mismos progresistas ouienes promovieron la revolución de 1832 a fin de establecer el liberalismo, dando lugar a lo que desde entonces habría de llamarse Partido Liberal, con eminente dirección de las logias.

Derrocamiento de Bustam:mte.

A través de varios documentos expedidos en Veracruz, los revolucionarios pidieron: la remoción de los Ministros de Busta­mente, acusados de centralistas y de violadores de las garantías individuales; separación del mismo Bustamante, tachado de no zer Presidente legitimo; y finalmente, elecciones totales en la Re­pública. Las tropas gobiernistas del general José Ma. Calderón dErrotaron a los rebeldes en Tolome, Veracruz, quedando Santa :\nna sitiado en ei puerto. Los pronunciamientos en la H1T l=lsti'ca ["eren deshechos. menos el comandado por el general Esteban Moctezuma, que fué mantenido a raya por el general Manuel de Mier y Terán, que no atacó sin embargo a los sublevados porque ce encontró ante el dilema de cúmplir con la ley o de atacar a ouienes tenían sus misrn¡::¡s irleas Jiherales. Acabó suicirlánnose, nlicntras se ampliaba la rebeldia por Texas. Tamaulipas y San Luis Potosí. Bustamante salió en persona, derrotando a Moctezuma en

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la batalla del Gallinero, con s6lo 3 mil hombres frente a 7 mil re­beldes' marchó a San Luis para reponer a las autoridades, pero entre tanto Santa Anna pudo derrotar a Facio y luego al propio Bustamante, en Puebla y Rancho de Posadas. Al ocurrir nuevos pronunciamientos, Bustamante, que había dejado en la Presiden­cia a don Melchor Múzquiz, firmó un armisticio y después los Con­venios de Zavaleta, aceptando que volviera Gómez Pedraza y <¡uc s~ efectuaran elecciones federales: Convenios firmados Haun cuan­do el Gobierno y la Cámara de la Unión" los reprobasen.

El Congreso efectivamente los reprobó, pero careciendo de fuerza, sus integrantes se disolvieron. El 26 de diciembre de 1832, el general Manuel Gómez Pedraza, vuelto de los Estados Unidos, prestó juramento como Presidente de la República, aunque no permaneció en ella sino tres meses. Su misión fué la de servir de instrumento para la fundación de un régimen liberal progt·esisto..

AD1ITNISTRACION DE SANTA ANNA Y GOMEZ FARlAS. -Triunfante la revolución, en los primeros meses de 1833 se hizo cargo de la Presidencia el general Antonio López de Santa A!lna, y de la Vicepresidencia, el doctor Valentín Gómez Farias.

Durante esta administración se efectuó un proceso judicial contra los antiguos ministros de Bustamante, que permitió acla­rar las circunstancias de la aprehensión y muerte de Guerrero. 1'ero el objetivo más destacado del Gobierno fueron las leyes ex­pedidas de abril de 1833 a mayo de 1834: leyes que cons­tituyeron la Reforma Eclesiástica, Militar y Educativa. Las leyes fueron dadas por Gómez Farías, natural de Guadalajara y de vida piadosa hasta bien entrados los 40 años, iturbidista durante el imperio, y principal elemento para llevar adelante tales pro­yectos. Don José Ma. Mateos, historiador oficial de la masoneria en MéxicoJ escribió a este respecto que en una asamblea masónica celebrada en 1833, se dispuso que '~era preciso hacer los sacrificios r:ecesarios para apoyar al gobierno en la lucha que tenía que sos­tener contra las clases privilegiadas, el clero y la milicia, en las reformas que debían iniciarse por el Rito y los hombres del pro­greso". La historia demostró, en México como en otras partes del mundo, que todo ésto sólo favoreció al descreimiento y a cierto tino de burguesía. •

La Reforma Eclesiástica.

En México, la Reforma Eclesiástica tenía antecedentes clc3cle la época colonial. El 19 de diciembre de 1833, Gómez Farías, que mandara educar a sus hijos con los jesuítas, promulgó varios de­cretas: 10. la provisión de todos los curatos vacantes, de acuerelo con las leyes civiles mexicanas y españolas: 20. supresión dlJ !as f!acristías mayores; 30. se concedían 60 días para terminar Jos concursos abiertos para designar párrocos: 40. se concedió al Pre­sidente en el Distrito y Territorios Federales, y a los Gobernado­res en los Estados, ejercer las atribuciones que los virreyes y pre-

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sidentes de audiencias tenian para el nombramiento de curas; 50. se imponía una multa \:le 500 a 600 pesos por la primera y segun­da vez, y el destierro y confiscación por la tercera, a los obispos y gobernadores de mitras, que no estuviesen de acuerdo con las leyes de esta clase; y 60. se dispuso que las multas fuesen aplica­das a los establecimientos de instrucción pública. En una palabra, el Congreso aprobó leyes que ponían la vida jurídica de la Igleuia en manos del Gobierno, lo que debe unirse a las disposiciones de la Constitución de 1824 y a las Constituciones locales, para enten­Clcr todo el plan de sujeción conjunta.

El nuevo Congreso anuló los nombramientos de canónig'os de Mérida y negó el pase a 1ª3 bulas pontificias para desiguar -nuevo obispo de Yucatán.

Respecto a las Ordenes Religiosas, se dispuso que desapare­ciera la coacción civil para el cumplimiento de los votos, pensán­dose que habrían de desertar los religiosos y las religiosas d!) sus conventos. El propio Ministerio liberal sin embargo, tuvo que re­conocer que sólo desertaron unos cuantos, y precisamente los me­llas virtuosos. Algunas comunidades contestaron renovando ~U9 "otos. El 17 de julio de 1833 se expulsó a todos los religiosos cen­troamericanos, rcfugiados a resultas de la persecución que en Amé-r;ra Central había. '

Los Bienes de la Iglesia.

Frente a los bienes eclesiásticos, el Gobierno dispuso que fuc­ran incautados los que pertenecían al Fondo con el que se soste­nían las mísiones en California y Filipinas. Aquellas fueron nuí­tados a religiosos y entregadas a dérigos diocesanos que debían recibir salarios del Gobicrno, Además fué quitada la coacción civil para el pago de los diezmos, disminuyendo éstos en una ter­cera parte. En fin, Zavala propuso oue los bienes de la Iglesia se Vf'lIdicr"n en subasta pública y el doctor Mora propuso que los tienes fucran entregados a quicnes los estuvieran trabaian~o. y que los religiosos y religiosas que auisieran deiar de serlo. recibirían c~os bienes y 3 Ó 4 mil pesos además.. Complementariamente, ""';os legislaturas locales aprobaron leyes para sus respectivas entidades.

Como es natural. la jerarquía protestó. Los obisnos indicaron nI Gobierno, entre otras cosas, que "quitar o poner párroco3 y ~a­cr¡stencs, proveer sus vacantes y dictar el tiempo y modo (1" h.cer­lo. torlas son funciones exclusivamente propias de la autoridad que J~ residc y gobierna a las ir:1esias narticulares, aue es la episco­pal", En respuesta, el Gobierno dió 48 horas a Ins obisnos para Olle obec1priCf¡:'!n o se p.xpatriaran. El obispo de Micho~.cán f'.ban­donó 811 diócesis con sólo su breviario; el de Linares, en las misl"\3s condiciones. e i".ual el de Durango; el de Chiapas tuvo oue vivir d .. la raridMI pública en Campeche. muriendo a noca en el rl~stie­rro: el de Pnebla tuvo aue oC"ltaree y los canónigos de México -sede vacante-- recibieron orden de salida.

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La Reforma Educativa.

La Reforma Educativa tuvo como objetivo principal excluir ni clero de la educación, en una época en que se carecía de sufi­ciente magisterio laico. Se cerró el Colegio de Santa Maria de 'Iodos los Santos y la Universidad. Se fundó, en cambio, un Di­rectorio de Instrucción Pública, que contó con los bienes de las instituciones suprimidas y con otros quitados al clero. Se ordenó así mismo que en cada parroquia, junto al catecismo religioso, se ~nseñase un catecismo político. La ingerencia del .Estado se llevó al punto de que la Dirección de Instrucción Pública quiso vigilar los estudios del Seminario Conciliar.

Ln Reforma lIIilitar.

Consistió la Reforma Militar en hacer desaparecer el Fuero Militar, en disolver a las tropas que a fines de 1833 se rebelaron contra la Reforma, y, en general, en procurar la sustitución del ejército por milicias cívicas, acusándosele de ser el principal pro­motor de la agitación y el desorden políticos en México : acuSia· ción insincera porque desde el Plan de Casa Mata, si el e jército se había rebelado constantemente, había sido a instancias de las mismas logias.

Las varias rebeliones que estallaron en 1823 fueron fácilmente reprimidas. Eran rebeliones contra las Reformas, pro "RcEgión y Fueros", proclamando algunas de ellas como protector a S""ta Anna, que era el Presidente de la República. No obstante, Santa Anna atacó a la insurrección en Guadalajara. El régimen, eEton­C€S, dió contra sus opositores una ley que fué llamada popul,,-r­mente, "Ley del Caso", que contenía nombres de personas promi­nentes a quienes se desterraba, extendiéndose su aplicación a "cuan­tos se encontraban en el mismo caso", aunque no se decía cuál era éste. Otro tanto hicieron los Gobiernos de los Estados y las L~­gislaturas, disponiendo destierros dentro de sus jurisdicciones, Santa Anna recibió multitud de cartas de personas que solicito­tan volviera al poder. Convencido de que las Reformas eran Ü'1-ropulares, volvió a la Presidencia en abril de 1834, y apoyándosc en algunos pronunciamientos, suspendió la aplicación de las leyes, mientras eran derogadas por el nUEVO Congreso reunido en 1835. Este confirmó lo dispuesto por Santa Anna y destituyó a GÓ"1ez Farías de la Vicepresidencia, que salió de México rumbo a Nueva Orleans. El propio organismo, teniendo en cuenta diversos pronun­ciamientos, decidió establecer el régimen centralista, sustituvendo al federalismo que regía desde 1824. •

El Presidente interino, general Miguel Barragán, fué anlicon­do las disposiciones legales para centralizar la administrac¡'ón, en tanto se daba la Constitución.

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CONCLUSIONES

1 -Al ser derrocado Iturbide, México se vió envuelto en una si­tuación anárquica.

2 -La primera forma de régimen re!lUblicano fué el Supremo Po­der Ejecutivo, con un triunvirato al frente: Negrete, Bravo y Victoria. El Ministro A1amán desarroUó importante labor de consolidación.

3. --Se promulgó en 1824 la Constitución Federal, conforme a la que fué electo Presidente el general Guadalupe Victoria, den­tro de cuyo régimen surgieron las logias yorquinas y se captu­ró S,.n Juan de Ulúa.

4.-Aunque careciendo de derecho, el general Vicente Guerr~ro ocupó la Presidencia ,!ue fué caótica.

5. -Mediante el Plan de Jalapa, Bustamante ocupó la Presidencia y desafl"olló un programa de progreso en el que por primera ocasión el Gobierno tuvo finanzas equilibradas, fomentándose también la ri<!ueza privada.

6.-Destituido Bustamante, y con el intennedio de Gómez Pedra­za, se estableció un régimen liberal con Santa Anna como Pre­sidente y Gómez Farias como Vicepresidente. Este puso ~n · práctica la Reforma liberal: eclesiástica, educativa y militar, basta su expulsión.

LECTURA

LA DOCTRINA MONROE

La nación norteam ericana está consagrada a la de fen sa de 'nW~$t1'O sülcma. formado a costa de tanta sangre y de tallio dinero, y mad1tTadn lJar la sabidttr-ía de sus más illl strados ciudadanos, sistema baja el cual hCJltas alcanzado una f elicidad sin ejemplo. La sinceridad y las rela­óon fs amistosas que existen en tre los E.dad()s Unidos 'Y aquellas poten­óas, (las de la Santa Alianza), nos obligan a declarar que considera­tí/Os un pelig1'o para nuestra paz '!J seguridad cualquiera tentaU'I a de parte de ellas que tuviera por objeto extender 51' sistema a alguna

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flPrción de este hemisferi •. No hemos ¡ntervenido lIi intervendremos en las actuales colonias o dependencias de cualquier potencia europea. Pero cuando se 'trate de gobic1'1IVS que hayan declarado y mantenido su útdc­ptndenda, y a los que después de madura conside ración, y por jus· tos pr21lcip1os, hayamos reconocudo como indepeJldiclItcs, cllalquic­' 'o inter-vención de JUla potencia europea, con el olJ.icto de oprimirlo:; O de dirigir de alguna manera sus destinos, nO podrá ser vista /: 'Jr nosotros sino como la manifestación de una actitud hostil hacio, los Es· tados Unidos.

(James Monroe).

BIBLIOGRAFIA

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2.-BANEGAS Galván Francisco: "Historia de México",-México. Editorial Buena Prensa. 1938.

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CAPITULO V.

LAS REPUBLICAS CENTRALES y TEXAS

l.-La Se:-arac!ón '!'exana..

2.-Las Siete Leyes.

S. --Conflicto con Franela. .

•. -Las Bases Or,!!:ínicas.

5.-Las Administraciones de Herrera. y Paredes.

LA SEPARACION TEXANA.-El establecimiento del ccntcs­lismo en l\féxico dió pretexto a la ~eparación de Texas, favort=ck~a por las luchas internas de México y por las miras imperialista" de les Estados Unidos. En este sombrío capítulo aún está por acb­rarse suficientemente una influencia especial: la afirmación ele Cuevas de que participaron ocultamente, de modo favorablf'> a ir. segregación, Gómez Farias y otros directivos liberales de acuerdo con un pacto snscrito el 6 de septiembre de 1836 por 39 persOllOS, en la logia anfictiónica de Nueva Orleans durante el destierro del ex Vicepresidente. E sta acta fué reproducida por el periódico "El Mosquito Mexicano", sin qne entonces hubiese sido desmentido, y si ratificado por no pocas coincidencias. Sea de ello lo que ruc,·c , lo cierto es que Texas quedó a resultas de la guerra, como un ]lnis independiente de México , con turbias maniobras norteamericanas que databan de años antes.

Antecedentes coloniales.

La presencia de colonos norteamericanos procedia, en efecto, de la é!:,-oca colonial. El Gobierno español dió en 1821 las primeras concesiones a Moisés Austin, ratificadas más tarde a su hijo E~te­han Austm, por parte del Gobierno Mexicano, t eniendo en cuenta ~I Tratado de Límites que España y los Estados Unidos celebra­ron en 1819. El Gobierno de Washington ya tenia la intención de adquirir un territorio en el que E spaña no dejó gran huella de su 11.aso, como no fuera por la reducida labor de algunas misiones, pre­SIdios y pocos colonizadores. Poinsett recibió órdenes de Adams de solicitar la adquisición del territorio, pero el embajador creyó

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inoportuno presentar la oferta. Otra, presentada por el enviado norteamericano Butler, encontró una respuesta negativa.

Proyecto de lUier y Terán.

Según parece, había no pocos colonos que obraban de bUBna fe, deseosos de convertirse en ciudadanos mexicanos, pero su apar­tamiento, el hecho de no ser católicos, la circunstancia de no hablar en general el castellano, y de estar habituados a vivir de acucrdo con leyes extranjeras, hizo que siguiesen siendo extranjeros a quie­nes más tarde aprovecharon los políticos norteamericanos como medio para adquirir el territorio. La falta de cumplimiento de las leyes mexicanas dió lugar a que el comandante de los Estados In­ternos de Oriente, general Mier y Terán , presentase un proyecto para evitar los riesgos de la presencia de los norteamericanos: colonizar TE'xas con mexicanos y europeos, establecer navegación de cabotaje con el resto de la costa del Golfo, aplicar estrictamente las leyes de colonización, y, finalmente, establecer aduanas. Se establecerían, además fortines militares a lo largo de la frontera norte. El proyecto fué aprobado durante la Presidencia de Bus­tamante, pero la falta de cooperación de los Gobiernos de los Es­tados y la revolución en contra de éste, en 1832, determinaron que la disposición no se ap¡;cara sino parcialmente.

Oposición de Jos CoJonos.

Las medidas propuestas causaron mal . efecto entre los co­lonos, que veían también el riesgo de no llegar nuevos inmigran­tes. Al iniciarse el conflicto, pocos eran los fortines y las aduanas. Austin y Butler favorecieron la oposición aun violenta contra los resguardos aduanales mexicanos y contra los fuertes. Los colonos se adhirieron a la revolución de 1832 para derrocar a Bustamante y el coronel José Antonio Mejía la propagó entre las guarniciones de los fuertes. Para agosto de 1832, las aduanas y los fuertes es­taban extinguidos. La rebeldía armada no siguió adelante, pero surgieron convenciones que urgieron la separación de Texas res .. pecto de Coahuila y una Constitución que no seguía los lineamien­tos de la Constitución Federal. Austin llegó a México a gestionar todo eso, pero insolentado contra Gómez Farías en esa época, y habiendo escrito una carta en plan rebelde contra el Ayuntamien­to de San Antonio de Béjar, fué apresado aunque luego se le am­n;stió. Salió s in embargo para promover otra revuelta a pretexto de que se pretendían reponer, como en tiempos de Bustamante, las aduanas y los fuertes.

Influencia Norteamericana.

En realidad, ya para entonces la política texana, aun cuando había scctores que deseaban la paz, estaba dirio.;ida por los agen­tes norteamericanos establecidos en NacogdoChes, población en suelo mexicano de la que habían hecho un centro para traficar

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con tierras y esclavos negros. Ef alma de esa política, favorable a la incorporación aun violenta a la Unión Norteamericana, era el general Andrew Jackson, agricultor y esclavista, directivo políti­co en los Estados del Sur y especialmente en la Luisiana. Su prin­cipal age.nt~ fué Samuel Houston, con rango superior en la con­jura antimexicana. Los agentes de Jackson y los colonos deseosos de agregar Texas a los E stados Unidos, encontraron nuevo pre­texto con el cambio de régimen polí~ico en México -fmes de 1835--, hasta el punto de que, reunidos en nuevas convenCIOnes, declararon en la de San Felipe -7 de noviembre de 1835-- su in­dependencia condicional, y en la efectuada en la población texana de Washin~on, la independencia absoluta -2 de marzo de 1836-.

La Campaña.

El general Martín Perfecto de Cos obró con suma impruden­cia guerrera, acabando por capitular en diciembre de 1835. En­tonces el Gobierno Nacional oue carecía de toda clase de recursos, con una marina compuesta de dos goletas y un bergantín, confió la campaña al Presidente, general Santa Anna, que tuvo que im­provisar un cuerpo militar con soldados de leva en número de poco más de 2 mil, seguidos de una multitud de mujeres y niños y de 200 carretas para llevar tasajo, totopo y harina. Durante su mar­cha, ~I Ministro de Guerra, teniendo noticias de que el Gobierno de los Estados Unidos armaba expediciones para ayudar a los pronunciados de Texas, expidió un decreto en el que se advertía: .. (los) extranjeros que desembarquen en puertos de la república o penetren en ella armados y con objeto de atacar a nuestro terri­torio, serán tratados y castigados como piratas. En Jos mismos térmínos serán tratados y castigados los extranjeros que desem­barquen en algún puerto o introdujeren por tierra armas y mu­niciones" ..... sí lo había demostrado la aventura del cubano José Antonio Mejía en Tampico, poseedor de dos navíos y jefe de 200 extranjeros, siendo público el reclutamiento de aventureros en los E~tados Unidos. El ejército mexicano, sin servicios de intenden­cia, ni médicos, tuvo que hacer una larga caminata desde el centro de la República hasta Texas, mal armado, frente a colonos y aveno tureros que aguardaban sin fatiga y con buen armamento. Pese a todo, obtuv0110r su abnegación y valor una serie de victorias, lo mismo a instancias de la sección mandada por el general Unea. que la mandada por el general en jefe, Santa Anna.

AJamo y San Jacinto.

En la batalla del Alamo obtuvieron un triunfo los mexicanos qu.e .dejó despavoridos a los hombres de Houston, porque t odos l o~ prISIOneros -la mayor parte europeos y norteamericanos-. fue­ron fusilados. El G,?bierno de l?s Estados Unidos, ya en manos de Jackson como Presldente, habla dlspuesto que el ejército 110rte­amerlCano -no el texano- se situara cerea de la frontera al man­do del general Gaines, amigo de los expansionistas, para acudir

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en socorro de los rebeldes si lo necesitaban. El general Hamilton Sleward se situó, a su vez, en Pensacola.

Santa Anna quiso temerariamente resolver la situación con un golpe de sorpresa contra Houston, al que quiso alcanzar en San Jacinto. Parece gue Houston pretendía atraer a Santa Anna has­ta donde estaba Gaines, a efecto de provocar un incidente que en­frentara a los ejércitos de México y de los Estados Unidos,. De cualquiera manera, estando a la vista del enemigo, Santa Anna no tomó todas las precauciones debidas y Houston lo atacó por sorpresa -21 de abril de 1836-, causando una seria derrota al ejército mexicano. Santa Anna, que intentó escapar con el coro­nel Juan N. Almonte, fué hecho prisionero.

'[ratados de Velaseo.

Cautivo. humillado, expuesto a morir por las turbas que que­rían lincharlo en la cárcel, sujeto incluso con grilletes en las pier­nas para que no escapara, accedió al fin Santa Anna a suscribir lo" Tratados de Velasco -uno público y uno secreto- donde se c3tableció que Santa Anna no tomaría las armas ni influiría en que se tomasen "contra el pueblo de Texas, durante la actual con­tienda de independencia". Cesarían inmediatamente las hostilida­ües y los mexicanos pasarían al sur del río Bravo. Santa Anna, según parece, no estaba dispuesto a cumplir con las estipulaciones, alegando que habían sido suscritas en cautiverio. El segundo ca­nmndante, general Vicente Filisola, aun cuando estaba a unas cuantas horas de distancia del sitio donde se capturó a Santa Anna, no hizo nada, como tampoco los generales Woll, Gaona y Urrea: ¿ con toda intención? ¿ por falta de iniciativa? Lo cierto es que al quedar inactivo el ejército mexicano, la guerra de hecho quedó suspendida. El Gobierno del centro nada pudo hacer a partir de entonces.

La República Texana.

Texas, separada de México a instancias de Estados Unidos, no se incorporó a éstos sino hasta] 845, debido tanto a la presión diplomática de Inglaterra -varios representantes en el Parlamen­to Británico, dijeron que era aconsejable mandar la flota al Golfo de }'iéxico temier.do l<? expansión yanqui- cuanto también a que ckntro de los Estados Unidos estaba la pugna entre industriales y ~ntiesclavistas del norte, contra agricultores y esclavistas del s,-,r. Aquellos temían que un nuevo estado agricultor y esclavista rompiese el equilibrio entre los dos grupos. Por tales razones, Texas quedó como una república independiente cuyo primer Pre­sidente fué Burnet, y Vicepresident~, Lorenzo de Zavala. México, desgarrado por sus luchas y por la guerra con Francia, nada pudo hacer para recuperar el territorio, cuya independencia tampoco quiso reconocer.

LAS SIETE LEYES.-Dentro de no poca agitación política y

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militar -y entre contemporáneas creaciones de cultura como la Academia de la Lengua y la de la Historia, con el Conde de la Cortina y don José Ma. Fagoaga como Presidentes- México cam­bió de ' régimen político. El Congorcso consideró tener facultades bastantes, según decreto aprobado en esta materia: "En el Con­greso General -se dijo- residen por voluntad de la nación todas las facultades extra constitucionales necesarias para hacer en la Constitución de 1824 cuantas alteraciones creyese convenientes al bien de la nación". Así, lo que teóricamente debió haber sido una l'eforma de la Constitución, fué en realidad un cambio fundal1".en­tal en la estructura. Para alcanzarlo, se tomaron en cuenta algu· nos "pronunciamientos pacíficos" y numerosas peticiones de A vun· tamientos y aun de legislaturas, dado que en la opinión pública había un notorio desencanto respecto a la Constitución federal, a la aue se tachaba de fuente de muchos desórdenes. Se recordaba el discurso del Padre Mier en el Constituyente de 1824 y se cono­cía el criterio de don Miguel Sar,ta María -veracruzano que fuera diputado a Cortes, liberal, amigo y después enemigo de Poinsett y uno de los favorecedores de la misma Constitución Federal-, !Jara quien la Ley de 1824 sólo había "producido guerras intesti­nas, odios, persecuciones, expulsiones, enormísimas deudas y la más escandalosa dilapidación del Erario nacional y de cada uno de los Estados".

Características Constituciouales.

Una Acta provisional introdujo el centralismo el 23 de octu­bre de 1835, estando como interino de Santa Anua el General Hi­guel Barragán. Casi un año después, el 30 de diciembre de 1836, se dictó la Constitución llamada de las Siete Leyes, de acuerdo con la cual se estableció además de los tres poderes tradicionales, uno más denominado Supremo Poder Conservador, que tendría por ob.ieto mantener el eauilibrio de los otros. como guardián de la legalidad. Hubo también de particular el hecho de que el Po­der Ejecutivo estaba en varias manos: en las del Presidente de la República, su Gabinete y el Consejo de Gobierno obrando con­juntamente, con lo que el Presidente estaba dificultado de actuar, El Presidente debía durar 8 años. Los Estados eran sustituidos por Departamentos y las Legislaturas locales por Juntas Depar­tamentales, sujetas sus rentas a las disposiciones del Gobierno del centro, como sujetos debían estar también los Gobernadores,

En la práctica, los obstáculos fueron múltiples, tanto por b ingerencia excesiva del Poder Conservador, cuanto porgue la com­plicación burocrática dificultaba toda solución n;,pida de los pro­blemas. Dentro de las normas de esta Constitución gobernó por segunda vez el general Anastasia Bustamante, que sucedió a don José Justo Corro, interino como Barragán con motivo de la salida de Santa Anna a Texas. A esta época correspondió el reconoci­m:~nto de. la independencia mexicana por parte del gobierno es­panal medIante el Tratado Definitivo de Paz firmado en Madrid el 28 de diciembre de 1836. El primer embajador español fué el mar-

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qués don Angel Calderón de la Barca, cuya esposa escribió una interesante obra descriptiva de nuestro pais, llamada "Vida en México". En el mismo año, la Santa Sede reconoció la indepen­dencia nacional.

Dificultades de Bustamante.

Bustamante ocupó la Presidencia del 19 de abril de 1837 al 6 de octubre de 1841. Los tropiezos se sucedieron en todos los ór­denes. Asistió a los encontrados puntos de vista de los Ministros de su mismo Gabinete, a las insurrecciones de los federalistas, al clescontento de los centralistas mismos cuando vieron los escollos de algunos aspectos de la Constitución; al inicio de la guerra se­paratista de Yucatán y a la injusta guerra con Francia. En plena f,,¡ta de acuerdo gubernamental, Bustamante informó al Congre­so que no se tuviera "la menor esperanza de felicidad pública" si continuaba el Supremo Poder Conservador.

CONFLICTO CON FRANpA.-La responsabilidad de la gue­rra internacional la tuvo el Gobierno francés, por la exageración de sus peticiones y el gesto de arrogancia que adoptó. Las recla­maciones se fundaban en los daños sufridos por algunos comer­ciantes franceses durante la revolución de la Acordada y en otras revueltas, -incluso la del pastelero que demandaba 60 mil pesas­en algunos préstamos forzosos qu,e se les habían impuesto y en varios atentados, de lesiones u homicidio, en súbditos de la Coro­na de Francia. Esta quería además que sus ciudadanos pudiesen dedicarse legalmente al comercio al menudeo y que estuviesen exentos de los préstamos forzosos generales: materias que no habían sido concedidas a nadie. En 1827 se prometió concedérse­los mediante el documento llamado "Declaraciones Provisionales", que no llegaron a estar vigentes porque el Congreso no las ratificó. En 1836, el embajador francés, Barón Deffaudis, reinició las plñ· tj(>n s para la celebración de un Tratado donde se consignasen di~ eh as prerrogativas, pero el Gobierno, a través de su Ministro de } -.f' J8c ·nnes. don Luis G. Cuevas, se negó porque se habría creado una situación de privilegio a favor de unos extranjeros, con demé­"ita de los demás, aparte que las reclamaciones presentadas eran exceSlvas.

Ultimátum Francés.

El Gobierno mexicano estableció que en princlplO no se pa­garían indemnizaciones por daños revolucionarios, aunque adm.i­t ió que habría pago si el Gobierno había est ado conforme con t ales daños o no los habia evitado, pudiendo hacerlo, y ofreciéndose a pagar si realmente se debía.

Fueron atendidas toclas las reclamaciones y se nombró a don Máximo Garro para que tratase directamente el asunto en París. p nro Gar ra no fué recibido v el embajadOl' francés !).bandonó Mé­xico regresando con barcos de guerra, porque el Gobierno galo es-

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taba dispuesto a llegar al rompimiento. El 21 de marzo de 1838 dirigió Deffaudis un ultimátum desde la fragata "Herminia", ha­ciendo relación de los agravios, pidiendo las prerrogativas y un total de 600 mil pesos como indemnización.- Si cualquier punto no era atendido, o era contestado en forma dudosa, o la contestación tardase hasta después del 15 de abril, "el infrascrito. decía Deffau­dis, deberá poner la continuación del negocio en manos .del Sr. Ba­zoche, comandante de las fuerzas navales de Su Majestad, una parte de las cuales se encuentra ya en las costas de México, y este oficial superior ejecutará las órdenes que ha recibido".

La Guerra.

El Gobierno mexicano, actuando con dignidad, se negó a con­testar mientras hubiese barcos de guerra en aguas nacionales. Bazoche, entonces, bloqueó desde el 16 de abril los puertos mexi­canos durante siete meses, con larga estela de perjuicios conómi­cos para México. aun cuando hubo un entendimiento entre el fran­cés y la gente de Gómez Farias, ""belada contra Bustamante en Tampico. Era evidente, como lo decia don Bernardo Cauto -Ju­rista y literato, autor del "Diálogo ecbre la Historia de la Pintura en México"-, en una carta al Dr. Mora, que nadie quería, entre los sensatos, que hubiese guerra, pero el ultimátum había estado concebido "en tales términos y era tan manifiesto el deseo de que se dijese no, que fué imposible dejar de decirlo". Al cabo de siete mr!ses, Francia envió al contralmir!inte Carlos Baudin, suavizando el tono. Hubo negociaciones en Jalapa. pero ante el fracaso de és­tns, la flota bombardeó el fuerte d~ San Juan de Ulúa oue tuvo que capitular. El ataque contra Veracruz comenzó el 27 de no­viembre de 1838. Santa Anna. que quería reivindicarse de su ac­tuación en Texas, ofreció su espada y el Gobierno lo nombró Co­mandante General. Los franceses. sin embargo, al abrigo de la neblina, desembarcaron en Veracruz y estuvieron a punto de cap~ tHar a Santa Anna, que más tarde volvió a la carga, en la que quedó herido en una mano, perdiendo Una pierna.

El estado de guerra cesó debido a la intervención de Inglate­rra, firmándose la paz el 9 de marzo de 1839. México admitió pa­gar 600 mil pesos, pero no admitió nada más. El pago fué hecho religiosamente, y los cobros demostraron la exageración francesa. IJorque una vez satisfechas las reclamaciones, todavía sobraron al Gobierno francés 200 mil pesos.

Revoluciones y Separación de Yucatán.

Mientras tanto. había inauietud política interna. Año con año, de 1837 a 1840. los federalistas se levantaron en armas contra B\1st"mante. En una de las salidas de éste para combatir a los rebeldes, quedó de interino Santa Anna -marzo a julio de 18~9-, cclehránd~se. e,~ fastu,?so entierro de su pierna. En 1840, las "jor­nadas de .lulio constituyeron un alzamiento federalista que causó enormes destrozos en los bienes públicos, especialmente en el Ar-

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chivo General de la Nación. Tuvo como jefes al general Urrea y al doctor Gómez Farías. Bustamante llegó a quedar preso en Pa­lacio, pero re~istió, dando ocasión a que llegasen refuerzos para vencer a los rebeldes, y todo acabó con un perdón general.

Mayor gravedad revistió el mQvimiento separatista yucateco cuyo Gobierno pretendía no volverse a unir a México mientras no se restableciera el federalismo. El movimiento comenzó en mayo de 1839, y acabó en diciembre de 1843, cuando Bustamante ya no era Presidente de la República. La actitud de Yucatán tenía por base la necesidad de ciertas prerrogativas indispensables a su economía, de que el sistema central lo privaba. De modo gradual, el proceso fué desenvolviéndose. El general Rivas Zayas manifestó su desacuerdo en relación al acuerdo de la Cámara yucateca. pero tuvo que abandonar la ciudad de Campeche ante el ataque de Ló­pez de Llergo e Imaz - este último cubano-, disponiendo en no poco de armas salidas de puertos norteamericanos por intermedio.­don de un coronel Peraza. El Gobierno central dispuso el cierre de los puertos de Campeche y Sisal al comercio exterior, declaran­do piratas a los buques rebeldes. La situación llegó a ser tan gra­ve que ello. de octubre de 1841, la Cámara de Diputados de Yu­catán decretó la separación de México y la creación consiguiente de una república autónoma. Santa Anna, como P residente inte­rino envió a título de parlamentario a don Andrés Quintana Roo, pero fracasaron sus gestiones; repitiéndose las acciones guerreras. Con el derrocamiento de Bustamante hubo una mayor dilación al aBunto, que sólo concluyó hast a diciembre de 1843 gracias a los arreglos obtenidos por el general Pedro Ampudia, mediante el ~oce de sus privilegios económicos a la Península, a cambio de que ésta r econociera la segunda Constitución centralista llamada Bases Orgánicas.

Derrocamiento de Bustamante.

Entre t anto, en agosto de 1841, al tiempo que había invasio­nes de indios bárbaros en la región del noroeste de la República, e~talló en Guadalajara una nueva ~ublevación dirigida por el ge­neral Paredes y Arrillaga a pretexto de 10s impuestos decretados por el Gobierno. Más tarde se amplió el propósito pidiéndose no Eólo el derrocamiento de Bustamante, sino también amplias re­formas a las Siete Leves. La insurrección se extendió por el cen­tro y por el oriente del país. Al general Paredes se unió el general Santa Anna. Que operaba en Perote, y luego el ~eneral Valencia, "n la Ciudadela. Los tres generales de tan disímbolo criterio fir­maron las Bases de Tacubaya, pidiendo el cese de los ·Poderes y ei establecimiento de un Ejecutivo Provisional. Bustamante. ape­nas ofreció resistencia armada en los suburbios de la capital, fir­mando con los sublevados los Convenios de la Presa de la Estan­zuela, por los que renunciaba a la Presidencia. marchándose al extranjero. No regresó a México sino hasta 1847, muriendo en 1853.

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Presidencia de Santa. Anna..

La Junta reunida al efecto, con individuos designados por San­t.a Antia, eligió Presidente al general Antonio López de Santa Anna. Algunos elementos liberales entraron a formar parte de su gabinete, como Gómez Pedraza, don Francisco García, amigo de Gómez Farías y don Crispiniano del Castillo, y tomó algunas medidas que no beneficiaron a la Iglesia, como la venta de bienes l'ertenecientes al fondo piadoso de California, ventas de a lgunas haciendas de los jesuítas, de inmuebles eclesiásticos y otros pro­cedimientos para la obtención de dinero. Toda la plata que habia pertenecido a la Compañía de Jesús y que se encontraba en una bodega de la catedral de Puebla, fué tomada por el Gobierno, cons­tantemente urgido de dinero.

Por las mismas razones suprimió el Colegio de Todos Santos para apoderarse de sus bienes y se hizo entregar gruesas sumas por obispos y Ordenes Religiosas. En términos generales se exa­geraron tanto las contribuciones, que se cobraba por cada meda de coche, gra vándose las importaciones con un aumento de 20 %. Una posible justificación de Santa Anna era la que de los prés­tamos facilitados por Inglaterra y Estados Unidos, estaban "ien­do cobrados. Había sin embargo la circunstancia de que mucho de lo recaudado no se destinaba a sus fines, y ésto provocó un malestar consiguiente.

LAS BASES ORGANICAS.-Dominando la inquietud creada por algunos pronunciamientos federalistas, Santa Anna convocó a un Congreso en 1842 para que redactase una Constitución, pero habiendo quedado fOJ;mado por federalistas y liberales radicales, sus ideas causaron mucha conmoción, pues al darse a conocer el proyecto se vió que se introducían multitud de instituciones libe­rales que eran mal vistas. Una ola de protestas se levantó con tal motivo, estando de Presidente interino, sustituyendo provisional­mente a Santa Anna, el general Nicolás Bravo. A las protestas ~iguieron los levantamientos que culminaron con el de la Guarni­ción de México. Debido a ello se disolvió el Constituyente, que fué reemplazado por una Junta Nacional Legislativa que expidió, en junio de 1843. las Bases de Organización Política de la Renú­blica Mexicana, más conocidas con el nombre de Bases Orgániéas.

El malestar se ahondó por la conducta de Santa Anna, que prescindia de la ley; hizo, por ejemplo, nombrar a don Valentín Canalizo como Presidente interino sin consulta previa al Congre­so; t.omó el mando del ejército también sin autorización, y no dió al mIsmo cuenta de sus actos, concluyendo con un golpe de Esta­do por el cual suspendió las sesiones del Congreso.

Otras medidas de Santa Anna, fueron positivas: mejoramien­to del ejército; establecimiento de los Tribunales Mercantil y de Minas; intento de codificación de las leyes, en una época en la que éstas están dispersas y los tribunales seguían aplicando las anti­guas leyes españolas; en fin, restableció a lo~ jesuitas para aten-

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der las misiones del norte. En noviembre de 1844, el general Pa­redes Arrillaga se rebeló contra Santa Anna, exigiendo que diese cuenta de sus actos en el Ejecutivo Provisional y que quitase la ley que disponía la r eunión de 4 millones de pesos mediante con­tribuciones extraordinarias. Se inició el movimiento en Guadala­jara y Santa Anna salió a combatir a los rebeldes, pero en el ca­mino supo que el Presidente interino, Canalizo, había s ido derro­cado. El general Bravo se sublevó también, por lo que Santa Anna se marchó rumbo a Veracruz, pero fué aprehendido .y se le tuvo preso en Perote. Por disposición del Congreso, salió desterrado del país.

LAS ADMINISTRACIONES DE HERRERA Y PARF,DES ARRILLAGA.-El sucesor de Santa Anna fué el general José Joa­quín de Herrera, Quien gobernó del 6 de diciembre de 1844 al 30 de diciembre de 1845.

No obstante ser inminente la guerra con los Estados Unidos, Herrera era pacifista, por considerar que esa era la política ade­cuada al momento, dada la debilidad política y mílitar de México. Previendo, sin embargo, el rompimiento de las hostilidades, comen­zó la reorganización del ejército. Su política fué de conciliación, gobernando con ministros de varios partidos. Lamentablemente no pudo poner a flote la Hacienda Pública, desarticulándose los pIa­nes de defensa. En junio de 1845, los federalistas y liberales, al grito de "Federación y Santa Anna", quisieron derribar al régi­men, pero fueron vencidos. En cambio tuvo éxito el general Pa­redes y Arrillaga, quien en su Plan de San Luis -de 14 de diciem­bre de aquel año- acumuló todas las quejas existentes contra He­rrera.

El Plan de S"n Luis.

Paredes inició su movimiento cuando ya estaban rotas las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos y cuando de hecho -aunque no oficialmente- hahía comenzado la guerra. Hubo una 2dhesión general en favor del Plan de San Luis, porque había toda una corriente de opinión favorable a que Herrera, injustamente t achado de cobarde ante los E stados Unidos, dejase el puesto: centralistas y federalistas, republicanos y monárquicos, pensaban que se requería un Presidente más enérgico para hacer frente a la situación. E imaginaban que ese hombre era el general Pare­eles. Nadie admitía una transa cción ante el hecho consumado de la pérdida de Texas, cuya anexión a los Estados Unidos había sido aprobada por el Congreso norteamericano ello. de marzo de 1845. Si Paredes se rebeló fué por eso, y no por un acto de traición. La cpinión pública quería la guerra: "El Gobierno ---<lecía el Plan de San Luis- pretendía librarse de una guerra necesaria y glo­riosa. por medio de concesiones Que menoscababan la dignidad y rompían el único dique con Que podían combatirse las pretensio­nes ambiciosas de una potencia tan poderosa como pérfida". En realidad, si Herrera había llevado el asunto con sentido pacífico,

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era porque estimaba que México no estaba preparado para esa guerra "necesaria y gloriosa 11 •

Presidencia de Paredes.

Cuando Herrera, en vista del generalizado pronunciamiento, presentó su renuncia, el general Manuel Pared~s y Arrillaga. fué designado Presidente interino, puesto que ocupo de enero a Jullo de 1846. El Congreso Nacional Extraordinario, de elección popu­lar, ratificó a Paredes en su puesto. Se procuró acabar con el burocratismo que impedía la acción rápida del Gobierno, y por sc­gunda vez en el México independiente, la Hacienda Pública estuvo nuevamente equilibrada aun dentro de los ominosos momentos que se estaban viviendo. Persiguiendo el Estado el juego, tomó medi­das también a favor de la seguridad en los caminos, al tiempo que se reorganizaba vigorosamente el Ejército.

l\fonarquistas y Federalistas.

¿ y en materia politica? Paredes era personalmente adicto a la monarquía y favoreció la propaganda de los monarquistas como Alamán, Sánchez de Tagle, Díez de Bonilla, El~ero. etc., que redactaban el periódico llamado "El Tiempo". El candidato parecía ser el Infante don Enrique, cuñado de Isabel II de E spaña. "La libertad cívil -decían los monarquistas- se ahogó en conti­nuas revueltas; y de un ejército aguerrido y disciplinado Quiso hacerse un instrumento de ambición y de anarquía. Los presiden­tes y los congresos cayeron precipitadamente por sangrientas re­voluciones ... Ahora, si nos preguntáis qué queremos, qué desea­mos, vamos a decirlo francamente. Queremos una monarquía representativa, queremos la unidad de la nación. . . en fin, todas las promesas y garantías del Plan de Iguala". Esta propaganda monárquica avivó las polémicas y discusiones sobre la forma de Gobierno, creándose una fuerte corriente a favor del republicanis­mo, que obligó a Paredes a suspender aquella propaganda.

En último término, el hecbo dramático de la guerra que se proyectaba sobre México, hacía pensar a los hombres de la s diver­sas tendencias politicas, que la solución salvadora para Mérico es­taba en un cambio de régimen: los monarquistas, sosteniendo la monarquia como camino de bien nacional, ios federalistas, afir­mando que México sólo podría rescatarse. mediante el estableci­miento del régimen federal. El liberal don Manuel Crescencio Re­jón decía a ~ste respecto con notoria exageración que "la guerra (Jue nos haCia,! los Estados Unidos era una guerra de principios y que no podfla sostenerse puramente con las armas, que nccesi­tábamos instituciones parecidas a las de ese pueblo, para poderlo detener en nuestras fronteras y evitar que nos absorbiera" ... Los norteamericanos ciertamente no se detendrían por eso.

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Vuelven Santa Anna y Gómez Farias.

Durante algunos días ocupó provisionalmente la Presídencia el general Nicolás Bravo -del 29 de julio de 1846 al 6 de agosto del mismo año-, disponiendo el Congreso que se declararan Cons­titución Política de la República las Bases Orgánicas de 1843. Pero ni ésto ni el hecho de que el 13 de mayo de 1846 hubiesen los Es­t¡,dos Unidos declarado la guerra a México, impidió que los fede­ra listas iniciaran una nueva revolución. El ejército mexicano es­t~ ba sufriendo sus primeras derrotas, cuando varios grupos mi­litares se lanzaron a la revuelta a los gritos de "Federación y San­t& Anna" y "Contra el Príncipe Extranjero", haciendo rebelarse a las tropas que Paredes tenía listas para la campaña, con partici­pación de las tripulaciones de los barcos destinados a defender California. Directores de los pronunciamientos fueron Cómez Fa­rias, Re,ión y Lafra~a. Al fin, rebelándose las tropas de la Ciu­dadela, Paredes quedó preso y el Presidente interino, Bravo, tuvo que entregar el poder al jefe de los sublevados en México, general J osé Mariano de Salas. Este Quedó como Presidente, convocó a un Congreso Constituyente y el 22 de agosto se restableció la Cons· titución de 1824.

Exiiiado en Cuba, Santa Anna manifestó al Presidente Polk de los Estados Unidos -a través del coronel Atocha-, que esta· ba dispuesto, a la cesión de territorio mexicano. Por ello Santa Anna pudo volver a México -mayo de 1946- cuando los barcoa yanquis ya bloqueaban Veracruz. Estando ya en México, Santa Anna no quiso accedera las negociaciones con los norteamericanos.

El 14 de septiembre, y entre carros alegóricos. hicieron SU entrada triunfal a México, Santa Anna y Cómez Farías.

CONCLUSIONES

l.-1.a se"nración de Texas fué consecuencia de los desgarramien­tos políticos internos de México y de la penetración norteame­ricana, contando con elementos no mexicanos y con los colo­nos establecidos desde 18~1.

2. -El ejército mexicano, mal armado, pero de honda abne~ación. obtuvo algunas victorias, !lera resi~t¡ó la derrota de Sa!, .~a­cinto, por la oue Santa A,,", ""edo preso. En tal condlclon. suscribió los Tratados de Velasco.

S.-Por razones internas de los Estados Unidos. y por razones in­ternacionales, Texas no se incorporó inmediatamente a aquél país.

4 . -Durante los regímenes centrales hubo dos Constituciones: las

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Siete Leyes y las Bases Orgánicas. Al final del periodo cen­tralista, entre gran aJ;itación polltlca, 1I1éxico entró en guerra contra los Estados Unidos.

LECTURAS

SELECCION DEL TRATADO PUBLICO DE VELASCO

Primero. El general Antom'o López de Santa A1111a se C01l1.,fe11c

en no tomar las armas, ni infhdr en que se tomen , contra el pu/Ulo de ~.l'exas, d1trantc la actual contienda de independencia.

Segundo. Cesarán. inmediafamc1zte las hostilidades por mar y tie­rra entre las tropas mexicanas '!J tcxa-nas.

T ercero. Las tropas mexicanas evacuarán el territorio de Texas, lOasando al otro lado del Río Grande del Norte ..•

Quinto. Que toda propiedad particular, incluyendo ganado, ca­ballos, negros esclavos o gente contratada de c·ltalquier de1lOmúwóón, que haya sido aprehendida por una parte del ejército tneX2'cartO o qne $6 hubiere refugiado en dicho ejército desde el prindpio de la últi~na tnt'asión, será devuelta al Comandante de las fuerzas tcxanas o a la ... personas que fueren nombradas por el gobierno de Texas para reci­birlas ...

Décimo. El general Antonio L ópez de Santa Anna será enviado a 'reracruz tan lueao como sea conveniente.

PERSONALIDAD DE SANTA ANNA

Int eligente y sutil. su porte y SllS maneras aylÍdanle en las em­presas que persigue. Hace afectos con la mismo facilidad que los ex· ";noue, Corno no es hombre de doctrina política. -tampo(';() de ori,,.ino­lidad--, las ideas, al (qual que la amistad, las ¿ic1le por superficialida­des, Todo en él es ficticio, 'Por lo · cual jamás se ocupa en dar solidez a $1(.~ actos, Pretende que la autoridad, V la maral, y el individuo, y la "ación, sean obras de su c01pricho y por tanto hace i1lconducentes SHS designios. Dásele, a consec1lencia de ese arte, el apellido de d1'ciarlor, sin serlo. Lleno de prop6sitos repentinos y por lo mismo pocas veces iU1Idados en la razón, . ~in los recursos de la energía siempre 1/m'dos a la.~ tarcas del buen gobernante y sin el el1greirm'ento con la crueldad, que es inequívoca ,(Ieñal del tirano. Santa Anna no pudo ser el llamado o establecer una dictadura en México.

(José C. Valadés).

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BmLIOGRAFIA MINIlIIA

1 .-ALAMAN Lucas: "Historia de México".-Méxlco. Editorial Jus. 1942.

2 .-BANEGAS Galván Francisco: "Historia de México", México. Editorial Buena Prensa. 1938.

3 .-BRAVO Ugarte José: ftHistoria. de México". México. Editorial Jus. 1944-

4. . -BUSTAMANTE Carlos M. de: "Cuadro Histórico de la Revolución de la América Mexicana", México. 1843-46

5 .-CUEVAS Mariano: "Historia de la Iglesia en México", El Paso. 1928.

6 .-PEREYRA Carlos: México Falsificado", México. Editorial Polia. 1949.

7 .-VALADES José C. : "Santa Anna y la Guerra de Texas", MéXico. Edi-torIal Patria. 1951.

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CAPITULO VI.

DE LA GUERRA CON ESTADOS UNIDOS AL PLAN DE A YUTLA

l .-Restablecimiento del Federalismo.

2.-EI Conflicto con los Estados Unidos.

S.-Las Administraciones de Herrera y Arista.

4: -Ultima AdmInistración de Santa Anna.

5.-La Revolución de Ayutla.

RESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO.-Cuando Sa n­ta Anna recorrió las calles de México, al lado de Gómez Farío"., llevaba junto a sí un gran cuadro de la Constitución Federal. co ­mo símbolo del cambio de régimen. En efecto, la vieja Constitu­ción de 1824 fué restablecida con reformas en agosto de 1847, "' tíempo que surgía una institución de gran interés como el Juicio de Amparo, viviéndose ya el paralelo hecho de la guerra que des­membraría a la nación.

El general Salas ocupó la Presidencia hasta fines de diciem­bre de 1846, en que, hechas las elecciones por los federalistas y l'rogresistas se designó P residente al general Santa Anna, y Vi­cepresidente a Gómez F arías. El paso del centralismo al federa ­lismo fué realizado entre notable agitación política en la que las amenazas de pillaje y muerte eran continuas, según escribiera dnn José Fernando Ramírez, arqueólogo y liberal moderado. Aun en las mismas Memorias de don Guillermo Prieto, cargadas de t e l" ­gjversaciones, no dejaron de asentarse los hechos de la gran tur ­bación que México vivía, con grandes mitines en que Juan J osé E az injuriaba a t odos los reales o supuestos enemigos de s us ideas , comenzando con el Papa de Roma.

Así se debatía la ciudad de México, mientras la guerra hin­caba su presencia ...

EL CONFLICTO CON LOS E STADOS UNIDOS.-¿GuelT3 debida a qué? Básicamente, debida a la a mbición norteamericana. México consideraba punto de honor el no reconocer la incorporo­ción de Texas a los Estados Unidos. El Presidente Tyler ini('¡ó en el Congreso norteamericano el asunto de la anexión, aprobado

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finalmente ello. de marzo de 1845 y sancionado -por el Ejecutivo eí 3 de marzo siguiente. El ministro mexicano en Washington, general Juan N. Almonte, se retiró inmediatamente de su misión y poco más tarde, el ministro de Relaciones Exteriores de México, don Luis G. Cuevas, despidió a WilIiam Shanon, representante diplomático de los Estados Unidos, advirtiéndosele que nuestro país no podía proseguir su amistad con el gobierno del norte por por la ofensa inferida al admitir a Texas, provincia mexicana, en el territorio de los Estados Unidos.

No obstante ello, el gobíerno yanqui quiso alcanzar sus fines de modo pacífico inmediatamente, buscando ampliar sus conquis­tas. El nuevo Presidente, James Kn.ox Polk, tuvo como programa de su administración, no sólo consolidar la anexión de Texas, sino también adquirir Nuevo México y la Alta California. Para t,,1 efecto envió a México, ya rotas las relaciones, a John Slidell, que romo los anteriores agentes confidenciales, -William Parrot y l>uff Green-, pretendía "arreglar todas las cuestiones pendientes entre los dos gobiernos", estando aún en la Presidencia el genera; Herrera. En último término, se quería el reconocimiento por Mé· "ico del Río Bravo como frontera, la adquisición de Nuevo México por cinco millones de dólares y Alta California por veinticinco. Pero Slidell no fué recibido por las autoridades mexicanas y quedó expedito el camino de la guerra.

Declaración de Guerra.

Polk había inscrito en sus banderas electorales, estas pala­bras que sintetizaban su pensamiento: "Polk -Esclavitud- Te­xas". Pronto tendría oportunidad de ampliar sus pretensionp.s. y como suele ocurrir siempre que un poderoso busca la indispen­cable justificación oficial, pretexto fué encontrado. Un piquete de soldados mexicanos dirigidos desde Matamoros por el general Ampudia, tuvo un choque entre los ríos Nueces y Bravo, con mi­litares de Texas, en territorio que aun los mismos Estados Unidos 110 consideraban texano. Un militar norteamericano, dos vec('s Presidente de su país, el general Ulises Grant, así lo reconoció ex­l" esamente en sus Memorias Personales, condenando la injusta agresión. E ste hecho, sin embargo, fué el argumento esgrimido ante el Congreso de los Estados Unidos para obtener la declara­ción de guerra el 13 de mayo de 1846, cuando ya las tropas del general Zaca rías Taylor ocupaban desde julio de 1845 la ribera derecha del Río Nueces.

Dos flot as norteamericanas bloquearon nuestras costas: la fl ota del Pacífico, dirigida sucesivamente por los comodoros Sloat 'Y StocJ¡ton, y la del Atlántico, mandada por el comodoro Conner. Varios ejércitos bien pertrechados, bien armados, pertenecientes ~_ una ri ca nación de 22 millones de habitantes, sin los rudos con­trastes de cultura y economía de un país como México, fueron los invasores desde el norte: el de Kearney, que atacó Alta Califor­nia y Nuevo México, y los de Taylor, Wool y Doniphan, al reslo del país, por el norte.-

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campañas del Norte.

A pesar de la her6ica resistencia de los mexicanos del no­l'Oeste, los yanquis se abrieron paso. El 18 de agosto de 1846, Kearney ·ocupó Santa Fe, y en septiembre penetró a territorio C2-

liforniano, donde los marinos habían ocupado ya Monterrey y San Francisco, sin que faltase la nota filibustera de los aventureros nue dirigidos por Fremont, proclamaron al amparo de la bandera ñorteamericana, la supuesta República del Oso, adueñándose el 13 dt: agosto del mismo año, de la ciudad de Los Angeles. Per<) re­puestos los mexicanos, recuperaron Los Angeles y resistieron la 11.gresión durante seis meses, hasta que los refuerzos de Kearney fueron lanzados en su contra.

Taylor, por su parte, venció al incompetente general Ari, ta en Palo Alto y en La Resaca, al norte del Bravo, en el me~ de mayo de 1846. Más tarde ocupó Matamoros, Camargo, Monterrey y Saltillo, pero sufrió una derrota del esforzado ejército mexicano dirigido por Santa Anna en la Angostura. Ejército éste snEdo desde San Luis Potosí para amagar a los 20 mil hombres de Taylor que disponían de amplios elementos y recursos. A través de un camíno árído, sin agua, con pocos víveres, los 10 mil infantes y 4 mil jinetes siguieron un camino que quedó sembrado de enfe r­mos. El triunfo mexicano no pudo sostenerse por falta de mn te­rial y Santa Anna abandonó el campo. Entre tanto, los hombres de Wool habían ocupado MoncIova y Parras, y el ejércíto de Do· niphan había tomado, sucesivamente, Paso del Norte y Chihuahua.

Ya para entonces, empero, estaba en práctica otro plan de gaerra norteamericano: el ataque siguiendo "el camino de Cor­tés", del oriente mexicano con rumbo a la capital, ba jo las órde­nes del general Winfield Scott, quien solicitó 10 mil hombres para el asalto de Veracruz y 20 mil para el ataque a la ciudad de !Il é­"ico. Tampico cayó en poder de los norteamericanos por la acción de éstos y por haber sido abandonada por los defensores, siguien­do órdene" de Santa Anna.

Conflict{)s con Gómez Farias.

E19 de marzo de 1847, Scott desembarcó en Veracruz, pucrto ·defendldo con bravura, que honrosamente capituló el dia 27. El 8 de abril, Scott empezó su avance con rumbo a México. El )8 , 'enció a Santa Anna en Cerro Gordo, cuando aquél acudió a l orien . te desde el norte, el 19 entró el norteamericano a Jalapa y pronto se pus/) en camino a Puebla.

Entre tanto, la situación en el interior del país se veía agra­vada por la penuria económica y por la actitud desorbitada de Gómez Farías contra los liberales moderados y contra la Ialesia. Discrepancias contra él las había aun entre sus mismos l".:'rtida-1'jOS: en sólo 6 meses cambió 16 veces a sus ministros. Pero el asunto ?ifíCil estaba ~n .su deseo de obtener bienes despojando a la IglesJa, a la que eXlglO que entregara 300 mil pesos en 6 meses,

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con amenaza de ocupación. El clero, deseando cooperar al soste­nimiento de la guerra, propuso que el Gobierno obtuviera, para mayor facilidad en la operación, un préstamo de un millón en efectivo, que quedaría garantizado con bienes eclesiásticos. Era un proyecto preferible y de mayor agilidad, dada la premura con que tenia que hacerse todo, pero Gómez Farias no aceptó.

Dejándose llevar por su inquina antieclesiástica, el Vicepre. sidente propuso entonces una ley fundada en un viejo proyecto de Za val a : el de hipotecar o vender en subasta bienes eclesiás­ticos hasta por 15 millones de pesos. Esto era impráctico porque siendo un despojo, pocos acudirían a la subasta, aparte que el tiempo era enemigo del intento. La iniciativa se presentó ante el Congreso y se la aprobó con diferencia de pocos votos, -43 con­tra 35- habiéndola desaprobado no sólo los hombres de ideas t radicionalistas, sino tambié" los mismos liberales moderados. Mu· chos empleados públicos se negaron a darla a conocer. Un regi­dor, Juan José Baz, -el antipapista-, publicó un manifiesto tu­multuoso y lleno de falsedades, en el que presentaba al clero colPa aliado de los Estados Unidos y al gcbierno de Gómez Farías como protector de la religión de Jesucristo ... La vieja oposición entre ' liberales moderados y radicales o "puros", estalló con motivo de lo nueva ley. Liberales moderados como Mariano Otero, Gómez Pedraza, Comonfort, Lafragua y otros, se opusieron a las direc­trices políticas de Gómez Farías. Muchos de los moderados for­maban en los hatallones llamados de "polkos", donde participaban abogados, médicos, burócratas, escritores, comerciantes y artesa· lltJ 8. Una falsa leyenda quiso hacer de ellos, y de los "polkos" en general, instrumento del clero en su lucha contra Gómez Fa-' ,· jas. Nada más falso. Contra elementos liberales moderados fué contra quienes especialmente descargó sus medidas al Vicepresi­dente, incluso el desarme y el apresamiento de algunos. La VlQ'

lencia de Gómez Farias condujo a una guerra civil en la capital, -a partir del 22 de febrero- que sólo concluyó con la presen­cia de Santa Anna y la deposición de aquél.

Ultimas Etapas de la Guerra.

La guerra prosiguió: el general Scott ocupó Puebla el 15 de mayo. Avanzó lentamente hacia la capital, mientras se hachn infructuosas gestiones de paz. Penetró luego al Valle de México y el 20 de ag-osto venció en Padierna al general Valencia y luego se apoderó de Churubuseo, defendido heróicamente por el gene­rol Pedro' Ma. Anaya, comandante de "polkos", y por el bat a116n irlandó ;,; de San Patricio. Fracasadas nuevas negociaciones de paz, Scott venció el 8 de septiembre de 1847 en Molino del Rey, donJe extrañamente el general Juan N. Alvarez quedó de espectador e.m 5\1 eabaJlería, sin participar en el combate. Ocupó el 13 el Castilla <le Cho.pultepee, defendido por los generales Bravo y Monterd~. AJIí encontraron la muerte varios cadetes: Juan de la Barrera, Agustín Melgar, Juan Escutia, Vícente Suárez, Fernando Montes

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de Oca y Francisco Márquez. Otros quedaron prisioneros, entre ellos el cadete Miguel Miramón, futuro Presidente de México. El batallón de San Bias, mandado en socorro del Castillo, fué . com­pletam~nte aniquilado junto con su comandante, el coronel Felipe Xicoténcatl. La capital, finalmente, cayó en poder del invasor, pre­longándose la lucha en las calles.

El Trata do de Guadalu[lc Hidalgo.

El Gobierno de la República se marchó a Querétaro, dimi­ti~ndo Santa Anna el 16, para salir a Colombia pasando la auto­ridad a don Manuel de la Peña y Peña, como Presidente de la C0r· te, junto con los generales Herrera y Lino AJcorta. - En Quer';. taro entregó Peña y Peña la Presidencia al general Anaya, nomo brado interinamente por el Congreso el 12 de noviembrc de 184.7, volviendo aquél a la Presidencia, que cedió después a D. José Jo~· quín de Herrera el 3 de junio de 1848, una vez ajustada la paz con los Estados Unidos. El Gobierno mexicano se instaló de nuevo en la capital, evacuada por las fuerzas invasoras aWlque quedaron algunas partidas de aventureros y salteadores nortemericanos. 10s pertenecientes a los "voluntarios" de su país. El Tratado de G,,~. ­dalupe Hidalgo se firmó el 2 de febrero de 1848. Los negociarlo­les mexicanos, entre quienes se distinguió don Bernardo Cout o. supieron llevar el asunto con mucho talento y dignidad: los te· rritorios que México perdía -Nuevo México y Alta California, a más de Texas-. no los perdía por el Tratado. sino por la guerra . La honra del ]laís estaba a salvo ante la agresión desorbitada. Lo lamentable fué que. mientras en Querétaro se daba constancia ,lel decoro nacional, un grupo de malos mexicanos y de extranjeros , inclusive el alcalde don Francisco Suárez Iriarte, liberal que f"2 -ra ministro en el gabinete de Gómez Farías, agasa.iaban al inv:l· s~r con un banquete y brindis en las' ruinas del Desierto de loo Leones, donde se habló con claridad de que los norteamericano;; no salieran de México sin haber destruído "la influencia del clero y del ejército".

Por virtud del Tratado, los E stados Unidos se comprometie· ,'ún a pagar ~5 millones de pesos com? indemnización, más el pago que ellos harlan de 3 m1l1ones 250 mIl pesos debidos a sus nacic­nales por reclamaciones. Así concluyó una guerra en la que. de los 19 E stados de la República. sólo 7 tomaron participación con hombres, armas y dinero.

LAS ADMINlSTRACIONES DE HERRERA Y ARISTA.-­El general José Joaquín de Herrera gobernó del 3 de junio de 1B4S al 15 de enero de 1851, y más tarde lo hizo el general Marianr. ArIsta del 15 de enero de 1851 al 5 de enero de 1853.

Ambos tenían cierta tendencia al pacifismo, y tuvieron galJi. lIetes con políticos de diferentes partidos, por lo que en muchos asp;:ctos sus. a.dm~nistracioneR fueron ineficaces, bien que Ce ,TI algun predommlO hberal moderado. La situación de la Haciend~

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Pú~lica h3:bía. ~elto a. su viejo tras~orno, no obstante el pago de la mdemruzaclOn perdida en poco tiempo por pago de contribu­ciones a los norteamericanos, a 10.9 agiotistas y gastos excesivos del Gobierno. Herrera tuvo varios ministros sucesivos en Hacien­da, que no pudieron hacer mayor cosa porque el Congreso y los Gobernadores eran los principaleS obstáculos a toda labor de reor­ganización. Un proyecto presentado por don Manuel Piña y Cue­vas para establecer un sistema bancario estable, fué rechazado lamentablemente. Además, fué común que los Gobernadores se despreocuparan de los t érminos de las leyes, legislando en asun­tos que sólo tocaban a la Federación.

~"rgi.mlento del Partido Conservador.

Durante el Gobierno de Herrera tuvo lugar el establecimien· to organizado del Partido Conservador, inspirado por Alamán, EI­g'uero, Arrangoiz y otros más. Este grupo tuvo como órgano de prensa a IIEI Universal", -que no dejaba de sostener ideas mo­narquistas con cierta inoportunidad- , participando pronto en las elecciones municipales, de las que ganó las correspondientes al Ayuntamiento de México, a través del cual gobernó a la capital durante todo el año de 1849. Arregló las finanzas metropolitanas . mejoró el alumbrado público, la higiene municipal, la provisión de útiles escola res y organizó -allí la influencia de Alamán- una Exposición Industrial. Sin embargo, temiendo el Congreso que 1wbiese un mayor desenvolvimiento político de Jos conservadores, al año siguiente pospuso las elecciones y provocó motines y ape­dreamiento de las casas ele los directivos conservadores, entre gra n agitación periodística y protestas por los procedimientos ile g-ales seguidos por el Congreso.

TraGtornos e invasiones t.1c indios.

La depresiva situación general tuvo nuevos motivos de inqui t> ­t\ ~d en el gran florecimiento de los asaltos en los caminos, activi­dad de guerl'lllas, desembarcos de filibusteros extranjeros en nues­h as costas, la invasión de indios bárbaros procedentes de los Es­b1(los Unidos " los Estados fronterizos de México, y las subleva­o:ones de indios contra blancos y mestizos en Yucatán, en Siena Gorda, San Luis Potosí, y en Guerrero. Parte importante de res­]!ommbilidad tenían los Estados Unidos en la invasión de los in­divs bravos a México, ya que, según el Tratado de Guadalupe Hi­dalgo, cstab::m obligndos a contenerlos, lo que no hacían, aparte que se fomentaba el robo de ganado en tierras mexicanas, al ad­qllirÍl-se los animales en los Estados Unidos. Eso sin contar con que la guerra de exterminio del hombre rubío contra el piel roja, coligó a. éste por hmnore a replegarse hacia nuevos suelos. Los indios norteamericanos saqueaban con frecuencia las poblaciol1€s mexicanas llegando inclusive hasta Zacatecas y Durango. El Gr.­bierno de Chihuahua llegó a aprobar, con tal motivo, la dura ley según la cual se pagarían 200 pesos por cada indio de armas muer-

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to Y 250 por cada indio de armas prisionero. Oficiales norteame­ricanos tuvieron a su cargo la tarea. Algo semejante, bien que con más suavidad, se aprobó por el Gobierno de Durango.

Guena. de castas en Yucatán.

Más sangrienta fué la guerra de castas en Yucatán, motivada por varias causas: un cierto malestar económico-social por la mala distribución de la tierra, incitación al saqueo y a la violencia por parte de politicos que habían habituado a los indios a ello, y, fi­nalmente, la ayuda inglesa desde Belice para afianzar esta posi· ción. La guerra la h icieron los mayas -tres quintas partes de la población yucateca-, contra los blancos y mestizos, llamándolos "españoles" y hablando de " los montes del Rey". Fué una guerr& sangrienta y feroz, que redujo a la población blanca y mestiza a L1S ciudades de Mérida y Campeche, que ofrecieron la soberanía de la l'eninsula a cualquiera nación que los ayudase. E spaña man:J6 armas sin consentir en la toma de posesión dci territorio, y con ésto y con la ayuda final lIeg~da del c~nt!"o. la rebelión fué sofocada, reincorporándose Yucatán a la Federaeiún en agosto de 1848.

Arista y el Pbn del Hospicío.

La transmisión del poder de Herrera a Arista se hizo pacífi­camente, como que la había preparado este último; pero la situa­ción, mantenida en sus grandes líneas, acentuó su quebranto. Poco a poco todo este conjunto de ma lestares fueron aumentando entro s ublevaciones, hasta culminar en el Plan del Hospicio -en Gua­dalajara, el 20 de octubre de 1852- por el cual se pedía la insta ­lación de un Congreso Nacional que reformase la Constítuci(", y la vuelta del general Santa Anna. Coincidió este Plan con un" intensa campaña periodística contra Arista pOI' parte de t odos I n~ grupos políticos. En vista de ello, el Presidente renunció el 5 ce enero de 1853, marchándose a Europa. Quedó como encargado I.kl Poder Ejecut ivo d on Juan B. Ceballos. que se mostró favorable ,,1 Plan del Hospicio y dispuso la disolución del Congreso "que con­trariaba la voluntad general manifestada en dicho P lan" , el 19 d~ enero. Después de tales hechos, quedaron dominando la situ;t­eión dd país, tres generales: López Uraga, jefe de la revolució" de Guadalajara, Lombardini, jefe d~ la guarnición de la capital y Robles Pezuela, jefe de las tropas gubernamentales en campa~o.. Sobre la base de un primitivo documento llamado Convenios de AlToyo Zarco, se convino después entre todos ellos que la com'o­catoria para el Congreso Extraordinario no uebería. t ardar más de un año, que el 17 de marzo se elegiría Presidente interino pC': "!.' los Estados y Territorios y que se llamaría a Santa Anna. Ha­biendo r enunciado CebaBas, ocupó la Presidencia el genera l don Manuel Maria Lombardini -7 de febrero a 20 de abril de 1853- -. Verificadas las elecciones, se designó una vez más como Presi­dente de la República a don Antonio López de Sant a Anna. Desem-

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barcó en Veracruz procedente del exilio, siendo recibido por otras tantas comisiones de liberales y conservadores. Todo mundo oa­recía tener unificado el criterio ante aquel hombre indudablemen­te popular y de notable ascendiente, que por su falta de . ideas sis­temáticas en política, podía servir a no importa cuál grupo, y que por su superioridad sobre muchos, concentraba las fuer­zas más dispares. En su reinstalación tomaron parte lo mismo aigunas logias, que representantes conservadores. Don Lucas Ala­m;m le envió con este motivo una carta donde le exponía sus pun­tos de vista, haciéndole advertencias sobre su conducta como go­uernante. Era la undécima ocasión que retomaba el poder supremo el hombre que, como el Conde-Duque de Olivares, sucedía su~ grandes momentos de triunfo con furtivas escapadas, en el caRO del mexicano, a su hacienda de Manga de Clavo .. .

ULTIMA ADMINISTRACION DE SANTA ANNA.-EI ge­neral veracruzano gobernó desde el 20 de abril de 1853 hasta el 12 de agosto de 1855, prácticamente sin Constitución, porque no convocó al Congreso Extraordinario pedido por el Plan del Hospicio.

Don Lucas Al amán fué llamado al Ministerio de Relaciones. y de hecho el gabinete fué conservador, con Haro y Tamariz, Tor­nel, Lares y otros. Acariciaba Alamán el proyecto de modificar eí régimen representativo y electoral sobre bases que evitaran la demagogia, buscando también una redistribución de las divisiones territoriales de Méxco para evitar el caciquismo fomentado por el r égimen federal. Su programa abarcaba así mismo una reorga­nización de la Hacienda y del Ejército, dada su experiencia fi­nanciera en regímenes. pasados. Según parece, Alamán tenía como otro objetivo más, aunque no necesariamente ligado a todo ésto, el restablecimiento de la monarquía, sistema por el que había emi­t.ido opiniones y sufrido más de una oposición política en los años anteriores : creía en la monarquía - como otros más- como cj único medio de alcanzar un Gobierno equilibrado, al margen de las ambiciones dc generales y políticos. Pero nada de ésto pudo re .. -lizarsc por su muerte -el 2 de junio de 1853-, a unos cuantos días de haberse hecho cargo del Ministerio.

Tras la ausencia de Alamán, los demás conservadores se fue· ron separando, quedando los militares santannistas como element'J dominante.

Segunda etapa santannista.

En la práctica , la última administración de Santa Anna -con título de Alteza SerenÍsima- fué de centralismo carente de Cons­titución. Así, en vez de E stados quedaron los Departamentos, las antiguas Legislaturas locales fueron suprimidas y hubo una dis­minución clara en las atrihuciones de los Gobernadores. En otro respecto, el ejército fué objeto de un intento de reorganización, al tiempo que se ponía en ejecución un proyecto para dar seguridades en los caminos. Esto permitió reprimir en buena parte las sublB-

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vaciones y hacer frente a las invasiones filibusteras que ocurrie­ran en México, como las de Walker, Gautier Valdomar y Gastón Raousset de Boulbon. Algunas disposiciones fueron dictadas para beneficio de la producción minera, de la agricultura y de la cons­trucción de caminos siguiendo directrices de Alamán. Enton­ces comenzó a correr el primer ferrocarril, entre Vera cruz y el Molino. La Iglesia contó con garantías y fué permitido el resta­blecimiento de la Compañía de Jesús. Desde la Presidencia de Lombardini, quedaron restablecidas las relaciones con la Santa Sede. El gobierno no era ya conservador, pero la Iglesia vivia en relativa libertad.

Como punto llamativo, en lo internacional, se puso término a la cuestión fronteriza de La Mesilla, que los Estados Unidos quí-8ieron rodear de una atmósfera de amenazas de guerra que hubo Ilecesidad de prever.

Venta de la ~lesilla.

La Mesilla era un territorio situado entre Nuevo México y Chihuahua, disputado por ambas entidades vecinas. Los Estado~ Unidos permitieron que hubiese movimientos de tropas cerca de la frontera con México, a fin de sacar las máximas ventajas. El Gobierno de Washington envió para resolver el asunto a James Gadsden, quien llegó provisto de instrucciones que buscaban el relevar a los Estados Unidos de la obligación que tenían de c"n­tener a los indios bárbaros, conocer de las reclamaciones de ciu­

'dadanos norteamericanos y, asi mismo, ver la posibilidad de ad­quirir mediante compra, importantes porciones de Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila, junto con partes pequeñas de Chihuah'la y Sonora, y toda la Baja California, El conjunto sería pagado con 50 millones de pesos. Ante la ominosa presencia de una posible guerra que habría sido todavía peor, el Gobierno de Santa AMa optó por el mal menor: accedió a las reclamaciones y al asunto de los indios, pero se negó a ceder territorios, salvo la Mesilla, que era inevitable. Estados Unidos pagó 10 millones y se firmó el Tratado en diciembre de 1853.

LA REVOLUCION DE AYUTLA.-Al regresar Gadsden a IQS Estados Unidos, entregó a sus superiores comunicaciones "­través de las cuales incitaba al Gobierno norteamericano a obrar contra Santa Anna. Este hecho se enlazó con la efectiva ayuda que en armas y pertrechos se enviaron desde el norte a los revo­lucionarios de Ayutla, Revolucionarios que pusieron en marcha el Plan de ~~e nombre que fué no sólo la respuesta a rmada contrn la perseCUClOn antJhberal desatada por Santa Anna sino también y sobre todo, la más importante de la revoluciones' mexicanas en el siglo pasado: la que modificó en buena parte la estructura po­lítica, social, y económica de la nación. Revolución que cobró im­portancia como movimiento armado contra Santa Anna, por el real descontento de muchos, no obstante el plebiscito del día 10. de

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diciembre de 1854, verificado de hecho para aparentar que la ... luntad general estaba con él.

El Plan de Ayutla.

En el pueblo de Ayutla, del E stado de Guerrero, se reunieroa el 'l:1 de febrero de 1854, varios elementos militares en servicio, citados por el coronel Florencio ViIlarreal, para estudiar sobre 1" situación polltica que en México prevalecía. Resultado de sus dE>­liberaciones --que sólo recogían pensamientos de otros- fué 11 formulación del Plan de Ayutla , en el que se pedía, entre otra!! cosas, las siguientes: "l.-Cesan en el ejercicio del poder público Don Antonio López de Santa Anna y los demás funcionarios que, como él, hayan desmerecido la confianza de los pueblos o se opon­gan al presente plan ... m.-El Presidente interino quedará des". luego investido de amplias facultades para atender a la seguridad e independencia del territorio nacional, y a los demás ramos de 11 administración pública . VIn.-Todo el que se oponga al presen­te plan, o que prestare auxilios, directos o indirectos, a los poder€6 que en él se desconocen, será tratado como enemigo de la indepen­dencia nacional". Se invitó a los generales Nicolás Bravo, Juan Alvarez y Tomás Moreno, para encabezar la revolución. El G,·al. Bravo, que tenía muy mal concepto de Alvarez, no quiso aceptar; los otros sí participaron.

El 11 de marzo, el Plan fué modificado en el Art. m, a instan­cias del coronel D. Ignacio Comonfort, quedando en estos términos: "El Presidente interino, sin otra restricción que la de respetar in­violablemente las garantías individuales, quedará desde luego inves­tido de amplias facultades para reformar todos los ramos de la ad­ministración pública, para atender a la seguridad e independencia de la nación y para promover cuanto conduzca a su prosperidad. engrandecimiento y progreso". En ninguno de estos documentos se habló expresamente de liberalismo, pero varios días más tarde, el 18 de abril de 1854, el Diario Oficial de la ciudad de México pu­tlicó un documento obtenido de varios revolucionarios, que esti­pulaba un plan de gobierno inspirado en el pensamiento liberal y anticlerical en t odas sus partes. Dicho texto estipulaba lo que poco tiempo después se convertiría en la legislación dada por lo~ Gobiernos liberales: con Alvarez, con Comonfort y con Juárez.

Santa Anna salió a combatir personalmente la revoluciñn, pero Comonfort -que de Nueva York había llevado 2 mil fusiles. 80 quintales de pólvora, 50 mil cartuchos y piezas de artillería·-, resistió con éxito en Acapulco, y el Presidente tuvo que retirarse. Pronto se extendió la revuelta a muchas partes de la República, permitiendo que Comonfort ampliase su radio de acción a Michoa­cán y Jalisco. Ante la generalizadR oposición a su régimen. in­~luso sin el apoyo de los conservadores, Santa Anna abandonó la capital y renunció al poder, embarcándose en Veracruz el 16 de agosto.

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.IJvarez, Presidente.

Todavía se prolongó la lucha por la diversidad de interet!c6 pollticos; teniendo Comonfort que conocer de la oposición del gene· ral Rómulo Díaz de la Vega (en México), del general Antonio de Haro y Tamariz (en San Luis Potosí) y del licenciado Manuel Do· b1ado (en Guanajuato). Al fin, hecha la convocatoria de repre­sentantes para elegir Presidente, se designó el 14 de agosto al ge­neral Martín Carrera, que renunció a poco, eligiéndose entonces en Cuernavaca, el 4 de octubre de 1855, Presidente interino de Mé· J[Íco al general don Juan Alvarez por un Congreso dominado por­liberales. La revolución, pues, estaba triunfante.

CONCLUSIONES

1. -Se restableció el régimen federal de 1824, en agosto de 184'7, vueltos al poder Santa Anna y GÓlllez Farías, entre cierta agi­tación política.

%. -México no aceptó la incorporación de Texas a los Estado~ Unidos. Pero el Gobierno yanqui la consolidó y quiso adquirir también Nuevo México y Alta California.

3 .-En tiem!,os del Presidente Poli, se desencadenó la gnerra, anft el fracaso de las gestiones pacíficas. Los Estados Unidos bloquearon los puertos mexicanos y desarrollaron grandes campañas por el norte y por el oriente, siendo esta última . la lIue dió término al conflicto .

•. -Durante la guerra, Gómez Farías fué desplazado de la Vice ­presidencia, tras de la lucha que tuvo confi-a los liberales mo­derados.

:S.-El Tratado de Guadahl!,e Hidalgo pennitió la paz. Ocuparon la Presidencia, de.oués de Santa Anna. varios Presidentes in­terinos, después, Herrera y Arista. Volvió finalmente Santa Anna, a su último período presidencial, derrocándoselo coa el Plan de Ayutla de 1854, animado por ideas liberales.

LECTURA

JUICIO SOBRE LA GUERRA

Considero la guerra de los Estados Unidos contra México COl/'O

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tilla dA las nt& injustas que algwna vez se ha hecho por una 1IacM't. !,aerte COntra ot'ra más débil . Pué 1.(.11. c.omproban.te de cómo una ref¡ú· bl1ca puede segui'r el m~l ejemplo dc monarquías curopeas, que cuanao desean aumentar su ten'ltOt-10 no toman en c01lsidera·ción la justicia. La ()(:uppc-!ó", separación y admisión de T~xasJ fuero}!, desde el pri1lcipio -:lel )itovtmt.on.to hasta su final collsumactón, para adquirir territorio con qué poder formal' Estados esclavistas para la Unión Ameriewna. .r aunqu.e la admisión pudiese justificarse, la manera eon que la guet ra r"ó lllJ1Jada contra México no puede serlo.

(General mises Grant) .

PLAN PARA EL ESTABLECIMIENTO DEL LIBERALISMO

10.-La liberlad civü en toda su amplitud, y po,. consiguiente la eh conciencia,. 2o.-La ampliación del fuero común y la limitac'jón ts· trir!a de ws fueros privilegiados a sólo los recursos facultati.vos y pn­'l-'Il.tivos d.c las clases aforadas; 30.-El partido reconoce la necesidad del e1lllo oalólico; 40.--La intervención de la autoridad civil en los matri­m?nios, divorr:ios, bautismos y entierros, 11 proJ¡i~¡ició1l de que la auto· ridad e.cv.JfiástiCil proceda a estos actos sin el visto bueno" de la civil; 5o.-¡;;¡ partido roomwce como una de las cargas del Estado el soste·ni· miento del culto y SllS ministros, a qU1'enes designará una congrlla pro· lJOrcil>fWl, d~cente y con toda puntualidad satisfecha. El clero, en C01tSecuen.c1a, no ptt.ede ccntar con nlM rentas propias que las suso· ";cha.' C01t!JTuas y los presupuestos del culto religiosamente pagados, 11 todos los ldenes que vienen del clero, ora sean de fincas ntsticas o ur· banas, Ora de capellanías, fundacion es piadosa-s y cualesquiera otros titulas, o ya fima.lmA3ntc de diezmos, mandas. Umosnas, derechos parro· quiales 11 obvenciones de todo género, pertenecerán al E s/ado, el cIlal será duMfo de baja.r la cuota de estas {titimas o de suprimil'Zas del todo, s2gún lo juzgue conveniente ... 6o.-EI partido desea una ley agraritl, 'lile arregle la propiedad territorial y dé por resultado la. c6moda divi­!l1'ón y adquisl.ci6n d.c ésta.

(DÚlrio Oficial del 18 d.e abril de 1854).

BffiLlOGRAFlA lIUNll\lA

1. --BRAVO Ugarte José: "Historia de México".-México. Editorial Jus. 1944.

2 . -CUEVAS Mariano: "Historia de la Naclón Mexicana".-México. Edite)-­linl Buena Prensa.-1953 .. "Historia de la Iglesia en México". El Paso. 1928.

3. -CARerA Gutiérrez Jesús: Acción Anticatólica en Méxlco".-Méxlco. Editorlal Helios. 1939.

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(.-lLARTINEZ PaIa!ox Luis: "La CUeoU6n de BelJoe".-Edltorlal Polla.

5 .-MATEOS J086 Ma.: "Hlstotia de la Masonerfa en MéxJco desde IB:.!l ha.sta 1884".-Méxlco. 1884.

6 .-PEREYRA Cario.: ''M6x1co Falslflcado".-México. Edltorla1 Polia. 1MP.

':' .-PRIETO GuUlermo: "Memorias de mi! Tiempos".-MéJdco. 1906.

8.-RA1wUREZ José Fernando: "México durante la Guerra con los Estados Unidos". (Colección de Genaro Garcia) .

9 .-VALADES José C.: "Breve Historia de la Guerra con tos Estados Unt­doe".-Méxlco. Editorial Patria. 19!7.

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CAPITULO VII.

EL ESTABLECIMIENTO DEL LIBERALISMO

l.-La AdmJntstractón del General Alvarez.

t.-Presidencia de Comonfort.

S.-La Guerra de Reforma.

-l.-La Intervención Francesa y el Segundo imperio.

ADMINISTRACION DEL GENERAL ALVAREZ.-Con el va· to de 13 personas de los 21 representantes reunidos en Cuern~· vaca, el general Juan N. Alvarez -Que los había designado­ocupó la Presidencia de la República del 4 de octubre de 1855 al 11 de diciembre del mismo año, con público e inmediato reconoci­miento por parte del Gobierno de los Estados Unidos, a través de su embajador Gadsden.

Su gabinet0 estuvo integrado casi exclusivamente con libeni ­les "puros" o radicales -salvo Comonfort. que era moderado---..: don Melchor Ocampo (Relaciones), don Ponciano Arriaga (Gc­bernación), don Benito Juárez (Justicia), don Guillermo Priet0 (Hacienda), don Ignacio Comonfort (Guerra) , y don Santos De­gnU.do (Fomento), cuya presencia revelaba las orientaciones fun · damentales de la nueva política instituída en México. Deseoso el general Alvarez de congraciarse con los militares que le habíar. apoyado, concedió más de 300 ascensos, mientras expedía la Con­vocatoria para el Congreso Constituyente que habría de redacta r la Constitución. Una primera medida antieclesiástica dictada en· tonces consistió en haber privado a los sacerdotes diocesanos de sus derechos políticos. por lo oue se los excluyó de los act0s cívi­cos. Hubo, no obstante, oposición interna de intereses entre los mismos ministros, de tal manera que el 21 de octubre renundó Ocampo con carácter de irrevocable por oposición a Comonfort.: Alvarez mismo escribió privadamente Que los colaboradores del Plan de Ayutla habían formado una "oligarquía", que.iándose de que sus oh!=l.prvacinnes se "condenaban al silencio o se miraban COL el!toíca indiferencia".

La Ley Juárez.

A peaar de todo, habla puntos básicos de coincidencia entr(·

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k's liberales "puros", lo que hizo posible la expedición de la Ley Juárez sobre administración de justicia. Dicha Ley ~xpedida el 22 de noviembre de 1855-, decia: "Art. 42.-Se suprimen loo tribunales especiales, con excepción de los eclesiásticos y milíta­I es. Los tribunales eclesiásticos cesarán de conocer de los nego­cios civiles y continuarán conociendo de los delitos comunes de individuos de su fuero, mientras se expida una lev oue arregle este punto ... Art. 44,-EI fuero eclesiástico en los delitos comunes es renunciable",

Como la Ley declaraba renunciable el fuero eclesiástico, no obstante que según el Derecho Canónico es irrenunciable, se pro­dujo gran conmoción, El Supremo Tribunal de Justicia, que pro­t estó porque la Ley no fué públicamente discutida y manifestó HU desacuerdo con ella, fué disuelto.

Retiro de Alvarez,

Alvarez, con su guardia de mulatos y de pintos, presa de las pugnas de los mismos hombres de su grupo, se sintió fuera de ambiente en la capital, precipitándose su alejamiento por la 'Sil.­blevación de don Manuel Doblado, gobernador de Guanajuato -di­CIembre de 1855-, quien acusaba al Gobierno de extralimitarse en sus funciones. "So pretexto de refonnar al Clero, deda, pre­tenden introducir en la República un protestantismo tanto más peligroso cuanto más disfrazado se presenta y se rompe el vínculo religioso, única potencia de unión que neutraliza los efectos de escisión y de anarouia que pululan por tod~s partes". Usando de los poderes Que consideraba tener, el Presidente interino design6 Presidente sustituto -8 de diciembre-- a don Ignacio Comonfort, quien lo reemplazó el 11 de diciembre de 1855.

PRESIDENCIA DE COMONFORT.-Comonfort gobernó de aquella fecha al 21 de enero de 1858, con un Gabinete liberal: don Luis de la Rosa (Relaciones), don Ezequiel Montes (Justicia), don José Ma . Lafragua (Gobernación); don Manuel Silíceo (Fomen­to), don Manuel Payno (Hacienda) y el general José Mariano Yá­"ez (Guerra ). En su haber pueden anotarse varias realizaciones positivas: mejoramiento de algunos caminos, apoyo a la Escuela Nacional de A gricultura fundada en 1854 por Santa Anna, esta­blecimiento del servicio de gas en la capital e inauguración del primer tramo del Ferl'Ocarril Mexicano, entre México y Guadalu­pe. Comonfort estudió también otros provectos favorahles a la fundación de escuelas de artes y oficios, fomento de las líneas fé­rreas y establecimiento de misiones religiosas en Durango, de lo cual poco o nada hubo, dadas las condiciones políticas en que Mé­xico se veía envuelto.

~Icdidas An tieclesiásticas.

Dentro de una intensa campaña periodistica -basada en la I..ey Lafragua-, que preparaba el ambiente para la adopción de

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nuevas medidas liberales, se decreta ron otras Leyes reformistas. Una, expedida por el Congreso Constituyente, decretó el 26 de abril de 1856 la supresión de la coacción civil de los votos religio· sos; otra, el 5 de junio suprimió la Compañía de J esús. El 31 de marzo del mismo año, Comonfort, también por virtud de "1m: amplias facultades" concedidas por el Plan de Ayutla, decretó la incautación de los bienes del obispado de Puebla . Motivó esta medida la rebelión que contra el régimen liberal encabezara en Zacapoaxtla , Puebla -con apoyo del párroco- el coronel Luis G. Osollo en diciembre del año anterior. A los sublevados se les un;e· ron después, el general Antonio Haro y Tamariz, las tropas ck'! general Ig-nacio de la Llave que iban a combatirlos y la divis ión del general Severo del Castillo, mandada también por Comonfort " reprimirlos. En enero, los insurrectos tomaron Puebla y f Ol711n· ron gobierno. pero la perdieron ante el ataoue dirigido Dar el mis­mo Presidente, triunfador en la batalla de Ocotlán .. . El clero ru,; acusado de haber dirigido la revuelta, pero contra tal posibilidoc' se encuentran varios hechos: que el Arzobispo de México. d',n Lázaro de la Garza y Ballesteros bendi,io las ba nderas de los bata­llones de tropas de Comonfort que salieron a campaña - lo qu e fué una imprudencia del mismo señor Arzobispo, pero también t1l: ~ prueba de que nada tenía oue ver en la rebelión- y , de otra parte . que el Obispo de Puebla, Monseñor Labastida, se comunicó con el cura de Zacapoaxtla , mandando que exhortase a los feligreses a reconocer al Gobierno Nacional, y aun más tarde una comunica­ciém al genera! Haro y Tama riz que facilitó la capitulación de ésft'. J-'!"ás toda\'Ía en todas las sublevaciones ocurridas entonces. Ti O pueden citarse sino los nombres de 15 sacerdotes rurales en ellas. cjue frente a la actitud absolutamente neutral de los obispos 'C

dd resto de miles de sacerdotes nada contaban.

llestierra de Labastida.

Comonfort dispuso gran rigor contra los sublevados, que h;z" extensivo al Obispado de Puebla por la acusación citada , lo q\l,' era una injusticia notoria. El Sr. Labastida cont estó a COm0\1. fort que ni él ni nadie de la autoridad eclesiástica habían inici ad() la revuelta, ni la habían fomentado, como oue el mismo Gobi el'J1 (' no pudo probarlo; que si entregó dinero a Haro y Ta ma riz a títltl " forzoso, fué cuando ya éste había constituído Gobierno en Puebl:<. pero no como a jefe de una revolución. No obstante ello Comoniort decretó el 12 de mayo el destierro del Sr. Labasticln Si;1 nel1nitirk defensa ni sujeta rlo a juicio, acusado por un periódico liberal el>. pitalino de haber dicho en un sermón: "con bastante dolor V"" Olle el pu~blo cristiano mira con desprecio que se atente contra los l;>ienes ecles~ásticos". Lo que, por otra parte, el mismo prelr!.(1<l ne!?o haberlo dIcho: ate~ta la misma circunstancia de que el de,;. pOlO a la IgleSIa fue reCIbIdo con repugnancia en Puebla.

La Ley Lerdo.

El 25 de junio se dió la Ley Lerdo -preparada por el licen-

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ciado Miguel Lerdo de Tejada, uno de los hombres que recibieron a Santa Anna-, cuyo artículo primero preceptuaba: "Todas 'aS fincas rústicas y urbanas que hoy tienen y administran como pro­pietarias las corporaciones civiles o eclesiásticas de la República se adjudicarán en propiedad a los que las tienen arrendadas, p~r el valor correspondiente a la renta que en la actualidad pagan, cru­culada como rédito al 6%". Esto significaba que hacía su aparición nuevamente el espíritu del capitalismo individualista, enemigo de toda propiedad común, pero también significaba que la Iglesia que fostenía el esfuerzo educativo, r eligioso y asistencial de México, 'Iuedaria privada de bienes. Los Obispos protestaron en seguirla, insistiendo el de Michoacán, don Clemente de Jesús Munguía, que fal Ley desconocía la capacidad de propietaria de la Iglesia, la cual nace Hno de las concesiones del poder temporal" J sino de su misma institución. E l de Chiapas, don Carlos Ma. de la Colina y Rubio recordó que el mismo Comonfort el 15 de mayo habia promulgado el Estatuto Orgánico Provisional de la Republica Mexicana, cuyo ""tículo 63 decía: "La propiedad es inviolable, sea que consísta en bienes, derechos o en el ejercicio de alguna profesión o industria", en consecuencia, añadió, "todo decreto que de cualquiera manera pretenda dest ruir, reducir o menoscabar esa propiedad que la Iglesia tiene legítimamente adquirida en sus bienes raíces, es Cún­trario absolutamente al Estatuto sancionado por el mismo Su­premo Gobierno". En la práctica, más que mexicanos, no pocos < xtranjeros se beneficiaron con los bienes de la Iglesia.

Uriterio de Roma.

A través de don Ezequiel Montes, Comonfort se creyó obli­gado a contestar fundado en principios canónicos, pero el Arzo­bi spo de México, don Lázaro de la Garza, demostró que.los textos de los Concilios y Santos Padres, invocados por aquél, habían sido mutilados o fa lseados. A pesar de todo, el 28 de junio ratificó el Cong re3o el decreto presidencial. Y el 11 de abril de 1857 se ex­pidió lo. Ley 19lesios -preparada por don José Ma. Iglesias- s~­J-:. re derechos y oD\'cnciones parroquiales. prohibiendo se cobraser. .. 1 qui~nes sólo tenían lo necesario para vivir.

Es óe comprenderse que en un país católico, estas disposicio: ,1('~ produjeron gran revuelo, acentuando la oposición. Pero no 0,l!" ricndo el Arzobispo de México por su parte adoptar una acti­tud simplemente negativa, propuso al Gobierno que se buscara un "JTcglo con la Santa Sedc. Don Ezequiel Montes fué a Roma -ju­Ea de 1857- indicándosele que el Papa, extremand o su espíritu conciliador, admitía la Ley Juárez; la caja de derechos parroquia­les ; la misma extinción ,de los religiosos, salvo los Colegios de Propaganda Fide, las comunidades de oratorianos y de camilos; y aceptaba también las posibles adquisiciones hechas de acuerdo con la Ley Lerdo, pero sí exigía en cambio, "que se devolviera a l Clero la capacidad de adquirir", y que se reconocieran los "dere­chos políticos" , de sus integrantes. Nada pudo obtenerse, sin em-

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bar¡o. porque Montes abandonó Roma como col;lSeCuencia del gol­pe de Estado de Comonfort.

La Constitución de 1857.

Durante el resto de 1856 y principios de 1857, el Congreso preparo la nueva Constitución Federal, promulgada el 5 de febrero de 1857. ¿ Era un Congreso eminentemente popular, r epresentante de la "voluntad general"? Don Justo Sierra, autor liberal, dicc: "El Congreso que emanó del triunfo de la revolución de Ayutla 1'0

"ra en realidad la representación de la nación; la nación rural ne votaba, la urbana e industrial obedecía a la consigna de sus cap~.· laces o se abstenía también, y el partido conservador tampoco rué a los comicios. La nueva asamblea representaba en realidad una minoría ... de la opinión". Era una Constitución que est a · blecía un régimen que, además de federal, era representativo, y constituía, según el discurso de Comonfort, "la más importante' de las promesas que hizo a los mexicanos la revolución de AY'l' Ua", El Presidente la juró poniendo a Dios por t estigo de qlle Jo cumpliría y la haria cumplir. Las instituciones liberales, inelllo(' las consig'lladas en las anteriores Leyes, quedaron formando part,· de sus disposiciones si bien hubo oposición del mismo Gabillc l e para ciertas materias.

Los levantamientos se multiplicaron como se multiplicaron 1:1" protestas aun dentro del mismo Gabinete de Comonfort. El peno ~amiento de la Iglesia quedó sintetizado en la comunicación ma no dada por el ohisno de Michoacán al Gobierno. E l Sr. de la Gr. r"o prohibió que la Constitución fuese jurada y el Papa Pío IX la ca:: · denó.

El Plan de TacublLYa.

A finales de 1857, ello. de diciembre, Comollfort fué ,at ifi · cado en el cargo como Presidente Constitucional. pero convEnci '.:~" de que no podría gobernar con tal Constitución y s iguiendo el

ello el consejo de liberales de diversos criterios -;,omo don i\!OI1l1("

Payno. Ministro de Hacienda; y el general Félix Znloaga-, (};8-

conoció a la Constitución mediante el Plan de Tacubava de l í de diciembre de 1857, pidiendo se estableciera un Congr eso Ex(:r:lO!'. dinario UC~lya misión será la de redactar una ConstitEción quC' PRt~'. en a"?ollIa con la voluntad de la nación, protegiendo los \"erch ­d!l~os mtereses del pneblo". Pronto varios grupos el e militan '" :li. n~ldbs por los generales Miramón y Osollo, atacaron la capitel. nuentras Comonfort desconocía a su vez el Plan, Varios gobc'­nadores se pronunciaron también contra Comonfo rt. v é"te. co:: la defección de sus tropas, se encontró solo, s in el apoyo d(' los l ¡. berales y sin el apoyo de los conservadores. .

Sin haber renunciado, Comonfort abandonó la capital, e" do,!de Jos representantes de 27 entidades eligieron Presidente in. termo al general Zuloaga, que nombró un gabinete conservado!' .

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Por su parte, el Presidente de la Suprema Corte de Justicia, li­cenciado Benito Juárez, escapado de la ciudad de México después de haber estado preso por Comonfort, se retiró a Querétaro y luego a Guanajuato, demandando ante la defección de Comonfort, la Presidencia para él. Así quedó planteada la lucha entre d03 grupos: el de algunos liberales moderados y conservadores, con Zuloaga; el de los radicales, con Juárez. La guerra de Tres Años o guerra de Reforma se extendió de 1857 a 1860.

LA GUERRA DE REFORMA.-La guerra desde el punto de vista militar, puede dividirse en varias etapas. En el primer pe­ríodo -de febrero a abril de 1858-, las tropas del bando enemigo de la Constitución, ya definidamente conservador, dirigidas p~r el general Luis G. Osollo, desalojaron a los liberales -dirigidos por Parrodi y Doblado- del centro y del occidente de México obligando a Juárez a embarcarse en Manzanillo con rumbo a Pa­namá, Cuba, Estados Unidos y Veracruz. Miramón ocupó San Luis y Zacatecas, y otros conservadores ocuparon Morelia y Ori­z~lba; aun cuando Zacatecas la recuperó Zuazua. iniciando la tra­gica costumbre seguida por ambos bandos, de fusilar a los prisio­neros. El segundo período -de abril de 1858 a .iunio de 1860-fuI' el de las grandes victorias de Miramón, al tiempo que los li­herales le atacaban desde el norte y desde el sur. Miramón enttm­cee derrotó a Degollado y Blanco cerca de Guadalajara, expulsó el" San Luis Potosí a don Santiago Vidaurri, tradicional cacique de Nuevo León, y más tarde el jefe conservador recuperó la ciu­dad de Guadala.iara, poco antes ocupada por los liberales, a quie· nes obligó a salir entonces de Jalisco.

Todavía dentro del segundo periodo, Miramón atacó al puertu de Vera cruz, reducto de Juárez ofrecido por el gobernador Gu· t;érrp.z Zamora. En la primera ocasión -abril de 1859--, no obs­tante haber obtenido importantes triunfos contra los liberales qu e poseían armamento norteamericano, tuvo que alzar el !=;itio. y re­gresar a Mérico. que era objeto de un ataque por Degollado --el improvisado militar a quien por sus méritos guerreros se llamó ei "héroe de las derrotas"-, a Quien venció el general Leonarno ~lárquez en Tacubava. y luego el mismo Miramón. Por cierto Que los prisioneros fusilados en Tacubaya, lo fueron no por órdenes cíe Márquez sino de Miramón. Este derrotó también a Ogazón en h:disco.

En la segunda ocasión, levantó el ataque al fallar su plan de ataque por mar y por tierra, ya que los pequeños barcos. conser­vadores mandados por don Tomás Marín, Que bloqueaban el puel'­(o, fueron apresados por varias fragatas de guerra. de la marina yanqui. enviadas por E stados Unidos cuando la situación de Juá­re" se había hecho angustiosa.

El tercer período de la guerra fué de junio a diciembre d~ ] 860. Fué la etapa en la que se pudieron combinar las fuerzas liberales del norte y las del sur, bajo la dirección del general Je· sús González Ortega, quien después de varias victorias y derro·

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tas, triunfó finalmente sobre Miramón en la batalla de CalpuIal­pam, dando lugar a que los liberales ocupasen la capital, en la' que entraron el 25 de diciembre de 1860. El cuarto período se exten­dió de 1861 a 1862, ya restablecido por el poder liberal en México, y convertida la guerra en lucha de guerrillas. Epoca en la que, como en las anteriores, como en casi todas las guerras civiles me­xicanas, perdido el respeto al derecho de los demás, perdido el sen­tido de piedad, la ferocidad corrió parejas en la actitud de mu­chos jefes de uno y otro bando. En esta última época, el jefe COll­servador Marcelino Cobas, por ejemplo, fué aprehendido y deca­pitado, l\evándose su cabeza a la Cámara de Diputados ; por su parte, Melchor Ocampo, jefe liberal que influyera con su pellsa· miento e.xaltado vigorizado éste en Europa y Estades Unidos, rué aprisionado en su hacienda Pomoca y fusilado más tarde, saliendo a vengarlo Santos Degol\ado y Leandro Val\e, que también murie­ron a manos de los grupos conservadores, entre qlÚenes seguían actuando Márquez y Zuloaga,

'.as Leyes de Refonna.

Desde el punto de vista gubernamental, los liberales tuvieron todo el tiempo por Presidente a don Benito Juárez; los conserva · dores, a varios: don Félix Zuloaga, don Manuel Robles Pezuela, don José Mariano Sa las, don J, Ignacio Pavón y don Miguel M;· ramón. Este último y Zuloaga ocuparon la Presidencia en varias ocasiones, El Gobierno conservador fué reconocido por todas las naciones relacionadas con México, incluso Estados Unidos, alln· que éstos retiraron después su reconocimiento al negarse Zuloaga a la cesión de territorio que el\os demandaban a través de' su em­bajador Forsyth.

Legislativamente, los conservadores derogaron todas las leyes liberales dadas por sus contrarios. Los liberaleE , en cambio, ~x­tremaron la actitud, en Veracruz, donde Juárez dió las Leyes de Reforma -julio de 1859- sobre los siguientes temas: separación de la Iglesia y el Estado, nacionalización de los bienes eclesiásti· cos; declaración del matrimonio como contrato civil; estableci­miento del registro civil; secularización de los cementerios; su­presión de varios días festivos; la no asistencia del Gobierno ~l las funciones religiosas; e implantación de la libertad de cult03. El Gobierno conservador suscribió, por su parte, el Tratado Mon· Almonte, con E spaña por el que se restablecía la Convención de 1853 en materia de Hacienda, se obligaba el Gobierno mexicano a castigar a unos asesinos de españoles y a indemnizar a las fa· milias de éstos.

J:l Tratado IIfcLane-Ocampo.

Por la mala situación hacendaria, Miramón durante su Pre­sidencia celebró un ruinoso convenio con el suizo Jeckcr ~n oc­tubre de 1859- comprometiendo a la nación a pagar 15 milk.

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nes de pesos, a cambio de recibir solamente uno y medio, de lo que ni siquiera se recibió todo. Ocupó también unos fondos amparados por los sellos de la representación cliplomática inglesa, alegando que no habia Legación de Inglaterra en la capital. El general Márqnez se incautó de 600 mil pesos de una conducta en Jalisco, y otro tanto hizo el general Degollado con un millón de pesos en Laguna Seca. Por la misma situación de ruina, Juárez manifestó al Gobierno de los Estados Unidos -Memorándum de Ro­berto McLane del 4 de abril de 1859 y respuesta de Melchor Ocam­po como Ministro de Relaciones, del 5 de abril-, su clisposición a ceder la Baja California. Más t a rde celebró el Tratado McLane­Ocampo por el que se concedía una práctica entrega de soberanía a Estados Unidos, mediante derechos de tránsito a perpetuidad por tres vias que cruzaban cliagonalmente el territorio nacional, y permiso consiguiente para que el Gobierno yanqui protegiese esas vías con soldados, aun sin consentimiento de ~réxico, caso de haber peligro inminente. También se estableció en ese Tratado que ambos países tenían la obligación de recurrir el uno al otro en solicitud de ayuda, cuando cualquiera de ellos no pudiese re­t;olver por sí mismo los problemas surgidos de los Tratados vi­g-entes y garantizar la seguridad de los ciudadanos de una de las dos repúblicas, cuando hubiese peligros en la otra. Los gastos co­rrenan por cuenta del pais donde se verificase la intervención.

La no ratificación por parte del Senado norteamericano -por razones de rivalidad politica interna- evitó que se consumase esa enajenación de la soberanía nacional, a cambio de lo cual Juárez recibina sólo 4 millones de pesos de los cuales 2 quedarían en Es­tados Unídos para el pago de reclamaciones de sus nacionale~. Correspondía todo ésto, al mismo tiempo, con la pretensión del Presidente Buchanan, sostenedor vigoroso de la Doctrina del D~s­tino Manifiesto, de ampliar las posesiones norteamericanas, con 3 ideas fijas: Cuba, Tehuantepec y Centroamérica.

LA INTERVENCION FRANCESA y EL SEGUNDO IMPE­InO.-Con la entrada de los liberales en diciembre de 1860, don Benito Juárez continuó como Presidente. La situación del país era desastrosa, había una pugna a muerte entre los partidos y la ruina económica del Gobierno era cabal. Los Gobiernos de los Estados no obedecían al del centro y éste ejercía persecución contra todos los que no eran de su criterio, incluso contra los que protestaban por el Tratado McLane-Ocampo. A pesar de la nacionalización de los bienes de la Iglesia -55 millones de pesos tenía teóricamente la Iglesia, inclusos los diezmos e inmuebles-, el Gobierno liberal que manejó este asunto que enriqueció a unos 9 mil individuos, extranjeros no pocos de ellos, según declaración del mismo Mi­b'1lel Lerdo de Tejada, se encontró, en cuanto Gohierno, en tal penuria -déficit mensual de 400 mil pesos, según confesión de don Guillermo Prieto-, que tuvo que suspender los pagos de b. Deuda Exterior, el 17 de julio de 1861. De este h~cho se siguió la intervención tripartita.

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JlecIamación Tripartita.

Inglaterra reclamaba 70 millones de pesos, Francia 27 -in­cluso el adeudo de Miramón con Jecker, que para este efecto se nacionalizó francés-, y España 10. Estas tres naciones frmamn ('n LondrEs la Convención de 31 de octubre de 1861, para interve­nir en México, acordando apoderarse de las aduanas para cobrar­se. Había también la intención, en principio, de ayudar a México a salir de la anarquía, pero con tal motivo sólo Francia y Españ" pensaban en ayudar al establecimiento de la monarquía, y sólo Francia pensó en Maximiliano. El sostenedor de la candidatur~ de éste era el diplomático mexicano don José Manu01 Hidalgo, li· beral moderado, en unión del general Juan N. Almonte, antigun liberal, y de don José Ma. Gutiérrez Estrada, de ideas conservo.­doras, quien desde antes había manifestado su monarquismo. Es­paña pensaba más bien en un príncipe de la Casa de Barbón.

Sobre esas bases llegaron los expedicionarios: 6,200 españoles <llrigidos por el general Juan Prim; 3,000 franceses dirigidos [l"r el conde Dubois de Saligny y 800 ingleses mandados por Sir Cher­les Wyke. Los primeros desembarcaron en diciembre de 1861 y los demás en enero de 1862. Juárez envió a don Manuel Doblado, su Ministro de Relaciones Exteriores, quien convenció a los rOI;re. sentantes extranjeros de que debían reducir sus pretensiones a solamente los pagos debidos, comprometiéndose a que en caso de conflicto, las tropas expedicionarias, a las que se había permitido avanzar basta Córdoba, Orizaba y Tehuacán -por lo insano de l:! costa- regresarían a Paso de Ovejas. Pronto ht,bo desavenen· cias entre los enviados extranjeros, sobre todo por la torpeza di· plomática de los franceses, que no ocultaron además su propósito intervencionista y su protección a Almonte. Españoles e ingleses prefirieron retirarse.

Difusión del 1I10narquísmo;

El propósito francés, o mejor, el propósito de Napoleón !Ir. emperador de Francia, -antiguo carbonario en Italia, liberal-, era crear en México un imperio latino fuerte que en lo cultura l contrarrestara a los Estados Unidos y en lo económico también. según lo escribiera el propio Napoleón al mariscal Forey. Narla sin embargo, se formalizó respecto a la adquisición de territorio nacional por parte de Francia. Almonte Con gran actividad se encargó de organizar el partido monarquista que no existía, por­que incluso entre los conservadores había buen número de repu. blicanos. Algunos <llrectivos conservadores, como Miramón, no <lleron su consentimiento sino hasta más tarde. Pero desapareci. das las desconfianzas iniciales, el partido monárquico se desarr(\­lió no sólo con conservadores, sino con gran número de liberaJ~s moderados.

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Dominio Imperialista.

Los franceses, faltando a sus compromisos, rompieron las hos­tilidades sin retirarse a Paso de Ovejas. Las operaciones militares ue ocupación fueron dirigidas inicialmente por el conde de Loren­cez, que atacó infructuosamente los fuertes de Loreto y Guada­lupe, cerca de Puebla el 5 de mayo de 1862 -defendidos por don Ignacio Zaragoza- pero rechazó al ejército juarista en Cerro del Eorrego, y después los mariscales Forey -que tomó Puebla tras prolongado sitio y la ciudad de México- y Bazaine, que extendió la ocupación a la mayor parte del territorio, entre no escasos des­,,"cierlos políticos y actitud arrogante que lesionaba a los conser­vadores mexicanos, que eran quienes propiamente habían orillado a .Juárez a marchar al norte. La recepción a los franceses fué sin embargo variada: fría, por ejemplo, en Veracruz, entusiasta, en cambio, en las poblaciones del centro. Siguiendo el deseo de Na­l'oleón JII,' hubo un plebiscito que vino a consistir en actas de ad­hesión firmadas por los vecinos de cada población. Forey nombró tma Junta de Gobierno de 35 individuos quienes a su vez designa­ron a 215 "notables", que resolvieron que México se constituía ~n monarquía moderada, ofreciéndose la corona a Fernando Maximi­liana de Hapsburgo. En el Diario del Imperio se publicaron las iarguísimas listas de adhesión, habiendo incluso 104,000 liberales que solicitaron empleos en la administración imperial; listas de es­tos últimos que años más tarde quiso don Manuel Payno publicar, prohlhiéndosrln el PreSi(~ellt.e Lerdo de Tejada porque, de hacerlo. dijo, "nos quedaremos sin Partido Liberal".

Bulnes, autor liberal. reconoce que el 90 % de la población e.­ha con el ImpErio.

La Rc.¡;encia.

Una Regencia se hizo cargo del Gobierno provisionalmente. con tres integrantes propietarios: los generales Juan N. Almonte y José Mariano Salas, y don Pelagio Antonio de Labastida, Ar­,.obispo de México, con dos suplentes: don Juan B. Ormaechea y don José Ignacio Pavón. Ya desde un principio se apuntó la divi­sión en las filas imperiales, por el deseo de los franceses de man­lf;ner las instituciones liberales, incluso en relación con los bienes eclesiásticos, lo que motivó la separación del Sr. Labastida. Ma­ximiliano, radicado en Miramar como gobernador austriaco de Lombardía y Venecia , aceptó la corona de México y desembarcó en Veracruz con su esposa Carlota el 28 de mayo de 1864.

Gobicrllo Imperial.

Maximiliano 1 gobernó del 10 de' abril de 1864 al 15 de mayo de 1867. Su administración estuvo sujeta en todo en los dos pri­meros años - finanzas, ejército, dirección poIítica- a Napoleón llI, contando con un grupo de consejeros extranjeros, a pesar de' gabinete que oficialmente sostenía. La Hacienda, sin direcci <. n

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clara, sin sistema equilibrado, se basó absurdamente en unos em­préstitos que se agotaron pronto. El ejército imperial mexicano no fué organizado con autonomía y suticiencia, influyendo aun el mismo Bazaine en tal medida y los principales generales consel'­vadores fueron excluídos o, como Márquez y Miramón, mandados al extranjero a pretexto de comisiones oficiales. Prácticamente mu­cha de la legislación liberal se mantuvo y Maximiliano se I'odcó de liberales moderados, llevándose la situación como una especie de continuidad de lo que Juárez había hecho, por lo que el Nuncio. Monseñor Meglia, tuvo que retirarse de México.

Elementos en Contra.

Por otra parte, la ocupación militar fué incompleta, sin coor· dinación y en muchos casos a base de extranjeros, cuando no poc,>s pueblos que se habían adherido al imperio solicitaban infructuo­samente armas. De todos modos, Juárez quedó reducido al norte, operando guerrillas republicanas en diversas partes del tel'ritori0, s iendo el grupo más numeroso y de valia, el del ¡;eneral Porfir;o Díaz. La caída de Maximiliano fué consecuencia de su indecisión para crear un Gobierno mexicano propio; consecuencia también de su liberalismo que le creó diferencias respecto de los conser­vadores y de la exclusión de éstos. En su caída contó igualmente la imprevisión al no crearse el ejército nacional y se dejó sentir, finalmente, en contra suya, la presión variada de Prusia y de lo~ Estados Unidos sobre Francia, que llevó a Napoleón a abandonar a Maximiliano no obstante sus promesas hechas antes en el Tra­tado de Miramar. Mientras hubo Guerra de Secesión en el pais del norte, éste no pudo hacer nada, pero habiendo concluido. presionó -invocando la Doctrina Monl'oe- a Napoleón III pa ­ra que retirase sus tropas s in perjuicio de una decidida ayuda en dinero, armas y la fuerza dinlomática esgrimida por MI'. Seward. Secretario de Estado. Fué ;"útil que Maximiliano enviara a diplo­máticos y a su propia esposa a ver al emperador fra"cés. Ante los hechos consumados, modificó su política en un sentido conserva­dor, y con un gesto que le honra prefirió quedarse cuando muchos lo instaban a abandonar la causa, y comenzó entonces, tardiamen­te, con Miramón y Márquez, a organizar un ejército para resis. tir al republicano.

El Cerro de las Camllanas_

Los republicanos, bien provistos con elementos provenientes de los Estados Unidos, -incluso soldados, artilleros, nrmns ­avanzaron hacia el sur. Miramón los atacó infnlctuosamente. Al fin los imperiales se concentraron en Querétal'o, mientras ~rá,,-" quez se dirigía a México pa ra obtener refuerzos, pero queriendo ayudar a Puebla atacada por el general Porfirio Díaz, fué derro­tado por éste, que entró el 2 de abril a dicha ciudad, y los de QUl" rétaro tuvieron que rendirse al final de un prolongado sitio. tras la traición del coronel Miguel López. Se procesó al emperador, a

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Miramón y a don Tomás Mejía, condenándoseles a muerte. Su fu. silamiento ocurrió en el Cerro de las Campanas el 19 de junio de 1867. La República quedó nuevamente restablecida.

LECTURAS

SELECCION DE ARTICULOS DE LA CONSTITUCION DE 1857

UArtículo 3.-La C11sciin'/tza es libre ... " , "Artíc'u,lo 5.- .. . La tlJ y 'ua puede mdm'izal' nInglÍn contrato que tC1!f)(l. por objeto la: pérdida o el irrevocable sacrificio de la libertad del hombreJ ya sea por cau · sa ... de voto religioso". (Disposición contra las Ordenes Religiosas,J. " Artículo 13.- En la República lt!exicana no.die puede ser juzgat1 fJ por leyes lJ)'ivativas, 1!i por tribulIalc8 especiales. Ninguna persona, ni cor· pOTadón puede tener f~leros, ni Dazar emolWUl,entos que no sean com­pensación de un servicio púbrica y c$tén fijados por la ley ... ". (Con. tJa el fltcro eclesiástico y las obvendones parroquiales). "Artículo 27.- ... Ninguna. c01'poración civil o ecles1'ústica, cualquicra que seo .su carácter, denominación U objeto, tendrá capacidad legal para a~ quirir en lJropicdad o administrar por s·í bl:cnes raíces, con la única excepción de los ediFicios destinados inmerlita '!J directa-mente al sert1,. cu, 'It objeto de la institución". (Negación a la Igl esia para poseer bienes). "ArHculo 123.- Corresponde exclusivamente a los poderes f e­d,'rales ejcrcc,', en matcrias de culto reliqioso 1/ disciplina externa la i?JtprvC1lóón {fIle designen 7as leyes". (Sujeción de la Iglesia al Es ­tado).

INTENCION NORTEAMERICANA EXPANSlONlSTA

Los Estados Unidos cnt,enenaron la lucha con su. intervención. Era lo, época del Dest'ino Manifiesto. El gobierllo de Wa shington se m(.l~ t'j'aba a'rtlicntemenfe descoso de expafusión. Mr. ¡!o/m Forsyth, mi'ni.!· fnl de los E stados Unidos en México antes de que Cnn1onfort deseo· 1fúcicse la Constitució7l, siyu,ió allí despu és de establecido el gobierno de Zltloa,r¡a. V lo 'rec01lOció. Forsyth había celebrado un convenio co" D. Ezequiel AlO1ites, ministro de Comonfort. Este acuerdo no fué acep"­iodo en Wa shillf/loll. l!'orsyth continu6 sus tentatiras al esfablecr.rse el [jo'bie1'no de Z1doa(lfl. E"a Presidente BuchanU1l, secretario de Estado del .galline!e de Po/k, durante la [fU erra de 1846 a 1848. Se pro]JO· '.¡fa. ,t'oh'er sobre los ¡Juntos de la Boja Californ1'a y de T elmantepu, u /11 7.'CZ quC 1l11a ,"ectificación dc la UlIca divisoria entre el r,ío Bravo '!J el nlllr de Cortés . A cambio de ésto ofrccía una considerable SUnl4'

de di'lcro. Don Luis G, Cuevas, ministro de Relaciones, contest6 d,

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ti" ",odo a la ve. d'gno !I prudente: "No conviene ni a los verdaderos twtereses de la República, ni a su buen 1Iombre, una ,"U6va demarca.­cié" d. límites, cualesquiera que fueran las ventajas que pudiera te· tler en. jUsta compensBci6n".

(Carlos Pereyra) .

BmLIOGRAFlA MINIMA

1.-ARRANGOIZ Francisco de P.: "México desde 1808 hasta 1867".-Ma­drld. 1871-72.

2.-BRAVO Ugarte José; "Historia de México",-México. Ed1torla! Jus . 1944.

3.-BULNES Francisco : "El Verdadero Juá.rez",-Paris. 1905.

4.-C'UEVAS Mariano: "Historia de la Nación Mexicana".-MéXico. Edi­torial Buena Prensa. 1953.

5.-GARCIA Gutiérrcz Jesús: "Acción Anticatólica en México",-México. Editorial HeHos. 1939.

5.-OCARANZA Fernando: ".ruArez y sus. Amigos".-México. 1939.

7 .-PEREYRA Carlos: ":México Falslficado".-México. Edltorial Poli • . 1949.

8.-VIGn. José M.: "México a Través de los Siglos".-l\.!éxico. 1889.

P.-ZAMACOIS Niceto: "Historia de México".-Barcelona. 1877-82.

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CAPITULO VIII .

CONSOLIDACION LIBERAL

1 -México en la Prlmera. Mitad del 81g'l0.

2 -Las Adminlstradooes de Juárez y Lerdo.

S -El Primer Gobierno de Diaz.

4, -La Administración de Gon7.á.lez.

ti -La paz Porfiriana..

MEXICO EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO.-Con la caída del Imperio, el liberalismo, con antecedentes ya desde le. época colonial, frustado en su esfuerzo de establecimiento en 1833, comenzó a afianzarse con el triunfo del Plan de Ayutla y con las posteriores Presidencias de Alvarez y Comonfort. Tuvo una cris­talización más amplia en la Constitución de 1857, que al intentar ponerse en práctica provocó la oposición conservadora, deseosa de un progreso material como el impulsado por Alamán, pero ene­miga del cambio en la estructura tradicional, social y religiosa, de México. Vencidos los conservadores en la guerra de Reformo. y triunfante Juárez sobre el Imperio, que también de jó su huell" liberal, la época posterior fué de consolidación de la tendencia refonnista. Consolidación Que tomó caracteres vigorosos, en la economía y en la formación del criterio de muchos mexicanos durante la época del porfirismo. E ste fué la réplica mexicana del capitalismo liberal dominante en Europa : con su eSCUela laica para la gran masa, con su filosofía positiva y materialist a en l~. Universid~ d. con su legislación francesa inspirada en Jos códigos individualistas. La economía misma, aunque siguió sien­'::0 básicamente agrícola, vió un desarrollo t odavía mayor del la­tifundismo y un impulso de la indust rialización , pero en el cua­(\" 0 de las normas liberales de abst ención del E st ado en la regula­ción de la economía y del trabajo, y enemistad cabal a toda forma de sindicalización y justicia social.

Con más o menos cambios, México mantuvo su forma gene~ ,'al de vida hasta el tr iunfo de la Reforma: con este t r iunfo, Mé­xico siguió siendo mayoritariamente católico, pero el liberalismo individualista fué, en 10 sucesivo, elemento formador del modo de ¡lenSar y de actuar de la misma mayoría inmensa de los católicos.

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La Iglesia, todo lo más, fué "tolerada" a partir de entonces, ca!! más o menos flexibilidad en la aplicación de las Leyes de Refor­ma. Su influencia, bien reducida, quedó confinada a sólo deter­minados campos, sin una trascendencia prolongada. El triunfo liberal supuso, además, un desequilibrio profundo en las fuerzas políticas en juego, porque desde entonces ha sido imposible una armonía de intereses: sólo los grupos liberales han dirigido la situación nacional, con exclusión total y terminante de toda otra tendencia con ideas y criterio distintos.

¿ Cuál era pues, en la trayectoria de México, la situación que éste tenía a punto de efectuarse el cambio debido al liberalismo?

Territorio y Población.

El territorio nacional, heredado del aue España poseyera en la colonia, se vió disminuído a su mitad por la guerra con los Estados Unido~ en 1846-48, lo mismo que en algunas porciones de Yucatán por la presencia de los ingleses en Belice. Tuvo, en cambio, la compensación de haberse agregado Chiapas al suelo mexicano, de tal suerte que, si en 1821 contaba México con 216, 012.27 leguas cuadradas -dotas de Alamán-, nora 184Q la "'1-pHficie del territorio nacional tenía una extensión de sólo 106, 067.4.7 leguas cuadradas. La población -de alrededor de 7 mi­llones de habitantes- tan heterogénea -criolla, india, castas-­C0mo al consumarse la independencia, mostraba la particular ca­mcterística de que, con la exclusión en muchos campos de la N'O­nomía nacional de los antiguos españoles peninsulares, habían pasado éstos en buena parte en lo que, a comercio e industria ~e refiere, a manos de extranjeros, sobre todo alemanes, norteame­ricanos y franceses, muchos de ellos prevalidos de su calidad de no nacionales para gozar de una situación especialmente favora .. ble por la protección alcanzada a través de sus representaciones ciplomáticas que en ocasiones llevaron, como en 1838, a la guen'll que Francia hizo a México.

Situación ele la Agricultur,,-.

La propiedad de la tierra estaba en su mayor parte en ma­nos dc mexicanos ~c1esiásticos o seglares- sin que los extran­jeros prefiriesen esta actividad productiva por razones de con­veniencia o de inseguridad rural por las revoluciones. La Iglesia t~nía un capital que para 1856 quedó rebajado a cuarenta millo­nes de pesos repartidos muy diversamente lo mismo en capitales invertidos que en fincas rústicas o urbanas, con la circunstancia de que para la producción rural, para la minería y aun para Ins aeíividades de artesanía, actuaba la Iglesia como banco de prés­tamo con rédito módiro, por lo que era el Húnico capital mexica­no puesto en verdadera circulación productiva", en una época en que las instituciones crediticias vivian dentro de un sistema desarticulado e inorgánico, y cuando los a'(iotistas, en hondo contraste, medraban con el Gobierno y con los particulares.

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Pesó entonces en las limitaciones agrícolas como pesa hoy, la difícil situación climatérica de México en la que sólo el 7 % de! territorio total no requiere de riego. En un juicio genérico, sin embargo, Alamán afirmó, respecto de la agricultura en la pri­mera mitad del siglo pasado, que había "vuelto al estado m:iB próspero que tuvo en aquella época" (la de la Nueva Españ;l!, vendiéndose sus frutos "a preclOs mayores que los que hablan tenido muchos años", hasta el punto de que en los campos fal­U¡ba "gente para todas las operaciones de la agricultura". Acas?, sin embargo, junto con los defectos Inherentes a la tIerra de Me­xico, deba anotarse como elemento negativo, lo que aún no Se había desarraigado: la diferencia cultural, económica, social, en­tre los poseedores y el proletariado rural, heredero secular de condiciones de vida adversas debidas a falta de impulso extraño suficiente en su mejoramiento, y debidas también a su hambre fisiológica y a su inercia para superarse por si mismo.

El Aspecto Industrial.

En materia industrial, Alamán anotó la formación de gran· des Uestablecimientos industriales, en los cuales se fabrican efec­tos muy superiores a los que hasta ahora se habían hecho, y 'ús progresos habrían sido mayores si no se hubiese prohibido la entrada de algodones en rama" . Se cree que en los primeros año:-: de nuestra vida independiente había unas 57 fábi"Ícas de hilados y t ejidos, produciendo 700 mil piezas de manta. El propio Alamán. uno de los hombres de inteligencia más penetrante que México hu producido, impulsó con variada fortuna los esfuerzos de industrial i­zación, ora con su fábrica de telas de algodón de Celayn. ora con la nueva fábrica dotada de moderna maquinaria, en Cocolapan, sin perjuicio de sus plantaciones de olivos, de vides y de otras plantas frutales. Fué él también quien llevado de su entusiaslIlO por los problemas económicos, estableció en el Colegio de San Juan de Letrán la primera clase de Economía Política. A instan­Clas suyas se fundó en 1830 el Banco de Avío y en 1840 participó en la Junta de Fomento de la Industria que no sólo miraría o propagar los nuevos sistemas. sino también a "establecer la co. operación económica entre los industriales, supliendo así las fWl­

ciones del Banco de Avío, que estaba próximo a desaparecer". Si en mucho de ésto el resultado no fué lisonjero, el camino hacia la industrialización estaba señalado.

La Minería y el Comercio.

También la minería resintió progresos en la primera mitad del siglo pasado, encontrándose en sitio igual o superior al ob­servado antes de la independencia. En efecto, mientras la acu­ñación en monedas de oro, plata y cobre alcanzó en Nueva Espn­ña un promedio de 350 millones en 50 años, en los primeros 31 años del México independiente la acuñación fué de 432 milloncs habiendo en 1852 la esperanza de una mejoría todavía mayor, 1'01:

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la abundancia del azogue en California, que evitaría su importa­ción de España. El comercio exterior describió igualmente lineas ascendentes: de 8 millones como valor total antes de la indepen­dencia, subió a 16 millones a mediados del siglo. Desgraciadamen­t" la falta de una marina mercante propia, mexicana, fué siem­pre una rémora para que el comercio exterior progresara todav1a más, sin que hubiese más hazañas que las de corso realizadas por el norteamericano David Porter, debiendo descansar tal comer­cio en la actividad de barcos extranjeros, 839 de los cuales arri­baron a México en 1851, cuando en 1819 sólo llegaron 141.

La CrisIs Hacendaria·.

En cambio, la Hacienda Pública, desde la consumaClOn de la Independencia, vivió en crisis perpetua, salvo en la primera Presidencia de Bustamante -{ln que Alamán fué ministro- y en la Presidencia de Paredes y Arrillaga en 1846. En aquella, los ingresos subieron a 21 millones de pesos -{ln 1831-, "igual a lo que produjo la.Nueva España en los años más prósperos del gobierno español", cuando los gastos del Gobierno eran de sólo 16 y medio millones de pesos. Pero fuera de tales perlo dos, el dé­fICit fué continuo, engrosando las Deudas Exterior e Interior. La primera no existió antes de la Independencia, pero para 1852 era de 52.744,497 pesos; la segunda, la Interior, que ascendía a 16.438,567 millones, había llegado a ser de 76.179,406 en 1952 .. ¿ Por qué? ¿ Cuáles eran las causas de ese continuo y creciente trastorno hacendario? Según Bravo Ugarte los motivos fueron, "por una parte, las innovaciones introducidas, Que no dejaron uno sino muchos y aun opuestos sistemas hacendarios. y por otra, la inestabilidad y la falta de autoridad de los Gobiernos, a los que pocos Estados les daban los contingentes que les estaban señalados". Para cubrir los deficientes, se recurría ala práctica ruinosa de los préstamos forzosos, de los empréstitos extranje­ros con hipotecas de aduana, y a los préstamos de agiotista" vo­races.

Aspectos de b Instnlcción.

Quejábase .A lamán de que los planes de estUdio adoptados on México para la enseñanza -a imitación de lo que en algunas ¡".rtes de Enrona habí~- tenhn el defecto de querer mostrar al alumno un poco de todo, sin llegar en sustancia a nada. Se aue­Jaba también de la mala dis tribución geográfica de los Colegios, en la República. y de la preferencia que se daba a determinadas carreras, como la de abogado, Hcuando por el contrario, era me­nester inclinar a la juventud mexicana a las artes y a la agricul­tura", para lo cual prácticamente no había nada, pues la Escuela Nacional de A¡>:ricultura la fundó Santa Anna hasta 1854. Ala­mán quiso fundar una de artes en 1831 y en 1845 proyectó una de agricultura. Existía, no obstante, dentro de no pocos defectos de enseño.nza, un impulso decidido hacia la instrucción gratuita,

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reflejándose algunos frutos de esta corri~nte má~ amplia, en pi aumento de las imprentas donde se haClan edICIones compara­bies a las más hermosas de Europa. Con el fomento a la Aca.de­mia de San Carlos, mejoró a sí mismo la pintura y la escultura. Remate de la cultura superior, la Universidad de México fué 010· jeto del favor o del odio alternantes de conservadores y libera-1(>5, suprimida por Gómez Farías durante su reforma edu.cativa , vuelta a abril', acabó finalmente por quedar cerrada en tIempos de Maxímiliano.

El Cf.mpO Literario.

En la literatura se recogían, en fin, los reflejos de la época. La mente discursiva , la necesidad de defender o de atacar las ideas, corrían parejas con las expresiones simplemente literaria :; en el periódico y en el libro.

La literatura política se vertió lo mismo en los csc ritos de Abad y Queipo y los colaboradores de la "Gaceta de ~Iéxico", " favor del realismo, que en los periódicos del doctor Coso defenso­res de la insurgencia. al igual que el "Semau31'io Patriótico" ~(' don Andrés Quintana Roo, o "El Diario de México", editado po, don Carlos Ma. de Bustamante y don Javier de Villaul'l'utia. e ll ­tre milagros de equilibrio este último, para no caer bajo la cen­sura virreinal. Con lenguaje sacado de la vida diaria. de la ti · I.ología mexicana de principios del siglo, José Joaqlún Fel'llán· dez de Lizardi escribiría a su vez su hoja de "El Pensador Mexi­('uno" en 1812, y daría su contribución a la noveln picaresca cen "El Periquillo Sarniento". versión mexicana de los pícaros esp<.! " ñoles del Siglo de Oro.

Fray Servando Teresa de Miel' cultivaria el género de lite· ratura política, autor de las "Cartas de un Americano Espaíi.úl de Londres" y de una "Historia de la Revolución de Nueva E s­paña", con la aguda perspicacia de su talento travieso. En lug?.i" opuesto, don José ]','Iariano Beristáin y SOllza seria enemigo dI..' la insurgencia, a la que atacaría en ceñidos ,-Hscm·sos , al tier"!]po de preparar su "Biblioteca Hispano Americana Septentrional". L e; poesía sería cultivada por don Nicolás Alvarez de Cien[uegos . don Juan Nicasio Gallego y don Manuel José Quintana. al ocul'l'i r ei tránsito de la colonia a la vida independiente. C,-!ltivaron este género literario don Francisco Manuel Sánchez de Tagle y el mis­mo don Andrés Quintana Roo, cuya obra se presenta dentro de 1as primeras épocas de la etapa independiente. Poeta y dra"",­turgo, don Manuel Eduardo de Gorostiza dejó muestras de su ca · pacidad literaria lo mismo en España que en México. Historia ­dores de garra, cuya producción es de insustituible lectura, fu e­ron don Luc:1s Alamán, don Lorenzo de Zavala, don Carlo3 l\furl" de Bustamante y don José María Luis Mora, haciendo campeu" las descripciones con el propio fuego vehemente de partido.

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ClásIcos Y Románticos.

Más entrado el siglo, la literatura romántica habría de tener como representantes a don Ignacio Rodríguez Galván, a <;lon José Peón y Contreras y a don Fernando Calderón. La novela cos­tumbrista, la cultivarían don Manuel Payno, don Luis G. Inclán, don José T. de Cuéllar y don Vicente Riva Palacio. En el cla­s icismo militaron por su parte don José Joaquín Pesado, don Ma­nuel Carpio, don Alejandro Arango y Escandón. Lucha de ideas, de criterios, de puntos de vista literarios y de ideas filosóficas. que se volcaba en toda suerte de publicaciones y ediciones de la época. Los liberales contaron con las plumas de don Francisco Zarco, de don Ignacio Ramírez, de don Ignacio Altamirano, mien­tras en el campo opuesto militaban escritores como el Obispo Mun­[,'Uía, don Joaquín Roa Bárcena y don Ignacio Aguilar y Marocho y los nlisrnos poetas clásicos citados.

En rango especial, por su erudición y fomento de determi­nadas disciplinas, se distinguirían los juristas don Manuel de la Peña y P eña y don Tomás Lares, los historiadores y arqueólo­gos don José Fernando Ramírez y don Manuel Orozco y Berra, y el poliédrico don José Gómez de la Cortina, Conde de la Cortim, brillando ya entonces el talento del polígrafo don Joaquín Garcia Icazbalceta.

Perpetuando con diverso vigor las costumbres y manera de ser de los años anteriores a la consumación de la Independencia. la sociedad mexicana vivía así, en cuadro de variado relieve, a punto de sufrir la influencia decisiva del laicismo en su criterio y en sus formas fundamentales de vida tanto particular como social, y la influencia del capitalismo individualista, como dos expresiones vivas de un mismo liberalismo común.

LAS ADMINISTRACIONES DE JUAREZ y DE LERDO.­Desde el triunfo de la República hasta 1872, Juárez ocupó la Pre­sidencia como de hecho la había ocupado desde enero de 1858. Tuvo de común durante toda su gestión, el haber gobernado no de acuerdo con la Constitución propiamente dicha, sino de COll­i::mnidad con f acultades extraordinarias que se hizo conceder. Su amor por la Presidencia le condujo, durante el Imperio, a la aprehensión del general González Ortega cuando éste quiso ocu­par el Poder E.iecutivo al término de uno de los períodos presi­denciales de Juárez, en que debió haber entregado el Poder.

OpDSición "iolenta a Juárez.

En 1867 quiso lleva r adelante algunas reformas a la Cons­titución -establecimiento del Senado, el veto presidencial, se­siones extraordinarias de la Cámara, y nuevo procedimiento pa­ra la sustitución del Presidente-, pero sin que tales reformas ':e hiciesen aplicando lo que la Constitución prescribía, sino me­diante plebiscito. Pero ésto y algunas modificaciones a la Ley

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Electoral, incluso permitiendo los derechos politicos a los ecle­siásticos, motivó gran agitación entre los liberales.

Por lo aemás, la oposición a Juárez por parte de sus mismos correligionarios, llevó a continuas rebeliones contra él que siem­pre triunfaba en las elecciones. De Juárez escribió Ignacio Rami­rez a propósito de su perpetuación presidencial: "El Podcr Ejecu· tivo es tan fácil de desempeñarse, que en las monarquías se con­cede a las mujeres y a los niños; nosotros lo hemos confiado o un bárbaro de la Mixteca". Hubo revueltas en el norte, en el oriente y en el sur, -de los generales Méndez, Negrete y otros-­pero la que llegó a ser más violenta fué la del Plan de la Noria --<>n noviembre de 1871-. dirigida por el genera l Porfi!'Ío Diaz. protestando contra "la reelección indefinida, violenta y forzos~ del Ejecutivo Federal". Las elecciones fueron ejemplo de violer.­cia y de . fraude. Todas las rebeliones, sin embargo, fuero!) sofo· cadas por el duro general Sóstenes Rocha, no concluyendo empel'n la de la Noria, cuando Juárez murió el 18 de julio de 1872.. sin ~ue haya pruebas ciertas de haber sido envenenado. Fué sustituióo por quien era el Presidente de la Suprema Corte de Justicia. li­cenciado Sebastián Lerdo de Tejada.

l,a Administración J.erdista.

Lerdo ocupó la Presidencia interinamente del J 9 de julio ele 1872 al 20 de noviembre de 1876. Al concluirse el período ~ue debió haber cumplido Juárez, se realizaron eleccioncs diri:::id c<s por Lerdo que ganó él mismo, pasando por ello de Presidente interino a Presidente constitucional. Durante su gestión estable­ció el Senado e incorporó,las Leyes de Reforma -25 ele scpt iOE'.­bre de 1873- a la Constitución, poniendo en marcha una versi¿n mexicana del "Kulturkampf" de Bismarck, aplicando con tocto. rigor las disposiciones libera les, hasta el punto de que se expul­só a los jesuítas extranjeros después de una intensa campa ii.a ne~ riodística, en octubre de 1873, justificando el hecho el InspcctOl' de Policía eu un documento que ensarta todas las calumnias tra­dicionales contra la Compaliía de Jesús. E:qmlsó ta mbién a las Her­manas de la Caridad -que aun el mismo Juál'ez l'esnetó-. no ahs­t.ante que de las 410 que había 355 eran mexicanas, que atendbn o cerca de 11 mil personas en sus hospitales. asilos y escuela,. El' cambio, se favorecía oficialmente la difusión de) protestantismo. En mayo de 1873 se prohibió fuera de los templos cualquic¡'a ¡na­lüfestación o acto religioso "de cualquier género".

Con tal motivo, los Arzobispos de México, Michoacán y Gua· dalajara exhortaron a los fieles para guardar valor cristiano y evitar desórdenes.

Rebelión de Tuxtepec.

Hizo ganar a su partido las elecciones de 1872 y de 1876. re­sintiendo continuas insurrecciones como en la época de Juárez.

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La más importante fué la del cacique indio de Nayarit, Manuel Lazada, -"el Tigre de Alica"- antiguo imperalista, coincidiendo con otras rebeliones en Michoacán, Guanajuato.y Jalisco. Pero la que llegó a ser culminante fué la revolución de 1876 promovida por el general Porfirio Díaz con el Plan de Tuxtepec, denuncian­uo las maniobras electorales de Lerdo en ese año. La revolucíón ::e extendió desde Oaxaca hasta el norte. El general Díaz fué vencido en varias ocasiones, como ocurrió en Icamole, pero al fin unió sus tropas con las del general Juan N. Méndez y con las del g'eneral Manuel González, obteniendo en Tecoac una victoria de­dsiva sobre las tropas lerdistas.

Mientras se verificaba la rebelión de Tuxtepec, Lerdo tuvo utro riva l en don José Ma. Iglesias, Presidente de la Suprema Cor­te, quien en vista del fraude electoral de 1876, declaró nulas las elecciones y se hizo proclamar Presidente d~ la República -28 de octubre de 1876 a 17 de enero de 1877-, pero con la derrota de las tropas gubernamentales, Lerdo se marchó a los Estados Uni­dos. en donde murió, en 1889, e Iglesias ante la presión militar [Jorfirista hizo lo propio un poco más tarde. La revolución de Tuxtepec había triunfado, y con ella, el general Porfirio Diaz, que ocupó inicialmente la Presidencia del 23 de noviembre de 1876 al 11 de diciembre del mismo año.

PRIMER GOBIERNO DE DIAZ.-Victoriosa la revuelta, ecupó a titulo IJrovisional la Presidencia el general Juan N. Mén­dez - del 11 de diciembre de 1876 al 17 de febrero de 1877-, mientras Díaz liquidaba la oposición de los iglesistas.

Al tornar Díaz posesión de nuevo del cargo para su primer período presidencial -17 de febrero de 1877 a 30 de noviembre de 1880-, prosiguió con el gabinete liberal que había designado, Ri­va Palacio, Justo Benítez, Vallarta, Ogazón, Pro tasio Tagle y Rtlp.1Írez. ejerciendo Tagle y Benítez la mayor influencia en mo ­mentos todavía dificiles en que se buscaba el equilibrio político, Las maniobras electorales que tanto se criticaron a Juárez y :1 Lerdo, no sólo no se corrigieron. sino que las prácticas viciosas aumentaron notablemente, Así fué como se instaló en' 1879 pi nuevo Congreso: completamente sometido a los directivos políti­cos porfiristas,

J~pprcsión Sangrienta.

Sil1 embargo, el horizonte nacional estaba cargado de ame· lJ <-t;¿;~s . Enemie;os del nuevo caudillo los había en número a!lre­dable entre Jos Icrdistas, y las conjuraciones comenzaron a Sf;r

J.enunciadns. mcr:cionándose con tal motivo a los generales Escobe­do. Fu('l'o, Garza y Filomena Bravo en fracasadas acciones rebeldes. Pero el porfirismo estaba dispuesto a mantener su paz a toda cesta. El punto culminante de la represión ocurrió en Veraeruz el 25 de j"nio de 1879, cuando el general Luis Miel' y Terán, jefe de las armas, ejecutó a nueve individuos sin formación de cause.,

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amparado en un supuesto telegrama recibido de México, según el cual el general Díaz le ordenaba: "Mátalos en Caliente". El Juez de Distrito, licenciado Zayas Enríquez, pudo salvar de la muerte .s: dos más. pero él mismo corrió grave rie~go y tuvo que abandonar el país. Haya o no existido ese telegrama, lo cierto es que se levantó una gran protesta contra Miel' y Terán, quien aca­bó retirándose de su puesto, viviendo en demencia los últimos años de su vida. El Gran Jurado del Congreso Federal inició ~ ¡ proceso contra el militar, pero no llegó a su término, y el Gral. Díaz lo hizo gobernador de Oaxaca más tarde.

Sólo en Sinaloa hubo levantamientos contra "los crímenes de Veracroz", que tampoco alcanzaron mayor éxito. Queriendo 21 nuevo caudillo afianzarse en el poder, no abandonó a los solda­dos sobrantes de la revolución, sino que los incorporó al ejército . y aunque nunca fué conservador, prometió en enero de 1877 qae gobernaría sin banderías.

En esta época, el porfirismo tenía por bandera la no reele~­ción, la Constitución de 1857. la Reforma y el impulso al progre­so material. Así lo manifestó en su discurso del 1". de diciembre de 1880. En este mismo año se aprobó subvencionar a varias corr.­pañías ferroviaria s : una con línea de ~:Iéxico a !(anZc'1 nillo, otra j p México a Nuevo Laredo; otra de la capital a Ciudad Juárez.

Pero deseoso por razones políticas de guardar In. indispensable apariencia entonces, no cedió a la tentación de modificar la Cons · titución como ya lo pedian públicamente algunos dc sus partida,· i o~ . Optó por dejar la Presidencia al general Manuel González, amigo y compadre suyo, de cuya lealtad no podía dudar. Las eleecione. fueron naturalmente ganadas por éste, excluyéndose a otros can­didatos como el licenciado Benítez, ya para entonces s in la influen· cia primitiva que había hecho que se le Ilamare_ "el Presi<jente del Presidente" .

EL INTERREGNO DE GONZALEZ.- El general Manuel González gobernó del 10. de diciembre de 1880 al 30 de noviem-bre de 1884. .

Con un pasado militar turbulento, en el que fuera de las fi ­las conservadoras a las liberales, ouedó privado de un brazo en la batalla de Tecoac. U" primer gabinete donde había homb"es de diversas tendencias, pero con un cierto denominador de h0n­radez, fué eliminado, y el general Díaz, no queriendo estar visible como dIrector de la situación, se hizo elegir gobernador de Oaxa­ca. Nuevos hombres entraron al Gobierno, que en muchos as­pectos dejó mucho qué desear en materia de honradez. Pero'-c .. xistía la inquietud por la paz y por las inversiones capitalis t,{s se proyectaron líneas de ferrocarril, establecimiento de fábri c"" y se fundó el Banco Nacional de México, con fuertes participa ciones de accíonistas franceses. Poco después, con capital mf'): ¡~ can0'y. español, apareció ~l Banco M~r~antil Mexicano, quc !ueg'_) quedo mcorporado al NaCIOnal de Mexlco. Nacieron también lo,' P.ancos Hipotecario y de Empleados, con sucursales cn va ria -

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partes del territorio. La intensificación de estas actividades cre­diticias e industriales, y en cierto modo de las agrícolas, permi­tió un auge económico bien explicable, cuyos mejores beneficios fueron a dar a manos de allegados al régimen y extranjeros ca­pitalistas. Malo resultó el ferrocarril construido de la capital ~ Morelos, medi9\lte concesión a un yerno de Juárez, a quien se otorgó después otra para el inconcluso Ferrocarril Interoceánico. Las subvenciones se prodigaron para los ferrocarriles, lo mismo que para la Compañía Trasatlántica Mexicana, formada con bar­cos y tripulaciones españoles. Pero como mucho de todo ésto se hizo sin método, el Gobierno tuvo que recurrir a la emisión de cuatro millones de monedas fraccionarias de níquel, para vigori­zar su economia, pero en condiciones tan poco prudentes, que el [:11eblo recibió con disgusto tales monedas, produciéndose moti­nes contra el general González, que se vió orillado a retirarlas de [a circulaci6n.

Corresponde t ambién a la época de González el intento de in­migración italiana, llevada a cabo sin juicio, no con campesinos de Italia, sino con gente de' origen italiano procedente de los ba­rrios miserables de Nueva York.

La Deuda Inglesa.

Un hecho que causó honda conmoclOn fué el de la Deuda Illglesa, que los acreedores hicieron aparecer como de 17.200,1)00 ¡1ibras esterlinas, equivalentes a 95 millones de pesos mexicanos, por adeudos de empréstitos anteriores y réditos consiguientes. La suma era exagerada, sin base en una documentación estricta, pro" duciéndose una violenta oposición en el Congreso y en la prensa, peor todavía porque se cometió el error de enviar como represen­tante a quien también lo era de los tenedores de Bonos de la Deuda Inglesa. En la Cámara se afirmó que la Deuda no alcan­¿aba más de 28 millones de pesos. El proyecto de convenio Se aprobó en lo general a pesar de todo, pero la actitud levantisca del rueblo -motines con muertos y heridos- hizo que se suspen· diera la discusión. Años más tarde, el mismo proyecto, o muy se­me.iante, fué aprobado por el Congreso porfirista Ein oposición de nadie.

Al fin, tras un simulacro de elecciones, cesó el Gobierno de González. para que el puesto fuese ocupado nuevamente por el general Porfirio Diaz.

EL PORFIRISMO.-Previsoramente, en la ConstitucIón se había insertado en los artículos 78 y 109 la exigencia de la Re­volución de Tuxtepec, que impedía la reelección del President~ y de los Gobernadores. aunque la prohibición sólo era "para el p~­riodo inmediato". Díaz, por ésto no continuó en el poder en 1880, no obstante las peticiones de sus partidiarios. Pero una vez COI1- '

cIuída la administración de González, el camino estaba expedito para la vuelta del caudillo.

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lA paz Porfirlana.

A partir de 1884, ello. de diciembre, el general Dlaz ocupó la. Presidencia a poco de su matrimonio con doña Carmen Rome. ro Rubio, hija de don Manuel Romero Rubio, su antiguo ri val lerdista. Largo período de política mexicana en el que toda una generación de mexicanos pudo crecer dentro del marco de la paz y del anhelo por el progreso material del país, pero bajo la in­fiuencia de un pensamiento marcadamente individualista y libe· mi, en que la vida religiosa fué tolerada sólo en determinados aspectos.

Hombre hábil , enérgico, de gran perspicacia, el general Por­firio Díaz, nativo de Oaxaca donde naciera el 15 de septiembre de 1830, -hijo de don José De la Cruz Díaz y doña Petra na Mori­encarnó el ideal de tranquilidad que México tenía desde hacia años. Supo perpetuarse en el poder no sólo por su misma fuerza y prestigio, sino también, en los últimos años, por el mismo con­sentimiento tácito o expreso de los mexicanos, incluso los mis­mos que después de 1909 y 1910 se convertirían en revoluciona­rios. Cuidadoso de mantener las apariencias legales, el dictador dispuso que se modificara la Constitución en 1887 para que Se

permitiera la r eelección del Presidente por una sola vez. En 1890, el artículo 78 volvió a su primitiva redacción que no prohibía la reelección presidencial, por lo que ésta fué continua hasta su de · rrocamiento. El general Díaz fué el hombre intocado, aunque el público hiciese blanco de sus críticas a no pocos de s us allegados. como los "científicos", grupo que creía en las virtudes de la So­ciologia y de la Economía Política, y profesaba la convicción .Je que no podia confiarse en la capacidad cívica del pueblo. Alli mi­litaban, sin embargo, gentes de ideas opuestas. algunas de lag cuales supieron aprovechar su influencia para favorecer sus ne­gocios.

Contra los Opositores.

En este escenario donde se desenvolvía la habilidad política porfirista, hubo sin embargo que aplacar, sobre todo en los p!'i­Meros años, ' a los descontentos y a los opositores peligrosos de toda especie. Fué un período de pacificación que se extendió deo­de el primer período hasta 1896_ En él, los antiguos g rupos y los caciques peligrosos fueron siendo aplacados o suprimidos, y se combatió al bandolerismo con rigor y firmeza. Dureza la hubC' t=bién en el fusilamiento del general Trinidad García de la C<l­dena, antirreeleccionista rebelado en 1886. Los varios disturb;os ocurridos a fines del siglo en la frontera norte, sin mayor peli­gro ninguno de ellos, fueron igualmente reprimidos, como lo fue­ron igualmente las sublevaciones de carácter local ocurridas en Chlhuahua -<lctubre de 1879- bajo la oculta dirección del ge­neral Terrazas; la de Coahuila -agosto de 1893- con partici­pación de don Emilio Carranza contra el gobernador Garza Ga-

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lán; y la de Guerrero -fines de 1893-- acaudillada por el gene­ral Canuto Neri contra el Gobernador general Francisco O. Arce.

Ilcbelión Yaqui.

Carácter especial tuvieron los movimientos guerreros de cas­tas en Sonora y en Yucatán. Los yaquis se habían mostrado re­beldes desde 1825 dirigidos por su Jefe Juan Banderas, buscando h formación de una Confederación India de Sonora, con la con­siguiente expulsión de los "yoris" o blancos. Hasta 1867 sigui-!­ron en actitud levantisca, aunque tomando parte en las luchas na­cionales al lado de los conservadores e imperialistas. Más tar,l~ 1", lucha tomó perfiles de guerra de castas bajo la dirección de José María Leyva Cajeme, desde 1875. La represión, llevada a términos de gran acrimonia en 1885 y 1886, concluyó momentá­neamente con la aprehensión y muerte de Cajeme, pero siguió con Juan Maldonado Tetabiate, quien durante diez años, de 1887 a 1897, siguió la revuelta a base de guerriI1as. El Gobierno fir­mó en este último año el Tratado de Ortiz por el que se ofrecía.n garantías a los indios, y tierras a lo largo del Río Yaqui, pero como se les imponía el sistema de propiedad privada, y no el co­munal,y como en el Valle había soldados y blancos, los yaql1i" volvieron a rebelarse en un prolongado conflicto que se exten~jó hasta 1902, muriendo al fin Tetabiate y decayendo la lucha, que se extinguió al empeñarse entonces el Gobierno en una obra de pacificación.

Rebelión Maya.

Los mayas de Yucatán, con antecedentes en sangrientas gue· rras de castas desde hacía varias decenas de años, mantenían a su vez una actitud semejante de apartamiento respecto a la vida nacional, con ayuda inocultable de los ingleses de Belice, sobre lodo en el Territorio de Quintana Roo, cuya intervención se qui­S') evitar con el tratado de 1893 firmado por don Ignacio Maris­cal. reconociendo la soberanía británica. En octubre de 1899, el general Ignacio A. Bravo se encargó de las operaciones militares dé guerra en forma contra los rebeldes a quienes una tíerra bos­cosa y difícil ponía en salvo. Fué menester llevar adelante obra" de ingeniería militar para el ataque combinado contra los indios. Desdc Peto y desde las Bahías de la Ascención y Chetumal, avan-7aron las tropas federales que fueron acosando a los mayas has­ta rendirlos. La campaña concluyó prácticamente en 1902, en­tregándose al g€neral Bravo la espada de oro prometida a quien recobrase Santa Cruz, que desde entonces llevó además su nom­bre.

11 nte la Prensa.

Respecto a la prensa, ganó el porfirismo con favores a varios periodistas o creó su propia prensa. La Secretaria de Goberna-

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ción entregaba mensualmente más de 8 mil pesos para sostener periódicos de completa filiación porfirista, como "El Imparcial" , o para subvencionar a otros. Represión la hubo contra quienes ~e mantenían en actitud inexpugnable de oposición al régimen, como "El Hijo del Ahnizote", "El Demócrata" , "La República': y otros. Algunos, que buscaban la vieja actitud jacobina de me­dio siglo antes, fueron perdiendo fuerza hasta desaparecer, ~o­mo "El Monitor Republicano". Hacia 1885 y 1893 hubo mayor agudeza en la persecución, pero de los varios periodistas muer­tos en la época porfirista en los Estados, no puede decIrse que ,,1 responsable haya sido el general Díaz, pero sí las autoridades rc­gionales. A principios de este siglo, el dictador permitió que sus ministros se combatiesen entre sí a través de la prensa, acz,so con el propósito de que ninguno de ellos llegase a cobrar dema­siada influencia politica en perjuicio suyo. Así fué corriente qtiC las personalidades de Limantoul', ministro de Hacienda, y del ge ­neral Bernardo Reyes, ministro de la Guerra, se debatiesen cn­tre sí.

La Prosperidad.

Teniendo por lema el de "poca política y mucha admini~· tt"ación" J el general Díaz impulsó una época de gran prosperid<-ld económica, acentuada en los años de 1896 a 1907. En ella, los ingresos habidos en el primer período, en 1877 y 1878 habían im­portado S 19.776,638; para 1909-1910, los ingresos eran de $ 106.328,485. Las importaciones, que en 1881 habían s ido de $ 23.786,684, ascendieron en 1909-1910 a $ 194.854,547; las ex­portaciones, que fueron de $ 46.670,845 en 1884. a lcanzaron en In última época la cifra de $ 260.056,228.

Según los datos de don Enrique C. Creel, en 1877 los ferroca­rriles de México tenían un total de 578 kilómetros, y en 1910, la red ferroviaria en México era de 24,559 kilómetros, aunque en la política ferrocarrilera hubo el error de una extensión innecesa­ria de las líneas debido a la subvención que las compañías reci­bían, así como un trazo defectuoso; la misma nacionalización que se dictó de las líneas ferrocarrileras, sólo daba al Gobierno voto pero no dividendos en la marcha de las negociaciones. De toaú" modos, fué evidente que la . multiplicación de la estructura fe no­carrilera, permitió un vigoroso impulso a la economía nacional.

8linas e Industria.

La producción minera de metales preciosos fué de:S 26.310,815 en: 1877 y de $160.332,876 en 1909. El uso de la maquinaria e>:­pllca en buena parte este aumento y el uso de los métodos de elec­trolisis y cianuración para el beneficio. Pero perdido el concepto eE­pañol del .dominio nacio!,al sobre el subsuelo, éste quedó sujeto a .los partIculares, prmclpalmente extranjeros, ya que fueron so­bre todo capitales ingleses y norteamericanos los entonces inver-

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tidos en nuestra economía. El capital norteamericano invertido en México ascendía, en efecto, a 1,057 millones de dólares, mientras el inglés subía a 321, dando un total de 1,378 millones de dólares, que ostentaban por eso carácter dominante, ya que la riqueza total de México entonces era considerada en 2,434 millones de dólares. De la situación petrolera, apenas iniciada en la fase in­dustrial a principios de este siglo, puede decirse lo mismo que de l~ minería, en cuanto que tampoco ejercía dominio cabal la na­ción sobre el subsuelo. La explotación, sin embargo, alcanzó pa­ra 1904 la cifra de 220,653 barriles de 42 galones. Respecto a la industria cabe decir que estando en condiciones mínimas en 1877, para 1910 presentaba \m total de 146 fábricas de hilados y t ejidos. con 32,229 obreros, siendo Monterrey, con la progresista admi­nistración del general Bernardo Reyes, el sitio que diera los paso" más firmes a favor de la industrialización, con la Fundidora, las fábricas de cerveza y vidrios, etc. Gran incremento tuvo, así mis­mo, la industria tabaquera y no menos la del papel.

Finanzas y Obras Públicas.

Particular importancia tuvo en la vida economlca la vida bancaria, pues s i en 1877 era mínimo el número de instituciones de crédito, en 1910 había 32 bancos federales con un capital pa­gado de S 172.665,400 Y reservas de $ 61.461,426. Crédito lo te­nia México en el mundo. Su Hacienda Pública, dirigida por el ministro uon José Yves Limantour, -precedido entre otros por don Matías Romero- había vuelto no sólo al equilibrio sino al sup"rávit: puede decirse, que desde el año fiscal (le 1893-94, dejó de haber déficit, iniciándose en 1895 la bonanza, de suerte "ue las reservas del Tesoro Federal en 1910 alcan zaban la cifra de 65 mi­llones de pesos. Se apli có Limantour a suprimir los gastos exce­,ivos; a l rescate de las Casas de Moneda; a la búsqueda de nuevas fuentes de ingresos; a la regularización de los impuestos; a la moralización en el manejo de fonclos y a la supresión de alcabalas. No obstante ello, la falta de un sistema central en materia ban­caria, permitia la emisión de billetes por parte de las instituciones IJrivadas, lo que ocasionaba una e\'idente falta de dírección en la "ida crediticia por parte del Gobierno.

Obras públicas , para un Gobierno que f incaba sus mejores esperanzas en el progreso material, las hubo y de gran importan­cia, aparte de las selialadas. Así se emprendió la urbanización de la ciudad de México, se realizaron obras para el desagüe del Valle de Méxioo, y se establecieron las primeras líneas telefónicas en 1882. Las telegráficas, iniciadas en 1851 por el español don Juan de la Granja -de México a Nopalucan-, alcanzaban en 1877 una extensión de 7.116 kilómetros y en 1909, la red telegrá­fica tenía un total de 3.220,000 kilómetros.

J.a Agriculhl1'a y I~, Ganadería.

Se estima que para 1910, el valor de la producción de cerea-

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lee era de 138 millones, de los cuales tocaban al malz 50 millones. Cabezas de ganado se cree que había más de 10 milJones. P ero r.ltaba la existencia de instituciones de crédito que mejorasen la cconomia rural, y las cooperativas, cajas de ahorro, etc., tampO"" se daban entonces.

La Cuestión de la Tierra.

Problema agudo fué el de la tierra. Con viejos antecedentes en la insuficiente explotación precortesiana, en el latifundismo co­lonial denunciado desde el siglo XVIII por Abad y Queipo, la dis-­tribución de la tierra tuvo rasgos de mayor desequilibrio en la época porfirista, aunque no s iempre fué a instancias de despojos, habiendo ejemplos de latifundios creados a fuerza de trabajo y de hábiles compras, como el "imperio ganadero" de don Luis Terr,,­zas que en Chihuahua poseía 6 millones de hcctáreas. Pero en ,,1 centro y en el occidente, el latifundismo creció en buena part e, Impresionante, con la nacionalización de los bienes eclesiásticos, que no fueron a mejorar a simples peones, sino a rancheros y In­c~ndados, aumentándose también con defectuosas legislaciones y repartos de tierra que no solían tener en cuenta la utilidad pú­blica. Las Compañías Deslindadoras repartieron 38.249,373 hec· táreas de 1881 a 1889, pero de ese total, 12.693,610 hectáreas co· rrespondieron únicamente a 28 personas, incluso varios extran· jeros.

L.'l Clase Campesina.

Faltaba sistema, sentido técnico y plan bien estudiado par" que la tierra produjese más y para que estuviese repartida (.'('n mayor sentido de responsabilidad. Pesó t ambién el caso de loe. despojos de que fueron objeto no (locos pueblos. contr~. lo q Uf'

el mismo general Díaz tuvo que protestar a través de di versa, comunicaciones. Las condiciones de vida de los peones, por ot,-" parte, aunque en general eran malas , tenían características e ~.;­pcciales según las regiones, pues si en algunas partes el sal<l:riü era de 18 centavos diarios - como en Nuevo León y San Lui s p e) ..

tosí-, en otras -como en Morelos, Sonora, Chiapas y Califomia-­llegaba a subir hasta S 1.50 diarios, sin perjuicio ele que en ¡YlU· chos lugares los labradores trabajasen también como aparcel'Os y tuviesen sus propias tierras. Bien que no en todas paJics, s í en algunas había la práctica abusiva de que en las haciendas hu­biera cárcel propia, se pagara a los peones no con dinero s ino CO!1

mercancías y que se hicieran hereditarias las deudas, sujetando con eso a los peones de modo indefinido.

Todo ésto se traducía --con excepciones-- en una situació¡l depresiva, económica y moral, de la clase campesina, con perjui­cios económicos consiguientes por la existencia del latifundi"mo excesivo: ausencia de los propietarios, falta de aprovechamiell t<, completo de la tierra y rutina técnica. Lo que, junto con la con­dición pasiva del indio o indomestizo rural, hacía que gravitara

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sobre México un gran proletariado agrario que sería uno de los fcnnentos más fuertes para el movimiento revolucionario.

Sitmwión de la Iglesia.

La Iglesia vivió una época de apreciable desarrollo, por la no aplicación estricta de las Leyes de Reforma. Se desenvolvió en un medio hostil desde ei punto de vista intelectual, por la forma­ción laica y antirreligiosa que en la Universidad y en muchos as­pectos de la instrucción oficial había; hostil por la exclusión del elemento católico en los ·principales puestos públicos; y porque en la prensa había un núcleo importante de escritores inspirados ",n criterios jacobinos. A pesar de todo, durante la época porfirista la Iglesia vió erigidas 23 nuevas diócesis, incrementándose la.s ,;ocaciones sacerdotales: cerca de 5,000 sacerdotes había en las ct"pas finales del porfirismo, surgiendo o restableciéndose Orde­nes Religiosas en número y valor apreciables; varias de ellas, fun­dadas en México, como la orden de los josefinos, las hermanas ~uadalupanas y las siervas del Sagrado Corazón.

En muchas provincias eclesiásticas hubo Concilios Provincia­l,," y tuvieron variada participación en el Concilio Plenario Latino Americano celebrado en Roma en 1898 y 1899: trece de los 53 obispos asistentes, eran mexicanos. Incrementada la vida intelec­tual católica, fue posible fundar la Pontificia Universidad de Mé­xico, en una época en que la vieja tirantez de relaciones entre la Iglesia y el Estado, estaba suavizada, bien que la legislación pcr­tutoria subsistiese. En octubre de 1895 se verificó con gran pom­pa la cOronación de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, asistiendo representantes de los Gobiernos acreditados en Méxi­ca. .. salvo el de México mismo.

Obra Social Católica.

Por su importancia, conviene anotar el esfuerzo de los con­g resos católicos en favor de la justicia social, siguiendo el pen-8:lmiento de la Iglesia en cuanto a su Doctrina Social, sobre todo a partir de Su Santidad León XIII, con su Encíclica "Rerum No­VO l'Uill':. que sobre la condición de los obreros dió en Roma en 1891. Tales congresos católicos se celebraron en 1903 (en Puebla), en 1904 (en Morelia), en 1906 (en Guadalajara) y en 1909 (en O~xaca), a iniciativa del Circulo Católico Angelopolitano. Su pro­pósito era el de estudiar las cuestiones soclales con vista a su r ealización práctica en México, y de acuerdo con la inspiracion cristiana . . Aunque el ambiente oficial era negativo, por los pre­Juicios de la época, y por la particular ' enemistad del general Viaz a toda obra social, fueron fruto de aquellos congresos las funda­ciones en a1gWlas partes de la República, de las cajas Raiffeisen, de los Montes de Piedad y de algunos centros de reunión pata obreros.

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Congresos y Semanas Sociales.

Hubo además, como reflejo del mismo espíritu católico in­quieto por la justicia, varias Semanas Sociales y diversos Co,,­gresos Agrícolas. Las primeras se verificaron en Puebla, Gua­dalajara, Tulancingo, Zamora y México; los segundos; en Zapo­pan, Tulancingo y Zamora, estudiándose problemas económicos y sociales del campo, con vigorosa participación de Monseñor Moro. y del Río. En 1905 se fundaron los "Operarios Guada lupanos" por diversos sitios de la República, que organizaron HSemanas Agrícolas" propagadoras de las ideas católico-sociales a través ch' SU5 periódicos URestauración" y "La Democracia Cristiana", y que presentaron iniciativas de ley ante el Congreso de la Unién propugnando por el establecimiento de normas sociales. Pero €l Congreso porfirista ni siquiera quiso discutirlas.

En 1908, a instancias del Padre don José Ma. Troncosa, Su­perior de los padres josefinos, s~ constituyó la "Unión Cató¡'G, Obrera" que buscó agrupar los diversos Circulas Obreros existon­tes y los que h&brian de fundarse después, para intensifica r ¡ .. piedad y los auxilios mutuos. En diciembre de 1911, a l celebrarse \:l. Asamblea convocada para las bases constituti \'as de la Co!>.­federación Católica Obrera que con aquellos círculos se p\unea b~. estaban en lista 46 de ellos con un total de 12,320 socios. Funrlaria la Confederación con participación del propio Padre Troncoso y del Lic. Salvador Moreno Arriaga, se trabajó en la fundación ,;p sociedades mutualistas, escuelas para obreros. conferencias reli­giosas y cívicas, etc. Ya en plena época revolucionaria, la Conff'· deración contó, en 1913, con 14,539 trabajadores. frutos del cs­fuerzo sindical católico. Obras de beneficio obrero fueron esta· blecidas también, en 1910, por el Padre Carlos M. de Heredia S. J .. destacando las escueias para niños trabajadores.

La Instrucción.

¿ Cuál fue el panorama porfirista en materia de instrucción"

A su llegada al poder, el general Díaz encontró que en la ciu­dad de México no había, sostenidas por el gobierno, sino once es· cuelas primarias, y se daba subsidio a otras más organizadas pOI"

la Compañía Lancasteriana y por la Sociedad de Beneficencia. siendo semejante, en proporción, el estado de cosas que en la Re­pública había. Gradualmente fue operándose un cambio. Para el año fiscal de 1894 a 1895. el total de las escuelas existentes en el Distrito Federal era de 351, con una inscripción escolar de 58,33!J Illumnos. En 1910, con motivo del Congreso Nacional de Educa ­ción Primaria de septiembre de ese año, se demostró que la Fede­ración sostenía en la capital 442 escuelas primarias que, con laE 235 de la iniciativa particular, daban un total de 677 centros pri­marios capihlinos con una inscripción de 112,078 a lumnos. Y en 10 que toca a la República en general. había 13.247 escuelas pri­marias con una población escolar de 937,591 niños.

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En una palabra, en sus 30 años de existencia, el porfirismo aumentó en un 53% el número de las escuelas primarias existen­tes a su llegada, labor en la que pusieron su empeño tanto el pro­pio general Diaz, cuanto los Ministros de Instrucción, señores Ba­randa y Justo Sierra, en colaboración con el Dr. Ezequiel A. Chá­vcz. A Sierra, historiador y literato, fué debida en 1910 la inau­guración de la Universidad Nacional de México, dependiente del Gobierno, orientada en su instrucción con marcado pensamiento positivista, como antirreligiosa era también la pedagogía oficial E'n casi todos sus aspectos.

El notable periodista católico, don Trinidad Sánchez Santos, escribía entonces a este respecto: "No ignoramos, porque el Señor ha puesto el instinto del abismo ahi donde ha puesto la noción del deber, el estrago imponderable que causa la escuela pagana ... pero en vez de apresurarnos a contenerlo, en vez de apelar al sacrificio, que es la gran solución en todos los conflictos cristianos; el' vez de proceder a levantar escuelas numerosas y bien organiza-das. nos hemos cruzado de brazos".

1Il0vimiento Cultural.

El arte de la escultura de fin de siglo anotó los nombres ele Fco. M. Jiménez, Miguel Noreña, Guillermo Heredia y J esús F. Cüntrcras. Entre los pintores descollaron: Félix Parra, Manuel Ocuranza, José Ma. Ibarrarán, Gonzalo Carrasco y Germán Gedo­vius; destacando ya el maestro del grabado José Guadalupe Posa­da, en el alba de la plástica moderna.

Arquitectos ' distinguidos fueron Antonio M. Anza, 'Manuel Calderón, Emilio Dondé y Manuel Gorozpe. Entre los músicos pueden anotarse. a Gustavo E. Campa, Ricardo Castro, Felipe Vi­lIanueva, Carlos S. Meneses, Ignacio Quezada, Juan · Hernández ¡,cevcdo, Ernesto Elorduy y Velino M. Preza.

El romanticismo literario, y la literatura post-romántica, de­jaron su huella con Manuel Acuña, José Rosas Moreno, Manuel M. Flores, Juan de Dios Peza y Guillermo Prieto. Escribirlan con devoción al clasicismo, por su parte, don Joaquín Arcadio Pagaza (obispo de Veracruz) y don Ignacio Montes de Oca (obispo de San Luis Potosí). Más tarde, la Revist a Azul y la Revista Moderna. serían porta voces de la renovación en la poesía, en la que inSCrI­bieron S lIS nombres. Manuel Gutiérrez Nájera, Manuel José Othón. Amado Nervo y Salvador Díaz Mirón.

En prosa escribirían, con variado éxito: Emilio Rabasa, Angel del Campo (Micrós), Rafael Delgado, José López Portillo, Justo Sierra, Victoriano Salado Alvarez, Francisco Bulnes y otros.

Ocaso Porfirista.

La decadencia porfirista, unida a una gran agitación política, se extendió de principios del siglo a 1911. En 1904, cuando los

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banqueros europeos exigieron como garantia que se resolviese el problema más grave de la política de entonces, que era el de sa­ber quién habría de suceder al general Díaz si éste faltaba, 5"

estableció la Vicepresidencia una vez más, designándose para tal cargo a don Ramón Corral, antiguo gobernador de Sonora_ A par­tir de entonces, el período presidencial fue de seis años y no <le cuatro, concluyendo el primero de dichos períodos en 1910, entre gran convulsión electoral y el fausto emotivo de las fiestas oel Centenario de la iniciación de la Independencia_ En un juicio ge­nérico y global puede afirmarse que todo el enorme prest igio y fuerza del general Díaz, indiscutibles ciertamente, desbordados en un claro aunque desigual progreso nacional, no se aprovcchnrnn para resolver el problema religioso -sólo soslayado con la no aplicación de algunas leyes- , ni el problema de la justicia social en el campo y en las fábric2.s, ni se supo crear un ambiente <I r" elevación cívica que hiciera de la paz algo orgánico, permanente­y equilibrado. El gran coloso con pies de barro, el octogenn!';u que había sido el Presidente de mayor vigor y personalidad ell el México autónomo, cayó en 1911 por la fuerza de su misma in­capacidad para resolver los nuevos problemas nacion ales y por el torrente desbordado de una generación de mexica nos qUe "U quiso resolver los problemas de México pacíficamente sino con las nrmas en la mano. El porfirismo se hundió en un crepúscu lo de­primente y ominoso, dando sit:o al desgarramiento revoluciorw­rio y al surgimiento de nuevas fuerzas en presencia .

CONCLUSIONES

.-El establecimiento del liberalismo en México ca miJió en 1'''1'­tes sustanciales la estructura del país, forja ndo a fines rll'l siglo pasado y en este siglo, una nación oue no obstante S,l r mayoritariamente católica. comenzó a "i,-ir y a pensar COiI criterio total o parcialmente Iíberal. -

2·-Triunfantcs los republicanos sobre el Imperio, S (' sut-edi(,l'oli las administraciones de los Presidentes Juárez V Lerdo, entre continua inestabilidad política promovida por las mismas fac­ciones líberales.

S.-Al pret.e.nder reelegl~e en 1876, Lerdo fué derrocado por la revoluelOn que sostema el Plan de Tuxtepec, acaudillada JlUI el general Dísz_

f .-Con el interregno del general \IIanuel González, de 1880 n 1884, en que hubo grandes Jlroyectos de mejoramiento econó­mica y notoria inescrupulosidad administrativa el JlorfirisJOo se extendió de hecho desde 1876 hasta 1911_ '

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5 , -El porflrismo, favorable al progreso material, a la paz, im­pulsó muchas obras, pero no creó una armonía estable, ni re­solvió los problemas religioso, politico y de justicia social.

LECTURA

DATOS DEL PORFIRISMO

ov.bs"is!ian las leyes ant'icat6licus violando los derechos de la ma­Nada, afirmondo la- ,zIJsunión de los mexicanos e imposibilitando la. C:t'i~ t('n('ja de 'Verdaderos partidos políticos. Subsistían, como irritante ficción, las instituciones democráticas. Y D'íaz, lejos de f'efonnar l-n, lGycs, de coordinar los intereses de todos en una igualdad jurídica 1J 1)rríctir,a, y de educar al pueblo en la democracia (v . g. como dice el J":;"r. Ban('.f)fI.~ en llllercsullte estudio inédito, con las eleccio11 es munici-1,oles y con la clccC'ión de candülatos (t los Pode'res de la Unión y de los E stados cntre los propuesl,Qs por él) , hizo cantar a todos las gl&­rÚr.<; de la Constitllc'ión de 57, subordinú toda la Nación al Partido 1,iúeral. estol'bó la s prácticas democráticas, impuso funcionarios, dejó que toda c7 régimen se e1/ vcjcdera. por la falta. de reno'vación C1¡ r1 personal y l)rcpnró, así, c01ltra. su. propósito, la revolució11.

(Josó Bravo Ugar/e).

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CAPITULO IX

LA REVOLUCION MEXICANA.

l.-w Agitación POlitlCll.

'l.-Las Pre-sit!cocias de De la Barra y Madero.

S ,-EI Régirncp lIucrtlsta.

t.-La AccIón CODstltucionaUsta.

5. -El DominIo SODorenseo,

6.-El Jefe l\láximo.

1 . -Cardenlsmo y Unidad Nacional.

LA AGITACION POLITICA.-Desde principios del siglo era una opinión cada vez más difundida la de que se hacia necesaria una mayor par,ticipación del pueblo en la vida pública, como se bacía urgente ya también el realizar refonnas sociales en México. Con variados criterios, ésto se apuntaba lo mismo en el "Club Ponciano ·Arriaga", liberal, que en los centros católicos de m2.· yor visión, contra el punto de vista del dictador que no queda "se le espantara la caballada",

Ideas y criterios, estudios sociales y económicos, fueron [.)r · mando la temperatnra favorable a un despertar civico quc enccn· tró ocasión propicia en marzo de 1908, con motivo de las decla· raciones del Gral. Díaz a James Creelman, redactor del "Pearson's Magazine", en las cuales manifestaba que el pueblo mexicano y3 estaba apto para la democracia, prometiendo a la vez retir;,rs," a la vida privada en 1910. "Si en la República, expresó, llegr,sc a surgir un partido de oposición. lo miraría como una bendición y no como un mal, y si ese partido desarrollara pode¡', no pa ra explotar, sino para dirigir, yo lo acogería, lo apoyaría y lo acon · sejaría y me consagraría a la inauguradón feliz de Hn gobierno completamente demócrata"", ¿Fue esta entrevista algo provo· cado por él mismo para acelerar una corriente de opinión fa\'o· rabIe a que siguiese gobernando? ¿ O fue una trampa norteame ricana como quieren algunos? Lo cierto es que en libros y follEto¿ de diversos personajes, se insistió en la conveniencia de que si ­guiese el Gral. Díaz al frente del Gobierno, participando de tal

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opinión el mismo don Francisco l. Madero en su obra escrita en torno a "La Sucesión Presidencial".

Pero al amparo de las declaraciones presidenciales, pronto surgieron dos Partidos: el Democrático y el Antirreeleccioni(1;<! , reorganizándose el Nacional Porfirista, el Científico y el Reyista.

Hombres de diversas tendencias participaron en la formaci6n del Democrático, que tenía el propósito de lanzar al propio gen!>­ral Díaz como candidato presidencial, y a otra persona, distinta de don R~món Corral, como Vicepresidente en marzo de 1909. El Club Rcelcccionista, integrado por "científicos", lanzó la fórmula Díaz-Corral. Poco más tarde, en mayo de ese año , el Centro Anti­rreelcccionista inscribió en sus banderas la fórmula de "sufragio efectivo no rec\ección", participando en él hombres qu~ a poco 3!'­rían directores políticos: don Francisco l. Madero, don Emilio Vázquez Gómez, don Toribio Esquivel Obregón, don Roaue Es­t',:ada, don Luis Cabrera y don José Vasconcelos. En segilida apa­reció el Partido Reyista, con la fórmula Días-Reyes, aunque sin programa determinado.

El Pbu de San Luis.

Maniobrando el Presidente, desapareció el Partido Democrá­Lco por falta de apoyo entre las autoridades y entr~ el pueblo. Contra Reves hizo propalar afirmaciones tendenciosas, que orma· l'OIl al antiguo gobernador de Nuevo León a retirar su candirlatura vicepres idencial y a salir más tarde en comisión a Europa. El Par­tido Antirreeleccionista celebró en abril de 1910 la Convención Nacional Independiente - a la manera norteamericana"':' que apro­bo la fórmula Madero-Vázquez Gómez y un programa que exigía la efectividad del voto, la no reelección del Presidente y de los Gobernadores, mejoramiento del obrero y del indio, libertad mu­nicipal ~ fomento a la instrucción pública, obras de riego, bancos l'éfaccionarios y buenas relaciones con el extranjero.

Madero hizo su jira política por diversos sitio", hasta apre· hendérsele bajo acusación de connato de rebeldía y ultrajes a la 2utoridad , t en iéndosele preso en Monterrey y después en San Luis Potosí. Al verificar se las elecciones -junio y julio de 1910- se declaró oficialmente que los triunfadores habían sido el gpneral T'Ol'firio Díaz y don Ramón Corral, para la Presidenr.i2. y la Vi­cepresidencia r espectivamente. Madero se fugó de la cárcel ' y en ~'a n Antonio proclamó el llamado Plan de San Luis. con fecha de :; de octubre de 1910. "Haciéndome eco de la voluntad nacional, decía Madero en dicho documento, declaro ilegales las pasadas elecciones y quedando por tal motivo la República sin gobernan­tes legítimos, asumo provisionalmente la Presidencia de la Repú­blica, mientras el pueblo designa conforme a la lev sus gobernan­tes". Añadiendo en seguida en el artículo 7<': "El día 20 de no­viembre, desde las seis de la t arde en adelante, todos los ciuda­danos de In República tomarán las amlas para arrojar del poder i! las autoridades que actualmente gobiernan".

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La Campaña RevoluciollaHa.

En esos momentos, el general Diaz carecia del apoyo inmc­diato de don Ramón Corral y de don José Yves Limantour, que por estar enfermo y ausente en Europa respectivamente, no. podían auxiliarlo. Peor todavia, el Ejército Federal, con una e.,<celontp oficialidad joven salida del Colegio Militar de Chapultepec,· perv con efectivos mínimos de 20 mil hombres y con no poe.os elemen­tos de la vieja guardia sin preparación suficiente, pudo comprobar que no era la fuerza adecuada para mantener el orden. El temol" porfirista a las rebeliones había dividido excesiva mente al ej6r­l'ito en cientos de secciones dispersas} sin contar con que muchos de los elementos de tropa estaban en calidad de verdaderos presoE compurgando penas corporales en las filas. "Hablar ele aumentos ele gastos para el ejército, -dice Pereyra- era casi una blasfe­mia política en la administración de D. Podirio. El pais de la Paz. gobernado por el Héroe de la Pa" no necesitaba ejércit o. Con loc lJatallones y los regimientos se hacía cada año el milagro de In, caperuzas de Sancho".

Con elementos así estrechados, fue imposible evital' que lo" revolucionarios incursionasen por el norte, aunque el 20 de no­viembre de hecho no ocurrió nada. Par ticularidad propia tuvo, no, obstante, el brote de Baja California, donde los magonistas y no po­cos aventureros internacionales ocuparon, desde enero a jWlio dI.: 1910, las principales poblaciones fronterizas, pese a la enérgica r e-8istencia opnesta por el comandante federal. Antes y después del 2ii de noviembre, aparecieron grupos revolucionarios en Chihuahw"!.. en Tabasco, en Veracruz, en Yucatán y en Sinaloa. aunque nir:.· guno de ellos tuvo por sí mismo fuerza s uficiente .

Acciones Militares.

Los centros antirreeleccionistas de México y de Puebla fu, ~· ron destruidos, muriendo en esta última Aquiles Serelán que se, u~fendió con varias personas en s u casa, el 18 de noviembre. Ei fracaso inicial de la Revolución, por falta de una respuesta an:­plia y generalizada, pareció confirmarse con el frustado ataque' del propio Madero contra Piedras Negras. Sólo hasta más tarde el movimiento fue cobrando importancia. ya entrado el afio ck 1911, Con el indirecto aliento norteamericano que vino a consistir en la movilización de 20 mil soldados hacia la frontera y la pre­sencia de barcos de guerra en el Golfo, aparte de la venta ininte . I'rumpida de armas. El Presidente Taft buscaba, más que la ayuda inmediata a Madero. la natural defensa ele los intereses norteame­ricanos en h'léxico.

En Guerrero, en dicho afIO, se sublevaron Rómalo y Ambro~jlj Figueroa, y Emiliano Zapata en Morelos. Gabriel Hemández tomo Pechllca. Otros grupos se sublevaron en Michoacán y Jalisco, ca ­yendo en su poder las ciudades de Morelia y Guadalajara a media ­dos del año. Más insurrectos aparecen por San Luis -Potosí, Zaca -

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t~, Durango, Coahuila, per:o sobre todo en Sonora y Chihuahua, poruendose a la cabeza de estas, el mismo Madero, destacando pronto ·Pascual Orozco, antiguo agente comercial que por su ofi­cio conocia bien la topografía del Estado.

Vuelto a México Limantour, muy alarmado por la actitud nort~":"IerIcana y portador de las proposiciones que en Nueva York le hICIeran algunos revolucionarios para que renunciara el Go­bierno porfirista. Este entró en conversaciones con los revolucio­n~rios. conviniendo un armisticio, pero como no se llegara a nin­gun acuerdo, Orozco dispuso el ataque a Ciudad Juárez que tomó nI fm ello. de mayo. Bajo la presión del Dr. Francisco Vázquez GÓmez. Madero mandó un telegrama exigiendo la renuncia de Díaz y de Corral, y la renovación completa del Gabinete.

Numerosos individuos del pueblo recorrieron las calles de Mé­xicá, tumultuosamente. desde el 23 de mayo. El general Díaz y don Ramón Corral, ante ello, presentaron sus respectivas renun­cias ante el Congreso de la Unión. Y así el hombre que gobernara (omnímodamente a México, salió con rumbo a Veracruz, en donde embarcó en el vapor IIIpiranga" hacia a Europa. Habría de mo­¡ir el 2 de julio de 1915 en París, en plena guerra europea.

LAS PRESIDENCIAS DE DE LA BARRA Y MADERO.-­Comá Presidente interino quedó don Francisco León de la Barra -25 de mayo de 1911 a 6 de noviembre del mismo año-, que tuvo por principal tarea la convocación a elecciones federales. En es­tas contendieron varios partidos: el Antirreeleccionista, el Re­yista, el Constitucionalista Progresista y el Católico N aciona!. Este último tuvo tal difusión en el centro y occidente de México, que en poco tiempo pudo agrupar alrededor de medio millón de miembros. En la práctica, sin embargo, no hubo más que un solo candidato presidencial: el mismo don Francisco 1. Madero. al re­tirarse el general Bernardo Reyes, cuyo partido fue objeto de atentados violentos por parte de los maderistas agrupados en la "porra" dirigida por Gustavo Madero y Serapio Rendón. En torno a Madero había unificación de criterio. Pero la lucha se planteó respecto a la Vicepresidencia: el Lic. Francisco León de la Barro. fue postulado por el Partido Nacional Católico y el Lic. José Ma. Pino ·Suárez por el Antirreeleccionista, mediando la influencia de ~[adero, que excluyó al Dr. Francisco Vázquez Gómez, candidato liogico del Partido.

Junto con la elección presidencial hubo elecciones de Goberna­dores, elecciones para diputados federales y senadores, y diputa­dos locales. Por encima de los subterfugios, la oposición v los frau­des, el Partido Nacional Católico ganó 4 curules en el Senado, 29 diputados, 4 gobernadores y varios diputados locales. En Jalisco ganó en todos los comicios. Los representantes de este Partido propusieron reformas sociales que, com~ en la. época porfirist!,. tampoCo fueron atendidas por el maderIsmo trlUnfante, todavJa demasiado cargado de prejuicios liberales. El programa elaborado ]lor la Dieta de Zamora, en 1913, fue, en materia sindical y de

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protección al trabajador de lo más avanzado y completo ... Pero la indiferencia o la hostilidad no pudieron comprender su mensaj" de salvación. En este mismo año, la voluntad visionaria del R. P. Bernardo Bergoend S. J., dió lugar al establecimiento de la Aso­ciación Católica de l;t Juventud Mexicana, el 12 de agosto de 1913. Al hacerse el recuento de votos, se declaró que ocupaban la Pre­sidencia y Vi'~epresidencia de la República, respectivamente, don Francisco 1. Madero y el Lic. don José Ma. Pino Suárez.

El Plan de Ayala..

El Presidente Madero ocupó el cargo del 6 de noviembre de 1911 al 19 de febrero de 1913. La revolución parecía estar triun­f"nte, pero los hechos demostraban que la paz no se había alcan­'.ado. Continuaban las insurrecciones en Chiapas y en Oax.c", y pronto, el 25 de noviembre de 1911, Zapata lanzó su Plan de Ayal:l contra Madero, acusándolo de haberse coludido con elementos dei a ntiguo régimen y desconocido los principios de la r evolución, con la particularidad de que en dicho Plan se pedía la devolución de las tierras a los pueblos y particulares a quienes se hubiese des­pojado de tierras, montes o aguas; demandándose t ambién la ex­propiación de la t ercera parte de los latifundios "a fin de que los pueblos y ciudadanos de México obtengan ejidos, colonias, fnnuos legales para pueblos o campos de sembradura o de labor"; pedíasc fín almente la nacionalización de las tierras de quienes se opusie­ran "directa o indirectamente" al Plan. En el documento se rer(l· nocía como "jefe de la revolución libertadora" a Pascual Orozc-o, pero como éste obró por propia cuenta, quedó Zapata en lugae suyo, activando la lucha que tuvo, en el sur, caracteres pertina­('es de saqueo y violencia contra bienes y personas.

De noviembre de 1911 a febrero de 1913, el Gobierno made­rista dispuso tres campañas contra Zapata, con éxito variado. Más cargada de riesgos contra la administración de Madero fue la revuelta de Pascual Orozco Jr. -en marzo de 1912- que so extendió por buena parte del norte. El 25 de marzo lanzó su Plan de Chihuahua en el que acusaba a Madero de haber violado el \'oto e impuesto gobernadores, pidiendo en su articulado la supresión <le la Vicepresidencia, medidas de protección a los obreros y uu programa agrario de reparto de tierras. Orozco contó pronto con elementos importantes, que orillaron al Gobierno a lanzar una ofensiva en forma con más de 5 mil hombres bajo las órdenes del g'eneral José González Salas. que los orozquistas supieron den'o­tar con su excelente artillería, acabando por suicidarse el coman­dante federal. La segunda campaña fu e dirigida por el general Victoriano Huerta, de gran capacidad militar, que en las batalle." d" Conejos, Rellano y Bachimba, destrozó a los orozquistas, reci­biendo por ello la banda de general de división.

LB. Decena Trágica.

En un ambiente nacional en el que la anarquía cobraba cuer-

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po, en el que la prensa de todas las tendencias atacaba ferozmente al Gobierno y pululaban las guerrillas, surgió un movimiento más dirigido desorganizadamente por el general Bernardo Reyes en la frontera norte, pero cuyo fracaso le hizo entregarse prisionero en Linares, en diciembre de 1911. Por su parte, el general Félix Díaz, sobrino de don Porfirio, se sublevó en Veracruz en octubre de 1912, pidiendo la unión de los mexicanos para afianzar la paz. Las tropas leales contra-atacaron y Díaz quedó prisionero, tras­ladándosele a la Penitenciaría del Distrito Federal. Ya preso, y establecida la comunicación con el general Reyes -mediante par­ticipación de los generales Manuel Mondragón y Manuel Veláz­quez-, ~e decidió un movimiento orientado a la aprehensión del Presidente y del Vicepresidente y al establecimiento de una Asam­blea revolucionaria encargada de organizar el Gobierno. No hub" precisión en los actos, y el general Reyes, libre ya, atacó al Pa­lacio Nacional, muriendo en la acometida. Los otros rebeldes se apoderaron de la Ciudadela. Madero nombró a Huerta comandante militar de la plaza en sustitución del general Villar, herido du­rante el ataque al Palacio, y trajo de Cuernavaca 2 mil hombres. Los combates en la ciudad, iniciados el día 9 de febrero de 1913, concluyeron el 18, en un lamentable episodio llamado la "Decena Trágica", con gran número de muertos entre soldados y población civil.

Renuncias de Madero y Pino.

Los insurrectos pedían la renuncia de Madero y de Pino al par que se difundían alarmantes rumores propalados por el em· bajador norteamericano, Henry Lane Wilson, de la proximidad de la flota de su país con tropas de desembarco. Los senadores, te­miendo que fuera verdad el rumor del yanqui, pidieron a Maderú que renunciara; el Cuerpo Diplomático le recomendó lo mismo, e ig:ual varios miembros del Gabinete. Era también lo que pedían Zapata y Orozco. Pero ni Madero ni los de la Ciudadela cedían un palmo. Huerta era una fuerza aparte que quiso íntervenir pa­ra su propio provecho. El 18 de febrero, varías oficiales apresarou a Madero, a Pino y a varios Ministros en el Palacio Nacional. Es" mismo día, Huerta y Díaz firmaron el "Pacto de la Ciudadela" en la embajada de los E stados Unidos, por el que Huerta sería Pre­sidente Provisíonal con un Gabinete que el Pacto le imponía, pro­curándose llamar a todos los elementos revolucionarios. A pesar de todo, siquiera fuese porque cesaba el fuego, hubo mtusiasmo popular. El 19 de febrero, ante el Congreso de la Unión, se pre­sentaron las renuncias del Presidente y del Vicepresidente, apro­badas por abrumadora mayoría de votos. Quedó entonces come. Presidente el Secretario de Relaciones, Lic. Pedro Lascuráin , quien fungió de las 10.34 a las 11 de aquél día. Las Cámaras aprobaroli r;1l renuncia y 15 minutos después, su Secretario de Gohernación, el ."eneral Victoriano Huerta, ocupaba la Presidencia de la Re­pública.

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EL REGIMEN HUERTISTA.-EI general Huerta ostentó el carácter de Presidente del 19 de febrero de 1913 al 15 de julio de 1914.

Obtuvo el reconocimiento del Congreso, de la Suprema Corte de Justicia y, salvo dos, -los de Sonora y Coahuila-, de todo~ los Gobernadores de los Estados. El 27 de marzo de 1913, en Pi', ­tlras Negras, se firmó el Plan de Guadalupe por el que se desco­nocía al gobierno huertista nombrándose "Primer Jefe del Ejér­cito "llamado constitucionalista al gobernador de Coahuila dOIJ

Venustiano Carranza.

Un primer Gabinete impuesto a Huerta en virtud del Pacto de la Ciudadela, se formó con hombres de gran capacidad, como don Francisco León de la Barra, don Ricardo García Granados. don Jorge Vera Estañol, don Toribio Esquivel Obregón, don Ro­daifa Reyes, y otros. Reiteradamente, por sí mismo o a través ele eus Ministros, Huerta insistió en la necesidad de restablecer b paz, pero su torpe política de fuerza continua, de dictadura infle­xible, impidió que esa paz se alcanzara. Dentro de una corriente de sombría represión fueron asesinados Gustavo Madero y Adolfo Bassó. el 19 de febrero, y el 22, Madero y Pino S"árez. corra 'k la Penitenciaría; posteriormente, Abraham González, Edmundo Pastelín, Adolfo Gurrión, Serapio Rendón y Belisario Domíng-,1<'z. La muerte de este último, senador por Chiapas, originó una enér­gica protesta del Congreso, que acabó siendo disuelto ----el lO d0 octubre de 1913- por Huerta y encarcelados los opositores.

Intervención de Wilson.

No quiso el Presidente contar más con el Gabinete, y lo sus­tituyó, aplazando las elecciones oue debió haber hecho en seguida. El Gobierno norteamericano de Taft titubeó entre reconocer o no a Huerta, y el siguiente, de Woodrow Wilson, solicitado por los mis· mas revolucionarios para que los reconociera, o para que no re­conociera a Huerta, comenzó a tener una in,gerenda excesiva en los negocios mexicanos, Que agravó la lucha, la enconó, e hizo re· tardar su resolución. Wilson, el catedrático, confundia la política con las aulas; en su conversación con Sir Eddard Tyrell. diplo­mático inglés. sacó a relucir su suficiencia de norteamericano y de universitario: "¡Voy a enseñar a las repúblicas sudamericanas, le dijo, cómo se bace la elección de hombres idóneos loo Envió a un representante suyo, John Lind, para ver las condiciones de un arreglo del problema político mexicano. El Secretario de Rela­ciones de Huerta, don Federico Gamboa le manifestó , sin embargo, que el Gobierno norteamericano no tenía derecho a inmiscuir¡:;e en asuntos extraños. No cejando en su empeño, Wilson quiso in­

-sistir prescribiendo las condiciones que deberían t ener las elec­ciones en México. Más todavía, Wilson estableció la neutra­lidad y la prohibición para que se vendieran armas, lo que en la práctica quena decir que ya no se venderían a Huerta, pero si o. Carranza subrepticiamente.

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Huerta, queriendo obtener el apoyo del Partido Nacional Ca­tólico, le ofreció 100 curules para las inmediatas elecciones, pero ~us directivos no las aceptaron, decidiendo participar en la lucha con carácter independiente, ganando sólo 5 curules de diputados al instalarse el 18 de noviembre la Legislatura. Extremada la opo­sición, algunos directivos del Partido acabaron presos en San Juan de Ulúa, y suprimido su periódico. Con tales medidas desapareció el Partido. Varias planillas fueron registradas para contender 'en las elecciones, pero al verificarse éstas, el Congreso las declaró nulas convocándose a otras, y prorrogándose el interinato de Huerta ..

Ayuda a Carranza.

Entre tanto proseguía la lucha contra el zapatismo, sin llegar a una situación definitiva. En cambio el carrancismo con el apo. yo de los E stados Unidos, cobró desarrollo. Wilson, en efecto. desplegó toda una campaña diplomática para que no se recono­ciera a Huerta y no se le concedieran empréstitos; los carrancis­tas siguieron proveyéndose de armas a través de barcos, que salían con rumbo a l).a Habana, pero dirigidos a puertos mexi­canos domin ados por los revolucionarios, al amparo de los aco­ruzados norteamericanos.

También se dejó sentir la enemistad de Wilson contra Huerta en el desembarco de tropas yanquis, que tuvo como antecedente un supuesto insulto a la bandera de las barras y las estrellas P(l!' parte de militares huertistas. En realidad lo que ocurrió -9 de abril de 1914- fue l3. aprehensión de un oficial y nueve marinos llOrteamericanos del navío uDolphin'\ perteneciente a la escuadra anc1 ada ante Tampico. Los marinos fueron detenidos porque pe­netraron a una zona cuyo paso estaba prohibido por estarse blo­queando a las fuerzas carrancistas. Y aunque se les puso en li­bertad inmediata, el contralmirante Mayo exigió que su bandera se izara en suelo nacional y se le saludara con 21 cañonazos . Nada valieron las excusas y como no se llegase a un acuerdo, Wilson solicitó autorización del Senado para realizar un desembarco er, Veracruz, que se efectuó el 22 de abril de 1914, con heróica resis­t~ncia popular y de los alumnos de la Escuela Naval. Lo que im­portaba a Wilson, en verdad, era impedir el desembarco de muni­ciones que con destino a Huerta llegaban en un barco alemán.

Car ranza dividió sus fuerzas en varios Ejércitos: el del No· reste, con el general Pablo González; el del Norte, con el gene~al Francisco Villa; y el del Noroest e, con el general Alvaro Obregon. Pronto hubo diferencias, al querer Carranza que Villa quedara sometido a Obregón, y aunque al principio no se declaró la hostili­dad violenta, sí se apuntó la rivalidad que tan sangrienta habría tic ser . Avanzando desde el norte, los revolucionarios obligaron a los federales a replegarse. Villa, contando con el general Fp lipe Angeles, estupendo artillero, causó serias der~otas a lo~ huero tbtas en Chihuahua, CoahUlla y Zacatecas. Gonzalez ocupo Mon·

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terrey y Tampico, mientras Obregón, desde Sonora, llegó aJa· lisco, ocupando Guadalajara, a mediados de 1914.'

Triunfo , Revolucionario.

Los gobiernos del ABC -Argentina, Brasil y Chile--, fue· ron invitados para servir de árbitros en las Conferencias de Niá­gara Falls, que se ciñeron a sólo el problema político interno de México. Huerta, comprometido a renunciar, nombró Secretario de Relaciones al Lic. Francisco Carvajal y el 15 de julío de 1914 pre­sentó su renuncia. Carvajal, por ministerio de la ley, quedó comu Presidente del 15 de julio al 13 de agosto de 1914, buscando que se instalara un régimen que hiciera posible la paz con sentido de justicia, pero t anto el Gobierno yanqui como los triunfantes re­volucionarios se mostraron intransigentes, por lo que abandono la capital y acordó la disolución del Ejército Federal.

El 15 de agosto entró el general Alvaro Obregón a México y el 20, el Primer Jefe.

LA ACClON CONSTITUCIONALISTA.-EI triunfo era de una facción revolucionaria, pero no era el triunfo de todos los re­volucionarios. Desde la toma de Zacatecas por Villa, la pugna en­tre éste y Carranza se ahondó, sin que tampoco hubiese entendi­miento entre el Primer Jefe y Zapata. Peor todavía, ello. de oc­tubre de 1914 se reunió en la ciudad de México una Convención de revolucionarios que continuó sus deliberaciones en Aguasca · lientes, queriendo alcanzar una fórmula que fuera satisfaeton" para todos, sin obtenerse el objetivo y sí en cambio una divisió!1 más, al nombrarse allí Presidente de la República a don F,ula!io Gutiérrez, quien ostentó tal cargo del 3 de noviembre de 19B al 28 de mayo de 1915, aunque en franca guerra contra Carranza . que no admitió los acuerdos de la Convención. Los glUpoS revo­lucionarios que apoyaron a la Convención, lograron hacer huir ~: Carranza de :México, que hubo de refugiarse en Vera cruz. E~ t'! puerto expidió varias leyes: reforma del Municipio, establecimien­to del divorcio, reparto de tierras, protección a los obreros y otras más de diciembre de 1914 a junio de 1915.

Lucha de Facciones.

Las tropas convencionistas se mantuvieron en la capital, pero habiéndose separado Gutiérrez del puesto, lo tomó en seguida el general Roque González Garza, de filiación villista -16 de enete de 1915 a 10 de junio del mismo año-- y luego el licenciado Fr~n­cisco Lagos Cházaro -10 de junio de 1915 a enero de 1916--, sin que su autoridad fuera efectiva, ni siquiera entre quienes estaban de acuerdo con la Convención, pues los grandes jefes, Villa y Za­pata, seguian obrando por su cuenta, sin coordinación ni annonia.

Zapata operaba en el sur. Extendla su dominio hasta la ca­pital, y aun cuando tenía bajo su amparo a los Presidentes, con-

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v~n~io~Uis, actuaba de hecho con. independencia de ellos. La opo­SIClon villi~ta contra Carranza, mas ruda y con mayor~s contin­gentes, obligó a los constitucionalisUis a concentrar sus efectivos en el norte bajo la dirección de Obregón para batirlo mejor. Dos grandes combates que tuvieron por escenario la región de Celaya -en abril de 1~15:- y otro má.s .-en junio- cerca de León, que­brantaron la prmclpal fuerza vIllIsta, aun cuando la lucha, en fol'. ma más reducida, continuó.

Cuando en octubre de 1915, el Gobierno norteamericano re­conoció al de Carranza, Villa, que esperaba el reconocimiento para d, de.cidió vengarse : ello. de enero de 1916 atacó la población de SanUi Isabel, Chihuahua, y asesinó a 10 yanquis; más Uirde, el f! de marzo asaltó la población de Columbus, Nuevo México, 1'0-b:mdo, saqueando e incendiando durante 3 horas. Volvió a México, pero su acción motivó la "expedición punitiva" de Pershing que ('on 3 mil hombres buscó a Villa desde marzo de 1916 hasta febrc· 1' 0 de 1917, sin hallarlo.

Carranza al principio dejó hacer, aunque protestó diplomáti· camente. Ante la negativa de Pershing para detenerse en su avan­ce sobre Villa Ahumada, los carrancistas dirigidos por el Gral. 'I'reviño les hicieron frente a los norteamericanos, derrotándolos en Carrizal, Chihuahua, el 21 de junio. Pershing, sin embargo, 110 salió de México sino hasUi principios de 1917.

Carranza, ya más fuerte, más seguro de su autoridad, con­vocó a un Congreso Constituyente para redactar la nueva Cons­titución.

Muerte de ZapaUi.

En contra de Zapata , Carranza mandó al general Pablo Gon­l.ález en dos ocasiones. La primera, de abril de 1916 a febrero de 1917, fué una guerra de exterminio, que concluyó con la reti­rada de los carrancistas por el paludismo que diezmaba sus filas, Lo. segunda, de diciembre de 1918 a abril de 1919, -a fines de la era carrancista- terminó con la muerte del mismo Zapata, en­gañado por el coronel Jesús Ma. Guajardo que aparentó pasarse a l zapatismo: en la Hacienda de Chinameca, a l pasar entre las filas tendidas "en su honor", Zapata y algunos de los suyos cayeron acri­llillados. Con ésto entró en plano de decadencia irremediable el zapatismo, no obsUinte Que los demás jefes reconocieron como co­mandante general a Gildardo Magaña,

El Congreso <le Q,l1er~taro.

Para la convocación al Congreso Constituyente, se excluyó a todo el que no fuera carrancista: no sólo a individuos del antiguo régimen, sino aun a los mismos revolucionarios de los otros ban­dos; en una palabra, quedaron excluídos de participar en el Con­greso todos "los que hubieran ayudado con las armas o servido empleos públicos a los gobiernos o facciones hostiles a la Causa

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Constitucionalista". Aun los mismos seguidores de Obregón y de Pablo González no asistieron. El criterio dominante fué así ca­rrancista. Una nota común fué la exaltación trepidante hasta "" . tremos lamentables y en no pocos una enorme dasis de ignorancia dt' que muchos diputados se gloriaban. Para no ser menos, el Rector de la Universidad pronunció un discurso a propósito de temas edu­cativos, cargado de imperdonables errores históricos, y tergiversa· ciones de la peor especie. Con razón Pereyra, comparando la ~c ­tuaci6n del Constituyente de 1916, pudo decir que en el de Que­rétaro "dominaron la vulgaridad, la chabacanería y el tono soez de las plazuelas", agregando que el "diario del Congreso de Que­rétaro puede servir como valorímetro del descenso a que llegó l:l vida pública mexicana bajo la dirección del enfático Primer Jefe".

Principios Constitucionales.

El Congreso actuó teniendo en cuenta un proyecto de Con,,­titución redactado por Félix F. Palavicini, José Natividad Maciao . Luis Manuel Rojas, Alfonso Cravioto, Manuel Andrade Pliego y Juan N. Frias. Bordando en torno a dicho proyecto, aunque cor. modificaciones sustanciales, se aprobó al fin la Constitución pro· mulgada el 5 de febrero de 1917, que constituyó una síntesis 'ic los antecedentes republicanos y liberales predominantes en Mé· xico desde la Reforma, pero también un ejemplo de una modali· dad social que, por lo que a ella se refería, quebrantaba la tradi­ción liberal en materia económico-social : el arto 123 consagró 12s "garantías sociales", al lado de las dos partes tradicionales en una Constitución: la parte dogmática de los derechos del ho", bee y la orgánica de la forma de Gobierno. La Constitución de 19]'," fué la primera en el mundo que estableció esa caractelÍstica "50'

cial", a poco imitada en otras Leyes Fundamentales.

De todo su cuerpo legal, los más importantes artículos fueron: el 3, el 5, el 24, el 27, el 115, el 123 y el 130: establecimiento de la educación laica y con exclusión de todo eclesiástico, en el articulo 3. En el 5 se siguió la tendencia anterior de prohibir las Ordenes Religiosas. En el 24 se estableció la libertad de creencias. prohi· biéndose todo acto de culto fuera de los templos o casas particu­lares. El 27 volvió en cierta manera a los conceptos eSll" ñoles del dominio del subsuelo por parte de la Nación, y consagró los principios aue harían posible la reforma agraria, a Ul1(l ue negó a la Iglesia toda capacidad para poseer bienes raíces. El 115 nU80 laB bases para el Municipio Libre. El 123 hizo posible un régimen de intervención estatal a favor de los trabajadores, para un am­I¡iente mínimo de justicia social que acabase con el desamparo en que jurídica y socialmente se encontraba el proletariado. Es· U. no fué propiamente una conquista proletaria -a pesar del establecimiento reciente de la Casa del Obrero Mundial-, sino concesión del Estado. El 130 fué una suma de todas las idear antirreligiosas existentes en el movimiento revolucionario. here­dero en este sentido de la corriente tradicional reformista deseosa

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de destruir a la Iglesia y de destruir toda vida religiosa efectiva y dinámica.

Antecedentes Antirreligiosos.

No era esto último un hecho aislado. Desde 1914 las Confe­rencias de Torreón adoptaron medidas para "corregir: castigar y cXlglr las debldas responsabllidades a los miembros del Clero Ca­tólico Romano que material e intelectualmente hubiesen ayudado a I usurpador Victoriano Huerta", lo que era una exageración por­que las "pruebas" presentadas para demostrar dicha responsabi· ildad eran una carta del Dr. Aureliano Urrutia refiriéndose al tra­bajo en favor de la paz hecho por Monseñor Mora y del Rio; otra carta del mismo prelado pidiendo que el Gobierno indemnizara a la Iglesia por haberse tomado dinero y alhajas de la catedral; y otra de Monseñor Gillow, Arzobispo de Oaxaca, pidiendo que no se removiera a un prefecto y que un juez volviera a su cargo. Sobre estas bases se erigió todo un edificio legal persecutorio aue tuvo la complacencia de los elementos protestantes de los Estados Unidos y aun del mismo Presidente Wilson. En plena era tumul­tuosa y devastadora de la revolución carrancista y villista, los obispos sufrieron atentados o salieron desterrados del país, ac­tuando con libertad sólo el de Cuernavaca dentro del dominio za­patista. Aprehensiones y fusilamientos de sacerdotes los hubo por todas partes, protanación de objetos sagrados y atentados en con­tra de religi083s.

Gobierno Carrancista.

En San Luis Potosi se autorizó la confesión sólo en articulo de muprte y a presencia de un empleado público. y en Toluca se prohibieron las mortificaciones y el ayuno ...

La Constitución de Querétaro comenzó a regir, finalmente, Ello. de mayo de 1917. Carranza abandonó sus funciones de Pri­mer J efe e investido con el carácter de Presidente de la República, se hizo cargo del Poder Ejecutivo para un cuatrienio iniciado en diciemhre de 1916. Carranza no era ya. sin embargo, el jefe in· áiscutido. Obregonistas y de otras facciones del mismo movimien~ to, veían con desafecto al antiguo Primer Jefe.

Más todavia, la aprobación final de la Constitución fué hecha con modificaciones a su primitivo plan sobre todo en los articulos 3 y 130, r azón por la cual Carranza preparó dos in,iciativas d,e re· forma para destruir en parte lo que el Congreso de Queretaro había hecho. Una y otra aparecieron en el Diario Oficial del 2} de noviembre y del 27 de diciembre de 1918. Pero el Congreso no las a probó. De hecho la persecución ' legal ~~bsistió ~iJ? aue se aplicara tampoco, siguiend_o con ello la tradiCló.n porfmsta. Un prelado canadiense, Monsenor Burke. expresó pubhcamente, tener esperanzas de que la Iglesia en México gozaría de tantas liberta­des como en su país y como en los Estados Umdos.

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hita de Paz.

UI)a vez en la Presidencia, Carranza tuvo que aplicar su enel­gía a la pacificación, no alcanzada aún por las rebeliones de zapa­tistas, villistas y felicistas. El orden constitucional t ampoco se mantuvo en todos los Estados, por las luchas políticas internas de los mismos carrancistas, como en Tamaulipas, Coahuila y Gue· r1'ero. Ante una situación hacendaria difícil, Carranza contrató un empréstito de 250 millones de pesos e impuso contribuciones a las compañías petroleras, con serias protestas de éstas y de sus Go· biernos. Internacionalmente, Carranza, aunque simpatizante de 10B Imperios Centrales durante la guerra de 1914-18, dispuso la neutralidad de México.

Villa seguía actuando en guerra de guerrillas en el norte. José Inés Chávez García, simple bandolero, asolaba Michoacán y gue · TI'illas de sublevados las había por muchos sitios. En su informe presidencial del 10. de septiembre de 1917, Carranza indicó que eri 10 Estados continuaba la alteración del orden.

Agitación electoral.

Ya desde 1918 se inició una intensa campaña política con mo­tivo de la sucesión presidencial que habría de efectuarse en 1920. Por eso en los primeros mas de 1919, Carranza publicó un Mani­fiesto a la Nación pidiendo que se aplazara toda lucha electoral a fin de mantener la paz en la República, aunque nadie hizo mayor caso. El general Alvaro Obregón, retirado a su finca de Sono:"" desde la vuelta de Carranza a México, lanzó un Manifiesto a !a República en el que, después de dar una versión simplista de la historia como simple lucha de los P artidos Liberal y Consprva ­dar, quiso explicar la situación prevaleciente en la República, ia· sinuando que Carranza no respetaría el sufragio en las inm('d:a ~ tas elecciones, y que en su régimen se encontraba gente s in mO!'n: para afirmar en seguida que se presentaba como candidato a ID Presidencia de la República, sin "compromisos de ninguna Ínuok. ni dentro ni fuera del país'.

m Plan de Agua Prieta,

Las elecciones locales de 1919 fueron de importancia [lorqu(­allí se encontraban los síntomas de las corrientes políticas. C~· ruenzó la efervescencia política y el general P ablo González fll Í> postulado como candidato a la Presidencia, surgiendo también b candidatura del Ing. Ignacio Bonillas, cuando ya Obregón había iniciado su jira política. En sus discursos, Obregón y sus parti· darios atacaron a Carranza, haciéndose tirante la situación: los c.bregonistas fueron hostilizados por elementos oficiales y los be · nillistas por los obregonistas, Así las cosas, el Gobierno del Est~· do de Sonora, en manos de don Adolfo de la Huerta se declaró en rebeldía por considerar violada la soberanía de la entined al decretar el Gobierno del centro que eran propiedad de la Nación

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las aguas del Río Sonora y mandar al general Diéguez a hacerse cargo de las fuerzas militares. Esto dió margen a notas agrias entre los dos Gobiernos, culminando con la rebeldía del Estado, que desconoció a Carranza, y dió lugar al "Plan de Agua Prieta", suscrito por el general Plutarco Elías Calles y numerosos militares y políticos el 23 de abril de 1920.

El Plan pedía el cese de Carranza en el ejercicio del Poder Ejecutivo, acusándolo de haber suspendido las garantías, querer imponer en la Presidencia al ingeniero Bonillas, atentado contra la soberanía de los Estados y "desvirtuado radicalmente la orga­nización política de la República". La rebelión contra el Presiden­te cundió pronto, con el apoyo de casi todos los gobernadores y militares, quedando el gobernador de Sonora, don Adolfo de la Huerta, como jefe del Ejército Liberal Constitucionalista. Obre­gón, que estaba en la ciudad de México, escapó rumbo a Guerrero y acusó a Carranza de haber provocado la rebeliÓn por sus actes e ntidemocráticos. El general Pablo González se sublevó también y uniendo sus fuerzas a las de Obregón, amenazó a la capital. Ca­lTanza, con algunas tropas leales salió en ferrocarril rumbo a V c­racruz, llevando armas, cañones y el tesoro de la Nación.

Hostilizada continuamente la COmitiva presidencial, -eom­puesta de más de 30 trenes- y derrotada en Aljibes, Carranza dis puso la internación en la sierra de Puebla, pero en la ranchería de Tlaxcalantongo murió el 21 de mayo de 1920 con motivo del al aque del general Rodolfo Herrero, que aparentó lealtad al Pre­,idente para mejor cumplir con sus fines.

EL DOMINIO SONORENSE.-EI día 24, mientras se ente­lTaba a Carranza, el Congreso ' de la Unión declaraba P residente Provisional al señor Adolfo de la Huerta, cuya administración se extendió hasta el 30 de noviembre del mismo año para completar ti periodo inconcluso de Carranza y convocar a elecciones.

El Presidente tenía además, por delante, la tarea difícil de la pacificación del país, a la que se entregó con ahínco ya r especto de los antiguos levantados, ya respecto del general Pablo Gon­;;a lez, sublevado en julio de 1920, ya respecto de otros nuevos re­beldes. Francisco Villa que lanzó aún nuevos ataques en Chíhua­p.ua, acabó rindiéndose a De la Huerta, quien le ofreció la Ha­cienda de Canutillo para que se dedicara a la agricultura. Desór­denes políticos locales los hubo en Tabasco, en Yucatán y en Mi­choacán, mientras en la capital había manifestaciones obreras pa­ra exigir la reglamentación del Artículo 123 de la Constitución. Tnmbién ocurrió entonces la rendición del Gral. Félix Díaz, que acabó expat riándose. Al celebrarse las elecciones, el Congr~so de­si<mó como Presidente electo al Gral. Alvaro Obregón, quien con­te';,dió contra el Ing. Alfredo Robles Domínguez.

Gobierno Obregonista.

Obregón tomó posesión del cargo ello. de diciembre de 1920,

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alcanzando su administración hasta el 30 de noviembre de 1924 Al acto de protesta asistieron representantes de los organismoR económicos del país y numerosos norteamericanos, inclusive los go· bernad9rcs de Texas y Nuevo México. La República, después de un decenio de sangre en Que murieran alre~cdor de un millón df· hombres en la violenta expresión de las pasiones revolucionarias. estaba prácticamente pacificada.

En el discurso que pronunció al inaugurarse su Gobierno_ Obregón prometió gobernar no "sólo para un partido. s ino para la nación entera", insistiendo también en la necesidad de hacer desaparecer los latifundios, creando "primero la pequeña propie­dad", pues "proceder de otro modo sería acarrear graves males al país". En su Gabinete contó con la colaboración de Calles (Go­bernación). De la Huerta (Hacienda), Ortiz Rubio (COlnnnic:,· ciones), Zubaran Campany (Industria). Estrada (Guerra). Villa­rreal (Agricultura) y Pani (Relaciones), aunque después ocurric· · ron cambios. Casi todos los países del mundo lo reconocieron, 0>:­cepto los Estados Unidos, que lo hicieron hasta más tarde.

Medidas Antieclesiásticas.

Aunque el país estaba aparentemente en paz, no faltaru.: conjura.s antiobregonistas que acabaron con aprehensiones y ft:. ­siiamientos, o simplemente asesinatos políticos como el de Lucio Blanco en junio de 1922 y el de Villa el 20 de julio ele 1923, en PalTal, Chih. El año de 1922 fue fecundo en trastornos: se su· blevó el Gral. Francisco Murguía, sin éxito, micntI·as otms jefes acusaban a los hombres de Sonora de ejercel' un monopolio )1011-tico Que a hogaba a la democracia mexicana. El 27 ele septlembn' de 1921, se conmemoró el primer centenario ele la consumación (1 ,_ la Independencia. Hubo con tal motivo grandes fiestas: pere' también el acto innoble de haber quitado el nombre de It urbidc. que fue el consumador, del recinto de la Cámara de Diputados _

Síntoma de los tiempos nuevos en materia social, el 1-' de "'a· yo de 1921 hubo Ulla manifestación obrera en la capital. ondeando la bandera l'ojinegra en la catedral metropolitana. Y como OCH~ rriera un acto seinejante en Cuernavaca, -se realizó otra mani~ festación de protesta que concluyó con muertos y heridos. To­davía dentro de la misma tendencia, el 14 de noviembre de 19~1. un individuo de la secretaría particular del Presidente hizo esta lln!­una bomba al pie del altar de la Virgen de Guacblupe. aunque' la imagen no fue alcanzada. Otras bombas estallal'On en ¡-J C

Arzobispados de México y Guadalajara, produciéndose tumulto,­con muertos y heridos al protestarse en Morclie. por haberse he· cho ondear una bandera rojinegra en 1ft. cated ral. Dos aúos má ;-.; tarde, en 1923, Obregón di spuso se expulsara a l Delegado Apos­tólico, Monseñor Filippi, como extranjero pernicioso por ha bo bendecido la primera piedra del -monumento a Cristo en el cer .. " del Cubilete. Fue una agitadora española, Belén ZárraO'a, quien hizo la petición al Gobierno, prontamente a tendida. El "Carden:'¡

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Gasparri, Secretario de Estado del Vaticano, pidió que se suspen­diera la orden, pero el Presidente la ratificó invocando la legis­lación revolucionaria. No fue éste un hecho único. En octubre d~ 1924, Y a propósito del Congreso Eucarístico Nacional celebrado en la ciudad de México, se consignaron los actos religiosos a la Procuraduría, "a efect.o de que, con toda diligencia y energía" se procediese "en contra de los responsables". Los empleados ofi­ciales que tomaron parte en los actos públicos fueron cesados, los habitantes que adornaron sus casas, debieron ser castigados ... aunque uno de los jueces de Nuevo León se declaró incompetente pora meter en la cárcel a los 80 mil habitantes de Monterrey ..

¿Era Obregón un perseguidor s istemático? "Sin ser generoso, ~il'! ser perverso, escribió Pereyra de él, su acción se traducía por impulsos momentáneos. Mataba y perseguía por odio relampa· gueante, [lar envidia, por vanidad, y hasta por buen humor".

Por su importancia cabe subrayar la creación del ministerio de Educación Pública, encomendado al Lic. J osé Vasconcelos, Re,,­tor de la Universidad Nacional, quien desplegó una fecunda obra de divulgación educativa, sobre todo de carácter popular.

Para el areglo de la Deuda Exterior, el ministro De la Huerta iinnó el Convenio De la Huerta·Lamont, por el que se redujo aQue­ll a a 400 millones de pesos mexicanos, diferidos durante 40 años. Corresponde a la época el inicio de la discusión sobre el Banco Unico de Emisión, al tiempo de celebrarse pláticas entre repre­sentantes de los Gobiernos de México y Estados Unidos, las cua· !c~ concluyeron con la aprobación de los "Tratados de Eucareli", de 1" de febrero de 1924, en ios que se hicieron concesiones anti­constitucionales a los súbditos norteamericanos, en materia agra~ ría y de petróleos, situándolos en condición de privilegio al no apli­cárseles en principio el Artículo 27. El Gobierno sólo era cscru­¡'uloso para aplicar todo el rigor de la Constitución a los católicos. Naturalmente, no podía faltar la página sangrienta: la oposicióll de a lgunos legisladores a dichos Tratados, llevó al asesinato del st'nador Field Jurado y al plagio de sus colegas Del Castillo, Treja y Vázquez.

Rehelión Delahuertista.

Al acercarse la contienda electoral, actuaban varios Par­tidos en el horizonte nacional: y tres candidatos comenzaron a perf il arse como aspirantes a la Presidencia: Plutarco EIías Ca­lles, Adolfo de la Huerta y Angel Flores. Diversas maniobras oficiales dieron lugar a que se temiese la imposición de Calles -que al fin fue designado Presidente electo-:- surgiendo una rebelión encabezada por De la Huerta, extendIda por toda la República en contra del Presidente Obregón, c?ntando ca,: la ro".itad de Ejército. Los generales Guadalupe Sanchez, Enrlque Estrada Manuel M. Diéguez, Manuel Garda Cavazos, Fortuna­to May~otte, Manuel García Vigil, se sublevaron por el occi-

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dente, el centro, el oriente y el sureste de México. El gobernador socialista de Yucatán, Felipe Carrillo Puerto, fue fusilado en Mé­Iida por los delahuertistas. De la Huerta estableció su Gobierno en Veracruz, llegando a contar los rebeldes por todo el país con 60 mil hombres, pero faltos de coordinación fueron derrotados por el Gral. Amaro en Ocotlán, Jal. y por el Gral. Eugenio Mar­tinez en Esperanza, Veracruz, alcanzando otras victorias que cü­rrientemente acabaron con el fusilamiento de los jefes rebeldes.

Administración rle Calles.

El 19 de diciembre de 1924, ante 40 mil personas a quienes ~e congregó en el Estadio Nacional, tomó posesión de la Presidencia de la República el general Plutarco Elías Calles. vencida la rebe· líón delahuertista

Desde los primeros tiempos hubo asonadas y rebeliones en (1i­versas partes, mientras se efectuaban las plát icas para las recla­maciones de los ciudadanos norteamericanos, con motivo de los Tratados de Bucareli. Deseando una reorganización económica de su régimen, Calles puso en práctica el proyecto del Banco de Mé· xico, como banco único de emisión y base de todo el sistema ban­cario, impulsando el regadío de la tierra con el establecimiento de la Comísión Nacional de Irrigación. Otras instituciones más se agTegaron a ellas, dentro de la misma tendcncia: el Banco de Crédito Agrario y el Banco de Cooperativa Agrícola. Febrilmente se trabajó en otros aspectos de índole material, tendiéndose nue­"as líneas telefónicas y abriéndose nuevas carreteras. Varios Con­gresos se efectuaron en la capital, como el Fiscal y el de Correos. se introdujeron nuevos ejemplares de ganado fino; se inaugur a¡·on varias escuelas agrícolas e industriales y se dictó !a primera Ley de Pensiones Civiles.

El Problema Religioso.

Consciente de necesitar de una fuerza organizada que fuese el instrumento político de su régimen, Calles continuó dando Rti

apoyo decidido a Luis N. Morones y a la CROM con su Putido Laborista Mexicano, que ayudara a establecer varios años antes inaugurando la política de los partidos oficiales ]la ra resoh 'cr qué funcionarios deberían ocupar los puestos de elección, haciendo con dio imposible toda contienda democrática equilibrada. 11ás todo.­vía, Calles, carente de flexión política, torvo en su intolerancia. feroz per::;eguidor con IIel físico del oficio", planteó con violen ci::~ el problema religioso.

Los hechos se sucedieron concatenadamente : Dos sacerdotes suspendidos en sus funciones, - Joaquín J os~'

Pérez y Manuel Monjes-, directores de la Iglesia Cismáti ~a :Mo­xicana, se apoderaron del templo de la Soledad en México para establecer un culto, que tenía la complacencia del régimen para destruir a la Iglesia Católica con otra iglesia. El hecho no fue único

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porque un poco más tarde, tomándose pie en unas declaraciones del Arzobispo de México, Monseñor Mora y del Río, a "mi Unj­"ersal", donde manifestara -4 de febrero de 1926- su desacuerdo con las disposiciones persecutorias de la Constitución, fue consig­nado a la Procuraduría General de la República por el Gobernador de Veracruz, Adalberto Tejeda. El Gobierno dispuso en seguida la clausura de todos los establecimientos del culto católico y la ex­pulsión de 200 sacerdotes extranjeros en el mismo mes. El cierre de los templos originó protestas de los fieles, disueltas violenta­mente por la policía montada y por los bomberos. Las medidas unti eclesiásticas se extendieron a toda la República, con la reac­ción consiguiente que dió lugar a la consignación de algunos pre· lados como el enérgico obispo de Huejutla, Monseñor José de J e· sús Manríquez y Zárate, expulsándose al Delegado Apostólico, Monseñor Jorge José Caruna.

SusJlensión de Cultos.

El 14 de junio, se promulgaron las reformas al Código Pe­nal estableciendo penas severas a quienes violasen las leyes an­tieclesiásticas. A partir de! 31 de julio en que entraron en vigor, la policía se dedicó a cerrar conventos, escuelas y asilos católicos, c" teando las casas donde se presumía se celebraban actos religio .. sos. Todo sacerdote debía registrarse en el Gobierno, prescindiendo del obispo. En vista de tales hechos se formó la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa; se decretaron boicots y se multiplicaron, por parte del Gobierno, las aprehensiones. El 31 de julio, el Epi,copado Mexicano publicó una Carta Pastoral anUJ'­ciando la suspensión de cultos: "En la imposibilidad de continuai' eJerciendo el Ministerio sagrado según las condiciones impuestaR por el decreto, después de haber consultado con Su Santidad Pío XI y obtenido su aprobación, ordenamos que desde el día treintR y uno de julio, hasta que dispongamos otra cosa, se suspender;' en todos los templos de la República, el culto público". El Gobier­no lanzó a la CROM contra los católicos, en un desesperado es­í uerzo por dar la impresión de populares a las medidas antiecle· ,,iást icas. En ei Teatro Esperanza Iris, José Manuel Puig Casauranc v Luis N. Morones, instrumentos del callismo, sostuvieron ardo­l'osas polémicas contra los directivos católicos René Capistrán Garza .v Luis Miel' Terán. El Episcopado insistió en que su acti· tud no era de r ebeldía al Gobierno sino de inconformidad con de­ttrminados artículoR constitucionales! cuya refonna buscaba. Ca· Hes contestó diciendo que la reforma debía ser pedid ~ al Congresú ,k l ~ Unión, y con tal motivo se reunieron 2 millones de firmaR pa:l'a pedir la modificación constitucional. En cualquier país de­mocrá tico, el respeto a los derechos de esas 2 millones de perse.­nas habría obligado a la modificación de las leyes. En México no. 'j~ i Congreso. que de ninguna manera quería acceder a la pet!ción )opular, porqu~ ésta contrariaba la voluntad del dictador, se negó

dar curso a la iniciativa. Agotado~ los m'?dios pacíficos, visto el desprecio gubern .:¡ ·

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mental para las demandas presentadas leg8.lmente, comenzaron a surgir por diversas partes grupos de individuos que, ya perte­necientes a la Unión Popular de Jalisco y a la Asociación Cató· Iica de la Juventud Mexicana. -con la destacada figura de Ana· c1eto González Flores-, y a la Liga Nacional Defensora de la Li· bertad Religiosa, quisieron romper con el régimen por medio de la, armas. Así surgió la "lucha cristera" que se prolongó hasta 1929, especialmente en Jalisco, Colima, Zacatecas, Guanajuato y Michoa­cán. Se expulsó a los prelados y se aprehendió a muchos sacerdotes y seglares, teniendo la guerra caracteres de gran violenCia.

Pugna electoral y atentados.

La situación política se complicó en 1926 al reformarse 1" Constitución para hacer posible la reelección presidencial por un a sola vez, y se complicó también con la rebelión de los indios yaquic de Sonora, que obligó a concentrar fuerzas para combatirlos. El 26 de junio de 1927, Obregón aceptó volver a la política figurand u como candidato a la Presidencia, motivando gran división entrc' los revolucionarios. Muchos de éstos reorganizaron el Partido Na· cional Antirreeleccionista y ofrecieron la candidatura pregjdencia i a los generales Arnulfo R. Gómez y Francisco Serrano. La tlrantee. la oposición, se convirtió en rebeldía contra Calles y Obregón. po r acusarse a l primero de querer imponer al segundo. El genera l Se· rrano y 13 acompañan tes fueron aprehendidos cerca de CUerna· vaca, y sin formación de juicio asesinados en Huitzilac. Otros je o

fes militares fueron aprehendidos y fusilados. Amulfo R Góm'-'" fue tomado prisionero y fusilado también.

En este clima de pugna y de sangre, el l' de noviembre de 1927 Obregón fue objeto de un atentado en Chapultepec , a rtT · jándosele una bomba, que no lesionó a nadie. Hechas algunas ;n­vcstigaciones, se aprehendió al Padre Miguel Agustín Pro, a su hermano Humberto, al Ing. Luis Segura Vilchis y al obrero Juan Tirado. Algunos de ellos sí habían participado en el atentad n c-! Padre Pro, no. Pero a ninguno se procesó. Calles, el celoso defen· sor de la legalidad, los fusiló simplemente en la Inspección de' Policía de la que era jefe el general Roberto Cruz. Otras bomba~ estallaron en la Cámara de Diputados y en lID centro Dolíticn ebregonista. .

EL JEFE MAXIMO.-AI verificarse las elecciones, el cau · didato único, general Obregón, resultó triunfante. Pero no oClm" el puesto: J osé de León Toral le dió muerte el 17 de iulio de 1027 en el restaurante La Bombilla. En vista de ello, el Congreso d,,·· signó P residente Provisional al Lic. Emilio Portes Gil para ocu­par el cargo del 1" de diciembre de 1928 a l 5 de f ebrero de 1930. Verificado el jurado popular correspondiente, León Toral fu~ fusilado y a lgunas otras personas conden adas a varios años d, prisión, incluso la Abadesa Concepción Acevedo y de la ·Llata.

Durante la gestión presidencial de Portes Gil, y a inici~t i v"

. - J.I;¡

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de Calles, se. organizó el Partido Nacional Revolucionario que ha­bría de ser el organismo de dominio del Gobierno en matería cí­vica, . t;eniendo a su cargo el ejercicio de la política bajo la ins· plrac~?n guber!,amental en todas las actividades públicas. Fue tamble? en su epoca cuando desaparecieron los Jurados Populares, sustItUIdos por las Cortes Penales y se dieron disposiciones en materia de trabajo.

En el ambiente general político, se perfilaron pronto varias c"ndidaturas para las elecciones presidenciales: la del Lic. Aarón Sáenz, G<>bernador de Nuevo León; la del Ing. Pascual Ortiz Ru­bio, y la del Lic. José Vasconcelos. En marzo de 1929, el PNR ce­lehró su Convención, designándose candidato a Ortiz Rubio y se­parándose Sáenz. Pero la guerra civil impidió que los trabajos se llevasen pacíficamente: en varios E stados estalló la rebelión eu­cabe~ por el general José G<>nzalo Escobar, quien contó sobre todo en el norte, con la colaboración de los generales Manzo, To­pete, . Caraveo, !turbe, Cruz, Palomera López y otros. La rebelión cristera seguía por su parte en ese punto neutro en que ni los in­surrectos -dirigidos por el Gral. Enrique Gorostieta- lograban destruir al G<>bierno, ni éste a aquéllos, pese a la acumulación de materiales bélicos y de tropas federales . La rebelión escobarista, sin mayor consistencia, se esfumó ante el ataque dirigido por las fuerzas oficiales,con la correspondiente sucesión de fusilamientos.

Reanudación del Culto.

En la-s últimas etapas del Gobierno de Portes Gil, comen­lando unas palabras de éste, el Sr. Arzobispo Leopoldo Ruiz y Flores manifestó a la prensa norteamericana: "El cOnflicto reli­gioso en México no fue motivado por ninguna causa que no pueda ser corregida por hombres de buena voluntad. Como una prueba de buena voluntad, las palabras del Presidente Portes Gil son de mucha importancia. La Iglesia y sus ministros están preparado, para cooperar con él en todo esfuerzo justo y moral para el me­joramiento del pueblo mexicano ... " Esto hizo posible una entre­vista entre Portes Gil y los prelados don Pascual Díaz y don Loo· poldo Ruiz y Flores, que puso término a la guerra --con la me­diación del embajador norteamericano Dwight Morrow- al es­tablecer un modus vivendi que permitió la reanudación del culte, que fue recibido con gran júbilo. El 21 de junio de 1929, el con­flicto estaba oficialmente terminado. Aunque Portes Gil empeñó su palabra de devolver todos los edificios religiosos, no cumplió íntegramente. Peor aún, no pocos f'cristeros" acogidos a la amnlB­tía, fueron asesinados.

Medidas Legales.

La guerra había cesado. ¿Pero hahía cesado la persecución? Las leyes no fueron modificadas. Y el 27 de ju!io de 1929, ante un grupo de masones reunidos para celebrar la fIesta del solstICIO de verano, PorteR Gil expresó: "Mientras esté yo en el gobierno.

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ante la masoneria yo protesto que seré celoso de que las leyes de México, las leyes con~titucionales que garantizan plenamente la conciencia libre, pero que someten a los ministros de las religio­nes a un régimen determinado ; yo protesto, digo, ante la maso­nena, que mientras yo esté en el gobierno se cumplirá estricta­mente con la legislación".

Este fue el anuncio para un recrudecimiento de la persecu­ción legal en los siguientes años, a través de la obra legislativa en los Estados : casi todos modificaron sus disposiciones sobre el culto, agravándolas. En Yucatán se dispuso que sólo podna habel" 9 sacerdotes. en Tabasco se prescribió que para ejercer el minis­terio sacerdotal se necesitaba ser tabasqueño, mayor de 40 años. de buenos antecedentes de moralidad y ... casado. En Chihuahua. sólo un sacerdote podía haber. En Chiapas, la Ley de Prevención Social decretó considerar como malvivientes, a los sacerdotes Shl autorización legal y a las personas que enseñasen "dogmas reli· giosos a la niñez".

La Santa Sede, para hacer frente a la descristianizaci6n pro­gresiva, dispuso el establecimiento en México de la Acci6n Cató­lica o apostolado de los seglares, quedando afirmada su existen­cia el 25 de diciembre de J 929. El Arzobispo don Pascual Díaz fue su primer Director Pontificio, y don Luis G. Bustos, el PreAi­dente de la Junta Organizadora.

El Vasconcelismo.

Otro conflicto que tuvo en su Gobierno Portes Gil fue el de la huelga de los estudiantes universitarios, que concluy6 con la autonomía de la Casa de Estudios. Elementos universitarios fue ­ron precisamente muchos de los que sostuvieron la ardorosa cam­paña polltica en favor del Lic. Vasconcelos, que se volvi6 enconad" por la presi6n oficial a favor de Ortiz Rubio. con saldo de muertos y heridos en número apreciable ~ sólo en Topilejo , D. F .. fueron ahorcados un centenar de vasconcelistas acusados de sediciosos. Al verificarse las elecciones, se declar6 que el t riunfante habia sido el Ing. Pascual Ortiz Rubio. pero in conforme Vasconcelos, lansó un Manifiesto a la Nación desconociendo al Gobierno, aun­que a la postre salió expatriado a otros países de América.

Portes Gil, favorecedor de la Asociación Nacional de Pro­tección a la Infancia, del riego en el país, fomentó t ambién las campañas contra el pinto y el alcoholismo. Prefería, en ciertas ocasiones, brindar con agua. En materia agraria, dispuso el reparto de tierras a más de 70,000 ejidatarios, dejando al final de .u Gobierno un margen de 20 millones de pesos de superávit.

La Administración de Ortiz Rubio.

El 5 de febrero de 1930, el Ing. Pascual Ortiz Rubio tomó posesión de la Presidencia de la República. Ese mismo dla fue

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objeto de un atentado por parte de Daniel Flores, del quc sólu salió lesionado levemente.

Ortiz Rubio tenía como Secretario de Gobernación a Portes Gii, pero a l"s sesiones del Gabinete asistía el general Calles, cali­ficado de J efe Máximo de la Revolución y verdadero director de la política nacional en todos esos años. Remociones y renuncías comenzaron pronto dentro de la administración pública. Todos esos cambios eran sintomáticos de la falta de dirección efectiva del Presidente, cuya fuerza se veía opacada por la del Jefe Máxi­mo. El atentado contra Ortiz Rubio se pensó que había sido ma­quinado por los católicos, y aunque no se probó nada, se pusieron tirantes las condiciones, llevándose a cabo una violenta y san­grienta persecución en el Estado de Veracruz. Así mismo, como se desplegó fastuosidad con motivo de las fiestas del IV Centena­rio de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, los le­gisladores se consideraron en la obligación de protestar contra el clero. Los empleados públicos que asistieron a las ceremonias re· lig iosas fueron cesados.

Presidencia de Rodríguez.

Dentro de un ambiente tirante, de titubeo y desasosiego polí­ticos, el Presidente leyó su último informe ello. de septiembre de 1932, renunciando al día siguiente. Con tal motivo, el Congresu designó Presidente Provisional al Gral. Abelardo L. Rodríguez. para completar el período del Ing. Ortiz Rubio.

De frente a su labor administrativa, Rodríguez llevó a cabo reorganizaciones en la estructura gubernamental, creando nue­vas Secretarías y dependencias oficiales. Pudo mantenerse dentro de su puesto en una República prácticamente pacificada y con rc­laciones normales en lo internacional, pero los recientes atentados a la libertad relig iosa dieron lugar a que Su Santidad Pío XI pu· blicase la Encíclica "Acerba Animi", condenando las leyes perseo cutorias, base de dichos atentados. Rodríguez contestó a la Encí· clica expulsando al Delegado Apostólico Monseñor Leopoldo Ruiz l' Flores.

Nuevamente la sombra del Jefe Máximo se cernía. F:l Gral. CaIles, dentro o fuera del Gabinete, era la fuerza impulsora, la fuente de la dinámica gubernamental. En cuanto a sus principales actividades públicas, cabe recordar, respecto de Rodríguez, el re· parto de 80,000 hectáreas, el conflicto por la "educación sexual" del Secretario de Educación, Lic. Narciso Bassols; el estableci­miento de la Ley del Servicio Civil y las disposiciones relativas al salario mínimo. Al acercarse las elecciones, el PNR formuló su lIJan de Gobierno para seis años o Plan Sexenal y designó com0 candidato a la PresidEncia al general -Lázaro Cárdenas.

La Educación Socialista.

Calles, el Hombre Fuerte- de México, segu!'o aún <le su potcs-

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tad, pronunció en Guadalajara un discurso el 20 de julio de 1934, ~e1 "grito de Guadalajara"- en el que dijo: "Es necesario que e1tremos al nuevo período de la Revolución, al que yo llamada el periodo de la revolución psicológica o de conquista espiritu,¡: debemos entrar en ese período y apoderarnos de las conciencias dE la niñez y de la juventud, porque la juventud y la niñez son y deben pertenecer a la Revolución. Es absolutamente necesario desalojar al enemigo de esa trinchera, y debemos asaltada con decisión, porque ahí está la clerecía: me refiero a la educación. me refiero a la escuela".

El Congreso de la Unión, consecuente con sus principios y sus directrices, aprobó la reforma al artículo 3' de la Constitnción. estableciendo la "educación socialista", cuya finalidad, según los considerandos, era la de "arrancar definitivamente a la niñez y .iu­véntud de las manos del clero", debiendo destruir los dogmas re· ligiosos "mediante la verdad científica". Cárdenas, el candidato oficial, ya se había manifestado conforme con ello desde varios años antes como Gobernador de Michoacán. A través de libros v folletos impre~os en México, se hizo profusa propaganda nntié­c1esiástica en el extranjero, buscando el desprestigio del clero me· xicano. Periódicos de caricaturas como "Cristo Rey" e IlTzouicr­das", se distinguían bajo el patrocinio oficial en su labor de burla y escarnio.

CARDENISMO y "UNIDAD NACIONAL".- En la ma­ñana del 30 de noviembre de 1935, el Gral. Lázaro Cárdenas rinrlié la protesta come Presidente de la Repúbli ca en el E stadio Na­cional.

En los primeros años de su Gobierno, la influencia callist" se tradujo en la presencia por mitad de fi eles del Jefe Máximo. frente a otra mitad de cardenistas. Fué una época de exacerba­ción rabiosa de ciertos grupos de izauierda, cuando el Secretario de Comunicaciones, Lic. Tomás Garrido Canabal. favorecía las de­predaciones de fanáticos llamados "camisas rO.ias", cuyo pasacl o en su entidad tenia la huella de la violencia. El 30 de diciembre de 1934 balacearon a los fieles que salían de oír misa en la parroquia de Coyoacán, muriendo cinco personas y resultando heridas mu­chas más. Cárdenas tuvo que desprenderse de Garrido Cannbal y de los demás callistas, al poner 'término a la dictadura del ant.iguo Comisario de Agua Prieta con la expulsión dictada en contra de este: iba a crear su propiá fuerza y su propia tendencia extre­mista. Sin modificarse los principios, iban a cambiarse los perso· najes.

Problemas Políticos.

Atravesando la República por todas sus partes, Cárdenas, ca­lificado por sus partidarios como "el agitador número uno", acp­leró sin sentido técnico ni equilibrio económico-social, el reparto de la tierra en un sentido colectivista, sin perjuicio de sujetar a

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las masas campesinas, a través de la fuerza potitica, a los dictados del propio Gobierno, que siguió además ejerciendo dominio sobre el crédito para el campo a través de los Bancos Ejidal y Agricola. El latifundismo quedó casi extinguido: si en 1910 hubo 59,148 predios consistentes sobre todo en grandes ranchos y haciendas al lado de ejidos; en 1940 la tierra estaba dividida en 1.233,609 predios, básicamente ejidos, al lado de pequeñas propiedades. Con este motivo , la producción se resintió de tal estado de cosas, no tanto por el reparto mismo, cuanto por la desorbitada manera de hacerlo; como se resintió también la producción industrial por las incesantes huelgas y agitaciones sindicales: el Gobierno protegió especialmente el desarrollo de la Confederación de Trabajadores <.le México, con la participación del Lic. Vicente Lombardo Toleda­no, modificando en seguida al Partido Nacional Revolucionario pura convertirlo en el Partido de la Revolución Mexicana con una orientación clasista al modo soviético.

La escuela socialista fué el vehículo de la propaganda guber­namental que hizo de los planes de estudio, de los textos y hasta oc los cantos, otros t antos instrumentos ¡Jara la difusión de la. icleas comunistas. Los niños de México aprendieron a cantar la Internacional, tanto como el Himno del país. Lo que no impidió que luchando varias facciones revolucionarias entre sí, hubiese 2" gitación electoral en varios Estados, con hechos de violencia co­mo el de la contienda cívica en Veracruz, uno de cuyos candidatos a la gubernatura, Manlio Fabio Altamirano resultó asesinado. A ello se agregaron los conflictos entre comunistas y camisas dora.­das y la decidida colaboración al Gobierno republicano de España. cme acabó traduciéndose en la entrega de armas y en la posterior acogida de va ríos miles de refugiados republicanos. Como reac­ción a las prédicas socialistas, no pocos maestros rurales fueron a su vez objetos de violencia en Jalisco.

F~"propiaciones.

Hecho saliente en el Gobierno de Cárdenas, impulsor de ca­p 'eteras y de obras de riego, fué la Ley de Expropiación de no­"iembre de 1936, que hizo posible la nacionalización de los Ferre · carriles Nacionales de México el 23 de junio de 1937, y la naciona­lización de los bienes petroleros el -18 de marzo de 1938. Este úl­timo h echo llevó al rompimiento de relaciones diplomáticas con In glaterra y a la existencia de un serio boicot contra los produc­las de la naciente empresa nacionalizada, por parte de las antiguas compañías. Al año siguiente, en 1938, el ex Secretario de. Agri­cI11tura, Gral. Saturnino Cedilla, embarcado en una rebehon que no tuvo mayor alcance, murió en combate -el 11 de enero de 1939-- sostenido contra las tropas federales.

Dura Lucha Política·.

Los dos últimos años de su administración, Cárdenas los pasó

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en bl!ena parte fuera de la capital, recorriendo la República. Ei año de 1939 fué de gran convulsión politica; varias personas lan-7.aron su candidatura a la Presidencia de la República, pero ai final quedaron sólo tres contendientes: el general Juan Andreu A1mnzán, candidato independiente; el Gral. Rafael Sánchez Tapia. y el general Manuel Avila Camacho, candidato oficial. Toda la maquinaria y el poder oficiales se desplegaron a favor de éste úl­timo, llevándose a cabo verdaderos atentados contra los ·partida­rios del principal candidato rival, que fué Almazán. Una gran Dlasa de la opinión pública de todos los grupos sociales se desbor· dó a favor de la candidatura almazanista, coincidiendo con la apa­rición del Partido "Acción Nacional", del que fué primer presi . dente el Lic. Manuel Gómez Morín. Poco antes apareció, en 1937, la Unión Nacional Sinarquista, en el marco del pensamiento no­cial cristiano, alcanzando impresionante desarrollo entre el ele­mento campesino en el centro y en el occidente de la República . Objeto de una cruel persecución oficial, el Sinarquismo tuvo por fundadores a José Antonio Urquiza, Manuel Zermeño, Salvador Abascal y José Trueba Olivares. Las elecciones del 7 de julio de 1940 fueron notablemente sangrientas, con centenares de muel'­tos y heridos por la represión cardenista.

En un ambiente tenso, Almazán salió del pa[s, y ditigió a éste un mensaje desde La Habana. Todo hacia prever que esta· liaría una revolución más, llegando incluso a establecerse un Congreso distinto del oficial , pero éste, dominado por el Gobiern o. declaró electo al Gral. Manuel Avila Camacho para ocupar la Pri­mera Magistratura a partir del 10. de diciembre de 19-10. El 20 de noviembre, Almazán manifestó que renunciaba a la Presiden­cia de la República.

Presidencia de Avila Camacho.

Avila Camacho desarrolló una politica que quiso ser de COll­

ciliación y de "unidad nacional", aunque esta unidad fué Sólo de los elementos revolucionarios. Creó la Secretaria del Trabajo, es· tableció la inamovilidad judicial y dispuso que no interviniese" más los soldados como fuerza poJltica. Queriendo impulsar la eco­nomía agrícola, aumentó el presupuesto para las obras de rie~o. y contó con el impulso decidido de su Secretario de Edu~.ación. Jaime Torres Bodet, para la Campaña contra el Analfabetismo que se quiso hacer extensiva a toda la República, dando también im­pulso a la obra de construcción de escuelas. Miles de iletrados llegaron entonces a conocer los rudimentos de la cultura; en tantu se modificaba el Artículo 30. manteniendo el monopolio estatal de la educación, pero diciendo orientar la instrucción en un sentid" de solidaridad social y democrática.

Todo ésto sin perjuicio del impulso a las carreteras y caminos vecinales y a otras obras públicas. Durante su administración, v como consecuencia del hundimiento de varios barcos petrolero's mexicanos, el general Manuel Avila Camacho declaró el estado de

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guerrl!- a las potencias del Eje, participando nuestro país en el conflicto armado lo mismo a través del Escuadrón 201 de la fuer­za Aérea Mexicana, que a través de los miles de mexicanos alista­dns en las filas de los aliados. Concluída la guerra, México aue,Jó como elemento integrante de las Naciones Unidas, continuando co­mo elemento activo, así mismo, de la Organización de Estados Americanos.

AJ calificarse las elecciones de 1945, en que contendieron 10b

l.ics. Ezequiel PadiUa y Miguel Alemán, se declaró Presidente electo a este último, ex Secretario de Gobernación del Presidente Avila Camacho, quien gobernó hasta ello. de diciembre de 1952.

CONCLUSIONES

-El despertar cívico a principios del siglo x.."\':, urgido por me­:dcanos de diversas tendencias, encontró oportunidad de des­bordarse tras las declaraciones del Gral. Díuz a Creelman. El dictador se cm.!lcñó. 51n embargo, en ~er Presidente para el período l!llO-l!ll6, !lero fué derrocado por la rebelión en­cabezada !l0r Madero.

2 . -Trn..'" el interinato de De b . Barra, l\ladero salió electo Presi. dente, ejerciendo el cargo dentro de gran agitación política que acabó en 1913 con la rebelión de Díaz y Reyes y con el cuartelaw de Huerta. Est<l mantuvo el noder mediante el nso excesivo de I? fllCrzf'.. -

~. -Carranza. rebelado contra Huerta, dirigió la revolución cons­titueionallsta (lue contó con el anovo tácito o expreso del Pre­sidente lVilsOO. derrotando al fin' al régimen huertista. En 1916 se preparó la Constitución de Q,uerétaro, que introdujo lA novedad de las "p.:arantías sociales" y redobló la persecu­ción legal contrn I~, Iglesia .

. -Rivales de Carranza, ViUa y Zapata lucharon contra él y fa­vorecieron 1ft, Convención, alUlf!ue sin coordinar sus fuerza.'i. Vencidos ambos., Carranza, como Presidente, l!uiso imponer al Ing. Bonillas y fué destruido !l0r los militares del Plan de Agua Prieta.

;" -De la Huerta inició la. etapa sonorense, seguido por Obrególl y CaUes, I!"e alternaron el im!,ulso a las medidas de progrer,o material, con la persecución religiosa, extremada en tiempos del !!egundo hasta darse lugar a la "guerra cristera".

G ,--Obregón ,!uiso reelegirse, !Jero acabó siendo asesinado. Portes Gil ,!uedó en su lugar, poniéndose término a la guerra religio­sa. Se designó Pi-esidente al Ing. Pa.scual Ortiz Rubio, quien

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no concluyó 8U periodo, 8uplléndolo el Gral. Abelardo L. Ro· drIguez.

, .-Este entregó el poder al Gral. Lázaro Cárdenas, hombre de extrema izquierda, quien fué sucedido por el Gral. Manuel AvUa Camacho, cuyo régimen se caracterizó por su modera· ción. Al concluir su periodo, fué deslguBdo Presidente el Lic. Miguel Alemán.

LECTURAS

TIWZO DEL PLAN DE AYALA

70.-En virtud de (lile la úlHlul,sa, mayoría de los pueblos y ciuda­dallOs mexicanos 110 son m ás dltCl1 0s que del ferren o (jUC pisoll, sufrir/!­do los han'ores de la miseria sin poder mejorar en 11arla .su cU l1d,jci(;1/ sncial ni poder ded-icarse a· la; ill<lustria o {1. la a!Jr¡cllltunt~ ]Jor 0,,/(/1' monopolizadas en unas c¡wlzias mallos las ticrra.s, montes y agllas: !) ,,"

esta causa se expropiarán, previa úlflcm.nizac1ól1, de la tercera }Jarle d( esos monopolios a los poderosos propietarios de ellos, {1 j iu de qu e 1" .,.

1)1wblos y ciudada'nos de MéxicO obtengan ejidos, cnlmdas. fu,ndos 1t;­!Jales para pueblos o campos de sembradura. o de labor !I Sf mejore ,' 11.

f·)do y para todo la- falta de prospcridad !J [¡icllcsfaT de los ¡¡¡CriCQI!/I,\ ,

BO.-Los Ita ccmlodos, científt'cos o caciques qu e st: u{Jo/!{Ja,n dirn: ta o indirectamente al presente Plan, se nacionalizarán sus bienes 11 la~ dos terceras pal'tes que a. ellos les c orresponda,n, sc destinarán para iJ~­dcnmizaciones de guerra, pensiones de viudas JI hllérfol1o ... de las l'Í/: ·

timas que sucumban et!. la, lucha del p l'cscntr PlalL

SELECCION DE LA CARTA APOSTOLICA "FlltMISSli\LUI CONSTANTIAN" A LOS OBISPOS MEX¡r,A NOS

Nos es lH1lfl conocida y para Nucstm Co/'a~ón Paternal {/ran 111 0 11"

'L'O de consuelo, t:ucstra constmncia .. la de Pllcstros sacerdotes y la d o: la mayor parte de los fieles mexicanos en profesar ardientemellte la f( ('A:tólica, y en res1'stir a la-s imposiciones de a.qllellas {Jite, ·i[lllorando la d'lvi'na excelencia de la religión. de Jesllcn'sto y conoeiél/dola a tl"(I 'V'~.s de las ca-lumm·as de su.s en.emigos, se e1lgañan creyendo no poder haur reformas {at'otables al pueblo si no es combatiendo la ,-eligi6n de la gran mayoría.. .. y precisamente para reavivar vuestra confianza cu el auxilio divino y para animaros a continua.r en la prá.ctica de UlI'i

vida crútiana y fervorosa, os dirigimos esta carta, y Nos valemos tl¿ esta oca,sión para. recordaros cómo, en las actlta·les dilíciles circunsian.

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(~.sJ los medios más eficaces para una restauración cristiana S01l, tamo ;'ii" entre ,'o,otros, antes de todo la santidad de los sacerdotes, '!I en sogundo lugar una [ormaci6n de los seglares ta" apta y cuidadosa que los haga ropa ces de cooperar ["'dllo,amen te al apostolado jerárquico, cosa tanto más necesaria en México cuanto más lo exigen la extensión d" su territorio y I(M demás circ""stancWS del país, a todos conocidas, . "hi te los graves problemas de México 1U) puede decirse que la A.cc1Qn Católica ocu.pe un l'/toar de secundaria importancia; y por tanto, .~; ('sta Institución, que es ed1I.Cadora de las conciencias y formadora de las cualidades mOTl!les, fue se de algún modo posp'1lesta a otra obra cx ftínseca de c·ualqw'era especie, aunque se tratase de defender la 7,C·

ccsan'a libertad "eU[J1'osa 11 cit.;il, se ~'ncurrirá en una dolorosa ofusca· (.'ió?l J po·rquc la. saluación de México, como la de toda sociedad humafta, odú anle todo cn la eterna e inmutable docfdna eva1tgilica y en lo prúctica si-ncc-rn de la moral cristiana,

(Pap" l'fo Xl, 28 de mano de 1937).

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CONSIDERACION FINAL

A mitad del si¡¡lo, ~Iéxico presenta una IlerS?nalid~ in~crDa·

(',ionul IJropuh En el marco de su extenslOll territorial de 1.963,390 Idlómetros cuadrados, una población con ",,\ice,·

de natalidad aseendent<lS, marcó en 1950 la presencia de 25.769,H;;O habitantes, cuya heterogeneidad racial arrancada de tIempos de In Colonia, en la variada jerarquia que va de los pequeños nÍlel,·oó de mulat.os v zambos en algullos sitios. a la. de los criollos, presen­ta, sin embal'go, el dato mayoritario de una población mestiza qne va dando la fisonomía hnmana del mexicano. Intraverlido en el <,cntro, extravertido en las costas y en el norte, el mexicano (le mediados del siglo es aún presa de hondos, de profundos d"sniwles ",.ciales. Sólo el treinta por cientn de su poblaeión es econtÍmil'a­niente activa, y es deprimente aún la cifra de quienes no gozan siquiera "de aquel minimo de bienestar indispensable para eonS('r­var la dignidad humana", como dolorosamente lo recordara sa Su Santidad Pío XI, sobre tooo en los planos campesinos e indí­genas, hasta. quienes la justicia social se pretendió Ile,·ar por t~ 1 <,on­ducto de la demagogia que, creando la inseguridad pu.ra la. vida ;. para los bienes, ha dado sitio a una miseria acentuada o a. UIL'l emi­g:ración al norte, que es angustiosa fuga que priva a l\lt!xico de Sth mejores brazos agrícolas y plantea el problema de una dcsfig-ura­ción nacional en los mismos fugitivos. Toda la técnica, todos lo, sistemas de riego, tndas las multiplicaciones de establecimiento, .r.diticIos, resultan aspectns desgajados si no ha~- una armou,,, ft.'clInda de los factores hunlanos y materiales. Si no hay, adf'mú~. la consideración de equilibrar la economía rUfal con la indispensa­ble industrialización -Melerada en los años último&-, dada b pobreza general del suelo. Es cierto que la producción es maror como en un 30% de 1946 a los tiempos achmles, pero tamhién ~" derto, también es verídico, que con {'I crecimiento {le Ja pobht­ción, con la huída de braceros, con el hecho de que los producto, obtenidos aún no bastan, las cifras apenas dan cuenta de la mi­seria nlral ambiente.

La multiplicación de las industrias cobró cuerpo en log tr('~ últimos lustros. Hizo urgente ta.mbién la creación de un ré:;imt"l1 de seguridad social a partir deJ Gral. Avila Camacho, pero aí.n ""tán las mallas duras de lID sindicalismo poco flexible, que, COm" el del campo, hace del obrero y del hombre rural, otros tantos objetos de servidumbre politica en términos generales. Pero la indnstrialización progresa, lo mismo en Monterrey, que en Gua-

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dalajara, que en la zona TlalnepantlarCuautitlán, como centros lIucleares del csfuerzo. Progresa. sin duda. la producción petrolera y la minería referida a los metales industriales, pero a.ÚIl está por 1 ccorrerse un gra.n tramo en la conquista de merca.dos propios y en la honesta. conquista. de los merca.dos ajenos. Los tra.ba.jos de la iDllllstria, tanto como la inseguridad de los campos, han pero mitido cl desarrollo de una capital con más de 3 milloues de habi· tantes y ciudades como Guadalajara, l\lonterrey, Puebla o Torreón. ton crecimiento progresivo. Actúa la técnica y el afán de saber, que se desbordan en los centros universitarios y en los institutos t,:cnicos, pero es claro que el desnivel de vida entre los habitantes de las ciudades y los habitantes del campo, precisa un reajuste .. onseíe"te y meditado que salve las difercncia.s.

A los ojos de muchos, la persona.lidad material de México s~ " firma, si bien la tarea de salvación social y cívica está por mur.­plirse en mil aspectos (~ue sólo habrán de convertirse en elemen­los de bien, en la medida en que los valores del espíritu sean los animadorcs de la técnica y del desarrollo objetivo. Esos valores del espíritu pueden dcjar destellos en la cultura, atisbándose nueS· tra personalidad en poesías como la inconclusa de Ramón IAipez \' elardc, o en la novela de Azuela, o en el esfuerzo histórico de J'ercyra. Pero si esos valorcs se oscurecen por la influencia ne­~ati\'a que se pone de espaldas a Dios y a lo trascendente. se re· ducirán a elementos de comnarsería de una técnica deshunlaniza­d~, adoradora de las graDlies obras materiales, pero en las qur ,,( hombre scrá siervo de la máquina en el concepto del individua· lismo burgués, o cn el concepto del colcctivismo comunista. En los extremos del trabajo de dispersión se encuentran lo mismo las lIupresionantes pinturas rle mvera y de Siqueiros -los notar hiUshnos pintores que, con Orozco, echaron a andar la "escuela mcxicana"-, que todas las Ia.bores de tecnicismo carente de ca­!or humano. En cuanto la técnica y el arte niegan los valores ,lel alma, afrentan al hombre. Y todo 10 que afrente al hombre, "'S por eso mismo inhumano. y por eso mismo, antimexicano. ~i la técnica de un pueblo en marcha, como el de México, rotundo '-01 sn8 inquietudes cspirihlales dcbe contar hoy y mañana, debe sp.r siempre a cuenta de unirlo a un concepto superior de la. vida.; ,le otra snerte, la noblc personalidad de la patria carecérá de luz. porque carecerá del aliento espiritual.

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lNDICE

Prólogo

CAPITULO I,-ANTECEDENTES DE LA GUERRA DE INDEPEN­DENCIA: 1.-- Causas Internas y externas de la guerra. 2.-Primeros movimientos. J.-Desaparición del gobierno real. -l.-Situación de Nueva España en 1808. 5.-Las conjuraciones de Valladolid y Que· rétaro

CAPITULO Il,- DESARROLLO DE LA GUERRA DE lNDEPE:-i­nENClA : l.- El rnllVimiento con Hidalgo. 2.-Difusión de la g uerra. :~.-La. Junta dt! Zitácuaro. 4.-Acción y pensamiento ele Morel')::>. 1[1

CAPITULO rIl,-LA CONSUMAClON DE LA rN'DEPENDE:-iCH y EL IMPERIO : l.-De,presión insurgente. 2.-La Expedición de :!\lj· na. 3.- Restablecimiento del régimen constitucional en España. -1.­Planes de Monteagudo e Iguala. 5.- Di f usión del movimiento triga -rante. 6.-La Regencia. 7.- El Imperio de Iturbic.1e ." ,

CAPITULO IV.-- LA PRIl'tIERA REPUBLICA FEDEH.AL : l .-El Su­premo Poder Ejecutivo. 2.-La Presidenc ia de Victoria . 3.-·La Ad­ministración de Guerre ro . .:l.- La Administración de Bustamante. 5.-Administración de Santa Anna y Gómez F'arias . \ ;-,

CAPITULO V.-LAS REPUBLICAS CE!\'TRALES \' TEXA:;: l. - La separación texana. 2.-I-'ls Siete Leyes. 3.-Conflic to con Francia. -l.-Las Bases Orgánicas. 5.-Las Adminis traciones de H errera y Paredes. 0::

CAPITULO VI.-DE LA GUERRA CON ESTADOS ¡;~'lDOs AL PLAN DE A YUTLA: l.-Restablecimiento del Federalismo. 2.·-El con­flicto con los Estados UnidQs. 3.-Las administ raciones de Herrera y Ansta. 4.- Ultima administración de Santa Anna. ~.--La Revo­lución de Ayutla.

CAPITULO VII.-EL ESTABLECDIIENTO D EL LIBER.-\LISMO: l.-La administración del general Alvarez. 2.- P residencia d'! Ca­monfort. 3.-La guerra de Reforma. o4.-La intervención francesa y el segundo imperio. ~r 1

CAPITULO Vrn.-CONSOLIDACION LIBERAL: l.- México en la pri­mera milad del siglo. 2.-Las administraciones de Juá rcz y de Lerdo. 3.-El primer gobierno de Diaz. 4.-La administración de González. 5.-La paz porfiriana. l WJ

CAPITULO IX.-LA REVOLUCION MEXICANA : l.~La agitación palltica. 2.-Las presidencias de De la Barra y Madero. 3.- EI ré­gimen huertista. 4.-La acción constitucionalista. 5.-El dominio sonorense. 6.-El Jefe Máximo. 7.-Cardenismo v unidad nac;onal. 1:!7

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