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MIÉRCOLES 19 DE NOVIEMBRE DE 2014 SO LI DA RI O NÚMERO 31 @ALADAR_CULTURA DE 19 MIÉRCOLES 31 NÚMERO 2014 DE NOVIEMBRE DE @ALADAR_CULTURA

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OTRA MIRADA A LA CULTURA. Suplemento cultural de El Correo de Andalucía. Número especial solidario. www.aladar.es

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MIÉRCOLES 19 DE NOVIEMBRE DE 2014

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Miércoles 19 de noviembre de 2014 | ELCORREODEANDALUCÍA |

a situación en el mundo de la cultura comienza a ser más que preocupante. No es nor-

mal que un dinero, tan necesario en cualquier actividad que se realice en este mundo, se le niegue al cine, al teatro o a las escuelas municipa-les de música. Y no es normal por-que sí hay dinero para otras cosas. Curiosamente para aquello que pro-duce grandes beneficios a las em-presas y grandes comisiones para un grupo (inquietante lo numeroso que es) de golfos. Entre rescatar bancos esquilmados previamente por políticos, sindicalistas, amigos de los políticos y a saber quién más; y comprar armamento o festejar con gran lujo coronaciones o con-sagraciones o cualquier cosa termi-nada en ones; el teatro se desmoro-na, el cine ser reduce a la mínima expresión, la pintura ni aparece o la música queda para los cuatro ro-mánticos de turno.

Dicho de esta forma, podría pa-recer que esto es pasajero, que el día que las arcas se llenen, el mundo de la cultura tendrá esos fondos tan so-ñados y aquí no habrá pasado nada. Pero no; qué va. La degradación de la cultura supone la degradación de la persona; cuanto más ignorantes seamos más nos arrimaremos al bo-rreguismo y a lo material como lo ha-ríamos si tuviéramos un diosecillo enfrente (que siendo un mamarra-cho) nos prometiera el oro y el moro. Y eso es lo que se consigue destro-zando las artes, eso es lo que se con-sigue vendiendo la idea de cultura como si fuera la de ocio, eso se consi-gue haciendo creer a las personas que la cultura es cosa de unos pocos y no cosa universal. Y por eso lo hacen, claro. El poder siempre temió al artis-ta, al intelectual, a todo aquello que desprendiese inteligencia. Pensar eli-mina la sumisión, pensar nos hace li-bres, pensar evita que nuestra exis-tencia se convierta en un tránsito, por el mundo, vacío, triste y anecdótico.

mo nos dejan hecho un solar ese te-rritorio que llamamos cultura. Es co-mo si no nos importara, como si eso no fuera del todo vital. Debe ser que nos creemos a pies juntillas lo de la salud, el dinero y el amor como úni-cos salvavidas posibles.

Las preguntas son muy eviden-tes: ¿qué nos pasa para no reaccio-nar frente al destrozo cultural con el que nos enfrentamos? ¿No somos capaces de ver en la herencia cultu-ral que dejaremos a nuestros hijos un soporte imprescindible? ¿Tanto miedo tenemos a vivir una vida ple-na aunque con unos euros de me-nos en el bolsillo? ¿Se nos ha olvida-do que estamos aquí para entender, para llegar a intuir cuál es el sentido de la vida?

Lo dejo aquí porque me hago preguntas y llegan las respuestas. Y no me gusta un pelo.

Yo, que voy de teatro en teatro, de exposición en exposición; que es raro no verme hojeando libros en las librerías con las que me encuen-tro por el camino para valorar míni-mamente las novedades; yo sé que la falta de presupuesto está conde-nando a la sociedad española a un retraso cultural de dimensiones preocupantes. Porque veo los tea-tros vacíos, las librerías empobreci-das, las salas de los cines abandona-das o las exposiciones llenas siem-pre por los mismos invitados (otros que soportados por su propia endo-gamia no están ayudando mucho a que esto salga adelante). Y por eso lo digo, sin utilizar eufemismos y en primera persona.

Otro retraso cultural más. En Es-paña somos especialistas en crear desastres de esta categoría. Tal vez porque siempre nos quisieron ocu-

pando la zona más oscura y, así, es-tar condenados a no saltar las ba-rreras del progreso. Echen un vista-zo a la historia de España y compro-barán que no exagero o digo disparates.

Por si era poco, los teatros reci-ben malas obras y repartos de aficio-nados ya que no hay para más. Los cines se quedan vacíos todo el año salvo los días de superofertón por-que de cada diez películas sólo un par de ellas (con suerte) merecen la pena. Los museos se llenan de ex-tranjeros y poco más. Todo es un de-sastre. Mientras millones de euros vuelan en dirección a los paraísos fiscales, mientras nos roban con des-caro un dinero imprescindible para formar a las personas, para asegu-rarnos un futuro como lo que somos, como personas. Nos están robando el futuro. Aunque eso no sea noticia,

nos están dejando muy alejados de un horizonte imprescindible para poder avanzar. Alguien quiere dibu-jar ese horizonte con billetes de qui-nientos, quiere dejar allí unos fajos de billetes como reclamo. Pero no, el futuro o los horizontes se dibujan de otro modo. Afortunadamente, que-dan los que saben trazar las líneas perfectas para que todos nos sume-mos a la idea. Quedan algunos y, da la casualidad, que muchos de ellos son los artistas. Por ello, necesita-mos ser cultos para entender las pro-puestas, para construirnos y para construir un mundo en el que poda-mos sobrevivir.

No deja de ser curioso que nos indignemos al ver cómo nos roban millones de euros y al comprobar que estamos rodeados de corruptos (con mucha razón, por cierto), pero que no nos inmutemos viendo có-

Leonardo DiCaprio interpreta a Jordan Belfort en una escena de El lobo de Wall Street. / EL CORREO

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Miércoles

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ELCORREODEANDALUCÍA | Miércoles 19 de noviembre de 2014 |

l episodio se recoge en uno de los capítulos de la serie La vi-da privada de las obras de arte,

de la BBC. Cuenta cómo en 1944, una compañía británica, la R.H.A, a cuyo mando se encontraba el teniente Anthony Clarke, se disponía a liberar el pueblo italiano de Sansepolcro, que suponían tomado por los alema-nes. La orden que tenían era clara, así que la artillería se despliega, y co-mienza el bombardeo. Pero, en ese momento, recuerda de qué conoce el nombre de Sansepolcro: es el lu-gar donde Aldoux Huxley, en su libro A lo largo del camino, menciona que se encuentra nada menos que la pin-tura más bella del mundo: el fresco La Resurrección, de Piero della Fran-cesca, allí nacido. Y, con el recuerdo aún reciente de los daños sufridos por el monasterio de Monte Cassino (en cuyo bombardeo no participó, pero que le dejó profundamente de-solado), toma una decisión arriesga-da, y puede que hasta insensata: la de ordenar la detención inmediata de la ofensiva. De haber habido efec-tivamente tropas alemanas en la po-blación, el riesgo era enorme. Podían haber caído, él y todos los que se en-contraban a sus órdenes, en una em-boscada. De haber salido vivo de ella, se hubiese ganado enfrentarse a un consejo de guerra con toda seguri-dad. Afortunadamente, tal y como les indicó, como pudo, uno de los ha-bitantes, los alemanes ya no se en-contraban allí, sino que habían mar-chado a las colinas. Información no contrastada, a la que Clarke no po-día dar validez, so pena de que se tra-tase de una trampa. Pero cierta. De modo que Clarke, junto a su amigo, el también oficial Alec Straham, fue a ver, por primera vez, la pintura sal-vada. El libro de Huxley ni siquiera estaba ilustrado. Y ambos, cuenta Straham, quedaron subyugados an-te esta.

Anthony Clarke, el hombre que salvó La Resurrección. Alguien con esa sensibilidad y valentía, ¿había, por ejemplo, escrito o pintado? ¿Se relacionaba con círculos artísticos, intelectuales? ¿Tenía una colección de anécdotas esperando a ser descu-biertas? ¿Tal vez, al saber que iba a ser destinado a Italia, agarró el pri-mer libro de viajes que encontró re-sultando ser el de Huxley?

Existe un artículo del escritor Tim Butcher, en BBC News, contando có-mo había entrado en contacto con la historia de la salvación de La Resu-rrección. Narraba cómo se había di-rigido a la más importante librería subsahariana, especializada en li-bros de segunda mano, descataloga-dos y grabados, buscando informa-ción acerca de la posible relación en-tre el fundador de la misma y Grahan Green. Aspiraba a encontrarla en una maleta llena de documentos de un hombre que había sido soldado du-rante la II Guerra Mundial, que ha-bía fallecido en 1981, y en los que aparecía lo ocurrido en Sansepolcro: Anthony Clarke. Sí, el mismo Antho-ny Clarke, que, años después de aca-bada la contienda, se estableció en

Ciudad del Cabo, y abrió la su libre-ría en 1956: la Clarke´s Bookshop.

Un británico que en la II Guerra Mundial participa en operaciones en África e Italia, salva una obra de arte que no ha visto nunca, abre una librería de referencia en Ciudad del Cabo, y, de paso, está detrás de un grupo poético. Fascinante.

El blogger Fausto Braganti, naci-do en Sansepolcro, y residente en Es-tados Unidos, cuenta cómo, a pesar de ser de allí, no había conocido lo cerca que había estado su población de perder su obra de arte más em-blemática hasta que leyó un libro ti-tulado Viaje por Italia, escrito por H.V Morton en 1964. Tres años antes del nacimiento de Tim Butcher.

A primera vista, no parece haber conexión entre el escritor y Clarke; sin embargo, Morton, acabada la guerra, había ido a residir precisa-mente a Ciudad del Cabo. Claro, ¡la librería! Y sí, la librería fue. Porque, como cuenta Madeleine Barnard en su libro Historias de Ciudad del Ca-bo, en el capítulo llamado El librero de Long Street y el famoso fresco, por ella apareció Morton un buen día buscando un ejemplar de un libro raro sobre Italia. Conoció a Clarke, entablaron conversación, el antiguo teniente le contó la historia, el escri-tor la incluyó en su libro y en Sanse-polcro, al año siguiente, a Clarke lo invitaron a visitar de nuevo el sitio con motivo de homenajearlo, y pu-sieron su nombre a una calle. Veinte años después, se reconocía lo que había hecho y se le hacía llegar el agradecimiento de sus habitantes. No sabemos si Tim Butcher conocía lo ocurrido antes de encontrar esa maleta. Si fue un descubrimiento ge-nuino el suyo o no. Por el entusias-mo con que escribe se podría pensar que sí. Que lo descubrió. En realidad, importa poco que antes que él al-guien ya lo supiera. Si su primer con-tacto fue de un modo tan emocio-nante y romántico como cuenta, aunque otros lo hicieran antes, fue su descubrimiento. Es irrelevante si era un bibliófilo empedernido, un admirador de Huxley, o si lo estudió en el colegio. Lo único que importa, en realidad, es que, hace varios si-glos, un hombre pintó un fresco magnífico, sobre el que otro hombre escribió, y que un tercero salvó de la destrucción recordando una frase de ese libro. Lo que cuenta es que es una historia increíble sobre el valor del arte y la cultura. Sobre lo que puede llegar a cambiarnos la vida, o incluso el destino, o la trayectoria de una guerra. Y lo que parece más increíble aún, es que haya quienes continúan pensando que no sirven para nada.

El teniente Anthony Clarke salvó el fresco ‘La Resurrección’ (arriba) del bombardeo del ejército inglés durante la Segunda Guerra Mundial. A la derecha, Clarke posa en su librería. / EL CORREO

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ELCORREODEANDALUCÍA | Miércoles 19 de noviembre de 2014 Miércoles 19 de noviembre de 2014 | ELC |

l primero de junio de 2008 moría Yves Saint Laurent, uno de los grandes de la moda.

Tras su muerte, el compañero de to-da una vida, Pierre Bergé, decidía dispersar una colección de arte que había sido un proyecto común. Qui-so hacerlo en el gran estilo, median-te una subasta que se celebró en el Grand Palais de París. Fue la venta del siglo. La convocatoria de todos los récords. Más de 30.000 personas hicieron cola durante tres días en los Campos Elíseos para visitar la instalación puesta en escena por Nathalie Crinière; hubo 6.000 invi-tados y compradores en línea des-de los 5 continentes que desembol-saron 342 millones de euros por 733 lotes. Nunca se había pagado tanto en la venta de una colección privada en el mundo. Fue récord mundial para una colección priva-da de arte impresionista y moder-no alcanzando los 206 millones de euros; récord del mundo para una colección de Artes Decorativas del siglo XX, con 59 millones; y marca única también para los objetos de orfebrería que alcanzaron los 20 millones.

La subasta fue una aventura ex-cepcional, para la que se recreó en el gran palacio de cristal de los Campos Elíseos la atmósfera de los apartamentos que tenía la pareja en la rue Babylone y la rue Bona-parte de la capital francesa, donde se acumulaban los objetos como en sendas cámaras de un tesoro. El acontecimiento sacudió el mundo del arte. El día previo a la venta el presidente de Francia y la primera dama, acompañados de las altas autoridades del Estado, visitaban la exposición, como si de un ban-quete funerario se tratara, para honrar la memoria de un gran hombre. Porque eso es lo que pre-tendió Bergé, hacer un póstumo homenaje a un personaje fascinan-te y torturado que modificó los conceptos sobre la moda y que su-frió el exilio de su éxito.

Saint Laurent y Bergé compen-diaron su colección a lo largo de 50 años siguiendo el gusto ecléctico que impusieron Jacques Doucet, Jo-sé María Sert y la vizcondesa de Noailles: entre todo lo posible –jun-to y mezclado– lo mejor de lo mejor. Maestros antiguos e impresionistas, objetos dadaístas, plata y esmaltes, destacando el refinamiento de las

piezas de mobiliario y objetos deco-rativos del siglo XX. Joyas, camafeos, esculturas romanas, panoplias de armas, cristal y bronces del Renaci-miento. Arte de Occidente y de Oriente, como las Cabezas de ani-males de la fuente zodiacal del Pala-cio de Verano del emperador Quian-glog, cuya venta intentó paralizar el gobierno chino y que desató un conflicto diplomático de primera magnitud.

En memoria de Yves, su amante donó al Museo del Louvre, antes de la subasta, el Retrato de Luis María de Cistué, de Goya, que había pasa-do solamente por dos manos en tres siglos, las de la propia familia del retratado y las del clan Rockefe-ller. El tapiz de La adoración de los magos de Burne-Jones, una obra excepcional por su rareza y su fac-tura, pasaría a ser una de las piezas claves del Museo d´Orsay, había si-do encargado por el banquero Gui-llaume Mallet en 1904 para decorar la suntuosa escalera de su residen-cia de Varengenville-sur-mer cons-truida por Edward Luytens y es una obra decisiva del movimiento de los prerrafaelitas. Al Centro Pompi-dou se destinó Il Ritornante de Giorgio de Chirico, adquirido por

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el modisto Doucet en 1925 siguien-do los consejos del surrealista An-dré Bretón. Apenas son las guindas de un suculento pastel para los afi-cionados al arte.

Ante los ojos asombrados de marchantes e intermediarios desfi-laron obras admirables del art-decó como el ensemble de quince espe-jos de la sala de música o la pareja de candelabros de Claude Lalanne en bronce dorado y cuero galvani-zado, la enfilade de laca y bronce de Eileen Grey; un Minotauro y un Tor-so de atleta romanos, del siglo II an-tes de nuestra era; la doble cabeza de mujer de Primatice, fechada en 1550, procedente de las colecciones reales de Fontainebleau.

El Sillón de dragones de Eileen Grey se remató en casi 22 millones de euros para estupor de la concu-rrencia que prorrumpió en excla-maciones y la lámpara Satellite de la misma artista en casi tres millo-nes. Pasaron parejas, ¡sí, parejas!, de óleos de Léger, de Matisse, de Mon-drian; el Retrato de Ferdinando Ten-ducci de Gainsborough, el de La Condesa de la Rue pintada por In-gres, un Balthus. Los galeristas ha-cían sus ofertas en línea con sus clientes en Brasil o los emiratos pe-

El ‘Cabinet de curiosités’, al fondo el Buda de bronce de la dinastía Ming. / EL CORREO

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Miércoles 19 de noviembre de 2014 | ELCORREODEANDALUCÍA |

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bla de los objetos y de lo que repre-sentaron, los vemos luego inspec-cionados, catalogados y expuestos a la curiosidad del mundo en Lon-dres, en Nueva York.

Hay lujo y glamour como debe de ser, pero también imágenes y fo-tografías de archivo conmovedoras, como la presentación en triunfo de su primera colección, en los años cincuenta, en la que empuñó el ce-tro del desaparecido Dior, su maes-tro; o el homenaje a toda una vida de creación, celebrado en olor de multitudes en el Stade de France a los compases del Bolero de Ravel. Pero lo que brilla sobre todas esas cosas y atenúa su frivolidad, dándo-les un sentido, es la personalidad de Pierre Bergé y su alma literaria en un diálogo consigo mismo, plagado de citas y pensamientos inolvida-bles e inteligentes. Es un homenaje a un amor inmenso, sin falsas ternu-ras ni hipocresías, sincero, que se convierte en un monumento. Bergé se muestra –el director nos lo mues-tra– como un caballero y un hom-bre de una fortaleza de carácter y una lucidez extraordinarias.

El documental es perfecto. Man-tiene la unidad narrativa y la ten-sión emocional, la música de Mil-haud, de Tchaicovsky, y de Mendel s -sohn, acompaña a las imágenes acertadamente. Y tanto la utiliza-ción de la grabación de la subasta, como los materiales de archivo, es mesurada y conveniente. Solamen-te acompañan a Bergé en este la-mento fúnebre dos voces, las de Betty Catroux, una de las maniquíes favoritas de Saint Laurent, y Loulou de la Falaise, celebrity y musa del modisto; son los ángeles perverso y benéfico que le acompañaron en el brillo de los éxitos y en la noche del alcohol y de las drogas. Jack Lange, ministro que fuera de Cultura de Francia, habla con admiración en las salas del Louvre, entre los már-moles antiguos.

Es una gran historia de amor y el retrato de un artista, de un hombre y de una soledad. El testimonio sin-cero, valiente y despiadado de una vida compartida. De una colección.

troleros del Golfo por un Hércules settecentesco de Jean de Bolonia, por el tapiz de Gobelinos del comedor, tejido en 1770 en seda y lana; por el Buda de la dinastía Ming, o por la tapa del Sarcófago de Hor-em-Akhet del Cabinet de curiosités.

A través de la venta de la colec-ción, el documental Ives Saint Lau-rent l´Amour Fou habla de muchas cosas más que de la vida y la obra del modisto legendario, creador del prêt-à-porter. Siguiendo el hilo de la subasta del siglo, el director elabora un documento que es un testimo-nio de amor y una reflexión sobre el poder y el espíritu de los objetos, so-bre la creación y la belleza y sobre el infierno que engendran el éxito y la fama. Estudia el trasfondo del mun-do de la moda, plasmando una épo-ca dorada que se extinguió.

La película se inicia con las dra-máticas imágenes de un Saint Lau-rent anímicamente destruido, anunciando el abandono de la pro-fesión que fue su vida, que se fun-den con los funerales del gran cou-tourier, celebrados en París con ho-nores de Estado. Después es el propio Bergé el que nos muestra la casa que habitaron durante más de 20 años en la rue Babylone, nos ha- Perspectiva de la biblioteca de la casa de Yves Saint Laurent en la rue Babylone. / EL CORREO

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Una de las joyas de la colección eran las ‘Cabezas de animales de la fuente zodiacal del Palacio de Verano’ del emperador Quianglog. / EL CORREO

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ELCORREODEANDALUCÍA | Miércoles 19 de noviembre de 2014 Miércoles 19 de noviembre de 2014 | ELC |

l dibujo es una forma de expresión tan antigua co-mo el propio hombre. El

relato también aunque, este, no se verbalizase desde el pri-mer momento. La suma de ambos es una de las formas de construir arte más atractiva, di-

vertida y simpática. ¿Quiere usted adentrarse en

un mundo extraordinario? ¿Quie-re que sus hijos comiencen a leer

y a disfrutar? Quítese los prejuicios de encima. Y pase, por favor.

Café Budapest, Alfonso Zapico Publicado por Astiberri en 2008. Se trata de un buen tebeo aunque el autor –en ese momento– no contaba con la madurez exquisita que exhibe actualmente. Eso se deja notar sobre todo en una for-ma de narrar que es demasiado evidente, unas veces, y demasiado cercana al mensaje propio de un idealista que repite formas algo ar-

Café Budapest es un buen có-mic. Seguramente, hoy, este autor, elegiría otra forma de hacer las co-sas. Eso es algo que siempre ocu-rre. Pero, sin embargo, conviene echar un vistazo al trabajo porque contiene detalles estupendos (casi todos desde el dibujo, puesto que el texto peca de ser inocente en ex-ceso). Su lectura es muy amena, muy sencilla y, por tanto, la com-prensión es muy accesible.

Pyongyang, Guy Delisle Excelente novela gráfica firmada por Guy Delisle que narra su paso por Corea del Norte. El trazo es maravilloso y los textos rebosan ironía, una crítica brutal al régi-men que instauró Kim Il-Sung (presidente de la nación aún des-pués de muerto).

Miedos, un control feroz de la población (física y mental); situa-ciones absurdas diseñadas para honrar el nombre de un dictador (del padre y del hijo) egocéntrico, paranoico y delirante; falta de un mínimo sentido del humor del que un ser humano no puede prescindir o cosmética para una vida terrible.

Muy recomendable para los jó-venes. Sabrán qué es vivir bajo un régimen dictatorial, sin una sola esperanza. Y comprobarán que hay muchas formas de arrimarse a la literatura sin pasar calamida-des intelectuales, ni ratos aburri-dos. Pero es muy recomendable para los adultos, también. No está mal saber qué es lo que se cuece a la vuelta de la esquina. Uno no sa-be si partirse de risa desde la pri-mera viñeta o echarse a llorar des-consoladamente. Cada lector ten-drá que elegir.

quetípicas, otras. En algún mo-mento la lectura se desliza hasta zonas algo blandas que rechinan y hacen que el lector se pregunte có-mo es posible que esos altibajos sean posibles. Se compensan las dudas y el excesivo uso de lo explí-cito con un buen trazo cercano a un realismo que se disfraza de ca-ricatura o casi. Es decir, es un te-beo que puede servir como ban-derín de enganche.

Narra un momento de la vida del joven judío Yechezkel Damja-nich. Sitúa el comienzo de la tra-ma en Budapest durante el año 1947. El muchacho junto a su ma-dre (superviviente de un campo de exterminio nazi) viajan a Jeru-salén invitados por su tío. En la ciudad conviven todo tipo de per-sonas, todo tipo de religiones, ba-jo la custodia inglesa. Y llega el mo-mento en que la ONU decide re-partir el territorio palestino. Es el final de cualquier tipo de convi-vencia posible. El desastre, que ya se veía llegar, se instala en ese te-rritorio y la violencia aparece para acabar con todo.

Zapico reviste la idea central con historias de amor, con mo-mentos pasados de algunos per-sonajes, con la desintegración del presente, intentando explicar lo que sucedió allí, en Jerusalén, una vez que los británicos se retiraron dejando a su suerte a miles de personas.

De izquierda a derecha: ‘Café Budapest’, ‘Pyongyang’, ‘Arrugas’, ‘Los combates cotidianos’, ‘No te olvides de recordar’, ‘Hicksville’, ‘Maus’ y ‘Persépolis’.

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Miércoles 19 de noviembre de 2014 | ELCORREODEANDALUCÍA |

P

Arrugas, Paco Roca El autor consigue una excelente obra que habla de la vejez, de los problemas médicos que lleva aña-didos y de cómo una vida se va deshaciendo para convertirse en una existencia plena. Lo hace ilus-trando sus textos de forma inteli-gente y muy sugerente para el lec-tor. Lo hace mirando y dibujando su propio mundo porque, según dijo él mismo, el reflejo en el espe-jo (cuando se mira) comienza a pa-recerse al de su padre y eso signifi-ca que se está haciendo mayor.

En este cómic se mezclan las diferentes historias de diferentes personajes y, al mismo tiempo, ca-da trama se dibuja junto al pasa-do que mueve a los protagonistas. Una historia deliciosa, tierna, sin efectos lacrimógenos, bien conta-da y universal. Sirve a los mayores y sirve a los que vamos camino de serlo.

No te olvides de recordar, Peter Kuper Querer entender el mundo desde lo enorme es una opción. Querer entenderlo desde lo particular, desde la miniatura, es otra. ¿Qué es mejor? La respuesta tiene que ver con el talento del que muestra. Y en el caso de Peter Kuper esta se acerca a la alternativa de lo perso-nal, de lo íntimo, de lo bueno con-vertido en grandioso.

Kuper es un dibujante magnífi-co y un narrador con oficio y duen-de. Desde sus propias experiencias nos cuenta una época de la histo-ria norteamericana y fija las bases de lo que puede llegar a ser, del ca-mino que seguimos transitando muchos.

El dibujo es la palanca que mueve el mundo de Kuper en No te olvides de recordar (título que nos hace pensar en una famosísima frase del guion de la película Me-mento). Aunque es la trama de esta novela gráfica lo que aporta el combustible suficiente para que la

maquinaria funcione al 100%. Se mezclan recuerdos, ideas abando-nadas, el mundo editorial, la rela-ción de pareja, la paternidad, de-safecciones ideológicas, obsesio-nes y amistad. Se mezclan para que el resultado sea atractivo, divertido y, ciertamente, profundo.

Utiliza el blanco y negro para representar el tiempo actual y un tono rojizo cuando quiere recordar o imaginar (en esta obra); lo que ayuda al lector a seguir un ritmo narrativo que impone el autor, no difícil, aunque sí exigente. El trazo, aunque lo modifica en ocasiones dependiendo de lo que cuenta, es cuidado y detallista. Todo se en-cuadra en un diseño de página que recuerda al resto de su obra.

Los combates cotidianos, Manu Larcenet Con un carácter claramente social, Larcenet rebusca en los temas que más le interesan a lo largo de una trama que mantiene un ritmo na-rrativo excepcional. La vejez, el compromiso personal con otros y con uno mismo, la paternidad, el papel de un hijo, el pasado, el per-dón, el trabajo o las diferencias so-ciales son algunos de los asuntos que enfrenta el autor. Pero el tema central es la construcción del mun-do desde lo que puede parecer in-significante por pequeño, o lo que es igual, la construcción de un pi-lar ideológico desde lo cotidiano.

El dibujo está al servicio de la trama y se ajusta como si fuera un guante a las intenciones narrativas del autor. Al mismo tiempo, lo es-crito deja el hueco justo a lo gráfi-co para que el conjunto aparezca como un solo objeto en el que to-do está porque es imprescindible.

Marco, el personaje principal, recorre un tramo de su vida con la angustia en la punta de los dedos. Le acompañan un puñado de per-sonajes secundarios que abrirán nuevos caminos de comprensión de un mundo muy pegado a la rea-lidad, muy reflexivo y marcado por

un desarrollo ideológico potente y muy necesario en los tiempos que corren. Tal vez, para los más jóve-nes, sea una entrada dorada al mundo de las relaciones sociales, al mundo de las relaciones con el trabajo, al mundo entero.

Hicksville, Dylan Horrocks Imprescindible. El tebeo de Dylan Horrocks es una joya del género. Divertido, profundo y ácido, se pre-senta como un homenaje al cómic, a sus autores y a la forma de vida que representa (para bien o para mal) eso de contar historias utili-zando buena parte de nuestros re-cursos (dibujo y palabra).

En un blanco y negro demole-dor (esto es posible que haga dudar al posible lector) cuenta la historia de un crítico de tebeos, de un escri-tor de cómics pequeños y muy per-sonales, de un famoso autor, de un faro extraño que contiene un secre-to, de amores, de lo cotidiano. Las piezas que van apareciendo, poco a poco, encajan sin forzar la maqui-naria narrativa, con precisión. Los gráficos se van acomodando a lo que se cuenta en cada momento convirtiendo el libro en un conjun-to magnífico de registros.

No es extraño que este tebeo sea uno de los más vendidos en el mundo o que esté traducido a di-ferentes idiomas. No es extraño que se convirtiera en un tebeo de culto con rapidez. No es extraño que los aficionados al tebeo lo re-comienden siempre que pueden. Como yo hago desde aquí.

Maus, Art Spiegelman Parece que la muerte impide que podamos expresar algunas cosas. Es como si faltáramos el respeto de forma grotesca al muerto cuan-do, en realidad, lo que hacemos es seguir pensando lo mismo que an-tes de la falta. Sabíamos qué cosas no nos gustaban. Y seguimos te-niéndolas muy claras. Y muy ocul-tas. Es parte de lo absurdo que tie-

ne la muerte. Nos hace enanos, miedosos.

Un escritor debe de tener muy claro que, a través del relato, pone en juego gran parte de lo que es, de sí mismo. Es verdad que la ficción maquilla mucho todo lo que de au-tobiográfico pueda tener una no-vela, pero el autor conoce perfec-tamente donde ha dejado la parte que arriesga. Al escribir, aparecen las experiencias que dejaron buen poso y las que fueron o están sien-do horribles. Todas. Y para eso hay que estar preparado. Con el lector, al contaminarse de lo que dice la obra, pasa lo mismo.

Sin riesgo no puede haber lite-ratura. La falta de libertad al escri-bir es la ruina de cualquiera que quiera hacerlo.

Un excelente ejemplo de todo esto se encuentra en la novela grá-fica Maus de Art Spiegelman.

Con el holocausto judío de fon-do (no deja de ser un vehículo na-rrativo y mucho menos importante de lo que puede parecer), Spiegel-man habla de la relación de un pa-dre con su hijo, de cómo puede odiar ese hijo a la vez que adora a su padre, de cómo el peso de una narración puede hacer que te difu-mines llegando a tener problemas mentales graves, de la intención de un autor y de cómo recibe el men-saje el lector, de los fantasmas fa-miliares, del suicidio, de la muerte, de los tópicos que existen aunque lo sean y, sobre todo, de cómo pue-de escribir un hombre sabiendo que aquello sucedió y de las conse-cuencias que tendrá en su entorno.

Persépolis, Marjane Satrapi El cómic es una fuente inagotable de la que pueden beber lectores potenciales de novela, poesía o ensayo. Un buen tebeo exige un esfuerzo menor por parte de los muchachos que se acercan a los libros y, lamentablemente, ese es un aspecto muy importante entre los jóvenes. Aunque, a decir ver-dad, esa exigencia menor no es tal

puesto que muchos cómics encie-rran grandes mensajes, grandes ideas y capacidades expresivas de primer nivel.

Uno de esos tebeos, de los que pueden servir para abrir la puerta de la literatura a más de uno, de los que se leen con facilidad, de los que encierran mensajes certeros y profundos y de los que pueden en-ganchar al mundo del libro a los jó-venes, es Persépolis. Lo firma Mar-jane Satrapi, iraní de nacimiento, progresista y excelente artista.

La protagonista de la narración es ella misma. Desde que siendo niña asiste a la llamada Revolu-ción Islámica hasta que viaja a Francia para instalarse allí defini-tivamente. Irán, Austria, Irán y Francia. Niñez, juventud, un pri-mer matrimonio, el fracaso. Pa-dre, madre, abuela, amigos, no-vios. Todo aparece y desaparece dejando una huella inmensa, tan-to en la protagonista como en el lector. La igualdad de la mujer, el problema racista, el fanatismo ideológico y religioso, la guerra, la política internacional. Todo visto desde un punto de vista irónico y coherente. Sobre todo, visto des-de la esperanza y envuelto en un mensaje consolador.

El trazo de Satrapi es sencillo, casi descuidado. Aunque efectivo y demoledor cuando toca. En un blanco y negro que artísticamente cumple con el objetivo y define cla-ramente un mundo que nos pre-senta la autora de forma descarna-da, trágica y honesta. Hace, ade-más, un uso del papel muy inteligente cuando aumenta las imágenes que marcan la narración de forma definitiva.

Por supuesto, es un libro muy recomendable para jóvenes. No puede fallar. La historia, casi en su totalidad, les parecerá cercana y no perderán interés en ella.

Ya sé que faltan muchos tebeos de los que se pueden decir abso-lutas maravillas. Prometo más en-tregas. Sin falta. De momento va-yan leyendo.

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Miércoles 19 de noviembre de 2014 | ELCORREODEANDALUCÍA |

l nombre de Jero Romero, an-tes de descubrir ese espacio donde orbitar a su propio rit-

mo y bajo sus propios movimien-tos, se dio a conocer cuando la ban-da española The Sunday Drivers contagió a todo el país con su pega-dizo y exitoso Do it. Por aquel en-tonces, Jero era el vocalista y guita-rrista de esta formación, que tuvo una trayectoria de unos diez años y gozó de cierto éxito en varios países europeos. En España la banda tuvo también su séquito de seguidores, aunque ya sabemos cómo nos por-tamos a veces con los artistas de la casa que se ponen a cantar en idio-ma anglosajón.

Pero, en 2010, la banda anunció que había escrito su punto y final. Por supuesto, se trataba de músicos inquietos y con mucho que contar todavía, así que algunos formaron la banda Mucho (de la que proba-blemente no tardaremos demasia-do en hablar en estas páginas) y Je-ro Romero se decidió a iniciar una carrera en solitario.

En 2011, por tanto, el exmiem-bro de The Sunday Drivers sacó a la luz su primer proyecto, titulado Ca-beza de león. Lo hizo tras recibir una destacable acogida a través de la red, en la que apostó por el (tan conoci-do hoy día) método del crowdfun-ding: proponer a los posibles intere-sados que invirtiesen en la produc-ción del disco para llevarlo a cabo. Tuvo éxito, claro, porque la gente confiaba en lo que Jero Romero po-día hacer, y porque cuando el traba-jo estuviese listo, recibirían la re-compensa al apoyo inicial mostra-do. Cabeza de león no tiene mucho que comparar con los trabajos del grupo anterior de este músico, aun-

que es imposible no detectar la esencia de sus melodías y composi-ciones, que tienen aroma propio. En esta nueva etapa, Jero Romero se había decidido por el castellano pa-ra sus letras, por un carácter más in-timista, y por dar forma a una liber-tad musical que explotó en su si-guiente trabajo: La grieta.

La grieta fue publicado este mis-mo año, y hay algo en él que lo hace diferente a cualquier otro trabajo. Esa libertad musical mencionada hace un par de líneas, unida de ma-nera magistral a la intimidad que desprende este músico. Es un arte-sano de las melodías sencillas, hay que decirlo, de esas que duelen y acarician sin entrar en ningún ade-rezo innecesario. Sus melodías son lo más puro de su música, sin duda. Luego están las decisiones que el ar-tista toma canción a canción, el am-biente que pretende crear, el ritmo que decide seguir, la estructura por la que se decanta.

La grieta es un álbum compues-to por diez temas bastante unifor-mes, pero con espacio para algunos experimentos (más o menos sutiles según la composición). El trabajo abre con El brazo, canción que re-fleja con rotundidad lo que Jero Ro-mero va a querer contarnos. Los dos primeros minutos de la canción abren con una guitarra acústica que no tiene prisa por ir creciendo; él juega con el tiempo (no sólo con el tempo) porque ha encontrado esa libertad, y es de agradecer esa sen-sación de que no le debe nada a na-die, de que puede hacer exactamen-te lo que quiere hacer. Y en el caso de esta primera canción lo que quie-re es aguantar dos minutos enteros hasta romper con la contundencia que se escondía en esa apertura tranquila, casi celestial.

La siguiente composición, por orden, es Fue hoy (uno de los temas más aplaudidos). En este caso, la canción empieza mostrando su energía y motivación desde el pri-mer segundo y, a lo largo de su es-tructura, fluctúa con la magia ca-racterística que el músico es capaz de controlar en esa órbita propia que ha modelado. Sus melodías son sencillas, pero la forma final de sus canciones es algo que se puede re-conocer en muy pocos trabajos. Sí, tiene su propio carácter, una men-talidad propia.

Tras los dos temas de apertura llega uno de sus grandes aciertos, una de sus grandes creaciones: Hombre mayor. Para quien escribe, sin lugar a dudas la canción con más magia de todo el álbum. Y eso que Jero vuelve a jugar a su antojo con una entrada acústica y una melodía sencillita que parece anunciar una canción de estructura y textura pla-nas. De eso nada. Hombre mayor da sus primeras pinceladas mediante la letra inicial, luego se apaga un po-co. Se reproducen coros sutiles y los mismos acordes rasgados de guita-rra repetidos tantas veces que nos hacen creer que la canción no tiene nada más que mostrarnos. Enton-ces entra la percusión, marcada y segura, y una guitarra eléctrica. Sin artificios, con desnudez y una natu-ralidad que a más de uno le habrán puesto los pelos de punta. Y ahí sí, Jero se saca el as de la manga: una melodía hermosa y una letra que no se repite, que desgrana todo lo que pretende desgranar. Así se las gasta.

La grieta cuenta con siete temas más, unos más sosegados y planos

como El ventanal; otros con vida propia como Narciso o Los colum-pios. Pero, en todo caso, es un tra-bajo para tener a mano en casa. Co-mo es costumbre en nuestros días, se encuentra disponible en Spotify o Bandcamp. Para los fines de se-mana, es todo un acierto darle al play y dejar que Jero Romero dé rienda suelta a esas melodías que tan bien cocina, a esos espacios pri-vados que con tanta singularidad crea. Probablemente (todavía no ha habido oportunidad de comprobar-lo), en directo sus temas logren tam-bién crear ese ambiente propio don-de flotan a su gusto, donde logran funcionar. La música es así.

Jero Romero, vocalista y guitarrista en The Sunday Drivers, ha publicado ya su segundo disco como solista, ‘La grieta’.

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ELCORREODEANDALUCÍA | Miércoles 19 de noviembre de 2014 |

acia la alegría es la adapta-ción del primer capítulo de la novela de Olivier Py Excel-

sior. Py, además, es el autor del tex-to que se representa y el director de la obra. No es de extrañar, por ello, que uno de los problemas de la obra (no son muchos y la propuesta se mueve más en el territorio del acier-to que entre los errores) sea el tono literario en exceso que se utiliza. El autor lo sabe y tiende al lirismo in-tentando maquillar ese fraseo que sobre el escenario parece imposta-do o artificial. El texto original es un monólogo interior y ese registro, complicado y exigente para el lec-tor, tiene su propia coherencia; una coherencia que se soporta sobre la reflexión del personaje enfocada ha-cia sí mismo. Si hablamos de teatro todo se complica puesto que los personajes son y están para que el público les entienda y comprenda su evolución mientras están encar-nados en otro, en un actor o actriz.

El personaje presta su voz a una persona de carne y hueso. La solu-ción de Py, intentando escapar de lo que supone un personaje pensado durante hora y diez minutos, es des-lizar cada frase hacia la zona más lí-rica con el fin de que el conjunto pa-rezca un enorme poema. De no ser así, el efecto es parecido al de escu-char a alguien leyendo una página

de una novela. Además, lo acompa-ña con una partitura exquisita de Fernando Velázquez (Lo imposible) que interpreta un cuarteto de cuer-da formado por Stamen Nikolov, Desislava Karamfilova, Petya Kava-lova y Albert Skuratov (fantásticos músicos que envuelven la escena con una delicadeza inusual). Por tanto, el problema que comienza siendo una pequeña molestia se va diluyendo y, una vez entendido por parte del espectador cuál es el jue-go, acaba siendo aceptado sin de-masiados empujones.

Pedro Casablanc encarna a un personaje que despierta en mitad de la noche y decide comenzar a ca-minar y correr por la ciudad. El ca-mino le lleva de su propio barrio (lujoso, exquisito y sin alma) a las afueras de la ciudad en las que se encuentra con la gran acumulación de suciedad y desperdicios de la ciudad en forma de vertedero. Un viaje personal que le lleva de su va-cío existencial hasta la posibilidad de regeneración una vez que es consciente de lo que es su vida y del lugar que ocupa en el mundo. Ca-sablanc echa el resto con su inter-pretación.

Desde el principio, parece apos-tar por una entrega sin condiciones y se agradece mucho desde el patio de butacas. Y no es un papel fácil. Al contrario. Camina sobre una cinta móvil, corre, se viste, se desnuda, hace equilibrios sobre la estructura de una cama… Al mismo tiempo que acompaña a su personaje en una degradación absoluta que él re-

presenta con acierto, con solvencia.

Hacia la alegría es una crítica feroz al materialismo actual, a las ciu-dades construidas como colmenas en las que cada uno de los habitan-tes tiene su espacio y casi ninguna posibilidad de escapar de él, al bri-llo de una inmortalidad soportada sobre la brillantez de la posesión, a la construcción de espacios inservi-bles que no son otra cosa que alta-res consagrados al fracaso. Hacia la alegría es una radiografía brutal del hombre actual que corre sin saber qué meta debe alcanzar, un hombre que en su desnudez encontrará un sentido que le lleva a saber qué es y qué misión debe cumplir.

La puesta en escena de Pierre-André Weitz es original y muy diná-

m i c a . Convierte la pro-

puesta en algo muy visual que faci-lita seguir sin grandes problemas la acción que, como ya he dicho, arras-tra la dificultad de un texto amane-rado en exceso. Sólo molesta algo el alboroto que se produce en un mo-mento de la representación en el que se manejan grandes cantidades de plástico que impiden escuchar lo que dice el personaje. Y el trabajo de iluminación de Bertrand Killy es efectista y efectivo con lo que se lo-gra que la negrura en la que se mue-ve el personaje no sea motivo de la monotonía escénica que tanto mo-lesta al espectador.

Porque, no crean, aun-que en el es-cenario se mueva todo de aquí para allá, sin una buena ilu-minación no hay nada que hacer.

Hace mu-chos años, el

arte cambió al héroe tradicional

por el antihéroe más contemporá-

neo. Hace muchos años, el arte se revistió

de la consciencia del per-sonaje por ser el eje de la na-

rración de nuestro mundo. Ha-cia la alegría es un ejemplo perfecto para comprobar que así ha sido. Una buena obra de teatro que merece la pena ir a ver. Porque todos somos antihéroes y debemos intentar en-tender qué es lo que nos pasa.

La ciudad como objeto de reflexión

El proyecto Cities on Stage/Ciu-dades en Escena ha creado a lo largo de varios años una diná-mica compartida entre seis im-portantes teatros del panora-ma europeo: Odéon Théâtre de l’Europe (París), Théâtre Natio-nal de la Communauté Française (Bruselas), Folktea-tern (Gotemburgo, Suecia), Teatro Stabile di Napoli (Nápo-les), Teatrul National Radu Stanca (Sibiu, Rumanía) y el Teatro de La Abadía (Madrid).

Esta iniciativa ha recibido el apoyo de la Comisión Europea en el marco del Programa Cul-tura, siendo una de las grandes apuestas de la UE. Enfocado en la convivencia en la ciudad mo-derna, Cities on Stage realizará una serie de espectáculos de la mano de creadores prestigio-sos y emergentes, además de otras actividades que tienen

por objetivo el intercambio y la conexión expresa con

la vida cultural y social en cada una de las

ciudades implica-das.

Pedro Casablanc encarna a un personaje que despierta en mitad de la noche y empieza a correr por la ciudad.

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ELCORREODEANDALUCÍA | Miércoles 19 de noviembre de 2014 Miércoles 19 de noviembre de 2014 | ELC |

a ciudad contemporánea está descompuesta en Paisajes des-pués de la batalla.

Fragmentada, confusa, anegada

por los aluviones de la inmigración. Está mutando hacia otra cosa dife-rente. Y Juan Goytisolo intenta imitar todo esto con la estructura de su li-bro, y reflejarlo con hiriente ironía.

La ciudad por antonomasia es París. Él mismo reconoce que es el camino por un paisaje de ruinas ideológicas en el que se deja ver una crítica al capitalismo burgués, pero también el desencanto con el so-cialismo y sus miserias totalitarias. El escritor se convierte –y convierte a su protagonista– en terrorista ur-bano con el mismo afán de renova-

ción que ha demostrado en todas sus novelas.

Nos parece el diario de una es-tancia en París donde describe la complejidad de las calles. La ciudad multicultural –o aculturada– y las re-laciones entre sus moradores, em-barcados en una guerra soterrada. Un retrato iconoclasta por la agresi-vidad con la que cuenta, por su es-tructura de cuadros inconexos que sin embargo van formando un sen-tido y construyendo una historia. En el fondo está el conflicto que causa la deseuropeización de las ciudades,

el desorden de la vida moderna, el ocaso de las ideologías, pero tam-bién la labor del escritor como cons-tructor del lenguaje y pensador del espacio urbano. Como cronista im-pune. Esa estructura en capítulos cortos convierte estos Paisajes des-pués de la batalla en una novela más asequible para el lector medio que otras obras más ambiciosas de Go-ytisolo, le permite la reflexión, le po-ne en el ambiente, le garantiza la comprensibilidad y resulta muy re-comendable para acercarse a un au-tor decisivo para la lengua española.

odría calificarse a María Al-cantarilla (Sevilla, 1983) en la categoría de los artistas emer-

gentes, pero la solidez de la escritu-ra de Ella: invierno (Granada, Valpa-raíso, 2014) nos lleva a pensar más bien en una obra caudalosa que se ha mantenido casi secreta, buscan-do la decantación del tiempo. Hay madurez y mucho papel escrito en la sombra tras este poemario inten-so y emocionado, el tercero de la au-tora, tras El motivo es lo de menos (2008) y los poemas visuales de El agua de tu sombra (2013, Premio de Poesía Multimedia Poemad). Se no-ta madurez serena, pues no otra co-sa es lo que se necesita para entrar como un torrente a ejecutar ante los ojos del lector las iluminaciones de la razón poética, que diría otra Ma-ría, Zambrano.

Así, madura, es esta colección de poemas y microrrelatos en prosa que ahondan en el invierno de co-razón, parten de la desdicha y del abandono pero no nos llevan hacia las melancólicas elegías o los llan-tos desesperados. No hay trazas de neorromanticismo en la palabra: «Lo realmente salvaje es la humani-dad de todo ello».

Lo que ha pretendido la poeta es pensar desde el discurso de la pa-sión la pérdida, la ausencia, la im-posibilidad de los retornos al pasa-do, entonando la sonora música de las emociones en carne viva, pero con un fino dominio de la inteligen-cia sensible sobre la efusión senti-mental o la confesión autobiográfi-ca. Lo que busca la voz poética es comprender la esencia del adiós y

el reverdecer de la vida del corazón; para ello, la escritura lírica se aleja de la autobiografía (que nadie la busque en Ella: invierno) y se abre a un canto a tres voces: el yo se alía con el tú y con el él para mostrar en forma caleidoscópica la mutación de los sentimientos; lo masculino y lo femenino, se alternan en los su-jetos poemáticos para no caer en la

autorreferencialidad y establecer el diálogo como la base invisible de los textos. El centro sobre el que gi-ran todos los poemas es la duda y el horizonte al que se dirigen no pue-de ser otro que el descubrimiento de las certezas sobre las que deba elevarse la vida que quiere amane-cer tras el invierno («tengo la certe-za debatiéndose a bondad con el

asombro», dice el penúltimo poe-ma del libro).

Hay por ello un tenso recogi-miento a partir del cual la sensibili-dad en espirales gira sobre ese cen-tro interrogante del poemario en el que la dimensión reflexiva siempre está presente al único modo que en el arte es posible, el de la «idea sen-sible» de Hegel o el de «la razón poé-

tica» que comprende el mundo a su especial manera y lo comunica con la delicada llama de un beso.

María Alcantarilla, que compa-gina su obra poética –digamos tra-dicional– con las investigaciones vi-sualistas de su obra gráfica y de sus series de fotopoemas, ya expuestos en la galería madrileña Slowtrack, dirigida por Marta Moriarty, nos re-gala en Ella: invierno un hermoso pretexto para pensar en los días fríos que nos llegan, que quizá «el sol ya está saliendo y seguro que nadie se ha fijado». Esa es la impresión que deja la lectura de sus poemas, la de que finalmente vivir es una aventu-ra sin fin y la escritura es poca cosa si no está llena de vida en cada pa-labra. Así al menos lo cree ella, que elige vida de poeta y nos dice, sabia, que «la tragedia es una paradoja, porque lo trágico no es lo que suce-de, sino todo aquello que jamás ocurre».

Pasemos, pues, este invierno con ella, hay fogonazos de razón y llama viva en sus versos que nos ayudarán a no sentirlo tan frío.

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Miércoles 19 de noviembre de 2014 | ELCORREODEANDALUCÍA |

erteneciente a la colección Las tres edades de la editorial Si-ruela, fue éste uno de esos re-

latos, en concreto de 1990, que se atrevieron no sólo desde la osadía, sino también la ternura, a desmitifi-car el popular cuento de Charles Pe-rrault.

Lo hace de un modo desordena-do y lleno de flecos, convirtiendo a una niña de clase media de Brooklyn en mensajera de unas tartas artesa-nales, cuya fórmula magistral hace beber los vientos a un empresario de la Quinta Avenida, que natural-mente es el lobo.

Nada de esto sería lo mismo sin Miss Lunatic, una mendiga que duerme en el interior de la Estatua de la Libertad de día y sale de noche para ayudar a los más desfavoreci-dos. La niña, Sarah Allen, pretende vivir en Manhattan y hacerse rica con su invento por lo que propiciará un encuentro imposible con Mr. Woolf.

La literatura y el cine están pre-sentes desde lo fantástico y un amor al lenguaje que se manifiesta en su ejecución como algo atrabiliario; prueba de ello es la invención de las farfanías, una especie de jeroglíficos más formales que semánticos, con los que la niña se educa a sí misma. Eso y su excelente memoria para abordar diálogos de Alicia en el país de las maravillas con Lunatic, las lle-vará a ambas (la segunda reconver-tida en echadora de cartas) a reco-rrer pedazos de la pudiente isla don-de se ruedan películas y se conoce lo que es una claqueta.

Tiene como vemos el relato, un afán pedagógico, muy solapado al ejercicio natural narrativo.

Esta pensada su lectura no sólo para público infantil, sino también juvenil, si bien el adulto (a no ser que a su lado tenga a este tipo de lector) probablemente quede algo decep-cionado, dado lo explotado hasta la extenuación que fueron las diferen-tes subversiones.

El cuento de Caperucita es recon-vertido con belleza en fábula repos-tera, como si el pastel de fresa que sirve para seducir, ese leit motiv que ya no quita el sueño a nadie, empe-zara a tornarse desde estas páginas ya innecesario.

Aún así y teniendo en cuenta es-ta visión nostálgica que se despren-de, no quisiéramos que Sara enveje-ciese o madurase nunca, lo que pro-porciona al relato una identificación con el lector, desde la por entonces futurible fantasía.

El libro contiene además trece ilustraciones ejecutadas a vuelaplu-ma y con alegría por la misma auto-ra, Carmen Martín Gaite, fallecida en el año 2000, una mujer que nos da un paseo por una ciudad de en-sueño, desde la más pura necesidad de sorprenderse por algo.

ebastian Haffner vivió exi-liado en Inglaterra durante 14 años. Es autor de una de

las mejores biografías sobre Winston Churchill. Entre otras cosas porque escapa de lo exce-sivo al aportar datos o ubicar ac-ciones concretas sin dejar de profundizar en lo más importan-te del protagonista. Una niñez tremenda y dolorosa que le llevó a no cultivar su titulación acadé-mica dada la incomprensión del joven ante el sistema académico; una juventud ardorosa y llena de casualidades que le llevaron a una fama temprana; un carácter terco, arrogante y visionario al mismo tiempo; una forma de ha-cer política que buscaba la gue-rra como elemento natural.

La figura de Winston Churchill es una de las más apasionantes de la historia del siglo XX. No se entendería del todo dejando al margen lo que hizo y dijo este hombre. En la biografía de Haff-ner se resaltan los aspectos más interesantes: el odio absoluto que sentía por Hitler y el desprecio que le demostró al dejar de ha-blar de él puesto que no le inte-resaba en absoluto; el odio a co-munistas y socialistas; su postura más radical en política cuando se vio acorralado; su hiperactividad hasta casi el final de su vida. To-do un personaje este Churchill.

No deja escapar la oportuni-dad el autor para referirse a la so-ciedad y política inglesa de cada

momento que vivió el protago-nista de la biografía. Ni para ha-blar del Churchill escritor o mili-tar o aventurero. Por ello el libro es de muy fácil lectura. Todo lo que quiere decir Haffner lo dice sin grandes pomposidades, des-de la cercanía.

Entender la Europa actual es difícil sin saber cuál fue el papel que desempeñó Winston Chur-chill. De hecho, fue él quien ima-ginó las cosas que vendrían y que han llegado.

Interesante e imprescindible obra para todo aquel que quiera descubrir, entender o explicar qué pasó durante el siglo XX en el mundo.

L

oy Leyenda es una obra de ar-te de la ciencia ficción. Narra como un último supervivien-

te en un mundo hostil poblado por vampiros acaba transformándose en un monstruo. Lo individual frente al grupo siempre lo es.

Richard Matheson, autor de la novela, maneja con solvencia los pocos recursos estilísticos de los que hace gala. No hay en el relato ni grandes imágenes, ni grandes descripciones de los escenarios ni usos retóricos del lenguaje, ni un vocabulario extenso o culto. Elige con mucho acierto un tono que se pliega perfectamente a lo que la acción requiere. Todo es tan

sencillo como la vida del perso-naje principal. Un hombre solo que quiere acabar con lo que re-presenta el pasado de la humani-dad; sin atender al futuro, puesto que no cree que eso pueda existir nunca más.

Repasa la violencia del hom-bre, su zona salvaje, la soledad, el grupo y el individuo, lo absurdo de la vida y su grandeza. La con-dición humana, en definitiva.

Es una novela que gusta mu-cho a los jóvenes. Y a los adultos. Es una novela perfecta para cono-

cer el género de la ciencia ficción que acostumbramos a confundir con cohetes y marcianos horri-bles. Es una novela que no enve-jece en absoluto porque, como to-das las buenas novelas, afronta asuntos universales. Es una nove-la que no puede faltar en su bi-blioteca. Pruebe a regalar un ejemplar a sus hijos. No fallará.

Aviso que poco tiene que ver con la película estrenada hace unos años. Aquí no hay tanto es-pectáculo. Aquí lo que encontrará es buena literatura.

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Miércoles 19 de noviembre de 2014 | ELCORREODEANDALUCÍA |

l verbo francés être, del latín es-se, es un verbo que en términos generales define un estado de

existencia. Su significado es mucho más amplio que el estar del castella-no, ya que abarca también todas las acepciones del verbo ser. Junto a avoir, constituyen los dos auxiliares que per-miten construir todos los verbos com-puestos de la gramática francesa. La elección de Être et avoir (2002) como título de este documental por parte de su director, Nicolas Philibert, no es por tanto gratuita. Ambos verbos for-man parte de lo esencial de la ense-ñanza desde el mismo instante en que los niños franceses empiezan a ir a la escuela. Pero también simbolizan, a través de sus múltiples significados, la riqueza del aprendizaje, de la vida, de la personalidad de cada ser humano.

Rodada entre diciembre de 2000 y junio de 2001 en el pueblecito de Saint-Étienne sur Usson, en la región de l’Auverge, en pleno Macizo Central francés, esta película documental tra-ta sobre la transmisión del saber, del aprendizaje y también de la dificultad de crecer. Y lo hace a través de la mira-da sin interferencias de un profesor –George López–, de una de las nume-rosas classes uniques dispersas por to-da la Francia rural, y de los trece alum-nos de entre 4 y 11 años que la com-ponen. Tras múltiples búsquedas del entorno ideal a lo largo y ancho de la geografía francesa, Nicolas Philbert, uno de los documentalistas más reco-nocidos del siglo XXI, se decantó por seguir al maestro George López, a Jo-jo, a Nathalie, a Julien y al resto de es-tudiantes y sus familias. Pequeños hé-roes alrededor de los cuales gravita una existencia marcada por el perío-do escolar. La presencia omnisciente de la escuela marca las estaciones, crea situaciones rutinarias a ratos di-vertidas, a ratos graves e incluso dra-máticas, pero siempre emocionantes.

George López es el único maestro para estos alumnos que componen un espectro de edades que van desde la más tierna infancia a la preadoles-cencia. Les enseña todas las materias, adaptándose al nivel de cada uno de ellos, y sin atisbo de tiranía, trata de inculcarles también el respeto a ellos

mismos, el rigor, la exigencia y, en de-finitiva, la educación en su sentido más amplio.

Estrenada en 2002 y a pesar de su carácter intimista así como de enmar-carse en el minoritario género del Do-cumental, Être et avoir se convirtió en Francia en un fenómeno cinemato-gráfico que atrajo a más de millón y medio de espectadores a las salas de cine. Participó en el Festival de Ca-nnes, en el de Nueva York y en la Se-minci de Valladolid –donde se alzó con el galardón en la sección Tiempo de Historia–; ganó el premio Louis De-lluc, el César de la Academia Francesa al Mejor montaje –estaba nominada a tres categorías, incluyendo mejor pe-lícula–; fue nominada a los Bafta co-mo mejor película de habla no ingle-sa, y se alzó con el premio al mejor do-cumental de la Academia Europea del Cine. Todos estos inesperados éxitos no libraron al filme de la polémica en el denominado affaire Être et avoir, por el que George López demandaba al director derechos de autor por las clases impartidas por él y que aparecían en la película. Este asunto no quedó zanjado hasta 2008, cuando la Corte de Ape-lación de París rechazó en úl-tima instancia las demandas del profesor.

Al margen de los premios obtenidos y la polémica sus-citada, este documental –en la lista del British Film Institute de las 50 películas que deben verse antes de cumplir los 14 años– supone una úni-ca mirada que logra hacernos ver algo tan invisible como el crecimiento. El realismo, la cotidianidad de los temas

y el aparente aire de improvisación que envuelven los ambientes donde se de-sarrolla Être et avoir, son elementos que pueden hacernos pensar que, de algún modo, hemos pasado por idén-ticos lugares en algún momento de nuestra infancia.

Être et avoir es concebido como un juego de fuerzas contrarias, de oposiciones espaciales y sensitivas. El exterior, muchas veces amenazante y frío, y el interior acogedor y cálido. Por un lado, dentro de la escuela el calor de la estufa simbolizando la protec-ción; por otro, los amplios campos, los animales, la violencia de una na-turaleza que desencadena la nieve, el viento, la tempestad. En definitiva, elementos que capta la cámara para enriquecer la narración con nuevos matices, pero nunca para dirigir el áni-mo y la experiencia sensorial que su-pone para el espectador la observa-ción fílmica de los acontecimientos. El tiempo acompaña a la evolución de la historia de manera lírica y poéti-ca, con la belleza plástica de los árbo-les y los campos que se tiñen de colo-res progresivamente.

Toda la película desborda impro-visación, o al menos consigue crear en el espectador esa impresión. El di-rector ha querido también contarnos una historia en imágenes –una histo-ria con un principio y un fin–, sin re-currir a la ficción. Una historia donde el paso del tiempo tiene una impor-tancia enorme, pero se trata de un tiempo interno, distinto para cada uno de los personajes, y que viene marcado por la velocidad con la que cada uno de ellos aprende.

Por encima del fenómeno de las clases únicas, esta película se cons-truye sobre valores universales y pro-fundamente humanos, tan cercanos que cada uno de nosotros se siente identificado con los personajes, los lugares, los objetos y los aconteci-mientos en algún momento de la na-rración. La mirada que Philibert posa sobre los personajes está tintada de subjetividad –la suya y la nuestra–, aunque la cámara no lo pretenda. En ocasiones coinciden en el espectador la identificación empática y la expe-riencia visceral de forma dual y con-

trastada. Hace falta tiempo para crecer

en todos los sentidos, y la función del maestro –representado magis-

tralmente por George López en Être et avoir–, no es otra que enseñar que

la vida es un movimiento perpetuo que se repite a lo largo de los años.