alfredo bryce echenique-entre soledad y amor

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I LA SOLEDAD

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Si me he quedado solo, es por falta de maldad. FRANOIS GEORGE, Histoire personnelle de la France

Figrese que usted camina por una tranquila calle provinciana, es una calurosa tarde de agosto. La calle se halla dividida en dos por la lnea que separa la sombra del sol. Sigue usted andando por la acera inundada de luz y su sombra camina con usted, casi a su lado, usted la ve, partida en dos por el ngulo que forman las paredes blancas con la acera. Siga suponiendo Haga un esfuerzo De pronto, esa sombra que le acompaa desaparece No cambia de lugar. No pasa detrs de usted porque haya cambiado de direccin. Digo bien: desaparece. Y he aqu que usted se encuentra en la calle, de repente, sin sombra. Se da usted la vuelta y no la encuentra. Mira a sus pies y sus pies emergen de un charco de luz. Las casas, al otro lado de la calle, continan con su sombra fresca. Dos hombres pasan charlando apaciblemente y su sombra los precede, adaptndose a su cadencia, haciendo exactamente los mismos gestos que17

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ellos. Hay un perro al borde de la acera. Y tambin tiene su sombra. Entonces, usted se para. Su cuerpo, bajo sus manos, posee la misma consistencia que otros das. Da usted unos pasos rpidamente y se para en seco, con la esperanza de recuperar su sombra. Se echa a correr. Sigue sin encontrarla. Da usted media vuelta y no hay ninguna mancha oscura sobre los adoquines brillantes de la acera. GEORGES SIMENON, Carta a mi juez

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El otro y nosotros

Dos amantes yacen uno al lado del otro, tras el acto de amor. Su soledad es el perfecto ejemplo de lo que suele llamarse soledad autnticamente saboreada. La satisfaccin los devuelve a s mismos, desenlazando sus brazos y poniendo fin al ardor que los empuj el uno hacia el otro. Sus soledades son paralelas, la imagen misma de dos cuerpos en reposo. Ellas saben que volvern a encontrarse en el tiempo, de la misma manera en que acaban de confundirse totalmente.Y ellas conforman asimismo la promesa recproca de un reencuentro futuro, basado precisamente en el recuerdo comn de pasados ardores y entrelazamientos. Es posible que esta soledad compartida no sea real, ni mucho menos absoluta, sobre todo si la comparamos con aquellas soledades que se viven sin compaa alguna. La soledad no existe para aquel que puede recordar los momentos en que no estuvo solo y sabe que esos momentos volvern. La otra persona puede estar ausente, pero en cierta medida contina a nuestro lado. Un ser existe en el recuerdo que19

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conservamos de su presencia y en la confianza que tenemos en su pronto retorno. El psicoanlisis llama a este ser el buen objeto, y lo ejemplifica con el caso del nio que espera confiado el retorno de su madre. No se est forzosamente solo cuando se carece de compaa, ni esta situacin implica necesariamente una exclusin del mundo. La soledad es, en realidad, una manera incompleta y nica de estar en el mundo. El antiguo mito del andrgino explicaba este hecho a su manera. Los seres humanos son arrastrados al amor por la inmensa necesidad de volver a encontrar una unidad original. Se busca al otro como si fuese una parte perdida de uno mismo, y como si esa carencia nos causara dolor. Me duele el otro, o, mejor: Me duele en el otro, parece decirnos toda soledad. La soledad tiene una ligazn muy estrecha con el lenguaje y con las dificultades de expresin. Nos obliga a comunicarnos, pero puede tambin significar que ya ni queremos ni podemos comunicarnos. En ello, la soledad implica siempre la existencia de otro ser, pero no necesariamente una presencia de la cual podramos ocultarnos, ni tampoco una presencia que podramos reclamar incesante y vanamente.Tenemos la conviccin de que el otro existe y constatamos que nos hace falta. Es en nosotros mismos, en nuestra conviccin ntima de la existencia del otro y en nuestra dolorosa experiencia de su ausencia, donde hace su nido el sentimiento de soledad. Para sentirse solo, es preciso desear ser dos, al menos, o haberlo sido y conservar la nostalgia de ello.20

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Cargar eternamente el doloroso recuerdo de un ser que ha fallecido es indudablemente la primera forma de estar solo. Sin esa otra persona, sentimos que nuestra existencia est vaca, muy lejos de una vida plena. Como esa persona nos hace falta, no cesamos en nuestro afn de recrearla, ahora y siempre, a pesar de la evidencia de su desaparicin, y a pesar de que parientes y amigos hagan lo posible por acercarnos a ellos. La falta de un solo ser puede lograr que uno no exista para los dems. La segunda forma de estar solo consiste en organizar la ausencia del otro, en vista de que su mirada nos hace existir, pero sin que podamos hacer nada por controlarla. Extraemos parte de nuestra existencia de esa otra persona, con lo cual en realidad enajenamos parte de nuestra independencia. Es preciso, entonces, escapar a esa mirada para reencontrar o restaurar nuestra independencia. Huimos de la presencia del otro, la tornamos indiferente, para volver a ser dueos de nuestra existencia. Desaparecemos para hacer desaparecer al otro. Al igual que Fgaro, que se apresura a rerse de todo, para no llorar por todo, nos damos prisa en estar solos, por temor a estarlo a pesar de nosotros mismos. Nos entregamos a la soledad, aun corriendo el riesgo de acostumbrarnos a ella, de no poder deshacernos ms de ella. La tercera forma de estar solos consiste en hacer un buen uso de la soledad. El otro no existe por s mismo, pues nosotros no lo vemos nunca como realmente es.Tampoco l nos ve como realmente somos. Conscientemente o no, proyectamos intuiciones o ideas sobre todo aquel que se nos acerca. Sin siquiera sos21

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pecharlo, un ser imaginario acompaa a un individuo desde el instante mismo en que se presenta ante otro individuo. Partiendo de nuestras propias esperanzas y desilusiones pasadas, le pedimos inconscientemente al otro que represente un papel en el teatro de nuestra imaginacin. Le exigimos que desempee un papel ya escrito, al hilo de nuestras experiencias, y, muy en particular, de aquellas que nos marcaron desde la infancia. Si el otro se niega a desempear este papel, o lo desempea mal, muy fcilmente podemos sentirnos solos, descubrirnos solos. Nadie sube al escenario abandonado de nuestros deseos, y terminamos as por convertirnos en los desamparados asistentes a un espectculo cuyas representaciones han sido interrumpidas. Toda soledad es signo de una decepcin ntima. La realidad no coincide con lo que esperbamos de ella. La realidad ha decepcionado a nuestra imaginacin. Sin duda alguna, la soledad totalmente feliz es algo imposible. Sin embargo, en una trayectoria de maduracin individual y cultural, la soledad es positiva. Es en s un aprendizaje que nos ayuda a asumir nuestras desilusiones y a liberarnos de la obsesiva frecuentacin del otro.Tambin nos ayuda a acogerlo sin la necesidad de colocar entre l y nosotros ningn tipo de barrera protectora o aislante. En resumen, slo mediante este buen uso de nuestra soledad aprenderamos a vivir tan bien con nosotros mismos como con el otro.

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La seora X

La seora X tiene casi ochenta aos y es viuda desde hace cinco aos y medio. Sufre de agorafobia.Tiene, por ejemplo, mucho miedo de atravesar una plaza, y cruzar una calle se ha convertido en una verdadera hazaa para ella. Me flaquean las piernas, explica la seora X, agregando que se siente incapaz de ir hasta la carnicera o la farmacia, que apenas logra llegar hasta el buzn en que el cartero le deposita su correspondencia, y que constantemente le dan vrtigos. Estos vrtigos los tena ya desde antes de la muerte de su esposo. Sola sentirme muy mareada en plena calle, y sobre todo entre la multitud recuerda la seora X, agregando: Pero entonces tena a mi esposo a mi lado, y l me llevaba inmediatamente hasta un caf, para que pudiese tomar mi medicacin. Dos meses despus de la muerte de su marido, la salud de la seora X empieza a deteriorarse a pasos agigantados. La coincidencia de fechas es casi total, y la seora X prcticamente no ha vuelto a poner los pies en la calle.Vive rodeada de todo tipo de23

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cuidados mdicos, pero todos los mdicos del mundo no logran ni lograrn nunca reemplazar a su marido. O sea que lo que realmente le ocurre a la seora X es que le falta una razn para sentirse mejor. Tras la muerte del cnyuge, los problemas de salud son un frecuente factor de aislamiento entre las personas de avanzada edad. Sin embargo, estos problemas no son ms que unas cuantas piedras dispersas con las que esas personas construyen la soledad en la cual se encierran, desinteresndose de todo lo que las rodea. Pero esta prdida de curiosidad e inters por el mundo exterior significa que el psiquismo est realizando un intenso trabajo interno. El sujeto se recoge en su soledad y desde ah se empea en revivir el pasado, para extraer de l toda una serie de acontecimientos ya desaparecidos. De esta manera, la seora X consagra el tiempo de vida que le queda a recuperar el pasado, y, al ir afanosamente tras las huellas del recuerdo de su marido, intenta incluso adelantarse a la propia muerte que los volver a reunir. Simultneamente, sin embargo, la seora X es consciente de que el recuerdo no va a devolverle la vida al difunto y no intenta ocultarse a s misma su soledad real. Al contrario: disfruta de ella con la tristeza que es propia de su duelo. Desde su punto de vista, el vnculo que la une a su esposo es preferible a todos los vnculos que podra establecer o estrechar con sus amigos o con sus familiares.Y es que, en ciertas ocasiones, la tristeza puede parecer ms gratificante que el goce de vivir, o que la vida misma. Tras la muerte del cnyuge, es posible observar, a menudo,24

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entre la gente de edad avanzada, lo que los gerontlogos llaman sndrome de desprendimiento o de desmoronamiento. Una persona parece perderle el gusto a la vida, y sus problemas de salud se agravan constantemente, sin ms explicacin que esta renuncia a las cosas de este mundo.Y hay personas que pierden incluso el deseo de sobrevivir, cuando, al ser hospitalizadas, por ejemplo, se sienten arrancadas de su entorno familiar. Estamos, en este caso, ante un verdadero sndrome de enclaustramiento. No merece la pena vivir en este mundo: el cuarto del hospital y la calidad o estatus de enfermo sometido a cuidados y, por lo tanto, dependiente, se convierten en verdaderas afrentas a nuestro narcisismo y en heridas que sufre aquella autoestima que tan til nos resulta en los momentos difciles de la vida. Ante un mundo que encuentra hostil, la persona opta por encerrarse en s misma y se convierte en pasiva. La agudeza de todos sus sentidos disminuye hasta que estos pierden por completo su capacidad de respuesta a las solicitaciones que le vienen de fuera. Simultneamente, este inters por el mundo exterior que se va perdiendo se vuelve hacia el mundo interior. El paciente se encierra en sus sueos o concentra toda su atencin en una parte de su cuerpo que termina por convertirse en objeto de todas sus preocupaciones e inquietudes. Pero, a menudo, se suele pensar, un tanto precipitadamente, que estas preocupaciones e inquietudes por la salud estn estrechamente ligadas a este perodo de la vida, dado lo avanzado de la edad. Esto equivale a olvidar que los problemas de salud acompaan ese proceso de encierro e interiorizacin, mas no lo explican.Y equivale a ol25

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vidar tambin que este bloqueo del mundo interno, por la intensa actividad psquica, se nutre en buena parte de una imposibilidad objetiva de controlar la realidad exterior. Cuando el mundo que nos rodea es muy poco humano, resulta muy humano alejarse de l. Esta tentacin se acrecienta entre las personas de edad avanzada debido a lo fcil que les resulta refugiarse en el pasado. Y, cuando tienen la suerte de seguir viviendo en sus propios hogares, sus recuerdos se rodean de objetos que son en s mismos recuerdos. Estos solitarios cara a cara con lo inanimado, estos dilogos secretos entre un individuo y sus fantasmas, constituyen un conmovedor testimonio de fidelidad. La soledad es un sntoma ms del sndrome de enclaustramiento. Es el alma la que se halla herida y enferma, como consecuencia de un accidente de la vida afectiva. Pero, en qu medida estamos capacitados para juzgar esta soledad interior? El corazn de la seora X ces de latir para siempre el da en que dej de hacerlo al unsono con el corazn de su esposo. Sin embargo, ese corazn an palpita, puesto que el recuerdo del amor contina siendo amor. Entonces, seramos capaces de aliviar a la seora X, privndola de este ltimo consuelo? Mi respuesta es la siguiente y parte de una simple constatacin, de una rpida y simple mirada al mundo en que vivimos: los seres todos, y en particular los ancianos, encuentran cada vez menos consuelo en la religin. No los privemos, pues, de la religin del recuerdo.

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Soledades contemporneas

1En su libro Nos solitudes, el mdico y poltico francs Michel Hannoun reflexiona sobre la mayor paradoja del mundo de la comunicacin en que vivimos. Aunque basadas en una experiencia y unas encuestas exclusivamente francesas, sus reflexiones pueden aplicarse fcilmente a todos los pases desarrollados, tanto en el medio urbano como en el rural. Son muchas, segn el mdico y poltico francs, las razones que hacen surgir nuestras soledades contemporneas. Para empezar, la soledad es una nocin ambigua en la medida en que todos necesitamos de ella en ciertos momentos. Pero al mismo tiempo nos asusta y nos inquieta. La soledad, adems, existi desde siempre y lo que es nuevo hoy es su aspecto.Antes uno estaba solo cuando se encontraba apartado de los dems. La soledad del ermitao o la del poeta tenan un sentido en una sociedad en la que cada uno ocupaba un lugar bueno o malo porque se viva en comunidad.27

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Adems, era una sociedad en la cual la religin constitua un factor importante. Hoy se vive en una sociedad que es una colectividad. Las relaciones entre las personas son prcticamente contractuales. La familia de hoy, por ejemplo, es contractual y ha perdido su nocin de duracin y de deber. Antes uno se casaba con la idea de que era para siempre y para cumplir con la procreacin y con una serie de deberes conyugales. Hoy se entra en una asociacin por algn tipo de entusiasmo o atraccin sexual y se sale de ella no bien surge cualquier inconveniente. Las leyes lo permiten. Antes, la sociedad le permita al hombre olvidar su soledad. Hoy, la sociedad no logra asumir esta vocacin. Antao, la soledad se produca al alejarse de los dems, pero actualmente se produce en medio de los otros y est profundamente ligada a nuestro entorno humano. Las multitudes que rodean al solitario le colocan un espejo ante el cual se refleja su condicin. Multitud, soledad, trminos semejantes y convertibles, deca Baudelaire. Antiguamente, un individuo necesitaba alejarse de los otros para estar solo y de l se tena la imagen idealizada de un hroe que se aventuraba para alcanzar los lmites mismos de la creacin, el pensamiento o la fe. En la actualidad, el solitario se siente excluido sin que la sociedad le otorgue ninguna imagen que lo valorice. Por el contrario, la sociedad parece ignorar hoy la reciprocidad que es consustancial a las relaciones de interdependencia.Y desde un punto de vista cultural, la dependencia est proscrita y los valores dominantes son la libertad y la independencia.28

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Afirmar nuestra independencia es afirmar implcitamente que no se necesita de los dems. Pero la independencia no debe ser confundida con la libertad, aunque existan entre ambas algunas similitudes. Mientras que una persona libre se preocupa ante todo de s misma, una independiente desea no tener que preocuparse de otra.Tal cosa se debe a que la libertad se establece ante lo absoluto, mientras que la independencia se determina en relacin a los dems y es, en el fondo, una concepcin esquiva y estrecha de la libertad.Asimilar libertad con independencia es, fundamentalmente, desentenderse de toda necesidad natural, pretender alcanzar una autonoma total, una imagen semejante a la divina. De hecho, al atribuirles a la libertad y la independencia una primaca total, la sociedad contempornea diviniza al individuo o, ms precisamente, le otorga la posibilidad de divinizarse a s mismo. Descripcin del hombre: dependencia, deseo de independencia, necesidad, anotaba Pascal en sus Pensamientos. Pero el tab que pesa hoy sobre la dependencia refuerza la aspiracin individual a la independencia.Y para alcanzar dicha aspiracin se rompe el pacto de reciprocidad que relaciona a los individuos, forzando al otro a la soledad y exponindose uno mismo a ella. El individuo es actualmente autor y vctima de su propia soledad. Necesita al Otro, pero se comporta como si pudiese vivir sin l.Aspira a la independencia, pero la soporta difcilmente. As, el sentimiento de soledad se relaciona cada vez menos con una situacin objetiva de aislamiento o de desgracia.Y es cada vez ms causa y no consecuencia de un problema existen29

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cial. La soledad se debe mucho ms frecuentemente a una actitud global del individuo que a una imposicin de las circunstancias que le toca vivir. Al no poder entrar en relacin de reciprocidad con el Otro, el individuo queda enfrentado a los profundos desacuerdos de su propia naturaleza. La vida afectiva es el campo en que mejor se manifiestan estos desacuerdos, ya que en vez de satisfacer la necesidad de afecto del individuo, pone generalmente en relieve las contradicciones entre esta necesidad y el deseo de independencia. La comedia del Amor contemporneo escenifica las contradicciones de cada ser, pero sin llegar a resolverlas.Y, en cada acto, dos personajes hablan de una misma soledad, pero cada uno con sus propias preocupaciones. En cada nuevo acto, en cada nueva aventura sentimental, la pareja cambia y el dilogo contina con otro personaje. Un solo hilo conductor subsiste en esta continuidad: el que el individuo, en eterna contradiccin consigo mismo, intenta retomar. El sentimiento de soledad que invade nuestra sociedad indica que el ser humano se busca ante todo a s mismo y que esta bsqueda se efecta en forma solitaria. En esta bsqueda solitaria se encuentra otra de las explicaciones a las soledades contemporneas. Debido a la preeminencia que han adquirido valores como la libertad y la independencia, el pacto de reciprocidad entre los individuos se ha roto. Libre de los dems, cada uno debe buscar en su propia persona los principios en que apoyar su vida. Cada uno debe, en cierta forma, inventar de nuevo y totalmente solo la sociedad. Los diversos comportamientos ligados a la soledad llevan la huella de30

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los esfuerzos que cada persona est obligada a realizar para alcanzar la formulacin moderna de la propia salvacin: Fuera de uno mismo no hay salvacin!. El ser queda convertido as en su propio dios y la felicidad se ha convertido en su nueva religin. Sin embargo, al dejarle a cada individuo la libertad para buscar el tipo de felicidad que le conviene, la sociedad no contradice su misin. Simplemente renuncia a darles normas y modelos a sus miembros. El individuo de hoy vive a la escucha de su yo profundo y se abandona fcil y voluntariamente a sus emociones y sentimientos. Ganan en autenticidad las relaciones personales, puesto que el hombre se expresa ms profunda y sinceramente que con el trato social de antao. El hombre, la libertad, la independencia y la pasin se han impuesto hoy a la comunidad, las convenciones, las fidelidades y la razn. Los solitarios son los pioneros de las nuevas relaciones sociales.Y no esperan que se les d frmula alguna para lanzarse a la conquista de la felicidad, afirma Michel Hannoun en Nos solitudes. Pero la soledad no es actualmente algo tan sencillo como antes. Entre su representacin ideal y su realidad, existe una contradiccin. No es ni la afirmacin pura y simple de una dependencia que ha quedado truncada, ni la lograda realizacin de una independencia plena y total. Adems, no revela necesariamente una ruptura con los lazos sociales: se puede ser un solitario en el corazn de una muchedumbre.Y, de la misma manera, la soledad no conlleva en general ni felicidad ni desdicha: es, generalmente, una obstinada bsqueda de la felicidad y una capacidad para adaptarse a la desgracia si ello es necesario.31

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Hoy nadie siente vergenza de vivir solo. La mirada de la sociedad ha cambiado. Un soltero de cuarenta aos ya no es, como antes, sospechoso de inclinaciones que atentaban contra la moral. Primero, porque la moral ya no reprueba tanto esas inclinaciones y, luego, porque ya no se les atribuyen sistemticamente a los solteros ms recalcitrantes. La soltera en s se enfrenta a un cambio de mentalidad y la imagen del soltern o la solterona empieza a desaparecer de la mente colectiva para dar lugar a la de unos jvenes que han sabido permanecer jvenes ms tiempo que los dems. El miedo a envejecer y a morir explica tanto la atraccin que ejerce la juventud cuanto la muerte de la moda. Esta, que privilegiaba lo efmero y lo momentneo, produce hoy angustia existencial y de ah la tendencia a una uniformizacin de usos y costumbres.Y la atraccin cada vez mayor que ejerce la juventud crece en la medida en que la vejez va siendo privada de todo aquello que poda hacerla ms aceptable: el apoyo de los dems, la autoridad moral y, por ltimo, la religin, ltimo consuelo ante la muerte. Mientras que la vejez ve desaparecer su legitimidad social y cultural, la juventud asiste al crecimiento de la suya.

2La juventud se ha convertido casi en una forma de sabidura y, sin duda, hoy Victor Hugo no se atrevera a escribir un Arte de ser abuelo. El verdadero arte consiste actualmente en permanecer32

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joven y en no ponerle lmite alguno a la libertad de amar sin comprometerse, prolongando indefinidamente el plazo de una deliciosa irresponsabilidad.Todo es posible y nada es grave cuando se es joven.Y la asociacin entre juventud y soltera provoca nostalgia entre los adultos casados. El matrimonio es un prisma deformante cuando a travs de l se observa la soltera de otros. El hombre y la mujer casados tienden a atribuirles y envidiarles a los solteros todas las conquistas que no tuvieron. La evolucin de las costumbres ha reforzado decisivamente la legitimidad social de la juventud.Y, adems del atractivo que siempre tuvo, la juventud se beneficia actualmente del atractivo que le confiere la libertad sexual y sentimental propia de nuestro tiempo. Mujeres y hombres de cualquier edad pueden disfrutar de esta libertad, pero, de hecho, la juventud es la gran favorecida. La soltera se ha convertido en un perodo de prueba en el que el individuo aprende a conocerse mejor y al que la moral de hoy se adapta perfectamente. Sin embargo, la juventud sufre hoy tanto o ms de soledad que la gente de edad. Los jvenes en grupo no son ms que seres aislados reunidos. Esta es la gran diferencia con los adultos. Entre estos, las mujeres se organizan mucho mejor en la soledad que los hombres y pueden bastarse a s mismas. Hoy una mujer puede concebir a un beb sola; de ah la gran cantidad de mujeres solteras que tienen hijos.A pesar de los avances de la ciencia, los hombres an no lo pueden hacer y, adems, estn en mayor dependencia que las mujeres. Por eso estas tienen mejor relacin con la vida que los hombres.33

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En cuanto a los nios, basta con mirar la cantidad de horas que pasan solos ante la pantalla del televisor. Esta es la nueva baby-sitter de los tiempos modernos. Cuando los nios vuelven del colegio, generalmente los padres no estn. Adems, cuando llegan, se ponen tambin a ver televisin y les hablan poco. No hay comunicacin entre padres e hijos. Los nios estn en familia y a la vez solos. La familia ya no es como antes un lugar de proteccin. El nio debe aprender a solucionar sus problemas de nio en medio de las turbulencias de la vida de los adultos. Por ejemplo, se acomodar a la incertidumbre ligada a la pertenencia de un nuevo padre o una nueva madre? El nio corre el peligro de perder los puntos de referencia indispensables a la infancia en el proceso de las identificaciones formativas de su personalidad. A travs de la incertidumbre de la vida afectiva, nuestra sociedad genera nuevas soledades y ellas modelan tambin a los nuevos solitarios. Hace unos aos los principios morales eran transmitidos por la familia. Los nios disponan de una moral en la que se encuadraba su educacin y los guiaba en el camino de la vida. Cuando llegaban a la adultez posean un sistema de valores a los que podan remitirse cualesquiera fuesen las circunstancias de su vida. Su comportamiento estaba programado de alguna manera por modelos y reglas personales. Hoy la educacin est librada a los jardines de infancia, la escuela, la televisin y el cine. La compaa de un animal subsana en cierta medida las soledades contemporneas. En una sociedad dominada por el34

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egosmo, el estrs, la agresividad y la inestabilidad, el animal fiel y silencioso propone a los solitarios una autntica y serena presencia. Nadie puede negar la ternura, la fidelidad de un animal domstico. Aporta seguridad y equilibrio y, adems, el dueo tiene alguien de quien ocuparse de manera regular, alguien que lo necesita, alguien con quien puede hablar, alguien que lo quiere y que l quiere. Es, por ltimo, una manifestacin del deseo de dominacin del hombre que lo transforma en poder domstico. La eleccin entre un perro y un gato no es nuestra y se debe muy a menudo a la representacin social de cada una de las especies. El gato es el smbolo de la libertad e independencia caras a los intelectuales. El perro es ms bien el de la defensa de los bienes y de las personas. En todo caso, la asociacin cada vez ms masiva de los animales con los hombres expresa el amor ancestral de los unos por los otros y tiene tambin como objetivo conjurar la soledad del individuo capaz de ser rey en el nico reino animal. Algunos solitarios quieren a su animal como si este fuera un ser humano Pero tambin porque no lo es Sin lugar a dudas, a ello se debe tambin que los viejos busquen cada vez ms refugio en el pasado. Para un viudo o una viuda cuyo corazn ha dejado de latir al unsono con su cnyuge, pero sigue palpitando con l, el recuerdo del amor es an amor. La soledad se presenta entonces como un sntoma en el sndrome del encierro. Pero es prcticamente imposible hacerse un juicio acerca de esta soledad interior, y resulta muy improbable procurarle alivio despojndola de ese ltimo consuelo.35

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Los pobres eran los parias de la sociedad industrial. En pocas del capitalismo salvaje, aquella sociedad les responda brutalmente: Enriquzcanse. Nuestra sociedad de comunicacin responde de forma bastante anloga a sus nuevos parias, los pobres en comunicacin: Comunquense ms. Asistimos recin al nacimiento de esta nueva sociedad, de ah sin duda su aspecto salvaje. Algo en la naturaleza misma de la comunicacin explica, sin embargo, que se tienda a obligar a sus parias a ocuparse de s mismos. En efecto, la tendencia de esta nueva sociedad de comunicacin es aceptar que quien desea comunicarse es el nico responsable de su xito o fracaso. Si no lo logra, la culpa es toda suya, sea porque depende demasiado del otro, sea porque no se encuentra bien en su propio pellejo. Se afirma as que quien tiene dificultades para comunicarse debe realizar el primer esfuerzo, y que el que no las tiene no es responsable de ningn fracaso en la comunicacin.Aspiramos a una comunicacin bastante extraa, por cierto, ya que el otro se vuelve indispensable y al mismo tiempo se le quita toda importancia. Nuestra necesidad del otro es inmensa, pero el papel que le atribuimos es insignificante. Dentro de este esquema, el otro no existe para que lo comprendamos sino para responder a la necesidad que tenemos de su presencia. Si la comunicacin tuviese un objetivo, obligara a cada sujeto a un esfuerzo de reciprocidad.Tendramos que esforzarnos para comprender al otro y, por reciprocidad, el otro hara lo mismo. Pero en el principio y fin de la comunicacin36

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estamos solos ante un ser imaginario, producto de nuestros fantasmas. Hoy se habla de comunicacin. Es una palabra que todo el mundo tiene en sus labios y que supone un emisor y un receptor. Pero lo que tenemos es el uno sin el otro. No hay intercambio. La comunicacin consiste en dos monlogos, no en un dilogo. De hecho, entre los solitarios y los otros, hay un acuerdo tcito acerca de la comunicacin: esta slo es vlida si es perfectamente lograda.Todos podemos comunicarnos, pero la verdad es que unos lo logran y otros no. En esto consiste el carcter perverso de la comunicacin moderna: nos exige abrirnos hacia el exterior, pero al mismo tiempo empuja a quien no logra comunicarse a alejarse cada vez ms de los otros. La incomunicacin golpea finalmente a quien sufre de ella como una sentencia de excomunin a un creyente. La soledad no es siempre sinnimo de incomprensin, un silencio que se alimenta de la dificultad de decir algo. La soledad desdichada comunica, pero comunica precisamente la imposibilidad de comunicar. El solitario que se asla no parece reprocharles a los dems que no lo comprendan. Ms bien parece decirles que no hay nada que comprender. Por el contrario, los solitarios felices y extravertidos tienen una inmensa facilidad para comunicarse. La desigualdad entre unos y otros es afectiva y cultural. Los triunfadores en esta sociedad son felices y tienen palabras para decirlo y hacerlo saber a su alrededor; los perdedores son desdichados y no logran expresarlo, ni logran tampoco consolarse a s mismos.37

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Al contractualizarse, la sociedad les ha otorgado mayor libertad a sus miembros. Pero al servirse de esta libertad, encerrado en las casillas del individualismo, el hombre moderno se ha convertido en un solitario. Los puntos de referencia que la sociedad le ofreca antes a travs de la familia, la escuela, el matrimonio, la religin, etctera, no le ofrecen garantas durables de bienestar y mucho menos de felicidad alguna. Ello explica la desaparicin del sentimiento de pertenencia a una comunidad y de la solidaridad. Los individuos dudan de todo porque la sociedad les ofrece como nicos modelos de felicidad espacios de publicidad tan bellos como efmeros. Sin ms garantas ni puntos de referencia, el hombre cae en la indiferencia ante las instituciones, empezando por el Estado. Sin cuestionarlas siquiera, los individuos se alejan de ellas, producindose un abandono masivo de los sindicatos y los partidos polticos, acompaado por un fuerte abstencionismo electoral. El individualismo actual es profundamente egocntrico y slo sale de su indiferencia cuando las instituciones que sostienen la sociedad en que vive le presenta imgenes dolorosas. Deja de ser indiferente cuando se reconoce en aquel viejo que ser tarde o temprano, en el accidentado que ve y que puede ser l o en el desempleado con el que podr ser asociado en un futuro prximo. Alejados de las instituciones, los individuos estn ms preocupados por las preguntas que por sus respuestas. Las soledades contemporneas estn profundamente ligadas a la existencia de muchedumbres compuestas precisamente por38

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individualistas. Sin organizaciones ni instituciones, una muchedumbre es una simple aglomeracin, una inmensa coleccin de personas semejantes e intercambiables. En medio de ella, el individuo siente que slo es un elemento ms de una masa. Nadie lo ve y en consecuencia nadie lo comprende ni lo quiere. Si el amor se ha convertido en algo tan importante para hombres y mujeres, es porque se vive como el ltimo refugio del sentimiento de pertenencia. Sea cual sea nuestro punto de observacin, el individuo se nos presenta aislado en un destino que, sin embargo, est impregnado de confort y modernidad, como si este fuese el precio a pagar por todas las comodidades que se le ofrecen al hombre del siglo xxi. Lo paradjico es que hoy los solitarios estn mucho ms aislados que en las sociedades del pasado, cuando en estas el solitario se alejaba del mundo, y actualmente vive su condicin en medio de inmensas masas humanas. Convertidas en algo tan comn como absurdo, las soledades contemporneas han perdido el lustre que antao les dieron los filsofos, los profetas y ermitaos, y los artistas.

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La vejez no se cura

Las relaciones entre generaciones no son nada sencillas y su complejidad es fiel reflejo de las contradicciones personales por las que millones de mujeres y hombres se cuestionan. En las grandes ciudades occidentales, un promedio del 71 por ciento de sus habitantes opina que es a la familia a quien le corresponde el cuidado de los ancianos, mientras que un 22 por ciento opina que es el Estado quien debe ocuparse de ellos. Los ancianos, por su parte, parecen tener una opinin ms matizada de las cosas: por encima de los setenta aos, un 56 por ciento se inclina por la familia y un 36 por ciento lo hace por el Estado. Significa esto que los viejos desean pasar sus ltimos aos lejos de los suyos? Tal cosa resultara sorprendente. En realidad, lo que ocurre es que las personas de edad avanzada se sienten desgarradas entre el deseo de seguir viviendo entre los suyos y el temor de convertirse en una carga para ellos. Los progresos de la medicina no han hecho desaparecer los problemas de salud. Lo que ocurre es que actualmente estos41

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problemas y sus manifestaciones se retrasan hasta aquella cuarta edad en la que empieza la dependencia completa del ser humano en el crepsculo de su vida. La multiplicacin de las enfermedades medicaliza los ltimos meses o aos segn el caso de la existencia humana. Esta es una de las pruebas que tiene que confrontar la solidaridad familiar. La vigilancia mdica es en s misma difcil e implica una profesionalidad que va ms all de la ms profunda abnegacin. Habitualmente, han sido las mujeres las que han asumido estas tareas, hacindose cargo de los moribundos y de los rituales funerarios, aunque en la actualidad la redistribucin de los roles sociales tradicionales hace que el cumplimiento de estas abnegadas tareas sea cada da ms escaso. Tradicionalmente, se ha considerado que las mujeres estn ms cerca del ciclo fundamental de la vida y de la muerte, por estar menos comprometidas con la sociedad que los hombres. Su relacin con el mundo del trabajo es menos estrecha que la de los hombres, y este mundo constituye uno de los principales escenarios de la sociedad. Sin embargo, la igualdad de los sexos ha producido una ruptura histrica con el esquema de la reparticin de roles segn el sexo. La indiferenciacin cada da ms pronunciada del comportamiento masculino y femenino, con su aspecto ms espectacular el trabajo de la mujer, ha contribuido a remodelar todos los aspectos de una vida familiar sometida a las modas de la vida urbana. El ritmo de vida y el tamao de la vivienda adquieren tambin una importancia capital. En otros tiempos se poda te42

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ner en casa a un agonizante y se clausuraba temporalmente el cuarto del recin fallecido. Actualmente, tal cosa sera prcticamente imposible puesto que las viviendas tienen una superficie y un nmero de habitaciones calculadas hasta el ltimo centmetro para las personas que las habitan. Los reflejos familiares parecen seguir paso a paso la curva de la urbanizacin moderna.Actualmente, por ejemplo, siete de cada diez europeos mueren en un hospital, mientras que esta proporcin era exactamente la inversa hace slo unos treinta aos. Las diferencias se mantienen, sin embargo, segn las regiones y su grado de urbanizacin. Los servicios de larga permanencia en los hospitales funcionan en la actualidad como una forma muy particular de aislamiento colectivo. Todos aquellos que la vida moderna ha ido aislando paulatinamente, van a dar ah. Y ah, en esos servicios de larga permanencia, encontramos cuatro veces ms mujeres que hombres. Las dos terceras partes de los ingresados tienen ms de ochenta aos, y algunos todava tienen cnyuge, pero este se encuentra en el exterior, demasiado viejo y dbil para ocuparse del hospitalizado, o an lo suficientemente en forma como para compartir su suerte. Ms de la mitad de estos ancianos tiene todava familia, pero generalmente se trata de una familia de las de hoy, no preparada para afrontar los problemas mdicos y humanos que plantea la ancianidad. Aunque el ingreso de un padre anciano y enfermo por decisin de sus hijos no constituye un abandono, a menudo es vivido como tal. El sentimiento de culpa de esos hijos se intensifica, puesto que saben que su padre no actu de la misma43

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manera con sus progenitores. Los pacientes y sus familiares no estn preparados para esta dolorosa experiencia; tampoco lo est el hospital, puesto que su finalidad sigue siendo la de ocuparse de los enfermos que ingresan y curarlos, para que regresen nuevamente a sus hogares. En cambio, la vejez no se cura. La atencin mdica constante que acompaa a estos ancianos ingresados nunca es suficiente como para hacerlos sentir que an existen y sirven para algo. Cada uno de estos viejos ha sido arrancado de su entorno familiar y luego situado en un ambiente asptico e impersonal. Su vida transcurre entre una cama, una mesa y una silla para recibir a algn visitante eventual que es, adems, su ltimo vnculo con el mundo de los vivos. Este vnculo generalmente se mantiene y est conformado por los parientes ms cercanos; y, en el caso de los solteros o divorciados, el vnculo con el exterior se mantiene gracias a algunos amigos tan fieles como abnegados. Si estos tienen la misma edad que el hospitalizado, si sus propios problemas de salud les impiden venir, el vnculo con el exterior se rompe y el anciano ingresado se queda completamente solo: ha llegado a esa edad en que los seres que no tienen familia son simple y llanamente ignorados. La relegacin de los ancianos al final de sus vidas es un hecho social ligado a la organizacin general de nuestra sociedad actual. Se inscribe en una suerte de funcionalidad cada vez ms aguda de las estructuras de la vida y tambin de la muerte. Como constata Norbert Elias: Nunca antes en la historia de la humanidad los moribundos han sido ocultados tras los bastido44

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res, tan alejados de la vista de los vivos y de manera tan higinica; nunca antes han sido expedidos de la cmara mortuoria a la tumba de una manera tan inodora ni con tal perfeccin tcnica.1 Los muy funcionales y fros morideros modernos, que reemplazan la vergenza de los antiguos hospicios, son el fiel reflejo de una modernidad basada en la constante bsqueda tcnica de la eficacia.

1. Norbert Elias, La solitude des mourants, Bourgeois, Pars, 1987.