allport - qué es la personalidad

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¿QUÉ ES LA PERSONALIDAD? GORDON ALLPORT Ediciones elaleph.com

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Texto de psicologia

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  • Q U E S L AP E R S O N A L I D A D ?

    G O R D O N A L L P O R T

    Ediciones elaleph.com

    Diego Ruiz

  • Editado porelaleph.com

    200 Copyright ww.el aleph.comTodos los Derechos Reservados

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    LA PERSONALIDAD ES UN PROBLEMACIENTIFICO O ARTSTICO?

    Hay dos enfoques principales desde los cuales se puedeabordar el estudio minucioso de la personalidad humana: elde la literatura y el de la psicologa.

    Ninguno de ellos es "mejor" que el otro; ambos tienensus mritos propios y sus ardientes defensores, pero condemasiada frecuencia los partidarios de uno lanzan su des-precio sobre el otro. Nos proponemos en estas lneas conci-liar ambos mtodos, forjando con ello un marco cientficohumanista para el estudio de la personalidad.

    Tres grandes revoluciones se produjeron en el siglo XXen las ideas del hombre sobre la mente humana. La primera,el psicoanlisis freudiano, con su descubrimiento de la pro-fundidad y la emocin de la vida mental; segunda, el con-ductismo (o behaviorismo), con su descubrimiento de que esposible el estudio objetivo de la mente; tercera, la psicologade la configuracin (o de la Gesialt) , con su descubrimientodel mtodo fundamental y la autorregulacin de la mente.No es difcil que estas nuevas maneras de pensar trastrue-

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    quen nuestras formas de vida durante la presente centuria,como lo hicieron durante el siglo pasado las ciencias natura-les y biolgicas. Podemos muy bien anticipar que modifica-rn profundamente las normas ticas, las costumbres y lasalud mental de nuestra generacin y las generaciones veni-deras. Ira psicologa, suele decirse, est destinada a ser laciencia por antonomasia del siglo XX.

    Uno de los hechos ms importantes de la primera partede este siglo ha sido el descubrimiento -al que contribuyeronlas psicologas de Freud, del conductismo y de la Gestalt- deque la personalidad humana es un sujeto accesible para laexploracin cientfica. Creo que este acontecimiento es elque mayores consecuencias podr tener en la educacin, latica y la salud mental.

    Antes de entrar en el problema de la personalidad, quie-ro referirme brevemente al estado un tanto tempestuoso dela ciencia psicolgica actual. Tengo a veces la impresin deque los cuatro vientos del cielo intelectual se toparon en uncentro de tormenta, en una competencia de dominio de re-sultados por el momento indecisos.

    Segn una divisin generalmente adoptada, hay cuatrovientos en el cielo intelectual, procedentes de las cuatro divi-siones fundamentales del estudio y la investigacin: las cien-cias naturales, las ciencias biolgicas, las ciencias sociales ylas humanidades. Obsrvese que esos cuatro vientos inte-lectuales chocan e inician una carrera tempestuosa en elcampo de la psicologa, y slo all. Pienso que es natural queprocedan de ese modo, porque la mente creadora puede ser

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    convenientemente explorada nicamente con el auxilio delos inventos y los recursos de la mente.

    Del campo de las ciencias naturales lleg el enorme im-pacto de la metodologa cientfica. No creo que en la historiadel pensamiento humano exista el caso de alguna otra cienciaque sea tan reida como lo es la psicologa por su hermanamayor, la fsica. Y creo que ninguna hermana menor debetener un complejo de inferioridad tan agudo como el quetiene la psicologa frente a su atildada y sociable hermanamayor. El deseo de repetir el buen xito de la fsica indujo ala psicologa a introducir en el tratamiento de la vida mental,en cantidades crecientes, instrumentos de precisin matem-tica. Pobre del psiclogo actual que no conozca los amplifi-cadores y circuitos elctricos. Las ciencias fsicas dominan ala psicologa principalmente en el estudio en toda la estructu-ra de la ciencia psicolgica.

    Del campo de las ciencias biolgicas llegaron tanto losmtodos exigentes de investigacin de alto nivel como loscriterios de la evolucin y la organizacin, sin los cuales lapsicologa seguira conservando su carcter escolstico. Perolos vientos refrescantes de la biologa no soplaron con ama-ble moderacin, sino con la fuerza de un ventarrn que enmuchas zonas amenaz desalojar hasta los ltimos vestigiosde humanismo, dejando en la psicologa una plaga de ratas.Es probable que en los laboratorios norteamericanos de psi-cologa se usen ahora como sujetos ms ratas que hombres,mujeres y nios juntos. Hay quien cree que lo que hace faltaa la psicologa es un buen flautista.

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    La sacudida que produjeron las ciencias naturales ybiolgicas en la psicologa explica el empeo de esta discipli-na por alcanzar la cumbre de la respetabilidad cientfica. Losprogresos metodolgicos han sido realmente grandes; perolos resultados obtenidos mediante estos dos procedimientosno han resuelto de ningn modo, hasta ahora, el problemade la personalidad humana. Su valor reside principalmenteen los adelantos que lograron en la psicologa de las sensa-ciones y los reflejos, o, como dijo alguien con un dejo deburla, la psicologa "oftalmootorrino-laringolgica".

    En estos ltimos aos el tercer viento comenz a soplara su vez con fuerza de ventarrn. La ciencia social se estconvirtiendo en huracn. Se niega a alternar amistosamentecon las ciencias naturales y biolgicas, y reclama poco menosque la exclusividad para el estudio de la zona mental. Losantroplogos y los socilogos no dan cuartel. La mente, in-sisten en afirmar, se modela casi completamente por el in-flujo de las exigencias culturales. El lenguaje es anterior alindividuo, lo mismo que la religin, las normas ticas y elrgimen econmico, dentro de los cuales el individuo nace.La mente no es materia para el estudio instrumental o biol-gico, sino para el estudio cultural. Numerosos psiclogosadoptaron, al menos parcialmente, este criterio, y reciente-mente provocaron una rebelin en sus filas, con el resultadode que cuatrocientos de ellos formaron una sociedad parainvestigar, de la manera ms realista que se pueda, el destinode la mente, determinada y restringida por los gigantescosmovimientos de la sociedad contempornea.

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    El cuarto viento que sopla en nuestro centro tormento-so es ms suave y menos voraz. Pero siempre se siente supresencia. Pese a las corrientes contrarias, quiz sea el vientoque predomina. Es el viento del humanismo. Dgase lo quese diga, son la filosofa y la literatura, y no las ciencias natu-rales, biolgicas o sociales, las que fomentaron la psicologa atravs de los siglos. Hace relativamente pocos aos que lapsicologa se desprendi de la filosofa y el arte para trans-formarse en el centro tormentoso que es ahora.

    Llegamos a la personalidad. El descubrimiento de lapersonalidad es uno de los acontecimientos de la psicologams destacados del siglo actual. La personalidad, dejando delado todo lo dems que pueda ser, constituye la unidad fun-damental y concreta de la vida mental que tiene formas cate-gricamente singulares e individuales. En el transcurso de lossiglos los hombres no dejaron de describir y explorar estefenmeno de la personalidad individual. Fue motivo de inte-rs para los filsofos artistas y los artistas filsofos.

    Los psiclogos salieron tarde a la escena. Podra decirseque comenzaron con dos milenios de retraso. La obra de lospsiclogos fue hecha por otros, que la hicieron esplndida-mente. Con sus antecedentes escasos y recientes, los psic-logos parecen intrusos presuntuosos. Y eso es lo que opinande ellos muchos eruditos. Stephan Zweig, por ejemplo, ha-blando de Proust, Amiel, Flaubert y otros grandes maestrosde la descripcin, dice: "Escritores como stos son gigantesde la observacin y la literatura, mientras que en la psicologael campo de la personalidad est en manos de hombres infe-riores, meras moscas, que tienen el ancla segura de un marco

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    cientfico para ubicar sus insignificantes trivialidades y suspequeas herejas".

    Es verdad que junto a los gigantes de la literatura, lospsiclogos, que se dedican a presentar y explicar la persona-lidad, parecen ineficaces y a veces un poco tontos. Slo unpedante puede preferir la rida coleccin de hechos queofrece la psicologa acerca de la vida mental del individuo, alos gloriosos e inolvidables retratos de los novelistas, dra-maturgos y bigrafos talentosos. El artista de las letras creasus relatos; el psiclogo no hace ms que recopilar los de l.En un caso emerge una unidad, consecuente consigo mismaa pesar de sus sutiles variaciones. En el otro caso se va acu-mulando un pesado conjunto de datos deshilvanados.

    Un crtico hizo una observacin spera. Cuan do la psi-cologa habla de la personalidad humana, expres, no dicems que lo que siempre dijo la literatura, slo que lo hacecon menos arte.

    Pronto veremos si esa opinin poco halagadora esacertada. Por el momento servir para llamar la atencinsobre el hecho significativo de que en cierto sentido la lite-ratura y la psicologa rivalizan; son los dos mtodos por ex-celencia para tratar de la personalidad. Los mtodos de laliteratura son los del arte; los mtodos de la psicologa sonlos de la ciencia. Nuestro planteo es el siguiente: qu proce-dimiento es el ms indicado para el estudio de la personali-dad?

    La literatura tiene siglos de delantera, y fue manejadapor genios de la ms alta calidad. La psicologa es joven yengendr hasta ahora muy pocos genios en la descripcin y

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    explicacin de la personalidad humana. Siendo joven, leconvendra a la psicologa aprender algunas verdades bsicasde la literatura.

    Para sealar lo que puede aprender provechosamente,veamos un ejemplo concreto. Lo tomo de la antigedad paramostrar con claridad la madurez y la sazn de la sabiduraliteraria. Hace veintitrs siglos Teofrasto, discpulo y sucesorde Aristteles en el Liceo de Atenas, escribi una serie debreves caracterizaciones de ciertos atenienses. Treinta deesos bosquejos han sobrevivido.

    El que eleg se llama "El cobarde". Ntese su intempo-ralidad. El cobarde de hoy es esencialmente el mismo tipo demortal que el cobarde de la antigedad. Advirtase tambinla notable prescindencia de subterfugio y la concisin delretrato. No hay palabras innecesarias. Es como un soneto enprosa. No se le podra agregar ni quitar ni una sola frase paramejorarlo.

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    EL COBARDE

    La cobarda es una contraccin del alma causada por elmiedo. Veamos qu clase de ser es el cobarde. Cuando esten el mar cree que los peascos son piratas, y en cuanto elmar comienza a lborotarse pregunta ansiosamente si todoslos pasajeros estn iniciados [en los misterios de Cabiria];cuando el timonel mira al cielo le pregunta si ya estn a mi-tad de camino y qu le parece el tiempo; le dice al que est asu lado que tuvo un sueo perturbador; se quita la tnica yse la da al esclavo [para poder nadar]; finalmente ruega quelo lleven a la costa. Cuando est en las filas y la infantera sedispone a entrar en accin, llama a su lado a los soldados delcuerpo y les dice que observen con atencin, porque no sepuede distinguir fcilmente cul es el enemigo. Luego, cuan-do se oye el ruido de la batalla y se ve caer a los hombres, lesdice a sus compaeros que con la prisa olvid la espada;corre a su tienda, se libra de su esclavo envindolo a explo-rar, esconde la espada bajo la almohada y pierde tiempo fin-giendo buscarla. Cuando ve que traen a un amigo que

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    sangra, corre a su encuentro, lo anima, lo sostiene tomn-dolo bajo los brazos; luego lo atiende, le restaa la sangre yse queda a su lado para espantarle las moscas; en suma, hacede todo menos combatir. Las trompetas tocan a la carga y lmurmura, sentado en la tienda: Malditos sean! No dejandormir al pobre hombre, con sus eternas trompetas! Cu-bierto por la sangre del otro, sale al encuentro de los solda-dos que vuelven y les dice que salv a un amigo con riesgode su vida; y lleva a los soldados de su pueblo y tribu a lacabecera de la cama y les explica a cada visitante que con suspropias manos llev al herido a la tienda.1

    Hay un aspecto en este boceto clsico sobre el cualquiero llamar particularmente la atencin. Teofrasto eligedos situaciones para registrar sus observaciones. En una deellas, el cobarde viaja; en la otra se ve envuelto sin querer enuna batalla. En la primera situacin pinta siete episodiostpicos: la ilusin del cobarde de ver los riscos como piratas,su temor supersticioso de que alguno de los pasajeros traigala mala suerte por haber descuidado un rito religioso, su de-seo de haber hecho por lo menos la mitad de la peligrosatravesa, su consulta al experto sobre el tiempo, su temor asus sueos perturbadores, sus preparaciones para salvarse anado y, por ltimo, su derrumbe emocional al pedir que lolleven a la costa. Ms sutiles an son los siete reveladoresepisodios de la batalla. En total se describen catorce situa-ciones; todas ellas son equivalentes para el cobarde: cuales-quiera de los estmulos que obran sobre l despiertan lamisma tendencia, profunda y dominante. Sus actos son to-

    1 R. Aldington: A book of characters. Londres. Rotledge, sin fecha, pg. 47.

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    dos distintos, pero todos equivalentes porque cada uno deellos es una manifestacin del mismo nimo cobarde.

    En resumen, Teofrasto emple hace ms de dos milaos un mtodo que slo ahora vislumbran los psiclogos; elde definir, con la ayuda de estmulos equivalentes y respues-tas equivalentes y las principales tendencias de un carcter.

    Para expresarlo con mayor amplitud, diremos que casitoda la literatura de caracteres -ya sea por descripciones es-critas, como la de Teofrasto, de imaginacin, dramticas obiogrficas- se desenvuelve sobre la hiptesis psicolgica deque cada personaje posee ciertos rasgos peculiares privativos,que pueden ser definidos mediante el relato de episodiostpicos de la vida. En la literatura la personalidad no es, co-mo se considera a veces en la psicologa, una serie de accio-nes especficas inconexas. La personalidad no es como unpatn acutico que se lanza de un lado para otro sobre lasuperficie de un estanque, sin que haya ninguna relacinintrnseca entre sus diversas excursiones fugitivas. La buenaliteratura no comete el error de confundir la personalidad delhombre con la del patn acutico. La psicologa a menudo laconfunde.

    La primera leccin que la literatura puede ensear a lapsicologa se refiere a la naturaleza de las caractersticas fun-damentales y a veces permanentes que componen la perso-nalidad. Es el problema de los rasgos, y yo sostengo que entodos sus aspectos ha sido encarado con mejor xito por lassuposiciones de la literatura que por las hiptesis de la psi-cologa. Ms concretamente, creo que el concepto de laequivalencia de los estmulos y la equivalencia de las res-

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    puestas, visto con tanta claridad en los antiguos esquicios deTeofrasto, puede servir como gua asombrosamente eficazpara el estudio cientfico de la personalidad, en el que lasequivalencias pueden ser determinadas con ms exactitud yverificadas mejor que en la literatura. Mediante los recursosdel laboratorio y la observacin externa controlada, la psi-cologa est en condiciones de establecer, con precisin mu-cho mayor que la literatura, los lmites exactos dentro de loscuales las distintas situaciones de la vida son equivalentespara cada individuo, y las series exactas de respuestas quetienen para l importancia equivalente.

    Otra valiosa leccin de la literatura es la relativa a la desus productos. Nadie pidi a los autores de Hamlet, DonQuijote, Ana Karenina, Hedda Gabler o Babbit que proba-ran la realidad y autenticidad de sus personajes. Las grandescaracterizaciones por virtud de su grandeza se prueban por smismas. Son admisibles; son incluso necesarias. Todas lasacciones parecen poseer la propiedad sutil de ser el reflejo yel contorno de un personaje preciso y bien armado. La uni-formidad de la conducta satisface el requerimiento del testde confrontacin: cada una de sus partes respalda a otra,pudindose concebir la totalidad como una unidad conse-cuente, aunque sea intrincada. La confrontacin interna es elnico mtodo que se aplica para validar la obra de los artistas(salvo, quiz, para la obra de los bigrafos, que deben hacerfrente a ciertas exigencias de validacin externa). Pero elmtodo de la confrontacin interna podra decirse, creo queacertadamente, que apenas si ha comenzado a aplicarse a lasproducciones de la psicologa.

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    Comentando cierta vez un personaje de Thackeray, ob-serv Gilbert K. Chesterton: "La mujer beba, pero Thacke-ray no estaba enterado". La pulla de Chesterton proceda dela exigencia de que todas las buenas descripciones de unpersonaje sean "sistemticamente pertinentes" dentro deellas mismas. A una serie dada de hechos acerca de una per-sonalidad deben seguirla otros hechos pertinentes. Es indu-dable que antes de poder extraer esas inferencias necesariases preciso poseer un conocimiento ntimo y profundo delpersonaje. Deben conocerse en cada caso cules son los ras-gos causales ms recnditos. Wertheimer propuso por estencleo ms central, y por consiguiente ms unificador, decualquier personalidad, el concepto de la radix, la raz de laque crecen todos los tallos. Ilustra su idea con el caso de laalumna que era muy estudiosa pero al mismo tiempo aficio-nada a los afeites de tonos vivos. Exteriormente no parecehaber aqu pertinencia sistemtica. Las dos formas de con-ducta se estrechan. La aparente contradiccin se resuelveexplorando debajo de la superficie para descubrir la raz. Eneste caso la alumna siente una profunda admiracin (los psi-coanalistas la llamaran fijacin) por una maestra que, ade-ms de ser una mujer erudita, tiene un cutis naturalmenterosado. La alumna quiere ser como su maestra. Los mismoshechos en otros casos podran representar un deseo bsicode poder, o simplemente la tentativa con pertrechos reforza-dos de hacer zozobrar al muchacho estudioso del bancovecino. Cualquiera sea la explicacin de este caso, lo impor-tante es que la aprehensin de la raz permite armonizar laaparente falta de consecuencia de la personalidad.

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    El problema no siempre es tan sencillo. No todas laspersonalidades tienen unidad bsica. Los conflictos, la muta-bilidad, hasta la disociacin de la personalidad son cosascomunes. Mucha de la literatura que leemos exagera la con-secuencia de la personalidad; lo que sale es ms una caricatu-ra que un personaje. En obras de teatro, novelas y biografasse encuentran simplificaciones excesivas. La confrontacinparece surgir con demasiada facilidad. Los personajes deDickens son un ejemplo de simplificacin exagerada. Notienen conflictos internos; son siempre lo que son. Suelenencontrar fuerzas hostiles en el ambiente, pero ellos mismosson de una consecuencia perfecta y carecen de problemasntimos.

    La literatura se equivoca a menudo exagerando me-diante la seleccin la consecuencia de la personalidad; la psi-cologa, en cambio, por su falta de inters y la limitacin desu tcnica, deja generalmente de descubrir o de explorar laconsecuencia que existe.

    El defecto ms grande del psiclogo actual es su incapa-cidad para probar lo que tiene la certeza de saber. Sabe, nomenos que el artista literario, que la personalidad es una es-tructura mental complicada, bien proporcionada y ms omenos consecuente; pero no puede probarlo. No emplea,como el escritor, el mtodo evidente de la confrontacininterna de los hechos. En lugar de emular al artista, se refu-gia en las malezas de la correlacin estadstica.

    Un investigador estudia la virilidad de sus sujetos, paratoda la poblacin, relacionando el ancho de las caderas y loshombros con el inters en los deportes; otro busca las bases

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    de la inteligencia comparando cuidadosamente el cocienteintelectual de la niez con la osificacin de los huesos de lamueca; otro compara la proporcin de fsforo con relacinal peso del cuerpo con la afabilidad del carcter o la capaci-dad para dirigir. Esta clase de investigaciones, aunque es laque se acostumbra en los estudios de la personalidad, se de-senvuelve en un nivel completamente subpersonal. La devo-cin al microscopio y a la matemtica llev a losinvestigadores a rehuir las formas complejas, modeladas, deconducta y pensamiento, aunque slo en esas formas com-plejas podra decirse que existe la personalidad. Intimadospor los instrumentos de la fsica, muchos psiclogos aban-donaron el instrumento ms delicado que se haya inventadopara registrar la relacin de los hechos y su apropiada agru-pacin: la mente.

    La psicologa necesita tcnicas de confrontacin interna,tcnicas capaces de determinar la unificacin de la personali-dad. Pocas y elementales tentativas se hicieron para lograr-las.2

    En un estudio se emplearon las composiciones de inglsde setenta estudiantes secundarios. Nueve trabajos de cadaalumno: tres en octubre, tres en enero y tres en mayo. Lostemas fueron indicados, los mismos para todos. Despus depasar a mquina los trabajos y despojarlos de cualquier sealque los pudiera identificar, dos experimentadores trataron declasificarlos cuidadosamente para reunir, guindose por elestilo solamente todos los trabajos de cada estudiante. Am-

    2 El siguiente experimento se describe en mi libro Personality: a psychologicalinterpretation, Nueva York, Holt, 1937.

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    bos experimentadores lograron resultados asombrosamentepositivos, mucho ms all de las posibilidades del azar.

    Lo que aqu interesa es el mtodo empleado para reuniracertadamente los trabajos. Es posible que de tanto en tantoalgn detalle mecnico especial habr llamado la atencin,ayudando a identificar a un autor. La preferencia por el usodel punto y coma, o alguna otra peculiaridad de la puntua-cin o la ortografa, pudieron haber descubierto a otro estu-diante, pero la mayor parte del trabajo de identificacin sehizo, no sobre esa base, sino mediante el diagnstico de losrasgos personales de los autores. "Los investigadores se en-contraron analizando la calidad estilstica individual". Advir-tieron en cada escrito un reflejo de los complejos caracteresdel escritor. Estos caracteres eran distintos en cada caso y alos experimentadores les result difcil condensarlos en pala-bras.

    A pesar de la dificultad para dar expresin verbal a lashiptesis de la "calidad estilstica", lo cierto es que fueron elfundamento general del juicio y que los juicios emitidos fue-ron acertados en significativa proporcin.

    Es interesante observar algunas de las bases que sirvie-ron para hacer la clasificacin. Los trabajos de uno de losestudiantes, por ejemplo, parecan reflejar siempre "una sen-sibilidad por el ambiente; un bien equilibrado sentido delhumor; una tolerancia serena, risuea por las relaciones y lassituaciones sociales". Otro revelaba en sus escritos "una fir-me confianza en s mismo, definida, pero sin prejuicios niobstinaciones, y sentido del humor". Otro tena un "tediopermanente; ve la vida como una experiencia montona en

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    la que se sigue la lnea del menor esfuerzo". Otro mostraba"una actitud simple, optimista hacia la vida y la gente; susfrases son sencillas, directas, afirmativas".

    Otra leccin importante puede ensear la literatura a lospsiclogos: la forma de conservar un sostenido inters enuna persona durante un largo espacio de tiempo. Se dijo deun famoso antroplogo ingls que aunque escriba sobre lossalvajes no haba visto ninguno. El aludido admiti la impu-tacin y agreg: "Y ojal no los vea nunca". Hay muchospsiclogos que profesionalmente no han visto nunca unindividuo; y no son pocos, lamento decirlo, los que esperanno verlo jams.

    Siguiendo el ejemplo de las ciencias mayores creen queal individuo hay que dejarlo a un lado. La ciencia, afirman,slo se ocupa de leyes generales. El individuo es un estorbo.Lo que hace falta es la uniformidad. Esta tradicin cre enpsicologa una vasta abstraccin indefinida llamada la mentehumana adulta generalizada. Y la mente humana no existe deese modo; slo existe en forma concreta, intensamente per-sonal. No hay una mente generalizada. La abstraccin quecometen los psiclogos al medir y explicar una mente ine-xistente en general, es una abstraccin en la que nunca incu-rren los escritores. Los escritores saben perfectamente que lamente slo existe de manera singular y particular.

    sta es la contrariedad bsica que existe entre la cienciay el arte. La ciencia, se afirma, siempre trata de lo general; elarte, de lo particular. Pero si esta diferencia es exacta, dndequeda la personalidad? La personalidad no es general; essiempre peculiar. Debe ser entregada ntegramente al arte?

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    La psicologa no puede hacer nada? Estoy seguro que muypocos psiclogos aceptarn esta solucin. Pero me pareceque el dilema es inexorable. Renunciamos al individuo, oaprendemos de la literatura a ocuparnos ms de l, modifi-cando, si hace falta, nuestra nocin del campo de la cienciapara acomodar al caso singular ms hospitalariamente quehasta ahora.

    Ustedes se habrn hecho la reflexin de que los psiclo-gos que conocieron no entendan a la gente mejor que cual-quier otra persona; que no eran excepcionalmenteperspicaces, ni siempre saban dar buenos consejos sobre losproblemas de la personalidad. Es, si se la hicieron, una ob-servacin acertada. Y dir ms an; debido a excesivos h-bitos de abstraccin y generalizacin muchos psiclogos soninferiores a otras personas para comprender las vidas aisla-das que se les presentan.

    Cuando digo que para establecer una ciencia apropiadade la personalidad los psiclogos deben ocuparse ms dete-nidamente en los casos individuales, podra creerse que in-vado el dominio de la biografa, cuyo objetivo preciso es elde dedicarse a una sola vida en toda su amplitud.

    En Inglaterra la biografa comenz como hagiografa ycomo relato de hazaas legendarias. No haba inters por laobjetividad ni por la veracidad. El trmino biografa lo em-ple por primera vez Dryden, en 1683, definindolo como"historia de vidas particulares". La biografa inglesa, que al-canz un valor elevado con la Vida de Johnson, de Boswell,y luego con la Vida de Scott, de Lockhart, y nuevamente conPadre e hijo, de Edmund Grosse, fue una carrera de ascen-

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    sos y descensos. Hay biografas que son chatas y sin vigorcomo panegricos de sepulcro; otras son sentimentales yfalsas.

    La biografa se va haciendo rigurosa, objetiva, y hastadespiadada. En esta tendencia influy mucho la psicologa.Los relatos biogrficos se parecen cada vez ms a una autop-sia cientfica, hecha ms para comprender que para servir deinspiracin o de aplauso. Hay ahora biografas psicolgicas ypsicoanalticas, y hasta biografas mdicas y endocrinas.

    Tambin se siente la influencia de la ciencia psicolgicaen las autobiografas. Se han hecho muchos experimentos deauto descripciones y autoexplicaciones objetivas, mejorandolas fingidas confesiones de Casanova, Rousseau y Barbellion.Dos ejemplos fascinantes que ilustran la influencia directa dela psicologa son el experimento autobiogrfico, de H. G.Wells (1935), y el Dios locomotora, de W. E. Leonard(1927). A pesar de su mayor calor e intimidad, los autobi-grafos tienen una desventaja con respecto a los bigrafos.A1 autobigrafo no le gusta escribir su propio vituperio, y allector no le gusta leer el autoelogio del autor. Quiz con eltiempo los escritores aprendan a controlar sus poderososimpulsos de justificar sus hazaas en el relato, y los lectores,a su vez, a ser menos desconfiados de la virtud que se revelapor s misma.

    Dije que los psiclogos deban aprender tres cosas de laliteratura para perfeccionar sus actividades. La primera es lanocin universal de la literatura sobre la naturaleza del ca-rcter. Los escritores trabajan con la idea de que sus perso-najes tienen inclinaciones interiores ampliamente

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    organizadas que pueden ser determinadas y definidas. Esurgente que el mtodo empleado por la literatura para de-terminar y definir los caracteres -es decir, el estudio de loscampos de estmulos equivalentes y los campos de respues-tas equivalentes- encuentre la forma de incorporarse al con-junto de mtodos de los psiclogos. La segunda se refiere ala prueba de la confrontacin interna, que la buena literaturasiempre admite y la psicologa casi siempre elude. Por des-cuidar este principio bsico de la validacin literaria los psi-clogos no logran descubrir el estilo y la coherencia de laspersonalidades que estudian. La tercera reclama un intersms sostenido en los casos individuales, durante lapsos msprolongados. Los psiclogos deben dedicarse a las vidasaisladas ms enteramente, aunque con ello sacrifiquen susimpulsos de formular amplias generalizaciones ( por lo co-mn prematuras) sobre la mente humana media, abstracta einexistente.

    A1 presentar estas tres ventajas del mtodo literario, nohe dicho nada sobre los mritos propios de la psicologa.Para terminar tengo que agregar algunas palabras en elogiode mi profesin. De lo contrario podra creerse que estoydispuesto, y hasta con ganas, a traicionar a la psicologa acambio de un ejemplar de Madame Bovary y un pase para elAteneo.

    La psicologa posee una cantidad de ventajas potencialescon respecto a la literatura. Su carcter disciplinario neutrali-za el dogmatismo subjetivo propio de la ficcin literaria. Aveces la literatura aprueba con demasiada facilidad el test dela confrontacin interna de los hechos. Por ejemplo, en un

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    estudio comparativo de diversas biografas de una mismapersona se observ que todas las versiones eran admisibles,pero que en cada una de ellas slo haba un pequeo por-centaje de los acontecimientos y las interpretaciones quepresentaban las dems. Imposible saber si alguno de esosretratos era autntico, y cul de ellos.

    No es indispensable que los buenos escritores coincidanen sus observaciones y sus explicaciones tanto como debencoincidir los buenos psiclogos, ni mucho menos. Los bi-grafos pueden dar interpretaciones muy distintas de una vidasin desacreditar el mtodo literario; la psicologa, en cambio,es ridiculizada cuando sus expertos no concuerdan entre s.

    Los psiclogos se sienten justificadamente molestos porlas arbitrarias metforas de la literatura. Aunque muchasveces implican grotescas falsedades, las metforas no sonnunca recusadas. En literatura, por ejemplo, la docilidad deun personaje puede aparecer explicada con la declaracin deque "tiene sangre servil en las venas"; la fogosidad de otro,por el hecho de que "es el temperamento propio de los peli-rrojos"; la intelectualidad de otro, por "su alta y slida fren-te". El psiclogo que formulara esas fantsticas hiptesis decausa y efecto sera despedazado.

    A1 artista, adems, le permiten que sea entretenido, loincitan a que sea ameno, que comunique sus imgenes, queexprese sus preferencias. Su buen xito depende de la con-formidad de sus lectores, que a menudo slo exigen poderidentificarse lnguidamente con alguno de los personajes yevadirse de sus preocupaciones inmediatas. Al psiclogo no

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    le permiten divertir a sus lectores. Su buen xito depende deun criterio ms severo que el del aplauso del lector.

    El escritor rene su material tomndolo de sus observa-ciones accidentales de la vida; atena los datos a su gusto ydescarta los hechos molestos. A1 psiclogo le imponen laobligacin de ser fiel a los hechos, a todos los hechos, y leexigen que los obtenga en fuentes controladas y comproba-bles. Tiene que probar sus deducciones paso a paso. Empleauna terminologa uniforme y le est vedado casi por com-pleto el uso de metforas atrayentes. Estas restricciones querodean al psiclogo hacen que su obra sea digna de confian-za, que se pueda verificar, que sea menos parcial y que estrelativamente libre de la proyeccin del autor en los pro-ductos de su trabajo.

    Convengo en que los psiclogos que estudian la perso-nalidad procuran decir, esencialmente, lo que siempre dijo laliteratura, y lo dicen forzosamente con menos elegancia;pero todo lo que alcanzaron -y no ha sido mucho- se empe-an en expresarlo con mayor exactitud y, desde el punto devista del progreso humano, ms provechosamente.

    El ttulo de este ensayo, como el de muchos otros, esuna frase vana. La personalidad no es un problema de laciencia y del arte. Las dos formas de encararla tienen susmritos, pero son necesarias las dos juntas para hacer unestudio siquiera aproximadamente completo de su infinitariqueza.

    Si por respeto a la buena pedagoga debo concluir conun pequeo consejo, voy a dar el siguiente: Si ustedes sonestudiantes de psicologa, lean muchas, muchsimas novelas

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    y comedias de carcter, y lean biografas. Si no son estu-diantes de psicologa, lean lo mismo, pero lean tambin psi-cologa.

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    NATURALEZA PSICOLOGICA DE LAPERSONALIDAD

    El anlisis psicolgico de la personalidad humana debeconcertarse no solamente con el arte sino tambin con lafilosofa.

    El siguiente ensayo ofrece en forma compendiada unateora psicolgica de la personalidad, pero lo hace con espe-cial referencia a los principios de la llamada filosofa perso-nalista. Escrito en homenaje a la memoria de Edgar SheffieldBrightman (1884-1953), ex profesor Bowne de filosofa de1a Universidad de Boston, el ensayo apareci en formaabreviada en The Personalist (1953).

    Si se me preguntara si me considero personalista, pro-bablemente contestara: "A quin le gusta que le ponganuna etiqueta a sus pensamientos?" No sindome permitidoeludir la cuestin, dira: "Desde el momento que ubico elcentro en la persona soy, desde luego, personalista". Pero,como se explica en este ensayo, existen serios puntos dedivergencia.

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    Los lectores que no tengan mucho inters en las pro-blemas filosficos no dejarn de encontrar en este captulo laarmazn de una teora de la personalidad estrictamente psi-colgica.

    El personalismo, dice Brightman, es la teora de queslo las personas son reales.3 Definido de este modo, el per-sonalismo es bsicamente una doctrina metafsica. Como elpsiclogo no tiene competencia profesional para discutir lasposiciones ontolgicas, no puede, como psiclogo, ser per-sonalista, ni metafsico de ninguna otra variedad.

    Hecha esta piadosa renuncia, apresurmonos a admitirque todos los psiclogos, spanlo o no, tienden hacia lasposiciones ontolgicas. Se introducen como satlites en lasrbitas del positivismo, el naturalismo, el idealismo, el per-sonalismo. stas u otras filosofas explcitas atraen sus silen-ciosas conjeturas, aunque ellos no conozcan la afinidad queexiste con aqullas. Es miopa de los psiclogos negar que supensamiento sobre la naturaleza humana depende de la ramade la filosofa con la que est ms estrechamente relaciona-do, o no querer articularlo con ella lo mejor que puedan.

    Antiguamente todos los grandes filsofos eran tambinpsiclogos. Metafsica y ciencia del pensamiento marchabanunidas. La especializacin actual lleg hasta el punto -debido,principalmente, al creciente predominio del mtodo cientfi-co en la psicologa -de que es muy difcil establecer criteriosfilosfico-cientficos sobre la naturaleza humana completa-mente armnicos.

    3 E. S. Brightman, An Introduction to philosophy, ed. rev., Nueva York, Holt,1951, pg. 334.

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    Veamos, por ejemplo, la teora de la persona. En eltranscurso del siglo actual los psiclogos reunieron un c-mulo de investigaciones y conocimientos. Pero si no meequivoco los personalistas filosficos no usaron mucho esoshallazgos para comprobar sus teoras. Y a la inversa, casitodo ese material psicolgico fue acumulado sin aprovecharlas laboriosas especulaciones de esos filsofos que con igualintensidad pusieron su centro de atencin en la persona. Escomo si dos disciplinas distintas hubieran trabajado sobre elmismo tema, cada cual con una contribucin diferente, peronotando apenas la existencia de la otra. El problema es for-mular un concepto ms coherente de la persona respetandoal mismo tiempo el doble enfoque.

    William Stern lo vio claramente cuando propuso que elpersonalismo fuera considerado exclusivamente como doc-trina filosfica y que la parte de la psicologa o el tipo depsicologa concerniente a los problemas del personalismo sellamara personalstica.4 La distincin es significativa y, hastacierto punto, til. Invita al psiclogo que coincide en juzgarque la personalidad es el tema ms absorbente e insistentedel mundo, a que diga lo que tiene que decir sin peligro dehacer conjeturas desmedidas. Lo invita a colaborar en unainvestigacin de disciplina recproca sin entrar en proposi-ciones que excedan su campo de competencia.

    Pero la distincin se derrumba, verbalmente al menoscuando se emplea el adjetivo "personalstica" o el sustantivo"personalista". El psiclogo interesado en la personalstica -

    4 W. Stern, Studien zur Personwissenschaft. I: Personalistik als Wissenschaft.Leipzig, Barth, 1930.

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    es decir, en la psicologa de la persona- ser indudablementedenominado "personalista", y la lnea de pensamiento querepresenta ser llamada "personalstica". Luego, que le gusteo no le guste, lo clasificarn dentro de una escuela filosficacuyos intereses comparte parcialmente pero cuya posicintotal quiz vacile en aceptar. Una base tpica de la vacilacinsera, por ejemplo, el hecho de que el personalismo filosfi-co respald tradicionalmente la "autopsicologa" (Brightman,Calkins). Un psiclogo "personalstico" puede concordarcon la orientacin del personalismo filosfico y rechazar lacalificacin de "autopsiclogo", porque la autopsicologadepende demasiado de la introspeccin.

    Creo que esta confusin es la causante de que a los psi-clogos no les guste aceptar la etiqueta personalstica, aun-que estn orientados hacia la persona. Parece que loscompromete con un tipo de psicologa que consideran ina-decuado, o que los incluye en sus filas. Cada vez es mayor elnmero de tericos de la psicologa que se van centralizandoen la persona, pero hasta ahora son pocos los que admitie-ron expresamente la etiqueta personalstica. Hay una recienteexcepcin en el libro de texto de Gardner Murphy, quiendeclara abiertamente que su opinin en psicologa general es"personalstica". Se advierte, no obstante, que su posicin esms metodolgica que metafsica: "El concepto es que cadaacto psicolgico es el acto de una persona total, y que laprimera tarea de la psicologa es enfocar la naturaleza de lapersona".5

    5 G. Murphy, Introduction to psichology. Nueva York, Harper, - 1951, pg. XVI.

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    Es indudable que la psicologa personalstica, aun con-cebida en esa forma limitada, puede ser un aliado valioso delpersonalismo filosfico. Incluso puede ser considerada co-mo una propedutica necesaria. Porque si la verdad, comoafirma Brightman, tiene coherencia sistemtica, todos losdescubrimientos vlidos de la psicologa relativos a la natu-raleza de la personalidad pueden caber ntegramente dentrode la filosofa del personalismo. Recprocamente, los psic-logos personalsticos vern profundizada la importancia desus investigaciones al entrar en contacto con el mayor con-tenido del personalismo filosfico. El punto de coincidenciade las dos disciplinas es su conviccin de que la personaocupa el centro del cuadro, ya sea ste explorado desde elnivel psicolgico o desde el nivel filosfico.

    I

    Salvo unos pocos especialistas, los psiclogos actualesse ocupan casi todos en los problemas de la personalidad.Prcticamente todos los libros de texto, aunque sean deorientacin nomottica .-aunque estn predispuestos hacialos conceptos universales-, contienen un captulo final sobrela "personalidad". Pero a menudo el captulo final es unasimple concesin. Su contenido pocas veces engrana con elresto del texto. Pocos psiclogos centralizan su preocupa-cin, como Murphy, en los actos de la persona total, ni creenque la tarea central de la psicologa es concentrarse en lanaturaleza de la persona.

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    La mayor parte de los psiclogos que hablan de la per-sonalidad defienden teoras que no tienen ninguna relacincon la actitud personalstica. Para algunos, la personalidad esun mosaico de elementos sueltos, quiz medidos y propor-cionados, pero sin conexin vital. Para otros es una aglome-racin de "factores" matemticamente determinadosmediante la correlacin de los rasgos mentales de una pobla-cin numerosa (pero no del individuo). Para otros es unproducto pasivo de experiencias anteriores derivadas de unasucesin de impulsos, sin motivo o estmulo contempor-neo.

    No es mi propsito pasar revista a toda la psicologa pa-ra presentar una conveniente descripcin de las propiedadesde la personalidad. Los lectores saben juzgar la insulsez y latrivialidad de muchos de los predominantes conceptos psi-colgicos de la personalidad. El problema al que quiero refe-rirme es ste: Qu atributos debe tener una teora de lapersonalidad para que pueda considerarse adecuada a loshechos empricos que observamos? La respuesta satisfactoriaa esta pregunta nos dar el tipo de teora a la que debe aco-modarse, para que haya coherencia sistemtica, la filosofapersonalstica.

    Tal como yo lo veo, hay por lo menos cinco caracters-ticas fundamentales que debe poseer una adecuada teora dela personalidad. Debe poseerlas todas, no solamente paraacomodar los hechos empricos tal como se conocen, sinotambin para evitar la contradiccin. Voy a aclarar. Estoyhablando de los criterios de la personalidad que parecen serobligatorios para los psiclogos centralizados en la persona.

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    Creo que tambin los personalistas filosficos deben acep-tarlos, en una forma u otra. No me opongo a que, si quieren,rehagan mis proposiciones en trminos ms gratos, siempreque en la redaccin final quede la sustancia de los criterios adisposicin de los psiclogos para sus continuas investiga-ciones.

    Una adecuada teora de la personalidad debe: 1 , consi-derar que la personalidad humana se halla "integumentada",es decir, centralizada en el organismo; 2, considerar que elorganismo est lleno, no vaco; 3, considerar que el motivonormalmente es un hecho de estructura y funcin actuales,no simplemente una consecuencia de fuerzas anteriores; 4,emplear unidades de anlisis capaces de hacer sntesis vivas;y 5, admitir convenientemente el fenmeno de la autocon-ciencia, pero no confiar exclusivamente en l.

    II

    La personalidad humana tiene su sede, que est dentrode la piel. Su imaginacin y su memoria son, sin duda, delargo alcance; pero estos actos se hallan bien afianzados encierta clase de matriz psicofsica. En otro plano de existenciala personalidad podr quiz librarse de su esclavitud tempo-roespacial; pero en el plano en el que reside el psiclogodebe ser considerada como una unidad orgnica que puedeser estudiada a travs de sus actos, su informacin verbal yhasta de su funcionamiento reflejo y fisiolgico. Creo quems de una de las soluciones de cuerpo y mente que tienen a

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    su disposicin los personalistas podr satisfacer suficiente-mente esta necesidad. No tratar de elegir alguna de ellas.

    Insisto en el criterio de la "integumentacin" porque lospersonalistas, tanto los psicolgicos como los filosficos,necesitan rescatar la personalidad humana de las garras delos que la confunden con la impresin que produce en lagente la reputacin, el "valor como estmulo social", de unapersona. En otra parte discut extensamente esta posicin,"biofsica", opuesta al concepto que he llamado "biosocial".6

    (Creo que ninguno de los dos trminos ha sido bien elegido,pero su sentido es claro.) Segn el criterio "biosocial", mipersonalidad no es lo que yo pienso de m y hago conmigo,sino lo que otros piensan de m y hacen conmigo. El rechazode este concepto no equivale a negar que nuestra reputacin,verdadera o errnea, pueda causar una fuerte impresin enlos dems y en nosotros mismos. Pero si nos desprendemosde todas las definiciones que ponen nuestra personalidad enla mente de los dems, no podremos establecer un lugarsuficientemente seguro para una teora de la personalidadcomo sistema. El criterio biofsico, a diferencia del biosocial,sostiene que Robinson Crusoe tiene en la soledad "tanta"personalidad antes como despus de la llegada de su criadoViernes.

    Adems de esta tosca confusin entre persona y reputa-cin hay muchos otros conceptos parcialmente biosocialescasi igualmente inaceptables. Constituyen en su mayora unhonesto esfuerzo por reconocer el hecho indiscutido de que

    6 G. W. Allport, Personality: a psichological interpretation. Nueva York. Holt,1937; especialmente el cap. II.

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    el individuo se encuentra confinado dentro de un contenidosocial. Aunque estas tentativas conceptuales inspiran unaprofunda simpata, muchas de ellas son destructoras de lapersona. Socavan y desmenuzan la naturaleza biofsica de lapersonalidad hacindole perder sus caractersticas esencialesde ubicacin, singularidad y coherencia interna.

    La mayora de las teoras corrientes de esta clase se rela-cionan con el reciente tema popular de investigacin y ense-anza que se clasifica con el rtulo "Personalidad y cultura".Hace dos decenios el Consejo de Estudios Sociales, empe-ado en promover la investigacin intercientfica, promulgeste concepto de doble efecto, recibido con beneplcito poruna multitud de psiclogos, socilogos y antroplogos. Lafertilizacin recproca del pensamiento result notablementeproductiva, no solamente por el fomento de la investigacinsino tambin por la superacin de las fronteras cientficasdentro de las universidades y los colegios. La agitacin y lareorganiracin consiguientes, aunque saludables, dieron ori-gen a una serie de teoras apresuradas y deformadas.

    Una de las hiptesis apresuradas reduca la personalidada un reflejo de la cultura: "La personalidad es el lado subjeti-vo de la cultura" se transform en una afirmacin popular.Es difcil imaginar una inversin ms completa del nfasisque pona la psicologa personalstica en las propiedadesintencionales y de conservacin de la coherencia interna delindividuo. Algunos autores llegaron al extremo de afirmarque existe la integracin dentro de la personalidad; la nicaarmona que se advierte en las personas es el reflejo del am-biente ordenado y preciso que las rodea.

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    Este concepto tiene una variante en la popular teora del"rol". A los partidarios de esta nocin no los impresiona elcarcter singular e integral de la organizacin de la personali-dad, sino las normas impuestas al sistema por las exigenciassociales. Se conoce al hombre no por lo que es, sino por elrol que desempea; se conoce al padre, al mdico, al sacer-dote, al consumidor. El hombre es un manojo de roles. Esindudable que la gente se conduce de distinto modo en am-bientes diversos y de acuerdo con lo que corresponde a lascircunstancias. El peligro que encierra este concepto del roles que puede pasarse por alto el nexo personal que contienelos hbitos de los roles, y por consiguiente exagerarse la im-portancia de la orientacin de la persona hacia los ambientesseparados. Nos hace recordar la exuberancia de William Ja-mes, quien declara (aunque sin duda no lo dice en serio) que"el hombre tiene una cantidad de "yo" sociales diferentesigual al nmero de grupos de personas cuya opinin le inte-resa".7 La personalidad podr ser verstil y variable, pero nopuede diluirse en un nmero n de roles o de "yo" sociales.Tampoco es un mero "equilibrio de roles". Hay demasiadaspruebas de que la personalidad es muy consecuente consigomisma en todas las situaciones por las que pasa para permitirese tipo de reduccin.8

    7 W. James, Principies of psychology, Nueva York, Holt, 1890, I, 294.8 Convendra que dijera cules son algunas de las clases de pruebas empricas enlas que pienso. Casi todos los tests de personalidad investigan cmo es la con-ducta en muchas situaciones. La "seriedad interna" satisfactoria de esos testsconstituye ipso facto una prueba de que la personalidad conserva sus caractersti-cas de situacin en situacin. El estudio intensivo de refugiados que vieronderrumbarse la civilizacin de su patria revela que sos refugiados, al establecerseen pases nuevos no lo hicieron con sus caractersticas, valores y formas deadaptacin anteriores (G. W. Allport. J. S. Bruner, E. M. Jandorf. "Personality

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    Otra tendencia dudosa se ve en el concepto que estahora de moda de la personalidad bsica o modal. Sostieneque cada civilizacin tiende a educar a sus hijos de acuerdocon una frmula aprobada y que los hijos tienden por eso aformar rasgos y fisonomas similares. Cada cultura tiene untipo de personalidad que corresponde a su norma cultural.Este concepto puede ser valioso y til para ciertas compara-ciones toscas de la cultura, pero su vulgaridad e imprecisinlimitan su valor. Descuida, ante todo, el hechos central deque ningn individuo refleja todos los rasgos y fisonomas, yque habr alguno que no refleje ninguno de ellos. No per-mite el entretejido creador en los hilos culturales de los hilosindividuales y singulares. El concepto no pretende, desdeluego, abarcar los determinantes idiosincrticos de la perso-nalidad; el peligro est en la tendencia de ciertos escritoresde creer que con el anlisis de lo que es "bsico" en este sen-tido encaran convenientemente el tema total de la personali-dad.

    Este vrtigo terico se podra haber evitado en granparte si los patrocinantes iniciales de la frase "personalidad ycultura" hubiesen cambiado la conjuncin y por la preposi-cin en. "La personalidad en la cultura" presenta todos losproblemas legtimos y tiene el mrito complementario de dara entender que se pueden solucionar, no por la destruccinde la integridad del sistema personal, sino mediante el estu-

    under social catastrophe: ninety life-histories of the Nazi revolution". Char. Pers.,1941, 10: 1-22). La experiencia demuestra que la consecuencia de la personalidadresalta especialmente cuando se hallan estimuladas las regiones centrales de lapersonalidad, es decir, cuando la intervencin del ego es elevada. Ver el cap. V deeste volumen.

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    dio de las relaciones que este sistema, completo en s mismo,mantiene con los contenidos culturales y sociales, los cualesa su vez pueden ser considerados como sistemas de distintoorden.

    A pesar de mi defensa de la integumentacin, concedoque una de las genuinas debilidades de los escritos persona-lsticos, tanto filosficos como psicolgicos, es su tendenciaa eludir las innumerables intersecciones que existen entre elsistema de la personalidad y el sistema social. Aunque lospersonalistas deben, por conviccin, atribuir la primaca alprimero, no pueden dejar sin resolver los problemas creadospor la interseccin. Si lo hacen, su contribucin quedarsoslayada u omitida por los progresos de la ciencia social. Larelacin de la personalidad con la sociedad debe ser conve-nientemente encarada. No basta afirmar que las caractersti-cas de una persona, sus actitudes, sus valores subjetivos uotras fuerzas internas explican su conducta. La afirmacin esexacta, pero desestima las variaciones del ambiente. A pesarde la consecuencia predominante, variamos nuestra conducta-dentro de ciertos lmites- de acuerdo con las circunstanciassociales. Cada cual, desde luego, la cambia nicamente a sumanera; pero nadie est excluido del sistema social, ni esindependiente de l. Cada cual conserva sus fronteras, peroestas fronteras no son impermeables.

    Necesitamos una teora de la ciencia social que admita laintegridad y la primaca del sistema personal, relacionndoloal mismo tiempo convenientemente con los sistemas social y

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    cultural, que mantienen las fronteras. Parsons y otros hanhecho recientemente importantes avances en esa direccin.9

    Parsons sostiene que el sistema de la personalidad esuna unidad completa en s misma que ejerce una marcadacoaccin sobre el sistema social. Este ltimo "no se puedeestructurar de tal modo que resulte radicalmente incompati-ble con las condiciones de funcionamiento de los agentesque lo componen como organismos biolgicos y personali-dades". 10Tampoco tiene que satisfacer el sistema social lasnecesidades de todos sus miembros, sino de la cantidad querequiera el mantenimiento de su forma de organizacin. Enel sistema social el individuo se encuentra relacionado conotros individuos de manera que tiende a conservar sus rela-ciones en equilibrio.11 El mdico y el enfermo, por ejemplo,adoptan en sus contactos recprocos un papel sutilmentemarcado para contemplar las necesidades de los dos, necesi-dades que no podran satisfacerse si no se observaran esasrelaciones reglamentadas.

    Parecera que esta manera de pensar ofrece grandes es-peranzas de conservar el reconocimiento de la naturalezaintegral que caracteriza el sistema de la personalidad, relacio-nndolo al mismo tiempo de manera ms adecuada con sucontenido social. Parsons afirma la unidad fundamental delsistema de la personalidad y se queja de que la mayora de lasformas de la psicologa no traten la personalidad como sis- 9 T. Parsons, E. A. Shils y otros, Toward a general theory of action. Cambridge,Harvard Llniversity Press. 1951. T. Parsons, The social sysfem, Glencoe. II. TheFree Press, 1951. F. H. All-port, Theories of percepfion and the concepf ofstrucfure. Nueva York, Wiley, 1955, cap. 21.10 T. Parsons, op. cit., pg. 27.11 dem, pg. 542.

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    tema.12 En resumen, este socilogo ofrece una base tericapara la ciencia social en general, e invita simultneamente aencarar al individuo desde el punto de vista personalstico.

    Hace muchsima falta una ciencia social que sostenga lashiptesis de la psicologa personalstica. La mayor parte delas teoras y tendencias mencionadas en este captulo parecenapartarse de la personalidad concebida como sistema intrate-gumental. Ilustran lo que segn Riestman es el cambio mselocuente del carcter norteamericano, el paso de la orienta-cin interior a otras orientaciones.13 La exigencia actual de laaprobacin de los pares es tan grande (en algunas escuelasno se organizan los grados por el conocimiento de las mate-rias elementales, sino por la adaptacin de los nios) que alos estudiosos contemporneos de la ciencia social les parecenatural derivar sus conceptos ms bien de la personalidadbsica que de la personalidad formada, y ms bien de la fun-cin que del ser. El personalismo poda imponer su opininms fcilmente en los primeros tiempos de la direccin in-terna, cuando se admita que cada persona posea finalidadinterna y equilibrio interior. Actualmente la psicologa per-sonalstica tiene que luchar para detener la marea de otradireccin, la marea del Massenmensch.

    12 dem, pg. 545.13 D. Riesman, The Lonely crourd: a sfudy of Ehe chanying American character.New Haven, Yale University Press, 1951. Conviene recordar al respecto queJohn Dewey, en The public and ifs problems (Nueva York, Holt. 1927) exponeel problema de la desmembracin de la persona en simples apndices pblicos:un contribuyente, un dueo de automvil, un miembro de una iglesia, un marido,un jugador de bolos, un socio de un club, un dentista, ad infinitum.

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    II

    La influencia del moderno positivismo en el estudio psi-colgico de la personalidad es parcialmente saludable. Losinstrumentos de diagnstico mejoraron, se exigen normas decomprobacin ms precisas, se rechazan las ancdotas y losrumores y hay una tendencia a establecer comunicacionesms inteligibles, impuesta, aunque en forma limitada, por lapreferencia acordada a las definiciones.

    Pero el positivismo ejerce asimismo efectos embrutece-dores. Sus devotos excluyen las explicaciones relacionadascon los rasgos, los propsitos y los intereses internos; algu-nos de ellos hasta nos dicen que ya no se puede invocar alsistema nervioso en las series explicativas. Como no se pue-de observar lo que ocurre entre el estmulo y la respuesta, nose pueden admitir variables intermedias. Hay que limitar losesfuerzos explicativos, dicen, a los hechos exteriores al orga-nismo. Incluso deben descartarse los hbitos del behavio-rismo de Watson. "Comprendiendo las propiedades de losestmulos", dice un positivista, "no hace falta el concepto dela personalidad".

    Quin mueve ese anheloso deseo de postular un orga-nismo vaco? Ser un deseo asctico de pureza cientfica,que slo acepta un mnimo de hiptesis para evitar las tram-pas del subjetivismo y los crculos viciosos? Puede esperarseestablecer, en mil aos de investigacin pura levantada sobremagras hiptesis, una ciencia de la conducta que tenga algngrado de suficiencia? No ser esta frmula un medio deevasin, proyectado por su autor para proteger a la hostiliza-

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    da ciencia de la vida real que aqul ve palpitar a su alrededor?Se consuela diciendo que "la ciencia es buena voluntad paraaceptar los hechos aunque sean contrarios a los deseos";pero su deseo de emular a los investigadores de las cienciasnaturales lo lleva a rechazar todos los actos contrarios a susdeseos. Brightman demostr que los hombres de cienciaexperimentadores, por positivistas que sean sus procedi-mientos, formulan varias hiptesis silenciosas que interpo-nen el yo, como variable intermedia, entre los estmulos delhombre de ciencia y sus propias respuestas.14

    Aunque el positivismo extremado tiene pocos adheren-tes en psicologa, ejerce una influencia suficientemente fuertepara crear un tono de disculpa en ciertos escritores que afir-man tmidamente la utilidad de las "variables intermedias",las "construcciones hipotticas" o las "tendencias inferidas";en otras palabras, de las caractersticas, los valores, las inten-ciones, el yo.

    Es evidente que una slida psicologa de la personalidaddebe tomar un rumbo exactamente opuesto al del positivis-mo. Debe establecer desde un principio que desde el puntode vista cientfico no tiene nada de vergonzoso la hiptesisde una personalidad bien provista que es y que` hace; unapersonalidad poseedora de estructuras y subestructuras in-ternas que causan la conducta, totalmente o en parte. Sepueden extraer del positivismo sugestiones tiles con res-pecto a la necesidad de contar con criterios fidedignos paraestablecer las inferencias sobre las caractersticas, los hbitos,

    14 E. S. Brightman, "The presupposition of experlment", Personalist, 1938. 19.136-43.

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    las actitudes, las necesidades y los sentimientos. Pero ningnpsiclogo a quien le interese la personalidad puede eludircompletamente la postulacin de disposiciones internas delorganismo para explicar la consecuencia de su conducta y ladeterminacin de los motivos. Sobre esto arguye William McDougall que el de la "tendencia anterior" es el ms indispen-sable de los conceptos de la ciencia psicolgica.15 No obs-tante, todas las presiones que emanan del positivismo siguenla direccin contraria: est de moda desposeer al organismo,quitarle especialmente fuerza dinmica e intencionalidad.

    La misma tendencia, en menor grado, se observa en lallamada "teora del campo". Lewin y sus partidarios no nie-gan la existencia de necesidades y actitudes dentro del orga-nismo, pero consideran que la conducta es una funcin detodos los campos de fuerzas, los internos y los externos. Enla prctica, parece que hubiera predileccin por las fuerzasdel ambiente exterior que ejercen presin sobre el individuo.De este modo los deseos y los valores se extraen de muchoscampos.16

    Tambin la psicologa de la configuracin expone la teo-ra de un organismo singularmente pasivo, o decididamentevaco. La configuracin exterior percute sobre el sistema 15 W. McDougall, Tendencies, as indispensable postulates o[ all psychology, XICongrs International de Psychologie, Pars, Flix Alcan, 1938, pgs. 157-70.16 Esta tendencia se encuentra en muchos trabajos de Lewin; pero haciendojusticia a la amplitud de su criterio debemos decir que en algunas partes de susobras presenta un anlisis aceptable de la estructura psicolgica de la personali-dad considerada como "regin diferenciada". Ambas lneas se ven claramente ensu libro pstumo, Field theory in social science (D. Cartwright, edit.), NuevaYork, Harper, 1951. Una obra que sigue la teora del campo y niega expresa-mente las disposiciones internas, sustituyndolas por el concepto de la tendencia

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    nervioso y ste produce, mediante un tipo isomorfo de res-puesta, equivalentes del estmulo, conscientes y de conducta.Este proceso psicofsico, tal como lo ven Khler y otros,establece relaciones armoniosas entre el organismo y el me-dio; pero el organismo parece colaborar muy poco en el pro-ceso. El personalista Stern crey necesario protestarvehementemente contra este esquema pasivo. La vida men-tal, afirma, adems de las propiedades isomorfas y de dispo-sicin propia expuestas en esta teora, revela la continuapresencia de una actividad interior: keine Gestalt ohne Ges-talter.

    Los psiclogos cuyos conceptos tienen su centro en lapersona rechazan el fetiche del organismo vaco. No com-prenden por qu la enorme capacidad de la corteza humana,cargada de energa por s misma y por actividad autnoma,no haya de admitir tanto las tendencias como los rastros. Esque los nueve mil millones de clulas de la corteza tienenque actuar nicamente como limaduras de hierro en uncampo magntico de fuerzas? Sus combinaciones y sus pro-piedades sugieren que si bien existen formas pasivas de or-ganizacin (simples rastros), tambin hay formacionessumamente dinmicas, constituidas por propsitos e intere-ses, que dan personalidad a su carcter activo, apremiante,orientado. No sabemos cmo se relacionan los hechosmentales con los fsicos; pero es evidente que, tomados enconjunto, comprenden un sistema unido, cargado de energay de contornos permanentes. La persona viviente y actuante.

    del ambiente, es Emergeat human nafure, de W. Coutu. Nueva York, Knof,1949.

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    Es indudable que no todos los psiclogos que ponen ala persona en el centro de sus ideas ven del mismo modoesta animada estructura de la personalidad. Algunos hablande una organizacin jerrquica de reflejos condicionados,hbitos, caractersticas y "yoes". Otros prefieren unidadescomo las formadas por los instintos, los intereses y los sen-timientos. Los freudianos son partidarios de las institucionesintegradas por el ello, el yo y el super-yo. Si bien, como de-mostrar en seguida, tiene muchsima importancia la unidadque se elija, me limitar por ahora a repetir mi punto de vis-ta: cualquier teora de la personalidad que pretenda ser ade-cuada debe ser dinmica, y para ser dinmica debepresuponer un organismo bien provisto.

    IV

    Pero no todas las teoras dinmicas de la personalidadson adecuadas. Muchas de ellas, la mayora, padecen de dosdefectos en la concepcin de los motivos: prestan poca aten-cin a la unicidad y la contemporaneidad de los motivospersonales.

    Muchas de las teoras que se empean en imitar a laciencia nomottica consideran que los deseos y las intencio-nes de los individuos son simplemente cambios repetidossobre varios temas uniformes. Estos temas se pueden de-nominar, impulsos, instintos, necesidades, deseos, aspiracio-nes, vectores u otra cosa. Llmense como se llamen, lainferencia es siempre la misma: pudiendo clasificarse co-

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    rrectamente los motivos bsicos de los hombres, se podrexplicar la conducta de cada hombre. El impulso sexual, elinstinto de agresin, la necesidad de triunfar, el deseo deseguridad y la aspiracin de dependencia son variables a lasque pueden estar subordinadas todas las personalidades.Aunque las teoras de los motivos difieren entre s en algunode sus aspectos, todas ellas tienen de comn esta fuerte in-clinacin nomottica. Para ciertos objetivos es una inclina-cin defendible: a menudo es provechoso comparar laspersonalidades de acuerdo con esta clase de categoras co-munes. Pero las teoras que se satisfacen totalmente con unaexplicacin de motivos abstractos, de personalidades abs-tractas, no crean una base suficientemente slida para soste-ner el peso de una personalidad concreta.

    Al respecto es interesante recordar el fuerte sabor per-sonalstico de las definiciones que dieron sobre la psicologalos fundadores de la ciencia: Wund, James y Titchener. Elprimero dice que la psicologa "investiga el contenido totalde la experiencia en sus relaciones con el sujeto"; el segundo,que "la psicologa es la ciencia de las mentes finitas indivi-duales"; el tercero, que "la psicologa es el estudio de la expe-riencia subordinada a una persona". Ninguno de estosautores present una explicacin de la vida mental concor-dante con el concepto definido; pero cierto sentido de pro-piedad pareca guiarlos al formular la definicin. Saban quela mente (como dato psicolgico) slo existe en forma finitay personal. No obstante todos ellos, lo mismo que los psi-clogos dinmicos de ahora, se dedican exclusivamente abuscar las leyes de la mente en general, preocupndose muy

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    poco de las formaciones concretas que sealan las mentesparticulares. (Con la excepcin del estudio de casos particu-lares que hace William James en su Varieties of religiousexperience.)

    El segundo defecto de la actual psicologa dinmica serelaciona con su forma anacrnica de encarar los motivos.Las referencias sobre el pasado dominan el cuadro. Loshombres se ocupan en su vida presente mirando muchohacia el futuro; los psiclogos se ocupan en recorrerles lavida hacia atrs. Veamos un ejemplo. Preguntemos a cual-quier psiclogo (psicoanalista o no) por qu el hijo de ciertopoltico famoso se dedica a la poltica. La respuesta que nosdar hablar probablemente de identificacin paterna, pro-pensin precoz, acomodacin y refuerzo, o de algo igual-mente cargado de referencias a la niez. Estas respuestas sonaceptables desde un punto de vista histrico, pero son im-procedentes y engaosas para explicar la situacin actual.

    Virtualmente todas las psicologas (la freudiana, la adle-riana, la de estmulos y respuestas), destacan la propensininicial del desarrollo personal durante los primeros aos devida. Los primeros esbozos aparecen, sin duda, en esa poca,pero de ah no debe deducirse que los adultos mantengannormalmente una forma de vida porque haya sido eficaz enla niez.

    Volviendo a nuestro ejemplo, es probable que el hijo sehaya identificado con el padre a la edad, digamos, de cuatroaos (lo hacen la mayora de los nios); tambin es posibleque haya sido premiado y elogiado por sus imitaciones de laoratoria de pap. De este modo quizs haya adquirido la

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    vocacin por la poltica. Pero este minsculo antecedenteexplica el impulso, el empuje, el inters que siente el polticocincuenta aos ms tarde? El padre ha muerto; los tiposcambiaron; ms que premios, el poltico recibe pedradas.Millares de experiencias personales ocurridas desde entoncesmodificaron y reformaron los motivos iniciales. La persona-lidad del hijo gira ahora alrededor de sus intereses polticos,no del padre.

    La confusin en la apreciacin de los motivos ,de susraces histricas con su funcionamiento contemporneo meparece el error ms embrutecedor de todos los que vician lasteoras actuales de la personalidad. No es ste el momentooportuno para examinar las perniciosas consecuencias de lafalacia o para discutir ampliamente el problema.17 Es precisonicamente insistir en que la propulsin de los motivos quees tan caracterstica de la personalidad humana no puede sersuficientemente explicada por ninguna doctrina de empujes,o series de empujes, del pasado. La teora que pueda consi-derarse adecuada debe incluir la efectividad de una imagenpropia normal y el carcter dinmico de las intenciones, delas orientaciones de valores y de los sistemas de interesespsicgenos de esquema nico de los adultos sanos. Conside-rado filosficamente, se impone este traslado de la impor-tancia para descubrir en el individuo los ingredientes delibertad y orientacin de valores que permitan la defensa delpersonalismo.

    Es justo admitir que una teora apropiada debe incluirlas fijaciones precoces de la personalidad, los infantilismos,

    17 Ver los captulos 3, 4, 6 y 9 de este libro.

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    las regresiones y muchas otras manifestaciones conexas deneuroticismo. No se deben pasar por alto los trascendentalesdescubrimientos de Freud; slo conviene ponerlos en unaperspectiva apropiada. El poltico de nuestro ejemplo quizsea neurtico; tal vez siga ansiosamente identificado con supadre, y haga todo lo que hace porque quiere calzarse loszapatos de pap (incluso reemplazar al padre en el afecto dela madre: perduracin del complejo de Edipo despus de lamuerte de los padres). Lo esencial es que ste sera un estadoexcepcional y anormal. El criterio freudiano sobre los moti-vos puede ser un modelo aceptable para la conducta neurti-ca sin ser un modelo aceptable para todas las conductas. Mipunto de vista personal, que denomino autonoma funcionalde los motivos, sostiene que los motivos pueden ser inde-pendientes de sus orgenes; y generalmente lo son en laspersonas sanas. Tienen por funcin animar y guiar la vidahacia objetivos que armonizan con la estructura actual, lasaspiraciones actuales y las condiciones actuales.

    En estos ltimos aos hemos podido observar marcadasmejoras en las teoras, rectificaciones orientadas hacia la au-tonoma funcional. La tendencia conocida con el nombre deneofreudismo presenta dos notables adelantos: el reconoci-miento ms amplio de las contribuciones de la cultura y laenunciacin de un ego ms activo, intencional y de mayoralcance. El ego concebido originalmente por Freud era unrazonador relativamente desvalido, aunque inteligente, aco-sado por tres tiranos: el ello, el super-yo y la realidad ex-terna. Las ms de las veces lo nico que poda hacer erareprimir sus penosos conflictos, que hacan finalmente erup-

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    cin en forma de ansiedades neurticas. Hasta los psicoana-listas ms ortodoxos dicen ahora que Freud muri sin com-pletar su teora del ego. Hoy ya no se suele considerar al egoampliado y perfeccionado como un agente que se limita a ladefensa; contiene juiciosas ideas que se aproximan a las quereclama la doctrina de la autonoma funcional.18

    Otra evolucin igualmente notable en buena direccines la revolucin terica contenida en la teraputica de Ro-gers, "centrada en el cliente".19

    Aunque la base terica de este movimiento de "aseso-ramiento no directivo" todava no fue completamente elabo-rada, es indudable que asumir una forma compatible con lapsicologa personalstica. Sostiene el criterio, dicho en pocaspalabras, de que el yo puede, en ciertas condiciones, recono-cer su campo de percepcin y cambiar por consiguiente deconducta. La teraputica consiste en dar al individuo laoportunidad de evaluar y recomponer la imagen que tiene desus motivos y circunstancias, cambindose en una personams coherente y mejor armada.

    Podran citarse otros movimientos contemporneos quesiguen la misma lnea. Los trminos yo, autoimagen, ego einclusin del ego, que los psiclogos de la generacin ante-rior empleaban muy poco, se upan ahora con mucha fre-

    18 Entre los libros neofreudianos se destacan los siguientes: E. Fromm, flan porhimselF, Nueva York, Rinehart, 1947; K. Hor-ney. Necv evays in psychoanalysis,Nueva York. Norton, 1939 (Nuevas perspectivas en psicoanlisis. Hay edicincastellana de Ediciones Siglo Veinte, Buenos Aires); E. Fromm-Reichmann,Principles of intensive psychotherapy, Chicago, University of Chicago Press,1951.19 Cf. C. R. Rogers. Counseling and psychotherapy, Boston, Houghton Mifflin,1942; Client-cenfered therapy, Boston, Hough ton Mifflin, 1951; Some observa-tions on the organization of personality, Amer. Psychologist, 1947, 2. 358-68.

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    cuencia; representan las nacientes teoras sistemticas de losmotivos, libres de las restricciones de la uniformidad y lasreferencias al pasado que limitaban hasta ahora la concep-cin de las ideas.20

    Hay que advertir a los personalistas que por lo. menosuno de ellos cree que a las teoras de la personalidad no leshace falta la doctrina de la autonoma funcional. Bertoccisostiene que una teora de los instintos (como la de McDougall) evita la categora de la "emergencia" contenida en laposicin del autor de este libro. El tema ha sido amplia-mente discutido en los artculos publicados y no es precisoque lo analicemos aqu."21 Bastar decir que ambos escritoresestn de acuerdo en que una teora adecuada de la personali-dad requiere motivos nicos y dirigidos hacia adelante, cua-lesquiera sean los conceptos que hagan falta para alcanzaresa meta.

    V

    20 Ejemplos de este tipo de literatura son las siguientes obras: E. R. Hilgard,Human motives and the concept o the sell (discurso del presidente pronunciadoen la American Psychological Association), Amer. Psychologist, 1949, 4, 374-82;D. Snygg y A. W. Combs, Individual behavior, Nuew.t York, Harper, 1949; P.Lecky, Selt- consistency: a theory o[ personality, Nueva York, The Island Press,1945: P. M. Symonds, The ego and the selt, Nueva York, Appleton-Century,1951.21 A. Bertocci, A critique oF G. W. Allport's theory of moti-vation, Psychol.Rev., 1940, 47, 501-32: G. W. Allport, Motivation in personality: reply fo Mr.Bertocci, Psychol. Rev., 1940, 47, 533-54. Puede verse una manifestacin msreciente de la bien meditada posicin de Bertocci en su Introduction to thephylosophy el religion, Nueva York, Prentice-Hall, 1951, cap. 8.

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    Sin unidades de anlisis sera imposible el estudio cient-fico de la personalidad. El tipo de unidad que se elija es im-portante. A la psicologa que tiene por centro a la persona nole satisfacen las variables que suelen aislarse para su estudio.Padecen el inconveniente de que su sntesis no reconstruyeconvenientemente la personalidad del individuo que es ob-jeto de estudio. Empeados en uniformar los instrumentos(tests, cuestionarios, situaciones experimentales) y hacerlosseguros y objetivos, los investigadores inventaron variablestan alejadas de la estructura y el funcionamiento de las per-sonalidades particulares que las informaciones obtenidasresultan a menudo intiles.

    Veamos el caso de los tests profesionales. Suele consi-derarse que una batera de tests puede decir al que buscaempleo qu profesin le conviene elegir, y al empleadorcules son los solicitantes que puede tomar y a cules deberechazar. A veces los instrumentos son, hasta cierto punto,tiles, pero como emplean variables "tpicas" no dicen mu-cho sobre el motivo singular, el conjunto de habilidades o lacapacidad fundamental de cada caso en particular.

    Las "variables tpicas" no slo se emplean en la psicolo-ga aplicada, comprobndose su imperfeccin; tambin sondeficientes para la ciencia estrictamente terica. No han da-do hasta ahora ( ni parece que, en principio, puedan darlo)un grado muy alto de poder de prediccin, comprensin ycontrol, los tres objetivos mximos de la ciencia. Decir queJohn Brown registra ochenta perceptibles en la variable de"masculinidad.-feminidad", treinta en la de "necesidad detriunfar" y el trmino medio de la de "introversin-

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    extroversin" es dar nada ms que una mediana informa-cin. Aunque empleara un juego de dimensiones ms nume-roso, una avalancha de scores psicomtricos, al psiclogoencargado de trazar el psicodiagnstico se le escapara el plande la personalidad.

    Por eso los psiclogos profesionales, especialmente losclnicos, recurren a los mtodos ideogrficos complementa-rios: las entrevistas, los relatos biogrficos, la intuicin. Estasvas de entendimiento todava no son cientficamente "res-petables"; desagradan profundamente a los psiclogos me-todolgicos. Pero la psicologa personalstica debe orientarsus investigaciones hacia estas formas ms ejemplificadas depercepcin para llegar a mejorar nuestra capacidad de diag-nstico y permitirnos determinar las caractersticas centralesdel individuo.

    No quiero decir con eso que sea inservible el arsenal demtodos uniformes trabajosamente acumulados. Todo locontrario; para el primer acercamiento a la personalidad lasvariables tpicas (sobre todo si estn bien graduadas) tienenun enorme valor. Su fuerza, lo mismo que su debilidad, resi-de en su facultad de ordenar todas las personalidades en unaserie uniforme de variables, llamadas rasgos, necesidades,actitudes, dimensiones, factores o tipos. Este acercamientorelativo nos permite localizar un sujeto de modo generaldentro de una poblacin de pares. Hay instrumentos nomo-tticos ms sutiles que dan ms de un score, aproximndoseal umbral del problema de la regulacin. Pero los mtodosnomotticos ms sutiles slo nos hacen ver la dependenciamutua que existe entre el score de una variable determinada

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    y los scores de otras variables. El nexo personal que unetodas las variables escapa incluso al enfoque nomottico.

    En otro trabajo hablo de este enfoque del "rasgo co-mn" y demuestro que es inferior al enfoque del "rasgo indi-vidual", ms complejo pero en definitiva ms instructivo. Elprimero se satisface con las variables uniformes; el segundotrata de descubrir los focos vitales de organizacin dentro delas vidas individuales.22

    Se objeta que si damos mayor importancia al enfoquedel rasgo individual, concentrando la atencin en la indivi-dualidad del cuadro, "la ciencia de la naturaleza humana en-trar en un callejn sin salida".23

    Estos generalistas argumentan de este modo: Las pie-dras de las praderas son unidades singulares, pero la cienciade la mineraloga abarca todo el tema; el accidente de la uni-cidad cae, en todo caso, en la jurisdiccin del artista. Lasenfermedades son manifestaciones singulares, pero la bio-qumica y otras ciencias que constituyen la medicina sumi-nistran las explicaciones fundamentales necesarias. Siguiendoestos modelos, la psicologa como ciencia debera buscarsolamente uniformidades y dejar la individualidad al psiclo-go, al bigrafo o al amante. Para afianzar el argumento losgeneralistas afirman que si la personalidad es singular tam-bin son singulares los momentos de su transcurso, y que laciencia no puede aspirar a ocuparse de cosas tan efmeras.

    Creo que el punto dbil de esa posicin se encuentra enel hecho de que la personalidad humana contiene una orga- 22 Personality: a psychological interpreation, op. cit., cap, 11

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    nizacin psicofsica permanente, cuya naturaleza intrnsecaes precisamente lo que deseamos estudiar los que ponemospor centro a la persona. Como no puede ser estudiada ade-cuadamente con variables uniformes, no tenemos ms reme-dio que buscar el peculiar sistema central de rasgos y sussistemas subsidiarios, que comprenden este dato singular.Las unidades efectivas de la personalidad son peculiares delindividuo. El reconocimiento de este hecho central no llevaa punto muerto la ciencia de la naturaleza humana. A1 con-trario; se puede demostrar que el conocimiento de las nor-mas internas del individuo que mantienen la consecuencia yla armona de la conducta acrecienta nuestra capacidad cien-tfica, porque aumenta la comprensin, el poder de predic-cin y de control del individuo, ms de lo que puede lograrel sentido comn sin ayuda o la ciencia nomottica. El pro-blema de si debe controlarse cientficamente al individuo esde ndole axiolgica y no es necesario que lo analicemosaqu. El examen que estamos haciendo se refiere solamenteal establecimiento de la respetabilidad de la investigacincientfica en el fenmeno de la singularidad.

    Hasta ahora se ha progresado relativamente poco en lateora o la investigacin correspondiente al nivel de los ras-gos individuales, principalmente porque la psicologa tradi-cional no admiti esta exigencia personalstica. No obstantealgo se progres. Voy a mencionar, como ejemplo, algunasorientaciones de las investigaciones contemporneas queparecen apropiadas y promisorias. Los estudios de la con-

    23 H. A. Murray. Toward a clasification of interactions, en T. Parsons y E. A.Shils, op. cit., cuarta parte, cap. II.

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    ducta expresiva despiertan esperanzas, porque tienden a des-cubrir la relacin existente entre los movimientos manifies-tos y las normas internas de inters, ansiedad ytemperamento. Hay algunos procedimientos matemticos,de los que cabe esperar buenos resultados, especialmente delos que tratan de ocuparse en los esquemas de los hechosque ocurren dentro de las personalidades individuales. Todolo que conduzca a mejorar la preparacin y el uso de losdocumentos personales (relacin de casos, biografas, etcte-ra) es actividad apropiada. Los procesos por los cuales lamente humana forma y verifica el juicio sobre las personasmerecen ser estudiados detenidamente; parece indudable queen el cuadro de la percepcin hay algo ms que deduccionesde experiencias anteriores. Tambin son importantes losestudios que fijan la atencin en la armona o la inconexinde los sistemas de motivos que fundamentan los actos deuna persona determinada. Los impulsos conscientes e in-conscientes de esa persona son de una sola pieza o son dis-cordantes? Todos estos problemas -y muchos otrossimilares- requieren mtodos perfeccionados para el manejode esquemas e individualidades.24

    El hecho de que nos dediquemos a elaborar nuevosmtodos para el estudio de los rasgos individuales y las nor-mas personales, no significa que haya que descuidar los es-fuerzos para mejorar las variables nomotticas. Mi colega ycrtico Henry A. Murray propuso recientemente, sobre labase de muchos aos de labor, un esquema de variables que

    24 Vase en los captulos 3 al 9 el anlisis de algunos de los problemas que aquhemos mencionado brevemente.

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    constituye un sealado progreso.25 Las unidades estn expre-sadas en funcin de valores, vectores y valores-vectores. Losvalores incluyen el inters en el cuerpo, la prole, el conoci-miento, la libertad, la afiliacin, etctera; los vectores sondisposiciones que conducen al renunciamiento, la acepta-cin, la adquisicin, la agresin, etctera; los valores- vecto-res (necesidades) son las disposiciones ms concretas pararenunciar, aceptar, adquirir, construir, mantener y restauraruna determinada entidad avaluada. Creo que este tercer tipode unidad, por ser concreto, se aproxima ms a lo adecuado,porque se ocupa de las intenciones integrales (orientaciones)que tienen las personas con respecto al medio, real e imagi-nario, que las rodea. El esquema interrumpe repentinamenteel reconocimiento de la multiplicidad y unicidad primaria delas personalidades, porque sigue pretendiendo ordenar todaslas formas individuales dentro de un esquema comn de"variables tpicas". No obstante, quiz sea el recurso nomo-ttico ms til que se haya proyectado hasta ahora. Con suayuda tal vez se logre llevar la personalidad analizada, conuna aproximacin mayor, a una sntesis que contenga suestructura y funcionamiento propios. Si se consigue aportaruna valiosa contribucin a la teora y el mtodo del estudiode la personalidad. Si el procedimiento fracasa, tendremosque seguir investigando, siempre procurando descubrir uni-dades ms viables y perfeccionar los medios para manifestarla individualidad regulada.

    25 Op. cit., especialmente las pgs. 463 y sigs.

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    VI

    Creo que todos los filsofos personalsticos podran es-tar de acuerdo con gran parte de lo que he dicho en estaspginas. Se limitaran a aprobar mi insistencia de que la psi-cologa debe ocuparse convenientemente de la personalidadcomo sistema. Diran probablemente: "No nos cuente eso anosotros; vaya a decrselo a los psiclogos destructores de lapersona". Pero llegamos ahora a un juicio espinoso, quepuede reclamar grandes concesiones a los personalistas filo-sficos, o que, por lo menos, indica la necesidad de estable-cer nuevas bases de entendimiento mutuo. El juicio puedeexpresarse de este modo: La psicologa de la personalidaddebe admitir ampliamente el concepto del yo, pero sin em-plearlo como "factoturn", como hacen algunos filsofos.

    Comencemos por determinar los puntos relativos a laspropiedades del yo en los que coinciden los filsofos con lospsiclogos. En primer lugar deben convenir en que concien-cia no siempre es conocimiento de s mismo. Es muy proba-ble que los animales sean conscientes, pero tambin que suconciencia no contiene autoconocimiento. Los animales,como dice Romanes, saben pero no saben que saben. Delmismo modo, ahora existe la certeza de que el conocimientode su propio yo aparece en el nio a los dos o tres aos deedad, como resultado de una maduracin y un aprendizajeadquiridos gradualmente. En los adultos que se encuentranen estado de somnolencia y baja vitalidad es indudable queno hay conciencia del yo. Si nuestro criterio de la concienciadel yo es exigente ( es decir, si imponemos en el sistema del

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    yo el reconocimiento y claro del estado mental), podemosaventurarnos a conjeturar la posibilidad de que una personase pase un da entero sin tener conciencia de s misma.

    Otro punto de coincidencia es el hecho de que la con-ciencia del yo, a pesar de su carcter efmero, es el testimo-nio ms seguro que poseemos de la existencia personal. Es elslido ncleo emprico de la personalidad humana. Nosiempre reconocemos la "posesin" de nuestra conciencia,pero el hecho de que lo hagamos de tanto en tanto es fun-damental para nuestro sentido de la identidad personal y dela continuidad.

    A la moderna psicologa le interesa en gran parte el cri-terio fenomenolgico del yo corno dato. Hay un mtodo deinvestigacin, popular aunque bastante trivial, que se ocupade localizar el yo como fenmeno en distintas regiones delcuerpo.26 Otra orientacin ms interesante es la que estudialas condiciones en que se reconoce la posesin de la expe-riencia. En estos ltimos tiempos ocup un lugar importanteel tema de la autoimagen (el ego ideal), especialmente en laliteratura teraputica. Muchos psiclogos consideran que laidea del yo, lo mismo que el conocimiento del yo, co