2 capel horacio

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GAPfijfc, t4uxxuo: " hilosofto, y QXenUa en /a (reojra •^ia ocn^em¡Dorc¿neQ ; Ün* ¡n-hrocfuccton a fa &eojraf* f a* Edítl- Barcario\ja - Esfcüyc*. i' CAPÍTULO XIII LA QÜIEÉRA DEL POSITIVISMO Y LAS GEOGRAFIAS &At>ÍCÁtES Durante la década de 1960, al mismo tiempo que se imponía'en las ciencias sociales el optimismo cientifísta neópositivista}Bem-' pezaron a dejarse sentir también voces" dé insatisfacción, que^pron- to cuestionarían aspectos esenciales de dicha concepción. RáMmes sociales e intelectuales; a la vez, generaron este descontento*'que ha supuesto resucitar, una vez más, la'disputa del positívismoj'y que ha acabado, por provocar una fuerte crisis en Iaá ciencias sociales. " *V(*^'¡' A fines del decenio de los sesenta, esta crisis se tradiícefen la proliferación de movimientos críticos o «radicales»,- íjüe se desarrollan en todas las ciencias sociales. Al mismo tiempo; el descubrimiento de»la dimensión psicológica y la nueva valoiíÉtáióri de la experiencia personal contribuyen -también a cuestionadlos enfoques abstractos positivistas, y generan un rénovadór*>mtérés¡ por corrientes'filosóficas' como la fenomenología y -él e3ds 5 *ra^ia í lismó. E s en relación con todo' ello''4ü^á$É^ tés de pensamiento^ en el ; seno -de l a geografía;?lásict^és cootluden a la disciplina por caminos inéditos, a la vez"qué permiten" recu- perar una parte importante de la herencia historicista. ' 'V LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DEL CIENTÍFICO > Y LOS MOVIMIENTOS RADICALES En el decenio de 1960 empezaron a dejarle Sentir en el mundo occidental profundas y diferentes inquietudes, que provocarían

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es sobre capel horacio el geografo quien muestra un aspecto para la universidad

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Page 1: 2 Capel Horacio

GAPfijfc, t4uxxuo: " hilosofto, y QXenUa en /a (reojra • ia ocn^em¡Dorc¿neQ ; Ün* ¡n-hrocfuccton a fa &eojraf*fa*

Edítl- Barcario\ja - Esfcüyc*. i'

CAPÍTULO X I I I

LA QÜIEÉRA DEL POSITIVISMO Y LAS GEOGRAFIAS &At>ÍCÁtES

Durante la década de 1960, al mismo tiempo que se imponía'en las ciencias sociales el optimismo cientifísta neópositivista}Bem-' pezaron a dejarse sentir también voces" dé insatisfacción, que^pron­to cuestionarían aspectos esenciales de dicha concepción. RáMmes sociales e intelectuales; a la vez, generaron este descontento*'que ha supuesto resucitar, una vez más, la'disputa del posi t ív ismoj'y que ha acabado, por provocar una fuerte crisis en Iaá ciencias sociales. " *V(*^'¡'

A fines del decenio de los sesenta, esta crisis se tradi ícefen la proliferación de movimientos críticos o «radicales»,- íjüe se desarrollan en todas las ciencias sociales. Al mismo tiempo; el descubrimiento de»la dimensión psicológica y la nueva valoiíÉtáióri de la experiencia personal contribuyen -también a cuestionadlos enfoques abstractos positivistas, y generan un rénovadór*>mtérés¡ por corrientes'filosóficas' como la fenomenología y -él e3ds5*ra^iaí

l ismó. E s en relación con todo' e l l o ' ' 4 ü ^ á $ É ^ tés de pensamiento^ en el ;seno -de la geografía;?lásict^és cootluden a la disciplina por caminos inéditos, a la vez"qué permiten" recu­perar una parte importante de la herencia historicista. ' 'V

LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DEL CIENTÍFICO > Y LOS MOVIMIENTOS RADICALES

E n el decenio de 1960 empezaron a dejarle Sentir en el mundo occidental profundas y diferentes inquietudes, que provocarían

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404 LAS GEOGRAFÍAS RADICALES

poco después una conciencia generalizada de crisis. Naturalmente, ello temía que repercutir en las ciencias sociales, las cuales empe­zaron a verse afectadas también por una amplia crisis de múlti­ples consecuencias. L a aparición de las corrientes científicas «ra­dicales» es la expresión más llamativa de esta situación. Pero las raíces de todo ello son claramente sociales, y se relacionan con una serie de ; canijos ,que afectan al sistema de relaciones inter­nacionales y al .cppjunjb 4 f 1? sociedad' occidental,' E s necesario aludir a algunos ele los*'sucesos que más clara y'decisivamente influyeron en el desarrollo de las ciencias sociales en los países occidentales.

Entre los acontecimientos que afectaron al conjunto de las relaciones internacionales hay que destacar el final de la guerra fría, los importantes cambios que se produjeron en los países del llamado Tercer Mundo, y la crisis del sistema de dominación occidentaL

final de l a guerra fría, y la inauguración de la polít ica de coexistencia pacifica, al;atenuar la tensión ideológica del eiifrenta-mJentQ/EsteiOeste tuvo, entre otras «consecuencias inesperadas, la de..PíOTÚtiiKun:nuevo.florecimiento de la reflexión marxista. Por un lado, hizo posible el «deshielo» en la sociedad soviética, e in­trodujo fisuras en el dogmatismo estaliniano, obsesivamente preocu­pada hasta entonces en la defensa a ultranza del. «socialismo en un solp país». Por otro, acabó con muchas de las limitaciones que Se oponían al desarrollo de un pensamiento marxista en el bloque capitalista, las cuales habían. alcanzado su punto álgido con la violenta persecución dirigida en Estados Unidos por el senador Maci£arthy contra los intelectuales de izquierdas, la cual logró mterxumpir la rica ¡tradición marxista norteamericana.

.1 Desde la segunda mitad,de l a década del 50, y en el decenio si­guiente, el desarrollo•: de un pensamiento marxista puede reali­zarse mas libremente, a la vez que el descubrimiento de la. feroz represión estaliniana, la toma de conciencia de la formación de una sociedad burocrática en los países socialistas,1 y sucesos como la invasión de Hungría (1956) ponen en cuestión el dogmatismo mar­xista de los partidos comunistas y dan origen a la aparición de movimientos izquierdistas que buscan una alternativa al.marxismo leninismo; lo cual, a la larga, hizo posible una reflexión m á s libre que /Contribuyó/ indudablemente, a un enriquecimiento de la teoría marxista 2 . y, pop consiguiente, de las ciencias sociales.

EL CURSO DE LAS IDEAS CIBNTÍFICAS 405

A todo ello hay que añadir los decisivos cambios que se pro­ducen en las relaciones políticas internacionales como resultado de la culminación del proceso descolonizador. Entre 195Q.yjW0 un, gran número, de países accedieron a la independencia, y conti­nentes enteros como ¡Africa conocieron profundos cambios , £ 0 , 1 * estructura jur íd ica ,de sus territorios. Alguno$ países expflrirn#n-taron mutaciones revolucionarias, que afectaron profundamente a las antiguas relaciones de dependencia. Al mismo tiempo surgía el movimiento en los países no alineados (Conferencia de Ban-dung, 1955) y és tos reclamaban una más activa presencia en,las relaciones internacionales. Los problemas del subdesarroüo em­pezaron a plantearse ahora desde una nueva óptica, al tomarse conciencia de todo el entramado del sistema de dominación impe­rialista, y.se descubre la relación entre el atraso económico, la dependencia y el intercambio desigual. L a celebración de \ ^ Con­ferencia Mundial ;sobre Comercio y Desarrollo celebrada e» Gi­nebra en 1964 podría ser una fecha significativa en esta evolución, 3

que no dejaría de influir en la economía y en otras ciencias, so-.

cíales. • i • 1

L a aparición de movimientos revolucionarios en el Tercer-Mun­do va afectando de forma lenta, pero incontenible el antiguo sistema.de dominación imperialista que pretende ahora perpetuarse a través de unas relaciones neocoloniales con los países, inde* pendientes. L a crisis del sistema mundial de dominación europeo-norteamericano tiene varios hitos decisivos: el triunfo de la revolución comunista en China, el movimiento neutralista, la inde­pendencia de Guinea, de Argelia y de otros países en que triunfan regímenes.social istas; la revolución cubana, por citar unos pocos significativos. Pero alcanza su punto culminante con la guerra de Vietnam, que se saldó con una derrota de la gran potencia, ¡nojr teamericana. La.intervención en el sureste asiático generó .un. gran movimiento interno.'de protesta en Estados Unidos y, también, una profunda crisis, de confianza en las virtudes del propio ¡sis­tema socioeconómico. E n el campo de las ciencias sociales, todo ello se tradujo en una nueva comprensión de los problemas de los países dependientes, y en una puesta en . cues t ión del papel de las potencias, imperiales y del sistema capitalista en la situa­ción de subdesarroüo, así como en una quiebra de.la confianza en muchos de los enfoques hasta entonces dominantes.

E n el interior de los países desarrollados capitalistas, y en

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los de su periferia próxima, se hicieron sensibles entonces nuevos problemas sociales que exigían nuevas respuestas por parte de tos científicos sociales. En general, puede decirse que ! el decenio de 1960 ve aumentar los conflictos en el seno de las sociedades capitalistas. Se empieza a sentir como inaceptable el desfase entre, por una parte, la enorme capacidad productiva y el desarrollo tecnológico de los países desarrollados y, por otro, las condicio­nes'en que se realiza la producción y el desigual reparto de los beneficios. Se acentúa el movimiento de rechazo de las relaciones d é ; producción capitalista, y la protesta por el carácter enajenante de las condiciones de trabajo y de las condiciones'de vida. L a degradación de la vida en las ciudades, convertidas en simples espacios para la reproducción de la fuerza de trabajo, se traducé pronto en la aparición de movimientos sociales urbanos, que ex­tienden la impugnación desde el campo de la producción al de las condiciones de vida en general. E l movimiento de crítica de la vida cotidiana surge desde perspectivas diversas, entre las que destacan las de carácter más o menos libertario e izquierdista.4 •" Todo ello supone conflictos inéditos —al menos en la escala en que* ahora se producen— que no pueden dejar de atraer la aten­c i ó n ' d e los científicos sociales; los cuáles, por cierto, se veri es­timulados a ello por Unos organismos gubernamentales deseosos . de disponer de información fiable acerca de los nuevos desarrollos.

¡*La toma'de conciencia del deterioro de las'condiciones de la vida'urbana se producé paralelamente a'l descubrimiento de la cre­ciente degradación dé la biosfera como resultado del modelo de desarrollo capitalista.5 Surgen los movimientos ecologistas que pronto se convierten en movimientos 'decididos de impugnación dé todo'Un modelo de sociedad. Un modelo que, por cierto, se ve afectado' por una profunda crisis desde los años 1973-74, generada por'las contradicciones internas de la propia economía capitalista y por el problema de la energía y de las materias primas, que deriva de la toma del control de sus propias riquezas por los países' prcfductores.6 , * • l ) A' todo" lo cual se une también la creciente conciencia de la

crisis del sistema de racionalidad inaugurado con* l á revolución científica del siglo XVII. L a carrera de armamentos, el peligró de catástrofe nuclear, el desarrollo de la ingeniería genética y de la microbiología, la generalización de las técnicas de control social a través de ordenadores empiezan a suscitar graves inquietudes.

E L CURSO DE LAS IDEAS CIENTÍFICAS

Los científicos comienzan a plantearse abiertamente incómodas , cuestiones sobre lo que representa la ciencia y la tecnologías rao* derna y la relación que guardan con los valores furidántentáles de la vida humana. E l tema dé los objetivos'que deben ;perse^iir-se con el desarrollo científico pasa*a primer término. La'idea?de que la ciencia es el conocimiento por excelencia, tras ¿alcanzar su apogeo en los años posteriores á lá "Segunda Guerra^Mundíál y en la década de la «ciencia dura» de los ¡50, se ye lahoraíaies* tionada. Con lo cual vacila también uno de los supuéstpssideo* lógicos fundamentales del positivismo--y*'del netjpositivisrhol>)Ém* pieza a tambalearse la confianza 'eri el' progreso'- 'mdermid¿>»yt el optimismo eh los beneficios de la ciencia; y se plantean Jmtóstic-nes nuevas sobre la responsabilidad social del científicoty/'sóbre sus valores.7 Como escribe Rodovan Richta; lo que reaímente^se cuestiona es «el modo entero en el que el sistema de la ciencia se aproxima al mundo y al hombre, es la habilidad ! de"este sis­tema para hacer frente a las necesidades reales' del desarrolló social de la gente y de la formación prospectiva de su vida(SOüial»j y en este contexto, « los 'cambios en las actitudes hacia - la ciencia aparecen como formas fenoménicas de uri proceso muchoninás consistente y amplio de modif icación : dé lasinecesidades>;sociMesi. de los intereses y de los• valores».* "lid>que"está'»en'cuesjióti es-la «ciencia moderna» como conocimiento abstracto y itambiérifcomo conocimiento de validez general' idéntica para- todo» loS!<serefe vivos.9 Aparece un conflicto latente entre la raciorialidad< de ¡ la ciencia moderna y los valores de l a vida ¡humana, a"la'<vez que se toma conciencia de la naturaleza esencialmente áOtíiali del •prc-ceso actual dé investigación científica, y de la-necesidad de<düngir dicha investigación hacia fines socialmente significativos/i fib in­terés por las filosofías orientales y'por nuevas formas 1 de conoci­miento no sori'sino reflejos de esta crisis general. »• f-tnfnj'

Las dudas sobre el sentido de la ¡racional idad'c ient ín^^sdbre la justificación de la obsesión por el doniinio'de lafiiurttrraleza propia del hombre occidental, se'difunden poco si p ó c o . í h&j^ t a l . punto que ser ían'hoy muchos los q u é l suscribiriáif i las^ p a b i a s escritas hace ya' años por Robert'Musileh^f' 'ft0^ tos: «La aridez' interior, el desmesurado rigoribmo en'las7^i|umas junto a" la indiferencia ¡ efi e l conjunto^ e l ^ e s a m p a m ^ del horiibre en un desier.to de iridivíduaíismoi, su inquier^cy» nlaJ» dad, la asombrosa apatía del corazón, el afán de dinero,ia'frialdad

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y.la,,víolencia que caracterizan a nuestro tiempo son (...) única y exclusivamente consecuencia del daño que ocasiona al alma la racionalidad lógica y, severa .» 1 0

;/i4^gcaeralización l .cu; Jos movimientos de impugnación —o «con­té» tación», como entonces se empezó a decir— desde los años 1960 aUo.JiigarKal. nacimiento de una nueva izquierda en Estados Uni-aosMjy4.cn.Europa, 1 3 *al-.estallido de conflictos de clase y al naci­miento de una actitud ¡critica en la que,la universidad desempeñó uaípapel¿irnpor tan te. Desde los años 1965 es «el lugar de la uni-.vjer^idad;.en: el poder tecnocratico y en el imperialismo» lo que es ataca46i.cn..Estados, Unidos 1 3 y en otros países, poniéndose en cuestión .tanto el sistema Jerárquico como el mismo tipo de cono-cimientos, generados por esta institución y su papel en la repro­ducción > de . las relaciones sociales. Dentro de la universidad se me i desarrollando un movimiento de. repudio del sistema social, que rechazaba también el mito de la neutralidad de la,ciencia y deL saber; la ideología ;tccnocrática y la aplicación irracional del conocimiento científico, el autoritarismo en todas sus formas y la integración en el sistema.social a través de la enseñanza. 1 4 Fue unimovámirnto que rebasaba el. estricto marco universitario y que se..veía como una 'impugnación .de toda la sociedad, ya que se re­conocían: los vínculos inseparables entre una y otra. Con su crítica, lo&'universitarios contribuyeron a poner de manifiesto las contra­dicciones profundas en el sistema capitalista y destacaron la nece­sidad de. «reformas revolucionarias».'••

. E l conjunto de la praxis y de la teoría científica se vio, lógica­mente, afectado por. estos desarrollos, y así desde fines de los 50, y luego durante la década de los 60 empezaron a aparecer en las disciplinas >sociales corrientes críticas que generalmente se de­signan a s í mismas como «radicales», añrmando con ello su pre­tensión de un cambio radical, que vaya hasta la raíz. <u Fue'-en. la economía. y. en la sociología donde primeramente

comenzaron, a ponerse en cuestión los principios hasta entonces aceptados. E n la ciencia económica la reflexión sobre la proble­mática del subdesarrollo, llevó a algunos .científicos a, buscar en la teoría marxista una mejor comprensión de los mecanismos cau­santes .dehatraso y del crecimiento económico. E n Estados Unidos hay.que destacar a Paul A. Baran, que había estudiado hacia 1930 en: Frankfurt, en el Instituí fur Sozialforschung —el núcleo ori­ginario .de la «Escuela de Frankfurt»—, y colaborando entonces con

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F . Pollock y manteniendo luego una amistad con los miembros.dd grupo que se instalaron en Estados Unidos. 1 6 L a publicación de su Political economy of growth (1957) representa, sin duda, un cambio importante en l a evolución de los estudios ecooórmoo» sobre el desarrollo,1 7 cambioien el que también colaboraron Paul M. Sweezyy: luego luna .p léyade de discípulos, entre los asi les André Gunder Franlc- L a . reflexión se extendió también a los, ¡fun­damentos del orden económico de los países capitalistas- m á s desarrollados. De forma explícita se aceptó la teoría marxista, pero se pretendió ' superar el análisis del capitalismo realizado i por Marx, en cuanto1 que éste había basado el mismo, en el supuesto de una economía competitiva, mientras que ahora» era preciso plantear como tema central el de «la generación y absorción de excedentes bajo condiciones del capitalismo monopolista», inte­grando a la vez en el estudio esos dos sectores del,mundo, capi­talista que i son i el desarrollado y el subdesarrollado.u El.aaanza-miento o la aparición de revistas como la «Monthly Review», la «New Left Review», la «Review of Radical Political Econo mies»,, así como la fundación de la «Union for Radical Political EcoiKnmcs» contribuyó, en cierta manera, a institucionalizar este .movimiento desde la década de los 60." E l desarrollo de una economía crítica de carácter radical- en Gran Bretaña —enlazando a través de Dohb y de los economistas de la London School of Economics con el movimiento de.-la nueva izquierda anterior a los a ñ o s 1930—, en Francia (Betthelheim y luego Samir Amin, etc.), Bélgica (Mandel), o Italia (Napoleoni, Labini, Pasenti), forma parte de este movi­miento, reflejado más tardíamente en España. 2 0

E n todos estos casos, se trata de una reflexión critica que re­chaza la labor de los economistas anteriores, a los que acusa de realizar una tarea mixtificadora. Se llega a afirmar que «los cien-tíñeos sociales, asegurándonos durante largo tiempo que todo era para bien en lo ¡que ellos consideraban el mejor de los mundos posibles, hicieron cuanto pudieron para impedirnos ver de .frente la real idad». 2 1 'Se ataca a las ciencias sociales por «ser demasiado limitadas, compartimentadas, especializadas, irrelevantes, •apologé-, ticas y sometidas a las técnicas y los intereses del status quo»?1

y se pretende desarrollar una economía política radical «entendien­do con ello la .destrucción y no la conservación del urden exis­tente»." E s t a economía radical debe servir «para desenmascarar y desmitificar la economía ortodoxa y, en general, las ciencias

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sociales»; para «denunciar la línea conservadora, y en ocasiones reaccionaria, de la economía ortodoxa y sus exageradas preten­siones >de rigor científico y honestidad»; y para «criticar el pseu-doexpertismo (en' forma de rígidos formalismos y sofisticaciones técnicas) y e l elitismo que apoya». Frente a ello; debe centrar el análisis en temas significativos tales como el bienestar material, la 1 equidad de la distribución de los recursos, la correspondencia de las instituciones a las necesidades humanas, y el desarrollo hu­mano en general."

De manera semejante se desarrollaron en Estados Unidos y en los países europeos movimientos críticos, de características similares, en sociología, en antropología, en la ciencia política, en urbanismo, en psicología y en el derecho, incluyendo las discipli­nas históricas como el derecho romano.2 5 E n general, existe en ellos una voluntad manifiesta de integrar la teoría marxista, como alternativa frente a los análisis académicos tradicionales. Esta voluntad supuso a los científicos de algunos países un esfuerzo grande de recuperación de una tradición interrumpida por la gue­rra fría,' mientras que en otros la vinculación con dicha tradición pudo'realizarse más fácilmente. ^>¡Esto úl t imo es lo que 'ocurr ió en Francia, donde, la ciencia

social marxista pudo desarrollarse más fácilmente que en otros lugares, debido a que la ruptura no tuvo aquí consecuencias tan graves .''i E n efecto, la activa~participación Jde los comunistas en la reslsferícía contra los alemanés durante la Segunda1 Guerra Mundial hizo que el partido comunista -'-que llegó a estar en el gobierno tras la Liberación— gozará de un prestigio político e intelectual, que no? tenía en otros países occidentales en la misma época. L a relación -de'la reflexión teórica marxista con i& rica .tradición de lá^ihortólogía • social francesa; y-con las corrientes-; estrueturalis-tasv hizo posible en los años 1960 un .fecundó desarrollo de la; ciencia social francesa. E l interés del filósofo Henry Lefevbre por el'urbanismo moderno abrió el camino hacia-el desarrollo de una teoría 1 marxista 1 del espacio. L a herencia, intelectual: de la escuela; dé Durkhcim, que ya había descubierto .que :*el.espacio es un. producto soc ia l» 2 6 fue fertilizada ahora con.esta nueva vía de análisis,' que se esforzaba en una relectura, de Marx, 2 7 • e hizo posible la aparición de una sugestiva serie de trabajos en el cam­po de la ciencia política (Nicos Póulantzas y el. grupo de politólo-gos de Grenoble), la antropología- (Godelier), la sociología (Lefev-

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bre, Touraine, Castells) o el urbanismo (el grupo de «Espaces et Sociétés»). <-. . •>'.!«'

Algo semejante ocurrió en Italia, donde se mantuvo muy viva la influencia de Gramsci, 2 8 y donde bien pronto aparecieron:.-tam­bién corrientes de carácter radical. Y lo mismo sucedió en (Ale­mania, donde a través de la ininterrumpida:-^—aunque momentá­neamente alejada— labor/de la Escuela dé° Frankfurt, los científicos sociales pudieran disponer de una rica tradición • de estudiosa crí­ticos fecundados por el marxismo, y unidos, en este casona una actitud decididamente antipositivista. Con ellq tocamos Qtra.de las características importantes que van unidas a l movimiento. ra­dical de los años 60, a la que conviene ahora prestar atención. .

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LA DISPUTA DEL POSITIVISMO • • • " ' JHIVÍ e:fset

L a característica actitud antipositivista de¡ buena parte .-deis mo­vimiento radical aparece, en efecto/ de forma bien .neta? en' la Escuela de Frankfurt, una de las fuentes;de inspiración esencia­les del radicalismo en las ciencias sociales. Cuando .añoraren ¡los años 60 haya que encontrar un fundamento filosófico, sóHdo/í-al sentimiento de revuelta que se extiende en las ciencias; sociales.) la Teoría Crítica, del grupo de Frankfurt se convertirá^en;.,un punto de referencia inevitable. , . . . • ; nr'-r-;f¡ z*¡

Como es sabido, la llamada Escuela de Frankfurt:sé!(había constituido en los años 1920 y 1930,en torno ,aL;Instituto.de;-Inves­tigaciones Sociales (Instituí. /¿ir Soziatforschuttg) 'creado^ej^t&j^ con la ayuda financiera del comerciante ¡HerhrahntlVV^^ primer momento su objetivo fue; d.de. establecer . :Una f pa$ e ^ t ^ gradora para el conjunto'de l a s : e i e n c ^ ^ s a ; | á ( ^ > ltfff l ? 4?tj¡fe^te rosamente la teoría maraista y, procu^^ praxis. Dirigido en un primer momento ppr, t .e iJ^sW^f P$$SE& Cari Grünberg, y, desde 1930 • por el •• Í U ó s w o ^ i S Q ^ . : ! ^ - ; . ^ ^ ^ ^ mer (1895-1873), el Instituto.realizó una i m p o r t a n t e ' t a r e a ^ ^ J ^ fundización y desarrollo crítico de la teoría marxista,^que^íusgo sería esencial en la revitalización ¡del- marxismo después,) d¿ la guerra mundial. E l núcleo fundamental del Instituto '(adéípásíde los citados, Fritz Pollock, Leo LowenthaL Karl'AugustKMiit^geí» Theodor W. Adorno, Herbert Marcuse, Erích Fromm y Waltfer Ben? jamin) extendió su reflexión a temas muy variados, desde el ana-

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l i s i sdc i ' Ia infraestructura económica, en donde desbrozó temas que habían sido olvidados por Marx como las industrias de servi­cios Qi/en 'general,, el trabajo no manual, hasta las cuestiones refe-| e q t e s « a : ^ ^ ideológica, incluyendo pro­blemas, tales como la ¡teoría de la música, que siempre interesó a ; Adorno, o el psicoanálisis. L a . revista *ZeitscHrift für Sozial-foftjfófytág».'fue desde. 1932 el órgano del Instituto, y en ella se ^ubuc^jrp^.trabajos'quo trataban de superar la fragmentación del;i c p n c ^ r r j í e n t o científico, relacionando, la tarea i científica con lás /cpnd^ciones 'socia ies de su producción.. L a subida.. de i Hitler a l [ po4eí?/Ien 1933 acabó con el, Instituto de• Frankfurt, aunque nq,con'Jel.'grupo, que-se instaló en Ginebra* en París y Londres y, finalmente, en Nueva York, antes de que se dispersara por Estados

U n í * » . » • Los rasgos esenciales de la Teoría Crítica fueron presentados

. por ; Max; Horkheimer en el artículo Traditionelíe und kritische l-fieórU publicado eh un n ú m e r o de 1937 de la «Z. für S.». 3 0 Frente

_áj, teoria tradicional;, que trataba de formular principios ge-j^0^',^bre el m\mdo y que tenía como objetivo esencial el

..^oj^oc^enjto puro y n ó * l a acción, la teoría crítica trataba de ,inieg^r^fiuno' y otra,'y, reconocía la mediatización del científico RC^I<^¿ intereses sociales'dominantes. Horkheimer, y toda la Es-c $ e | i | ^ d i $ ^ ^ eh que el científico social .es parte.del objeto que investiga y que, por ello, la percepción de la'iféa^idad social-está' mediatizada por las categorías sociales. Se planteaba así resueltamente el problema de la ideología de los científicos! y se demostraba que el investigador está influido por suá^Áprppiós valores en el análisis de la sociedad. Horkheimer in­sistió •'también en la necesidad de que la investigación social contuviera'una dimensión histórica, 3 1 y reconoció que es preciso aceptar'Ja imaginación'estética y la fantasía para entender real-m e ñ t e - l a realidad social. Al mismo tiempo, se rechazaban los planteamientos exclusivamente teóricos y abstractos, así como el fetichismo de la lógica y las matemáticas, cuya significación so-cialrse/ ¡considera escasa.

' EstasiUdeas fueron mantenidas por la Escuela de Frankfurt durante/.tpdo su desarrollo y alentaron siempre una actitud de­claradamente antipositivista, a pesar de la momentánea utiliza-cióíí de-las técnicas empíricas de la sociología norteamericana en los 'primeros trabajos realizados tras la reinstalación en Frank-

EL CURSO DE LAS IDEAS CIENTÍFICAS 413

furt en 1950." Esa actitud se acentuó en los años 60, cuando en discusión con Popper y con los positivistas lógicos, se planteó abiertamente «la polémica del positivismo en la filosofía alema­na». 3 3 L a ponencia de Theodor Adorno sobre Sociología e investi­gación empírica en el Congreso de la Sociedad Alemana de So­ciología, celebrado en Tübingen en 1961, representó una crítica frontal de la 1 sociología empírica, planteando diversos problemas fundamentales que afectan a la investigación sociológica. E n pri­mer lugar, la dificultad de integrar en un continuo empiria y teoría: partiendo de la empiria se pueden alcanzar todo loarais clasificaciones, pero no teorías generales.34 Calificó a las investiga­ciones sociológicas empíricas como equivalentes al tij»o de infor­mación precientífica reunida con fines administrativos, una«in­formación que no da cuenta verdaderamente de la realidad social, de «todas las relaciones, instituciones y fuerzas en cuyo seno actúan los hombres». Denunció también la «naturaleza cosificada del método» sociológico, que considera cosificada la 1 conciencia de los hombres' que son su objeto y se opuso a la aplicación en sociología del modelo científico natural, por razones que radican «en la propia sociedad». L a contraposición entre análisis cuanti­tativo y cualitativo • no es aceptable, para Adorno, ya que en -la cuantif icación i ; hay que comenzar siempre por «prescindir de las diferencias cualitativas de los elementos», lo que es, cuando-menos discutible, lo mismo que es censurable «la prisa por cuantificar en

'seguida también los hallazgos cualitativos». Para Adorno, «el carácter antagónico de la sociedad es verda­

deramente central». Continuando con los objetivos que se habla propuesto el Instituto desde su fundación, se preocupa por la fragmentación del conocimiento social, y propugna una sociología integrada que se pregunte por las conexiones esenciales y no sub-

, dividida en disciplinas cada vez más especializadas. E n esa ciencia social integrada lo esencial es elaborar teorías sociales, y partir de ellas para el análisis de la realidad, ya que los datos averigua­dos por la investigación empírica «no reflejan fielmente las rela­ciones sociales subyacentes, sino que al mismo tiempo componen el velo con que aquéllas, de manera necesaria desde luego, se embozan». 3 5 Insistiendo en su punto, de vista, y en respuesta a la exposición de Popper sobre la lógica *de las ciencias sociales, Ador­no proclamó como algo innegable que «el ideal epistemológico de la elegante explicación matemática, unánime y máximamente sen-

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lisiS'dci'Ia. infraestructura económica, en donde desbrozó temas que habían sido olvidados por Marx como las industrias de servi­cios Qi/en general, el trabajo no manual, hasta las cuestiones refe­rentes" a - s u p e r e s t r u c t u r a cultural o ideológica, incluyendo pro­blemas, tales como > la ¡ (teoría de la música, que siempre interesó a ; Adorno, o el psicoanálisis. L a revista •Zeitschrift für Sozial-fo^fai#g»,fvie desde 1932 el órgano del Instituto, y en ella se pubücjúroí?, trabajos.quo trataban de superar la fragmentación d ^ i . c ^ o e j j n í e n t o científico, relacionando, la tarea¡ científica con laS/cQBdjeic^es'sociales de su producción.. L a subida .de' Hitler al' podfej^lén 1933 a c a b ó con el. Instituto de 1 Frankfurt, aunque noíCO'nJel.'grupo, que-se instaló en Ginebra* en París y Londres y, finalmente, en Nueva York, antes de que se dispersara por Estados

Los.rasgos esenciales de la Teoría Crítica fueron presentados por Max Horkheimer en el artículo Tradiíionelle und kritische JÍftyórie publicado eh un número de 1937 de la «Z. für S.». 3 0 Frente aj.J^VtfiP^ tradicionaL. que trataba de formular principios ge-nérales 1. sobre el mundo y que tenía como objetivo esencial el

...gnjj^mjffifo. puro -y nó<la acción, la teoría crítica trataba de i n j ^ ^ ^ u n o ' y otra, 1 y reconocía la m'ediatización del científico

.itíl^^fi ingreses socijales'dominantes. Horkheimer, y toda la Es-.cjtyejttf» dR^Frankfurt,- ihsUtiór siembre eh que el científico social .es .paite.del Objeto que investiga y que, por ello, la percepción de la.[realidad social está mediatizada por las categorías sociales. Se planteaba así resueltamente el problema de la ideología de los ciéntíflcosi y se demostraba que el investigador está influido por suá'prppios valores en el análisis de la sociedad. Horkheimer in­sistió-'también en la necesidad de que la investigación social contuviera una dimensión histórica, 3 1 y reconoció que es preciso aceptar'Ja' imaginación'estét ica y la fantasía para entender real­mente 1'la realidad social. Al mismo tiempo, se rechazaban los plantearñíéntos exclusivamente teóricos y abstractos, así como el fetichismo • de la- lógica y las matemáticas, cuya significación so­cial se considera escasa.

.' Estás'.í.jdeas fueron mantenidas por la Escuela de Frankfurt : durante .'todo su desarrollo y alentaron siempre una actitud de­claradamente antipositivista, a pesar de la momentánea utiliza-cióri denlas técnicas empíricas de la sociología norteamericana en ; los'primeros trabajos realizados tras la reinstalación en Frank-

EL CURSO DE LAS IDEAS CIENTÍFICAS 413

furt en 1950.32 Esa actitud se acentuó en los años 60, cuando en discusión con Popper y con los positivistas lógicos, se planteó abiertamente «la polémica del positivismo en la filosofía alema­na». 3 3 L a ponencia de Theodor Adorno sobre Sociología e investi­gación empírica en el Congreso de la Sociedad Alemana de So­ciología, celebrado en Tübingen en 1961, representó una crítica frontal de la'sociología empírica, planteando diversos problemas fundamentales que afectan a la investigación sociológica. E n pri­mer lugar, la dificultad de integrar en un continuo empiria y teoría: partiendo de la empiria se pueden alcanzar todo io .más clasificaciones, pero no teorías generales.34 Calificó a las investiga­ciones sociológicas empíricas como equivalentes al ti^p de infor­mación precientífica reunida con fines administrativos, una»in­formación que no da cuenta verdaderamente de la realidad social, de «todas las relaciones, instituciones y fuerzas en cuyo seno actúan los hombres». Denunció también ta «naturaleza cosificada del método» sociológico, que considera cosificada la 'concirincia de los hombres' que son su objeto y se opuso a la aplicación en sociología del modelo científico natural, por razones que radican «en la propia sociedad». L a contraposición entre análisis cuanti­tativo y cualitativo' no es aceptable, para Adorno, ya que en -la cuantif icación , ; hay que comenzar siempre por «prescindir de las diferencias cualitativas de los elementos», lo que es, cuando-menos discutible, lo mismo que es censurable «la prisa por cuantificar en

"seguida también los hallazgos cualitativos». Para Adorno, «el carácter antagónico de la sociedad es verda­

deramente central». Continuando con los objetivos que se habla propuesto el Instituto desde su fundación, se preocupa por la fragmentación del conocimiento social, y propugna una sociología integrada que se pregunte por las conexiones esenciales y no sub-

. dividida en disciplinas cada vez más especializadas. E n esa ciencia social integrada lo esencial es elaborar teorías sociales, y partir de ellas para el análisis de la realidad, ya que los datos averigua­dos por la investigación empírica «no reflejan fielmente las rela­ciones sociales subyacentes, sino que al mismo tiempo componen el velo con que aquéllas, de manera necesaria desde luego, se embozan». 3 5 Insistiendo en su punto, de vista, y en respuesta a la exposición de Popper sobre la lógica *de las ciencias sociales. Ador­no proclamó como algo innegable que «el ideal epistemológico de la elegante explicación matemática, unánime y máximamente sen-

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414 LAS GEOGRAFÍAS RADICALES

cilla fracasa allí donde el objeto mismo, la sociedad, no es unánime ni es sencillo». 3*.Con ello se rechazaban de forma explícita varios de los postulados básicos de positivismo lógico y su intento por establecer una ciencia Unitaria que .pudiera examinar de forma «objetiva» y neutra la sociedad. • \

E n la lucha contra el positivismo y en la i luminación de la responsabilidad social del científico, los miembros de la Escuela de Frankfurt no estuvieron solos. Desde fines de los años 50 em-, piezan a surgir dudas sobre la ciencia social positiva, sobre sus pretensiones e ilusiones de exactitud, a la vez que se busca en el marxismo y en las tradiciones liberales o libertarias alter­nativas para una nueva forma de abordar el estudio social.

Enas tados Unidos fue particularmente importante para alum­brar'este nuevo camino la obra de C. Wright Mills (1916-1962), que desde comienzos de la década de los 50 se convirtió en un:' crítico tenaz de las ideas académicas dominantes en el campo' de ¡l»i sociología norteamericana, impugnando lo que denominó la «racionalidad sin razón». Mills valoró a Marx^a Freud¡ y a Max Weber, al que tradujo al inglés, y criticó la pasividad y la abdi­cación de la responsabilidad social de los. intelectuales, y su escaso papel crítico frente a la irracionalidad dominante. Dehecho abfció paso en Estados Unidos a una «nueva sociología», 3?'una sociología que -intentaba rebasar las investigaciones sobre cuestiones trivia­les o. intrascendentes y trataba de seleccionar problemas social-mente relevantes, abandonando los elevados niveles' de abstrac­ción en que se movían muchas de las teorías dominantes de las ciencias sociales. E n . s u preocupación por el «desasosiego moral de nuestra época», acabó explorando el marxismo como vía alter-nativa.de investigación social, 3 4 contribuyendo a s í ' a enlazar otra, vea;el pensamiento social norteamericano con una tradición que había sido interrumpida por la caza de brujas que capitaneó él senador Mac Carthy.

OBJETIVIDAD E IDEOLOGÍA EN LAS CIENCIAS SOCIALES

. • Entre las nociones que el marxismo facilitó a las ciencias so­ciales, la de «ideología» no es de las menos importantes. E l tema había sido ya planteado en el año 1930 por Kar l Mannheim en su Ideologie und Uíopie (1929-1930), y fue él realmente —junto con

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Max Weber— quien lo introdujo en la sociología académica. Mann­heim había estado muy influido en su juventud por el marxismo; y de ahí procede, sin duda, su concepto de ideología, y¡*su^tésis de que las categorías dej pensamiento son función de intereses, aspiraciones, valores y concepciones del mundo divergentes; >re-lacionadas, a su vez, cqn los estatutos, los roles y las posiciones sociales de los sujetos.3^, . . . t*!ta< a

A pesar de la amplia divergencia de puntos de vista ¡sobre su significado exacto,40 no cabe duda de que las discusiones s ó b r e l a ideología han enriquecido considerablemente él panorama denlas ciencias sociales contemporáneas. Y han permitido arrojar* nueva luz sobre un viejo problema que ahora vuelve a preocupar ¡viva­mente, como es el de la objetividad en las ciencias sociales.

La pretensión típicamente positivista de alcanzar unaf'Objeti­vidad pura en el análisis de los hechos ¿ocíales; séme|ánfés'*Wá de los físicos' y químicos'en'el estudio de • ^ h S f ^ ^ e ^ . ' m i f f l f i t ó ^ ' se traduce en los intentos por' s ^ » ^ r w O ¿ : ^ T 4 ^ 4 K S 8 ^ P todos los juicios de valor, analizando .los-hechos sociales5, edmo-cosas. «Lo que debe hacer el sociólogo —había escrito D u r É í é l r n ^ es situarse en é l ' e s tado de espíritu de'los f Wc^' logos cuando .se'adentran en uña yp$$j¡}:j¡$$ u i e ^ p ? ó ^ c g ^ j | ^ campo científico». 4 1 Esta misma era la .pretensión de m u c n O ^ i e r t tíficos sociales durante los años 1950 'y* 1960;\pteténdÍe^c1o^VéT completamente objetivos y e ludirán.sus W é ^ ' i ^ c i ó i é s ^ ^ / j t ó - 1

cios de valor y cualquier postura política o moral. 4 2 '',

Los problemas, sin embargo, son numerosos, y ya en 'épocas pasadas algunos autores comprendieron, las dificultades qüe¿opó-nían al conocimiento la influencia de-las. costumbres) los o rPrer. juicios y las tradiciones. Como hizo Roger; Bacon, .queden! el siglo X I I I afirmaba que ,,. .... ,. f T ^ t > < ) _ . < s , ,

«hay cuatro obstáculos para alcanzar la verdad, que acechan-ja bl»dgs los hombres, pese a su erudición, y que, raramente pemitenyás nadie acceder con títulos claros al conocimiento,' á Saber: la süniisíDiV a una autoridad indigna y culpable, la influencia' de1 la CosrUi^B^.'el prejuicio popular y el ocultamiento de nuestra propia' ignotah^ái^hf-pañado por el despliegue ostentoso de nuestro conocimiento,»^ 'ííKBfc?

Lo que ahora se afirmaba es que esta pretensión de objetividad, del científico es sencillamente irrealizable. Las Ádvertejiáias? ¿ n

este sentido surgen desde lugares.y perspectivas 1 muy diversas.

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416 LAS GEOGRAFÍAS RADICALES

Por(.ejemplo, en la Francia de 1950 Lucién Goldrnann había hecho notar /que «al ser el proceso de conocimiento científico en sí mismo ¡uní hecho humano, histórico y social, esto implica, cuando se- tratare estudiar la vida humana, la identidad parcial entre el súietoyy^ objeto > de conocimiento», por lo cual> «el problema dedaxjbjet ív idad se plantea de manera diferente en las ciencias humanas que en Física o en Química». 4 4 Desde otra perspectiva epistemológica, diferentes autores han insistido en la misma idea, ©ómoiha ¿hecho JeanPiaget, poniendo de manifiesto la dificultad de¡ conseguir una objetividad en. las ciencias del hombre, debido avque ebjhombre es en ellas a la vez sujeto y objeto de conoci­miento: '¡ir

') . « i i j ; ¡ . •:• | . *Lai situación de las ciencias del-hombre es mucho más compleja to-.(Jgv^^yartaue^^el sujeto, que observa o experimenta en sí mismo o en & ñ * & n f ó j i 5 9 r .nJW,parte.,ser modificado por los fenómenos observa-dotry;pqpotra ,paí*K dar lugar a modificaciones en,cuanto al desa­r r o p ó l a 8 lá J f tar^^ objetos (.-..). Dicho de otro modo;'^^'descentralización que es un requisito indispensable para la obj?My'4ad, ,es mucho ¡ más difícil de conseguir en caso, de que el ometo etí^rfgm»á<3y ppr sujetos, y esto por dos razones, las dos bas-^ t e * ^ t t m á i í c a s \ ^ L a 'primera es' que : la frontera entre el sujeto ego-CCTtrrco 'y'e í ( 'sujetó epistémicó es tanto menos clara cuanto que el yo deliiobsewador es parte integrante de los fenómenos que debería po­dría estudiar, desde fueran L a segunda es que cuanto más "comprome­ta/a" ¿ e s í 4 ¿ ^ y más valora, los hechos que le interesan, más inclinado;está a'creer que los conoce intuitivamente y menos necesidad síehté de'acudir a técnica* objetivas.» 4 5 ,

'^'lia^difusión de una serie de ideas'generales correspondientes al l ínbniénto , histórico en que vive el científico influye también en su invest igación. «El'material y las ideas que utilizan los científi­cos-están contaminados por las ideas que hay en el ambiente», ha escrito P. K . Feyerabend.4 6 Dicha contaminación lleva a plantear de1 manera determinada ciertos problemas, aceptando el investi-ga^pi¡\Jdjéi una manera inconsciente, una serie de principios que no pone,,en tela de juicio y que pueden cerrarle «la comprensión de una parte importante de la realidad». 4 7 Por ejemplo, la acep­tación Implícita por parte de un investigador de que el Estado y el Derecho son elementos neutros situados por encima de las clases^SQCiales, puede impedir el reconocimiento de su carácter de- superestructuras jurídicas organizadas por una clase social dominante en defensa de sus intereses específicos y como elemento

E L CURSO DE LAS IDEAS CIENTÍFICAS 417

de regulación de las relaciones sociales; 4 8 una posición previa, consciente : o. inconsciente, conduce en este caso al investigador a un análisis sesgado, de la realidad social. Por todo ello, dicho otra vez .en palabras., de Goldrnann:

«En las ciencias humanas, pues, no es suficiente, como creía DurkhíUm, aplicar el método cartesiano, poner en duda las verdades adquiridas y abrirse enteramente á los hechos, porque el investigador aborda "muy a menudo los hechos con categorías y preconeeptos implícitos y no conscientes que le cierran el camino de una comprensión empírica»-4'

Estas conclusiones fueron confirmadas todavía desde otra pers­pectiva, la de la sociología y psicología., de la ciencia^que tanto desarrollo han ido adquiriendo en los últ imos tiempos. E l pro­blema de la objetividad del científico,, el de , la .re lación de su pen­samiento con e l ¡ s i s^ma. soc ia l , en el que se produce, tuvo qu^^ser necesariamente planteado, por una corriente que destaca, precisa­mente, la . inc idenc ia : de¿jos factores sociales, en la ,evolución?del pensamiento científico.

L a ciencia ,se. empieza a ver ahora como algo que depende de un contexto social, y no como algo abstracto y aislado del mundo. E l hombre de ciencia o la comunidad científica poseen una cosmovisión, . comparten problemas comunes con el resto de la sociedad, y están influidos por las ideas sociales., y morales dominantes. Como ha escrito Javier Muguerza en una vahosa pre-

' sentación del desarrollo reciente de la filosofía de. la ciencia, ,«la ciencia no, es sólo un lenguaje bien hecho, sino una compleja^ac-tividad humana, en cuanto tal inmersa en la infinita complejidad de las demás actividades de los hombres». 5 0

D E NUEVO LA COMPRENSIÓN FRENTE A LA EXPLICACIÓN

% • Los trabajos de sociología y psicología de la ciencia, y la pu­blicación de la obra de Kuhn sobre las revoluciones científicas, con su distinción entre ciencia normal y extraordinaria, pusieron en cuest ión otros postulados de la filosofía analítica de la ciencia. Entre ellos, el énfasis que hasta entonces se ponía en la coherencia interna de los razonamientos y en la correspondencia externa de las proposiciones científicas, mostrando la importancia que posee la génesis y , la evolución de los conceptos científicos. L a atención

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418 LAS GBOGRAFÍAS RADICALES

casi exclusiva hacia las cuestiones de cnntrastación, verificabilidad y falsabilidad de las proposiciones, el interés prioritario por la construcción lógica y por el lenguaje de la ciencia deja ahora paso a una consideración más atenta de las ' teorías y del trabajo con­creto de los científicos, tal como se produce en el seno de comu­nidades estructuradas y por hombres que poseen tinos sistemas desvalores.personales y colectivos. Lo que ahora se cuestiona —ha escrito Muguerza— es que «una base empírica común pueda cons­tituirse en el tribunal de apelación destinado á fallar en caso de conflicto entre teorías científicas divergentes». 5 1 Tal como mues­tra-la-historia del pensamiento científico; no eS el «tribunal de\a experiencia»' el que decide sobre la validez de una hipótesis o de Urla1 teoría, Sino la existencia (de teorías alternativas de recambio, dentro de las cuales los hechos observados puédá í i ser interpre­tados, ya que los mismos datos pueden' tener ruft sentido muy diferente éh el interior de un nuevo paradigma. : La consecuencia de todo ello es que la observación empírica no es ya la regla para dirimir entre teorías científicas rivales e incompatibles. Incluso se empieza a pensar ahora'que no hay nin­guna regla para ello, y que hay aspectos extracientíficos que son importantes a la hora de decidir en la discusión sobre la validez de las «téóríai: L a distinción entre ciencia y n ó ciendia, entre ciencia y tjSfirtstfísica-, empieza a resultar menos clara de lo que pretendían tós positivistas, comprobándose que, con frecuencia^ el criterio de demarcación es puramente sociológico: es lá ' soc iedad'y la comu­nidad científica la que, en último término, señala estos límites encada momento histórico concreto.

E l problema de la «explicación» científica vuelve a plantearse otra vez. L a relación simétrica entre explicación y predicción empieza a verse como algo más fácil de estipular que de satis­facer." La existencia de lo aleatorio y de lo indeterminado dificulta la realización de predicciones exactas en las ciencias naturales; naturalmente, surge de nuevo la duda sobre la posibilidad de realizar estas predicciones en las ciencias humanas, donde, ade­más,'-las explicaciones motivacionales o intencionales han de ser también tenidas en cuenta. Por todo ello se va imponiendo lo que Muguerza ha calificado de «un sano pluralismo en materia de explicaciones científicas» que constituye «un antídoto contra el monismo metodológico positivista». 5 1 •>..-•••>.-

Se empieza a pensar ahora que la misma preocupación por el

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rigor de la metodología propia del positivismo puede haber te­nido, incluso, efectos represivos sobre la investigación, contribu­yendo a lo que A. Kaplan ha llamado el «mito de la metodología», es decir, la ilusión metodológica según la cual «no importa mucho lo que hagamos, con tal de que lo hagamos bien». 5* Desde lugares y disciplinas diversas se toma conciencia de lo que, Sweezy l lamó el «abismo verdaderamente asombroso» entre los triviales proble­mas planteados y las refinadas técnicas utilizadas para, resolver­los.55 Algunos llegan a preguntarse si la «idolatría metodológica» y el refinamiento, aparente,o real, de las técnicas no tendrán.una función de camuflaje y enmascaramiento en unas ciencias sociales que se convierten en «una forma de brujería». 5 4

No es extraño que en este ambiente aparezcan, otra vez>,-.ale­gatos contra el reduccionismo naturalista positivista, y. propuestas explícitas para restaurar un enfoque historicista en las ciencias sociales. Un ejemplo bien significativo puede ser la obra ;d& ¿éter Winch sobre la idea de una ciencia social, publicada.en 1958, y ¡que representa una clara advertencia sobre «las. dificultades que surgen cuando tratamos de basar nuestra comprensión de las socied^es en los métodos de la ciencia natural». 5 7 Winch se opuso;<]ijto%j$ mente a los postulados positivistas que, afirmaban la, existencia en la sociedad de uniformidades semejantes a las de la.ynattjra-Ieza, y trató de demostrar que «la noción de,. sociedad hurnana entraña un esquema de conceptos que, es lógicamente incompa­tible con los tipos de explicaciones proporcionadas por fajgcien­cias naturales», 5 8 ya que las reacciones humanas son•-más-com­plejas de las de los otros seres vivos y poseen, además; diferencias esenciales respecto a las de ellos. E s otra vez la «comprensión» lo que aparece como vía para entender las motivaciones ;?de,'; los actos humanos. . ii'fí¡ífr

Pero comprender algo implica también comprender, lavposibi­lidad de su opuesto por lo cual en las predicciones que podamos hacer sobre la conducta humana hay que aceptar previameijijs la posibilidad de resultados contrarios a los previstos. Por ello puede considerarse imposible la predicción^ en las ciencias sociales,- p;. en todo caso, si es que en alguna circunstancia pueden realizarse, «su relación con la evidencia en la que se basan es diferente a la que caracteriza a las predicciones científicas». 5 9 E n la década del 60 un número creciente de filósofos y de científicos sociales empezaron a compartir planteamientos semejantes, rechazando

t 15

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la teoría de la explicación científica .basada en el modelo de las ciencias naturales y la aplicación irreflexiva de los conceptos de estas ciencias a las disciplinas sociales.40

»l LA1 "RECUPERACIÓN DE LA EXPERIENCIA PERSONAL

" ' " ' ^ •,

" 'Enceste ambiente de impugnación creciente del positivismo, dos'íícoVrientes filosóficas, la fenomenología y el existencialismo, adquieren de pronto un especial relieve. L a valoración que una y otra realizan de los procesos de conciencia y de la experiencia personal aparecen ahora como vías alternativas frente a las abs­tracciones del cientifismo positivista. - r-' |'La''fenomenología es un movimiento filosófico que puede con-"mwfflm^ytiittflm^<?'"iw i^rtfftfHfr;«Httfp^fh*»1^ que se produjo a ruuu^s^del'felgló xrx y principios' del xx. Su máximo represen­tante, ^Earhund'Hus'serl (1859-1938) realizó su obra fundamental én' i^ l '^r imer' terc io ' 'de! ' s ig lo , al igual que otros caracterizados miembros como' Aléxiüs ; von Meinong (1853-1921); Max Scheller ^1874^28)' y Nicdlai^Hártman (1882-1950).. Los fenomenólogos tra^aró'n de convertir'a la'filosofía en una ciencia rigurosa y teo-rtfica^(es decir, contemplativa) que capte intuitivamente las esen­cias "dé las cosas tal como se dan a la conciencia. E l análisis feno-menológico es una contemplación desinteresada de los objetos del muhdb' considerados como fenómenos, es decir, en su verdadero ser'o ¿en su esencia. Para ello deben realizar una suspensión de todá's'las ideas previas sobre la naturaleza de los objetos tal como es establecida por las ciencias particulares o por el sentido común. •Este ,afbandono o'puesta entre paréntesis de los presupuestos sobre el mundo es lá epojé o reducción trascendental, y permite dejar

'¿¿•'''considerar' momentáneamente como existente el mundo exte-Tidif £on lo cual lá ; atención del'observador se desplaza del mundo taiSmo'á los fenómenos con los que se anuncia y se presenta a la conciencia. Así lo que queda'después de la epojé es la conciencia, que sé convierte én : fuente de datos válidos sobre el mundo, y es al análisis de-ella y de su intencionalidad, en cuanto que supone conciencia de algo, a lo que se dedica fundamentalmente el feno-

•menólogo. • Pero la conciencia es, a su vez, una corriente de experiencias vividas, a través de las cuales se tiene la intuición o la evidencia

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de los objetos en una percepción que trasciende a la propia con­ciencia, y que se contrapone así a la percepción inmanente que la conciencia posee de sí misma. L a experiencia vivida está, anclada en el «mundo de la vida», es decir, el mundo vivido por el sujeto portador de conciencia. E s a través de este mundo de la vida que se pone en contacto con el mundo de los objetos exteriores antes de tener sobre ellos.cualquier idea científica previa. E l mundo de la vida es «un reino de evidencias originales», algo subjetivo y muy distinto, por consiguiente, del mundo objetivo, y abstracto de la ciencia. E n una de sus últimas obras, Husserl consideró que es precisamente el abismo abierto entre la ciencia moderna, cada vez más abstracta y técnica, y el mundo vivido del "hombre, en el que la ciencia debe fundarse, lo que constituye uno de los ele­mentos fundamentales de la crisis del pensamiento occidental.6 1

L a influencia de l a fenomenología en las «ciencias sociales se dejó sentir primeramente en el campo, de la psicología,, donde dio lugar a la aparición de una tendencia de psicología fenómeno-lógica, como contraposición a la psicología experimental de Wundt: se trata de la escuela de la Gestalt que pretende suspender o poner entre paréntesis todos los prejuicios y presupuestos implícitos.para observar y describir de forma simple e ingenua —es decir, libre de conceptos e ideas previas—el mundo de los fenómenos, la con­ciencia y la experiencia directa, sin rechazar ningún dato de esta experiencia, por sutil o insignificante que pudiera parecer."

También se dejó sentir antes de lu Segundu Guerra Mundial en el campo de la sociología, donde dio lugar a la realización de estudios intuitivos de la realidad social y a un interés por elimun­do vivido del hombre, el mundo de.su experiencia inmediata..

Después d é l a Segunda Guerra Mundial el movimiento existencia-lista abandonó la preocupación típicamente fenomenológica por.las esencias y por la conciencia trascendental y se interesó, cada vez más , por la naturaleza y el sentido de la existencia humana, y por el modo de ser del hombre en el mundo. Acentuaba con ello el problema de la relación entre hombre y mundo, de las posibilida­des y —dentro del clima pesimista de este movimiento— las li­mitaciones que éste ofrece a los objetivos y a las aspiraciones de los hombres. E l existencialismo, al centrar la atención en la exis­tencia humana tiene que reconocer la temporalidad de ésta y, por tanto su historicidad, lo cual, dado el papel central del hombre en el mundo, implica también la historicidad de éste. Filósofos

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424 LAS GEOGRAFÍAS RADICALES

migratorios en Estados Unidos, y consideró que debe introducir­se un enfoque behaviorista para entender correctamente este fe­nómeno, introduciendo en su modelo «una parte de los conceptos y de la terminología de las teorías behavioristas, debido a la intuitiva importancia de su hallazgo para el análisis de la movili­dad». 6 5 A partir del concepto de «racionalidad limitada» de Simón, desarrolla el de.place utility, que. tan utilizado sería posteriormen­te /por.,¡los geógrafos, y, considera que el desencadenamiento del flujo .migratorio es resultado de un proceso de decisión en el que intervienen la percepción de las utilidades del lugar de destino y su comparación con las utilidades percibidas del domicilio actual.

> E l .planteamiento realizado por Wolpert y otros autores sus­citó inmediatamente .cuestiones hasta entonces inéditas en el cam­po /de la i.ciencia geográfica: el comportamiento, la información, la. decisión. 7 0 Al mismo tiempo, enlazaba con los problemas de la percepción abordados desde comienzos de 1960 por, urbanistas comoiKekin Lynch,en.sus estudios sobre la imagen de la ciudad, y ícon . los descubrimientos de algunos geógrafos sobre la desvia­ción'existente entre la percepción científica y la percepción popu-latnde las condiciones del medio.71 E n esta dirección, unos y otros se/ibeneficiarorí» también i de las críticas que paralelamente se rea­lizaban desde el campo de la economía a los modelos" clásicos de localización, y por .la , aparición de una tendencia de psicología ambiental .(BnvironmentaL Psychology) que se preocupaba por la influencia que el medio i—desde la vivienda a la ciudad— desem­peña en el desarrollo'de los procesos psicológicos. ivoEl camino así. abierto por unos y otros fue seguido pronto por

un.gran número de geógrafos. E l interés por el- comportamiento condujo a una preocupación, por la forma como el mismo se de­ciden lo que .obliga a discutir la manera como se realiza la per-cepción, en función; de, la cual —es decir, en función de la infor­mación disponible y de su valoración— se toman las decisiones. Antes,© después aparece también en este camino la cuestión de las aproximaciones, sucesivas hacia un comportamiento cada vez másiadecuado a las. condiciones existentes, lo que supone plantear, enrjdefinitiva/-.rlos.problemaSi del aprendizaje. Con todo ello, el -geó^ajjQise-ve tobligado a volverse hacia la psicología, ya que com­portamiento, percepción, decisión y aprendizaje son hechos que notpueden seri entendidos sin acudir a los trabajos de los especia-listas;,de esta, ciencia.

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Dentro de lo que ha sido llamada la «revolución del com­portamiento» (behavioural revolution),12 el tema de la percepción ha atraído de manera especial la atención de los geógrafos, hasta el punto de que H . C. Brookfield pudo ya escribir en 1969- que «los estudios sobre la percepción rivalizan con la otra gran ola innovadora en la geografía moderna, la "revolución cuantitativa"». 7 1

L a percepción de las catástrofes naturales (avenidas, sequía, terre­motos), de las condiciones climáticas o físicas del medio, la evalua­ción de los recursos y las actitudes ante el medio, la percepción del paisaje y del paisaje urbano en particular, las imágenes espa­ciales y los mapas mentales, la conciencia territorial y regional, son algunos de los sugestivos temas, descubiertos por los geógra­fos desde los años 1960.7* E n definitiva es el espacio vivido tal como es vivido realmente, y los mecanismos de percepción y de ajuste con el medio geográfico lo que, a través de todo ello}Lem­pieza a interesar, enlazando de esta forma con los enfoques i fe-nomenológicos y existenciales a los que antes hacíamos referencia.

E l descubrimiento de la dimensión psicológica representa, sin duda, un auténtico acontecimiento en la ciencia geográfica/ en la cual si algo'debe <llamar la atención es precisamente lo tardíamen­te que este descubrimiento se ha realizado, teniendo en cuenta los temas que desde su nacimiento la geografía humana estudió. Constituye un apasionante campo de exploración científica que-obli­ga al geógrafo a preocuparse por disciplinas científicas que hasta ahora eran ajenas a su formación (la psicología, la semiótica, la antropología cognitiva...) y enriquece así extraordinariamente su vis ión de la realidad. Al mismo tiempo, al llevar el inte­rés hacia el mundo de la experiencia personal realmente vivida, la geografía de la percepción y del comportamiento abrió en el mismo seno de la geografía cuantitativa una vía que pronto se mostraría radicalmente incompatible con las abstracciones de los modelos positivistas.' Sorprende por ello la ceguera de-algunos geógrafos tradicionales —por ejemplo, de ciertos geógrafos 'es ­pañoles— que desvalorizan pura y simplemente este creciente interés por lo subjetivo y lo rechazan como no geográfico —cuan­do'no le aplican calificativos más explícitos de menosprecio—¡ 4 En su oposic ión visceral a todo lo nuevo y en su obsesión por man­tener la concepción regional tradicional, dirigen su animadver­sión, a la vez, contra la geografía cuantitativa y la geografía dé la percepción, con lo cual no sólo se cierran ellos mismos y c'ausu-

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426 « LAS GEOGRAFÍAS RADICALES

ran a sus discípulos nuevos y fecundos caminos de interpretación científica, sino que además demuestran no darse 'cuenta de que en la geografía de la percepción podían haber • encontrado un aliado eficaz contra las posiciones neopositivistas que —irrefle­xivamente, desde luego— parecen rechazar.

E N LOS ANTÍPODAS DE LA GEOGRAFÍA CUANTITATIVA

Desde comienzos de los años 70 la insatisfacción ante el pa­radigma cuantitativo se extendió en el ámbito de la disciplina geo­gráfica, y algunos de los geógrafos que pocos años antes habían estado en la vanguardia de aquel movimiento manifestaron ahora su descontento. Así ocurrió con los autores de lo que quizá sean las obras teóricas más importantes de la «nueva geografía» neo-: positivista, William Bunge y David Harvey, 7 5 que ahora se convier­ten en líderes destacados de la corriente crítica. E n 1972 el mismo Harvey de Explanation in Geography declaraba que «la revolución ^ cuantitativa ha seguido su curso y aparentemente los resultados son cada vez menos interesantes»; y consideraba que las inves­tigaciones cuantitativas realizadas sobre problemas como el efec- !

to de la distancia, el alcance espacial de los bienes y servicios distribuidos, o las investigaciones con técnicas estadísticas como el análisis factorial «sirven para decirnos cada vez menos sobre cuestiones de escasa importancia». También aludía a «la existencia de una clara disparidad entre la sofisticada estructura teórica y metodológica^que estamos utilizando y nuestra capacidad de decir algo realmente significativo sobre los acontecimientos tal como se desarrollan a nuestro alrededor». 7* Lo que unos pocos años antes había sido recibido como el verdadero método científico, resulta ahora claramente insatisfactorio y trivial, cuando no simplemente mixtificador. E n la base de este descontento se encuentran pro­blemas reales de los que ahora se toma conciencia y se sienten agudos: el problema ecológico, la segregación social en las ciuda­des norteamericanas, la guerra del Vietnam, la revuelta de los negros, el descubrimiento de la injusticia y la miseria en la socie­dad norteamericana, la conciencia de pertenecer a un país impe­rialista y explotador.

E l simple sentimiento de descontento se convirtió pronto en un movimiento crítico «radical». Una fecha significativa de la apa-

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rición de esta corriente en la geografía estadounidense! puede ser 1969, año en el que- se manifestó' súbitamente ' ' l a ' ' a b t i r ^ * ¿ ^ & en la reunión de la Association of American Geographers' ,dé v Ann Arbor 7 7 y en que comenzó a publicarse uiia revista qué. fc$n su mismo título ya expresa su aspiración a situarse en ''los' á'u^pNodás de la geografía que entonces se realiza: Antipode. A Radical Jour­nal of Geography, editada por Richard Peet en la Clark University de Worcester. Casi al mismo tiempo se inician las ''llamadas «expediciones geográficas» a las áreas urbanas marginadasQ y . l a participación de geógrafos en el asesoramiento de movmñentos políticos y ciudadanos. Poco después el movimiento cristalizaren dos organizaciones radicales, la Union of Socialist Geogr&phtrs (U.S.G.) fundada en 1974, y la asociación Socially and Ecólogícfyl? Responsible Geographers ( S E R G E ) . 7 9 Aunque poco numeroso to­davía, 8 0 y con dificultades para introducirse* realmente en el .siste­ma universitario, se trata de un movimiento extraordinarianiente activo que ha extendido su crítica a'-campos*;muy- diversos,<jde^la geografía académica y se esfuerza, por encontrar vías alternativas auténticamente radicales, es decir, que lleguen hasta la Verdadera raíz de los problemas. •. '<•;;• ••

Tal como se expresó desde el primer número de «Antipode», el objetivo de la geografía radical aparece bien definido: •:>••.• •

«Nuestro objetivo es un cambio radical —la sustitución de las «insti­tuciones y el ajuste institucional de nuestra sociedad, instituciones que no pueden ya responder a las' cambiantes necesidades sbciétalés, que ahogan los intentos para darnos unos ¿iátroñéá' de' vida más/tyía1-bles, y frecuentemente no sirven más que'al'propósito dé perpetuarse & sí mismos. No tratamos de sustituir las instituciones existentes»por otras que tomarán inevitablemente r.las, mismas formas; trátemp.s.1 de encontrar una nueva ordenación de medios desacuerdo con unrnuevo conjunto de objetivos.» 8 1 r '.'' ' ! "

Se trata, pues, de una geografía que pretende ser comprometida y contribuir a los cambios revolucionarios que la sociedad nece­sita:

t «Creemos que los cambios revolucionarios en el clima social y el medio físico son necesarios y posibles. Creemos que los ¡medios políticos de­ben emplearse primeramente para alcanzar fines económicos, pero que los cambios trascenderán eventualmeñte el dinero y la política (...). Nuevas preguntas deben formularse y nuevos enfoques plantearse • an­tes de empezar a pensar en términos de soluciones. Pero que los geó-

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428 LAS GEOGRAFÍAS RADICALES

grafos podemos contribuir a este proceso de una manera significativa es,algo ¡que nos parece evidente.» 8 2

, Unos años más tarde, estos mismos propósitos volvían a ser reafirmados por el director y alma de la revista, Richard Peet:

«A.través de "Antipode" deseábamos desarrollar paradigmas alterna­tivos: para estudiar, el presente, investigar formas.de cambio radical de )as, sociedades futuras más justas. La segunda. frustración que ge­neró la energía pár^'iniciar "Antipode" radica eh'la aparente falta de pr«^p^c lón 'dé 'nues t ra disciplina por las cuestiones sociales. Una décadas-de • cambio de los métodos de la investigación geográfica no babia^ido seguida paralelamente, según parecía, de un cambio funda-n^entaj, en la dirección de las preocupaciones geográficas.» 8 3

L a pretensión de realizar una geografía «de izquierdas» —A new left,"Geography, en expresión de Peet (1969)— es también ex­plícita «"desde un primer' momento: «la nueva izquierda difiere del viejo-/liberalismo en sus niveles de compromiso (commitment) y'en.'su'-creencia en un (proceso de cambio más radical». 8 4 A esta causa.Ja nueva izquierda geográfica pretende contribuir de tres fprjnaa)"l) «dibujando'una-sociedad más equitativa en la que se erradique;.'la pobreza,, el sufrimiento y el decadente sentimiento de inutilidad e inevitabilidad, y en el que un pueblo libre consiga úh{orden más elevado, de existencia», para lo que hay que elabo-r^r'^ú^'jiiúevp ¡cuerpo dé premisas y teorías científicas; 2) traba-/ ^ d í ^ a r a i , í a ^ p ^ ^ ^ ^ r j . ^ e un cambio radical «empleando to-áksíií^ltécnicas a nuestra disposición para el propósit.o de romper y-.reconstruir la estructura de las opiniones convencionales»; y 3) organizándose para la acción efectiva dentro de la geografía académica, profundamente' conservadora en general.8 5

E l cambio hacia la geografía radical procede, en algunas oca-sjone^del descubrimiento de la falta de consecuencias de la geo-gpaj^^académica c ó s i c a . A,,pesar de las declaraciones teóricas que afirman que la ciencia geográfica describe el mundo «tal como es», la verdad es que «cuando surge un clamor popular para que-se! diga cómo es en realidad», la geografía no responde. Y ésta es'r^bablemente :1a más salvable y menos embarazosa cuestión, •^rqu'4°^;r^l jd^d» ¿la, gesójgráfía no conoce el mundo «tal como es».^r,'Cpmo prueljaii.de ello puede aducirse el desconocimiento que la/escuela-geográfica norteamericana ha tenido de la sociedad

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negra,87 o el escaso tratamiento de los graves problemas sociales existentes.

Esta misma insatisfacción ante el carácter mixtificador y ocul­tador de una parte de la realidad que poseen los estudios geo­gráficos aparece también en otros muchos autores. E s interesante a este respecto el juicio de un geógrafo tan prestigioso como Ri­chard L . Morril:

«Al ser una disciplina que deriva su fuerza numérica .de una multitud de centros de enseñanza estatal y de la ayuda financiera de fuentes militares, y gubernamentales, [la geografía] ha sido verdaderamente conservadora. Hemos preferido refinar nuestra comprensión de" los patrones espaciales de la'sociedad, tal como son, en «tugar de'cues­tionar la' "justeza" de dichos patrones o la responsabilidad de la so­ciedad en ellos. La pobreza, la injusticia, la discriminación, el harnbre, la enfermedad, la.contaminación o el amontonamiento humano han sido pasados por alto. Es increíble que la geografía comience sólo a "descubrir" ahora "unos rasgos tan llamativos del paisaje. Y'todavía hoy, ¿quién los está estudiando?

»A1 ser una disciplina conservadora, la geografía considera tales problemas como aberraciones temporales o como la evidencia. de desigualdades inherentes a la condición humana. En esta tradición "la transformación del paisaje" significa simplemente estudiar el cam­bio evolutivo, y no evaluar sus causas.»*4

L a geografía radical es, también, una reacción ante las pre­tensiones de neutralidad de la geografía cuantitativa, y ante los excesivamente simples modelos elaborados por ésta. E s , en parte, un resultado de Ta «falta de satisfacción metafísica ante eLexce-sivo énfasis que los geógrafos cuantitativos y teoréticos han pues­to en los análisis de conceptos como función de la distancia y formas geométricas. 8 9 E s ello lo que ha provocado como reacción una atención creciente a los problemas de comportamiento, lo que, a su vez, ha conducido también a plantear no pocas cues­tiones psicológicas y filosóficas. Gunnar Olsson ha narrado esta evolución en el prefacio de un número de «Antipode» dedicado a Epistemology, Geography and Social Engineering (1972).

«Sentimos-fuertes razones científicas y sociales • para desviar nuestra atención. académica de. la localización de autopistas, supermercados, aeropuertos, etc., a los estudios de las intenciones y comportamientos de los seres humanos individuales para los que estos artefactos preten­didamente se construían. En nuestros vacilantes intentos para realizar investigaciones de este tipo, nos fuimos dando cuenta, gradualmente

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de que éstas no podían realizarse efectivamente hasta que. no se hu­bieran clarificado algunas cuestiones epistemológicas básicas. En este proceso hemos llegado muy lejos. Algunos podrían incluso pretender que nos hemos convertido más en filósofos que en geógrafos.» 9 0

Como demostración de lo verdaderamente alejados:que se en­cuentran los caminos que ahora recorren los geógrafos, radicales respecto a los caminos de la geografía tradicional, puede señalarse que en dicho número la exploración por terrenos limítrofes entre la geografía, la filosofía y la planificación permite a Olsson 9 1 pro­poner nuevas bases para la formulación de las teorías espaciales.. y que, el análisis psicoanálítico del papel del planificador hace po- -, sible la propuesta de nuevas alternativas de planificación espacial.9 2

Todo ello lleva necesariamente a una insistencia creciente en los problemas epistemológicos, a la necesidad de reflexionar sobre" los fundamentos filosóficos de nuestras teorías y de nuestros mé­todos. Pero ello no en términos abstractos, sino más concreta­mente en términos de teorías revolucionarias y contrarrevoluciona­rias' (tema del número monográfico de «Antipode» de julio de 1972).

. L a profundización consecuente de esta problemática ha con­ducido a una evolución bien neta hacia la mayor y más cons­ciente utilización de teorías marxistas. De una actitud que en los primeros momentos recuerda mucho los planteamientos social-cristianos o las actitudes de ciertos grupos de católicos progre­sistas, se ha pasado a una amplia utilización de ideas marxistas, cada vez más claramente dominantes a partir de 1972, como mues­tra la polémica planteada con ocasión del número monográfico sobre la teoría revolucionaria.9 3 L a conciencia de que «en la ex­tensión en que las ciencias sociales han desarrollado teorías, éstas han reflejado los valores e intereses de la clase dominante», 9 4 sin poner en cuest ión el sistema social existente, ha ido dando lucidez a los planteamientos, que han pasado de «radicales» a auténtica­mente revolucionarios.

L a discusión sobre si el cambio debe ser «radical» o «revolu­cionario» ha contribuido precisamente a clarificar las posiciones. Desde 1969 y, más recientemente, en 1972, Morrill defendió clara­mente la primera posición. E n 1969, desde las páginas de la revista «Antipode», Morrill declaraba que prefería «la palabra radi­cal debido a que sólo los cambios fundamentales de nuestra so­ciedad ofrecen una efectiva esperanza», y afirmaba su creencia de que «los geógrafos pueden sugerir ordenaciones espaciales que

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harán más fáciles la consecución de las deseables transformaciones sociales». A pesar de ello, a continuación indicaba:- 1 '•>*'••'•••

«Me opongo a la premisa de la "nueva izquierda" de: que la evolución es el único camino para el progreso —esto es, a la idea , de^¡qw?.^l sistema existente debe ser destruido y construido un ¿uevó'vlójutó. Muy probablemente, las transformaciones. sociales radicaíe^npwn^áU ser más fácilmente conseguidas a través de las estructuras .políticas existentes, y desde luego serían infinitamente menos destnicü^vas»."*5

Tras afirmar que, según él, «los sueños de revolución son in­genuos», que «la nueva izquierda exagera su soporte potencial», que los programas revolucionarios son muy simplistas si, «imagi­nan que la nacionalización y el "control obrero" nos introducirían en una edad de oro» y que por último, se subestima «la,capacidad de nuestra sociedad para el cambio», Morrill propone una'estr^a-tegia alternativa al cambio revolucionario: . •'* '

«La clave es encontrar cambios que preserven las formas obvias" dé la sociedad existente, pero que de hecho' transformen radicalmente1 sü sustancia, cambios que no abolan y. reemplacen inmediataihenté la autoridad existente, sino que circunscriban tal autoridad v trattSfleran poderes significativos a aquellos que están verdaderamente dedicados a los cambios básicos (...); estoy sugiriendo que la "subversión1*.'(...) es mucho más efectiva que la revolución».9*

Se trata, pues, de conseguir un cambio «no revolucionario», 9 7

un cambio que, sin duda, podríamos considerar como de carácter reformista. A este cambio el geógrafo puede; contribuir adoptando una serie de principios en su trabajo, entre, los cuales se encuen­tra el principio de que «las ordenaciones, espaciales de las ^activi­dades humanas deben reflejar las necesidades y deseos ; íde: los que ocupan las áreas de la sociedad en su conjunto, y novios ¡es­trechos objetivos de la eficiencia económica ni el interés dej-sólo los propietarios e inversores». 9 8 : . .-.

L a visión de Morrill, liberal, idealista y elitista, fue impugnada explícitamente por Steen Folke, de la Universidad de Copenhague, el cual, propugna «un marco marxista para la geografía humana» y ha resaltado la necesidad de situar las investigaciones geográfi­cas en un nuevo paradigma marxista. E n realidad se trata más bien de «construir un nuevo paradigma no para la geografía sino para una ciencia social integrada y unificada de la que la geogra­fía debe llegar a ser una parte». 9 9 L a necesidad de integrar la

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432 LAS GEOGRAFÍAS RADICALES

geografía con las restantes ciencias sociales es sentida como una necesidad perentoria, ya que

«no es accidental que las ciencias sociales estén fragmentadas. Si la clase dominante está interesada sólo en verdades parciales y solucio­nes parciales, ello se consigue mejor dentro de un marco de discipli­nas científicas ampliamente fragmentado y aislado. Un principio básico de' la ;investigación marxista es que debe tratar los problemas en toda su complejidad, es decir, usar un enfoque holístico. Ello requiere una ciencia social integrada y unificada, que emplee el método del materia­lismo dialéctico». 1 0 0

•naturalmente, una teoría revolucionaria exige una práctica re-vóiútáÓná^á. , 0 , A ello Folke añade que «como universitarios aca­démicos tenemos una comprensible inclinación hacia la teoría. Te­nemos Ta tendencia a verificar y rechazar las cosas a partir de bases teóricas. Pasará todavía tiempo antes de que todos nosotros acéptenlos plenamente las implicaciones del axioma marxista de queJaVjpráctica es el úl t imo criterio de la verdad». 1 0 2

..• Desde una perspectiva anarquista, J . S. Campbell ha postulado igualmente la-necesidad de cambios profundos que conduzcan a la desaparición total de la competencia entre los hombres, y que conduzcan a tina situación en ía que las diferencias de renta deje de ser el factor de la diferenciación y de la segregación espacial. 1 0 3

>El'distanciamiento de la geografía radical respecto a la tenden-ciá'cüantitativa es profundo, aunque hay que advertir que un cierto número de estos geógrafos pretenden alcanzar una síntesis entre ambas • corrientes aceptando la utilización de determinadas técni-cafe'cuantitativas para el tratamiento de los problemas planteados. Se trataría, entonces, más de un cambio de objetivos que de mé­todos) Como ejemplo de esta utilización de técnicas cuantitativas pueden citarse algunos trabajos: la aplicación de modelos al es­tudio del imperialismo, 1 0 4 el empleo de análisis bayesianos para el 'anális is de la brutalidad de la policía, 1 0 5 la preocupación por la falta-de datos sobre la pobreza y e l hambre en las sociedades capitalistas avanzadas,1 0 7 la proposición de modelos de accesibili­dad, que incluyan variables sociales,1 0 8 los estudios rigurosos sobre interacción social"y oportunidad;109 la crítica y reformulación de

'4o8*mouelos de foma de decisiones,1 1 0 el planteamiento de las re-'i^Sféií^ a partir dé la ley de los grandes núme-

i ^ s ^ S P e ' h e c h o , «los métodos existentes pueden convertirse en

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métodos radicales aplicándolos a problemas radicales, pero-¿tam­bién se transforman por la forma en que el geógrafo considera su impacto en la política pública». E n este caso, «radical» tendría el sentido de «directo». 1 1 2 L a utilización de la «observación partici­pante» 1 1 } . muestra también, por su parte, el interés por forzar, al geógrafo a un compromiso con los problemas que estudia, a la vez que refleja.el impacto de la psicología y la antropología exis-tencial.

E n cuanto a los temas estudiados por la geografía radical, ha existido en los primeros momentos una especie de polarización hacia tres o cuatro cuestiones fundamentales, reflejadas ampliar mente en los trabajos de «Antipode» o en los readtggs: y& existen­tes. E n primer lugar, el tema de la pobreza y de los pobres; a este tema se dedicó un número monográfico por «Antipode». (diciem­bre de 1970) y. a él :han realizado también notables contribuciones, con empleo de refinados métodos matemáticos , Lowry, Albaum y otros, 1 1 4 • mientras que otros se han aproximado a él desde la teoría marxista. 1 1 5 E l segundo gran tema es el de los negros nor­teamericanos y el de los grupos sociales marginales como los indios. E l tercer tema es el de las condiciones de la vida urbana (vivienda urbana, equipamientos, excesiva densificación...) con par­ticular atención a los shtms, a los ghetos urbanos l l é y a cuestiones nuevas., como el.problema de la accesibilidad espacial y social a los .servicios públicos esenciales,1 1 7 o la crisis de la vivienda; m la identificación de los sesgos existentes respecto a estas cuestiones en las teorías de las ciencias sociales y de la planificación ha sido objeto de un interesante trabajo de A. Buttimer. 1 1 9 E l último gran tema es el de la violencia, los conflictos sociales y la reso­lución de los conflictos; aparecen así en el campo de la geografía estudios inesperados a los que, a pesar de todo debe concederse la denominación de geográficos, y que incorporan explícitamente la dimensión espacial; se trata de estudios sobre la geografía del crimen, sobre las huelgas postales, como ejemplo de la acción del comportamiento en la difusión espacial, sobre los desórdenes e n los campas universitarios, sobre los conflictos civiles, sobre la justicia social y los sistemas espaciales.1 2 0

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434 LAS GEOGRAFÍAS RADICALES

GEOGRAFÍA Y MARXISMO

E l descubrimiento de esta amplia temática exigía nuevos mar­cos teóricos de análisis. Fue ése el momento en que el marxismo se reveló como un soporte adecuado para un enfoque alternativo.

E n la geografía norteamericana el inglés David Harvey desem­peñó un papel fundamental. E n el influyente artículo que escribió en 1972, tras concluir que el paradigma cuantitativo «no está^ a la altura, está maduro para su derrocamiento», Harvey recha-' zaba la vía del idealismo, por «estar condenado eternamente a buscar sin éxito un contenido real», así como la de la fenómeno-^ logia, porque puede conducir «a un idealismo o, de nuevo, a un ingenuo empirismo positivista con la misma facilidad que a una forma socialmente consciente de materialismo», tal como, a su juicio, estaba ocurriendo con la geografía del comportamiento. Consideró, entonces, que la estrategia más provechosa consistía en «explorar esta zona de conocimiento en la que ciertos aspec­tos del positivismo, del materialismo y de la fenomenología coin­ciden en parte, para proporcionar adecuadas interpretaciones de la realidad social». E n este punto de confluencia, pensaba, se en­cuentra precisamente el marxismo. 1 2 1

Los geógrafos radicales norteamericanos conscientes de las limitaciones que les imponía la ruptura de la tradición marxista en su país, iniciaron entonces un esfuerzo laborioso. Los resulta­dos de esta reflexión colectiva —y, en parte, organizada— empe­zaron a aparecer poco después. Los trabajos teóricos e informa­tivos sobre los mecanismos económicos básicos de la sociedad capitalista, 1 2 1 tf sobre la relación dialéctica entre desarrollo e im­perialismo, por un lado, y subdesarrollo^y dependencia por otro, , 2 J

contribuyeron a difundir entre los geógrafos los enfoques mar­xistas o marxianos.'2 4 De hecho se ha podido decir que «desde fines de 1973 ó 1974 la geografía radical se ha hecho cada vez más sinónimo de geografía marxista».' 2 5 Como resultado de ello la bibliografía geográfica sobre ciertos temas empezó a experimentar una significativa transformación. Las citas de economistas y so­ciólogos «radicales» o marxistas (Baran, Sweezy, Frank, Dobb, Barrat-Brown, Magdoff, Mills, Gouldner...) comenzaron a dominar en las publicaciones, sustituyendo a las referencias ineludibles de unos años atrás (Von Thünen, Lósch, A. Weber, Isard.. .) . E s en ese momento también cuando los norteamericanos descubren que

EL CURSO DB LAS IDEAS CIENTÍFICAS

en Europa la tradición marxista no se había interrumpido^tdír brutalmente como en su país, y empiezan a conocer y 'Útílfeár la rica tradición de la ciencia social marxista francesa, alemana o italiana (Lefevbre, Althusser, Poulantzas, el español Castélls;'Sa-mir Amin, Horkheimer, Grnmsci...). U

E n Europa el movimiento radical en geografía inició sú•"mar­cha a principios de los 70, en parte generado por el propio am­biente intelectual y, en parte estimulado por la llegada dé los éebs de más allá del Atlántico. E n algunos países la reacción radical se produjo casi contemporáneamente a lá llegada de las tenáen-cias cuantitativas, provocando una crisis profunda y una confusión generalizada, con incoherencias más o menos i h e v i t a b l e ^ É f f ' l á geografía francesa la toma de conciencia d é la ; necesidad*de'.'üfi cambio radical, que permitiera a la geografía responder aviene- 1

cesidades sociales del momento, tuvo una expresión pública eñh^lf, fecha en que Yves Lacoste escribía: *>$'

«De hecho, la geografía es hay" rechazada en la medida en queflnO pa­rece capaz de aprehender Jos problemas cuya gravedad todo el-mundo empieza, más o menos, a. sentir debido a la acción de los medios de comunicación de masas. La geografía no parece estar ya en situación de dar una descripción del mundo que responda a nuestras preocupa­ciones. . . . . . ' • > ' . ; |

•En la universidad comienza a ser denunciada como una "empresa reaccionaria de mixtificación". Las razones de estos juicios expeditivos no dejan de tener relación con las causas de málesltár qué siéntén^im número creciente de geógrafos en el plano de su práctica científica».12*

Por aquellos años, otros geógrafos experimentaban una- desa­zón semejante, que se tradujo en la creación de «Heredóte» (1976),

. iniciativa personal de Yves Lacoste; en una inflexión de la línea' de «L'Espace Géographique», que empezó a diversificar su pri­mitiva línea cuantitativa y sistémica; en la colaboración de algu­nos geógrafos (Bernard Kayser, Michel Coquery) en una revista tan significativa como «Espaccs et Sociétés», dirigida por Henri Léfcvbrc y Anatole Kopp; 1 2 7 en la nueva actitud de algunos geó­grafos francófonos que habían realizado previamente una obra de tipo cuantitativo; 1 2 8 y en las propuestas para desarrollar un paradigma crít ico. 1 2 9 L a asimilación de la tradición marxista fue, en principio, más sencilla por las razones ambientales indicadas y por la existencia de una tradición de ese carácter en la propia disciplina. 1 3 0 Aunque no faltaron tampoco reacciones de rechazo,

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en el seno de una comunidad académica que es en conjunto bas­tante, conservadora, e incluso por parte de algunas, de las figuras que. han, desempeñado un papel más activo en la difusión de nue­vas ideas."1

E n otros países, como Alemania o Italia, fue también el mar­xismo J a corriente de pensamiento que proporcionó el marco teó­rico, pajarel nuevo, enfoque radical. E n Alemania el «Informe sobre,la< sjtuación de ,1a,geografía alemana», presentado por la Aso­ciación. Estudiantil de.Geógrafos en el 37 Congreso anual de los geógrafos alemanes (Kiel,; 1969), atacó resueltamente la concepción regional-paisajista, a la > vez que acusaba a la geografía académica de practicar una i ciencia al servicio del sistema y de no cumplir con SUSÍ responsabilidades sociales.1 3 2 Revistas de nombre tan sig­nificativo como «Roter Globus».(Globo Rojo) y otras como «Geo-grafiker», «Neuer Globus», «Geographische Hocshulmanuskripte» se convirtieron en el órgano de expresión de los inestables y siempre amenazados núcleos radicales de Berlín, Góttingen, 01-demburg'io Münster. 1 3 3 Trabajos sobre el imperialismo y la acu­mulación Capitalista, discusiones sobre la aplicación en geografía gel ¿cqnjpeptb d<p( modo de producción asiático, 1 3 4 críticas de la geografía industrial burguesa,1 1 5 investigaciones sobre nuevas ex­periencias de planeamiento urbano, 1 3 6 o sobre la función de cien-cfá\''géÓ¿ráfica como formación política, 1 3 7 así como intentos de r eSjC'pípir la historia de la geografía humana desde una perspectiva qqe. incorpore conceptos, marxistas, 1 3 8 constituyen ejemplos de al­gunos de los caminos seguidos por los alemanes. E n Italia, des­pués* dé una tardía llegada de la revolución cuantitativa, algunos denlos geógrafos que más sensibilidad habían mostrado hacia las nuevas Hdeas se esforzaron también bien pronto en incorporar la perspectiva marxista en sus investigaciones sobre las áreas urba-nay^y^'iiobrecues'tlbhes-'de geografía económica y social. 1 3' • V<l¿4dea j de que !el; espacio'es un producto social ha sido, tanto

eniErahcia como en Italia y en otros países, una de las aporta-cionésoíündaméntales que los geógrafos han obtenido de la re­lación! con la sociología y el. urbanismo marxista. 1 4 0 L a aceptación porpartede los geógrafos-de esta noción —que como dijimos, ya hab'íaMaido. descubierta por los morfólogos sociales a principios del'/si^lo+-M1 impliéa-necesariamente partir de la estructura social pájai ¡conocer la organización del espacio. Aunque, en principio, nadaíóimpide que esto se realice desde diferentes teorías socio-

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lógicas, es cierto que los geógrafos radicales han aceptado, en ge­neral, utilizar la teoría marxista de la sociedad como punto de partida de sus análisis.

L a introducción del pensamiento marxista en geografía ha planteado problemas semejantes a los suscitados en otras ciencias sociales. L a misma amplitud cronológica en que se produjo la obra de Marx y Engels explica que el pensamiento de estos dos autores no sea totalmente homogéneo y plantea no pocos proble­mas hermenéuticos. L a diversidad de lecturas e interpretaciones —políticas y ; filosóficas— existentes lleva a muchos a considerar que en realidad no existe hoy un marxismo sino varios. Pero en el caso de la geografía las dificultades serían mayores —si hemos de creer a los propios geógrafos—. Entre las ciencius sociales, es­cribe Lacoste «la,geografía es sin duda aquella en que el análisis marxista tiene más dificultades para desarrollarse». 1 4 1 Y ello no por ninguna razón institucional —que puede haberlas, y graves-sino por un motivo teórico: la pretendida ausencia de una reflexión marxista sobre el espacio. , :

Para los autores más preocupados de la peculiaridad de la disciplina> la geografía, como ciencia.del espacio terrestre nece­sitaría una teoría espacial marxista, todavía inexistente por la atención que Marx concedió, sobre todo, a las relaciones de pro­ducción y a la lucha de clases. Sociólogos, economistas y urba­nistas, interesados también por el espacio, habían sido los pri­meros en constatar esta carencia y se habían ido esforzando en identificar en la .obra de Marx y Engels los elementos para, una teoría marxista del espacio,142 o en desarrollar esta teoría con una reflexión original sobre el espacio urbano. 1 4 3 Aquí encontraron pron­to los geógrafos abundantes fuentes de inspiración, aunque algunos las consideraron insuficientes —por dejar fuera el espaciq rural o el conjunto del espacio mundial— o peligrosas —por los pro­blemas de competencia disciplinaria que podían suscitar—. Esto últ imo es lo que.explica que en el número 1 de «Hérodote», Yves Lacoste llamara la atención sobre los problemas que planteaba el convertir el análisis marxista de los hechos urbanos en la base teórica de una geografía marxista:

«Los geógrafos (influidos o no por el marxismo) han llegado tardía­mente al estudio urbano, y sobre todo, están lejos de ser los/únicos que se ocupan de los problemas urbanos. Los sociólogos y los urba-

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nistas son mucho más numerosos, e incluso los economistas se ponen a hacer economía urbana. Los geógrafos parecen diluirse en este con­junto de ciencias sociales sin poder aspirar ni siquiera a ser los espe­cialistas del análisis espacial, porque los urbanistas levantan y dibujan muchos mapas y planos (lo que la mayor parte de los geógrafos no saben hacer)».' 4 4

Hay que decir que, de todas formas —y afortunadamente— los geógrafos críticos han prescindido en general de este tipo de consideraciones y se han acercado al marxismo con un espír i tu , abierto, sin preocupaciones de ortodoxia y sin prejuicios disci­plinarios; y que algunos, además, han podido evitar esa fetichiza-clón del espacio tan corriente entre los geógrafos. 1 4 5 Comentando, un texto de Peet sobre la geografía marxista, Neil Smith apunta, ' correctamente: «fiel a su marxismo la "geografía marxista" de­bería trascender los límites disciplinarios; fiel a su "geografía" debería observarlos».' 4* Pero, al parecer, algunos geógrafos son más fieles a las tradiciones disciplinarias que a los marcos con­ceptuales que pretenden seguir. Lo que, por otra parte, consti­tuye uaa confirmación de una de las tesis básicas de este libro, a saber: Ja importancia de los aspectos sociales e institucionales en la eVóluctón del pensamiento científico.

Al igual que otras ciencias sociales, el descubrimiento del mar­xismo ha coincidido frecuentemente con el de la tradición liber­taria. 1 4 7 Como en otras disciplinas, también en geografía se han realizado esfuerzos por integrar las dos tradiciones en una sínte­sis anarco-marxista.1 4 8 Estos intentos son posibles porque, en el movimiento radical está totalmente ausente, en general, una ac­titud dogmática ante el marxismo, dominando la tendencia a utilizar a éste como una herramienta flexible de análisis crítico de la realidad.

L o cual no significa que no haya sesgos en la interpretación que se hace del marxismo. Al contrario, existe, probablemente uno muy acusado/a saber: la interpretación marcadamente historicis-ta que se realiza de esta corriente intelectual. Tocamos con ello un punto realmente importante, que no podemos dejar de mencio­nar aquí.

E l pensamiento de Marx, en efecto, puede ser interpretado tan­to en términos positivistas como historicistas, lo que sin duda está relacionado, entre otras cosas, con su larga elaboración y con la diversidad de influencias que sufrió durante su gestación.

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E n un breve y valioso trabajo Tom Bottomore ha expuesto., de forma convincente esta doble posibilidad: «las ideas de Marx, escribe, eran susceptibles de dar lugar, por un lado a una socio­logía ampliamente positivista y, por otro, a un talante intelectual que ha sido habitualmente denominado'"fi losofía crítica?»;»Su punto de vista es que aunque las dos posibilidades existenrdesde el principio de su evolución, el énfasis fue «más .hegeliaiio -en los escritos de juventud y más positivista en ,1a madurez». 1*^!•v->»)

L a pretensión de Marx de crear una ciencia única de la sociedad y de la naturaleza, 1 5 0 y el materialismo explícito de los fundadores constituye, sin duda, un apoyo sólido a una interpretación que muchos —empezando por Engels— realizaron bien pronto.- • Esta interpretación estuvo muy difundida desde la muerte de Marx hasta la Primera Guerra Mundial, cuando el marxismo se presentó como una ciencia general de la sociedad, una teoría científica de la evolución social entendida con un fuerte grado de deterrnina-ción. Suponía, además, un esquema de explicación causal, no com­prensiva, de la historia, construida sobre una base materialista y rechazando decididamente la metafísica. E s , sin duda; típica­mente positivista la creencia de muchos marxistas de que i n m a ­terialismo histórico dialéctico ha formulado las leyes causales {del desarrollo de la humanidad, las cuales permiten predecir de forma ineluctable la evolución pasada —es decir, el origen y desarrollo del capitalismo— y futura —es decir, la necesaria transición al socia­lismo— de la humanidad. Por último, la distinción entre hechos y valores que se hace en, algunas interpretaciones del marxismo, podría también ser interpretada en sentido positivista.1 5 1 Las lec-turas estrucluralistas del marxismo, tan en boga últimamente, 1 5 2

podrían ser un buen ejemplo de este tipo de interpretación. L a cual, desde luego, no es la única posible. Interpretaciones

que podemos considerar de matiz historicista aparecieron.después de la Primera Guerra Mundial como resultado de influencias!inte­lectuales antipositivistas,1 5 3 y de circunstancias políticas concretas que estimularon una radicalización política o intelectual: eLtrjtuv fo de la revolución socialista, el fracaso de la revolución socialis­ta en la Europa industrializada, el ascenso del fascismo. 1 5! E l marxismo aparece entonces como un método de interpretación histórica, pero de una historia que —como escribía Lukács— ha de ser entendida como «totalidad del proceso histórico, cuyos mo­mentos individuales, concretos, irrepetibles revelan precisamente

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su esencia dialéctica en sus diferencias cualitativas y en las trans­formaciones continuas de su estructura objetiva».? 5 5

• -i L a historia-entendida como sucesión de cambios en los siste­mas'sociales y como historia del desarrollo de los esfuerzos del hombre por dominar la naturaleza, el esfuerzo por identificar la estructura social de cada época histórica concreta, y la idea de una evolución, histórica como progreso, con una finalidad, son elementos de carácter -claramente historicista. E s éste un aspecto que el-geógrafo Fred K.Schaefer supo poner ya de relieve en 1953, al escribir que «el sesgo historicista aparece en la concepción que tiene Marx de la historia como una progresión "inteligible"», añadiendo:

«Desde aquí hay un paso solamente a la concepción de la historia como un progreso hacia la meta deseada. En otras palabras, la historia misma cuida de nuestras aspiraciones. Ésta es la teleología básica del históricismo.» 1 5 6

También formaría parte de esta interpretación de tipo histo­ricista la renuncia a Ja separación entre ciencia y ét ica.y la consi­deración del marxismo como una filosofía crítica o de la praxis, el énfasis en la importancia de las decisiones personales (la pra­xis revolucionaria) y subjetivas (la conciencia revolucionaria o de c lase)¿en la evolución histórica, así como una tendencia a la interpretación «comprensiva» de la lógica de la historia. 1 5 7 Estas interpretaciones historicistas del marxismo se acentuaron con la obra ;de la escuela de Frankfurt, donde existe, como vimos, una crítica decidida del positivismo y también de las influencias posi­tivistas en la obra de Marx 1 5 8 así como una valoración de los componentes idealistas, a la vez que se destacaba la importancia de-la-superestructura, es decir, de los factores «culturales» o, si se quiere, «espirituales» en la evolución social. 1 5 9

• Pues bien, todo parece indicar que las interpretaciones del mar­xismo ; ;que adoptan hay los geógrafos radicales no son precisa-meñte positivistas, sino todo lo contrario. L a s puestas en guardia contra»la «tiranía del marxismo-leninismo» o contra el nacimiento Üé una'1 «ortodoxia restrictiva» en el campo radical, 1 6 0 han recibido contestaciones inmediatas que insisten en el carácter no dogmá­tico del-marxismo y destacan los aspectos más claramente antipo-srtivistas. Una de ellas, por .ejemplo,*,declara que el marxismo no constituye ningún corsé ideológico y, lo que es significativo, defien-

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de que no representa ningún tipo de determinismo económico, ya que «el talante de Marx era claramente anti-determ¿nista»; vseña-. lando a la vez que Marx pone el énfasis «en la importancia de. ¿as innumerables circunstancias empíricas .diferentes —medios natu­rales,, relaciones raciales (sic, por sociales, seguramente), e in­fluencias, históricas externas— que sólo pueden ser descubiertas por el análisis de circunstancias dadas». 1 6 1 También manifiestan que los geógrafos marxistas radicales han roto la cadena de la tiranía académica y «se interesan libremente por la estructura económica y social de la sociedad, influida fuertemente con, gran frecuencia por los procesos históricos». 1 6 2 - , .

De manera semejante se expresa Neil Smith, • o un reciente artículo en que defiende que los tres principales enfoques; pos­positivistas —a saber: el que llama «lógico-lingüista», el fenome-nológico y el marxista— son rigurosamente antiposjíivistas., Limi­tándonos a. su visión de marxismo, conviene notar que, según Smith, para Marx la relación hombre-naturaleza sólo puede,^ser correctamente planteada desde una perspectiva histórica, y que es la acc ión . de las sociedades humanas en la naturaleza lo...que constituye,1a, base real de una relación que se, desarrolla^históri­camente. Considera también que las críticas popperianas :alj, :rnar-. xismo, en el sentido de que éste era incapaz de predecir la his-;

toria, no tienen sentido, ya que en ello Kar l Popper coincidía con Marx puesto que «sin duda, ningún marxista pretendería que él o su ciencia son positivistas». 1 6 2 Smith añade que «considerar la ciencia marxista de la historia, como preocupada necesariamente con la predicción es una idea totalmente errónea», 1" y cita en apoyo de su argumentación a Gramsci. De igual manera piensa que en el marxismo «la ciencia puede capturar la objetividad de la realidad no mediante la observación neutral, que aprehenderá sólo, formas aparentes, sino mediante el compromiso consciente en ,1a naturaleza que trata de conocer». 1 6* Este, compromiso implica, en las ciencias sociales tener unos objetivos bien definidos, como,única forma de-ser objetivos, ya que «sólo investigando y. participando, en la relación de, clase .entre trabajo y capital puea> el d ^ ^ f i c ó social explicar la realidad y la apariencia de la sociedad capita* lista». 1 6 5 L a opción es para Smith inevitable, ya que sólo el.mar­xismo evitará a los radicales el caer en el positivismo empirista y, por consiguiente, en el empirismo. 1 6 6 , , i . ;

Podríamos seguir aportando datos que demostrarían el sesgo.

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historicista del marxismo radical, pero es imposible hacerlo aquí. Vale la pena sin embargo señalar, para acabar, que también desde el lado contrario, desde el del neopositivismo, se tiene la confir­mación de esta tesis. E n efecto, los geógrafos néopositivistas no parecen tener dudas para identificar la tradición marxista con el Jnstotfcismo y él idealismo —siguiendo en ello la línea que, como ya vimos, abrió Scháefer. Bastará con citar un testimonio recien-té: «Cómo pensadores entregados a una ciencia del progreso hu­mano por la operación de leyes históricas, Marx y sus modernos discípulos se sitúan completamente en la tradición historicista e idealista representada por Herder, Fichte, Hegel y otros», ha es­crito R. P. Moss, que cita en apoyo de su punto de vista a Passmo-re. , < 7 Lo que no dice Moss es que esta interpretación del marxismo es relativamente reciente, y supone un cambio radical respecto a otras1 que se hacían en un pasado no muy lejano. Todavía no hace treinta años que los trabajos dé los geógrafos marxistas franceses adoptaban un punto de vista muy diferente: los artículos de Jean Tricart sobre la «geomorfología burguesa» y : la «geomorfología marxista» Representaban una lectura positivista del marxismo en cuanto que se oponía a la concepción «idealista» y «anticientífica» qi iérsegún él, dominaba en la geomorfología burguesa de su tiem­po^ propugnando desde una base materialista una integración de IOS fenómenos ue la naturaleza y de la vida. 1 6 8 .

LA GEOGRAFÍA HUMANISTA

L a reacción antipositivista inspira también la otra gran corrien­te dé la geografía radical, la llamada geografía humanista. Se trata de un movimiento que destaca los aspectos humanos —antro-pocéhtrica la denominan algunos—169 err lo que tienen de más específicamente «humano», es decir, los significados, valores, obje­tivos y propósitos de las acciones humanas. Como reacción a lo que se considera un enfoque objetivo, abstracto, mecanicista y determinista del hombre, la geografía humanista propone un en­foque comprensivo, que permita el conocimiento empatético a través de la experiencia vital concreta. Significa, asimismo, un rechazo de la ciencia tecnocrática, cuantitativa y analítica, que exalta la técnica, glorifica los números y divide los problemas. Frente a ello postula un enfoque globalizador y subjetivo, en el

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que la intuición vuelve a tener otra vez una función cognitiva.!!7? Al proponerse como objetivo «una mejor comprensión del hombre y de su condición», la geografía humanista sé distancia de las-Cien­cias de la Tierra, 1 7 1 con lo que estos autores vuelven de nuevo- al típico dualismo' historicista. "U i t> . ' i r .

t- L a geografía humanista es un desarrollo lógico del déSCUbri* ' miento en geografía de la dimensión subjetivay de la experiencia -I personal, realizado'por la geografía dé ia ? percepción y 'défrcom-1 portamiento. Los trabajos realizados por estos geógrafos^mostra­

ban que había desviaciones acusadas entre las ctohdicioné$' ,ae á un medio y la percepción' qpy los hombres t¡etién de él, 1 que'''61; mapa mental que poseen ios individuos no coincide con la representa­ción cartográfica objetiva, que los recursos eran propiedades''eva­luadas del medio real en función de las nééesidádes soc iá í é^y de ia información que un grupo humano d i s e ñ e . M o k r a r ó n ^ í W i i é i í que el'espació 4'eVta'"lleno "de' significados'' y dé valorácíbnSSj'iíá's cuales permiten organizar la visión de un paisaje o'torríar s áéci-siones sobre la actividad a desarrollar, y que son estás Valoracio­nes las que dan lugar a la aparición de un sentimiento c?é'r>erte-nencia o de rechazo respecto a un lugar. 1 7 2 E s a través detesta geografía personal, de esa «visión personal mezclada con' lá j fah-tasía, 1 7 3 y modelada por la cultura y la estructura social, que'los hombres organizan su comportamiento en el espacio. Por consi­guiente, esa Terra Incógnita que es la mente del hombre 1 7 4 necesi­taba ser explorada y conocida para poder entender realmente la conducta espacial o «geográfica» de los hombres.

Pero una vez abierto este camino era imposible detenerse. L a conclusión se imponía: los hombres no se mueven en un/,espácio en abstracto, sino en un espacio concreto y personal, que, es un

,, espacio vivido, 1 7 5 mentalmente modelado a partir de la^experiencia. ¡ Los modelos abstractos es'paciales de la geografía cuantitatíyá.en-I traban en crisis cuando se comprobaba que la percepción ¡ de, Ja

distancia no coincidía con la distancia real, que la información que se tenía era sesgada, que las valoraciones.personales, del, es­pacio tenían consecuencias imprevistas, incluso de carácter eco­nómico, y que, en definitiva, el hombre no es solamente un ser económico sino un ser social con necesidades de relación y, con unos valores culturales y sociales. Naturalmente, la importancia queahora se concede a la percepción, a la experiencia personal y

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al .mundo- vivido tenia Que conducir a donde condujo: a la feno­menología y al existencialismo.

i Desde los años 1970 aparecen críticas resueltas de los enfoques néopositivistas y se multiplican las llamadas en favor de una geo­grafía «idealista», que poco más tarde se-define ya de forma más concwta. como i una geografía hermenéut ica , 1 7 4 fenomenológica, 1 7 7 o existencialista,178 a la vez que se demanda una explicitación de la base filosófica no¡ positivista,1 7 9 Los valores, el mundo de la vida, el espagjp. yividp j tft£. convierten en un tema, de reflexión geográfica. 1 8 1

>iiu Sfty/jnna crítica decidida del espacialismo y del economicismo de, la geografía cuantitativa, que alcanza, incluso, a la geografía económica positivista.1 8 1 Las críticas se extienden también con fre­cuencia,al marxismo, a pesar de alianzas pasajeras y de la existen­cia de unas tendencias de marxismo fenomenológico y de existencia-lismo^marxista.182 Un autor, al proponer una «geografía económica humanizada» escribe: «ni el positivismo ampliamente característi­co de .Ja, economía liberal, ni la irreflexiva conciencia de esos "ra­dicales," que están convencidos de que "el materialismo dialéctico es la, base filosófica de una ciencia social verdaderamente cien­tífica^».1" '

E l homo economicus que actuaba en el mundo con una raciona-li'dád"económica 1 8 4 y con una información perfecta, es sustituido ahora por lo que Buttimer llama el homo sapiens «más orientado hacia sus propias necesidades para sobrevivir y crecer, en diálo­go con la naturaleza, con el espacio y con el t iempo». 1 8 5

" ' E l énfasis se traslada del espacio-, un concepto abstracto, al lugar, el ámbito de la existencia reaí y de la experiencia vivida. E l concepto fenomenológico y existencialista de «Lebenswelt» está, eh últ imo término, en la base de este desplazamiento del interés hacia'el «mundo vivido» (Lifeworld, monde vécu).ÍU Es un mundo llenó ;de intenciones, de valores y de significados. E l amor y la vinculación afectiva al lugar, los espacios del miedo y del odio son temas que atraen ahora la atención de los geógrafos. 1 8 7 E l lu­gar-1 eS,''desde luego, concreto, único , 'y tiene un paisaje, que es esencialmente un paisaje cultural. 1 8 8 E s un mundo que ha de ser experimentado y aprehendido en su totalidad de forma holista,m

ya' qué las simplificaciones o abstracciones deforman la realidad ál prescindir del contexto. •¡•"El1 objetivo del geógrafo es ahora la comprensión, a través

del- contacto con los- hechos. La realidad sólo puede conocerse

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desde dentro, con un conocimiento empatético. Se insiste en que el investigador no puede estar distante y pretender ser objetivo, sino que tiene que meterse dentro y considerarse dentro, compro­metido con lo que estudia. Tal como explica un autor, al presentar e l tmétodo seguido para-realizar un estudio: mediante las entre­vistas intentó «llegar ¡ a ser parte de sus vidas y. establecen una auténtica relación con ellos, no meramente como investigador, sino como un individuo humano que está sujeto a las mismas in­temperancias, frustraciones, debilidades, alegrías y pesares».*?0 L a

'autenticidad en la aproximación, el compromiso, la investigación lenta y desde dentro, el uso de métodos antropológicos son la base de lo que ha sido denominada la «observación participante» o «tra­bajo de campo experiencial», 1 9 1 que ahora se vuelve u valorar en la geografía. E l método es decididamente inductivo: hay que partir de la observación, y procurar no llevar, ideas previas, dejar- que los hechos hablen por sí mismos para realizar después una infe­rencia inductiva. 1 9 2 No es extraño que en estas condiciones vuelvan a interesar las reglas del trabajo de campo de la geografía regio­nal e, incluso, la aproximación a la naturaleza de los románticos —y entre ellos de Goethe que teorizó sobre la necesidad1 de un contacto que no destruya los ritmos de la naturaleza y que> no la modifique con la aplicación de instrumentos artificiales de me­dida. 1' 3

E l hombre vive en un mundo de subjetividad, y todo el espacio se organiza de forma antropocéntrica, o, más todavía, egocéntrica. Desde fines de los 60 los estudios sobre la percepción y el com­portamiento habían insistido en que el hombre organiza el mundo en una serie de esferas concéntricas, que hacia el exterior son cada vez más amplias, menos familiares y de menor finura per­ceptiva: «todos vivimos en un medio geográfico —había escrito J . Sonnenfeld en 1968—, pero no todo él es operacional: só lo de una parte del medio operacional somos conscientes, y sólo a una parte de éste reaccionamos»." 4 Este espacio egocéntrico, organi­zado a escalas diversas que van desde la casa y el barrio o la aldea hasta el espacio nacional y mundial, es un espacio existencia! ¡y concreto, cuya estructura los geógrafos humanistas tratan de en­tender. • ••

E s , además, un espacio cargado de historia, móvil y contingen­te como toda la realidad social. Se ha escrito que «las firmes ca­tegorías que describen el mundo social son simplemente la'fabri-

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cación de un observador distanciado, ya que un examen más próximo revelaría no sólo certeza, sino también ambigüedad; no sólo necesidad, sino también contingencia; no sólo formas fijadas, sino también aparición y transformación». 1 9 5 Con ello encontramos dtra-vez el reino de la historia, de la libertad y de la'contingencia, que tan caro era a los geógrafos historicistas de principios de si­glo. Ahora el geógrafo se interesará otra vez por conocer la génesis y la evolución de los fenómenos para poder entender realmente el mundo. E l enfoque histórico de los problemas y la formación^ histórica del investigador se consideran, esenciales, y se piensa <• que el estudio de la historia proporciona una «mente histórica» que no sólo permite entender el pasado sino también el presente.196

Ello explica el interés que vuelve a sentirse por la geografía his­tórica, la cual, como examen crítico del pasado, implica clara­mente «un rechazo de la epistemología positivista». 1 9 7

Resulta natural que en este ambiente historicista la geografía regional francesa vuelva a interesar de nuevo. Significativamente, una de las figuras destacadas de esta corriente humanista ha dedi­cado un estudio a la tradición geográfica francesa, valorando la figura de Vidal de La Blache,19* relacionando sus ideas con las de la escuela fenomenológica de Husserl, 1 9 9 y ligando el concepto de modo de vista con la noción fenomenológica de Lebenswelt.200

Aunque los problemas que se suscitan ahora son también se­mejantes a los que enfrentaron a esa escuela. Al leer las polémicas que hoy se producen volvemos a reconocer las discusiones que se produjeron a propósito de la geografía regional: acusaciones de disciplinada ingenuidad 7 0 1 o de empirismo ingenuo; de estar preo­cupados sólo por lo único y esotérico, 2 0 2 siendo imposible a partir de ahí realizar generalizaciones; dificultad de incorporar seria­mente la sociedad externa al individuo y de dar cuenta de la realidad objetiva del mundo, al no poder superar el nivel de apa­riencia y de la acción individual; 2 0 1 imposibilidad de interpretar a partir de este enfoque la sociedad capitalista avanzada. 2 0 4 No parece que a alguna de estas críticas los .geógrafos humanistas puedan dar respuestas convincentes. Pero tampoco es seguro que quieran darlas, ya que el objetivo que persiguen puede ser distin­to. Como ha escrito Anne Buttimer, el objetivo final de la geografía humanista, «el desafío último, precioso pero costoso, es desarrollar un tipo de conocimiento verdaderamente personal, quei permita tanto la emoción como el pensamiento, tanto la pasión como la

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razón y que conduzca a una comprensión de uno mishtó>yv«iünar comprensión del mundo». 2 0 5 E s , sin duda, un bello objetivo.IPerO parece claro que, por el momento, este objetivo es «ineomrnéhsu-rable» con el de los científicos positivistas, por lo que no;-parece que haya posibilidades^ de llegar a una síntesis integradóra de uno y otro, y las polémicas han de caer necesariamente en argu­mentaciones de tipo circular.

UN DEBATE ABIERTO

Ante la polémica que hoy enfrenta a cuantitativos y neohistori-cistas, es posible tomar partido abiertamente por una de estas posiciones, o bien intentar distanciarse de ella y considerarla ,en los aspectos positivos que posee, al enriquecer nuestra perspecti­va para un mejor conocimiento de la realidad.

Conviene señalar que, en contra de lo que ocurrió cuando se produjo la revolución cuantitativa, esta vez la difusión dejas , co­rrientes críticas y humanistas no ha puesto a la defensiva, a j o s partidarios de la concepción impugnada. Se han producido .¡reac­ciones decididas de los cuantitativos, los cuales han contraatacado poniendo de manifiesto que, con gran frecuencia, hay en las. crí­ticas de los neohistoricistas una deficiente comprensión - de los presupuestos del positivismo en general, y del positivismo lógico en particular. 2 0 6

Ha habido también actitudes más matizadas de quienes reco­nocen que una parte de Jas críticas se dirigen a deficiencias real­mente existentes en las concepciones néopositivistas,-y queiuten-tan desarrollar vías intermedias, que están, de hecho, fuertemente sesgadas hacia los enfoques positivistas,2 0 7 o hacia los historicis-tas.2 0 8 Algunos valoran la aparición de una corriente crítica por su contribución a despertar una actitud más reflexiva y matizada res­pecto a las propias posiciones. Así, por ejemplo, al aludir a las críticas que se hacen a la geografía humanista en el sentido de que no ofrece una alternativa viable para una geografía verda­deramente científica, J . N. Entrikin observa que «el enfoque hu­manista se entiende mejor como una forma de criticismo», y que, como tal, es «uno de los numerosos medios mediante los cuáles los geógrafos pueden hacerse autoconscientes y conocedores de

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muchos de Jos ocultos presupuestos e implicaciones de sus méto­dos de investigación». 2 0 9

. . E l debate entre positivismo e historicismo sigue, pues, abierto y, después d e j o que se ha dicho en este libro, puede suponerse que difíci lmente se cerrará en fecha próxima. Al igual que ocurre con< otros enfrentamientos que aparecen de forma recurrente en la historia del pensamiento occidental —como, por ejemplo, el del idealismo, y el empirismo—, existen en la base de ellos importan-tés 'problemas filosóficos que no han sido satisfactoriamente re­sueltos, a pesar de la atención que le han prestado desde hace siglos algunas de las grandes figuras intelectuales de la humanidad.

Podemos, sin embargo, cerrar provisionalmente este debate, utilizando una cita de Ernst Cassirer. Cuando en su obra sobre El problema del conocimiento examina la contraposición entre los dos 1 «grandes ideales del conocimiento» que se enfrentan en el siglo xix1, a saber el ideal de las ciencias matemáticas de la natu­raleza y el ideal que proclama la primacía del conocimiento his­tórico, 2 0 8 , este filósofo concluye que «la filosofía crítica en vez de pronunciar un fallo favorable a uno de los litigantes, tiene que contentarse con comprender y defender los intereses de ambos», ya i í que'«si ' bien Jas 1 dos posiciones se excluyen entre sí en cuanto dogmas,' consideradas como principios y orientaciones del cono­cimiento'no sólo pueden coexistir, sino, que se complementan mu­tuamente». 2 0 9

• 'J3sí probable que sea ésta la actitud fnás adecuada para aque­llos, que al examinar las polémicas de la geografía contemporánea reconocéosla Ja-vez, la validez de los argumentos de unos y otros contendientes. Para los que, en cambio, se inserten decididamente en una de las concepciones en liza, el examen atento de la racio­nalidad' de la parte contraria le permitirá rectificar las propias convicciones y aceptar la parte de razón en las críticas que les dirijan los contrarios.

N O T A S A L C A P Í T U L O X I I

1, . CASTORIADIS, 1973.

2.' Véase GOMBIN , 1971, y BERMUDO , 1979. • '3,''•Encella realizó su famoso informe el economista argentino Raúl Prc-

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bisch, secretarlo de la conferencia, publicado con el título de Nueva política comercial para el desarrollo ( P R E B I S C H , 1965). . «• i»

4. Véase, por ejemplo, la revista de la «Internat ional Situationiste», pu­blicada e n . P a r í s entre 1958 y 1969, y reeditada por la editorial Van Gennep, de Amsterdam, 1972.

5. TAMAMBS, 1974. 6. Véase sobro ello MANDBL, Ed. 1971; y MASSARAT, Ed. 1979. 7. Véase FEYBRAWND.(1970), Ed. 1974. 8. R I C H T A , 1977, pág. 8. 9. R I C H T A , 1977, pág. 12. 10. M U S I L : El hombre sin atributos, Seix Barral, vol. I , pág. 49. 11. Véase DEBQUZV,,.1971., 12. Véase, por ejemplo, G O M B I N , 1974. 13. TOURAINB, 1972, pág. 189. 14., NIBTO,-,1971, en part., cap. I V . 15. Nnno, 1971. cap. V I I I - X I . »» 16 Véase JAY (1973), Ed. 1974, pág. 66. 17. BARAN (1957), Ed. 1959. 18. BARAN Y SWHBZX (1966), Ed. 1968. págs . 9-12. 19. Véase BLACÍBURN, 1972; FUSFBU), 1973.

,20. Spbre Espafiá véase ARTAL, 1972. 21. BARAN .Y S W E E Z Y (1966), Ed. 1968, pág. 7. 22. Behr y otros: Hacia una economía política radical, incluido en' PEABO-

DY y otros (1971). Ed. 1977, pág. 27. 23. Idem, pág. 47. 24. Behr y otrqs. en PEABODY, Ed. 1977, pág. 49. Véase también SWEEZY,

1970; y EDWARDS-MAC EWAN; 1970 y FUSFHLD, 1973. K ' ?! 25. Véase GouUJNBR (1970), Ed. 1973; MARSAL, 1977; FOUCAULT y otros (1973),

Ed. 1975; BONTB, 1974; CLAMMER, 1978. 26. Véase HALBWACHS , Ed. 1972. 27. A T L H U S S E R y BALJBAR (1967). . , . . , > 28. Véase BERMUDO, 1979. 29. Véase JAY (1973), Ed. 1974, cap. I . Por cierto, vale la pena señalar que

durante la etapa parisiense del Instituto, cuando la «Zcitschrifr für ílox.», era publicada por la editorial Félix Alean, se publicó en la revista un trabe jo de Albert DEMANGBON sobre la geografía humana (DEMANGBON, 1936). ( "

30. H O R K H E I M E R , 1937, y (1965), Ed. 1974. Véase también ZIMA'-(1973), Ed. 1976; y S C H R O Y E R , 1973. (Resumen en «Sistema», n.• 9, págs . 147-153:) ' >

31. Ya que «No sólo en su vestimenta y modo de vestir son los hombres un resultado de la .historia, sino que también el modo como ven-y oyen

• es inseparable del proceso de vida social que se ha desarrollado ar lo largo de milenios», HORKHEIMER (1937). Ed. 1974, pág. 233.

32. Véase sobre este punto JAY (1973), Ed. 1974, págs. 406-408. 33. Véase ADORNO. POPPER y otros (1969). Ed. 1972. ", 34. Adorno en ADORNO, POPPER y otros (1969), Ed. 1972, pág. 83..

'35 . Adorno en ADORNO, POPPBR y otros(1969), Ed. 1972. Las atas-proceden de las pág lnas ; 84 , 85,' 86,' 89, 90 ¡y 98. v •;

36. Adorno, en ADORNO, POPPER y otros (1969), Ed. 1972, pág. 127. «¡M- . 37. The New Sociology es, significativamente, el t í tulo de una obra colec­

tiva dedicada a Mills poco después de su muerte-y editada por Irving L . Horowitz ( N e w York, Oxford University Press, 1964). • L ' . ¡ ' •••

38. Éste fue precisamente el lema de su últ imo libro The Marxists,-1962. 39. MANNHEIM (1929-30), Ed. 1958. . / , 40. Véase ALTHUSSER, 1970; BLACKBURN, 1972; RODRÍGUEZ ARAMBHMCY, 1973;

QUINTANIIXA, 1974; DOBB, 1975; D I O N , 1973. Una buena introducción á l tema,

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alemanes como Martin Hcidcgger (1889-1978), Karl Jaspers (1883-1969). o franceses como Jean-Pnul Sartre (1905-1980) o Maurice Merieau-Ponty (1908-1961) reflexionaron sobre el sentido de la vida y del comportamiento humano; sobre .el tiempo existencia!; sobre la vida como una existencia de acción, de libertad/ y de decisio­nes; sobre la alienación humana; y rechazaron decididamente las interpretaciones que concedían a la esencia una prioridad sobre la existencia.*3 Al insistir en la existencia individual, el existencia­lismo *se opone a las actitudes científicas que tratan de encontrar** regularidades en la conducta humana; y al destacar la libertad dé decisión del hombre, se opone también a las explicaciones causa­les que buscan leyes del comportamiento, humano.

L a fenomenología y el existencialismo fueron primeramente movimientos intelectuales europeos, que sólo a partir de los años 60 tuvieron una verdadera influencia en el mundo anglosajón, aun­que entonces su impacto fue considerable. Su eco fue grande en-el campo de la psicología, donde permitió la evolución hacia una psicología comprensiva de la conducta humana a partir de características propiamente humanas, es decir, que tienen en cuen-ta las intenciones y las vivencias del hombre. Impulsó el desarro­l ló en las ciencias sociales de un enfoque directo, vivencial y no abstracto, valorando la observación participante del investigador; contribuyó también a difundir una procupación por la vida coti­diana, por la forma como el hombre concreto se relaciona en cada momento con su existencia y con su mundo." De esta forma, al recuperar el campo de la experiencia personal, estas corrientes filosóficas permitieron una revaloración de lo humano y lo indi­vidual frente a las abstracciones positivistas, y afianzaron así el camino hacia la configuración de un nuevo ideal científico en las ciencias sociales.

E L DESCUBRIMIENTO DE LA DIMENSIÓN SUBJETIVA EN GEOGRAFÍA

Fue precisamente a través del descubrimiento de la dimensión personal y subjetiva que la geografía cuantitativa comenzó a ser socavada en sus mismos fundamentos desde el interior de la propia corriente neopositivista. Puede afirmarse que en la aper­tura del camino hacia la nueva geografía radical, la geografía de

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la percepción y la del comportamiento tuvieron un papel funda­mental.

Aunque la geografía humana tuvo que tratar necesariamente desde su mismo nacimiento problemas de comportamiento' hu­mano, puede decirse que, en realidad, ello se hizo de forma.no sistemática ni consciente, y que, además; como h a oosérvado W. K . Davies, durante la mayor parte'de la primera rñrtád-de este siglo el interés por el comportamiento se l imitó ártlaA^'¿&-tión de hasta qué punto las acciones del hombre estaban"rcorídi-cionadas por su medio.65 ü'. 1

E l tratamiento consciente del tema del comportamiento, ¡que ha introducido en la ciencia geográfica una dimensión''psicológica que hasta entonces estaba prácticamente ausente,6 4 p u s o ' d é ma­nifiesto la insuficiencia de los modelos teóricos elaborados por'la geografía cuantitativa acerca de la localización espacial delaá ac­tividades humanas. Estos'modelos —tanto los propuestos1 por los economistas a partir de Alfred Weber y de Losch, conio'los 1 pro­puestos por los geógrafos a partir de W. Christallér y de Já'mísrrra influencia del pensamiento economicen— aceptaban d b v ü n a t f ó r a a implícita, como hemos visto, diversos principios; entre los cuales el del comportamiento -racional del hombre '(hombre ecóúóííScb, hombre consumidor), el cual suponía, por atraparte, la éxUrencíá de una información transparente y no'sesgada'de la realidad/

Desde finales de los años 50 estas ideas c o m e n z á r o n l a * s e r atacadas en el campo de las ciencias sociales, en particular tras la publicación de la obra de Herbert H. Siman Modéls üf^Mán (1957), en la cual llamó la. atención sobre la diversidad de moti­vaciones que influían en lasv decisiones económicas 'y sobrelirtífalta de información que, con frecuencia, poseían los-agentes ecoriómi-cos. Ello le hizo proponer un modelo de comportamiento «sariBflza-dor» para sustituir al comportamiento «optimizador» que'Se^en-contraba implícito en los rríódelos de localización. " V ; - 1

Desde 1964, Julián Wolpert comienza a "aplicar las ideas de Simón al campo de la geografía, y plantea el problema'de las desviaciones entre los comportamientos esperados, de acuerdo con los modelos existentes, y el comportamiento real, descubrien­do que en realidad éste se ajusta más al principio «satisfizador» que al «optimizador». 6 7 E n particular, en su estudio sobré "los factores de comportamiento en la decisión para emigrar** criticó los modelos matemáticos existentes para explicar los movimientos