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sobrepeso y emocion

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EL SOBREPESO EMOCIONAL DA SOBREPESO CORPORAL

Segunda Edición

Libro digital gratuito – Free e-book

Danilo SchulzPsicólogo

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Autopublicación digitalSegunda Edición. Santiago de Chile, de 2013

© Derechos reservados

IMPORTANTE

Si utiliza todo o parte de este libro queda obligado a señalar el Titulo y el Autor del libro, de lo contrario se aplicarán los Derechos de Autor en tribunales

Este libro y su contenido es de distribución gratuita mientras se respete el párrafo anterior

Si pagó por este libro pida la devolución de su dinero

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"Estarás hueco. Te vaciaremos y te rellenaremos de... nosotros"(George Orwell, “1984”)

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INDICE

Carta abierta 5

Cap I ¿Por qué la gente engorda sin querer hacerlo? 6

Cap II Comenzando a preparar la mente antes de bajar de peso 15

Cap III Hay cuatro formas de ver la vida ¿Cuál es la mía y porqué reprimo? 24

Cap IV Fuera represión, fuera sobrepeso 35

Cap V Actuando con naturalidad saludable 49

Cap VI Conclusiones 53

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CARTA ABIERTA

Este libro está dirigido a todas las personas que realmente desean bajar de peso y mejorar significativamente sus vidas, todo al mismo tiempo y con resultados perdurables.

No ofrezco soluciones superficiales o recetas “automágicas”, sino que un desarrollo personal real que después de haber logrado el peso adecuado continuará experimentando los beneficios de una vida en libertad de ser usted mismo durante muchos años.

Si quiere vivir dependiendo de dietas forzadas, de medicamentos, o de introducirle al cuerpo substancias que prometen hacerlo bajar de peso, este libro no es para usted.

El sobrepeso es un síntoma, y yo no elimino síntomas porque no tiene sentido eliminar algo que volverá a aparecer en cualquier momento. Yo elimino la causa del sobrepeso, intervengo lo que provoca el síntoma. Al eliminar la causa eliminamos el síntoma y de paso generamos un gran beneficio en la vida.

Mi libro se levanta desde la base demostrada del efecto negativo que sufrimos cuando reprimimos nuestras emociones, deseos y pensamientos sobre la parte del Sistema Nervioso encargado de regular nuestro peso corporal: el Hipotálamo. Está escrito de la manera más simple y fácil de digerir para que todas las personas puedan comprenderlo y, más importante aún, aplicarlo en sus vidas cotidianas.

Contiene diversos ejercicios y sugerencias prácticas potentes, muchas verdades de la vida y en fin, sé que este aporte le será de considerable utilidad porque así lo he visto en quienes han seguido lo que dice el libro.

ChileSi desea un Curso-Taller para un grupo de personas, siéntase libre de escribirme, nos pondremos de acuerdo: [email protected]

Danilo Schulz, Psicólogo.

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CAPITULO I

¿POR QUÉ LA GENTE ENGORDA SIN QUERER HACERLO?

Lo que todos sabemos… si la persona no tiene una patología médica, entonces engorda porque no es capaz de controlar lo que come, tienen poca (o nada) de actividad física, mantienen un hábito desordenado de alimentación, y les resulta difícil modificar todo eso. Sin embargo de eso ya se ha escrito, dicho y hecho en todo el planeta, y usted estará aburrido de leerlo nuevamente, sin embargo despreocúpese porque eso que ha leído no es la clave. No lo es lo que hace que alguien baje de peso de manera natural, segura y con larga duración de los resultados.

Toda esa información respecto a los malos hábitos alimentarios no sirve para cuestiones prácticas porque está incompleto. Promover una correcta alimentación, hacer campañas que estimulen la gimnasia, pedirles a los padres que les den frutas a los niños en vez de golosinas químicas saturadas de azúcar solo es una parte (la superficial) porque el origen del problema está por otro lado. Toda la información dirigida a la población es solamente una parte del rompecabezas. ¿No me cree? Tan solo mire a su alrededor y trate de calcular desde hace cuanto tiempo se entrega información sobre los hábitos alimentarios y compárelo con los resultados: la sociedad cada año está con más sobrepeso.

La información por sí sola no sirve para nada si el origen del problema nadie lo ha intervenido.

La publicidad sobre el sobrepeso y cómo bajarlo tiene el mismo efecto que las campañas contra el tabaco: “todos sabemos lo que pasa, pero solo muy pocos logran dejarlo”.

En nuestra cultura occidental se tiene una pésima costumbre que desde mi punto de vista es una de las causas más importantes de tanta infelicidad y de tan poca autoconfianza de la gente, y es el hecho que desde niños a todos se nos van mostrando “las metas” que debemos lograr porque la Sociedad las pide: buenas notas, buen colegio, buena universidad, buen trabajo, una familia feliz, una casa grande (ojalá dos, una en la costa), un buen auto, linda ropa y dinero para gastar en cosas que están de moda. Ser perfectos, o por lo menos lo más parecido a serlo.

Suena lindo tener todas esas metas cumplidas y vivir de acuerdo a lo que la Sociedad nos presenta como metas de vida, pero el problema está en que en ningún lugar del planeta están los pasos para lograrlo, y si buscamos entre nuestros conocidos tomándonos la molestia de conocerlos en sus vidas personales, descubriremos que ninguno de ellos lo ha logrado tampoco. Si vemos más allá de nuestro círculo de conocidos veremos que tampoco nadie los ha cumplido todos.

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Los que tienen buenas relaciones de pareja suelen tener problemas de dinero porque se dedican mucho al amor y al cariño lo que los hace más sensibles y les cuesta competir en la vida porque no les gusta dañar a otros. Los que tienen dinero no tienen mayor problema en derrotar a su competencia pero suelen tener problemas familiares porque descuidan la empatía y son percibidos como personas frías, y poco cercanas sin tiempo para nada.

La frustración de no llegar a las metas sociales nos comienza a generar distintos efectos, siendo los más profundos: una baja autoestima, y una baja confianza en sí mismo.

La baja autoestima se puede entender como “quererse menos de lo que debería”, es decir valorarse menos de lo que uno vale. Si uno no valora algo, no lo va a cuidar.

La baja confianza en sí mismo puede entenderse como “no creer en que lo que haga va a tener el resultado que espero”. Es decir no creer que uno es capaz. Si no me creo capaz no haré lo que necesito hacer.

La baja autoconfianza y la baja autoestima van tomadas de la mano. Si creo que no podré con algo me creeré incapaz, y si me creo incapaz me valoro menos. También, si me valoro poco no tendré la seguridad que algo me saldrá bien. La imagen que tendré de mí mismo no será buena.

¿Qué ocurre con todo eso? La respuesta es bien simple: uno reprime lo que siente, sacrifica lo que desea haciendo nada para obtenerlo (beneficiando a otros directa o indirectamente), y se pone más ansioso.

Lo siguiente es lo que ocurre día tras día, año tras año con la persona que sufre de sobrepeso:

1. Experimenta una situación en la que por no confiar en sí mismo decide no enfrentar. No se esfuerza lo suficiente para lograr lo que quiere, entonces lo deja pasar.

2. Se siente frustrado. No acepta que sacrificó lo que quería por no confiar en sí mismo, sino que busca alguna explicación conveniente, reprime la frustración (y la pena junto con la rabia), trata de olvidar lo ocurrido e intenta continuar con lo que estaba haciendo. Ojalá que nadie se dé cuenta que quería eso. Se vuelve amable y servicial con los demás, o se enoja y se inventa un cuento de la razón de su enojo. Incluso puede darle consejos a los demás para que ellos consigan eso que él desea.

3. Ahora siente mucha ansiedad y se pone tenso. Aparece el mal humor, la sensibilidad emocional u otro estado afectivo, toma una actitud pasiva. Se distrae con lo que sea para no afrontar todo lo que ocurrió.

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4. Más tarde vuelve a experimentar otra situación que le despierta su baja confianza en sí mismo y el ciclo continúa fortaleciéndose más… continúa con su hábito de reprimir.

Nuestro amigo el Hipotálamo

Lo que muchas personas ignoran es que el organismo imita y manifiesta lo que uno hace con la mente. Si yo reprimo entonces mi cuerpo comenzará a funcionar mal en la regulación de las emociones, en la regulación del peso, en la regulación del agua, en la regulación del sistema inmunológico, y mal en otras áreas.

Estas malas regulaciones se provocan porque quien las realiza es una parte de nuestro Sistema Nervioso que se llama Hipotálamo, se ubica en medio y bajo el cerebro. Es el más importante de los “centros autónomos superiores”, y de sus funciones depende la sobrevivencia del cuerpo al generar respuestas autónomas, conductuales y endocrinas.

(Las funciones del Hipotálamo: control de la sed y del equilibrio del agua; control del apetito y del peso; regulación de la temperatura; control del Sistema Endocrino y participa en la reproducción; participa en los mecanismos del parto y de la lactancia; en el control de la conducta emocional, del sueño y de la vigilia; en los mecanismos del aprendizaje y de la memoria, en las reacciones somáticas, y en el control de los ritmos biológicos).

Si evitamos que nuestras emociones y afectos se den de forma natural al mismo tiempo estamos diciéndole al Hipotálamo que actúe de forma anormal… y nos hará caso más rápido de lo que imaginamos.

En síntesis, aunque estimo que usted lector ya lo habrá comprendido, cuando la gente engorda sin desearlo es principalmente porque tiene el mal hábito de reprimir demasiado sus emociones alterando el correcto funcionamiento del Hipotálamo.

Pero solo es la base. Hay otras cosas que se levantan sobre este interesante fenómeno que en Psicología se conoce como “somatización” y sus síntomas observables como “síntomas psicosomáticos”.

¿Felicidad o mentiras?

La felicidad es un estado de profunda satisfacción con la vida que nos permite afrontar cualquier problema de tal modo que aunque sea doloroso, el optimismo y la alegría de vivir siempre vencerán. No hay que confundir felicidad con algo mágico y esotérico en donde estamos alegres todo el tiempo como drogados, tampoco con “creerse el cuento

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que uno está bien”. Creerse un cuento es lo que casi todo el mundo hace para no aceptar su realidad y vivir atontados con una mentira auto complaciente (mentirse a propósito y creerse el cuento de que uno está bien).

Si usted quiere vivir de mentiras siga la moda, haga siempre lo que cree que los demás esperan de usted, y culpe al resto de todo lo que no le guste. El fácil, la mayor parte de las personas lo hacen en mayor o menor medida y el resultado es tan bueno que no enfrentará nunca la verdad. ¿Ha notado que la gente siempre pide sinceridad y honestidad pero cuando se les habla con franqueza no les gusta la verdad? La verdad es buena pero solo para quienes la aceptan. Como dijo Mark Twain: “Cada vez que se encuentre usted imitando a la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar”.

Para llegar a ese estado de felicidad que nada tiene de mágico o esotérico, sino que está construido por la conciencia y la capacidad de aprender y modificar comportamientos, primero debemos aprender a aceptar las cosas. Aceptando las cosas podremos cambiarlas a nuestro favor.

Si tenemos un televisor en mal estado, pero no queremos aceptar que está en mal estado, jamás lo arreglaremos y culparemos a cualquier otra cosa por su mal funcionamiento.Este mismo fenómeno ocurre con las personas narcisistas: como viven en una mentira autocomplaciente no quieren aceptar que tienen cosas que mejorar y quedan estancadas sin darse cuenta (culpando al resto por sus errores).

¿Usted tiene algo que mejorar? Claro que sí. No hay persona en este planeta que no tenga cosas que mejorar y desarrollar. La vida es un constante aprendizaje que podemos emplear para nuestro desarrollo interno.

¿Cómo es la personalidad general de quien engorda?

Mucha gente cree que Personalidad es “atreverse a hacer cosas” como hablar en público o pedir ciertas cosas a alguna autoridad, usted no se confunda: Personalidad es el conjunto de características mentales que lo hacen ser quien es, y que lo distinguen de los demás. Es la suma del Temperamento (genética) más el Carácter (lo que aprendemos de la vida). Un 30% a 40% del primero y 70% a 60% del segundo, según los estudios al respecto.

La persona engorda porque su personalidad lo mueve a reprimir las emociones y eso altera el funcionamiento del organismo. Bien, pero falta un detalle y es que no todos engordan al reprimir. Hay quienes adelgazan más de lo que deberían. La alteración al peso ocurre en ambos sentidos, y ninguna es saludable si perdura mucho tiempo pero todas se deben a la personalidad.

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Quienes engordan al reprimir se caracterizan por tener una actitud general de vida más bien tranquila, sosegada. Usan más tiempo, evitan las confrontaciones, prefieren una vida en paz y rehúyen de los conflictos. Evitan competir y pelear por mucho tiempo, suelen percibirse como cordiales y afectuosos, empáticos y bastante sociables por los demás aunque esto no quita que hayan quienes tiendan a una vida más bien solitaria con interacciones sociales poco profundas.

Muchas veces aceptan tareas voluntariamente aunque no desean hacerlas, tratan bien al resto aunque estén de malas. Reprimen lo que sienten optando por no actuar, buscando quedarse como están o comportándose de manera opuesta a lo que desean. Cuando manipulan a otros lo hacen de manera pasiva.

Por el contrario, quienes adelgazan más allá de lo saludable debido a que reprimen demasiado son personas que mantienen una actitud general activa y dinámica en sus vidas. Les gusta la confrontación y la pelea, escuchan poco a los demás y no es raro que los consideren fríos y poco comprometidos, egoístas. ¡Tenga cuidado, esto no significa que para bajar de peso usted tenga que comportarse de esa forma, le haría mal!

La actitud general de vida proviene de la personalidad de cada uno.

Cambiando la actitud sin dejar de ser uno mismo

Como vimos recién, la personalidad es la suma del Temperamento más el Carácter. Lo genético no lo podemos cambiar, es nuestra estructura de base. Sin embargo el carácter es el resultado de lo que vamos aprendiendo a lo largo de nuestra vida durante nuestra interacción con el mundo, y ese aprendizaje se inicia incluso antes de nacer cuando ya podemos oír voces desde el interior del vientre materno y somos estimulados por las emociones de nuestra madre vía cordón umbilical.

El carácter al ser aprendido, y al ser el mayor componente de la personalidad nos resulta el mejor y quizás el único medio para modificar lo que queramos de nosotros mismos en relación con nuestra forma de sentir y entender las experiencias que vamos teniendo en nuestras vidas.

Una actitud es una predisposición hacia un algo. Básicamente una actitud puede ser positiva o negativa, por ejemplo hacia el aborto, hacia una tendencia política, hacia una religión, hacia las personas de cierta raza, hacia bailar en medio de la pista, hacia una torta de piña, hacia un tipo de películas, e incluso hacia escribir con lápiz de pasta azul o negra. La actitud nos brinda una pauta general y preconcebida de cómo debemos afrontar un algo.

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Para cambiar una actitud debemos abrirnos a querer aprender, o por lo menos a darle una oportunidad a ese algo para ver si nos convence o no nos convence, pero antes hay que darse cuenta de si nuestra actitud proviene de un real conocimiento de ese algo, o si solo es un prejuicio que creemos como si fuera una verdad.

Un prejuicio es, como dice la palabra, un juicio antes de conocer ese algo. Es juzgar un libro por su portada, juzgar a una persona por su apariencia, juzgarnos a nosotros mismos en base a nuestros temores y miedos.

Prejuzgar es una tendencia natural del Ser Humano porque nos evita tener que pensar en todo y conocerlo todo. Nos ahorra tiempo. Sin embargo debemos controlarlo porque si no comenzamos a prejuzgar más cosas de las que nos conviene.

Si nos prejuzgamos a nosotros mismos… estamos viviendo sobre conocimientos y certezas irreales. Vivir sobre prejuicios hacia uno mismo es lo mismo que vivir en un cuento, un mal cuento que nos lleva a la infelicidad.

El origen de los primeros prejuicios sobre nosotros proviene desde que somos pequeños. Nuestras madres nos “dicen” lo que somos, quienes somos, que podemos hacer y que no. En su afán por criarnos y guiarnos por la vida sin querer nos llenan de prejuicios, y esos prejuicios nos van formando el carácter, nuestra autoimagen, autoestima y autoconfianza.

En mi experiencia clínica (así como la reportada a nivel mundial por la Psicología) ha sido frecuente que los pacientes manifiesten que sus madres los han convencido que son de una u otra forma, con o sin ciertas habilidades y capacidades. Estos “convencimientos” que las madres nos dan cuando pequeños son directos e indirectos, es decir a veces lo dijeron y otras veces aunque no lo dijesen lo manifestaban con sus comportamientos.

A medida que nos vamos convirtiendo en adolescentes y luego en adultos interpretamos las cosas que nos suceden desde la mirada del prejuicio. Me explico, por ejemplo si tenemos la creencia que somos “feos” si la persona que nos gusta nos rechaza lo entenderemos como que “nos rechazó por feo”, siendo incapaces de considerar otras razones como que simplemente no le fuimos interesantes, que le gustaba más otra persona, que no le atrajo nuestros pasatiempos, que esa persona era inmadura o demasiado madura para el tipo de relación que queríamos. Nos diremos “…yo sabía que me iba a rechazar por feo”, y eso reforzará más nuestro prejuicio.

Si tenemos el prejuicio de ser incapaces, cuando nos rechacen en una entrevista de trabajo lo entenderemos como un rechazo a nuestra capacidad, y no que éramos más competentes que lo que necesitaban, o que pedíamos más dinero de lo que querían pagar, o que nuestra capacidad no les servía para sus tareas pero que a otro empleador si le podría a servir. Sino que pensaremos en privado “…no sé para que fui

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a la entrevista si sabía que no quedaría”. Como esto reforzará el prejuicio, a la próxima entrevista iremos menos motivados pidiendo casi “por favor” que nos acepten y dando las gracias por entrevistarnos.

Un prejuicio es como un mito y “los mitos que son creídos tienden a convertirse en verdaderos” (George Orwell).

Para cambiar una actitud tenemos que identificar primero si esa actitud es producto de un prejuicio o de un conocimiento real y concreto. Le doy la tarea medio hecha… una gran parte de nuestras actitudes se originan por prejuicios, o tienen algo de prejuicio entremezclado con el conocimiento real.

Hay prejuicios tan profundos que ni siquiera pensamos en ellos. Simplemente los damos como un hecho irrefutable y vivimos con la seguridad que “eso que creemos de nosotros es así” y permitimos que nos programe y nos filtre lo que entendemos de la vida. Ese tipo de prejuicio es el más peligroso porque no nos damos cuenta que está ahí, palpitando y bombeando miedo a nuestro espíritu todos los días.

Una buena forma de darse cuenta de un prejuicio de este tipo es pensando en qué sentimiento o sensación hemos tenido constantemente de manera profunda, y aunque a veces no lo percibamos siempre vuelve a aparecer, o siempre está tiñendo las cosas con su desagradable color.

Al hacer consiente ese prejuicio lo podemos modificar, claro… siempre y cuando aceptemos que es un prejuicio. De no aceptarlo y seguir con la porfía que es una “realidad” y no un prejuicio, nunca podremos cambiarlo.

Siempre tenga presente que uno actúa según lo que cree de sí mismo. Y esas creencias suelen estar levantadas sobre ideas preconcebidas, sobre prejuicios que se nos han ido “pegando” sin darnos cuenta durante nuestro camino de vida.

Prejuicios y represión de las emociones

Sabemos ahora lo que es un prejuicio. Sabemos también lo que pasa con nuestro peso corporal cuando tenemos el hábito de reprimir las emociones. Y finalmente sabemos qué es una actitud, de donde proviene y qué hacer con ellas.

Ahora nos toca entender cómo se une todo.

Si tenemos el prejuicio de que somos poco atractivos cuando se dé la oportunidad de coquetear, de aparecer en público, de fotografiarnos, o de usar una tenida de ropa ajustada, ese deseo de “hacerlo” se verá obstaculizado por nuestra creencia irracional de que somos “poco atractivos”. Entonces reprimiremos, nos tragaremos nuestro

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deseo para no hacer el “ridículo”. Somos poco atractivos y lo sabemos, así que mejor evitemos mostrarnos y hagamos otra cosa para equilibrar la balanza… por ejemplo obliguémonos a ser simpáticos con todos o mientras los demás lo pasan bien vayamos a lavar la loza.

Un punto relevante donde me quiero detener es en “el temor de hacer el ridículo”. ¿Qué es eso? Es simplemente el temor a comportarnos de un modo que no sea del agrado de los demás. Y el “temor al ridículo” demuestra una fuerte necesidad de ser aceptado que la persona trata de satisfacer haciendo lo que “cree que el resto quiere que haga”. En otras palabras, “hacer el ridículo” no es más que una actitud de dar en el gusto a otros a costa de uno mismo… no es nada justo.

Es normal que tengamos cierta vergüenza ante algunas cosas, pero si esa vergüenza nos impide hacer algo que queremos y que no es ilegal, entonces estamos mal. Estamos viviendo para agradar al resto, estamos regalando parte de nuestras vidas a otra gente que más encima no son nada importante para nosotros… ¡y todo por un prejuicio!

Las palabras y frases que usamos nos van programando inconscientemente, lo ha demostrado la Programación Neurolingüística y otras ramas de la Psicología. Si empleamos palabras y frases negativas nos vamos a programar negativamente, y al contrario, si usamos palabras y frases positivas nos programamos positivamente. “Me va a salir mal” envía un mensaje distinto a nuestra mente que “pese a ser difícil se puede”. “Siempre he sido gordo” le dice a la mente que somos gordos y que hagamos lo que hagamos siempre vamos a ser gordos, por lo tanto inconscientemente nunca haremos nada lo suficientemente motivados para bajar de peso y por ello nunca lo lograremos. Lo adecuado es una frase positiva como “quiero y puedo bajar de peso”. Nos motivará y dará fuerzas.

Algunas palabras y frases que debe evitar decir, pensar y escribir son: “imposible”, “jamás podré”, “nunca”, “soy así”, “así me criaron”, etc. Sobre todo debe aprender a no usar su pasado como explicación del presente. Es clásico que las personas nos expliquemos el presente que no nos gusta sacando a colación nuestra infancia, la adolescencia y en parte nuestra vida adulta.

Si uno es malo para las matemáticas ¿qué hace para ser mejor? Nada porque uno es malo y punto. Si uno sabe que no le dieron fortalezas cuando niño ¿qué hace entonces para desarrollarlas ahora que es adulto? Nada porque uno es así y punto. Si tuvo una pareja que le provocó mucho daño ¿qué hace para aprender a conocer a la gente antes de involucrarse con ellas? Nada porque uno tiene mala suerte y punto.

Deje de buscar excusas en el pasado. Al final por lo menos que sea por la imagen que proyecta. Si alguien saca explicaciones de sus carencias culpando a su pasado o a

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otras personas solo está mostrando que aunque sepa lo que necesita prefiere no hacer nada para obtenerlo.

Un golpeador de mujeres siempre culpa a su pasado y a la mujer que golpea. Sabe que se descontrola y que es incapaz de manejar sus emociones… pero nada hace para aprender a manejarlas. Es más fácil culpar a otros o al pasado que trabajar en ser mejor. Es más fácil responsabilizar narcisistamente al resto que asumir los errores propios. En nuestros tiempos es más fácil hacerse la víctima que esforzarse en desarrollarse, de hecho la gente que se hace la víctima está tan acostumbrada que no se da cuenta que se pasa la vida victimizándose, y si en algún momento percibe lo que está haciendo, lo reprime, lo niega y busca culpar a otros. No me extrañaría que algún lector me culpe de lo que siente y de lo que a le pasa al leer este libro (¡…!).

Más prejuicios

Si una mujer con sobrepeso se siente poco atractiva piensa “soy poco atractiva porque soy gorda”.

¿Es esto un prejuicio? Lo es totalmente. Primero que todo está la palabra “soy” que enfatiza la frase. Se dice a sí misma que ella “es así” como un absoluto que no puede ser cambiado. Si no puede ser cambiado… entonces nada hará motivada para cambiarlo porque las palabras y frases que usamos van programando nuestra mente.

Segundo, está culpando a que “es gorda”. ¿La culpa la tiene el sobrepeso realmente? Sabemos que no, el sobrepeso es un resultado, es un síntoma. No es el sobrepeso el culpable, sino que su hábito de reprimir provocando una alteración en su sistema de control corporal del peso y una alteración en las otras funciones corporales anteriormente señaladas cuando hablábamos del Hipotálamo.

Tercero, como no hará las cosas que desea por creerse poco atractiva, deberá reprimir más aún sus deseos con la frustración, pena y rabia que ello genera. También reprimirá esa frustración, esa pena y esa rabia porque está habituada a reprimir, empeorando la situación.

Cuarto, como resultado de todo ella no hará nada lo suficientemente motivada para cambiar su estado, y aún peor sus intentos irán en atacar el sobrepeso en vez de la causa de éste: lo recuperará en poco tiempo.

Estimadísimo lector ¿comprende mejor a que apunto cuando señalo que la represión de las emociones es la causa del sobrepeso? Los prejuicios y otros temores son un motivo que nos provoca reprimir, pero el acto mismo de reprimir es la raíz de todo.

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CAPITULO II

COMENZANDO A PREPAR LA MENTE ANTES DE BAJAR DE PESO

Si le entrego las herramientas para bajar de peso en este preciso momento usted muy probablemente sufrirá experiencias dolorosas y no sabrá qué hacer con ellas, generándole consecuencias que lo llevarán a un Psicólogo, Psiquiatra o a encerrarse en soledad. Dicho de otro modo, si le entrego las herramientas como si fuese una receta, no logrará nada bueno. Le ruego leer todo el libro y seguir el orden de los ejercicios que entrego en él.

Primero debe preparar su mente para trabajar la causa del sobrepeso. Si no la prepara fallará, y esa claramente no es la idea en lo absoluto. El objetivo de este libro es que usted logre su propósito saludablemente, y que ese logro prevalezca por mucho tiempo, incluso por toda la vida si usted toma este texto con tranquilidad y sobriedad.

El objetivo de bajar de peso hasta conseguir tenerlo en un nivel adecuado según las características físicas de su cuerpo puede demorar entre 3 a 8 meses, y continuar bajando dentro de lo normal hasta un año después para mantenerse relativamente estable, pero… debe ir con calma.

También debe tener en consideración que si usted tiene un peso dentro del rango “mórbido” no puede esperar un rango normal en el plazo de tiempo mencionado arriba, y no puede dejar de lado la atención médica especializada correspondiente. Si usted debe tratarse con un médico especialista, hágalo. Su salud no es un juego y este libro no es el santo grial.

Expresadas ya las aclaraciones pertinentes, entro en la materia.

Tranquilidad

Primero que todo debe observar sus prejuicios negativos sobre sí mismo con tranquilidad. Recuerde que vamos a modificarlos, por tanto no se apure ni desespere, deje que sucedan las cosas de manera natural. Es lo sano. Como dice el dicho: “¿Quiere algo rápido y malo, o tranquilo y bueno?”.

Ya sabemos que usted tiene más peso que el que desea, así que no piense en ello.

Ahora vea entre sus prejuicios personales y escoja alguno que no sea muy grande, más bien busque alguno algo pequeño. No debe ser el sobrepeso porque eso no es un prejuicio, escoja otra cosa.

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Ese prejuicio que usted escogió ¿cuándo comenzó a ocurrir? ¿Qué debe suceder para que aparezca? ¿Cómo se siente cuando vive ese prejuicio? Medítelo.

Cuando el ejercicio anterior lo tenga hecho, piense entonces qué desea sentir, y cómo lo desea sentir. ¿Intenso, medio, o suave? ¿Qué los demás se den cuenta, no le importa si lo ven, o lo quiere solo en su interior? Defina bien qué desea sentir, y de qué manera.

Ya teniendo listo el paso anterior recurra a su imaginación y visualice la situación como si viera un trozo de una película. Intente ser realista, es decir si lo que imaginó fue que la gente lo admirara, entonces podría estar exagerando así que disminuya la reacción del resto. La gente suele ser menos expresiva de lo que realmente sienten, o exageran lo que sienten más de lo que realmente es.

Finalmente, si ya realizó todos los pasos anteriores evalúe qué necesitaría para que lo imaginado ocurriera en la realidad. No piense en que “debería bajar de peso”, eso no. Eso lo trabajaremos en otra sección. Piense en otras cosas que podría necesitar para que suceda lo que imaginó.

Le apuesto lo que usted quiera que, independientemente de lo que usted necesitara para conseguir su objetivo imaginado, siempre era algo relacionado con vencer su prejuicio o permitir que ocurra un deseo reprimido. Piénselo.

Soltar la historia personal

Cuando reflexiona sobre sus prejuicios personales usted recuerda situaciones vividas, personas, sentimientos, emociones y deseos. Eso es parte de su historia personal.¿Qué hace usted con sus recuerdos del colegio cuando aprendía de la historia nacional? ¿Sufre usted por las desventuras de nuestros héroes nacionales y se queda pensando en ellos, o se dedica a otra cosa?

La actitud frente a la historia personal debe ser parecida, no igual en todo caso que la historia que sabemos del país. Debe ser una fuente de información, pero jamás una causa de dolor constante.

Todos tenemos un currículo de vida, con penas, alegrías, frustraciones, sueños, metas, proyectos, buenos momentos y malos momentos. Pero es historia, es pasado. No existe más que lo que queremos recordar y sentir de ella.

El Duelo es un proceso por el que todos pasamos, y dura aproximadamente dos años desde su aparición hasta su desaparición, y se produce principalmente por el rompimiento de un vínculo importante. Si usted sufrió por el fallecimiento de una persona importante en su vida o por la pérdida de una relación importante, está bien. Si

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a usted le da pena que ya no esté esa persona, está bien. Pero si ya han transcurrido tres años y aún su recuerdo le impide continuar con una vida relativamente normal, eso está mal y necesita trabajar ese tema. Hay personas que no se recuperan de las pérdidas y no pueden seguir sus vidas con tranquilidad. Es un problema que debe ser tratado por un profesional. Por tanto le sugiero que si usted se encuentra en las mismas condiciones siga mi consejo y busque ayuda experta.

La historia personal no debe impedirnos vivir con naturalidad, es por ello que debemos soltar los recuerdos pasados que aún siguen manifestándose y afectándonos el diario vivir. Por más que uno porfíe con un recuerdo el pasado ya es pasado y no hay más vueltas que darle. Lo que pasó, ya pasó.

El pasado ya pasó, el futuro es incierto, pero el presente es lo importante. Para acercar el futuro a lo que nos gustaría que fuese tenemos que manejar el presente, no el pasado, y aún así el futuro sigue siendo incierto y sorpresivo.

Vivir el presente no significa ser irresponsable, sino que significa darnos permiso para disfrutar de las pequeñas y grandes cosas. Desde un canto de un ave, el chapoteo de la lluvia, la risa de un bebé, hasta cuando compramos algo que necesitábamos, una conversación con alguien interesante, o tirarnos en la cama con el teléfono apagado y no hacer nada.

¿Sabía usted que las personas que más lo han pasado mal son personas que más pueden comprender al resto, si es que desarrollan la humildad en vez del egoísmo? ¿Sabía usted que mientras más mal lo haya pasado en su vida, si ha aprendido de esas experiencias en vez de crearse prejuicios, usted es más sabio que los que han vivido vidas apacibles y relajadas? ¿Sabía usted que un Psicólogo que ha tenido una vida sin mayores necesidades no puede comprender y empatizar con la gente con la misma calidad que otro Psicólogo que si lo ha pasado mal en su historia y aprendido de ésta?

Si usted tiene una historia de vida con penas y dolores lo felicito porque usted tiene gran potencial para ser sabio… pero ¿usa su sabiduría o simplemente se agarra con fuerza a los malos recuerdos tal y como lo hacen los menos sabios para excusarse de no crecer?

Para aprender a soltar el pasado hay una fórmula bien recomendable que da muy buenos frutos sobre todo al tratar con relaciones interpersonales pasadas. Primero recuerde algo que le haga mal, pero escoja un recuerdo que no sea grave, sino que uno que sea leve. A medida que vaya aprendiendo a hacer este ejercicio logrará trabajar con recuerdos más dolorosos.

Cuando ya tenga ese recuerdo malo y levemente doloroso piense en lo que perdió. ¿Cariño, ser objeto de confianza, poder contar sus secretos, recibir cuidados, sentirse

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seguro de sí mismo, sentir apoyo, percibir haber logrado alguna meta? En fin, debe identificar qué cosas son las que obtenía con eso que ya no tiene. Trate de ser concreto, es decir defina claramente y no se quede con ideas difusas.

¿Ya tiene ese breve listado de cosas perdidas? Ahora piense en qué ha ganado con esa pérdida. Podría resultarle algo difícil si no se da el tiempo y tranquilidad para meditarlo. Su mente tratará que obstinadamente usted no vea nada ganado con la pérdida, es normal, sin embargo trate de vencer ese bloqueo y ver con más frialdad el tema. Si lo hace bien descubrirá que hay más o menos tantas cosas conseguidas como perdidas. La importancia que le dé a cada cosa lograda es tema aparte. No podrá valorar lo conseguido de un momento a otro, también eso es normal.

El secreto de las relaciones entre personas

Quiero contarle un pequeño pero gran secreto: “todas las relaciones entre personas son utilitarias”. Todos nos relacionamos de manera tal que buscamos a quienes nos “dan” lo que nos falta, y ellos nos buscan para que le “demos” lo que a ellos les falta. Esto ocurre en distintos niveles de profundidad.

Si necesitamos cariño, comprensión, protección y libertad cuando conozcamos a alguien que nos hace sentir queridos, comprendidos, protegidos y que nos da libertad inconscientemente trataremos de fortalecer la relación con esa persona, y si ella siente que le damos lo que busca en la cantidad y en el modo que necesita tratará de hacer lo mismo y se creará un vínculo especial que según la profundidad y “cosas” que mutuamente satisfagamos será de amistad, pareja, laboral, o de una simple relación superficial.

Todas las relaciones se levantan del la misma manera, pero según lo “intercambiado” será el tipo de relación. Es por esto que uno puede enamorarse muchas veces a lo largo de la vida, uno no se enamora de “esa” persona sino que uno se enamora de lo que siente que esa persona le da. Entonces cuando sentimos que no nos llena, la relación comienza a deteriorarse. Si percibimos que nos da más, la relación se va a fortalecer a menos que nos sature por darnos demasiado.

También tenemos que sacrificar algo para mantener una relación, por ejemplo tiempo personal, dinero, tiempo con otras personas que nos importan, y más. Entonces cuando le pregunto “que ha perdido” y “que ha ganado” cuando recuerda algo doloroso, debería usted evaluar lo señalado arriba.

Un hecho que se repite en todos lados, supongo que desde la aparición del Ser Humano en el planeta es que una persona porfía en que otra persona le siga dando lo que necesita, o que cambie por dentro en beneficio propio. ¿Usted nunca acaso ha tratado que alguien “cambie” de modo que a usted le convenga, o nunca acaso ha

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pretendido que alguien le siga dando lo que usted quiere aunque esa persona ya no lo quiera dar?

En consulta es clásico escuchar que una pareja comenta “ya no es como antes” al referirse a su media naranja. ¡Pues es obvio que no sea como antes porque todos vamos cambiando cosas a medida que aprendemos y vivimos! El amor real es la aceptación incondicional del otro, si queremos que nuestra pareja cambie o se quede pegada no creo que podamos considerar que eso es amor.

Conversar con las personas importantes para uno enseñándoles a darnos lo que necesitamos en la forma que necesitamos es muy recomendable para así mantener relaciones saludables. Sin embargo, si llegamos al punto en que les exijamos cambiar su forma de ser para que nos den más cosas que necesitamos ya estaríamos hablando de un egoísmo y de un egocentrismo bastante feo y dañino porque realmente no estaríamos considerando a esas personas como “personas”, sino que solo como “empleados” que deben vivir para satisfacernos. Ahí realmente no habría ni un átomo de amor o cariño, tan solo habría un sentido narcisista de “soy más importante que los demás”, una especie de adulto con actitud de bebé mal criado que quiere todas las mamaderas para él aunque no se las tome y deje con hambre a los demás. Puede verse como simpático, pero desde la mirada de los abusados se ve de otro modo que nada tiene de bonito.

Reducir el egoísmo

¿Por qué mucha gente llega a tener esa actitud? Hay tres razones generales, una es porque desde pequeño sus criadores le enseñaron que es la persona más importante del mundo y que el resto deberían estar a su servicio. La otra es por un sentimiento de soledad que lo lleva a sentir que “si nadie se preocupa por mí, deberé hacerlo yo”. La tercera razón es una combinación de las dos, la persona ha sido criada en un ambiente frío y distante donde sus necesidades interiores no fueron tomadas en cuenta y quienes lo rodearon fueron personas egoístas.

Una persona egoísta y egocéntrica se va volviendo más egoísta y egocéntrica a medida que trascurre su vida. Esto ocurre porque los demás se van distanciando. Los demás no sienten que son escuchados ni comprendidos, dejando más sola a la persona. Entonces para mitigar su pena y rabia por no recibir todas las mamaderas que quiere va tomando distancia también, aumentando su actitud de usar al resto, su sensación de soledad, y que “debe valerse por sí misma porque nadie la quiere como es”.

A medida que va adquiriendo más experiencia de vida podría tomar consciencia de su actitud y comenzar por sí misma un trabajo de desarrollo personal, pero si no es capaz

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de manejar su egoísmo va a tender a retroceder y a repetir sus comportamientos egocéntricos.

¿Cómo estas personas pueden disminuir su egocentrismo al mismo tiempo que desarrollan una mirada más humilde que considere al resto? Hay dos maneras que sugiero, y dependen del motivo de la actitud egocéntrica.

Si su egoísmo proviene de la soledad (“como no me aceptan me cuido a mí mismo y al diablo con el resto”) podría buscar alguna instancia en la cual se reúnan personas con su misma afición. A modo de ejemplo, una paciente que tuve hace años recurrió a mí porque se sentía demasiado sola y sufría de sobrepeso. Le detecté un inicio de depresión y un gran egoísmo.

Ella tenía razón, su familia no la acogía y sus amistades no eran realmente cercanas, sino que solo tenía conocidos y uno que otro aprovechado. Como no se sentía acogida por nadie desde adolescente comenzó su camino por el “individualismo” (palabra cursi que está de moda para referirse a un estilo de vida egoísta). Su profesión estaba ligada a las finanzas y trabajaba en una empresa en un cargo de mando medio. Descubrí que una de sus aficiones favoritas era la repostería (cocinar pasteles, tortas y galletas) y siempre lo hacía en su casa, generalmente regalando sus dulces obras a sus “amistades”.

Después de un par de sesiones se dio cuenta que regalaba sus productos para conseguir aprobación, para recibir buenos comentarios que le alimentaran su amor propio. En todo caso le pedí una muestra y gustosamente me obsequió una linda bolsita adornada con una cinta, llena de estas delicadeces, las cuales para mi gusto resultaron muy sabrosas (soy humano después de todo, también me tiento). Con esta información le di como tarea buscar un taller o grupo dedicado a la repostería. El objetivo estratégico era que mientras hacía algo que le gustara y que le saliera bien alimentara de manera saludable su autoestima (con los buenos comentarios y expresiones de otros al degustar sus productos, junto con el placer de enseñar y aprender más de lo que le gustaba), y ejercitar sus habilidades interpersonales como “ponerse en el lugar de otro”, escuchar atentamente a los demás, y observar cómo manifestaban las emociones sus compañeras para aprender a identificar con mayor claridad los cambios afectivos en la gente.

Luego de unos dos meses se encontraba participando activamente en un taller municipal gratito (solo costeaba sus insumos), era buena alumna y había conseguido lograr en buenas cantidades las metas que nos habíamos propuesto incluyendo que comenzara a bajar de peso. Al cabo de seis meses se encontraba planificando un gran cambio en su vida (cambiarse de casa), pesaba dentro de lo normal para su estatura y para su tipo de contextura. Cuando la contacté para hacerle un seguimiento, un poco más de un año después ella mantenía su peso dentro del rango normal para su cuerpo, había conseguido varias metas personales que antes no creía poder lograr, y lo más

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importante es que ya no reprimía innecesariamente, no se sentía sola, y estaba rodeada de personas más cercanas y sinceras.

Si el egoísmo proviene de la crianza que le dieron, en la cual le enseñaron que “está por sobre del resto” y que debe “marcar las diferencias” el ejercicio a seguir podría ser un tanto distinto del anterior. Primero identifique con claridad “qué considera de su nivel” (probablemente le será difícil pero no imposible), luego busque algún grupo de personas (algún grupo que se dedique a alguna afición en común a usted), ingrese a ese grupo, y aquí viene lo interesante.

Para vencer la normal tendencia de un egocéntrico a creer que “él” es el tema principal (razón de la cual siempre caen mal, y razón del porque siempre atraen a aprovechadores que los manipulan alimentándoles el ego), primero escuche a los demás y evite ser autorreferente. La autorreferencia es el acto de desvirtuar el tema que se conversa y llevarlo a un tema propio, por ejemplo si hablan del perro que está sentado el autorreferente en vez de hablar de “ese” perro va a comenzar a hablar de su propio perro, o si le preguntan cómo están sus hijos en vez de contar como están ellos comienza a dar una charla de lo buen padre o madre que es. Si le hablan de X usted hable de X, no de Y o Z.

Segundo, cuente las veces que pronuncia las palabras “yo” y “mi”. Un egocéntrico utiliza un 300 por ciento a 1000 por ciento de veces más esos términos porque necesita reforzar que es “él” el tema principal o que “su opinión” es muy importante. En realidad le encanta verse en un pedestal y le fascina escucharse y aplaudirse a sí mismo. Si fuera posible saldría de sí mismo para estar en el público y aplaudir con fuerza y ovacionarse. No es lo mismo decir “mi opinión es esta” que decir “opino esto”. No es igual manifestar “a mí me gusta eso porque yo creo tal cosa” que manifestar “me gusta, estoy de acuerdo”. Recuerde que las palabras y frases que usamos nos van programando sin darnos cuenta, por tanto mientras más veces utilice el “yo” y el “mi” más se programará como egocéntrico, y viceversa.

Tercero, evite hablar bonito de usted. Nadie confía cuando alguien dice que es “honesto” o “trabajador”, nadie se siente seguro de otra persona que menciona “soy fiel” o “no soy traicionero”, nadie cree cuando otro dice ser “inteligente y culto”. Si desea comentar sus valores o características debe tener alguna referencia externa, por ejemplo “me evaluaron bien en el trabajo por llegar a la hora”, “promedié bien en el test de inteligencia”, “gané una felicitación por devolver la billetera que me encontré”. A la gente se le evalúa por sus actos y no por sus palabras o intenciones. Como dijo un autor alguna vez: “a la gente no le interesa como fue el parto, sino que solo quiere conocer al recién nacido”. Considérelo.

Cuarto, aprenda a escuchar activamente. La escucha activa es una habilidad o un talento. Es habilidad si la aprendió. Es talento si nació con ella. No crea que quien nace con ella es mejor que quien la aprende, todo depende de la práctica. Si la usa

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constantemente puede superar al talentoso. La escucha activa es el acto de prestar los oídos, la mente y la vista a la persona que escuchamos. Una vez captando la información de su mirada, del tono de su voz, y de los movimientos corporales podremos sentir o detectar la emoción que siente esa persona, con lo cual la conoceremos y comprenderemos mucho mejor que si solo “oímos” lo que habla. El egoísta y el acelerado suelen pensar mientras oyen, el “no egoísta” y el que sabe tranquilizar sus pensamientos callan su mente lo suficiente para poder atender sin que sus prejuicios le impidan una buena percepción del otro.

Quinto, domine sus prejuicios. Esos feos prejuicios de que hay gente inferior a uno, o que uno es inferior a otros jamás lo dejarán vencer el egoísmo. Es por ello que debe dominarlos. Primero trate de pasarlos a segundo plano, cuando ya logre dejarlos a un lado intente aprender de los demás y vaya prestando atención a lo que le pasa por dentro para descubrir nuevas cosas. Hay un refrán, no recuerdo su origen pero dice: “solo los sabios y los tontos no cambian, el sabio porque no quiere dejar de ser sabio, y el tonto porque es demasiado tonto para querer cambiar a algo mejor”.

Uno es maestro y estudiante al mismo tiempo, un especialista en algunas cosas y un ignorante en otras. Un Ser Humano común y corriente tiene la notoria tendencia de atacar aquello que no conoce en vez de explorarlo y conocerlo. Véase esto en todo ámbito… religión, política, economía, sociedad, educación, etc. Pocas personas exploran lo desconocido para luego compartir sus descubrimientos, mientras la mayoría opta solamente por quedarse en lo habitual, en lo “seguro”, calientitos en sus nidos viviendo de manera casi vegetal. ¿Usted quiere vivir realmente? Entonces actívese aunque sea un poco. ¿Usted quiere ser una lechuga? Entonces no haga nada nunca, quédese con las raíces en la tierra absorbiendo y mirando lo mismo de siempre todos los días de los días y siga dependiendo del ambiente que ya conoce.

Sexto, utilice su egoísmo como fuente de motivación. Pese a sonar extraño… funciona. Un narcisista es una persona que enfrenta su baja autoestima e inseguridad inventándose un cuento grandioso de sí mismo (muchas veces fomentado por su familia, pareja y “amigos”, también narcisistas) en el cual irracionalmente cree que tiene más derechos que el resto, que merece un trato mejor y más especial que los demás, que solo debe relacionarse con personas y organizaciones de su “status”, y le importa un pepino la vida de los que no son “de su nivel”. Evitan tomar consciencia de las emociones de las demás personas, y les encanta procurar que los demás se sientan inferiores a él usando la arrogancia (criticar primero a los demás para imponerse y así evitar que lo critiquen), la manipulación pasiva (no hacer nada o hacer las cosas pero más tarde que los demás para marcar diferencias), comunicación con doble mensaje (“si” y “no” en la misma frase, como: “estoy enferma y con fiebre pero anda a tu reunión, me cuidaré sola, no te preocupes porque soy fuerte”), y otras “técnicas” para manipular a los demás. Cuando saben algo de alguien usan ese conocimiento a su favor, ya sea manipulando, seduciendo o agrediendo. Algunos tratan de rodearse de personas que cree “inferiores” para así sentirse “superior”, y otros

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evitan a los que considera “inferiores” a toda costa casi con asco. Sin embargo cuando conocen a alguien que realmente está en el nivel al que aparentan pertenecer tienden a arrancarse si esta persona inicia un acercamiento, como por ejemplo con los que se creen intelectuales o gente de negocios cuando por casualidad tienen a un intelectual de verdad o a un empresario exitoso que les conversa, o si se disfrazan de deportistas y aparece de pronto un deportista de verdad a competir con él.

Los narcisistas no son empáticos pero quieren aprender a serlo para que los demás digan “oh que comprensivo eres”, pero… si a ese narcisista lo tomamos y le enseñamos a percibir las emociones de la gente tarde o temprano va a realmente comenzar a ser empático y realmente comenzará a ser más humilde y más sabio, y verdaderamente será comprensivo.

Como se puede apreciar, uno puede cambiar muchas cosas de su vida modificando un par de cosas sencillas que nos saquen de esa postura cómoda y habituada a la que llegamos sin querer. El equilibrio es lo mismo que la pasividad o estanqueidad. Si estamos en una zona de equilibrio estaremos estancados, y no mejoraremos ninguna cosa. Si en cambio hacemos algo que nos saque de ese equilibrio tendremos la necesidad de cambiar.

Ya estamos listos para descubrir la manera como vemos, sentimos y entendemos la vida…

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CAPITULO III

HAY CUATRO FORMAS DE VER LA VIDA¿CUAL ES MIA Y PORQUE REPRIMO?

En Psicología existen varias teorías o “modelos” que nos entregan información de distintos ángulos respecto al sentir, al pensar, y al comportamiento resultante. En general estos modelos se basan en experimentación y estudios científicos en Ciencias Sociales y Humanas a lo largo de interminables décadas y tal vez miles de profesionales y equipos de ellos a lo largo del tiempo siendo optimizadas, corregidas y complementadas.

Dentro de ellas se ubica el modelo Posracionalista Cognitivo planteado inicialmente por Vittorio Guidano (Neuropsiquiatra, 1944 – 1999) que puede considerarse como el más reciente (de unas tres décadas aproximadamente), y es el modelo que acogí durante mi formación universitaria como una de mis bases principales del conocimiento en Psicología que he aplicado durante toda mi vida profesional con muy buenos resultados considerando el tiempo de prevalencia, rapidez de conseguir y profundidad de los mismos.

En este modelo se distinguen cuatro formas de organizar los significados que de manera personal le otorgamos a nuestras experiencias de vida. Dicho de otro modo (y arriesgándome a las críticas de mis colegas ortodoxos) estas cuatro formas las podemos entender como “las cuatro formas posibles en que las personas vemos la vida (sentirla y entenderla)”. Me remitiré a describir de la forma más paisana y simple para que usted no se quede con dudas, e incluso arriesgándome más a las críticas de la ortodoxia academicista no emplearé ni siquiera los nombres técnicos porque tienen nombres clínicos… sin ser clínicos y eso siempre provoca confusiones a los iniciados.

De las cuatro formas, una manda

Imagine un árbol que tiene un tronco, y tres ramas. Todos tenemos de las cuatro formas de ver la vida, pero una es como el tronco: “siempre está ahí hasta que morimos”.

Las ramas a veces son notorias, a veces una de ellas se nota y las otras no, e incluso se da que en ocasiones una de las ramas es tan gruesa que cuesta saber si es rama o el tronco.

La forma de ver la vida que tenemos como principal se quedará ahí siempre, eso no cambia. Lo que cambia es la manera como la manifestamos y lo que hacemos con ella. Ya me entenderá.

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La importancia del autoconocimiento

Cuando realizo clases de capacitación en desarrollo personal hay estudiantes que me preguntan: “¿para qué me sirve saber esto?” y la respuesta que doy es: “la diferencia en saber y no saber cómo funciono por dentro es lo mismo que saber o no saber si uno va a caballo. Si lo sé puedo manejarlo a mi antojo, si no lo sé el caballo me llevará donde él quiera y no entenderé porqué llegué a ese lugar”.

Si uno sabe cómo funciona en la vida, uno puede manejarse en ella. Si uno no sabe cómo funciona, no puede manejarse en ella y seremos víctimas del entorno que nos rodea porque “algo” tenemos que seguir, sea el camino que nos trazamos, o el camino que otros nos trazan… o peor, el camino que otros se han trazado para ellos y que tomamos para nosotros mismos. Como intuimos, lo que es bueno para alguien no necesariamente es bueno para uno.

Si nosotros vamos por caminos ajenos nos vamos a sentir vacíos, si en cambio vamos por caminos propios nos sentiremos llenos. Lo regalado y lo robado no se valora como lo conseguido con esfuerzo.

Tenga presente

Muchas personas al conocer estas cuatro formas de ver la vida suelen despertar sus prejuicios negativos hacia sí mismos, se autocritican y autojuzgan. Culpan a otros inclusive. Se reprimen y negando lo que aprenden evaden la exploración. Usted no lo haga, evite pensar cosas malas de usted mismo puesto que nada es “malo” o “bueno”, lo malo y lo bueno es lo que hacemos con las cosas.

Si descubre que busca algo, y no le gusta la forma como lo busca, sepa que puede cambiar esa forma de buscar por otra que si le guste.

Primera forma de ver la vida: La confirmación

Siendo la mayor parte de la población mundial (un setenta por ciento) necesitan que otros les confirmen lo que creen de sí mismas. Es decir que si creen ser inteligentes, atractivos, trabajadores, buenos amigos, buenas parejas, simpáticos, creativos, deportistas, cultos, saludables, hippies, formales, a la moda, tecnológicos, animalistas, no les basta con creerlo sino que buscan que otras personas se lo confirmen. Si no se lo confirman se sienten inseguros, si se lo desconfirman (hacerle ver lo contrario) se sienten muy mal.

Desde pequeñas han aprendido a que se les niegue la ayuda, que se les diga “no” frente a sus necesidades personales, que se les postergue por algo “más importante” (generalmente relacionado con la imagen de la familia, con el “qué dirán los otros”)

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entonces como medida de asegurarse los “si” aprendieron a manejar su imagen para complacer lo que otros desean de ellas… asegurando una buena aceptación y el “si” tan esperado.

Con imagen me refiero a cualquier cosa que “hable” de ella: la ropa, los modales, la fotografía de su perfil en las redes sociales y las que publica, la forma de mirar, la forma de hablar, los gestos voluntarios, donde mira y qué evita mirar, a quienes les dirige la palabra y a quienes no, los colores que usa, las marcas que escoge (según su capacidad financiera, obviamente), en fin todo aquello que le sirva para conectarse con el mundo que la rodea.

Si no sabe lo que opinará el resto de ella intenta pasar desapercibida hasta saberlo. Para esto suele callar y alejarse del grupo, o ubicarse en un lugar algo distante del centro de atención. Observa, escucha y cuando siente la seguridad suficiente de que será confirmada, actúa según su propio estilo, según el estilo que imita de algún referente externo (personajes de tv, alguien que admira, etc.), o según el estilo que cree que esperarán de ella. Todo según la autoconfianza que sienta en ese momento.

Cuando se siente segura de haber sido confirmada o aceptada por el resto (o por quienes le interesan) se relaja y comienza a mostrar cómo es por dentro según la confianza que tenga. Si no siente confianza, no se relaja y no muestra su interior. Así de simple.

Les cuesta competir porque si pierden creen que su imagen será dañada (obteniendo desconfirmación). Es por esto que realmente no compiten de igual a igual, sino que optan por participar solo si saben que tendrán alguna ventaja, por ejemplo un conocido en el jurado, una recomendación de un jefe al postular a un ascenso, apariencia de más “status” que los demás, o cualquier otra ventaja que les genere la sensación que ganarán.

Una manera de manejar esta forma de ver la vida es comenzando a identificar “qué opiniones” y “de quienes” le interesan realmente. Si se pasa la vida tomando en cuenta todas las opiniones el camino se le hará muy difícil. Es imposible agradar a todo el mundo: a pocos les interesamos, a la mayoría les damos exactamente lo mismo, y a unos pocos les caemos mal.

Primero identificar lo anterior (la opinión de quienes de verdad me interesan), luego buscar relacionarse con personas que usted sepa que le darán esas opiniones. Necesitar buenas opiniones no es un error, para nada. El error es esperarlas de personas inadecuadas, en momentos inadecuados.

Me he topado con casos en los cuales adolescentes han sucumbido ante opiniones destructivas que reciben de otros adolescentes, y siempre han provenido esas malas opiniones de personas menos inteligentes, menos atractivas, con menos

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oportunidades, intelectualmente más ciegas o inexpertas, o que no conocen realmente al agredido, así como también de personas que han sido mal criadas y que están tan solas en su interior que se descargan con el resto. Lo mismo con adultos… la secretaria se compró una chaqueta nueva y dos compañeras se burlaron de ella. Obvio, las dos quisieran poder haberse comprado una chaqueta nueva primero pero no se les ocurrió o no tenían dinero, y como prefieren desquitarse con los demás en vez de solucionar sus problemas en vez de decir “buena idea” prefirieron atacar por envidia. No es inteligente tomar opiniones que provienen de personas afectadas por la envidia, por la rabia o por la pena porque es lo mismo que inyectarse cloro en una vena.

Tome en cuenta las opiniones positivas, constructivas que le aporten a su vida en vez de perjudicarla. Toda opinión dañina proviene de alguien que se siente mal, así que tampoco crea que esta gente es “mala de adentro”, simplemente están con un problema que no han solucionado.

Quienes tienen esta forma de ver la vida reprimen cuando no se sienten seguras de sí mismas y optan por complacer demasiado al resto. Reprimen lo que sienten, lo que piensan y lo que desean para no dañar más la imagen que creen dar.

Es normal que esto ocurra cuando se rodea de quienes no le dan suficiente cantidad de confirmaciones positivas, cuando se rodea de gente que no la confirma, y peor aún cuando se relaciona con gente que la desconfirma. Solución: conozca gente nueva, aléjese de los que no le convienen, acérquese a quienes no conoce para explorar si le sirven, comience a no tomar en cuenta las opiniones negativas sobre usted. Evite hacer prejuicios de los demás y de usted mismo.

Una buena manera de comenzar a filtrar las opiniones malas es preguntándose “¿qué le pasa a esta persona que está tan amargada?” y si quiere respóndalo usted mismo. En breve verá que aquella persona que tanto se cree realmente tiene problemas pesados. Y no la tome en cuenta, usted debe ser menos egoísta que ella y no pretender tomar todas las opiniones que le den como ese bebé que desea todas las mamaderas… porque muchas vienen con leche descompuesta o vacías.

Segunda forma de ver la vida: Protección y libertad

Siendo la segunda mayoría en el mundo, sin embargo bastante menor que la forma anterior, estas personas necesitan sentir que son protegidas y al mismo tiempo suficientemente libres para actuar. El criterio lo tienen centrado en sí mismos, no dependen de la opinión de terceros para sentir seguridad o confianza en sus actos (al contrario de la forma recién vista).

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Viven entre la protección y la libertad. Mucha protección los satura y buscan escapar. Mucha libertad les da la sensación de vulnerabilidad y buscan seguridad.

La protección que requieren es especial. Deben saber que si tienen algún problema difícil sus seres importantes estarán ahí si los necesita. Es saber que pueden contar con sus seres importantes si la cosa se pone complicada aunque lo resuelvan ellos mismos sin ayuda. Con “personas importantes” me refiero a alguien de la familia, del trabajo, de sus amistades, a su pareja. Lo uno no obsta lo otro, puede no tener seguridad en personas de la familia de origen pero si sentir mucha con su pareja.

La libertad se las otorga la seguridad en sí mismo que les brinda el sentir que cuentan con sus personas importantes detrás. Puede tener la confianza en sí mismo como para manifestar opiniones y emociones aunque le conste que no serán del agrado de nadie.

Son muy seductores. De las cuatro formas de ver la vida son éstos quienes fácilmente leen el interior de los demás y esta habilidad la desarrollaron cuando bebés debido a que sus madres son honestas con sus sentimientos y no les ocultaban la mirada, ante lo cual los bebés crecieron aprendiendo a reconocer las emociones con una gran profundidad. Esta habilidad la usan del siguiente modo: conocen a la persona, evalúan si es una amenaza o un potencial aliado, y descubren cómo “ganársela” al leer su interior. Luego usan ese conocimiento para seducirlas y manejarlas.

Quienes necesitan ser confirmados (la forma de ver la vida que vimos antes) saben manipular a los demás fingiendo (teatro o exagerando emociones), hacen coerción (“si no haces esto yo no hago aquello”) y usan la coquetería. En cambio de la que estamos hablando no manipula, sino que maneja a los demás porque son capaces de provocar cambios en los sentimientos y emociones, modificando a las personas por dentro. Las seduce generalmente sin que se den cuenta. Claro que si la seguridad en sí mismos no es buena no se atreverán a manejar mucho a nadie.

Una manera de manejar esta forma de ver la vida es que quien la tenga comience a practicar el truco de contar con una “carta bajo la manga”. Así cuando aparezca la inseguridad su truco lo va a salvar.

Ejemplo: un viajero puede salir a una ciudad desconocida para él. Si al llegar se pierde se va a asustar, se va a sentir inseguro (temor a que le pase algo) y lo pasará muy mal. Si en cambio se preocupa de contar con un mapa que estudió antes del viaje y averiguó cómo es ese lugar no temerá perderse y si lo hiciera no tendrá mayores problemas.

Un caso verídico (que me relató una colega hace años) fue de una joven que tenía preparado un viaje de estudios a Europa, pero en el aeropuerto fue incapaz de subirse al avión y llorando llamó a un familiar para que la fuera a buscar. Le daba miedo estar en una ciudad, en un país, en un continente desconocido. Si esta joven hubiese

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generado algún contacto de confianza en su destino (por ejemplo una vecina de su nuevo hogar) habría viajado y habría aprovechado esa oportunidad.

En una línea, la seguridad que ellos necesitan es “preventiva”.

Reprimen cuando se sienten inseguras (sin protección) y cuando se encuentran en una situación de encarcelamiento (falta de libertad o sobreprotección).

Tercera forma de ver la vida: El sacrificio involuntario

Desde pequeños han sentido que nadie se preocupa de ellos. Esto les genera una visión negativa de sí mismos, una sensación de “tener algo malo de fábrica”. Es común que sostengan que “el mundo está allá y yo acá”. Se sienten ajenos al mundo, pero quieren ganarse el derecho de ingresar aunque algunos de ellos sientan que no lo merecen.

Si son de tendencia proactiva pueden ser los trabajadores más esforzados del mundo, incluso grandes empresarios, pero si son de tendencia pasiva pueden dejar que la vida les pase por el lado.

Hay un descuido de su imagen y no dependen de la opinión de los demás, sino que de su propio criterio. Como poseen un concepto poco positivo sobre su propia persona aunque reciban buenas opiniones sobre su atractivo, inteligencia, creatividad, entre otras, no le llegan hasta el fondo, no las creen y no las sienten.

Tienden sin darse cuenta a escoger los caminos más difíciles y duros porque así van demostrándose a sí mismo que la vida es dura y difícil. La frase “la vida es dura” es propia de ellos.

Por ejemplo, un montañista luego de días de esfuerzo llega a la cúspide del cerro. Mientras todos los demás sacan fotografías y disfrutan del momento, esta persona en vez de hacer eso comenzará a ver por donde bajar (nuevo esfuerzo). Otro ejemplo es el estudiante que luego de esforzarse muchísimo por muchos días preparando un examen, al sacar una nota alta no dirá “aprendí bien, me gané esa nota”, sino que dirá “el profesor fue poco exigente, por eso saqué buena nota”.

Una manera de ir dándose cuenta de esta forma de ver la vida es deteniéndose un momento, y pensar en las decisiones que ha tomado últimamente. ¿Realmente la opción que tomó era la más conveniente pesando en que ganaría más tiempo para usted, más dinero, más ratos agradables, más amistades, más de aquello o de lo otro? ¿Ó realmente optó por la alternativa que más sacrificio le significaría? ¿Cómo se explica las decisiones que ha tomado? ¿Por qué las tomó?

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Que la persona vea la vida de un modo “duro” no es malo, lo malo es generalizar eso a todos los aspectos de la vida. Esforzarse es una ventaja competitiva, pero no tener descanso nunca es un desgaste innecesario.

Si los esfuerzos que hace no le reportan beneficios entonces siga esforzándose pero apunte a metas que le provean de ganancias en algún aspecto que le interese, y que sea positivo.

Cuarta forma de ver la vida: Vivir con reglas, o no vivir

Siendo alrededor de un uno a un tres por ciento de la población mundial, la principal característica de ellos está en sentir que todo lo que hacen es “bueno” y “malo” al mismo tiempo. Si aceptan un trabajo sienten que aceptar fue bueno y malo, al despedirse del entrevistador de la empresa sienten que su despedida fue buena y mala, al caminar saliendo del edificio hacia la calle sienten que lo hacen bien y mal, al comprar el boleto del metro sienten que lo hacen bien y mal, al subirse al vagón del tren subterráneo sienten que su ubicación es buena y mala... etc. Es una sensación constante que aprendieron desde pequeños gracias a una crianza en la que la madre (o quien los crió) empleaba una manera de comunicación conocida como “ambivalente” (dos polos en un solo mensaje).

Por ejemplo cuando bebé a la hora de almorzar la mamá le daba la mamadera en el momento correcto pero con la leche más caliente de lo que un bebé puede soportar, o cuando lo mudaba lo hacía en el momento adecuado sin embargo lo mudaba de forma brusca. Al hacer las tareas lo ayudaban con cariño y dedicación pero si él se equivocaba debía hacer toda la tarea de nuevo (sin borrar, sino que todo de nuevo en limpio) hasta que le saliera bien (sintiendo una especie de tortura amorosa). Al jugar si se caía y se rapaba dolorosamente una rodilla al ir donde la mamá ella en vez de acogerlo y hacerle cariño lo sentaba, le pedía que dejara de llorar preguntándole sobre cómo se cayó, que si ella ya le había advertido de no jugar en ese lugar, y posteriormente le limpiaba la raspadura.

Estas personas desde pequeñas han sentido que son queridas y no queridas al mismo tiempo.

Como ninguna persona es capaz de vivir sintiendo que son dignos de amor y de odio al mismo tiempo, optan por buscar “afuera” de ellos alguna cosa que les diga qué es lo que deben hacer para asegurarse que serán amados y no odiados. Esta “cosa” son las normas. No son las opiniones de los demás, sino que algún esquema de reglas preestablecida.

En el caso de esta forma de ver la vida seguir las normas no es algo opcional, sino que es algo tan importante que deben que acatarse si o si, le guste o no le guste, se sienta

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bien o se sienta mal. Las sigue porque de ellas depende si será amado u odiado, bueno o malo, y no solo por adaptación social como lo hace el resto de la gente.

Entre todas las normas que conoce elige la que más sentido le da.

Reprimen principalmente la rabia, la pena, y el deseo sexual. Simplemente todas las normas del mundo nos dicen “trágate la rabia, la pena y el deseo sexual porque es malo”, ante lo cual esta forma de ver la vida obedece limpiamente.

Al sentir cualquiera de estas tres emociones se siente culpable, lo cual le genera la necesidad de reprimir más lo que siente.

Una manera de manejar esta forma de ver la vida es cambiar la norma antigua por una nueva, que le permita ser más expresivo. Es bueno hacerlo porque es más saludable, y es malo no hacerlo porque lo perjudica.

No expresar la rabia, la pena y el deseo sexual es derechamente malo porque son las emociones que nos permiten sobrevivir en el mundo. Aprender a expresarlas de una manera asertiva (atinada) es lo ideal.

¿Cómo identifico cual de las cuatro formas es la principal en mí?

Primero que todo recuerde algún momento en el cual usted haya tenido que “tomar una decisión crítica e importante” que provocó un cambio en algún área de su vida. Dejar o quedarse con su matrimonio, renunciar o seguir en ese empleo en el cual ha estado por varios años, obedecer o no las peticiones de su familia a costa de sacrificar por siempre sus propias metas, etc. Debe ser el recuerdo de un momento relevante para usted que ojalá haya dado un giro a su existencia. Puede ser un recuerdo de una situación entre el final de su adolescencia y el presente.

Evitemos recuerdos de la infancia porque aún su personalidad no se ha desarrollado por completo, y muchas personas tienen una crisis determinante antes del término de la adolescencia. Es por ello que mejor busque en el período de a finales de la adolescencia y su presente como adulto. Como referencia, se dice que la adolescencia termina generalmente entre los veinte y veintidós años en occidente (depende de la cultura del país y de la crianza que uno recibe).

¿Ya tiene el recuerdo? Repáselo en su mente hasta que pueda tener claro el contexto en que se dio esa situación en la que debió tomar esa decisión crítica, en qué lugar fue, a qué hora aproximada, cómo estaba el tiempo, que día se la semana, en qué mes… intente recuperar la mayor cantidad de detalles cuidando de no inventarlos. No sería raro que varios detalles sean creados por su mente mientras trata de clarificar el recuerdo, es normal y se debe a un proceso en el cual nuestra psique “rellena” los

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vacíos para trabajar con algo entero, pero la idea es rellenar con “extras” lo menos posible en esta técnica

Posteriormente haga el ejercicio de “ver” ese recuerdo como si usted fuese un espectador en el cine. Véalo como si recordara la escena de una película. Al hacerlo usted toma una postura más objetiva, menos personal. Muy posiblemente aparecerán con más claridad más detalles.

Vuelva a ver ese recuerdo como una escena de película, unas tres a seis veces sería recomendable. Retrocédala, póngale “play”, póngale “pausa” donde desee, adelante, retroceda, vea en cámara lenta, en cámara rápida… juegue con ese recuerdo como si jugara con una película evitando los rellenos falsos.

Ahora vaya al inicio del recuerdo. Deje que corra. Justo en la milésima de segundo cuando usted tomó la decisión ponga pausa. Conteste ¿cómo se sintió en esa milésima de segundo cuando tomó la decisión? No piense en lo que otra gente sintió, o lo que usted sintió sobre esa gente. Eso no importa. Lo importante es lo que usted sintió con usted mismo justo en la milésima de segundo al tomar dicha decisión.

Ahora retroceda un par de segundos antes de tomar la decisión. Conteste ¿cómo se sentía antes de la decisión?

Finalmente avance hasta un par de segundos después de haber tomado la decisión. Conteste ¿cómo se sintió inmediatamente después de tomar aquella decisión?

Sabemos ahora como se sentía antes, en el momento, y después de la decisión. Esta información es clave para poder responde a la pregunta “¿cuál es la principal forma de ver la vida en mí?”.

Le recomiendo encarecidamente que el ejercicio que hicimos lo vuelva a hacer con a lo menos unos tres recuerdos distintos para que de este modo tenga más certeza para continuar con la parte que viene.

Usando la información recogida con el ejercicio anterior

Deber tener en cuenta que no hay una forma de ver la vida mejor que otra, son todas parejas. Lo “bueno” o “malo” es lo que uno hace con ella… como la manejamos.

Si las decisiones las toma considerando si las personas que le importan están de acuerdo aunque no les afecte directamente lo que usted decida, o si posterga sus decisiones si estas personas están en desacuerdo, hablamos de una forma de ver la vida que busca la confirmación de los demás. Del mismo modo hablamos de esta forma de ver la vida si toma las decisiones pensando en la imagen que los demás se

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llevarán de usted al tomar o desechar la opción que se ha planteado. Por ejemplo, si usted está hastiado de su matrimonio y quiere divorciarse no “llegará y se divorciará” lisa y llanamente, sino que antes consultará a su madre, a sus amistades de confianza, indagará la opinión general de su entorno directo frente a los divorcios, y si todo esto se da a favor usted procederá con la demanda de divorcio. Si estas personas no le confirman lo suficiente de que “está en su derecho, tiene razón” postergará la decisión para otro momento (si es más bien de actitud pasiva) o buscará a nuevas personas que si le confirmen lo que usted quiere (si es de actitud principalmente activa). Si es una persona segura de sí misma se divorciará de todos modos aunque la opinión de los demás sea en contra pero tratará de que no se note mucho que lo ha hecho.

Si las decisiones las toma considerando la sensación de “encarcelamiento” que se quitará de encima y la libertad que ganará, o la sensación de desamparo que dejará de lado al ganar protección, y puede pedir consejos o preguntar opiniones pero éstas solo las acoge como información o puntos de vista que le sirven para ver mejor el asunto, pero no las considera como el eje de su decisión, incluso puede que todo el mundo no esté de acuerdo con usted pero eso no es lo relevante porque usted decide por su cuenta, entonces estamos refiriéndonos a la forma de ver la vida que opera entre la protección y la libertad. Un ejemplo, luego de haberlo meditado sobre su matrimonio realmente siente que está en una cárcel que le impide hacer las cosas que necesita para sentirse con libertad y no ve ninguna solución más que el divorcio. Ha preguntado opiniones de cómo mejorar la relación y algunos le han dicho que recurra a profesionales, otros le aconsejan que se separe, otros que se divorcie, otros le sugieren seguir con el matrimonio aunque sea un sacrificio eterno, y pocos le sugieren tener una amante. Pero sus valores morales le dictan que debe ser un corte definitivo, y su sensación de tener su interior constreñido (tenso y a punto de explotar) le dictan que debe solucionarlo ahora, entonces va e inicia la demanda de divorcio.

Si las decisiones las toma sacrificando la oportunidad de alcanzar lo que a cualquier otro le haría feliz, y considera que usted no debería tener aquello y siente que debería tener otra cosa de menor valía, más pequeño, mas escondido, y entre dos opciones se decide por la que a más esfuerzo lo someterá, podríamos estar hablando de la forma de ver la vida que involuntariamente busca el esfuerzo. Por ejemplo el matrimonio va bien y todo está saludable, sin embargo usted mantiene el hábito de disparar comentarios tales como: “yo sé que me dejarás por alguien más atractivo”, “no sé cómo alguien tan valiosa como tu está con alguien como yo”, “yo sé que al final te aburriré”, “no entiendo cómo me soportas”… el resultado será que su pareja se aburra y lo deje, ante lo cual usted comentará “¡viste que yo tenía la razón!” y se sentirá mal, reforzando su forma de ver el mundo como algo lleno de sacrificios casi especialmente dedicados a usted. Realmente lo que provocó es que su pareja comenzara a sentir que usted no confiaba en ella, que no creía en ella, que no quería construir un futuro con ella. Incluso podría haber sentido que usted quería echarla de su lado pero que no se atrevía a decirlo cara a cara. Cualquier persona relativamente normal se iría, nadie quiere estar donde no le creen.

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Si las decisiones que toma lo hace únicamente basándose en alguna norma preestablecida, hablamos de la forma de ver la vida que necesita normas, o no vive. Si su matrimonio está mal y siente la necesidad real y profunda de terminarlo, no lo hará si la norma que usted sigue no lo autoriza. No importa que tanta rabia, pena, o frustración sexual sienta, no se divorciará. Lo pueden engañar con otra persona, puede que su pareja tenga un hijo fuera del matrimonio con otra persona, puede que lo maltrate, usted no se separará. Acatará la norma le guste o no le guste. Si dado el caso llegase a sentir de manera muy extrema la necesidad de cortar la relación podrá hacerlo, podrá separarse pero sentirá la intensa culpa de haber roto su norma de vida que lo llevará a intentar “tapar” la culpa acatando más y mejor otras normativas, e incluso podría comenzar a incentivar a otros a acatar más normas que lo que usualmente hacen.

Ya sé que forma de ver la vida tengo ¿qué hago ahora?

Recuerde que todos tenemos de las cuatro, y que una “manda” siempre hasta que fallecemos. Podría haber una secundaria que resulte bastante notoria, tanto que podríamos confundir la principal con la secundaria. También podría haber solo una notoria y las otras tres muy poco visibles.

La idea es que al saber cuál forma de ver la vida es la principal sepamos manejarla para que juegue a nuestro favor. Anteriormente di una sugerencia por cada una, y usted podría comenzar a practicarlas.

A medida que vaya practicando se irá volviendo más experto y descubrirá más cosas de su interior. Se hará más sabio. Podrá evitar malos ratos, y podrá generar ratos buenos. Podrá explicarse el porqué siente esto o aquello, y será capaz de tener más claridad de lo que busca o espera de otros como de usted mismo.

Practique.

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CAPITULO IV

FUERA REPRESION, FUERA PESO

No hay recetas milagrosas… bueno, si las hay pero no sirven si verdaderamente queremos un cambio real, profundo y que prevalezca en el tiempo. Es por ello todas las materias y ejercicios vistos en los otros capítulos.

Sabemos que cuando reprimimos demasiado por demasiado tiempo alteramos el correcto funcionamiento de nuestro organismo, específicamente el funcionamiento del Hipotálamo con lo que se pierde el control del peso corporal y de varias otras tareas básicas. Por obviedad lógica entendemos que al dejar de reprimir demasiado por demasiado tiempo las emociones, nuestro organismo va a estabilizar su funcionamiento permitiéndonos lograr un peso adecuado junto con un operar mejor de todos los procesos hipotalámicos.

Pero esto no queda solo en el peso y la salud física, no se queda solo en la “mecánica” del cuerpo, sino que al dejar de reprimir en demasía también notamos que nuestra vida social, personal e íntima, laboral y que cualquier otra área de la vida reciben una mejora significativa e importante. Nos sentimos mejor con nosotros mismos, con los demás, y sentimos una libertad nunca antes percibida que nos permite hacer cosas que jamás pensamos en atrevernos a hacer. Dicho de otro modo, se nos abren las puertas para una nueva vida casi desde cero.

Conociendo (más o menos) la forma de ver la vida que uno tiene, uno ya sabrá por donde le aprieta el zapato, y por donde lo tiene cómodo. Por tanto cada uno sabrá que zapato nuevo es el que más le acomoda… e irá por él.

Vaya aplicando las sugerencias que vienen a continuación pensando en su propia forma de ver la vida. De esta manera podrá adecuarlas a su propia realidad, a sus ventajas y desventajas.

¿Qué es una emoción?

Una emoción es una respuesta del organismo generada por el Sistema Nervioso a la cual le damos un nombre social preestablecido según la causa (pena, rabia, alegría, miedo, esperanza, etc.). Ocurre un estímulo (“algo pasa”) en el entorno o en nuestro interior, le damos atención y lo relacionamos con nuestro aprendizaje buscando saber “qué es aquello que nos ha llamado la atención”. Si nuestro aprendizaje nos dice que no es nada importante dejamos de atenderlo, si en cambio nos dice que es importante le prestamos más atención e inmediatamente evaluamos mejor la situación. Todo esto ocurre en fracciones de segundo, muy rápido.

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Paralelamente en el momento que el estímulo nos llamó la atención el organismo genera una respuesta que es siempre la misma: aumento de las pulsaciones cardíacas, aumento del ritmo de la respiración, aumento de la presión sanguínea, aumento de la electricidad de la piel, dilatación de las pupilas, y otros. Si “eso” no es importante nuestro organismo se estabiliza. Si en cambio es algo relevante la reacción continúa aumentando.

Una emoción dura aproximadamente algunos segundos a minutos, y luego nos relajamos producto que cuando inicia la respuesta de activación del organismo “por debajo” también se va produciendo la secreción de tranquilizantes propios del cuerpo buscando reducir la activación (si nada la detiene nos morimos por sobreexcitación). Tengamos rabia, alegría o cualquier otra emoción siempre nos relajaremos cuando ésta finalice.

Es imposible no sentir

Hay gente que dice frases tales como: “yo soy puramente racional, a las emociones las hago desaparecer”. Nada más irracional que esa creencia. Cuando somos estimulados se activa nuestro Hipotálamo (emociones), y luego éste estimula el Cortex (corteza cerebral) que es donde se ubica el razonamiento, la lógica, el lenguaje, la planificación, y todas nuestras otras capacidades cognitivas (intelecto). Si no se activa el Hipotálamo no se produce el pensamiento de forma natural.

¿Se ha pillado pensando en cosas y no sabe porque las piensa? La razón está en que algún estímulo externo o interno gatilló una respuesta emocional que provocó la evocación de un recuerdo (lejano, intermedio o cercano), aunque no se haya dado cuenta… un olor, una canción, un sonido, un concepto dentro del pensamiento anterior…

¿Se ha encontrado pensando una y otra vez en lo mismo durante días sin poder dejar de hacerlo? Esto se debe a la tensión mental en la que se encuentra. Hay una emoción que reaparece porque no ha logrado (o no ha imaginado que debe) botarla, quemarla, expresarla. Posiblemente es por una circunstancia que está viviendo y que lo fuerza a hacer algo que tiene súper claro que no quiere hacer.

Más importante aún… ¿se ha encontrado haciendo cosas que luego descubre que no quería? El motivo es que no ha sido consciente de sus emociones y sentimientos cuando evaluaba la decisión, por lo cual ha tomado decisiones que no le satisfacen realmente.

Las emociones son nuestro motor, es bueno explorarlo y conocerlo para hacerle uno mismo las mantenciones en vez de tenerlo con fallas o requerir de un mecánico.

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Quiero… pero no puedo

Escoja algunas cosas que quiera hacer, y que nunca se haya atrevido. Todos tenemos los “quiero pero no puedo”, es decir que queremos hacer algo pero hay una “fuerza misteriosa” que no nos deja hacerlo. Esa fuerza misteriosa se llama “prejuicio negativo”. Ya hablamos de los prejuicios así que espero que comprenda a lo que me refiero. La fuerza misteriosa no es más ni menos que la falta de confianza en sí mismo, el prejuicio avergonzante de que “no podré, se reirán, no me va a salir”. Incluso estando solo aparece ese desagradable y esclavizante prejuicio porque nos acostumbramos a aceptarlo como parte de uno… sin que lo sea.

Para vencerlo recomiendo dos maneras que se pueden combinar. La primera es acercarse lo más posible a eso que queremos hacer, y luego actuando impulsivamente ir y hacerlo. En cuanto nos encontremos haciéndolo el temor va a desaparecer (lo prometo). La segunda es escoger algo pequeño que queramos hacer y no nos hayamos atrevido a hacerlo, y obligarnos (si, obligarnos) a hacerlo. Como es pequeño no nos va a perjudicar si se nos sale de control. Lo que uno siente al hacer algo que jamás se atrevió es una tensión en el cuerpo, incluso podría generarse rabia (como respuesta al susto), pero al cabo de un momento desaparece tan rápido como el actor que con miedo escénico se atreve a salir al público: el miedo se le pasa en cuanto comienza a actuar.

Quemando la rabia

Si viviéramos en la edad de piedra tomaríamos una piedra y se la romperíamos en la cabeza al causante de nuestra rabia, aunque siempre hay en todas las épocas gente que incapaz de expresar sus rabias y frustraciones las acumulan hasta que explotan y atacan culpando a su víctima de tamaña exageración de agresión. La rabia se debe expresar en el momento que la sentimos, solo así será naturalmente medida y adecuada a la situación. Sin embargo al convivir con más gente y estar sujetos a condiciones como las normas laborales y sociales en general tenemos que aprender a expresarla en otro momento, y también aprender a expresarla de manera civilizada, dosificada, bien manifestada para el contexto en que nos encontramos en ese momento.

¿Su compañero de trabajo es arrogante, desagradable y bueno para lanzar ataques indirectos (como todo buen cobarde que no deja pruebas de lo que hace)? Mírelo fijo sin pestañear, levántese lentamente de su asiento, camine muy despacio hasta él, cuente hasta tres (para aumentar la tensión) y diga en voz neutral y tranquila mientras esboza una sonrisa falsa: “conmigo no te metas” o “¿decías?”, y sin prestar atención a la respuesta que le dé (serán excusas o fingirá sorpresa) siga mirándolo fijo sin pestañear por unos segundos y vuelva tranquilo a su asiento. Lo que está mostrando usted con ese comportamiento es que tiene mucha energía guardada, preparada y lista

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para la acción pero que aún no desea soltarla… a menos que el “se lo pida”. ¿Se lo “pidió”? no importa, vaya y suéltele todo lo que usted siente procurando mantener cierto nivel de respeto básico (el que habla mal de los demás está hablando mal de sí mismo) que sea en un lugar donde nadie más lo pueda escuchar. No hay culpa en ello, usted solamente se está defendiendo con todo derecho frente a una agresión. ¿Fue una autoridad la que lo trató mal? Dígale lo que siente, que por favor no lo repita. ¿Lo repitió? Entonces vaya al superior de éste, o a alguna instancia que se ofrezca en su lugar de trabajo como los comités paritarios, la inspección del trabajo (estatal), o a otra instancia. Siempre recuerde que los aprovechadores tratan mal a aquella persona que mantenga una actitud de indefensa, por lo tanto su actitud debería ser de estar dispuesto a defenderse como adulto consciente.

¿No se atreve a actuar como el modo señalado? No importa, hay miles de alternativas que usted puede planificar y practicar en sus ratos libres. El objetivo es que no se trague la rabia, sino que la bote.

Dar una patada contra el suelo, un golpe en una pared, romper con ganas una caja de cartón, caminar pisando fuerte, dar un grito fuerte mientras pronuncia garabatos mientras camina, o caminar mientras dice en voz alta todo lo que piensa de lo que le provocó el mal rato son buenas ideas, saludables y para nada perjudiciales.

Una buena técnica para quemar rabias acumuladas es tomar un cojín cualquiera y darle puñetazos por lo menos unos tres a cinco minutos. Al hacerlo uno se siente tonto, incluso ridículo pero resulta que este comportamiento despierta una reacción innata (animal) de “defensa y ataque”, comenzamos a secretar adrenalina y se activan ciertas áreas del cerebro asociadas a la agresividad. Esta reacción generada por el organismo se “conecta” con la rabia que tenemos acumulada y la botamos. Dicho de otro modo es como usar un “sacacorchos” para liberarnos de la rabia que tenemos ahí apretada y reprimida.

¿Siente rabia? Busque como expresarla lo más pronto posible, si no lo hace la reprimirá, se le olvidará, pero ella quedará ahí dentro dando vueltas, aglutinándose con las otras rabias, y contaminando su mente sin que usted se dé cuenta. Mientras más exprese, y mientras más veces lo haga en el día, más facilidad tendrá y se le hará un hábito saludable. La clave está en que la expresión de la rabia debe ser activa y no pasiva, es decir “haga” algo que implique acción y gasto de energía.

“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso ciertamente no resulta tan sencillo” (Aristóteles). “Pero practicando uno se puede acercar a hacerlo” (Yo).

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Quemando la pena

La pena se debe expresar cuando la siente, igual que con la rabia. Si la posterga la reprimirá y se le olvidará. Esta pena guardada se unirá a otras penas guardadas y usted a veces sentirá pena sin saber porqué la siente o qué la produjo. ¿Le ha pasado? Sería extraño que no.

La pena (igual que todas las emociones) debe ser vivida, sentida, aceptada. Solo así podrá superarla.

Al permitirnos que las emociones fluyan como el agua de un rio estamos expresándolas con naturalidad. No deben ser bloqueadas, si bloqueamos las emociones es lo mismo que si bloqueamos el paso del río: se desbordará y generará caos. Lo saludable es darles un camino, manejarlas. Es como si a ese rio le diéramos una dirección: el agua no se acumula y sigue siendo fluida sin generar caos.

Cuando una persona llora de pena hay que dejarla llorar tranquila porque está botando su pena, esta viviéndola. No hay que tocarla, hablarle, abrazarla, llevarle agua, etc. No la interrumpa porque le hará un perjuicio. Espere a que ella termine y la mire. Lo mismo con usted, si tiene pena busque un lugar donde nadie la interrumpa, apague su teléfono. Deje salir esa pena, vívala, siéntala a concho. Luego se sentirá mucho mejor y mucho más tranquilo.

De no poder expresarla completamente espere el momento adecuado. Pero no la reprima, no lo haga.

Quemando el miedo

El miedo es una reacción compleja por las variantes que posee. Primero que todo, el miedo es la percepción urgente que algo malo nos va a ocurrir, y esta emoción aparece cuando estamos en la situación misma. Si aparece antes de la situación solo hablamos de “temor”, y si le hacemos el quite a la situación solo hablamos de “evitación”. El miedo aparece “dentro” de la situación.

El miedo es la raíz de tres tipos de respuestas y una de ellas suele ser predominante en uno, es decir que una de aquellas respuestas es la que tendemos manifestar más que las demás. Estas tres respuestas son: “congelarse” (en Psicología se denomina “freezing”), “huir” y “atacar”.

Cuando en el año 2010 tuvimos el terremoto en Chile algunos reaccionamos intentando manejar la crisis ya sea tomando artefactos para que no cayeran, dando aviso a los demás para que fueran a un punto seguro, resguardando a los que no estaban actuando bien, protegiendo a los niños, etc. Eso es reaccionar en modo de

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“ataque”. Si un perro lo va a morder y usted le regala una patada o simula que le va a arrojar una piedra también es reacción en modo de “ataque”. Si accidentalmente rompe un panal de abejas y sabe que quedándose quieto ellas no lo atacarán, se quedará quieto voluntariamente. La diferencia al manifestar el modo de ataque está en la forma de la respuesta (mayor o menor elaboración y mayor o menor autocontrol), pero el objetivo es el mismo: enfrentar la situación que le da miedo.

En el mismo terremoto hubo gente que corrió intentando alejarse del terremoto (como si eso fuese posible) o escondiéndose bajo lo primero que vieron, en ese caso hablamos de miedo en modo de huída. Si ese perro lo va a morder y usted sale corriendo para protegerse también es miedo en modo de huída. En el caso del panal accidentalmente roto las abejas lo perseguirán. El objetivo de es escapar de la situación.

Quienes durante el terremoto no hicieron absolutamente nada quedándose en el lugar donde estaban como si una fuerza desconocida les impidiera actuar, reaccionaron en el modo de congelamiento. El miedo los paralizó. Ese perro lo muerde porque usted se rigidizó de miedo, pero las abejas no lo picarán porque se quedó quieto.

Como podemos evaluar a simple vista, el “ataque” se podría considerar el mejor de los tres modos de reaccionar ante el miedo pero realmente no es tan así, depende del grado de autocontrol y de su conocimiento general sobre las cosas para poder deducir en milésimas de segundo un comportamiento conveniente según el contexto de la amenaza.

Si usted luego de estas descripciones quiere desarrollar o fortalecer una de las tres formas de reaccionar, le recomiendo que emplee el método de la autoprogramación usando la imaginación. Esto es algo tan simple como soñar despierto, es imaginar una situación determinada e imaginar distintas alternativas puliendo las que más le guste. Por ejemplo si le da miedo conducir una motocicleta en el suelo mojado después de una fuerte lluvia, lea sobre las técnicas e imaginariamente vaya aplicándolas en distintas situaciones: frenada de emergencia, derrape de la rueda trasera, salirse de una curva, empaparse de barro, etc. Al ejercitar de este modo cuando de verdad tenga que enfrentar la situación su mente estará en cierto modo preparada para salir del paso. Quizá no haga lo que había imaginado, pero su mente estará más lista y pronta a solucionar el problema porque ya entrando en materia biológica, las cadenas de neuronas y las áreas del cerebro encargadas de participar en la solución estarán más desarrolladas. Este método de autoprogramación le sirve para entrenar cualquier cosa, relacionada o no relacionada con el miedo, rabia, pena, frustración, seducción, negociación…en fin, usted puede autoentrenarse en cualquier cosa.

Para quemar el miedo sugiero dos formas que puede combinar o usar por separado. Una es gritar o “gruñir”. Gritar es gritar, tal cual. Gruñir es usar la misma energía del grito pero con la boca a medio abrir, o con la mandíbula apretada. Si necesita

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concentrarse en el problema, gruña. Si da lo mismo (como en una montaña rusa), grite. La diferencia está en que al gruñir descarga el miedo pero sin perturbar demasiado sus sentidos como para dejar de estar atento a la amenaza, en cambio al gritar el ruido perturba los sentidos y se pierde demasiada atención sobre la amenaza. Como ejemplo le expongo un hecho de mi propia vida: además de ser profesional Psicólogo y dedicarme principalmente a educar adultos en áreas relacionadas con mi carrera y experiencia, también soy motociclista y participo en dicho mundo activamente siendo parte de dos organizaciones formales, y hasta hace poco presidí por más de dos años una agrupación de motociclistas. Una regla en la conducción de motocicletas es que la moto va hacia donde uno mira ¿qué hace un piloto novato cuando la moto se le va a salir de una curva para caer quien sabe dónde? Mira hacia el peligro en vez de mirar hacia donde le conviene. También tenemos la regla que el miedo es lo que causa muchos accidentes, y es obvio porque la persona se congela o intenta huir, perdiendo las milésimas de segundo necesarias para maniobrar de emergencia o saltar del vehículo. Cuando yo me he encontrado en situaciones de emergencia críticas se me sale un gruñido, voy quemando el miedo a medida que maniobro. ¿Por qué se me sale un gruñido y no un grito, o porqué no me paralizo? La razón es simple, me autoentrené exhaustivamente precisamente con el método que le describí. Claro está que aunque la probabilidad de tener un accidente existe (y los he sufrido), por lo menos se ha reducido el porcentaje.

Hay personas que frente a una situación que les genera miedo logran controlar ese miedo, actuar fríamente con rapidez, y ya pasados muchos minutos después del problema recién siente que los inunda la emoción. Esto es una habilidad, o un talento. Si es habilidad es producto del autoentrenamiento, si es talento uno nació con ello. Usted puede desarrollar esta habilidad si realmente practica. Lo hacen los pilotos de aviones, de carreras, los policías, los bomberos, los paramédicos, y un largo etc.

Quemando recuerdos dolorosos reprimidos

Es muy raro encontrar alguna persona que no tenga recuerdos dolorosos reprimidos. Es tan raro como ganarse el premio grande de la lotería dos veces seguidas.

Que todas las personas quieran aceptarlos, mirarlos y afrontarlos es otra cosa que depende de la madurez emocional de cada uno, de si estamos listos o si estamos aún “verdes”. El momento no depende de la edad o de la “etapa” en la que se encuentra. Cada uno tiene su momento, y no es saludable apurar a nadie, ni existe una regla para todos.

Reprimir recuerdos dolorosos es un medio de defensa que tiene nuestra psique en su intento por olvidarlos e impedir que nos molesten, pero como nosotros también vamos por la vida reprimiendo emociones, deseos y pensamientos rápidamente quedamos saturados y comenzamos a desparramar tal como pasa con un basurero lleno que

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sigue recibiendo restos. Es bueno sacar los restos grandes, así logramos espacio para las cosas chicas (las cuales podemos sacar después con mucha más facilidad).

Los recuerdos dolorosos reprimidos son como esos restos grandes, están ahí en el fondo ocupando mucho espacio y generándonos toxicidades toda la vida, a menos que los extraigamos.

Hay gente que recurre a la hipnosis para recuperar recuerdos olvidados, pero yo no lo recomiendo. Si nuestra psique ha bloqueado recuerdos es por nuestro bienestar. Cuando estemos listos para afrontarlos los recordaremos naturalmente. ¿Ha notado que a medida que va madurando aparecen recuerdos principalmente de su niñez (situaciones, olores, sensaciones, imágenes como fotografías mentales, etc.)? Es por lo que describí, a medida que vamos siendo capaces de afrontar, iremos recordando sin necesidad de apurar nada. De apurarlo, vamos a someternos a un riesgo impredecible pero se sabe que nos provocará un dolor (como mínimo) que no deberíamos experimentar en “este” momento de la vida.

Dicho lo anterior, ahora aprendamos a quemar los recuerdos dolorosos.

Primero termine de leer todo este capítulo, luego busque un cuaderno o algo donde escribir, un lápiz, y evalúe donde puede guardar sus apuntes de manera segura para que nadie se lo saque y lo lea.

Segundo, cuando tenga tiempo en solitario tome su cuaderno y prepárese a escribir.

Tercero, busque algún recuerdo doloroso con el que haya sido capaz de vivir.

Cuarto, escriba el recuerdo. No es necesario que siga un orden lógico o que lo escriba completo. Lo importante es que escriba lo que sintió en ese momento de su vida, lo que pensó, lo que esperó y no tuvo. Escriba como le nazca, acepte lo que siente. Ponga lo que quiera poner y olvídese de la “educación”. Da lo mismo si la letra no se entiende o si no respeta los márgenes. Solo escriba como le nazca en el momento.Si desea puede escribirle una carta a alguien diciéndole lo que nunca se atrevió.

Quinto, lea lo que escribió y complételo con lo que le nazca. Haga dibujos si desea, no se limite. Use ese papel para descargar todo lo que tiene dentro.

Esta técnica nos permite desahogarnos, manifestarnos, expresar lo que tenemos sin expresar. Liberarnos de ese peso. Puede que uno haya sido víctima, o victimario, el efecto liberador es el mismo.

Sigmund Freud, Neurólogo y padre del Psicoanálisis, considerado como uno de los iniciadores de la Psicología moderna (por allá en la primera parte del siglo pasado) descubrió y constató que cuando una persona “cuenta” lo que tiene atorado los efectos

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son liberadores. Muchas hipótesis se han planteado para explicar este fenómeno y diversas investigaciones en Psicología, Psiquiatría y Neurología (y ramas derivadas de estas disciplinas) lo han estudiado a fondo dando distintas explicaciones cada una desde una perspectiva distinta. Como usuarios lo que nos importa es que funciona.

Si usted estuviese en este momento con apoyo profesional psicológico en persona, podría abordar tal vez un recuerdo doloroso en extremo, sin embargo como muy posiblemente no lo está, lo recomendable es que los primeros recuerdos que usted escriba sean los más livianos, los menos dolorosos. Ya una vez que durante una o más semanas este ejercicio lo haya hecho todos los días podrá ir subiendo de grado en los recuerdos escritos porque habrá tomado práctica y manejo. De abrir recuerdos demasiado dolorosos sin haber practicado antes va a producirse un daño, por tanto siga las instrucciones.

Encontrarnos dentro de la cebolla

Si pelamos una cebolla veremos que tiene capas que van desde el exterior hasta el interior. Al referirnos a una persona podemos encontrar por lo menos tres capas: la exterior o “máscara”, la intermedia y la interior.

La capa exterior es aquella “máscara” que presentamos al mundo. Son las sonrisas amables frente a los desconocidos que no nos importan, reírnos aunque no sintamos alegría, mostrar interés por algo que nos da lo mismo, fingir que escuchamos aunque pensemos en otra cosa, vestirnos bien aunque deseemos solo ponernos un buzo y no afeitarnos, decirle “amigo” cuando solo lo consideramos “conocido”, hacernos los alegres cuando tenemos pena, disimular nuestro rechazo para que el otro no se sienta mal, mostrarnos de un modo cuando realmente somos de otro. En fin… la máscara es todo aquello que usamos para encajar en el entorno, ser aceptados, no ser rechazados, o sentirnos iguales (o diferentes) de la masa. La máscara es el resultado de lo que ocurre en la capa intermedia. Tener una máscara no es malo, de hecho es una necesidad si queremos convivir con otras personas. El problema aparece cuando solo somos conscientes de nuestra máscara y no somos conscientes también de las demás capas.

La capa intermedia es aquella que está detrás de la máscara, le da la forma, el color, y la decoración. La capa intermedia se compone de nuestros afectos y de nuestros pensamientos. Entre los afectos encontramos las motivaciones (la motivación es el resultado de tener una necesidad positiva o negativa; si no hay necesidad no hay motivación, no hay deseo). Entre los pensamientos encontramos también a los prejuicios. En esta capa se ubican de igual modo las emociones reprimidas, los dolores guardados, las alegrías que almacenamos, nuestros sueños y esperanzas. Esta capa se basa sobre la capa interior.

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La capa interior es la forma como vemos la vida, y no cambia. Lo que “hacemos” con nuestra forma de ver la vida ocurre en la capa intermedia, no aquí. La forma como interpretamos las cosas que nos pasan en la vida, los cambios de actitudes, los cambios en los sentimientos, los cambios en nuestras motivaciones suceden en la capa intermedia. La capa interior es la base de todo lo demás, es el suelo donde se construye un edificio: el edificio puede ser modificado en su estructura (capa intermedia), y modificado en su fachada (capa exterior o imagen), pero no se puede cambiar el suelo. Conociendo, o por lo menos teniendo una idea aproximada de cuál es nuestra forma de ver la vida nos formaremos una imagen de cómo es el suelo o base sobre la cual funcionamos. La forma como funcionamos, la forma como usamos nuestras cualidades depende de las decisiones propias.

Un buen observador de las personas cuando las mira logra ver detrás de la máscara, y si además es suficientemente empático podrá ver la capa interior. Alguien que no se preocupa de observar a los demás solo llega a ver la máscara y quizá un poquito de la capa intermedia… pero en todo caso ¿qué es observar a las personas?

Para observar y no solo mirar superficialmente a otra persona necesitamos primero que todo, puesto que sin esto no funcionará, saber cómo somos nosotros por dentro. Al saber cómo es uno por dentro podemos separar entre el “yo” y “los demás”. Si no sabemos suficientemente bien quienes somos tenderemos a confundirnos y ver en los demás cosas de uno, y a ver en uno cosas de los demás. Es como una parcela en el campo: si no sabemos dónde termina nuestra tierra nos meteremos en la del vecino, o creeremos que estamos sobre tierras ajenas cuando estamos en tierras propias. Es típico ver gente que hace cosas porque otros también lo hacen y luego se arrepiente al descubrir que no era para él; así como es clásico que alguien se “enamore” de otra persona pero sin conocer realmente a esa persona: se enamoró de las cosas buenas propias (sentimientos, ideales, valores) que “vio” en el otro sin haber visto al otro como era en realidad.

Para encontrarse entre las capas de la cebolla hay una sola forma que siempre recomiendo, y es tan simple que a mucha gente se le olvida hacerlo todos los días (exactamente, hacerlo todos los días)… ¡espero que a usted no se le olvide!

La cosa es así, cada vez que usted sienta que es invadido por una emoción, del tipo que sea, pregúntese “¿cómo es que me siento así?”, y luego manifieste su emoción de una manera adecuada pero sin reprimir.

Es normal que a uno le cueste responderse cuando recién ha comenzado este hábito. Es una pregunta extraña para los novatos porque todos estamos acostumbrados desde chicos a preguntar “¿porqué?” en vez de preguntar “¿cómo es que?”. Cuando preguntamos “¿porqué?” activamos el hemisferio izquierdo del cerebro el cual se encarga de la razón. Cuando preguntamos “cómo es que” activamos el hemisferio derecho. Este hemisferio se encarga de lo emocional, entonces si queremos saber

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cómo nos sentimos olvide los “porqués”, no le sirven. Lo que importa es el motivo real de las cosas, o sea las emociones. No olvide que, como ya expliqué en otra parte del libro, las emociones están primero que los pensamientos. No lo digo yo, sino que lo dicen las neurociencias y todos sus estudios.

Quemando el estrés con la Técnica de Relajamiento Progresivo de Jacobson

El estrés es una sensación de presión que en ciertas cantidades moderadas sirven para trabajar mejor, más rápido y estar más atentos. En cantidades mayores son un completo desagrado, una molestia que queremos sacarnos de encima lo más pronto posible, e incluso si es muy alto o perdura demasiado tiempo puede transformarse en una enfermedad o en el motivo de enfermedades psicosomáticas. Aparece en momentos que sentimos un poco de presión hasta momentos de gran amenaza. El grado de estrés es la situación y nuestro manejo de él.

¿Ganas de qué cosa tiene alguien con estrés mayor al que tolera bien? Pues ganas de tirar todo a la punta del cerro e irse a dar un paseo por ahí para relajarse, y atacar, huir o congelarse frente a lo que le produce estrés si éste es alto. ¿Qué podemos hacer si estamos impedidos de darnos ese lujo, como por ejemplo en el trabajo o con la familia? Hay varias fórmulas simples que puede encontrar en internet, entre ellas respirar profundo un par de veces antes de expresar lo que siente y preguntarse “qué cosa puede aprender de la situación” o “cómo soluciono el problema”, dormir entre 8 a 9 horas, y relajamiento muscular como estirar los brazos, piernas, manos y pies.

Sin embargo mi aporte será enseñarle la “Técnica de Relajamiento Progresivo de Jacobson”, claro que será en un formato sencillo para que pueda aplicarla en cualquier momento del día, preferentemente le sugiero en las mañanas al despertarse, o en las noches antes de dormir. El efecto es contundente.

Preparando el ejercicio

Primero sáquese todo accesorio que le apriete, suelte cualquier vestimenta que le pueda cortar la circulación sanguínea. Idealmente póngase un buzo y una camiseta… y si los usa, sáquese los anteojos para que no se caigan.

Segundo, escoja un lugar para sentarse en el que quede con la espalda derecha y los brazos colgando. Si hay algo que le impida estar con la espalda derecha u los brazos colgando (sentado) no hará bien el ejercicio. Al estar sentado los pies no deben estar debajo suyo, sino que córralos para que queden delante y apoyados en el suelo.

Tercero, relaje el cuerpo. Si está sentado deje que todo caiga por su propio peso. La cabeza que cuelgue hacia el pecho, los brazos colgando hacia el suelo, y permita que

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las rodillas se separen. Desconecte el cuerpo. Si siente que puede caer de la silla corrija la posición sentándose un poco más adelante.

Cuarto, siga al pie de la letra las instrucciones que vienen, en el orden en que se las doy. Si cambia el orden no puedo garantizar el resultado. Puede copiarlas en una hoja de papel para tenerlas a la vista rápidamente en sus primeras ejercitaciones hasta que lo memorice (si practica todos los días lo va a memorizar rápidamente).

Cierre los párpados. Debe mantener idealmente los párpados cerrados durante todo el ejercicio.

Zona del rostro

Suba las cejas al máximo que pueda, mantenga haciendo fuerza por 10 segundos y luego relaje por 3 segundos. Repítalo 3 veces.

Apriete los párpados al máximo que pueda, mantenga haciendo fuerza por 10 segundos y luego relaje por 3 segundos. Repítalo 3 veces.

Apriete los labios al máximo que pueda dejando una línea y sin que éstos sobresalgan o entren a la boca, no apriete la mandíbula, mantenga haciendo fuerza por 10 segundos y luego relaje por 3 segundos. Repítalo 3 veces.

Haga la mueca de una sonrisa sin abrir los labios, trate que las comisuras vayan hacia las orejas, al máximo que pueda, mantenga haciendo fuerza por 10 segundos y luego relaje por 3 segundos. Repítalo 3 veces.

Apriete la punta de la lengua en el paladar al máximo que pueda, no use la mandíbula, mantenga haciendo fuerza por 10 segundos y luego relaje por 3 segundos. Repítalo 3 veces.

Apriete la mandíbula cuidando de no hacerse daño en la dentadura, al máximo que pueda, mantenga haciendo fuerza por 10 segundos y luego relaje por 3 segundos. Repítalo 3 veces.

Ahora mueva suavemente la mandíbula relajándola, lo mismo con el resto de los músculos del rostro.

Zona del cuello

Lleve la nuca lo más cerca de la espalda sin echar el cuello hacia atrás. Mantenga al máximo que pueda, haciendo fuerza por 10 segundos y luego relaje por 3 segundos. Repítalo 3 veces.

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Suba los hombros lo más cerca de las orejas sin bajar el cuello ni la cabeza, y evitando llevar los hombros hacia delante o atrás. Mantenga al máximo que pueda, mantenga haciendo fuerza por 10 segundos y luego relaje por 3 segundos. Repítalo 3 veces.

Mueva suavemente la cabeza en círculos varias veces relajando la musculatura, mantenga la cabeza “colgando”, y mueva los hombros tranquilamente para que se suelten.

Brazos y manos

Estire los brazos hacia delante, ni en diagonal hacia arriba ni en diagonal hacia abajo. Deje las muñecas como “muertas”, relajadas con las manos y dedos sueltos y colgando. Apriete los músculos de los brazos sin apretar los de las manos. Mantenga haciendo fuerza al máximo que pueda por 10 segundos y luego relaje por 3 segundos dejando que los brazos caigan a los lados. Repítalo 3 veces.

Vuelva a estirar los brazos pero esta vez no apriete sus músculos. Junte los dedos como si fuera a dar una palmada (con la mano horizontal) y trate que los dedos apunten al techo, haga fuerza al máximo que pueda, mantenga haciendo fuerza por 10 segundos y luego relaje por 3 segundos. Repítalo 3 veces.

Ahora, nuevamente sin apretar los músculos de los brazos intente que los dedos apunten al suelo al máximo que pueda, mantenga haciendo fuerza por 10 segundos y luego relaje por 3 segundos. Repítalo 3 veces.

Suelte los brazos y manos, relaje la musculatura moviendo suavemente las muñecas.

Zona baja

Apriete su abdomen, no debe meterlo ni sacarlo, solo apriete la musculatura abdominal al máximo que pueda, mantenga haciendo fuerza por 10 segundos y luego relaje por 3 segundos. Repítalo 3 veces.

Apriete sus glúteos (nalgas) al máximo que pueda, mantenga haciendo fuerza por 10 segundos y luego relaje por 3 segundos. Repítalo 3 veces. Notará que al apretar usted subirá unos centímetros.

Relaje el abdomen y glúteos.

Piernas y pies

Levante sus piernas hacia adelante lo más que pueda, relaje los pies, y apriete toda la musculatura sin apretar los glúteos ni los pies, al máximo que pueda, mantenga haciendo fuerza por 10 segundos y luego relaje por 3 segundos. Repítalo 3 veces.

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Apoye los talones en el suelo y dejando las piernas un poco relajadas apunte con los pies hacia el techo, si le resulta fácil entonces trate de apuntar hacia su rostro al máximo que pueda, mantenga haciendo fuerza por 10 segundos y luego relaje por 3 segundos. Repítalo 3 veces.

Suelte las piernas y los pies, muévalos suavemente para relajar la musculatura.

Repaso

Si siente un dolor en alguna parte ejercitada vuelva a hacer el ejercicio de esa zona, vea si lo está haciendo según las instrucciones.

Si siente que aún le queda estrés, repita todo.

Esta técnica utiliza los relajantes naturales producidos al activar los músculos, con la ventaja (sobre los medicamentos relajantes y otras sustancias externas) de no alterar la conciencia, no gastar dinero, y no “meterse” químicos al organismo. También nos activa el metabolismo, nos ejercita, y es factible de usar en la cama al despertar y al acostarse.

Posterior al ejercicio es bueno pensar en las cosas porque podremos tomar distancia y ver con más frialdad los problemas.

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CAPITULO V

ACTUANDO CON NATURALIDAD SALUDABLE

Siempre somos nosotros mismos. Oímos a veces que alguien dice “sé tú mismo” pero realmente siempre lo somos, es imposible ser otra persona o “no ser uno mismo”.

Lo que ocurre es que ésta frase (“sé tú mismo”) se refiere a que no reprimamos lo que queremos hacer, y que actuemos a favor de lo que deseamos conseguir o manifestar.

Hemos visto los prejuicios y la represión, vimos algunas herramientas bastante útiles para dejar de reprimir, y hemos visto otros temas relacionados con el propósito de bajar de peso, sin embargo nos queda la cola del asunto que es el cómo afrontar bien los efectos que producimos al dejar de reprimir, y seguir por nuestro camino de vida con naturalidad.

Actuar con naturalidad es lo mismo que dejar que el agua corra, solo le damos una dirección conveniente para nosotros.

Filtro natural de gente

Quien actúa de manera sincera, honesta con sus sentimientos, expresando lo que piensa y lo que siente de manera asertiva (atinada) y con respeto, es una persona que aunque opine cosas en contra de la opinión general y sus dichos caigan mal a mucha gente, resulta que se va a ganar la confianza y el respeto de los demás, atrayendo a otras personas honestas y sinceras, confiables. Dará la impresión de ser poseedor de buena autoestima y de seguridad en sí mismo.

Las personas con intenciones dobles, aprovechadoras y mentirosas tenderán a alejarse porque saben que si hacen sus juegos usted los encarará y que tomará medidas.

Esto es un filtro natural, los demás intuitivamente se le aproximarán o se le alejarán según sus propias escalas de valores e intenciones.

Resistencia al cambio

Todos estamos dentro de varios sistemas que interactúan entre ellos. El sistema familiar son todos nuestros familiares, pero dentro está el subsistema de con quienes vivimos, luego el subsistema con los parientes que vemos de vez en cuando, y mas allá el subsistema en el que están los demás de la familia. Y así… en lo laboral, en las

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amistades, en la sociedad… en el mundo. Siempre estamos en distintos sistemas y subsistemas querámoslo o no querámoslo.

Resulta que los integrantes de un sistema tienden a preservar el estado de ese sistema, por ejemplo si dentro de la familia hay un hijo con determinada forma de comportarse, si él cambia dicha forma de comportarse la familia intentará (sin darse cuenta) de hacer que vuelva a la forma anterior de comportamiento. Si el compañero de trabajo fue ascendido a “supervisor” los demás lo seguirán tratando (sin darse completa cuenta) como un igual por un tiempo intentando que vuelva a ser como antes. Si el cambio de una persona es percibido como conveniente por los integrantes del sistema podrán apoyarlo, pero si lo ven como que tendrán ellos que modificar sus cosas sin obtener beneficios, se opondrán consciente o inconscientemente.

Esto sucede porque a las personas no nos gusta mucho los cambios que no buscamos, presentamos dificultades para adaptarnos a lo nuevo que se impone porque adaptarse significa modificar el comportamiento y reconstruir parte de la idea que tenemos de las cosas. Y si además le añadimos el “individualismo” la resistencia a los cambios provocado por otros es tremenda. Si usted cambia su comportamiento se va a encontrar, con total seguridad frente al rechazo de al menos un integrante del sistema que forma parte, y por lo menos con el apoyo de otro. Es un hecho.

Todo cambio en nuestro comportamiento provoca modificaciones en los que nos rodean, desde muy evidentes a casi imperceptibles. Imagine una olla con agua quieta, deje caer una sola gota. Las ondas avanzarán perdiendo fuerza a medida que se alejan del lugar donde cayó la gota. Del mismo modo ocurren las modificaciones en los sistemas, uno cambia algún comportamiento y esto provocará una onda que le afectará a todos los que nos rodean de mayor a menor. Según lo que hayamos cambiado y según cómo sean los demás será la potencia del efecto producido y la resistencia al cambio.

Si usted tenía el prejuicio de que siempre sería obeso, y resulta que ahora es capaz de vencerlo y de trabajar con las herramientas de este libro, para finalmente conseguir la regulación del peso dentro de lo recomendable para su estructura genética, tendrá que afrontar la resistencia al cambio por parte de mucha gente, y en el camino debe mantener siempre presente que si alguien no es capaz de adaptarse a su nueva manera de actuar frente a la vida es problema de “esa” persona y no suyo. Desde el momento que usted va por el camino adecuado cualquier persona que se le oponga es porque no piensa en usted, o está muy desinformada de cómo funciona realmente la baja de peso... o ambas cosas.

Si le dicen algo como “¡qué estás cambiado!” o “¡que te pasó!” no dé explicaciones. No tiene porqué informar al resto sobre su vida y decisiones a menos que sea gente de verdadera confianza para este tema puntual, y que usted realmente desee contarles. Si

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no, no. Podría responder frases tales como “eso me han dicho”, “parece” o sonreír suavemente.

“Sancho, si los perros ladran, es porque vamos avanzando” (Miguel de Cervantes en “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”).

No dar explicaciones

Una persona que se pasa el día dando explicaciones de lo que hace es una persona que está pidiéndole disculpas al resto por hacer las cosas, o es una persona que tiene a ilusión que su vida le importa mucho a los demás. No dé explicaciones excepto, como comenté más arriba que usted realmente lo quiera hacer y sólo a las personas que de verdad son confiables.

Si da una explicación está otorgando el derecho a que le opinen y critiquen, y ya sabe que lo prejuzgarán, criticarán, opinarán y quizá su tema sea ahora el tema de las conversaciones de los demás con su consecuente mal habladuría. ¿Quiere que le respeten? Entonces no dé explicaciones a menos que realmente amerite darlas, y si quiere opiniones solo mencione lo esencial para recibirlas y no todo.

Respuestas o comentarios que recomiendo en vez de dar explicaciones son similares a: “me nació”, “me dio ganas”, “porque quise”, “quiero probar”, “lo intuí”, “supongo que es bueno”, etc. Si se fija ninguna frase es una explicación, sino que solamente son simples maneras de decir algo que el otro tomará como respuesta. Si no le gusta la respuesta ya es problema del otro.

Otra forma de sacarse de encima la presión de responder (si es que nos preguntan por alguna cosa que no queramos contar, o quien nos pregunta es alguien muy cercano pero a quien no le queremos informar de nuestros motivos) es la técnica que llamo “dar un chicle para que masque”. Realmente es un nombre que no tiene nada de académico pero esta técnica sirve. Por ejemplo si le preguntan por qué no quiso salir con su pareja responda con alguna cosa superficial que a usted no lo comprometa si luego lo andan comentando por ahí, como por ejemplo “teníamos los dos algunas cositas pendientes del trabajo así que optamos por sacarnos eso antes”, “quedé con mucho cansancio porque uf… esta semana fue muy pesada en el trabajo”, etc. Con esto usted responde a esa persona pero le entrega información inútil.

Proteger la vida privada

Uno es como un balde con agua. Si tiene un orificio el agua cae y el balde se vacía. Si le vuelve a poner agua el balde nuevamente quedará vacío. Quienes andan por la vida

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contando su vida privada rápidamente se vacían y se sienten huecas por dentro. Cuando vuelven a tener experiencias las cuentan y otra vez la sensación de vacío.

Si nos ocupamos de sacar del balde las suciedades y solo dejar lo limpio, el balde estará siempre lleno de lo que nos agrada y libre de lo que no nos agrada. Si nos ocupamos de expresar las emociones sobre todo las que nos dañan, y nos ocupamos de guardar con cariño las experiencias de vida que nos han hecho bien, nos sentiremos llenos de algo cálido aunque nos ocurran sucesos feos.

Clasificar a la gente

Meter a la gente en clasificaciones, ponerles etiquetas, separarlas en grupos… son cosas que muchos critican sin embargo siempre terminamos haciéndolo igual. Forma parte de nuestra normal tendencia animal de “economizar” es decir que buscamos ahorrar (energía, tiempo, trabajo, dinero). En este caso es ahorrar todo lo que nos implicaría conocer de verdad a toda la gente que nos rodea… trate de conocer a todo el mundo y luego nos cuenta cuántas vidas ha demorado en realizar tremenda tarea (¡…!).

Le propongo hacer una clasificación simple, sana y rápida. Separe a la gente en tres grandes grupos: los que le hacen bien, los que le hacen mal, y aquellos que no le importan.

Mantenga y fortalezca la relación con los que le hacen bien.Distánciese de los que le hacen mal, deben dejar de importarle.Con los que no le importa no haga nada, total no importan.

Esta simple clasificación le permite tomar decisiones de todo tipo.

En el caso que hayan personas que lo dañan y no puede alejarse de ellas porque son de su familia, son compañeros de trabajo, o es su suegra… emplee la técnica de “dar un chicle para que masquen”, sea educado y formal sin permitirse reprimir, no les revele jamás información personal importante para usted, y se irá creando automáticamente un invisible y firme muro.

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CAPITULO VI

CONCLUSIONES

Siendo este el último capítulo y esperando que haya logrado adquirir herramientas prácticas y útiles para su objetivo de alcanzar un peso adecuado, y por sobre todo haber adquirido herramientas para modificar significativamente su vida de forma positiva, quiero permitirme de resaltar lo más relevante según mi criterio.

No reprima

El asunto es simple. Si reprime no cambia nada. Si expresa, puede cambiar todo. Solo trate de expresar cuidando el respeto, más que respeto por los demás es respeto por usted mismo y sus valores. No baje al nivel de nadie, mantenga su propio nivel y desde ahí exprese.

Busque la solución porque siempre hay

Regálese tiempo para usted solo. Sin nadie. En esos espacios de tranquilidad podrá esclarecer su camino y ver su meta. Cuando el camino se obscuro, el horizonte negro, y no hay ninguna oportunidad de avanzar es porque aún no ha identificado la solución, y no porque no exista solución.

Siempre hay por lo menos dos soluciones a un problema, en la vida todo viene en múltiplos de dos. Las ramas de un árbol se dividen siempre de a dos, las dendritas de las neuronas se dividen de a dos, las venas se dividen de a dos, los cromosomas vienen de a dos. Día y noche, hambre y saciedad, pena y alegría, derecha e izquierda, lleno y vacío. Si su camino pareciera no seguir, realmente es que se ha dividido en por lo menos dos opciones que aún no ha logrado ver, así que calma y distráigase con algo que le guste para despejar la mente. Un charco con agua se enturbia si hay movimiento, si lo dejamos un tiempo sin tocar el agua termina por aclararse.

Muévase

Para conseguir cualquier cosa hay que hacer algo que nos acerque a ella. Si usted se queda quieto no va a lograr nada. Si ya se ha quedado quieto por mucho tiempo recuerde lo que nos dice el gran Albert Einstein: “Si buscas resultados distintos, no haga siempre lo mismo”.

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Sin estar a nivel de Einstein, mi versión es mas brusca: “entre una lechuga y un animal la diferencia es que el último se mueve por lo que quiere, y la primera solo queda a merced de lo que la rodea”.

Frustración

Hay dos tipos de personas, las que se frustran rápido y dejan las cosas botadas; y las que persisten probando nuevas alternativas. Si algo falla… busque otro camino. Tenga clara su meta, el camino no es el importante, lo importante es lograr la meta.

Sea libre

“La libertad es el derecho a decirle a la gente lo que no quieren escuchar”. Esta frase de mi autor favorito, George Orwell, resume todo este libro. Actúe libre de expresar lo que le ocurre, siempre. En poco tiempo no será solo “actuar”, sino que será libre.

FIN

ChileSi desea un Curso-Taller para un grupo de personas, siéntase libre de escribirme, nos pondremos de acuerdo: [email protected]

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