88513832 grammatical psycho

16
1 GRAMMATICAL PSYCHO Jorge Aristizábal Gáfaro. Babel fue como una segunda caída, en algunos aspectos tan desoladora como la original. George Steiner I Al hecho espantoso de que la cabeza de Oriana Caycedo apareciera en una bolsa de basura arrojada en un pastizal, se sumaba una mutilación atroz: le habían arrancado la lengua. En los días sucesivos, los demás miembros –con huellas de demencial tortura- fueron asomando entre periódicos en diversos puntos de la ciudad. Bastó con que Oriana fuera una reconocida reportera y que su familia tuviera antecedentes progresistas para que las autoridades se aferraran a una sola hipótesis: era la violenta retaliación de grupos de extrema derecha por sus continuas denuncias. Cuando algunas semanas después, fueron hallados en similar circunstancia los miembros del senador Sergio Piedrahíta, ya nadie se acordaba de la comunicadora. Quizás porque los ajustes de cuentas son frecuentes en la industrial criminal y quizás porque en Bogotá no hay semana que no tenga su primicia espeluznante, ni la prensa tuvo tiempo, ni las autoridades la disposición para relacionar los casos. Esta vez, el crimen fue atribuido a bandas del narcotráfico. De Lola Zárate nunca se encontró la cabeza. Era una actriz en decadencia a raíz de sus adicciones y el escándalo de sus romances, por lo que su muerte se atribuyó a móviles de pasión. La captura de un ex amante explicó el caso, de modo que jamás se le relacionó con los anteriores y mucho menos con el que pasadas otras cinco semanas, volvió a desperezar a la opinión. En efecto, Tulio Santos Prisco era un glamoroso columnista, y la campaña que libraba desde el periódico en contra del secuestro, bastó para que nadie dudara de que lo había asesinado la guerrilla. En su momento, cada una de aquellas muertes había generado el correspondiente repudio y las protestas de trámite. Pero muy pronto, hechos más y menos escabrosos terminaron sepultándolos en la impunidad. A nadie se le ocurrió que pudieran estar

Upload: sergio-baron

Post on 30-Dec-2015

75 views

Category:

Documents


2 download

TRANSCRIPT

Page 1: 88513832 Grammatical Psycho

1

GRAMMATICAL PSYCHO

Jorge Aristizábal Gáfaro.

Babel fue como una segunda caída,

en algunos aspectos tan desoladora como la original.

George Steiner

I Al hecho espantoso de que la cabeza de Oriana Caycedo apareciera en una

bolsa de basura arrojada en un pastizal, se sumaba una mutilación atroz:

le habían arrancado la lengua. En los días sucesivos, los demás miembros

–con huellas de demencial tortura- fueron asomando entre periódicos en

diversos puntos de la ciudad. Bastó con que Oriana fuera una reconocida

reportera y que su familia tuviera antecedentes progresistas para que las

autoridades se aferraran a una sola hipótesis: era la violenta retaliación

de grupos de extrema derecha por sus continuas denuncias. Cuando

algunas semanas después, fueron hallados en similar circunstancia los

miembros del senador Sergio Piedrahíta, ya nadie se acordaba de la

comunicadora. Quizás porque los ajustes de cuentas son frecuentes en la

industrial criminal y quizás porque en Bogotá no hay semana que no

tenga su primicia espeluznante, ni la prensa tuvo tiempo, ni las

autoridades la disposición para relacionar los casos. Esta vez, el crimen

fue atribuido a bandas del narcotráfico. De Lola Zárate nunca se encontró

la cabeza. Era una actriz en decadencia a raíz de sus adicciones y el

escándalo de sus romances, por lo que su muerte se atribuyó a móviles de

pasión. La captura de un ex amante explicó el caso, de modo que jamás se

le relacionó con los anteriores y mucho menos con el que pasadas otras

cinco semanas, volvió a desperezar a la opinión. En efecto, Tulio Santos

Prisco era un glamoroso columnista, y la campaña que libraba desde el

periódico en contra del secuestro, bastó para que nadie dudara de que lo

había asesinado la guerrilla. En su momento, cada una de aquellas

muertes había generado el correspondiente repudio y las protestas de

trámite. Pero muy pronto, hechos más y menos escabrosos terminaron

sepultándolos en la impunidad. A nadie se le ocurrió que pudieran estar

Page 2: 88513832 Grammatical Psycho

2

relacionados. ¿Qué podría haber en común entre aquellas víctimas? Más

allá de que fueran figuras públicas, nadie lo pensó. Y sin embargo, había

demasiado: eras los vestigios de la malvada serie urdida por un aterrador

psicópata.

Todos hemos experimentado alguna vez un fastidio irracional por ciertas

palabras. Las hay que por razones de educación, estrato o simple gusto

nos parecen detestables. Ocurre también que tales palabras nos

desdibujan a la persona que las usa; no tienen que ser necesariamente

groserías y, sin embargo, terminamos por sentir repulsión hacia quien las

profiere. Semejante emotividad ante el lenguaje suele ser mayor entre

conocedores: escritores, académicos, correctores de estilo y otros

estudiosos que no pueden reprimir su disgusto y el impulso de corregir

frases, textos y personas manchadas con el error producto del descuido y

la ignorancia. Es cierto que tales conocedores disfrutan el placer

perverso de cazar gazapos, placer que es mayor cuanto más encumbrada

es la persona responsable. Pero también, esta obsesión lleva a que un

programa televisivo, la lectura de un periódico o el tránsito sobre un libro

de pésima edición sean una auténtica tortura. En suma, cuando alguien

estropea el lenguaje, hay gente que se irrita, que se mortifica mucho,

demasiado… pero nunca como suele irritarse Miguel Rufino Bello.

Graduado en español y filología clásica y con un título de maestría en

lingüística hispánica, Miguel Rufino es un erudito en asuntos del lenguaje.

Su excesivo rigor lo tiene desde hace casi un lustro ocupado en una obra

que sin duda le augura inmortalidad: Historia de las aberraciones fonéticas

y gramaticales en la comunidad hispanohablante desde el siglo XVII.

Como es de esperarse, Miguel Rufino no trabaja igual que las personas

ordinarias. Vive de Lorenza Pacheco, su mujer, quien dirige en el

mercado de Las Nieves la fama heredada de una familia de carniceros de

la que era amiga la madre del lingüista. Empero, el hecho de carecer de

empleo, no le impide ser un hombre de absorbentes ocupaciones. De

lunes a sábado y gracias al dinero de su esposa, pasa las mañanas leyendo

revistas y periódicos; por la tarde va a las bibliotecas a llenar sus fichas, y

Page 3: 88513832 Grammatical Psycho

3

por la noche analiza silenciosamente el manejo del idioma exhibido en la

televisión, que ve junto a sus dos hijos en la sala de su casa. Como su

mujer llega muy tarde de la fama, sólo se ven los domingos, lo que para él

hubo de ser un fastidio, que por suerte los últimos años sólo tiene que

soportar por breves horas. A cambio de ir a recogerla, Lorenza aceptó

abrir la fama los domingos hasta las siete de la noche. Miguel Rufino

nunca le ha colaborado en el negocio, pues -¡ni más faltaba!- es un

intelectual, pero mientras su mujer se alista para cerrar, él experimenta

deleite en aquel escenario de baldosas blancas, filos acerados, astillas de

huesos, carnes destazadas y manchas de sangre…

Tuvo Miguel Rufino Bello la suerte de heredar a la muerte de su madre,

una pequeña casa en los alrededores de la Plaza España, en el centro de

Bogotá. Es una construcción casi en ruinas de la que ha mantenido

alejada a su familia con el argumento de que allí tiene su estudio, el lugar

donde trabaja en sus investigaciones. De hecho, cuando sus hijos no van

al colegio o cuando Lorenza se enferma o sufre algún accidente que la

obliga a recluirse en su hogar, Miguel Rufino alega que está en lo fino de

sus pesquisas y se confina por largos periodos, que sólo interrumpe para

regresar en busca del dinero que recibe sin falta.

Ha habido, desde luego, quienes impugnan su descaro. Pero salvo aquel

parasitismo, Lorenza no tiene quejas de su marido. Miguel Rufino no

fuma, no bebe, no la maltrata, no la insulta –es un gramático-, es cariñoso

con los niños y , sobre todo, hay que entenderlo, es una persona muy

preparada, infinitamente más culta que ella, una humilde hija de

carniceros que da gracias porque él le hubiese dado el honroso gusto de

elegirla. De mujeres ni hablar. Es un hombre sin lugar a dudas fiel,

aunque no por vocación como piensa Lorenza, sino porque Miguel Rufino

es un sujeto tímido, inseguro, por principio corto de palabras y para

colmo de males, físicamente desfavorecido. Mide 1,65 metros de estatura,

tiene una calvicie franciscana, unos ojos pequeños como cortados por una

cuchilla y hay un choque extraño entre sus facciones de niño –aunque

haya nacido en 1965- y sus dientes podridos. Pesa unos setenta y cinco

Page 4: 88513832 Grammatical Psycho

4

kilos que enfunda e trajes de paño oscuro, cuyas mangas dejan ver los

puños de sus camisas y las medias blancas que acostumbra usar con

zapatos de empeine descubierto, según el infame estilo español aparecido

en los años 80. En síntesis, Miguel Rufino Bello es un marido discreto, un

padre cálido, un estudioso aplicado y un vecino más bien aburrido. No

obstante, detrás de la gris vulgaridad de su modesta existencia, se oculta

uno de los casos más singulares de monstruosidad que jamás alguien

haya imaginado.

No le han faltado ganas de emplearse, pero no es fácil hallarle sitio a su

perfil. En alguna ocasión, un profesor de la Maestría lo recomendó como

redactor de artículos en un periódico, donde comentaría los errores que

aparecen en los nombres y la publicidad de las empresas. El primer día,

pasó dieciocho horas intentando escribir el segundo párrafo de un

artículo de tres que al final no alcanzó a entrar en la edición. La jornada

siguiente concluyó el artículo, pero al editor no le hizo gracia que él

tardara tanto en impugnar la falta de una tilde en el slogan de una

productora de cigarrillos. Miguel Rufino explicó que apenas estaba

calentando la mano y aseguró que lograría rapidez y contundencia. Al

comenzar la tercera jornada, tenía en mente ocuparse del aviso de una

bizcochería, pero cuando el editor vio en su mesa el arrume de libros que

consultaría para su argumentación, supo que definitivamente no había

caso.

En otra ocasión, una importante editorial le encomendó la corrección de

estilo de uno de los cronistas más vendidos por su olfato y valentía

acusadora. Se trataba de un libro primicia que revelaría uno de los

escándalos de corrupción política más sórdidos. Varios meses después,

cuando llegó con el borrador abigarrado de correcciones, no sólo los

culpables ya habían sido exonerados, sino que el autor había publicado

con otra editorial la denuncia que para entonces pasó inadvertida.

Finalmente, un colega lo recomendó como catedrático en una facultad de

periodismo. Tres meses más tarde, el decano lo llamó telefónicamente –

no quiso escribirle por precaución- para rogarle que no volviera. Los

Page 5: 88513832 Grammatical Psycho

5

estudiantes eran los culpables de que llevaran veinticuatro semanas

ocupándose del gerundio y merecían que él, en su celo formativo, les

hubiera dado aquellas “bofetadillas”, pero la universidad enfrentaba

varias demandas por lesiones personales y era su obligación como

decano, que su profesor no se viera envuelto en tales líos. Semejantes

reveses, atribuibles a la ignorancia, el afán comercial y la falta de

escrúpulos en el uso de la lengua, cercenaron los propósitos profesionales

de Miguel Rufino Bello, revelándole que definitivamente lo suyo era el

heroísmo solitario y silencioso del que emergían los cinco volúmenes de

su Historia de las aberraciones fonéticas y gramaticales en la comunidad

hispanohablante desde el siglo XVII.

Su demencial obsesión por el cuidado de la lengua lo fustigó desde la

infancia. La madre, una vendedora de frutas en el mercado de Las Nieves,

lo dejaba al cuidado de dos ancianas solteronas que tenían un colegio en

La Candelaria. Las señoritas Montesinos pasaban por poetisas y se

hicieron cargo del muchacho dándole educación a cambio de que hiciera

los mandados, mantuviera despercudidos los baños y el patio, y viruteara,

encerara y brillara los seis salones que por la mañana servían para la

primaria y por la tarde para bachillerato. Era una vida de perros de la que

no obstante, se sobrepuso desde muy pequeño al destacarse entre sus

compañeros como el alumno más brillante en las áreas de español y

literatura. Para él, un buen hablar y las oraciones perfectas eran el único

modo de afirmarse, pero también, la vía para alejarse del ámbito

asqueroso que rodeaba a su madre. Después de la venta, la señora solía

beber cerveza con los zorreros, verduleras y carniceros de la plaza, y

llegaba muy tarde a golpearlo y a escarnecerlo con las más sucias

groserías. Pese a esto, la semana de Miguel Rufino era el cielo comparada

con los domingos, cuando debía ir al mercado a cargar bultos y a vender

frutas en un mundo en el que la violencia, la suciedad y la hediondez se

fundían con la procacidad gritada a voz en cuello. Con todo, no hay fango

del que no broten flores y en aquel infierno tuvo la ocasión de conocer a la

rozagante Lorenza que, años después, cuando él concluyó sus estudios en

la universidad pública, llegaría a ser su esposa.

Page 6: 88513832 Grammatical Psycho

6

Desde luego, Miguel Rufino creció incubando la más voraz tenia del odio.

Odiaba a su madre y las plazas de mercado; odiaba a las señoritas

Montesinos ya no por su habla- eran poetisas- , sino por su crueldad;

odiaba la universidad, pues no entendía cómo sus compañeros podían ser

tan mal hablados y escribir con tan mala ortografía y redacción. Odiaba el

instituto, porque allí tenía rivales ingleses y alemanes tan disciplinados

como él y que le hicieron cursar la maestría alentado por ver el día en que

se graduaran y se marcharan para siempre. Por supuesto, abominaba la

ciudad con su ruido, con sus paredes y calles infestadas de avisos

descabellados, con su gente malsonante, con sus radios, televisores y

periódicos en los que nadie parecía tener idea del cuidado que se debe

tener con la lengua de Cervantes.

De su odio tampoco se salvaron las mujeres, a las que atribuían la

morbidez de sus dientes. Cuando las señoritas Montesinos estaban de

humor y él había escrito a la perfección algún dictado, lo dejaban subir a

sus habitaciones del segundo piso, donde se tendían para que les lamiera

la entrepierna, mientras leían los poemas que a Miguel Rufino, pese a no

entenderlos, le parecían hermosos. Sentía que esas palabras

transformaban tanta inmundicia en perfección, pues cuando lograban

ciertos acentos, cierta musicalidad, las brujas cambiaban su voz de

guacamaya por gemidos sibilantes, se arqueaban y temblaban de júbilo y,

por un momento, le acariciaban la cabeza, lo llamaban amor y lo

acercaban hacia sus rostros con los ojos todavía extraviados como si

quisieran besarlo, aunque definitivamente lo arrojaban de un puntapié

gritándole que fuera a fregar la hedionda suciedad de los baños.

Sin embargo, cuando su graduación en filología coincidió con la muerte de

su madre, regresó al mercado de Las Nieves para comprometerse con

Lorenza, a quien desposó con el acuerdo de que ella llevaría la casa

mientras él continuaba su formación. Lorenza hablaba muy mal, pero

había llegado virgen al matrimonio –permanecería así dos años tras la

boda- y aportó a manera de dote una casa en La Perseverancia, a donde se

fueron a vivir con Brígida, una hermana de Lorenza que se ocupaba de

Page 7: 88513832 Grammatical Psycho

7

atenderlos. Además, Lorenza no sólo lo mantenía, sino que llegó a

comprarle un Renault 12 color naranja, cuando él se quejó de lo

espantoso que era ir en bus soportando vendedores y choferes

maldicientes.

II

Pero no fue hasta 1996 que estalló su furia psicótica. En cierta ocasión el

Renault se averió y debió llevarlo al taller. Al día siguiente, fue a

recogerlo a bordo de un taxi. Era una tarde cenicienta, con barrizal en las

calles y atmósfera humeante como el interior humeante del mercado de

Las Nieves. En el trayecto, el taxista de camisa a cuadros y bigote hirsuto

comenzó a hablar, y luego de una ráfaga de lugares comunes sobre la

situación del país, dijo:

-En el radio dijeron de que iba a subir la gasolina.

-¿De qué? murmuró colérico Miguel Rufino.

Enseguida le ordenó un cambió de dirección y en un paraje oscuro, se

despojó de la corbata y lo estranguló. El chofer rompía el parabrisas con

su desesperado pataleo, cuando él dijo en tono casi dulce:

-El dequeísmo es una falta imperdonable.

Al bajarse del taxi, borró sus huellas y caminó feliz. Esa noche, más que

desflorarla, prácticamente violó a Lorenza durante varios asaltos en los

que no dejó de gritar palabras sucias. No obstante, de aquel encuentro

nacería su primer hijo, Pelayo, cuyo bautizo en la beatitud de la iglesia, lo

hizo arrepentirse de su crimen. Sin embargo, meses después, tras

disfrutar de la señorial pluma de Tomás Carrasquilla, entró en una tienda

cercana a la Biblioteca Nacional y en el momento de pagar algún refresco,

la tendera le dijo:

-Aquí tiene las devueltas.

Page 8: 88513832 Grammatical Psycho

8

Por horas, estuvo rondando la tienda, hasta que por la noche, vio salir a la

mujer por la calle oscura. Entonces la alcanzó, la tomó por la cabeza y de

un giro fuerte y súbito le destrozó las vértebras del cuello.

Su tercer homicidio ocurrió cuando Pelayo cumplió seis meses. Miguel

Rufino entró con Lorenza en un almacén de ropa, donde poco después el

vendedor dijo sosteniendo un abrigo para ella:

-Lleven éste. El precio es muy accequible.

Dos días más tarde, el gramático regresó al almacén, fingió medirse un

vestido, llamó al vendedor y la apuñaló con fiereza en el vestier. Esa

noche, Lorenza concibió a Dámaso, su segundo hijo.

Tales eventos motivaron un razonamiento: si aquellas correcciones –

como las llamaría en adelante- lo hacían tan fértil, significaba que con esa

misma energía podía escribir su obra. Aquellos crímenes habían sido más

bien incidentales, pero ¿qué pasaría si los ajustaba a su proyecto? Fue

entonces cuando decidió que la casa de la Plaza España debía ser su

laboratorio, y durante meses se ocupó de adecuar la que sería una de las

más demenciales y truculentas cámaras de tortura: cadenas, cuchillos,

sierras y una enorme mesa de disecciones junto a su escritorio. Durante

la noche imaginaba las rutinas que seguiría, aunque de día continuaba

siendo vecino discreto y padre cariñoso. Compró varios uniformes de

enfermero, visitó a Lorenza en la fama, estudió con atención cómo se

destazaba una res y muy pronto tuvo definidos los oficios del que sería su

ritual, aunque fijándose condiciones.

En primer lugar, no buscaría a sus víctimas. De ser así terminaría

despellejando a la humanidad hispanohablante –proyecto que se le antojó

maravilloso: ¿sería posible? Un mundo en el que unos pocos hablaran a la

perfección el español, sería ni más ni menos un Olimpo-. Pero no, por

ahora su misión debía ser modesta, debía ser un asunto del destino, los

corregidos debían tener alguna oportunidad. Además, no todo

malhablado lo irritaba, y por tanto no merecía morir. Por ejemplo,

alguien podía cometer errores, pero si lo hacía en voz baja, era inofensivo.

Page 9: 88513832 Grammatical Psycho

9

En cambio, cuando la gente alzaba la voz queriendo destacarse, el error

estallaba en el oído y se hacía imperdonable. Así pues, fuera de los niños,

sólo podían estar a salvo las personas que: a. Hablaban a la perfección; b.

Hablaban en voz baja, y c. Cometieran errores ya expiados con una

víctima anterior.

Su primer asesinato organizado comenzó a gestarse una tarde en una

cafetería próxima al Terraza Pasteur. Leía el periódico y estaba furioso

porque un periodista había escrito que a cierto sujeto lo habían ultimado

de un tiro en la cabeza a quemarropa. Miguel Rufino se preguntaba si la

víctima llevaba turbante, caso en que se justificaba el uso de semejante

expresión. Con un gesto que pareció una sentencia, subrayó con tinta roja

el desatino y el nombre del periodista al que imaginó encadenado y con

un turbante en llamas. Justo en ese instante y muy cerca de su mesa, una

pareja hablaba de una película, y el hombre, con aspecto de fisiculturista,

luego de que la mujer describiera un episodio, dijo:

- Fue la eccena que más me gustó.

Por dos días, Miguel Rufino siguió al sujeto que resultó ser cinta negra en

artes marciales. Una noche simuló vararse cerca de su casa, para lo cual

abrió el capó y puso las luces de parqueo. Cuando lo vio aparecer, le rogó

que le ayudara a sostener la linterna para revisar el desperfecto. El

hombre dudó unos momentos, pero ante la insignificancia del necesitado,

aceptó acercarse, aunque no bien se inclinó sobre el motor, Miguel Rufino

le arrojó un chorro de gas paralizante, le inyectó una dosis narcótica y lo

arrastró inconsciente hasta introducirlo en el Renault, mientras sonreía

satisfecho porque su táctica predatoria, causante de muchos desvelos,

había sido eficaz con aquel diestro en defensa personal.

Varias horas más tarde, el infortunado estaba desnudo y tendido sobre la

mesa, atado con correas de pies y manos, y con la boca amordazada,

mientras Miguel Rufino ponía media resma de papel junto a la Olivetti que

tenía en su escritorio. Cuando el prisionero recobró el conocimiento y vio

tan gracioso enfermero, sintió el impulso de reír, pero advirtiendo la

Page 10: 88513832 Grammatical Psycho

10

indefensión en que se hallaba, comenzó a agitarse y a lanzar chillidos

ahogados por la mordaza. Al verle el terror, Miguel Rufino sintió en su

abdomen el torrente eléctrico que le anunciaba una erección:

-Es escena – le dijo suavemente, pasándole la fría punta de un cuchillo de

matarife sobre el pecho.

El hombre movió la cabeza, pero luego quedó paralizado al ver que su

captor subía el volumen de un radio que trasmitía las noticias. La punta

del cuchillo recorrió su torso lampiño haciendo un surco tembloroso.

-Usted dijo eccena – murmuró el corrector abriendo los ojos en gesto de

reclamación- Pero no. Se dice escena, es-ce-na. Va a recordarlo, ¿verdad?.

-El hombre movió la cabeza afirmativamente-. Va a recordarlo por el resto

de su vida, o sea, por los próximos sesenta segundos – El hombre lloró de

horror- Uno, dos, tres –comenzó a contar el asesino mostrándole el

segundero despiadado de su reloj de pulso-, once, doce, trece…es-ce-na…

Cuando el segundero señaló el minuto, Miguel Rufino hundió el cuchillo

en el ombligo de su víctima y trazó con fuerza un tajo profundo en línea

recta casi hasta el mentón. La piel del torso del hombre se abrió

mostrando los órganos aún palpitantes. Con la mirada fija en los ojos de

la agonía, el criminal metió su mano derecha a la altura del cuello, esculcó

con dedos salvajes y arrancó la lengua que pareció una serpiente herida

en su mano. Acto seguido, se bajó la bragueta y se plació con aquel trozo

de carne, hasta arrojar su escupitajo sobre el finado que yacía abierto en

canal. A continuación, Miguel Rufino se acomodó los pantalones, se lavó

las manos en un balde, se secó con una toalla y aún con el uniforme

ensangrentado, se sentó a escribir el primer párrafo de su tratado. Tres

días después, bañado y vestido con su indumentaria de paño, repasaba las

páginas iniciales de su texto, señalando con un lápiz alguna imperfección,

mientras cerca de sus pies, en el piso recién lavado, reposaban las bolsas

acuosas en que empacó los restos de su primer descuartizamiento.

De vuelta a La Perseverancia, permaneció una semana en cama atendido

por Brígida. Una íntima fiebre lo calcinaba y en los instantes que

Page 11: 88513832 Grammatical Psycho

11

conciliaba el sueño, recreaba la sangría y despertaba envuelto en el

sudario húmedo de la culpa. Se juró que jamás lo volvería a repetir,

imaginó su confesión ante un sacerdote, ante la prensa, ante un fiscal.

Pensó suicidarse, pero bajo aquellos lapos de auto-recriminación, se le

aparecieron luminosas, las diez páginas de su magnífica obra. Entonces

se puso en pie, regresó a la casa de la Plaza España y leyó con fervor la

introducción.

Según aquellas notas, el 22 de abril de 1616 fue el último día que el

castellano había alcanzado su máxima excelencia. A partir de entonces, la

lengua de Cervantes había comenzado su nefasto deterioro con las

aberraciones fonéticas y gramaticales que habían ido apareciendo en la

comunidad hispanohablante y cuyo inventario quedaría consignado en

cinco tomos, el primero de los cuales iba desde 1616 hasta 1700. Tras el

prólogo, iniciaba el primer capítulo en el que reseñaba las palabras y giros

que habían aparecido en España y en los virreinatos de México, Nueva

Granada y Perú infectando la diamantina perfección gramatical y

lexicográfica en que fue narrado El ingenioso hidalgo don Quijote de la

Mancha. Luego de señalar la degeneración de palabras, como facer, coxer,

caveola, etcétera, durante el periodo comprendido entre 1626 y 1625,

aparecían esbozadas otras expresiones que habían corrido similar suerte

en México, Cartagena, Lima y Buenos Aires. Al final, con los ojos

anegados, Miguel Rufino sintió un enorme alivio, el hálito de una

divinidad que lo traslucía, y luego de una noche entera de éxtasis en fase

de aura, amaneció fortalecido para encarar de nuevo, como una fiera

hambrienta y sigilosa, su fatídica fase de venteo.

III

Un año después, veinticinco nuevas víctimas tenían aquel tomo relativo al

siglo XVII cerca de las doscientas páginas. Sin duda, aquel exterminio le

había prestado impulso y agudeza, y un toque de exquisitez para cambiar

la Olivetti por una pluma de ganso, que con la sangre de las víctimas, hacía

de la escritura una delicia. Era simple: los crímenes a la lengua debían

Page 12: 88513832 Grammatical Psycho

12

escribirse con la sangre y la caligrafía que los expiara. Desde luego, era un

trabajo arduo, pero a Miguel Rufino no sólo le sobraba tiempo, sino

talento para realizarlo: como el mejor predador se había superado en las

artes de la simulación y el mimetismo y se había hecho tan inmune a las

terribles resacas del comienzo, que la jabonosa pestilencia de un cuerpo

descuartizado lo enviaba sin remordimientos en busca de una nueva

corrección.

También por esos días, colgó un retrato de Miguel de Cervantes frente al

escritorio, pasó a usar velas en vez de luz eléctrica, puso en conserva las

lenguas de sus víctimas en frascos que al trasluz de las ventanas le daban

atmósfera ambarina y se dejó crecer la chivera y mostacho que, a decir

verdad, obtenían distinción con el indumento que incluía gorguera,

greguescos y trusas y que se hizo confeccionar por un sastre que terminó

destazado en su mesa, cuando tuvo el infortunio de quejarse del trabajo

de aplanchar tantos pliegues. Completaban tales arreglos las paredes

forradas con las fotos y recortes de prensa que hablaban de sus

descuartizamientos, y sobre los que pegaba papelitos con el error fatal de

la respectiva víctima.

Entre tanto, en La Perseverancia, sus hijos, Brígida y Lorenza seguían

dándole su cariño y respeto, pues les había dicho, citando ejemplos

eruditos, que si bien no les daría nada en vida, trabajaba para cubrirlos de

gloria aún cuando estuviera convertido en polvo. Conmovida por aquella

promesa de sacrificio y grandeza, Lorenza lo colmaba de mimos y le

preparaba platos con las mejores piezas que llegaban a la fama, de modo

que los domingos y sin el menor escrúpulo, Miguel Rufino comía cocidos

de pata, sancochos de costilla, sopas de pajarilla y por supuesto, lengua en

salsa.

-Y se me toma ese caldito de criadillas- decía la mujer- Mire que si no se

alimenta bien, tanto libro le va a dañar las vistas.

Ante observaciones como ésta, Miguel Rufino sentía en las entrañas la

dentellada de la furia y apretaba los cubiertos imaginando a Lorenza en la

Page 13: 88513832 Grammatical Psycho

13

mesa de correcciones, pero seguía comiendo y, al final, antes de ir a ver

televisión con Dámaso y Pelayo, le acariciaba la cabeza y le daba un tierno

pellizco en las mejillas, susurrando:

-Por favor, la señora, no me condimente tanto la comida.

A principios de 1999, luego de una bien planeada gira nacional- con

audaces incursiones en el Ecuador y Venezuela- de la que obtuvo

cuarenta y tres víctimas que llevaron a la mitad del primer tomo, Miguel

Rufino hizo un alto para revisar la orientación de su trabajo. Por

entonces, había perfeccionado y enriquecido su inventario de tácticas

predatorias, había hecho internacional la geografía de sus intereses

correctivos, había ganado precisión forense en el deslenguamiento de sus

víctimas y había logrado apropiarse del estilo y la caligrafía cervantina.

Así mismo, adelantaba su trabajo con una tranquilidad de conciencia

sustentada en un razonamiento: existía una íntima relación entre la ley

gramatical y la ley ciudadana, de suerte que a tiempo de legar a la

humanidad una obra de valor incalculable, le estaba haciendo el mejor

servicio cívico al país. En efecto, entendía que nuestro caos institucional y

social se debía al irrespeto de la lengua. Era elemental: quien omitía una

tilde, se paso con igual descaro un semáforo en rojo; quien desatiende una

coma, igual desatiende una deuda y quien no estima importante la

concordancia de tiempo o número, carece de escrúpulos en cometer un

peculado.

Precisamente esta lógica lo llevó a reconsiderar el perfil de sus víctimas.

En realidad, corregirle un gerundio a un portero, un pronombre enclítico

a un vendedor o una anfibología a una secretaria eran actos que corrían el

riesgo de tornarse intrascendentes. Debía pues, buscar el error en sus

raíces, en los ámbitos que por su desgreño en el uso del lenguaje habían

hecho del país el crisol de las tinieblas, así que dirigió su atención hacia

los medios, pues comprendía que eran los principales divulgadores del

error: cada vez que presentadores, periodistas, actores y animadores

cometían un disparate, autorizaban a millones de personas para que lo

Page 14: 88513832 Grammatical Psycho

14

siguieran cometiendo. Ahí estaba el origen del mal, pero él sería

inflexible.

La mañana del 15 de abril de 1999, Oriana Caycedo durante su informe

que paramilitares habían entrado a Domingodó alineando y decapitando a

varios campesinos.

-Error- pensó Miguel Rufino que tenía a Pelayo sentado en sus rodillas

mientras miraba el noticiero-. Se dice entrar en. Y usó no sólo uno, sino

dos gerundios de posterioridad.

Pocos días después, la desgraciada Oriana estaba en su mesa de

correcciones escuchando que la forma debida era: los paramilitares

entraron en Domingodó y luego alinearon y decapitaron a los campesinos.

-No lo olvidará, ¿verdad?- le preguntó con los ojos muy abiertos y con la

punta del puñal sobre el vientre tembloroso.

-No- dijo la pobre mujer antes de lanzar su último grito.

Menos de un mes después, el columnista Tulio Santos Prisco escribió que

el Gobierno debe levantarse de la mesa de negociación, si la guerrilla sigue

plagiando niños.

-¿Plagiar?- se preguntó el corrector molesto-. ¿Acaso estamos en México?

Pasadas treinta y seis horas, el pobre analista sufría el ardor del ají chile

en sus testículos antes de ser atrozmente descuartizado. Miguel Rufino

no se reponía de su macabro esfuerzo, cuando vio que Lola Zárate decía

en una entrevista que odiaba a los paparazzis, porque siempre que estoy

con alguien me cogen in fraganti.

-¡Fotógrafos! ¡Me sorprenden! ¡In fraganti!- corrigió el psicópata ardiendo

de furia y, tres días más tarde, vertía ácido sulfúrico a través de un

embudo en la boca de la desdichada actriz.

Pero Miguel Rufino Bello estaba llamado a ser un asesino en serie fuera de

ídem, y el secuestro, violación y posterior descuartizamiento del senador

Page 15: 88513832 Grammatical Psycho

15

Sergio Piedrahíta, no sólo le probó que era posible aspirar a correcciones

más elevadas –el senador había usado en televisión la expresión comicios

electorales-, sino que lo lanzó a las constelaciones metafísicas de su tarea

justiciera. Iluminado por las inspiradas reflexiones de Angelus Silesius,

hubo de llegar a la conclusión de que Babel no fue más que el resultado de

los vicios cometidos por los hombres en la lengua de Dios. Aquella

segunda caída había sido el resultado de que nadie hiciera respetar las

leyes de la gramática divina, de modo que el proto-indoeuropeo, el

indoeuropeo, el sánscrito, el griego y el latín no eran más que la

degeneración de la lengua prístina. A su vez, el castellano de Cervantes

era la conjunción de todas aquellas lenguas, y, por tanto, recuperarla era

detener el descenso al infierno y, con seguridad, una vez tal lengua se

hablara a la perfección, sería posible remontarnos otra vez al latín, al

griego, al sánscrito, al indoeuropeo, al proto-indoeuropeo y así

sucesivamente hasta llegar otra vez a los comienzos. Se trataba, pues, de

un viaje de regreso en la lengua hacia la divinidad para volver a hablar

con Dios, para pedirle perdón por nuestra blasfemia y para rogarle que

nos devolviera al paraíso, porque de lo contrario, cada nuevo día de

contaminación, nos acercaría a la destrucción definitiva, al divorcio

irremisible entre la humanidad y su creador.

En consecuencia, había que atender las señales. Para empezar, si

Colombia era la nación más afligida de la Tierra, era simplemente porque

el castellano tenía aquí su mayor grado de fermentación, su máxima

fragmentación, su mayor estado de impureza. Quizás como en ningún

otro país del mundo, la lengua había sido infectada por el inglés, el

francés, el italiano, el portugués, por tonos del alemán, por los cientos de

dialectos indígenas y africanos y por supuesto, por los neologismos

obligados de las nuevas tecnologías.

Cada una de tales intervenciones eran ramalazos que nos alejaban de las

voces del siglo XVII y, en consecuencia, de la lengua usada in illo tempore.

Así, la devastación de nuestra nación obedecía a la devastación del

castellano y, por tanto, sería la primera del mundo que por alejarse de

Page 16: 88513832 Grammatical Psycho

16

Dios, vería la aparición de la Bestia, del Abadón que llegaría para iniciar el

Apocalipsis. No había duda: de Colombia, Babel suramericana, Sodoma y

Gomorra del castellano, emergía el 666 que vendría a extinguir el

Universo.

Obediente a tales revelaciones, y gracias a dieciocho nuevas víctimas de la

generosa farándula, por estos días Miguel Rufino Bello acaba de poner

punto final a su primer tomo de quinientas páginas, correspondientes al

siglo XVII. Sin embargo, ahora, su orientación ha sufrido otro cambio: de

nada vale corregir a los artistas, periodistas, presentadores, etcétera, si no

se corrige a quienes dirigen el país con sus galimatías y dislates. Por

tanto, en su lista de pendientes tiene anotados al presidente, a 84

parlamentarios y a 115 funcionarios con quienes piensa obtener

inspiración para escribir el segundo tomo acerca del siglo XVIII.

Igualmente, figuran 86 asesores del gobierno de los Estados Unidos que

por su pésimo acento, le permitirán concluir el tercer tomo relativo al

siglo XIX. Debido al que el XX fue la época de mayores mutaciones en la

lengua de Cervantes, dedicará a ese siglo dos tomos: el cuarto, que piensa

escribir bajo las musas que le traerán los COCE de las guerrillas y cerca de

74 subversivos de habla lamentable, y el quinto y último cuya tinta

obtendrá de los yerros de militares, paramilitares y narcotraficantes…

Vaya uno a saber el destino de tan ambicioso proyecto, aunque es de

suponer que cualquier interrupción no será por la acción de la justicia.

Más aún: habrá quienes pese a no sentir curiosidad por los asuntos del

lenguaje, esperarán con avidez la primera edición de la obra con todos sus

tomos forrados en piel, marcados en oro y, lo más importante, con

autógrafo y dedicatoria.