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I Joseph H. Fichter

SOCIOLOGÍA M

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¿k*A En una sociedad progresiva y cambiante, como la nuestra, conviene destacar los principios básicos de la ciencia sociológica, punto de partida para desentrañar la comple­jidad de toda sociedad moderna. Esto explica la amplia difusión que la Sociología de J.H. Fichter, por su carácter vertebrador, ha alcanzado en numerosos países. Las múlti­ples ediciones castellanas la han convertido en un clásico prestigioso.

La primera parte del libro comienza con la unidad más ele­mental de la sociedad, la persona social, y se extiende lue­go a los grupos y comunidades humanas hasta llegar a la más amplia colectividad, la sociedad global. La segunda parte se inicia con los componentes culturales esenciales, una combinación de las pautas y roles como normas de conducta, hasta llegar a la cultura total. La tercera parte analiza la forma en que sociedad y cultura, y sus componen­tes, están ineludiblemente entrelazados en el sistema so-ciocultural. De este modo la Sociología, como tratado siste­mático, estudia todos los conceptos fundamentales, que abarcan desde la persona humana hasta la colectividad más amplia, de tal forma que el lector percibe el sistema como un todo integral.

El prestigio del doctor J.H. Fichter está vinculado a la Harvard Divinity School, la Loyola University de Nueva Orleans, las universidades de Münster, Santiago de Notre Dame (EE. UU.) y Chicago. '

JOSEPH H. FICHTER

SOCIOLOGÍA

BARCELONA

EDITORIAL HERDER 1994

Versión castellana de ALEJANDRO ESTEBAN LATOR ROS, de la obra de JOSEPH H. FICHTER,

Sociology. The University of Chicago Press «1971

Decimoctava edición 1994

© The University of Chicago 1957, 1971

i Editorial Herder S. A., Barcelona (España) 1974

ISBN 84-254-0927-6

Es PROP.EDAD DEPÓSÍTO LEGAL: B. 34.648-1994 PR.NTED .N SPA.N

LlBERGRAF S.A. - BARCELONA

ÍNDICE

PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN ORIGINAL 11

NOTA EDITORIAL 14

INTRODUCCIÓN: ¿QUÉ ES SOCIOLOGÍA? 15

El contenido de la sociología — El marco conceptual — ¿Estudiamos cosas reales? — Distinción entre la sociología y las otras disciplinas — ¿Hay algo constante? — ¿Existen valores? — La sociología, materia de estudio difícil — Po­lítica social e investigación sociológica — ¿Para qué estu­diar sociología? — Bibliografía

PARTE PRIMERA: PERSONA Y SOCIEDAD

I. LA PERSONA SOCIAL 35

Definición de la persona — La persona social — Naturaleza y crianza — Criatura y Creador — Socialización — El cuadro social de referencia — Aprendizaje social — Obs­táculos de la socialización normal — Agentes de socializa­ción — Individualización — La personalidad social La socialización americana y la persona social . . . . 48 1. Los niños mimados. 2. Estandardización e individualis­mo. 3. La adaptable personalidad norteamericana. 4. La neurótica personalidad norteamericana. 5. El americano vio­lento — Bibliografía

II. STATUS SOCIAL 59

El origen del status — Determinantes del status — Trans­ferencia del status — Poder social y status — Tipos de

índice

status — Status clave — El puesto en la vida — Status y estratificación — Desigualdad y movilidad social Peculiaridades de las relaciones de status en América . . 70 1. El cambiante status de la mujer. 2. El ambiguo status de la juventud. 3. El cambiante status de los negros norte­americanos. 4. La religión como criterio de status. 5. El status social como logro o como adscripción — Biblio­grafía

CATEGORÍAS Y CONGLOMERADOS 83

Tipos de categorías — Utilidad de las categorías — Cate­gorías y estratificación — Las principales combinaciones de criterios — Definición de los conglomerados — Principa­les formas de conglomerados — La persona y el conglo­merado Algunos conglomerados y categorías norteamericanas . . 96 1. Conciencia de clase de los norteamericanos. 2. Trata­miento desigual de las categorías sociales. 3. Ausencia de movimientos de masas en Norteamérica. 4. Las manifes­taciones como conglomerados sociales. 5, La población como categoría — Bibliografía

GRUPOS Y ASOCIACIONES 107

Características del grupo — Reclutamiento del grupo — Cla­sificación de los grupos — Bases comunes de los grupos Los principales grupos — Grupos y asociaciones — Los grupos primarios — Grupos secundarios — Asociaciones y conglomerados Características de la vida de grupos en Estados Unidos . 120 1. La decadencia de los grupos primarios. 2. Grupos de presión norteamericanos. 3. Los clubs de mujeres en los Es­tados Unidos. 4. Las pandillas de muchachos en las ciuda­des, como grupos primarios. 5. Los sindicatos norteameri­canos — Bibliografía

COMUNIDADES 131

La pérdida de la comunidad — Valor de la reunión — Re­laciones comunitarias — Estructuras de la comunidad — El factor económico — El factor étnico — El factor reli­gioso — Comunidades substitutivas Variaciones de la vida de comunidad en Estados Unidos . 141 1. La comunidad rural. 2. La comunidad dormitorio. 3. La comunidad étnica. 4. La Iglesia comunitaria. 5. Programas de acción comunitaria — Bibliografía

índice 7

LA SOCIEDAD 151

Sociedad y sociedades — Definición de la sociedad — Carac­terísticas de la sociedad — Funciones esenciales de la socie­dad — Estructura y función de la sociedad — Clasificación de las sociedades — Clasificación según la escritura — Clasi­ficación según el grupo dominante — Sociedades comunitarias y asociativas Peculiaridades de la sociedad norteamericana . . . . 161 1. Religión y sociedad. 2. El regionalismo y la sociedad nor­teamericana. 3. La «sociedad» en los Estados Unidos. 4. La sociedad norteamericana y las relaciones internacionales. 5. Complejidad de la sociedad norteamericana — Biblio­grafía

PARTE SEGUNDA: PAUTAS Y CULTURA

PAUTAS DE CONDUCTA

La escala de las pautas — Principales tipos de pautas — Variaciones en las pautas de conducta — Las pautas for­man los hábitos — Las pautas como normas de conducta Normas explícitas e implícitas — Las pautas de conducta están estructuradas Algunas pautas de conducta norteamericanas . . . . 1. Patriotismo y etnocentrismo. 2. Las pautas fuera de la ley. 3. pautas recreativas. 4. Los sondeos de opinión y el público norteamericano. 5. Algunas pautas políticas — Bi­bliografía

ROLES

Rol y personalidad social — Rol y status — Rol y rela­ciones — Contenido de los roles — Roles esperados y rea­les — Sanciones sociales de los roles — La formación de roles sociales — Los roles y el individuo — Clasificación de los roles — Rol clave — El rol general Algunos roles en la sociedad norteamericana . . . . 1. El policía de la ciudad. 2. El viajante de comercio. 3. El deportista profesional. 4. El maestro de escuela elemental. 5. El hombre de ciencia — Bibliografía

PROCESOS DE INTERACCIÓN 221

Relaciones y roles — El contenido de los procesos — Uni­versalidad de los procesos sociales — Clasificación de los procesos — Cooperación — Acomodación — Asimilación — Conflicto — Obstrucción — Competición —• Compleji-

188

199

índice

dad de los procesos sociales — Matriz conceptual de los procesos sociales Procesos sociales en Norteamérica 235 1. El valor de la competición. 2. El trabajo en equipo en Norteamérica. 3. El proceso de americanización. 4. Ejemplos de obstrucción. 5. Reducción al mínimo de los conflictos en los Estados Unidos — Bibliografía

INSTITUCIONES 247

Definición de la institución — Institución y grupo — Las funciones de las instituciones — Universalidad y variabilidad de las instituciones — Clasificación de las instituciones — Red de instituciones — Instituciones y sanciones sociales — El sistema institucional como cultura total Aspectos de las instituciones norteamericanas . . . . 258 1. La institución axial. 2. La cambiante institución matri­monial. 3. Aspectos de la institución política. 4. Progreso de la institucionalización. 5. Inconsecuencias institucionales — Bibliografía

CULTURA 269

La cultura es el producto humano — Definición de cultura — Herencia y ambiente culturales — Proyecto de vida — La cultura como ideología — Cambio de cultura Rasgos distintivos de la cultura norteamericana . . . . 280 1. Algunos retrasos culturales norteamericanos. 2. La cul­tura afro-americana. 3. La cambiante cultura rural. 4. La cultura regional del Sudeste. 5. La cultura india norteame­ricana — Bibliografía

PARTE TERCERA: CULTURA Y SOCIEDAD

VALORES 295

Definición del valor — Criterios de valoración —• La fuente de los valores — Valores y pautas de conducta — Va­lores y roles sociales — Valores como sanciones de la conducta — Valores y procesos sociales — Clasificación de los valores — Funciones de los valores — Conflicto de va­lores. — Valores últimos Aspectos del sistema norteamericano de valores . . . . 308 1. El materialismo norteamericano. 2. Creciente interés por los valores humanitarios. 3. Núcleo último de los valores nor­teamericanos. 4. Ideologías de valores. 5. Problemas so­ciales — Bibliografía

Índice 9

XIII. MOVILIDAD 319 Tipos de migración geográfica — Razones de la migración voluntaria — Efectos de la migración. — Tipos de movilidad social — Movilidad de los roles — Circulación de la élite — Canales de la movilidad — Factores de movilidad ascen­dente — Movilidad y personalidad social — Compensación de la movilidad descendente Movilidad social en los Estados Unidos 332 1. Movilidad dentro de la iglesia. 2. Personas desclasadas. 3. Educación y movilidad social. '4. Migración y movilidad social. 5. Éxito y movilidad social — Bibliografía

XIV. CAMBIO 343

Cambios recurrentes y cambios nuevos — Aspectos del cam­bio — Secuencia de cambios — Cambio planeado y no pla­neado — Factores de cambio — Cambio y progreso —• Cambio funcional y estructural — Condiciones del cambio — Invención y difusión — Resistencia al cambio Algunos aspectos de cambio en los Estados Unidos . . . 354 1. Explicaciones supersticiosas del cambio. 2. Cambio so­cial radical. 3. Límites del cambio. 4. El cambio engendra cambio. 5. Tendencias en el conocimiento — Bibliografía

XV. CONTROL SOCIAL 367

Niveles del control — Géneros de control — La persona y el control social — Control de grupo — Control institu­cional — Liderazgo y control social — Comunicación y con­trol social — Social engineering y control social Controles sociales en los Estados Unidos 378 1. Resistencia al control social. 2. Variaciones del control institucional. 3. Conformidad impersonal de los trabajadores norteamericanos. 4. Control político de la industria. 5. El planeamiento social y la moral — Bibliografía

XVI. DESVIACIÓN 389

El desviante y el anormal — Desviación positiva y negati­va — Tipos de desviantes negativos — Desviación y roles sociales — La desviación del rol y la personalidad social — Desviación institucionalizada — Situaciones desviantes — Grupos desviantes — Grupos marginales — Problemas so­ciales y progreso La desviación en Norteamérica 401 1. El ocio como desviación. 2. Desviaciones en la religión. 3. La ley, freno para la desviación. 4. La pauta del divor­cio. 5. Anormalidades mentales — Bibliografía

10 índice

XVII. INTEGRACIÓN SOCIOCULTURAL 413 Integración estática e integración activa. — Requisitos bá­sicos. — Integración cultural — Integración social — In­tegración de la cultura y de la sociedad — Factores esen­ciales de integración — Factores auxiliares de integración — Integración comunitaria y asociativa La integración en los Estados Unidos 424 1. Lealtades e integración. 2. Guerra y solidaridad. 3. Com­petición internacional. 4. Grupos secundarios. 5. Integra­ción simbólica — Bibliografía

ÍNDICE DE NOMBRES 437

ÍNDICE ANALÍTICO 440 PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN ORIGINAL

Incluso en una sociedad progresiva y cambiante los principios bá­sicos de la ciencia sociológica son siempre los mismos y un autor debe tener razones poderosas para revisar un texto que ya se ha re­velado útil y ha prestado buenos servicios. En el caso presente podemos señalar modestamente que el producto ha gozado de cierta demanda, como en parte lo evidencian las versiones publicadas en lenguas distintas — alemán, castellano, italiano, francés y portugués (incluso una traducción latina que, al parecer, circula ciclostilada entre los estu­diantes europeos de teología).

Razón respetable para mantener este libro en el mercado es que no se trata de un texto propedéutico, ni de divulgación. Al igual que la primera edición esta introducción a la sociología ha sido pensada como un libro para principiantes. Sin' embargo, es una obra de so­ciología y no un mero preámbulo al estudio de esta ciencia. No pre­tendemos ofrecer una obra sencilla y fácil, a modo de iniciación. El presente enfoque reconoce la complejidad del sistema sociológico y presupone el esfuerzo personal que para dominar la materia ha de hacer todo buen estudiante, aun con la ayuda de los libros de texto, de las clases y de los profesores. Constantemente usamos y definimos la terminología técnica y no queremos ocultar la dificultad de la materia sociológica con ninguna simplificación condescendiente.

La sociología no existe como un enclave autónomo y cultivado, inmerso en el bosque de las demás ciencias sociales; pero veinte años de experiencia en la enseñanza de este curso introductorio nos han hecho sentir vivamente la importancia de sistematizar lo esencial y de cercenar lo accesorio. El que quiera estudiar la sociedad deberá inten­tar aprender lo que pueda de la biología, economía, ética, historia, geo-

12 Prólogo a la segunda edición original

grafía y psicología, pero que no piense encontrar mezcladas tales materias en un texto de sociología. Procuramos también no incurrir en ninguna de las variadas tendencias y parcialidades que encubierta o abiertamente hallan acogida en la mayoría de los libros de introduc­ción a la sociología. Sobre todo se evita el moralizar desde ningún punto de vista particular.

El rasgo que debe perdurar a través de las distintas ediciones es el marco conceptual sobre el que se organiza el contenido de la sociolo­gía. En vez de la mezcla de temas confusos y demasiado generales que caracterizan algunos textos introductorios, presentamos aquí, en orden lógico, materiales exclusivamente sociológicos. Sistematizar el material sociológico esencial significa sencillamente reunir, definir, esclarecer, clasificar y coordinar los principios de sociología sobre los que están de acuerdo los más empíricos de todos los que cultivan las ciencias sociales, los sociólogos norteamericanos.

En el diagrama que a continuación ofrecemos se verá el modo en que sistematizamos los conceptos clave de la sociología. La primera parte del libro comienza con la unidad más elemental de la sociedad, la persona social, y se extiende luego a la más amplia colectividad, la sociedad global. En esta edición, los capítulos que tratan respectiva­mente de las categorías y de los conglomerados se han fundido en uno solo, y hemos añadido otro nuevo sobre las comunidades. La se­gunda parte comienza con el componente básico de la cultura, una combinación revisada de las pautas de conducta abiertas y conceptua­les, y se extiende hasta la cultura total. La tercera parte analiza la forma en que la sociedad y la cultura, y sus componentes, están inelu­diblemente entrelazados en el sistema sociocultural.

Las «lecturas complementarias» que a menudo se recomiendan en los textos de introducción, las hemos sustituido aquí por una serie de «estudios originales» a continuación de cada capítulo. Estos, escri­tos tratan de diversos fenómenos norteamericanos que ilustran o aclaran los principios y generalidades contenidas en el capítulo. El concentrarse sobre fenómenos socioculturales concretos ayuda a dar vitalidad a los principios científicos, dirige la atención hacia un medio análogo a aquel en que vive el estudiante y evita el tener que recurrir a curiosidades exóticas de comportamiento que los sociólogos han re­cogido entre remotas sociedades primitivas.

Cuánto debe este libro a los grandes sociólogos norteamericanos, a los que todavía viven y a los que ya dejaron de existir, salta a la vista en cada una de sus páginas. El hecho que su contenido se pre­sente como un sistema sociológico de forma que el novel estudiante

Prólogo a la segunda edición original 13

Personas <^-A

-••Pautas

Status - Rol

Categorías Conglomerados

Grupos-

i Sociedad •

Procesos

-•Instituciones

1 •Cultura

Valores

Movilidad - Cambio

T

Control - Desviación

Integración

pueda asimilarlo denota la deuda a la influencia de los grandes profe­sores del autor: Gordon Allport, Clyde Kluckhohn, Tálcott Parsons, Roscoe Pound, Pitirim Sorokin, Rupert Vanee, y W. Lloyd Warner. Más inmediata es mi deuda al profesor Lawrence Bourgeois, docente durante muchos años en la Loyola University of The South, cuya penetración científica sugirió lo mejor de lo revisado en esta segun­da edición.

JOSEPH H. FlCHTER

Nota editorial: Las razones que el profesor Fichter expone como jus­tificación de las notas sobre sociología norteamericana que siguen a cada capítulo, no son totalmente válidas para el lector español. De ahí que algu­nas traducciones de esta obra a idiomas extranjeros las supriman. Sin embargo, hemos creído de interés el conservarlas, pues además de ofrecer un viviente ejemplo de cómo se aplican en la práctica los conceptos teóricos que se acaban de exponer, poseen un elevado valor intrínseco como auto­rizada visión del actual estado de la sociedad norteamericana, con su com­pleja problemática y su vertiginoso dinamismo.

Introducción

¿QUÉ ES SOCIOLOGÍA?

La sociología es el estudio científico de los seres humanos en sus relaciones uno con otro. La gente se ha interesado siempre por la otra gente. Periodistas y comentaristas están constantemente reuniendo y difundiendo acontecimientos notables de la vida .cotidiana en la so­ciedad. Los historiadores, en su mayoría, escriben la crónica de cómo actuaron los hombres cuando vivieron en la escena pública. Poetas y escritores se interesan por las relaciones sociales y dirigen su memo­ria e imaginación a reconstruir el modo en que creen que la gente actuaría dentro de ciertas circunstancias. Filósofos y teólogos especu­lan sobre cómo debieran actuar los seres humanos, y su interpreta­ción descansa sobre un fondo de experiencia y conocimientos previos.

También el sociólogo se especializa en la gente, pero su tarea va más allá y es más profunda porque consiste en un enfoque científico de la conducta social. El sociólogo debe tener la habilidad del perio­dista y del historiador, y quizás algo de la penetración del poeta y del filósofo, pero ello no basta. Se distingue de los demás observadores sociales por la manera en que reúne los datos y por el modo en que analiza los resultados de sus observaciones. El enfoque sociológico de la vida de grupo va acompañado de una interpretación sociológica de la misma.

El término de «sociología» fue usado por vez primera hace poco más de un siglo por Auguste Comte, un francés, y popularizado por Herbert Spencer, un inglés. Pero ellos no «inventaron» la conducta social a la manera que un químico inventa nuevos productos en un laboratorio. Tampoco las ulteriores generaciones de sociólogos efec­tuaron «descubrimientos» del mismo modo que los astronautas descu­brieron la superficie de la luna. La conducta social estuvo siempre

16 ¿Qué es sociología?

allí. La materia real de la sociología —el fenómeno estudiado en-este libro— ha persistido a lo largo de la historia del hombre.

Los componentes esenciales de la vida social son tan viejos como la humanidad. Han existido a veces en formas relativamente simples y elementales, y a veces de manera muy complicada y artificiosa. Este doble hecho de la continuidad esencial y de la semejanza básica hace posible el estudio científico del comportamiento social. Existen siem­pre evidentes regularidades y uniformidades. Éstas se pueden observar, describir, analizar e interpretar, y sólo después de haber realizado este trabajo se puede hablar propiamente de sociología.

Durante la última media centuria, especialmente en los Estados Unidos, la sociología ha adquirido un cuerpo de información proce­dente de la investigación práctica, ha hecho bajar de las nubes a sus teorías, y ha conquistado un lugar central en los programas universi­tarios. Los sociólogos que han aportado los materiales para este libro han hecho tres cosas. Primera, han formulado preguntas a la gente. Segunda, han observado metódicamente cómo ésta se comporta. Ter­cera, han participado en varias formas de vida de grupo. Lo que hace científico este trabajo es que haya sido sistemático y controlado. Es evi­dente que ningún adepto de las ciencias sociales puede hablar con toda la gente, observar todas las pautas de conducta, y hacer todo lo que hace la gente en la sociedad.

La clave para la reunión del conocimiento científico es la muestra científica. El llamado «universo» de la cultura de los adolescentes en Norteamérica incluye muchos millones de jóvenes, pero es posible obtener conocimientos válidos sobre esta cultura estudiando un seg­mento debidamente proporcionado de todos los adolescentes. Lo mismo vale para la vida familiar norteamericana, el mundo de la industria y los negocios, los sistemas político y militar, y las instituciones reli­giosa, educativa y recreativa.

Las generalizaciones que efectuamos mediante semejantes métodos de muestreo nunca son completamente rigurosas porque siempre hay gente que actúa de modo distinto que los demás. Sin embargo, estas generalizaciones poseen una alta probabilidad y nos proporcionan un conocimiento que constantemente verificamos. Ello significa que es po­sible formular predicciones genuinas sobre la conducta social y cul­tural de los seres humanos. El que podamos reconocer ocasionalmen­te conductas erráticas en alguna gente significa que la mayoría se adap­ta a las expectativas de su sociedad.

El contenido de la sociología 17

El contenido de la sociología.

La definición de la sociología debe ser tal que la distinga de las demás ciencias sociales. La economía considera las cosas materiales de que tiene necesidad el hombre para vivir sobre la tierra: cómo se producen, se permutan, se distribuyen y se consumen. La ciencia política analiza el poder y la autoridad, las formas en que éstos se emplean y distribuyen para hacer posible una vida pública ordenada. La sociología dirige su atención al hecho humano de «vivir juntos»; estudia las leyes constantes del comportamiento social tal como existe en todas partes en la sociedad. Toma como objeto central de estudio el hecho de las relaciones humanas: todo lo que contribuye a la asociación humana o deriva de ella es materia de estudio para la so­ciología.

Una definición no puede hacer más que identificar la cosa defi­nida. Cuando decimos que la sociología es el estudio científico de la sociedad o de las relaciones humanas, o del comportamiento social, nos limitamos a dar sencillamente una idea de su contenido. Todo este libro trata de discutir y desarrollar la definición de la sociología, es decir, versa sobre el contenido de esta ciencia. Como introducción, de­be necesariamente ofrecer una vista de conjunto de los conocimientos básicos y esenciales para este estudio. No tendremos tiempo de ex­poner estudios más especializados, detallados y altamente técnicos realizados por investigadores en la materia.

Cuando decimos ̂ que la sociología es un «estudio científico», no queremos decir únicamente que es un ejercicio intelectual o un modo particular de abordar ciertos fenómenos humanos. Es ambas cosas a la vez, pero es sobre todo un cuerpo dé conocimientos sobre la so­ciedad. La palabra «ciencia» necesariamente supone que hay algo (contenido) que se estudia y que existe a la vez un procedimiento (mé­todo) de estudiarlo. Este libro da un esquema del contenido básico de la sociología y en el modo de presentar la materia emplea ya el mé­todo propio del sociólogo.

El contenido de la sociología se ha dicho frecuentemente que son los «fenómenos sociales», pero esta designación es demasiado vaga. Es mejor decir que estudiamos la interacción humana, pues la experien­cia cotidiana que tenemos de esas relaciones —con la familia, los amigos, los enemigos y los extraños— es la materia básica de esta ciencia. No sólo tenemos cierto modo de reaccionar frente a todas las personas con quienes tratamos, sino que este modo de reaccionar

18 ¿Qué es sociología?

es siempre aproximadamente el mismo. Nuestro comportamiento so­cial está estandardizado y sujeto a pautas.

El término «pautas de comportamiento social» expresa una idea primaria en sociología. Las actividades singulares, excepcionales, pri­vadas de los hombres nos interesan sólo secundariamente; nuestra atención se dirige a las relaciones sociales en cuanto se desarrollan en un orden constante. El viaje a la luna del astronauta interesa me­nos al sociólogo que los viajes regulares de pasajeros en las líneas aéreas comerciales. En suma, el sociólogo estudia la repetición rutina­ria de la conducta social.

El marco conceptual.

El comportamiento social es concreto, es decir, personal, entre individuos de carne y hueso, en tiempos y lugares determinados. Sin embargo, para comprender este comportamiento, necesitamos formar conceptos que respondan a la semejanza que tienen los actos de com­portamiento en cualquier parte del mundo. Sabemos a qué nos refe­rimos cuando hablamos de sistema educativo, a pesar de que las costumbres escolares difieran en China y Chile. Sabemos qué es una familia, a pesar de que los payeses de Francia difieran de los subur-banistas norteamericanos por lo que atañe a su conducta familiar. Las amplias conceptualizaciones de este tipo indican que el sociólogo pue­de pensar sobre el comportamiento humano en términos de especie, y no simplemente de actos humanos específicos.

La interacción social se desarrolla en la vida cotidiana concreta, mas para analizarla y comprenderla necesitamos aprender a conceptua-lizarla. Esto significa que hemos de entrenarnos a abstraer de los suce­sos concretos las generalidades esenciales. Sólo entonces podemos dis­tribuir y ordenar estas abstracciones o conceptos, el contenido de la ciencia, en un marco lógico. Veremos cómo se interconectan estos con­ceptos clave para construir mentalmente el sistema sociocultural.

Una rápida y somera descripción indicará las estructuras paralelas de la sociedad y la cultura. Por ejemplo, al observar a los hombres en sociedad advertimos ciertas pautas de comportamiento social que cristalizan en torno a la función social que pretenden desempeñar. Este conjunto de pautas se expresa conceptualmente como el rol social que desempeñan los individuos. Así el rol social del estudiante y el del profesor se regularizan y modelan diferentemente. Cada uno actúa en una forma prevista y hacia los objetivos a los que tienden las accio-

¿Estudiamos cosas reales? 19

nes que realiza. Pero la conceptualización va más lejos. Si se reúnen todos los papeles sociales estandardizados o uniformados que con­vergen en una función social determinada, tenemos la institución social. Finalmente, todas las instituciones, combinadas como un todo y exis­tentes en un determinado pueblo, se designan conceptualmente como la cultura.

No debemos olvidar que vamos a estudiar no sólo las pautas so­ciales, sino también las personas sociales. El estudiante y el profesor se asocian y operan el uno sobre el otro en las relaciones humanas, lo cual sucede dondequiera que existen papeles sociales recíprocos. Estas relaciones humanas se desarrollan en grupos sociales en los que las personas cooperan entre sí para satisfacer las necesidades sociales. Tales necesidades sociales son muchas y variadas, por lo que nos vemos obligados a reducir a conceptos y a clasificar una gran varie­dad de grupos. Los grupos más importantes de la sociedad emplean instituciones sociales de análoga importancia. Así las personas in­cluidas en los grupos educativos siguen las pautas y representan los ro­les que corresponden a la institución de la educación. Si todos los grupos se reúnen bajo el concepto de una totalidad coherente y fun­cionante, tenemos la abstracción denominada sociedad. Esta descrip­ción a grandes líneas muestra que cada sociedad tiene su propia cul­tura peculiar. . (

¿Estudiamos cosas reales?

Cuando hablamos del marco conceptual de una ciencia, habla­mos, naturalmente, de abstracciones generales que existen en nuestra mente. Pero si nuestros conceptos no son reales, si no responden al sistema social y cultural concreto en el que viven los seres huma­nos, no nos sirven para un estudio científico. El objeto de estudio de la sociología existe efectivamente en el orden real, pero la función del sociólogo, en cuanto científico de lo social, no consiste en evaluar la realidad concreta de los fenómenos sociales. Los acepta como datos de hecho, dejando para los filósofos los problemas fundamentales de su existencia y esencia.

Lo que queremos decir es que la conducta humana tiene muchas dimensiones y que los seres humanos pueden estudiarse desde mu­chos puntos de vista. El físico no es un sociólogo, ni tampoco lo son el dentista, o el psiquiatra, o el abogado, aunque para cada uno de estos especialistas pueda ser útil una base de conocimiento socio-

20 ¿Qué es sociología?

lógico. Lo que aquí tratamos de hacer consiste en abstraer la di­mensión social de la conducta humana y centrar en ella nuestra atención.

Este problema de la realidad de lo social es de gran importancia para quien comienza el estudio de la sociología. Fácilmente pueden ofuscarle ciertos aportes de la literatura sociológica que van mucho más allá del campo de la sociología. Esto sucede con ciertos estu­dios pseudometafísicos y especulativos que niegan la existencia de las normas objetivas de comportamiento y particularmente la de los va­lores sociales.

Este problema de la realidad de lo social está relacionado con las numerosas imágenes que en forma de «analogías» se han empleado para describir y explicar la vida social. Se lee, por ejemplo, que la sociedad y la cultura constituyen un «organismo» o «superorganismo» que tiene sus fases regulares de nacimiento, crecimiento y decadencia. Se dan explicaciones mecanicistas con «energías» y «fuerzas», como si los hombres en sus relaciones humanas fueran otras tantas piezas de una gigantesca máquina denominada sociedad. Existen explicaciones psicológicas que parten de la premisa de que una especie de con­ciencia colectiva es el hecho central de la vida social.

Una analogía es una comparación entre dos objetos que son en parte semejantes y en parte diferentes. Si las semejanzas sólo se des­tacan para ilustrar las cosas con más claridad, resultan relativamente inofensivas, pero la terminología de la ciencia social ha alcanzado ya tal grado de desarrollo, que estas analogías no tienen por lo re­gular la menor utilidad. Las explicaciones biológicas, mecánicas y psicológicas de la sociedad y de la cultura son erróneas en sí mismas. Es un hecho objetivo que la realidad social no se puede reducir a términos de biología, de física o de psicología. Pero esto no quiere decir que los fenómenos sociales existan en el vacío y que estén com­pletamente divorciados de los otros aspectos de la realidad.

Distinción entre la sociología y las otras disciplinas.

La sociología ha logrado su madurez como ciencia no sólo porque con la investigación y la teoría ha descubierto y ordenado los hechos de la vida social. En este proceso de elevación a un rango científico la sociología se ha depurado también gradualmente de sus interpre­taciones «analógicas». Sin salirse de su campo científico, el sociólogo ha aprendido del filósofo los hechos básicos de la analogía del ser.

Distinción entre la sociología y las otras disciplinas 21

Igualmente aprende de otras disciplinas ciertos prerrequisitos del cono­cimiento que lo guardan de interpretar mal la auténtica materia de la sociología. Éstos se pueden designar como requisitos «extra», pues están fuera del campo de la sociología y sólo son preliminares.

La distinción que existe entre la sociología y las otras disciplinas académicas se apreciará mejor con unos ejemplos. El estudiante de sociología, por ejemplo, ha de aprender del biólogo los hechos de la herencia. No cabe duda de que la herencia fisiológica influye en di­versos aspectos del comportamiento qultural. Igualmente es un hecho el influjo que sobre las pautas de comportamiento ejerce el ambiente físico, con el clima, el suelo y los otros aspectos geográficos. El soció­logo se dirige al geógrafo en busca de la necesaria información sobre los hechos de esta ciencia. Las disposiciones psíquicas humanas in­fluyen en el comportamiento social. El campo de la psicología indi­vidual difiere totalmente de la sociología, pero le suministra impor­tantes y fundamentales enseñanzas al sociólogo. Lo mismo se puede decir de la ética y de la moral, cuyos especialistas han desarrollado importantes principios y conceptos.

Toda persona instruida debiera tener un mínimum de conoci­mientos en estas variadas disciplinas académicas. Nadie puede ser exclusivamente un «puro» sociólogo. Una especialización adecuada en cualquier campo del conocimiento requiere una vasta cultura general. La de ser un científico, circunscrito a una determinada esfera del conocimiento, es sólo una de las múltiples funciones que el sociólogo, como ser humano, desempeña en la sociedad. La sociología es una ciencia claramente definible, un campo en el que el estudiante puede lograr un conocimiento especializado, pero esta especialización no debe fomentarse a expensas de una formación más general.

Las otras disciplinas le proporcionan importantes conocimientos que el sociólogo debe aceptar como si fueran postulados. Los datos ofrecidos por la filosofía, la biología, la geografía, la psicología y la ética, los ha de aceptar el sociólogo como cosa examinada y probada en los respectivos campos. Estos hechos son postulados para el so­ciólogo, no para los expertos en cada una de las materias respectivas. El concepto enciclopédico de la sociología, que lo abarcaba todo, hace tiempo que ha sido ya abandonado. El especialista en las ciencias sociales no se dedica a investigar y probar que el hombre tiene ca­pacidad de gobernarse a sí mismo, que existen valores morales obje­tivos, o que es diferente bajo muchos aspectos la estructura fisiológica de las distintas personas. El que estudie la sociedad debe conocer estas cosas, pero no ha de esperar que se las enseñe el sociólogo.

22 ¿Qué es sociología?

¿Hay algo constante?

El estudiante de sociología al principio se ve con frecuencia des­concertado por la amplia información que recibe sobre la variedad de pautas de comportamiento en las diferentes sociedades. Oye y lee tanto sobre las variedades en las costumbres sociales, que se pre­gunta si realmente existirán uniformidades. Según vayamos progre­sando en el estudio de la sociología veremos que existen algunos elementos constantes en toda sociedad y en toda cultura. De hecho, los llamados principios de sociología, que forman el contenido de este libro, son los elementos constantes y universales. Basta leer los títulos de los capítulos para ver cuáles son éstos.

El que se dedica al estudio de la sociedad debe aprender a dis­tinguir entre las semejanzas constantes y las diferencias variables. En toda cultura deben estar presentes las instituciones básicas, y toda sociedad debe contar con los correspondientes grupos básicos en los que las personas actúan conjuntamente en busca de los fines sociales. Se puede decir que la presencia de tales uniformidades forma parte de la naturaleza de la vida social. Dichos grupos e instituciones funda­mentales — familiares, educativos, recreativos, económicos, religiosos y políticos— se hallan dondequiera que el hombre vive en vida social organizada. Los componentes de estas instituciones y grupos, tal como se describen en este libro, están también necesariamente presentes en todas partes.

El investigador de la sociedad no debe buscar con tanto empe­ño las semejanzas esenciales de comportamiento que llegue a confundir­las con las que son meramente accidentales. Las elecciones en Polonia y en Inglaterra, por ejemplo, son grosso modo lo mismo en su apa­riencia exterior, pero es completamente distinto su significado social. Tampoco debe dejarse engañar por ciertas diferencias accidentales. El hecho de que el norteamericano salude por la calle sin ninguna ceremonia, mientras que el japonés se inclina ante las personas con quienes se encuentra, no quiere decir que el americano carezca de cortesía. El hecho de que en una sociedad estén prohibidas las be­bidas alcohólicas y en otra sociedad se sirva el vino en cada comida, no significa que un pueblo sea mejor que el otro.

Debemos aceptar por igual la uniformidad y la variabilidad, la permanencia y el cambio. Las múltiples variaciones de las constantes sociológicas en los diferentes lugares y en los distintos pueblos indican sencillamente que la sociedad y la cultura son extraordinariamente

¿Existen valores? 23

flexibles. En una sociedad reciben los niños toda su educación formal de sus padres y de sus tíos. En otra se envía a los niños en grupo a una persona especializada en la educación. La rutina diaria del árabe que riega sus palmeras en el Sahara parece muy diferente de la actividad del esquimal que caza focas en Alaska.

Lo importante es que las instituciones educativas y económicas existen en todas las culturas. En todas las sociedades existen las mis­mas necesidades sociales básicas, aunque la manera de satisfacerlas difiera notablemente.

¿Existen valores?

Este problema de constantes y de variables está estrechamente relacionado con la relatividad de los valores. Si hay tanta variedad a través del mundo y si la gente satisface sus necesidades en formas tan diferentes, ¿habrá algo que tenga valor permanente en la vida social? El estudiante es una persona con responsabilidad moral y, en cierto sentido, un ciudadano del mundo. Es responsable de su propio comportamiento y, naturalmente, le afectan el bien y el mal de toda la sociedad. Evidentemente esto es una cuestión de conciencia, de ética y de moral; el estudio científico de la sociología la plantea a menudo, pero no puede satisfacerla.

Desde un punto de vista,científico, la sociología no está encuadrada en ningún sistema particular de moral. La ciencia social en sí misma no puede ser democrática ni totalitaria, no puede ser cristiana ni mu­sulmana. El sociólogo, como científico, se esfuerza en evitar todo juicio moral sobre las culturas y las sociedades que estudia y analiza. Observa que los sistemas de valores difieren de una sociedad a otra y hasta de un grupo a otro dentro de la misma sociedad. Si dice que un sistema es tan «bueno» como otro o que algunos son «peores» que otros, formula un juicio de valor que brota de su función moral más bien que de su función científica.

Los valores sociales son esos elementos que los miembros de la sociedad consideran como muy importantes y dignos de estima y con­forme a los cuales ajustan su conducta. Probablemente nadie que esté estudiando la sociedad podrá ser completamente imparcial en su acti­tud frente a los valores sociales. Sería, por ejemplo, una puerilidad suponer que un sociólogo no reconoce la diferencia moral entre una pandilla de criminales y una asociación piadosa. Probablemente no habrá sociólogo que pueda expurgar de sus lecciones y escritos los

24 ¿Qué es sociología?

valores que él admite personalmente. Los mismos adjetivos que usa revelan que capta la diferencia moral entre un sistema «opresivo» de trabajo de los niños y un sistema «libre» de relaciones en la orga­nización del trabajo.

Esto quiere decir que incluso el puro científico, como debe serlo todo sociólogo, no puede divorciarse completamente de la cultura en que él mismo se halla envuelto. Sus propios valores personales reflejan en cierto modo los valores sociales de la cultura que ha hecho de él un miembro social. Es importante que quien comienza a estudiar sociología caiga en la cuenta de este hecho a la vez que se esfuerza por ser imparcial y objetivo. Nos ocuparemos más detalladamente de esto cuando tratemos del etnocentrismo, que es la tendencia a en­juiciar a otros grupos conforme a las normas y valores admitidos en nuestro propio grupo. Es parte de la misma naturaleza de la vida personal y social el tener valores y obrar conforme a ellos y precisa­mente este hecho le impide con frecuencia al sociólogo comprender y analizar las diferentes clases de sistemas de valores.

Los valores sociales son las normas o el criterio conforme al cual ordenan su comportamiento los miembros de una sociedad. Entre las familias conservadoras francesas, por ejemplo, la única manera «co­rrecta» de contraer matrimonio consiste en conformarse a los deseos de los padres. Por el contrario, en los Estados Unidos, muchos jó­venes creen que la única manera «correcta» de contraer matrimonio consiste en seguir el mutuo amor romántico. El mismo sociólogo, que está bajo el influjo de los valores de su sociedad mucho antes de ser hombre de ciencia, no es tan imparcial como él quisiera. Aun su comportamiento más científico supone dos juicios de valor: a) la in­vestigación científica es una actividad valiosa; b) el hombre en socie­dad es el objeto propio de tal investigación. El sociólogo que haya crecido en una sociedad que deteste el canibalismo y proteja a los niños tenderá a reflejar sus actitudes al escribir sobre una sociedad que practique el canibalismo y el infanticidio.

El problema de la fundamentación última de los valores desborda los límites de la sociología. La cuestión sobre la existencia de un cuerpo de principios de valor objetivos e irreducibles no forma parte de su estudio. En la vida social de hoy se observa en todas partes una relatividad de los valores sociales; lo que es muy valioso para una sociedad, otra lo estima sin valor y hasta perjudicial. Esto lo admite sin dificultad el sociólogo. Él estudia el hecho social de la existencia de los valores, los analiza e interpreta. Es un estudio absorbente: comprender cómo se originan y se desarrollan estos valores, qué fun-

La sociología, materia de estudio difícil 25

ción desempeñan, qué efecto producen en la sociedad, hasta qué punto influyen en la vida de la gente. Para franquear este límite y dar un juicio sobre su validez definitiva e inmutable, se requiere la ayuda de los expertos en ética.

La sociología, materia de estudio difícil.

Acostumbrados a las facilidades mecánicas de nuestra moderna generación, tendemos a olvidar los enormes problemas que hubo que resolver para hacerlas posibles. Es cosa sumamente sencilla dar vuelta al botón de un aparato de radio o de televisión, de un dispositivo de aire acondicionado o de una nevera, marcar un número de teléfono o subir las pasarelas de un avión. La sencillez de estas acciones obtiene los mismos efectos, percatémonos o no del complejo sistema de co­nocimientos técnicos y de medios de producción que ha hecho que la acción sea tan sencilla para nosotros.

De la misma manera son muy pocos los que se dan cuenta de los factores y elementos que hacen posible un sistema viable de cultura social. El estudiante, lo mismo que Cualquier otra persona, ha estado haciendo estas cosas toda su vida; ha seguido pautas de conducta, ha admitido valores sociales, ha vivido en grupos sin prestar gran atención a estos hechos. Se sorprende al enterarse de que la socio­logía es uno de los estudios más difíciles que puede abordar el espí­ritu humano. Esta dificultad proviene de tres hechos principales: a) la complejidad de la materia objeto de la psicología; b) la actuación de múltiples causalidades en la sociedad y en la cultura; c) la variabi­lidad e inestabilidad de las soluciones de los problemas sociales.

a) La complejidad de la sociología. El principiante no suele per­catarse de cuan sumamente complejas son la sociedad y la cultura, incluso en las llamadas formas sencillas o primitivas de vida asociada. Las pautas de comportamiento se han heredado de generaciones pre­cedentes, y el individuo se acostumbra gradualmente a ellas sin ana­lizarlas ni compararlas con las pautas culturales aceptadas por otras sociedades. Sólo cuando comienza a estudiar las variaciones y las com­binaciones de pensamiento y de acción social que son posibles a los seres humanos, cae en la cuenta de su variabilidad y complejidad.

El análisis sociológico es difícil por ser tantos los elementos de la situación social a que hay que atender simultáneamente. Ni siquiera se puede comprender, por ejemplo, el concepto tan frecuentemente empleado de «institución social» si no se tiene bien en cuenta que una

26 ¿Qué es sociología?

institución es una intrincada red de pautas de pensamiento y conducta diferentes pero coordinadas, que a su vez van dirigidas a fines sociales y están regidas por valores sociales. Hay además interferencias entre las diferentes instituciones de una cultura y es difícil comprender una institución como la educativa o la familiar sin tener también algún conocimiento de las otras instituciones principales de la cultura.

Otro ejemplo que hace al caso es la imbricación de los distintos roles sociales de las diferentes personas en una misma situación social. El rol de hija no se desempeña en el vacío. Los modos de proceder y de pensar de una hija en una familia están relacionados con las actuaciones de los otros miembros de la misma familia. Hay una reciprocidad de derechos y deberes, de pautas previstas de com­portamiento, entre padre e hijo, entre hermana y hermano. Si bien los roles del uno difieren necesariamente de los del otro, entre todos ellos hay una necesaria correlación. Asimismo la persona social indi­vidual es un complejo de múltiples roles sociales. Cada rol difiere algo según el grupo social y la situación en que se desempeña, pero la persona sigue siendo siempre un individuo humano integrado.

b) Causalidad social múltiple. El mismo problema de la multifor-midad y complejidad se le presenta al sociólogo en relación con los medios y los fines, es decir, con las razones por las que se hacen las cosas y con los modos de hacerlas. Para quienquiera se dedique dili­gentemente al estudio de la sociedad, es cosa obvia que los hechos sociales no suceden «porque sí». La teoría de que la sociedad y la cultura se desenvuelven en fases regulares y progresivas hace ya tiempo que fue abandonada por los sociólogos. No obstante, persisten todavía algunas teorías deterministas, especialmente entre los profanos en ciencia social. Se presentan con frecuencia bajo la forma de una teoría de causalidad única, es decir, una concepción que atribuye el sistema total de cultura social, o una parte del mismo, a una sola causa uni­versal. En la conversación corriente oímos con frecuencia explicar los fenómenos sociales por una única y soberana causa. Se oye decir, por ejemplo, que el problema de las relaciones raciales en Norteamé­rica se debe a la inmoralidad de los negros. O que el clima hace que los estados del Sur sean conservadores en política. O que la automa­tización ha causado la secularización de nuestra cultura. O que Wall Street es responsable de las depresiones económicas. O que una conspiración comunista está subyacente en la agitación estudiantil. Es casi inagotable la lista de estas simplistas «explicaciones».

La explicación de las cosas por la causalidad única es probable­mente el error más propagado y pertinaz en el pensamiento social

La sociología, materia de estudio difícil 27

de la gente. Este error parece obedecer a dos razones principales. En primer lugar, la «explicación» simplista es la respuesta más fácil a la compleja cuestión de las relaciones humanas. El pensador perezoso capta la que a él le parece la respuesta obvia. En segundo lugar, la gente carece con frecuencia de conocimientos científicos acerca de la sociedad y de la cultura. Esta ignorancia va a veces acompañada de arrogancia y prejuicios. El estudio de la sociología es un antídoto importante para la ignorancia y la presunción a la vez.

Casi todos los asuntos de relaciones humanas, desde una cuestión sencilla como puede ser el cuidado de los niños hasta las decisiones más serias del presidente de una corporación, tienen como funda­mento toda una serie de factores conexos. La gente no actúa sim­plemente «por instinto»; no improvisa una decisión sin disponer de una cantidad apreciable de experiencia social y cultural preliminar. Incluso la teoría de que los grandes hombres causan el cambio his­tórico se ha visto matizada por la constatación de que los mismos líderes son producto de su cultura y por tanto tan sólo pueden operar en los límites de su ambiente sociocultural.

c) La inestabilidad de las soluciones sociales. Además de la com­plejidad y la múltiple causalidad de los fenómenos sociales, existe tam­bién la dificultad de los cambios en la sociedad y en la cultura. El cambio es un hecho social siempre presente dondequiera que viven juntos seres humanos, que además se complica por lo variable que es tanto en su intensidad como en su dirección. Aun las sociedades tra­dicionales y conservadoras que parecen ser casi estáticas, están cons­tantemente sujetas a adaptaciones y variaciones. En este sentido el cambio social es en sí mismo una de las constantes sociológicas y más adelante lo estudiaremos con mayor detalle.

El fenómeno del cambio presenta un interminable desafío al so­ciólogo. A diferencia del geólogo, que puede demostrar con fija evi­dencia los estratos sucesivos de la corteza terrestre, el sociólogo descubre que la sociedad contemporánea no permanece «fija». Los demógrafos aprendieron ya esta lección al predecir las curvas de po­blación. Los llamados «futuristas» descansan sobre terreno seguro al predecir el estado de la tecnología a finales de siglo, pero sólo vaga­mente pueden especular sobre qué cambios socioculturales resultarán del impacto del incremento en la tecnología.

El hecho del cambio no desmiente la presencia de estructuras y orden en la sociedad, pero hace más difícil todo el estudio de los problemas sociales. Hay muchas causas que influyen para producir este cambio, la más importante de las cuales parece ser la capacidad

28 ¿Qué es sociología?

de selección y de decisión que posee el hombre. Una «sociedad libre» es una sociedad más 'dinámica porque la persona social individual tiene mayor margen de iniciativa en sus pautas de comportamiento social. El viejo problema filosófico de la unidad y la diversidad en el mundo está aquí presente en la moderna forma científica de co­ordinación entre funciones y estructuras sociales.

La sociología no es reforma social, pero los principios esenciales de la sociología son prerrequisitos para cualquier solución de los pro­blemas sociales. Naturalmente, es de desear que se hallen «soluciones» para los problemas de la sociedad y que se establezcan ciertos prin­cipios universales de vida social. Pero en las situaciones concretas de la vida social hallamos siempre ciertos individuos y grupos que se desvían, que no pueden «encerrarse» en nuestras cuadriculadas cate­gorías y que no actúan conforme a los principios descubiertos por la ciencia social. No existen causas únicas de los fenómenos sociales, ni soluciones permanentes para los problemas sociales; y ésta es la razón por la que los proyectos artificiales de las utopías de la sociedad tienen tan poco interés para el sociólogo.

Política social e investigación sociológica.

Un estudiante puede dedicarse a la sociología tan sólo por la ciencia en sí misma, porque desea conocer mejor los problemas de la sociedad y de la cultura. Puede además dedicarse al conocimiento de la vida social porque este conocimiento enriquece su espíritu, le da una comprensión más penetrante de su pueblo y le facilita una objeti­vidad más satisfactoria en su modo de juzgar a los demás. Es un hecho indudable que en estas últimas décadas la investigación de los soció­logos ha acumulado un enorme acervo de conocimientos. El estudiante moderno puede fiarse de la validez de esa información sociológica sin verse ya obligado a escoger entre un cúmulo de puras especulaciones.

Pero el estudiante es también una persona moral y un ciudadano, es actor encargado de los variados papeles sociales que su sociedad le impone. En este sentido no le satisface el mero conocimiento. Como persona inteligente e interesada busca probablemente la aplicación de los conocimientos sociológicos a las situaciones sociales en que él mismo vive. Esta trasposición no la puede hacer ningún libro ni ningún profesor, sino sólo el estudiante mismo. Una persona puede estar muy versada en sociología y al mismo tiempo tener un compor­tamiento social aberrante, de la misma manera que un hombre con

¿Para qué estudiar sociología? 29

profundos conocimientos teológicos puede ser a la vez un gran pe­cador, o un experto economista puede derrochar locamente su dinero.

Se puede decir en general que el estudio y la investigación se orien­tan casi siempre en definitiva a «hacer mejor las cosas». En un curso introductorio de sociología se debe insistir en el conocimiento de los hechos que ha puesto de relieve el largo trabajo de investigación lle­vado a cabo por los sociólogos. Éste es el aspecto científico de cual­quier estudio: obtener un cuerpo de conocimientos exactos y umver­salmente verdaderos que se puedan estudiar en forma sistemática y sobre los que se posea un alto grado de certeza. El aspecto humano y personal de todo estudio es hacer que éste sea útil y fructuoso. El estudio sociológico ayuda al individuo y a la sociedad a conseguir mejores relaciones sociales.

Un proyecto de mejoras sociales es prácticamente imposible sin el conocimiento científico que da la sociología.. El término «reforma social» ha quedado un tanto «pasado de moda» por sus aparentes resonancias moralistas. Hoy día se usa más bien su sinónimo «polí­tica social». Sea cual fuere el término empleado, el hecho es que el administrar y el planear son elementos esenciales en una vida social organizada.

La política social supone, pues, la aplicación inteligente de la cien­cia sociológica. Mucha de la planificación social del pasado se hizo a base de agudas conjeturas y tanteos. Toda familia, escuela e iglesia, todo club, empresa y ayuntamiento hace sus planes para el futuro, trata de resolver sus problemas, administra su personal, delimita y se esfuerza por conseguir su propia finalidad social. Todo esto no es más que política social, y es mucho más inteligente y productivo rea­lizar estas funciones basados sobre un conocimiento exacto y legítimo proporcionado por la sociología que a base de ensayos a la buena de Dios, con aciertos y errores.

¿Para qué estudiar sociología?

Damos por supuesto que la mayoría de los lectores de este libro son estudiantes universitarios. Lo que acabamos de decir acerca de la investigación sociológica y la política social responde a la pregunta sobre la importancia del estudio de la sociología. Son relativamente pocos los estudiantes que llegan a ser sociólogos de profesión; pero todos los estudiantes viven en la sociedad y cada vez se hallan más implicados en diversas funciones sociales una vez que terminan su

30 ¿Qué es sociología?

formación académica. Cuanto más influyente haya de ser una persona después de sus años de estudios, tanto más útiles e importantes serán para ella los estudios sociológicos.

La mayoría de estudiantes universitarios conocen a sociólogos como profesores, y, como es de suponer, cuatro de cada cinco sociólogos se dedican profesionalmente a la enseñanza. Pero incluso éstos tienden a volverse especialistas en la investigación y en la asesoría. Estudian la conducta humana en el gobierno, la industria, la enseñanza, las parroquias y los barrios. Se dedican a los problemas sociales de la pobreza, la discriminación, la afición a las drogas, y otras formas de delincuencia. En una sociedad cada vez más compleja y cargada de problemas la profesión sociológica continúa atrayendo nuevos miem­bros e incrementando su prestigio y utilidad. La necesidad de soció­logos profesionales bien preparados es imperiosa en la sociedad norte­americana.

Todos tenemos que vivir siempre en sociedad, asociados con los demás y desempeñando funciones sociales, y es evidente que los es­tudios sociológicos son una ayuda básica en cualquier carrera y pro­fesión. La abogacía, el periodismo, la enseñanza, el comercio, la ad­ministración de empresas, la predicación, la política y cualquier otra ocupación en la que se tenga que «tratar con personas», exige un conocimiento nada vulgar de las relaciones humanas en la sociedad. Incluso la actuación en la familia, en la vecindad, en la comunidad es más inteligente y se realiza con más éxito si está basada en un co­nocimiento científico de la sociología.

No le corresponde al sociólogo discutir si es el conocimiento o la bondad el elemento más importante en el funcionamiento de una «buena sociedad». Es de suponer que toda persona consciente de su responsabilidad se interesa por un «mundo mejor», pero en último análisis las mejoras sociales no se consiguen sencillamente con sólo quererlas, ni con buenas intenciones y ni siquiera con la práctica cons­tante de la virtud social. Hay una gran diferencia entre la virtud pa­siva y la virtud activa, entre aceptar los cambios sin reflexionar y promover inteligentemente los cambios.

Las personas de elevado nivel ético son elementos muy deseables en toda sociedad, pero si ignoran el análisis técnico de los papeles sociales y de las instituciones, de los procesos y de las funciones, proba­blemente contribuirán muy poco a un inteligente progreso social. Un conocimiento seguro de los fenómenos sociales es un prerrequisito esencial y básico para una sociedad mejor, y esto es lo que ha de ofrecer un libro de texto de sociología.

Bibliografía 31

BIBLIOGRAFÍA

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Parte primera

PERSONA Y SOCIEDAD

El enfoque conceptual dado a este estudio introductorio de la socio­logía parte de la idea de que las personas sociales forman la unidad de la sociedad y las pautas de comportamiento la unidad de la cultura. En esta primera parte empezamos por la unidad más elemental, la per­sona, y, pasando por las diversas formas en que está asociada con los otros, llegamos a la sociedad total.

Analizamos en primer lugar la persona social y el proceso de so­cialización de la misma (i), luego la posición social de la persona y la manera como alcanza esta posición en la sociedad (n), después las diversas maneras como se sitúan, las personas en categorías y conglo­merados sociales (ni), en grupos y asociaciones (iv) y en comunida­des (v). El último capítulo de esta parte trata de la sociedad como un todo (vi).

I

LA PERSONA SOCIAL

Parece lógico, al inaugurar un nuevo campo de estudio, el empezar por la unidad más pequeña y a partir de ella ir ampliando el campo. Sugieren algunos sociólogos que la unidad más pequeña del sistema sociocultural global es el acto social, es decir, la interacción, o rela­ción, o proceso, entre dos personas, entre una persona y un grupo, o entre dos o más grupos. Otros sociólogos prefieren conceptualizar el sistema global de la interacción humana a partir de su composición en tres amplios sectores. En cada uno de tales enfoques la cuestión central es la conducta social de los seres humanos.

Por tanto, el punto de partida de la sociología debiera ser la persona social —no el individuo aislado, sino la persona en sus rela­ciones humanas con los demás—. Luego será científicamente esencial el obtener una clara comprensión de la persona social, de su natura­leza, sus potencialidades y talentos. La imagen global del orden social, o del sistema sociocultural, podría deformarse si la imagen del hombre de que partimos fuera vaga o también deformada.

La unidad física irreducible de las categorías, conglomerados, gru­pos sociales y sociedades es el hombre — el ser humano, el individuo humanó, la persona. Todos estos términos son sinónimos y en este libro los usamos indistintamente. Se oye hablar a veces de la «conducta social» análoga de las hormigas, abejas, gallinas y de los primates. Por muy curiosos e interesantes que sean, al sociólogo no le interesan los niveles infrahumanos de vida, los instintos gregarios, o la vida en horda, o los brutos. No cabe duda de que el hombre es el único «animal social» que aquí estamos estudiando, y su comportamiento social no es simplemente una serie de reacciones instintivas y prede­terminadas ante los estímulos ambientales.

36 I. La persona social

Definición de la persona.

El ser humano se reconoce como distinto de los seres infrahumanos y no humanos por su capacidad de pensar en términos abstractos, de elegir y de tomar decisiones. Puede evocar el pasado, y reflexionar sobre sus propias acciones y reacciones, y sobre el sentido de la con­ducta ajena y de la propia. Puede hacer proyectos y formular planes para el futuro. No podemos llamar homo sapiens a ninguna otra especie. Es responsable de su propio comportamiento y puede adquirir un sentido de responsabilidad para con los demás. Será por tanto homo sapiens, aunque no siempre obre cuerdamente, y también homo socius, aunque a veces adolezca de sociabilidad.

La sociedad y la cultura carecen científicamente de sentido si no se hace referencia a estas facultades y aptitudes del ser humano. Des­de luego, la experiencia y la observación personal enseñan que no todas las personas son igualmente sociales ni tienen igual inteligencia y voluntad. Ni todos hacen el mejor uso posible de su inteligencia y demás cualidades. Algunos, como los imbéciles e idiotas, no pueden nunca desarrollar estas cualidades humanas. Otros se convierten en vagabundos, criminales o en otras clases de tipos asocíales. Sin embargo, en todos estos individuos existe la posibilidad de un comportamiento social normal, uniformado, por lo cual todos ellos son también personas.

El ser humano es una unidad física, individual, distinta e identi-ficablemente separada de todos los demás seres humanos y no huma­nos, animados o inanimados. Por otra parte, esta «unidad» de la per­sona humana no quiere decir que sólo se la pueda estudiar desde un único punto de vista. La persona tiene diversos «aspectos» o facetas. Es un ser singular e independiente, pero también compuesto y complejo.

La persona humana, como unidad fisiológica, es objeto de estudio de la biología, de la anatomía, de la bioquímica, de la patología y de otras ciencias. Como unidad moral, puede obrar bien o mal, y en este sentido es objeto de estudio de la ética, de la moral, de la teo­logía, del derecho y de otras disciplinas. Como unidad psicológica es estudiada por psiquiatras, psicólogos y psicoanalistas. Esta variedad de aspectos no significa que haya diferentes clases de personas ni que la misma persona se pueda dividir en compartimientos separados. El ser humano estudiado en todos estos diferentes aspectos es la misma per­sona que estudia el sociólogo, pero en un aspecto diferente.

La persona social 37

La persona social.

Todos los seres humanos, en cuanto se distinguen de los animales, son personas sociales. Los términos «racional» y «social» no son si­nónimos, pero una de estas cualidades no existe sin la otra. El mero hecho de decir que un individuo es una persona racional implica nece­sariamente que es una persona social. Éstas son características exclu­sivas de las personas. Cuando decimos que los animales irracionales aprenden o que son sociales, hablamos sólo por analogía.

Cuando el sociólogo dice que las personas son sociales, no quiere decir que sean sociales, agradables, corteses, cultas y refinadas. No se refiere sólo a los «eventos» y personas de que se habla en los «ecos de sociedad» de los periódicos. Limitar las palabras «social» y «so­ciedad» a las actividades recreativas o a las virtudes de afabilidad y hospitalidad, es una restricción de su significado pleno.

El término «social» deriva del latín socius, que significa compañero o asociado. La potencialidad para ser un socius y para aprender a obrar como tal es innata en el hombre, y se la llama a veces «socia-lidad». La persona es social en el sentido de que no sólo tiene tenden­cia a relacionarse con otras, sino también necesidad de relaciones humanas. Así pues, la ciencia social estudia a las personas únicamente en este aspecto. El investigador de la sociedad se interesa por las formas en que las personas se relacionan con otras personas. El hecho de que la persona es una unidad sociológica, que puede estudiarse y se estudia sólo en este aspecto, debe tenerse presente como punto cen­tral de referencia en la lectura de este libro.

¿Qué es lo que determina la manera de actuar de la gente? ¿Por qué se encuentran algunas regiones altamente desarrolladas míen-tras que otras sufren del subdesarrollo? ¿Por qué perduran tribus primi­tivas en un mundo tan civilizado? Una de las respuestas erróneas y precipitadas a estas preguntas ha sido el factor de la herencia bioló­gica. Ésta es la explicación que proponen los racistas, que mantienen que algunas gentes son naturalmente superiores y otras inferiores con respecto a sus capacidades tanto mentales como físicas. No cabe duda de que existe suficiente información científica para mostrar que los individuos difieren sensiblemente por el tipo físico heredado de sus padres y que tal diferencia afecta a la manera de obrar en la socie­dad. No disponemos de conocimientos seguros, sin embargo para probar que las razas o los grupos étnicos y nacionales son biológica­mente superiores o inferiores de manera innata.

38 I. La persona social

Otra explicación popular reside en la geografía. Esta explicación sugiere que el carácter social de la gente resulta del clima en que vive, de modo que en las áreas meridionales los individuos son menos pro­gresivos que en las septentrionales. Se supone una diferencia en la personalidad de la gente que habita las montañas en comparación con la que vive en las llanuras o en la costa. Lo mejor que aquí puede afirmarse es que el entorno físico presenta un mayor desafío a ciertos pueblos más que a otros. No cabe duda de que es difícil desarrollar una vida social normal y progresiva en las junglas del África, los altos montes de América del Sur, o los desiertos helados del Círculo Ártico. Éstas son influencias moderadas sobre la sociedad y la cultura, inclu­so a pesar de que el hombre moderno ha obtenido considerable éxito en su adaptación a las fuerzas naturales y en el dominio de ellas.

La tercera explicación, la del ambiente cultural, presenta el sen­tido más científico y razonable. Tal explicación afirma que el contacto entre distintas culturas tiende a desarrollar más rápidamente a la gen­te que el relativo aislamiento social. No se trata sólo del factor demográ­fico, medido a través del tamaño de la población. Un área sobrepoblada con respecto a sus fuentes de riqueza puede hallarse tan desaventajada como un área de gente socialmente aislada. Parece importante histórica­mente el hecho de que las primeras civilizaciones se desarrollaran a lo largo de las costas mediterráneas, donde era posible la comunicación entre distintas culturas. Trataremos más adelante de la importancia del ambiente cultural.

Naturaleza y crianza.

Es evidente que hay una gran diferencia entre una persona de treinta días y otra persona de treinta años. Aun prescindiendo total­mente del cambio físico, moral e intelectual, la persona mayor es sociológicamente diferente. Sabe cómo desenvolverse en su círculo y en la sociedad; sabe cómo debe comportarse en las relaciones con otras personas. ¿A qué atribuimos el desarrollo de estas aptitudes?

La mayoría de los sociólogos hablan de la naturaleza original como del «material bruto» con que por el nacimiento viene provista una persona tanto en acto como en potencia. La especulación que fre­cuentemente se hace acerca de la contribución que aporta esta natura­leza originaria al desarrollo de la persona social madura, por ser en la mayoría de los casos una mera especulación, no aporta ningún dato científico. La dificultad científica reside en el hecho de que no se puede

Criatura y creador 39

estudiar adecuadamente a la «persona natural» totalmente exenta del influjo de factores sociales.

El término «crianza», en su sentido más general, se refiere a to­dos los influjos exteriores que afectan a la persona individual. Puede comprender elementos materiales y físicos, pero para el sociólogo se refiere más específicamente a los factores sociales y culturales que ayudan al individuo a desarrollar sus potencialidades sociales «origi­narias» y naturales. Nosotros estudiamos al individuo ya presente en la sociedad, ya sea un niño relativamente inerme o un adulto más o menos autosuficiente.

Parecen bastante fútiles las discusiones sobre si es la naturaleza o la crianza el factor más importante en la socialización del indivi­duo. Sin duda alguna una criatura nace con aptitudes para reaccionar ante las influencias de fuera, pero el estudio de estas aptitudes en «es­tado bruto» corresponde a los fisiólogos y psicólogos más que a los sociólogos. Estos últimos se limitan a aceptar los «hechos» y a estu­diarlos ; ahora bien, los hechos son aquí la disposición y las aptitudes de las personas para reaccionar ante los influjos exteriores. La con­clusión científicamente más segura es que ambas, la naturaleza y la crianza, contribuyen a la socialización de la persona individual.

Criatura y creador.

Lo que hay que recordar como punto importante es que la persona responde y reacciona. En otras palabras: el individuo humano no es un objeto inerte y rígido, sino flexible y maleable, al que la sociedad modela conforme a sus objetivos. No es un mero muñeco de su cultu­ra, que actúe siempre y exactamente tal como la cultura lo exige. El ser humano, como agente dotado de la capacidad de discernir y de decidir, puede modificar su propio comportamiento y puede influir en la sociedad en que vive. La teoría de los grandes hombres como mo­tores de la historia exagera este punto, y la fe norteamericana en los líderes lo subraya; lo que debe recordarse es que tanto la cultura co­mo la sociedad son obra del hombre. Si los seres humanos no poseye­ran esta aptitud para crear y producir cambios en sus relaciones hu­manas, no existiría cultura en el sentido estricto de la palabra. Tam­poco habría sociedad de personas que actuaran y que se hallaran en interacción.

Es verdad que en muchos aspectos las personas son producto y hechura de su cultura y de su sociedad. La mayor parte de los in-

40 I. La persona social

dividuos sufren la influencia de su ambiente social y cultural más de lo que ellos mismos influyen en él. No sólo estamos socializados, sino que lo estamos de una manera particular. Este hecho se observa en forma dramática en gran número de campesinos que emigran a las ciudades industriales. Se les hace sumamente extraña la manera de ser de la gente de la ciudad y de los obreros industriales y con fre­cuencia experimentan trágicas dificultades en su intento de adaptar su propio comportamiento a las nuevas condiciones culturales.

La razón de esta dificultad reside en el hecho de que la persona nacida en un área rural aislada es una creación cultural muy distinta de la persona que se ha formado bajo el influjo de la gran ciudad indus­trial y comercial. Esto se ha concretado en las caricaturas universales del campesino y el hombre de ciudad. Son todavía mayores las dife­rencias culturales si comparamos a un oriental con un occidental. Un chino se parece más a sus compatriotas chinos que a un americano. La semejanza entre un chino y un americano puede residir en su «na­turaleza originaria», en el hecho de que ambos son personas humanas, con las mismas potencias naturales de inteligencia, voluntad y emoción, recibidas al nacer. Pero sus diferencias de comportamiento se desarro­llan principalmente por razón de la cultura y de la sociedad en medio de las cuales ha crecido cada uno.

Socialización.

La socialización es un proceso de influjo mutuo entre una persona y sus semejantes, un proceso que resulta de aceptar las pautas de com­portamiento social y de adaptarse a ellas. Esto no implica que la per­sona deje de ser un individuo. De la misma manera que no se puede decir que una persona «se hace humana» porque aprende a usar de su inteligencia, así tampoco se puede decir que una persona «se hace social» porque aprende la manera de tratar con otras personas. El ser humano es una persona social desde que comienza a existir, pero a lo largo de su vida está sujeto a continuos cambios y adaptaciones. Este desarrollo se observa no sólo en las distintas etapas entre la in­fancia y la vejez, sino también en personas que cambian de una cultura a otra, o de un status social a otro, o de una ocupación a otra.

La socialización se puede describir desde dos puntos de vista: obje­tivamente, a partir del influjo que la sociedad ejerce en el individuo, y subjetivamente, a partir de la respuesta o reacción del individuo a la sociedad. Objetivamente, la socialización es el proceso por el que

El cuadro social de referencia 41

la sociedad transmite su cultura de generación en generación y adapta al individuo a las formas aceptadas y aprobadas de la vida social or­ganizada. La función de la socialización consiste en desarrollar las habilidades y las disciplinas de que tiene necesidad el individuo, en infundirle las aspiraciones, las valoraciones y el «plan de vida» que posee esa sociedad particular, y especialmente en enseñarle las fun­ciones sociales que deben desempeñar los individuos en la sociedad.

El proceso de socialización está continuamente en acción «fuera» del individuo. Afecta no sólo a los niños y a los inmigrantes cuando éstos entran por primera vez en contacto con una sociedad, sino a to­das las personas dentro de la misma sociedad y a todo lo largo de su vida. Influye en las personas suministrándoles las pautas de com­portamiento que son esenciales para el mantenimiento de la sociedad y de la cultura. Desde el punto de vista de la sociedad, se trata esen­cialmente de un proceso de control social y una manera de ordenar la vida de grupo.

Subjetivamente, la socialización es un proceso que se desarrolla en el individuo mientras éste se va adaptando a la gente que le rodea. La persona adopta los hábitos de la sociedad en que vive. Ya desde la infancia se va adaptando gradualmente a la sociedad. Un inmigran­te se «naturaliza» sociológicamente en la sociedad adoptiva. Debemos recalcar que se trata de un proceso de toda la vida, que en su mayor parte es una especie de conformación subconsciente, y que siempre está individualizado en un tiempo, en un lugar, en una cultura y en una sociedad. Es muy importante observar que una persona no se socializa en una forma casual, universal, resultando algo así como un ciudadano del mundo o sencillamente un miembro de la socie­dad humana. Este proceso convierte a la persona en un inconfundible americano, mejicano, francés, o lo que sea.

El cuadro social de referencia.

Las experiencias acumuladas por el individuo en su sociedad for­man el trasfondo a partir del cual queda sujeto a nuevas experien­cias. Los sociólogos dicen que la cultura se «interioriza», que el indi­viduo la «encarna» de modo que «desde dentro» su conducta sigue siendo influida por ella. La cultura no es algo meramente exterior al individuo. Todo su trasfondo social influye enormemente y sin cesar en las formas de pensar y de comportamiento que adopta la persona en cualquier momento dado.

42 I. La persona social

Las formas de vida que ha aprendido, las ideas que profesa, los valores que atesora, en su origen esto viene en cierto modo del ex­terior. Son los resultados, los productos, los materiales del proceso de socialización. La persona tiende a hacer nuevas experiencias y a inter­pretar los acontecimientos corrientes a la luz de sus experiencias an­teriores. En cierto sentido, tiende a pensar y a obrar conforme al grado de conformidad que ha alcanzado.

El cuadro social de referencia tiene como contenido las experien­cias sociales del individuo. Éstas son los puntos estratégicos desde los cuales mira al mundo; son los puntos de referencia y de comparación en relación con los cuales forma sus opiniones y juicios y en confor­midad con los cuales se comporta, con frecuencia sin reflexión cons­ciente. Éste es el depósito en que la persona encuentra rápidamente los modelos para su comportamiento en las situaciones corrientes y diarias de la vida social. Y es también el depósito en el que va a bus­car las semejanzas con el pasado para afrontar una nueva situación.

Las experiencias de la vida que forman el cuadro social de refe­rencia pueden analizarse esquemáticamente en tres niveles, a) El que es común a todos los seres humanos, los elementos sociológicos que se hallan en todas partes: pautas de comportamiento, relaciones huma­nas, status y rol, instituciones, etc. b) Cada persona, sin embargo, experimenta estas cosas a través de su propia personalidad en una forma que no puede compartir ninguna otra persona, c) La experien­cia se encuentra especificada por la cultura y la sociedad en que ocu­rre. De este modo, el cuadro social de referencia es universal, único, y cultural al mismo tiempo.

Estos tres aspectos de la experiencia social se pueden demostrar con numerosos ejemplos. La amistad y el grupo primario pueden hallarse dondequiera que los seres humanos viven en sociedad; pero cada persona experimenta la amistad en una forma única, que no se reproduce nunca exactamente, en este tiempo y en este lugar, con estas personas particulares. La forma dé demostrar y simbolizar la amistad difiere de una sociedad a otra. En una sociedad, los amigos varones adultos se saludan con un beso eh la mejilla, en otra sociedad con un abrazo y en otra con un apretón de manos.

Aprendizaje social.

El proceso de socialización puede reducirse en definitiva al hecho de que el individuo aprende por el contacto con la sociedad. Este pro-

Aprendizaje social 43

ceso no se refiere a los conocimientos que adquiere un individuo en particular, recibidos también por el contacto con los otros, sino a un común conocimiento compartido por todos, de trascendencia social. Desde el punto de vista de la sociedad, éste es básicamente un proceso de control social que tiene por finalidad el hacer que la persona se sienta confortable en un sistema sociocultural ordenado. La cuestión no está en quién aprende o en cómo aprende, sino que estriba en qué se aprende.

No hace falta extenderse sobre los impulsos biológicos y psicológi­cos característicos de los seres humanos normales, que explican el he­cho de que la gente quiera aprender. Los hombres se ven atraídos por ideas, objetos o situaciones que satisfagan su capacidad de conocer. La interacción entre el que aprende y la cosa aprendida se llama la respuesta, la reacción; es lo que sobreviene cuando la tendencia par­ticular en el individuo está coordinada con el objeto. Sociológicamente, podemos señalar aquí también la importancia de las recompensas y los castigos — aquellas cosas que refuerzan o facilitan la respuesta del indi­viduo en su empeño de aprender.

Esta terminología abstracta puede dar la sensación de que cada faceta del proceso de aprendizaje es una entidad singular, separada. De hecho cada una en concreto es uno de los complejos aspectos del proceso total. Por ejemplo: un muchacho desea aprender a jugar al fútbol para llegar a ser un as en el equipo del colegio. Hay una ten­dencia a aprender: conseguir la gloria y la popularidad local; pero va acompañada de otros deseos: recrearse, disparar energías físicas, demostrar que es resistente. El objetivo que atrae su atención está en la técnica del juego, el sistema de reglas del equipo en el campo y fuera de él, las diferentes y posibles jugadas. La respuesta es su ejer­cicio y su actividad efectiva, que le proporciona el dominio de las formas del juego y de la coordinación con los otros jugadores. La recompensa también puede ser múltiple: ganar efectivamente en el juego, la aprobación del entrenador, el aplauso de los espectadores. Cuando sufre el aspecto negativo, las sanciones o el castigo, puede descubrir que también éstos son factores del proceso de aprendizaje.

Desde el punto de vista sociológico, el proceso de aprendizaje social está afectado por ciertos condicionamientos y ciertas limitacio­nes. Todas tienen que ver con la manera de aprender en relación con otras personas. No nos interesan ahora el pensamiento original ni los descubrimiento, las inducciones o deducciones de teorías ideológicas, ni la investigación experimental realizada en el retiro de un gabinete de estudio o de un laboratorio. El proceso de aprendizaje social es un

44 I. La persona social

proceso que se desenvuelve con la gente y entre la gente, y que por consiguiente implica siempre relaciones sociales.

Los dos procesos sociológicos de aprendizaje más importantes son la imitación y la competición. La imitación es la acción humana por la que uno tiende a reproducir con mayor o menor exactitud el com­portamiento de los demás. Se observa generalmente no sólo en la for­ma como los niños remedan a sus padres, sino también en la forma en que los adolescentes e incluso los adultos ya maduros adoptan las características de las personas a las que aprecian y admiran. Ocurre muchas veces que los especialistas y profesionales ofrecen un «modelo de rol» para la imitación de los jóvenes que piensan dedicarse a lo mismo. Encontramos asimismo no poca imitación social en la concor­dancia en el interior de los grupos de compañeros, al igual que en cualquier tipo de moda, ya sea en la indumentaria, en las casas o en los procedimientos educativos.

La competición es un proceso estimulador en el que dos o más personas rivalizan entre sí en la prosecución del saber. Tiene especial importancia en el aprendizaje social de los niños, pues con frecuen­cia está entrañado en el deseo que tiene el niño de lograr la aproba­ción de los demás. Es muy fuerte también en todo el área del status social, donde la gente acostumbra a intentar «no ser menos que el ve­cino». Parece significativo que el aprendizaje social alcance en las culturas más desarrolladas y flexibles su máxima competitividad. El aprendizaje por competición muestra claramente que la gente tiende a aprender y a configurarse según las formas reconocidas de compor­tamiento en sociedad y a rehuir las formas que se desaprueban.

De estas breves observaciones sobre los subprocesos de imitación, sugestión y competición resulta obvio que los prerrequisitos esencia­les del aprendizaje social son el contacto y la comunicación. Los pocos estudios auténticos acerca de individuos aislados socialmente, de niños a los que se mantuvo alejados de la sociedad, han mostrado que la asociación con otros es una condición esencial del aprendizaje social. El número y la calidad de los contactos y relaciones que tiene una persona a lo largo de su vida son también, hasta cierto punto, la me­dida del grado alcanzado en su socialización.

Obstáculos de la socialización normal.

La socialización normal es un proceso que produce por lo menos el mínimum de conocimientos necesarios a una persona para vivir en

Agentes de socialización 45

su sociedad particular. El término «normal» necesariamente ha de dejarse en cierta indeterminación, pues la sociedad no exige de todos sus miembros exactamente el mismo grado y calidad en la respuesta. De unos se espera más que de otros. Algunos pueden y quieren res­ponder con más prontitud y rapidez que otros. Nadie puede explotar por sí solo todas las potencialidades de su sociedad y de su cultura.

Por muy ambiciosa y brillante que sea una persona, el tiempo y las circunstancias le impiden constantemente realizar más de una fracción de sus propias potencialidades'culturales y sociales. El desarro­llo de una sociedad altamente especializada ha multiplicado el número de posibles actividades y funciones accesibles en general, pero ha dis­minuido el número específicamente accesible para cada individuo. Necesariamente hay que seleccionar entre las numerosas actividades y una vez elegida una hay que concentrar sobre ella todo el esfuerzo. Es raro que una persona realice plenamente todas las funciones que se esperan normalmente de ella, familiares, profesionales, religiosas y otras. Es todavía más raro que realice su potencialidad en más de una pro­fesión. Un buen físico, por ejemplo, no puede al mismo tiempo hacer carrera en música o en ciencias políticas, aunque sí puede tener amplios conocimientos fuera del campo de la física.

Hay otros obstáculos para el pleno desarrollo de la capacidad social del individuo. Una persona puede ser poco inteligente o perezosa, pue­de estar enferma, inválida o afectada de otras desventajas físicas. La estructura social puede restringir las oportunidades individuales de aprender, como cuando una pequeña clase dirigente domina a las grandes masas del pueblo. La cultura misma, con sus creencias, activi­dades y valoraciones, puede impedir el aprendizaje acentuando el lado tradicional y estático. El cuadro físico y geográfico de la sociedad puede imponer tales exigencias a las personas, que éstas necesiten em­plear todas sus energías para la mera supervivencia.

Agentes de socialización.

Se puede decir que la sociedad total es el agente de socialización y que cada persona con quien se entra en contacto es en cierto modo un agente de socialización. Entre la gran sociedad y la persona indi­vidual existen numerosos grupos pequeños, que son los principales agentes de socialización de la persona. El comienzo natural del proceso para cada niño recién nacido es su inmediato grupo familiar, pero éste pronto se amplía con otros varios grupos.

46 I. La persona social

Las influencias preescolares inciden sobre el niño desde diversos puntos. Los pequeños círculos de relaciones en que participa con sus padres, parientes, amigos, niñeras y otros, tienen su importancia para mostrarle cómo ha de ser «un buen niño». Ya en estos primeros años los diversos medios, como la televisión, la radio, los libros de cuentos, comienzan a ofrecerle determinadas pautas de comportamiento. El barrio, la escuela y en ciertos casos la parroquia son importantes agen­tes de socialización para los niños.

Otros medios de socialización tienen diversos y variados efectos en las diferentes fases de la vida de una persona. Como el aprendizaje social es un proceso continuado en todos los niveles de edad, la persona se ve constantemente refrenada en algunos de sus impulsos y estimu­lada en otros. Fracasos y satisfacciones, esfuerzos y readaptaciones, todo con experiencias que ayudan a aprender. La madre que explica las diferentes maneras como sus diversos hijos han atravesado las fases del crecimiento, indirectamente está afirmando que ella misma ha aprendido no poco de estas experiencias.

Todos los grupos y asociaciones de adultos, en los negocios y en las profesiones, en el recreo, en la política y en la religión, influyen continuamente en el cambio y en el desarrollo de la persona social. Los medios modernos de información, como el cine, la televisión, la radio y las grandes revistas ilustradas, influyen en la formación del comportamiento social más de lo que la mayoría se imagina. Los pa­dres y los educadores que se preocupan por el impacto que tales agen­tes causan en los niños ordinariamente no caen en la cuenta de que ellos mismos siguen los ejemplos y las sugerencias y recogen las opiniones y las actitudes que les presentan esos medios. Se están socializando en forma subconsciente.

Individualización.

Ya hemos visto que todo individuo interioriza y personaliza su experiencia social. Esto es lo que queremos decir al hablar de indi­vidualización de la cultura. Las pautas de comportamiento, si se han de observar y apreciar científicamente, han de expresarse por personas concretas en situaciones sociales reales. Pese a la fantasía de los no­velistas, no conocemos realmente qué es un hombre espacial, cómo se comporta y procede con los demás. Esto se debe a que nadie ha inte­riorizado o asimilado interiormente las pautas que corresponden a tal individuo. Igualmente, sólo una persona que haya sido madre puede

La personalidad social 47

satisfacer plenamente todas las exigencias que corresponden a la fun­ción de la maternidad.

La personalidad social no es nunca el reflejo perfecto de la cultura y de la sociedad en que se ha desarrollado. Es físicamente imposible para dos individuos, aunque sean gemelos, tener exactamente las mis­mas experiencias con las mismas personas, al mismo tiempo, en la misma situación, así como responder de la misma manera. No hay pareja o agrupación de individuos que pueda ser siempre del todo idéntica, ni es posible predecir siempre totalmente su comportamiento social. La individualización no es, sin embargo, lo contrario de la socialización. Es sólo un proceso que personaliza las experiencias de cada uno. Esto es sencillamente otra manera de decir que cada uno tiene su personalidad única y variable y que incluso las experiencias y las relaciones sociales originan diferencias entre los individuos que están dentro de un grupo.

Se puede decir con verdad que cada persona es a la vez única y social. Nadie vive en el vacío, y la persona se individualiza por la manera como se adapta a los influjos que se ejercen sobre ella y por su propia interpretación personal de lo que ha aprendido. El sociólogo estudia lo que es social, común, compartido por muchas personas, más bien que lo que es único, peculiar o personal del individuo. Los agen­tes o factores de socialización producen efectos semejantes en gran número de personas, y estas semejanzas compartidas por tantas per­sonas son las que hacen posible el estudio de la sociología.

La personalidad social.

Hemos dicho que la persona se caracteriza por la capacidad de pensar y de tomar decisiones, y que se la puede estudiar desde distintos puntos de vista según lo que se pretenda. El concepto de la persona­lidad social como complejo de variadas funciones sociales es un re­curso de suma utilidad para el sociólogo. El individuo es persona social por su nacimiento, pero su personalidad social se desarrolla cons­tantemente mediante el proceso de socialización. En términos gene­rales la personalidad social incluye todas las formas en que el individuo actúa en relación con otras personas y junto con ellas. En particular se pueden analizar todas estas formas bajo los títulos de los diversos roles sociales que ha desarrollado el individuo y conforme a los cua­les actúa.

Más adelante analizaremos los roles sociales con mayor detalle. Aquí

48 I. La persona social

nos limitaremos a observar que la persona sigue unas formas deter­minadas de comportamiento en cada uno de los principales grupos en que participa. Es el padre en su familia, el presidente de la junta parroquial, el superintendente en su fábrica, un miembro de la aso­ciación de padres y maestros, del club local y del partido republicano. Todo esto es algo más que meras facetas o aspectos de su persona. Cada una de estas cosas le exige que desarrolle una actividad correspondiente a los objetivos del grupo y a su propia participación en él. Si reunimos todos estos papeles y estudiamos su origen, su función y sus relaciones mutuas o su estructura, estudiamos la personalidad social del individuo.

LA SOCIALIZACIÓN AMERICANA Y LA PERSONA SOCIAL

1. Los niños mimados.

Los norteamericanos de la vieja generación y los extranjeros que visitan nuestro país se quedan «horrorizados» al ver el modo como criamos a nues­tros niños. Las personas mayores se quejan a menudo de que los niños se crían sin cortesía ni buenos modales. Los europeos tienen la sensación de que a nuestros niños se los ve y se los oye demasiado, que los padres son unos padrazos, excesivamente indulgentes, y que en cierto modo son los niños los que llevan la voz cantante en el hogar norteamericano. Como consecuencia de esta tendencia a la socialización permisiva, señalan el van­dalismo en los colegios, las huelgas en la universidad, las bandas juveniles en las grandes ciudades, y entre los jóvenes adultos la resistencia al servicio militar, la afición a las drogas y a la vida marginal.

Hay que presuponer que en cualquier sociedad la socialización de los niños tiende a integrarse según las formas de pensar, los fines, las creen­cias, las valoraciones y los ideales de tal sociedad. Esta integración nunca es perfecta, pero ayuda a explicar lo que puede parecer un comportamien­to incongruente e indisciplinado. En cierta medida las pautas de los adultos socializan al niño, pero también las de la infancia influyen en los adultos norteamericanos. La consideración de los siguientes puntos contribuirá a explicar la socialización característica de los niños de Norteamérica.

a) En los Estados Unidos ha sido siempre tradición el tener en gran estima la personalidad individual. Esta estima no se ha limitado a los adul­tos ni a una determinada y transitoria fase de la vida de la persona. Tal respeto y aprecio se extiende incluso hasta los niños más pequeños.

b) Se atiende también especialmente al futuro. A diferencia de muchos otros pueblos más antiguos de Europa y Asia, los norteamericanos prestan poca atención a las tradiciones como normas de conducta. Los niños son «la ola del futuro». En ellos se cifran las ilusiones de muchos padres que no han tenido personalmente éxito.

Los niños mimados 49

c) El relativo aislamiento del grupo conyugal inmediato impide que el niño desarrolle relaciones emotivas difusas con un grupo mayor de parien­tes adultos. El niño halla su seguridad y cariño únicamente en los padres, y no en el ámbito más extenso de los parientes, abuelos, tíos y primos.

d) La inconsecuencia en las normas de conducta tiende a indisciplinar al niño. Esto se observa sobre todo hacia la edad de siete a diez años, cuando el niño pregunta por qué ha de decir la verdad, por qué ha de ir al catecismo el domingo y por qué ha de evitar ciertas «palabras feas» cuando la conducta de sus padres no se amolda a lo que predican.

e) El niño se halla en extraordinaria dependencia respecto de la madre, que simboliza para él el cariño y la seguridad, mientras que el padre tiende a convertirse en una especie de extraño. La educación de los niños raras veces es en Norteamérica una función compartida por el padre y la madre.

f) La tendencia científica y racional de la cultura norteamericana se observa en el constante recurso de los padres al consejo de expertos, y pseudoexpertos, en la educación de los niños. La crianza natural y casi automática ha sido sustituida por el deseo de hacerlo en forma perfeccio­nada y científica.

Las investigaciones en este campo de la socialización se van realizando sólo gradualmente, por lo cual nuestros análisis han de ser necesariamente deficientes. Sin embargo, las tendencias que acabamos de indicar están rela­tivamente bien marcadas en la sociedad americana. No queremos decir que expliquen perfectamente el problema del «abandono» de los niños, ni se aplican en todas partes sin restricción. Hay muchas diferencias locales, regionales y sociales en la educación de los niños.

El número de inmigrantes europeos ha bajado considerablemente en el último cuarto de siglo, pero como en los Estados Unidos hay muchas familias que viven conforme con los modos de ser de otras culturas extran­jeras, se pueden observar muchas diferencias en la socialización. Esto les crea un problema a muchos niños, especialmente cuando descubren que la vida familiar de sus compañeros de escuela es del todo distinta de la propia.

La pauta rural de socialización difiere hasta cierto punto de la que ca­racteriza a las familias urbanas. La posibilidad de grupos parentales más amplios, de una cooperación más estrecha entre marido y mujer y entre padres e hijos, así como el carácter conservador y el tradicionalismo de la familia rural, todo ello implica un tipo de aprendizaje social distinto para los niños rurales. Mucho de lo que se descubre como «diferente» en la socialización de los niños negros procede del modo en que las familias negras se vieron forzadas a ajustar sus pautas de vida a las condiciones de pobreza rural imperantes en el Sur de los Estados Unidos.

->U I. La persona social

2. Estandardización e individualismo.

Se dice que la instrucción pública internacional, la difusión nacional de los medios de información, y la transmisión simultánea de los programas de televisión, producen una cultura de masa uniforme. A ello se añade una teoría tecnológica de automatización cultural análoga. La economía indus­trial norteamericana ha hecho posibles el proceso y el producto estandar­dizados. De este hecho se ha pasado, con un curioso salto lógico, a pensar que, puesto que los norteamericanos producen y consumen bienes estan­dardizados, los mismos norteamericanos han venido también a estandar­dizarse.

Aquí nos interesa, naturalmente, la cuestión de si la persona social en Norteamérica es un producto estandardizado, si realmente hay semejanza, aunque sea remota, entre la producción norteamericana de bienes y servi­cios y la de personas sociales. Considerando el proceso, resulta que sólo una forma extrema de socialismo y reglamentación de la educación de los niños desde la infancia podría dar este resultado. Pero la realidad norte­americana está tan lejos de todo esto que ni siquiera se puede plantear como hipótesis académica.

La estandardización de los norteamericanos no se aproxima ni siquiera a la observable en la mayoría de las grandes naciones del mundo. Ni si­quiera la estandardización de las cosas ha llegado al extremo que pudiera hacer creer una observación superficial. Si consideramos el producto, es decir, la persona norteamericana, las siguientes observaciones nos harán ver que no se trata de una persona estandardizada, uniforme.

a) La enorme variedad de nuestros tipos biológicos y físicos hace imposible la estandardización de los rasgos físicos. Probablemente no hay nación en el mundo en la que se encuentren mayores diferencias de tipos y rasgos somáticos. Nuestra población ostenta toda la gama conocida de color de la piel, de características faciales, de tipos de cabello.

b) Los matrimonios contraídos entre personas de diferentes linajes y razas originan, por lo menos temporalmente, una diversificación todavía mayor de tipos físicos. Si este proceso continúa a lo largo de varias genera­ciones, deberá acabar por producir un tipo físico de norteamericano más o menos estandardizado. Por ahora, sin embargo, distamos todavía varias generaciones de este producto homogéneo.

c) El número de las diferentes agrupaciones religiosas en Norteamérica es mayor que en cualquier otro país del mundo. Aunque el cristianismo es la base de muchas de nuestras religiones, las variadas interpretaciones del mismo han dado origen a más de 250 grupos religiosos formalmente di­ferentes.

d) Hay enorme variedad en los tipos de arquitectura. Esto se puede observar no sólo en las fábricas, escuelas, iglesias y edificios públicos, sino especialmente en las construcciones residenciales. Son muchos los estilos

Estandardización e individualismo 51

identificables, como el colonial, el georgiano, el del sur, el español, el de tipo de rancho y otros; pero la ingeniosa combinación de los estilos hace con frecuencia casi imposible su identificación y enumeración.

e) La tendencia a construir viviendas unifamiliares refleja individuali­zación, no sólo en el contorno material de la vida, sino también en un mayor aislamiento de las mismas familias. Incluso en las ciudades es dudoso que las casas con numerosos apartamentos y los proyectos de grandes edi­ficios residenciales creen un ambiente propicio para el desarrollo de un comportamiento conformista. La continua emigración de las familias hacia los suburbios tiende a contrapesar la vida en masa de las ciudades.

f) La rica variedad de modelos en la forma de vestir tanto masculina como femenina desmiente igualmente la apariencia externa de estandardi­zación. La moda masculina, tradicionalmente más conservadora que la fe­menina tanto en el color como en el corte, se ha desarrollado en una gran variedad de estilos y combinaciones. Las tiendas norteamericanas ofrecen mayor surtido que las europeas en tallas y formas de calzados, sombreros y vestidos de mujer.

g) Desde el punto de vista sociológico la estandardización de las pau­tas de comportamiento es más importante que todo lo que precede. No cabe duda de que poco a poco va surgiendo un inconfundible «tipo norte­americano» de persona social, pero aun en este sentido las diferencias son con frecuencia más llamativas que las semejanzas. Entre estas diferencias se cuentan las que existen entre la población rural y urbana, entre las clases altas y bajas, pero las más notables son las que provienen de una base regional. Todavía hay características variedades culturales en el extre­mo Sur, en Nueva Inglaterra, en el Medio Oeste, en el Sudoeste, en Cali­fornia.

Extraña e inesperadamente el trabajo en serie y el sistema de produc­ción masiva han dado resultados casi contrarios de los que habían predicho algunos teóricos. Una estandardización terriblemente uniforme ha abierto el camino a la diferenciación e individualización. En otras palabras, el sis­tema económico norteamericano, incluyendo la organización tanto técnica como social del sistema, ha hecho posible una variedad tan rica como no se había conocido antes en el mundo.

Gracias a la- refrigeración, al transporte y a la conservación de los alimentos, el norteamericano no está ya atado a las estaciones y ciclos de la naturaleza. Puede variar su régimen alimenticio en formas desconocidas por sus predecesores y por la mayoría de sus contemporáneos de otras naciones. Gracias a los inventos y artefactos puede vivir confortablemente en el desierto, lo mismo en medio del frío del invierno que en los ardores del verano. Puede viajar más de prisa y con más medios que los habitantes de otros países. No negamos que todos éstos son aspectos exteriores, que no tocan directamente el carácter o el alma del norteamericano. Pero estas cosas materiales son producto de la personalidad característica del norte­americano, pragmática, imaginativa, enérgica, racionalizadora.

52 I. La persona social

3. La adaptable personalidad norteamericana.

El carácter norteamericano, es decir, la personalidad característica de los Estados Unidos, ha sido objeto de análisis tanto para los sociólogos como para los comentaristas. Algunos de estos análisis son tentativas se­rias y científicas, otros son sencillamente caricaturas desfiguradas e im­presionistas. La personalidad social de los norteamericanos no puede ser una cuestión estadística, de puros números precisables con exactitud. Gene­ralmente, caso que tenga algún valor, se fijan en un tipo norteamericano de determinada condición, como el ciudadano de clase superior a la media y de raza blanca.

Prescindiendo de cualquier otra característica de este individuo típico, la ciencia está de acuerdo en fijarse en su adaptabilidad. Es una deducción lógica del enorme dinamismo de la sociedad y de la cultura norteamericana, y una generalización basada en la observación directa y empírica. Las oportunidades son tan numerosas, los inventos tan frecuentes, las aspiracio­nes tan optimistas que el norteamericano se ve como forzado a adaptarse a una situación que cambia constantemente. Esta prontitud para cambiar de rumbo incluida en el término «adaptabilidad», es la tendencia central de la personalidad típicamente norteamericana.

a) Se dice a menudo que la influencia del pasado, la presencia de una historia larga y consagrada son la causa de la estabilidad de una sociedad y de sus elementos sociales. Es absurdo creer que los Estados Unidos no tienen tradiciones o que éstas no ejercen influjo en nuestra población. Lo cierto es que uno de nuestros más importantes legados culturales es la tradición de cambio y de propensión al cambio. Esto se ha asimilado como un valor muy elevado y se refleja en la adaptabilidad de la persona.

b) La influencia del futuro no es una influencia opuesta o contraria a la del pasado. La insistencia del norteamericano en el progreso es un elemento constitutivo del cuerpo de valores sociales que se extiende a lo largo de su historia. Ni el progreso ni el deseo de progreso parece amor­tiguarse en nuestra sociedad. En este sentido, el norteamericano posee una personalidad «orientada hacia el futuro» y la adaptación a las situaciones futuras, previstas o no, es un ingrediente básico de su carácter.

c) La confianza en sí mismo es una virtud recomendada con insisten­cia e inculcada a la juventud norteamericana. Que no quiere decir rígido aislamiento, como el lobo solitario o el capitán de su propia alma y destino. Es sencillamente la confianza que tiene el norteamericano en que puede escalar la pendiente, en que tiene que hallar en sí mismo los re­cursos necesarios para responder a todos los estímulos, o por lo menos a los que él cree que merecen la pena.

d) La confianza del norteamericano en los otros es una expresión de la confianza en sí mismo, más bien que un sentimiento de desamparo y de subordinación a los demás. El norteamericano siente que debe ser acepta-

La adaptable personalidad norteamericana 53

do por cualquiera y en cualquier parte, que puede contar con que los otros le apreciarán o por lo menos le tolerarán. El típico norteamericano cuenta con una gran dosis de comprensión por parte de los demás, sin necesidad de filosofar ni de explicarse los motivos de esta convicción.

c) La necesidad de aprobación se expresa probablemente con más fran­queza y más ampliamente entre los norteamericanos que en otros países. La personalidad norteamericana es expansiva en este sentido; desea la aprobación y el aprecio del mayor número posible de personas además de la familia y de los íntimos amigos. Desea ser considerado como un «buen tipo», pero no que se le tome por «un primo».

f) La movilidad de las personas en la sociedad norteamericana con­tribuye al desarrollo de la adaptabilidad personal. Nos referimos no sólo a la movilidad social, sino incluso al movimiento físico y al cambio de residencia de los individuos y de las familias. Se calcula que una familia urbana cambia de residencia tres veces en diez años. En la esfera del empleo el cambio de actividad es un fenómeno social único por su fre­cuencia y su extensión. Sólo la cantidad de viajes que emprenden los norteamericanos por placer o por negocios ha hecho de los Estados Unidos una nación sobre ruedas y con alas.

Un análisis de este género no pretende ahondar en los motivos internos que tienen los norteamericanos para este constante proceso de adaptación. Podemos, sin embargo, decir que las actitudes y valoraciones adoptadas por las personas tienden a conformarse con las manifestaciones exteriores de comportamiento. La personalidad norteamericana tiene que adaptarse a estos factores sociales y culturales. Debe afrontar la situación social en que vive.

Todo estudio sobre la adaptabilidad de la persona debe implicar la importante cuestión de si la persona social es un medio o un fin en sí. Si la persona social es el centro de la sociedad, la trascendente unidad física irreducible del grupo, parece que habría que esperar que las insti­tuciones y los valores se adaptaran a ella y no viceversa. Se trata proba­blemente de una cuestión demasiado simplificada, a la que no se puede responder plenamente en esta forma por la compleja relación que hay entre el individuo y la sociedad.

Las necesidades sociales básicas son las mismas en todas partes, pero varían los modos de satisfacerlas. Las personas tienden a desarrollar el género de cultura que les conviene, así como la cultura tiende a desarrollar el género de personas que sean capaces de utilizarla mejor. Una cultura dinámica ha de ser utilizada por gente dinámica. Las personas adaptables quieren tener una sociedad adaptable. En una palabra, la adaptabilidad es una característica central tanto de la personalidad como de la sociedad y de la cultura norteamericanas.

54 I. La persona social

4. La neurótica personalidad norteamericana.

Es una observación común de los críticos del modo de ser americano que el rápido andar de la vida moderna está haciendo de nosotros una nación de neuróticos. La tesis dice que la rapidez misma engendra en cierto modo neurosis, que la incapacidad de detener el paso convierte a los individuos en fracasados y nerviosos, que el ritmo en continuo cres­cendo exige algo que no se puede pedir a los seres humanos normales. Como prueba de esto se aduce el creciente número de casos de neurosis y de psicosis, el hecho de que los enfermos mentales ocupan más camas de hospitales que los enfermos físicos, que hay cada vez mayor deman­da de psicoanalistas.

Sin embargo, parece haber una falacia lógica en la relación que se establece entre la «prisa de la vida» y el aumento de personalidades neu­róticas. El neurótico es generalmente uno que se siente perplejo y confuso en su comportamiento. La cuestión que importa sociológicamente no es si se ha acelerado el ritmo moderno o si el cambio es inherente a la sociedad y a la cultura norteamericana. La cuestión es si el conflicto inte­rior de la personalidad es reflejo, efecto o causa de un conflicto socio-cultural exterior.

A las personas neuróticas se las tiene por anormales porque no re­accionan frente a los otros, frente a su ambiente social y cultural, en la forma prevista y reconocida por todos. Durante mucho tiempo se ha buscado dentro del individuo la explicación de su conducta anormal, se ha ahondado en su psiquis, se han analizado sus sueños y sus fantasías, se han medido sus instintos, se han desenmarañado sus traumas y sus obsesiones.

Si la explicación de la personalidad neurótica reside totalmente en el interior del individuo enfermo, no es materia de estudio para el sociólogo. En cambio, si su condición es la reacción ante la cultura en que vive y un reflejo de la misma, el problema es de capital importancia para el sociólogo. Ciertamente, uno de los criterios que adoptamos para juzgar a las personas es si sus formas de comportamiento convienen con las que nos­otros llamamos pautas admitidas y normales. Los criterios no son lo que una persona particular puede juzgar como socialmente normal, sino lo que la sociedad misma considera generalmente como tal. Así, lo que es perfectamente normal en la sociedad y en la cultura norteamericana puede considerarse como anormal en la sociedad turca y viceversa.

El conflicto mental que forma la base de las diversas neurosis de los norteamericanos parece venir de fuera de la persona misma. Parece ser también que sólo las personas relativamente inteligentes que reconocen las inconsecuencias culturales y las personas relativamente escrupulosas que tratan de resolverlas son las más expuestas a ser afectadas. Algunas de estas inconsecuencias son las siguientes.

La neurótica personalidad norteamericana 55

a) La contradicción entre las aspiraciones al éxito y a la humildad tiende a impeler a las personas en dos direcciones opuestas. No queremos con esto decir que una persona que triunfa no puede ser humilde. Lo que sí queremos decir es que los pusilánimes no poseerán la tierra, por lo menos la tierra norteamericana. Para tener éxito hay que ser agresivo, hay que afirmarse; ahora bien, esforzarse constantemente por mantener esta línea de conducta es ciertamente un obstáculo para la humildad.

b) Insistir al mismo tiempo en los motivos de provecho y de servicio hace difícil la conciliación de ambos. Esto es sencillamente otro aspecto del conato de equilibrar por una parte el interés propio y la búsqueda de sí rriisrho, y por otra el amor fraterno y la caridad universal. En la esfera económica consideran con frecuencia los norteamericanos el servicio como un artículo comercial y de hecho procuran excelentes servicios con miras á sacar mayores provechos de la mercancía que venden.

c) En la cultura norteamericana se ensalzan a un tiempo como vir­tudes sociales la honradez y la sagacidad. El semiprofesionalismo de los atletas escolares es un ejemplo palmario de esta actitud. La idea de que un estudiante debe seguir, las normas del honor se recuerda en la misma universidad en la que se trata de restringir arteramente el código de los «amateürs». Dentro de ciertos límites la persona que «sale a flote» con prácticas sospechosas logra cierto prestigio, mientras se convence a sí misma de que la honradez es la mejor política.

d) Las costumbres contradictorias de moralidad sexual son sin duda alguna una fuente de perplejidad para los jóvenes. Se les enseña que deben ser decentes y limpios en sus relaciones con el otro sexo, pero al mismo tiempo se los anega desde la infancia en un mar de imágenes sensuales de anuncios, cuentos, películas y canciones de este género.

e) La rudeza física y el confort corporal se presentan como metas ideales del norteamericano. Los anuncios de la mayor parte de los pro­ductos son una invitación en gran escala a una vida más fácil y más confortable. Pero al mismo tiempo se ensalzan el ejercicio físico, la fuerza, la buena salud, la robustez.

Una lista mucho más larga de estas aspiraciones contradictorias se podría hacer o se puede hallar en casi todos los textos introductorios a la sociología. ¿Cómo se explica que tal sistema de valores no origine un aumento todavía mayor de las neurosis entre los norteamericanos? La respuesta principal es que una persona se puede socializar de modo que admita como cosa normal los dos extremos de la contradicción. Si desde la más tierna edad se acostumbra el niño a observar tales formas de compromiso en sus padres, tiende a aceptarlas sin la menor dificultad. Éste es un primer ejemplo de cómo la cultura modela al individuo. La cultura suplanta a la lógica. Puesto que todo el mundo piensa y obra de la misma manera, el individuo se ve inhibido para plantearse interrogan­tes sobre un sistema de conducta admitido, por contradictorio que sea.

La personalidad cuya neurosis se puede atribuir a la cultura es excep-

56 I. La persona social

cíonal al mismo tiempo que anormal. Tiene suficiente penetración para inquietarse por las inconsecuenciaSj en lo cual es una excepción frente a la mayoría de la gente en la sociedad. Es anormal desde el punto de vista de la sociedad por el hecho de no obrar siempre conforme a sus normas.

No obstante debemos terminar insistiendo en una advertencia, y es que por reconocer las inconsecuencias y contradicciones culturales no debe una persona volverse necesariamente neurótica. Hay numerosos y dili­gentes investigadores de la sociedad norteamericana que son conscientes de la presencia de estas tendencias contradictorias, y no hay por qué suponer que son personalidades anormales. Por otra parte, la mayoría de las personas están constantemente sujetas a influjos culturales sin darse perfecta cuenta de ello.

5. El americano violento

Uno de los centros de interés para las ciencias sociales ha sido el ma­nifiesto incremento en la cantidad de comportamientos violentos dentro de la sociedad norteamericana. A lo largo de las dos últimas décadas las esta­dísticas del FBI han registrado un incremento casi constante en la tasa anual de crímenes contra personas, y los medios de información refieren con no poca frecuencia acciones violentas de individuos y de bandas, y también de la turba destructiva por las calles de la ciudad. Un clamor público ha surgido como reacción a tales eventos pidiendo la restauración de la ley y el orden en nuestra sociedad.

La gran mayoría de norteamericanos se opone a esta violencia, se siente amenazada y no se encuentra personalmente implicada en ella. Trátase sin embargo de un fenómeno bastante vasto como para interrogarse sobre sus causas. ¿Cómo consiguen, los violentos salirse con la suya? ¿Se trata quizás de una característica de la personalidad norteamericana, inhibida por la mayoría, pero expresada por algunos? Dado que la personalidad se socia­liza en el seno de la cultura, ¿habrá que traer a colación factores históri­cos y sociológicos para dar cuenta de los estadounidenses violentos?

Las observaciones que a continuación se exponen pretenden ofrecer una perspectiva más amplia sobre el terreno cultural de donde emerge el norte­americano violento.

a) Los Estados Unidos son un país joven que de alguna manera parece reacio a asumir la madurez de las pautas de conducta civilizadas. Una ma­nifiesta nostalgia perdura de la perdida frontera y de los hombres rudos y violentos que exploraron las tierras abiertas y desconocidas. Este país ha padecido en verdad mucha violencia: la extirpación de los indios, la bruta­lidad del sistema esclavista, la Guerra Civil fratricida, los disturbios por causa de huelgas laborales, la guerra entre bandas y el crimen organizado, y más recientemente una serie de pronunciamientos estudiantiles.

El americano violento 57

b) Uno de los hechos que caracterizan la sociedad contemporánea es que no ha permitido enterrar en la historia la violencia norteamericana. Los medios de comunicación suministran un continuo torrente de violencia que parece haber aumentado en intensidad. Los medios de información son sus propios arbitros del buen gusto en esta cuestión. Las llamadas historias detectivescas ofrecen a menudo descripciones de la violencia extraordinaria­mente minuciosas. La televisión, que atrae diariamente a la mayor parte de hogares estadounidenses, tiene una difusión todavía superior a la de los periódicos, revistas y libros.

c) Podemos adelantar como regla general que tanto más civilizada se vuelve una sociedad, más autocontrol y menos violencia manifiestan sus ciudadanos. Las conductas más violentas se dan entre gente que carece de autocontrol en una sociedad que adolece de control social. Esto significa que la violencia es a la vez síntoma y consecuencia de un control social debilitado. Ya vimos que todo el proceso de socialización, desde el punto de vista de la sociedad es un mecanismo para desarrollar la conformidad a las normas de conducta aceptadas. Donde la socialización es inadecuada semejantes controles tienden a romperse.

d) Ciertos valores se hallan estrechamente vinculados al proceso de socialización de los norteamericanos. La cultura da mucho énfasis a la libertad personal, los derechos privados, la empresa individual, y la igual­dad de oportunidades. En algunos casos este énfasis se ha desarrollado a expensas del contrapeso que ejercen los deberes sociales, las obligaciones mutuas, y la responsabilidad colectiva. Parece ser que la persona violenta típica tiende a ignorar, o no consigue establecer, el equilibrio entre estas dos facetas de su personalidad social.

e) Los Estados Unidos son un país que encierra grandes promesas, pero para ciertos norteamericanos éstas no se han mantenido. Según algu­nos especialistas en ciencias sociales, la frustración que esta situación engen­dra explota en actos de agresión violenta. En este sentido la violencia no sería simplemente ciega e irracional, sino que procedería de la convicción de que los Estados Unidos poseen las fuentes de riqueza —materiales, técnicas, y organizativas — para cumplir las promesas de una vida mejor para todos los ciudadanos.

f) Los norteamericanos se socializan en la expectativa del cambio y el mejoramiento. El dinamismo del sistema norteamericano puede contribuir también a la violencia de nuestra sociedad. Se pregunta uno lo siguiente: si podemos en definitiva cambiar todo para que sea mejor, ¿por qué no cambiarlo ahora? Es posible que el principio de la gratificación diferida funcione mejor en una economía centrada en la producción que en una centrada en el consumo. La impaciencia se añade entonces a la frustración para alimentar la violencia.

Los anteriores comentarios indican la complejidad de lá cuestión del norteamericano violento, y sugieren que la supresión por la fuerza de la violencia mediante el ejército o la policía deja todavía por examinar las

58 I. La persona social

raíces de tal fenómeno. Lo mismo puede decirse de la legislación «retró­grada» que tiene el propósito muy justo de restaurar la ley y el orden. Cualquier estado policial puede en última instancia prevenir la violencia, pero fracasar al mismo tiempo en el hallazgo y la supresión de sus causas.

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II

STATUS SOCIAL

Toda persona social tiene su «puesto» en los grupos y en la socie­dad a que pertenece; es lo que llamamos su status. La sociedad no es un conglomerado azaroso y accidental de seres humanos; es una disposición ordenada de partes; la estructura social es como una es­pecie de andamiaje en el que se puede reconocer cada parte por se­parado. Aunque la persona y su status social en la realidad no se en­cuentran nunca separados, se los puede pensar en abstracto con con­ceptos distintos.

El status social es el puesto que ocupa la persona en la estructura social, tal como lo juzga y lo evalúa la misma sociedad.

Cada uno tiene su propio status social. No nos referimos al me­ro prestigio y categoría personal, ni a la opinión subjetiva que cada uno tiene de sí mismo. La valoración personal que uno mismo hace de su propio status social puede ser completamente errónea cuando se confronta con los criterios objetivos. El status social, por consi­guiente, es la situación o rango que en la propia sociedad le es con­cedido objetivamente a cada uno por sus mismos contemporáneos.

El origen del status.

El concepto científico del status social no está sujeto al mero favor o desfavor pasajero del público, que puede hacer a una persona muy popular durante un año y desecharla al año siguiente. Además, en el mantenimiento y en el cambio de su status social la persona no es un sujeto inerte de los caprichos de la sociedad, ¿Cómo, pues, consigue una persona este determinado status y no otro? Para responder a

60 II. Status social

esta pregunta hay que analizar el origen del status social. Los soció­logos distinguen dos modos principales de obtenerlo.

La adscripción de un status supone el hecho de que la sociedad aplica al individuo ciertos criterios valorativos sin intervención de aquél. El ejemplo más claro es el criterio del abolengo: no depende lo más mínimo de la persona el haber nacido en una familia italiana o irlandesa, de estirpe regia o de campesinos, de raza negra o blanca. Aunque es cierto que en definitiva todo status es adscrito al indi­viduo por su sociedad, nos referimos aquí únicamente a aquellas ca­racterísticas que están, por lo menos en su origen, totalmente fuera del control del individuo.

El logro definitivo de un status social depende de la evaluación que socialmente se hace de los resultados obtenidos por los esfuer­zos hechos por el individuo. Este proceso actúa en dos direcciones. Un hombre de ciencia eminente, con su obra, no sólo realza su propio prestigio social, sino que, por reflejo, honra y prestigia a su pro­fesión. Si la realeza, como criterio ancestral, pierde prestigio social en un determinado país, es posible que un rey verdaderamente eficiente y afortunado realce con sus propias acciones el valor social de la realeza. La persona no es un mero recipiente pasivo colocado en un status social. Su propio comportamiento eleva o rebaja su status.

Los sociólogos hablan a veces de «asunción de status» refirién­dose a la elección voluntaria del individuo que entra en un status nuevo. Una persona puede elegir como profesión la jurisprudencia en lugar de la carpintería; puede optar por casarse o por quedarse sol­tero, puede casarse con una persona de la «alta sociedad», tener des­cendencia, aceptar un cargo político, una cartera de ministro, hacerse misionero. Todos éstos son ejemplos de asunción voluntaria de sta­tus, que va ligada a la aceptación de nuevas funciones sociales. Pero conviene recordar que todas estas actividades requieren cierta pre­paración y en este sentido se trata más de un logro que de una mera asunción.

Hay que notar también que los caminos por los que un individuo llega a un status social se interfieren y se entrecruzan con los otros. Las personas ni están completa y pasivamente a merced del juicio de la sociedad ni son tampoco total y activamente los creadores de su propio status social. En último análisis, el status social depende no de lo que uno hace, o de lo que uno es o cree que es, sino de lo que los otros miembros de la sociedad piensan que uno es.

Una persona puede trabajar con mucha aplicación en una posi­ción considerada inferior sin lograr nunca modificar notablemente

Determinantes del status 61

su status social. En cambio puede tener la oportunidad de conse­guir una ocupación por la que su status quede automáticamente ele­vado. Y puede también suceder, sobre todo en sociedades poco com­petitivas, que una persona se preocupe relativamente poco por el éxito social, que apenas haga nada por lograrlo y que, sin embargo, goce de un status bastante elevado.

Determinantes del status.

Cuando hablamos de determinantes o de factores de un status alto o bajo, no queremos decir que estos elementos procuren por sí mismos el status. El status es una construcción mental, el grado de estima o desestima que la gente manifiesta en una sociedad para con las personas individuales. El abolengo y el dinero, por ejemplo, no son de por sí elementos que necesariamente procuren un status. El linaje y la riqueza determinan objetivamente el status de la persona, pero esto sólo es posible por la importancia social que han adquirido estos elementos debido a la valoración que la gente hace de ellos en la sociedad.

Si consideramos el mundo entero, hay una gran variedad entre las diversas sociedades en cuanto a la importancia que atribuyen a los símbolos o determinantes del status. Pero como el status es algo definido socialmente, es decir, algo determinado por factores extrín­secos a los mismos individuos, existen ciertos criterios universales de aprobación o desaprobación social, de estima o desestima. En térmi­nos sumamente generales, estos criterios están contenidos en los valores sociales, es decir, en las cosas que se consideran como importantes y estimables. En concreto se pueden reducir a una serie de determi­naciones o de factores, que se hallan universalmente presentes, com­binados y acentuados en mayor o menor grado, dondequiera que la gente vive en colectividades.

Tratando de apreciar el status social de un individuo, así como de una familia o de una categoría social, hay que usar los siguientes criterios. Se pueden medir más o menos objetivamente. Ninguno de estos criterios es suficiente por sí solo para evaluar el status; deben tomarse combinados.

a) El abolengo de una posición privilegiada o inferior, puesto que el origen alto o bajo representa cierto valor incluso en una sociedad marcadamente democrática. La estima o desestima del linaje de una persona en particular se cifra en diversos factores: la legitimidad o

62 II. Status social

la ilegitimidad del nacimiento, la reputación de los padres, la antigüe­dad de residencia familiar en la zona. Con frecuencia se da especial importancia al tronco racial (de ahí la diferencia entre negros, indios, asiáticos o caucásicos); como también se da considerable importancia por lo regular a la procedencia étnica o nacional (inglesa, mejicana, italiana, francesa, etc.).

b) La riqueza, en una forma o en otra, es igualmente un criterio universal de status social. Es un criterio cómodo y objetivo, puesto que las posesiones son cosas tangibles. Se pueden contar y graduar. Permiten a su poseedor ostentar el nivel de vida que puede permitirse en cuanto a modo de vida, confort y bienestar general. También tiene importancia social el origen de las riquezas de una persona, ya que el dinero recientemente o mal adquirido no proporciona tanto prestigio como la riqueza heredada o adquirida por vías reconocidas socialmente.

c) La utilidad funcional que proporciona una persona es también un criterio importante de status social. Se clasifica a una persona según lo que «hace» en la sociedad, y esto a su vez depende de lo que la gente opina que vale la pena que se haga. En una sociedad en que la institución económica es dominante, se apreciará a una persona según su actividad lucrativa. Atendiendo sólo a este criterio podemos decir que al director de un banco se le estima socialmente más que al conserje. Es también cierto que algunas categorías profesionales (como la medicina o la ingeniería) se tienen en más alta consideración que otras (maestro de escuela, por ejemplo, ó guardia de seguridad).

d) El grado o género de instrucción son determinantes del status social en todas las sociedades. En algunas se hace gran distinción en­tre la gente que sabe leer y escribir, y los analfabetos. En las sociedades en que es obligatoria la instrucción existen sus gradaciones más va­riadas y sutiles, pero no menos reales. Una persona más instruida tiene también un status social más elevado. El grado académico es un símbo­lo de status y su valor aumenta si se ha obtenido en universidades de gran prestigio social.

e) También la clase y el grado de religión que uno profesa es determinante de status social. Las valoraciones generales de la so­ciedad incluyen siempre cierta actitud para con lo sobrenatural. En la mayoría de las sociedades es ésta una actitud positiva, de aprobación; en algunas pocas sociedades se han hecho a veces intentos explícitos de rebajar la estima de la religión como criterio de status social. En una sociedad en la que sólo existe una religión, la relación con ésta y la posición que en ella se ocupa es de mucha importancia para el status. En una sociedad en que existen numerosas iglesias o deno-

Transferencia del status 63

minacio'nes, estas mismas agrupaciones religiosas tienden a ser clasi­ficadas dentro de una jerarquía de status.

/) Las características biológicas son criterios importantes confor­me a los cuales una sociedad sitúa a algunos individuos particulares en status social más alto o más bajo que a otros. El sexo parece ser un criterio universal, en cuanto que la mayoría de las sociedades conceden al varón un status más alto que a la mujer. En la va­loración social lo femenino es generalmente supeditado a lo masculino. Las diferencias de grado varían considerablemente de una sociedad a otra, pues en un determinado lugar y tiempo puede haber tenden­cia a la igualdad de los sexos, mientras que en otro lugar y tiempo pueden mantenerse rígidamente las líneas de desigualdad. También la edad es un criterio físico universal de status social, por lo menos en cuanto que al adulto se le evalúa más que al niño. También en la aplicación de este criterio hay notables diferencias. En algunas socieda­des se estima, se respeta y hasta casi se venera a las personas entradas en años, mientras que en otras sociedades se exalta principalmente la juventud. Intimamente ligada con el sexo y con la edad está la belleza física en la apreciación de la gente. Los cánones de belleza son va­riables por lo que se refiere a la estatura y al peso, a los contornos del cuerpo, al perfil del rostro, al color de la tez, al tipo de cabello, pero en todas partes existen cánones semejantes.

Transferencia del status.

Aunque la persona y su status van siempre íntimamente unidos, hasta aquí los hemos considerado en abstracto y separadamente. La descripción de la persona social nos dice lo que ésta es, mientras que la descripción del status social nos dice lo que posee de valor según la opinión de la sociedad en que vive. Lo que ahora queremos decir es que el status social se transfiere también a la persona social misma. Lo que la sociedad aprueba o desaprueba nos indica también, en esta transferencia, las personas a las que la sociedad estima o desestima. Dicho de otro modo, se tiende a evaluar a un individuo según los elementos de valor que posee.

La transferencia del status se puede ilustrar con algunos ejem­plos corrientes. Por lo regular es el cabeza de familia, el marido o el padre el que representa hacia el mundo exterior el status social de los miembros de la familia. Por consiguiente, hablando en términos generales, podemos decir que la esposa y los hijos reflejan y comparten

64 II. Status social

su status social, de manera que en cierto modo el status del padre se extiende a ellos. Otro ejemplo de transferencia social se da en las personas que desempeñan un elevado cargo en la sociedad. Un presi­dente o un primer ministro, un cardenal o un obispo pueden tener gran popularidad por su inteligencia, su simpatía, su competencia. Son cualidades subjetivas que le dan gran prestigio, pero, además, se le tiene en gran estima por el cargo que desempeña y se puede decir que este status se transfiere a la persona misma. Existen a la vez el carisma del cargo y el carisma de la persona, y no dejan ambos de influirse mutuamente.

Existe todavía otro tipo de transferencia en el que puede decirse que una persona se aprovecha de su status, o que un grupo saca par­tido de un status logrado en otra parte. Un banquero entra a formar parte del patronato de una universidad; un industrial es nombrado embajador; un atleta se vuelve jefe de relaciones públicas en una ca­dena de comercios alimenticios. En todos estos casos se transfiere el status de la persona; su prestigio social y su valor se trasladan a un área de conducta distinta. Los militares y oficiales de la marina de alta graduación han sido empleados por grandes industrias que hacen ne­gocios con el gobierno federal. Poco o nada será probablemente lo que ellos conocen de la producción industrial, pero son valiosos debido a su alto rango o status.

Poder social y status.

A veces se dice que el poder social, es decir, la influencia que una persona es capaz de ejercer sobre las demás en la sociedad, es un criterio del status de que goza. Aunque el poder social sirve como criterio práctico y rápido para estimar el status social, esta influencia es más una consecuencia que el determinante del status. Es evidente que las personas de alto status social tienen mucha más influencia en una comunidad que las personas de status inferior. La persona de quien se dice que ha «conseguido poder», primero ha alcanzado una posición social desde la que puede ejercerlo.

Ésta es la principal razón por la que algunas personas tratan de mejorar su status social, no ya para gozar sencillamente de su supe­rioridad o para satisfacer su amor propio, sino porque esperan que la posesión de un status elevado les falicitará conseguir resultados concretos en su trato con los demás. Esto se observa principalmente en una sociedad dinámica en la que existen oportunidades de ascenso

Tipos de status 65

social. Una persona que socialmente no es «nadie» puede tener gran­des ambiciones, pero se ve impedida de realizarlas.

No vamos a analizar aquí las cualidades requeridas para el mando y la influencia personal en la sociedad moderna. Los psicólogos prestan gran atención a la habilidad personal para persuadir a los demás, pero al sociólogo le interesan los orígenes y los efectos de esta capacidad de dirección. Hay que destacar que, si bien el poder social acompaña al status y lo acrecienta, éste no es la única fuente de influencia y de poder. Un individuo puede lograr un status superior mediante el esfuerzo personal, como también puede adquirir un gran poder social gracias a su esfuerzo y habilidad. El «hacedor de reyes», la «eminencia gris», el consejero de una figura política y otras análogas personalida­des despliegan con frecuencia una influencia extraordinaria.

Tipos de status.

Los conceptos cuantitativos de superior e inferior, mayor o menor, mejor o peor son inherentes a la misma noción de status social y estra­tificación ; no se requiere especial penetración para descubrir una cla­sificación de las personas sobre esta base. En realidad todo el concepto de clases y de estratificación social hace referencia al status de cada uno en relación con el status de los otros. Esta posición relativa se encuentra legitimada por la misma sociedad; se aprueba socialmente en la medida en que la sociedad misma institucionaliza y expresa los elementos de valor que ella refleja. No sólo se adscribe un status social a la persona, sino también al grupo en que participa.

Los grupos sociales principales y básicos son el familiar, el educa­tivo, el recreativo, el económico, el político y el religioso. Como vere­mos más adelante, estos grupos están estructurados de acuerdo con las posiciones que las personas ocupan dentro de los mismos. Esto nos permite hablar del status de grupo de una persona dentro del status familiar, económico, religioso, etc. Dentro de la familia, por ejemplo, la persona puede tener el status de abuelo o de hija pequeña; dentro del sistema escolar el de profesor o alumno de segundo grado; den­tro de la iglesia, el de obispo o de sacristán.

Hay otra manera de considerar el status de grupo. Toda sociedad amplia distingue entre sus grupos básicos principales los que tienen más prestigio de los que tienen menos. La cuestión estriba en la rela­tividad del valor social que se confiere a los principales grupos fun­cionales. Puede que una mujer disfrute de un status superior como

66 II. Status social

actriz que como esposa y madre. Puede atribuirse un status superior a un hombre porque es arquitecto que porque es diácono de su iglesia. Sería poco probable, realmente, que alguien disfrutara de un elevado status en todos los grupos principales en que participa.

Status clave.

Cada persona tiene tantos status como grupos de que forma parte, pero también tiene un status principal. La determinación de este status clave de un individuo particular depende no sólo del status que le ha sido adscrito o ha logrado, sino también, y sobre todo, de los valores vigentes en la sociedad. En una sociedad en que gozan de gran prestigio los valores e instituciones económicas, una actividad lucrativa de la persona indicará generalmente su status clave. General­mente el status familiar sería el status clave para una madre con hijos menores, pero si diera la casualidad de que fuera al mismo tiempo una hábil mujer de negocios, se la valoraría aún más alto por su status económico clave. Como es natural, esta posición variaría en una sociedad en que la colectividad dominante fuera la familia, la Iglesia o el Estado.

El status clave es un concepto sociológico importante para el aná­lisis de la personalidad social total. El status clave es la «ventana» más amplia que la persona abre hacia el mundo que la rodea, y a través de esta ventana la sociedad ve e interpreta sus otros status. Hasta tal punto está íntimamente relacionado lo que hace una per­sona, es decir, su rol social clave, con su status clave.

A veces se dice que el status social es lo que la gente piensa que uno es y que el rol social es lo que piensan que uno hace. La evaluación, la estimación y el juicio de los demás interviene en el con­cepto tanto del rol como del status. Aun cuando hay una distinción clara entre estos dos conceptos, en la situación social concreta van am­bos de la mano. Una persona hace, o se espera que haga, ciertas cosas en conformidad con su status; por eso hemos dicho que los logros de la persona afectan a su status. Algunos roles sociales proporcionan un status más alto que otros, y el status clave de una persona está ligado con el rol que su sociedad considera como más significativo.

En términos generales podemos decir que son relativamente escasos los roles sociales que acarrean el más elevado prestigio, o status, en la sociedad. Generalmente requieren ciertas habilidades y pericias que no se hallan en gran número de personas. Existen pocos presidentes

El puesto en la vida 67

de sociedades mercantiles en relación con la categoría y la lista de personas empleadas, y las capacidades que se requieren para el papel de presidente de una compañía son considerablemente mayores que las que se requieren para las posiciones industriales inferiores. Sólo existe un título de campeón de pesos pesados. Para conseguir este título y para gozar del status que lo acompaña, el boxeador tiene que llenar todas las exigencias requeridas por esta actividad. El rol social clave depende de las funciones que acompañan al status clave, mientras que el status clave depende, por lo menos en parte, de la evaluación que la gente hace de la función.

El puesto en la vida.

El análisis complejo de la persona social, tal como es vista y juz­gada por los demás, demuestra que cada individuo tiene diversos sta­tus, pero que uno es considerado como su status clave. La persona es una totalidad social y tiene un «status social total» que se llama su puesto en la vida. Éste es una combinación de todos sus status sociales; es la posición general que resulta si se combinan todos los criterios de status para formar una evaluación única de la persona. El puesto en la vida está fuertemente influido por el status clave, pero no se identifica con él. No depende sólo de la posición de una persona en la familia, en la industria, en los grupos políticos, educa­tivos, recreativos o religiosos, sino de una combinación de todos estos status.

La realidad sociológica del puesto de una persona en la vida se reconoce fácilmente en el hecho de que el status de clase es un fe­nómeno social universal. Es la vulgarmente conocida «posición de clase» de un individuo. La mayor parte de las personas de una sociedad tienen un concepto vago de lo que se entiende por clase alta, baja y media, y reconocen que el puesto de una persona en la vida es su posición en una clase o en otra. Como objeto de conocimiento en este punto de nuestro estudio, se puede definir la clase social como una categoría de personas cuyo puesto en la vida es vagamente análogo; se hallan en un nivel semejante de status social; socialmente tienen más fácil acceso entre sí que con las personas de otros niveles.

A veces se dice que la clase social misma es un criterio o deter­minante del status social y del puesto en la vida, pero tal afirma­ción parece ser una tautología. Los dos términos se suponen mutua­mente y a lo sumo son dos modos de considerar el mismo fenómeno.

68 II. Status social

Desde el punto de vista de la persona misma, su puesto en la vida la sitúa automáticamente en una u otra de las clases sociales. Desde el punto de vista de la categoría de clase, la evaluación de la clase depende del puesto en la vida de las personas que la constituyen.

Status y estratificación.

Como el status social es el rango de una persona en relación con las demás, y la clase social es el rango de una categoría de personas en relación con las otras, es lógico que se empleen los mismos criterios para determinarlas a ambas. En otras palabras: el abolengo, la ri­queza, la función, la instrucción, la religión y las características bio­lógicas reflejan los valores sociales en torno a los cuales se agrupan las personas en clases. Las personas que tienen un status bajo según todos estos criterios, «pertenecen» a la clase baja. La clase social, como la posición social, es una situación general que deriva de una evaluación extrínseca. Es una construcción mental resultante del con­sentimiento social y que no depende de las cualidades morales in­herentes al individuo o desarrolladas por él.

La estratificación social se refiere a las «capas» o estratos hori­zontales en que están dispuestas las personas de una sociedad. Un estrato social se concibe en relación con otros estratos con objeto de reunir gran número de personas que tienen una situación análoga. Como toda persona es única, los matices infinitesimales que diferencian a las personas permiten establecer un continuo que se extiende de un extremo a otro de la jerarquía social. Sin embargo, esta empresa sería tan inútil como difícil de realizar. En todas las sociedades se recono­cen ciertas semejanzas universales que permiten agrupar conveniente­mente a las personas en determinadas categorías estratificadas. Du­rante mucho tiempo se ha solido hablar de clases baja, media y alta, pero en una sociedad sumamente estratificada se pueden descubrir diferencias dentro de estas amplias categorías, por ejemplo, se habla de clases media, alta y baja.

Desde el punto de vista del status, cada grupo está estratificado, como también toda sociedad está estratificada desde el punto de vista de las clases. En la vida social existe siempre una estratificación de cierto grado y especie. Incluso un club recreativo tiene dirigentes y miembros activos y pasivos. Las posiciones de subordinación y supe­rioridad son evidentes en las escuelas, las iglesias, las fábricas y don­dequiera que varias personas tienen relaciones sociales sistemáticas.

Desigualdad y movilidad social 69

Desde el punto de vista científico la aspiración a una democracia com­pleta, o a una igualdad perfecta entre las personas, no tiene ninguna posibilidad de cumplirse. Igualmente, pretender una sociedad ideal sin clases es un empeño irreal e imposible.

No obstante, es cierto que el esfuerzo por introducir una igualdad en las oportunidades y en las relaciones humanas democráticas ha dado lugar a un reajuste de la estructura de las clases. Numerosas sociedades han mantenido tradicionalmente un sistema en el que clases altas relativamente pequeñas, adineradas y poderosas, han controlado a la gran masa del pueblo de la clase baja. La llamada «rebelión de las masas» parece estar a la orden del día en muchas de estas socie­dades. En las sociedades democráticas occidentales la difusión de las oportunidades políticas, económicas, educativas y otras entre la gran masa del pueblo ha dado origen al desarrollo de una clase media rela­tivamente estable, así como a un sistema más complejo y múltiple de estratificación.

La estratificación social es una disposición sumamente compleja, para cuya buena inteligencia se requiere un cuidadoso análisis de los múltiples criterios de status. El concepto pierde prácticamente su sen­tido si nos atenemos a la simple distinción entre ricos y pobres, entre capitalistas y trabajadores, entre poseedores y desposeídos. Esta clase de distinción predomina porque la riqueza y los ingresos, o su ausencia, se reconocen fácilmente. No obstante, hay que insistir en que ni el dinero ni la posición personal en la economía son los únicos deter­minantes de la clase social del individuo. En casi todas las grandes poblaciones existen personas de buena familia que son relativamente pobres, como hay personas muy adineradas que se esfuerzan inútil­mente por entrar en la clase alta.

Desigualdad y movilidad social.

El status social carecería de sentido si no hubiera desigualdades entre las personas y no fuesen pocos los medios que la gente consi­dera como criterios de prestigio. Como es imposible la igualdad per­fecta en la distribución de los medios, es también imposible una completa igualdad social. Por eso es inconcebible una sociedad sin status y sin estratos sociales. Esta afirmación es cierta desde el punto de vista subjetivo y objetivo. Subjetivamente las personas tienen dife­rentes grados de competencia, de inteligencia, de energía, y esto es muy importante porque les permite conseguir o permanecer en una deter-

70 II. Status social

minada posición social. Objetiva y extrínsecamente, los criterios de status social no se pueden distribuir con un criterio uniforme ni en la más doctrinaria de las sociedades socialistas.

La posesión de estos elementos considerados como de valor que tiene una persona, puede aumentar o disminuir de muchas maneras. La persona puede restringir sus riquezas y aumentar su instrucción; puede acercarse más o alejarse de las prácticas religiosas. Poco es lo que puede hacer respecto a su linaje, sexo o edad, pero la gente se las ha arreglado para crearse genealogías, acentuar su belleza física y aparentar menos o más años de los que en realidad tiene. La im­portancia social de un criterio puede variar con respecto a otro, y, por lo tanto, puede haber cambios en los elementos que la gente considera importantes. Por ejemplo un atleta o una actriz pueden tener un status social más alto en un tiempo y lugar que en otro. Pero estos cambios de valores y de la importancia concedida a los valores son por lo regular lentos y nada espectaculares.

El status y la clase son fenómenos sociales universales relativa­mente permanentes e invariables. La movilidad social se refiere más bien al desplazamiento de una persona de un status a otro y de una clase a otra. El hecho de salvar la «distancia social» entre dos status es la manifestación de la movilidad social vertical. Esto significa ele­varse o descender, ganar o perder estima a los ojos de la sociedad, y si la distancia cubierta es bastante grande, significa elevarse o des­cender de una clase a otra.

La cuantía y proporción de la movilidad social varía de una so­ciedad a otra. Una sociedad de «clases abiertas» es aquella en que son relativamente numerosas las posibilidades de movilidad. Esto es especialmente característico de una sociedad dinámica, progresiva, en la que se da gran valor a la competición, se hace poco caso de aris­tocracias de nacimiento y se aplaude el valor individual.

PECULIARIDADES DE LAS RELACIONES DE STATUS EN NORTEAMÉRICA

1. El cambiante status de la mujer.

Desde fines del siglo pasado se ha insistido en la prensa norteame­ricana sobre los derechos de la mujer, su influencia en Ja vida pública, la lucha por la igualdad de los sexos y los sutiles peligros que acechan a la que se deja absorber por las faenas caseras. Existen no pocas pruebas de que el status social de las mujeres norteamericanas difiere hoy total­mente del de las mujeres en la mayoría de los países modernos. Las re-

El cambiante status de la mujer 71

vistas, la televisión, la radio, las columnas de los periódicos, los libros y las conferencias que tratan de la «cuestión de la mujer» muestran corno va creciendo el influjo femenino y cómo se eleva su status social.

El status de la mujer no se puede apreciar si no es en relación con el del varón.

Constatamos que abundan las grandes desigualdades entre sexos, espe­cialmente en los niveles profesionales y laborales elevados. Tienen todavía un papel preponderante las organizaciones femeninas del tipo auxiliares, como las esposas de la American Legión, o las asociaciones benéficas. Asi­mismo el tema de la llamada «mística de la feminidad» denota la acepta­ción por parte de las mujeres de muchas formas de sumisión servil. Por otra parte, ha resurgido un esfuerzo organizado por conseguir los derechos de la mujer. La National Organization for Women (NOW) invita a que los varones se hagan miembros, y busca la reforma racional de las institu­ciones. Algunos grupos en el Women's Liberation Movement consideran opresores a los varones, quieren derribar el sistema capitalista y la estruc­tura norteamericana.

No se ha logrado la completa igualdad de los sexos. Sin embargo, se han dado cambios sensibles en el status de la mujer estadounidense, como se indica en las siguientes observaciones.

a) Probablemente el cambio de más envergadura reside en el status económico de la mujer. El tópico de la incapacidad de la mujer, que no entiende nada de finanzas, no sabe manejar el dinero y depende totalmente del varón para la subsistencia, ha desaparecido en la realidad, aunque todavía existe en la fantasía. Las mujeres han llegado a poseer dinero, lo cual es un criterio importante de status social. Se calcula que más de la mitad de las tiendas en los Estados Unidos están registradas a nombres de mujeres y que más del 90 por ciento de los artículos de consumo se compran por decisión de las mujeres. A diferencia de la posesión de valores, la realización de compras al detall indica el control del dinero. La deferencia que se observa con las compradoras está rela­cionada con este hecho.

b) La utilidad funcional de la mujer en la sociedad es también un indicio de la elevación de su status. Con frecuencia son las mujeres las «portadoras de cultura» en el sentido de que son ellas las que preservan los valores de la sociedad. Esta función en la familia y en la comunidad es muy significativa. La utilidad funcional se ha extendido también a la zona de los empleos lucrativos. Los enormemente incrementados servicios de nuestra economía industrial son desempeñados en gran escala por mu­jeres. La gran mayoría de empleados de teléfonos, secretarios, taquígrafos, archiveros, dependientes de negocios, maestros y asistentes sociales son mujeres. Si se exceptúa el trabajo industrial pesado y las ocupaciones de alto rango, las mujeres han asumido y desempeñado adecuadamente la ma­yoría de los empleos lucrativos reservados anteriormente a los hombres. Las mujeres no sólo se emplean lucrativamente, sino que además des-

72 II. Status social

empeñan funciones útiles muy apreciadas en su sociedad. Esta utilidad es también indicio de la elevación de su status.

c) El cambio en el status político de las mujeres se inició cuando lograron el sufragio igual hace medio siglo. Además las mujeres se han vuelto activas colaboradoras de los partidos en los distritos políticos y en la política local, regional y nacional, como también han sido delegados en las convenciones nacionales de los grandes partidos. Han alcanzado el rango de miembros del gabinete, han conseguido puestos en embajadas y consulados en el extranjero y funciones en el congreso. Los políticos miran con respeto a la League of Women Voters y a varios otros grupos cívicos que reclaman reformas políticas. Gran número de mujeres están emplea­das en oficinas del gobierno federal, estatal, y local.

d) Se ha elevado el nivel de la instrucción de la mujer, lo cual tam­bién ha contribuido a elevar notablemente su status.

En Norteamérica nunca habían recibido una educación formal tantas mujeres como ahora; dedican varios años a la enseñanza superior; la clase de instrucción que reciben no es específicamente femenina: se matriculan y se gradúan en los colegios y en las universidades tradicionalmente reco­nocidas como las mejores del país. Aunque los colegios exclusivos para mujeres siguen disfrutando de un gran prestigio, están educando a un número decreciente de chicas norteamericanas.

Debemos señalar aquí que las mujeres sufren todavía grandes desigual­dades en nuestra sociedad. Las mujeres encuentran todavía poco «espacio en la cumbre» como ejecutivos de los negocios, banqueros, y corredores de bolsa. Se cuenta relativamente a pocas mujeres entre los dentistas, aboga­dos y arquitectos. No es frecuente verlas empleadas como administradoras de las universidades y profesoras en las facultades. Casi ninguna mujer entra en el clero profesional, aunque existe ahora una insistente minoría que aspira a ser ordenada en las iglesias litúrgicas relativamente altas.

Sin embargo, desde el punto de vista histórico, todos estos cambios han contribuido a una evaluación más alta de la mujer en nuestra sociedad. Esto no quiere decir que anteriormente se tratase a las mujeres norteame­ricanas con deshonor y desestima. En realidad la escasez de mujeres y el clima moral de las colonias contribuía a considerar a las mujeres en una situación especial. Esto ya era un reconocimiento de su posición. La dife­rencia fundamental respecto a la actual elevación del status femenino es habérsele dado la oportunidad de procurarse su status por sí misma.

e) En las agrupaciones recreativas las mujeres han reclamado y obte­nido mayor libertad de acción. Se les han abierto la mayoría de los campos de competición atlética, incluso los de la lucha profesional y las carreras de caballos. Hay mujeres que son clientes de los locales de juego, bares y clubs nocturnos. En algunas ciudades más grandes, restaurantes, clubs y bares exclusivamente masculinos persisten en su intento de con­tener la «invasión» de clientes femeninos. Pero en otras diversiones se hacen deliberadamente esfuerzos para atraer el interés femenino y conseguir

El ambiguo status de la juventud 73

una clientela de mujeres inventando los «día de las señoras» en los locales de baile o estableciendo tarifas reducidas en los clubs femeninos.

f) Desde otro punto de vista, la elevación del status de la mujer suele manifestarse en el hecho de que las mujeres son a menudo un símbolo de la movilidad social masculina. Es un hecho corriente en la historia que los hombres que prosperan hagan ostentación de su status adornando y exhibiendo a sus esposas, pero esto ha alcanzado en la sociedad norte­americana unas proporciones sin precedentes. El varón desea que su mujer «tenga lo mejor», y el resultado es una curiosa mezcla de presión social, movilidad ascendente, nuevos símbolos de status, deseo de confort y res­puesta a la publicidad. El vestido, los utensilios domésticos, los automóviles, la participación femenina en banquetes y en clubs sociales son no sólo demostraciones de la elevación del status femenino, sino al mismo tiempo reflejo del puesto que el cabeza de familia ocupa en la vida.

2. El ambiguo status de la juventud.

La sociedad norteamericana llama la atención en el mundo moderno por los problemas de su juventud. La revuelta organizada en las univer­sidades, la militancia de los jóvenes negros en las ciudades, el incremento de los drogados marginales y de los objetores de conciencia, la preocupa­ción adulta por la restauración de la ley y del orden, todo esto denota la existencia de un problema social peculiar e incómodo. Probablemente ninguna gran sociedad en la historia del mundo ha tenido que enfrentarse con un problema de juventud de tal magnitud y complejidad.

Ya hemos visto que la edad de una persona es uno de los criterios de su status en una sociedad. Aquí hablamos de la posición de los jó­venes como de una categoría general de la población, como también de la juventud en cuanto criterio de status. La juventud, el deseo de conservarse joven y de parecer joven, se evalúa extraordinariamente en la cultura norteamericana. El culto a la juventud como criterio de status social ha venido a convertirse casi en un fetiche. La presión social por «mantenerse joven y en forma» se ejerce incluso sobre las personas ma­yores en la moda del vestir y en los cosméticos para ambos sexos. Si se hace régimen y procura adelgazar, no es sólo por razones de salud; y se da por supuesto que también las personas mayores se interesan y apasionan por los deportes. Los «viejos» a menudo parecen aficionarse a los héroes del fútbol aun más que los mismos estudiantes. Todos, excepto los teena-gers (adolescentes), dan la sensación de valorar y apreciar la juventud como status social.

He aquí algunos de los factores que hacen posible en nuestra sociedad esta ambigüedad de status.

a) La juventud en Norteamérica carece de funciones propias, a no ser como estadio preparatorio. Ya hemos dicho que la utilidad de la fun-

74 II. Status social

i

ción desempeñada es un importante criterio de status social. La juventud norteamericana no tiene otra función sino la de «crecer». Es lo que ocurre en una sociedad que considera poco económico el trabajo infantil y man­tiene en dependencia económica a sus adolescentes. La juventud se halla en un período de espera, más que en un período de transición, entre la infancia dependiente y el estado independiente de los adultos. En otras sociedades la mayoría de los muchachos y muchachas tienen ya un empleo lucrativo a la edad de catorce o quince años. «Hacen algo» que se estima importante y que los demás y ellos mismos toman en serio.

b) Desde otro punto de vista es como un período de adolescencia prolongada. No hay distinción neta y formal, no hay ritos de transición aprobados entre el status de niño y el de adulto. El hombre o la mujer que es sexualmente maduro e intelectualmente adulto está preparado para asumir las responsabilidades propias a la edad adulta. Social y cultural-mente, sin embargo, tales personas se hallan todavía en el status de chicos y chicas. Esta situación está preñada de tensiones y frustraciones para todos los efectos. La negativa de los adultos a tomar en serio a los ado­lescentes suele ir acompañada por la negativa de los adolescentes a tomar en serio a los adultos. Hay algo más que impertinencia en el slogan de la juventud, «no puedes confiar en nadie que tenga más de treinta años».

c) La prolongada educación de la juventud origina con frecuencia in­quietud y ambivalencia, aunque en definitiva proporciona al individuo un mayor prestigio social cuando llega a adulto. Dada la elevada estima que tienen los norteamericanos de la instrucción formal y las oportunidades existentes para todos, los jóvenes frecuentan las escuelas mucho más tiempo que en los otros países. El principio norteamericano de que a toda persona dotada del talento suficiente debe dársele la oportunidad de recibir educa­ción universitaria, es a veces entendido en el sentido de que dicha edu­cación debe hacerse accesible a cualquiera que esté en disposición de pagarla. Se da por supuesto que los jóvenes han de continuar sus estudios y se los obliga a hacerlo aun cuando no tengan interés y menos todavía capacidad para seguirlos. No debe sorprendernos mucho el que algunos estudiantes de segunda enseñanza y universitarios hallen un desahogo para sus intereses y energías en una entrega excesiva a las diversiones en el vandalismo, las huelgas y los motines.

d) El joven se adapta al cambio más fácilmente que la persona mayor. El proceso de socialización, especialmente la prontitud para aceptar ideas nuevas y progresivas, es más rápido y más extenso en la juventud, que con frecuencia termina entrando en conflicto con los valores de los mayores. El «conflicto de generaciones» es un fenómeno lógico en una sociedad dinámica. Por hallarse desconcertado acerca de su propio status, el joven busca mayor gama de posibilidades para la expresión de su propia per­sona. El aspecto dinámico de la cultura norteamericana en ninguna parte se expresa en forma tan dramática como en nuestros adolescentes, con sus característicos entusiasmos y modas pasajeras, con sus slogans y reclamos.

El cambiante status de los negros norteamericanos 75

e) La juventud norteamericana tiene con frecuencia las obligaciones de los niños y los privilegios de los adultos. El salir con chicas (o chicos), que no tiene conexión directa con la preparación al matrimonio y que comienza a los catorce o quince años, implica el manejo del automóvil y muchas otras maneras de divertirse propias de los adultos, tales como la bebida, con la frecuentación de las tabernas y los night clubs. A la mu­chacha la animan sus padres a alternar con los muchachos, pero al mismo tiempo a conservar la castidad y el decoro. Precisamente aquí son ambi­guas las normas de libertad y de decencia, y a veces se hallan en conflicto por entenderlas diversamente los padres y los hijos.

Estas circunstancias indican la falta de un status bien definido y universalmente aceptado. Hay diferencias de una región a otra y entre las diversas clases y grupos étnicos, pero esto no constituye la ambigüedad básica de la que hablamos. La ambigüedad existe tanto en la mente de los jóvenes como en la de los mayores. Nadie puede decir con claridad y en detalle cómo se aplican a nuestra juventud los criterios generales del status y cómo han de ser sus formas de comportamiento. Lo cierto es que la juventud está en «flujo» de una manera que es más peculiar de esta misma que de las características físicas de la juventud.

Este análisis no debe inducirnos a sacar conclusiones alarmantes res­pecto al futuro de la sociedad norteamericana. Es probable que nuestra sociedad dinámica, abierta, progresiva y adaptable requiera para la juventud este género de status. El hecho de que la mayoría de los jóvenes han podido afrontar en forma satisfactoria la eficiente disciplina militar y que luego «se asientan» como empleados competentes, ciudadanos de confianza. padres y esposos con sentido de la responsabilidad; el hecho de que la mayoría de las jóvenes asumen sus roles de personas mayores en forma satisfactoria, todo esto indica que la ambigüedad del status de la juventud no es un motivo para dar por desahuciada a la sociedad y a la cultura norteamericana.

3. El cambiante status de los negros norteamericanos.

El «laboratorio» sociológico de relaciones raciales que son los Estados Unidos proporciona al sociólogo una oportunidad para comprobar las ge­neralizaciones de la ciencia social. En este punto nos interesa únicamente la posición del negro norteamericano y en particular en lo que se refiere a la aplicación de los criterios de status social. Este «laboratorio» so­ciológico se abre cada día más a la observación de los extranjeros, sin dejar de ser también un campo de intensa actividad para los mismos norte­americanos.

Nos hallamos en presencia de una espectacular elevación de toda una categoría social, partiendo del status de esclavos, es decir, de un status por debajo y fuera de la ciudadanía norteamericana. La continua elevación

76 II. Status social

del status social de los negros no es una prueba de cambio en los cri­terios conforme a los cuales se juzga el status. Estos criterios son univer­sales en toda sociedad; lo que cambia es la atención especial que se presta a uno u otro criterio. Ha habido un proceso de causalidad recíproca. Se ha modificado la evaluación social del negro por causa del logro de un status por los negros mismos, y al mismo tiempo este logro ha sido po­sible debido a la adscripción de un status por parte de los blancos. En otras palabras, la explicación completa no es que «el negro se ha elevado por sus propias fuerzas» ni que «los blancos han modificado su actitud para con los negros».

El rasgo más dramático del presente análisis es la subversión de valores — unida a la nueva terminología— instigada por los Musulmanes Negros, promovida por los nacionalistas negros, y que gana fuerza popular en el movimiento del Poder Negro. Es como si se hubiera establecido una iden­tidad cultural de nuevo cuflo en el repudio de las normas y criterios blancos de status social. Para esta gente está pasado de moda hablar en Estados Unidos —tal como se venía haciendo— de negroes y confiar en el mo­vimiento para los derechos civiles.

Las siguientes observaciones indican el modo en que se distingue actual­mente el status de black del de negroe *.

a) El popular slogan black is beautiful no se refiere únicamente al color de la piel, las características físicas, y el peinado «natural». Se refiere también a la manera africana de vestirse, a los tipos de música caracterís­ticos, e incluso a la cocina soul, que no se originó en el África sino en las regiones rurales del Sur de los Estados Unidos. El principio básico es el rechazo de los estándares culturales «caucásicos», que los defensores del movimiento negro consideran «decadentes».

b) Los líderes negros observan a menudo que nadie en Estados Uni­dos es un norteamericano genuino y que hace falta identificarse cultural-mente mediante el reconocimiento del abolengo étnico. Debería recono­cerse a los afro-americanos como distintos de los polaco-americanos o de los italo-americanos. Con estos grupos, los negros tendrían que disponer de una segunda lengua y aprender el swahili.

c) La sustitución radical de status se inicia en parte en el radicalismo religioso de los Musulmanes Negros, que no sólo rechazan el cristianismo sino también los más altos valores de la civilización occidental. La influen­cia de este radicalismo se muestra también en los llamados grupúsculos negros en las distintas sectas cristianas. Semejantes grupos no se separan necesariamente de la secta madre, sino que buscan más poder e influencia dentro de ella. Además, exigen de las iglesias cristianas millones de dólares a título de «reparación» por los pecados históricos que las generaciones de cristianos blancos cometieron contra los negros norteamericanos.

* Nota del traductor: la palabra negroe tiene en los Estados Unidos connotaciones racistas y discriminatorias; con ella se designaba al esclavo. El término black se introdujo como eufemismo, y ha sido adoptado por todos los anti-discriminacionistas.

El cambiante status de los negros norteamericanos 77

d) Las exigencias del capitalismo negro no son propiamente radicales. Son más bien un reconocimiento del aprecio tradicional norteamericano del poder y la riqueza en el logro del status social. El orgullo del status se descubre en el establecimiento de bancos negros independientes, compa­ñías de seguros, cadenas de comercios al por menor, y otras empresas eco­nómicas. El principio que subyace a todo ello estriba en que los negros, en tanto que clientes, deberían promocionar en general la riqueza de la población negra.

e) El elevado valor social atribuido a la escolarización en los Estados Unidos eleva necesariamente el status de las personas que han disfrutado de ella. El porcentaje de norteamericanos negros que asiste a los colegios y universidades es superior al de los ciudadanos que obtienen una educa­ción similar en cualquiera de los demás países importantes del mundo. Se ha introducido, sin embargo, un nuevo estímulo, en los niveles superiores de la educación con el establecimiento de departamentos y programas de estudios afro-americanos. Lo que parece más importante es el esfuerzo de­liberado de las universidades para reclutar estudiantes negros para las facultades y los colegios profesionales, a través de los cuales pueden intro­ducirse en ocupaciones mejor remuneradas.

f) No cabe duda de que la protesta radical de los norteamericanos negros ha acelerado todos estos cambios de status. Sin embargo la con­ciencia de los valores democráticos e igualitarios que posee la sociedad norteamericana en general ha tenido también notable influencia en los cam­bios. Esta conciencia procede en parte de la manera en que se subrayan los objetivos sociales como reacción a la situación mundial en la que las naciones libres están de punta con las naciones totalitarias. La aceptación práctica de los valores e ideales sociales por la mayoría de norteamericanos ha trabajado constantemente en favor de los norteamericanos negros.

Dicho todo esto, debemos reconocer que la mayoría de los norteameri­canos negros se adhieren todavía al sueño norteamericano de la movilidad ascendente. Desde el punto de vista institucional parece que reconozcan que los criterios norteamericanos de status son aplicables todavía a la ma­yoría de ciudadanos.

Los negros van abandonando las sectas religiosas emocionales para adoptar formas más conservadoras e incluso litúrgicas de religión. Van tomando parte en formas recreativas de más alto status, como el golf y el tenis, y son admitidos en competiciones deportivas profesionales y co­legiadas. Aunque se da mucha publicidad a la búsqueda de negros con talento, las barreras raciales que impedían alcanzar un status social se han roto en la mayoría de los grupos económicos, políticos y educativos; pero todo esto contribuye a la elevación del status del negro norteamericano.

78 II. Status social

4. La religión como criterio de status.

La religión es una de las principales instituciones que se dan en toda sociedad. Hasta qué punto se puede emplear el factor religión como indi­cador del status social depende muchísimo del valor que la sociedad atribuya a la profesión religiosa y a las prácticas de la religión. Se dice que los Estados Unidos son una sociedad secular con cultura de tejas abajo, y, si esto es cierto, se puede presuponer que los tangibles elementos seculares serán criterios de status social más efectivos que los impercep­tibles factores sobrenaturales.

Probablemente es un hecho que en toda sociedad se ha estimado siem­pre el status social en función de cánones seculares más que en función de cánones sagrados. Incluso en las sociedades teocráticas, la pobreza, la humildad y la caridad —criterios para juzgar de la santidad— no con­tribuyeron notablemente a elevar a las personas a un elevado status social. El status familiar, la riqueza y la instrucción parecen haber sido siempre valores más significativos para la gran masa del pueblo. El status reli­gioso puede elevar o rebajar el status social general, pero la religión misma no ha sido uno de los criterios más marcados.

En los Estados Unidos la religión organizada es sumamente respetable. La afiliación a una iglesia determinada tiene importancia para las perso­nas, como los políticos y hombres de negocios, que tienen que habérselas con el público y tratar de complacerle. No hay probablemente un solo alto funcionario público que niegue tener una religión. Los gobernadores y altos funcionarios del Estado se dan a conocer como bautizados y per­tenecientes a alguna iglesia. Se estima que alrededor del 40 por ciento de nuestra población no está afiliado a ninguna iglesia, pero un norteame­ricano raras veces afirmará ser ateo respondiendo a una interviú o a un cuestionario.

a) La clase de religión a que uno pertenece refleja el status social del individuo y a la vez influye en él. Las religiones emotivas y «ruidosas» pueden satisfacer las exigencias de algunos individuos, pero en general son practicadas principalmente por gente de baja condición social. La docena, poco más o menos, de confesiones religiosas principales en los Estados Unidos tienen una influencia variable, que en gran manera depende de las regiones en que se hallan implantadas y de la composición local de la iglesia.

b) Las iglesias conservadoras y tradicionales que desempeñan sus funciones sin llamar la atención y que no formulan grandes exigencias a sus miembros son las religiones típicas de la clase alta. Representan una especie de refugio para el enérgico y agitado norteamericano. Pro­porcionan tranquilidad y consuelo y satisfacen la importante exigencia norteamericana de seguridad. Es como si todas las cosas debieran cambiar menos estas religiones estables, típicas de la clase superior.

El status social como logro o como adscripción 79

c) Una iglesia tolerante goza también de alta estima entre los que tratan de mantener o de lograr un elevado status social. La iglesia fogosa­mente evangélica y abiertamente proselitista es un factor perturbador: hace mucho ruido por cosas relativamente «de poca importancia». Una amplitud doctrinal que permite diversas interpretaciones privadas, representa para muchos norteamericanos una actitud a la que vale la pena aspirar.

d) Los norteamericanos cuentan con que las iglesias se ocupen de la asistencia social, pero sobre todo en el sentido de proporcionar facilidades de recreo y una atmósfera de simpatía para sus miembros. Las iglesias con miembros de la clase alta cuentan a veces con consultorios profesiona­les para el matrimonio y aun con asistencia psiquiátrica para los miembros. Generalmente sostienen algunas «obras benéficas» en favor de los menos afortunados en otras partes de la ciudad. El individuo puede dar prueba de su status social contribuyendo generosamente a estas «causas».

e) La oportunidad que tienen los seglares de participar en la adminis­tración efectiva de la comunidad, principalmente en las iglesias protestan­tes, facilita también la movilidad social hacia arriba. Una persona puede lograr consideración social mediante estas actividades cuando fracasa y ve interceptadas las vías profanas de ascenso. Muchas de estas funciones desempeñadas son esencialmente profanas, pero se les concede un valor aparte por el hecho de ser algo que se hace «por la iglesia».

En resumen, se puede decir que en Norteamérica la religión conserva un status social para el individuo. Probablemente se verifica esto más en las pequeñas ciudades y en los suburbios que en las zonas metropoli­tanas anónimas. La religión es, entre grandes instituciones de la cultura americana, la que más lentamente cambia. Los grupos religiosos, especial­mente los que gozan de mayor prestigio y respetabilidad social, tienden al conformismo, más bien que a la reforma del ambiente profano en que se hallan. Esto puede ayudar al individuo mismo a conformarse con su status social.

5. El status social como logro o como adscripción.

Se llama a América el país de las posibilidades ilimitadas, no sólo para los extranjeros que suspiran por inmigrar, sino incluso para muchos ame­ricanos. Según nuestro folklore, cada cual puede llegar tan alto como se lo permiten sus capacidades. Se anima al muchacho a competir seriamente porque «siempre hay sitio en la cumbre». Incluso debe haber ahora algún padre progresivo y optimista que albergue esperanzas de que su hijita llegue un día a ser presidente de los Estados Unidos.

En verdad, el logro de una posición social está circunscrito por no pocas condiciones restrictivas, incluso en los Estados Unidos. En último análisis, como ya lo hemos visto, el status social es algo que se adscribe, puesto que depende de la manera como la sociedad juzga al individuo,

80 II. Status social

a su familia, a su clase. Aunque hay un gran margen para el logro de un status, hay también impedimentos concretos. Algunos de los impedimentos para el logro del status social son los siguientes:

a) Existe un tope para los trabajadores de la industria, dado que la especialización en una función requiere un personal sumamente entrenado e instruido. Hoy día es ya absurdo pensar que, entrando en una fábrica como aprendiz de mecánico, se puede llegar a director. A los especialistas se los encauza ya desde los colegios para alcanzar determinados niveles a los que no pueden llegar y por los que no pueden pasar los trabajadores no especializados. Ésta es una limitación de la movilidad social ascendente, que probablemente ha de hacerse todavía más rigurosa.

b) El sistema de «cupos» se usa a veces en zonas que normalmente podrían facilitar la movilidad social ascendente. Debido a su origen racial, étnico o religioso algunas gentes se aceptan con limitación o se excluyen totalmente en ciertas escuelas preparatorias, colegios y universidades, así como en algunos clubs, hoteles, e incluso áreas residenciales. En estos casos se imposibilita el logro de un status social antes de que se pueda aspirar a él. Cabe esperar que estas prácticas tiendan a disminuir a medida que los norteamericanos se vuelvan más liberales y tolerantes.

c) Los contratos restrictivos para las zonas residenciales no se pueden ya defender legítimamente en los tribunales norteamericanos, pero hay innumerables acuerdos entre la «gente bien» para no vender las propie­dades de primera clase a «elementos indeseables» de la población. Estar bien domiciliado es algo más que un mero símbolo de status social o un medio de disfrutar de una vida confortable y conveniente. Implica también la posibilidad de entablar relaciones con las personas y con la clase que se sabe constituye la vecindad.

d) Las limitaciones de posibilidades de matrimonio, aunque no tan rígidas como en otras sociedades, no dejan de ser reales en la sociedad norteamericana. No sólo las personas de la clase alta advierten a sus hijos que tengan mucho cuidado al escoger sus «citas», sino que la mayor parte de los padres norteamericanos se preocupan de que sus hijos «se casen bien». El problema «familiar» no es un mero problema de des­armonía psicológica con parientes extraños; con frecuencia está en que el cuñado o la cuñada no son «bastante buenos», es decir, que no tienen un status social suficientemente alto para satisfacer a la familia.

e) Las disparidades regionales impiden con frecuencia a muchachos y muchachas despejados el logro de la mayoría de las oportunidades. Esto es en parte cuestión de aislamiento rural y en parte depende de la pobreza relativa de algunas regiones del país., Para lograr un status social más elevado, la persona debe hallarse situada allí donde tenga facilidades para mejorar. Esta falta es mucho más sensible en las regiones donde las escue­las no están convenientemente provistas de personal docente y se reduce al mínimum el número de días de clase.

f) La identificación con «ideologías extranjeras» de naturaleza izquier-

Bibliografía 81

dista tiende a limitar la respetabilidad social y el logro de status. Los gru­pos radicales que actualmente se identifican como maoístas son tan impo­pulares como aquellos que antaño propugnaran el comunismo ruso. Existe todavía una especie de «culpabilidad por asociación» que estorba a la gente sospechosa de tales afiliaciones y que si no fuera por ello hubiera conseguido carreras de elevado status social. Esto se asemeja, efectivamente, al ostra­cismo social y a las antiguas formas de excomunión religiosa.

Estos impedimentos para el logro de un status social son variables hasta cierto punto. En algunos aspectos aumentan y en otros disminu­yen en intensidad. En todo caso son un indicio de que el sueño de las posibilidades iguales para todos es un sueño con grandes restricciones. La naturaleza de la estratificación social y los criterios que sirven para juzgar el status, en última instancia suponen las desigualdades. La so­ciedad norteamericana, como cualquier otra sociedad, tiene estas desigual­dades, que no son, sin embargo, tan numerosas o tan restrictivas como en muchas de las sociedades menos dinámicas que ella.

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III

CATEGORÍAS Y CONGLOMERADOS

Por su misma definición, la sociología estudia a las personas que están relacionadas entre sí; toda unidad social está compuesta de per­sonas que en cierto modo están juntas. En* una categoría social las personas están juntas no en una realidad física, exterior, sino en el juicio del observador que descubre en ellas unas características comu­nes. Un conglomerado social, en cambio, no depende en su unidad de la construcción mental del observador. El conglomerado social es una reunión o pluralidad de personas que se hallan en proximidad física, pero sin comunicación recíproca.

Un equipo de fútbol es un grupo social; la multitud que asiste al juego es un conglomerado; la totalidad de los aficionados al fútbol en el país constituye una categoría. Este ejemplo muestra cómo el grupo difiere al mismo tiempo de la categoría y del conglomerado porque entraña distintos grados de interacción, comunicación y rela­ciones sociales. Desde este punto de vista el conglomerado debe con­cebirse como algo intermedio entre la categoría y el grupo. En la categoría las personas no están presentes físicamente unas a otras; en el grupo las personas tienen relaciones sociales estables.

Tipos de categorías.

La similitud, o la posesión de características comunes que dife­rencian a una gente de otra es el rasgo esencial de la definición de la categoría social. Cuando se trata de categorías no se refiere uno a colectividades organizadas, aunque se las puede estudiar como uni­dades sociales debido a sus características comunes. Algunos ejemplos

84 III. Categorías y conglomerados

corrientes pueden clarificar esta noción: los niños en edad preescolar, las mujeres en edad nubil, los jornaleros agrícolas, las familias de la seguridad social.

La formación de categorías es uno de los procesos mentales más corrientes a que se entregan los seres humanos. Es algo básico para toda ciencia, puesto que hace posible la comprensión inteligente de las cualidades y del comportamiento de la gente y las cosas que tienen semejanza entre sí.

El sociólogo no se toma la molestia de clasificar a las personas conforme a todas las características posibles que pueden tener en común. La lista de elementos comunes entre las personas es casi inagotable, pero la mayoría de estos elementos tienen poca impor­tancia sociológica. Al ortopédico o al fabricante de calzados orto­pédicos le podrá interesar el número de personas que en una región o en un estado tienen los pies planos. Los programas sanitarios avan­zarían enormemente si se descubriera que sólo hay cuatro tipos de sangre y que todas las personas humanas pertenecen a una u otra de estas cuatro categorías. Pero este tipo de información y estas ca­tegorías, aun en el mejor de los casos, tendrían sólo una importancia secundaria para el sociólogo.

Todas las categorías sociales son estadísticas en el sentido que la gente que tiene características comunes puede contabilizarse. Pero el cómputo de la gente es una mera fase preliminar para el análisis de los fenómenos sociales, ya que las estadísticas, por muy refinadas que sean, no dicen nada por ellas mismas. En concreto la importancia del estudio de una categoría social determinada depende en gran ma­nera del propósito que persigue el sociólogo al estudiarla. Si quiere analizar las pautas de comportamiento político, clasificará sus datos en categorías de votantes y de no votantes, de radicales y conservadores, de votantes masculinos y femeninos, o con respecto a la edad, la edu­cación y la ocupación. Sin embargo, en forma más general, las cate­gorías socialmente importantes se computan conforme a los criterios de status social. Como ya hemos visto, éstos representan los valores de la sociedad, y la categorización de las personas conforme a estos cri­terios abre las puertas a la comprensión sociológica.

Utilidad de las categorías.

Hay dos actitudes extremas que se deben evitar en lo que se refiere a las categorías sociales. La primera es la idea de que son esta-

Utilidad de las categorías 85

dísticas y nada más, y que por tanto carecen de importancia. La otra actitud extrema consiste en creer que la sociología se reduce a estudiar categorías estadísticas. Lo que ocurre en realidad es que las estadís­ticas proporcionan una información necesaria y básica para el soció­logo, que sin estos datos tenderá a perderse en vagas generalizaciones.

En muchos casos la categoría estadística constituye el «universo» que se estudia. Este término significa sencillamente el número total de personas incluidas en el estudio. Si decimos que «en esta ciudad nacieron mil niños el año pasado», no podemos decir si es o no ésta una cifra importante, a menos que sepamos cuántas personas viven en la ciudad. El tanto por ciento de natalidad sería mucho más alto si la población de la ciudad fuera de cinco mil habitantes que si fuera de veinte mil. La población total elegida es el universo estudiado. El gráfico de las tendencias demográficas requiere el re­cuento no sólo de la población total de una zona determinada, sino también de la edad, del sexo y del estado. De esta manera las cate­gorías más amplias se pueden subdividir en subcategorías significativas.

El conocimiento de las categorías sociales tiene utilidad práctica en diversos aspectos. Si sabemos cuántos niños nacieron hace seis años y cuántos hace dieciséis años, tenemos un conocimiento bas­tante exacto del número de los que este año comenzarán la pri­mera enseñanza y de los que podrán ingresar en la universidad. Los funcionarios de educación pueden precisar todavía más estas cifras si estudian la proporción de la mortalidad infantil hasta la edad de dieciséis años. Éste es precisamente el género de información en que se fijan las compañías de seguros para fijar el montante de las pólizas. Clasifican a la población en diversas categorías según la edad, el sexo, la raza, la ocupación, el estado de su salud, y otros factores. Estudian la proporción de enfermedad o de mortalidad entre los mineros u obreros de la construcción comparada con la de dependientes y maestros, y así pueden establecer las primas diferenciales.

Es evidente que el conocimiento de las categorías sociales tiene importancia para los políticos, empleados del Estado, fabricantes, autoridades religiosas, directores de instrucción; de hecho, para quien­quiera que tenga que hacer proyectos en relación con las grandes ma­sas de la población. También salta a la vista que las categorías esta­dísticas en sí mismas no nos dicen nada. El análisis, la interpretación y la combinación de categorías debe llevarse a cabo antes de poder llegar a conclusiones que tengan algún sentido. El hecho de que las estadísticas se puedan manejar para «probar cualquier cosa», no es un argumento contra el estudio y el uso de las categorías. El tópico popular

86 III. Categorías y conglomerados

de que estadística es sinónimo de mentira, significa simplemente que los números se prestan tanto a mentir como las palabras.

Categorías y estratificación.

Hemos visto que es posible formularse mentalmente categorías a base de un elemento real común a cierto número de personas. Hemos visto también que los elementos de semejanza se escogen por razones muy variadas y con distintos objetos de estudio, y también que no todas las características comunes se prestan para formar categorías socioló­gicamente importantes. Lo cierto es que el sociólogo debe proceder selectivamente en el estudio de las categorías sociales, y su selección será el resultado de los valores reconocidos por la gente de una so­ciedad determinada.

Cierto número de gente presenta la misma característica, y en ella se parecen todos los individuos unos a otros, pero son distintos de otra gente. Las categorías sociales pueden clasificarse según el valor de la característica sobre la que se han formado. Ya vimos que la estratificación del status social depende también de una jerarquía de valores sociales. Es mucho menos importante estudiar el número de gente rubia que conocer el número de gente que ha terminado la educación secundaria. Sociológicamente no es tan importante una cate­goría de rubias de cabello rizado como una de mujeres con título de doctor.

La estratificación en sentido sociológico se refiere a las «capas» de categorías sociales según el orden de más alto a más bajo en que están dispuestas en la estima de las personas en la sociedad. Este con­cepto es usado con particular frecuencia en el examen de las clases sociales: todo el mundo reconoce la diferencia que hay, a bulto, entre clases altas, medias y bajas. La noción de estratificación se aplica tam­bién cuando se estudian las diferentes clases de minorías en una sociedad. Una determinada minoría social se reconoce como categoría porque las personas que la constituyen tienen menos participación en los elementos valorados socialmente, ora se trate de trabajadores del campo emi­grados a la ciudad o de miembros de una minoría racial. Esta «me­nor participación» sitúa inmediatamente a estas personas en una capa social más baja que a las personas que no forman parte de la minoría.

Las principales combinaciones de criterios 87

Las principales combinaciones de criterios.

El sociólogo no puede contentarse con estudiar las categorías socia­les que están basadas en un solo criterio de status. Ésta es, desde luego, la forma más sencilla de conocimiento, pero una simple obser­vación nos muestra que cada persona comparte con otras personas otras numerosas características. El ser humano que vive en sociedad no es meramente rico o pobre, culto o inculto, piadoso o impío; tiene también una determinada ascendencia famliar, desempeña diferentes funciones en la sociedad y representa un determinado tipo biológico. Esto significa dos cosas: en primer lugar, que a cualquier individuo se le puede situar en tantas categorías sociales cuantas son las carac­terísticas que comparte con otros y, en segundo lugar, que cualquier combinación de características en dicho individuo puede tener para­lelos semejantes en otras personas.

Esta combinación común de características semejantes es la que explica las más importantes categorías sociales en toda sociedad. Sobre la base de estas características similares combinadas se puede hacer un análisis científico de las categorías sociales que tenga sentido. Tam­bién aquí es donde el observador poco ducho comete la mayor parte de sus errores estereotipando a la gente suponiendo que una serie de características debe necesariamente acompañar a otra.

Las más importantes categorías sociales formadas a base de seme­janzas combinadas son las siguientes:

a) Las minorías sociales son categorías de personas que comparten una combinación de desventajas similares. Por consiguiente se estiman «inferiores» al nivel fijado como normal, corriente y aceptable. No ha­blamos aquí de minorías numéricas, puesto que en este sentido casi toda categoría social es una minoría. Minorías numéricas poderosas han gobernado y controlado a las sociedades gracias a la fuerza y al poder militar; numéricamente, la clase alta es en todas partes una minoría. Para que sea una minoría, la categoría debe ser desfavorecida, infraprivilegiada. Puede representar la tercera parte, las dos terceras partes e incluso más en una nación, o puede ser también un sector relativamente reducido de la población. No es necesario que sus miem­bros sean perseguidos o suprimidos, ni tampoco que se les impida siem­pre y deliberadamente alcanzar los privilegios de que goza el resto de la sociedad. En una sociedad relativamente estática cambia gradual­mente la posición de las minorías; en una sociedad dinámica hay muchas veces tendencia a absorber y a asimilar las minorías.

88 III. Categorías y conglomerados

Las tres categorías principales de este género son: los extranjeros de nacimiento, las minorías raciales y las religiosas. Las minorías reli­giosas existen en cualquier sociedad importante del mundo contempo­ráneo. No las consideramos aquí como personas que forman grupos por razón de profesar los mismos credos religiosos, sino desde el punto de vista de los otros que los miran como una categoría social. El grado en que la minoría religiosa — por ejemplo, los Doukhobors — difiere en sus creencias y en su culto de las normas aceptadas por la mayoría, representa también el grado de inferioridad de su status. El criterio religioso es el más visible, pero a menudo va acompañado de otros como el origen extranjero, y el nivel económico y de educación.

Los extranjeros forman una importante categoría social dividida a menudo en diversas subcategorías conforme al país de origen. También éstas constituyen, en su mayor parte, minorías sociales. El principal criterio por que se les juzga es el abolengo, es decir, su origen nacional o étnico, principalmente si representa un linaje de campesinos. Pero con el hecho de la procedencia extranjera se combinan otros criterios: el de la educación, con referencia al idioma y al grado de instruc­ción ; el económico y el religioso ; y hasta las características biológicas si difieren marcadamente de las admitidas por la mayoría. Los inmi­grantes irlandeses en Liverpool, los mineros polacos en Alemania, los indios en África del sur son ejemplos de minorías extranjeras.

Las minorías raciales forman las categorías sociales que se dis­tinguen principalmente por los criterios del linaje y de las diferencias biológicas. Estas minorías incluyen el mayor número de criterios de status social de que hemos tratado anteriormente. Su grado de ri­queza y de educación afecta a su base racial y es a la vez afectado por ella. La utilidad que su función presta a la sociedad, principalmente la de sus actividades profesionales, es también un importante criterio de status que se sobrepone a los otros.

b) Las clases sociales son, en toda sociedad, el ejemplo más obvio de combinación de criterios de status social. En realidad, la clase social no puede ser estudiada objetivamente sino como categoría social dependiente de los juicios de valor que prevalecen en las mentes de las personas. Sea que hablemos grosso modo de dos o tres clases sociales o de numerosos estratos existentes en las sociedades más complejas, debemos básicamente incluir y combinar todos los criterios de status social. Una clase es una pluralidad de personas que son concebidas como una unidad social porque efectivamente se asemejan en diferen­tes sentidos y son «tasadas» como pertenecientes a un determinado nivel de estratificación.

Las principales combinaciones de criterios 89

El status de clase de una persona produce sobre ella un efecto con­creto mucho mayor que las categorías estadísticas más generales en que se la puede incluir. La razón de esto es doble: primeramente porque su clase es una categoría basada en semejanzas múltiples que con frecuen­cia la ponen en relación social efectiva con otras personas; en segundo lugar porque la valoración de estas semejanzas está determinada por la opinión que la gente tiene de ella y, por consiguiente, por la estima o desestima en que se tiene a la persona misma. Decimos que una per­sona es afectada por su status de clase principalmente por razón de lo que otras personas piensan de ella y por el modo como se com­portan con ella. La juzgan «mejor o peor» por razón de su status de clase y al mismo tiempo ella misma pertenece a una clase social más alta o más baja por el hecho de tener o no tener respectivamente lo que la gente en general considera como mejores o peores características.

Es un problema de metodología de la investigación descubrir en primer lugar los valores sociales efectivos que reconoce la sociedad y, en segundo lugar, cuáles son en una zona determinada las personas que poseen la combinación de características así valoradas. El contacto con una sociedad particular y el estudio de la misma revelan una frecuente referencia a las características que la gente tiene en gran estima. Oír a las personas mismas hablar unas de otras sirve para «situarlas» en su objetiva clase social. En una localidad, por ejemplo, se puede clasificar a la «buena sociedad» por el hecho de ser de antiguo origen criollo, por enviar a sus hijos a los colegios preparatorios reli­giosos y a las universidades privadas del Este y por pertenecer a cier­tos clubs muy selectos, con nombres griegos o romanos. En otras zo­nas serán distintos los detalles específicos de estas características gene­rales, pero de todos modos servirán de clave para descubrir la perte­nencia a la clase alta.

Los sociólogos usan también frecuentemente ciertos cálculos cuanti­tativos para fijar el status de clase de una persona o de una familia. Saben en seguida que cierto sector de la ciudad o tal suburbio más bien que tal otro se considera como la mejor zona residencial, que un tipo de construcción refleja un mayor prestigio social que otro, que ciertas actividades y modos de adquirir los ingresos económicos gozan de ma­yor reconocimiento social que otros. Todos estos elementos se pueden contar, medir, pesar y componer. Los datos son objetivos y compara­bles, y pueden interpretarse para indicar el número y el volumen de las diferentes clases sociales.

c) Los «públicos» son un tipo más sutil de categoría social que ha crecido en importancia en las sociedades urbanas y comerciales. El

90 III. Categorías y conglomerados

público, al igual que la clase social y la minoría, se conceptualiza tam­bién como una unidad social en que las personas poseen ciertas caracte­rísticas comunes. Hay un aspecto en que los públicos son más signi­ficativos sociológicamente que las clases y las minorías. Es el hecho de que son el foco de atención, y la materia de persuasión, por los que se dirigen a ellos.

En sentido técnico, científico, un público no se refiere a la población general total ni tampoco a un grupo social organizado, aun cuando a veces se dan al término estos dos significados. Un público difiere de un conglomerado porque éste lleva la marca de proximidad física, y aquél no. Por ejemplo, el actor de una comedia en la televisión se dirige a su público, una categoría ampliamente dispersa por todo el país, mientras que el mismo actor en un tablado se dirige a sus oyen­tes, un conglomerado agrupado en el teatro. Esta distinción puede parecer de poca monta, pero muestra claramente la diferencia entre dos géneros de unidades sociales.

Cuando a un predicador, conferenciante, escritor, fabricante o po­lítico se le pregunta a qué público se dirige, la atención de la pregunta se centra sobre una categoría social excluyendo a otras. Existen, pues, diferentes públicos. El mismo «público consumidor» al que se dirige el anunciante tiene diversas subcategorías, que a veces se designan va­gamente como «personas que saben discernir», «hombres de distinción», o «los que desean lo mejor», y a veces más específicamente, como los jóvenes, las amas de casa, los habitantes de los suburbios.

Dirigirse a los obreros o al proletariado no es sencillamente hacer referencia a una categoría de clase. Esta clase de personas poseen cier­tas características comunes a base de las cuales se los considera como un público. Los lectores de novelas de misterio o policíacas, los «hin­chas» del boxeo, del béisbol o del fútbol, los intelectuales, los aficiona­dos al arte, en una palabra, cualquier pluralidad de gente a la que puede hacer un llamamiento, constituye un público. Cada una de estas categorías se puede estudiar separadamente y cada una de ellas demostrará la presencia de semejanzas de nivel en la instrucción, en los recursos económicos, en la utilidad funcional y también con fre­cuencia en las características de sexo y de edad.

Definición de los conglomerados.

Al pasar del análisis de las categorías al de los conglomerados obser­vamos que la gente en cada una de estas unidades sociales está «junta»

Definición de los conglomerados 91

de distintas maneras. En el conglomerado social está junta sólo en la medida en que los vínculos de unión son muy débiles. Algunos de los ejemplos más corrientes de conglomerado social son la gente que se halla dentro de fronteras trazadas arbitrariamente, como los distritos escolares, policiales, políticos, urbanos, como los barrios, la parte alta y la baja de las ciudades, los centros y las distintas zonas de las aglo­meraciones. Éstas no son tan sólo clases de conglomerados, sino que encajan con la descripción del conglomerado social.

Una definición y descripción más completa del conglomerado so­cial debe comprender los siguientes elementos: a) Las personas que cons­tituyen el conglomerado son relativamente anónimas en cuanto que son casi extrañas unas a otras; b) el conglomerado social no está organizado, no tiene una estructura con jerarquía de posiciones y fun­ciones ; c) hay sólo un limitado contacto social, por muy grande que sea la proximidad física; d) cuando más, hay sólo una insignificante modificación en la conducta de los que entran a formar el conglomera­do ; e) la mayor parte de los conglomerados sociales son territoriales, y su importancia social está restringida dentro de ciertos límites; f) la mayor parte de los conglomerados son también temporales en cuanto que las personas entran y salen de ellos y se desplazan con­tinuamente de unos a otros.

El término «aglomeración» se usa frecuentemente como sinóni­mo de «conglomerado», pero este uso sólo es valedero científicamente en un sentido de la palabra. La aglomeración en sentido transitivo significa el proceso por el cual las personas se reúnen en una colecti­vidad. Desde este punto de vista las personas se «conglomeran» cuando se mudan de barrio, cuando van al teatro para asistir a una represen­tación, cuando se paran en la calle para mirar las obras de una exca­vadora. La aglomeración no es sonónimo ni tiene sociológicamente la importancia del proceso de socialización y de asimilación. La aglome-

; ración como sustantivo significa una colectividad real de personas y tiene el mismo sentido que el conglomerado social.

Conviene advertir que la aglomeración es sólo una de las perspec­tivas en el estudio de las personas. La típica casa moderna de apar-

* tamentos de las grandes ciudades, en la que los que ocupan los diver­sos pisos se conocen a lo sumo por el simple saludo al cruzarse, es un ejemplo moderno de conglomerado social. Pero esto no nos ha de hacer olvidar que la familia que ocupa cada uno de los apartamentos forma un grupo. El edificio contiene un conglomerado de grupos. La persona puede ser a la vez la unidad de un conglomerado y la unidad de un grupo.

92 III. Categorías y conglomerados

Principales formas de conglomerados.

Los aspectos dinámicos de las relaciones humanas dificultan la cla­sificación científica de los conglomerados sociales. Hay cierto grado de confusión y de interferencia en la aplicación de la terminología sociológica porque confusiones e interferencias existen también en el sistema social concreto. La gente no está sencillamente puesta en una casilla, de modo que se pueda decir en cada caso si se halla en un grupo o en un conglomerado, ni las formas de aglomeración se pueden de­terminar siempre tan fácilmente como pudiera parecer a primera vista. Pero a pesar de estas dificultades es necesario utilizar los términos con toda la exactitud que permitan los variables fenómenos sociales que se estudian.

La siguiente clasificación de los conglomerados sociales en multi­tudes, turbas, auditorios, manifestaciones y conglomerados residen­ciales y funcionales es un conato de solventar algunas de estas difi­cultades terminológicas. Aquí nos ocupamos sólo de los conglomerados sociales claramente discernibles que tienen importancia sociológica. Reúnen las dos características más importantes de los conglomerados sociales; las personas están reunidas físicamente y en cierta proximidad, y tienen entre sí un mínimum de comunicación y de relaciones sociales.

a) La multitud es un conglomerado pacífico de personas con escasa interacción mutua. Desde el punto de vista de la totalidad, no está coordinada y no realiza ninguna función común; ocupa sencilla­mente un espacio físico. Esto no quiere decir, sin embargo, que las personas que lo componen no tengan ningún objetivo o estén sin saber qué hacer. Cada individuo puede probablemente «dar razón de su presencia». La multitud es pacífica y no excitable; es amorfa y sólo tiene una unidad «exterior».

Existen, sin embargo, diferentes y bien identificares clases de mul­titudes que el sociólogo puede distinguir por simple observación. Las personas que van de compras el sábado por la tarde a un supermer­cado se distinguen de la multitud que espera que cambie la señal lumi­nosa para atravesar la calle y de la multitud que entra en un estadio de fútbol.

b) La turba es un conglomerado social capaz de desmandarse, por carecer de control interior y exterior. Es desordenado más que orde­nado. Tiende a actuar como unidad social en forma breve pero intensa. Las personas que componen este conglomerado suelen hallarse en un alto grado de excitación emotiva. Este término se emplea casi siempre en

Principales formas de conglomerados 93

sentido peyorativo, indicando que la turba es destructora, antisocial y belicosa. Por lo regular es un fenómeno de protesta.

Las bullangas son actividades turbulentas, que estallan por peque­ños incidentes, se alimentan de rumores, y son incitadas luego por cabecillas. La acción mutua entre los individuos particulares es míni­ma, pero casi siempre hay alguna relación entre los líderes y los que componen la turba. Ésta es una diferencia esencial frente a la multitud. Es también posible distinguir las diferentes clases de turbas conociendo el género de protesta que las inspira. Las turbas son excitadas hasta el motín por sentimientos raciales, por explotaciones económicas, por levantamientos políticos, por fanatismos religiosos. Ha habido casos de motines provocados por una sensibilidad artística herida y como reac­ción contra las decisiones de los arbitros en las competiciones deportivas.

c) El auditorio es un conglomerado de personas que se reúnen libremente para asistir a algún acto. Usamos aquí el término para designar estrictamente una colectividad física dentro de un espacio limitado. Las personas de un auditorio difieren de las de una turba por el hecho de ser espectadores u oyentes en lugar de realizar una acción conjunta. Difieren de la multitud en que su reunión es más permanente y su atención está más concentrada. Los auditorios reac­cionan ante un estímulo común y a veces se los juzga por el grado y la calidad de su reacción frente a dicho estímulo: impresionable o impa­sible, tumultuoso o tranquilo, aprobatorio o desaprobatorio.

Los auditorios se clasifican más convenientemente según el objeto que los atrae. Hay auditorios para todos los actos: para las diferentes competiciones deportivas, para conferencias sobre variadísimos asuntos, para representaciones de teatro y de cine, para debates, para concursos de belleza. Las personas que asisten a una función religiosa, en cuanto que no participan como grupo en el acto de culto, son también au­ditorios.

d) Las manifestaciones públicas son conglomerados de personas que se reúnen deliberadamente con objeto de promover una idea, un credo, un movimiento o una persona. La gente que constituye la ma­nifestación no son meros espectadores u oyentes; participan efectiva­mente en cierta acción colectiva en presencia de otros. La manifestación suele estar organizada, pero sólo en el sentido de que se ha trazado previamente un plan, y los participantes están unidos unos con otros sólo por un débil lazo.

Las manifestaciones son un fenómeno social propio sobre todo de las grandes ciudades. Son conglomerados sociales que difieren de la multitud, de la turba y del auditorio. Los ejemplos más comunes de

94 III. Categorías y conglomerados

las manifestaciones son los mítines, las concentraciones políticas, las marchas para los derechos civiles, las procesiones religiosas y las di­ferentes clases de desfiles o paradas. Una manifestación puede ser un acontecimiento único, como la conmemoración del fin de una guerra, una marcha de los parados, o una procesión de oración silenciosa como protesta contra una persecución religiosa, racial, o de otra clase. Otras manifestaciones, como los desfiles éthicos y cívicos, se han vuelto celebraciones anuales en algunas grandes ciudades. El desfile del día de san Patricio en Nueva York, el desfile de los Mummers en Filadelfia, los del Mardi Gras (martes lardero) en Nueva Orleans, son ejemplos de este género de manifestaciones.

e) Los conglomerados residenciales se pueden observar en todas las grandes ciudades. El relativo anonimato y la frecuente movilidad residencial que caracteriza a la gran urbe tiende a desarrollar el con­glomerado social en cada una de las partes de la ciudad. En la medida en que las personas viven unas cerca de otras, pero manteniéndose relativamente extrañas entre sí, sin verdadero contacto y acción mutua y sin organización, constituyen conglomerados sociales. Esto ocurre más fácilmente en las llamadas zonas de tránsito, con edificios residen­ciales, hoteles, grandes casas de apartamentos, que en los barrios anti­guos y estables de viviendas familiares.

El concepto de conglomerado social residencial se precisa mejor si se compara con el de comunidad étnica urbana. Este último término implica asociación, contacto, comunicación, intercambios amistosos entre todas las personas que residen en esta zona. El hecho de que muchas zonas residenciales tienden a ser únicamente conglomerados se demuestra por el constante esfuerzo de los dirigentes civiles y reli­giosos, de los políticos y los hombres de negocios, por despertar de nuevo una «conciencia de comunidad» que haga que las personas se identifiquen con su zona residencial. Un auténtico barrio ya posee este sentido comunitario.

f) Los conglomerados funcionales están constituidos por personas a las que se asignan más o menos arbitrariamente límites territoriales. Los distritos de la policía, los escolares, los postales, por ejemplo, se fijan de acuerdo con ciertos fines funcionales, pero no pueden de­nominarse grupos o comunidades en sentido técnico. Igualmente, el conglomerado total de personas que actúan en un distrito comercial, en un centro financiero o en un distrito teatral no tiene las caracte­rísticas de un grupo social. Por razón de la función concreta y deter-minable realizada en estas zonas es natural que como conglomerados se los distinga de las zonas residenciales.

La persona y el conglomerado 95

La persona y el conglomerado.

A veces se tiene la sensación de que el conglomerado se asemeja a un rebaño de animales sociales pasivos que no ejercitan sus aptitudes de seres racionales. Después de lo que hemos dicho, salta a la vista que no es éste el caso. El conglomerado social, como término medio entre la concepción de una categoría y la solidaridad efectiva de un grupo, empíricamente «contiene» personas. La persona individual tiene i elación con el conglomerado del que forma una unidad, relación que se observa en diferentes aspectos:

a) La persona está necesariamente presente en el conglomerado social. Ya hemos visto que la proximidad física es necesaria para la formación de éste. Es también cierto que nadie, sobre todo si vive en una ciudad, puede evitar los conglomerados sociales. Está en ellos y forma parte de ellos. Su mera existencia física en un domicilio per­manente en algún sector urbano lo sitúa en un conglomerado resi­dencial y en varios conglomerados funcionales. Comoquiera que circule por la ciudad, se contará entre las diversas multitudes y auditorios. Le quedan pocas posibilidades de quedarse aislado.

b) Dado que los conglomerados sociales no están estructurados, la persona individual carece virtualmente de status dentro del conglo­merado. El status social depende de la apreciación y del juicio de los otros, y el status del individuo es siempre una posición en rela­ción con otras. Si tiene un status dentro, por ejemplo, de una turba, es sólo en cuanto que vagamente se aprecia cierta diferencia entre los líderes y los que los siguen. Sin embargo, el conglomerado del que la persona es una unidad puede influir en el status que esta persona ocupa en un grupo que se halla al margen del conglomerado. El sta­tus de una persona es afectado por el hecho de que opte por entrar en diferentes auditorios o públicos, o por ser aficionado a la lucha más que a la ópera, o por participar con frecuencia en tumultos callejeros.

c) Existe hasta cierto punto una pauta de comportamiento a la que se conforma la persona como parte de un conglomerado social. Las mujeres pueden empujarse unas a otras al ir de compras en los grandes almacenes, de una forma inconcebible en una función de igle­sia. Las normas de comportamiento en una competición deportiva son mucho más libres que en un concierto sinfónico, e incluso hay dife­rencias de un deporte a otro. Conviene notar que la modificación del comportamiento social depende del tipo de conglomerado social en

96 III. Categorías y conglomerados

que se encuentra el individuo, pero no de la acción mutua con los otros individuos que coinciden en el mismo conglomerado.

d) Se puede decir que en los conglomerados manifiestan las per­sonas un comportamiento colectivo más bien que un comportamiento social. Esta distinción quiere decir que su conducta en presencia de otros es simultánea y con frecuencia análoga a la de los demás, más bien que realizarse en favor, en contra, o con los otros. El comporta­miento social implica comunicación, contacto, acción mutua, que es el tipo de comportamiento que se observa en los grupos, pero no en los conglomerados. Sin embargo, el comportamiento colectivo tiene efecto social. La presencia de una multitud que observa una obra puede indu­cir a los trabajadores a una labor más constante, más sólida y produc­tiva ; los gritos de la multitud y los aplausos del público son a veces intencionados y eficaces.

e) La persona individual tiende a hacer desaparecer su identidad en el conglomerado social. Esto no es necesariamente una actitud vo­luntaria por parte de la persona, sino más bien algo resultante o con­comitante de la naturaleza de los conglomerados sociales. El anonimato y el desconocimiento de las otras personas puede observarse especial­mente en las manifestaciones, en las concentraciones y en los desfiles, donde apenas se oye la voz del individuo o donde éste no tiene in­terés en hacerse oír.

f) Es un hecho muy conocido que la responsabilidad personal disminuye en los conglomerados sociales. «Formar parte de una mul­titud» o «seguir a una turba» quiere decir que el individuo subordina la mayor parte de su propia responsabilidad a la acción colectiva. Casi todo lo que hace una persona en estas circunstancias es espontáneo y sin reflexión. El «espíritu de la multitud» es con frecuencia contagioso en las reuniones temporales de personas, mientras que en los conglome­rados residenciales la falta de responsabilidad aumenta por lo transitorio y anónimo de la residencia.

ALGUNOS CONGLOMERADOS Y CATEGORÍAS NORTEAMERICANAS

1. Conciencia de clase de los norteamericanos.

La interpretación excesivamente simplista del estilo de vida democrático en Norteamérica ha dado origen a afirmaciones como éstas: «Cada uno vale lo que otro cualquiera», o «aquí no hay clases sociales como en Europa y América del Sur», o «Conservamos nuestras tradiciones de liber­tad y de igualdad». Son observaciones hechas por ingenuos o por oportu-

Conciencia de clase de los norteamericanos 97

nistas y con frecuencia revelan un modo de pensar ilusorio y nada realista. Toda sociedad tiene diferencias de status social entre los individuos y cierta estratificación de sus categorías sociales. Aquí tenemos la curiosa combinación de una sociedad realmente estratificada con una general repug­nancia a reconocer la presencia de una estratificación.

Por conciencia social entendemos un percatarse de los diferentes status y estratos sociales; no tiene nada que ver con la conciencia de los problemas sociales o una actitud cívica o patriótica. He aquí algunas de las razones de que la conciencia social esté reducida al mínimo en la sociedad norte­americana :

a) Los norteamericanos tienden a desestimar o a ignorar los títulos excepto en las ocasiones más formales. Son conocidos por su familiaridad en el trato social y por su tendencia a hacer desaparecer las barreras for­malistas incluso con los extraños. El término mister se aplica a todo varón adulto, pero los subordinados y empleados usan términos como boss o chief (jefe, patrón) para evitar la rigidez del título. Las personas de igual rango social se llaman por el nombre de pila en vez del apellido, y las personas de posición superior también llaman a los demás por el nombre. Este modo de trato social es inconcebible en la mayoría de las otras sociedades.

b) La difusión de una ideología igualitaria impide notablemente la formación de una conciencia de clases. Al niño en los primeros años de escuela se le predica independencia, igualdad de oportunidades, confianza en sí mismo. Aprende mucho sobre sus propios derechos; y esta insistencia sobre los propios derechos está muy propagada en la sociedad adulta. Los slogans sobre la igualdad son la materia de que se componen nuestras arengas políticas, y los diversos movimientos en favor de la igualdad de derechos que han jalonado nuestra historia han determinado de una manera muy importante nuestras actuales actitudes.

c) El logro de un status se valora más que la ascripción del mismo. El norteamericano tiende a admirar y a respetar al individuo que se ha abierto su propio camino, que ha tenido éxito y se ha creado un nombre. Pone la atención en la persona como individuo más que como represen­tante de un estrato social relacionado con otros estratos. Ello significa que los criterios del status social, en tanto que se poseen en mayor o menor grado, son reconocidos como diferencias personales más que como distin­ciones de clase social.

d) La posibilidad de conseguir los símbolos materiales del status tien­de a compensar la falta de un alto status real. El hecho de que los automóviles, los aparatos de televisión, las neveras y otros artefactos se puedan comprar a plazos, de que se puedan obtener unas imitaciones plau­sibles de ciertos estilos «exclusivos» de vestidos, y de que haya pocos tipos tradicionales de indumentaria distintiva de clase: todo esto son factores importantes que contribuyen a disminuir la conciencia de las diferencias de clases.

e) La relativa generalización y extensión a todos, sin exclusivas ni dis-

98 III. Categorías y conglomerados

tinciones, de las facilidades públicas y comerciales tienden a disminuir la actual separación de las clases sociales. Excepto en las zonas en que se practica la discriminación racial, el norteamericano, con tal que pueda pagarlo, puede ocupar las mejores localidades en la ópera, en las carreras de caballos o en los campeonatos de boxeo. Tiene acceso a bibliotecas, parques, y jardines públicos, a los medios de comunicación y de transporte. Cuando «se reserva el derecho de admisión» o se invita solamente a los socios, generalmente prefiere pensar que esto se hace por el derecho partícu­las que tienen los que le excluyen y no por razón de su inferior posi­ción social.

f) En general el norteamericano es tratado y espera ser tratado como igual en los procedimientos políticos, legales y militares. La obligación de formar parte de un jurado, el derecho de voto, el servicio militar, el dere­cho de demandar en juicio y de ser juzgado en justicia, el derecho a la protección por la policía y al servicio de incendios, todo esto se supone que se aplica imparcialmente a todos los norteamericanos. El sociólogo debe notar que no siempre es así. Pero el hecho de hallarse tan difundidas estas prácticas y el énfasis con que se exalta su presencia, da al norteameri­cano la sensación de vivir en una sociedad sin clases.

Estas pocas pruebas sobre la falta de conciencia de clase que tienen los norteamericanos prueban a la vez la importancia de las categorías conceptuales. Aun cuando la estructura de clases existe como realidad con­creta y aun cuando la posición de clase tiene consecuencias inmediatas, personales y objetivas para el individuo, hay sin embargo una tendencia a relajar y hasta a ignorar esta realidad. Lo que la gente procura creer constituye en sí mismo un hecho social de gran trascendencia. Debido a la total difusión de la ideología democrática con todo lo que ésta implica, las personas tienden a disminuir los efectos y consecuencias de la efectiva estratificación de categorías de clase.

2. Tratamiento desigual de las categorías sociales.

Ya hemos visto que la definición misma del status y de los estratos sociales implica una posesión desigual de los elementos valorados social-mente, entre las personas que se hallan en diferentes categorías. Esto es cierto en toda sociedad, sin excluir la norteamericana, donde el credo cultural reconoce la dignidad básica y la igualdad de todos los seres hu­manos. Sin embargo, las desigualdades de posición social no llevan siempre consigo relaciones poco equitativas u hostiles entre las personas de dife­rente status. De hecho hay innumerables ejemplos de relaciones de ama­bilidad, generosidad, amistad y afecto entre personas de elevada posición y otras de posición subordinada. Esto se observa en ciertas situaciones so­ciales a pesar de las líneas de clase de las barreras raciales, étnicas y religiosas. Se ve en los juegos de los niños que no han desarrollado todavía

Tratamiento desigual de las categorías sociales 99

la conciencia del status, como también en las relaciones de algunos adultos que tratan de reconocer las cualidades personales de inteligencia, de carác­ter y de virtud, sea donde sea que se encuentren.

Pero aun con estas excepciones, existen diversos ejemplos palmarios de trato desigual aplicado a ciertas categorías sociales. En la lista siguiente no incluimos a los delincuentes, que, según se dice, han «perdido» el derecho a ser respetados en pie de igualdad.

a) El status social de la mujer se ha elevado constantemente. Sin embargo sigue dándose el caso de que la mayoría de empleadas que rea­lizan la misma labor que los hombres no reciben el mismo sueldo que ellos. A veces se observa también, de alguna manera, discriminación con­tra las mujeres como categoría social por parte de la religión organizada, los sindicatos, los partidos políticos y el sistema universitario. Sin embar­go, en algunos aspectos son favorecidas frente a los varones; por ejemplo, hay leyes que las dispensan del trabajo nocturno, reglamentaciones que establecen oportunidades de descanso y licencias de enfermedad, leyes con­suetudinarias que prohiben se las emplee en trabajos industriales pesados y en las minas.

b) Los hijos ilegítimos y los huérfanos bajo tutela forman una cate­goría de personas en desventajosa posición social. Este status está cambian­do gradualmente. La creciente preocupación de la sociedad norteamericana por estos niños, juntamente con una actitud más inteligente de parte de los asistentes sociales, de los filántropos y de los demás reformadores sociales, ha suavizado, hasta cierto punto, la condición de estos niños. Reciben muchas veces ayuda material inmediata de vez en cuando, aunque ello no signifique una elevación efectiva de status.

c) La categoría de los niños trabajadores en algunos barrios bajos de las ciudades, pero especialmente entre los trabajadores agrícolas de las áreas rurales, es también objeto de trato injusto. El sector industrializado de la economía estadounidense no necesita del trabajo infantil, y los sindi­catos se han opuesto a su empleo. Las leyes sobre el trabajo infantil fueron dictadas para impedir la explotación de los niños por empresarios sin con­ciencia y para procurarles tiempo y oportunidad de frecuentar normalmente la escuela.

d) En toda comunidad las personas de la clase alta son objeto de distinciones favorables en los diversos departamentos de la administración pública. La policía trata con mayor deferencia a los adultos infractores del código de la circulación y a los delincuentes juveniles en potencia que pertenecen a la clase alta. Las calles están más limpias y mejor iluminadas, el pavimento se repara más prontamente, el servicio de incendios acude con mayor presteza y la basura se recoge más regular y cuidadosamente en las mejores zonas residenciales de la ciudad.

e) Las minorías raciales, especialmente los indios norteamericanos, los inmigrantes orientales en cierta medida, y los negros, han sido el objeto más corriente de un trato discriminatorio. El movimiento para los derechos

100 III. Categorías y conglomerados

civiles logró finalmente eliminar la legislación discriminatoria que existía en muchos Estados desde que a finales de la última centuria se introdujo la nueva doctrina legal de «separados pero iguales». Perduran, sin embargo, fuertes costumbres y tradiciones a nivel local y regional que perjudican a las minorías raciales norteamericanas.

Existen otras categorías sociales menores, como ciertas minorías reli­giosas, personas que carecen de ingresos fijos, impedidos física y mental­mente, y hasta algunas categorías políticas, que reciben trato desigual de la mayoría de la sociedad norteamericana. Todo esto que hemos men­cionado es una prueba suficiente de que existen diversos planos de des­igualdad de trato y de que las distinciones sociales tienen ciertos efectos concretos incluso en nuestra sociedad democrática.

3. Ausencia de movimientos de masas en Norteamérica.

Teóricamente se podría suponer que una sociedad caracterizada por un gran número de conglomerados sociales diferentes tendría también una historia de movimientos de masas. Sin embargo, los Estados Unidos se dis­tinguen por la ausencia de tales movimientos. Los conglomerados son personas en masa, pero cuando un conglomerado norteamericano se orga­niza, termina por formar generalmente asociación. No se agrega a otros conglomerados en un «movimiento del pueblo». Las condiciones para los movimientos de masas están presentes en nuestra sociedad, pero todas las tentativas realizadas para despertarlos han sido efímeras.

Huelga decir que los Estados Unidos han experimentado en su historia toda clase de movimientos, pero han sido de índole relativamente especia­lizada. No incluían a las masas como un todo formado por las hetero­géneas aglomeraciones de gente que viven en nuestro país. No ha habido tampoco un movimiento de clases en el sentido en que los marxistas de­finen a las masas trabajadoras. La única tentativa de organizar a las masas heterogéneas de la sociedad norteamericana fue la de los Knights of Labor (caballeros del trabajo), que invitaban a organizarse a quienquiera que tuviera una ocupación lucrativa, incluyendo a hombres de negocios y a profesionales de ambos sexos. Pero fue una tentativa sin consecuencias.

Uno de los movimientos especializados fue el movimiento por el de­recho de sufragio de las mujeres, que fue disminuyendo desde que alcanzó su objetivo; pero se produce ahora un resurgimiento del movimiento de mujeres para conquistar la igualdad de derechos. Las organizaciones de pro­testa de los campesinos, el movimiento obrero amplio, las distintas ramas del movimiento del Poder Negro, son por definición y por su propósito especializadas y limitadas, y no ofrecen trazas de cristalizarse en un mo­vimiento de masas solidario. Los universitarios han realizado el esfuerzo más amplio para «movilizar a todos» en el movimiento paTa la paz, pero con escaso éxito. Es histórica y sociológicamente significativo que tales

Ausencia de movimientos de masas en Norteamérica 101

movimientos especializados tiendan a sucederse unos a otros más que a darse simultáneamente.

A continuación enumeramos algunos de los factores que, combinados, ayudan a explicar por qué no ha habido movimientos de masas viables en Norteamérica:

a) La adaptabilidad institucional de nuestra cultura a las exigencias razonables del pueblo tiende a satisfacer las necesidades por las que se organizan los movimientos de masas. Los principales partidos políticos suelen prestarse a estudiar las necesidades del pueblo y a responder a ellas. La buena voluntad de las tres ramas del gobierno federal para reinterpretar las leyes a la luz de la moderna evolución social ha impedido la formación de movimientos de masas.

b) El relativo éxito del proceso democrático ha inspirado una prag­mática confianza de que «algo se puede hacer». A pesar de que los norte­americanos' son notoriamente apáticos en dar el voto en comparación con la gente de otros países, no pocas veces la «amenaza» de las urnas ha influido sobre los funcionarios públicos. La confianza en sus represen­tantes, que necesariamente habrán de rendir cuentas en la próxima cam­paña electoral, acompaña a la inercia política de las grandes masas de la población.

c) Los movimientos especializados han tenido éxito por medio de cama­rillas y grupos políticos de influencia, cuyo interés se centra en ventajas parciales y programas concretos. Se trata de intereses específicos y privi­legiados, más que del interés general o 'del bien común que se presume debe fomentar un movimiento de masas. Este medio de promoción es un indicio del modo de proceder, racional y pragmático, característico del pueblo norteamericano.

d) La solidaridad masiva que acompaña a los movimientos de masas no ha surgido en la sociedad norteamericana, debido principalmente á las sucesivas oleadas de inmigración. La poblaciór se ha fraccionado por las diferencias de idioma, de religión y de procedencia étnica, racial y nacional. Este pluralismo cultural único en la historia del mundo ha im­pedido la cohesión de pensamiento y de acción. Aunque algunas de estas diferencias van desapareciendo paso a paso, históricamente no han dejado de influir poniendo trabas a los movimientos de masas.

e) Siempre ha habido una clase inferior de inmigrantes que tenían más empeño en afirmarse ellos mismos como norteamericanos que en reformar la sociedad. No han sido en ningún momento lo suficientemente numerosos, ni han estado bastante familiarizados con la sociedad norteamericana, ni han tenido de 'hecho suficiente comunicación con los otros norteamericanos para crear las bases de un movimiento de masas. Los negros y los blancos rurales del Sur, y en algunos sitios los portorriqueños, cubanos y mejica­nos, que se han desplazado a los grandes centros urbanos están ahora sustituyendo a los inmigrantes con un resultado semejante.

j) La movilidad social ascendente de los individuos ha tenido como

102 III. Categorías y conglomerados

consecuencia el que muchos de los talentos organizadores que hubieran formado y dirigido los movimientos de masas se levantaron pronto por encima de las filas de los que más se hubieran beneficiado de tales mo­vimientos. Cada generación ha hecho ascender a los posibles líderes de los movimientos de masas. Esta posibilidad de ascenso en la posición social ha sido una de las mayores ventajas para el individuo, y el des­arrollo del individualismo es uno de los más poderosos antídotos contra el desarrollo de las acciones de masas efectivas. Por eso los intelectuales intervienen para dotar a las revoluciones de ideología y liderazgo a la vez.

g) El progreso material de Norteamérica, que cada vez proporciona a mayor número de gente un nivel de vida constantemente creciente, ha minado por la base muchas de las «causas» en torno a las cuales suelen crearse los movimientos de masas. Este nivel de vida no es precisamente el «pan y espectáculos» proporcionado por el gobierno. Incluso cuando se administra la asistencia pública a las masas desprivilegiadas, se disimula a modo de ayuda provisional en casos de emergencia, o de oportunidad para la propia ayuda de cada uno. En la sociedad norteamericana, sigue vigente el principio de que la gente obtenga objetos materiales por su propio tra­bajo y sus propias funciones económicas.

Estas condiciones que explican la ausencia de los movimientos de masas en la sociedad norteamericana no son necesariamente duraderas o per­manentes. Dado que se van multiplicando los conglomerados sociales, será interesante observar las tendencias futuras. La población se va haciendo más homogénea al ir contrayéndose alianzas entre personas de diferente procedencia étnica, racial y nacional. Han surgido importantes quejas a propósito de que el sistema ya no es abierto, dinámico y adaptable como era antes, y que el «complejo» militar-industrial conduce la gestión de la sociedad en desventaja de las masas. No hay garantía de que la combina­ción de factores que detiene el movimiento de masas haya de continuar.

4. Las manifestaciones como conglomerados sociales.

Cada sociedad tiene su propia manera de organizar las manifestaciones públicas. Los festivales populares y las procesiones religiosas, con frecuen­cia cuidadosamente preparadas de antemano, sacan la gente a la calle. Lo mismo ocurre con las bullangas inesperadas acompañadas de tiros, de­predaciones y vandalismo. La manifestación de protesta norteamericana, a menudo bajo forma de una marcha de protesta, se encuentra en algún punto entre la parada ordenada y la desordenada bullanga callejera.

Se ha establecido, en el pasado reciente, un tipo de pauta de protesta que parece caracterizar tales manifestaciones como genuinamente norte­americanas. Sus rasgos más sobresalientes pueden describirse brevemente de la siguiente manera:

a) Las manifestaciones de protesta más amplias y promovidas a nivel

Las manifestaciones como conglomerados sociales 103

nacional insisten en la estrategia de la no violencia pacífica, que resulta estar basada en una ideología del amor humano, en la noción de que uno no debe odiar a sus persecutores. La mayoría de contestatarios suscriben todavía este tema, pero ha sido repudiado desde finales de los 60 por una minoría de extremistas radicales. La minoría que defiende y promueve la violencia es a menudo un grupo compacto que intenta influir en la con­ducta de la colectividad más amplia que constituye un conglomerado social.

b) La desobediencia civil intencionada es también a menudo una ca­racterística de semejantes manifestaciones de protesta. Consiste también en un principio ideológico que afirma que las leyes injustas contradicen la ley moral superior y por tanto no necesitan ser obedecidas. El objetivo con­creto ha sido llamar la atención sobre las leyes y las costumbres que prohi­ben a los negros la obtención de un acceso igual a las ventajas públicas como las escuelas, los parques, las bibliotecas, los hoteles, y los restauran­tes. Se ha dado a veces un desafío deliberado de los mandatos judiciales y de las órdenes policiales destinados a impedir la organización de una marcha.

c) El que semejantes acontecimientos de desobediencia civil no violen­ta fueran seguidos de detenciones masivas por la policía subraya otro prin­cipio de las manifestaciones de protesta. La voluntad de ir a la cárcel, de ser multado y castigado por otros medios, proporcionó una prueba pública para la moralidad y la legalidad de las prácticas discriminatorias. Si los agentes públicos hubieran ignorado tales manifestaciones, y si los manifes­tantes hubieran reclamado la amnistía, la fuerza principal de la protesta hubiera cedido.

d) Para la mayoría de los que toman parte en estas manifestaciones la participación es transitoria y anónima, y es por esta razón sobre todo que tales fenómenos pueden llamarse conglomerados sociales. Ello ocurre particularmente con las manifestaciones masivas de Selma, Montgomery, y otras partes, la marcha de la pobreza en Washington, las manifestaciones para la paz en muchas grandes ciudades. En ocasiones semejantes la gente venía de por todo el país, y muchas personas no debían encontrarse de nuevo si no fuera quizás en alguna rara ocasión similar. Fueron como una multitud en una marcha, o en un rally.

e) Mientras que las manifestaciones más amplias son transitorias y espontáneas para la mayor parte de gente que toma parte en ellas, existe también indefectiblemente un reducido núcleo organizador de gente que promueve y planifica el acontecimiento. Ello se ve particularmente claro en las manifestaciones que se repiten regularmente. Parece más obvio cuando un pequeño núcleo de estudiantes consigue «ocupar» un edificio universitario y reunir un amplio conglomerado de estudiantes en una ma­nifestación.

El punto de vista de que partía la descripción anterior ha sido el de los conglomerados sociales: el hecho de que gran número de personas habitualmente desconocidas se junten en determinado tiempo y lugar. El propósito organizado, otro aspecto de estas manifestaciones, debe consi-

104 III. Categorías y conglomerados

derarse aparte, porque implica que un movimiento social se halla subya­cente al acontecimiento. Estructura y función se encuentran implicadas en los movimientos que promueven la justicia y la paz, y que protestan contra el fascismo, la pobreza, y el militarismo.

5. La población como categoría.

La disminución de los índices de natalidad en los países occidentales fue el problema demográfico que ocupó a los investigadores de sociología y otras ciencias durante la década de los 30. Desde entonces el índice de mortalidad ha disminuido, especialmente en los países subdesarrollados, y el problema demográfico se expresa ahora con referencia a la «explosión» de la población. Un bajo índice de mortalidad unido a un alto índice de natalidad resulta necesariamente en un rápido incremento de población. El problema de la población, como ya sabía hace muchos años Thomas Malthus, entraña también los medios de subsistencia de ésta, o el estudio de la ecología humana.

Los demógrafos son capaces de manipular las masas de población por­que las ordenan en categorías sociales. Este trabajo es presociológico en el sentido de que nada dice acerca de las relaciones humanas, aunque dé gran cantidad de información básica acerca de la gente que establece relaciones humanas. La demografía es un primer paso para el estudio de los fenómenos sociológicos. La fuente de datos más amplia sobre la que se establecen las categorías es el censo nacional. Algunos países realizan censos «vivos», es decir, mantenidos constantemente al día, mientras que otros efectúan un censo sólo cada diez años y recogen solamente una can­tidad limitada de información.

Aquí presentamos algunas características de las categorías de población que ofrece el censo de los Estados Unidos.

a) Por las razones que sea, el censo no nos da prácticamente ninguna información útil para el estudio de las tres instituciones principales: políti­ca, religiosa y recreativa. Dicho de otro modo, debemos buscar en otra parte cómo la población entra en determinadas subcategorías en su afilia­ción y actividad políticas. Todos los intentos de los técnicos en estadística para incluir una pregunta sobre la religión se han visto frustrados. Aunque las actividades recreativas aumentan rápidamente entre los norteamericanos, el censo no nos dice prácticamente nada de ellas.

b) Por otra parte, las estadísticas del censo son amplias y valiosas para el estudio de tres instituciones importantes: la económica, la educa­tiva y la familiar. Disponemos de datos detallados sobre la ocupación y los ingresos, la propiedad de la vivienda, el número de habitaciones, el tipo de calefacción y de agua corriente, la propiedad de los coches, la radio, televisión y nevera. La gente responde a las preguntas sobre su estado civil y sobre el número de hijos que tiene, así como el número de realquilados

La población como categoría 105

que tiene en casa. Se les pregunta sobre el grado de educación que han tenido y la escolaridad de sus hijos.

c) El valor sociológico de los datos censales aumenta con el grado de elaboración de las categorías. Ejemplo típico es la distinción entre catego­rías de edad. Entre los que tienen catorce años o más, la mayoría trabaja, hay más varones que mujeres, y se hallan distribuidos en muchas ocupa­ciones y en una escala de ingresos anuales. Pero muchos de ellos no se cuentan entre la fuerza de trabajo, y entre ellos muchos están retirados, o estudian, y la mayoría de mujeres se dedica a sus labores. La mayoría de los que forman la categoría que va de los cinco a los trece años va al cole­gio. Una tercera categoría es la de los que se encuentran en edad preesco-lar, y constituye un índice muy valioso del crecimiento demográfico.

d) Si no fuera por los datos del censo tendríamos enormes dificultades al estudiar las migraciones internas de los norteamericanos. En los sucesivos recuentos censales hemos podido medir el éxodo desde las áreas rurales y el crecimiento de los suburbios; hemos observado cuáles son las grandes ciudades que crecen y cuáles las que disminuyen en población. Luego puede contestarse a preguntas sociológicas significativas. ¿Por qué esta gente se movió de esta y no de otras maneras? ¿Qué clase de gente se trasladó, qué edad tenía, qué sexo, ocupación y raza? ¿Qué efectos tuvo la migración en la estructura social de los lugares a donde y de donde procedía?

e) La presentación más conocida de los datos del censo es la pirámide de población que compara los varones y las hembras en cada uno de los estratos de cinco años de los contingentes de edad. Esto resulta especial­mente valioso cuando se establecen extensas comparaciones, desde un año censal a otro, de los nacidos fuera y los nativos, negros y blancos, rurales y urbanos, y muchos otros segmentos de población. Puede deducirse de ello la diferencia entre los sexos respecto al índice de mortalidad, y permite plantearse las razones de los contingentes «vacíos».

j) La única manera de conocer categorías exclusivas y precisas es por el aburrido procedimiento de contar a la gente, y a esto se dedica el insti­tuto de estadística. La cuestión de la fiabilidad se plantea a menudo porque el censo decenal pregunta algunos puntos en una muestra del 25 por ciento de los hogares, y garantiza una fuerte probabilidad en vez de una completa exactitud en estas cuestiones. En una población cambiante es importante conocer lo que está ocurriendo durante los períodos de diez años entre recuentos censales. El Current Population Survey resuelve este problema con sus muéstreos periódicos de treinta y cinco mil hogares a propósito de cuestiones relevantes.

El valor sociológico de las categorías censales reside en las cuestiones que levantan y en la ayuda que proporcionan a la verificación de hipótesis. El hecho estadístico de la disminución de los índices de natalidad y mor­talidad obliga al sociólogo a preguntarse por qué ocurre esto y qué efecto tiene sobre la sociedad estadounidense. Los cambios de ocupación y de nivel de ingresos exigen explicación. La tabulación de los datos censales ha me-

106 III; Categorías y conglomerados

jorado considerablemente el cúmulo de información sobre el que el soció­logo puede iniciar sus análisis e interpretaciones.

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IV

GRUPOS Y ASOCIACIONES

La persona puede ser la unidad de distintos tipos de colectividades, pero no todas ellas son grupos sociales. En el grupo las personas están asociadas unas con otras; experimentan entre ellas pautas de interac­ción. La definición más sintética del grupo es: «seres humanos con relaciones recíprocas». Ya vimos que no ocurre lo mismo con las ca­tegorías ni con los conglomerados. El conglomerado se encuentra en proximidad física, pero sin interacción, y no es un grupo.

No hace falta detenernos aquí en semejantes especulaciones imagi­nativas acerca de los oscuros orígenes de la vida de grupo como la evolución desde las hordas animales a las sociedades humanas, la teo­ría del contrato social, y otras invenciones poéticas. Sólo nos interesan datos de hecho acerca de la vida social contemporánea, el grupo espe­cífico que tiene un principio en el tiempo, continúa por un tiempo, y luego deja de existir. La vida de grupo y las relaciones sociales son coex-tensivas a la existencia de las personas. Igual que las categorías y los conglomerados, están universalmente presentes dondequiera que viven personas. Donde hay personas, hay grupos, y donde no hay personas, no hay grupos.

Características del grupo.

El significado sociológico del término grupo es mucho más deta­llado y técnico de lo que acabamos de indicar. Una definición más completa del grupo debe incluir lo siguiente:

a) La unidad social llamada grupo debe ser identificable en cuan­to tal tanto por sus miembros como por los observadores externos.

108 IV. Grupos y asociaciones

Esto no quiere decir que cada miembro debe ser conocido personal­mente por cualquier otro miembro o por los que no lo son. Las so­ciedades secretas, las logias y las confraternidades tienen existencia reconocible, aunque la pertenencia a ellas puede ser exclusiva y oculta. En una gran ciudad son tan numerosos los grupos, que ningún indivi­duo puede tener un conocimiento personal de cada uno de ellos; pero son conocibles, es decir, es posible dar con ellos.

b) El grupo posee una estructura social en cuanto que cada parte o persona tiene una posición con respecto a las posiciones de los otros. La estratificación social o la jerarquía de los status sociales se hallan presente incluso en los grupos más pequeños y exentos de formalidades. Siempre hay por lo menos un vestigio de subordinación o de superiori­dad hasta en los grupos más igualitarios.

c) Los diferentes miembros cumplen sus roles sociales en el grupo. Esto es lo que significa la participación en el grupo, y éste es el aspec­to en el cual se estudia la participación. Cuando los miembros cesan de desempeñar sus funciones, cesa de existir el grupo. Un grupo en el que no haya acción personal de una forma determinada es impensable sociológicamente.

d) Las relaciones recíprocas son esenciales para el mantenimiento del grupo. En otras palabras, debe haber contacto y comunicación en­tre sus miembros. No existe ningún proceso social unívoco. Debe exis­tir un mutuo o recíproco proceso, aun cuando en un tiempo deter­minado sea sólo entre dos personas del grupo.

e) Todo grupo tiene sus normas de comportamiento que influyen en la manera de desempeñar sus funciones. No es necesario que sean reglas o estatutos escritos o una constitución; ordinariamente son ciertas costumbres que todos los miembros comprenden y observan. Todo individuo necesariamente modifica su comportamiento cuando y porque pertenecen a un grupo determinado.

f) Los miembros del grupo tienen ciertos intereses y valores co­munes que algunas veces pueden ser estudiados cuidadosamente. En otros casos pueden estar sólo vagamente definidos, pero que están siempre presentes se ve por el hecho de que un conflicto de valores supone casi invariablemente la escisión del grupo.

g) La actividad del grupo, y aun su misma existencia, debe diri­girse a una o varias finalidades sociales. Dicho de otro modo, todos los grupos tienen en cierta medida un propósito. Ésta ha de ser la con­creta respuesta al porqué y para qué de la existencia del grupo.

h) Un grupo debe tener una permanencia relativa, es decir, una duración determinable durante un período de tiempo. Ésta es una de

Reclutamiento del grupo 109

las notas distintivas del grupo social frente al conglomerado social transitorio.

Tomando en conjunto todas estas características podemos dar ahora una definición completa del grupo social. El grupo es una colectividad identificable, estructurada, continuada, de personas sociales que des­empeñan funciones recíprocas conforme a determinadas normas, in­tereses y valores sociales para la prosecución de objetivos comunes. De paso se puede notar que una sociedad total, como la norteame­ricana, la francesa o la mejicana, es la combinación de todos los grupos que existen en ella. Los grupos existentes dentro de una so­ciedad se distinguen entre sí por sus funciones centrales, mientras que las grandes sociedades se distinguen entre sí principalmente por sus culturas.

Reclutamiento del grupo.

Para que un grupo perviva ha de tener medios de reclutar nuevos miembros. Originariamente las personas entran a formar parte por nacimiento o adopción del grupo conyugal que constituye la familia y, por el matrimonio, del grupo más extenso de la parentela. Todos los otros grupos admiten nuevos miembros por la presencia de uno o varios factores determinados. Puede ser un simple reconocimiento tácito de la aceptación de una persona en el círculo de amigos.

En otros grupos los nuevos miembros pueden ser elegidos, desig­nados o invitados a entrar. El nuevo miembro quizá tenga que pasar por ciertas pruebas o exámenes conforme a los rituales y ceremonias del grupo, y en algunos casos tendrá que pagar un derecho de ins­cripción.

El problema del reclutamiento de los miembros de un grupo no hay que confundirlo con el estudio de la formación o del origen de los mismos grupos. Es evidente que las personas viven en grupos por el hecho de ser seres sociales. En la mayor parte de los casos la misma persona descubre que está tomando parte en ciertas activida­des o en determinados grupos sin que le preocupe por qué está dentro de estos grupos particulares y no en otros. Por parte del individuo con frecuencia se entra en un grupo de una manera irracional y subconsciente. Una mujer puede hacerse casualmente amiga de sus vecinos y entrar, ella y su marido, en un corrillo de amistad informal, o puede, en cambio, efectuar los pasos necesarios para entrar en la League of Women Voters.

110 IV. Grupos y asociaciones

En algunos casos hay campañas deliberadas para el reclutamiento, una especié de presión para la afiliación a las asociaciones volunta­rias. La secta religiosa intenta convertir a la gente, la congregación de la Iglesia local invita a la gente a afiliarse. La asociación de padres y y maestros intenta conseguir que todos los padres de los niños de la escuela participen en sus actividades. Hasta cierto punto los anuncios de demandas de empleo de los periódicos son invitaciones a entrar en grupos laborales. Se piensa a menudo en los norteamericanos como en una nación de «afiliados», con una gran variedad de grupos y organi­zaciones ; ésta tiende a ser la pauta para la clase media en una so­ciedad democrática, abierta y pluralista.

Clasificación de los grupos.

Los grupos sociales son tan complejos y variados, que su clasifi­cación debe necesariamente ser múltiple. Anteriormente ya hemos dicho que los grupos importantes en una sociedad se pueden clasi­ficar y distinguir por su función social central, pero éste es sencilla­mente uno de los numerosos puntos de vista que existen para su cla­sificación. Las formas de distinguir y ordenar los grupos son tan numerosas como los puntos de vista desde los cuales se los puede estudiar. Muchos de estos enfoques sólo son útiles para un estudio específico.

Algunas de las clasificaciones «más fáciles» son en sí mismas de poco valor sociológico. Ordenar, por ejemplo, los grupos en una serie según su magnitud, desde los más pequeños hasta los más grandes, no tiene especial importancia, a no ser que las cifras de las personas se relacionen con otras características sociológicas. Ordenarlos por su duración, desde el más antiguo y de mayor estabilidad hasta el más reciente y más rápidamente mudable, puede ser un ejercicio intere­sante desde el punto de vista histórico, pero la estabilidad o inestabi­lidad, si ha de tener importancia científica, debe asociarse con otros rasgos.

Todo grupo social debe tener las características de que hemos ha­blado antes y, conforme a cada una de dichas características se puede clasificar en una serie continua. Algunas de esas características son más importantes que otras. Los grupos, por lo tanto, se pueden cla­sificar según su estructura, situándolos en una serie continua desde los que tienen una estructura más consistente hasta los que la tienen más floja; o según sus roles sociales, desde los que imponen mayo-

Bases comunes de los grupos 111

res exigencias a sus miembros hasta los que les imponen menos; o se­gún sus relaciones recíprocas, desde los que mantienen una comuni­cación más frecuente e íntima entre sus miembros hasta los grupos en que dicha comunicación es menor. Los grupos pueden clasificar también según los estándares de comportamiento que se esperan de sus miembros; según los valores sociales que comparten; o según los objetivos sociales hacia los que orientan sus actividades.

Otra clasificación sociológica se establece a menudo en la amplia distinción entre el grupo interior y el exterior. Tal como los mismos términos indican, el grupo interior está formado por los que están con nosotros, mientras que el grupo exterior está integrado por los que nos son extraños. Esta distinción es significativa para la tribu primitiva ais­lada, la pandilla juvenil urbana, el pequeño y exclusivo club de provin­cias ; para tales grupos todos los demás son «extranjeros». Algunas veces la referencia se establece con los que «gozan de favor» en un determina­do momento, como los asesores próximos a un presidente, mientras que los demás, aunque estén asociados al gobierno, no gozan del mismo favor.

Otro fenómeno peculiar de cierta significación sociológica es el grupo de referencia, que sirve como de modelo de conducta para mu­cha gente. Es característico en el sentido de que la persona que se encuentra fuertemente influida por él puede no estar afiliada. Un ejem­plo usual es el del vendedor que puede orientarse en su conducta por la influencia de uno de los tres grupos de referencia: las órdenes de sus patronos, las expectativas de sus clientes, o las prácticas informales de sus colegas. Ejemplo más común y complicado es el cura párroco que debe guiar su conducta según las expectativas de su congregación, aunque estas expectativas se encuentren a su vez en conflicto con las prácticas de sus colegas y las disposiciones establecidas por sus supe­riores eclesiásticos. Desde este punto de vista, el grupo de referencia es un instrumento importante para continuar la socialización de los roles que la gente cumple en su vida de grupo.

Bases comunes de los grupos.

Uno de los sistemas más ampliamente usados en la clasificación de los grupos y quizá el más sencillo para una introducción a su estudio, es el de las cuatro bases comunes de la asociación en gru­pos. Es un enfoque de sentido común más que científico, pero tiene la ventaja de ofrecer un diseño rápido, amplio y universal de la vida

112 IV. Grupos y asociaciones

de grupo. Esta clasificación general abarca el mayor número de grupos en el menor número de categorías. Las cuatro bases sobre las que todas las personas se asocian en la vida de grupos son las si­guientes: a) la ascendencia común, b) la comunidad de territorio, c) la semejanza en las características físicas y d) la comunidad de in­tereses.

a) La ascendencia común es tradicionalmente el vínculo más fuerte que une a los seres humanos en sus relaciones sociales, aunque su importancia se ha mermado considerablemente en nuestras mo­dernas sociedades, complejas y en gran escala. Los grupos basados en la ascendencia común se llaman a veces grupos de «sangre», o sea grupos en que los miembros están relacionados por nacimiento, ma­trimonio o adopción. Tanto la inmediata familia conyugal compuesta de padres e hijos, como la familia de consanguíneos, que incluye a primos, tíos, etc., pertenecen a este tipo. El grupo más extenso de la parentela incluye a todos los que de alguna forma identificable están relacionados entre si. En las sociedades primitivas este grupo más ex­tenso se denomina tribu o clan. La persistencia de los grupos étnicos como los griegos norteamericanos o los polacos-norteamericanos se atribuye en gran manera a una apreciación del abolengo común.

b) La proximidad territorial es también una de las bases más generales en la formación de los grupos. Como todos los grupos deben necesariamente existir en el espacio y en el tiempo, es natural que de alguna manera se limiten a una localización física. El barrio socioló­gico, que no es meramente un conglomerado social, y la verdadera comunidad son ejemplos modernos de estos grupos territoriales. En la medida en que las personas de una división política, como la aldea, el suburbio o la ciudad, constituyen una colectividad con relaciones recíprocas, pueden también estudiarse en este apartado. Muchos gru­pos, como los equipos deportivos, las asociaciones de maestros y pa­dres de familia y los clubs cívicos, se distinguen por el nombre del lugar en que radican.

c) La clasificación de los grupos basada en las características fí­sicas es muy usada en la sociedad moderna y sería interminable la enumeración de los grupos contenidos bajo este epígrafe. En las so­ciedades primitivas aisladas la similitud en las características bioló­gicas va íntimamente ligada con las circunstancias de ascendencia común y de comunidad de territorio. En las sociedades modernas com­plejas los rasgos raciales comunes son todavía una base de ciertos grupos sociales voluntarios o impuestos, pero otras características se prestan en gran medida a la asociación voluntaria. Por ejemplo,

Los principales grupos 113

los clubs de jóvenes, las diferentes organizaciones femeninas, las logias, las confraternidades y los clubs masculinos muestran que la edad y el sexo sirven con frecuencia como base para la formación de grupos. La fuerza y la capacidad física son bases comunes para grupos de futbolistas, boxeadores y otros deportistas.

d) La comunidad de intereses es la base para una gran variedad de agrupaciones sociales modernas. De hecho el grupo basado en el interés es sociológicamente de mayor importancia que la mayoría de los grupos anteriores, ya que la comunidad de intereses entraña la voluntad de actuar conjuntamente para la prosecución de un objetivo común. La multiplicación de las asociaciones científicas, comerciales y profesionales es sólo un indicio de lo numerosos y variados que pueden ser estos grupos.

Hay que insistir en que estas cuatro bases para la formación de grupos sociales no representan cuatro clasificaciones exclusivas. Son abstracciones de la realidad concreta; una manera de enfocar las mismas personas desde diferentes puntos de vista y conforme a las va­riadas relaciones que tienen con sus semejantes. En realidad hay un entrecruzamiento de personas, una múltiple asociación de un mismo individuo en los diferentes tipos de grupos que hemos expuesto. Sería difícil hallar un adulto normal.que no sea de alguna manera miembro de esas cuatro clases de grupos.

Los principales grupos.

La clasificación mejor y más importante sociológicamente es la que se basa en las funciones sociales principales y más universales, aquellas que los hombres no pueden dejar de desempeñar si es que la sociedad ha de continuar existiendo. En todo tiempo y lugar los hombres deben cooperar de alguna manera para satisfacer las nece­sidades sociales que llevan consigo las actividades familiares, educa­tivas, económicas, políticas, religiosas y de recreo. Estas necesidades y funciones esenciales se llaman a veces los prerrequisitos sociales y culturales, porque sin ellas ninguna sociedad puede seguir existiendo. Evidentemente, son funciones universales, pero también son varia­bles, como han demostrado los estudios empíricos que se han hecho.

La universalidad de estos grupos sociales principales ha sido esta­blecida en forma irrebatible por los sociólogos. Pero aunque estos gru­pos se hallan sin excepción en todas las sociedades, esto no significa que siempre se les dé a todos la misma importancia. Todos son esenciales

114 IV. Grupos y asociaciones

para la subsistencia de la sociedad, pero en cada sitio puede darse dis­tinta importancia a cada uno de ellos. Esta universalidad tampoco significa que en una sociedad determinada todas las personas sociales actúen socialmente en cada uno de dichos grupos.

En cualquier sociedad la mayor parte de los adultos se reúnen para la satisfacción de las necesidades familiares y recreativas. El padre de familia puede al mismo tiempo ser miembro de un grupo de jugadores de poker. Todos los niños están sujetos al proceso de so­cialización y participan, por lo menos por algún tiempo, en los grupos formales o informales de educación. El hombre de negocios toma parte en alguna actividad de su iglesia parroquial o de su partido político; y los grupos económicos, religiosos y políticos atraen la atención de diferentes personas. El hecho significativo es que en cual­quier sociedad algunas personas deben en todo tiempo desempeñar " las funciones centrales de estos grupos sociales principales.

La diversidad y variabilidad de estos grupos sociales principales han sido también establecidas científicamente. El hecho de que estas ne­cesidades, funciones y grupos sociales se hallen presentes en todas las sociedades no quiere decir que se hallen presentes de la misma manera. En cada sociedad se acentúa una forma diferente y en al­gunas se permiten mayores variaciones que en otras. El matrimonio es monógamo casi por todas parte, pero en determinados lugares se practica la poligamia; los grupos económicos difieren en una sociedad industrial y en una sociedad agrícola. La variedad de los grupos reli­giosos y recreativos es muy grande en el mundo entero. Son muy distintas las estructuras educativas y políticas adoptadas en cada una de las sociedades. Pero de una u otra forma toda sociedad se repro­duce, educa a sus miembros, se procura el sustento material y los medios de descanso, mantiene el orden público y satisface las necesi­dades religiosas de su pueblo.

La ventaja de clasificar de esta manera los grupos sociales con­siste en que todo grupo que tenga un fin social único claramente definido puede incluirse en alguno de estos capítulos. La mayoría de los grupos tienen múltiples funciones, pero incluso éstos pueden cla­sificarse para su estudio bajo la actividad principal a que se dedican. A continuación damos un breve resumen de los grupos que se inclu­yen en cada una de las seis divisiones principales:

a) El grupo familiar está constituido por las personas que se ocupan en satisfacer las necesidades básicas de la vida familiar: todo lo concerniente a las relaciones sexuales, el nacimiento y cuidado de los niños y el afecto mutuo de los miembros de la familia. En algunas

Los principales grupos 115

sociedades el concepto de familia se extiende vertical y horizontal-mente, incluyendo a todos los que de alguna manera están emparen­tados por matrimonio, nacimiento o adopción. En algunos lugares y en determinadas épocas históricas «familia» es sinónimo de «casa» y comprende la servidumbre doméstica, los vasallos, los siervos y hasta los esclavos.

b) Los grupos educativos son los que de una manera formal o informal tienen a su cargo la necesaria función social de transmitir la cultura a las sucesivas generaciones. En las sociedades sencillas esto suele hacerse en el seno de las mismas familias, pero en las socieda­des más complejas se han creado numerosos y variados tipos de es­cuelas. institutos, academias y asociaciones científicas y culturales. No interesa dónde y cómo se haga; lo importante es que esta función es reconocida como una actividad social desempeñada por personas que se reúnen en común.

c) Los miembros de los grupos económicos son los que producen y distribuyen los bienes y servicios materiales necesarios para el man­tenimiento físico de la vida en la tierra. Aquí también hay una gran diferencia entre la sociedad en la que todos los miembros de la fa­milia cooperan en su propio sostenimiento y la sociedad en la que la división del trabajo está altamente especializada. Todas las asocia­ciones de negocios y las profesionales son primariamente económicas, aun cuando pueden tener otras subfunciones, como la investigación científica, la preparación de empleados o el mantenimiento de comités con fines políticos.

d) Los grupos políticos son los que realizan la función de admi­nistración y de gobierno, de mantenimiento del orden público, de dar, interpretar y hacer cumplir las leyes. Los partidos políticos, todo el sistema judicial, las penitenciarías y prisiones, las diferentes unidades militares, deben incluirse en este capítulo. La función central de los grupos políticos está siempre presente, aun cuando ciertas funciones de gobierno pueden resultar muy difusas y diversas. Los grandes gobiernos modernos deben preocuparse de casi todo, desde la con­servación del suelo y la investigación atómica hasta la administración de los hospitales y las comunicaciones radiotelefónicas.

e) Los grupos religiosos están constituidos por las personas que coinciden en su concepción de las relaciones entre Dios y los hom­bres y en la práctica normalizada y socializada de estas relaciones. La piedad y el culto privado del individuo sufren la influencia de los diversos grupos religiosos existentes en la sociedad, pero al sociólogo sólo le interesa el estudio de los grupos de personas en cuanto com-

116 IV. Grupos y asociaciones

parten análogas valoraciones religiosas y se ajustan a pautas comunes de comportamiento religioso. La mayor parte de estos grupos realizan también otras subfunciones, dirigiendo escuelas parroquiales y cole­gios confesionales, sosteniendo obras y fundaciones de beneficiencia y hasta proporcionando campos de deportes y otras oportunidades de recreo.

f) El grupo recreativo está constituido por las personas que sa­tisfacen en forma social las necesidades de descanso y de recreo. Re­creo no significa únicamente juegos y ejercicios físicos y deportivos. Hay numerosas actividades que se consideran recreativas y son desarro­lladas por organizaciones artísticas serias como círculos de aficionados. El calificativo de «comercial» aplicado a ciertos géneros de diversio­nes indica que el factor económico puede desempeñar un papel impor­tante en la formación y mantenimiento de estos grupos recreativos y no cabe duda de que la «industria» de las diversiones es un considerable negocio en las grandes sociedades modernas.

Grupos y asociaciones.

Ha venido a ser corriente en la literatura sociológica la distin­ción entre grupos primarios y secundarios. Unos y otros son autén­ticos grupos sociales en el sentido estricto del término, pero existe la tendencia a llamar asociaciones a los grupos secundarios. Esta dis­tinción no es sólo un recurso conceptual e instrumental que nos ayuda a comprender mejor la composición de la sociedad. Es una distin­ción entre dos tipos generales de grupos que existen realmente.

Cuando en el capítulo siguiente tratemos de las diferentes clases de sociedades, veremos que algunas se caracterizan por el predominio de los grupos primarios, mientras que en otras destacan los grupos secundarios o asociaciones. El tipo de sociedad que insiste en los grupos primarios recibe muchas denominaciones según el gusto y el punto de vista del científico que las describe. Una sociedad de grupos primarios se llama comunal, establecida, gemeinschaftlich, mecánica, cerrada, solidarista, familiar, popular y tradicional. Un pueblo ir­landés de pescadores, una ciudad de tallistas de madera en Baviera, un grupo de cazadores de nutrias en Luisiana o de campesinos franco-canadienses son ejemplos que ilustran las características de los grupos primarios.

La distinción entre los grupos sociales principales se basa en una única función social, mientras que la distinción entre los grupos pri-

Los grupos primarios 117

marios y secundarios se fundamenta en una combinación de carac­terísticas. Si consideramos los términos opuestos a los señalados arriba para el tipo primario de sociedad, tendremos una descripción a grandes líneas del tipo secundario de sociedad. Una sociedad que insiste en los grupos secundarios se llama asociacional, adaptable, gesellschaftlich, orgánica, abierta, sin leyes, contractual, compleja, in­dustrial y dinámica. Al ir profundizando en el conocimiento de los grupos y sociedades, vemos con más claridad las características que está desarrollando la moderna cultura urbana de los Estados Unidos.

Dos hechos importantes deben destacarse aquí. El primero es que tanto los grupos primarios como los secundarios realizan estricta­mente la definición de grupo social que hemos dado antes. Esto es cierto aun cuando al grupo secundario se le llame con más frecuencia asociación. El segundo es que la identificación de estos tipos de grupos depende principalmente de la presencia parcial de ciertas caracterís­ticas. Son «tipos» en cuanto que representan los dos polos de una je­rarquía de grupos. Si todos los grupos de una sociedad se situaran en una serie continua, algunos de ellos aparecerían en un estadio de transición que comparte las características de.los grupos primarios y secundarios.

La diferencia entre los grupos primarios y secundarios reside prin­cipalmente, aunque no exclusivamente, en el género de relaciones y de comunicación recíproca que existe entre los miembros del grupo. Cuando estas relaciones sociales son íntimas, personales, de tú a tú, y además frecuentes, son características del grupo primario. Las rela­ciones en el grupo secundario o asociación están evidentemente en otro nivel. Son relativamente impersonales, más formales, menos fre­cuentes, y son características de grandes grupos flojamente organizados.

Los grupos primarios.

El grupo primario es una colectividad relativamente «apretada» de personas que tienen frecuentes relaciones personales, con un senti­miento de solidaridad y estrecha adhesión a determinadas valoraciones sociales comunes.

El grupo de relaciones «de tú a tú» es primario en cuanto que es fundamental para la persona individual. Las primeras experiencias y las más formativas de la persona tienen lugar con el grupo primario familiar. Aquí recibe sus más eficaces y duraderas lecciones de socia­lización. Su personalidad social se forma en gran parte con este con-

118 IV. Grupos y asociaciones

tacto y comunicación. Los grupos íntimos con los cuales está aso­ciada durante toda su vida son primarios también en cuanto que son los más próximos a ella. Están constituidos por personas a las que ama, en las que confía y a las que admira. Con ellas hace sus más valiosas experiencias sociales. Gracias a ellas merece vivirse la vida. Estos grupos son también primarios en cuanto que en ellos se revela la «verdadera» personalidad del individuo. En las asociaciones secundarias puede verse forzado a realizar más lo que corresponde a sus estrictas funciones sociales, pero en las agrupaciones primarias el individuo es más «él mismo».

El grupo primario de la persona social es el llamado grupo in­terior. En él tiene el individuo un sentimiento de pertenencia, una conciencia de cohesión, que tiende a situar a todas las demás personas en grupos exteriores. Esta distinción no es sinónimo de grupo primario y asociación secundaria. En relación con cualquier individuo concreto los diversos grupos exteriores pueden ser primarios o secundarios, según su composición y sus características. Se refieren sencillamente a los grupos con los que una persona individual no tiene ninguna clase de relación social.

La familia de un jornalero rural inmigrado puede ser una estrecha unidad, pero es problable que sea un grupo exterior para la mayoría de la otra gente. El individuo que vive en un «enclave» de los Apa­laches puede considerar a la gente de la ciudad más próxima un grupo exterior, al igual que cualquiera de los grupos laborales, polí­ticos y religiosos en los que él es un extraño.

Grupos secundarios.

El grupo secundario o asociación es una colectividad menos unida que el grupo primario. Las personas individuales entran en estas rela­ciones secundarias por su propia voluntad y con intención expresa y con frecuencia, aunque tácitamente, «por contrato». Estas relaciones están reguladas por el derecho y la justicia, por las costumbres y los acuerdos formales. Son más cuidadas y calculadas; la persona tiene que «vigilarse», tiene que observar «sus mejores formas». Cuando un hombre de negocios afirma delante de sus asociados: «Mi palabra me obliga», trata de infundir en un grupo secundario algo que es carac­terístico del primario: el valor de la confianza mutua.

Hay que notar que toda persona social, con la posible excepción de los niños más pequeños, pertenece simultáneamente a grupos pri-

Asociaciones y conglomerados 119

marios y a asociaciones secundarias. La familia inmediata es su grupo primario, pero la parentela más amplia y más extensa a que pertenece es un grupo secundario. Los individuos con quienes con más frecuen­cia trata el adulto en su iglesia son su grupo primario; los demás miembros de la parroquia o de la confesión religiosa son su grupo secundario. En sus relaciones económicas está ligado con unos más estrechamente que con otros; los primeros forman grupos primarios, los otros, secundarios.

Es un error creer que sólo los grupos familiares y recreativos pueden ser grupos primarios. Esta opinión se debe a que la literatura sociológica da a menudo como ejemplos primarios sólo la familia estricta y los grupos de juegos. Sin embargó, es un hecho que, como en la mayoría de las clasificaciones sociológicas, la línea divisoria entre los grupos primarios y secundarios en los casos concretos no es tan clara y distinta. Algunos grupos primarios pueden haber entrado en un proceso de conversión en grupos secundarios; en cambio, algu­nos de éstos pueden estar en vías de convertirse en «categorías cerra­das», en asociaciones limitadas en que se desarrollan relaciones sociales primarias. La célula comunista, como red estrecha de acción, es un ejemplo de la formación deliberada de un grupo primario dentro de la estructura de la asociación secundaria, en sí mucho más amplia.

Asociaciones y conglomerados.

Los grupos secundarios o asociaciones están a mitad de camino entre el grupo primario y el conglomerado social. La misma persona se halla en las tres clases de agrupaciones; en el grupo primario se halla en íntima unión con los otros; en el grupo secundario está organizada con los otros; en el conglomerado social tiene sólo con­tacto casual y transitorio con los otros. La diferencia entre un barrio en el sentido geográfico, y un barrio en el sentido sociológico es en gran parte la diferencia entre un conglomerado social y un grupo secundario. En el primero, apenas si se conocen las personas; en el segundo tienden a vivir vida de comunidad.

El sociólogo debe poner empeño en distinguir no sólo entre los grupos primarios y secundarios, sino también entre los grupos secun­darios y los conglomerados sociales. Ya hemos visto que estos con­glomerados, tales como las multitudes, las turbas y los auditorios, llevan la marca de lo transitorio y fugaz, les falta organización y carecen de relaciones recíprocas continuas. Esto no se aplica a los

120 IV. Grupos y asociaciones

grupos secundarios, que son asociaciones relativamente grandes de personas, como una universidad, una parroquia urbana, una fábrica o un club regional, un partido político local. En estos grupos las rela­ciones humanas son menos personales e íntimas que en los grupos primarios, pero las personas están formalmente organizadas y se reconocen como miembros de la asociación.

Se afirma comúnmente y con pruebas relativamente objetivas y convincentes, que toda nación urbana industrializada tiende a con­vertirse en una sociedad de asociaciones y conglomerados. Esta ge­neralización debe tomarse e interpretarse con cautela. Si se quiere decir que las personas gastan más tiempo que antes en grupos secun­darios y en conglomerados, puede sostenerse la afirmación. Pero respecto a esta generalización hay que destacar dos puntos. El primero es que coexisten grupos tanto primarios como secundarios y que la persona pertenece a unos y a otros en virtud de su pertenencia a alguno de los grupos sociales principales. El segundo es que los grupos pri­marios existen y deben existir en toda sociedad normal. El grado en que los grupos primarios sean fuertes y numerosos será el índice de integración y solidaridad en la sociedad total. Si sus grupos primarios son débiles e insuficientes, la sociedad misma tenderá a «desinte­grarse».

CARACTERÍSTICAS DE LA VIDA DE GRUPOS EN ESTADOS UNIDOS

1. La decadencia de los grupos primarlos.

Para cualquier observador es evidente que los conglomerados sociales y las asociaciones secundarias han ido aumentando en la sociedad ur­bana de los Estados Unidos. Como el tiempo, la energía y la capacidad de las personas son limitados, al multiplicarse otras formas de relacio­nes humanas, casi necesariamente se sigue una disminución de las relaciones primarias. Pero no es siquiera necesario hacer esta deducción. Uno mismo lo observa a su alrededor, y por propia experiencia sabe qué cantidad de tiempo, de energía y de capacidad consagra a los grupos secundarios más bien que a ios primarios.

Los grupos primarios son tan esenciales para la continuidad de la sociedad norteamericana como para la de cualquier otra sociedad. Existe un nivel ínfimo, que no hemos alcanzado y probablemente no podemos conocer empíricamente, en el que la decadencia de los grupos primarios amenaza seriamente la existencia de la sociedad. Cuando hablamos de la decadencia de los grupos primarios en nuestra sociedad, tratamos de una tendencia sociológicamente grave, pero no suponemos la ausencia de gru-

La decadencia de los grupos primarios 121

pos primarios, cosa sociológicamente imposible. Por otra parte, es cierto que los norteamericanos de ciudad son adaptables y elásticos y están acos­tumbrados al cambio social, lo cual hace que sean más necesarias las asociaciones secundarias.

He aquí algunos de los indicios de la decadencia de los grupos prima­rios en la sociedad norteamericana:"

a) Los norteamericanos son geográficamente el pueblo más móvil del mundo, prescindiendo de las tribus nómadas. Esta movilidad ha alcan­zado tal extremo que se estima que cada año el 20 por ciento de la población cambia de residencia. Los grupos primarios se desarrollan me­diante relaciones estables y continuas con las mismas personas. Cuando se traslada una familia, sus miembros siguen manteniendo sus relaciones entre sí, pero tienden a romper las relaciones con los grupos no fami­liares.

b) La discontinuidad de generaciones es también un factor de deca­dencia de los grupos primarios. En la sociedad norteamericana la nueva pareja de casados abandona el círculo de sus parientes y hace banda aparte. Esto hace que por una parte se reúnan más estrechamente los miembros de la nueva familia y teóricamente deberían reforzarse sus relaciones pri­marias, mas por otra parte se sustrae el apoyo de los varios grupos prima­rios que los rodeaban anteriormente en la casa paterna y en el barrio.

c) El extraordinario número de divorcios en la sociedad norteamericana es uno de los indicios de decadencia de las relaciones primarias. No es claro si al mismo tiempo es causa de esta decadencia. Ninguna relación humana es tan íntima y personal como la del matrimonio, y la ruptura de las relaciones conyugales? equivale a la de las relaciones primarias entre las personas en cuestión. Aquí hay que notar, sin embargo, que la mayoría de divorciados vuelven a casarse y que estos segundos matrimonios tienen carácter más estable y permanente.

d) Aunque hemos clasificado los grupos primarios entre las mayores agrupaciones sociales especificadas por su función, también es cierto que en muchos grupos primarios hay cierta dispersión de funciones sociales. El grupo primario escolar que participa en las funciones tanto religiosas y recreativas como instructivas, tendrá seguramente más cohesión que el grupo que se concentra en la instrucción. El grupo primario familiar que participa en las actividades económicas, recreativas, educativas y religiosas tendrá seguramente más cohesión que otro que deje que estas funciones se realicen fuera de la familia.

e) La urbanización de la vida eclesiástica es también una caracterís­tica de la sociedad norteamericana. En teoría los altos valores de la religión, con su insistencia en el amor y en la fraternidad, debieran re­forzar las relaciones primarias. Pero a medida que las iglesias de ciudad van aumentando en número, aumenta también su tendencia a convertirse en grupos secundarios. Se calcula que un 40 por ciento de los norte­americanos no están afiliados positivamente a ninguna iglesia y que muchos

122 IV. Grupos y asociaciones

de los que son formalmente miembros de alguna confesión religiosa par­ticipan sólo casual y esporádicamente en los actos de culto y en las asambleas religiosas. Esto no quiere decir que vaya disminuyendo el por­centaje de los miembros de las iglesias, sino que los grupos primarios re­ligiosos más íntimos van retrocediendo en número y en significado.

f) La decadencia del barrio social en las zonas urbanas lleva consigo la decadencia de las relaciones amistosas personales que caracterizan a los grupos primarios. Esto parece ser consecuencia del aumento de densidad de la población y del anonimato propio de la vida urbana, así como de la movilidad residencial a que más arriba nos hemos referido.

g) La multiplicación de los servicios comerciales especializados ha con­tribuido a disgregar los grupos primarios. La persona paga para que se le haga algo en lugar, de hacerlo en compañía de otros. Esto sucede fre­cuentemente en lps deportes y diversiones, pero también en los diversos servicios de restaurantes, peluquerías, lavado de la ropa, supermercados, etcétera. La eficiencia y prontitud de estos servicios tienen verdadero atrac­tivo para el individuo que habita en la ciudad.

Estos hechos concernientes a la decadencia de los grupos primarios con­tienen una paradoja que exige interpretación: la multiplicación de las relaciones primarias individuales. Una persona está relacionada con dife­rentes personas en cada grupo primario. Por ejemplo, en la ciudad los hombres pueden estar relacionados entre sí en una tienda o en la oficina, otro grupo podrá tener relaciones en el bar, otros en el juego, en la reunión parroqpial, en el círculo político y, naturalmente, en la propia familia. Esta especie de múltiple relación social es el corolario de la disminución de las funciones múltiples en la familia misma. Generalmente hay cierto entrecruzamiento y cierta comunidad entre los miembros de los diferentes grupos primarios, pero en la medida en que el individuo par­ticipa en los grupos completamente separados tiende a debilitar sus rela­ciones primarias.

2. Grupos de presión norteamericanos.

El grupo de presión es una colectividad organizada de personas que tratan de fomentar su propio interés especial dentro de la sociedad total. Todo grupo conscientemente establecido aspira de uno u otro modo a elevar su posición, a ser bien considerado por los otros. Pero el grupo con intereses especiales se distingue por su recurso a la presión social, por su empeño en lograr el poder y determinadas ventajas en relación con otros grupos. Con frecuencia hay «conflictos de intereses» entre dos o más grupos, y esto es lo que da su impronta especial a los grupos de presión en la sociedad norteamericana.

El grupo de presión es generalmente una asociación secundaria for­mada sobre una amplia base de asociados y representada en la cumbre

Grupos de presión norteamericanos 123

por pequeños grupos o individuos expertos, eficientes, enérgicos y activos. La función de estos grupos consiste en promover los intereses de los aso­ciados; en cuanto intervienen activamente en el campo político y tienen influencia en el gobierno y en las legislaturas, se llaman lobbies (comités o camarillas-). Al gobierno se le considera a veces como mediador entre los grupos de presión, pero con más frecuencia es el agente del que se espera una acción favorable.

No es pura casualidad el que una sociedad pluralista, domocrática, como la norteamericana tenga numerosos y variados organismos de presión, entre los que se incluyen los siguientes:

a) Los grupos financieros ejercen probablemente más presión, gastan más dinero y tienen mayor influjo en la sociedad norteamericana que cual­quier otro tipo de grupos, lo cual era de suponer en una sociedad domi­nada por valores y actividades económicos. La National Association of Manufacturers y la Cámara de Comercio de los Estados Unidos son los más conocidos y más influyentes de estos grupos, pero hay también otras muchas asociaciones mercantiles y grupos especializados de todas las indus­trias y negocios en el país.

b) Los grupos profesionales y ocupacionales ejercen también enorme presión social, a veces contra los grupos financieros y a veces en colabo­ración con ellos. Los más conocidos son las asociaciones de médicos, de abogados, y los diferentes sindicatos. Con objeto de promover sus intereses particulares influyen al Congreso y a las instancias legislativas, publican periódicos y patrocinan diversos programas en la radio y televisión.

c) En ciertos aspectos, los grupos de agricultores tienen una influencia más eficaz en la sociedad norteamericana. Su base rural y la simpatía y nostalgia con que los norteamericanos miran la vida rústica, hace que a los agricultores no se les considere como un grupo organizado de presión. Muchos de estos grupos no son representantes de las familias de agri­cultores, sino de la corporación de agricultores especializados en la pro­ducción semiindustrial de agrios, leche y otros productos alimenticios. Los ganaderos y productores de trigo son gremios especialmente influyentes.

d) Los grupos de presión de veteranos del ejército promueven un cla­mor moral para atraer la atención nacional. El movimiento para la paz y las varias manifestaciones contra la guerra han mitigado el prestigio pa­triótico de las organizaciones de veteranos. Sin embargo, los miembros de la American Legión, los de Veterans of Foreign Wars y de otras organiza­ciones similares hacen llegar todavía sus exigencias a nivel de Estado fe­deral. Los dirigentes políticos han sido especialmente sensibles a estas exi­gencias.

e) Los «grupos de presión» que representan a diferentes minorías son también característicos de la sociedad norteamericana. Éstos trabajan prin­cipalmente por promover los derechos de las minorías raciales o étnicas que luchan constantemente por su reconocimiento. Los grupos de negros. y hasta cierto grado los grupos de defensa de los judíos, han alcanzado

124 IV. Grupos y asociaciones

mayor influjo que los antiguos grupos de norteamericanos no ingleses. representantes de las minorías de diferente procedencia nacional. Junto a éstos hay que contar también a los fuertes grupos de presión antiminori­tarios, especialmente dedicados a «proteger» los Estados Unidos de la sub­versión.

f) El término grupo de presión no se suele usar tratándose de las agrupaciones religiosas, pero cada una de las doce confesiones principales se vale de los distintos medios de organización para influir en las activi­dades tanto nacionales como regionales. No se trata sólo de propaganda y de proselitismo para reclutar nuevos miembros, sino también de influir en la legislación y de prevenirse contra previsibles actividades hostiles.

Es evidente que los grupos de presión no son los únicos agentes y me­dios de promover los intereses especiales en los Estados Unidos. Hay indi­viduos con gran influencia social debida a su elevada posición, como hay también vastos intereses «impersonales» que crean un clima de opinión, como el vago movimiento de los «derechos de los estados», o el fomento de los subsidios federales para la enseñanza, o los distintos grupos eco­nómicos y políticos de derechas e izquierdas.

El número y la variedad de estos grupos de «abogados especiales» cons­tituyen una red de fuerzas en oposición, y a veces en conflicto. Esto indica la complejidad de la sociedad norteamericana e invalida las interpretaciones simplistas de sus conflictos, como «el capital contra el trabajo», o «el hom­bre de negocios contra el agricultor». Estas dicotomías expresan, a lo sumo, un pequeño segmento del mosaico de grupos que forman la vida norte­americana, con frecuencia olvidan la cooperación que existe entre los diver­sos grupos y no le dan importancia a la doble relación del «grupo de pre­sión» con el sistema político y con la población general.

3. Los clubs de mujeres en los Estados Unidos.

Las mujeres norteamericanas disponen de más tiempo libre, más dinero, más libertad de movimientos y mayor variedad de intereses que las mu­jeres de cualquier otra gran sociedad moderna. Como son personas sociales que viven en una sociedad urbana en la que se multiplican los conglome­rados y las asociaciones, es natural que las mujeres también se organicen en grupos. La(s asociaciones de personas de igual sexo y edad no son cosa reciente o nueva; grupos femeninos los ha habido en todas las sociedades.

En épocas anteriores se organizaban círculos femeninos para las acti­vidades parroquiales y eclesiásticas y, puesto que tradicionalmente las agru­paciones religiosas separan a los hombres y a las mujeres, a los mayores de los jóvenes, a los casados de los solteros, resultaba de aquí un tipo automático y forzoso de asociación. En época más reciente, en que las mu­jeres comenzaron a reclamar mayor libertad e igualdad de derechos, se asociaron también voluntariamente para tratar de defender estos derechos.

Los clubs de mujeres en los Estados Unidos 125

El movimiento de las sufragistas centrado sobre todo en el derecho al voto; el más reciente National Organization for Women (NOW) procura la completa igualdad con los varones en todos los terrenos de la vida norteamericana.

La clasificación de las grandes organizaciones femeninas secundarias in­dica que las mujeres se han agrupado en torno a intereses casi tan nume­rosos y variados como los de los hombres. No se trata de «damas coopera­doras» de las asociaciones primariamente masculinas; hay también grupos separados en las actividades profesionales, comerciales, militares, académi­cas, políticas y religiosas. Las diferentes hermandades, sociedades de ayuda a las misiones, ligas de templanza responden a los antiguos grupos de intereses religiosos. Es sabido que las mujeres hacen un pobre papel en los sindicatos laborales, pero han triunfado relativamente en los grupos dedi­cados a las reformas cívicas y políticas.

Lo que aquí, con todo, nos interesa son los grupos de mujeres de clase media que pululan por las ciudades y los suburbios. Entre éstos son típicos los círculos femeninos dedicados al propio perfeccionamiento y satisfechos con una vaga conciencia de «bienhechorismo». La mayor parte de sus miembros son mujeres de más de cuarenta años; sus hijos son ya mayores; no tienen empleos lucrativos y tienden a disponer de tiempo sobrante. Las más de las veces son éstas las mujeres con quienes entran en contacto los visitantes extranjeros, que se llevan luego a sus tierras un estereotipo poco halagador de la mujer norteamericana.

¿Qué es lo que origina este fenómeno? ¿Cuáles son los elementos que intervienen en la formación y en el continuo incremento de este tipo de grupo primario?

a) Estos clubs femeninos llenan una necesidad de sus propios miem­bros. La mujer casada a esta edad ha realizado ya su función de engendrar y de criar a los hijos. No es necesaria para el sostén económico de la familia; no ha sido preparada para actividades de índole solitaria o medi­tativa; su tarea doméstica reclama un mínimum de tiempo y de aplicación; siente necesidad de relaciones sociales fuera de casa.

b) Como estos club son relativamente exclusivistas, sus miembros re­flejan su propio status. Hay diferencia de status de uno a otro, pero las personas que pertenecen a uno de ellos pertenecen más o menos al mismo estrato social. En gran parte esta accesibilidad social indica que sus mari­dos son también de la misma clase. La pertenencia de una mujer a tales asociaciones sirve para mantener el status de la familia.

c) Este tipo de clubs femeninos da siempre especial importancia a la mutua simpatía y cordialidad. Ya se trate de un club de cocina, de jardi­nería o de bridge, o de cualquier otra clase, los miembros han de ser capaces de congeniar unos con otros. Como cualidad personal, la amabi­lidad es más importante que el atractivo y el porte. Los miembros están auténticamente encantados unos de otros y se tratan a base de relaciones francamente personales.

126 IV. Grupos y asociaciones

d) Raras veces alguno de estos grupos tiene primariamente objetivos de mejora, pero en las actividades de casi todos ellos figura algún proyecto caritativo. Pueden hacer donativos a un hospital, prestar ayuda a niños impedidos, sostener un grupo de teatro, fomentar alguna de las numerosas actividades para el mejoramiento cívico de la comunidad.

e) Sin embargo, el objetivo central es casi invariablemente de recreo. Aun cuando las damas sienten que deben «hacer algo por alguien», su fin es recrearse y distraerse, pasar «un buen rato» en forma discreta y mode­rada. Esto puede parecer algo paradójico, pues precisamente la verdadera abundancia de tiempo libre y la falta de obligaciones sociales urgentes es lo que hace posible la proliferación de estos círculos femeninos.

f) Si bien las relaciones sociales dentro de estos grupos son primarias e informales, el grupo tiene casi siempre una estructura formal. Hay presi­denta, secretaria, tesorera, se recogen las cuotas y se invita formalmente a los nuevos miembros. Desde luego, con frecuencia las reuniones para tratar de negocios o la parte de las reuniones dedicada a la administración tiende a ser algo expeditiva.

Conviene destacar que esta descripción no se aplica a todos los variados tipos de organizaciones femeninas que florecen en nuestra sociedad. Se refiere sólo al tipo de club femenino que suele ser injustamente ridiculi­zado. No se los puede tachar de agrupaciones fútiles de personas que están malgastando el tiempo. Tienen un puesto en nuestro tipo de sociedad ur­bana, y no es fácil decir qué agrupación o actividad pueda remplazados.

4. Las pandillas de muchachos en las ciudades, como grupos primarios.

Otro fenómeno corriente en la sociedad de las ciudades norteamericanas son las pandillas. Los sociólogos hablan a veces de la «edad de la pan­dilla» (gang age), pues los miembros de estos grupos son principalmente muchachos de diez a diecinueve años, los teenagers. La pandilla se forma ordinariamente a partir de un grupo espontáneo de juegos y dentro de una zona urbana limitada. Estos grupos son en su mayoría pandillas de muchachos, aunque a veces existen también grupos análogos de muchachas u otros grupos de ellas que se asocian a las de muchachos. El término street gang (pandilla de la calle) ha venido a significar algo negativo, como si el comportamiento de todos sus miembros fuera sospechoso y delincuente.

El hecho es que entre estas «pandillas» las «buenas» son más que las «malas». La función de la pandilla es esencialmente de índole recreativa. Son una peña de amigos, un grupo primario de gente joven que se reúnen y las más de las veces se entregan a travesuras inofensivas. La pandilla de maleantes o «gamberros» con la que tiene que habérselas la policía, se halla por lo regular en las aglomeraciones de los barrios bajos y en las zonas adyacentes, donde las condiciones sociales y económicas están nota­blemente desorganizadas.

Las pandillas de muchachos en las ciudades 127

Las agrupaciones juveniles para recreo, de una u otra manera, existen en todas las sociedades. Pero en Norteamérica el grupo callejero de «gam­berros» es único por lo numerosos y por la especial importancia que le dan sus propios miembros y la sociedad en general. Vamos a enumerar algunos de los factores principales que contribuyen a su formación. Pero hay que notar que ninguna «causa aislada» nos da una explicación adecuada ni se pueden proponer «soluciones aisladas» a las dificultades sociales que surgen de estas pandillas.

a) La densidad de la población y la baja calidad de las viviendas son características de las zonas urbanas donde se desarrollan estas pandillas. Nos referimos, naturalmente, a la aglomeración permanente de viviendas. Si sólo hubiera unas pocas casas superpobladas en un bloque urbano, la cosa no tendria importancia, pero cuando todos los apartamentos de todos los edificios están superpoblados, es natural que mucha gente pase gran parte de su tiempo en la calle.

h) La desorganización de la familia es concomitante a la superpobla­ción urbana. Las condiciones económicas, la presencia de extraños, la falta de intimidad, el sentimiento que tienen los jóvenes de que sus padres, espe­cialmente el padre, son individuos fracasados, todo esto tiende a mermar la seguridad emocional que necesita la juventud. Estas familias no pueden conseguir el nivel mínimo de vida alcanzado y deseado en la sociedad norte­americana. El proceso de socialización mediante el cual se espera que el joven llegue a ser un ciudadano consciente de su responsabilidad, en estas condiciones no actúa en el sentido deseado.

c) Una de las razones de la inquietud de los adolescentes norteameri­canos es la relativa falta de función de su status; y en una populosa ciudad la gente joven trata fácilmente de procurarse una posición con medios poco recomendables. En otras sociedades, en las que la gran mayoría de los muchachos tienen empleos lucrativos y han comenzado ya su ca­rrera económica, la delincuencia juvenil es mínima.

d) Es un hecho conocido que la juventud norteamericana trata de pro­curarse un status mediante el reconocimiento de sus iguales más que mediante la aprobación de sus padres. Esto significa un debilitamiento de la «autoridad natural» de la generación «vieja» y una tendencia de los jóvenes a seguir las normas de comportamiento de sus iguales. La juventud busca un salida en la pandilla y prefiere la aprobación de ésta a la de los padres y la familia.

e) La confusión de las normas de conducta está claramente destacada en la pandilla juvenil. Las escuelas e iglesias con las que el joven tiene algún contacto representan para él una norma de conducta que le parece irreal, por lo distinta que es de lo que ve en sus experiencias cotidianas. Los ofrecimientos de una «vida mejor» que se repiten en el sistema de pu­blicidad norteamericano están también, a su modo de ver, totalmente fuera de su alcance. Muchas de las pautas de comportamiento que observa cada día son diferentes de las que se dicen existir en «el mundo exterior».

128 IV. Grupos y asociaciones

f) Entretanto, el caudaloso torrente de películas, seriales de radio, libros humorísticos, imágenes y revistas que describen el crimen y la violencia ponen ante los ojos del miembro de la pandilla un estilo de vida que parece mucho más apropiado a su concreta situación vital. Los ejemplos de con­ducta delincuente, claramente censurados por la sociedad en general, se le ofrecen con todo el detalle de la acción, realizados en su ambiente y por caracteres que le son familiares. La juventud tiene ciertamente acceso a las representaciones más «positivas» que ofrecen estos medios de comunica­ción y de entretenimiento, pero éstos le parecen faltos de vida e irreales.

g) La falta de sitios apropiados de diversión que se nota en estas zonas superpobladas de la ciudad es también uno de los factores que contribuyen a la formación de estas pandillas. La sola dirección de las diversiones no puede ser la solución de estas situaciones creadas por el complejo de tantos factores. Pero el hecho es que la combinación del aburrimiento y la tensión es uno de los factores psicológicos más importantes en la formación de las pandillas con su correspondiente conducta. La creación de campos de juego y de locales de reunión, la conveniente organización de los deportes y los bailes contribuirían a aliviar el aburrimiento y la tensión.

Hemos de tener presente que estas pandillas de muchachos sólo son un caso social anormal del grupo primario universalmente presente. En estos grupos hay jefes y subordinados, hay un código de conducta que los miem­bros respetan, relaciones sociales frecuentes y sin protocolo, un sentimiento de pertenencia, una actitud que aspira al bienestar del grupo. Son las carac­terísticas intensificadas del grupo primario.

5. Los sindicatos norteamericanos.

Los Estados Unidos, en muchos aspectos, son una sociedad sumamente organizada. Ya hemos visto las diferentes bases sobre las que las personas tienden a asociarse unas con otras, no sólo para formar los grupos sociales principales que se hallan en cualquier sociedad, sino también para la crea­ción de los variados subgrupos peculiares de cada sociedad en particular. En Norteamérica es muy frecuente la formación de grupos y la reunión de los ya existentes tomando por base la similitud de las funciones económicas. Las personas Con empleos lucrativos se organizan para proteger sus intereses y para promover su función particular. Esto se aplica tanto a los médicos, abogados, enfermeras y maestros como a los fabricantes, distribuidores, ofi­cinistas y obreros de la industria.

Los sindicatos norteamericanos, como grupos sociales, tienen las carac­terísticas comunes a todas las organizaciones formadas por las personas con empleo lucrativo. Pero el término «sindicato» ha sido limitado por el uso social a significar sobre todo la unión de los obreros manuales organizados. Los maestros y los asistentes sociales, los banqueros y los médicos, por ejemplo, no suelen llamar «sindicatos» a sus asociaciones profesionales, aun

Los sindicatos norteamericanos 129

cuando una de las funciones primarias de estos grupos sea la protección económica de sus miembros.

Contrariamente a lo ocurrido con los sindicatos de la mayor parte de las otras grandes sociedades, los sindicatos norteamericanos se han limitado principalmente a obtener inmediatas ganancias económicas. Han actuado como «grupos de presión», han ejercido influjo político, han tomado posi­ción sobre la mayoría de los problemas sociales y mundiales contemporá­neos. Sin embargo, no han formado un partido político ni tienen una ideo­logía seria fuera de la del sistema capitalista norteamericano. No tienen interés en tomar en sus manos la dirección económica o política de la so­ciedad ni en establecer una sociedad proletaria y «sin clases».

A continuación presentamos algunas peculiaridades de los sindicatos norteamericanos, que cuentan entre sus miembros poco más de la cuarta parte de todas las personas que tienen empleo lucrativo en nuestra sociedad.

a) Los sindicatos son grupos secundarios en los que las relaciones so­ciales de los miembros son ampliamente estandardizadas e impersonales. En todo sindicato local existen sin duda alguna grupos primarios formados por los miembros más activos e interesados, y en los sindicatos nacionales los funcionarios superiores que están en frecuente contacto mutuo forman también un grupo primario. Pero la naturaleza misma de la industria a gran escala de Norteamérica ha exigido una paralela organización a gran escala del trabajo, en la que no pueden florecer los grupos primarios.

b) La solidaridad obrera, la desinteresada cooperación de todos los miembros, es el mito de estas uniones. Las aspiraciones de los obreros, como las de la mayoría, de los norteamericanos, se orientan a la elevación del status social y del nivel material de vida. La «mentalidad de clase me­dia» de los trabajadores norteamericanos ha sido la desesperación de los líderes comunistas y socialistas. El trabajador tiene cierta lealtad para con su sindicato y con frecuencia está dispuesto a soportar los inconvenientes de las huelgas, pero esta lealtad parece basarse en la gratitud por los bene­ficios recibidos y en la esperanza de otros futuros más que en el afecto personal y en la solidaridad para con sus camaradas obreros.

c) El crecimiento de la burocracia dentro de los grandes sindicatos es paralela al desarrollo similar que existe en el gobierno y en la indus­tria, y aun en la estructura de la educación y de la religión de Norteamé­rica. En los planos superiores se establece una política que han de poner en práctica los funcionarios subalternos. Se han creado tantas oficinas de funcionarios especializados, que los funcionarios superiores están continua­mente rodeados de abogados y organizadores del trabajo, de contadores y economistas, de expertos en relaciones públicas y de otros especialistas.

d) El proceso democrático ha creado especiales dificultades al mante­nimiento de los sindicatos. La apatía por votar, característica del pueblo norteamericano, se observa también en los sindicatos. Las votaciones en las grandes fábricas y en las grandes industrias a veces han sido facilitadas por la- cooperación de la dirección y del gobierno. Pero la organización

130 IV. Grupos y asociaciones

de las concentraciones locales y la elección de los funcionarios se ven impe­didas por la apatía de la gran masa de los obreros. Los dirigentes labora­les dependen de las elecciones populares para continuar en su función. A diferencia del director a sueldo, no pueden disponer de sus miembros; constantemente se ven forzados a «probar su valía» y periódicamente deben someter a prueba su posición, como los políticos, «presentándose al pueblo».

Los sindicatos, en su conjunto, se consideran con frecuencia como una sólida falange que empuja irresistiblemente al país hacia un Estado socia­lista y asistencial. Esta opinión por regla general la sostiene la gente que no advierte que la organización laboral es uno de los productos de la sociedad norteamericana y que se ha desarrollado al lado de otras estruc­turas sociales características. A veces se oponen a los sindicatos personas que pretenden defender la «empresa libre» y un «puro individualismo» sin caer en la cuenta de que estas cosas hace tiempo que han desaparecido de la escena económica norteamericana. El hecho es que en los Estados Unidos los sindicatos se han desarrollado con las mismas características de las otras asociaciones secundarias.

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V

COMUNIDADES

El término «comunidad» es otra palabra sociológica que ha llegado a tener varios significados. Los muchos que se le atribuyen inducen tanto a confusión como los de otras palabras de uso común, como cultura, familia e institución. Se dice a veces que existe una «atmós­fera familiar» en determinadas empresas de trabajo. Se usa a veces la palabra «institución» para referirse a alguna persona o situación poco comunes. El término «cultura» se refiere a menudo al refinamiento y a la buena educación. Si los investigadores científicos del comporta­miento han contribuido actualmente de alguna manera a la creación de conceptos analíticos, ha sido al proporcionar una precisión técnica para el lenguaje de la conducta humana.

Sería arbitrario, sin embargo, pretender que una palabra significa tan sólo lo que el sociólogo pretende. No es preciso pelearse con los que llaman a toda la raza humana la familia de Dios en la que todos somos hermanos y hermanas, o la comunidad mundial de la que todos somos miembros. Sabemos, en otros usos amplios del tér­mino «comunidad», a qué se alude al referirse a grandes alianzas como la Comunidad del Atlántico Norte, o la Comunidad Económica Europea. Algunas veces se aplica el término a categorías sociales laxas que se basan en parecidos étnicos, raciales, o religiosos, como la co­munidad judía de Nueva Orleáns, la comunidad negra de Chicago, o la comunidad irlandesa de Boston.

La pérdida de la comunidad.

Los sociólogos que se ocupan del cambio histórico intentan expli­car los problemas básicos de la vida social moderna diciendo que

132 V. Comunidades

hemos sufrido de una general «pérdida de comunidad». Esto significa que ha habido un desplazamiento de la importancia de un tipo de or­ganización social a otro, desplazamiento que explica a nivel sociológico valores, pautas de conducta, relaciones sociales, e instituciones de la sociedad occidental contemporánea. Ello no debe interpretarse como causalidad simplista, centrada en un solo factor, aunque ciertos obser­vadores parecen invocar, como solución de nuestros problemas sociales, un total retorno a la comunidad.

En esta aplicación amplia a la vida de grupo, el concepto de co­munidad abarca cuatro elementos: a) relaciones personales estrechas con otras personas, que a veces se llaman primarias, de tú a tú, o íntimas; b) lazos emotivos por parte del individuo en las funciones sociales y los asuntos del grupo; c) entrega moral o compromiso ante los valores que se consideran elevados y significativos para el grupo; d) un sentido de solidaridad con los demás miembros del grupo.

Existen, por supuesto, grupos de gente en el mundo de hoy que exhiben tales cualidades, pero se trata siempre de grupos primarios pequeños. La diferencia está en que tales cualidades no son caracte­rísticas de una cultura global, tal como fueron, a juicio de los his­toriadores, antes del advenimiento de la Revolución Industrial, el siste­ma capitalista en gran escala, la urbanización de masa y el metro-politanismo, así como de la secularización. Los antropólogos a la búsqueda de sociedades en las que dominen las cualidades comunitarias se dirigen a las áreas subdesarrolladas, siguiendo el ejemplo de Le Play en Europa, Redfield en el Yucatán, Warner entre los aborígenes aus­tralianos y DuBois entre la gente de Alor.

Este concepto generalizado de la comunidad es, por tanto, una cuestión de organización global, pero especialmente de la manera en que la persona social se relaciona con la estructura social más amplia. Es poco probable que las sociedades democráticas amplias y comple­jas puedan reorganizarse para la restauración total de la comunidad. Los sistemas totalitarios del nazismo, comunismo y fascismo intenta­ron, en cierto sentido, reestructurar a la gente dentro de una comunidad nacional. El grado de éxito conseguido costó un precio exorbitante en vidas y valores humanos; sus fracasos se encuentran por otra parte en la memoria de todos.

Para comprender el significado sociológico de la comunidad exa­minaremos el fenómeno a tres niveles: la solidaridad social, las rela­ciones sociales y la estructura social.

Valor de la reunión 133

Valor de la reunión.

El sentido de la comunidad, como sentimiento de reunión, es un envidiable objetivo que los grupos sociales a duras penas intentan lograr y mantener. Los sindicatos buscan la solidaridad entre los obre­ros; las congregaciones protestantes intentan desarrollar la camara­dería entre sus miembros; las revistas familiares intentan inspirar un sentimiento de reunión en el hogar; los grupos raciales negros hablan a menudo de «soul brothers» como índice de pertenencia. Otros muchos términos se usan de modo casi sinónimo, como cohesión social, ar­monía, esprit de corps, consensus, para indicar un tipo de actitud ideológica que liga y une a la gente.

El significado sociológico de la reunión, o solidaridad, ha sido ampliamente discutido por los sociólogos modernos. Sugieren que los seres humanos, al buscar un antídoto para la frustración, la angustia, la inseguridad y la soledad, intentan alcanzar el objetivo de la comu­nidad. Parece como si la libertad hubiera asustado al hombre mo­derno, el individualismo hubiera acarreado la alienación de sus congé­neres, la independencia hubiera destruido la seguridad social del hombre. Este malestar social general, el sentido del aislamiento social en el centro de las poblaciones en crecimiento, se curaría al parecer con el desarrollo de un sentido de comunidad.

El debilitamiento manifiesto del sentido de comunidad o de la solidaridad social, que se expresa por un sentimiento de extrañamiento y alienación, constituye materia de reflexión entre todos los soció­logos. Era uno de los temas principales de Sorokin; atribuyó al individualismo esta condición, que él llamaba la característica «atomi­zación de la sociedad». También se atribuye esta condición en parte a la magnitud, al carácter remoto y a la impersonalidad de la estruc­tura social. Cuando los radicales vituperan el establishment, la insti­tución, la estructura del poder, trazan el retrato de una máquina social fría que destruye las relaciones sociales estrechas.

Resulta paradójico que la pérdida del sentido de la solidaridad social vaya acompañada por la de un sentido de la identidad personal. El marginal hippie simboliza entre la juventud estadounidense este fenómeno peculiar y contradictorio. Vitupera la restricción e institu-cionalización de la sociedad y expresa su alienación volviéndose todavía más alienado. Se supone que la identidad con la comunidad, o la solidaridad social, fomenta la propia identidad; y cuesta comprender la lógica del propio aislamiento como solución o antídoto.

134 V. Comunidades

Relaciones comunitarias.

La comunidad como proceso social es una forma de relación huma­na conjuntiva, o interacción, en la que la gente se reúne y se vuelve más integrada. No se trata simplemente de una actitud o de una ideo­logía de solidaridad; se trata de solidaridad en acto en el nivel de la conducta humana de cada día. El logro de la cooperación entre patrono y empleado es un ejemplo de este proceso; lo mismo ocurre con el trabajo de equipo que consigue buenos resultados en todo tipo de esfuerzo de grupo. Cualquier campaña de cuestación de fondos se basa en la llamada al proceso conjuntivo del esfuerzo comunitario. En éste, como en otros casos, se pide a cada ciudadano la participa­ción en el apoyo a la causa común.

Lo opuesto al proceso comunitario es el proceso disyuntivo o conflicto. Los estudiantes universitarios y los intelectuales de las pro­fesiones liberales, e incluso muchos clérigos, han entrado en conflicto con la administración nacional debido a su política y sus programas militares. Los nacionalistas negros en los Estados Unidos han entrado en conflicto con la estructura del poder blanco a nivel municipal, esta­tal y federal. Otros muchos ejemplos podrían citarse, históricos y contemporáneos. Lo característico de este hecho es que el éxito del movimiento para la paz depende de la cooperación interna de sus miembros; la condición para el progreso del movimiento del Poder Negro es la cooperación efectiva entre todos los sectores del mo­vimiento.

Sólo por extensión de significado, o por falta de comprensión, del término de proceso comunitario podemos decir que la comunidad «con­sigue cosas». Los resultados proceden de gente que gasta esfuerzos individuales en la causa común, pero que actúa en concierto con otros. Esta necesidad de esfuerzo individual se ilustra mejor cuando los objetivos comunes de una comunidad local quedan especificados, de modo que algunas personas se ocupan de mejorar la escolarización, otras en la reforma fiscal, en los servicios públicos, etc. Los talentos de los individuos se emplean en cooperación para el bien común.

Desde el punto de vista de la comunidad, lo que caracteriza la relación social integradora es la medida en que el individuo coopera positivamente en todos sus grupos principales. En términos mesura­bles esto significa que la cantidad total de relaciones de cooperación aumenta en la sociedad global. Por supuesto no nos referimos a la imposición del proceso social ya sea mediante amenazas o por el pago.

Estructuras de la comunidad 135

La comunidad como proceso social va acompañada por la comunidad como sentido de solidaridad social voluntaria.

Estructuras de la comunidad.

La tercera manera de considerar la comunidad como estructura social es probablemente la que imagina la mayoría de gente al usar el término. Hablamos aquí de un grupo de gente cuyos roles, pautas de conducta y relaciones sociales se hallan estructurados y organizados. Ello coincide con la definición general de un grupo social como co­lectividad de gente en situación de comunicación recíproca. A parte de su espíritu de solidaridad y sus muestras de cooperación social, la comunidad se encuentra especificada por su localización. Se trata de un grupo territorial de gente.

Tal como se usa corrientemente en sociología la comunidad se ha­lla esencialmente «ligada a la tierra» en el sentido de que la gente vive permanentemente en determinado lugar, tiene conciencia de per­tenecer tanto al grupo como al lugar, y funciona conjuntamente en los asuntos importantes de la vida. La comunidad se toma siempre en cuenta con relación al ambiente físico. Es un conjunto o una red de pequeños grupos, pero en su totalidad puede ser identificada en muchos aspectos como un grupo social amplio. Los miembros de la comunidad son conscientes de las necesidades de la gente de dentro y de fuera del grupo inmediato, y tienden a cooperar estrechamente.

Es importante darse cuenta que estas tres formas de considerar la comunidad (solidaridad, relaciones y estructura) no siempre operan de modo complementario, y ello resulta especialmente cierto para la comunidad en tanto que estructura social. Ningún sociólogo preten­dería que el tipo de solidaridad social que se da en el pueblo tradi­cional (tipo de solidaridad que el sociólogo Ferdinand Tonnies llamaba Gemeinschaft) se encuentra también en la metrópoli, considerando ambos tipos de aglomeración en su estructura global. Solamente po­demos distinguir la estructura social del pueblo tradicional de aquella que la ciudad posee de manera arbitraria. Dicho de otro modo, las estructuras sociales del pueblo tradicional y de la ciudad difieren tan sólo en el grado, pero el pueblo tradicional presenta la solidaridad social que llamamos comunidad, mientras que la ciudad no.

Generalmente imaginamos la comunidad moderna como una espe­cie de vecindad, y el vecino como un residente próximo en un deter­minado lugar. El vecindario es algo característico de las comunidades

136 V. Comunidades

en las sociedades rurales, tradiciones y campesinas. No es carac­terística común de las sociedades urbanas, metropolitanas, y nacio­nales, que son complejas y asociativas. Hasta cierto punto, sin em­bargo, se aplica todavía el término «comunidad» a los antiguos barrios urbanos, en los que la gente comparte los mismos caracteres étnicos, económicos y educativos, y ha vivido junto por largo tiempo. Los suburbios modernos, que son barrios más recientes, efectúan a menudo un intento deliberado de fomentar el espíritu de comunidad entre la gente, y algunas veces estos barrios pueden describirse técnicamente como comunidades.

La estructura de una colectividad social denota los arreglos orga­nizativos de sus componentes. Hemos señalado ya que el análisis so­ciológico — por oposición al demográfico, económico, o político— se centra en los elementos estructurales de la comunidad. Desde el punto de vista del status y la estratificación, esta estructura es relativamente «plana» con poca distancia social o movilidad desde la base a la cumbre. Aunque existen subgrupos funcionales en la comunidad terri­torial típica, están informalmente organizados a nivel de relaciones personales. Toda la naturaleza de la vida organizativa tiende a ser «natural» y familística, en vez de planeada y contractual. Hay una especie de «conciencia de especie», una conciencia de las similitudes compartidas por la gente de la comunidad.

Hasta ahora se ha ofrecido un análisis descriptivo del concepto de comunidad, mostrando que se entiende por los elementos de solida­ridad, relaciones y estructura social. El análisis debe, sin embargo, ir más lejos en el intento de explicar el porqué de la comunidad —los factores o razones subyacentes a su formación —. La investigación pro­cedente de distintas partes del mundo revela tres factores principales de la comunidad: el económico, o laboral; el étnico, o etnocéntrico; y el religioso. Vamos a considerar brevemente cada uno de ellos.

El factor económico.

Algunos sociólogos son reacios a describir la comunidad como fe­nómeno urbano o metropolitano, sobre todo debido a la diversidad de las actividades económicas y laborales en los lugares densamente poblados. Las especializaciones laborales, aunque se encuentren coor­dinadas con éxito, son necesariamente una brecha de diferenciación social. La comunidad tiende a ser un sistema social más fuerte y efectivo cuando existe en pequeños pueblos alejados de las comple-

El factor económico 137

jidades y especializaciones urbanas. En este tipo de sociedad sencilla florece fácilmente la comunidad. Es más probable que en él la gente coopere en todas las funciones primordiales de la vida social, espe­cialmente en los objetivos económicos.

Kibbutz significa en hebreo grupo social, pero ha pasado a signi­ficar actualmente el tipo de comunidad específica establecida delibe­radamente en algunas partes del moderno Israel. La ocupación común de todos los miembros, varones y hembras, niños y jóvenes incluidos, es la agricultura. El ideal de igualdad entre los sexos se demuestra en el reparto del trabajo agrícola entre hombres y mujeres. Esta acti­vidad laboral común se considera tan esencial para el mantenimiento de la comunidad que la vida familiar es secundaria. Se separa a los niños de sus padres a los pocos días de nacer, se los cría separada­mente en viviendas para niños, y sólo se les permite visitar a sus padres en determinadas horas. No hay hogares familiares o salas de estar, y los adultos comen en salas comunes. Son muchos los factores que sostienen la vida comunitaria del kibbutz, pero el central reside en la ocupación económica común de los habitantes.

La naturaleza igualitaria extrema del kibbutz no es un rasgo co­mún de la mayoría de comunidades «naturales» y menos ideológicas. Sin embargo en las llamadas regiones subdesarrolladas del mundo la ocupación común es un rasgo central de la comunidad. Puede verse esto en los pueblos costeros primitivos de la Polinesia en que la comunidad se mantiene a sí misma por la pesca, en una ciudad minera de Virginia del Oeste donde el trabajo en los pozos es la principal fuente de ingresos, en el interior del Yucatán donde la principal ocu­pación de la comunidad es el trabajo agrícola. La función económica común permite poca movilidad social, y semejante falta de estratifi­cación tiende a reforzar la comunidad.

Este elemento de similitud básica en lo económico y laboral se encuentra particularmente ausente de los suburbios donde los residen­tes tienden a desarrollar su empleo remunerado fuera del área inme­diata. El cabeza de familia va a trabajar a la ciudad y allí cumple un rol económico que poca relación tiene con los intereses inmediatos de la comunidad suburbana en la que vive. Resulta, sin embargo, exa­gerado llamar a estos lugares simples comunidades «dormitorio», in­cluso refiriéndonos únicamente a los trabajadores commuters. A pesar de la falta de una ocupación común, estos suburbios son los barrios de la vida cotidiana de la mayoría de sus vecinos. En otros aspectos de la vida social los suburbanitas tienden a centrar su conducta social y sus relaciones sociales en su propia comunidad física. Casas, escuelas,

138 V. Comunidades

iglesias, facilidades recreativas y cívicas, así como las funciones so­ciales más importantes que éstas representan y cumplen, se sitúan en el territorio específico en que la comunidad existe.

El factor étnico.

No ha escapado a la investigación de los sociólogos la persisten­cia de islas culturales en el centro de las grandes ciudades. Los que viven en barrios tan bien delimitados han sido llamados ethnic villagers por Herbert Gans, que estudió la vida de grupo de los italo-ameri-canos en una gran ciudad. Al igual que los portorriqueños del Lower East Side de Nueva York, esta gente tiene tendencia a encontrar trabajo fuera de su barrio inmediato, y desde el punto de vista laboral sólo se parecen en el bajo status de sus ocupaciones. Su modo de vida es cultural o étnicamente distinto del de la otra gente que vive en la gran ciudad.

Los rasgos culturales que distinguen a los «pueblerinos étnicos» son los que generalmente caracterizan a los enclaves inmigrados de las ciudades estadounidenses: una lengua distinta del inglés, lazos fa­miliares estrechos y relaciones primarias, organizaciones laxas e infor­males, la continuidad de pautas religiosas y recreativas procedentes del antiguo país, y la preferencia por la cocina «nacional». Se da también un alto grado de espíritu de clan, que proporciona un mu­tuo apoyo y se expresa negativamente por la suspicacia y la descon­fianza frente a los extraños.

La variable étnica se mezcla con los factores religiosos y laborales para explicar el mantenimiento de las comunidades Amish en los Es­tados Unidos. Los Oíd Order Amish son una secta religiosa relativa­mente rígida con tipos de vestido y reglas de comportamiento que los colocan inmediatamente aparte de los norteamericanos modernos. Se resisten a adaptarse a la educación secular y a sus formas de recreo, excluyen la radio y la televisión de sus hogares, y no usan automóviles ni tractores. Los desviantes son excomulgados de la comunidad. El cultivo de la tierra, en el que tienen considerable éxito, reviste para ellos carácter casi sagrado.

No hay que creer que las comunidades étnicas son fundamental­mente excéntricas y «antipatriotas», o inaceptablemente extranjeras a la cultura estadounidense. Se las acusa con harta frecuencia de bus­car los privilegios de la libertad en la sociedad norteamericana sin aceptar la obligación de conformarse a la cultura del país. Puede

El factor religioso 139

llegar a exagerarse en el etnocentrismo si se pretende aplicar a raja­tabla la teoría del crisol. Esta gente son sin duda alguna socialmente exclusivistas e internamente cohesivos, pero debemos aceptar la ideo­logía pluralista, que también existe en la cultura estadounidense, que autoriza el mantenimiento de su existencia en el país.

El factor religioso.

El fomento de las relaciones amistosas entre los miembros de la congregación de una iglesia local se considera a veces factor poderoso en la construcción de una comunidad. No cabe duda de que muchas iglesias cristianas pequeñas insisten en las relaciones primarias e in­tentan ofrecer solaz y apoyo para mitigar las frustraciones seculares que la gente sufre en el «mundo exterior». La administración local de la iglesia contribuye a la socialización de los niños y ofrece cui­dados pastorales para las familias. Los miembros de la iglesia local poseen a menudo el mismo status socio-económico, con respecto a la educación, el trabajo y los ingresos.

La base religiosa de la comunidad es, por tanto, solamente un factor de relaciones amistosas, aunque se considere el factor más importante entre los clérigos y los laicos. Cada miembro de una igle­sia, y cada familia, cumple otros roles sociales en otros grupos socia­les: como ciudadano en el orden político, empleado en el económico, y en varias otras actividades. También vive gente en el mismo barrio que pertenece a otras iglesias. Por todas estas razones la congregación de la iglesia local no puede llamarse comunidad en el sentido técnico de la palabra.

Existe, sin embargo, otro tipo de comunidad religiosa que encaja más propiamente en la definición técnica. Tales son los grupos de funcionarios eclesiásticos existentes en cierta medida entre los lute­ranos, más extensamente entre los anglicanos, y sobre todo en la iglesia católica romana. Se los llama congregaciones religiosas, u órde­nes; y están integrados por célibes de ambos sexos. Esta gente está organizada específicamente en nombre de la religión; su vida de co­munidad se encuentra regulada alrededor de las prácticas religiosas; son empleados con plena dedicación dentro de su iglesia.

La mayoría de estos grupos está activamente ocupada en servicios destinados a la sociedad, tales como escuelas, hospitales, jardines de infancia y varias formas de asistencia social. Sus motivaciones y su solidaridad son básicamente religiosas, pero no se hallan «separadas»

140 V. Comunidades

ni autocontenidas como ocurre con las comunidades territoriales.. Quizás únicamente las órdenes monásticas estrictas y contemplativas, apartadas por completo del «mundo», pueden llamarse comunidades. completas en el sentido más técnico de la palabra. Incluso en estos. casos el término comunidad no se referiría a toda la orden religiosa, sino únicamente al grupo local, como la abadía de Gethsemani, en Kentucky, que ha hecho famosa el trapense Thomas Merton.

Comunidades substitutivas.

Las clasificaciones de los grupos sociales debieran surgir de lo observado en la recurrente vida social de la gente. Se da una tenden­cia académica a polarizar los tipos de colectividades sociales en los grupos primarios y secundarios como si no hubiera grupos que com­parten algunas características de ambos tipos. Oponemos el tipo de sociedad comunitaria con el asociativo, como si no hubiera en algún sitio sociedades intermedias entre las dos. Igualmente, hemos descrito la comunidad territorial como una especie de miniatura de la sociedad territorial global.

Hay otro sentido de la palabra comunidad que el sociólogo debe reconocer porque existe en la mente y los hábitos de mucha gente. A falta de otro término mejor, podemos llamarla comunidad substitu­tiva o substituía, por cuanto substituye a la comunidad natural y casi automática estableciendo una vida de grupo contractual, planeada o artificial. Todos estos términos descriptivos indican un intento deli­berado de recuperar la esencia de la comunidad tradicional: el espí­ritu de camaradería, la entrega moral, el compromiso emotivo, las relaciones personales estrechas con los demás.

Tenemos tendencia a clasificar los grupos por sus funciones y objetivos en relación con otros grupos, pero parece cierto afirmar que en casi cualquier grupo las funciones son múltiples y complejas. La comunidad substitutiva, de la que estamos hablando, da mucha importancia a la afinidad de sus relaciones humanas internas, que no considera simplemente como un subproducto de la función que pro­clama. Una hermandad o fraternidad académica honorífica en cual­quier gran universidad parece corresponder a este tipo de comunidad. Los afiliados a una iglesia que viven en distintas partes de la ciudad. pero que se juntan en las celebraciones religiosas para los servicios del culto, integran este tipo de comunidad substitutiva. El centro de interés de estas colectividades se anuncia como un tipo de interés,

La comunidad rural 141

objetivo, o valor selectivo, pero el vínculo de unión subyacente es el deseo de relaciones de afinidad.

Los miembros de la comunidad substitutiva no están, en conse­cuencia, totalmente entregados a múltiples funciones sociales, como lo están los varios y relacionados grupos de la comunidad territorial tradicional; tampoco se hallan estos miembros rígidamente circuns­critos en un vecindario físico fijo. Sus relaciones mutuas no son lo bastante frecuentes para que entren en la definición del grupo primario comúnmente aceptada. Estos comentarios negativos —que dicen lo que la cosa no es— indican que la comunidad substitutiva se halla en alguna parte entre la comunidad estrechamente vinculada y la aso­ciación secundaria laxamente estructurada.

VARIACIONES DE LA VIDA DE COMUNIDAD EN LOS ESTADOS UNIDOS

1. La comunidad rural.

Es un lugar común de la sociología el señalar que la urbanización en los Estados Unidos ha aumentado a expensas del modo de vida rural. En un país tan vasto como éste perduran todavía millones de familias cam­pesinas aisladas físicamente. Hay también decenas de miles de pequeños pueblos y aldeas rurales no incorporados a unidades mayores. Es difícil conseguir datos estadísticos al efecto porque el United States Bureau of the Census no da información acerca de estas pequeñas colectividades. Sin embargo se ha investigado mucho sobre la vida rural en los Estados Uni­dos, y podemos ya describir algunas características de la comunidad rural.

a) La gente que vive en la moderna comunidad rural del país se en­cuentra cada vez menos aislada de la corriente central de la vida norte­americana. El uso generalizado del teléfono ha ofrecido una forma de comunicación personal con los demás, pero la principal fuente de contacto han sido la radio, y cada vez más la televisión. A través de estos medios las pautas culturales más corrientes de la sociedad han llegado hasta los hogares del campo. Éstos han sido el principal canal de la modernización, así como de la rotura del aislamiento físico.

b) Excepto en las áreas rurales más remotas, las carreteras públicas y el incremento de los medios de transporte públicos y privados han facilita­do en gran manera el contacto personal. Los autobuses han penetrado hasta lugares que estuvieron siempre al margen de las líneas de ferrocarril. Esto ha permitido el acceso de los «forasteros», pero ha permitido sobre todo la movilidad física entre la misma gente de la comunidad rural. Con el automóvil fue posible aumentar la frecuencia de las relaciones prima­rias, de tú a tú, entre un gran número de vecinos.

' c) La investigación demográfica prueba de manera unánime que el

142 V. Comunidades

Índice de natalidad rural sigue siendo más alto que el urbano. Esto signi­fica sociológicamente que se da menos importancia a la familia conyugal y más al grupo de parentesco extenso. Generalmente no hay en la comuni­dad rural altos edificios, y el tipo general de vivienda es la casa unifamiliar que normalmente es lo bastante ancha para que vivan en ella los abuelos. Los miembros de la familia siguen, formando una unidad sólida.

d) Las oportunidades escolares de los jóvenes en la comunidad rural ya no se limitan a la pequeña escuela de pueblo. Se ha vuelto corriente en varias comunidades el juntar fondos, a veces con ayuda estatal y federal, para instalar colegios secundadnos de mejor calidad. Se ha dado también un crecimiento espectacular en el número de escuelas de graduados, y hasta cierto punto en el de escuelas universitarias de la comunidad, que ponen la educación superior al alcance de la juventud rural.

e) Mientras permanece en la comunidad rural un núcleo de población de residentes permanentes relativamente estable, existe también un tipo de población que se desplaza. Una corriente de este movimiento es el rápido éxodo de los adultos jóvenes que buscan empleo en otras partes. Hay tam­bién una inmigración de residentes temporales, especialmente en las comu­nidades costeras y montañosas, las llamadas «colonias de veraneo». Un tercer tipo de desplazamiento de población tiene lugar en algunos lugares que necesitan de trabajadores inmigrantes para las grandes cosechas.

f) Compartir la ocupación y los intereses laborales ha sido siempre algo importante para la cohesión de la comunidad. Se ha dicho que el trabajo agrícola es un «modo de vida» de la comunidad rural, Ello implica que no sólo los miembros de una determinada familia, sino todos los campesinos de un área determinada comparten los problemas que impli­can las incertidumbres del tiempo, la fluctuación de los precios del mer­cado, la elección de las cosechas, la fertilidad del suelo. El trabajo agrícola real no lo realiza sólo el padre, el soporte de la familia, sino que ocupa hasta cierto punto a los hijos y la mujer en diferentes tareas.

Lo que aquí se ha dicho describe un tipo sociológico, la comunidad rural, que acepta amplias variaciones. Estos elementos descriptivos varían a lo largo de una lista de otros elementos sociológicos: hay diferencias entre los propietarios y los campesinos, los campesinos de granja y los de secano, las áreas en que hay una concentración de minorías sociales como los negros, los mejicanos-norteamericanos, los orientales. El relativo aisla­miento de la comunidad rural no es el mismo en el Massachusetts occiden­tal que en el centro de Nebraska. Hay cambios en las comunidades rurales, pero el índice de cambio es más rápido en unas que en otras.

2. La comunidad dormitorio.

Para muchos norteamericanos la búsqueda de la vida comunitaria se ha resuelto por la compra de una casa en los suburbios y el establecimiento

La comunidad dormitorio 143

en lo que se ha venido llamando la comunidad dormitorio o «alcoba». Ya veremos cómo la búsqueda de un sitio para dormir no es razón importante para la migración familiar al suburbio. El crecimiento de las áreas residen­ciales adyacentes a las grandes ciudades ha sido considerable, y el incre­mento de la investigación sociológica sobre el tipo de vida suburbano ha proporcionado muchas generalizaciones valiosas para el estudiante. Presen­tamos a continuación alguna información procedente de estos estudios sobre el suburbio como comunidad.

a) Probablemente el factor más evidente de la típica comunidad sub­urbana es la homogeneidad relativa de los residentes. La mayor parte de esta gente es norteamericana de clase media por lo que atañe a sus valo­res y pautas de conducta. El conformismo social se reconoce en su estilo de vida, en el tipo de las casas que poseen, en las aspiraciones para sus hijos y en sus formas de ocio. Cualquier suburbio tiende a atraer a la misma clase de gente, y la mayoría de ellos pueden clasificarse entre la alta y la baja clase media.

b) A pesar de este conformismo y esta homogeneidad patentes, la in­tención explícita de las familias que se mudan a los suburbios — espe­cialmente desde la ciudad— es obtener espacio libre, un césped, un jardín y algún espacio exterior alrededor de la casa. Esto significa que el suburbio no es un lugar con bloques de varios pisos. Es un lugar en que la familia disfruta de un espacio privado, donde los padres y los hijos tienen un sen­tido de libertad.

c) Tiende a existir un parecido de clase social, al igual que demográ­fico, en la comunidad suburbana. Atrae a las familias más jóvenes, de suerte que la edad media de la población se encuentra por debajo de la que caracteriza al centro. Hay en la comunidad pocas personas solteras económicamente independientes. Los suburbios acostumbran también a ser racialmente parecidos, y la resistencia a la integración racial es más fuerte en ellos que en las demás comunidades.

d) Se llama a veces a estos suburbios comunidades parásitas porque la mayoría de gente con empleo lucrativo reciben sus ingresos en la gran ciudad. No hay cohesión social procedente del factor laboral. Existe, sin embargo, una similitud laboral en el sentido de que gran número de residentes desempeñan trabajos llamados de cuello blanco, que los sitúan fuera de los altos cargos de gestión y también de la clase de los obreros industriales o manuales.

e) La afinidad entre vecinos, o el espíritu de comunidad, se halla muchas veces deliberadamente promovido por las organizaciones formales e informales en el suburbio típico. Con respecto a la población, hay pro­bablemente mayor número de «clubs sociales» que en las comunidades rurales o que en el centro de las densas ciudades. Éstos se encuentran do­tados de varios subgrupos no económicos que se centran en las funciones educativas, religiosas y políticas, en las que los residentes son capaces de demostrar su interés por el fomento de la «buena» comunidad.

144 V. Comunidades

f) El varón suburbanita adulto que afirma que la principal razón para vivir allí es «la mujer y los niños» avanza una observación sociológica de cierta importancia. Desde su punto de vista la comunidad suburbana está, y debiera estar, centrada en la familia. Soporta el inconveniente diario del transporte hacia y desde la ciudad, pero procura también cooperar en las actividades de grupo que benefician a la mujer y los hijos.

Como ocurre con todas las generalizaciones sociológicas, hay que tener en cuenta en ésta las muchas excepciones. Hay suburbios muy ricos y muy pobres. La prensa refiere, y las novelas ilustran a menudo, la delincuencia adulta y juvenil, el uso de drogas, los excesos sexuales y otras desviaciones morales entre los suburbanitas. Las aberraciones sociales y morales pueden hallarse más en unas ciudades que en otras. El vasto y creciente número de comunidades suburbanas en los Estados Unidos tiende también a exhibir cierta variedad en estas pautas de conducta.

3. La comunidad étnica.

El flujo migratorio de los colonizadores de Norteamérica, que va de los colonizadores españoles, pasando por los mercaderes franceses, hasta los puritanos ingleses, se dirigió a localidades específicas. Los grupos nacionales posteriores, como los alemanes, irlandeses, italianos, escandinavos, griegos y polacos encajaron en la misma pauta selectiva, separada y concentrada. Después que los grupos originales se asentaban, se establecía un lazo de comunicación con la patria de origen de manera que pocos inmigrantes posteriores llegaron como completos extranjeros. Se dirigieron a donde sus conocidos y parientes ya se habían instalado. A pesar de la enorme movilidad, social y territorial, semejante pauta de separatismo étnico está todavía sujeta al examen del sociólogo norteamericano moderno.

¿Cuáles son las características de semejantes comunidades étnicas, y por qué persisten hoy todavía en las ciudades de los Estados Unidos?

a) El que la gente de idéntica procedencia étnica se junte es una de las demostraciones más claras del deseo natural del hombre por la comu­nidad. Su gente le resulta familiar; la sociedad global le resulta ajena. El pavoroso sentimiento de la alienación, de ser un extranjero desarraigado, procede de una falta de lazos personales con la gente que uno conoce y en­tiende. Estos lazos ya están preparados para el inmigrante recién llegado porque deliberadamente se han preservado y fomentado entre la gente que vive en la comunidad.

b) Se dice a menudo que los portorriqueños se cierran sobre ellos mis­mos, al igual que los chinos, las mejicanos y otros, porque no han sido bienvenidos por los norteamericanos de vieja raigambre que son anglosa­jones, o que creen serlo. La segregación residencial impuesta es contraria a los principios estadounidenses de democracia, y en muchos estados se encuentra sujeta a leyes sobre la libertad de residencia; pero existe de ma-

La comunidad étnica 145

ñera a menudo más sutil que abierta. También es un hecho que una comu­nidad étnica puede cerrarse contra las otras, de la manera que los polacos no gustan de los irlandeses, y viceversa.

c) Muchas veces la comunidad étnica urbana posee de segunda mano la vivienda, las calles, las tiendas, las escuelas y los servicios públicos. Los miembros de la comunidad ocupan barrios de los que se ha ido otra gente, de los que los antiguos habitantes huyeron porque se habían vuelto demasiado incómodos con gente que no era «de su clase». También a veces, los miembros del grupo étnico se escinden de la comunidad, ascendiendo socialmente en virtud de algún estándar de éxito norteamericano. Desde el punto de vista del status de clase, sin embargo, la comunidad étnica tiende a permanecer en el mismo nivel.

d) El barrio étnico puede considerarse un apeadero para las sucesivas olas de categorías nacionales. Los alemanes, los irlandeses, los italianos, y los demás, están en distintos niveles de movilidad ascendente con la esperan­za de llegar a ser absorbidos dentro de la amplia clase media norteameri­cana, y • dejar así de ser norteamericanos medio extranjeros en las comu­nidades étnicas. El concepto clave es el status económico y laboral de los «étnicos». Aunque se dan individuos excepcionales, la mayoría de miem­bros de la comunidad tienen trabajos mal remunerados.

e) La comunidad étnica no es un barrio bajo (slum) desorganizado. Las relaciones sociales y los grupos, especialmente los centrados alrededor del parentesco y las actividades ociosas, se encuentran rutinizados de ma­nera personalista e informal. La fuerza y la resistencia de la vida de comunidad se ven fortificadas por esta clase de relaciones de grupo, y también por una actitud de desconfianza y exclusión ante los «forasteros». La cohesión social o solidaridad es una característica esencial de la comu­nidad étnica.

f) Dígase lo que se quiera acerca de los detalles de la vida dé esta gente, es la cultura étnica en su conjunto que constituye el alma de la co­munidad. La lengua materna común se conserva entre gran parte de los viejos; la religión común es a menudo un' factor importante; incluso los hábitos alimenticios ayudan a promover esta continuidad cultural. La cul­tura, las formas de vida «ancestrales» se mantienen en medio de las for­mas «forasteras» de la vida norteamericana. La comunidad étnica durará lo que dure la completa asimilación cultural.

Han pasado muchos años desde que se establecieron las leyes restric­tivas de la inmigración; durante este tiempo se esperaba que los mermados números de inmigrantes diluirían la fuerza de las comunidades étnicas. La perduración de estas comunidades no es tanto un fallo del proceso de americanización como un índice de que el pluralismo cultural es un aspec­to prominente de la sociedad norteamericana. La diversidad étnica subraya este pluralismo, a pesar del ocasional antagonismo de los superpatriotas norteamericanos a la antigua usanza.

Desde el punto de vista sociológico es más importante la demostración

146 V. Comunidades

étnica de la necesidad de vida comunitaria. Así como con la comunidad rural tradicional, y la comunidad suburbana establecida más recientemente, existe una base institucional múltiple para la comunidad étnica. La dife­rencia principal es que esta comunidad continúa siendo una especie de isla cultural en la cultura norteamericana más amplia.

4. La iglesia comunitaria.

La descripción del tipo comunitario de colectividad social puede dar a veces la impresión de que la comunidad «aparece» simplemente debido al desarrollo histórico y a la presencia de ciertas variables como el status análogo, la ocupación común y origen étnico. Ya vimos, sin embargo, cómo en los nuevos suburbios la comunidad puede organizarse, puede pla­nearse con intentos racionales de mantener y reforzar sus cualidades social-mente deseables. El concepto de iglesia comunitaria es un ejemplo de seme­jante planeamiento: una forma deliberada de organización que refleja y a la vez fomenta la solidaridad.

El ímpetu para la creación de iglesias comunitarias procede de dos experiencias sociológicas típicamente norteamericanas. La primera es la migración interior de la gente, y la segunda es la diversidad sectaria del protestantismo estadounidense. Al emigrar la gente de las áreas rurales, éstas quedaban pletóricas de iglesias, al tiempo que menguaban las finanzas, los fieles y la clerecía. Cuando la gente llegó a los nuevos suburbios repre­sentaba a distintas confesiones, y una población religiosamente tan diversa no podía sostener una iglesia independiente para cada secta.

Presentamos a continuación una lista de las consideraciones básicas que indujeron al desarrollo de la iglesia comunitaria.

a) Entre los protestantes practicantes — aunque no siempre entre la clerecía — hubo una «nivelación» de las diferencias doctrinales y teológi­cas. Las disputas teológicas que antaño fueron motivo de confesionalismo o sectarismo ya no parecían tan apremiantes. La importancia del sistema de creencias comenzó, por lo general, a menguar cuando la gente empezó a decir que «todas las religiones son igualmente buenas», o cuando se di­fundió la noción de que «no importa demasiado lo que creas mientras seas sincero».

b) La noción teológica de que son muchos los caminos que conducen a la salvación estaba unida a la de que el tipo de vida cristiano no nece­sariamente ha de ser confesional. Las virtudes morales generalizadas, espe­cialmente las de amor y justicia, tendrían que ser practicadas por toda la buena gente. Incluso los servicios litúrgicos, que daban gran importancia a los himnos y sermones, presentaban a menudo un gran parecido de una a otra iglesia. La conducta moral promovida por la iglesia y las pautas de los servicios litúrgicos perdieron gran parte de sus características confesio­nales entre las Iglesias protestantes más importantes.

La iglesia comunitaria 147

c) El fundamento básico para el desarrollo de la iglesia comunitaria fue ecuménico en su terminología eclesiástica y solidario en la sociológica. Quizás el tema fue una racionalización surgida de la necesidad, pero era también una oportunidad para expresar la unidad básica de la humanidad, y desarrollar un foco para la fraternidad que superaría las diferencias con­fesionales. El objetivo era la fraternidad y el factor explícito de la comu­nidad fue la asimilación a una fe y una práctica amplias y comunes.

d) Había, sin embargo, un factor financiero importante en la base de tales consideraciones. Las pequeñas congregaciones, sobre todo si dismi­nuían cuantitativamente en las áreas rurales, encontraban poco rentable mantener una iglesia independiente y no eran capaces de ofrecer salarios suficientes para tener un pastor fijo. Podían compartir los costos de un clérigo que podía repartir sus oficios entre distintas iglesias autónomas; o podían dar un paso más razonable que consistía en mezclar las congrega­ciones «reunidas» en una iglesia comunitaria. Se utilizó también semejante argumento financiero en los nuevos suburbios en que los parroquianos de cada confesión no eran lo bastante numerosos para poder sostener una iglesia independiente.

e) Surge un problema peculiar con la decisión de que la iglesia co­munitaria no debe ser confesional. Esto corta la ayuda financiera proce­dente del cuerpo materno a nivel estatal o nacional. Crea también un pro­blema personal. Dado que los clérigos se educan para el culto en el inte­rior de una confesión específica, se arriesgan bastante al definirse como no-confesionales, aunque no sea muy corriente que un ministro cambie de filiación confesional. A no ser que gran número de iglesias comunitarias se junten o se federen, para formar nuevas confesiones independientes, conti­nuarán sufriendo de este doble problema de las finanzas y del personal.

f) El establecimiento de una iglesia comunitaria en el centro de la qu-dad da relieve a la orientación benéfica más que a la cohesión entre los miembros. La función tradicional de evangelizar, transmitir el mensaje evan­gélico a los infieles, se ha eclipsado frente al interés por la asistencia social. La posición de apertura ante todos va disipando el objetivo de fraternidad exclusiva que los miembros de la iglesia comunitaria típica buscan. Una iglesia con este punto de vista encaja con su clasificación nominal, sin. em­bargo, porque se interesa por la comunidad más amplia y la sirve.

El análisis de la iglesia comunitaria ejemplifica la dificultad de entender la definición sociológica técnica de la comunidad. La búsqueda de la fra­ternidad cristiana se muestra en la koinpnia genuina, pequeño grupo de gente que comparte valores religiosos comunes y relaciones personales es­trechas, y que de manera generosa se entrega a la causa del evangelio.,La Church of the Savior de Washington ejemplifica la koinonia hasta cierto punto; igualmente un pueblo concreto de practicantes del Oíd Order Amish; y más todavía las comunidades monásticas de las órdenes religiosas.

En último análisis hay que señalar que la iglesia comunitaria, tal como existe en los modernos Estados Unidos, es un soporte del concepto más

148 V. Comunidades

amplio de solidaridad social. Tiene probablemente mayor éxito si comparte también otros elementos no religiosos. Si la congregación se unifica única­mente sobre una base religiosa y se muestra exclusiva frente a los demás y frente a otros factores de solidaridad, habrá entonces únicamente un cielo para los que quieran escapar de los brazos confortables de la religión.

5. Programas de acción comunitaria

La ventaja de «reunirse» en comunidad estriba en la convicción de que la mayoría de gente puede, quiere y se propone cooperar para el mejora­miento cívico. Esto es, desde luego, lo que esperamos al hablar de la acción comunitaria de las ciudades norteamericanas. La comunidad que se lanza a la acción representa una minoría de ciudadanos que sufren agravios, in­tentan enderezar entuertos, y se enfrentan con la oposición de varios seg­mentos de la población.

Los programas de acción comunitaria pueden analizarse en tres niveles. Primeramente, la persona individual que participa en el programa tiene la oportunidad de aliviar el sentimiento de alienación, frustración e inseguri­dad común a las grandes ciudades. En segundo lugar, el esfuerzo común dirigido a un objetivo común, sobre todo si hay esperanzas de conseguirlo, ayuda a desarrollar el sentido de solidaridad. En tercer lugar, el avance hacia el objetivo es una expresión del poder social, de la convicción de que los miembros de la comunidad tienen algo que decir sobre su propio destino.

Los problemas y el modo de proceder de los programas de acción comu­nitaria se abren al análisis en la siguiente serie de ejemplos.

a) En algunas áreas de las grandes ciudades ha habido tentativas con­certadas para lograr el control comunitario de las escuelas públicas. La razón que se hacía valer es que la gente, y especialmente los padres, sabe lo que conviene a sus hijos, y quiere opinar no sólo sobre los programas de estu­dio, sino también sobre el personal docente. La oposición más fuerte a tales demandas procede de los educadores profesionales, especialmente de los del sindicato de maestros, pero también de los burócratas del sistema de ense­ñanza público y de la delegación municipal de enseñanza. Ambas partes alegan que hay acuerdo en el objetivo común: el mejoramiento de las escuelas de la comunidad.

b) El «programa contra la pobreza», lanzado por la legislación federal y financiado por fondos públicos, estaba, destinado a fomentar la participa­ción de la comunidad. El mecanismo con el que la gente debía intervenir en la toma de decisiones era, en el mejor de los casos, engorroso, y algunas veces completamente ignorado. Fueron principalmente los políticos, al insis­tir en el derecho de nombrar administradores para la gerencia del programa, que se opusieron a los esfuerzos para incrementar el control de la comu­nidad sobre el programa en cuestión. Su argumento era que si los pobres conocieran realmente qué les convenia, ya no serían pobres.

Bibliografía 149

c) La acción comunitaria ha sido parte de un esfuerzo por aliviar algu­nos aspectos del problema de la vivienda en las ciudades. El problema presenta sus rasgos más acusados allí donde hay hacinamiento de unida­des residenciales, donde los propietarios absentistas se despreocupan de los inquilinos, y donde la gente puede tan sólo adquirir viviendas a precios exorbitados. Los particulares o las familias deben organizarse entre ellos antes de que pueda alcanzarse alguna solución. En esta cuestión el esfuer­zo debe concentrarse en romper el poder económico de los propietarios y de las agencias inmobiliarias, que a menudo goza del apoyo de abogados, políticos y legisladores.

d) Otro tipo de programa de acción comunitaria se encuentra a veces en lugares donde hay una industria dominante. Las minorías desprivile­giadas afirman que hay discriminación en el empleo y el ascenso de sus trabajadores. Incluso la política del sindicato, en caso de que exista uno en la fábrica, puede ser también discriminatoria. Lo justo es entonces movilizar y unir la comunidad en protesta pública contra semejantes con­diciones y reivindicar contratos equitativos. Los principales oponentes son los industriales del lugar, pero se encuentran unidos casi siempre a los «buenos ciudadanos», la gente que detenta la autoridad social y el poder, que siente que sabe qué es mejor para la comunidad.

e) Diferente de estos cuatro ejemplos es el programa de acción comu­nitaria promovido por gente que busca el mejoramiento cívico y el cambio social. Ejemplo de ello han sido numerosos estudios de comunidad dirigi­dos por un organizador profesional, pero realizados por voluntarios de la ciudad. Teóricamente, los mejores resultados se obtienen cuando participa el mayor número de voluntarios en las cuatro fases esenciales de planear, investigar los hechos, tomar las decisiones y cumplir las mejoras. Esta clase de programa ha sido más viable en ciudades pequeñas y en los su­burbios que en las grandes ciudades.

Los programas de acción comunitaria son fenómenos relativamente mo­dernos que han surgido como respuesta a varias necesidades sociales de la vida urbana. Se trata de un intento de abordar problemas concretos que han escapado a los mecanismos impersonales de la sociedad global. Reco­noce la presencia de varios «intereses creados» en la estructura de poder que resisten al cambio. Quiere superar el individualismo y la apatía so­cial que caracterizan a muchos ciudadanos. Representa la asociación volun­taria de gente que afirma «lo haremos nosotros mismos».

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1963. VI

LA SOCIEDAD

En los capítulos precedentes hemos notado las diferentes maneras con que los seres humanos se relacionan entre sí y los diferentes puntos de vista desde los que se puede estudiar científicamente a la misma persona social. Las personas se conciben como agrupadas según di­versas categorías sociales. Están asociadas flojamente en los numero­sos conglomerados. Se unen con múltiples relaciones recíprocas for­mando los diversos grupos. La «sociedad», en el significado técnico más amplio del término, debe incluir todas estas diversas unidades sociales como otras tantas subunidades dentro de la sociedad.

Los primeros sociólogos, filósofos sociales más que verdaderos científicos, estudiaban y analizaban la sociedad «en general» y con­fundían a menudo una determinada sociedad con su sistema político, o Estado. Hacían amplias generalizaciones sobre la conducta humana y las formas sociales, deduciéndolas de la humanidad «como un todo». El sociólogo moderno le fija límites mucho más precisos y modestos a su ciencia. Centra su estudio en el grupo y procura construir su ciencia partiendo siempre de las situaciones concretas.

Este desplazamiento del centro de interés en la sociología actual indica una mayor exactitud y unas deducciones generales de mucho mayor valor científico. El significado real de este cambio de enfoque está en que precisamente la sociedad «como un todo» se entiende ahora más claramente y se estudia más a fondo que antes. Proceder de lo particular a lo general ha sido siempre esencial en la actitud científica y en nuestro caso ha dado como resultado la disipación de ciertas vaguedades contenidas en las antiguas generalizaciones socio­lógicas.

152 VI. La sociedad

Sociedad y sociedades.

Antes de analizar la definición técnica de sociedad será útil eliminar algunos usos e interpretaciones confusos y equívocos del término. En la práctica, carece de todo sentido científico definir a la sociedad como la población total del mundo, como la sociedad humana, el género humano, la raza humana. Todos los seres humanos ciertamente com­parten determinadas características que los distinguen como personas sociales, pero este hecho los une meramente en la más amplia de las categorías sociales. No los reúne en una forma observable y susceptible de medida.

Existen ciertas semejanzas universales en las diferentes sociedades del mundo. La existencia demostrable de estos universales (como status, rol, pautas, estructuras, relaciones, funciones) permite que se desarrolle la ciencia social en el sentido estricto del término. Estos fenómenos generales se hallan presentes en todas las sociedades por muy distintas y separadas que estén entre sí. En cada sociedad cons­tituyen una red o sistema social que se puede observar como un conjunto orgánico y progresivo. La humanidad en su conjunto no está constituida así, y hablar del género humano como de una sociedad mundial es tratar de dar al término técnico «sociedad» una extensión que carece de sentido.

Por otra parte, el término «sociedad» lo aplicamos comúnmente a diversas asociaciones secundarias. No hace falta ser un purista del lenguaje para ver la confusión que engendra este uso, que aparece cuando uno menos lo espera. Cuando se publicó la primera edición de este libro, la American Sociological Association se llamaba todavía American Sociological Society. La Society for the Scientific Study of Religión, al igual que la Society for the Prevention of Cruelty to Animáis, es, según la terminología técnica, una «asociación», un grupo secundario de personas que persiguen determinados objetivos sociales. La National Association for the Advancement of Colored People, como la National Association of Manufacturers, tienen una denomi­nación más técnica y por consiguiente más correcta.

El término «asociación» o «grupo secundario» tiene numerosos si­nónimos. No sólo se aplica a las diversas «sociedades», sino también a muchas federaciones, uniones y ligas, que en realidad son grupos secundarios. La Women's Christian Temperance Union, la National Hockey League, la American Federation of Labor, y muchas otras asociaciones parecidas, son grupos secundarios o asociaciones.

Características de la sociedad 153

Definición de la sociedad.

En último término, la unidad física irreductible de la sociedad, como la del conglomerado y del grupo social, es la persona social. Desde el punto de vista de las personas que la constituyen, una so­ciedad es un gran número de seres humanos que obran conjunta­mente para satisfacer sus necesidades sociales y que comparten una cultura común. En esta definición se distingue la sociedad del grupo, porque éste comprende solamente un sector de la sociedad, y porque la cultura común de una sociedad es mucho más amplia que la de una persona particular o de un grupo.

Siguiendo este razonamiento, se puede decir en general que el grupo está constituido por personas y que la sociedad está consti­tuida por grupos. El estudio de una determinada sociedad se centra en los grupos más bien que en las personas. Puesto que todas las personas participan de alguna manera en la formación de los grupos mayores, es evidente que todas las agrupaciones fundamentales están interconectadas. Aunque los individuos se encuentran más implicados en algunos grupos que en otros, el personal de un grupo importante es fundamentalmente el mismo que el de cualquier otro grupo impor­tante. Al desempeñar sus papeles sociales participan en todas las aso­ciaciones primarias y secundarias que constituyen estos grupos prin­cipales. Se puede, por lo tanto, definir una sociedad como la estructura formada por los grupos principales interconectados entre sí, conside­rados como una unidad y participando todos de una cultura común.

Características de la sociedad.

Una definición más completa de la sociedad incluye lo siguiente: a) Las personas de una sociedad constituyen una unidad demo­

gráfica, es decir, pueden considerarse como una población total. Esto no quiere decir que formen todos una única y amplia categoría social, aun cuando uno de los procedimientos más eficaces para com­prender una sociedad es el estudio específico de sus diversas categorías sociales.

b) La sociedad existe dentro de una zona geográfica común. En el mundo moderno, sumamente organizado, esto se determina por ciertos límites físicos que fijan las fronteras de una nación en la que existe una sociedad completa. Sin embargo, es posible que dentro

154 VI. La sociedad

de una misma nación existan diversas sociedades, de modo que la palabra «nación» no es sinónimo de «sociedad». Los canadienses fran­ceses constituyen una sociedad con una cultura independiente que los distingue de los demás canadienses.

c) La sociedad está constituida por grandes grupos que se dife­rencian entre sí por su función social. Como ya hemos visto, han de estar presentes los seis grandes grupos que se hallan en toda sociedad y mediante los cuales se satisfacen las necesidades básicas de las per­sonas. Es evidente que una sociedad no puede estar constituida sólo por las escuelas, las fábricas o las iglesias.

d) La sociedad se compone de grupos de personas que tienen una cultura semejante. Generalmente hablan una misma lengua, pero la semejanza cultural radica mucho más hondo, en el consensus ge­neral sobre los valores supremos y últimos, y se caracteriza por pautas de conducta relativamente parecidas.

e) La sociedad debe poderse reconocer como una unidad que funciona en todas partes. La población total organizada se encuentra en una continuidad dinámica de acción coordinada y múltiple. Existe cierto grado de cooperación y debe decirse que la sociedad actúa como un todo aun cuando, como ya dijimos, existen internas dife­renciaciones funcionales.

f) Finalmente, la sociedad debe poderse reconocer como una unidad social separada. Esta característica está probablemente im­plícita en los demás elementos que acabamos de mencionar, pero con­viene destacar que cada sociedad es culturalmente distinta de todas las demás sociedades. En el mundo actual esto significa a menudo — pero no siempre — que la sociedad es una unidad políticamente soberana e independiente.

La complejidad de una sociedad hace que carezca de sentido una definición sencilla, que en el mejor de los casos resulta confusa. Si cambinamos las observaciones que acabamos de hacer, podemos formu­lar la siguiente definición: Una sociedad es una colectividad organizada de personas que viven juntas en un territorio común, cooperan en grupos para satisfacer sus necesidades sociales básicas, adoptan una cultura común y funcionan como una unidad social distinta.

Funciones esenciales de ¡a sociedad.

Cuando una sociedad funciona en forma normal y adecuada, se hacen las cosas de manera más eficiente y satisfactoria de lo que

Funciones esenciales de la sociedad 155

harían los individuos aislados. Por nuestra propia experiencia sa­bemos que una persona se vería impedida, retardada y frustrada si hubiera de hacerlo todo por sí sola, sin la ayuda de los demás. Es evidente, sin embargo, que la sociedad existe para las personas. La sociedad desempeña ciertas funciones generales a través de las fun­ciones más específicamente determinadas que son propias de los grupos principales. Estas funciones generales son las siguientes:

a) La sociedad reúne a las personas en el tiempo y en el espacio haciendo posibles las mutuas relaciones humanas. Esta condición tem­poral y espacial es un prerrequisito para la actuación de la sociedad.

b) Les proporciona medios sistemáticos y adecuados de comu­nicación entre ellas, de modo que por medio del idioma y otros sím­bolos comunes se hallen en condiciones de entenderse.

c) Ahorra tiempo y energía de los individuos, desarrollando y conservando ciertas pautas comunes de comportamiento que los miem­bros de la sociedad comparten y practican.

d) Proporciona un sistema de estratificación de status y clases, de modo que cada individuo tenga una posición relativamente estable y reconocible en la estructura social.

Las funciones más específicas de la sociedad giran en torno a las soluciones que dan los grupos a las primarias y básicas necesidades sociales de las personas. Por medio del sistema universal de los grandes grupos la sociedad desempeña las siguientes funciones esenciales para las personas que la forman:

a) La sociedad tiene una forma ordenada y eficiente de renovar sus propios miembros. Los distintos grupos formados por el noviazgo, el matrimonio, la familia y la parentela constituyen el sistema normal por el que los nuevos seres humanos vienen a ser miembros de la sociedad.

b) La sociedad cuida de la socialización, desarrollo e instrucción de sus miembros por medio de su sistema fijo y organizado de edu­cación formal e informal.

c) En sus variados grupos económicos la sociedad produce y dis­tribuye los bienes y servicios materiales y físicos necesarios para el mantenimiento de la vida de los individuos.

d) La administración política y los diversos grupos cívicos satis­facen la necesidad fundamental de orden y seguridad externa que sienten todos los hombres.

e) En la sociedad las diversas formas de religión organizada atien­den socialmente las necesidades religiosas y espirituales de las personas.

f) En todas las sociedades existen también diversos grupos so-

156 VI. La sociedad

cíales y disposiciones sistemáticas que están destinadas al descanso y las diversiones de sus miembros.

Cuando hablamos de las funciones de una sociedad, no tratamos, desde luego, de hacer una real personificación de la sociedad. Desde el punto de vista de la persona individual, son las otras personas las que al desarrollar sus actividades y desempeñar sus múltiples funciones hacen las cosas que «hace» la sociedad. Después de todo, la sociedad se compone de personas por medio de las cuales «ayuda» a otras personas a nacer, a criarse, a educarse. Sin la sociedad la persona no encontraría el adecuado apoyo material, la protección política y las múltiples oportunidades religiosas y recreativas.

Estructura y función de la sociedad.

Los sociólogos han tenido la costumbre de distinguir entre los aspectos estáticos y dinámicos de la sociedad. Esta distinción tiene importancia en un análisis de la sociedad, mas .para su comprensión debemos convencernos de que, de hecho, los dos aspectos van siempre juntos. Incluso cuando estudiamos el llamado aspecto estático de las estructuras sociales, hay que tener presente que la estructura está siempre «en movimiento» en relación con el tiempo, con la dirección y con las personas que se hallan en ella. Por otra parte, aun las funciones que se definen como dinámicas tienen necesariamente una estructura, una organización, un orden, y en este sentido son estáticas.

La estructura de una sociedad se refiere a la organización de sus partes o unidades. Si consideramos la sociedad total como un com­puesto de los grandes grupos, observamos que hay una relación orde­nada y una interdependencia de estas partes mayores. Vemos que la estructura total, es decir, la estructura más amplia, resulta de estos variados grupos relacionados entre sí, interdependientes y que reac­cionan los unos sobre los otros. Esta visión de las cosas insiste en el orden, en la disposición y organización; tiende a ser estática y fija. En su análisis completo discierne el status de la persona dentro de los diferentes subgrupos, la posición de estos subgrupos en relación con los grupos mayores y la coordinación de todos los grupos impor­tantes dentro de la sociedad.

La estructura responde a la pregunta: «¿Cómo está dispuesta la sociedad?», y la función es la respuesta a: «¿Qué hace la sociedad?» Es el aspecto dinámico de la sociedad, sus operaciones, procesos y actividades sociales. Hemos recorrido brevemente las múltiples fun-

Clasificación de las sociedades 157

ciones generales y específicas de la sociedad. Los grupos sociales que la componen hacen muchas cosas y representan a la sociedad en con­tinuo cambio, transformación y desarrollo, siguiendo adelante en el tiempo y en el espacio y realizando acciones por medio de las per­sonas sociales, con ellas y para ellas.

El hecho universalmente demostrable de que el conjunto total de la sociedad se especifica en los diversos grandes grupos, indica que la diferenciación es esencial. La especialización que se produce dentro de cada uno de los grandes grupos confirma este hecho. La tendencia a una «superespecialización», tanto en la estructura como en la función, con frecuencia es contrapesada conscientemente por las personas de una sociedad al tratar de coordinar y de integrar sus actividades so­ciales. La coordinación es esencial en el conjunto total de la sociedad, para que las distintas funciones se desempeñen cooperando unas con otras y no obstaculizándose mutuamente.

Clasificación de las sociedades.

Son varias las maneras de clasificar las sociedades y cada una de ellas puede ser aceptable según el punto de vista desde el que se examine la sociedad. Algunas de estas clasificaciones no requieren gran penetración analítica; es de poco interés científico, por ejemplo, el ordenar todas las sociedades existentes en una serie continua según su magnitud, de la más grande a la más pequeña. Parece más razo­nable clasificar a las sociedades según su índice de crecimiento o de decrecimiento: una población que se multiplica rápidamente responde a un tipo de sociedad muy distinto del de otra que decrece rápida­mente.

Los sociólogos están de acuerdo en que la diferencia abstracta más importante por la que se distinguen las sociedades es la cultura propia de cada una. Las sociedades se distinguen entre sí más por sus diferentes culturas que por sus diferentes estructuras o funciones. En los siguientes capítulos de este libro trataremos de la cultura más en detalle. La sociedad y la cultura están íntimamente ligadas y sólo mediante un proceso de abstracción podemos hablar de ellas como de cosas separadas. Un ejemplo sencillo de las diferencias culturales que distinguen a dos tipos de sociedad es el de sociedades con escri­tura y sociedades sin escritura.

158 VI. La sociedad

Clasificación según la escritura.

Aquí se indican dos «niveles» de cultura. La sociedad sin escritura es a menudo llamada sociedad primitiva porque la capacidad de co­municar con el lenguaje escrito es un paso importante hacia la mo­dernización. En ella se hallan presentes todos los grandes grupos que realizan las funciones sociales esenciales, aunque en formas relativa­mente sencillas y sobrepuestas. Las gentes primitivas o preletradas se comunican efectivamente mediante el lenguaje oral; su gran impedi­mento social consiste en no disponer de lenguaje escrito. No tienen documentos escritos, por lo cual les resulta muy difícil desarrollar un sistema formal de instrucción y compilar una información científica.

El sociólogo debe poner mucho cuidado en no basar su inteli­gencia o su explicación de las cosas en un solo factor, pero es evidente que la escritura es uno de los factores más importantes en la clasificación de las sociedades. La escritura constituye una de las diferencias mayores entre la sociedad primitiva y la civilizada. La sociedad con escritura goza de una enorme ventaja en el uso de símbo­los concretos para conservar sus ideas y su historia. Incluso en las sociedades con escritura, los diferentes grados de progreso son a me­nudo calculados según la proporción de las personas que saben leer y escribir.

La escritura, o su defecto, es un factor cultural cuyo efecto sobre el tipo de sociedad indica la estrecha relación existente entre los fe­nómenos sociales y culturales. El lenguaje, ya sea gestual, por sonidos, o con palabras escritas y habladas, es un instrumento esencial de las relaciones sociales. El que este instrumento, el lenguaje, se vuelva más elaborado, rico en sentido, y que su uso se difunda, acostumbra a implicar que la cultura se vuelve más compleja y elaborada. Ello implica a su vez una sociedad más desarrollada. Es fácil comprenderlo si comparamos la Rusia zarista, en que el índice de alfabetización era bajo, con la Unión Soviética contemporánea, que tiene actualmente un alto nivel de alfabetización.

Clasificación según el grupo dominante.

Una clasificación más útil y significativa de las sociedades es la que está basada en el predominio de un grupo o institución importan­te sobre los demás de la sociedad. Históricamente esta tipología se

Clasificación según el grupo dominante 159

ha centrado en cuatro categorías principales. El mero conocimiento superficial de las sociedades existentes actualmente en el mundo de­muestra que cada una de ellas es ahora, o fue dominada en el pasado, por alguno de estos cuatro grandes grupos:

a) La sociedad dominada por la economía es una sociedad en la que el hombre de negocios y el fabricante gozan de un alto status social; los valores comerciales y materiales ejercen gran influjo en el comportamiento de las personas; se emplea más tiempo y energía en los grupos económicos que en los demás. Los norteamericanos han oído hablar mucho de «complejo militar-industrial» desde la segunda Guerra Mundial.

b) La sociedad dominada por la familia es aquella en la que hay estrechos vínculos de parentesco y se tiene en gran honor a los mayo­res, ancianos o difuntos, y en la que el status social se mide más por el criterio de la ascendencia que por cualquier otra norma de status. Las sociedades tribales del África han sido fuertemente influidas por los lazos de parentesco de la gente.

c) La sociedad dominada por la religión es aquella en la que el punto central reside en lo sobrenatural, en las relaciones entre Dios o los dioses y el hombre, y en la que todos los otros grandes grupos se subordinan al religioso. Un ejemplo ilustrativo es la manera como la religión ha influido en la India sobre el sistema de castas y todos los demás aspectos de la vida de grupo.

d) El sistema dominado por la política es el que se suele llamar «totalitario», en el que el poder es monofásico y el Estado interviene directamente en la reglamentación de todos los demás grupos o ins­tituciones. La China maoísta parece más «completa» en este respecto que algunas de las dictaduras latinoamericanas, y es el ejemplo más reciente de una serie de ejemplos históricos.

Hablamos aquí, por supuesto, con respecto al relativo predominio o precedencia de un grupo o institución importante sobre los otros. No se puede hablar de una sociedad que sea exclusivamente econó­mica, religiosa, familiar o política. Todos estos grupos, juntamente con los de educación y de recreo, de alguna manera han de estar presentes en cualquier sociedad. Algunas sociedades dan gran im­portancia a los grupos y a las actividades dedicadas al ocio, y en algunas se otorga gran valor a la educación. Pero difícilmente habrá existido una sociedad que en su conjunto haya estado dominada por uno solo de estos grandes grupos.

160 VI. La sociedad

Sociedades comunitarias y asociativas.

Otra clasificación diferente de las sociedades, y también de gran importancia sociológica, es la que distingue el tipo simple, comunita­rio, y el tipo complejo, asociativo. Según lo que hemos visto en el capítulo precedente, resulta claro que el primer tipo está dominado por los grupos primarios y el segundo por las asociaciones secundarias. Esta distinción no equivale a la que hemos hecho entre sociedades con o sin escritura, aunque es cierto que las últimas tienden también a ser simples o comunitarias, mientras que el tipo complejo, asocia­tivo, no hubiera logrado tan gran desarrollo si no tuviera la ventaja de la escritura.

Los elementos siguientes caracterizan al tipo simple y comunitario de sociedad. De esta lista se pueden deducir las características opues­tas que identifican al tipo complejo y asociativo.

a) En la sociedad simple, comunitaria, se da escasa especializa-ción y división del trabajo. En este sentido es preindustrial y se sus­tenta de algunas ocupaciones generales como la agricultura, la caza, la pesca o la cría del ganado. La mayor parte de la gente que tiene una ocupación lucrativa, se aplica al mismo trabajo y la mayoría de las funciones subsidiarias de mantenimiento se realizan dentro del círculo familiar.

b) Los lazos de parentesco son fuertes en este tipo de sociedad; de hecho se la llama a veces sociedad familiar debido a la impor­tancia que se da a la familia como centro de casi toda la actividad social. Con mucha frecuencia es una sociedad patriarcal, con espe­ciales atenciones y respeto para con los ancianos.

c) Aun cuando no faltan dirección y autoridad, así como status diferenciales basados en la edad, el sexo y la función, la sociedad comunitaria tiene relativamente poca estratificación social. Existen criterios de status social, pero hay poca diferencia en la posesión de los elementos de que depende el status.

d) Siendo mínimo en la sociedad simple el grado de movilidad social, con frecuencia se la llama sociedad cerrada. La posición tiende a ser fija y relativamente permanente según la familia; el extraño tiene dificultad en ser admitido y suele ser mirado con suspicacia.

e) Existe una solidaridad social relativamente marcada entre los miembros de la sociedad simple, sobre todo en relación con otras sociedades. Como sus funciones sociales no están muy especializadas, es más fácil a las personas cooperar en el desempeño de las mismas.

Religión y sociedad 161

í) La sociedad simple tiende a aferrarse a valores tradicionales y a formas de comportamiento heredados del pasado. Así es mínimo el cambio social y son difíciles las innovaciones. Por eso resulta menos complicada la socialización de los individuos, y son mínimos los problemas de adaptación al medio cultural.

g) En este tipo de sociedad las personas suelen regirse por cos­tumbres no formales más que por leyes formales. Esto no quiere decir que la costumbre sea menos severa que la ley. La administra­ción política local carece de sutilezas y procede con un «sentido» de lo que es justo o injusto más que por un proceso de razonamiento cuidadosamente elaborado.

h) Todas estas características indican que la sociedad simple, comunitaria, es relativamente pequeña en número; tiene poco con­tacto con el mundo exterior y goza de gran estabilidad. Difícilmente se podrían desarrollar estas características que hemos descrito en una sociedad recientemente establecida, expuesta al fuego cruzado de ideas extrañas y nuevas y con rápido crecimiento numérico.

Jamás insistiremos demasiado en que la distinción entre los dos tipos de sociedad comunitaria y asociativa es cuestión de grados. Por ejemplo, no se trata de presencia o ausencia de estratificación, de mo­vilidad o de solidaridad. Estas características y las demás que acaba­mos de mencionar deben hallarse presentes en toda sociedad, pero la forma, la extensión y el grado de su presencia permiten reconocer la diferencia entre los dos tipos dé sociedad.

La sociedad compleja, asociativa, se puede describir fácilmente me­diante una lista de las características contrarias a las que hemos enu­merado. Tiende a la mecanización y a la industrialización, con gran variedad de funciones de trabajo. Las personas tienen movilidad, ver­tical y horizontalmente, dado que hay grandes variaciones de posi­ción social y los vínculos de familia no son estables. La solidaridad es menos automática y efectiva que en la sociedad simple. Cierta elasticidad de las valoraciones va acompañada de una mayor rigidez en el sistema de mantenimiento del orden público.

PECULIARIDADES DE LA SOCIEDAD NORTEAMERICANA

1. Religión y sociedad.

Los historiadores de la iglesia, apologetas y teólogos han estudiado desde hace mucho tiempo la religión norteamericana, pero sólo reciente-

162 VI. La sociedad

mente los sociólogos han llevado a cabo estudios completos de los grupos religiosos, análogos a los que han hecho de los cinco grandes grupos res­tantes. El haber desatendido relativamente este terreno, principalmente por lo que atañe a la investigación corporativa se debe probablemente a la desconcertante variedad de grupos y de instituciones religiosas, así como al gran porcentaje de norteamericanos no afiliados a ninguna confesión. El resurgimiento de la tolerancia ecuménica y el respeto entre creencias parece haber suscitado la curiosidad científica de los sociólogos sobre la manera en que la religión organizada se inserta en la sociedad global de los Estados Unidos.

Se dice que la religión y la sociedad tienen una relación singular y única ea los Estados Unidos. La frecuencia con que se habla y escribe acerca de la «separación de la Iglesia y del Estado» en Norteamérica, llama la atención en Inglaterra, Suecia e Israel, donde hay iglesias oficiales, así como en Bélgica, Holanda y Alemania, donde existen concordatos forma­les entre el Estado y las entidades religiosas. La idea americana de sepa­ración entre el sistema religioso y el político parece ser comprendida a medias, incluso por muchos norteamericanos.

Los grupos religiosos son una parte integrante de la sociedad norteame­ricana, y las personas, funciones, roles y grupos religiosos coinciden con los políticos. Con objeto de poner en una perspectiva clara esta relación entre la religión y la sociedad, vamos a considerar los puntos siguientes:

a) Aun cuando diversas estadísticas muestran que en Estados Unidos las varias entidades religiosas organizadas sólo cuentan entre sus miembros un 60 por 100 de la población, prácticamente todos los americanos «están afiliados» a alguna forma de religión. Sólo un porcentaje muy pequeño se declaran ateos, irreligiosos o sin confesión religiosa. Naturalmente, esto no quiere decir que todos los americanos sean devotos o que asistan fre­cuentemente a los actos del culto.

b) La religión goza de gran reputación en la vida oficial y pública; hay días de oración oficiales; se nombran capellanes militares. Los políticos apoyan a los jefes religiosos y tratan de insinuarse entre las grandes cor­poraciones religiosas. Procuran evitar la controversia religiosa; la religión no ha constituido punto de disputa en ninguna campaña presidencial desde el movimiento anticatólico de 1928.

c) La afiliación religiosa es raras veces obstáculo para el éxito eco­nómico. Naturalmente, en la competencia económica intervienen preferen­cias y prejuicios personales, pero la actitud general en la vida profesional y de negocios en América parece ser ésta: «Si hace bien su oficio, no in­teresa la religión que profese.» Esto depende en parte del relieve que se da deliberadamente a la tolerancia religiosa, y en parte es consecuencia de una cultura que subraya los valores laborales y el empleo lucrativo.

d) No obstante la múltiple fragmentación de la religión organizada en los Estados Unidos, hay algunas creencias religiosas comunes a toda la cultura. El monoteísmo incluye la creencia en un Dios que castiga y re-

Religión y sociedad 163

compensa a los seres humanos por su conducta en este mundo; hay tam­bién cierta creencia general en la salvación y en la vida futura. Hay también nociones sagradas, no necesariamente sobrenaturales, relativas a la dignidad e inviolabilidad del individuo, como también a su responsabilidad ante la sociedad.

e) A pesar de esta aceptación general de un núcleo básico de creencias religiosas, hay grandes diferencias doctrinales entre los principales grupos religiosos. Esto es mucho más perceptible que la tan cacareada separación de la Iglesia y el Estado. La diferencia entre fundamentalistas religiosos y liberales se refiere más bien a la interpretación de la teología misma, mientras que la diferencia entre progresistas y tradicionalistas se refiere a la aplicación de la religión a la vida. Estos puntos de vista reflejan los diferentes enfoques que existen en todas partes en la dinámica sociedad norteamericana.

f) Los valores generales de los americanos, tales como pragmatismo, optimismo y progresismo influyen también en los grupos religiosos prin­cipales. Las congregaciones locales se dirigen a veces como empresas cuya contabilidad ha de demostrar una situación próspera. La tendencia concreta y práctica se muestra en la importancia que se da al servicio social y a la moralidad más que a la profundidad doctrinal y teológica en estudios, polé­micas y sermones. Se insiste mucho más en la perfectibilidad del hombre que en su pecabilidad.

g) Un punto importante consiste en que, en nuestra sociedad pluralis­ta, las personas de diferentes credos religiosos se hallan y cooperan en todos los grupos importantes, excepto en el religioso. Con otras palabras, no se conoce el exclusivismo de identificar la pertenencia religiosa de una persona con su partido político o con su sistema económico. La necesidad que tienen las personas de todas las tendencias religiosas de participar en todos los grupos no religiosos y de aceptar los usos de cada uno de éstos, da lugar a una integración social que se sobrepone a toda solidaridad basada únicamente en valores y creencias religiosas.

Probablemente todo estudiante universitario, a base de su propio cono­cimiento y experiencia, podrá señalar excepciones a las afirmaciones que acabamos de hacer. No cabe duda de que hay norteamericanos con ten­dencia al exclusivismo religioso que se niegan a asociarse con gentes de otras religiones y condenan a todos los que no son miembros de su propio grupo. Hay sectas que insisten en la pecabilidad del hombre, que abomi­nan de los valores materiales de la cultura y tienden a disociarse de la sociedad «secular». Estos casos deben considerarse como excepciones que no reflejan la tendencia general a integrar estrechamente la religión en la sociedad y cultura norteamericanas.

Existen otros aspectos de las relaciones y grupos sociales americanos que muestran que en Estados Unidos no existe un irrealista divorcio entre reli­gión y sociedad. Es cierto que nuestra sociedad no está dominada por gru­pos religiosos, que los valores sagrados básicos tienden a ser sobrenaturales

164 VI. La sociedad

sólo indirectamente y que incluso en las corporaciones religiosas existe cierta adaptabilidad secular a los fines, pero esto sólo significa que la religiosidad norteamericana difiere de la de otras grandes sociedades, que los grupos religiosos se han americanizado, no que hayan sido excluidos de la so­ciedad americana o que esta los tenga en entredicho.

2. El regionalismo y la sociedad norteamericana.

En todo gran país es corriente distinguir una serie de «sociedades par­ciales» dentro del gran armazón de la sociedad nacional. Esto sucede tam­bién en las viejas naciones europeas, donde características regionales se han incrustado en las tradiciones locales y donde puede observarse una adhesión persistente a estilos locales de indumentaria, a formas especiales de diversión, a diferentes ritos religiosos e incluso a dialectos particulares. También en los Estados Unidos hablamos de diferentes tipos de norte­americanos — los de Texas, del medio Oeste, de Nueva Inglaterra, del Sur, del Oeste y otros — como si estos tipos de personas representaran diferen­tes culturas y pertenecieran a diferentes sociedades.

Las características específicas que representan diferencias regionales en otros países, como el vestido, la religión y la lengua no son índices socio­lógicos seguros para comprender las diferencias regionales en los Estados Unidos. Los sociólogos han puesto aquí de relieve las diferencias ecológicas, es decir, la relación de las personas con el ambiente físico, y han basado sus comparaciones más bien en estos elementos materiales que se pueden medir objetivamente. Esto no quiere decir que cada región así descrita se pueda designar en sentido técnico como una sociedad separada.

Los puntos siguientes son importantes para examinar el panorama rápi­damente cambiante del regionalismo americano:

a) Hay una constante tendencia a distinguir las regiones según las prin­cipales funciones económicas de su zona. Así hablamos del Norte indus­trias, del Sur algodonero, de los estados ganaderos, de la zona del maíz, de los estados trigueros. Lo cual no sólo indica la clase de ocupación lucrativa a que se dedica la población, sino también los grandes intereses económicos que tienen en relación con otras partes del país. No significa esto que las personas de una zona determinada se apliquen exclusivamente a estas funciones.

b) La difusión del urbanismo en el sentido de las pautas urbanas de comportamiento contribuye enormemente a atenuar las diferencias re­gionales. En esto influyen, claro está, los sistemas de comunicación y de transportes, que alcanzan a todos los extremos del país. Las redes nacio­nales de radio y televisión, los cines y las revistas ilustradas han contri­buido a disipar los exclusivismos locales y regionales. Las redes nacionales de aviación, de ferrocarriles y autobuses y el uso privado del automóvil han establecido un contacto físico más estrecho entre las regiones.

El regionalismo y la sociedad norteamericana 165

c) La mecanización ha sido un factor de especial importancia para la disminución de las diferencias económicas entre las ciudades y las zonas rurales. Ha introducido un cambio en la posición financiera de los campe­sinos y la jornada de ocho horas entre no pocos trabajadores agrícolas; ha facilitado la emigración del exceso de mano de obra agrícola a las zonas industriales. En general, la racionalización y especialización del tra­bajo ha acompañado a la mecanización de las faenas agrícolas.

d) Las diferentes clases de categorías minoritarias existentes en diversas partes del país han servido de medio para distinguir las regiones. Las relaciones humanas y las estructuras sociales han experimentado el influjo de la presencia de negros en el Sudeste, de francocanadienses en Nueva Inglaterra, de orientales en la costa del Oeste, de alemanes y escandinavos en el Oeste medio, de mejicanos en el Sudoeste, de irlandeses, italianos y judíos en las zonas metropolitanas. La práctica continuada de los «matri­monios mixtos» y la consiguiente mezcla biológica del pueblo, así como la emigración de miembros de minorías a otras regiones con su gradual elevación de status social van acabando con estas distinciones regionales.

e) La composición de la población desde el punto de vista de edad, sexo y estado civil difiere notablemente en las diversas regiones de los Estados Unidos. El Sudeste se distingue todavía por su población joven y por su índice de crecimiento natural en comparación con otras regiones. Las zonas industriales y comerciales del Este tienen un exceso de mujeres nubiles, mientras que las grandes zonas agrícolas del Oeste tienen un exce­so de jóvenes trabajadores solteros; regiones como el sur de California y la Florida suelen atraer a personas ancianas y retiradas.

j) Es probable que todavía tenga vigencia la distinción de las regiones por su carácter primariamente comunal o asociativo, aunque tal diferencia vaya desapareciendo poco a poco. Las regiones en que la población es pre­dominantemente urbana tienden a marcar las relaciones sociales en grupos secundarios, mientras que las que son preferentemente rurales acentúan los grupos primarios. Sin embargo, el carácter asociativo de la sociedad ame­ricana se va extendiendo a todos los puntos del país, convirtiéndose en característica más nacional que regional.

Existen otros índices para distinguir a las regiones, aunque no parecen ser tan decisivos. El tradicionalismo y el espíritu conservador se dicen ser distintivos de ciertas partes del país, pero diversos indicios hacen pensar que estas actitudes no son peculiares de una región determinada. La insis­tencia política en los «derechos de los Estados» en el Sudeste ha inducido a suponer erróneamente que en otras partes del país no defienden los Es­tados con igual vigor sus fueros particulares. En general se puede decir que en los Estados Unidos el regionalismo no es tan marcado ni está tan ligado con la tradición como en otros grandes países y que se avanza con bastante rapidez hacia una sociedad norteamericana total e integrada.

166 VL La sociedad

3. La «.sociedad» en los Estados Unidos.

Una de las confusiones más corrientes originadas por el mal uso de la terminología sociológica consiste en identificar a la «sociedad» con la clase alta y a las «funciones sociales» con el tipo de reuniones, fiestas, bailes, tés y bodas que se describen en los «ecos de sociedad» de la prensa diaria. Hay desgraciadamente un conflicto entre el significado técnico y los usos populares, y al estudiante de ciencia social le importa mucho hacerse per­fectamente cargo de la diferencia entre ambos.

La «sociedad» de la clase alta en los Estados Unidos es un fenómeno social peculiar que no tiene su exacto paralelo en ninguna de las grandes sociedades de nuestra época. La importancia que se le da y el interés que le prestan muchos norteamericanos es un indicio de la existencia real de una estratificación social en nuestro país. Esta importancia y este interés pueden parecer extraños en una sociedad que al mismo tiempo acentúa el igualitarismo, el proceso democrático y los movimientos de diferentes gru­pos y categorías en pro de la igualdad de derechos.

He aquí algunos de los rasgos distintivos del funcionamiento de la «so­ciedad» en Estados Unidos.

a) En la nación más rica del mundo hay muy pocas personas que se puedan calificar de «ricos ociosos». El «no hacer nada» parece ser objeto de desaprobación cultural, y un varón estadounidense adulto se avengon-zaría de esta clase de reputación. Aun cuando su principal ocupación sea la de darse a la buena vida, suele poner cuidado en dar a entender que en la ciudad trabaja en algo, o que ocupa un cargo u otro en alguna clase de consejo de administración. La gente adinerada y de talento desempeña misiones en el extranjero, trabaja en organismos oficiales o colabora con organizaciones filantrópicas y cívicas.

b) El uso de títulos de nobleza, que todavía se conserva incluso en países democráticos de Europa, brilla por su ausencia en los Estados Uni­dos. Estos títulos indican una ascendencia distinguida, pero los americanos, si bien reconocen la ascendencia como criterio de status social, no la distinguen con títulos. No hay bastantes «descendientes» del Mayflower o de la Revolución para dar realismo social a estas distinciones. Títulos ganados, como general, gobernador, profesor, doctor y otros, son natural­mente de uso común, pero marcan más bien el logro personal que la distinción de clase y además no son hereditarios.

c) Los criterios de admisión en la «sociedad» son variables, y no tienen el mismo valor en todos los sectores de la sociedad norteamericana. El cri­terio que con más frecuencia se menciona como ideal americano es el del éxito personal y profesional, que es también, sin duda alguna, uno de los principales factores de movilidad ascendente. Sin embargo, la posesión efec­tiva de un caudal heredado se considera en algunos estratos sociales como más importante que el éxito personal. El empeño que ponen los padres de

La sociedad norteamericana y las relaciones internacionales 167

la clase alta en «elegir un partido apropiado» para la boda de sus, hijos indica que muchas veces el «linaje» es más importante que la riqueza o que los méritos personales.

d) Las personas de la «sociedad» se distinguen a menudo por los con­siderables gastos que se pueden permitir; debido a esto, se los conoce como «personajes prominentes en la sociedad». Pero al analizar sus actividades — funciones de asistencia o de beneficencia, estrenos de gala, garden parties, etcétera —, se observa que son conservadoras y que se repiten con bastante rigidez de formas. Innovaciones atrevidas no son de buen gusto. Este ca­rácter conservador se refleja principalmente en las zonas políticas y eco­nómicas, en las que estas gentes las más de las veces están preocupadas por mantener el status quo.

e) Aun cuando la posición social real de las personas de la «sociedad» depende principalmente del cabeza de familia varón, el mantenimiento ex­terior de esta posición está más bien en manos de las mujeres adultas. Dentro de ciertos límites son las mujeres los «arbitros sociales», las que sostienen y ostentan el status de la familia, los guías de su mundo mascu­lino en los laberintos de la «sociedad». Una broma muy repetida en la sociedad norteamericana, y no sólo en la clase alta, es que la mujer es la que ha de forzar al marido a asistir a la ópera, a exposiciones de arte o a otros programas «culturales».

f) La práctica de consultar la guía social, en la que están registrados los nombres de los primates de la «sociedad» existe todavía en algunas partes, pero los gacetilleros y redactores de los «ecos de sociedad» poco a poco van suplantando la guía social como índice de las personas «que cuentan». Dichos periodistas conocen bien el grado en que las personas poseen efec­tivamente las características que sirven de criterio de status social.

Debemos notar que la descripción que acabamos de hacer varía según los lugares y los tiempos. No en todas partes se atiende del mismo modo a los criterios de status de clase alta y a la manifestación de este status. Las capas de la clase alta de Charleston o de Nueva Orleáns se distinguen netamente de las de Kansas City o de San Francisco, y la «sociedad» de estos lugares difiere a su vez de la de Chicago o Nueva York. Se puede probablemente decir que la densidad de la población es causa de la diferen­cia de influjo inmediato y de dirección efectiva de estas personas de la clase alta. En las ciudades más pequeñas no son capaces de ostentar las carac­terísticas de la «sociedad». En las ciudades de proporciones medias gozan probablemente de mucha más influencia social que en las grandes áreas metropolitanas.

4. La sociedad norteamericana y las relaciones internacionales.

Las posiciones de poder relativas de las grandes naciones han variado dramáticamente durante esta centuria. La decadencia de Inglaterra y Ale-

168 VI. La sociedad

mania, y el ascenso del Japón y Rusia, han estado relacionadas de algún modo con la emergencia de los Estados Unidos como gran centro de in­fluencia internacional. La antigua política simplista de «fuera enredos con el extranjero» desapareció definitivamente durante las dos guerras mundia­les, pero ha reaparecido de modo más sutil como consecuencia de la inter­vención militar estadounidense en Corea y en el Vietnam.

En la larga historia de la humanidad, la emergencia de la nación esta­dounidense parece súbita y dramática, y presenta ciertas características únicas. El cambio ha producido, como no podría ser de otro modo, un efecto interior en los norteamericanos y ha contribuido a crear o reformar las actitudes de otras gentes para con nosotros. Los norteamericanos son tan partidarios como las gentes de otras grandes sociedades del manteni­miento de la justicia, de la paz y del bienestar internacional. Norteamérica, llamada la nación más joven, es en realidad la más antigua de las grandes y permanentes democracias. Sin embargo, no está habituada todavía a la posición de guía; pensar y actuar en relaciones internacionales es algo extraño a la mayoría de los ciudadanos americanos.

No podemos hablar en sentido técnico de una sociedad mundial. Las Naciones Unidas nacidas en San Francisco, y con su sede en Nueva York, son un grupo secundario, o asociación, de representantes de países inde­pendientes. Sin embargo, desde hace mucho tiempo Norteamérica ha sos­tenido relaciones con otros países a través de las fronteras nacionales y no sólo políticas, sino también económicas, religiosas, culturales y deportivas. Varias clases de organizaciones internacionales de hombres de ciencia o de negocios, de profesionales, de deportistas, de estudiantes, de obreros y otras han puesto al pueblo americano en más estrecho contacto con otras naciones, pero todo ello no constituye una sociedad mundial.

Las siguientes consideraciones servirán para situar la sociedad norte­americana en la perspectiva de las relaciones internacionales:

a) Sólo de mala gana han aceptado los americanos la responsabilidad ligada con la posición de liderazgo mundial. La presión local para «repa­triar a nuestros muchachos», para «no entrometerse en asuntos extranjeros», para «no tirar más el dinero de los contribuyentes» es un indicio de las actitudes marcadamente nacionalistas de algunos norteamericanos. Las frus­traciones de la guerra del Vietnam, así como la euforia por la llamada «carrera espacial» frente a Rusia, reavivaron algo de este aislacionismo, que no se halla, sin embargo, tan difundido como antes.

b) En cierto sentido la supremacía del mundo nos ha sido impuesta. A diferencia de las grandes sociedades que en tiempos pasados lograron ascendiente en el mundo, los Estados Unidos no han logrado su posición actual de primada en el mundo mediante conquista directa de otras na­ciones. Al igual que otras naciones, se han tomado decisiones precipitadas a propósito de la intervención militar y económica, y varias veces se ha acusado a la nación de «imperialismo agresivo». En la mayor parte de su historia la sociedad norteamericana se ha ocupado de consolidar su estruc-

La sociedad norteamericana y las relaciones internacionales 169

tura interior, en desarrollar sus recursos, en poblar sus fronteras. Un gran número de gente repite el slogan, «no podemos actuar de policía de todo el mundo».

c) El colonialismo es, en general, tan impopular como el imperialismo entre los norteamericanos porque los Estados Unidos no han tenido ni ne­cesidad de explotación económica ni de expansión demográfica. Sin embar­go se ha acusado también a los intereses financieros norteamericanos en los países subdesarrollados de «colonialismo explotador». Resulta intere­sante señalar que Alaska y Hawaii no fueron consideradas jamás colonias permanentes, y eventualmente fueron aceptadas como estados integrales de la Unión. Las Filipinas, bajo protección norteamericana durante más de medio siglo, pasaron a ser una nación autónoma. Tales ejemplos indican la resistencia general de los estadounidenses a imitar sistemas de colonialismo pasados de moda.

d) Sociológicamente, la actitud oficial más significativa en las relacio­nes internacionales es el programa norteamericano de ayuda económica y tecnológica a otros países. El plan Marshall para la reconstrucción de Europa después de la Segunda Guerra Mundial era un programa sin pre­cedente en la historia de la civilización. Éste no es meramente un ejemplo generoso de amor a los demás, ni tampoco el actual programa de ayuda a los países subdesarrollados. Semejante ayuda se basa en la convicción de que gentes que gozan de prosperidad y están satisfechas, no fomentan desórdenes ni ceden a influencias «subversivas». Se basa también en la hipó­tesis de que un comercio internacional próspero no puede existir entre naciones ricas y naciones pobres si estas últimas se limitan a ser explotadas por las primeras. En la forma más sencilla se puede decir que los norte­americanos creen que lo que el progreso técnico ha hecho en América lo puede hacer también en cualquier otra nación.

e) Es un axioma sociológico que las amenazas de peligro o agresión exterior contribuyen a la solidaridad dentro de una sociedad. Si tales ame­nazas son genuinas, como lo fueron cuando nuestro país se encontraba envuelto en las dos guerras mundiales, la solidaridad interna tiende a crecer. Otras veces, como en el período llamado de la «guerra fría» con los países comunistas, el temor y la expectativa de semejantes amenazas tienden a levantar suspicacias socialmente disruptivas entre la gente. Los chauvinistas estarán probablemente siempre al acecho de espías y traido­res en los que se sospechan «actividades no-americanas», pero la mayoría de los norteamericanos parece capaz de distinguir entre las amenazas auténti­cas a su país y las postizas.

f) Otro factor social importante ha sido la progresiva asimilación cul­tural interna de los norteamericanos. Siguen existiendo amplias discrepan­cias de status social, pero lo significativo es que se reconozcan como pro­blemas sociales que pueden resolverse. La proclamada posición de la na­ción estadounidense como protagonista de la democracia y de la dignidad V los derechos de los individuos, nos ha hecho muy conscientes de la exis-

170 VI. La sociedad

tencia entre nosotros de minorías desprivilegiadas y oprimidas. Muchos factores, como la protesta organizada y la acción legal, la industrialización y la urbanización, han ayudado a romper estas barreras discriminatorias, pero nuestra posición como modelo democrático para el mundo ha acele­rado tal cambio.

En algunas de las actitudes internacionales de los norteamericanos hay cierta dosis de etnocentrismo. Cierto orgullo basado en el hecho de que gentes de diferente procedencia cultural y étnica hayan sido capaces de convivir más o menos pacíficamente induce a algunos ingenuos norteame­ricanos a burlarse de las explosiones de fervor nacionalista con respecto a otros continentes. Los Estados Unidos son la más grande sociedad de­mocrática que haya existido jamás en el mundo. Algunas naciones con menor población, como Suiza o el Canadá, han tenido igual, si no mayor éxito democrático, muchos norteamericanos tienden a identificar la demo­cracia con nuestro país. Están ufanos de nuestro triunfo y no ven por qué no deberíamos ayudar a los demás a imitarnos.

5. Complejidad de la sociedad norteamericana.

La complejidad de un objeto reside a la vez en su estructura y en sus funciones. Un aeroplano de juguete se puede sacar de una sola pieza de metal y no puede volar; un avión en regla es un mecanismo intrincado, compuesto de muchas partes y tiene múltiples funciones. Una sociedad agra­ria, sencilla, se dice que se compone relativamente de pocas «partes» en su estructura social y que tiene funciones relativamente generales compartidas por la mayoría de las personas. En cambio, una sociedad industrial com­pleja tiene una múltiple estratificación de status, de clases y de formas. Sus funciones son numerosas y especializadas y cada persona procura con­centrar su tiempo y sus energías en su rol clave en la sociedad.

El principiante en el estudio de la ciencia social suele encontrar difi­cultad en comprender este punto en relación con la sociedad americana. Observa que en la vida urbana moderna muchas cosas se han simplificado. Va al supermercado y cambia su dinero por un panecillo, una lata de conservas o un envoltorio de jamón en lonchas. Observa que esto es mucho más sencillo que la cantidad de acciones que tenían que realizar sus abuelos para cultivar el trigo y el maíz o para criar los cerdos y para prepararlos hasta que pudieran ser comestibles. Otros muchos ejemplos muestran lo sencilla que es hoy la vida: los viajes aéreos, las comunicaciones por teléfono, los medios de diversión y un sistema de enseñanza extenso.

Sin embargo, esta simplificación de las acciones individuales de las per­sonas no sería posible sin la complejidad de la vida moderna. Un intrin­cado sistema de acciones dependientes entre sí ha precedido a la colocación de cualquier artículo empaquetado en los anaqueles de un supermercado. Esto requiere capitales en cada etapa del camino, comunicación y trans-

Complejidad de la sociedad norteamericana 171

porte, publicidad y comercio, así como el trabajo real, físico y mecánico de numerosas personas especializadas. Así pues, un complicado sistema de acciones interdependientes ha de realizarse antes de que el cliente con el dinero en mano pueda procurarse los productos.

Si ya el proceso económico es un buen ejemplo de complejidad, no se debe olvidar que la sociedad compleja lo es en todos sus grandes grupos e instituciones. A continuación damos una breve indicación de cómo la complejidad penetra la totalidad de la vida norteamericana:

a) Los grupos políticos en nuestra sociedad, principalmente el gobierno federal, manifiestan un enorme grado de complejidad. Esfuerzos para sim­plificar el gobierno se han dirigido a eliminar las funciones marginales y a la coordinación de varios departamentos. El término «burocracia» se aplica generalmente a la administración pública, si bien existe en todos los grandes grupos sociales. La necesidad de guiar y regular las asocia­ciones y estructuras gigantes de nuestra sociedad ha dado como resultado una mayor complejidad de gobierno.

b) La complejidad de los grupos económicos es tan evidente que ape­nas si requiere demostración. La división e interdependencia del trabajo en el proceso de reunir los materiales brutos y de manufacturarlos y distri­buirlos al consumidor se ha hecho cada vez más especializada y detallada. Los complicados problemas de las corporaciones gigantes sólo se pueden comparar con los de los sindicatos gigantes. Planes para el futuro y re­gistros del pasado son aditamentos necesarios de la economía capitalista, que aumentan por tanto su complejidad.

c) El sistema de enseñanza en la sociedad americana es también suma­mente complicado. Nuevos medios de socialización —radio, televisión, ma­terial impreso —, así como el desplazamiento y expansión de los grupos juveniles han multiplicado los problemas. La especialización se extiende hasta las escuelas elementales, se observa en la variedad de cursos en las escuelas secundarias y adopta sus formas más complicadas en la universi­dad y establecimientos superiores. Las diversas asociaciones de escuelas y colleges, y de profesionales de la enseñanza, junto con el desarrollo de sistemas técnicos, de comercio y de enseñanza de adultos, presentan una desconcertante combinación de grupos en este campo.

d) El recreo, que a primera vista parece ser sencillamente cuestión de descanso y de diversión, es de una complejidad creciente en la sociedad norteamericana. La gran variedad de diversiones comercializadas supone un intrincado sistema de presentación y de venta al público. La tendencia a distinguir entre deportistas profesionales y amateurs presenta, además, problemas en el campo de los deportes colegiados. La costumbre de salir de vacaciones durante quince o veinte días crea una enorme competencia entre los centros hoteleros para atraer a viajeros y veraneantes.

e) Las entidades religiosas de la sociedad norteamericana son también sumamente complicadas. El número de los diferentes cultos, sectas, con­fesiones e iglesias es mayor que en cualquier sociedad del mundo. Los

172 VI. La sociedad

sistemas de culto van desde los más sencillos hasta los más elaborados. Los problemas de administración interna en las grandes entidades religio­sas han venido a ser tan numerosos y complicados, que para tratarlos se requiere un adiestramiento científico.

f) Es cosa sabida que la vida de la familia americana ha experimen­tado una enorme transformación desde los tiempos de nuestros abuelos, pasando de la sencillez a la complejidad. Las múltiples funciones comunes que en otros tiempos se realizaban en grupo por los grandes círculos de parientes, se realizan ahora por individuos, muchos de los cuales son re­presentantes de los padres. Tensiones y tiranteces en la vida conyugal provienen en gran parte de las crecientes exigencias que imponen a los individuos los factores económicos, cívicos, de recreo y otros. Hay muchas decisiones complicadas que se deben tomar respecto a los niños, a la es­cuela, a sus actividades extraescolares, a su entrenamiento físico y a la elección de vocación y de empleo. Constantemente hay que mantener varia­das relaciones y funciones con personas ajenas a la familia.

Esta enumeración somera es sólo una indicación de la enorme comple­jidad de la sociedad norteamericana en su conjunto. Complejidad no es sinónimo de confusión; nuestra sociedad tiende a abordar en forma cons­ciente y científica las estructuras y funciones individuales. En general, los americanos reconocen que la multiplicación y diferenciación deben ir acom­pañadas de interdependencia y coordinación. Un bajón serio en un grupo importante, como la depresión económica de los años treinta, afecta terri­blemente a todos los otros grupos. La complejidad no es algo fortuito, confuso y a la buena de Dios. Es algo ordenado y a la vez intrincado, y requiere competencia social, adaptabilidad y conocimientos por parte de los norteamericanos.

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Parte segunda

PAUTAS Y CULTURA

La parte anterior sólo nos ha dado una visión parcial de la vida de grupo. La sociología sería una ciencia estática si sólo estudiara lo que son las personas sociales; debe estudiar también lo que hacen. Hay que poder abstraer y generalizar las pautas de comportamiento seguidas por las personas y en la sociedad. En esta parte procedemos partiendo de la unidad mínima, la pauta de cultura, pasando por las diferentes maneras en que se combina con otras pautas para constituir la cultura total.

Estudiamos en primer lugar las pautas de conducta (vn), luego analizamos el modo en que las pautas se combinan en los roles (vm) y los procesos de interacción (ix). Las pautas, los roles y los procesos son el contenido de las instituciones (x), que a su vez constituyen la cultura total misma (xi).

VII

PAUTAS DE CONDUCTA

El estudio de la sociología como ciencia sólo es posible porque en la sociedad las personas piensan y actúan según ciertas maneras si­milares sujetas a pauta. Una pauta es algo hecho o formado para servir de modelo o de guía en la formación de otras cosas. La pauta de comportamiento se hace o se forma con la constante repetición por muchas personas, de un mismo elemento de comportamiento. Un hábito personal idiosincrático se forma cuando un individuo repite el mismo acto de la misma manera. Análogamente podemos decir que cuando muchas personas en una sociedad hacen la misma cosa más o menos de la misma manera durante un largo período de tiempo, se desarrolla el hábito social nomotético. Esta manera repetida de pensar y de actuar es una pauta cultural.

Las personas van a la iglesia los domingos, comen tres veces al día, compran automóviles a plazos, se ponen de pie cuando se toca el himno nacional. Éstas son algunas de las infinitas pautas de con­ducta que constituyen la cultura total. Las personas siguen haciendo las cosas de la misma manera porque han aprendido que así es como deben hacerse. Definimos brevemente la pauta de comportamiento como la uniformidad de obrar y de pensar que se produce regularmente entre una pluralidad de personas. Es la unidad básica e irreducible de los roles sociales, las instituciones y las culturas. Es un comporta­miento generalizado, estandardizado y regularizado que sirve de modelo o de guía de lo que en una sociedad es una conducta aceptable o no aceptable.

Las pautas de conducta no son solamente actividades externas; son también maneras corrientes de pensar y creer en una cultura, y contienen las creencias, los significados, los valores y las actitudes.

178 VII. Pautas de conducta

La gente se enorgullece de las conquistas de los astronautas; compar­te preferencias por cierta clase de comida; tiene actitudes similares sobre la importancia de la educación; tiene opiniones parecidas sobre lo que vale la pena hacer o tener. Éstas son las pautas recurrentes del pensamiento y el sentimiento cultural que expresa el sentido de la vida humana en la sociedad.

No nos interesan aquí todos los sentimientos e ideas de cualquier individuo, sino sólo aquellos «modos de pensar» que, por ser tan fre­cuentes y comunes, pueden designarse como pautas culturales. Son el contenido de lo que a veces se denomina erróneamente la «mente» o la «conciencia» de una sociedad o de un grupo. Se supone que el miem­bro individual y socializado de una sociedad está caracterizado por estos esquemas de pensamiento. Generalmente, se cree que todas las personas de una sociedad tienden a pensar de la misma manera, como se desprende de afirmaciones de este género: «piensa como un japo­nés» o «como un americano» o «como un meridional». El contenido de tales juicios es con frecuencia erróneo por desconocimiento de las otras culturas, pero el hecho de la semejanza en el «pensar» o en las actitudes es una verdad con valor científico.

La escala de las pautas.

Desde el punto de vista sociológico, hay muchas cosas que la gen­te hace que no vale la pena estudiar o analizar, y por ello es necesa­rio enfocar lo que interesa en nuestro estudio. Esto puede conseguirse examinando los cuatro elementos de la definición. La pauta de cultura es a) conducta acostumbrada, es decir, repetida frecuentemente; b) realizada por mucha gente aproximadamente del mismo modo; c) actúa de modelo, guía, o norma para la gente del grupo o sociedad; d) posee cierta significación social. Por ejemplo puede distinguirse en­tre dormir como una pauta biológica innata y en tanto que pauta cultural. El uso de camas con colchones y somiers, y la costumbre de acostarse antes de la medianoche transforma una mera necesidad fí­sica en pauta de cultura.

Hay vastas diferencias en el significado social de la conducta suje­ta a pautas; no todas las formas de conducta social tienen igual im­portancia para el individuo o la sociedad en que vive. Las pautas de conducta pueden colocarse en una escala desde las culturalmente sig­nificativas a las culturalmente triviales, de acuerdo con tres cualidades. Estas normas de medición son la universalidad, o sea el mayor o rae-

Principales tipos de pautas 179

ñor grado de conformidad por parte de la gente de la sociedad; la presión social, o sea el grado en que la sociedad sanciona el com­portamiento en cuestión; y la valoración social, o sea la importancia que le da la sociedad.'

La persona, dicho de otro modo, se siente muy influida para hacer las mismas cosas que hacen todos los demás, aquellas cosas que la sociedad estima tan importantes, que llega a castigar al que no las hace y recompensar al que las hace. Ninguno de estos tres elementos es el único índice de la importancia de una pauta cultural. Por ejemplo, casi todos los norteamericanos comen con la derecha y casi todos los europeos con la izquierda. Aunque ciertamente existe una especie de «presión por el ejemplo» para lograr una conformidad con esta pauta, su valoración no llega hasta el punto de imponer penas demasiado severas al que no se acomoda con ella. Ir a la iglesia los domingos, y votar en las elecciones locales, se dicen pautas valiosas, pero cantidad de norteamericanos adultos no hacen semejantes cosas, y en general no parece que haya una gran presión social que induzca a obrar así. Otras pautas tienen más fuerza. Una combinación de conformidad, presión y sanciones hace que los británicos conduzcan por la izquier­da de la carretera, y los norteamericanos por la derecha.

Principales tipos de pautas.

La escala de las pautas podría extenderse en lenta progresión re­gistrando todas las sutiles distinciones de la conducta social, pero a efectos prácticos, los sociólogos han definido tres categorías generales, designándolas con los nombres de mores, costumbres y usos. Esta cla­sificación es, a lo sumo, una división a grandes líneas de las pautas de comportamiento, desde las más importantes, obligatorias y univer­sales hasta las menos. La línea divisoria entre estas tres categorías es con frecuencia imprecisa por haber también variaciones dentro de cada categoría. Algunas pautas parecen participar de dos categorías a juz­gar por los criterios que adoptan los sociólogos. Algunas pautas fluc-tuantes no se pueden fijar con exactitud en la serie continua que va de los mores más rigurosos a los usos más laxos.

a) Los mores se definen generalmente como el «comportamiento obligado» en una sociedad, las pautas básicas y más importantes, que las personas observan porque se sienten obligadas a ello. Se consideran como esenciales para el buen estado de la sociedad. Por ejemplo, los actos de lealtad y patriotismo se evalúan tan altamente en la sociedad

180 VII. Pautas de conducta

moderna, que al traidor se le mira con horror y abominación. El de­bido cuidado y trato de los niños se considera tan importante, que se castiga severamente al secuestrador, al que maltrata a los niños peque­ños, a la madre que abandona a sus hijos. Se tiene tanto respeto a lo religioso (aun por parte de muchos que no practican), que se consi­dera reo de un terrible crimen a la persona que viola un lugar sagrado.

Los mores prevalentes se encuentran acompañados y reforzados por las convicciones sociales, las ideologías y los valores esenciales. Es justamente la «forma de pensar» norteamericana la que da sentido a la «forma de actuar» norteamericana. La constitución garantiza la libertad de pensamiento y de expresión, pero existe también un fuerte recelo de que solamente los subversivos pensarían de modo diferente, o pondrían en cuestión los «principios» de la libre empresa, el tra­bajo duro, la democracia, la educación y la religión. Aquí otra vez, la fuerza de los mores conceptuales puede evaluarse por el ultraje que su violación produce a los ciudadanos. Es posible reconocer el «pen­samiento obligado» de la sociedad.

b) William Summer introdujo el término «costumbres» (folkways) al igual que «mores» en el diccionario sociológico.

Las costumbres son pautas de comportamiento sumamente exten­didas, pero menos obligatorias que los mores. Se las considera como «lo que se hace»; son pautas de comportamiento consideradas co­mo muy deseables, pero que no se imponen estrictamente. Por ejem­plo, muchas bodas se celebran con una ceremonia en la iglesia y van seguidas de una recepción de los novios y de la luna de miel, pero estas tres pautas no son indispensables para la buena marcha de la sociedad. Que el hombre lleve el anillo de bodas es quizá una costumbre, pero el que lo lleve la mujer casada tiene casi el rigor de los mores. La presión que induce a conformarse con las costumbres es generalmente de orden negativo y no formal, como el ridículo, la mofa, el desaire y los chismes.

Las pautas conceptuales pueden reconocerse también a nivel de las costumbres. Ciertas formas de pensar, aunque se den por sentadas y generalmente se aprueben, no se ven impuestas estricta y universal-mente. La noción corriente de que los adolescentes varones deberían tomar parte en competiciones deportivas, que los padres deberían in­teresarse por el trabajo escolar de sus hijos, que los ciudadanos debie­ran mostrarse respetuosos ante los altos empleados públicos, que tendría que haber lealtad entre los miembros de una familia: todas éstas son pautas conceptuales en un nivel inferior a las fuertes convicciones sociales.

Variaciones en las pautas de conducta 181

c) Los usos son las pautas menos obligatorias de comportamiento social. Muchos de ellos forman parte de las diferentes etiquetas y con­vencionalismos corrientes en la sociedad. Más que obligatorias, son maneras de comportarse, voluntarias y acostumbradas. He aquí algu­nos ejemplos de uso muy extendido: el nombrar con eufemismo las funciones fisiológicas, principalmente delante de niños; el llamar a los conocidos por su nombre de pila; el estrecharse la mano entre amigos, y aplaudir un espectáculo público.

Las formas de pensar comunes a este nivel permiten una gran dis­crepancia y son «puras opiniones» más que convicciones profundas. Es posible la diversidad de opiniones principalmente porque su objeto posee un gran valor social. No tiene gran trascendencia para la socie­dad en general el que un individuo esté o no de acuerdo pero se da por supuesto y se espera que toda persona bien socializada se con­forme con estos principios. La aceptación intelectual de tales usos conceptuales «correctos» indican una «buena educación», y en toda so­ciedad estos modos de pensar suelen hallarse en los libros populares de urbanidad. El estudio empírico de estas categorías de pautas conceptua­les está todavía en los comienzos, pero todo miembro de la sociedad que preste alguna atención podrá reconocer que hay una gran diferencia en­tre las ideas en que «tiene» que creer y aquellas en las que está permi­tida la divergencia. La preferencia por una marca determinada de cigarrillos, por ciertos programas de televisión, por tal tipo de bebidas, no tiene nada que ver con los valores más importantes de la sociedad. Las diferencias de opinión se admiten en el plano en el que están las pautas conceptuales de menos valor.

Variaciones en las pautas de conducta.

El estudio de las pautas de conducta se complica por el aspecto dinámico de toda cultura. De lo que hemos dicho acerca de los coe­ficientes de universalidad, de presión social y de valoración social, resulta claro que las pautas de conducta no son algo inmutable o absoluto. La intensidad de cada uno de estos coeficientes varía en la escala desde los mores, pasando por las costumbres, hasta los sim­ples usos. Hay otros puntos de vista desde los que se puede enfocar esta relatividad de las pautas culturales. Nos referimos a las variaciones de comportamiento según el tiempo, el lugar y el estrato social.

a) El paso del tiempo acarrea mudanzas en la conducta y los cambios temporales de las pautas culturales se observan perfecta-

182 VII. Pautas de conducta

mente en las grandes sociedades dinámicas. Los mores son siempre estables y tradicionales, pero incluso en éstos se dan adiciones y fluc­tuaciones ocasionales. Por ejemplo, conducir el coche por la dere­cha era probablemente • una costumbre en los primeros tiempos del automóvil, pero el ordenamiento del tránsito urbano ha adquirido una importancia tan vital que esta práctica se ha convertido en uno de los mores. Una desviación en sentido contrario es la del «lunes, día de colada», que de costumbre se ha reducido probablemente a mero uso. Divorciarse y volver a casarse, los empleos lucrativos de las mujeres casadas, las compras a plazos, la utilización de tarjetas de crédito, la difusión de la instrucción pública, las vacaciones anuales pagadas para obreros asalariados, todos éstos son ejemplos de modificaciones de las pautas de comportamiento en un período de tiempo.

Las formas de pensar se hallan, sin duda, más enraizadas en la cultura, y son más tradicionales que las formas de actuar. Las ideo­logías son más tenaces que las técnicas. Y aun así el pensamiento social de los norteamericanos es hoy día muy distinto de lo que era a principios de siglo. Ha cambiado la filosofía social de la gente, sus opiniones e ideologías. Las actitudes ante las negociaciones colectivas en la industria, la seguridad social para los viejos, y la práctica del trabajo infantil; creencias concernientes a la inferioridad de los in­migrantes o a las diferencias inherentes a las distintas nacionalidades y razas; opiniones relativas a la intervención del gobierno en la edu­cación, la salud, y la asistencia sobre todas estas cuestiones han habido cambios de opinión durante los últimos cincuenta años.

b) Las variaciones regionales en la conducta social indican la pre­sencia de subculturas perfectamente definidas incluso dentro de una sociedad relativamente bien integrada. Cualquiera se da cuenta de que la tradición local varía de un sitio a otro. Esto no se refiere a las diferencias de cultura entre países muy separados como Irlanda y Méjico, o Portugal y Tailandia, sino a diferencias en el interior de la misma sociedad. Las pautas de esparcimiento varían regionalmente en­tre las áreas urbanas y las rurales. Los colegios mixtos abundan más en unos lugares que en otros. Las pautas de participación política difieren ampliamente, al igual que las pautas de discriminación racial y de se­gregación. Más notable todavía es el lenguaje —la selección de las palabras y su pronunciación.

Existen por supuesto variaciones en el pensamiento social de una región a otra dentro del mismo país. La diferencia en las pautas de pensamiento es manifiesta entre el habitante del Sur-este y el tejano, la gente de Georgia y la de Iowa. Se observa, al tomar muestras para

Variaciones en las pautas de conducta 183

los sondeos de opinión en distintas partes del país, cómo varían enor­memente las actitudes políticas, religiosas, educativas y económicas. Lo que explica en parte la existencia de una especie de subcultura en la región del Sur-este estriba en el «carácter» característico de la gente que allí vive.

c) Las pautas de conducta varían también según el status social. En general se puede decir que en Norteamérica los miembros de la clase media, definida conforme a los criterios que ya hemos expuesto, son quienes mejor reconocen, aceptan y observan las pautas de comporta­miento estandardizadas. Sin embargo, al considerar las variaciones de clase, los grados de conformidad no son tan importantes como el tipo de pautas que se sirven. Por ejemplo, la asistencia a los conciertos sin­fónicos y a las óperas no es una pauta de conducta extendida entre las capas inferiores de la sociedad. Jugar al golf y formar parte de un club regional son costumbres entre los jóvenes ejecutivos en ascenso y entre las familias de la clase media superior.

Peca de esquemático el decir que la vida difiere de una clase social a otra debido al poder adquisitivo de la gente. Tampoco se trata meramente de una cuestión de actividad laboral. El minero y el corredor de seguros no tienen el mismo concepto de la vida, pero la distinción entre sus modos de pensar se ha establecido a través de nu­merosas experiencias sociales divergentes. Todo el marco de referencia resultante del proceso de socialización colorea las pautas de conducta conceptuales, las actitudes, opiniones, juicios, y preferencias que difie­ren de una clase social a otra. Por ejemplo, la mayoría de blancos, de. clase baja tiene actitudes positivas sobre el programa contra la pobreza y negativas sobre los derechos civiles de los negros; pero ocurre lo"ton-trario con los blancos de clase alta.

Un comportamiento conforme a las pautas y repetido de cualquier clase que sea, es un conveniente atajo en el modo de llevar la vida humana. Todos somóS «animales de costumbre», y este hecho tan sen­cillo añade enorme eficacia a nuestra vida diaria. Si no existiera una conducta sometida a pautas, personal y social, todo el proceso de vi­vir quedaría entorpecido y probablemente sería insoportable psicológi­camente. Las pautas culturales están, en su mayoría, «incrustadas» en las personas y no requieren previsión ni reflexión. Son la conducta ru­tinaria de la gente. Los niños las captan casi subconscientemente, de modo que cuando llegan a la madurez las consideran como cosas que «salen con toda naturalidad».

Esto no significa que las pautas culturales sean simplemente instin­tivas, poco razonables, o irracionales. Se aprenden, son habituales y

184 VII. Pautas de conducta

en ciertos aspectos no-racionales en el sentido de que se realizan sin gran reflexión o deliberación. Las personas se percatan de las formas de comportamiento convenientes y los mayores en la sociedad se esfuer­zan conscientemente en inculcar esta conducta a los pequeños. Pero el individuo no tiene que detenerse, reflexionar, escoger ni inventar la ma­nera de reaccionar ante cada situación social. Las pautas culturales son las reacciones o respuestas que existen ya preparadas en la sociedad. El individuo las ha aprendido por imitación y sugestión ; las respeta por­que están respaldadas por una tradición de peso y por una autoridad social y las realiza como si fueran su «segunda naturaleza».

Las pautas forman los hábitos.

A nivel conceptual puede verse el aspecto habitual de las pautas sociales en las actitudes, los estereotipos, y los prejuicios. Las actitudes son una orientación aprendida hacia algún objeto, persona, o categoría, socialmente significativos, e implican una disponibilidad habitual a obrar externamente de determinada manera. La actitud puede ser fa­vorable o desfavorable. Puede corresponder a la realidad, o puede ser errónea y perjudicial. Los estereotipos son actitudes perjudiciales.

Una colegiala entusiasta puede sostener la actitud favorable de que «los jóvenes norteamericanos son muy guapos». Esto es un pre­juicio. También es un estereotipo. En un estereotipo se combina una actitud de favor o desfavor con cierto número de prejuicios relativos a la misma persona, clase o categoría de personas. El resultado es una «imagen mental» de los demás, que es inexacta e incompleta. El este­reotipo, más que una concepción, es una pre-concepción de una cate­goría social en cuanto que atribuye a toda una categoría de personas características que no se hallan realmente presentes en todas ellas. .Se manifiesta las más de las veces en las etiquetas habituales que se aplican a determinadas categorías étnicas, raciales y religiosas. La eti­queta misma es por lo regular un solo término, pero que connota una serie de generalizaciones favorables o desfavorables, y generalmente falsas. Las ideas populares sobre el «carácter nacional» de las per­sonas de otros países son casi siempre estereotipos. En una palabra, los estereotipos son caricaturas más bien que retratos fieles.

La costumbre refuerza la costumbre. Las pautas de los hábitos sociales constituyen la conducta acostumbrada de la sociedad. A di­ferencia de los hábitos personales, los sociales están regularizados, es­tandardizados, y compartidos por mucha gente, pero al igual que los

Las pautas como normas de conducta 185

personales se aprenden, repiten y desarrollan. Por lo general, es casi tan difícil que una persona cambie sus costumbres sociales, como que cambie sus hábitos personales. Una vez adquiridos por el individuo en la sociedad, persisten y duran. Tales persistencia y duración son, por supuesto, más fuertes en los mores, y más débiles en los usos.

Las pautas como normas de conducta.

Existe estrecha relación entre los términos «pauta de comporta­miento» y «norma de comportamiento». Más arriba hemos hecho notar que la pauta es algo «hecho y formado» por la conducta repetitiva de gran número de personas. Sin embargo, la pauta de comportamiento no es sólo una forma de conducta; es también una regla, un principio de conducta. El aspecto normativo de la pauta está en el hecho de ser usada como modelo o guía «para hacer alguna cosa». Es un hecho elemental de lógica que el mismo objeto puede enfocarse desde di­ferentes puntos de vista. Los modos de obrar son desde otro punto de vista las normas del obrar.

No se trata de un mero ejercicio de lógica o de un juego de pala­bras. Cuando decimos que se espera de la gente una determinada con­ducta cuando está en un supermercado o en una iglesia, en una con­ferencia o en un rally, pilotando un avión o conduciendo un coche, queremos decir que saben anticipadamente qué modo de actuar deben adoptar. Esto no significa que todo el mundo se adapte siempre, y pue­de ser útil distinguir entre las expectativas de conducta normativas «ideales», y las formas de conducta «reales». Todos sabemos que los principios de la conducta, la manera como debería ser, no siempre coinciden con las realidades, o la manera como las cosas son. En las sociedades democráticas existe una pauta de igualdad racial que co­rresponde a las expectativas y es ideal, pero en estas mismas sociedades hay gente que practica pautas de discriminación racial.

Las normas de conducta, como expectativas de conducta, varían en fuerza, permanencia, y duración, que, como ya vimos, se miden con los tres índices de universalidad, presión y valor. Los mores, que son las pautas más fuertes de comportamiento, son también las normas más importantes que guían la conducta social. Las costumbres y los simples usos son también expectativas estandardizadas de conducta, pe­ro no son tan imperativos ni compulsivos. En este sentido las pautas son, o acaban por ser, normas aceptadas de conducta y tienden a con­vertirse en gran parte del sistema normativo de una sociedad. Son las

186 VII. Pautas de conducta

reglas de comportamiento a que la mayor parte de las personas res­ponden subconscientemente haciendo lo conveniente y debido en cual­quier situación social.

Normas explícitas e implícitas.

La pauta de comportamiento es por tanto una norma implícita de conducta porque su realización universal indica una aceptación uni­versal, subconsciente, y ejerce cierta presión social para que las per­sonas se adapten a ella. Ésta es una forma abstracta y sutil de control social que explicaremos en otro capítulo. Sin embargo, estas normas implícitas de comportamiento no constituyen el sistema total de re­gulaciones que gobiernan la conducta social.

En toda gran sociedad moderna existen también ciertas normas ex­plícitas de comportamiento. Son las que constituyen el conjunto formal de leyes promulgadas y urgidas por la sociedad y el cuerpo de prin­cipios éticos compartidos por todos los miembros de aquélla. Sería un grave error científico pensar que estas leyes y principios «no son más» que pautas ideales de comportamiento o que brotan sencillamente de las costumbres institucionalizadas. Muchas veces se han promulgado leyes formales con el fin de cambiar inveteradas pautas reales de con­ducta. En los Estados Unidos, las llamadas «leyes laborales» y las «leyes raciales» resultan de este propósito.

Los principios de conducta social de que hablan Jos especialistas de la ética se basan en lo que es bueno o malo, y no sólo en el hecho de. que un gran número de personas haya obrado durante mucho tiem­po de una manera determinada. A menos que una cultura esté profun­damente desorganizada y que una sociedad se halle en vías de desin­tegración, hay siempre cierta consecuencia y coordinación entre las nor­mas de comportamiento explícitas, legales y éticas, y las normas fijas implícitas.

Las normas obligatorias de conducta social se deben, pues, consi­derar según un doble aspecto: a) el de leyes, principios, reglas y má­ximas formuladas conscientemente, que proceden de una deliberación racional y se ofrecen explícitamente y se reconocen como estándares de comportamiento; b) el de normas aceptadas en forma no racional y subconsciente, que se hallan insertas en las uniformidades recurrentes del pensamiento y la acción aprobadas por la sociedad. Estas últimas influyen sobre el comportamiento social más a menudo y más profun­damente que las primeras. Todos los grupos no formales, primarios, de

Las pautas de conducta están estructuradas 187

relaciones directas en cualquier sociedad según las normas no-racio­nales, mientras que las leyes explícitas y las reglamentaciones es­critas aparecen principalmente en las grandes asociaciones secundarias.

Las pautas de conducta están estructuradas.

De lo dicho debe resultar claro que las pautas de comportamiento no son fenómenos fortuitos que ocurren con cierta regularidad. El com­portamiento social está estructurado y organizado. Los diferentes ele­mentos de comportamiento, de acción y de pensamiento están rela­cionados y coordinados entre sí; se corresponden mutuamente. Esta es­tructura se demuestra en las siguientes consideraciones. Son a la vez un repaso de la trama conceptual utilizada en este análisis sociológico y una preparación para lo que todavía tenemos que decir.

a) Las pautas de comportamiento están estructuradas en cada uno de los roles sociales. Por ejemplo, los elementos distinguibles en el rol que desempeña una madre: el alimentar al hijo, vestirlo, pro­yectar su entrada al jardín de infancia, expresarle afecto e interés, enseñarle a hablar y caminar... están coordinados en la función ma­terna del cuidado del niño. El rol social es una combinación racional de pautas de comportamiento que necesariamente deben estar relaciona­das y dispuestas lógicamente.

b) También las llamadas relaciones entre los diversos roles de­muestran la estructura de las pautas de comportamiento. Este aspecto estructural se observa en las relaciones recíprocas de marido y mujer, de madre e hijo, de maestro y discípulo, de patrono y empleado, de vendedor y cliente, de alcalde y ciudadano. Si el comportamiento no estuviera coordinado dentro del rol social de cada persona, y si el indi­viduo no reconociera las correspondientes pautas de conducta de otra gente y respondiera a ellas, sería inconcebible e imposible toda orga­nización de la vida social. El médico que tratara a su paciente como el patrono trata a sus empleados, pronto se quedaría sin pacientes; el ma­rido que tratara a su mujer como trata el abogado a sus clientes, pro­bablemente dejaría pronto de tener mujer.

c) Los principales procesos sociales o los tipos importantes de interacción social también muestran el aspecto estructural de las pautas de comportamiento. Si bien es cierto que éstas son realiza­das por el individuo, las más de las veces lo son con otra u otras personas. El proceso social de la cooperación entre amigos ilustra es­te hecho. Existen ciertos requisitos mínimos, modo de obrar y de pen-

188 VII. Pautas de conducta

sar, «reglas del juego», que constituyen la amistad y que existen ya en la cultura antes de que dos personas se encuentren y traben amistad. Cada persona «siente» las exigencias de estas pautas de comportamien­to, se hace cargo de que se enlazan entre sí y las cumple si quiere ser un buen amigo.

Otro ejemplo es el de la competición, proceso altamente valorado en Norteamérica. Incluso los competidores que son a la vez amigos saben que la competición difiere de la amistad; y la diferencia reside en las pautas de comportamiento que las constituyen. El contenido del proceso es la combinación de formas de obrar y pensar que cada competidor realiza al responder al otro.

d) Las pautas de comportamiento están además organizadas y sistematizadas en instituciones. Por ejemplo, las diferentes formas de conducta que tienen lugar regularmente en un servicio de culto están coordinadas entre sí y van enderezadas a la meta de la institución religiosa. Esto es cierto aun cuando muchas de las acciones y senti­dos generales de la situación no sean comprendidos perfectamente por los participantes. En la esfera política las campañas electorales, la vo­tación, la propaganda, el cumplimiento de las leyes y la administra­ción civil están institucionalizadas, y todas las pautas de este com­portamiento social están estructuradas de una manera coordinada.

e) Finalmente, la cultura es el sistema total organizado de todas las pautas de comportamiento de la gente. El comportamiento social aprendido de una sociedad entera, todas las formas de actuar y pensar compartidas y reiteradas, constituyen la «pauta de vida» de un pueblo. La estructura o la organización es inherente a la misma noción de pau­ta de comportamiento. En ulteriores capítulos de este libro estudiare­mos los aspectos culturales más amplios de esta estructura.

ALGUNAS PAUTAS DE CONDUCTA NORTEAMERICANAS

1. Patriotismo y etnocentrismo.

Los norteamericanos van adquiriendo cada vez mayor conciencia de su existencia nacional; incluso personas naturalizadas en Estados Unidos están orgullosas de ser norteamericanas, y algunos a los que sólo una gene­ración separa de sus ascendientes europeos desarrollan un patriotismo más bravo y ostentoso que los americanos de abolengo. Un estudiante que de suyo es un americano patriota y leal, se siente a veces perplejo al oír hablar de etnocentrismo y se pregunta si no es injusto con su propio país al tratar con objetividad científica a otros países.

Patriotismo y etnocentrismo 189

El etnocentrismo es una tendencia, generalmente de superioridad, por la que juzgamos a los extranjeros y grupos exteriores según las normas, valores y estándares de acuerdo con los cuales se nos ha socializado. Este es uno de los mayores obstáculos para la objetividad científica, y es fuente de pautas de prejuicio, intolerancia, discriminación, y reducción a estereo­tipos. En lo que hay que insistir es que una persona no necesita ser etno-céntrica para ser patriota. Se pueden apreciar los valores sociales en otra cultura sin renunciar a los propios; por lo menos se puede tratar de com­prender estos tipos extranjeros de comportamiento, sin juzgar a todos los miembros del grupo exterior como estúpidos y faltos de inteligencia.

La mayor parte de los norteamericanos se glorían de ser objetivos, equitativos y razonables — de hecho, éstos son altos valores de nuestra cultura—, pero con gran frecuencia aparecen también actitudes egocén­tricas. He aquí algunas pautas culturales extranjeras que son ridiculizadas por algunos norteamericanos:

a) La falta de escolarización formal y el grado de analfabetismo que caracteriza a las masas en la mayor parte de los países del mundo se con­funde con frecuencia con falta de inteligencia. El elevado valor social de la enseñanza general, obligatoria en los Estados Unidos, se emplea erró­neamente como norma para medir la inteligencia de las gentes de otros países que no gozan de este privilegio.

b) La estructura relativamente cerrada de clases que existe en muchos países es criticada por norteamericanos que tienen como criterio de valor la movilidad ascendente. Nosotros suponemos que los ambiciosos esfuer­zos por elevarse en la escala social constituyen un valor universal y pensamos que «algo no funciona» en las personas que se conforman con un status social permanente. Las gentes que no tratan de «mejorarse» económica y materialmente, nos parecen sufrir de alguna deficiencia de carácter.

c) La práctica de gesticular al hablar, común en los países latinos, pa­rece ridicula, si no ordinaria, a muchos norteamericanos. Como nosotros nos hemos acostumbrado a hablar sin servirnos de las manos, llegamos a la conclusión de que ésta es la «mejor» manera de llevar una conversa­ción.. Asimismo juzgamos negativamente la rapidez en el hablar y los tonos excitados de voz que usan tan frecuentemente algunos extranjeros.

d) Muchos norteamericanos consideran que la falta de puntualidad que algunas gentes demuestran es una impertinencia e indicio de pereza. «El tiempo es oro» es un lema peculiarmente norteamericano, y como nos­otros tenemos tal aprecio del tiempo y por tanto de la puntualidad, por eso nos cuesta trabajo comprender a gentes impuntuales y sin prisa.

e) Los americanos reconocen muchos de los problemas de su propio sistema familiar, pero con todo critican las relaciones entre padres e hijos en muchos países extranjeros, y entre los inmigrados. Tienen la sensación de que los niños extranjeros están a menudo cohibidos y sujetos a restriccio­nes inhumanas, principalmente las muchachas adolescentes. La fe de los

190 VII. Pautas de conducta

americanos en el individualismo, en la libertad y en la competencia influye en su juicio sobre las relaciones humanas en otras culturas. Tales aprecia­ciones las manifiestan los norteamericanos al mostrar su simpatía a los niños de padres extranjeros.

Éstos son sólo algunos ejemplos de actitudes norteamericanas frente a las pautas culturales del extranjero. Demuestran que el americano descon­fía a menudo de lo que le es extraño. Desconfía de pautas extranjeras de comportamiento, porque no acepta los valores sociales que han precedido a su formación. A propósito de los extranjeros se pregunta: «¿Por qué no hacen las cosas con más naturalidad?», lo cual quiere decir realmente: «¿Por qué no son americanos en sus modos de proceder?»

Los norteamericanos se extrañan a veces de que los extranjeros tengan para con nosotros la misma actitud de etnocentrismo. Esto nos choca a veces porque nos hemos convencido de que nuestras pautas de comporta­miento son las mejores posibles. Tal actitud es etnocentrismo en su forma más rigurosa y es característica de algunas gentes en todas las culturas. La persona etnocéntrica desconfía de todo lo que es extranjero y considera incluso que las pautas extranjeras de cultura son subversivas para su propia sociedad. Carece totalmente de objetividad científica.

2. Pautas fuera de la ley.

La sociedad urbana norteamericana se ha dado a conocer por sus muy propagadas pautas fuera de la ley, de las que son ejemplo el crimen orga­nizado, el chantaje, y los syndicates*. No nos interesan ahora los actos criminales individuales, o los eventuales estallidos de motines callejeros vio­lentos. El vivir sin ley es un problema, pero resulta estar también en con­flicto con las afirmaciones básicas que llevamos hechas acerca de las pautas normativas de comportamiento. El punto de confusión para el principiante en los estudios sociológicos está en que el comportamiento criminal, aun cuando tiene sus pautas, no se adapta a las normas y reglas aprobadas de comportamiento social.

La mayoría de los norteamericanos viven dentro de la legalidad la mayor parte del tiempo; las gentes son conformistas en la mayoría dé sus actividades rutinarias; de no ser así, sería imposible una sociedad orga­nizada y ordenada y la sociología no podría existir. La posibilidad de que una sociedad perdure y funcione depende del hecho de que la mayoría de las gentes obran y piensan según las pautas previstas. Lo interesante de los delincuentes habituales es que sus pautas de conducta son análogas a las de cualquier otro en la sociedad. Hay, sin embargo, ciertas constantes de com­portamiento que sitúan al criminal aparte de las otras personas:

* Nota del traductor: los syndicates son, en los Estados Unidos, asociaciones laxas de chantajistas que controlan el crimen organizado (del tipo chantaje político, apuestas, prostitución).

Pautas fuera de la ley 191

a) El delincuente observa normas de comportamiento. Vive fuera de la ley sólo en cuanto que menosprecia algunas de las normas legales que aprueba y acepta la sociedad en general. Dentro de su mundo, se cuenta con que guardará el secreto acerca de las actividades propias y de sus asociados y mirará con desprecio al «soplón» que informa a la policía. Se espera que mantenga su palabra, cumpla sus promesas, y trate con respeto y estima a sus colegas de delincuencia.

b) Sólo una pequeña parte de los delincuentes de profesión trabajan aislados. En otras palabras, gran parte de la actividad criminal está social-mente organizada. Esta organización existe no sólo en los gongs en gran escala que trafican con opio y otras mercancías de contrabando, sino tam­bién en las relaciones humanas que se establecen dondequiera que trabajan juntos dos o más maleantes. Hay relaciones recíprocas entre roles e inter­dependencia entre estas gentes aun cuando sólo se reúnen temporalmente para un solo asunto.

c) El delincuente profesional se especializa. Se hace eficiente y afor­tunado en un tipo de delito que ha repetido muchas veces. Por eso es posible a la policía «fichar» a los criminales e, irónicamente, localizarlos más fácilmente. El éxito en un género de tentativas crea ciertas constantes de comportamiento observables que la policía acaba por esperar de cada criminal concreto. Si busca a un estafador no revuelve entre carteristas y atracadores.

d) Desde un punto de vista institucional el delito es una pauta de com­portamiento económica o laboral. El mayor incentivo para el delincuente es el lucro, una manera de ganarse la vida. Crímenes procedentes del vicio personal de borrachos habituales, de drogadictos, de delincuentes sexuales no se incluyen en este análisis de los delincuentes de profesión. La expli­cación de la conducta fuera de la ley de estos desviados está en motivos psicológicos más bien que económicos. Por eso los criminales de profesión se distinguen principalmente por cometer delitos contra la propiedad y secundariamente delitos contra las personas.

e) El comportamiento criminal es un producto cultural, resultado de experiencias sociales. Los delincuentes intercambian informaciones, los jó­venes aprenden de los veteranos y expertos; se engendran y se ponen a prueba nuevas ideas. De la misma manera que el ciudadano normal que vive dentro de la legalidad se encuentra constantemente inmerso en el pro­ceso de socialización, así también el criminal de profesión es influido por su ambiente social y cultural.

Estas pautas generales de comportamiento son características del delin-. cuente de profesión, cuya principal ocupación lucrativa consiste en con­culcar la propiedad ajena. No explican todos los crímenes ni dan razón de la gran variedad existente entre los delincuentes americanos. Numerosos estudios han mostrado, por ejemplo, que los Estados del Sur tienen mayor proporción de crímenes con violencia que otras regiones, que los delitos contra la propiedad son más numerosos en las zonas urbanas que en las

192 VII. Pautas de conducta

rurales, que la edad, el sexo y la inteligencia son diferentes según el tipo de infracción cometida.

Si los norteamericanos viven dentro de la legalidad menos que las gentes de otras sociedades, es una cuestión que no podemos contestar aquí plenamente. Hemos tratado aquí de los criminales «profesionales» y hay que tener presente que se ha hablado mucho de los fuera de la ley «ama-teurs», de la desobediencia civil, del desorden callejero y universitario, de la medida en que se infringe la ley con el uso y tráfico de drogas. La acti­tud social frente al infractor de la ley, la competencia y el status social de los funcionarios encargados de velar por el cumplimiento de la ley, las políticas de prevención, castigo, y reforma, son variables que deben tenerse en cuenta en el estudio científico de las pautas fuera de la ley.

3. Pautas recreativas.

La institución del esparcimiento existe en toda sociedad, pero la aten­ción prestada a las pautas recreativas es muy distinta de un sitio a otro. En algunas sociedades se considera prerrogativa exclusiva de los niños y de los ricos ociosos dedicar todo el tiempo al esparcimiento. A la idea de algunas sociedades de que el trabajo es un mal y el ocio un bien, se opone en otras la idea de que el trabajo lucrativo tiene elevado carácter ético, mientras que las actividades recreativas son moralmente sospechosas. Es evidente que las pautas de esparcimiento en una sociedad están influidas por la actitud de las gentes frente al trabajo y frente al ocio.

En la cultura norteamericana gozan de alta estima tanto el trabajo como el ocio. La reducción de la semana de trabajo ha proporcionado mayor tiempo libre a más y más norteamericanos, y la elevación de los ingresos ha facilitado a los norteamericanos en general los medios de pro­curarse más distracciones. Esta combinación de ocio y de dinero ha con­tribuido a desarrollar cierto número de rasgos distintivos en nuestras pautas de recreo. En este análisis dejamos de lado las actividades creadoras y los hobbies, así como las actividades literarias y artísticas, aun cuando éstas son pautas importantes y sólo atendemos a los aspectos del esparcimiento

como «juego». a) La comercialización de los deportes ha avanzado probablemente más

en este país que en ningún otro. No sólo son los deportistas profesionales, sino que gran número de entrenadores, administradores y apoderados, así como muchos funcionarios subsidiarios, se ganan la vida con los deportes. Para ellos el esparcimiento es un negocio y las pautas recreativas son pautas económicas. Grandes ventajas pecuniarias logran los que participan con éxito en competiciones de béisbol, fútbol, baloncesto, boxeo, lucha y hockey.

b) La organización de los deportes más populares ha dado por re­sultado que los norteamericanos sean espectadores más bien que partici­pantes activos en ellos. En los campos de muchas universidades se des-

Pautas recreativas 193

aconseja la formación de equipos. La afición al cine y a la televisión es otro indicio de la manera que tienen los norteamericanos de divertirse como espectadores pasivos. Así como el aspecto comercial de la recreación exige un sueldo que gastar, el aspecto de espectador requiere tiempo libre.

c) La actitud norteamericana frente a la naturaleza, a la que se con­sidera más como servidora que como madre, ha influido enormemente el punto de vista sobre las pautas recreativas. La naturaleza, con sus mon­tañas y llanuras, corrientes, lagos y playas, es algo de que se ha de usar y disfrutar, no sólo algo que se haya de mirar y admirar. Aunque la des­enfrenada explotación de las riquezas naturales ha cedido el paso a una política nacional de conservación, la actitud norteamericana sigue siendo pragmática. Incluso los aspectos decorativos de la naturaleza deben ser de utilidad.

d) Los modernos medios de transporte han influido también enorme­mente en nuestras pautas de esparcimiento. Los norteamericanos son la gente que más viaja en el mundo, y nuestro país ha sido llamado una «nación sobre ruedas», y pronto se llamará una «nación con alas». Este viajar ha contribuido en gran manera al desarrollo del esparcimiento insti­tucionalizado. Moteles, paradores y cines al aire libre han surgido a con­secuencia del uso del automóvil. Viajes de vacaciones en autobús, en ferro­carril o en avión han conducido a los americanos a puntos de nuestro país que antes eran inaccesibles. La abundancia de medios de transporte — y la existencia de medios para utilizarlos— explica por qué, a diferen­cia de la mayor parte de los europeos, jamás hemos aceptado las excursio­nes a pie como forma popular de recreo.

e) Algunas formas tradicionales de recreo masculino, como la pesca, la caza y el camping son practicadas ahora gradualmente por ambos sexos y a cualquier edad. Son una continuación de nuestras tradiciones rurales de roturadores y en cierto modo también una reacción contra el confina­miento de la vida urbana. Los valores relativos a la buena salud, al aire puro, a los ejercicios al aire libre se reúnen en estas formas de esparci­miento.

f) La creencia social en los beneficios del esparcimiento ha dado lugar a la organización sistemática de campos de juegos y de parques públicos. La sociedad los proporciona como medio para un desarrollo físico sano y también como antídoto contra la delincuencia. La importancia que en Estados Unidos se da a los deportes, no es sólo comercial y profesional. La sociedad se siente obligada a satisfacer las necesidades de esparcimien­to de la gente en las formas que a ésta más le plazcan.

La institución recreativa norteamericana tiene aspectos artísticos y li­terarios que no hemos considerado aquí. Se discute, en efecto, si la dedi­cación seria al arte puede interpretarse como expansión y recreo. En muchos sentidos, estas pautas reflejan especializaciones en la cultura norte­americana y probablemente exigen un análisis separado. Suponen cánones de buen gusto y preferencias sobre las cuales se discute mucho y que se

194 VII. Pautas de conducta

hallan en un plano completamente distinto de aquel del juego y los depor­tes al aire libre de que hemos tratado más arriba.

Importa mucho que el aprendiz de sociólogo se percate de que el esparcimiento no es meramente un subproducto de una cultura, o una acti­vidad que realizan las gentes cuando no tienen nada mejor que hacer. El recreo en una forma o en otra se halla en toda sociedad. Es una de las instituciones básicas universales. Es una institución cada vez más impor­tante de nuestra cultura en cuanto que la sociedad norteamericana no cesa de procurar a su pueblo más ocio y un nivel más alto de vida material.

4. Los sondeos de opinión y el público norteamericano.

El sondeo de la opinión en su forma actual es un fenómeno específica­mente norteamericano. En otras sociedades, tanto en el pasado como en el presente, ha habido personas curiosas que trataban de descubrir lo que pensaban las gentes. Estaba reservado a los sociólogos norteamericanos idear y perfeccionar las técnicas de sondeo, los tipos de cuestionarios y los métodos de presentación con que investigar las pautas conceptuales. Esto no significa que hayan logrado una manera perfecta de descubrir las opiniones de las gentes ni que ninguno de los consultantes pretenda haber realizado su obra con completa exactitud.

No obstante, el sondeo de opinión es una práctica ya consolidada. A juzgar por lo que dicen los periódicos y las revistas, y por lo que dan a entender la radio y la televisión, los norteamericanos no sólo se intere­san seriamente en estos sondeos, sino que les otorgan cierto grado de con­fianza. Para comprender correctamente la validez y seriedad de los sondeos de opinión conviene considerar ciertos hechos:

a) El sondeo de opinión es una muestra de la expresión personal ^de la opinión por parte de los individuos interviuados. Es imposible consul­tar a todos los hombres, mujeres y niños y sobre todos los asuntos. Dado que nuestra población está constituida por diferentes categorías sociales, el sondeo trata de obtener una muestra numéricamente representativa de todas ellas. El sondeo de mayor alcance es el de las elecciones nacio­nales, que afecta a algo más de la mitad de las personas con derecho al voto y un porcentaje mucho menor de la población total.

b) Los sondeos de opinión son representaciones estadísticas de pau­tas del pensar. Representan la opinión de los interrogados en el momento en que fueron interrogados, del mismo modo que el censo decenal presenta hechos estáticos, como los correspondientes al primero de abril del año censal. Sondeos hechos sobre el mismo asunto en semanas sucesivas mues­tran que la opinión cambia de tiempo en tiempo, pero el cambio afecta generalmente a un porcentaje relativamente pequeño de interrogados. Aun teniendo en cuenta estos desplazamientos, cabe advertir determinadas ten­dencias de la opinión en una población durante un período de tiempo.

Los sondeos de opinión y el público norteamericano 195

c) El sondeo de opinión, considerado con objetividad científica, no es una predicción dé futuras pautas de comportamiento. Es cierto que hay fabricantes que se sirven de los sondeos como índices de las tendencias en el consumo, pero 'atienden mucho más al estudio del uso efectivo de sus productos, es decir, a las pautas externas de comportamiento de los clientes. Debemos distinguir cuidadosamente entre el uso de los sondeos como medio de propaganda y de publicidad con objeto de inducir a las gentes a hacer ciertas cosas, y su uso como instrumento de precisión para predecir el comportamiento. Este último no ofrece plena garantía, dado que no es posible conocer y controlar todas las variables.

d) La validez de algunos sondeos de opinión es problemático, dada la tendencia a dar las respuestas esperadas, particularmente cuando las cuestiones versan sobre importantes valores sociales. Incluso personas que practican relaciones extraconyugales tienden a opinar en favor de la fide­lidad conyugal. Pocos ateos se deciden a negar francamente la existencia de Dios. A menudo resulta difícil distinguir entre la opinión real y la opinión esperada.

e) Los resultados de los sondeos de opinión se presentan siempre en forma estadística, pero a veces la falsa interpretación de tales estadísticas da una idea errónea de la opinión. Por ejemplo, si un sondeo registra a propósito de una pregunta concreta un sesenta por ciento de abstenciones, un treinta por ciento de respuestas negativas y un diez por ciento de res­puestas positivas, es un error, si no un engaño, pretender que «seis entra ocho han respondido afirmativamente». Este ejemplo podría multiplicarse con otros abusos de las estadísticas, no por falta de los consultantes o de los métodos, sino de las personas que interpretan los resultados.

f) La validez y garantía de los sondeos de la opinión pública depen­den de la clara formulación del asunto en cuestión. Por esta razón casi siempre los enunciados son comprobados de antemano y redactados de nuevo, para que no se presten a ambigüedades o tergiversaciones. De ello se encargan especialistas hábiles y avezados, especialmente cuando proponen cuestiones sobre asuntos nacionales de primera importancia.

Desde luego, el método de los sondeos no es el único ni el mejor para el estudio del comportamiento humano. Aun con todo su refinamiento y en manos de expertos, no deja de ser un difícil mecanismo de investiga­ción. Los sondeos han sido objeto de elogios extravagantes y despiadadas censuras. Tratan de apreciar lo que no es directamente observable: las pautas conceptuales de las gentes. Lo más seguro es decir que si se prac­tican científicamente son un útil accesorio de los métodos más seguros y directos de estudio, tales como la observación inmediata, los interrogato­rios profundos y toda clase de tests de grupos.

196 VII. Pautas de conducta

5. Algunas pautas políticas.

En los Estados Unidos el comportamiento político está institucionali­zado. La política está aquí mucho más estandardizada y regularizada de lo que puede parecer a la mayoría de los observadores extranjeros. Con frecuencia se nos llama una «nación joven», pero nuestro sistema político es más antiguo que el de la mayoría de las naciones contemporáneas. Ade­más, hemos sido siempre un país con sólo dos grandes partidos políticos. También es cierto que el próspero funcionamiento de la «máquina» políti­ca ha venido a formar parte de nuestra vida nacional. Estos tres factores han dado tradición y duración a la institución política norteamericana.

Ciertos rasgos políticos parecen ser característicos de las pautas de comportamiento de los norteamericanos. La más curiosa de éstas es la apatía política. En un país donde la enseñanza es obligatoria y hay un elevado nivel de instrucción, donde se da gran valor a la democracia y el sufragio está prácticamente al alcance de todos, son relativamente pocos los que participan en las elecciones. La apatía en las urnas puede ser un indicio de la libertad de votar o no votar. No hay ley que obligue a los ciudadanos a votar, y probablemente son muchos los que no admitirían la obligación moral de hacerlo.

El comportamiento en el voto parece seguir varias pautas, y las obser­vaciones siguientes darán, a grandes rasgos, una idea del material fidedigno que se ha podido reunir sobre el particular. Se trata de descripciones, más bien que de explicaciones, de las pautas del voto.

a) Las personas más instruidas suelen votar más regularmente que aquellas con menor escolarización. Las personas de mayor instrucción suelen tener más interés en los problemas que juegan en las elecciones, y los conocen mejor. El acto de inscribirse y de votar no es en sí complejo y no requiere gran instrucción, sobre todo en los distritos urbanos que han instalado máquinas para votar.

b) Las personas con ingresos elevados suelen votar más que las de ingresos bajos. Aun cuando el voto del pobre tiene el mismo valor que el del rico, es claro que éste tiene más intereses económicos en su país y más empeño en salvaguardarlos. Es cierto, naturalmente, que cuanto más elevado es el nivel de los ingresos, menos son los votantes, por lo que es mucho mayor la importancia numérica de los votos de ingresos bajos. La clase media puede en cualquier momento aventajar con el voto a ricos' y pobres.

c) Votan más hombres que mujeres. Esto es cierto absoluta y relativa­mente, aunque es mayor el número de las mujeres en edad de votar que el de los hombres. La idea tradicional de que la política no es «asunto de mujeres» tiene todavía cierta vigencia. A pesar de la emancipación de las mujeres y de su mayor participación en todas las actividades sociales, sus intereses son todavía en su mayor parte apolíticos.

Bibliografía 197

d) La población urbana y suburbana vota proporcionalmente más que la rural. La instrucción y los ingresos influyen algo en esta diferencia, como también el hecho de que las campañas son más intensas y los cen­tros electorales más accesibles en los centros urbanos. En éstos los asuntos políticos se presentan más vigorosamente y los partidos políticos se esfuer­zan más para «llevarse los votos».

e) La mayoría de los votantes vota, elección tras elección, regularmen­te por el mismo partido. En las elecciones nacionales, demócratas y repu­blicanos alternan en el poder porque el número de votantes que pasa de un partido al otro es relativamente pequeño. De ahí que los votantes llama­dos independientes constituyan en Norteamérica una importante categoría minoritaria.

f) La adhesión a los partidos es generalmente «cuestión de familia». En las familias existe como una tradición de apoyo al partido y pautas de voto que se transmite de padres a hijos. Como se puede suponer, el marido y la mujer suelen también votar por la misma persona y el mismo partido.

g) Más de la mitad de los que tienen derecho al voto se abstienen de ejercerlo en las elecciones locales y de los Estados. Sólo en las eleccio­nes nacionales pasa del 50 por ciento la proporción de los votantes. La proporción de los que se abstienen de votar sigue siendo muy elevada en varios estados del Sur, donde muchos negros carecen, en la práctica, de voto, la población es en gran parte agrícola y es bajo el nivel de instrucción.

Hay otras varias pautas de comportamiento negativo que distinguen la institución norteamericana del voto. A diferencia de los votantes en mu­chos otros países, la mayor parte de los votantes no se adhiere a ninguno de los grandes partidos políticos por razón de su procedencia nacional, de su religión, de su filosofía política o de su status económico. Aunque los políticos son conscientes de estas variables, y efectúan a veces sutiles llamadas que se basan en ellas, ningún gran partido puede presumir de la fidelidad de los votantes sobre esa base. Es probable que en algunas loca­lidades los trabajadores católicos urbanos voten por el partido demócrata y que en otras localidades los hombres de negocios y agricultores protes­tantes voten por el partido republicano; pero éste no es en modo alguno un fenómeno de envergadura nacional.

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VIII

ROLES

Todo el mundo sabe lo que significa el papel que desempeña en el teatro un actor. El actor asume temporalmente la personalidad y el comportamiento de un carácter ficticio y desempeña su parte en la representación como si fuera la persona representada. El concepto del rol social es análogo al del papel dramático. La diferencia está en que en el rol social la persona se representa a sí misma. El rol social no es ficticio ni temporal; se ha aprendido en el proceso de socialización, se desempeña en los diferentes grupos en que par­ticipa la persona, y se «interioriza» en la personalidad social del indi­viduo.

Ya hemos visto que las pautas de comportamiento son las unifor­midades repetidas de conducta social, tanto manifiestas como latentes. Cuando un determinado número de pautas relacionadas entre sí se agrupan en torno a una función social, a esta combinación la llamamos rol social. Por ejemplo, existen ciertas pautas constantes de compor­tamiento — acciones y actitudes, deberes y privilegios— que se atri^ buyen a cada uno de los miembros de una familia. Al realizar este comportamiento todos ellos —hombres o mujeres— desempeñan su rol familiar. El rol social se determina y se especifica por la necesi­dad sqcial a que responde y por el grupo social en el que se desempeña.

No hemos de pensar que la persona asume sencillamente el rol por algún tiempo y luego se desentiende de él. Cada persona tiene diversos rojes, pero están entretejidos y profundamente afincados en sus habituales maneras de pensar y de obrar. El individuo es simul­táneamente actor y miembro en los grupos básicos de la sociedad, y durante el proceso de socialización tiende a aprender simultáneamen­te todos los roles sociales. Se espera que durante toda su vida «des-

200 VIII. Roles

empeñe su papel» como miembro de la sociedad, y esto es lo que hace al desempeñar sus roles sociales.

Rol y personalidad social.

Desde el punto de vista sociológico la personalidad social es la suma de todos los roles que desempeña el individuo. Los roles se llaman sociales porque representan uniformidades de conducta com­partidas por mucha gente. El rol se puede estudiar científicamente, se puede analizar en detalle y se puede observar en acción, puesto que son muchas las personas que realizan el mismo rol más o menos de la misma manera. El rol típico de padre, o de vendedor, o de maestro se puede reconocer entre las personas que nos rodean en la sociedad. Si esto no fuera así, el sociólogo no podría estudiar las relaciones humanas organizadas ni podría la sociedad funcionar de manera ordenada y sistemática.

La personalidad social es esencialmente el sistema total de roles por los que el individuo «trata» con la sociedad. Toda persona par­ticipa en numerosos grupos y en cada uno de ellos desempeña su parte o representa su rol. No inventa la manera como ha de reali­zarlo ; lo hace en la forma en que se prevé que se ha de hacer. Un hombre puede ser padre de una familia, vendedor en su negocio, miembro de una junta parroquial, capitán de un equipo, miembro de una asociación de maestros y padres de famjlia, elemento activo de un distrito en un partido político local. Es siempre la misma persona individual, pero representa roles institucionalizados en los grupos básicos familiar, económico, recreativo, educativo y político de su comunidad.

Conviene notar que, aunque el individuo es la misma personalidad básica en cualquier grupo en que participe, se presupone —y así lo hace en realidad— que en cada grupo se comporta en forma más o menos diferente. Es evidente que un hombre no se comporta exac­tamente lo mismo en una función religiosa en la iglesia y en un partido de golf del club regional. La situación es diferente, y la fun­ción del grupo es distinta en cada caso. Tres elementos —la situa­ción, la función y el grupo— se combinan constituyendo la diferen­cia a que ha de responder el individuo. Respondiendo a estos tres ele­mentos realiza la persona su rol social sujeto a pauta.

Al tratar de la persona social insinuamos ya que dejábamos al psicólogo el análisis de la personalidad individual. No queremos decir

Rol y status 201

que la personalidad social sustituya a la personalidad individual. Cada individuo es en cierto modo único, y la historia social de dos perso­nas, aun de los llamados gemelos, no puede ser exactamente idéntica. Cuando analizamos el rol social y la personalidad social, abstraemos de los individuos concretos lo que tienen de común, lo que comparten unos con otros, lo que está esquematizado culturalmente.

Rol y status.

Entre los que se dedican al estudio de la sociedad existe una con­fusión acerca de la relación entre el rol y el status, análoga a la que existía en los conceptos de institución y grupo. Esta última se ha disipado distinguiendo entre la unidad básica de la institución, que es la pauta de comportamiento, y la unidad básica del grupo, que es la persona social. Los términos «institución» y «grupo» no se pueden usar indistintamente; de la misma manera debemos hacer notar que los términos «rol» y «status» tampoco son intercambiables.

Como ya hemos visto, el status se refiere a la situación de una persona, clase o categoría dentro de la estructura social. Status so­cial es una construcción, una evaluación a la que se llega combi­nando y aplicando los criterios de valores sociales corrientes en la sociedad. Nos dice en qué punto del espacio social se halla la per­sona en relación con otras personas. Por otra parte, el rol social nos dice lo que hace la persona. Es un concepto funcional y dinámico concerniente a la realización social del individuo y no a la evalua­ción que las otras personas hacen de él.

La distinción entre rol y status resulta más clara si nos fijamos en que el rol social es uno de los numerosos criterios con que se estima el status social de una persona. Además de la riqueza, la as­cendencia, el sexo, la edad y los otros criterios de status, se evalúa también la utilidad funcional de la persona para la sociedad. Esta utilidad funcional se refiere a lo que hace en sus roles sociales. En una cultura pragmática y dinámica en la que la gente desea que las cosas se hagan eficazmente, el género de papeles o actividades que desempeña una persona puede ser el principal criterio de evaluación de su status. Se supone que una persona de elevado status social des­empeñará determinados roles de una manera determinada, pero esto no quiere decir que su status social sea lo mismo que su rol social.

202 VIII. Roles

Rol y relaciones.

Ya hemos visto cómo los status sociales se enlazan entre sí en la estratificación social. El status social de una persona sólo tie­ne sentido sociológicamente si se compara o se pone en relación con el status de otras personas. El status se interpreta con referencia a los niveles de jerarquía, coordinación y subordinación en que pueden hallarse situadas las personas. En comparación con otras personas, un individuo tiene un status más alto, análogo o inferior, y en este sen­tido podemos decir que la relación existe entre los status más que en­tre las personas.

Es también evidente que los roles sociales no existen aislada­mente. Carece de sentido hablar de ellos si no es en relación con los roles de otros. Los diferentes roles sociales que desempeña un indi­viduo están relacionados entre sí dentro de su propia personalidad. Pero estos roles están también, separada o colectivamente, en co­nexión con los de otras personas. Esta conexión con los demás prueba que los roles son complementarios. La gente se complementa mutua­mente mediante relaciones sociales recíprocas. En este sentido podemos decir que éstas existen entre los roles más que entre las personas.

Generalmente las relaciones sociales son concebidas como una re­lación entre personas o grupos de personas. Esto es, desde luego, una interpretación de sentido común de la experiencia corriente. Pero si analizamos más a fondo la relación social, vemos que los roles son el mecanismo intermedio de las relaciones sociales. La gente reaccio­na entre sí en sus roles sociales y a través de ellos. Madre e hija ex­perimentan una continuada relación personal, pero esta relación se realiza a través del rol de madre y de hija. Una y otra actúan y pien­san en formas sujetas a pauta, conocidas, esperadas y correspondidas.

Ocasionalmente una persona puede experimentar un conflicto de ro­les, lo que significa que los roles no siempre se hallan en relación com­plementaria. Las exigencias del rol financiero de un hombre pueden estar de punta con las expectativas de su roles familiares de marido y padre. En otro nivel puede existir un conflicto de roles para el cura castrense cuya formación teológica lo empuje a la paz mien­tras que su formación militar lo empuje a la guerra. Los ejemplos abundan porque toda cultura contiene objetivos institucionales dife­renciados y cada personalidad social contiene distintos roles.

Contenido de los roles 203

Contenido de los roles.

La definición de las relaciones sociales como la relación recíproca entre roles sociales resulta más clara si analizamos el contenido de estos últimos. Hemos dicho que las pautas de comportamiento cen­tradas en una función social específica y dirigidas a una meta social constituyen el contenido del rol social específico. La actuación de los derechos y deberes en consonancia con la función es el núcleo del rol; por ejemplo, la realización de los ritos sacramentales es el núcleo del rol social de un sacerdote de parroquia. No todas las pautas de comportamiento asociadas con el rol implican esta estricta connota­ción moral; por ejemplo, la hora en que el sacerdote reza sus ora­ciones privadas, o la manera como prepara sus sermones no tiene la misma importancia ni es igualmente exigida por la presión social.

La variación de las pautas dentro del rol es a su vez una indi­cación de la jerarquía de comportamiento aceptable dentro de la so­ciedad. Una madre que abandona a su niño comete un ultraje contra los valores de la cultura; procede contrariamente a sus normas y convicciones y es condenada por faltar a un deber esencial de su rol. La madre que ama, protege, alimenta, instruye, educa y, en ge­neral, cuida a su niño, desempeña su rol de acuerdo con las pautas aprobadas socialmente. Pero en los detalles menores de esta realización se le deja mucho campo libre.

El rol social está constitudo por las pautas de conducta tanto ma­nifiestas como latentes. Se espera que el médico no sólo proceda como médico, sino que además tenga modos de pensar, actitudes, valores, y conocimientos de médico. Hay cierto margen de opciones individuales y de grados de conformidad, pero esta elasticidad del rol se permite socialmente sólo hasta cierto punto. El médico no puede comportarse con el paciente como con su hija pequeña o con su amigo del café. El paciente, y en este particular el público en general, cuenta con que el médico desempeñe su rol social de acuerdo con pautas bien conocidas en la sociedad.

El contenido de un determinado rol social está relacionado siem­pre con el de otros roles. En la relación entre médico y paciente se supone que el paciente adoptará siempre ciertas actitudes y reac­ciones frente al doctor. Si analizamos nuestro propio comportamiento en los diferentes grupos y situaciones y en relación con las diferentes personas, veremos que esto es exactamente lo que hacemos. Basta con examinar las relaciones comúnmente repetidas, como las de pa-

204 VIH. Roles

trono y empleado, maestra y discípulo, abogado y cliente, párroco y feligrés, padres e hijos, o las ordinarias relaciones de amigos y vecinos, para darnos cuenta de que el contenido de un rol debe estar en consonancia con el contenido de otro.

Roles esperados y reales.

No debemos concebir los roles sociales como mecanismos de comportamiento arbitrarios, rígidos y automáticos que no dan lugar a la menor opción entre pautas de conducta alternativas. Todo roí social está más o menos generalizado y estandardizado en una cul­tura determinada. En toda sociedad se prevé o se presuponen ciertos tipos de comportamiento en los roles de maternidad y paternidad, y el hecho de que la mayoría de los padres y de las madres responden las más de las veces a estas expectativas posibilita al sociólogo el reconoci­miento y el análisis de los roles.

Sólo cuando ciertos aspectos de algunos roles se imponen en for­ma rígida, como en algunos procedimientos judiciales, y rituales religio­sos, en la etiqueta formal, y el protocolo diplomático, resulta inelástico el rol social. Pero el elemento humano —la capacidad de optar de otra manera y la facilidad de cometer errores — está siempre presente. Ni siquiera en las culturas relativamente invariables y tradicionales se da una completa y absoluta conformidad con todas las expectativas de comportamiento de los roles sociales. Siempre hay un margen, por lo menos, para las pequeñas variaciones, y en una cultura que cambia rápidamente, estas variaciones pueden ser considerables.

Cuando las personas se socializan no aprenden formas aisladas, inconexas e irregulares de comportamiento. Aprenden roles más o menos completos observando e imitando a otros y siendo corregi­dos y aconsejados por ellos. Desde este punto de vista, lo que se espera del individuo es el rol total, más bien que tal o cual pauta particular dentro del rol. Como los roles se repiten por muchas personas de manera más o menos semejante, se convierten en algo estabilizado que se espera de todos los individuos. Como ya hemos visto, la expectativa y la realidad no se verifican siempre completa y perfectamente. Sin embargo, el conocimiento de lo que se espera del desempeño de un rol influye con frecuencia en el comportamiento de una persona, tanto como la observación del rol real desempeñado por otros.

Son numerosos los ejemplos de esta influencia del comportamiento

Sanciones sociales de los roles 205

esperado. El político local que se ve elevado al rango de juez federal tiende también a elevar sus pautas de comportamiento conformándo­las con lo que se espera de una persona en tal posición. La persona con prejuicios tiende a moderar sus actitudes generalmente violentas cuando se halla en presencia de personas bien educadas, inteligentes y de criterio amplio. El hombre que cuenta chistes verdes a sus com­pañeros de café, se supone que se reportará en presencia de sus es­posas y es generalmente capaz de modificar sus pautas de comporta­miento para adaptarse a las circunstancias.

Sanciones sociales de los roles.

El término «expectativa» que acabamos de usar indica algo más que una mera anticipación. Los roles sociales deben desempeñarse siempre, si es que la sociedad ha de seguir siendo un sistema ope­rante. Cada uno ha de representar su parte, ha de desempeñar su rol según la forma aprobada. La necesidad que tiene el individuo de desempeñar su función social va acompañada de la presión social para que efectivamente lo haga. Existen sanciones sociales relativas al cumplimiento del rol social. La sociedad aprueba ciertas cosas y desaprueba otras en las diferentes formas posibles de realizar un rol.

El rigor de las sanciones sociales es variable. No todos los roles sociales de la persona o dentro de la sociedad son igualmente im­portantes y perentorios. No todos los sectores del contenido de un rol son igualmente importantes. Los tres elementos conforme a los cuales se puede distinguir lo socialmente importante de lo socialmente insignificante en las pautas de comportamiento, se pueden aplicar también al rol social. El significado del rol social depende de la universalidad, obligatoriedad y valor que tenga para la sociedad. Estos tres elementos influirán, pues, en las sanciones sociales que a él se apliquen.

La sociedad enjuicia cada rol social en diversos niveles de com­portamiento y de conformidad con éstos aplica las presiones y san­ciones. Dentro de cada rol social hay a) un comportamiento exigido, sin el cual no se puede desempeñar el papel. Por ejemplo, el rol de un estudiante requiere que se matricule, que frecuente las clases y que se someta a exámenes. A otro nivel, el rol implica b) un com­portamiento permitido, sobre el que la sociedad o el grupo no esta­blecen reglas fijas y rígidas. El estudiante puede elegir sus actividades extraescolares, puede leer otros libros además de los impuestos, o

206 VIII. Roles

puede escribir cartas al director de la revista deportiva de la univer­sidad. Existe también c) un comportamiento prohibido, contra el que la sociedad actúa con sus penas o sanciones negativas. Por ejemplo, no está permitido a un estudiante incitar a un motín, arrojar sillas por la ventana o llevar un conjunto de jazz a la capilla del colegio.

El grado con que cada individuo se acomoda a las exigencias del primer nivel de comportamiento y evita el último indica el grado en que propiamente desempeña su rol social. Señala también la me­dida en que la sociedad aprueba el desempeño de su rol social y en el que se le imponen sanciones de aprobación o desaprobación.

La formación de roles sociales.

Hemos visto que el término «rol social» es solamente análogo al término «papel dramático». Este último es una creación de la obra teatral. El actor dramático se imagina ser otra persona y pre­tende realizar las acciones de la persona imaginada. El rol social, por el contrario, no es una creación del sociólogo ni es tampoco una realización imaginaria de la persona. Es creación de la cultura en cuanto que las personas lo han realizado una y otra vez; y aunque los roles principales existen en todas partes, su formación ha sido en cierto modo diferente en cada una de las diversas grandes socie­dades.

La existencia y el funcionamiento de los roles sociales básicos son condiciones necesarias para que haya una vida social. Como la cultura misma, los roles sociales se hallan presentes como algo inhe­rente a las sociedades, y en cuanto a su origen y existencia no re­quieren que se haya llegado a cierto nivel de desarrollo en un pueblo. Las sociedades primitivas, iletradas, sencillas, no podrían existir si la gente no desempeñara sus roles sociales. En este tipo de sociedad los roles son menores en número, pero su realización se exige con más rigidez que en la sociedad urbana, compleja e industrial.

Basta un conocimiento somero de las diferentes culturas del mundo para reconocer que ni siquiera los roles sociales básicos se desem­peñan en todas partes de una manera idéntica. Los roles se confi­guran según las exigencias de la sociedad o cultura particular en que se desempeñan. Por ejemplo, algunas necesidades económicas de una sociedad primitiva se pueden satisfacer con el rol relativamente sen­cillo de los trueques. En una sociedad comercial compleja esta función se multiplica y se especializa en los diferentes roles económicos de

Los roles y el individuo 207

agentes de compra, empleados de banco, vendedores, agentes de pu­blicidad, mecanógrafos, anunciantes de radio y televisión y otros-mu­chos. El número, contenido y género de los roles sociales existentes en una sociedad son el producto que la tal sociedad ha desarrollado.

La variable influencia de las grandes instituciones en una cultura sirve para comprender la importancia dada a los diferentes roles so­ciales básicos. En una sociedad en que predomina la institución eco­nómica se da gran importancia a las actividades profesionales; los principales valores se centran en ellas y la expectativa de compor­tamiento es en ellas muy exigente. En otra sociedad en que predomina la institución familiar son más refinados y exigentes los roles dentro de la familia y de los grupos de parientes. Diferente orientación y disposición se dará todavía a los roles sociales en una sociedad en que ocupe el primer lugar la institución política o religiosa.

Los roles y el individuo.

Toda persona individual ha nacido dentro de una cultura con­creta, en la que los roles sociales han sido ya institucionalizados. Como estos roles sociales son muy numerosos y ninguna persona es capaz de desempeñar todos los que existen, la sociedad debe pro­porcionar cierto mecanismo por medio del cual se ponen en contacto el rol y la persona. Ya dejamos señalado que las personas adquie­ren un status social por adscripción o por logro personal. Los roles no se adquieren de esta manera. Hablando con todo rigor, no se puede decir que se puedan asignar o lograr. El status es resultado del juicio en la mente de las gentes; el rol es lo que uno hace. Una persona puede lograr grandes cosas dentro de su rol, pero el rol mismo no lo puede lograr.

Se puede evitar la confusión en el empleo de estos dos conceptos distinguiendo entre la preparación para un rol social y el logro dentro del mismo. El mero hecho de que el rol de maestro de escuela primaria existe de una manera determinada en nuestra socie­dad, da al individuo la posibilidad de prepararse para él. La persona conoce de antemano cuáles son las exigencias del rol, qué género de capacidades, de conocimientos y de habilidades son mejores para el rol de maestro. Ciertamente el trabajo y el estudio forman parte de los grados preparatorios, pero todo esto es un logro dentro del rol ie estudiante, y no, hablando con todo rigor, dentro del rol de naestro.

208 VIII. Roles

Para comprender correctamente la relación entre el rol y el in­dividuo es necesario hacerse cargo de su influjo mutuo. Si bien una sociedad puede multiplicar el número y las clases de roles sociales, sólo en un sentido restringido podemos decir que el individuo crea incluso el contenido del rol, ni siquiera en parte. Los roles sociales que funcionan en una cultura particular son producto de la expe­riencia y de la colaboración de muchas personas a través de un largo período de tiempo. Estos individuos han influido y ayudado en la creación de aspectos particulares de los roles. El individuo entra a desempeñar roles ya existentes, pero en cierto modo los debe «in­teriorizar», y al hacer esto se distingue de alguna manera de los demás en la realización de los roles.

Al nivel general de abstracción necesario para el estudio científico debemos decir que los roles sociales son fórmulas ya preparadas, preexistentes de comportamiento social a las que se acomoda el in­dividuo. En sentido restringido y en algunos aspectos del rol existe una mutua acomodación. Hay dos modos generales en que tiene lugar esta acomodación, es decir, en que se encuentran el individuo par­ticular y los roles que ha de desempeñar. Estos modos son la asig­nación y la asunción.

La asignación de roles sociales significa que éstos son dados a la persona desde fuera. La asignación se efectúa de dos maneras, según la clase de rol social de que se trate. En algunos roles, la asignación tiene lugar automáticamente. Por ejemplo, ciertos roles familiares, como los de hijo, hija, tío, abuelo y primo, que no dependen de la decisión del individuo. Esto se aplica también a algunos aspectos de los roles sociales que todo individuo tiene por nacimiento, como la edad, el sexo, la raza y la ascendencia étnica. La asignación de roles puede ser también deliberada, como cuando se adopta un hijo o cuando una muchacha se vende en matrimonio, o cuando una per­sona adulta es designada para el rol de director de un banco, o elegido sheriff de distrito.

Una persona adquiere un rol por asunción cuando lo adopta voluntariamente, por su decisión individual. Por ejemplo, con la de­cisión de casarse las partes contrayentes asumen los roles de es­poso y esposa. Análogamente se asumen roles cuando uno decide seguir una profesión más bien que otra, estudiar en la universidad en lugar de buscar un empleo lucrativo, solicitar la admisión o algún cargo en determinados grupos.

No debemos simplificar demasiado la distinción entre asignación y asunción. En las complejas situaciones de la vida cotidiana se dan

Clasificación de los roles 209

muchos casos en que van de la mano la asignación externa deliberada y la voluntaria asunción personal del rol social. Existe cooperación por parte de los que asignan los roles y por parte de las personas que los asumen. Por ejemplo, la persona que está dispuesta a asumir el rol de padrino no lo hace sin que los padres del niño le asignen deliberadamente este rol.

Clasificación de los roles.

Los roles sociales que existen en una cultura se pueden clasificar desde diferentes puntos de vista. Ya hemos visto que algunos roles son asignados y otros asumidos, que algunos son sencillos y otros complejos. Podemos clasificar los roles según el grado de valor social que se les atribuye; algunos son tenidos en poca estima y otros son objeto de la más alta valoración. Algunos tienen exigencias estrictas, profundas responsabilidades e implican acciones graves, mientras otros tienen relativamente pocas exigencias.

Cada persona desempeña por lo menos tantos roles sociales cuan­tos son los grupos en que participa. Éstos son los roles que más atraen la atención de los sociólogos y que la experiencia cotidiana distingue y comprende más fácilmente. Hemos visto, sin embargo, que los grupos se pueden clasificar de diversas maneras y que no existe una tipología de ellos que sea satisfactoria y completa. La misma dificultad se nos presenta aquí, y así adoptaremos en los roles so­ciales la misma tipología que adoptamos al tratar de los grupos so­ciales.

Hemos visto que en toda sociedad existen ciertos grupos princi­pales de personas, y en estos grupos y por medio de ellos pueden las personas satisfacer sus necesidades sociales. Dado que el objetivo del rol social es el de actuar juntamente con otras personas para el logro de los fines sociales, y dado que toda persona participa de al­guna manera en todos los grupos básicos, existe un rol social corres­pondiente a cada uno de estos grupos. En un momento u otro cada individuo desempeña un determinado rol social en cada uno de los diferentes grupos familiares, educativos, económicos, políticos, religiosos y recreativos.

Este género de clasificación implica una distinción entre grandes roles y roles subalternos. Por ejemplo, dentro del rol correspondiente a la educación una persona puede desempeñar el subrol de estudiante, docente, rector, decano; dentro del rol político una persona puede

210 VIII. Roles

desempeñar el subrol de elector o contribuyente ordinario o tener que realizar alguna función asignada.o elegida. La complicada red de roles sociales dentro de cualquiera de los grupos mayores en una sociedad es, en realidad, un sistema coordinado de roles subalternos. La per­sona puede hallarse en un rol inferior, igual o superior en relación con todos los demás roles; un hombre puede desempeñar el rol de padre, esposo, hermano, hijo, primo o cuñado frente a las otras per­sonas del sistema familiar.

Rol clave.

Ya dijimos que toda persona tiene un status clave que es el cri­terio principal según el cual la sociedad la estima o desestima. De la misma manera cada persona tiene una función principal y se la reconoce por uno de los grandes grupos en que desempeña su rol principal. La identificación del rol social clave equivale sencillamente a reconocer el hecho de que todo individuo es limitado en cuanto al tiempo, al talento y a la oportunidad, y también el hecho de que en toda sociedad se requiere cierto grado de especialización de las fun­ciones.

Lo mismo que el status clave de una persona, su rol clave se suele estimar por confrontación con la institución capital en la cul­tura. Si los grupos e instituciones económicas absorben lo más del tiempo, del interés y de la energía, y contienen los más altos valores de la sociedad, el rol clave será el económico. En efecto, si se pregunta «qué hace» una persona, uno se refiere a su rol profesional o econó­mico. Es evidente, sin embargo, que en una sociedad no todos tienen un empleo lucrativo, de modo que incluso en una sociedad dominada por la economía hay muchas personas cuyo rol clave no es de orden económico.

Si bien el rol más estimado en una sociedad puede ser aquel con el que una persona realiza su función profesional, la situación con­creta puede indicar otros roles claves. El rol clave de un adulto puede ser económico, mientras que el de su hijo o hija adolescente es el de estudiante y el de su mujer es el rol familiar de madre. El político de profesión, el que tiene un cargo religioso y el deportista o entre­nador se ganan la vida en los diversos grandes grupos y sus roles claves se consideran el político, religioso y recreativo respectivamente, más bien que el económico.

El policía de ciudad 211

El rol general.

Aun cuando la persona desempeña varios roles en diferentes gru­pos y asociaciones y representa además cierto número de roles sub­alternos, el actor social es una persona única. Estructural y analítica­mente la suma de todos sus roles constituye su personalidad social. Esta personalidad social total es una estructura en acción que realiza di­versas funciones como individuo singular. Desde este punto de vista funcional esta persona tiene un rol total, general, que es la combi­nación de todos los diferentes roles que reconocemos cuando pensamos en la persona como en un ser humano total.

Este concepto de rol general puede evidenciarse con el ejemplo del hombre del que se dice que «desempeña un papel importante» en su comunidad o sociedad. Con esto queremos dar a entender algo más que su mera contribución como miembro de la estructura política o civil. Nos referimos a sus roles combinados de esposo y padre, ve­cino, elector, hombre religioso y de negocios, o profesional.

Así pues, el rol general no es lo mismo que el rol clave o rol principal. De la misma manera que los diferentes status de una per­sona se combinan para originar su situación en la vida, así también los diferentes roles que desempeña, considerados como un todo, dan por resultado su rol general. Este concepto representa su total función — o funciones — en la sociedad, la contribución que aporta a la so­ciedad y lo que la sociedad suele esperar de él.

ALGUNOS ROLES EN LA SOCIEDAD NORTEAMERICANA

1. El policía de ciudad.

En las sociedades pequeñas, primitivas, y relativamente simples la con­ducta aprobada tiende a verse reforzada por la tradición y las costumbres. Cuando una sociedad crece y se vuelve más complicada desarrolla un sis­tema de leyes escritas y una manera organizada de reforzar la ley. La fuerza policial puede llamarse servidora del público; también se llama al policía un oficial de paz. Se supone que mantiene la paz de la comunidad defendiendo a los ciudadanos respetuosos del orden contra los ciudadanos infractores de la ley.

El rol del policía de ciudad en los Estados Unidos se ha vuelto muy institucionalizado. Como en cualquier ocupación, la competencia de este rol varía en calidad de ciudad a ciudad y entre los miembros de la fuerza

212 VIII. Roles

dentro de cualquier ciudad en concreto. El policía se encuentra, más que cualquier otro empleado, expuesto a la vista del público; muchos son los que observan su conducta. La gente acostumbra a formar juicios sobre la base de estas observaciones, y estos juicios van de la aprobación al repro­che. Puede ser útil el considerar aquí algunas de las condiciones bajo las cuales el policía estadounidense de las ciudades intenta cumplir su rol laboral.

a) Se ha dado mucha publicidad al aumento de los índices de crimi­nalidad y a la violencia en las calles de la ciudad, con la presión pública resultante para «restaurar la ley y el orden». Semejante problema es par­ticularmente dramático en el enfrentamiento entre la policía y la turba desordenada. Se espera que la policía impida, o al menos controle, tales acontecimientos y si es necesario que enfrente la fuerza a la fuerza. A ve­ces se las acusa de emplear demasiada fuerza y a veces demasiado poca.

b) A diferencia del de la mayor parte de las grandes ciudades euro­peas, el policía norteamericano lleva armas de fuego y otros instrumen­tos letales y se espera de él que sea juicioso en su empleo. A pesar de varias referencias ampliamente difundidas sobre la brutalidad de la poli­cía, la investigación sistemática ha demostrado que la gran mayoría de los agentes de la ley son reacios al uso de las armas, excepto en situacio­nes de provocación extrema.

c) En el ejercicio cotidiano de su cometido el agente de policía tiene un extraordinario poder de discreción y debe tomar decisiones inmedia­tas: arrestar o no a una persona, interferir o no en una rencilla. Esto es una inversión de la mayoría de sistemas de toma de decisión que rigen las estructuras laborales. En la mayoría de ellas el poder de discreción es pequeño en los rangos inferiores y más amplio en los superiores. Esto carga al policía corriente con una responsabilidad poco frecuente que descansa únicamente sobre su inteligencia, su objetividad y su sentido de responsabilidad.

d) Ocurre que no se otorga al policía estadounidense el status social y el respeto personal de que disfrutan los agentes de la ley en otras grandes sociedades occidentales, y el policía lo reconoce cuando se queja de que su trabajo es «ingrato». Se encuentra en un servicio público, y por tanto su- trabajo goza de un salario inferior al de los puestos de las organizaciones lucrativas. Son importantes también otros criterios de status social: estándares relativamente bajos de escolarización, y el medio social en que se recluta a estos hombres.

e) La disponibilidad peculiar de muchos ciudadanos «respetables» para promover actividades ilegales hace también que el rol del policía sea de difícil cumplimiento. Está claro que las apuestas en el juego, la pros­titución, y otras irregularidades no florecerían si no hubiera gran cantidad de ciudadanos que las desean. Los políticos se hallan a veces vinculados con los syndicates del crimen. El policía honesto se siente frustrado a menudo ante semejantes ilegalidades aceptables.

El viajante de comercio 213

f) Una frustración más reciente es la queja de muchos policías de que la ley está de parte del criminal. Esto se refiere a las decisiones de los tribunales que deben proteger los derechos de los detenidos, definir los procedimientos técnicos mediante los cuales se puede detener a la gente, especificar las condiciones en que pueden formularse acusaciones y obtenerse declaraciones. La policía se siente impedida en el cumpli­miento de su deber, y esto explica en parte el aumento de las activida­des fuera de la ley.

Desde el punto de vista del sistema total de mantenimiento de la ley, el rol del agente de policía se encuentra tan sólo en una red de relacio­nes humanas entrelazadas. Puede sentirse formalmente responsable sólo ante sus superiores en el distrito, pero en la práctica debe responder tam­bién ante el tribunal de justicia, el alcalde y el ayuntamiento de la ciudad, al igual que ante el público en general. A diferencia de los miembros de un sindicato, poco puede hacer para mejorar sus condiciones de trabajo afiliándose a una asociación voluntaria de policías.

Se dice que a la larga una ciudad posee el tipo de distrito de policía que merece. Si la mayoría de ciudadanos se conforma a la ley, y respeta la dignidad de los agentes que la representan, obtendrán con toda pro-balidad una fuerza policial competente. Donde los ciudadanos ignoren o perdqnen la ilegalidad, y los cargos públicos cooperen en prácticas fuera de la ley, el rol del policía corriente se vuelve casi imposible.

2. El viajante de comercio.

El buhonero itinerante forma parte del folklore de la cultura americana. Desde los tiempos coloniales viajaba a través del país en formación, lle­vando sus artículos a la gente, halagándola para que comprase y creándose una reputación de hombre de mundo encantador y a veces también de estafador hábil. Desempeñaba el rol económico de distribuidor en los tiempos anteriores a los grandes almacenes, a los supermercados y a las sucursales.

La función del viajante de comercio sigue siendo todavía la de distri­buir los artículos, pero no se reduce ya a la de la venta al detalle. Todavía hay en Norteamérica vendedores que van de casa en casa, pero hoy día el prototipo del viajante de comercio es el «representante del fabricante». Es un comerciante al por mayor, intermediario entre el fabricante y los detallistas. Los cambios en la vida urbana y económica de los Estados Unidos han hecho cambiar también el rol social del vendedor. He aquí algunos de los principales componentes de este rol:

a) La mayor parte de las relaciones sociales del viajante de comercio se sitúan en asociaciones secundarias. Trata de entablar relaciones primarias con sus clientes, sus colegas y con los empleados de los hoteles donde se aloja. Sin embargo, la mayor parte de estas personas siguen siéndole aje-

214 VIII. Roles

ñas, y él mismo es para con ellas el miembro de un grupo extrínseco. Ésta es una de las razones de que el viajante con éxito sea sumamente amable y jovial, y procura ponerse en un pie de familiaridad con sus clientes y conocidos. Siente la necesidad de establecer, por lo menos, la ficción de unas relaciones primarias con extraños.

b) El viajante de comercio pasa la mayor parte del tiempo fuera de sus grupos primarios: familia, vecindad, parroquia, círculos locales. Ya he­mos visto que las relaciones de grupos primarios están en decadencia en América. El viajante es una prueba palmaria de esta tendencia. Los artis­tas de circo y los trabajadores emigrantes viajan generalmente con sus fa­milias, pero el viajante se desplaza solo. Vive en hoteles y moteles, come en restaurantes y. con frecuencia pasa el tiempo que le resta en cines y bares.

c) El viajante está al margen tanto del apoyo social como de las pre­siones culturales de su propia comunidad. En cierto modo esta forma de vida puede llamarse «anormal», dado que la mayor parte de las personas mantienen mayor número de relaciones primarias, y la sociedad total exige el funcionamiento de grupos primarios. Cuando el viajante se mueve fuera de estos grupos y relaciones, no es directa e inmediatamente responsable de su comportamiento social. Los valores conocidos de sus íntimos y amigos, a los que trata de acomodarse cuando está en casa, no le apoyan cuando se halla de viaje. Este hecho es el fundamento de muchos cuentos y chistes equívocos que corren acerca de los viajantes.

d) El viajante con éxito no sólo debe vender artículos, sino debe «ven­derse» también a sí mismo. Quizá en ningún otro caso en el mundo predo­mina tanto la idea de que la «personalidad» es el factor más importante en la venta. A pesar de las restricciones sociales y culturales que hemos indicado, el viajante debe aparecer siempre como una personalidad encar tadora, amable, jocosa e inteligente. Tiene que mostrar que está convencido de que su producto es mejor que el de sus competidores, con objeto de «vender» esta convicción a sus clientes.

e) El rol social del viajante de comercio en acción requiere una per­sonalidad adaptable. Existen ciertas formas generales de comportamiento que se manifiestan en todas sus relaciones con sus patronos, clientes, com­petidores y otros. No obstante, las relaciones sociales que entabla varían en las diferentes poblaciones; debe hallarse en condiciones de adaptarse a ellas. De su capacidad de adaptarse a tales variaciones depende con fre­cuencia la realización o la pérdida de una venta.

La función social del viajante no debe perderse de vista en esta enu­meración descriptiva. En una cultura industrial y comercial como la nues­tra la venta es el enlace más importante entre la producción masiva y el consumo masivo. El fabricante moderno no puede creer que baste su pa­labra para que la gente se convenza de que sus artículos son de alta calidad y de bajo precio. Si ofrece una ratonera de mejor calidad, el público sólo se dirigirá hacia su puerta si el viajante desbroza el terreno y señala el camino.

El deportista profesional 215

Los métodos científicos de distribución económica requieren la coopera­ción de muchas personas, además del viajante de comercio. Los locutores de radio y televisión, los anunciantes y comentadores tienen a su cargo gran parte de la función de venta.

Existen otros muchos roles subalternos realizados en la distribución general, pero el viajante de comercio sigue siendo la personalidad clave. Su rol social representa la energía, el impulso, el optimismo, la disci­plina y las exigencias del tipo ideal de lo que ha venido a conocerse como la personalidad americana.

3. El deportista profesional.

Quizá no exista sociedad alguna en el mundo moderno en que la institución recreativa afecte a tantas personas como en los Estados Unidos. El funcionamiento de una institución importante y el de los grupos que la acompañan exige gran número de personas cuyo rol social principal está ligado con ella. Aunque esto puede decirse de muchos que se ocupan exclu­sivamente en actividades recreativas, lo que aquí nos interesa es el mo­derno fenómeno del deportista profesional.

El deportista de profesión no es sólo un símbolo de la riqueza de Norte­américa, una prueba de que los americanos tienen dinero suficiente para mantener a los que los divierten y tiempo libre para verlos actuar. Repre­senta también uno de los altos valores sociales de nuestra cultura, el valor de la competición como un bien en sí. El espíritu de competición se ex­tiende del campo de recreo a los negocios, a la política, a la enseñanza y hasta a la religión. Se cuenta con que el americano sea agresivo en todas las cosas que emprende, pero que también «sepa perder» cuando se da el caso.

He aquí algunos de los componentes del rol social del deportista pro­fesional norteamericano:

a) Es evidente que se requieren ciertas cualidades físicas para el rol de deportista. Tales son fuerza, agilidad, resistencia y habilidad. Estas dife­rentes capacidades requieren especial entrenamiento, dado que las exigen­cias difieren de deporte a deporte, por ejemplo, entre la lucha y el tenis. A veces se dice que el valor o el coraje suplen lo que falta de resistencia física, pero esto es muy discutible en el profesional.

b) La aptitud deportiva es una ventaja económica que se trata como un artículo que escasea. La oferta no parece satisfacer nunca a la deman­da. Se vende al mayor postor, que generalmente es una especie de manager o empresario, y cuando el consumidor directo, que es el público, no paga ya por el producto, éste queda descartado. Los mismos deportistas se per­catan de este hecho, por lo cual tratan de sacar el mayor partido posible de sus aptitudes mientras éstas duran.

c) A medida que los deportes se hacen más complejos e institucionali-

216 VIII. Roles

zados, el deportista cesa de ser un agente independiente que trata sus pro­pios negocios. En algunos aspectos está representado en las asociaciones de jugadores, pero tiene poco que decir acerca del tiempo y el lugar en que ha de actuar, e incluso en su actuación efectiva sigue las indicaciones de entrenadores, arbitros, jefes de equipo y empresarios. En la mayoría de los otros roles sociales, cuanto más se eleva una persona, tanto mayor libertad de decisión tiene, mientras que en el caso de los ases del deporte parece suceder precisamente lo contrario. Es una «valiosa propiedad» que debe manejarse con el mayor cuidado.

d) El rol social del deportista exige también ciertas pautas de com­portamiento en relación con el público en general. Los deportistas deben mantenerse alejados de los jugadores de azar y de los gángsters, y las ligas profesionales usan detectives especiales para informar sobre los atletas cuando no van de uniforme. Los escritores deportivos defienden, por lo general, esta imagen de ejemplar limpieza destinada a los jóvenes de la nación. Los agentes de prensa ensalzan sus virtudes y disimulan sus faltas, a menos que sean muy notorias. Esta reponsabilidad pública es todavía un indicio de que los deportes poseen una connotación moral entre los valo­res culturales norteamericanos.

e) Las exigencias del rol social del deportista varían según los dife­rentes públicos ante los que actúa. Se suele decir que hay un «público de deportes» indiferenciado, pero ésta es una generalización un tanto simplis­ta. Los deportes varían en su status social por el hecho de dirigirse a personas en diferentes niveles de estratificación. En una jerarquía descen­dente de posición se pueden clasificar grosso modo en la forma siguiente los deportes más populares en América: tenis y golf, baloncesto y hockey, fútbol y béisbol, boxeo, lucha y carreras de caballos. Un as del tenis juega para un público diferente del de un as de la lucha. v

f) Visto que los deportes son esencialmente competiciones, el depor­tista debe situarse en una parte o en otra, y ha de tener relaciones con los otros deportistas. En deportes en equipo, como el béisbol y el hockey, debe ser cortés y leal con los contrarios en el campo de juego y fuera de él. Incluso en competiciones individuales en que se trata de dejar Lo. al adver­sario, se exige que el púgil se comporte «como un caballero». Las reglas del juego gobiernan esta conducta durante la ejecución efectiva, y la mo­ral del deporte profesional la gobierna fuera de la competición.

El deportista de profesión debe representar el rol de personaje público en América, aunque no todo el mundo lo tenga en tan alta estima. Para sus adictos y para los que lo apoyan es un ídolo que firma autógrafos, trabaja en funciones benéficas y es aclamado como un héroe; para los partidarios de su contrario es un «chanchullero» al que pueden insultar y motejar a mansalva los clientes que pagan.

Forma parte de la condición social del deportista el que haya de ser blanco tanto de los elogios como de los vituperios. A la larga su efectiva competencia no depende de popularidad o impopularidad. Su rol exige

El maestro de escuela elemental 217

un equilibrio que pueda resistir a una y a otra; y ésta es probablemente la razón última de que pueda triunfar como profesional.

4. El maestro de escuela elemental.

Norteamérica se distingue entre las sociedades modernas por su fe en la instrucción formal y por su voluntad de mantener y extender sus facili­dades de instrucción. Existen leyes del Estado, cuyo cumplimiento se suele urgir, que fijan la edad límite a la que todo niño debe frecuentar la escuela. El nivel general de instrucción formal se eleva por encima de estos límites obligatorios. Cada vez aumenta el número de personas que reciben grados superiores, y parece ser ilimitado el número de estudios especializados en que los individuos pueden obtener grados académicos.

La base de esta estructura de la enseñanza, que crece continuamente en América, la forman los maestros de escuela elemental. A diferencia de la mayor parte de los otros países occidentales, en Estados Unidos más de tres cuartas partes de los maestros son mujeres. Actualmente hay gran demanda de maestros elementales; éstos reciben todavía un sueldo relativamente bajo, y su status social va elevándose lentamente. Existen muchos estereotipos y caricaturas del maestro. En la lista que sigue damos una descripción parcial del rol social de esta función:

a) El maestro de escuela elemental debe actuar con frecuencia como sustituto de los padres. Especialmente en los barrios de clase baja, donde no hay gran cooperación entre los padres y el maestro, la madre «pasa» su niño al maestro. Con frecuencia tiene al maestro por responsable de la conducta del niño. En muchos casos el maestro ha de enseñar al niño las buenas maneras elementales que normalmente debería aprender en casa.

b) El rol social del maestro implica pautas de conducta propias de un lider. De hecho es el jefe en todas las actividades escolares. Las tenta­tivas de hacer surgir cierta dirección entre los niños mismos y de sugerirles nociones de confianza en sí y de autogobierno reservan todavía al maestro el rol del único adulto y realmente superior en la clase. El maestro incita, guía, modifica y dirige las actividades del grupo sujeto a su control, asu­miendo casi todas las funciones de dirección.

c) La esencia del rol de maestro y lo que le da su propio nombre es la función de enseñar. La técnica seguida para impartir conocimientos parece ser un campo inagotable de investigación y experimentación en las escuelas normales y en los departamentos de pedagogía. Se han puesto a la disposición de los maestros elementales muchos recursos visuales y auditivos, y a veces parece que se da más importancia a estas técnicas que al contenido mismo de la enseñanza.

d) Desde el punto de vista de la sociedad total, la función más impor­tante del rol de maestro es la transmisión de la cultura. Debido a la plu­ralidad de subculturas y al respeto por la diversidad étnica que en nuestra

218 VIII. Roles

sociedad existe, se espera en general que los niños absorban los elementos básicos del género de vida norteamericano. El maestro enseña no sólo a leer, escribir y contar, sino también la cultura norteamericana misma. No puede obrar de otro modo, siendo un americano que habla de cosas ame­ricanas y en forma americana. El maestro socializa y americaniza a sus alumnos.

e) En diversas formas actúa el maestro como ejemplo de conducta para los niños. Gran parte de la educación formal que recibe el niño le viene por observación e imitación del maestro, que puede hacer más impre­sión de lo que él cree con sus observaciones espontáneas y sus modos de proceder. El niño no imita a su maestro tanto como a sus padres, pero, con todo, muchos adultos recuerdan vivamente las actitudes y maneras de sus maestros elementales.

f) En las escuelas elementales americanas el maestro debe con fre­cuencia entretener más bien que velar por la disciplina. Está muy extendida la teoría de que hay que despertar el interés y que no es recomendable psicológicamente imponer nada por la fuerza. No cabe duda de que esto exige del maestro un alto grado de adaptabilidad en el desempeño de su función. A muchos adultos les resulta mucho más fácil dictar instrucciones a los jóvenes que despertar su interés voluntario.

El rol social del maestro es más dinámico en la sociedad americana que en la mayor parte de las otras sociedades contemporáneas. Sus pautas no son tan rígidas porque se ha introducido en ellas el experimentalismo de nuestra cultura. Además, el hecho de relevarse los maestros — pues muchas maestras jóvenes enseñan sólo unos pocos años, hasta que se ca­san— ha impedido que el rol resulte demasiado formalista. El maestro debe ser adaptable por la razón de que el campo de los conocimientos se va extendiendo más y más debido a los medios masivos de comunicación.

El maestro de escuela elemental es una personalidad central en todo el sistema de enseñanza, y el rol social que desempeña es mucho más significativo de lo que muchos se figuran. Representa el principal canal institucionalizado por el que fluye nuestra herencia cultural. Es un instru­mento para el mantenimiento y reproducción de nuestros valores culturales en cada generación que se sucede.

5. El hombre de ciencia.

Generalmente se piensa que la sociedad norteamericana tiene una cul­tura laica, en la que la «explicación del universo» ha sido tomada de las manos de filósofos y teólogos y puesta en manos de los hombres de cien­cia. Se ha llamado a nuestra civilización una «civilización de ingeniería», dado el alto grado de control de la naturaleza que ha producido la apli­cación de las ciencias físicas. Los resultados son tangibles y mensurables. Proporcionan comodidad material y social a millones de personas.

El hombre de ciencia 219

Aquí nos ocupamos del rol social de la persona que hace posibles estos resultados, el hombre de ciencia. Lo esencial de la ciencia no es la aplicación de los conocimientos científicos. El punto importante es la red de pautas de comportamiento, tanto conceptuadas como externas, que dan razón del hombre de ciencia mismo. ¿Qué clase de hombre es? ¿Cuáles son sus modos de pensar, sus métodos y procedimientos? Es posible indi­car algunas de las características que responden a estas interrogantes:

a) El moderno hombre de ciencia norteamericano es un agente de cooperación en la investigación, y no un solitario o un genio raro de leyen­da. En Estados Unidos se reconoce la importancia de coordinar los dife­rentes aspectos de un proyecto de investigación, de hacer progresos acumu­lativos y simultáneos, y de compartir y comparar los resultados. Esto no significa que el hombre de ciencia individual tenga menos talento por el hecho de colaborar con otros. Hay margen suficiente para los destellos de la intuición que acompañan a los grandes descubrimientos científicos.

b) El hombre de ciencia es generalmente un hombre de aplicación dis­ciplinada. Trabaja largas horas en un procedimiento sistemático de inves­tigación y de verificación. Las exigencias de la función científica excluyen de la profesión a la persona descuidada y negligente. La exactitud y la precisión son características de la investigación científica e incluso el «pe­queño» error debe corregirse con una constante comprobación de los datos.

c) El hombre de ciencia con verdadero éxito es un hombre con fe acrisolada en el valor del conocimiento. El prejuicio corriente de que el hombre de ciencia es completamente «ajeno a los valores» queda desmen­tido por las repetidas afirmaciones de sabios que encarecen lo valioso de su quehacer. Es evidente que el hombre de ciencia no puede prever todas las consecuencias de su investigación, que otros se encargan de aplicar en 1" sociedad total. Su fe es un presupuesto fundamental, demostrado sólo parcialmente por la sociedad en general, de que sus descubrimientos pueden contribuir en alguna manera al mejoramiento general y constante de la vida humana sobre la tierra.

d) La probidad es una pauta conceptual o una virtud que caracteriza al hombre de ciencia norteamericano. Esto va implicado en su tenor cien­tífico de vida. La presión social de los colegas y del público en general pone gravemente a prueba la honradez científica. Todo conato de «forzar los datos» con el fin de «probar» los resultados apetecidos acaba por fin por decubrirse, y la persona que procede así lo paga con su reputación y con su subsistencia. Además, los ejemplos de esta falta de probidad prac­ticada bajo poderes totalitarios han hecho que el hombre de ciencia sea particularmente desconfiado ante el menor intento de censura y de «control del pensamiento».

e) El rol del hombre de ciencia va también marcado por un escepti­cismo científico que es esencial para la búsqueda de la verdad. El hombre de ciencia no pone en duda el conocimiento básico o la validez de las tesis admitidas en su propio campo. Trabaja constantemente en la periferia del

220 VIII. Roles

conocimiento admitido, en las fronteras de lo desconocido, y sus exploracio­nes exigen que haga tentativas y que tenga un espíritu siempre abierto.

El norteamericano trata a sus hombres de ciencia con admiración y res­peto; en su vocabulario, el término «hombre de ciencia» está cargado de valor. El elevado status del sabio se traspasa a veces a sectores de su vida en que su competencia es relativamente pequeña. En entrevistas de prensa se supone a menudo que se ha de pronunciar sobre asuntos públicos de los que realmente tiene escaso conocimiento. Los resultados publicados son a veces irrisorios, sea que un distinguido biólogo manifieste opiniones sobre demografía, o que un físico responda a cuestiones teológicas, o que el sociólogo chapucee acerca de puntos de medicina.

Sin embargo, a pesar de estas aberraciones ocasionales, el hombre de ciencia desempeña un rol público de importancia creciente en los Esta­dos Unidos. Parece que se observa una tendencia a ampliar el concepto de la utilidad de la ciencia para nuestra sociedad y nuestra cultura. Versados y prominentes hombres de ciencia, tanto en el campo de la física como en el de la ciencia social, asumen la responsabilidad de la divulgación de informes concretos acerca de sus estudios. La divulgación del conocimiento es una función del proceso gradual de integración social y cultural que tiene lugar en toda nación que avanza hacia la madurez.

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1968.

IX

PROCESOS DE INTERACCIÓN

En la sociedad los seres humanos se hallan en mutua interdepen­dencia y relación. El contacto recíproco, la comunicación y la inter­acción son tan esenciales para el individuo como para el grupo, de tal manera que sin ellas perecería la persona y el grupo cesaría de fun­cionar.

Las personas y los grupos pueden relacionarse y se relacionan entre sí de muchas maneras, y la sociedad total es una vasta y com­plejísima red de relaciones sociales, es decir, de modos de interacción.

A veces surge una dificultad en el empleo de términos como «re­laciones», «relación humana» y «relación social». Generalmente se habla de los parientes como de personas que están relacionadas con uno por nacimiento, adopción o matrimonio. El término abstracto «rela­ción» se personifica a veces, cómo cuando se habla de las «relaciones» para referirse a las personas a quienes nos une un vínculo de amis­tad. El sociólogo emplea el término en su sentido más genérico: el lazo o vínculo que existe entre las personas y los grupos. En este sentido no se limita sólo a las relaciones familiares, o a las de paren­tesco, sino que incluye también las relaciones en fábricas, escuelas, iglesias, partidos políticos, clubs deportivos y en cualquier otro género de grupos primarios, secundarios y asociaciones.

Generalmente nos referimos a relaciones sociales, en las que inter­vienen siempre dos o más personas; pero también es verdad que hay interacción entre grupos. Con el fin de analizar la amplia red de relaciones que existen en la sociedad, es necesario hacer ciertas abs­tracciones de los seres humanos concretos comprendidos en ellas. Al proceder así hallamos que las personas y los grupos humanos están relacionados en virtud del status, del papel y del proceso. De estos

222 IX. Procesos de interacción

dos primeros puntos nos ocuparemos brevemente; el tercero forma la materia propia de este capítulo.

a) La relación por razón del status significa el enlace entre las posiciones sociales de que ya tratamos en el capítulo relativo al sta­tus y a la estratificación. Es la relación de la situación o del pues­to que ocupan los individuos unos respecto de otros. Ya hemos dicho que el status social carece de sentido si no se puede referir a otros status con los que está en relación de subordinación, igualdad o superioridad. Este concepto se aplica también a la relación entre grupos, categorías, clases y otras colectividades entre sí. La relación de status es un concepto estático. El aspecto cinético o dinámico se echa de ver únicamente cuando en virtud de la movilidad social una persona pasa de un status a otro.

b) La relación por razón del rol indica la interacción funcio­nal recíproca que ocurre cuando las personas desempeñan conjunta­mente sus roles sociales complementarios, cuestión ésta ya discutida en el capítulo sobre los roles sociales. Esta relación comprende las exigencias de pensamiento y comportamiento social, así como la rea­lización efectiva externa de las pautas propias del rol. El rol social es el mecanismo mediante el cual las personas llevan adelante su com­portamiento mutuo; los roles de diferentes personas se enfrentan y se relacionan. Estas relaciones de los roles sociales se manifiestan en la interacción de amigo y amigo, padres e hijos, vendedor y cliente, así como en un gran número de situaciones estandardizadas del com­portamiento mutuo.

c) La relación en virtud del proceso es un aspecto analítico más sutil y se halla a un nivel de abstracción diferente del de la relación por razón del rol social. Los procesos sociales son unas pocas for­mas básicas y tipificables de interacción social, que se cruzan a través de los numerosos roles que desempeñan los individuos. El término «proceso» ha pasado a la sociología con 'el significado científico ge­neral de un curso dinámico o serie repetida de operaciones. En sen­tido mecánico, el proceso termina generalmente en un producto, en un objetivo realizado, pero en la ciencia social no podemos hablar de un «producto» de procesos sociales. En terminología sociológica los procesos sociales básicos son la cooperación, la acomodación, la asimilación, el conflicto, la obstrucción y la competición.

El proceso social es algo más que el mero lazo, o enlace entre dos status o roles. Dos personas que cooperan o se combaten llevan ade­lante un proceso social que es algo más que su relación de status o su relación de rol. Tanto la relación en el proceso como la rela-

Relaciones y roles 223

ción en el rol implican unas formas de interacción, de comporta­miento de dos o más personas, que se realizan conjuntamente por los dos términos de la relación, pero la distinción entre las dos clases de relaciones requiere un análisis ulterior. El proceso trasciende el rol; el proceso de competición o de obstrucción va más allá del rol del hombre de negocios que está empeñado en este proceso.

Relaciones y roles.

Hemos visto que las personas operan en interacción mutua me­diante la expresión de sus roles sociales, y que el rol social se com­pone de pautas de comportamiento que circundan a la función social. Cuando las personas realizan las pautas de comportamiento que están en consonancia con sus roles, lo hacen en relación con otras personas. Dado que los roles son siempre recíprocos —por ejemplo, el patrón implica al empleado, el hijo implica al padre— podemos decir que la realización efectiva de los roles sociales acarrea relaciones sociales. La persona social y sus roles actúan y están relacionados con otras perso­nas sociales y sus respectivos roles.

Cuando padre e hijo participan en una misma situación social, el hombre se comporta como padre y el muchacho como hijo. Este ejemplo puede multiplicarse en todas las situaciones en que dos o más personas actúan juntamente. De la misma manera que el status social no tiene sentido si no con referencia a otros status, tampoco el rol social se halla aislado. La intercomunicación e interacción de personas que desempeñan sus roles sociales constituyen la relación de rol. Este tipo de relación social se refiere a todas las pautas iden-tificables, reiteradas, de interacción en que están empeñadas dos o más personas en la realización de las funciones sociales.

Desde el punto de vista del análisis sociológico hay tres elemen­tos importantes que se deben distinguir aquí: a) las numerosas pautas de comportamiento social que realiza el individuo y que están co­ordinadas y relacionadas entre sí; b) el rol social, que es un aglo­merado de pautas de comportamiento en torno a una función social; y c) la relación de rol, una forma funcional de interacción social que reúne entre sí los roles sociales desempeñados por las personas. No podemos decir que el contenido de la relación social no sea más que el contenido de los roles sociales en cuanto desempeñados entre las personas. La relación social es el vínculo que reúne los roles, no la combinación de los roles en cuanto tales.

224 IX. Procesos de interacción

El contenido de los procesos.

Al nivel abstracto en que debemos tratar de esta compleja cues­tión de las relaciones humanas, reconocemos que hay ciertas maneras reiteradas de comportamiento que se hallan en todos los tipos posibles de asociación humana. La asociación de padre e hijo, de patrono y empleado, de gobernante y gobernado puede ser conjuntiva o dis­yuntiva. Las personas unidas en estos conjuntos pueden amarse los unos a los otros o ser antagónicos entre sí. El proceso social no es meramente la situación estática que ocupa una persona con referencia a las otras, ni las. pautas de comportamiento que constituyen el rol, sino las maneras en que funcionan recíprocamente estos roles y personas.

Los principales procesos sociales son la cooperación, la acomoda­ción, la asimilación, el conflicto, la obstrucción y la competición. Estas maneras de comportarse son relaciones estandardizadas en toda so­ciedad. Se hallan presentes en cierto grado en todas partes, pero no en todas partes se acentúan igual. Las características de las pautas de comportamiento de que hemos ya tratado, se pueden por tanto aplicar a la descripción de los procesos sociales. Consisten en las maneras tanto externas como conceptuales de comportamiento, las que se pre­sentan con frecuencia de un modo bastante semejante, compartidas por muchas personas y con algún significado social. El contenido de la pauta de comportamiento y del proceso social se puede analizar «como si» existiera separado de otras pautas y de otros roles.

El proceso social se puede analizar siempre como un modo^de comportamiento que implica una pluralidad. En otras palabras, el contenido del proceso social incluye siempre la conducta entre dos o más personas compartida simultáneamente por ellas. Vamos a esclare­cer este importante punto —la distinción entre la relación de rol y el proceso social— por medio de un ejemplo. La pauta de compor­tamiento competitivo entre dos hermanos se puede analizar como un proceso social que se distingue de la relación fraternal que existe en­tre ellos. El rol,social de hermano contiene diversas pautas de com­portamiento que se han desarrollado en la cultura. Pero el proceso social de competición es algo más que — es algo «añadido a» — la situación en la que los hermanos desempeñan sus roles. Asimismo los hermanos que están en conflicto no dejan de ser hermanos, y el pro­ceso social de conflicto no es la actuación del rol social de hermano.

Clasificación de los procesos 225

Universalidad de los procesos sociales.

Las pautas principales de las relaciones sociales, como la mayor parte del comportamiento humano en la sociedad, se realizan de una manera estandardizada y rutinaria. Los procesos funcionales de in­teracción de un grupo con otro y de un individuo con otro se pueden observar en cualquier tipo de grupo en que se asocien las personas. Estos procesos sociales aparecen como fundamentales para el mante­nimiento de la sociedad, en cuanto que se desarrollan de modo regu­larizado y sancionado.

Son pocas las relaciones sociales básicas universales. Hay socieda­des que minimizan algunos de estos procesos sociales básicos, mientras otras sociedades ios llevan al máximo. Un ejemplo extremo es el de la competición, sumamente acentuado en las civilizaciones occidentales y muy rebajado en las orientales. Cada sociedad ha desarrollado de­terminados procedimientos estandardizados por medio de los cuales tienen lugar la acomodación y la asimilación y con" los cuales igual­mente se producen la oposición y el conflicto. La expresión cultural de estas formas principales de relaciones sociales difiere ampliamente de una sociedad a otra, pero existen y se pueden observar en todas partes.

Clasificación de los procesos.

Las categorías más amplias de procesos sociales se presentan en sentidos opuestos. Los procesos conjuntivos son las pautas de las relaciones de interacción por las que las personas se atraen entre sí y quedan más integradas. Los procesos disyuntivos son aquellos por los que las personas se distancian entre sí, resultando menos solida­rias. En mayor o menor grado los procesos conjuntivos son siempre una expresión de las virtudes sociales de justicia y amor, mientras que los disyuntivos expresan siempre los vicios sociales de injusticia y de odio. Usamos los términos «virtud» y «vicio» no como hábitos morales, sino como formas esquematizadas de las relaciones sociales que incluyen las pautas de comportamiento tanto externas como con­ceptuales.

No podemos clasificar estas formas básicas de los procesos sociales en actitudes latentes e interacción manifiesta, porque cada uno de los procesos sociales contiene tanto la expresión externa mensurable como la actitud observable indirectamente. Los procesos disyuntivos se pueden

226 IX. Procesos de interacción

llamar negativos en cuanto que reflejan la injusticia y la hostilidad que existe entre las personas, mientras que a las relaciones conjuntivas se las puede llamar positivas en cuanto que reflejan el mutuo altruismo y la justicia.

Los tres procesos sociales conjuntivos positivos son la cooperación, la acomodación y la asimilación. Cada una de éstas es una forma discernible de relación social en la que las personas que participan logran un objetivo considerado beneficioso o deseable para ellas. En cuanto en estas relaciones interviene una motivación consciente, son expresión del interés personal de los participantes, pero en su actua­ción real se han de considerar también como provechosas para el grupo total o sociedad. Sirven para perpetuar y mantener la sociedad como un organismo vivo.

Los tres procesos sociales disyuntivos negativos son el conflicto, la obstrucción y la competición. Son verdaderas relaciones sociales, que son modos de comportarse en los que han de participar dos o más personas. Aunque las dos partes pueden no participar siempre igual­mente en la relación, sin embargo no hay ni un solo caso en el que una parte sea activa y la otra completamente pasiva. Estos procesos se llaman negativos porque las personas empeñadas en ellos tratan de impedir que los otros logren un objetivo que se considera deseable. Se llaman disociativos porque los participantes están en pugna entre sí más bien que en armonía.

Cooperación.

La cooperación es una forma de proceso social en la que dos o más personas o grupos actúan conjuntamente en la prosecución de un objetivo común. No es sólo la forma más común de relación social, sino que es también un requisito esencial e indispensable para el man­tenimiento y la continuidad de los grupos y las sociedades. Natu­ralmente, la cooperación es una relación recíproca. No puede ser «unilateral», aunque evidentemente no requiere, ni con frecuencia con­tiene, una cantidad exactamente igual de esfuerzo por cada una de las partes. Cuando decimos que las personas actúan conjuntamente, queremos decir que aportan sus esfuerzos juntas y más o menos simul­táneamente con miras al logro de un objetivo.

Sucede también a menudo que una parte consigue alcanzar más que la otra en el objetivo deseado. Aquí, no obstante, hablamos de los procesos más bien que de los frutos de la acción cooperativa. Gran

Acomodación 227

parte del éxito de la cooperación resulta difícil de observar en la vida cotidiana, por el hecho de que la práctica de la cooperación intervie­ne en todos los asuntos importantes de la sociedad. Las personas pre­suponen que la cooperación es lo normal en la gestión de los negocios, en la satisfacción de las necesidades materiales, en la educación de los niños, en el ejercicio del gobierno. A veces, precisamente en los mo­mentos en que se debilita esa relación cooperativa normal, nos hacemos más claramente cargo de su importancia.

La cooperación es un proceso social que admite diversas clases y grados. Por ejemplo, es mucho más intensa y continua en los grupos primarios que en las asociaciones secundarias. El grupo primario da por supuesto que todos sus miembros han de cooperar, mientras que la asociación secundaria tiene con frecuencia que animar y estimular la cooperación entre sus participantes. Es claro que la familia requiere y obtiene una cooperación mayor que la que se da en los otros gru­pos mayores de la sociedad. El grado y el tipo de cooperación practi­cada en los grupos educativos, económicos, políticos, religiosos y re­creativos depende sin duda de los valores sociales y de la institución que predomine en cada una de las culturas.

Los factores que intervienen en la cooperación son complejos y numerosos. El deseo consciente de un objetivo, que en último término puede reducirse a un mero interés personal, la lealtad a los grupos y a sus ideales, el temor al ataque por parte de un grupo exterior, o la básica necesidad estructural de mutua dependencia; todos estos factores intervienen en diversos grados en el proceso continuo de la cooperación. Podemos decir, en una palabra, que la cooperación es la solidaridad social en acción, y estos mismos factores comúnmente los describen los sociólogos como los factores de integración, cohesión, armonía y solidaridad social.

Acomodación.

Mientras la cooperación es una esencial y positiva relación social, sumamente beneficiosa para la sociedad, la acomodación es un género de arreglo a un nivel mínimo que permite a las personas continuar sus actividades aun sin estar en completo acuerdo y armonía mutua. La comunidad, la fábrica, la escuela —casi todos los grupos de la socie­dad— aspiran a la cooperación, pero muchos tienen que contentarse con la acomodación. En una sociedad compleja, en la que la persona social participa en varios grupos, puede hallarse uno en cooperación

228 IX. Procesos de interacción

con un grupo y acomodarse sencillamente con otro. Es fácil de demos­trar que todos los grupos extensos tienen ambas clases de miembros, los cooperadores y los que se acomodan.

La acomodación se puede por tanto definir como la forma de pro­ceso social en la que dos o más personas o grupos actúan mutuamente con el fin de impedir, reducir o eliminar los conflictos. La acomo­dación es, pues, el proceso necesario que ocurre cuando se ha superado un conflicto y los sobrevivientes aprenden a ajustarse y adaptarse unos a otros. Sin embargo, el objetivo de la acomodación no es meramente negativo. Es un medio de vivir en paz, de coexistir, que eventualmente puede inducir a una cooperación positiva. También este proceso es esencialmente una relación bilateral, en la que ambas partes, sean individuos o grupos y hasta sociedades enteras, participan en una inter­acción. Está caracterizado por un «toma y daca» en cuanto que cada parte hace alguna modificación en sus pautas de comportamiento con el fin de acomodarse a la otra.

Existen muchos y sutiles matices y grados en ej proceso de acomo­dación que cualquier sociólogo puede reconocer fácilmente. La mera tolerancia entre las personas o los grupos es el grado mínimo de aco­modación. Un grado ulterior es la componenda, un proceso en que cada una de las partes hace concesiones a la otra. El arbitraje y la conciliación son con frecuencia formas conscientes de acomodación. Hay también situaciones en las que una parte puede ser obligada por la ley, por amenazas o por la fuerza física a aceptar una acomodación con la parte más fuerte. El resultado de un conflicto internacional ha sido siempre cierta forma de acomodación entre el vencedor y el vencido.

Asimilación.

La asimilación es un proceso social por el que dos o más perso­nas o grupos aceptan y realizan las pautas de comportamiento de la otra parte. Comúnmente decimos que una persona o una categoría minoritaria es asimilada por un grupo o una sociedad, pero también en este caso debemos evitar interpretar el proceso como «unilateral». Es una relación de interacción en la que ambas partes actúan recí­procamente, aun cuando una de ellas pueda ser más afectada que la otra. La asimilación es menos un resultado que un proceso, si bien el grado de asimilación alcanzado en una sociedad es indicio de su integración social y cultural.

El proceso de asimilación, que es una relación recíproca, debe dis-

Conflicto 229

tinguirse de la socialización, que acentúa el efecto cultural en el indi­viduo. Es cierto que toda persona debe necesariamente pasar su vida por la experiencia de aprender determinadas pautas de comportamien­to. Esto es socialización, por la que uno se adapta constantemente a la cultura y aprende a comportarse como miembro de la sociedad. Es un procedimiento general a largo plazo en el que se ponen de relieve lo que hace el individuo y los efectos que se producen en él.

La asimilación es un proceso específico que se observa principal­mente en las poblaciones formadas por diferentes agrupaciones étnicas, en donde coinciden rasgos culturales procedentes de distintas partes del mundo. Las variadas pautas de pensar y de obrar se enfrentan y amal­gaman. Las' personas que están en este proceso no se limitan a un mero intercambio de características culturales. Tienden a adaptarse, a ajustarse y finalmente a asimilar estos rasgos. Así pues, en este proceso las personas se asimilan entre sí, de modo que en adelante comparten pautas de conducta similares, de distinto modo al que ante­riormente existía en cada una de las partes de la relación. Por ejemplo, la mezcla cultural de moros y españoles se puede todavía reconocer en el sur de España.

El grado y la extensión de la asimilación que ocurre entre las per­sonas en una sociedad depende de muchos factores. El proceso suele avanzar lentamente donde existen rígidas líneas divisorias de clase o de casta, donde existe aversión o incapacidad para compartir elementos culturales altamente valorados. Las diferencias de idioma, de religión, de educación y de riqueza son a veces obstáculos importantes para el proceso de asimilación. Ciertas minorías étnicas europeas son ejem­plos históricos de estos obstáculos a la asimilación, como las comuni­dades polacas desparramadas por Rusia y las minorías alemanas es­tablecidas desde hace tiempo en Polonia.

Conflicto.

El conflicto es la forma de interacción por la que dos o más perso­nas tratan de excluirse mutuamente, bien sea aniquilando una parte a la otra o bien reduciéndola a la inacción. Su forma más elemental es el conflicto armado, en el que extensos grupos de personas se en­frentan en combate con la intención de destruirse unos a otros. El centro de atención y de acción en el proceso de conflicto lo forman siempre las partes empeñadas en esta relación, pero siempre hay ade­más algún otro objetivo o fin determinado por el que se entabla el

230 IX. Procesos de interacción

conflicto. El conflicto se considera como medio para un fin. Los con­flictos deliberados, provocados por sí mismos, son probablemente casos raros aun en las llamadas sociedades primitivas.

El término «conflicto» se usa con frecuencia cargada de vagas con­notaciones, por lo cual es necesario especificarlo cuidadosamente. Se oye hablar de conflictos de ideas entre jóvenes y viejas generaciones, de conflictos industriales entre la dirección y el trabajo, o de conflic­tos de intereses entre los diversos partidos políticos. Las tentativas para hundir el negocio de algún competidor o para asesinar a alguna persona se llaman a veces conflictos. Estas acepciones no coinciden con el concepto sociológico de que estamos tratando. Como proceso social, el conflicto no es jamás relación unilateral; es una relación humana recíproca en la que participan las dos partes.

No cabe duda de que en los preliminares de un conflicto se dan diversas formas de conducta inconformista. Éstas se manifiestan con pa­labras, ademanes o acciones, como injurias, aversiones, rivalidad, des­precio, ataques personales y físicos. El conflicto frecuentemente brota de la competencia y la oposición y, a menos que se destruyan del todo las dos partes empeñadas en él, le sigue necesariamente una forma u otra de acomodación. El boxeo moderno, cuyo objeto es dejar insen­sible al adversario, cuadra bien con la definición de conflicto; pero tiene también el otro aspecto de competición deportiva, en la que los combatientes rivalicen por una ventaja económica, un premio o una victoria.

Obstrucción.

La obstrucción es un proceso social en el que cada una de las perso­nas o grupos contrarios tratan de impedir que la otra logre un obje­tivo, sea que ella misma desee obtenerlo o no. A veces se la considera como una forma cortés y elegante del conflicto, dado que implica hostilidad y antagonismo, pero sin atacar directamente y de frente al contrario. Es necesariamente una relación social, dado que hay siem­pre dos partes en el proceso, dos términos en el proceso, aunque no siempre se hallan en igualdad de condiciones.

La obstrucción se da a veces junto al mismo proceso de cooperación o incluso dentro de él. Dos o más sectores de un parlamento o con­greso nacional, que finalmente deben encontrar alguna forma de coope­ración para el bien público del país, se empeñan a menudo en un proceso de obstrucción. Los partidos políticos se necesitan mutuamente

Competición 231

y en muchos aspectos deben coordinar su acción, pero en otros pun­tos se hacen obstrucción entre sí. Ésta se presenta bajo muchas formas y se manifiesta en las tácticas consistentes en postergar, denunciar, obs­taculizar y frustrar a los otros, en propalar difamaciones y «bulos» y en hacer campañas de falsos rumores. El uso de estereotipos, prin­cipalmente de los que destacan las cualidades negativas de una persona o categoría social, es uno de los instrumentos más comunes de la obstrucción.

La obstrucción no tiene importancia sociológica si se restringe a una base personal, por ejemplo cuando dos vecinos propalan malas especies uno de otro. Con frecuencia se actúa de una manera más organizada entre amplios sectores de la población, entre los diferentes grupos religiosos y raciales, y en cierto modo como proceso continuo de lo que exageradamente se llama «lucha de clases». Existen muchas manifestaciones de obstrucción entre la mayoría y las diferentes mi­norías de una sociedad. Todos estos ejemplos se caracterizan por el empeño que pone cada una de las partes en impedir que la otra logre su objetivo sin destruirlo ni obtenerlo ella misma.

Competición.

La competición es un proceso social en el que dos o más personas se esfuerzan por lograr un mismo objetivo. En los procesos de conflicto y oposición la atención se centra primariamente en la parte contraria como tal. Cuando dos partes compiten se dirigen primariamente al objetivo que quieren lograr y sólo secundariamente a las partes mis­mas. Todas las personas y los grupos compiten por un objeto, y la competición es siempre más fuerte si el objeto escasea y es de gran valor.

La competición se lleva adelante en forma pacífica y sigue unas reglas más formales que los otros procesos disyuntivos. Existen «reglas del juego», conscientes tanto como implícitas, observadas por los indi­viduos o grupos en competencia. En efecto, la competición se con­sidera como una especie de juego, con posibles apuestas elevadas, y que debe jugarse limpiamente; se estima socialmente provechoso, aun cuando ocasionalmente pueda acabar en desastre para el competidor más débil, como cuando un pequeño hombre de negocios no puede mantenerse frente a competidores más fuertes.

La extensión y el grado de la competición crece en una sociedad dinámica, de clases abiertas, en la que son numerosas las oportunidades, mesurados los valores y se acoge con aplauso el éxito. En realidad,

232 IX. Procesos de interacción

el proceso de competición en tal sociedad, a menudo, puede llegar a evaluarse casi tan alto como el de cooperación. Generalmente, la gente compite en toda sociedad en torno a aquellas instancias que son cri­terios de status social. Éstos son más numerosos, más accesibles, y mejor valorados en unas sociedades que en otras.

Complejidad de los procesos sociales.

Esta breve descripción que hemos hecho de los varios procesos de interacción muestra ya que no se deben simplificar excesivamente estos tipos de relaciones humanas. Todavía hay que hacer algunas consi­deraciones con el fin de referir estos procesos a las situaciones sociales concretas en que se manifiestan.

Primero: De lo que hemos dicho ha de resultar claro que ninguno de estos procesos se halla, por lo menos por largo tiempo, en su forma «pura». El conflicto tiene casi siempre matices de competición, puesto que los contendientes se esfuerzan generalmente por lograr algo más que destruir sencillamente al adversario. Los conflictos y las compe­ticiones de larga duración suponen casi siempre una obstrucción. Existe un entrecruzamiento análogo al de los procesos conjuntivos de coope­ración, acomodación y asimilación. Pese a esta compleja imbricación de las diferentes formas de interacción, no son en modo alguno sinó­nimos y se pueden analizar separadamente por razones de claridad y de comprensión.

Segundo: El hecho de que los procesos sociales trasciendan el contenido específico del comportamiento propio de un rol, crea a veces confusiones. Hemos dado suficientes ejemplos para demostrar que el contenido específico del rol social se debe distinguir de los procesos genéricos de la interacción social. El estudiante puede desempeñar su rol educativo en forma de competición o puede seguir un proceso de acomodación, pero en todo caso no cesa de realizar las pautas propias del rol de estudiante. Un hombre puede hallarse en conflicto con su cufiado y en verdadera cooperación con los correligionarios de su iglesia, pe.ro con todo esto no deja de realizar los bien discer-nibles papeles familiar y religioso.

Tercero: La operación concreta de los procesos sociales aparece a veces complicada por el hecho de que las personas y los grupos empeñados en ellos pueden intervenir al mismo tiempo en dos proce­sos aparentemente contradictorios. El problema se esclarece si observa­mos el objeto en torno al cual se desarrolla el proceso. Por ejemplo,

Matriz conceptual de los procesos sociales 233

dos hermanos pueden competir por el amor de una misma muchacha y al mismo tiempo cooperar eficazmente en un negocio arriesgado. Dos partidos políticos pueden estarse obstruyendo uno a otro acerca del programa contra la pobreza o de cuestiones de asistencia social, pero al mismo tiempo estar de acuerdo en una política exterior.

Finalmente, la influencia de la cultura es un factor importante para las formas con que estas formas de interacción principales ac­túan en una sociedad cualquiera. Los valores sociales significativos que profesan las personas ayudan a determinar, por ejemplo, el que la competición se acentúe más que la cooperación, como también el grado en que a una minoría racial o étnica, o a la clase social inferior se permite participar en el proceso social. La cultura determina las reglas y límites de los diferentes procesos como también la evaluación de los objetos sobre los que ocurre la interacción. Un troglodita, por ejemplo, puede comprender muy bien la competición e incluso el conflicto entre los derechos de pastos y caza, pero no comprenderá los conflictos sobre los campos de petróleo, las minas de oro y los depósitos de uranio. La diferencia está en los valores culturales.

Matriz conceptual de los procesos sociales.

Ya hemos visto que los. contenidos de las relaciones sociales son pautas manifiestas y latentes de comportamiento. En otras palabras, si estudiamos la cooperación o el conflicto, no estudiamos meramente las manifestaciones externas de conducta que identifican la forma de interacción, sino también las actitudes internas, las ideas, los juicios y las tendencias relacionadas con él. La competición es un «estado de espíritu» compartido por muchas personas, como también una pauta de comportamiento exteriorizada en la acción recíproca. Lo mismo se puede decir del análisis de los otros procesos: acomodación, cooperación, conflicto, asimilación y obstrucción.

Existen también en toda sociedad pautas conceptuales de compor­tamiento más generalizadas que actúan como una especie de matriz de las formas de interacción conjuntivas y disyuntivas de que acaba­mos de hablar. Las principales pautas para los procesos conjuntivos son la equidad, la justicia y el amor. Son también relaciones sociales, dado que implican comportamientos conceptuales recíprocos y no son meras virtudes personales o buenos hábitos que existen en el espíritu del miembro particular de la sociedad. De hecho no se pueden concebir en forma realista sino como pautas de comportamiento entre

234 IX. Procesos de interacción

dos o más personas que son equitativas, justas y caritativas unas con otras.

a) La justicia es un proceso social en el que las personas que están en relación cumplen las obligaciones que se deben mutuamente. La relación de justicia es una relación contractual formal o no for­mal en la que los derechos de una persona o grupo se enfrentan con los deberes de otra persona o grupo. El concepto de justicia y la ex­presión efectiva del proceso social de justicia se hallan en toda socie­dad, aun cuando su manera de actuar difiere grandemente de una sociedad a otra.

Ya vimos que los mores son las pautas de comportamiento más imperativas en una sociedad. Esto significa que la obligación de rea­lizarlas y de permitir y estimular su realización en otros existe al nivel moral de lo que las personas en la sociedad estiman bueno o malo. Cuando una persona viola intencionadamente los mores pone en peligro el bienestar común, «hace daño» a las otras personas y procede en forma injusta. En otras palabras, la sociedad se arroga el derecho de exigir conformidad con sus más importantes pautas de comportamiento, y las personas y grupos que así se conforman actúan el proceso social de justicia.

b) La equidad es una forma de interacción esperada en las zonas en que las pautas de comportamiento no están definidas moralmente o no se pueden urgir con todo rigor. Las personas que hacen lo que pide una «moral común» más bien que lo que exigen la letra estricta de la ley y las demandas de las sanciones sociales formales, desarrollan relaciones sociales equitativas. Es el género de relación que brota de la experiencia social de lo que es correcto y conveniente en cada caso. A veces la relación de equidad surge en situaciones que no son reproducciones exactas de situaciones anteriores, como accidentes o desastres naturales.

Sin embargo, con más frecuencia se reconoce la relación de equi­dad en el amplio campo de las costumbres y de los usos cuando se ven actuar estas formas de una manera concreta. Una vez más consi­deramos a las personas que tratan unas con otras bajo el aspecto de los objetivos sociales generales y del bienestar común, aun cuando la interacción no contiene conscientemente estos objetivos. El suave fluir de las relaciones sociales, el contacto y la comunicación cotidianos son posibles gracias a la equidad más bien que a la justicia.

c) El amor social es un amplio proceso general en el que las partes que interactúan quieren y hacen lo que es ventajoso para unos y otros. No nos referimos aquí ni al amor romántico ni al conyugal,

El valor de la competición 235

que son formas estrechas y limitadas de interacción personal. Los sociólogos usan frecuentemente el término «altruismo» para designar el proceso del amor social, que implica un grado de interés y servicio voluntarios dirigidos a los demás, que va mucho más allá de la jus­ticia o de la equidad. En cierto sentido es la relación social más fundamental, más básica que cualquier otra; sin ella la vida social sería intolerable, si no impensable.

El amor social no actúa bajo presión social formal ni está ligado a obligaciones estrictas que puedan ser urgidas por la sociedad orga­nizada. Se puede ejemplificar de muchas maneras, y todas las virtudes apreciadas socialmente, como la amabilidad, la buena vecindad, la generosidad y la buena voluntad, son sin duda manifestaciones del amor social. Esta clase de relación recíproca es el antídoto del egoís­mo, del etnocentrismo y del odio y, evidentemente, toda persona social lo exhibe en diferentes grados, por lo menos en alguno de los papeles que desempeña.

Conviene recordar que aquí consideramos estos procesos de jus­ticia, de equidad y de amor desde el punto de vista sociológico, y no en su aspecto psicológico e individualista. Puede ser muy impor­tante para el psicólogo conocer cómo se desarrollan en el compor­tamiento personal individual o cómo afectan a éste. Los analizamos, en el presente contexto, como relaciones entre las personas y los grupos. Es evidente que los tres procesos están implicados en las rela^ ciones positivas y conjuntivas de cooperación, acomodación y asimi­lación. Cuando están profundamente afincadas en la cultura, tienden a restringir y moderar los aspectos negativos de los procesos disyun­tivos de conflicto, oposición y competición.

PROCESOS SOCIALES EN NORTEAMÉRICA

1. El valor de la competición.

Los norteamericanos dan por supuesto que la competición es cosa buena, que es la «vida» del comercio y de la industria, que este proceso social contiene muchos valores positivos. Si se comparan con algunas otras socie­dades, se echa de ver que por todo se encuentra gente que no sabe perder, pero que la pauta preferida en los Estados Unidos es intentar perder ele­gantemente. Las campañas para las elecciones son competitivas, pero el político que pierde no abandona el país por temor de su rival triunfante. No se producen motines al final de una competición deportiva; tampoco concursos de belleza acaban con arañazos entre las partes en litigio. Salvo

236 IX. Procesos de interacción

raras excepciones, puede afirmarse en general que el juego limpio y la acep­tación de las reglas del juego han venido a ser pautas culturales tradi­cionales.

Es a menudo delicada la línea divisoria entre competición y conflicto, y los norteamericanos suelen concebir la competición como sustitutivo del conflicto más bien que como su preludio. Cuando se anima al niño a ser autónomo y agresivo no se le quiere decir que derrote a los otros, sino que se perfeccione él mismo. Ha de competir caballerosamente, y si al ganar o al perder pierde la cabeza, se le reprende por no ser buen jugador. La lista que sigue muestra que el proceso de competición es estimulado en América en todos los más importantes campos de la conducta social.

a) Se ha de contar con la competición económica en una cultura que exalta la iniciativa y la libertad, hace accesibles las oportunidades y aprecia los criterios materiales de éxito. La competición en los negocios no se en­cuentra libre y desencadenada; está más y más regulada para que cada uno tenga una justa oportunidad de competir. Leyes antitrust y procesos contra los monopolios han venido a formar parte de nuestra tradición cultural, y aun cuando los reglamentos no funcionan nunca perfectamente, tienden por lo menos a salvaguardar la forma y el espíritu de la competición eco­nómica.

b) La noción de competición entre jóvenes en la institución de ense­ñanza no es una invención originariamente americana; pero en nuestro país se ha extendido a mayor porcentaje de educandos que en otras par­tes. En un empeño de disminuir los fracasos de competidores desafortu-> nados, algunos educadores han propuesto que se supriman los tests y las calificaciones. En cierto sentido esta tentativa «va contra» la cultura. Mien­tras se considere la competición como un valor cultural en sí mismo y mientras el sistema de grados y de honores se emplee como medida del aprovechamiento hasta el final de los estudios académicos, la juventud americana se verá empeñada en la competición educativa y afectada por ella.

c) En la institución recreativa la competición es el «alma» de los de­portes. Incluso las «marrullerías» destinadas a poner fuera de combate al adversario, que caracterizan el boxeo, la lucha y el fútbol profesionales, son aplaudidas como expresión típica del espíritu de competición americano. El contrincante «sucio» que viola las reglas es castigado por los funcionarios y con frecuencia despreciado por el público. El deporte se considera como una actividad sana con matices morales y psicológicos; proporciona un campo a la agresividad juvenil y ahorra inquietudes a las personas jóvenes. Se supone que la competición reemplaza conflictos con otros y ayuda a evitarlos.

d) En toda sociedad los grupos familiares deben necesariamente carac­terizarse por el proceso básico de cooperación entre los miembros. No obs­tante, hay aspectos particulares de competición en el sistema norteameri­cano, especialmente en las experiencias preconyugales de la juventud. Las costumbres del dutittg (citas entre adolescentes de ambos sexos) y particu-

El trabajo en equipo en Norteamérica 237

larmente el método de evaluar las dates «citas» implican un proceso de competición. Todo colegio universitario es un teatro de competiciones entre muchachas para salir con un muchacho simpático, y viceversa, y el preciado objetivo es las más de las veces no el matrimonio, sino el inter­cambio de recuerdos personales. En cierto sentido esta competición es también un juego, y el que pierde debe mostrarse «buen perdedor».

e) La competición en la palestra política es un reiterado fenómeno en nuestra sociedad. No se trata sólo de competición entre particulares que aspiran a un cargo, sino también entre grupos organizados de personas que apoyan a los respectivos candidatos contendientes. Excepto en raros casos de competiciones menores, el candidato que no tiene una organización que le apoye no puede esperar el triunfo en la disputa por un cargo pú­blico. Con el fin de garantizar la limpieza de las elecciones se han promul­gado leyes para controlar los gastos de la campaña electoral.

f) Entre las entidades religiosas la sociedad norteamericana ha des­arrollado gradualmente un sistema con el que el conflicto es sustituido por la competición. Las confesionalidades religiosas son numerosas y ninguna de ellas abarca más que a una minoría de la población. De ahí resulta que, si se exceptúa a unos pocos eclesiásticos profesionales, nadie piensa en «derrotar» a otras agrupaciones religiosas o en «dejarlas fuera de comba­te». Mientras que el movimiento ecuménico promueve la cooperación, se da todavía la competición típicamente norteamericana por las almas, por acrecentamiento del prestigio y por el galardón de ser el más grande.

Estos ejemplos muestran que la competición interviene en una forma o en otra en todas las zonas importantes de la vida social americana. Como pauta tanto conceptual como externa de conducta es un elemento de la mayor importancia sociológica. Sería ingenuo pensar que los procesos de conflicto y oposición carecen de importancia, pero es un hecho que sus efectos han quedado sumamente reducidos al acentuarse la importancia de la competición. Lo que parece ser exclusivo de la cultura norteamericana es el considerar la competición como algo positivo, como una forma aso­ciativa en el proceso social, no ya como una relación negativa, disociativa, como parece suceder en otras muchas culturas.

2. El trabajo en equipo en Norteamérica.

Los norteamericanos no se cansan de exaltar la cooperación como la forma más eficiente de relación humana. La prueba primaria de este aser­to es el sistema organizado, coordinado y cooperativo de la producción y distribución masiva que ha puesto al alcance del público un cúmulo de productos y de servicios. La convicción de que todo se puede hacer me­diante trabajo en equipo penetra toda la cultura norteamericana. «Tra­bajemos juntos» es una divisa que se oye a menudo por todas partes en el país.

238 IX. Procesos de interacción

El análisis del modo como de hecho se desarrolla la cooperación re­quiere ciertas reflexiones que moderen ese jactancioso entusiasmo. La co­operación en gran escala se considera como el medio de resolver problemas sociales de gran envergadura. El procedimiento norteamericano podría expresarse así: «Aquí hay un gran problema; reunámonos y vamos a resolverlo.»

Sin embargo, todavía hay por resolver en los Estados Unidos enormes problemas sociales. Incluso concediendo que estos problemas se pueden resolver mediante trabajo en equipo, ¿cuáles son las condiciones funda­mentales que secundan o entorpecen la cooperación?

En general se puede decir que las personas cooperarán voluntariamente bajo tres condiciones: primera, si hay que emprender una acción concreta; segunda, si se puede determinar la responsabilidad de la realización de la acción; finalmente, si las personas están de acuerdo en que vale la pena realizarla. Cuando hay unanimidad sobre estos tres puntos, los norteame­ricanos suelen cooperar de buena gana y con éxito. Vamos a ilustrar en concreto con algunos ejemplos esta afirmación general.

a) Los norteamericanos suelen cooperar con presteza, generosidad y eficacia cuando se hallan frente a una catástrofe. Prestan ayuda a las vícti­mas de incendios, de explosiones, de inundaciones y de epidemias. La gente coopera en la organización de socorros. Sienten, por lo general, que deberían hacer algo en concreto: hacer donaciones en dinero o en espe­cie o prestar ayuda física inmediata. La Cruz Roja suele ser el agente coordinador de estos socorros, y cuando se trata de una catástrofe de mayor cuantía se presta ayuda en toda la nación, y no sólo en las comunidades próximas al lugar del siniestro.

El trabajo en equipo de los norteamericanos durante las dos guerras mundiales es el mayor ejemplo de cómo estos problemas pueden tratarse con eficiencia. La cooperación social en tales circunstancias alcanzó un nivel y tuvo una extensión y eficacia mayores que todas las tentativas de coopera­ción organizada en tiempos de paz. Este hecho surge en contraste de ma­nera dramática ante los tumultos contra el reclutamiento durante la Guerra Civil, y ante las amplias protestas, marchas para la paz, huelgas y mani­festaciones que acompañaron la guerra del Vietnam. En este último caso puede decirse que los norteamericanos en su mayoría quedaron fatigados de la guerra, pero un factor mucho más importante fue la falta de con­vicción de que la guerra fuera un esfuerzo valioso. Cada vez más la gente sentía que la guerra del Vietnam no «tenía sentido», era irracional e inmoral, a la par que inútil, y que no gozaba de apoyo popular. No puede esperarse, en semejante situación, que exista el trabajo de equipo.

b) En la sociedad norteamericana existe un sector de problemas socia­les ambiguos en el que se nota una falta general de cooperación y donde con frecuencia fiaquea el trabajo inicial en equipo. Existe un sentimiento general de que «algo va mal» y también de que «hay que hacer algo», pero no existe acuerdo efectivo sobre la gravedad del problema ni una

El proceso de americanización 239

forma exacta de fijar la responsabilidad de la cooperación en determinadas personas. En estos problemas no saben las gentes generalmente lo que hay que hacer y por eso dejan su solución a otros.

La mayor parte de estos problemas dan vueltas en torno a cuestiones y valoraciones morales con cuidado de no tocarlas. La delincuencia juvenil en escuelas y calles de las ciudades, la difusión de material pornográfico y lascivo en libros y revistas, la conocida existencia de toda clase de vicios comercializados, la brutalidad y corrupción de la policía en algunos lugares, las bandas organizadas de chantage, todos éstos son ejemplos de problemas sociales predominantes cuya solución requiere la cooperación social. Acá y allá han tenido lugar «limpiezas» efectivas, por lo regular temporales; pero en general estos problemas pruebas que «la responsabilidad de todos equivale a la responsabilidad de ninguno».

c) Existe un tercer tipo de problema social en el que sólo parcial­mente ha habido cooperación. Aquí hay acuerdo general acerca de los va­lores que entran en juego, pero a la vez hay gran.desacuerdo sobre lo que se ha de hacer y sobre quién lo ha de hacer. Los norteamericanos parecen convenir en que toda familia tiene derecho a un hogar decoroso, que toda persona debe tener adecuada asistencia higiénica, que los traba­jadores deben disfrutar de suficientes ingresos, que debe haber mejores carreteras y que se deben mejorar las relaciones entre las razas.

Muchas personas dejan de cooperar en la solución de estos problemas; e incluso se dan casos de acciones organizadas en equipo para contrarres­tar las tentativas corrientes de resolverlos. Se ha logrado cierto grado de mejora, pero a menudo ha habido oposición efectiva basada en el argu­mento de que el procedimiento empleado es en cierto modo «antiameri­cano». Con otras palabras, la gente no está de acuerdo en estas situaciones sobre los valores que entran en juego en el proceso de cooperación.

La acción norteamericana en equipo, o la cooperación social, ofrece particular interés si tenemos presente el gran valor que los americanos atribuyen al proceso de competición. De hecho no hay contradicción en que coexistan simultáneamente la cooperación y la competición como dos procesos importantes dentro de la misma cultura. Una extraña caracterís­tica de la cultura norteamericana es la visible convicción de que mediante la competición se hacen las cosas no menos'eficazmente que con la cooperación. Se tiene la sensación de que la competición estimula la acción social y que la cooperación dentro del grupo resulta de la competición con otros grupos.

3. El proceso de americanización.

El «crisol» es una popular imagen para expresar lo que en términos precisos es el proceso de «americanización» de gentes procedentes de todas las partes del' mundo. Tal asimilación ha sido ampliamente estudiada en nuestro país, y el gran número de inmigrantes que han entrado en los

240 IX. Procesos de interacción

Estados Unidos ha ofrecido a los sociólogos un importante campo de in­vestigación.

Muchos norteamericanos creen que la asimilación ha sido un proceso de dirección única, que el americano ha «dado» y el inmigrante ha «reci­bido». Sin embargo, no debemos olvidar que la asimilación es esencialmente una relación social, una forma de comunicación recíproca, y que los dos términos de la relación están implicados en un comportamiento mutuo Posiblemente sea una buena lección para salir al paso al etnocentrismo analizar brevemente algunas de las aportaciones hechas a nuestra cultura por culturas extranjeras.

a) Los conceptos básicos de democracia, es decir, de libertad y de igualdad, proceden de la filosofía de la Ilustración del siglo xvm europeo y tienen orígenes todavía más remotos en los filósofos sociales de Europa. El sistema legal que rodea y protege la aplicación de la democracia es un legado cultural de Inglaterra.

b) Las ideas religiosas centrales de la religión judeo-cristiana son tam­bién de importación europea. Si bien la práctica efectiva del cristianismo ha adoptado formas numerosas y a veces peregrinas, la creencia funda-

. mental en la redención del pecado, en la fraternidad de todos los hombres bajo Dios ha ejercido vasto influjo en las relaciones sociales de los ame­ricanos. Durante los años de más intensa inmigración, la clerecía de cada religión acompañaba a sus paisanos a los Estados Unidos, y los ayudaba a guardar sus tradiciones. Religiosos católicos de ambos sexos inmigraron a millares para ayudar a conservar la fe y, a menudo, imprimían sus rasgos étnicos a la población que servían.

c) La pauta cultural más evidente recibida de extranjeros por los ame­ricanos es la lengua inglesa. Los cambios de pronunciación, el abandono de palabras anticuadas y la creación de términos nuevos han aportado nu­merosas variaciones accidentales en el uso de la «lengua madre»; pero a fin de cuentas nuestro idioma es importación de Inglaterra y muchos de los cambios son importados de otros países.

d) Pocos de los manjares que consumimos son en su origen típicamente americanos. En toda gran ciudad existen restaurantes que sirven platos es­peciales de diferentes nacionalidades: armenios, chinos, franceses, italianos, mejicanos y otros muchos. Incluso los utensilios que empleamos para co­mer son de origen extranjero. Un aspecto interesante de la asimilación en estos restaurantes es que aquellos en que se sirven platos «extranjeros» son las más de las veces propiedad de americanos, como también son americanos el personal y la clientela.

e) La mayor parte de nuestras modas de vestir son de origen extran­jero y, hasta la invención de las materias sintéticas, lo eran también la mayor parte de nuestros materiales. Las modas en el vestir —especialmente las femeninas — cambian muy rápidamente, pero es difícil encontrar crea­ciones norteamericanas «originales» que no sean de algún modo imitati­vas de estilos extranjeros. Incluso la «natural» diferencia entre la indu-

Ejemplos de obstrucción 241

mentaría masculina y femenina que tanto distingue el aspecto de los norteamericanos del de los asiáticos, y que ahora se halla también en un estado de flujo, es en realidad imitación de los usos europeos.

f) La arquitectura de los edificios públicos y semipúblicos de América es imitación de la antigua Grecia y Roma y de la Europa medieval. Incluso los recientes estilos llamados «funcionales», que emplean acerOj vidrio y hormigón, tienen sus orígenes fuera de los Estados Unidos, por ejemplo en el grupo del Buuhaus en Alemania. Nuestros arquitectos estarán sin em­bargo de acuerdo, probablemente, en que el rascacielos es una genuina invención norteamericana.

Esto no es más que una pequeña lista entre los innumerables elementos culturales, objetos físicos y formas mentales y de comportamiento que nues­tro pueblo ha americanizado mediante el proceso de asimilación. Muchos aspectos de nuestro sistema escolar, de nuestras prácticas religiosas y de nuestros usos familiares tienen sus raíces fuera del mundo americano. No obstante, debemos reconocer que, debido a la perspectiva del tiempo y a las relaciones que ahora tenemos con los extranjeros, el proceso de asimi­lación avanza más lentamente. América está desarrollando sus propias carac­terísticas culturales.

Cuanto más nos alejamos en el tiempo de la gran oleada de inmigran­tes, tanto menos marcado es el impacto originario de la asimilación. Esto se aplica tanto al americano nativo como al inmigrante mismo. Además, los inmigrantes de las últimas décadas habían tenido mejor instrucción y así tenían menor necesidad de ser aceptados o asimilados — algunos de ellos eran «intelectuales»—, como también eran de posición social más elevada que los que llegaron a comienzos del siglo. Debería señalarse que se da ahora una especie de inversión del proceso de la exportación cultural desde los Estados Unidos. El estilo de vida norteamericano, al que se alude a veces con mofa como «cocacolización», está invadiendo otras culturas, mientras que parece estar disminuyendo gradualmente la contribución de los inmigrantes extranjeros a la cultura norteamericana.

4. Ejemplos de obstrucción.

En el desarrollo de la cultura norteamericana han tenido especial re­lieve dos procesos sociales negativos. Por una parte se ha estimulado la competición limpia y por otra ha habido una tendencia a aminorar los conflictos. Si se exceptúa • a los sociólogos, poca atención se ha prestado al proceso de obstrucción, que puede designarse como una forma inter­media de oposición. Este proceso está todavía muy extendido.

La obstrucción es un proceso social identificable, pero sin duda se inter­preta mal por el hecho de emplearse a menudo como sustituto para evitar conflictos o como recurso para mejorar las propias perspectivas en una competición. Las gentes ejercen mutua obstrucción (se opone a los objeti-

242 IX. Procesos de interacción

vos perseguidos por el otro) porque hay competidores que no gustan de convertirse en enemigos francos. La obstrucción se practica en todos los tipos de relaciones humanas, de situaciones institucionalizadas y de grupos sociales.

A continuación damos algunos ejemplos corrientes de obstrucción que se distinguen de los procesos sociales de conflicto y de competición:

a) Legisladores y jurisconsultos son peritos en el uso de las técnicas obstructivas. En el Congreso se obstruye a la oposición aplazando la dis­cusión de mociones o enterrando resoluciones de diferentes comisiones. Los abogados en los tribunales recurren a tácticas de obstrucción en favor de sus clientes. Las compañías de seguros se resisten a veces a tratar casos importantes y recurren a diversos procedimientos judiciales legales y a prácticas administrativas para impedir el éxito de las reclamaciones.

b) La obstrucción se usa a veces para impedir que voten o que ocupen un puesto los miembros de una minoría, o que disfruten de otros derechos civiles. Los políticos del Sur han empleado varios tipos de tácticas para diferir la aplicación de las leyes; así, ha ocurrido con la desegregación racial de los servicios públicos y otros cambios prometidos por el acta de los derechos civiles. En algunos casos a un negro que fue activo en el movimiento de los derechos civiles se le niegan facilidades bancarias y de crédito en establecimientos financieros. En este terreno existen otros muchos recursos de obstrucción.

c) La obstrucción ha sido un instrumento frecuente en ambos lados de las relaciones entre patronos y obreros. El empleo de espías que infor­men sobre la actividad de los sindicatos y el uso de contratos con «esqui­roles» para salir al paso a la acción de los sindicatos parece haber men­guado, pero la forma más sutil del paternalismo asistencial pone atajos todavía a la acción sindical en algunas empresas. El disminuir el ritmo en la cadena de producción en serie y el darse de baja como «enfermo» son ejemplos de obstrucción por parte de los empleados.

d) En el mundo de los negocios hay muchas maneras de hacer obs­trucción a un competidor, y ello se observa especialmente en los produc­tos y servicios de la publicidad. Todos conocemos las campañas compara­tivas de publicidad lanzadas en los negocios de alquiler de coches, en la introducción de Volkswagen en el mercado automovilístico norteamericano, en los extravagantes anuncios de unos cigarrillos en detrimento de otras marcas, o a favor de determinados desodorantes, enjuagues, o pastas de dientes que se pretenden mejores que todos los demás.

e) El empeño por lograr una situación más elevada de clase es obs­truido de muchas y sutiles maneras, sobre todo por parte de las mu­jeres. Quien pueda controlar las invitaciones para comidas, bailes y otras distracciones similares observará que hay personas que no las reciben. Hay personas a quienes se impide formar parte de clubs y frecuentar determi­nadas escuelas no ya con disposiciones formales, sino con procedimientos deliberados, aunque informales, de obstrucción.

Reducción al mínimo de los conflictos en los Estados Unidos 243

La obstrucción es corriente en la vida ordinaria y cotidiana de las per­sonas de nuestra sociedad. Las diferencias de opinión, las discusiones entre la vieja y la nueva generación no son sino indicios de este proceso social. La «batalla de los sexos» es esencialmente obstrucción más bien que con­flicto, y se nota en las observaciones desfavorables que hacen los hom­bres o las mujeres respecto al otro sexo, como también en los modos de frustrar las ambiciones femeninas en carreras que los hombres consideran como propias de ellos, en las habladurías negativas de algunas solteronas sobre los hombres en general.

Este proceso funciona también entre las numerosas categorías minori­tarias de la población norteamericana. Las aspiraciones de estas gentes a una situación social más elevada, a ventajas económicas, a tomar parte en la política se ven con frecuencia entorpecidas por otros. Los pequeños agricultores y hombres de negocios, los inmigrantes y los grupos étnicos, la servidumbre doméstica, los trabajadores que se trasladan de una localidad a otra y otros muchos son objeto de obstrucción en muchas maneras. Algu­nas competiciones entre las principales entidades religiosas de nuestro país se ven apoyadas por sutiles formas de propaganda, por estereotipos y por apodos que son sencillamente formas de obstrucción.

El ejemplo nacional más notable de obstrucción que ha tenido lugar en estos últimos años es el procedimiento empleado en la depuración de individuos subversivos. Muchas personas honorables que una vez estuvie­ron en conexión con grupos comunistas se ven gravemente impedidos en sus carreras o en otros empeños por ser considerados culpables de su afilia­ción anterior. A tales personas se les niegan ciertas clases de empleos con el correspondiente status, porque otros generalizan y les ponen la etiqueta de «subversivos». No se destruye a los individuos acusados, pues la des­trucción sería consecuencia de un conflicto.

5. Reducción al mínimo de los conflictos en los Estados Unidos.

Si bien la población norteamericana se va integrando más y más a con­secuencia de la asimilación, no debemos olvidar que todavía existen muchas diferencias entre nuestra gente. Las disensiones sociales han sido frecuen­tes en nuestra historia y han estallado a veces en conflictos sociales. Dife­rencias regionales, religiosas, raciales y étnicas explotaron a veces en vio­lentos motines dirigidos a hacer públicos los abusos de la justicia social que se habían vuelto ya pautas de conducta.

En los últimos años han entrado en juego numerosos factores para suavizar o impedir estos viejos conflictos, pero mientras tanto han surgido nuevos tipos de disensión. La impaciencia ante la lentitud del progreso social ha conducido a una desconfianza en el discurso racional, los pro­cedimientos legales, y la reforma social como medios de arreglar conflictos. Impaciencia ha habido también en la táctica de la desobediencia civil «no

244 IX. Procesos de interacción

violenta» y el giro hacia la acción directa para obtener respuestas inme­diatas ante demandas no negociables.

Semejantes tácticas, inspiradas a menudo por los estudiantes universi­tarios y los antiguos estudiantes que ocupan los edificios de las facultades y escuelas, desafían a la policía y a los tribunales de justicia, y fomentan los tumultos callejeros, constituyen un reto a las pautas normales de «ley y orden». El conflicto implica, en sí, el uso de fuerza por ambos lados. La ideología norteamericana tradicional ha sido racional, pero a menudo lenta, en el intento de minimizar los conflictos y promover la justicia social.

Creemos útil enumerar aquí algunas de las fuerzas que actualmente están en juego en el empeño de eliminar conflictos y fomentar la coopera­ción entre los elementos divergentes de la población.

a) Cursos de ciencia social en las universidades ofrecen un análisis de los factores de conflicto intergrupal y presentan, al menos por inferencia, algunas de las posibilidades de programas para evitar los conflictos. Es cierto que estos cursos académicos afectan sólo a jóvenes estudiantes y aun sólo a un número limitado de ellos. Sin embargo, si es verdad que los graduados están destinados a influir en las futuras relaciones sociales, no cabe duda de que estos cursos tienen gran valor.

b) Se van multiplicando los programas intergrupales destinados a suavi­zar los conflictos y a fomentar la cooperación. Estos programas se con­cretan en grupos de trabajo que se pueden reunir durante varias semanas en el verano, en reuniones anuales para expertos en la materia y en diversas clases de reuniones fomentadas durante el año. La celebración anual de la Semana de Fraternidad proporciona a los americanos oportu­nidad para concentrar la atención en las técnicas de cooperación social.

c) Se han ideado diversos organismos destinados a reducir los con­flictos industriales. La propagación de la práctica de la negociación colec­tiva, la Junta nacional de relaciones laborales y las técnicas de arbitraje y conciliación han contribuido a poner orden y paz relativos en las rela­ciones entre los patronos y obreros. Éste es un terreno en el que se produ­jeron conflictos reales con derramamiento de sangre durante el año 1930. En algunos sectores del país estos organismos tropiezan todavía con oposición, pero la gran industria ha aceptado su uso e incluso con frecuencia lo fomenta.

d) Cierto número de organizaciones eficientes actúa para reducir la tensión y eliminar conflictos en las relaciones entre las razas. No obstante la comprensible impaciencia de los grupos de militantes negros, y de la llamada «reacción» conservadora que profiere el slogan de «Ley y orden», se han hecho progresos notables en este campo de las relaciones humanas. Aparte las organizaciones dedicadas profesionalmente a esta labor, hay gran número de comités y grupos interraciales que operan con miras a este objetivo en asuntos religiosos, políticos y civiles, en organizaciones de militares y veteranos, en círculos femeninos, en uniones laborales y en otras asociaciones.

Bibliografía 245

e) Se hacen esfuerzos para eliminar conflictos religiosos no sólo en organizaciones nacionales de cristianos y judíos y en iglesias protestantes confederadas, sino también dentro de las grandes entidades religiosas. Estos últimos grupos adoptan varias formas de acción social mediante las cuales instruyen a sus propios miembros sobre la importancia de las virtudes sociales. Las diferencias teológicas persisten en las diferentes corporacio­nes religiosas, pero el ecumenismo ha cobrado importancia ahora, y con­tinuamente se insiste en la cooperación y en la unidad en planos no re­ligiosos.

Uno de los aspectos más estimulantes de estos esfuerzos por reducir los conflictos reside en el hecho de que son deliberados y racionales. La mayor parte de las personas que toman parte en ellos rechazan la idea de que «las cosas se arreglarán por sí mismas» o de que «el tiempo resol­verá los problemas». Las personas dirigentes y más influyentes en grandes comunidades y organizaciones se muestran convencidas de que los conflic­tos internos se pueden soslayar deliberadamente. Constantemente se afinan las técnicas de cooperación y se siguen haciendo inteligentes valuaciones de las mismas.

La población de los Estados Unidos ofrece un laboratorio para la ex­perimentación de estos programas. La suposición de que toda sociedad, sea cual fuere su grado de progreso, contiene siempre bajo la superficie un potencial de conflicto social, no ha sido ni demostrada ni refutada. Es evidente que este potencial se reduce cuando se reducen las mayores diver­gencias, pero el pueblo americano parece tener empeño en demostrar que se pueden reducir al mínimo los conflictos aun persistiendo importantes di­ferencias entre la población.

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X

INSTITUCIONES

Como algunos otros términos que tienen sentido técnico y científico en sociología, la palabra «institución» se usa con frecuencia en sentido no sociológico. Se oye decir que alguna persona excéntrica del barrio se ha convertido en una institución, que un orfelinato es una insti­tución para cuidar niños, o que la Little League de béisbol es una institución de la comunidad. Es cierto que estos vocablos son correctos en el contexto corriente en que se emplean, pero no lo son si se atiende a su definición estrictamente científica.

Definición de la institución.

En sentido sociológico una institución no es una persona ni un grupo. Es parte de la cultura, un sector estandardizado del modo de vida de un pueblo. Como ya hemos visto, las pautas manifiestas y la­tentes de comportamiento forman los roles sociales que desempeñan las personas, así como las diversas relaciones sociales que unen a éstas entre sí; los procesos sociales ocupan el puesto principal entre estas relaciones. Las relaciones y los papeles sociales forman los elementos principales de la institución. Una institución es una configuración o combinación de pautas de comportamiento compartidas por una colec­tividad y centradas en la satisfacción de alguna necesidad básica de grupo.

La definición de la institución se comprenderá mejor después de enumerar y describir sus características. La institución cultural debe contener los siguientes elementos esenciales.

a) Las instituciones, aun sin necesidad de personificarlas, son in-

248 X. Instituciones

tencionales, en cuanto que cada una de ellas tiene como objetivo o fin la satisfacción de una necesidad social. Son los principales modos de comportamiento mediante los cuales se asocian personas entre sí para hacer determinadas cosas.

b) Tienen un contenido relativamente permanente. Las pautas, roles y relaciones que realizan las personas en una determinada cultura son tradicionales y duraderos. Como toda obra humana, están sujetos a modificaciones, pero las modificaciones institucionales son relativamente lentas.

c) La institución está estructurada, u organizada, o coordinada. Los componentes tienden a mantenerse en cohesión y a reforzarse mu­tuamente. Esto se sigue del hecho de que los roles y las relaciones sociales son en sí mismos combinaciones estructuradas de pautas de comportamiento.

d) Cada institución es una estructura unificada en el sentido de que funciona como una unidad, aunque sea interdependiente con otras instituciones. Ninguna institución puede separarse completamente de las otras instituciones o roles, pero cada uno de ellos funciona como una serie de identificable de pautas de conducta.

e) La institución está necesariamente cargada de valor, por cuanto sus uniformidades de conducta repetidas se volvieron códigos norma­tivos de conducta, algunos de ellos expresados en reglas y leyes escritas, pero limitados en su mayoría a ejercer una presión social subconsciente sobre la gente.

Con estas características podemos componer la siguiente definición algo más completa. Una institución es una estructura relativamente permanente de pautas, roles y relaciones que las personas realizan según unas determinadas formas sancionadas y unificadas, con objeto de satisfacer necesidades sociales básicas.

Institución y grupo.

Se confunden a menudo los términos «grupo» e «institución». Con­tra este error hay que insistir en que estos dos términos no son sinó­nimos. Los conceptos que representan son perfectamente distintos, y los objetos expresados por los conceptos son del todo diferentes en el orden real de la existencia. El concepto de institución es, natural­mente, una abstracción, pero la institución en sí misma es tan real y mucho más significativa que cualquier objeto material de cultura.

En su estricta definición técnica una institución no es un grupo

Las funciones de las instituciones 249

de personas. Ya hemos visto cuánto importa distinguir entre las per­sonas y las pautas de comportamiento que siguen. Lo que hace la persona o lo que hace la gente se distingue de lo que es el grupo. Las pautas de comportamiento, los procesos y los roles están institu­cionalizados, pero las personas y los grupos no lo están. El grupo es una pluralidad de personas que realizan instituciones. El «colegio» es esencialmente un grupo de personas que siguen un sistema ordenado de comportamiento llamado institución de enseñanza. Igualmente, la institución política no está constituida por políticos, sino por los tipos de conducta que se ha dado en llamar políticos.

Las actitudes internas y los hábitos externos de un grupo de per­sonas están centrados en la satisfacción colectiva de las necesidades sociales básicas. Las normas, costumbres y usos son modos instituciona­lizados de hacer cosas conjuntamente. No son meros elementos fortuitos y casuales del comportamiento humano. Están dirigidos hacia metas reconocidas y valoradas. Las personas los ensalzan entre sí al realizar sus roles y procesos, y todos ellos tomados en conjunto son una institución.

Las funciones de tas instituciones.

¿Qué «hace» la institución para las personas en su vida de grupo? Antes de responder con claridad a esta pregunta hemos de hacer algu­nas observaciones preliminares. En primer lugar, el objetivo, la meta o intento de una institución es el mismo que el del grupo. Los grupos económicos, religiosos y políticos aspiran a fines económicos, religiosos y políticos, que se hallan institucionalizados en la cultura. En segundo lugar, las funciones realizadas por el grupo son las actividades con­ceptuales y externas realizadas en formas estandardizadas por las personas. Son lo que las personas hacen efectivamente en sus roles y relaciones sociales y constituyen el contenido principal de la insti­tución. Finalmente, además de los objetivos específicos y de las acti­vidades sujetas a pauta del grupo, existen ciertas funciones generales que todas las instituciones realizan para las personas de la sociedad.

Estas funciones generales de las instituciones son las únicas de que nos ocupamos aquí. Pueden clasificarse a su vez desde dos puntos de vista. Si seleccionamos estas funciones institucionales en relación a sus efectos, o a su influencia, sobre los individuos y los grupos, consta­tamos que se puede llamar positivas a algunas de ellas y negativas a otras. Nos ocuparemos primero de las funciones positivas de las

*

250 X. Instituciones

instituciones que acarrean un nivel superior de integración y coordi­nación en los grupos.

a) Las instituciones simplifican el comportamiento social a la gente. Los modos de pensar y de obrar han sido en gran manera regularizados y arreglados antes de que el individuo entre a formar parte de la sociedad. Éste no tiene que detenerse a aprender o des­cubrir su propio modo de hacer las cosas, pues las instituciones a que se ha ido acostumbrando durante el proceso de socialización le proporcionan estos modos. Ya hemos visto que gran parte del com­portamiento social es no-racional y casi automático para el individuo; esto sucede porque el comportamiento ha sido institucionalizado.

b) Como ampliación de esta función, las instituciones proporcio­nan también al individuo formas ya preparadas de relaciones y roles sociales. Los principales roles y relaciones no son «inventados» por los individuos, aunque estos roles y relaciones sean productos huma­nos. En la mayoría de los casos la persona sabe de antemano qué conducta se espera de ella en sus relaciones con otras personas y en el desempeño de sus roles. Las instituciones proporcionan roles pre­existentes en los que el individuo puede desarrollar sus especiales ca­pacidades y deseos. Puesto que conoce, o puede hallar, lo que se requiere y lo que realmente ocurre en el rol de gerente de negocios, abogado, esposo, jugador de béisbol, etc., se halla en condiciones de «adaptarse» para el desempeño del rol. Esto significa básicamente que el rol ha sido institucionalizado.

c) Las instituciones actúan también como agentes de cordina-ción y de estabilidad de la cultura total. La aspiración a la consistencia es una tendencia lógica en la sociedad humana y es apoyada por ins­tituciones que estabilizan y armonizan el comportamiento de las per­sonas. Los modos institucionalizados de pensar y de comportarse «tie­nen sentido» para las personas. Proporcionan medios de seguridad, puesto que vienen a ser los modos normales y propios de lo que aprueba la gran mayoría de la gente. Si bien en una cultura dinámica pueden modificarse sectores de una institución, las instituciones prin­cipales se mantienen en forma estable y duradera.

d) Intimamente ligado con la función de estabilidad está el hecho de que las instituciones tienden a regular el comportamiento. Las instituciones contienen las exigencias sistemáticas de la sociedad. Por el hecho de existir instituciones, el individuo sabe lo que debe obrar y pensar entre las personas. Con frecuencia el comportamiento de grupo se fija subconscientemente con la repetición constante, y cuando hay necesidad de planear algo el grupo puede fácilmente averiguar por

Las funciones de las instituciones 251

sus instituciones los modos normales de proceder. A los grupos y a los individuos es más fácil conformarse con las instituciones que desviarse de ellas. Con la mera existencia de la institución se mantiene la presión sobre posibles grupos aberrantes.

Fuera de estas funciones positivas de las instituciones debemos tomar en consideración algunos aspectos negativos. Dado que la cultu­ra no actúa en todos sus sectores para el mayor provecho de todas las personas, es de prever que surjan algunas dificultades en el funcio­namiento de las instituciones.

a) En general, la principal función negativa de las instituciones es el modo con que a veces ponen obstáculos al progreso social. Por el hecho de que las instituciones conservan y estabilizan el compor­tamiento social, tienden a hacerse rígidas y a oponerse a los cambios. Este conservativismo desempeña una función doble. A veces las insti­tuciones conservan formas de comportamiento aun cuando los valores representados por tal comportamineto hayan quedado anticuados. Por otra parte, a veces conservan valores sociales que no responden en ab­soluto al comportamiento externo de la mayoría del pueblo. Esta resis­tencia al cambio es lo que se expresa cuando se habla de las institucio­nes como «guardianes de la tradición», o se dice de ellas que nos gobiernan con la «mano muerta del pasado».

b) Análogamente, las instituciones contribuyen a veces a frustrar la personalidad social de los individuos. Se considera como raras a las personas que no encajan en la cultura y que se resisten al control de las instituciones. Pueden ser inadaptados porque no se resignan a que las instituciones los dominen con demasiada rigidez. Estas perso­nas se convierten con frecuencia en desviados de una u otra clase, que intentan movimientos de reforma, cometen actos criminales o delictivos o proceden en formas que los demás consideran culturalmente anormales. En ninguna sociedad existe la libertad absoluta, pero fácil­mente se dan fracasos personales cuando por una parte el individua­lismo es un ideal elevado, pero al mismo tiempo las instituciones fuer­zan a. las personas a daptarse.

c) Otra función negativa es la dispersión de la responsabilidad social. Ciejtos modos rutinarios de comportamiento que están total­mente pasados de moda, que perjudican a individuos y a grupos y que reclaman reforma, se perpetúan a menudo porque no hay nadie que asuma la responsabilidad de cambiarlos. Esta difusión de la respon­sabilidad es evidente cuando la gente se queja del «sistema» o cuando justifica su comportamiento alegando la costumbre establecida. Una institución puede hacer injusticia a las personas, pero la sanciona el

252 X. Instituciones

hecho de estar establecida desde antiguo. En algunos casos la gente enemiga de novedades prefiere aceptar las molestias e inconvenientes de la rutina establecida.

Universalidad y variabilidad de las instituciones.

Hemos visto que las pautas, roles y relaciones que son los ingre­dientes de las instituciones existen en todas las sociedades. Es igual­mente cierto que en todas partes están sistemáticamente ordenados formando instituciones. No sólo el comportamiento social está siempre institucionalizado, sino que las instituciones importantes están necesa­riamente presentes en todas partes. Las necesidades sociales universales y básicas se satisfacen en toda sociedad de una forma sistemática y culturalmente aprobada. Las instituciones fundamentales —familiar, educativa, económica, política, religiosa y recreativa— son tan esen­ciales a toda cultura que sin ellas sería inconcebible la vida social.

Los antropólogos no han descubierto ninguna sociedad primitiva, contemporánea o histórica, en la que no existan estas instituciones básicas. Este hecho prueba sin lugar a dudas la necesidad fundamental de tales instituciones. Pero los antropólogos han hallado también una enorme variedad en los modos como estas instituciones satisfacen el mínimo de necesidades básicas. Quien quiera que tenga alguna noción sobre los pueblos ajenos a su propia cultura, reconocerá que las cos­tumbres familiares, los mores religiosos, las tendencias recreativas y las otras pautas institucionalizadas difieren considerablemente de las pro­pias. Las maneras de hacer las cosas en educación, economía y polí­tica acusan una gran variedad de una cultura a otra.

Esta combinación de universalidad y variabilidad no debe descon­certar a quien se dé cuenta de la potencialidad y plasticidad del com­portamiento social. Como ya se ha visto a través del estudio de la sociología, la gente es de cierto modo parecida en todas partes, y al mismo tiempo distinta. Debemos reconocer, en primer lugar, que los seres humanos han demostrado gran ingeniosidad y adaptabilidad en la satisfacción de sus necesidades sociales. Segundo: cierto grado de opción y de decisión va implícito en los múltiples modos de hacer las cosas y sólo las personas son capaces de decidir así. Finalmente, el marco geográfico dentro del cual viven las personas difiere grande­mente y ejerce un determinado influjo sobre las formas en que des­arrollar su conducta social.

Clasificación de las instituciones 253

Clasificación de las instituciones.

Ya vimos que hay diversos modos de clasificar los grupos sociales según los distintos puntos de vista desde los cuales se pueden estudiar. Análogamente, las instituciones se prestan a ser clasificadas desde diferentes puntos de vista. Algunas instituciones exigen unas obliga­ciones muy estrictas, otras imponen pocas obligaciones; algunas son tan amplias como la misma sociedad, otras son relativamente locales; algunas implican elevados valores sociales, otras actúan en un orden inferior de valores.

Por razones de claridad, la clasificación más fructuosa de las insti­tuciones es la división bipartita en instituciones principales e institu­ciones subsidiarias. Esta distinción está hecha a base de tres caracte­rísticas: universalidad, necesidad e importancia. Las instituciones bá­sicas principales son aquellas en que participa el mayor número de personas, que son esenciales a la sociedad y que se consideran de la mayor importancia para el individuo y para el bienestar común. Tales son las instituciones familiar, educativa, económica, política, religiosa y recreativa.

Las instituciones subsidiarias no tienen estas características. Son las numerosas instituciones menores y variables que se hallan conte­nidas dentro de las instituciones mayores. Cada institución subsidiaria se puede clasificar dentro de la correspondiente institución principal, si bien en la situación concreta de la vida puede participar de los aspec­tos de diversas instituciones, principales.

A continuación damos una breve descripción de las instituciones principales, con algunas indicaciones sobre las subsidiarias que se hallan incluidas en ellas. Conviene recordar aquí que las pautas, roles y relaciones están contenidos dentro de la instituciones, y que éstas son los instrumentos de que se sirven las personas sociales para condu­cir la vida social.

a) La institución familiar es el sistema que regula, estabiliza y estandardiza las relaciones sexuales y la procreación de la prole. Su forma más propagada es la de la unión monógama de hombre y mujer que viven juntamente con los hijos en un hogar. Dentro de ella están contenidas las subinstituciones de noviazgo, matrimonio, cuidado de los niños, parentesco por afinidad y otras.

b) La institución educativa es fundamentalmente el proceso sis­tematizado de socialización que tiene lugar informalmente en el hogar y en el cuadro cultural general, y formalmente en la compleja organi-

254 X. Instituciones

zación docente de la sociedad. Dentro de la estructura de esta institu­ción se hallan dispositivos subsidiarios como exámenes, calificaciones y grados, el trabajo en casa y el sistema de títulos.

c) La institución económica es la configuración de pautas sociales de comportamiento por medio de la cual se proporcionan a la sociedad los bienes materiales y los servicios. Implica fundamentalmente la producción, distribución, cambio y consumo de los artículos. A esta institución pertenecen otras muchas subsidiarias, como las de banca y crédito, teneduría de libros, publicidad, negocios colectivos y los sistemas de prioridad por antigüedad.

d) La institución política actúa primariamente para satisfacer la necesidad de administración general y de orden público en la sociedad. Dentro de ella hay muchas subinstituciones, como la legislativa; la policial, la militar, los sistemas de designación y elección para los cargos públicos y las relaciones diplomáticas con los países extranjeros.

e) La institución religiosa satisface la necesidad social básica del hombre de establecer relaciones con Dios. Se manifiesta por medio de las creencias y las formas de culto practicadas en común. Incluye siempre sistemas morales y éticos que indican lo que es bueno y lo que es malo en las pautas de comportamiento, tanto externas como conceptuales. Instituciones subsidiarias son las relaciones entre el clero y los seglares, los sistemas de oración y las disposiciones para el ser­vicio religioso. En algunos lugares hay prácticas de magia y superstición institucionalizadas por grupos religiosos.

f) La institución recreativa satisface la necesidad social de des­canso físico y mental. Incluye numerosas instituciones subsidiarias, como juegos, deportes, danzas, así como los sistemas estéticos de arte, música, pintura y teatro.

Red de instituciones.

La red coordinada de instituciones que actúan con interdependencia mutua es vital para la continuidad de la cultura en la sociedad. Nin­guna institución puede existir por sí misma; cada una influye en di­versos grados en las otras y a su vez es influida por ellas. La configu­ración total de las instituciones principales y subsidiarias se articula mediante las relaciones y roles sociales realizados por las personas y los grupos.

La interdependencia de las instituciones se demuestra de muchas maneras, particularmente en las grandes sociedades complejas e indus-

Red de instituciones 255

trializadas. Por ejemplo, el menoscabo del funcionamiento regular de la institución económica tendría graves repercusiones en las demás. El ejemplo histórico más claro es una gran depresión económica que re­percute y origina cambios en las instituciones familiar, educativa, polí­tica, religiosa y recreativa. Los cambios importantes en las formas de vida familiar o en la institución política afectan gravemente a las otras instituciones.

Esta verdadera interdependencia hace que a veces resulte difícil situar claramente cada subinstitución en alguna de las instituciones principales. Siendo el hombre una personalidad total, sus pautas de comportamiento se encabalgan sobre las diferentes instituciones. Ade­más, aunque existan no pocas incoherencias, las instituciones cooperan y se encadenan entre sí. Por ejemplo, algunas formas de deportes son instituciones subsidiarias que se pueden considerar a la vez como re­creativas y como económicas, pero se desarrollan también dentro del cuadro de los grupos subsidiarios educativos y religiosos.

Se dan otros muchos ejemplos de esta complejidad, todos los cuales indican que ningún grupo social puede realizar pura y exclusivamente las pautas de una sola institución. Un grupo religioso, que se distingue por el hecho de perseguir primariamente la actividad propia de la ins­titución religiosa, realiza también otras funciones institucionalizadas: educar a los niños, proporcionar recreos, recaudar y gastar dinero. Aná­logamente, el Estado no «atropella» los derechos de los individuos y los grupos cuando fomenta el bienestar de las instituciones familiar, eco­nómica, educativa y otras. Esto no es sino un ejemplo de que, en el fondo, ninguna persona o grupo puede ser exclusiva y meramente político.

Aunque las diferentes instituciones estén entrelazadas en la red de la cultura y sean por necesidad interdependientes, no siempre están en armonía unas con otras. Se dan casos de pautas institucionalizadas que se contradicen o que son, al menos incongruentes entre sí. Un ejem­plo de tal incongruencia se observa en las instituciones económica y religiosa. Si un motivo primario de la institución económica es la prosecución del lucro y el de la institución religiosa es el servicio desin­teresado de Dios y de la humanidad, hay cierta incongruencia en una persona que se aplica a realizar los roles propios de ambas institu­ciones.

Aunque es verdad que la persona social puede elegir entre las di­versas pautas posibles dentro de una misma institución, tiende a seguir aquellas que están más estandardizadas y aprobadas. Un hombre que en todos los sentidos es un marido y padre de familia ejemplar,

256 X. Instituciones

puede estar a la vez convencido de que es un «buen negocio» sacar rentas exorbitantes de los inquilinos de los barrios bajos. El presi­dente de la junta parroquial que el domingo por la mañana asiste al servicio religioso, por la noche a lo mejor obsequia a sus huéspedes con las indecencias de un espectáculo de cabaret. Estas internas incon­gruencias de los comportamientos entre los diferentes roles no son siempre notadas por los individuos, ya que las incongruencias externas de las instituciones se dan por supuestas como modos aprobados y previstos de comportamiento.

Instituciones y sanciones sociales.

Hemos visto que las personas pueden ser clasificadas conforme a su status, más alto o más bajo, y que los roles gozan de variada estima en la sociedad; algunas personas y comportamientos son apro­bados y otros son desaprobados. De aquí se sigue — y es a la vez un hecho demostrable empíricamente— que en toda cultura hay un orden de jerarquía entre las instituciones. Las instituciones principales tienen más importancia que las subsidiarias.

Sin embargo, la institución axial es la más importante de todas. Hemos visto que entre los numerosos roles sociales que desempeña la persona social existe un rol clave, que es considerado por las otras personas como el más importante e influyente. La institución axial es a la cultura lo que el rol clave es al individuo. Hay nume­rosos ejemplos históricos de instituciones axiales. La cultura romana antigua estuvo un tiempo dominada por la institución política, la china por la familiar, la hindú por la religiosa y la americana por la económica.

La elevación de la institución axial a su rango prominente debe naturalmente tener su sanción positiva de los miembros de la sociedad. Esto quiere decir que los valores expresados, las funciones realizadas y los roles desempeñados en la institución deben gozar de la apro­bación general del pueblo. Por este motivo la persona «sacrifica» cier­tos aspectos de su rol en las otras instituciones en atención a lo que pide y exige la institución axial. Esto es además una prueba de la in­terdependencia de las instituciones principales; si la gente dirige tanto su atención en la institución axial, cualquier trastorno grave en ésta tiene consecuencias de gran alcance para la cultura.

Pese a la gran estima en que se tiene a la institución axial y a otras instituciones principales, existen en toda cultura ciertas institu-

El sistema institucional como cultura total 257

ciones subsidiarias que son sancionadas con penas. Por ejemplo, hay pautas de comportamiento delictuoso que se desarrollan principalmente como una institución económica subsidiaria, no obstante que el delito sea sancionado negativamente. Los juegos de azar son una institución recreativa en alto grado desaprobada. Ciertas connivencias con la jus­ticia en casos de fraude comercial y la brutalidad de la policía están institucionalizadas en algunos lugares a pesar de la desaprobación ge­neral de este género de comportamiento. No pertenece a este lugar el estudio de la extensión en que estas pautas de conducta se convierten en problemas sociales.

El sistema institucional como cultura total.

Las instituciones principales se conciben como una red completa y continua en la que el conjunto y sus diferentes sectores forman un sistema en acción. A esto llamamos la cultura de una sociedad. Para que se perciba con más claridad este sistema institucional total con­vendrá notar lo siguiente:

a) Una vez que se ha reconocido la institución axial, la posición de las demás instituciones principales se podrá concebir como una agru­pación en torno a aquélla. Dentro de cada una de éstas se pueden situar las instituciones subsidiarias, algunas de las cuales están estre­chamente integradas en la institución principal, mientras que otras son incidentales o incluso parcialmente incongruentes con la misma.

b) Las instituciones principales se pueden distinguir por los objeti­vos que persiguen, pero su relativa posición de importancia en una cultura se puede juzgar por otros criterios. Así, la «posición de poder» de una institución se puede juzgar por el grado de control y dominio que ejerce sobre las demás instituciones, por la medida en que «invade» a otras y por su mayor o menor coherencia con ellas.

c) Dado que las pautas de comportamiento, los roles y las re­laciones están institucionalizados en torno a ciertos objetivos centrales, se pueden estudiar desde el punto de vista de la persona en acción. La posición e importancia de una institución dada se puede evaluar conforme al grado de interés y a la suma de tiempo y energía que las personas le dedican.

d) En todas las instituciones hay implícitos valores sociales, y se puede decir que la posición de una institución depende en gran manera de estos valores. Esto a su vez exige el conocimiento de las personas que actúan los comportamientos institucionalizados. Si las personas de

258 X. Instituciones

elevado status social logran prestigio merced a la institución eco­nómica más bien que a la religiosa, esto refleja la importancia de la institución y de los valores económicos.

Conviene recordar que el sistema institucional actúa para las per­sonas y por medio de las personas. No se puede concebir como algo interna o externamente estático, dado que se forma y se modifica con el comportamiento humano efectivo. A veces una institución menor se mantiene en una cultura cuando hace ya tiempo que ha cesado de tener utilidad. A-veces se introducen cambios institucionales mediante la legislación y otros esfuerzos deliberados. De todos modos las ins­tituciones no existen a menos que sean utilizadas por asociaciones de personas, y es un hecho que las instituciones necesitan de las perso­nas tanto como las personas tienen necesidad de las instituciones.

ASPECTOS DE LAS INSTITUCIONES NORTEAMERICANAS

1. La institución axial.

Una clave para la comprensión de una cultura es el conocimiento de su institución predominante. Se ha dicho que la sociedad norteamericana tiene una «cultura de hombres de negocios», y más recientemente que una especie de «complejo militar-industrial» actúa en provecho de los benefi­cios del negocio, de modo que lo que ha hecho grande a Norteamérica es su sistema económico de libre empresa. Afirmaciones de este género son evidentemente exageraciones de personas mal informadas, chauvinistas, y hasta quizás envidiosas. Es fácil dar un juicio rápido sobre una cultura global, pero este juicio es también por lo regular erróneo, sobre todo si proviene del etnocentrismo.

No obstante, es cierto que una cultura total lleva la marca de su insti­tución dominante y que en la sociedad norteamericana todas las institu­ciones principales están influidas por la institución económica. Los ameri­canos suelen pensar que esto es lógico y «natural», dada la importancia que tiene el prepararse para el quehacer de la vida, procurarse la subsis­tencia, mantener la familia, ir adelante y prosperar. Es cierto, sin embargo, que no todas las sociedades dan a estas cosas tanta importancia como nosotros. Además, si bien nosotros creemos que la institución religiosa se halla a un nivel de valores más elevado que la económica, o que las acti­vidades económicas son en el fondo puros medios para mejorar la vida familiar y recreativa, un análisis objetivo muestra que en nuestra cultura también estas instituciones están grandemente influidas por la económica.

Las observaciones que siguen indican brevemente cómo las formas y valores económicos han invadido e influido el comportamiento de los norte­americanos en otras instituciones:

La institución axial 259

a) En el sistema educativo norteamericano se insiste de palabra en la importancia de las humanidades —literatura y otras materias llamadas «culturales»— principalmente en los cursos universitarios. El hecho es, sin embargo, que una abrumadora mayoría de muchachos y no pocas muchachas se concentran en el estudio de materias «útiles». Saben que los que se gradúan con práctica de alguna especialidad, logran más rápida­mente los mejores empleos, cosa que tampoco ignoran sus padres.

b) La forma particularmente norteamericana de las instituciones reli­giosas, que hace que financieramente cada iglesia deba mirar por sí misma, ha puesto el acento sobre las actividades económicas. El pastor que es buen hombre de negocios, obtiene donativos, paga las deudas y sostiene un gran número de edificios, goza de gran aprobación. Los Estados Unidos son pro­bablemente el único país del mundo en el que tendría la mayor salida una vida de Jesucristo que lo presentara como un experto hombre de ne­gocios. La parábola de los talentos se interpreta con frecuencia en el senti­do de que el hombre está obligado moralmente a servirse de sus aptitudes para progresar económica y materialmente.

c) La comercialización de las actividades recreativas muestra hasta qué punto esta institución ha sido invadida por las formas económicas. Otras sociedades recompensaban a sus héroes atléticos con coronas de yedra, con fiestas y medallas, mientras que en nuestra sociedad son principalmen­te héroes profesionales que aguardan y reciben elevadas recompensas pecu­niarias. El teatro no es subvencionado por la comunidad: tiene que ser una empresa lucrativa, o de lo contrario cesa de funcionar. Lo mismo hay que decir de otros medios de distracción y de otras muchas actividades recreativas.

d) La institución política ha sido afectada por el hecho de que el gobierno ha venido a ser una «gran empresa». Si bien no hay presión política que obligue al gobierno a mostrar un superávit o a equilibrar el presupuesto, con frecuencia se ha exigido que tuviéramos un hombre de negocios en la Casa Blanca. La falta de éxito o de experiencia en los ne­gocios se ha utilizado a menudo como argumento contra candidatos a la presidencia en la campaña electoral. La política fiscal del gobierno, la direc­ción de los bancos federales, la recaudación y empleo de los impuestos, y el problema de controlar la inflación y de impedir depresiones econó­micas: todos éstos son ejemplos de pautas económicas que intervienen en la institución política.

e) En la institución familiar las exigencias económicas han modificado las pautas, los roles y las relaciones de los norteamericanos. La cantidad de tiempo que un hombre puede pasar con su familia, el tipo y la can­tidad de artículos que consume la familia, el empleo de las mujeres fuera de casa y el movimiento hacia la ciudad y los suburbios son ejemplos del modo como el factor económico invade el hogar. La función dé la profe­sión lucrativa ha limitado, si no ha sustituido, a la familia y a la ascen­dencia como el más poderoso criterio de status social. Los valores eco-

260 X. Instituciones

nómicos han presionado de modo irremitente para elevar el nivel material de la vida familiar.

En una breve descripción como la que acabamos de hacer debemos evitar el error de explicarlo todo por una sola causa. Sería, en efecto, erróneo decir que todos los problemas institucionales que afrontan los nor­teamericanos son fundamentalmente económicos y que si se logra poner en orden la economía, todo irá bien en nuestra sociedad. Creemos haber ilus­trado suficientemente la causalidad múltiple y la interdependencia institu­cional, para deducir que todas las instituciones son fundamentalmente im­portantes. Si destacamos que la económica es la institución axial, no queremos decir que represente la totalidad de la cultura.

2. La cambiante institución matrimonial.

El europeo que visita los Estados Unidos queda con frecuencia fascina­do por los aspectos institucionalizados del matrimonio y de la vida familiar. A menudo chocan al visitante oriental. La reacción de estos extranjeros muestra que la institución del matrimonio norteamericano es totalmente diferente de la que existe en otras culturas. Indica también que el ego­centrismo, que juzga una cultura extraña a base de los propios valores culturales, es un fenómeno universalmente extendido.

La institución familiar es un sector integrante de la cultura norteameri­cana. La inmersión en la propia cultura hace difícil observar las cosas a distancia y enfocar objetivamente esta institución. Nos cuesta a veces hacernos cargo de que muchos de los llamados «problemas de familia» son una parte lógica y quizás una consecuencia necesaria de la institución ma­trimonial. En nuestra cultura dinámica esta institución ha cambiado consi­derablemente desde las formas que adoptó en los orígenes de la nación y más todavía en comparación con las de su original modelo europeo. A continuación notamos algunas de las más significativas pautas de con­ducta que ilustran el cambio en esta institución.

a) El carácter sacramental del matrimonio es ignorado casi completa­mente en muchas familias norteamericanas. La idea de que el matrimonio implica una promesa hecha a Dios tanto como una promesa entre los esposos, es pasada por alto incluso por parejas que practican una religión en la que prevalece nominalmente esta idea. Una iglesia es el lugar más popular para celebrar las bodas, pero generalmente se ignora el significado profundo de un mandato, relación o promesa religioso.

b) El contrato matrimonial y el consiguiente vínculo sobre el que se basa la unidad de la familia se suponen cosas de sentimiento. La insisten­cia en el amor romántico como fundamento esencial de la vida familiar es tal entre los norteamericanos, que nos choca oír hablar de matrimonios de conveniencia, de agencias matrimoniales, de matrimonios por razones económicas o de status social. En muchos casos el contrato matrimonial

La cambiante institución matrimonial 261

sólo dura mientras lo acompaña el corazón, y el más desesperado voto de los casados es que «permanezcan en el amor». A diferencia de un contrato financiero o de un compromiso político, la promesa matrimonial hecha en tales condiciones deja lugar a cambios del corazón y de la mente.

c) El aspecto contractual de la relación de marido y mujer se refleja en el concepto del matrimonio entre partes iguales, y no en aquel que otorga al marido la dirección general y relega a la mujer al puesto de ayudante de dirección. Ya se veía esto como un arreglo práctico de los norteamericanos, aun antes de que el movimiento de la Women's Libera­tion le diera ímpetu y soporte. Aunque en toda transacción contractual va implicado el concepto de deber, aquí se insiste especialmente en los derechos iguales e independientes de los dos individuos. Se pone, además, la mira en la felicidad personal que todo matrimonio se supone ha de acarrear a las partes.

d) Como se cuenta con que cada familia siga su propio camino, dotes y fortunas familiares no suministran las bases financieras del matrimonio. Lo primero se ha desterrado por la costumbre, y los impuestos sobre las herencias han disminuido lo segundo. Los recién casados reciben diferentes regalos y utensilios domésticos, pero esto es una especie de préstamo que se devolverá cuando se casen otros amigos y parientes. La necesidad que tiene la familia de abrirse paso por sí misma, así como la presión social para aumentar el nivel de vida, influyen notablemente en las relaciones humanas dentro de la familia.

e) La discontinuidad de las generaciones y, por tanto, la ruptura de los vínculos tradicionales de parentesco es evidente en los hogares inde­pendientes que forman las parejas de recién casados. Esta separación del hogar familiar, las consecuencias del empleo y de la movilidad territorial juntamente con la aspiración a elevarse socialmente implican algo más que el alejamiento del viejo solar; todo esto es además un aspecto de la deca­dencia de las relaciones de grupos primarios. La joven pareja pierde el apoyo cultural de la parentela, tiene que entablar nuevas relaciones sociales no basadas en parentesco y ha de estar en más rigurosa dependencia de las relaciones de marido y mujer. Éstos, además, pierden la ventaja social de la estabilidad que proviene de estar ligados a una comunidad territorial.

f) A la luz de lo que acabamos de insinuar no sorprenderá el que entre nuestras pautas de matrimonio se hayan aceptado ampliamente los matrimonios sucesivos. La falta de estabilizadores tradicionales no nos ha hecho perder la fe en el matrimonio. Por el contrario, muchos norteame­ricanos se casan, y por cierto más jóvenes que las gentes de los otros países occidentales. Pero el norteamericano tiene escrúpulo moral en tomar más de una esposa a la vez, y la práctica de tener una querida o un amante es una violación del código general de las normas conyugales. No existe presión cultural para este género de conducta, toda vez que el divor­cio y las nuevas nupcias son tan fáciles y están tan admitidos.

g) Todavía no se ha estudiado suficientemente la extensión de la prác-

262 X. Instituciones

tica de espaciar la procreación y su influjo en los cónyuges, por lo cual no es posible hacer consideraciones detalladas. La relativamente alta tasa de natalidad observada durante la década que siguió a la Segunda Guerra Mundial ha disminuido, y por término medio la familia es más reducida que hace dos generaciones. El movimiento de planificación de la prole ha introducido una racionalización pragmática en las relaciones conyugales, no sólo espaciando y limitando el número de hijos, sino también fomen­tando investigaciones para aumentar la fecundidad de matrimonios sin hijos.

Esta lista de formas institucionales del matrimonio norteamericano no debe llevar a la conclusión negativa de que el matrimonio ha perdido su importancia como institución o que los americanos han perdido la espe­ranza en su funcionamiento social básico y próspero. En ninguna otra sociedad se ha estudiado tan a fondo esta institución; en ninguna parte hay tantos consejeros y tantas clínicas, tantas estadísticas y tanta publica­ción de libros, tantas conferencias y cursos académicos dedicados a esta materia.

Habría que notar también que las pautas arriba descritas están rela­cionadas integralmente con la cultura norteamericana total. Reflejan las pautas de otras instituciones, están entrelazadas lógicamente con ellas y representan expectativas de comportamiento en el género de cultura que nosotros poseemos. En realidad sería sorprendente que, en vista de las ins­tituciones principales y de la cultura total, la institución matrimonial no tuviera estas características en nuestra sociedad.

3. Aspectos de la institución política.

Los norteamericanos ponen por las nubes las ventajas de la libertad política, los altos ideales de la democracia y una institución política que ha perdurado mientras otras muchas han dejado de existir. Sin embargo, con frecuencia los mismos norteamericanos desacreditan la política como un «juego sucio», se quejan de los politicastros y reclaman una reforma para «hacer limpieza». Desde luego, hay gran diferencia entre la versión idealizada de la institución política americana y las pautas prácticas de comportamiento político de todos los días, Una apreciación realista del modo de funcionar de nuestras instituciones políticas nos impedirá incurrir tanto en pesimismo como en idealismo.

Hay ciertas pautas en la institución política norteamericana que son sin duda características de nuestra cultura. En mayor o menor grado se hallan presentes en las instituciones políticas de otras sociedades, pero en ellas no desempeñan un rol tan importante como entre nosotros. Estas pautas, que son típicamente americanas sólo en cuanto se hallan aquí muy extendidas, nos ayudan a comprender la actuación de la institución políti­ca total.

a) El sistema de spoils («botín») no es de invención norteamericana,

Aspectos de la institución política 263

pero merece notarse porque muchos norteamericanos lo lamentan y mu­chos extranjeros se extrañan de encontrarlo aquí. En sustancia significa que el partido que gana las elecciones se arroga el derecho de distribuir empleos y otorgar protección a los que han ayudado a alcanzar la victo­ria. Nadie discute el derecho del presidente a elegir su propio gabinete y a designar otros funcionarios, pues es evidente que necesita cooperadores de su propia elección. Sin embargo, hay otros muchos empleos, directa o indirectamente políticos, que el partido triunfante, desde el más alto plano federal hasta el ámbito de la más pequeña ciudad o distrito, tiene derecho a designar. El establecimiento de un cuerpo regular de funcionarios ha mermado gradual y persistentemente esta práctica, pero el sistema de fa­vores florece todavía.

b) En general las personas de clase alta no son propensas a servir en el sistema político. Aunque acepten los cargos más elevados del servicio diplomático en Washington, la mayor parte de estas gentes prefieren que se les sirva más bien que servir. La apatía política de las masas en América corre pareja con la apatía de las gentes de alto status social. Esto se debe en parte a dos fenómenos culturales: primero, la creencia de que en cierto modo uno «se ensucia» las manos mezclándose en política-; segundo, el hecho de que la institución política no sea Ja predominante en nuestra cultura.

c) Con esta pauta está íntimamente ligada la baja estima otorgada a los cargos políticos. Incluso en los casos en que el mismo cargo político goza de gran prestigio —como el de presidente, ministro, embajador, y hasta cierto grado el de miembros del congreso y el de otros funcionarios del gobierno— los titulares de estos cargos son criticados con frecuencia como «meros políticos». Parece que en una democracia el pueblo tiene derecho a desollar y calumniar a sus servidores públicos. Si bien los polí­ticos de talla están siempre rodeados de grupos de adeptos leales y devotos, son vilipendiados casi siempre por un número todavía mayor de la pobla­ción. Esta pauta conceptual de desestima parece estar ligada con nuestra institución política.

d) Se observa que el político triunfante está con frecuencia obligado a constituirse en defensor del pueblo, cuyos intereses comparte. Esta po­sición tiene profundas implicaciones morales, pues con frecuencia signi­fica que la conveniencia política, es decir, el dar al pueblo lo que desea, pasa por encima de la verdadera profesión política, que consiste en obrar conforme a principios sociales y morales. Esta pauta de conducta exige que el político averigüe los peligros contra los que el pueblo quiere seT protegido: los banqueros internacionales, los fabricantes de municiones, los explotadores del trabajo, los patronos despiadados y, especialmente en los últimos tiempos, los «elementos subversivos». Todos estos elementos de oposición son descritos como peligrosos para nuestro modo de vida norteamericano.

e) Los Estados Unidos se distinguen por el hecho de que, por una

264 X. Instituciones

parte, incluyen una población grandemente diversificada y, por otra, no están divididos en multitud de fuertes partidos políticos escindidos. Un candidato a la elección presidencial por un tercer partido no tiene ninguna expectativa práctica de triunfar. A nivel nacional, ni siquiera es fácil dis­tinguir a veces el ideario político de los dos grandes partidos, aunque en el interior de ambos existen considerables disensiones entre elementos de derechas e izquierdas. El político norteamericano que desea servir a la mayoría de la población y ganar las próximas elecciones no puede pre­sentarse como un exponente de la extrema derecha o de la extrema iz­quierda. Es verdad que el humor político de la gente presenta cambios graduales, pero la institución política estadounidense carece de elementos radicales y revolucionarios efectivos.

Dentro de la institución política norteamericana existen otras muchas pautas de pensar y de obrar. Las que hemos expuesto no son precisa­mente instituciones formales, aun cuando gozan de suma eficacia. El estu­dio sociológico del funcionamiento real de la institución exige un cono­cimiento que va más allá de las normas y regulaciones formales e ideali­zadas de la misma. Este género de conocimiento es necesario si nos inte­resamos en la manera como opera efectivamente una institución, más que en la manera como debiera operar.

Hemos de repetir que la institución política norteamericana «cuadra» con la cultura total del país. Mucho de lo que está en marcha en ella no se puede comprender objetivamente si no se observan las relaciones interinstitucionales. Aun cuando existen ciertas inconsecuencias, especial­mente en los valores institucionales, las instituciones norteamericanas prin­cipales se influyen recíprocamente.

4. Progreso de la institucionalización.

En la literatura sociológica se hace notar comúnmente que Norteamé­rica va pasando del tipo de sociedad comunal al asociacional. Se da más importancia a los grupos secundarios; surgen más grupos con funciones especializadas; contactos accidentales sustituyen a las relaciones primarias. En general nuestra sociedad se va haciendo más y más adaptadora, estra­tificada, con funciones múltiples, con estructura floja y con rápidas trans­formaciones.

Este género de evolución social va acompañado necesariamente de cierto progreso de la institucionalización. Los componentes de la institución — pautas de comportamiento, roles y relaciones sociales— se especializan, se regularizar! y se formalizan más y más. Pese a nuestra insistencia en la importancia de la libertad y de la autodirección, nos vemos más y más forzados a encasillarnos en rutinas formales de comportamiento. Este au­mento de la institucionalización es el precio que pagamos por las ventajas de una sociedad altamente desarrollada, compleja e industrializada.

Progreso de la institucionalización 265

Veamos algunos indicios y ejemplos de este proceso de institucionaliza­ción de nuestra cultura:

a) A muchos resulta enojoso el «papeleo» del sistema social que les obliga a llenar solicitudes de empleo y formularios de impuestos, inscrip­ciones escolares o peticiones a la asistencia pública. Observan que «todo ha de hacerse por triplicado». Hay que dar tantos «pasos» y consultar a tantas personas que el público acaba por exasperarse. Se va multiplicando el número de requisitos formales, se llevan cada vez más registros y el comportamiento se regula con frecuencia a base de registros y requisitos.

b) El motivo fundamental de la institucionalización es sin duda el prurito norteamericano de eficiencia. Las acciones exigidas son con fre­cuencia una pérdida de tiempo y carecen de eficiencia desde el punto de vista de los particulares, pero la mira está puesta en la eficiencia de la más extensa asociación, de la institución y sistema totales. Para que se hagan cosas en forma racional y ordenada se requiere que gran número de personas hagan el mismo acto de la misma forma. Hay probablemente un punto de «mengua de rendimiento» en el que los mecanismos de efi­ciencia resultan engorrosos y dispendiosos, pero no se nota fácilmente si las normas han venido a ser altamente formales.

c) Se observa también la institucionalización en la rígida rutina de los roles. Cuando más se especializa una actividad, particularmente en empleos lucrativos, las pautas componentes del rol se hacen más auto­máticas. Hay muchos oficios, incluso relativamente altos en la estructura del trabajo, en que no se recomiendan la originalidad y la ingeniosidad. La ruda aserción del patrono: «Yo no le pago a usted para que piense» no se contrapesa efectivamente con el fomento de un buzón de sugerencias de los empleados. La sugerencia más valiosa es la que puede aumentar la eficiencia, la cual, si se acepta, hará todavía más rutinario el rol laboral.

d) La multiplicación de los roles dentro de una institución y grupo principales es consecuencia lógica de la especialización de las funciones. El descubrimiento en la industria de que la productividad total puede aumentar si cada operación se reduce a su elemento de acción más pe­queño, reiterado, se ha aplicado también a las instituciones políticas y es­colares y, en cierto grado, incluso a otras. La consecuencia de la simpli­ficación del rol es la multiplicación de los roles. No se trata aquí precisa­mente de «crear oficios» con el fin de que nadie quede desocupado, sino de lograr que la operación total completa se obtenga en forma más eficiente.

e) La burocracia se ha multiplicado junto con la institucionalización en los grupos importantes de la sociedad norteamericana. Organizar efectiva­mente el comportamiento social de modo que los roles y relaciones de las personas funcionen eficientemente ha sido el objetivo de mayores y más numerosos despachos, oficinas, cuadros y comités en el gobierno, en los negocios, iglesias, escuelas, y en otros grupos. No se trata tan sólo de un intento de disminuir la complejidad de la administración en los niveles superiores, sino de contribuir a la justicia y a la equidad mediante el tra-

266 X. Instituciones

tamiento universal de los problemas. Esto parece arbitrario, y a menudo siembra inconvenientes en el camino de los que buscan un tratamiento par­ticular para su propio caso.

f) La institucionalización sobreviene siempre al aumentar la impor­tancia de las asociaciones secundarias. Las relaciones primarias son informa­les, íntimas y adaptadoras. En los grupos primarios el individuo puede ser una personalidad relativamente rígida y conservadora, pero sus pautas y roles se le pueden adaptar. En las asociaciones secundarias, por el contrario, los roles, pautas y relaciones han de ser formales, imperativos y bastantes rígidos, y el individuo tiene que aprender a adaptarse a ellos. Así se puede decir que estos grupos más extensos son activados y regu­lados por formas institucionales más bien que por las personas que los constituyen.

Finalmente hay que destacar que toda sociedad está hasta cierto punto institucionalizada. Todas las personas tienen necesariamente que usar pautas de comportamiento, y todos los grupos tienen que usar de instituciones. Cuando decimos que la sociedad norteamericana ha venido a estar más institucionalizada, queremos decir que las instituciones han adquirido mayor importancia, que se han hecho más formales y rigurosas y que afectan a más personas y en muchas más maneras que antes. En este género de sociedad cobra nuevo significado el hecho universal de que nosotros seamos «criaturas de nuestra cultura».

5. Inconsecuencias institucionales.

Hemos dicho que en general el término «institución» implica una red coordinada de comportamiento social integrado en torno a necesidades sociales. Pero al mismo tiempo se dan también inconsecuencias y faltas de integración dentro de las instituciones. Es un hecho que ninguna cul­tura se halla completamente integrada; en ninguna cultura se hallan todos sus componentes en coherente coordinación mutua. En instituciones me­nores o subsidiarías existen líneas paralelas de comportamiento social que se muestran inconsecuente una con respecto a otra.

En la cultura norteamericana existen numerosas incongruencias que son residuos culturales más bien que verdaderas inconsecuencias. Por ejemplo, el uso masculino de corbatas, los botones en la manga de la americana, la construcción de chimeneas en apartamentos que tienen calefacción cen­tral, el uso de candeleros o palmatorias y otros muchos usos son hoy día más ornamentales que funcionales. Son residuos de períodos más anti­guos de la cultura y, si bien son ejemplos de la persistencia del uso tra­dicional, no se pueden considerar como casos de verdadera inconsecuencia.

Los modos institucionalizados de comportamiento no pueden ser nunca-del todo inconsecuentes o hallarse en conflicto total con la cultura. Incluso los ejemplos principales de inconsecuencias institucionales en la cultura

Inconsecuencias institucionales 267

norteamericana encierran elementos que son consecuentes con otros ele­mentos. Una conclusión acerca de la inconsecuencia de una institución.1

depende del lugar desde el que se la mire y de las otras instituciones con las que se compare o relacione. Vamos a ilustrar este hecho con casos bien conocidos y muy propagados.

a) El soborno institucionalizado es relativamente corriente en muchos sectores de la vida pública americana. Lo hay que es «fino» y está justa­mente dentro de la ley, pero hay mucho soborno que viola directa y completamente la ley, por no hablar de los ideales de honestidad pública. La palabra graft forma parte de la lengua coloquial y se define como «cobrar ilegalmente dinero por servicios oficiales». Es una práctica que sutilmente se ha sometido a pauta; se ha institucionalizado y se la puede •calificar de inconsecuente.

No obstante, desde otro punto de vista se la puede llamar consecuente. De hecho sólo es posible porque hay grandes sectores de nuestra pobla­ción que piden ese género de servicios obtenidos por soborno y graft. El ejemplo característico de tales servicios en nuestra historia reciente ha sido el contrabando de licores durante el período de la Prohibición. Otros ejemplos corrientes en algunos lugares eran: casas de prostitución, de juego o de representaciones indecentes, el tráfico de estupefacientes y otros artícu­los ilegales, el mantenimiento de edificios sin protección contra incendios y la inobservancia de las leyes sindicales.

b) Nacionalmente se ha calificado al sistema del divorcio de «jungla ilegal» por razón de sus inconsecuencias internas. Las causas de divorcio y los requisitos del procedimiento legal varían de un Estado a otro, pero todavía más desconcertante es el hecho de que la mayoría de los divorcios se basan en colusión entre las partes interesadas, práctica que es estricta­mente ilegal en todos los tribunales de divorcios. Además, por supuesto, .el divorcio es inconsecuente con la institución tradicional del matrimonio per­manente y monógamo. -

Por otra parte, el sistema del divorcio es consecuente con una serie de pautas norteamericanas de comportamiento fuertemente arraigadas y con frecuencia mal interpretadas. Está en consonancia con la idea tan exten­dida de que el matrimonio es, en primer lugar, instrumento de felicidad para las partes, como también con la importancia que se da a la libertad de las partes y a la igualdad de derechos. Incluso la institución subsidia­ria de permitir a la mujer entablar demanda de divorcio y de favorecerla en la resolución del caso indica un aspecto de caballerosidad que ha so­brevivido.

c) La discriminación racial institucionalizada es una de las grandes inconsecuencias de la cultura norteamericana. En realidad, a la institución racial se la ha llamado el gran dilema americano contemporáneo, puesto que está en pugna con los valores establecidos de democracia y cris­tianismo.

No obstante, está en consonancia con la vieja actitud anglosajona de

268 X. Instituciones

superioridad frente a los pueblos de color. Es también un instrumento para el mantenimiento de clase y casta social en muchos blancos que no po­seen en bastante grado los demás criterios de status social. Con la ten­dencia a tratar a los negros como a inmigrantes, se perpetúa la tradición secular en los Estados Unidos de utilizar y explotar al estrato más recien­te y más bajo de la sociedad. Hasta la autonomía local y los derechos de los Estados se han invocado en algunas zonas para justificar esta pauta de discriminación racial.

Desde el punto de vista de los valores culturales definitivos del pueblo norteamericano acaso se pueda decir que muchas de las explicaciones de las inconsecuencias institucionales son meras racionalizaciones. A menudo se recurre a falsas razones, al interés personal y a valores de orden inferior para justificar la inconsecuencia del comportamiento social. Pero la racio­nalización no disminuye la realidad social. Ni por ello deja de ser un hecho social la existencia efectiva de las inconsecuencias.

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XI

CULTURA

«Cultura» es otro término estrictamente técnico de la ciencia social que suele usarse en diferentes acepciones no técnicas. A veces oímos que una persona culta es una persona refinada y de buenos mo­dales, que sabe distinguir y disfrutar las cosas estéticas y mejores de la vida. En este sentido restringido, sólo pueden poseer cultura las per­sonas, relativamente pocas, que tienen el suficiente tiempo, dinero, ca­pacidad e interés para entregarse a estas pautas de refinamiento y «cultivarlas».

Sociológicamente, sin embargo, es un hecho que todo miembro normal de una sociedad es culto. Como ya hemos visto, toda per­sona pasa por el proceso de socialización. Desde la infancia comienza a aprender a adaptarse a las pautas de comportamiento que son acep­tables socialmente y a reconocer aquellas que no son aceptables. Se aplica al ejercicio de roles sociales; se halla siempre en medio de rela­ciones sociales. Todas las personas poseen cultura y deben tenerla ne­cesariamente en cuanto participan en grupos y en la sociedad total. Así pues, la definición de cultura no se puede aplicar únicamente a los pocos afortunados de los estratos superiores de la sociedad.

La cultura es el producto humano.

La cultura está hecha por el hombre, y en general puede de­cirse que todo lo que el hombre hace es parte de la cultura. El hombre es por naturaleza un animal social, productivo y creador, y el sistema sociocultural total es producción del hombre. Podemos decir en este sentido que todo en la vida de grupo y todo en la so-

270 XI. Cultura

ciedad es un producto cultural. Ha sido cultivado a través de las generaciones de la historia humana. A efectos de análisis, sin embargo, debiéramos establecer una distinción clara entre cultura y sociedad diciendo que aquélla es algo que la sociedad produce y utiliza.

Desde este punto de vista, luego, la cultura no es un grupo ni la sociedad. Usar el término como intercambiable con estos dos produ­ciría confusión al no advertir la distinción fundamental que existe entre las personas y sus pautas de comportamiento. Las personas en la vida de grupo tienen un sistema de comportamiento; se sirven de instituciones;. poseen una cultura. Es verdad que el hombre es a la vez creador y criatura de la sociedad en que vive. Pero no se debería identificar al poseedor con la cosa poseída. No podríamos, en nuestro análisis, proceder inteligentemente si no tratáramos por separado cul­tura y sociedad.

Si la cultura incluye todos los productos del hombre, debiera incluir también sus artefactos, todo lo que haya fabricado con cualquier propósito. Hasta este punto de nuestro estudio hemos puesto empeño en evitar el incluir elementos materiales entre las partes componentes o sectores de la cultura. La lógica de la definición exige que en una misma categoría sólo se incluyan cosas semejantes. Si las pautas de com­portamiento son los componentes irreductibles de la cultura, y si éstos se combinan en los roles, las relaciones y las instituciones, no sería lógico incluir entre ellos elementos como pelotas de fútbol, neveras, misales y aeronaves.

No habría que creer, sin embargo, que la «mera» materialidad de estos elementos culturalmente producidos los rinde sociológica­mente triviales. Están ligados con la vida y la supervivencia de las personas y los grupos, y merecen atenta consideración en el estudio científico de la sociedad. Basta con que nos detengamos aquí para señalar algunas razones por las que el estudiante debiera tener algún conocimiento de estos elementos culturales materiales.

Quizás la primera razón para estudiar los productos de la cultura material sea que'son símbolos significativos de la conducta humana, en el sentido que la cultura puede interpretarse a partir de los géneros de objetos que la sociedad usa y valora. En segundo lugar pueden llamarse también vehículos de la cultura, que acarrean gran parte de la carga física de las funciones sociales. En tercer lugar son también instrumentos que utiliza la gente para actuar sus formas de compor­tamiento. Finalmente son productos de los individuos de la sociedad que los ha inventado y confeccionado para responder a sus necesi­dades sociales.

Definición de cultura 271

Las técnicas de comportamiento asociadas a la producción y uso de los productos culturales son en sí mismas parte de la cultura. Los objetos mismos varían enormemente de una sociedad a otra. Un iglú difiere de un hotel de ciudad, una catedral de piedra de una iglesia rural, un bulldozer de una rueca, pero todos estos objetos tienen de común el ser productos y expresión de una cultura. Estas cosas cons­tituyen el ambiente artificial creado por el hombre, interpuesto entre las personas y el ambiente natural, que afecta enormemente a las pautas de comportamiento. En el estudio de la prehistoria estos objetos son con frecuencia los únicos elementos con los que se puede «recons­truir» la cultura.

Además de la distinción establecida entre cultura y sociedad y entre las instancias comportamentales y materiales de la cultura, habría que mencionar la evidente exclusión de la conducta animal. Concíer-nen directamente al sociólogo las regularidades de la conducta hu­mana sometidas a pauta, y no aquellas de los animales infrahumanos. No sirven de modelo o anticipación de las pautas de conducta hu­manas las regularidades instintivas de la llamada conducta gregaria de los animales, ya sean salvajes, domésticos o enseñados. La cultura no existe si no es entre los humanos. La habilidad de animales incluso muy bien domados, para realizar una pauta repetitiva de trucos puede ser prueba de las humanas dotes del domador, pero no será más que una caricatura de la conducta humana en el mejor de los casos.

Definición de cultura.

Hace cien años E.B. Tylor, un inglés, definió la cultura como «esta totalidad compleja que incluye el conocimiento, la creencia, el arte, la moral, la ley, la costumbre, y cualquier otro hábito y capacidad adquirido por el hombre como miembro de la sociedad». Sus estudios se ocuparon principalmente de pueblos primitivos, y su definición de cultura no era claramente sinónima con civilización. La cultura existe donde sea que haya gente, de modo que en estricto lenguaje científico se habla de culturas primitivas y de culturas civilizadas, siendo estas últimas más complejas y desarrolladas que las primeras. Hay una línea arbitraria que divide a las unas de las otras, y con frecuencia es difícil determinar el criterio para trazar esta divisoria.

La palabra «civilizado» parece ser un punto de partida tan bueno como cualquier otro. Deriva de los vocablos latinos civitas y civis, que significan «ciudad» y «ciudadano» respectivamente, lo cual implica

272 XI. Cultura

personas sedentarias, con escritura y complejas en su comporta­miento. En una sociedad civilizada, por oposición a la precivilizada, las personas viven en amplios y permanentes conglomerados, más bien que en tribus nómadas. Tienen un lenguaje escrito para registrar su historia, que posee gran valor educativo. Desarrollan funciones diversificadas y trabajos especializados. Su comportamiento está más formalmente institucionalizado y toda su cultura es más compleja que la de las gentes precivilizadas.

Queda claro que cultura y civilización no son sinónimos. Todas las personas y todos los pueblos tienen cultura en diferentes estadios de desarrollo. Aun distinguiendo entre culturas precivilizadas y civili­zadas, no deberemos olvidar que estas características de la estructura y la función son cuestión de grados. Así, entre las sociedades que existen en el mundo actual podemos reconocer culturas altamente ci­vilizadas y otras que lo son en menor grado: Si hubiera que' dar preeminencia a los avances científicos y tecnológicos como medida de civilización, podrían seguramente situarse todas las culturas en una escala que se extendiera desde la menos a la más civilizada, desde la más primitiva a la más elaborada".

En el sentido más amplio puede decirse que la cultura comprende todas las capacidades y costumbres adquiridas por los seres humanos en asociación con sus congéneres. El menor componente básico irre­ducible de la cultura es la pauta reiterada de comportamiento social. También hemos visto que estas pautas se combinan formando distin­tos roles sociales, relaciones humanas y procesos sociales. Éstos, por su parte, son componentes de numerosas instituciones, principales y subsidiarias, que se hallan presentes en toda cultura. Podemos decir que los más grandes sectores de la cultura son las instituciones y que el menor de todos es la pauta de comportamiento.

Brevemente, la cultura es la configuración total de las institu­ciones que comparten en común las personas en una sociedad. El término «configuración» indica la trama, la matriz y la red, dentro de la cual las instituciones relacionadas y coordinadas entre sí actúan en un sistema total. El pueblo comparte este sistema cultural, pero no en el sentido de que todo individuo y grupo participe igualmente y lo haga todo exactamente en la misma forma. Hay roles sociales que no pueden ser desempeñados por ciertas personas. Hay instituciones que reclaman mucho mayor participación que otras.

Herencia y ambiente culturales 273

Herencia y ambiente culturales.

Desde el punto de vista de las personas y de los grupos debemos concebir esencialmente la cultura a la vez como hereditaria y como ambiental. Hemos nacido en una cultura y ella nos rodea, es decir, que en ella estamos inmersos desde que nacimos. Esto tiene su im­portancia, dado que la cultura se enseña y se aprende, y el individuo la deriva de sus antepasados y de sus contemporáneos. El proceso de socialización es el medio por el que el individuo se asimila a la cultura de su sociedad.

Cuando decimos que la cultura es «hereditaria» entendemos que las pautas de comportamiento institucionalizadas se transmiten sim­bólicamente de una generación a otra. Las instituciones particulares se forman por la suma de las experiencias de muchas personas a tra­vés de un largo período de tiempo. Los individuos van y vienen, pero la cultura persiste; debe transmitirse de una manera o de otra. La herencia cultural no tiene nada que ver con la generación física o la transmisión biológica a través de la cual el individuo recibe tan sólo la capacidad potencial de absorber la cultura y volverse una persona culta. El recién nacido ya es una persona humana y social cuando nace, pero se vuelve culto al asociarse con los demás.

La cultura persiste, pero el individuo humano concreto entra en ella, y eventualmente sale. La suma de las pautas de conducta institu­cionalizadas de cualquier sociedad forma la herencia cultural en la que el recién nacido entra, y que el individuo abandona cuando muere. Cuando decimos que alguna cultura antigua ha desaparecido queremos decir que ha dejado de existir la totalidad de la gente que la usaba, o que gradualmente fue absorbida por otra gran cultura. Toda cultura concreta existe sólo en el interior, y a través de los seres humanos; pero ningún hombre concreto resulta esencial para la cul­tura. Porque la cultura preexistió a cualquier persona individual, y dura más de lo que cualquier ser humano, podemos hablar de cultura, pau­tas e instituciones como si existieran independientemente de las per­sonas.

Sólo por la abstracción conceptual podemos distinguir el aspecto ambiental del hereditario de la cultura, pero parece que es analítica­mente necesario establecer tal distinción. Al decir que la cultura es también ambiental, nos referimos a que «rodea» a la persona durante toda su vida. Vive en una sociedad en que la cultura ya existe. La cultura que cada generación hereda de sus antepasados es una cultura

274 XI. Cultura

con la que cada individuo ha de aprender a vivir. Es evidente, pero muy significativo, que un mejicano crece para ser mejicano y un griego crece para ser griego. Es el ambiente cultural en que vive y se desarrolla y que deja tras sí cuando muere.

No hay contradicción en observar que, si bien las personas son en último término las creadoras de la cultura, son también en gran parte criaturas de su propia cultura. Una persona puede evadirse de la so­ciedad por algún tiempo, pero no puede evadirse de la cultura. El ambiente cultural es probablemente la influencia particular más fuerte que influye en el comportamiento social de la gran mayoría de las personas. Aun en la soledad, cuando una persona trata durante un tiempo de «alejarse de todo», piensa y obra conforme a las pautas de comportamiento a las que se ha acostumbrado. Las instituciones de su cultura han formado su personalidad social y han forjado los roles sociales que cumple al igual que los valores que acepta.

El penetrante influjo del ambiente cultural se observa más al vivo en los que hacen una visita o emigran a una sociedad de cultura di­ferente de la suya propia. La barrera del idioma es a menudo un gran obstáculo para comprender la cultura extranjera. El lenguaje es una pauta de conducta tan profundamente grabada que los niños de cada país pueden hablar aquel mismo que tantos esfuerzos exige de los extranjeros. No sólo el lenguaje resulta extraño, sino también las cos­tumbres de las personas. El modo de pensar y de hacer las cosas, los valores sociales y las formas de relación son difíciles de comprender y de aceptar. Es fácil errar en la conducta conveniente y ofender la etiqueta. Generaciones enteras de inmigrantes se han mantenido cul-turalmente marginales hasta el fin de sus días. Un extranjero rara vez, o nunca, llega a perder completamente los vestigios de la cultura en que originariamente había sido socializado.

La cultura total —hereditaria y ambiental— contiene necesaria­mente las instituciones básicas superiores, en lo familiar, educativo, económico, político, recreativo y religioso. Dado que toda sociedad global ha de poseer los grupos principales que se asocian para la satisfacción de sus necesidades sociales básicas, estos grupos usan ne­cesariamente modos institucionalizados de comportamiento. La sub-cultura, que en su sentido más amplio es una gran variación dentro de la cultura superior, contiene también estas instituciones básicas.

Proyecta de vida 275

Proyecto de vida.

Ya señalamos que las pautas de conducta son también norma­tivas ; actúan como modelos, proyectos, o programas, de acuerdo con los cuales se espera que la gente actúe, y a los cuales ésta debe con­formarse. Lo mismo puede decirse de los roles, las relaciones, y las instituciones sociales. Dado que la cultura es la suma de todos estos fenómenos, podemos llamarla el «gran proyecto» de vida. Puede abs­traerse de la conducta concreta cotidiana, y estudiarse de manera vagamente análoga al proyecto arquitectónico de un edificio. El pro­yecto no es el edificio, sino un esquema mediante el cual aquél puede entenderse — especialmente después de su construcción.

Podemos decir, sin reificarla o personalizarla, que la cultura existe con el fin de sistematizar la satisfacción de las necesidades sociales del pueblo; los medios para esta satisfacción son las diferentes instituciones subsidiarias que constituyen la cultura. Observamos que estas necesida­des diversas se juntan con formas de conducta institucionalizadas. Ya hemos señalado las funciones generales de la institución: simplificar el comportamiento, proporcionar roles y relaciones y ejercer el control social. Cada institución tiene sus objetivos especializados, pero la cultura en su totalidad cumple funciones más allá de estos objetivos.

a) La primera función de una cultura, lo más importante que «hace», es ofrecer un esquema o proyecto de vida en cualquier so­ciedad dada. Sistematiza la conducta social de gran número de gente-, de modo que ya no necesitan construir cada uno su propia cultura. Gracias a la cultura la gente que participa en la sociedad no se "ve obligada constantemente a aprender de nuevo o a inventar maneras de hacer las cosas. La cultura da sentido a todos los distintos seg­mentos de la conducta social coordinándolos y relacionándolos en un sistema global.

b) La cultura reúne, contiene e interpreta los valores de una sociedad de modo que la gente reconoce y aprecia lo que tiene valor. La gente descubre precisamente a través de la cultura el sentido y la intención de la vida individual y social. A veces la gente se siente tan ligada a los valores vigentes en su propia sociedad que se vuelve etnocéntrica y ridiculiza los valores de otras culturas. Este sentido exagerado de la lealtad cultural carece de objetividad, pero subraya el hecho de que la cultura proporciona una fuerte orientación de los valores para la gente.

c) Desde otro punto de vista señalaremos que la cultura es en sí

276 XI. Cultura

misma una base para la solidaridad social. Los individuos no sólo se adhieren a sus propias tradiciones culturales, sino que tienden a ser leales a otros que compartan tales tradiciones. El patriotismo, o un amor objetivo del propio país es en efecto una apreciación profun­da de sus características culturales. La definición de cultura incluye la noción esencial de que la gente de una sociedad funciona junta para alcanzar objetivos comunes valiosos. Este esfuerzo cooperativo contribuye a la solidaridad social, y a la vez procede de ella. Allí donde la cultura comienza a desintegrarse se observa un debilita­miento de la solidaridad social y también de la cooperación.

d) Desde un punto de vista comparativo la cultura sirve de «marca de fábrica» para distinguir una sociedad de otra. La cultura establece justamente la diferencia entre los portugueses y los polacos, los canadienses ingleses y franceses, los argelinos y los sudafricanos. La cultura caracteriza a un pueblo de modo más significativo que el color de su piel o que cualquier otra marca fisiológica. Ofrece al in­vestigador de la sociedad una regla graduada para discernir las dife­rencias entre los pueblos, que es más realista que las fronteras terri­toriales y políticas.

e) Pero lo que mayor importancia tiene para los seres humanos es que, finalmente, la cultura de una sociedad es el factor predomi­nante en la constitución y configuración de la personalidad social. Si bien hay una gran variedad de diferencias únicas de un individuo a otro, así como gran variedad de pautas de conducta de un grupo a otro, hay también una especie de cufio cultural en la personalidad, del que nadie puede escapar. Es evidente que el individuo autodirigido tiene capacidad de elección y de adaptación, y no habrá jamás dos individuos completamente idénticos; pero la personalidad social es en general producto de la cultura. Por eso se puede hablar del egipcio, gales, o mejicano «típico».

Un análisis de estas funciones hará ver fácilmente la enorme im­portancia de la cultura no sólo para los individuos y los grupos dentro de una sociedad, sino también para las relaciones de una sociedad con otra. Se puede decir que una sociedad es tal como la hace su cultura, si bien lo contrario es también cierto: una cultura es tal como la hace su sociedad. La cultura y la sociedad están ligadas entre sí en forma inextricable, de la misma manera que las personas y las pautas de comportamiento están constantemente bajo un influjo recíproco. La mutua adaptación es un proceso incesante allí donde hay vida de grupo.

La cultura como ideología 277

La cultura como ideología.

Si es la cultura que establece la diferencia entre una sociedad y otra, deberíamos considerar sus aspectos diferenciadores con más de­talle. ¿Qué es aquello que dentro de la cultura ofrece el sello pecu­liar, o la «marca de fábrica», o las características a los individuos de una sociedad por comparación a otras sociedades? Los hombres en Rusia se abrazan y besan uno a otro en público ; en los Estados Unidos no lo harían jamás. En este país el mes de junio parece el más adecuado para las bodas, mientras que los chilenos prefieren diciembre. Los pa­dres de Alemania son harto menos permisivos con sus hijos que los norteamericanos.

Este tipo de pautas de cultura seleccionadas, pueden contarse, y analizarse en casi interminables letanías de diferencias culturales y dejan aún por responder la cuestión central. Sorokin llamó la suma de todas estas pautas cultura comportamental y sostuvo que su significado pue­de encontrarse en la cultura ideológica. Ello significa que una sociedad puede identificarse por su «mentalidad cultural» y porque puede co­locarse en algún punto de una escala que va de la cultura sensible (materialista, secular, empírica) a la cultura de las ideas (transcendental, sagrada, espiritual). Cada cultura se identifica luego por su sistema de significados, su núcleo de valores, ideología o ethos (término introdu­cido en el vocabulario sociológico por Sumner).

Desde este punto de vista es el ethos que confiere a la sociedad su carácter especial. Esta noción puede comprenderse bien recordando lo que se ha dicho en el capítulo sobre los valores sociales y culturales. El nivel ideológico de la cultura estriba en la reunión combinada de los valores últimos —creencias e ideales que la gente acepta y toma como orientación en su vida—, que merecen ser guardados y defen­didos. Todas las costumbres comportamentales peculiares y observables de un pueblo empiezan a ser descifrables para el sociólogo en la medida en que concuerdan con el ethos. Cuanto más importante es una pauta de conducta en la mente de la gente, más probable es su concordancia con los valores básicos.

Una aproximación menos abstracta al ethos puede encontrarse en lo que se ha dicho en el capítulo sobre las instituciones. Indicamos allí que una cultura puede especificarse, es decir, diferenciarse de otras

• según su institución axial. Hay culturas que pueden clasificarse como comerciales o industriales porque la institución económica tiende a dominar gran parte de la vida de grupo y de los valores de la sociedad.

278 XI. Cultura

Se ha caracterizado a otras culturas por la institución familiar, como la China de antes de la guerra; o por su institución política, como la Roma antigua; o por su institución religiosa, como la Europa me­dieval. Una comprensión de la institución dominante o axial ofrece una valiosa ayuda para captar los valores y pautas de la sociedad y da sentido a las interpretaciones de la cultura más amplia.

Semejante análisis institucional ayuda a explicar por qué la cultura ideológica, o el ethos, de una sociedad difiere del de otras. Por ejemplo en los Estados Unidos las demandas de la institución económica, de los negocios, las ocupaciones laborales, el ganarse la vida, ejercen una directa influencia sobre la vida familiar, el sistema educativo, la orga­nización política, las pautas recreativas, e incluso sobre las actividades religiosas. Dado que los componentes principales de la cultura cons­tituyen el sistema institucional global, sabemos que la institución axial influye no sólo las otras instituciones sino también la ideología cul­tural, o ethos. Intentar explicar por qué los valores de la institución económica son dominantes, y no los de la familiar, o religiosa, nos llevaría más allá de la discusión presente.

Cambio de cultura.

Si bien es posible ahondar históricamente en el origen de tal o cual pauta cultural, el origen de la cultura como un todo es simul­táneo con el origen de la sociedad. La cultura es necesariamente concomitante con la sociedad y ha existido dondequiera que los seres humanos han llevado vida de grupo. No obstante, las culturas varían grandemente de una sociedad a otra, de un período de tiempo a otro, y, aunque en menor grado, una cultura puede también va­riar internamente de una institución a otra.

¿Cómo y por qué ocurren adaptaciones en una cultura? Ya vimos que aunque las pautas de conducta demuestran cierta regularidad y cierto orden, son también funcionales, dinámicas y cinéticas. Una cultura global se encuentra en perpetuo movimiento tanto en relación con sus componentes internos como en relación con otras culturas. Para tomar un ejemplo dramático no hay más que observar la dinámica cultura de Israel, en pleno desarrollo, y apercibirse de cuánto difiere de la cultura más antigua del mundo árabe que la rodea. Influyen muchos factores en la diferenciación de las culturas, desde el ambiente geográfico a la capacidad de un pueblo para encontrar y escoger entre una variedad de modos de actuar y pensar alternativos.

Cambio de cultura 279

Ya que existen múltiples factores del cambio, no hay explicación única, completa y exhaustiva de la adaptación cultural. Podemos in­cluso hablar en términos generales de los dos amplios procesos de difusión y convergencia y darnos cuenta al mismo tiempo de que tienden a entremezclarse en el desarrollo histórico de una cultura. La difusión no significa sino que las pautas de conducta se hallan comuni­cadas de una cultura a otra. Algunas son aceptadas; otras rechazadas. La difusión de una pauta de conducta de una cultura a otra requiere contacto y comunicación entre la gente de distintas sociedades.

No es ningún accidente de la historia que la cultura cambiara y se desarrollara más rápidamente en aquellas áreas de la tierra en que las culturas podían encontrarse unas a otras. Las culturas primi­tivas permanecen primitivas en lugares aislados, en el fondo de la jungla, en lo alto de las cordilleras, en desiertos de difícil acceso. Las sociedades africanas existían en varios estadios de desarrollo cultural antes de que el continente se «abriera» a los europeos. Desde entonces ha habido una difusión casi explosiva de fenómenos culturales en ambos sentidos entre los continentes africano y europeo.

La difusión de la cultura tiende a ser fragmentaria, mientras que la convergencia de dos o más culturas conduce a una especie de cam­bio profundo en la dirección de una cultura «nueva» y diferente. Existen muchos ejemplos históricos de convergencia: la expansión de la cultura romana antigua entre las tribus del norte ; la invasión nor­manda de Inglaterra; la fusión de las culturas española y mora. En América el ejemplo más claro es la cultura mejicana que ha evolu­cionado a partir de una combinación de rasgos culturales indios y españoles.

Las principales culturas del mundo continúan desarrollándose me­diante la difusión y la convergencia, que son las explicaciones más importantes de la adaptación cultural. El entrecruzamiento físico de gentes de distinto origen ha aumentado tremendamente debido a la migración tanto voluntaria como forzada. La gente transporta con ella las pautas de conducta de su cultura de origen. Más importante que el entrecruzamiento físico es, sin embargo, la rápida comunicación de ideas, experiencia, y conocimiento de una cultura a otra. El cambio cultural es ahora instantáneo a través de los medios de comunicación como la radio y la televisión.

Además de estos aspectos del cambio entre culturas hay también adaptaciones internas en cada una de ellas. Incluso en las más dinámi­cas algunos sectores parece que se mueven más rápidamente, y algunos más despacio que los demás. Este concepto de la adaptación diferen-

280 XI. Cultura

cial fue analizado por William Ogburn en su teoría del «retraso cultural». Entender este concepto requiere algún conocimiento del cambio social, así como de los valores sociales. Debe existir una norma de valor con respecto a la cual pueda determinarse el retraso; ahí está la principal dificultad en la medición del retraso cultural.

¿Cómo podremos decir qué institución de la cultura avanza y cuál va con retraso? Es imposible obtener un estancamiento, una seguridad, y una capacidad de predicción completos frente al comportamiento humano, como también es sin duda imposible conseguir de todos los individuos el mismo ritmo de cambio en la misma dirección dentro de todos los grandes grupos. La misma persona puede juzgarse la mar de «progresiva» cuando desempeña su papel en las instituciones econó­mica, y recreativa y completamente «rezagada» en su comportamiento político y religioso.

Un concepto adecuado de retraso cultural envuelve casi necesaria­mente un juicio de valor. El concepto, por lo común, indica un aspecto negativo del comportamiento social. Si alguien puede decidir lo que constituye progreso social en una cultura dada, podrá también juzgar qué institución ha quedado más atrás que las otras. Por otra parte, si sólo se usa como norma el mero cambio, o la rapidez en el cambio, disminuye la connotación negativa del retraso. Por ejemplo, en la mayoría de los países occidentales se ha operado un rápido cambio en los procedimientos tecnológicos, industriales y mecánicos. Esto sig­nifica, en general, que la institución económica es la que se ha movido más rápidamente en la cultura, y que «el variable espacio» que media entre ella y las otras instituciones constituye el retraso cultural.

RASGOS DISTINTIVOS DE LA CULTURA NORTEAMERICANA

1. Algunos retrasos culturales norteamericanos.

La teoría del retraso cultural ha sido criticada principalmente por la dificultad de decidir las normas conforme a las cuales el retraso ha de ser estimado. Si alguien asegura que en Estados Unidos las pautas materiales de producción económica van mucho más adelante que las pautas no mate­riales (ideas, actitudes y valores), podrá hallar no pocos ejemplos para probar este atraso cultural. Pero también puede demostrar con sus abun­dantes ejemplos que muchas de nuestras ideas van mucho más adelante que nuestras prácticas y que algunas pautas materiales quedan atrás res­pecto a las no materiales.

Los norteamericanos suelen usar una institución, la económica, para

Algunos retrasos culturales norteamericanos 28 j

eslimar el progreso de las otras instituciones en nuestro país. El éxito 1Ü\ grado en la producción y distribución de artículos y servicios ha sido ta*í espectacular, que atrae en gran manera la atención tanto aquí como fuer^ Además, esta clase de éxito se puede fácilmente numerar, medir y compa* rar por medio de escalas y gráficos. Sin embargo, las instituciones familia* escolar, política y religiosa no se deberían subestimar por el mero hechij de no haberse adaptado a este mismo tipo, o porque se han «quedadtt atrás» comparadas con el paso de la institución económica.

Para comprender los atrasos en la cultura norteamericana sería útil escoger otras formas de evaluación y de estimación. En lugar de compa» rar las formas materiales con las no materiales o la economía con otraj instituciones,, podríamos usar los conocimientos y recursos corrientes d% que disponen los norteamericanos para el mejoramiento de nuestras insti» tuciones. Existen instituciones en las que poseemos el conocimiento y el instrumental físico para hacer mejoras y progresos, pero no los hemos utilizado. Para determinar el retraso cultural habría que estimar las mejo» ras efectivas en comparación con las potenciales, es decir, con lo que se puede hacer con el conocimiento y los recursos de que actualmente se dispone.

A continuación presentamos algunos ejemplos palmarios de atraso cul­tural en sectores en que no se ha actuado el potencial existente.

a) Un notable porcentaje de familias americanas no habitan en con­diciones apropiadas. La construcción masiva no ha logrado ni probable­mente logrará el refinamiento de las técnicas de la producción en serie. Sin embargo, nuestra riqueza nacional es más que suficiente para propor­cionar a todos una vivienda decorosa, y nuestra experiencia en los edificios públicos y de baja renta es bastante extensa para poder construir sin demora las viviendas suficientes. Éste es un ejemplo de atraso cultural, ya que poseemos tanto los conocimientos como los materiales para colmar la laguna.

b) Hay en los Estados Unidos personas que sufren hambre, cuya alimentación es insuficiente e impropia. Sean las que sean las razones per­sonales y sociales por las que individuos y familias tienen mala nutrición y alimentos inadecuados, lo cierto es que los norteamericanos poseemos superabundantes recursos alimenticios y sabemos cómo hay que distri­buirlos. El hecho de que haya norteamericanos que no están bien alimen­tados, que no pongamos al alcance de la población hambrienta el exceso de alimentos producidos es un ejemplo craso de atraso cultural.

c) Otro atraso en nuestra cultura se acusa en la falta de asistencia médica para muchos ciudadanos. La ciencia médica ha hecho enormes progresos en nuestros tiempos, y el país es suficientemente rico para pro­porcionar el instrumental necesario para tratar a todas las personas. Los norteamericanos sufren cada año muchas enfermedades curables y se producen inútiles decesos, por la sencilla razón de que la ciencia médica no está al alcance de los que la necesitan. Aunque la muerte sea a la

282 XI. Cultura

postre inevitable para el individuo y muchas enfermedades sigan siendo incurables, no es menos cierto que el desnivel entre lo posible y lo real en la asistencia médica es enorme.

d) Aunque los Estados Unidos hacen alarde de un difundido sistema de escuelas públicas que se supone ofrecen educación gratuita para todos, existen aún muchos lugares y no poca gente a los cuales aquél no llega. El país posee ciertamente los medios para proporcionar una educación adecuada a cada individuo. El retraso cultural se manifiesta especialmente en las escasas oportunidades escolares de que gozan aquellos sitios más necesitados de ellas, como las áreas centrales urbanas. Las escuelas más modernas con los mejores maestros existen en lugares en que el nivel edu­cativo de la gente es ya elevado.

e) Quizás el mayor retraso cultural, el que ayuda a explicar los ante­riores ejemplos, es la disparidad de los ingresos entre la gente de este país. Los Estados Unidos tienen la riqueza suficiente para ofrecer y garantizar un ingreso adecuado a cada familia del país. La oposición a semejante arreglo indica un gran abismo cultural en el sistema de valores de nuestra sociedad entre los principios de esfuerzo individual y los principios del bienestar social.

Muchos norteamericanos sufren de postergaciones en el uso de las faci­lidades escolares y recreativas. Otros reciben tratamiento desigual por parte de la policía y de los tribunales. Otros se ven además frustrados en sus aspiraciones políticas y religiosas. En muchos casos tales situaciones pueden deberse a incompetencia e irresponsabilidad personal. Sin embargo, deben considerarse como ejemplos de atraso cultural, aun cuando con frecuencia se los designe como el «precio que se paga» o el «riesgo que se acepta» para vivir en una cultura dinámica, progresiva y adaptable.

El hecho de destacar la diferencia entre lo potencial y lo efectivo no explica las razones de por qué persisten tales atrasos en una sociedad diná­mica, progresiva y pragmática. Es muy posible que las causas tengan pro­fundas raíces en ciertos valores culturales norteamericanos tradicionales, como la libertad de empresa, la propiedad privada, el sistema de lucro, o la inviolabilidad de la casa y de la familia, o en características como la inercia política de las masas. Muchas de ellas forman parte de la filosofía del individualismo, que es a su vez una pauta permanente de nuestra cultura.

2. La cultura airo-americana.

Se observa comúnmente en la ciencia social que culturas diferentes se desarrollan cuando una gran pluralidad de gentes están suficientemente se­paradas de otras gentes organizadas. Una sociedad aislada que tiene poco contacto y comunicación con otras sociedades tiende a mantener pautas de conducta tradicionales y reacias al cambio. Hemos visto, sin embargo,

La cultura afro-americana 283

que es posible que, por difusión o por convergencia con otras, se formen culturas distintivas.

El caso de los negros norteamericanos presenta una paradoja socioló­gica: el racista blando que no pudo consolidar el aislamiento físico del negro desea segregarlo culturalmente, para que tenga su propia cultura extranjera, africana, autodesarrollada, no-blanca. Hasta hace poco la gran mayoría de los negros norteamericanos han insistido en el derecho a la asimilación y aceptación totales como norteamericanos aculturados. Tal movimiento persiste, pero se le ha juntado un contramovimiento relativa­mente reciente en favor de una cultura afro-americana.

Los estudiantes y los jóvenes intelectuales, especialmente los que se las dan de radicales, están promocionando esta cultura afro-americana. ¿Qué puede explicar esta tendencia? ¿Existe en los Estados Unidos una cultura afro-americana genuina?

a) Cuando comenzó el comercio de esclavos existían en el continente africano muchas sociedades y culturas distintas con lenguajes distintos. Al ser trasladado a los Estados Unidos el africano se vio deliberadamente separado de los miembros de su tribu precisamente para evitar la unidad so­cial y cultural entre los esclavos. Ello suponía que vivía como una isla cul­tural en una cultura aliena, y que trataba sólo con extranjeros. El shock cultural fue para él intenso en un grado que ni el más abandonado de los europeos nunca experimentó.

b) Desde el punto de vista de la población esclava negra semejante aislamiento significó que ninguna de las culturas africanas, o de las sub-culturas, podía enraizarse en ella. Si los africanos hubieran podido migrar como un grupo social cohesivo o hubieran podido juntarse con otros que compartieran su lenguaje y sus costumbres cuando llegaron, como hicieron los inmigrantes europeos blancos, hubiera existido una probabilidad de que tomara cuerpo una cultura de origen africano distinta.

c) El hecho histórico es que la cultura africana murió en Norteamé­rica, y que los negros se aculturaron como norteamericanos, mucho antes de la inmigración masiva de europeos blancos en la segunda mitad del siglo xix. Aunque había muchos negros libres en los Estados Unidos, ni ellos ni los esclavos fueron jamás completamente independientes de la cul­tura blanca dominante. Se creyó a finales de la última centuria que la «segregación igual» constituiría una sociedad y una cultura negras y dis­tintivas, pero eso no ocurrió.

d) Lo que ahora se describe como cultura afro-americana es una im­portación nueva, inventada, y deliberada de algunas de las pautas cultu­rales más visibles y superficiales como modos de vestir y tipos de peinado. Todas las instituciones norteamericanas permanecen culturalmente norte­americanas. La vida familiar y las prácticas religiosas de una reducida minoría han recibido el influjo del culto de los Musulmanes Negros, que es una importación reciente y espuria de los países árabes. Sociológica­mente, la cultura afro-americana debe considerarse una invención.

284 XI. Cultura

e) Tal invención parece ser un deliberado intento de reconstruir una tradición cultural. A diferencia del movimiento Garvey, no comprende ya un plan de vuelta-al-África, como tampoco los irlandeses-americanos pro-mocionan ya un movimiento de vuelta-a-Irlanda o los polaco-americanos un programa de vuelta-a-Polonia. Pero al igual que Marcus Garvey, los nuevos afro-americanos quieren restablecer la dignidad de sus orígenes africanos anteriores a la esclavización. Los inmigrados blancos a los Esta­dos Unidos querían volverse norteamericanos, pero guardaban también cierta nostalgia y orgullo de su tierra natal.

i) Algunos sociólogos llaman a este movimiento una «búsqueda de identidad». En la pauta de desigualdad racial que todavía perdura, se identifica al negro norteamericano como ciudadano de segunda por parte de muchos blancos. Busca un status social y una identidad que puedan medirse por valores africanos y no por caucásicos. Es éste un género de identidad nacional que se inspira vagamente en la oleada de nacionalismo que ha barrido los países africanos desde el fin del colonialismo europeo.

Hay que recordar que todas las culturas están hechas por el hombre, pero que tienden a desarrollarse acrecentándose a lo largo de las genera­ciones. La invención deliberada de la cultura afro-americana es inmediata y voluntarista. Pocos negros de Norteamérica se convertirán a la religión africana, y menos aprenderán a hablar swahili. Pero la cultura afro-ameri­cana se verá reforzada por el estudio de la historia de los negros, por la apreciación de las creaciones culturales africanas, pero especialmente por la autoconfianza y la dignidad con que la gran mayoría de los negros norteamericanos continuarán insistiendo en su status como ciudadanos nor­teamericanos totalmente aceptados y respetados.

3. La cambiante cultura rural.

Los Estados Unidos son una de las naciones menos rurales, pero son también una de las naciones agrícolas más prósperas del mundo. Cada censo decenal registra una proporción decreciente de la población que real­mente vive en las granjas y disfruta de empleo remunerado en ellas. Al mismo tiempo tenemos un plus enorme de productos agrícolas, miles de millones de dólares de productos alimenticios sobrantes que no es posible consumir. La tendencia sigue esta proporción inversa: número decreciente de labradores y cantidad creciente de productos agrícolas.

Es ésta una situación única en la historia del mundo. La humanidad ha sido predominantemente rural y agrícola durante todo el período que podemos seguir históricamente. Las más de las experiencias humanas se han realizado en sociedades rurales con culturas rurales; y esta situación ha persistido hasta los últimos tiempos incluso en los Estados Unidos. Las tradiciones rurales tienen hondas raíces en nuestra cultura.

La presente fase de transición de la cultura rural norteamericana se

La cambiante cultura rural 285

caracteriza por cierto número de elementos que no aparecían anterior­mente en las mismas combinaciones. Hubo períodos y hay sociedades en las que se puede hacer una distinción relativamente clara entre cultura urbana y cultura rural. No sólo la función institucional difería en las dos áreas de la misma sociedad, sino que la población urbana y rural estaban separadas física y socialmente. En la actual sociedad norteamericana ambas se han puesto en contacto gracias al progreso en los medios de transporte y comunicación.

Vamos a enumerar los principales cambios que se han operado en las áreas rurales. Tomados en conjunto representan una importante tendencia en las pautas culturales de la población rural.

a) El urbanismo ha invadido el tenor rural de vida. En general esto significa que la ciudad ha sido llevada al campo. Consideramos la urba­nización como un proceso de migración de las áreas rurales a las urbanas, o como la concentración de muchas personas en un territorio limitado. Ha habido mucha migración rural, pero la granja y el rancho se han me­canizado y la población rural ha adoptado más y más pautas de compor­tamiento urbano. El aislamiento físico en que pueden desarrollarse y per­durar pautas culturales distintivas, pierde su influjo cultural una vez que la prensa y los programas de radio y televisión alcanzan a las granjas.

b) La alteración más espectacular de la cultura rural americana se echa de ver en la institución familiar. La granja va dejando de ser una empresa familiar, en la que cada miembro aporta una contribución de valor económico, para convertirse en una cooperación financiera en la que intervienen expertos y una maquinaria dispendiosa. Las funciones, roles, y relaciones que caracterizaban tradicionalmente a la familia rural, han tenido que tomar nuevas orientaciones y nuevas formas. La madre tiene más ocasión de aplicarse a funciones no económicas y los hijos pueden disfrutar de una mayor formación escolar. La casa rural no es ya el centro de funciones recreativas, escolares o religiosas.

c) Están de baja las relaciones primarias en los viejos vecindarios rurales. Aunque el labrador ha sido siempre conservador e individualista, la cooperación que se practicaba antes no es ya necesaria. Esta coopera­ción adoptaba la forma de ayuda económica en la recolección de las cosechas, en dar y tomar prestados aperos, en construir graneros y cercas. Pautas patriarcales del pasado, como visitas diarias, comidas y fiestas religiosas, bailes en el campo, todo eso ha caído ya en desuso. Las gentes del campo se van más lejos para divertirse, precisamente al hacerse más independientes en su economía.

d) Las relaciones económicas con la ciudad se han multiplicado al incrementarse la mutua dependencia de la ciudad y del campo. Natural­mente, la población urbana ha dependido siempre de la agricultura para procurarse los alimentos. Actualmente el agricultor depende más que antes de los centros urbanos. Carburantes, abonos, herramientas y maquinaria agrícola, así como el equipo de la granja, no se pueden obtener con true-

286 XI. Cultura

ques. El costo de la labor agrícola y el precio que cobra el labrador por sus productos están regidos en gran manera por factores que no están bajo su control.

e) El desarrollo de numerosas asociaciones secundarias ha ampliado el medio cultural de la población rural. Ha aumentado en muchas mane­ras la participación en estos grupos más extensos. Hay más gente joven que participa en organizaciones como los 4-H Clubs y Future Farmers of America, y más adultos que participan en cooperativas, en asociaciones mercantiles, en diferentes obras sostenidas por las cámaras agrícolas de los Estados y de los distritos. La formación de grupos secundarios en las áreas rurales ha ido a un paso más lento que la de grandes grupos forma­lizados en las ciudades.

f) Las instituciones políticas de la cultura rural se han modificado gracias a las nuevas relaciones de los agricultores con el gobierno federal y el de los Estados. Las necesidades políticas del labrador van más allá de la localidad y del distrito e incluyen cuestiones de interés nacional y hasta internacional. El labrador, puesto que forma también parte de esta sociedad compleja total, se ve obligado a ampliar su horizonte, lo cual equivale a decir en otra forma que la cultura rural ha venido a diferen­ciarse ya menos de la típica cultura urbana.

Esta lista de observaciones que acabamos de hacer no debe interpre­tarse como un cambio universal aplicable a todas las áreas rurales de los Estados Unidos. La proporción y el género del cambio no son iguales en todas las regiones. El cambio más extendido ha sido el paso de las pe­queñas granjas familiares a las llamadas granjas-factorías. Éstan son las más de las veces operaciones gigantescas que existen en todos los Estados agrícolas y son propiedad de compañías de productos alimenticios. En al­gunos de estos lugares se ha introducido el trabajo de emigrantes no orga­nizados, surgiendo así condiciones sociales que eran desconocidas eft la granja familiar tradicional y estable.

4. La cultura regional del Sudeste.

La región conocida con el nombre de Oíd South, que comprende los once Estados del Sudeste, ha sido a un tiempo románticamente exaltada y rebajada. Tan falsa ha sido la representación realista como la poética. Para la mayor parte de los norteamericanos la región del Sudeste es un área cultural distinta del resto del país. Las gentes obran diferentemente; hablan arrastrando las palabras; se mueven más lentamente que el resto de los americanos. Tienen tradiciones de hospitalidad y de gracia en la vida; tienen también pautas alimenticias y prácticas religiosas propias de la región.

La sociedad y la cultura van cambiando rápidamente en el Sudeste. La motorización de las granjas ha lanzado a la población hacia las ciu-

La cultura regional del Sudeste 287

dades. El crecimiento de éstas y el incremento de la industria han ace­lerado el ritmo de la vida. Se han mejorado los medios higiénicos y escolares. Se van modificando las formas de comportamiento político. In­cluso van cambiando gradualmente las relaciones tradicionales entre clases altas y bajas y entre negros y blancos.

Si bien en la hora actual esta transición es relativamente rápida en comparación con la generación pasada, todavía se pueden, sin embargo, detectar los elementos principales que daban al Oíd South una subcultura distinta dentro de la cultura total. También el resto de nuestra sociedad está cambiando, y en muchos sentidos más rápidamente; pero, no obstante este hecho, la cultura del Sudeste tiende a ser absorbida por la general. En este sentido se va haciendo más norteamericana. Todavía persisten diferencias culturales tradicionales, pero su importancia va desapareciendo. Los actuales habitantes de esta región no las toman tan en serio como lo hacían sus abuelos.

Uno de los hechos más significativos que con frecuencia se pasa por alto, es que el Oíd South se ha convertido en el Nuevo Sudeste. La división de los Estados Unidos sólo en dos sectores, el Norte y el Sur, tiempo ha que ha pasado a la historia, aunque este punto de vista regional persiste todavía en el Sudeste entre los más viejos, Los Estados Unidos se han extendido enormemente en área y en población desde la Guerra de Sece­sión, de modo que en la región del Sudeste se ha desarrollado un doble proceso de encogimiento y de «yankización».

He aquí algunos de los factores que contribuyen a explicar los residuos de diferencias regionales que se han mantenido en el Sudeste:

a) La composición de la población es una de las principales razones de que esta subcultura difiera de la cultura total norteamericana. El nú­cleo de inmigrantes, tanto blancos como negros, tiene aquí una historia más larga y continuada que en las demás partes del país. El Oíd South no había sido prácticamente afectado por las sucesivas oleadas de inmi­grantes europeos desde 1840 hasta la primera guerra mundial. Mientras que estos inmigrantes se repartían a través de los estados del Norte, los del Sur continuaban reproduciéndose, y en pocas décadas fueron realmente capaces de «exportar» personal a las otras partes del país.

b) Hay que notar que esta ausencia del estímulo de los inmigrantes fue un factor importante para el mantenimiento de las formas culturales regionales. Los extranjeros no llegaron a Norteamérica como meras enti­dades físicas. Trajeron consigo pautas, ideas, actitudes y valores culturales, que se fundieron con la dinámica y receptiva cultural total. La mayor parte de este influjo cultural dejó intacta a la gente del Sur. Por eso el Sudeste se «americanizó» más lentamente que el resto del país, y todavía hoy conserva un resto de etnocentrjsmo y hasta de resentimiento contra las ideas «extranjeras». El sentimiento conservador de la región se constituyó a través de este largo período de tiempo.

c) Mucho se puede quizás atribuir también al hecho de que esta re-

288 XI. Cultura

gión haya sido principalmente agrícola y rural. Las formas e instituciones cambian más lentamente en el campo; además el tipo de cultivo adoptado influyó también en la lentitud del cambio. El Sur no era una región de labradores numerosos, independientes y vigorosos, que administraban sus pequeñas posesiones. La forma agrícola predominante era la de grandes plantaciones concentradas en un monocultivo industrial, con un mínimo de atención a la conservación de los recursos naturales.

d) El sistema de plantaciones era además un sistema de relaciones hu­manas, y precisamente en este área se hallaba un gran impedimento para el desarrollo cultural. El hecho de que apenas existiera una clase media, dio al Viejo Sur la impronta de algo excepcional dentro de los Estados Unidos. La masa de trabajadores negros, durante la esclavitud y después de ella, y las actitudes que adoptaron frente a ellos los blancos dominantes constituyeron un rasgo distintivo no «norteamericano» de la cultura del Sur. La libertad de movimientos, de trabajo y de oportunidades, de movi­lidad hacia arriba, es un ingrediente básico de la cultura norteamericana, y en esta cultura regional numerosas restricciones formalizadas ponían trabas en todas partes.

e) El sistema de segregación, la deliberada práctica de mantener a las masas, particularmente a los negros, en el grado más bajo de la estructura social, ha afectado a todas las grandes instituciones del Sudeste. Ha afec­tado a la familia mediante una peculiar combinación de estrictas prohibi­ciones matrimoniales, ilegitimidad y de tolerancia en las relaciones sexua­les. Ha contribuido al bajo grado de instrucción y al inadecuado sistema escolar. Ayuda a explicar las prácticas religiosas que surgen del fundamen-talismo literal. Ha influido en las actitudes contrarias al trabajo tanto por parte de las empresas como del personal profesional y ha ayudado a man­tener una filosofía política arcaica.

No simplificamos demasiado las cosas si señalamos estos elementos — la composición de la población, el tipo de sistema agrícola y la estructura de segregación— como los factores principales del desarrollo y manteni­miento de la subcultura del Sur. Su mayor o menor diferencia respecto a las pautas generales de la cultura norteamericana, así como el mayor o menor cambio que están experimentando actualmente, marcan el progreso de la «americanización» en la región del Sudeste. Probablemente se con­servará una subcultura regional reconocible mientras duren las pautas ins­titucionales menores. Sin embargo, actualmente se está operando un rápido cambio en los principales factores que hemos mencionado, lo cual implica necesariamente la aparición de pautas de comportamiento en el Nuevo Sudeste que tengan más estrecho parecido con la cultura total.

La cultura india norteamericana 289

5. La cultura india norteamericana.

Una de las acusaciones menos agradables proferidas contra los Esta­dos Unidos es que se trata de una sociedad racista. Semejante acusación se dirige, por lo general, al desigual tratamiento de los norteamericanos negros, que constituyen la minoría racial más amplia del país. Se refiere también a la exclusión legal de los inmigrados asiáticos y al tratamiento específico de los japoneses norteamericanos durante la Segunda Guerra mundial. El caso de los indios norteamericanos es también un ejemplo de racismo que se mantiene en gran parte alejado de la vista pública porque los indios han sido aislados en reservas.

Parece significativo que ninguna otra minoría racial haya entrado bajo la jurisdicción de un departamento de gobierno organizado, como ocurre con el Bureau of Indian Affairs federal. Esto indica que los indios se en­cuentran bajo la tutela del gobierno; son huérfanos culturales que se ven al mismo tiempo impelidos a asimilarse a la familia cultural norteameri­cana y a mantener su independencia fuera del sistema norteamericano más amplio.

A diferencia de la cultura afro-americana artificial y en gran parte es­puria, la india es auténtica, tradicional, e indígena en su tierra natal. Pre­senta características que permiten su tratamiento separado con respecto a la cultura del hombre blanco.

a) La población india crece y su cultura no morirá por falta de indios que la desarrollen. A través de las generaciones la cultura se ha extendido hasta incluir elementos «exteriores» que no eran propios de los aborígenes. Muchos indios norteamericanos hablan inglés; muchos han aceptado la religión cristiana. Utilizan muchos de los artefactos, vehículos y. herra­mientas introducidos de fuera. La presión de la población blanca y la reducción de sus territorios a «reservas» los han forzado a una existencia relativamente estable y no nómada.

b) Hay muchas culturas indias, marcadas por diversas lenguas y tra­diciones. Los navajos difieren de los sioux; los cherokee de Carolina del Norte tienen una cultura diferente de la de los nez perces de Idaho. Esta diversidad cultural no es tan amplia como era antes de la llegada del hombre blanco, pero es todavía tan persistente que muchos indios prefieren identificarse por el nombre de su tribu que simplemente como indios. Esta autonomía relativa puede explicar parcialmente por qué no se ha dado un movimiento unitario para los derechos civiles entre los indios norteame­ricanos y por qué no han ejercido un grupo de presión política fuerte. Hasta 1948 no se les garantizó el derecho de voto.

c) Una de las características tribales que sitúa a la mayoría de indios norteamericanos aparte de la mayoría de blancos del país es la impor­tancia del sistema de parentesco. En vez de la típica familia conyugal norteamericana urbana reducida a los padres y los hijos, los indios prefie-

290 XI. Cultura

ren conservar las relaciones más amplias de la familia patriarcal extensa. Ello significa que el grupo primario con sus lealtades personales y estrechas relaciones actúa como un fuerte vínculo de solidaridad social. Ello explica también el carácter reacio de muchos indios ante la alienación y la sole­dad de la Norteamérica blanca y urbana.

d) Esta descripción esquemática de una cultura familística, por opo­sición a una contractual, incluye otras características comunes. Todo el proceso de socialización y de conformidad a las normas de conducta tiende a verse reforzado más por la costumbre tribal que por un sistema legal detallado. La honestidad y la lealtad dependen más de las normas tradicio­nales de la conducta aceptable que de los fuertes brazos de los oficiales encargados de salvaguardar la ley. Sí esto no fuera así, la cultura india norteamericana no hubiera sobrevivido como sistema separado.

e) Las diferencias de status, así como se miden por la posesión de ins­tancias culturales de valor, existen entre los indios norteamericanos como entre todos los pueblos, pero tales medios no se encuentran tanto a su al­cance como lo están en la sociedad blanca competitiva. Por ejemplo la acumulación de riqueza, uno de los criterios más importantes del status social, ni se ha fomentado ni se ha facilitado para la gran mayoría de las tribus indias de los Estados Unidos. El hecho de que haya algunos indios «magnates del petróleo», y que algunas familias'promuevan la educación escolar para sus hijos no contradice el hecho de que la pobreza predomina ampliamente entre los indios norteamericanos.

A grandes rasgos las características culturales de los indios norteame­ricanos reflejan lo que los sociólogos han venido en llamar el tipo de so­ciedad comunal, que se distingue del tipo asociativo. La resistencia de los indios a la absorción cultural en la sociedad blanca más amplia ha sido reforzada por la política racista general de los blancos que excluía a los indios desde los tiempos coloniales. Ha habido intercambios entre las culturas, como ha habido matrimonios interraciales,, pero se mantiene una clara distinción entre la vida cultural de los indios norteamericanos y la de los blancos del mismo país.

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Parte tercera

CULTURA Y SOCIEDAD

Las partes anteriores nos han ofrecido un armazón conceptual y ciertas perspectivas científicas en el análisis paralelo de pautas y cultura, de personas y sociedad. En esta parte se hacen converger estas dos líneas separadas de análisis en el estudio de los diversos fenómenos socioculturales.

El estudio fundamental de los significados de la vida de grupo y de los hábitos culturales se hace mediante un análisis de los valores (xn). Las personas son a la vez sujetos y agentes de movilidad (xm). Y todos los fenómenos socioculturales están sometidos al cambio (xiv) y sufren la influencia de las diversas formas de control (xv). Las nor­mas y valores de las personas son violados algunas veces por la desviación (xvi), pero existe también un grado indispensable de inte­gración sociocultural (xvn).

XII

VALORES

Quizá no haya asunto que haya dado lugar a tantas controversias entre los sociólogos como el estudio de los valores. Su tendencia a proceder como adeptos de una ciencia «sin valores» ha hecho a veces suponer que creen que los valores sociales no tienen realidad, que no se pueden estudiar sin incluir los propios valores personales de cada uno, o que son puros fenómenos psicológicos y éticos fuera del ámbito de la ciencia social. Actualmente, sin embargo, todos los so­ciólogos admiten que los valores son hechos sociales importantes sus­ceptibles de estudio y análisis científicos.

Definición del valor.

El uso de una definición descriptiva en lugar de una definición estrictamente lógica ha dado lugar a confusiones en el estudio de los valores sociales. Descriptivamente se puede decir que «tiene valor» todo lo que es útil, deseable o admirable para la persona y el grupo. ¿Hemos, por tanto, de decir que la cosa en sí no es un valor, sino que sólo contiene valor? Por ejemplo, la instrucción ¿es en sí misma un valor social, o reside su valor en la capacidad que tiene de satisfacer ciertas necesidades sociales básicas? El hecho es que, en la realidad, la importancia que tiene un objeto se transfiere al objeto mismo, de modo que la educación no es sólo valiosa o estimable socialmente, sino que es un valor social. El sociólogo encuentra sus datos entre las personas de la sociedad y nota que en la mente de las personas se atribuye cierto «valor» a la educación.

Hay, pues, tres elementos que se deben considerar en el estudio

296 XII. Valores

de los valores sociales: a) el objeto mismo que es un valor, b) la capa­cidad que tiene el objeto de satisfacer las necesidades sociales y c) la apreciación que tienev la gente del objeto y de su capacidad de dar satisfacción. Aquí conviene recordar que del mismo objeto se pueden dar diferentes definiciones conforme a los diferentes aspectos en que se considere. Hemos visto que las uniformidades reiteradas de comportamiento se pueden también considerar como normas o mo­delos de conducta. Análogamente podemos decir que ciertos objetos «de valor» según la apreciación que tienen de ellos las personas de la sociedad son a la vez valores sociales y los criterios de éstos.

Sociológicamente se pueden definir los valores como los criterios conforme a los cuales el grupo o la sociedad juzga de la importancia de las personas, las pautas, los objetivos y los otros objetos socio-culturales. Aquí no nos ocupamos directamente del valor intrínseco de estas cosas ni de la valoración personal específica que haga de ellas una persona particular.

Criterios de valoración.

Los valores son, por tanto, los criterios que dan sentido y signi­ficado a la cultura y a la sociedad total. En una descripción más plena los valores que interesan al sociólogo tienen las características si­guientes: Son algo que se comparte; son reconocidos por una plura­lidad de personas y no dependen del juicio de un individuo particular. Se toman en serio; las gentes asocian estos valores a la conservación del bienestar común y a la satisfacción de las necesidades -sociales. Los valores implican emociones; las personas están dispuestas a hacer sacrificios e incluso a luchar y a morir por los más altos valores. Fi­nalmente, dado que los valores suponen un consentimiento o acuerdo entre muchas personas, se pueden abstraer conceptualmente de los dife­rentes objetos valorados.

Ya hemos visto que toda sociedad emplea criterios con que deter­minar el status social de las personas y con que situar a determi­nados conjuntos de personas en un rango más alto o más bajo de apreciación. Estos criterios se llaman las determinantes del status de la clase social. Las gentes consideran como dignas de estima las siguientes determinaciones, apreciables más o menos objetivamente: la familia y la ascendencia, la riqueza, la utilidad funcional, la ins­trucción, la religión y las características biológicas.

Cuando inquirimos acerca del status social de un individuo, pre-

La fuente de los valores 297

guntamos en realidad por su valor social estimado conforme a estos criterios: la estima o desestima, la aprobación o la desaprobación objetivas que se le otorgan. La manera como las personas se evalúan mutuamente y el género de objetos culturales que tienen en alta o en baja estima poseen una importancia básica para el funcionamiento de la sociedad. El juicio de valor o la evaluación social implica una comparación de lo que es mejor o peor, más alto o más bajo en la estima y en la aprobación. Evidentemente, estos juicios son a veces falsos, como en el caso del etnocentrismo extremo.

La fuente de los valores,

Es una excesiva simplificación decir que los valores son impor­tantes porque son importantes las personas. Es cierto, desde luego, que los valores no tienen sentido científico para el sociólogo sino en cuanto están relacionados con seres humanos. La persona social y sus formas de comportamiento son los puntos de partida para el estudio de la sociología. ¿Qué es lo que hace que algunas personas (y su comportamiento) sean más importantes y tengan más alta valora­ción que otras? ¿Por qué todos los fenómenos sociales y culturales tienen valor únicamente en cuanto que se refieren a seres humanos? Las respuestas a estos interrogantes las buscamos en las fuentes de los valores, fuentes que se pueden analizar en dos niveles.

Ya hemos visto que el status social, es decir, la evaluación de la persona por los demás, le sobreviene extrínsecamente al individuo por adscripción o por logro. El consensus social acerca de un status alto o bajo está basado en la posesión que tiene el individuo de los elementos que se valoran altamente en la cultura.

Son circunstancias o condiciones cuyo valor no puede controlar el individuo. En dos palabras, esta fuente de valores es externa a la persona social.

La estima social sobreviene a una persona de buena familia no por razón de la persona misma, sino porque la buena familia es un criterio de alto valor en su sociedad. El mérito, sea el que sea, se extiende a la persona desde fuera de ella misma. Igualmente se le extiende el valor del dinero que posee o de la religión que practica. La estima social que se otorga a su rol funcional, al tipo de instrucción que po­see, e incluso hasta cierto punto a las cualidades físicas de que está dotado, tiene su fuente en el ambiente cultural. Todos estos ob­jetos forman parte del contenido de cultura que rodea al individuo.

298 XII. Valores

Sin embargo, a otro nivel de abstracción, hay una fuente de valores intrínseca a la persona social. La dignidad humana del individuo le confiere un derecho al respeto. El mero hecho de ser la persona responsable de su comportamiento, de ser digna de loa por sus buenas acciones y de censura por las malas, es una base de evaluación social. El derecho moral a la inviolabilidad personal está centrado en la reali­dad de Ja humanidad misma. Esta inviolabilidad, responsabilidad y dignidad no tienen su origen en la sociedad para ser transferidas luego al individuo.

El hecho de que la sociedad reconoce y aprecia esta fuente interna de valoraciones, se demuestra históricamente por las excepciones que han ocurrido. Siempre que hombres han esclavizado a otros hom­bres, háp degradado su dignidad o los han explotado vergonzosamente, han justificado sus acciones arguyendo que las víctimas eran seres inferiores á lo humano. La raza o categoría de gente maltratada debía considerarse como de un orden inferior del ser, sin derechos ni dignidad de hombre, irresponsable y violable, para que su esclavi-zamiento quedara justificado. Había que tratar de eliminar la fuente interna de valoración, ya que siempre y en todas partes han reco­nocido las sociedades la vigencia de estos valores internos.

Valores y pautas de conducta.

El estudio provechoso de las pautas de comportamiento, tanto manifiestas como latentes, exige la comprensión de los valores vigentes en una sociedad. Estas pautas no tienen igual importancia; los mores son más imperativos que los meros usos. Una de las razones por las que con frecuencia no podemos «dar sentido» a las pautas observadas en culturas extranjeras, es el no conocer ni comprender sus valores. Un comportamiento que a nosotros nos parece absurdo o insignifi­cante, en una cultura primitiva puede tener gran importancia y valor. Análogamente, una falta de conformidad con las pautas de nuestra propia sociedad implica a menudo un desconocimiento de los valores soqiales de importancia.

El alto valor que se atribuye al monoteísmo, al patriotismo y a la monogamia es el que da categoría de normas a las pautas de com­portamiento religioso, patriótico y conyugal. El filósofo puede poner de relieve que Dios tiene intrínsecamente un valor más alto que los seres humanos y que el hombre tiene mayor valor intrínseco que los seres inanimados. El sociólogo, en cambio, opera en el orden

Valores y roles sociales 299

extrínseco, y mediante el conocimiento de las valoraciones sociales viene a juzgar si una pauta de comportamiento es insignificante o esencial para las personas en la sociedad. Las pautas que tienen el más alto valor social, van también acompañadas de la más extensa conformidad y de la más fuerte presión social para producirla.

Valores y roles sociales.

No podemos hablar de los valores atribuidos a las pautas de com­portamiento si no es por razón de las personas que las cumplen. Los valores existen sólo porque hay personas dignas de evaluación y com­petentes para evaluar a otras personas y cosas. La persona en acción es, no sólo el componente irreducible de la soci.edad, sino también el último centro de valores. El mecanismo principal con el que las per­sonas expresan y simbolizan los valores es el rol social.

Hemos visto que las pautas de comportamiento se combinan para formar roles sociales mediante los cuales las personas actúan para la prosecución de los fines sociales deseados. Las pautas que constituyen el rol reciben diversos grados de valoración, en una serie continua que va de la más importante a la menos importante. El estudiante sabe que la serie de pautas de conducta contenidas en su rol escolar no tiene un valor social uniforme. Estudiar para un examen tiene mayor valor que asistir a una reunión entre compañeros. Escribir una com­posición es más importante que ir a tomar un café. Se supone que la persona conoce los diferentes grados de valor asociados a las diferentes pautas dentro de su rol y que se concentra en las más importantes.

En la sociedad total tienen también diferente valor los múltiples roles sociales de la persona. Esto a su vez depende de la institución dominante en la cultura y hasta cierto punto también de la edad, del sexo y de las otras circunstancias del individuo. Si bien es cierto que el rol económico, familiar o religioso puede tener el más alto valor social en una cultura particular, es también cierto que un individuo determinado puede tener un rol predominante distinto. Para la esposa y la madre, el rol familiar tiene el más alto valor en toda cultura. Se espera de un obispo que ponga su rol religioso por encima de su rol económico, político u otros. En otras palabras, la sociedad reviste los roles sociales con diversos grados de valo­ración social, y las formas de comportamiento de los individuos deben estar en consonancia con estas valoraciones.

300 XII. Valores

Valores como sanciones de la conducta.

Ya dejamos dicho que una amplia conformidad, los valores socia­les y la presión social son indicios objetivos por los cuales podemos determinar los mores, las costumbres y los usos entre las pautas de conducta. Sin embargo, en último término el valor social atribuido a un complejo de pautas ejerce fuerte presión en las personas para que éstas se conformen con tal valor. Esto quiere decir que los va­lores sociales actúan como criterios y tipos de las pautas de com­portamiento. Cuando la sociedad en general aprueba o desaprueba cierta línea de conducta, dice en efecto que el comportamiento en cuestión es bueno o malo, correcto o incorrecto.

Las sanciones sociales, es decir, las recompensas o castigos que impone la sociedad a la persona por causa de su comportamiento, están íntimamente ligadas con los modos con que la sociedad evalúa este comportamiento. Se tributan honores y recompensas al héroe y al servidor público; se desprecia y se castiga al delincuente y al chan­tajista. En ambos casos, sin embargo, la gravedad de la sanción es proporcional al valor atribuido al comportamiento. Por ejemplo, las penas impuestas a los diferentes tipos de comportamiento delictivo se gradúan desde las leves hasta las más severas, basándose en el modo como las personas gradúan el comportamiento mismo. La pena capital o la cadena perpetua es la sanción por un homicidio de primer grado, mientras que se impone una pequeña multa por infringir las leyes de aparcamiento.

El sistema de recompensas y penas empleado por una sociedad tiene su último fundamento en el sistema de valores. Si no hubiera valores en una sociedad, o si no se supiera que estos valores tienen diferentes grados de importancia, la sociedad perdería su más pode­roso instrumento de control social. Aunque el sistema de valores resulta de la sabiduría acumulada por la experiencia humana, estos valo­res surten efecto directo sobre la experiencia humana contemporánea. Determinan lo que se les exige a las personas y lo que les está prohi­bido, lo que se elogia y recompensa y lo que se censura y se castiga.

Valores y procesos sociales.

Hemos visto que en la sociedad las personas están relacionadas entre sí sobre todo por la realización recíproca de sus roles sociales.

Valores y procesos sociales 301

Esta relación de persona a persona y de grupo a grupo está amplia­mente regulada y controlada por los valores de la sociedad. Toda la red de relaciones de status, superiores, coordinadas y subordinadas, sería inoperante si las personas no reconocieran un cuerpo de valores sociales y estuvieran de acuerdo acerca de él. Por ejemplo, la relación entre padre e hijo se puede analizar no sólo en razón del comporta­miento de los roles mismos, sino también en razón del valor concedi­do a la relación misma.

En una sociedad organizada, las relaciones sociales genéricas o pro­cesos sociales, están sometidas a pauta según un número de tipos fundamentales relativamente pequeño, unos de ellos conjuntivos y otros disyuntivos. Los valores sociales están implicados en el funcionamiento efectivo de estas relaciones. Los procesos de cooperación, acomodación y asimilación suelen ser altamente valorados por el hecho de fo­mentar la armonía, el buen orden y la paz social. Las razones por las que cooperan las personas, las funciones que realizan, y los mismos participantes en la cooperación, son medidos según los criterios de los más altos valores sociales.

Los procesos disyuntivos se sitúan generalmente más abajo en la escala de valores, pero la participación efectiva en estas relaciones ne­gativas es con frecuencia motivada y justificada por valores sociales superiores. Por ejemplo, el proceso de conflicto en cuanto tal es gene­ralmente detestado en la sociedad, pero cuando ese proceso va re­vestido de otros criterios como patriotismo, heroísmo, justicia, pro­tección del hogar, o el honor personal y nacional, entonces es altamente valorado. En condiciones análogas y con análoga motivación, también el proceso de obstrucción se eleva a un alto rango en la evaluación social. En algunas culturas el proceso de competición, aunque ordi­nariamente represente una relación negativa, se ensalza y se estimula en la convicción de que tiene valor «en sí mismo».

Este examen de los procesos sociales indica que los valores no son meramente criterios de comportamiento, sino que también se usan con frecuencia como base para la motivación del comportamiento. Si existen en una cultura ciertos criterios de aprobación o desaproba­ción, es lógico que las personas recurran a ellos como justificación de su propia conducta. En ninguna parte se ve esto tan claro como en la red de las relaciones sociales. La persona normal tiene fundamen­tal necesidad de gozar de un status social, de que los demás piensen bien de ella y de que incluso ella piense bien de sí misma. El individuo no puede tener éxito en el trato con los demás, si no se conforma con los modos exigidos de comportamiento, lo cual equivale a decir, en

302 XII. Valores

otras palabras, que se conforma con un sistema de relaciones sociales porque éstas van revestidas de valor.

Clasificación de los valores.

Los valores sociales están estrechamente relacionados con las pautas de comportamiento, con los roles sociales y con los procesos socia­les, como también con todo el sistema de estratificación de una so­ciedad. Cada uno de estos fenómenos sociales podría servir como punto de partida para la clasificación de los valores. Sin embargo, para nuestro intento analítico empleamos aquí tres bases de clasifi­cación: la personalidad social, la sociedad y la • cultura. Aunque clasificamos así los valores desde tres puntos de vista, no debemos olvidar que los valores examinados se combinan y se entrecruzan en cada uno de los tres planos.

a) El grado de obligatoriedad da lugar a una serie continua en la que los valores sociales pueden disponerse conceptualmente, es decir, pueden ordenarse conforme al grado en que afectan a la personalidad social. En el extremo se hallan los valores moralmente más fuertes e interiorizados que acepta la persona como asunto de conciencia. La violación de tales valores produciría en la persona normal sentimientos de culpabilidad y de vergüenza. Se siente obligada en conciencia a conformarse con tales valores, y la sociedad hace intensos esfuerzos para garantizar esta conformidad. En este polo se hallan los preceptos estrictos y, comoquiera que se formulen, los valores implican a la vez un «tú debes» y «tú no debes». Por ejemplo, los valores positivos del monoteísmo, el patriotismo y la monogamia implican los criterios negativos del politeísmo, la traición y la bigamia.

Los valores sociales que llevan consigo la máxima obligatoriedad moral y ética, suelen ser el núcleo de la ética personal del individuo. Desde este punto culminante la serie va descendiendo hasta los va­lores menos importantes e imperativos. Esto no significa que la con­formidad de los miembros de la sociedad con estos valores sea siem­pre menor; sin embargo, a menudo las personas se conforman con ellos por conveniencia y por hábito más que por convicción profunda de su valor. Hay evidentemente muchas pautas de comportamiento que' son menos constrictivas porque están revestidas de menores va­lores. Por ejemplo, las formas convencionales de la etiqueta, las nor­mas de lo que es conveniente y eficaz y todo lo que se refiere al gusto estético se pueden infringir sin sentimiento de culpabilidad y sin graves

Clasificación de los valores 303

represalias sociales. En este otro extremo de la serie continua de va­lores no se acentúa la cualidad moral del comportamiento.

b) Los valores sociales se pueden también disponer en una serie continua según el funcionamiento asociativo, como ya vimos al hablar de los procesos sociales. Algunos valores sociales son más importantes que otros por la eficacia con que funcionan y por su aptitud para conse­guir la cooperación entre personas y grupos. Estos valores supremos in­dican lo que es deseable e incluso esencial para la continuidad de la sociedad o para el bienestar común. Es en esta esfera donde más operantes son las relaciones sociales de justicia y de amor, y se pro­duce además un cierto equilibrio y relación entre determinados altos valores, como la libertad personal y la autoridad social. Todo lo que contribuye a la cooperación, acomodación y asimilación puede decirse que es un valor asociativo.

En el otro polo de esta serie se hallan los valores negativos o antisociales. Constituyen una zona de conflicto de valores y acentúan la confusión entre obligaciones personales y sociales. No siempre se puede decir que lo que es bueno para la sociedad sea bueno para el individuo y viceversa. Valores que son negativos y disociativos desde el punto de vista de la sociedad total pueden ser altamente estimados por un individuo, por un grupo de intereses o por un «grupo de presión». No obstante, todo valor, sea de superioridad racial, de lealtad en los negocios o de creencias religiosas, que fomente los procesos sociales negativos, debe calificarse de valor disyuntivo.

c) Más sentido tiene una clasificación de los valores conforme a su función institucional en la cultura. Esta clasificación responde al uso corriente de los términos; con frecuencia señalamos separada­mente valores que son religiosos, políticos, económicos, etc. Aquí no hablamos de una serie continua de superior a inferior, de constric­tivo a permisivo, de positivo a negativo, si bien dentro de las institu­ciones principales se pueden reconocer todos estos complejos de gra­daciones. El análisis sistemático de los valores sociales en una cultura revela que existe un complejo de valores empleado en cada una de las instituciones principales. Las personas que realizan sus funcio­nes en el correspondiente grupo social, como la familia, reconocen que existen ciertos valores importantes a los que deben adherirse en su vida familiar. Los grupos políticos y económicos son también gobernados por valores sociales distintivos. Hay también importantes valores que operan en los grupos religiosos, educativos y recreativos de toda sociedad.

En este sentido se puede decir que los valores sociales, como las

304 XII. Valores

pautas, los roles y las relaciones, se «institucionalizan». Los valores que durante largo,tiempo han ido asociados a cierto comportamiento cultural, simplifican y facilitan el funcionamiento de la institución. Se identifican íntimamente no sólo con el comportamiento en sí mismo, sino también con el comportamiento en tal o cual institución. Cuanto más tiempo permanecen juntos el valor y el comportamiento y más íntimamente se identifican, tanto más probable es que la combina­ción se institucionalice. Ésta es la razón de que en sociedades tra­dicionales que sólo cambian lentamente se suele decir que sólo hay una manera de educar a los hijos, de cultivar la tierra, de practicar la religión. El valor institucional se ha embebido en la pauta institu­cional aceptada, dándole nueva fuerza.

Funciones de los valores.

Por la definición del término resulta bastante claro cuáles son los objetivos de los valores en una cultura. Hemos visto que los valores son reconocibles conceptualmente, van cargados emocionalmente, se comparten en común, se toman en serio, y que además actúan como criterios de juicio. Es también claro que los valores en cuanto tales no son metas u objetivos para la acción y el pensamiento social. No son las cosas que se buscan, sino los que dan importancia a las cosas que se buscan. Las personas los usan como criterios y guías que indican el camino hacia las metas y los objetivos.

Más en particular podemos indicar aquí que la mera presencia de valores sociales acarrea ciertas consecuencias sociales. La prosecu­ción efectiva de estos resultados sociales se puede designar como las funciones generales de los valores sociales.

a) Los valores proporcionan medios fáciles para juzgar del valor social de las personas y colectividades. Los valores hacen posible todo el sistema de estratificación que existe en toda sociedad. Ayudan al individúe mismo a «saber en qué punto se halla» a los ojos de sus semejantes.

b) Los valores centran la atención de las personas en objetos culturales materiales que se consideran como deseables, útiles y esen­ciales. El objeto así valorado puede no ser siempre lo «mejor» para el individuo o el grupo, pero el hecho de ser un objeto valorado so-cialmente lo hace digno de ser perseguido.

c) Los modos ideales de pensar y de comportarse en una sociedad vienen indicados por los valores. Forman una especie de esquema de

Conflicto de valores 305

comportamiento aceptado socialmente, de modo que las gentes pueden casi siempre distinguir los «mejores» modos de pensar y de obrar.

d) Los valores son guías para las personas en la elección y cum­plimiento de los roles sociales. Crean interés y proporcionan estímu­los de modo que las personas comprenden que lo que exigen y lo que piden los diferentes roles actúa en la dirección de objetivos que va­len la pena.

e) 'Los valores actúan como medios de control y de presión so­ciales. Influyen en las personas para que se conformen con los mores, las animan a hacer las cosas que «están bien» y les dan una sensa­ción de merecer estima. Por otra parte hacen de frenos contra los comportamientos desaprobados, indican ciertas pautas prohibidas y hacen comprensible el sentimiento de vergüenza y culpabilidad que proviene de las transgresiones sociales.

f) Los valores funcionan como medios de solidaridad. Es un axioma entre los sociólogos que los grupos se congregan en torno a valores superiores compartidos en común, valores que a su vez les dan unidad. Las personas se sienten atraídas hacia otras personas que profesan los mismos valores, y se puede decir que los valores co­munes están entre los factores más importantes que crean y mantienen la solidaridad social.

Conflicto de valores.

Aunque los valores generales que están ampliamente aceptados en una cultura ejercen en el pueblo un efecto integrante, no es menos cierto que de los valores pueden surgir a veces problemas para la sociedad. Estos problemas se presentan primariamente en dos casos: primero, cuando hay discrepancia entre los valores expresados por la cultura y el comportamiento efectivo del pueblo; en segundo lugar, cuando están en conflicto los valores de los diferentes subgrupos de la sociedad.

a) El problema social se puede definir grosso modo como la disparidad entre el nivel de los valores sociales y el nivel del compor­tamiento social. Si el pueblo no tuviera altos valores, fuertes creencias e ideales expresos, no habría criterios para apreciar las pautas de comportamiento. Si no hubiera altos valores asociados a las personas y a la propiedad, no habría sanciones para su violación y no existiría el problema social del delito. Análogamente, la vivienda insuficiente, la promiscuidad sexual, la discriminación racial, el trabajo de los niños

306 XII. Valores

y todos los demás problemas sociales no se podrían definir si no existieran unos criterios de valor conforme a los cuales este género de comportamiento es susceptible de ser juzgado.

En este sentido tiene importancia la jerarquía de los valores. Al ir realizando sucesivamente los distintos objetivos accesorios la sociedad progresiva constantemente revisa y eleva sus propios estándares. Los valores sociales no son cosas absolutas, pero están siempre fuera del alcance de la gente. El desnivel entre el comportamiento y los valores no se colma ni se puede colmar nunca del todo. El hecho de que los seres humanos en un conglomerado aspiran siempre a más de lo que pueden lograr, muestra que siempre ha de haber problemas sociales, y en este sentido los valores son «causa» de problemas sociales.

b) Aun cuando la cultura está razonablemente integrada por el consenso general relativo a los valores supremos, se dan muchos casos dentro de una sociedad en los cuales un complejo de valores entra en colisión con otro. Ya hemos examinado este aspecto de inconsecuencia institucional. Surgen conflictos cuando, por ejemplo, los valores de la institución familiar no se compaginan con los de la institución económica, o cuando los valores representados en el rol escolar no están en armonía con los del hogar. Los valores de la Iglesia están a veces en conflicto con los del Estado o con los del mundo de los negocios.

Este conflicto de valores resalta más en una sociedad pluralista, en la que gran número de grupos diferentes ponen empeño en man­tener la lealtad de sus propios miembros y de hacer que su influencia se sienta en la sociedad global. Los grupos de intereses y los «grupos de presión» son grupos de valores. En una sociedad democrática se protege el derecho a mantener y expresar diversos valores, y general­mente existen útiles organismos mediante los cuales se posibilita el compromiso entre aquéllos. No obstante, la mayor parte de los pro­blemas sociales importantes se pueden formular en términos del anta­gonismo de valores.

Semejante diversidad de valores influye necesariamente en la per­sonalidad social. En una sociedad industrializada y urbana, pocas perso­nas pueden pasar toda su vida aisladas en grupos que tienen valores concordantes. Su contacto con otros grupos y su experiencia en otras situaciones sociales pone de relieve el contraste de los valores sociales y de las normas de comportamiento. La inconsecuencia institucional, que es la expresión de valor de los problemas sociales, se transfiere a la inconsecuencia del rol, que es la expresión de valor de los problemas personales. Una personalidad adaptable puede las más

Valores últimos 307

de las veces superar esta dificultad, mas para otras es causa de fre­cuentes y penosas componendas consigo mismo.

Valores últimos.

El sociólogo no estudia valores inmutables y absolutos. En cuanto éstos existen, su análisis compete a los filósofos, teólogos y moralistas. La mutabilidad es una característica esencial de todas las sociedades y culturas. El cambio es también una característica en el plano de los valores sociales, que en ninguna parte son criterios de comporta­miento fijos, rígidos e inmutables. El hecho de que el sistema de valores difiera de una cultura a otra, de una época a otra dentro de una mis­ma cultura, y hasta de una región y clase a otras dentro de una misma sociedad, demuestra la flexibilidad y mutabilidad de los valores. Evi­dentemente, esto significa que los criterios de apreciación de lo que es bueno o malo, justo o injusto, correcto o incorrecto varían consi­derablemente en las mentes de los hombres.

A la luz de esta universal mutabilidad y variación de los valores sociales, es evidente que el término «valores últimos» debe usarse con precaución científica. No obstante, este concepto ha sido usado y formulado por sociólogos en un sentido relativo o «semiúltimo».

Se puede demostrar que el pueblo en una sociedad particular otor­ga su consentimiento general a un núcleo de valores sociales impor­tantes. Éstos son los últimos para tal sociedad, los valores fundamen­tales, en número relativamente escaso, conforme a los cuales la gente evalúa su comportamiento y que caracterizan una cultura y la dife­rencian de otras. Este cuerpo de valores se observa mejor dentro del cuadro institucional, en el que cada institución contiene uno o más de los valores sociales más importantes. El valor social último puede ser el afecto expreso en la vida familiar, los procedimientos democrá­ticos en el sistema político, el monoteísmo en la institución religiosa, y otros principios básicos similares.

El concepto de valores últimos se puede referir también al consen­so mínimo hallado en todas las sociedades respecto a los «principios» de comportamientos estipulados. Aunque la interpretación y aplica­ción de estos valores sociales últimos varía en las distintas sociedades, todas ellas y en todas partes imponen sanciones prohibitivas al in­cesto, al homicidio, a la blasfemia, a la mentira, al robo. Todas las sociedades atribuyen gran valor a la fidelidad, a la amistad, al amor y a la justicia. Esto equivale a decir, en otra forma, que la unidad

308 XII. Valores

psíquica de la humanidad se manifiesta no sólo en la semejanza fun­damental de las inteligencias y voluntades humanas, sino también en un mínimum de análoga conciencia social.

ASPECTOS DEL SISTEMA NORTEAMERICANO DE VALORES

1. El materialismo norteamericano.

Resulta casi inevitable que los valores de una sociedad tengan la mayor importancia en el sector de comportamiento en que la sociedad ha logrado mayores éxitos. La sociedad norteamericana ha tenido su éxito más lla­mativo en el dominio del ambiente físico. Los norteamericanos han tratado con la materia en una forma hábil e ingeniosa, que probablemente no ha sido superada en la historia de la humanidad. Este éxito en el manejo y dominio de la materia ha dado lugar a una tendencia a usar criterios materiales incluso para juzgar de los logros espirituales y humanísticos.

El materialismo es una cuestión de grados, y la afirmación de que nues­tra cultura insiste en los valores materiales no debe interpretarse en el sentido de que no contenga valores espirituales o de que los valores espiri­tuales sean totalmente secundarios. Estamos hablando aquí de una ten­dencia y de una acentuación de la estimación cuantitativa. Las principales normas de juicio en la cultura norteamericana son las propias de la ma­teria: magnitud, número, frecuencia y rapidez. Las cualidades sensibles de la materia se ponen de relieve cuando se dice que un producto tiene «mejor» aspecto, tacto y gusto, que proporciona más confort, placer y comodidad.

Observadores extranjeros han afirmado a veces con exageración que en la sociedad americana todo el comportamiento se reduce a «cuestión de dó­lares y de centavos». Les ha inducido a error el hecho de que en Estados Unidos algunos valores se expresan en términos pecuniarios. Muchos norte­americanos creen que el padre que tiene más éxito es el que «cuida mejor» de su familia, y este cuidado se evalúa conforme a la suma de dinero que aporta a la casa y a la familia. Aficionados del cine atienden con expec­tación al anuncio anual de los premios que han obtenido sus actores o actrices favoritos, para deducir de ahí cuáles han sido los «mejores» artistas.

Generalmente se piensa que el predicador con más éxito es el que atrae mayores públicos a sus sermones o a sus programas de radio o televisión. El pastor o ministro que dirige su comunidad en una forma «cuasi-finan-ciera» o que ha cubierto todas sus deudas de construcción de una iglesia goza de gran prestigio. Criterios similares se emplean con frecuencia para juzgar de la función de rectores de colegios o universidades,, que tienden a alejarse del plano académico para acercarse al de gerente de negocios. El alcalde, gobernador o presidente que aspira a ser reelegido, dedica mu­cho de su campaña a convencer a las gentes de su éxito en empresas y mejoras materiales.

Creciente interés por los valores humanitarios 309

Todos estos roles se estiman también con criterios que no son mate­riales ni pecuniarios. El funcionario político, el profesor, el eclesiástico, el artista y el padre de familia son también apreciados de acuerdo con los valores vigentes en su correspondiente institución. Esto es lógico y previ­sible, y probablemente ocurre en todas las sociedades. Así pues, no es cierto que los valores institucionales se hayan convertido en normas finan­cieras y cuantitativas de apreciación o que hayan sido absorbidos por éstas. Lo que ha sucedido es que la institución principal ha sido invadida por un complejo de valores que conviene propiamente a la institución económica.

En una cultura materialista como la nuestra existe también la vaga suposición de que las ventajas espirituales y humanísticas fluyen casi auto­máticamente del éxito material. Existe, claro está, el hecho de que los valores culturales suelen sufrir cuando el pueblo cae más bajo del nivel mínimo de vida material. La paz del espíritu, los intereses culturales, las relaciones sociales exigen algo más que una subsistencia material. Esto, sin embargo, difiere totalmente de la idea de que cuanto más éxito ma­terial tenga una persona tanto más feliz será, o de que todos los problemas sociales desaparecerán si se llega a abolir la pobreza, o de que el éxito ma­terial es indicio de la bendición divina.

La joven y vigorosa cultura norteamericana está en contraste con las culturas tradicionales que cambian lentamente. Nosotros destacamos «lo mayor y lo mejor»; esas otras culturas destacan «lo más antiguo y lo me­jor». Como se comprende, acentuamos las materias en que hemos tenido el mayor éxito: el puente más largo, la carretera más ancha, el edificio más alto, el jet más rápido: todos medidas cuantitativas. Es característico de nuestra sociedad el esperar todavía una ulterior superación.

Sería grave error concluir que la cultura norteamericana es prevalente-mente materialista por el mero hecho de que se sirva de símbolos men­surables como del medio más manejable para expresar numerosas funciones y valores no materiales. Porque el oficio y el sueldo del padre se use como exponente de su amor a la familia, no se ha de decir que el amor paterno sea flojo o nulo. Porque empleemos símbolos materiales para evaluar los resultados en las instituciones religiosa, económica y política, no hay que creer que en estas instituciones haya disminuido la motivación religiosa, la honradez financiera o el interés por el bien común. El materialismo no ha suplantado las funciones y los objetivos no materiales. En realidad es pro­bable que se pueda demostrar que el uso pragmático, a ras de suelo de técnicas de medida ha sido un incentivo para un esfuerzo ulterior y mejor en el plano de las actividades no materiales.

2. Creciente interés por los valores humanitarios.

El término «cultura materialista» es un término relativo, y en la so­ciedad norteamericana no suele considerarse el éxito material como un fin

310 XII. Valores

en sí mismo. Codiciar el dinero por sí mismo es propio del avaro, pero no es característica de los americanos en general. El dinero es visto como medio para producir o consumir más artículos y servicios. Nadie está dis­puesto a confesar que acumula dinero como un fin en sí, y si lo hace, procura razonar su conducta con explicaciones más dignas.

Si el padre de familia gasta su tiempo y sus energías en actividades financieras, explica que lo hace por su mujer y por su familia. El director de un colegio que persigue a sus ex alumnos en busca de contribuciones para crear un fondo patrimonial del establecimiento, explica que una edu­cación superior es ahora un negocio muy costoso. Estos ejemplos indican que si los logros materiales se usan como norma de éxito, se emplean también como medios para alcanzar metas más elevadas. En esta combi­nación no hay nada intrínsecamente ilógico o incompatible.

A la luz de este hecho, la cultura americana muestra interés tanto por el éxito material como por los valores humanitarios. Se puede decir que estos dos intereses van creciendo paralelamente y es posible que haya entre ellos una especie de causalidad recíproca. Al percatarnos más y más del enorme potencial de nuestras riquezas naturales expresadas en términos de beneficios materiales para las masas del pueblo, propendemos también a comprender la importancia de extender y promover los valores superiores.

Vamos a presentar algunos de los ejemplos más claros de personas y categorías que se benefician del desarrollo del carácter humanitario de la conciencia social norteamericana, que participan en él o que lo promo-cionan:

a) El interés creciente por los valores humanitarios puede notarse en la extensión de los derechos, privilegios y potencialidades de cultura en fa­vor de más categorías de norteamericanos. Era una tendencia cultural casi inevitable que las mujeres ganaran el derecho al sufragio político, al igual que combatir por la igualdad de derechos en el negocio, la educación, y la religión. Hay todavía una oposición considerable al logro de la igual­dad entre los sexos, pero el movimiento para los derechos de la mujer sigue ganando fuerza.

b) Otro ejemplo es la legislación acerca del trabajo de los niños, con­tra la que hubo también una relativa oposición. Se trataba de proteger a los niños contra la explotación y, aunque todavía se violan algunas veces las leyes, se acepta ahora generalmente el principio de que la sociedad debe proteger a la infancia. El derecho de los obreros a organizarse y a negociar colectivamente con los patronos está ahora escrito en nuestra legis­lación. El fomento de prácticas de libre empleo, que tratan de eliminar la discriminación contra los pueblos minoritarios, se aceptó primero en algu­nos estados y eventualmente se extendió a la nación entera por acta del Congreso.

c) Los esfuerzos concertados para proteger a minorías religiosas y étnicas son indicio de este creciente interés por los valores humanitarios. Esta protección se ha intentado más vigorosamente que nunca durante la

Núcleo último de los valores norteamericanos 311

última década. Todavía hay fanáticos religiosos y raciales en Estados Uni­dos y probablemente los habrá siempre, pero no se puede dudar de la tendencia a eliminar abusos externos y discriminaciones. La conciencia de la sociedad sigue siendo desafiada por vigorosos grupos minoritarios que insisten para que se respeten en la práctica los valores humanos de la cul­tura norteamericana.

d) Personas que están impedidas en diversas maneras reciben más aten­ciones en los numerosos proyectos de asistencia social y humanitaria. Vícti­mas de la poliomielitis, niños con defectos de la lengua o del oído, madres desvalidas, ancianos, parados y otros muchos representan categorías de personas que no pueden por sí solos resolver sus problemas. La filantropía esporádica y la caridad espontánea del pasado se suple hoy con campañas eficientes y organizadas para reunir fondos, como también con la aporta­ción oficial de fondos y servicios por parte del estado local y del gobierno federal.

Un aspecto interesante de la aplicación práctica de los valores huma­nitarios es el género de oposición con que casi siempre tropieza. Antes de que se lleve a cabo el cambio, la gente generalmente se pronuncia de pa­labra en favor del ideal, pero encuentra inconvenientes en la solución prác­tica propuesta. Una vez que se ha realizado el cambio, la gente aprende a adaptarse tanto al ideal como a la práctica. Hoy día apenas si hay quien se oponga al voto de la mujer, a las leyes que protegen a los niños contra la explotación o a la asistencia médica y la seguridad social, pero cada una de estas mejoras se consiguió a través de una amplia oposición.

Es curioso que la oposición se funda invariablemente en el argumento de que la extensión de derechos es una intromisión en los derechos pri­vados. Este argumento sólo se explica en cuanto que las obligaciones forma­les del individuo se multiplican por el hecho de deber respetar los derechos ajenos. Derechos y obligaciones son cosas correlativas y hay que decir en honor del pueblo norteamericano que este hecho es más y más reconocido por la conciencia social. Nada es inevitable o absoluto en esta tendencia cultural, y sus causas y condiciones sociales son numerosas, pero es un hecho demostrable en la sociedad norteamericana contemporánea.

3. Núcleo último de los valores norteamericanos.

La sociedad norteamericana contiene tantos grupos y categorías diversas y su cultura contiene tantas orientaciones distintas de valores, que a pri­mera vista parecería imposible hallar un núcleo de valores sobre el que todos estén de acuerdo. No obstante, hay algunas ideas y creencias que se manifiestan ampliamente en pautas externas de comportamiento. Si las ex­traemos de éstas, hallaremos lo que la mayoría de nuestro pueblo consi­dera como importante.

Pese a las diferencias de religión, de raza, de ascendencia étnica, de

312 XII. Valores

posición económica y de subculturas regionales, la mayoría de los norte­americanos suscribirían estos valores. Esto es lo que llamamos «núcleo últi­mo» de valores, una serie de temas básicos que informan nuestra cultura. Su combinación es típicamente americana, aunque aislados se pueden también hallar, en mayor o menor grado, en otras culturas. Son últimos no en sentido absoluto, sino en cuanto que son los máximos denominadores co­munes de lo que el pueblo considera como de valor.

a) El valor de abordar la vida racionalmente es aceptado casi por todos los norteamericanos. Esto se observa en el constante empeño en reexami­nar los conceptos y prácticas del sistema social y en buscar medios más racionales, más rápidos y más fáciles de hacer las cosas. Se nos ha llamado una civilización de ingeniería dedicada a aplicar la ciencia al control de la naturaleza y a la solución de todos los problemas. Desde luego, todavía hay mucho folklore y superstición y muchas irracionalidades e inconsecuen­cias en nuestra cultura, pero el proceder dominante es el científico.

b) Intimamente aliada con la actitud racional está la acentuación del progreso. Cierta fe en la perfectibilidad de la sociedad, de la cultura y de la personalidad ha sido una especie de fuerza motriz en nuestra historia. Los americanos tienen fe en el porvenir, no sólo como mera evolución en el tiempo, sino como un período en el que el esfuerzo humano se puede aplicar con éxito a la solución de problemas. El aspecto importante aquí es el estado de espíritu, dispuesto a aceptar el cambio y la experi­mentación; es una especie de actitud nacional la convicción de que el cambio guiado por un esfuerzo inteligente está ligado con el bien.

c) El valor del éxito individual se pone notablemente de relieve como acompañamiento de la actitud racional de progreso. Hemos visto que con frecuencia se evalúa el éxito por las recompensas materiales y pecuniarias, pero esto no significa que sólo se aprecia el éxito cuando se logra por medio de esfuerzos financieros y económicos. El hombre, o la mujer, que, como se dice, se ha hecho a sí mismo, puede ser un médico, un depor­tista o una reina de belleza lo mismo que un bioquímico o un físico. En su mayor parte el éxito se evalúa por los resultados logrados, pero también se reconoce ampliamente que la «suerte» desempeña su papel en el camino del éxito.

d) En la cultura americana se atribuye gran valor al trabajo. Uno de los principales criterios del valor de un hombre es «lo que hace», es decir, su utilidad funcional para la sociedad. En el pasado el impulso al trabajo era casi una necesidad entre los americanos. Al aumentar en la nación el confort, la prosperidad y la holgura, ha disminuido un tanto en los indi­viduos este aspecto constructivo del trabajo, pero todavía hay una tendencia general a hacer hincapié en la actividad en que «hay que hacer cosas». Al observador extranjero le llama siempre la atención el trajín de nues­tras ciudades.

e) Una de las pocas tradiciones de la relativamente joven cultura norte­americana es su insistencia en el valor de la libertad individual, el recono-

Ideologías de valores 313

cimiento de las cualidades intrínsecas del hombre: su responsabilidad moral, su inviolabilidad y su dignidad como criatura de Dios son típicas de nuestro sistema de valores. Libertad no significa ya exención de restricciones polí­ticas y de coerción económica. La libertad tanto para el individuo como para la sociedad es aceptada casi universalmente como un valor aun cuando no deje de violarse en ocasiones.

Otras muchas facetas del comportamiento social contribuyen también a explicar nuestro núcleo último de valores, pero la mayor parte de ellas parecen estar relacionadas con las expuestas. La curiosa combinación y equilibrio de los dos valores centrales de materialismo y humanitarismo indican la fe que tienen los americanos en la perfectibilidad tanto física como social.-Muestran también la tendencia de una sociedad libre a traba­jar activamente, eficaz y científicamente con el fin de asegurar el progreso.

4. Ideologías de valores.

Si bien es posible hablar en términos generales y a menudo vagos de la ideología de valores norteamericana, es necesario también apercibirse de que una cultura pluralista como la nuestra refleja varias ideologías. Los subsistemas contrastados de valores se interpretan a veces como diferencias de clase (proletariado contra burguesía) o religiosas (cristianos contra mu­sulmanes) o raciales (blancos contra negros). No cabe duda de que los valores, o la fuerza de adherencia a los valores, se aprecian distintamente según la propia posición en las categorías de status, raza y religión.

Otra división amplia de las ideologías, sin embargo, se cruza con todos estos subsistemas de valores. Ésta acostumbraba a ser una tosca distinción entre los tradicionalistas y conservadores por un lado, y los liberales y' los progresistas por otro. Una tercera ideología, la del radicalismo, ha tenido relativamente pocos adeptos aunque esporádicamente se haya temido que encerrara potencialmente peligro para el modo de vida norteamericano. Una nueva ola de interés por el radicalismo surgió a finales de los 60, promovida no por la clase obrera, como uno podría haber esperado en una sociedad capitalista, sino por grupos de estudiantes de origen claramente burgués.

Consideraremos ahora algunos aspectos de estas tres ideologías —con­servadora, liberal y radical —:

a) En un sistema sociocultural rápidamente cambiante estas tres ideo­logías resultan tener distintas interpretaciones del cambio social. Los con­servadores son reacios a permitir cualquier cambio, si no es la vuelta eventual a anteriores tradiciones. Los liberales sienten que todo cambio de­biera efectuarse sobre la base de un discurso racional y del consenso po­pular. Los radicales promueven el cambio inmediato, por la fuerza si con­viene, pero por los medios que se muestren eficaces.

b) Los que proponen las tres ideologías otorgan claramente un gran

314 XII. Valores

valor a la moralidad de sus posiciones respectivas. Hay un considerable parecido entre los conservadores y los radicales en la medida en que ambos tienden a ser absolutistas morales. No es una casualidad que tanto unos como otros tiendan a excomulgar a los que no observan estrictamente la respectiva ideología básica; no permiten que haya revisionistas entre sus filas, y no toleran oposiciones exteriores. La ideología liberal es moralmente relativa y lógicamente tolerante. Los que la proponen insisten idealmente en el derecho moral de liberales y antiliberales a defender distintas posi­ciones de valor.

c) Cualquier ideología de valores que aspire a conquistar el éxito entre los norteamericanos debe incluir un claro concepto de la libertad indivi­dual. La filosofía conservadora se asemeja mucho al «rudo individualismo» del que tanta propaganda se hizo al doblar la centuria y que significaba generalmente que los que disfrutaban del poder también disfrutaban de la libertad. La posición radical considera que la libertad individual se en­cuentra limitada por las demandas más amplias de la sociedad. En nombre de la libertad final de todos, exige la inmediata obediencia de todos los miembros de la sociedad. La ideología liberal parece otorgar la máxima latitud y se encuentra en la postura ambivalente de proteger a la vez la libertad de conservadores y radicales.

d) Las ideologías de valores difieren también en su idea de la estruc­tura social. Los conservadores insisten en la estabilidad y permanencia de la estructura; parece que piensen que el programa organizativo de los Pa­dres Fundadores sea perpetuamente válido y no se pueda jugar con él. Los radicales se muestran impacientes frente a toda estructura. Claman para la destrucción del establishment de lo instituido, del sistema, más que para su reconstrucción. La ideología liberal propone el planeamiento y el social engineeríng, dando en general por sentado que toda estructura social es reformable y flexible.

e) La evaluación del ser humano, la persona social, debe ser un in­grediente básico de cualquier gran ideología social, y damos por supuesto que todo el sistema sociocultural es un instrumento para el beneficio de la humanidad. Tanto los conservadores como los radicales parecen mirar con recelo al ciudadano ordinario como persona débil que necesita constante orientación y restricción. No hay que confiar en el hombre de la calle ni por cuanto atañe a su inteligencia ni a su buena voluntad. Una vez más la ideología liberal discrepa, aquí, de tales puntos de vista, y confía sin re­servas en el llamado sentido común de la gente, dando vagamente por sentado que la gran mayoría de ciudadanos son responsables, inteligentes, y competentes.

Admitimos que éstas son toscas comparaciones de los valores generales que contienen las ideologías conservadora, radical y liberal. Cualquier in­tento de presentar un resumen de semejantes sistemas de valores amplios está expuesto a la crítica de excesiva simplificación. Puede objetarse a cual-

Problemas sociales 315

quier punto porque a menudo hay desacuerdo entre los portavoces de cada uno de los tres sistemas, lo que en sí mismo es característico de la cualidad abierta de los valores norteamericanos.

5. Problemas sociales.

Sin duda es propio de la naturaleza de la sociedad norteamericana el crear constantemente problemas sociales. Esta afirmación podría desalentar al estudiante primerizo que piensa que la sociología debería ser un instru­mento para aliviar los problemas sociales. Pero, en vista de las caracterís­ticas de los valores americanos, es lógico pensar que nuestros problemas sociales no desaparecerán nunca del todo. En cierto sentido es también una lección de la historia de la humanidad que los problemas sociales acompañan inevitablemente a toda sociedad.

Es, desde luego, una cuestión de grados. Una cultura relativamente está­tica puede perseguir y realizar una especie de buen orden permanente en el que ocurran pocas alteraciones notables. Los primitivos suelen aceptar los hechos de la vida social en una forma que es imposible para los ameri­canos contemporáneos. Una de las notas dominantes de nuestra cultura es l'a creencia en la perfectibilidad y en la necesidad de procurar lograrla. Una sociedad dinámica en la que la meta se fija más arriba, es inevitable que tenga siempre sus problemas.

a) La elevación del nivel de la instrucción en los Estados Unidos ha contribuido a que los problemas sociales sean reconocidos. Este recono­cimiento es una parte específica del programa en la extensa área de la sociología. En este género de cultura el espíritu que inquiere mira hacia el futuro. Los datos son accesibles con más abundancia de detalles y no se ha dejado de explorar ningún sector de desplazamiento o de desorganiza­ción. El norteamericano sabe hoy de los hechos sociales lo que anterior­mente no había sabido. Si bien es cierto que la ciencia social se aplica a descubrir, analizar y discutir los hechos sociales, el sociólogo, como ciuda­dano interesado que es, se ocupa también casi necesariamente de las posi­bilidades sociales para el futuro.

La instrucción creciente hace que los americanos no estén satisfechos de las condiciones presentes. Con la instrucción no sólo se reconocen los problemas sociales, sino que en este sentido se tiende a «crearlos». Gran número de personas intruidas buscan para sí mismas una mayor partici­pación en los valores americanos, pero también fomentan estos valores para la sociedad entera. No es mera casualidad el que el «intelectual» norte­americano acaricie, acerca de una sociedad mejor, sueños que jamás hu­biera imaginado el reformista social proletario.

b) El progreso técnico ha sido también un gran factor en el ámbito de los problemas sociológicos. Esto se refiere principalmente a los inventos científicos, a la creación de cosas materiales y al constante empeño en hacer

316 XII. Valores

cosas mejores y de mejor manera. Pero la técnica afecta también y se puede aplicar a la organización social. La necesidad de readaptarse, no de una vez sino repetidas veces, a las nuevas exigencias de la invención y de la producción impide que se lleve a cabo un orden social definitivamente estabilizado. Exige constantemente a la sociedad que restablezca la propor­ción entre las posibilidades técnicas y nuestras formas reales de compor­tamiento.

c) La elevación de los standards materiales de vida ha proporcionado también al pueblo norteamericano nuevas ideas de lo que «debe ser» y de lo que «puede ser». Esto es en parte resultado del dominio de la naturaleza física, y del hecho fundamental de que nuestro país goza de enormes rique­zas naturales. Sin embargo, numerosos factores, fuera de la naturaleza y de la técnica, han contribuido a la constante elevación de los niveles de vida. Los medios de comunicación han dado a conocer las posibilidades, y un excelente sistema de transportes las ha hecho llegar .a los lugares más remotos.

Estos tres factores combinados — la instrucción, la técnica y los niveles materiales de vida— se han enderezado a satisfacer las necesidades sociales y culturales del pueblo. En el mismo hecho de mejorar las condiciones sociales ha habido un refinamiento y una elevación de los criterios con que se evalúan las condiciones sociales. Estos criterios son valores. La bre­cha entre los valores sociales y las condiciones sociales que da sentido al concepto de problemas sociales, no ha quedado colmada. Se han elevado ambos niveles y así los problemas continúan.

La discrepancia entre los valores sociales y las condiciones sociales equi­vale a la diferencia entre lo que «debe ser» y lo que «es». El sociólogo estudia ambas cosas como hechos sociales y observa que su relación se mueve constantemente hacia un nivel más alto. Según mejoran las cosas crecen nuestras aspiraciones. Los niveles de vida que trataban de alcanzar nuestros abuelos han sido alcanzados y superados. Sus valores se- nos han transmitido a nosotros, pero nosotros los hemos elevado a mayores niveles. Parece ser que nuestra dinámica filosofía social exige que no se pueda salvar nunca la distancia entre valores y condiciones.

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XIII

MOVILIDAD

La movilidad social en el mundo moderno es un fenómeno que va atrayendo cada vez más la atención de los observadores, así como los científicos profanos. En su interpretación más general, la movilidad significa todo movimiento o migración de gentes en el tiempo, en el espacio físico o en la estructura social. Los sociólogos no usan el tér­mino para referirse a un movimiento social, que se define como una agitación concertada, continua y organizada por un grupo, con un programa orientado hacia metas sociales. Un movimiento de masas, o un movimiento de reforma social, no se incluye dentro del capítulo de movilidad física o social.

Evidentemente, toda movilidad debe producirse en un tiempo y en un lugar, pero hay cierta diferencia entre la movilidad física y la social. Esta última se refiere a un cambio de status social de una per­sona o de un grupo. Ya tratamos del status y de la estratificación y vimos que las posiciones en la estructura social son más altas o más bajas al relacionarlas entre sí. El movimiento ascendente o des­cendente entre estas posiciones sociales se llama movilidad social.

La movilidad física se llama generalmente migración. Es el mo­vimiento de las personas de un punto geográfico a otro, y es un fenó­meno cada vez más frecuente en la sociedad moderna. En él se incluye el traslado forzoso de grandes grupos de población, la evic-ción y desposeimiento de las personas indeseables, la permanente mi­gración voluntaria de un país a otro o de una región a otra dentro del mismo país, como también el cambio de residencia local. El viaje de negocios, el viaje para ir de compras, las migraciones alternantes al despacho o a la fábrica —éstos son movimientos físicos de un sitio a otro, pero no se estudian como migración o como movilidad.

320 XIII. Movilidad

Tipos de migración geográfica.

La historia está llena de migraciones de pueblos. Éstas han sido de dos clases, voluntarias y forzadas. La migración voluntaria de la gente de un área geográfica a otra está determinada por numerosos factores; dado que se trata de un movimiento libre, sus efectos en las personas implicadas en él no son, en modo alguno, como en la migración forzada. La migración forzada adopta diversas formas: la expulsión de las personas indeseables, la reclusión en reservas y campos de concentración, la deportación de individuos y grupos es­clavizados.

La movilidad geográfica implica siempre movimiento a través de una distancia física y con frecuencia tiene efecto de un país a otro. La movilidad interna, es decir, el movimiento dentro de las fronteras territoriales de una nación, posee también gran significado sociológico. En el mundo moderno hay pocos pueblos nómadas, pastores y caza­dores, pero los países más grandes comprenden grupos migratorios de jornaleros, buhoneros, gitanos, gentes de circo, segadores, etc. Son caminantes permanentes, que no tienen domicilio fijo y que se tras­ladan sobre todo por razones económicas.

En las grandes sociedades industriales hay un movimiento casi continuo de población desde las áreas rurales a las ciudades y pobla­ciones. Esta movilidad voluntaria en una dirección es selectiva. Las mujeres tienden a trasladarse a las ciudades comerciales y los hombres a los centros de industria pesada, y la mayoría de los que se trasladan son adultos jóvenes. Los que se trasladan de una nación a otra son las más de las veces individuos, mientras que los que lo hacen dentro de la nación suelen trasladarse en familia. Hay, sin embargo, excepciones en los dos casos. No parece haberse demostrado en forma convincente que las gentes activas (o viceversa, los ineptos o fracasados) se tras­ladan más que las otras.

Razones de la migración voluntaria.

Las razones por las que las personas se trasladan de un país o región a otra son numerosas y complejas. Tradicionalmente el factor económico es el de mayor influencia, ya se trate de nómadas que van en busca de mejores pastos, de trabajadores que tratan de procurarse mejor empleo o de familias que aspiran a mejorar su nivel material

Efectos de la migración 321

de vida. La disminución en la demanda de trabajadores del campo empuja a las gentes a abandonar las zonas rurales, mientras que la creciente industrialización las impele a buscar las oportunidades de los grandes centros de población y el deseo de mejores condiciones de vida los atrae a los suburbios.

Hay también muchos factores no económicos que motivan la mo­vilidad. Hay personas que se trasladan para librarse de la opresión política y de la discriminación racial; otros emigran en busca de un lugar donde poder disfrutar de libertad religiosa. Algunas familias cambian a veces de residencia para gozar de mejores facilidades esco­lares para sus hijos o para vivir más en compañía de amigos y pa­rientes. Con frecuencia los que se trasladan lo hacen siguiendo la norma de desplazarse a los lugares donde actualmente viven sus anti­guos vecinos y conocidos.

Efectos de la migración.

La migración de gentes de un lugar a otro produce diversos efectos tanto en las personas que se desplazan como en los grupos y estruc­turas que encuentran. Históricamente, el. resultado más notable de la migración ha sido la difusión de la cultura. Equivalía a un contacto y comunicación entre gentes que habían estado aisladas cultural y geográficamente. Hubo intercambio de pautas de comportamiento, se combinaron nuevas ideas y la cultura se enriqueció y se extendió. Esto no quiere decir que la mezcla de gentes haya sido siempre un proceso pacífico o que haya producido un progreso social inmediato.

Hay difusión y convergencia cultural cuando las personas se des­plazan, se casan unas con otras y procrean entre sí. Un linaje que se había mantenido aislado durante siglos enteros se mezcla con otros elementos raciales como resultado de la movilidad geográfica. La noción de «raza pura» en las grandes sociedades contemporáneas ha sido abandonada por los sociólogos. Siempre se han efectuado mez­clas biológicas a consecuencia de la migración, ya fuera ésta invasión y conquista, emigración pacífica o colonización deliberada. En las sociedades importantes y dotadas de mayor movilidad están tan entre­mezclados los rasgos étnicos, que no se pueden seguir sino a través de pocas generaciones.

El efecto de la migración interna en las grandes sociedades mo­dernas ha sido cierta urbanización de la cultura. Los modos urbanos de pensar y de obrar, las relaciones sociales y las estructuras urbanas,

322 XIII. Movilidad

juntamente con la multiplicación de las asociaciones secundarias, todo esto se extiende a contingentes cada vez mayores de población cuando las personas se aglomeran en las ciudades. Las familias de ciudad son más reducidas y la natalidad urbana es más baja que la de las áreas rurales. El equilibrio entre los sexos tiende a modificarse en el sentido de que el número de hombres es menor que el de mujeres al irse urbanizando la población. Los recursos médicos, escolares y recrea­tivos se ponen más al alcance de todos.

El efecto de la migración en los individuos varía conforme a las situaciones sociales. El inmigrante no se siente siempre completamen­te extranjero en su nuevo ambiente. Por lo regular se desplaza a lo­calidades donde viven ya «sus paisanos». Por esta razón los barrios se pueden distinguir con frecuencia por razón de las semejanzas étnicas, religiosas y otras de las personas que las forman. Incluso en las socieda­des más abiertas se requieren dos o más generaciones antes de que los emigrantes queden asimilados a la población general. En los primeros estadios de este proceso de asimilación el emigrante es una persona mar­ginal, si no completamente extraña a su ambiente anterior o actual.

Tipos de movilidad social.

La movilidad geográfica es un movimiento en el espacio físico, mientras que la movilidad social es el movimiento de una persona, grupo o categoría de una posición o estrato social a otro. Anteriormente hemos visto que todo grupo o sociedad tiene una estructura social en la que las personas y las posiciones se hallan a diferentes niveles de estratificación. Conceptualmente las partes de la estructura están a la vez coordinadas y distantes entre sí, y la movilidad social puede definirse como un desplazamiento de posición dentro de la estructura.

Desde el punto de vista de la dirección del cambio de posición, la movilidad se divide en horizontal y vertical. Movilidad horizontal sig­nifica movimiento hacia atrás y hacia delante al mismo nivel social, de un grupo o situación social a otros similares. Teóricamente las personas de la misma clase social tienen acceso mutuo, dado que en líneas generales participan en el mismo grado en los mismos criterios de status. Sin embargo, en concreto, especialmente en las grandes concentraciones de población, los diferentes «conjuntos sociales» situa­dos en un mismo plano no siempre tienen relaciones mutuas. El mo­vimiento permanente de un individuo desde un conjunto a otro es la movilidad social horizontal.

Movilidad de los roles 323

Esta movilidad horizontal es importante para las personas impli­cadas inmediatamente en el movimiento, por el hecho de haber cambia­do el conjunto de personas con quienes están asociadas. La manera co­mo la personalidad social se adapta a la gente nueva no es difícil ni absorbente si las personas en cuestión pertenecen realmente a la misma clase social. Esta transición suave puede observarse a menudo en el matrimonio de personas cuyas familias, aunque extrañas entre sí, se hallan en la misma clase social. Como con frecuencia existen finos matices de distinción entre subclases dentro del mismo estrato general, este cambio puede a menudo implicar también cierto grado de movili­dad vertical.

La movilidad vertical es un tipo de movimiento más discutido y más importante que la horizontal. Se define como el movimiento de personas de un status social a otro, de una clase a otra. Los fac­tores y condiciones de movilidad vertical son más numerosos y com­plejos que los implicados en el movimiento relativamente sencillo que se efectúa en un mismo plano social. Evidentemente, la movilidad vertical puede ser hacia arriba o hacia abajo. La persona puede des­plazarse a una posición más alta o puede descender a una más baja y la diferencia entre ambas tiene profundo significado para el individuo.

Movilidad de los roles.

La personalidad social se define como la suma de todos los roles sociales que desempeña el individuo. Dado que el individuo es la persona social en acción, y dado que por lo común las personas sólo desempeñan una función cada vez, necesariamente se da un despla­zamiento de rol a rol. Esto es lo que llamamos movilidad de los roles. Si observamos al individuo en acción, notamos que este tipo de movilidad se puede analizar en tres planos.

a) Cada persona desempeña múltiples roles, aun sin dejar de ser una personalidad total, integral. Cada grupo diferente en el que participa exige la realización de un rol diferente. A lo largo del día, el marido y padre se desplaza de sus roles familiares a los eco­nómicos y recreativos, quizá también a sus roles políticos y religiosos, para volver luego a sus roles familiares. Mediante la constante re­petición y mediante el conocimiento y el interés en las diferentes funciones y objetivos de los diversos grupos, el individuo suele hacer esta transición con suavidad y sin inconsecuencias. Esta especie de movilidad de roles es cosa tan obvia, que no se suele notar hasta que

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un individuo fracasa o se ve frustrado por las opuestas exigencias de los diferentes roles.

b) Un segundo tipo de movilidad de los roles que se puede observar es la normal asunción sucesiva de nuevos roles. Durante el proceso de socialización, a lo largo de toda la vida la persona se va desarrollando gradualmente de un rol a otro. En la primera infancia comienza por aprender los roles familiares y recreativos, luego los tipos formales de los roles escolar y religioso, y algo más tarde afronta las obligaciones de los roles económico y político. Vuelve a asumir nuevos roles cuando se casa y viene a ser padre. Naturalmente, la asunción de nuevos roles no implica el abandono de los anteriormente aprendidos. La personalidad social, como ya hemos visto, contiene diversos roles y lo que aquí subrayamos es que los roles sociales principales se asumen sucesiva, no simultá­neamente.

c) Una tercera clase de desplazamiento de roles es la de la movilidad en el empleo, característica de algunas grandes sociedades urbanas e industriales. Los sociólogos han comentado principalmente el aspecto vertical en el interior de la estructura social: movilidad ha­cia arriba por ascenso de un empleo a otro, como movilidad hacia abajo por descenso. Acompañan la especialización de funciones las matizaciones de estratos en el interior de las categorías de los cuellos blancos y los cuellos azules. Dado que el rol económico es con frecuencia el rol clave del individuo y el criterio principal del que depende el status social de su familia, se lo considera como instrumento de movili­dad general ascendente. La persona que comienza como ordenanza en una oficina y hace carrera hasta llegar a presidente de una compañía, es el ejemplo norteamericano, pasado de moda, de éxito laboral.

La movilidad de empleo es también, a menudo, relativamente ho­rizontal: es el desplazamiento de una clase de oficio a otra. Un profe­sor de colegio encuentra un trabajo de vendedor de seguros. Un obre­ro de fábrica se convierte en taxista. Un asistente médico deja su pro­fesión para hacerse secretario privado. La gente de profesión liberal no se muda, sin embargo, frecuentemente de profesión, aunque se dan casos de cambio a una segunda carrera. Cuando decimos que una sociedad industrial se desarrolla y requiere un personal móvil de tra­bajo, hablamos no sólo de la capacidad de pasar de un puesto a otro, sino también de la disposición para mudarse a diferentes tipos de em­pleo de inferior rango. Quizá no haya sociedad que haya mostrado en concreto esta clase de movilidad de empleo como lo ha hecho en su sistema laboral la sociedad norteamericana.

Circulación de la élite 325

Circulación de la élite.

Puesto que la movilidad opera en dos direcciones, las personas de la clase alta descienden socialmente mientras que las personas de la clase inferior se desplazan hacia arriba. Esto es un exceso de sim­plificación si se aphca a la movilidad social de una persona individual dentro de los límites de su vida. El mero hecho de que los antecedentes familiares sean uno de los criterios de status social, parece exigir más de una generación para que pueda efectuarse un cambio extremo. Esto es cierto aun en una sociedad de clases abiertas, y lo será más ló­gicamente en las sociedades tradicionales rígidamente estratificadas.

A veces se afirma que una sociedad de clases abiertas con gran movilidad ascendente se desintegra con relativa rapidez. Conforme a esta hipótesis, la gente «mejor» deja de reproducirse, pierde su vigor social, degenera y se desorganiza, de modo que ella y su progenie «desaparecen» o decaen de su alto status. En su lugar avanzan las personas de las clases inferiores, carentes de nobleza de carácter, de experiencia social y de condiciones para el mando. En esta hipótesis laten ciertas presunciones biológicas relativas a la transmisión hereditaria de las aptitudes innatas, así como las tesis psicológicas implícitas acer­ca de la mentalidad inferior de las masas.

Esta teoría no sólo es impopular en las modernas sociedades de­mocráticas, sino que además parece haber sido contradicha por las experiencias de países como el Canadá y los Estados Unidos. Los hijos y nietos de las clases iletradas y bajas, así como de los inmigrantes blancos, se elevaron a la clase media y superior sin detrimento visible o «degeneración» de la sociedad. Las pruebas biológicas y psicológicas han descartado la opinión anticuada de que la clase o la raza influyen en las tendencias innatas de la inteligencia y la moralidad.

Los sociólogos están generalmente de acuerdo en que el concepto de «élite» está condicionado por la cultura y que varía de sentido de un pueblo a otro.

Conviene destacar que la movilidad social no es un movimiento con­tinuo e ininterrumpido, sino que procede por etapas. Es algo semejante al movimiento físico desde el campo a la pequeña ciudad, a la gran población y a los suburbios. Requiere tiempo, incluso en una sociedad relativamente dinámica; y la movilidad ascendente suele ser movili­dad de familias más bien que de individuos. Además, la gran mayoría de las personas se mantienen durante toda su vida más o menos en el mismo status social sin desplazarse hacia arriba ni hacia abajo. Las

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excepciones las forman los que son capaces de aprovecharse de las oportunidades para conseguir su propio ascenso.

Canales de la movilidad.

Como ya hemos visto, el status social se evalúa mediante una combinación de criterios que indican la situación de la persona en la comunidad o sociedad total. Sin embargo, el status social no es una mera abstracción. Se concreta en las personas y por medio de las personas que se hallan asociadas unas con otras. Así, los canales de la movilidad son los grupos afectivos en los que participa el indi­viduo. Una persona se mueve hacia arriba o hacia abajo únicamente en relación con las otras personas con las que está de algún modo asociada y que pueden observar y juzgar hasta qué grado posee los criterios culturales altamente valorados.

En los grandes grupos de toda sociedad se dan aspiraciones sociales coronadas por el éxito o fracasadas. Aquí es donde el individuo desem­peña sus roles sociales y, puesto que éstos reclaman toda su perso­nalidad, proporcionan una oportunidad para examinar y juzgar el status de la persona total. El individuo se convierte en cabeza de familia, director de un colegio, gobernador de un Estado u obispo de una iglesia. Cualquiera que sea la función que desempeñe dentro de estos grupos, se observa si avanza o retrocede en relación con los otros individuos que actúan en el mismo grupo.

Conviene además notar que estos grupos, como el individuo mismo, existen en sociedades concretas. Ya hemos visto que la movilidad so­cial es relativamente restringida en el tipo de sociedad comunal, y relati­vamente fácil en el tipo de sociedad asociativa. Esto indica que la movilidad social no procede a un mismo ritmo ni afecta a la misma proporción de personas en todas las partes de una gran sociedad. Las diferencias de ritmo y proporción no estriban tanto en el individuo cuanto en el tipo de ambiente social y cultural que le rodea.

Por lo regular la comunidad estable, rural y de aldea no tiene gran­des diferencias de clases ni amplia escala de status. En las grandes ciu­dades industriales y comerciales son por lo regular muy numerosas las posiciones y las oportunidades de cambio. En una sociedad asociativa dominada por las instituciones económicas la movilidad de empleo es un importante criterio de desplazamiento de la posición de clase. Esta movilidad no es siempre ascendente, principalmente allí donde la institucionalización de los roles en los empleos exige un gran con-

Factores de movilidad ascendente 327

tingente de dependientes, mecanógrafos, taquígrafos, vigilantes de má­quinas y otros trabajadores semiespecializados. A menudo las personas se asientan permanentemente en una de estas categorías de empleo.

En una palabra, el medio urbano es más favorable que el rural para la movilidad social ascendente. El sistema de estratificación es mayor en cuanto que hay más capas o estratos y mayor diferencia desde el vértice hasta la base. Las gentes de ciudad suelen dar más im­portancia al logro que a la adscripción de un status. Esto, junto con el mayor número de recompensas, impele a la población urbana a lu­char por un más alto status. Finalmente, el número mayor de asocia­ciones y grupos secundarios en la ciudad abre más conductos de mo­vilidad ascendente.

Factores de movilidad ascendente.

Como ya hemos visto, los diversos criterios de status social están íntimamente ligados con los valores que existen en una cultura. La posesión de estos criterios de valor es la determinante evaluable del status social particular del individuo. Es evidente que la persona que persigue una movilidad ascendente debe tener acceso a los objetos que proporcionan un status elevado. Así las condiciones que facilitan o entorpecen este acceso se pueden llamar factores de movilidad.

En el caso de un individuo que posee tanto las aptitudes persona­les como el deseo de movilidad ascendente, deben tomarse en conside­ración los siguientes factores que la condicionan. Desde luego, estos factores existen combinados, pero alguno de ellos puede ser más im­portante que los otros en un tiempo y lugar determinados.

a) La política y la práctica de la inmigración a una sociedad total y a una comunidad local afectará en gran manera a las posibilidades de movilidad ascendente. Si son numerosos los inmigrantes y son en su mayoría trabajadores de fuera o de las zonas rurales, por lo regular se situarán al ínfimo nivel de la estructura social. Esto empuja casi automáticamente a algunos de los nativos de la localidad y de los re­sidentes de antiguo, que así ascienden en su status social.

b) La variable fecundidad de las clases sociales es también un importante factor que condiciona la movilidad. A veces se dice que «siempre hay sitio en la cumbre» y esto es probablemente cierto tra­tándose del status profesional en una economía expansiva. Sin em­bargo, en la estructura social general, la clase alta es siempre reducida. Si estas gentes tienen grandes familias, se entorpece la movilidad as-

328 XIII. Movilidad

cendente de las clases inferiores; si no se reproducen, se acelera esta movilidad.

c) La presencia o ausencia de competición individual como valor en la cultura afecta considerablemente la movilidad. Si se atribuye valor a la competición, es necesario que haya metas a las que puede aspirar el competidor victorioso. Debe haber oportunidades de ele­vación de status y de prestigio social para el hombre que «se hace a sí mismo». Una sociedad competitiva estimula efectivamente la mo­vilidad hacia arriba, pero también permite la movilidad descendente de los fracasados.

d) La disponibilidad de oportunidades para prepararse uno mismo para el proceso competitivo es un factor secundario. Si la instrucción es accesible a todos, puede ser como un atajo en la movilidad hacia arriba en cuanto que el individuo puede prepararse para los roles financieros y profesionales que acarrean gran prestigio. Desde luego, es necesario que los status ocupacionales sean accesibles a los que están más calificados para ellos.

e) Las pautas de igualdad y desigualdad en una sociedad influyen mucho en las perspectivas de movilidad social. Si existe una actitud categórica de discriminación frente a una pluralidad racial, religiosa o étnica, la movilidad ascendente resulta lenta, si ya no imposible, para personas de estas categorías. La desigualdad de trato basada en la edad y el sexo es también un impedimento, como, por ejemplo, cuan­do se mantiene a las personas jóvenes y a las mujeres al margen de las posibilidades de ascenso en el rol y en el status.

Estos factores han de considerarse combinados, tal como actúan en las situaciones sociales reales. En una palabra, se puede decir que las posibilidades de movilidad ascendente para el individuo son máximas en las sociedades en las que las clases inferiores se multiplican, sea por in­migración o por natalidad, y las clases superiores no se reproducen, y en las que se fomenta la competición y las oportunidades de mejora per­sonal están sin diferencias al alcance de todos. Viceversa, el grado de ausencia de estos factores en una sociedad indicará la falta de movilidad ascendente.

Movilidad y personalidad social.

En la medida en que un status social superior es resultado del logro personal, existen tantos conductos para la movilidad cuantos son los roles sociales que desempeña la persona. La competencia del

Movilidad y personalidad social 329

individuo debe comprobarse en los grupos sociales en que participa. Puesto que cada persona tiene un rol clave, generalmente se em­peña más en éste para alcanzar un status, pero todos los grupos y roles son posibles conductos de movilidad. Una mujer puede despla­zarse hacia arriba por el matrimonio que la incorpora a una clase más alta, o por competencia en una profesión. Un hombre puede lograr un status con sus actividades políticas o docentes.

La aspiración a un status superior va con frecuencia acompaña­da de ciertas tensiones y fracasos para la persona individual. Por ejemplo, no sólo le basta poseer aptitudes, sino que debe además exhibir resultados que se puedan evaluar en términos de valores cultu­rales. Los resultados son particularmente oportunos cuando se trata de roles de empleo, pero son también necesarios en las políticas, religio­sas y otras. Además, no siempre es cierto que la aptitud y la eficacia se recompensan con mayor prestigio. Se dan situaciones desventajosas en las que otra persona es recompensada a base de privilegios no ad­quiridos, que tienen muy poca relación con su competencia.

Otra fuente de fracaso se da también cuando el individuo carece sencillamente de la competencia para lograr un status superior, aun cuando no le falten el deseo y el empeño, y aun cuando pueda ser fuerte la presión social hacia el movimiento ascendente. Las condicio­nes y exigencias de la vida de grupo son con frecuencia excesivas para este tipo de individuos. El proceso de competición en que está empeñada la movilidad social es también una presión para él. La com­petición implica una como igualdad entre los competidores, y la persona menos competente se ve forzada más allá de sus posibilidades. Desea un status más elevado, con las ventajas que lo acompañan, y se ve frustradas por su insuficiencia para lograrlo.

El empeño por lograr un status superior en grupos de competi­ción da a veces origen a un desequilibrio en la personalidad social. Esto suele suceder cuando el rol clave, instrumento principal de prestigio en un individuo, se acentúa a expensas de los otros roles sociales. Una personalidad social equilibrada no implica que el tiempo del individuo, su interés y su esfuerzo se hayan de distribuir por igual entre todos los roles sociales. Esto es sociológicamente inne­cesario y psicológicamente imposible. El desequilibrio se produce cuan­do el individuo descuida las exigencias de roles sociales menores a fin de concentrarse en las funciones y actividades con que lograr más eficazmente la movilidad ascendente.

Debe observarse que también la movilidad social descendente aca­rrea inconvenientes personales y sociales. Las personas que «se quedan

330 XIII. Movilidad

atrás» en la competición por el status o que decaen a una clase infe­rior sufren tensiones, fracasos y molestias. Si esto sucede en la edad madura, la persona siente verdadera dificultad para adaptarse y reajus­tarse a su nueva posición. Los «nobles empobrecidos» y los fracasados que siguen apegados a la clase superior sufren de este fenómeno.

Compensación de la movilidad descendente.

Conviene recordar que la movilidad social es característica del tipo asociacional y abierto de sociedad, mientras que la estabilidad social caracteriza el tipo comunal cerrado. Puesto que en este segundo género de sociedad no se da movimiento ascendente ni descendente, no existen en ella las tensiones, fracasos, recompensas y compensa­ciones. Por otra parte, el «estar inmóvil» socialmente o mantenerse meramente en el mismo estado puede ser un entorpecimiento en una sociedad asociacional; de todos modos la movilidad descendente es por lo regular una experiencia molesta.

Sin embargo, pueden surgir ciertas compensaciones en el sentido de los valores sociales de una sociedad, en la que se cuenta con una movilidad ascendente, pero las previsiones no se realizan siempre. Por ejemplo, la presencia de grandes minorías étnicas y raciales en la sociedad da al individuo la seguridad de que todavía goza de un grado apreciable de status social. Además, el individuo puede considerarse subjetivamente como de un status social superior, aun cuando efec­tivamente haya perdido los criterios objetivos por los que tal status es apreciado. *"

a) Las molestias y fracasos de la movilidad descendente son amor­tiguados un tanto por el conservatismo tradicional de la clase media. Esto ocurre sobre todo en las sociedades en que la clase media es grande e importante y en las que muchos miembros de la clase media tienen todavía fresco el recuerdo de haberse elevado desde las clases inferiores. La inclinación a la conformidad y las satisfacciones que esto propor­ciona contribuyen a compensar ciertas pérdidas de status social en las personas que antes pertenecían a la clase superior. Se halla a la vez apoyo y consuelo en otros muchos que comparten análogas ex­periencias.

b) El resentimiento por la pérdida de status no puede desapa­recer nunca completamente en el individuo, pero se modifica por el hecho de que no necesita tener gran contacto con los que antes com­partían con él su elevada posición. La asociación constante con perso-

Compensación de la movilidad descendente 331

ñas del mismo nivel social puede ser una satisfacción para una perso­nalidad normal. La sociedad exige que cada uno se adapte a la rea­lidad, y esta adaptación se hace sobre todo subconscientemente me­diante las relaciones sociales en las situaciones reales. El contorno humano, la presencia de personas que tienen análogas aspiraciones y problemas ayudan enormemente a la persona a aceptar la realidad.

c) Con frecuencia se da también una racionalización de la movili­dad social hacia abajo que sirve para apaciguar al yo personal. Puede darse que una persona en tal situación tenga la sensación de que ha habido «errores» en la adscripción del status, que algunas personas que han logrado un status elevado no lo deben a esfuerzos leales y a una competencia honrada, y que algunos de los que han decaído de su elevado status no han tenido culpa en ello. Un sesgo curioso que toma a veces este razonamiento es la idea de que el mantenimiento del status social no compensa las molestias y cuidados que ocasiona.

d) La persona que ha sufrido movilidad descendente halla tam­bién una compensación en una gran sociedad industrializada por el hecho de que en ésta el status social es poco visible. La calidad de su indumentaria puede ser diferente de la de las personas de elevada posi­ción, pero el modo de vestir no es un indicio de status. A diferen­cia de la estructura social rigurosamente cerrada, no hay señales de casta en la persona o en sus posesiones en un tipo abierto de sociedad asociativa. Muchas de las actividades y de las facilidades públicas son accesibles a personas de todas las clases sociales.

e) Finalmente, puede proporcionar un consuelo la creencia de que los hijos pueden recobrar el status que uno ha perdido. Una merma de prestigio social puede ser más o menos duradera para las personas mayores que la han sufrido, pero en una sociedad de clases abiertas hay fuerte tendencia a proporcionar a los hijos las ventajas de que no han gozado, o que han perdido, los padres. En cuanto que los padres «reviven» en sus hijos, aquéllos con frecuencia ponen menos empeño en mejorar o conservar su propio status social que en pro­porcionar a su descendencia las oportunidades de progreso. En esto halla una satisfacción la persona que ha sufrido movilidad social descendente.

332 XIII. Movilidad

MOVILIDAD SOCIAL EN LOS ESTADOS UNIDOS

1. Movilidad dentro de la iglesia.

Ya hemos visto que los grandes grupos sociales son los principales canales en los que y por los que se efectúa la movilidad social ascendente. Uno de los criterios capitales de status social es la utilidad funcional y, dado que la cultura americana está dominada por instituciones económicas, la mayoría de las personas consideran su empleo lucrativo como el índice principal de status. Debido a esto se han descuidado, o quizá se han inter­pretado mal, otros grupos importantes en los que es posible la movilidad social ascendente.

Los grupos religiosos ofrecen un campo variado y complejo de inves­tigación en esta materia. Una corporación religiosa posee naturalmente una estructura social, dentro de la cual a los miembros se les ofrecen posibi­lidades de movilidad vertical. Existen diferentes estratos dentro de la orga­nización oficial y formal de las iglesias, como también hay ciertos criterios no formales conforme a los cuales se evalúa el status social. Hay notable diferencia entre la estructura social de católicos y protestantes, como tam­bién hay algunas diferencias entre las diferentes variedades de organiza­ciones protestantes.

En la estructura social de la Iglesia católica hay distinción neta entre el laicado y los funcionarios profesionales. El sacerdocio, las órdenes reli­giosas masculinas y femeninas son las organizaciones tradicionales mediante las cuales el individuo «abandona el mundo» y se «segrega» del laica­do. Las personas que actúan profesionalmente en estos sistemas, gozan de un status relativamente alto entre sus hermanos católicos. Aunque están ocu­rriendo muchos cambios en este respecto, estas personas tienen, por lo ge­neral, un exterior distintivo, están sujetos a ciertas obligaciones sagradas, siguen una determinada regla de vida y son objeto de deferencia, de respeto y de apoyo financiero por parte del laicado.

Menor distinción hay entre el laicado y los ministros en las corpora­ciones religiosas protestantes y judías, si bien también entre ellos goza de status más elevado que el de los laicos la persona que se consagra a Dios. Existe una gran variedad, que depende de otros criterios de status: tipo y grado de la instrucción, actitudes para con la riqueza y la. ascendencia familiar, el género de estratificación dentro de la corporación religiosa y el status social que cada religión concreta posee en la sociedad.

El clero diocesano en la Iglesia católica es un ejemplo palmario de oportunidades de movilidad ascendente dentro de la estructura religiosa. En principio, todo muchacho capaz de la más baja clase social puede ser admitido en el seminario, recibir las órdenes sagradas y elevarse a la más alta posición en la estructura eclesiástica. Es un rasgo característico de una iglesia en la que el hijo de un aldeano iletrado puede llegar a ser papa.

Movilidad dentro de la Iglesia 333

La movilidad potencial requiere desde luego que el individuo posea deter­minadas cualidades morales e intelectuales, determinadas clases de cono­cimiento y de virtud y una personalidad adaptable.

El concepto de ministerio «hereditario» y de la importancia de la fa­milia para la admisión y elevación del funcionario religioso, ofrece tam­bién variaciones. No es raro que un rabino descienda de un largo linaje de antepasados rabinos. También es posible al hijo de un ministro protes­tante seguir las huellas de su padre. En la Iglesia católica la vieja costum­bre del celibato de sacerdotes, religiosos y religiosas impide que se esta­blezcan privilegios hereditarios o que se perpetúe la casta. En los Estados Unidos el reclutamiento de candidatos para el estado sacerdotal o religioso entre los católicos tiene efecto en todos los estratos de la sociedad, sin limi­tarse a una particular clase social.

Las iglesias protestantes negras son un ejemplo vivo de hasta qué punto se puede lograr un status social, no sólo dentro de la estructura religiosa en cuanto tal, sino también en la comunidad más amplia. El predicador negro ha sido durante mucho tiempo una figura importante de jefe entre el pueblo. El ministerio mismo ha sido un medio de acceso a un status superior para algunos que habían sido maestros, líderes obreros, líderes ciudadanos y funcionarios políticos. Muchos factores han contribuido a hacer que el grupo religioso sea más importante para los negros que para los blancos, y esta importancia de la iglesia ha atraído a los que aspiraban a subir socialmente y a las personas más competentes.

Dado que el laicado forma la parte más numerosa de toda entidad reli­giosa, la cuestión de la movilidad debe también extenderse a los seglares. Un protestante celoso, capaz y activo tiene muchos caminos abiertos para elevar su status dentro de la iglesia. Aunque hay diversos funcionarios profesionales —obispos, superintendentes y ministros—„ existen también para los seglares grandes oportunidades de participar directamente en las actividades de la iglesia. Consejos seglares de administración con plenos poderes para fijar programas de acción, establecer reglas, administrar finan­zas y hasta con cierto poder para influir en las enseñanzas morales y dogmáticas son corrientes entre los grupos protestantes.

Estas oportunidades de movilidad ascendente para los seglares son sin duda más accesibles en el tipo de estructura congregacional que en el presbiteriano, y también en las sectas o cultos más que en las confesionah-dades. En términos generales se puede decir que la corporación religiosa en que es menor la diferencia dé posición entre el laicado y los funcionarios religiosos es también la que concede al laicado mayor grado de participa­ción directa en los asuntos eclesiásticos, pero es también aquella en que es menos abundante la diversidad de status religiosos.

Evidentemente en la Iglesia católica no hay medios comparables de movilidad social para los seglares. Desde el punto de vista funcional los seglares pueden realizar pocas acciones que proporcionen status. Hasta hace poco el seglar no era admitido en el santuario o en el pulpito; no

334 XIII. Movilidad

tiene voz en el gobierno de la Iglesia, y en los Estados Unidos no tiene participación directa en la administración de los bienes eclesiásticos.

En la medida en que el status se logra por medio de funciones, el laicado católico es, a lo sumo, adjunto y auxiliar del clero. Sin embargo, un hábil abogado, médico, profesor u hombre de negocios puede aportar importantes contribuciones auxiliares a las funciones no sagradas de la Iglesia. Dado que las últimas responsabilidades y decisiones están en ma­nos del clero, estas contribuciones pueden ser de consejo o pueden ser también servicios prestados bajo dirección. Se ve, pues, que la movilidad ascendente es sólo posible al laicado que realiza con competencia las accio­nes permitidas en cooperación con el clero.

Este breve esbozo de la variable estructura de las iglesias norteameri­canas indica cómo un sistema preordenado de estratificación afecta a las posibilidades de movilidad social dentro de una determinada entidad reli­giosa. El mayor contraste se observa en la Iglesia católica, en la que no existe rol ni status elevado para el seglar, mientras que todo sacerdote diocesano, empezando por el status eclesiástico más bajo, puede alcanzar el más elevado posible. Las iglesias protestantes en general tienen mucha más participación directa de los seglares en los asuntos eclesiásticos y pro­porcionan a los seglares roles y status de elevado rango. Las iglesias pro­testantes negras ofrecen todavía mayores ventajas tanto a los seglares como a los ministros, dado que con frecuencia ofrecen un punto de partida paTa alcanzar un elevado status social en grupos no religiosos.

2. Personas desclasadas.

El concepto de una estructura social organizada de status y clase no se aplica a personas carentes de prestigio social y que están, como quien dice, al margen de la sociedad. La práctica del ostracismo es cosa antigua, pero las personas afectadas por él se hallaban por lo regular en condicio­nes de entablar relaciones sociales en otros grupos dentro de la sociedad más amplia. En los Estados Unidos hay por lo menos tres categorías de personas que carecen de clase, si bien suelen ser adscritas por muchos observadores a la clase inferior. Éstos son los delincuentes habituales, los vagabundos y los pordioseros de ciudad.

a) Los delincuentes habituales han sido objeto de intenso estudio so­ciológico estos últimos años. Constituyen una amplia categoría de gentes sin clase y sufren de la consiguiente desestima, principalmente cuando están en la cárcel. Sin embargo, con no poca frecuencia tienen contactos «al exterior» y precisamente mientras están cumpliendo su condena. Mediante cooperación, esfuerzo y buena suerte, pueden hallarse en condiciones de recobrar el status social perdido frente a su familia y asociados en la estructura social reconocida.

La sociedad de delincuentes actúa en formas análogas a las de la estruc-

Personas desclasadas 335

tura social normal. Comprende gentes de status social alto y bajo, y, entre ellos se usan también algunos de los criterios empleados en la sociedad normal para determinar el status. Sin embargo, como estas gentes tienen mucho contacto, comunicación y relaciones sociales con no delincuentes, y como gran parte de su comportamiento es normal, resulta difícil en cada caso calificarlos de gente descastada o desclasada. Parece ser que este tér­mino sólo es apropiado cuando el individuo ha sido descartado de la gran sociedad y confinado en una prisión.

b) Los vagabundos (hoboes) son tipos errantes que circulan por el país sin medios fijos de subsistencia. Van de un lugar a otro y a veces ejercen pasajeramente un oficio extraño, pero no son como los trabajadores ambulantes, de los que ya hemos tratado, pues estos tales trabajan lo menos posible. Se arreglan para viajar como pueden en carruajes y en trenes de mercancías, y para comer y dormir en los parajes en que se encuentran.

La mayor parte de los vagabundos lo son sólo temporalmente. Por lo regular, son hombres solteros, de veinte a treinta y cinco años. Durante la depresión económica de los años treinta hubo vagabundos de más edad y también hubo un número considerable de mujeres. En general es tan duro este género de vida, que sólo hombres jóvenes tienen capacidad y disposición para soportarla.

El vagabundo carece de clase sólo temporalmente. Como posee tan pocos criterios de status social, la mayoría de los miembros estables de la so­ciedad suelen mirarle de arriba abajo. No alterna con personas «respeta­bles» en relaciones sociales normales. Es indeseable en toda clase social y es perseguido por guardias de las carreteras, por la policía y por los funcionarios civiles. No obstante, el vagabundo tiene casi siempre algún sitio adonde puede volver, tiene contactos con la familia o con amigos y puede restablecer su status y sus relaciones sociales.

Es de prever que una población dinámica e inquieta como la de los Estados Unidos produzca cierto número de drop-outs incluso en períodos de prosperidad económica. Ello se puede observar en el fenómeno relati­vamente reciente de los hippies y de los que se llaman a sí mismos flower children que abandonan la sociedad convencional, e intentan a veces establecer un modo de vida menos «artificial». A diferencia de los vaga­bundos, acostumbran a asociarse en grupos de gente que comparte su filosofía de protesta social deliberada. Al igual que el vagabundo, sin em­bargo, tienden eventualmente a abandonar su camino e instalarse en la vida normal. Sea que haya quedado satisfecho su gusto de aventuras o que hayan pasado demasiadas penalidades, o sea por la razón que fuere, entran de nuevo en el sistema de clases sociales.

c) El pordiosero de ciudad (city bum) es un fenómeno totalmente di­ferente. Generalmente es un varón sin hogar, de más de cincuenta años. Como no tiene dirección postal, domicilio fijo, empleo lucrativo ni perte­nece a organizaciones sociales formales, es difícil evaluar el número de este género de personas. La policía calcula que los hay a millares en toda gran

336 XIII. Movilidad

ciudad norteamericana. El pordiosero de ciudad ha descendido en la mo­vilidad social hasta el límite inferior. Se ha hundido hasta el fondo de la estructura social y en ciertos aspectos está incluso fuera de la clase más baja.

Toda gran ciudad en los Estados Unidos tiene su Skid Row, un barrio al que van a parar los «venidos a menos» de la sociedad. Es un punto terminal: nadie nace en el Skid Row. Es el lugar donde pasan sus últimos años en la miseria gentes sucias y desharrapadas, que en su mayoría sufren de desnutrición y alcoholismo y que, si hallan alimento y techo, lo deben a la caridad de los demás. Misiones de socorro han hecho mucho para aliviar sus sufrimientos y en ocasiones han logrado restituir a algún indi­viduo a la vida social normal.

El Skid Row no es lo mismo que los barrios bajos (slums) o los barrios étnicos, que, como ya vimos, tienen algo de organización social, aun cuando puede hallarse físicamente en el mismo lugar. El Skid Row es un conglo­merado de gentes que despiadadamente han sido llamadas «la escoria» de la sociedad. Sus historias personales muestran que todos y cada uno de ellos han decaído de un status anterior más alto. Algunos de ellos han sido incluso hombres de negocios y profesionales con éxito; por lo menos todos ellos habían sido miembros aceptados y aceptables de la sociedad. Constituyen el extremo ejemplo de movilidad social descendente.

Hemos examinado estas tres categorías de gentes desclasadas principal­mente desde el punto de vista de la clase, del status y de la movilidad social. Existen también desviados sociales en algunas de las manifestacio­nes externas de comportamiento. No obstante, éstos han pasado por el proceso de socialización y no pueden librarse totalmente de las influencias de la cultura norteamericana. Incluso cuando infringen varios mores y cos­tumbres y son objeto de las sanciones sociales negativas que acarrean estas transgresiones, sus pautas fundamentales de comportamiento son por lo menos norteamericanas en el fondo. En este sentido todavía comparten la cultura norteamericana.

3. Educación y movilidad social.

El grado y la clase de educación que posee una persona constituyen uno de los criterios más importantes de status, lo cual está fundamental­mente de acuerdo con el hecho de la movilidad social. Las exigencias de educación se están elevando en todos los grupos sociales principales y la mayoría de los roles sociales en la sociedad industrial norteamericana requieren conocimientos y competencia técnica. Sin embargo, desde el pun­to -de vista de la movilidad social, hay diferencia entre el efecto de la edu­cación en los que la reciben y en los que la dan.

a) Los que reciben educación pueden utilizarla como punto de partida para alcanzar un status social más elevado. El sistema de la escuela elemen-

Educación y movilidad social 337

tal, tanto pública como privada, ha sido un medio de rápida socialización para hijos de inmigrantes. Análogamente las escuelas de las ciudades son actualmente muy ventajosas para los niños de los que emigran del campo. En este sentido la escuela es un agente que acorta las distancias en la mo­vilidad ascendente, más eficaz que la familia, el barrio o la iglesia. Pro­porciona el conocimiento y la práctica fundamentales, sin los cuales apenas puede uno mantenerse en su propio status y mucho menos desplazarse hacia arriba.

También deben tomarse en consideración otros factores escolares. Uno de ellos es el grado de educación que posee el individuo: el grado de licenciado (college) ha venido a ser casi una exigencia en la sociedad nor­teamericana corriente. Los grados de master y de doctor añaden prestigio sólo en los sectores profesionales y especializados. Otro factor es el conte­nido de la educación: es probable que una persona que se distingue en ciencias y en negocios, más bien que en filosofía o humanidades, disponga de un instrumento mejor de movilidad futura. Asimismo la elección de un college o universidad tiene su importancia, dado que unos establecimientos tienen de suyo más prestigio que otros.

b) Los que enseñan son afectados diferentemente, puesto que alcanzan su status social dentro de los grupos de enseñanza. Recientemente se han efectuados cambios importantes en la educación. El prestigio social del profesor y del educador no es ya tan alto, en comparación con otras pro­fesiones, como lo era antes. Se nota que al elevarse el nivel general de instrucción el pueblo americano no mira ya al profesor con la misma admiración y respeto.

Debido en parte a esta disminución de respeto, hoy día hay menos jóvenes que aspiran a la carrera docente* Esto se debe también a otros factores: la creciente población escolar, los sueldos relativamente bajos de los maestros, la indisciplina visiblemente creciente de los alumnos^ prin­cipalmente en el nivel del bachillerato (high-school) público y las atrayen-tes oportunidades de empleo en otros sectores. Todos estos elementos con­tribuyen a rebajar la elevada posición que el docente ocupaba en la socie­dad norteamericana de antaño y a disminuir el atractivo de este rol a los ojos de la joven generación.

El status social del profesorado de college y de universidad es algo más elevado que el del maestro de escuela elemental o de high-school, pero éstas son distinciones dentro de la profesión. El gran público mira con frecuencia al profesor de college como a una persona poco práctica y fan­tástica, que vive en un mundo de ideales y probablemente no se ganaría la vida en. el mundo de la realidad. En el mundo de los negocios se adopta a menudo esta misma actitud, principalmente si el profesor es un «inte­lectual», o sea, filósofo, humanista o sociólogo. La apreciación social de físicos, expertos de laboratorio y profesores de contabilidad es más positiva.

Dentro del marco de los grupos de enseñanza el docente puede aspirar a un más elevado rango académico, a posiciones de presidente, decano y

338 XIII. Movilidad

rector, como también a cierta reputación y cargos en sociedades científicas. Todos éstos son medio de movilidad social ascendente y aumentan consi­derablemente el status social de la persona que los posee. La necesidad de extender las facilidades escolares, que en un principio afectó a las es­cuelas elementales y a las high-schools, influye también el nivel del college. Escasean los profesores y directores competentes y constantemente se les hacen ofertas lucrativas por parte de la industria, de los negocios y de las profesiones.

Como la fe en la instrucción es un valor profundamente arraigado en la cultura norteamericana, es probable que la instrucción siga siendo un medio de movilidad social ascendente tanto para los estudiantes como para los docentes. No hay sociedad en la historia del mundo que haya hecho tanta inversión de personal, energía, tiempo, dinero y esfuerzo en la enseñanza como los Estados Unidos. El hecho de que las más impor­tantes universidades y colleges y muchas de las escuelas secundarias y elementales fueran fundadas y sostenidas por iniciativas privadas indica que el valor social de la instrucción no es resultado de una expresa polí­tica oficial. Está profundamente enraizado en la cultura y, como criterio ampliamente reconocido de status social, sigue siendo lógicamente una importante vía de acceso a la movilidad social.

4. Migración y movilidad social.

Se dice que el pueblo americano es el más migratorio en sentido físi­co y el más móvil en sentido social de todos los pueblos de la tierra. Ambos fenómenos se hallan en relación, pero raras veces se observa su influjo mutuo. La razón de que la gente emigre es probablemente para procurarse un status social más elevado y en algunos casos el hecho de haber logrado efectivamente tal status.

A lo largo de casi toda su historia los Estados Unidos han fomentado la inmigración de extranjeros. Millones de europeos llegaron a América para buscar mejores medios de vida y para procurar a sus hijos oportu­nidades de movilidad social ascendente. Aunque en la última parte del siglo pasado se fijaron ciertas reglamentaciones para la inmigración, no se establecieron restricciones reales ni porcentajes hasta después de la primera guerra mundial. Después de la segunda guerra se mitigaron un tanto con el fin de admitir a desplazados y refugiados.

Donde más claramente se echa de ver la relación entre migración y mo­vilidad es en los argumentos que han esgrimido los nativistas americanos contra la admisión de extranjeros. Han argüido que la oleada de inmi­grantes era una amenaza para el nivel de vida norteamericano, para los elevados jornales y las oportunidades de empleo, para los módulos de la enseñanza y para el general bienestar cultural del pueblo. Salta inmedia­tamente a la vista que todos éstos son criterios de status social: todos ellos

Migración y movilidad social 339

representan objetos de valor que las personas tratan de poseer cuando aspi­ran a la movilidad social ascendente. Los antiinmigracionistas argüían que los extranjeros «acapararían» estos medios, lo cual implicaba que los nati­vos verian coartadas sus aspiraciones a posiciones más altas.

La historia de los Estados Unidos demuestra que en realidad ha suce­dido lo contrario. Un inmigrante extranjero podía raras veces avanzar en el mismo estrato social que ocupaba en su sociedad de origen. Se produ­cen ocasionales excepciones entre individuos de profesiones liberales y hombres de ciencia. En los Estados Unidos, los inmigrantes en general comenzaron al nivel de las clases inferiores, con lo cual «empujaron» hacia arriba a los nativos. En la hora presente se contrarresta con el mismo género de argumentos la migración de portorriqueños, mejicanos y negros del mismo modo que se hacía con los primeros inmigrados. Pero, a causa de su status de clase relativamente bajo, su presencia no ha puesto obstácu­lo a la movilidad social de los nativos.

Otro aspecto de la relación entre migración y movilidad es el extra­ordinario ritmo con que la gente se muda de una residencia a otra. Apro­ximadamente una de cada cinco familias norteamericanas se muda cada año a una nueva dirección. Se ha insistido tanto en la migración del campo a las áreas urbanas, que no se ha prestado atención al cambio interno de residencia urbana. Las más de las veces el cambio es un factor de movi­lidad social.

Toda gran ciudad y sus suburbios demuestran que hay relación entre movilidad residencial y movilidad social. En todo mapa urbano se pueden señalar pautas de movimiento de zonas residenciales pobres a otras me­jores. Zonas en que vivían antes las mejores familias han ido poco a poco deteriorándose físicamente. Al dirigirse a ellas las clases bajas y medias, las iban abandonando las clases altas. Luego, cuando estas familias ascen­dían en la estructura de clase, buscaban a su vez otras áreas residenciales mejores. El enorme desplazamiento de familias a los suburbios se ha efec­tuado en gran parte por personas que buscan un ambiente físico en el que puedan expresar mejor su elevación de status.

Al crecer y extenderse las grandes manufacturas y establecimientos mercantiles ha surgido la necesidad de la movilidad de empleo. El término «mano de obra móvil» designa generalmente a obreros que están dispuestos a cambiar su lugar de residencia, como también a obreros que son capaces de dedicarse a otros tipos de trabajo en la industria. En la categoría de venta y gestión de negocios el término «movilidad de empleo» se refiere generalmente a las oportunidades de ascenso dentro de una compañía o in­dustria. Estas personas deben hallarse dispuestas a cambiar de residencia cuando se les ofrece una proporción de ascenso en otra ciudad. La oposi­ción a desplazarse físicamente puede destruir las perspectivas de status social superior y de promoción profesional.

Volvemos, pues, a nuestra observación del principio: algunas personas cambian su lugar de residencia porque han logrado ya un status social

340 XIII. Movilidad

más elevado, mientras que otras lo hacen porque tratan de elevar su status. Un joven busca fortuna en la ciudad o en el extranjero. Un gerente joven ascendido puede trasladar su familia a una zona residencial mejor para manifestar su elevación de status. Estos ejemplos muestran que la migración física puede ser tanto causa como efecto de la movilidad social.

5. Éxito y movilidad social.

El carácter norteamericano contiene cierto número de conceptos alta­mente valorados que se refieren directamente a la práctica efectiva de la movilidad social. El alto valor que atribuyen los norteamericanos a la acti­vidad, al éxito y a la cantidad actúa igual como causa que como efecto de movilidad ascendente. Si no se ofreciera a la gente la posibilidad de ascen­der en la sociedad de clases abiertas, no existirían probablemente estos valores. Por otra parte, si nosotros no fuéramos una sociedad «en acción», que evalúa constantemente sus resultados con módulos cuantitativos, no habría entre nosotros gentes que ascendieran en la estructura social.

a) La insistencia en la actividad se observa en todos los grandes gru­pos de nuestra sociedad. Salta a la vista en el sistema escolar, particular­mente en las high-schools y colleges, donde hay gran dosis de actividad extraescolar. Es menester forzar la lógica para hallar la importancia que tienen para el estudio las fraternidades, los proms y homecomings, o los torneos de fútbol o baloncesto.

Otro ejemplo lo ofrecen los grupos religiosos. Una iglesia activa es aquella en que alguna cosa «está siempre en marcha». Esta actividad es hasta cierto punto directamente espiritual, pero el sector en que más se marca esta actividad es por lo regular algo que está en la periferia de lo espiritual. En un caso o en otro prevalece el valor del activismo, y cons­tantemente se apremia a los miembros de la congregación para que traba­jen por la iglesia.

b) El valor de una realización no está aislado, sino que debe en algún modo relacionarse con el resultado. Los norteamericanos han sido durante mucho tiempo lectores apasionados de libros acerca del modo de prospe­rar. Los libros que nos enseñan cómo se hacen las cosas acentúan la importancia de hacer cosas con éxito. La idea importante es que el mejor modo de hacer una cosa es hacerla con éxito. Los millones de personas relativamente desafortunadas que hay en nuestro país se suelen considerar por debajo de lo normal, quizás incluso como deficientes mentales.

El ideal del éxito brilla como una llama constante en el cielo de la cultura americana. Personas urbanas, instruidas, adoctrinadas con este ideal tienen un pánico especial al fracaso. El éxito se presupone y se exige en la crianza de los niños, en el funcionamiento de la casa, en el modo de ganar amigos en las ventas, en el deporte y en las diversiones y en todas las formas institucionalizadas de comportamiento social.

Éxito y movilidad social 341

c) Un tercer valor del que ya hemos hablado es el de la cantidad. Un grupo activo, próspero, es aquel en que con frecuencia se realizan grandes números en una forma acompañada por el éxito. Miramos con respeto la fábrica más grande, con el mayor volumen de productos. Respetamos también la más grande universidad, máquina política, hospital, iglesia o almacén. Es incluso cierto motivo de orgullo el vivir en una gran ciudad.

Desde el punto de vista de la movilidad social, estos valores de acti­vidad, éxito y cantidad ejercen el mayor influjo. La movilidad hacia arriba significa para un individuo gozar de un status superior al que tenía antes, y este cambio se considera en sí mismo como un logro. Ya hemos visto que son numerosos los criterios de atribución de status y que el rol fun­cional es sólo uno de éstos. Sin embargo, en la sociedad norteamericana la propiedad de proporcionar status que tiene el rol social es mayor que en otras partes por ser mayor también la recompensa en prestigio que aca­rrea el desempeño próspero del rol.

Un análisis de este género nos desviaría de nuestro propósito si no lo enfocáramos dentro del marco ético total de la cultura americana. No de­bemos tener la sensación de que la aspiración a elevar el propio status sea el objetivo que absorbe toda la vida americana. Es probable que la gran mayoría no tenga conciencia de aspirar a esto o que no preste aten­ción refleja a la relación que hay entre la movilidad social y los factores de realización, éxito y magnitud. Sería un error científico suponer que la gente ansia groseramente el lucro o que es groseramente materialista en la prosecución ingenua de un más alto, status.

El ideal del éxito hace hincapié en las recompensas de los resultados obtenidos y éstas son, en el contexto americano, recompensas personales por actividades personales. Pero esta competición no es pura y simple­mente una guerra sin cuartel que tiene por resultado la supervivencia de los más aptos. Los factores que ayudan a las gentes a alcanzar status e influencia y fomentan así la movilidad ascendente, no están en la prác­tica divorciados de los valores definitivos de caridad, fraternidad, demo­cracia, derechos personales y sociales y dignidad humana.

Hay una sutil distinción a la que parece no prestar atención más de un crítico de la cultura americana. El pueblo americano no interpreta la realización, el éxito y la cantidad meramente como medios prácticos de lo­grar un alto status social. Por otra parte tampoco los considera como fines absolutos en sí mismos. Cuenta con la bondad moral y la corrección social de la realización, del éxito y de la cantidad. Cree que es provechoso personal y socialmente trabajar con vigor, tener éxito en el trabajo y poder mostrar grandes resultados evaluables de una realización próspera. Así se supone que la movilidad social ascendente es un corolario lógico de estos factores.

342 XIII. Movilidad

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XIV

CAMBIO

Toda sociedad y toda cultura, aun la más tradicional o conserva­dora, está constantemente sujeta a cambio. Es decir, la materia ob­jeto de nuestro estudio —los fenómenos sociales y culturales— no puede ser nunca completamente estática. El cambio es inherente a su misma naturaleza. La unidad central de la sociedad, la persona hu­mana, está sujeta a los hechos universales de nacimiento, maduración, envejecimiento y muerte; y llega el caso en que todo el personal de una sociedad desaparece y es reemplazado por otro. La unidad mínima de cultura, la pauta de comportamiento, aunque más duradera que las personas que la realizan, está sujeta a factores de cambio.

El cambio se define brevemente como una variación de un estado o modo precedente de existencia. Siempre hay algo que está sujeto a variación y el objeto así cambiado representa una reforma y combina­ción de modos anteriores de existir. El sociólogo se enfrenta aquí con el viejo problema filosófico de la permanencia y del flujo, de la unidad y de la variedad. Ya hemos visto que los fenómenos básicos sociales y culturales deben estar siempre presentes, aun cuando sean mudables. Los grupos e instituciones básicas —familiar, educativo, económico, político, religioso y recreativo— pueden cambiar de forma y conte­nido, pero se hallan necesariamente presentes dondequiera que hay vida social organizada.

Cambios recurrentes y cambios nuevos.

Todos los fenómenos que hemos estudiado en este libro —pautas y roles, status y valores, procesos e instituciones y otros— existen

344 XIV. Cambio

universalmente y son comparables entre sí. De otro modo no podría existir el conjunto de conocimientos que llamamos ciencia social. Ade­más, estos fenómenos están siempre sujetos a cambio, y el cambio mis­mo es un fenómeno permanente, objeto de análisis y estudio sociológico.

Por razones de claridad y de utilidad debemos distinguir entre un cambio permanente que se repite y un cambio que representa una modificación compartida de comportamiento. Los cambios de pautas de conducta que experimenta un nifto según va creciendo, o el cambio a que está sujeto todo adulto cuando se encuentra ante una nueva si­tuación, no son nada «nuevo» para la sociedad. Las innovaciones y las modas pasajeras, en el hablar, en el vestido, en los cantos y en los juegos, son sencillamente variantes repetidas del mismo fenómeno. Análogamente, ciclos estacionales en los negocios, en el vestido, en la alimentación, en las bebidas y en los arreglos de la casa no son sino fluctuaciones previstas de comportamiento. En sentido técnico, sólo cuando algún elemento cultural se acepta como una nueva disposición y es compartido por muchas personas, podemos decir que ha ocurrido un auténtico cambio cultural.

La diferencia entre cambios repetidos y cambios nuevos nos per­mite examinar separadamente en un capítulo la movilidad social y en otro la desviación. La movilidad social, al igual que la migración geográfica, ocurre en mayor o menor grado dondequiera que se da vida asociada. Es un fenómeno relativamente permanente, como la desviación social y cultural, que se halla también dondequiera que hay personas que viven en común. La movilidad y la desviación son, eviden­temente, formas de cambio, y sólo por razones de análisis y de claridad las examinamos como mutaciones que se repiten constantemente, y distintas de las nuevas.

Aspectos del cambio.

Para una interpretación fructuosa del cambio social y cultural es necesario comprender ciertos aspectos generales bajo los cuales el cambio puede ser enfocado. Es evidente que todo cambio es temporal. El paso del tiempo es una condición importante para que ocurran cam­bios, pero el tiempo solo no los produce. El cambio social y cultural no es análogo al proceso biológico de envejecimiento en los seres huma­nos ; la sociedad o la cultura no se fatiga ni se gasta. Se requiere tiem­po tanto para la renovación como para el abandono de formas de comportamiento.

Secuencia del cambio 345

El cambio es también ambiental; se da siempre en entornos concre­tos, tanto físicos como culturales. El entorno geográfico está constante­mente sujeto a cambios, algunos de ellos producidos por el control del hombre sobre la naturaleza y otros por los poderes incontrolados de esta misma. Ya hemos visto que el entorno cultural ejerce un gran influjo en el comportamiento de las personas y que él por su parte es también transformado por ésta.

Todo cambio, en cuanto tiene importancia sociológica, posee también un aspecto humano. El hecho de que las gentes efectúen cambios y a su vez sean afectadas por ellos, confiere al cambio la mayor impor­tancia. Además, todo el personal de una sociedad, considerado tanto desde el punto de vista de los individuos como en sentido de la plura­lidad, está en constante transformación. Las personas entran en los grupos y salen de ellos, de modo que varían el número y tipo de miembros que los forman. Al cabo de un período de tiempo, todo el personal de una sociedad queda completamente reemplazado por otro.

Estos tres aspectos combinados forman las Condiciones necesarias bajo las cuales se verifican todos los cambios. Con esto queremos decir que el cambio tiene que efectuarse en algún tiempo, en algún lugar y debe afectar a algunas personas. Aquí examinamos estos aspectos del cambio como condiciones, no como causas. Si los concebimos claramente como condiciones combinadas y necesarias, encontraremos más significativo el estudio del cambio en sí mismo.

Secuencia del cambio.

El cambio incluye la cuestión de la secuencia de los fenómenos que cambian —cuál sigue a cuál—, que a su vez implica la cuestión de ritmo y dirección. Se puede observar que una sociedad total se halla grosso modo en el período de transición entre un estadio agrícola e industrial, o que una cultura democrática se está convirtiendo en una cultura totalitaria, o que un sistema de parentesco va pasando del tipo consanguíneo al tipo conyugal.

La mayoría de los sociólogos han abandonado la idea de que sólo hay una dirección de cambio sociológico o de que existen leyes universa­les de aceleración o de disminución del ritmo. Las anteriores especula­ciones sobre la evolución de la sociedad y de la cultura según etapas netamente establecidas desde las formas más bajas a las más altas, han perdido su significado. No tenemos necesidad de ocuparnos de vagas presuposiciones históricas, como, por ejemplo, que la promiscui-

346 XIV. Cambio

dad sexual entre los primitivos se cambió en matrimonios de grupo, luego en poligamia y finalmente en monogamia, o que la religión se desarrolló pasando de la magia al politeísmo y luego al monoteísmo. El estudio empírico de los pueblos primitivos contemporáneos ha des­cartado este género de teorías.

El análisis comparado de las culturas ha mostrado que el ritmo del cambio varía enormemente. De hecho este ritmo ha sido uno de los criterios útiles empleados por los sociólogos para clasificar las sociedades. La diferencia entre cambio lento y rápido constituye un indicio sumamente importante de la diferencia entre el tipo comunal y el asociacional de sociedad, entre sociedades abiertas y cerradas, entre culturas rurales y urbanas, y otras.

El análisis interno de una sociedad muestra que el cambio se realiza con ritmos diferentes de un grupo a otro. Incluso cuando notamos que una cultura industrial urbana cambia muy rápidamente, vere­mos que algunas de sus instituciones se mantienen relativamente tradi­cionales y conservadoras. Ya vimos que la teoría del atraso cultural se basa en esta observación. En una sociedad técnicamente próspera las instituciones y grupos económicos cambian más rápidamente que las instituciones y grupos religiosos y familiares.

Cambio planeado y no planeado.

Tanto el ritmo como la dirección del cambio dependen en gran manera de que éste sea deliberado o no deliberado. Por cambió deli­berado, inducido, nos referimos al que efectúa con control social, engineering, y planes, por jefes, inventores, reformadores y «grupos de presión». La gente, por diferentes motivos, prevé la dirección en que le gustaría que se moviesen la sociedad y la cultura y hace esfuer­zos por llevar a cabo el cambio deseado; así, por ejemplo, un fabri­cante construye una fábrica para la producción de un nuevo invento. A veces hay consecuencias no previstas de estos esfuerzos, como los barrios bajos en una ciudad industrial que se extiende rápidamente, pero se entiende que la dirección general ha de ser de progreso hacia adelante.

La teoría histórica del «gran hombre» no es una explicación exclusi­va y universal del cambio social y cultural; todo gran reformador debe operar en condiciones favorables. Sin embargo, no cabe la menor duda de que hombres individuales (santos, héroes, dictadores y otros) fueron instrumentos para la realización de importantes cam-

Factores del cambio 347

bios. Emplearon, en formas crudas o refinadas, las diferentes técnicas de propaganda y de presión. Los movimientos de masas, inspirados por tales individuos, se extendieron por todos los países.

El cambio no deliberado es generalmente imprevisto. Con frecuen­cia ocurre a consecuencia de catástrofes naturales, como inundaciones, sequías y terremotos, y la importancia de sus efectos depende de su rigor y de la capacidad de la sociedad para absorberlo o para reac­cionar ante él. Estas catástrofes son en sí mismas cambios súbitos, y generalmente exigen que las personas hagan rápidos reajustes en su comportamiento. Se dan también ciertos factores biológicos no deli­berados, como nuevas enfermedades e incluso mutaciones genéticas, que no se pueden explicar por agentes humanos.

Cualquier teoría determinista que atribuya todo cambio social y cultural a estas incidencias no deliberadas, debe ser científicamente sospechosa. Los agentes humanos y no humanos ejercen acciones y reacciones recíprocas. Un determinismo ciego e inevitable, como único o principal factor, no goza ya del respeto científico. Cuando el hombre, con su conocimiento técnico y su competencia administrativa, adquiere más y más control de su ambiente físico, decrece la importancia del cambio no planeado y de las fuerzas «ciegas» de la naturaleza.

Factores del cambio.

Los sociólogos han descartado la antigua idea evolucionista de un cambio por etapas progresivas e inevitables. Igualmente han abando­nado la fácil explicación de una causalidad única para los cambios en la cultura y en la sociedad. Los factores de cambio no se pueden aislar y tratar como si fueran causas únicas suficientes. Es un sofisma fundamental elegir el marco geográfico, la herencia biológica, la pro­videncia sobrenatural o los genios personales como únicas causas completas. También es contrario a los hechos históricos acentuar una causa general principal del cambio, como lo hacen los fautores del determinismo' económico, del emanatismo idealista, etc.

Ya hemos visto que el cambio puede ser planeado y deliberado o fortuito y no deliberado. Se pueden reconocer e introducir factores aislados y es cierto que determinados cambios menores en la sociedad y en la cultura se pueden explicar por ellos. Sabemos en general que los cambios en la legislación y en las exigencias de su cumplimiento han ejercido un gran influjo en las costumbres y en las prácticas popu­lares. Sabemos que el cambio en el sistema de crédito o en la producción

348 XIV. Cambio

mecánica pueden dar origen a toda una serie de acciones y reacciones, algunas de ellas imprevistas. Sabemos también con absoluta certeza que ninguno de estos factores es una causa universal que provoque todos los cambios en la sociedad y en la cultura.

A pesar de lo que sabemos científica y empíricamente sobre la causalidad múltiple, todavía se recurre con frecuencia y sin método a la teoría del factor único. La gente sigue atribuyendo el «estado de cosas actual», es decir, todo el sistema social y cultural, a la herencia racial, el marco geográfico, a la intervención sobrenatural, o a toda una serie de factores misteriosos, como el destino ciego, la evolución automática y la mala suerte. Es cierto, por supuesto, que factores físicos, como cambios climáticos, sequías y erosiones del terreno, y factores biológicos, como pestes, disminución de la fecundidad y se­nilidad creciente, pueden cambiar el curso normal y previsto de una sociedad. Pero a medida que estos factores se pueden y se han podido dominar, ha disminuido la fuerza de su influjo causal.

Cambio y progreso.

El análisis de la dirección del cambio implica directamente la apreciación de si un determinado cambio es ejemplo de adelanto y progreso o de degeneración y retroceso. Un cambio inducido se supone generalmente que ha de ser provechoso y progresivo, mientras que los cambios no deliberados e imprevistos pueden ser provechosos o perju­diciales. La apreciación del cambio depende, sin duda, en muchos casos de lo que la gente estime deseable o indeseable en una sociedad. Por tanto, en los términos más generales, el progreso es un movimiento consciente hacia objetivos aprobados y deseables.

No obstante, es científicamente discutible el empleo exclusivo de un criterio de esta índole. Equivale a fundamentar la estimación del progreso en los valores, ya sean los que se profesan en privado y subje­tivamente o los que existen objetivamente en la cultura. Si una persona mide el progreso social conforme a sus propios criterios de valor, se expone a dar una interpretación privada y poco científica. Si em­plea los valores comunes de la cultura, corre peligro de sucumbir a la «falacia de los números», es decir, de concluir que lo que mucha gente desea es intrínsecamente progresivo. Lo que hace es sencillamente mul­tiplicar la interpretación privada convirtiéndola en interpretación de masas.

El modo de eludir este dilema consiste, sin duda, en emplear como

Cambio y progreso 349

criterio de progreso una relación entre el fin y los medios. Por ejemplo, toda institución importante tiene por fin la satisfacción de ciertas necesi­dades sociales y culturales de la gente. Los medios empleados dentro de cada institución se pueden analizar cuidadosamente y se puede deducir grosso modo una generalización del grado en que se realizan en la cultura total los fines institucionales. Dado que ninguna socie­dad permanece inmóvil, el grado en que los cambios aumentan o dis­minuyen las satisfacciones culturales indica el grado en que una so­ciedad es progresiva o regresiva.

Conviene notar, sin embargo, que no todos los fines se pueden definir claramente o apreciar objetivamente. Hay algunas áreas ins­titucionales, en que no se comprenden claramente los fines y los medios, en parte porque existen grandes lagunas en nuestro conocimiento científico de la sociedad y de la cultura, y en parte porque la gente carece de voluntad y de capacidad para usar medios racionales dirigi­dos a los fines propuestos. Por ejemplo, a cierto nivel de las instituciones educativa y política no sólo hay conflicto de valores, sino también cierta difusión de los objetivos, de modo que no es posible decir exac­tamente que una línea de realizaciones sea más progresiva que otra.

No obstante, ciertos niveles básicos de todas las instituciones impor­tantes se pueden apreciar por la relación entre medios y fin. Si admi­timos que la producción de mayor número de artículos a precios más bajos es un fin objetivo de la institución económica, podemos ver fácil­mente que la producción mecanizada es superior y más progresiva que el sistema de trabajo manual. Si admitimos que la garantía de la justicia y la protección de la ley para el mayor número de ciuda­danos son fines objetivos de la institución política, podemos comparar el grado en que las diferentes sociedades han logrado estas metas.

Conviene destacar que un cambio rápido no es sinónimo de progre­so. En algunos casos las culturas que cambian más rápidamente en el mundo moderno son las que han hecho grandes progresos en los aspectos técnico, material e industrial de la sociedad. Los conatos de introducir cambios mediante planes quinquenales en la industria han dado, a veces, como resultado la dislocación de las instituciones no económicas. Este género de experiencia indica que el sociólogo debe examinar el ritmo y la dirección de todas las instituciones dentro de la sociedad y sólo después juzgar sobre la base de la relación entre medios y fines.

Es evidente, por lo tanto, que una comparación inteligente y fruc­tuosa de las culturas requiere el estudio y la apreciación de las institu­ciones paralelas. El progreso en el sistema educativo de una sociedad

350 XIV. Cambio

no se puede comparar con el progreso de la institución política en otra o de la institución económica de una tercera. Ésta es precisamente la zona en que actúan el etnocentrismo y las falsas interpretaciones. La persona etnocéntrica toma el progreso de una institución particular en su propia cultura como criterio para apreciar la cultura total de otra sociedad. Es una regla elemental de lógica que sólo los objetos com­parables se pueden comparar.

Cambio funcional y estructural.

Hemos visto que hay grandes diferencias en las pautas de compor­tamiento de una cultura a otra. Las distintas maneras en que las dife­rentes personas persiguen sus fines sociales indican que las funciones sociales y culturales están sujetas a cambio. Aquí también el ritmo y la clase de cambio difieren de una sociedad a otra. La comunicación a distancia se puede efectuar todavía en algunas sociedades por medio de señales de humo o de redoble de tambores, mientras que en otras sociedades a lo largo de un siglo se ha pasado del correo terrestre al correo aéreo y al teléfono, a la comunicación por radio y televisión.

El estudio del cambio funcional dentro de una cultura tiene im­portancia para el sociólogo. Lo que hace la gente y el modo como lo hace indican las uniformidades repetidas de comportamiento social que se pueden comparar de una cultura a otra. Siendo la cultura una realidad dinámica, sus principales cambios y evoluciones se pueden seguir mediante la observación de las funciones de la gente en k vida de grupo, es decir, de las personas en sus variados roles sociales en los grupos importantes de la sociedad. Seguir el desarrollo del rol paterno, del rol de trabajador, del rol de ciudadano y otros a través de un período de tiempo, proporciona una visión fructuosa del cambio funcional.

El concepto de estructura social no es el de una combinación rígi­damente estática de las partes. Si bien toda sociedad tiene un sistema ordenado de status personales y de grupos y de posiciones sociales y de estratos relacionados entre sí, con todo', este sistema estructural en su conjunto es un «organismo que vive». En él hay dos clases de cambios simultáneos: el movimiento de la estructura total a través del tiempo y el movimiento de las partes en relación unas con otras dentro de la estructura total. Estos dos aspectos del cambio están tan íntimamente entrelazados, que sólo se pueden separar conceptual y analíticamente.

Condiciones del cambio 351

El cambio estructural va envuelto en fenómenos como los siguien­tes: el desarrollo de la burocracia, la contracción de la clase obrera no especializada, la expansión de la clase media, la multiplicación de especialistas en las funciones y el desplazamiento del poder social de las agrupaciones económicas a las políticas. Todos éstos son ejem­plos del modo como está sujeta a cambio la posición relativa de las personas, clases y grupos. Un cambio en cualquiera de éstos implica cambios en los otros sectores interrelacionados de la sociedad y un reajuste gradual de la estructura total.

Esta distinción entre cambio funcional y estructural se equipara a veces vagamente con la distinción entre cambio social y cultural. La idea es que el sistema cultural es dinámico y el sistema social está­tico, y esta distinción puede ser útil en algunos aspectos de la investiga­ción sociológica. Sin embargo, el hecho es que los componentes de la cultura están estructurados unos en relación con los otros y que cada uno de los componentes de una sociedad son objetos en función. Parece más lógico definir el cambio cultural como el que ocurre en­tre las unidades de la cultura, y el cambio social como el que ocurre entre las unidades de la sociedad. Pero, dado el íntimo enlace en que están sociedad y cultura en la situación concreta, incluso esta distinción se debe emplear con reservas.

Condiciones del cambio.

A veces se da un entrecruzamiento erróneo de significados entre los conceptos de condición y de factor. Por condiciones del cambio entendemos sencillamente las circunstancias en que es probable que éste ocurra, y por factores del cambio las causas que pueden produ­cirlo. El paso del tiempo es evidentemente una condición, no una causa. El entorno físico es, desde un punto de vista, una condición de cambio, pues todo cambio debe ocurrir en algún sitio, pero a veces puede también ser factor.

El sociólogo, al considerar la presencia de un entorno físico y bio­lógico como circunstancias en las que se efectúa el cambio, se fija más directamente en las condiciones sociales y culturales. Existen diversas condiciones generales en las que suele ocurrir el cambio social y cultural:

a) En toda sociedad los modos tradicionales institucionalizados de comportamiento suelen atender a las necesidades reconocidas de la gente. Pero cuando aparecen «nuevas» necesidades — creadas, imagi-

352 XIV. Cambio

nanas o reales—, originan una situación en la que con frecuencia se intenta el cambio, y a veces se efectúa. Por ejemplo, el complejo del automóvil ha creado toda una serie de necesidades que se han satisfecho por medio de autopistas, moteles, teatros de drive in, clubs, de automóviles, seguros contra accidentes y otras muchas innovaciones. La creación de necesidades es especialmente característica de una so­ciedad industrial y comercial de producción en masa.

b) La necesidad está íntimamente ligada con la disposición para el cambio, las actitudes de expectación y de previsión que tienen las personas en la sociedad. Los que están más o menos satisfechos con el status quo y desconfían de las innovaciones, no crean condiciones favorables al cambio. Donde la gente ansia nuevas y «mejores» ma­neras de educar a los niños, de distribuir las rentas, de agilizar el go­bierno o de fomentar los valores religiosos, procuran condiciones fa­vorables para el cambio.

c) El caudal acumulado de conocimientos es una condición im­portante para el cambio, porque las nuevas maneras de hacer las cosas se basan generalmente en formas ya existentes. La condición depende tanto de la cantidad como de la especie de los conocimientos de que se dispone. Según que los conocimientos sean abundantes, variados, organizados y transmisibles, contribuirán a determinar el punto de par­tida para adquirir nuevos conocimientos. Una sociedad en que el cau­dal de conocimientos es rígido, conservador y dogmático no ofrece fáciles condiciones de cambio. Viceversa, los cambios serán más rá­pidos cuanto más flexibles y manejables sean los conocimientos.

d) El tipo de los valores dominantes que existen en una cultura y la actitud u orientación general de la gente frente a ellos, son una importante circunstancia de cambio. Si el espíritu científico de búsqueda está acoplado con una fe pragmática en la perfectibilidad social, son casi inevitables los cambios introducidos deliberadamente. La insistencia en los valores tradicionales y quietistas crea una situación en la que los cambios sólo suceden con lentitud.

e) El grado de complejidad de la estructura social y cultural es también una condición de cambio. Una sociedad en que haya gran diferenciación y multiplicación de status y clases,' especialización y división de funciones y un sistema fácil de comunicaciones y trans­portes es sumamente propicia a la mutación.

Conviene notar que todas estas condiciones favorables se hallan presentes en una sociedad en la que ocurren cambios frecuentes: unas y otras se complementan. Es difícil determinar cuál de ellas sea la más importante, pues una sola tomada por separado no sería una condición

Invención y difusión 353

suficientemente favorable. Además, todas ellas pertenecen a la esfera de la cultura «no material» y presuponen el favorable ambiente físico y biológico de que hemos hablado. En general, las condiciones no ma­teriales son mucho más importantes y reveladoras que las condiciones materiales en el estudio del cambio social y cultural.

Invención y difusión.

Aun cuando hemos examinado tanto los factores como las con­diciones de cambio, nos queda por estudiar otra cuestión relativa a la fuente del cambio. Al fijar nuestra atención en el elemento cultural, es decir, humano en el cambio, nos preguntamos quién lo origina. La respuesta es que una nueva modificación de las formas de comporta­miento es inventada o tomada de otros. Los cambios sociales y cultu­rales se verifican sólo por invención dentro de la cultura o por difusión de otra cultura.

La invención se puede definir como una Variación creativa que pone en nueva combinación dos o más elementos que ya existían en la cultura. La difusión es la introducción de una modificación de com­portamiento tomada de otra cultura. Estas dos fuentes de cambio se estudian con frecuencia como si fueran diferentes, pero en realidad tienen muchos rasgos comunes. El contacto y la comunicación son esenciales a ambas, y la sociedad que goza de gran contacto inter­cultural es probablemente la que experimenta cambios más numerosos y rápidos.

El factor crucial común tanto en la invención como en la difusión es, sin embargo, el modo como una sociedad acepta una innovación. El estudio comparativo de las culturas muestra que hay una selectividad de cambio, que las sociedades no aceptan toda innovación, ya pro­venga de dentro o de fuera de la propia cultura. No existe un criterio único para juzgar de esta selectividad cultural. La utilidad del cambio es un índice parcial, pero se dan casos en que una sociedad rechaza un cambio evidentemente útil. Así pues, lo apropiado o conveniente del cambio es también un indicio parcial, pero es únicamente otro término para designar la combinación de condiciones de que acabamos de hablar.

La invención interna y la difusión externa son fuentes de causali­dad que ejercen un influjo mutuo y cumulativo en el cambio. La so­ciedad que se muestra dispuesta a aceptar ideas, pautas de compor­tamiento y rasgos culturales importados de otras sociedades, está por lo regular también pronta a hacer sus propias innovaciones. Una so-

354 XIV. Cambio

ciedad internamente inventiva busca también conocimientos en el con­tacto con otras sociedades. En cierto sentido, todo cambio social es ajeno y extraño, ya se origine dentro o fuera. A pesar de esta extrañeza las exigencias de tiempo y lugar hacen que sea más fácil aceptar rá­pidamente una innovación doméstica, que una importada de fuera.

Resistencia al cambio.

Si bien es cierto que el cambio es un fenómeno universal, debemos recordar que las sociedades y culturas son relativamente permanentes y estables. Difieren ampliamente en el ritmo y en la dirección del cam­bio, en el grado en que las condiciones le son favorables y en el modo en que se deja actuar a los factores. Las funciones y estructuras sociales y culturales no cambian ni siquiera en las poblaciones dinámi­cas. Algunos factores de resistencia al cambio se han institucionalizado.

La demostración intracultural más clara de esta resistencia al cambio es la comparación entre las normas y los simples usos. Ya vimos que las normas permanecen por estar caracterizadas por la más am­plia conformidad, los valores más altos y la más fuerte presión social. Las pautas de comportamiento que la sociedad considera realmente valiosas son aquellas a las que la gente debe conformarse y de hecho se conforma. Por consiguiente ofrecen la mayor resistencia a la inno­vación. Los usos no implican la misma constricción ni la misma resis­tencia, por lo cual cambian más fácilmente.

Análogamente, desde un punto de vista institucional las institucio­nes importantes en las que están más profundamente enraizados los mores son las más resistentes al cambio. Así se explica por qué las instituciones religiosa y familiar cambian más lentamente que las ins­tituciones importantes y por qué se mantienen más fuertes que otras a través de revoluciones y catástrofes naturales. La misma naturaleza de los mores institucionalizados hace que sean tradicionales, que por medio de la repetición y el hábito hayan tenido la máxima duración.

ALGUNOS ASPECTOS DE CAMBIO EN LOS ESTADOS UNIDOS

1. Explicaciones supersticiosas del cambio.

La diferencia entre predicción científica y previsión general es algo bien conocido por los sociólogos. La primera se basa en un conocimiento

Explicaciones supersticiosas del cambio 355

exacto de los hechos, mientras que la segunda es, en el mejor de los casos, una estimación conjetural de probabilidades. No obstante, ambas coinciden en ocuparse de factores, condiciones y explicaciones de cambios. Se podría creer que el pueblo norteamericano es lo bastante inteligente para preferir la predicción científica a las diferentes fuentes de previsiones a que se re­curre con frecuencia.

La superstición se define como la atribución de poder sobrenatural o preternatural a un objeto que no lo posee. En Estados Unidos está exten­dida la irracional creencia de que algunos objetos pueden por sus propias fuerzas influir en el curso futuro de la acción. Esta creencia es diferente de la profesada por los que miran a los cristales, los que leen en las hojas de té, los manipuladores de cartas, los que dicen la buena ventura y otros charlatanes que sólo pretenden leer en el porvenir, aunque sin poder influir en él. Estos tales emplean diferentes objetos como indica­dores, no ya como causas de sucesos futuros.

He aquí algunas de las prácticas supersticiosas corrientes entre los norteamericanos:

a) Ciertos pronosticadores pretenden hallar un nexo causal entre el objeto en que «leen» y algún acontecimiento futuro. En este sentido operan con factores de cambio. Ejemplos de esto son los que leen en la palma de la mano y los frenólogos, que, partiendo de ciertas características poseí­das por el sujeto, predicen cómo procederá éste en el futuro. Se supone que las líneas de la palma de la mano son causas de actos futuros, así como las variaciones de la estructura craneal se interpretan como explica­ciones de comportamientos.

b) Adivinos y espiritistas que actúan como «médiums» entre el mundo del espíritu y sus clientes son las más de las veces embaucadores. Pre­tenden fraudulentamente tener poder para aportar mensajes del mundo exterior, pero ellos mismos no creen en tales prácticas supersticiosas. Cons­tituyen, sin embargo, un importante foco desde el punto de vista cultural para muchas personas que recurren a sus servicios y frecuentan sus se­siones. Los clientes son gentes supersticiosas que no sólo tienen curiosidad por presenciar fenómenos extraordinarios, sino que además buscan direc­ción para el futuro. Creen poder informarse sobre lo que les espera y adoptar medidas para modificar su comportamiento.

c) A un diferente nivel de superstición se hallan las numerosas per­sonas que llevan consigo amuletos: una pata de conejo, una herradura, un'trébol de cuatro hojas y otros muchos símbolos de fortuna. Hay otros que asocian la mala suerte con la sal derramada, con gatos negros, para­guas abiertos, escaleras de mano o que creen que el trece es un número de mal agüero o que tres no deben encender el cigarro con la misma cerilla. Hombres de negocios que se ponen determinado traje cuando tienen que concluir un asunto importante, mujeres que prefieren un asiento deter­minado cuando juegan a las cartas, deportistas que se atan el calzado en determinada forma, todos éstos son ejemplos de personas, por lo demás

356 XIV. Cambio

inteligentes, que creen supersticiosamente que pueden influir en el por­venir.

d) La más curiosa de las prácticas supersticiosas modernas es el actual renacimiento de la astrología. El influjo de los planetas y de las estrellas en el comportamiento era antiguamente considerado como una tesis cien­tífica razonable, pero los hombres de ciencia serios hace ya tiempo que han abandonado tal creencia. No obstante, existen millones de norteame­ricanos instruidos y hasta cultos que consultan horóscopos, compran libros y revistas de astrología y estudian almanaques para cerciorarse de que los «signos son buenos» antes de emprender alguna cosa de importancia. Muchos periódicos traen una columna con el horóscopo, y el negocio de la astrología produce anualmente millones de dólares.

Es un fenómeno curioso el que muchos norteamericanos tratan efecti­vamente de introducir cambios sociales por medio de prácticas supersti­ciosas. No hemos aprendido todavía todos los secretos de la naturaleza; no hemos llegado al límite de las invenciones y descubrimientos; sin embargo, nuestro caudal de conocimientos es suficiente para proporcio­narnos una suficiente metodología y una guía inteligente en el cambio social. Mantenemos un enorme, complejo y dispendioso sistema escolar con el objeto principal de enseñar a la gente a vivir racionalmente. Nuestro equipamiento técnico y nuestra experiencia científica pueden afrontar ven­tajosamente la comparación con los de cualquier sociedad moderna.

Esta contradicción entre el comportamiento científico y el supersticioso se mitiga por el hecho de que la mayoría de prácticas supersticiosas se limitan a ciertos sectores del comportamiento. Si la persona tiene un in­tenso deseo de algo —felicidad en el matrimonio, aumento de salario o ganar en el juego—, puede adoptar las medidas inteligentes al efecto y luego añadir el corroborativo de un trébol de cuatro hojas «sólo para la suerte». Especialmente si interviene una parte importante de azar y es difícil predecir los resultados, dejemos al individuo que se fíe de sus amuletos. Finalmente, si hay cierta confusión o falta de conocimientos en el sector en que se desea el cambio, se recurre a supersticiones. Todas estas condiciones combinadas nos hacen ver que, a pesar de su persistencia, las prácticas supersticiosas no suelen ser otra cosa que pautas suplemen­tarias de comportamiento.

La presencia inconsecuente de estas pautas irracionales de conducta al lado de los sistemas científicos más avanzados en el mundo, es una viva demostración de la tenaz persistencia del folklore. Incluso personas que hacen estas cosas por juego y sin convicción, sirven de canales de transmisión de prácticas tradicionales anticuadas. A veces son también los críticos más severos de los ritos mágicos primitivos, de las creencias orien­tales, de las prácticas de los campesinos y hasta del auténtico simbolismo religioso en su propia sociedad.

Cambio social radical 357

2. Cambio social radical.

En la terminología sociológica norteamericana la palabra «radical» pa­rece tener terribles connotaciones de destrucción, nihilismo, anarquía, y subversión. Parte de la aversión hacia el radicalismo parece ser la noción de que es una importación extranjera, que sólo extranjeros fomentarían pro­gramas de sedición e insurrección para amenazar y socavar los fundamen­tos del modo de vida norteamericano. Las distintas versiones de la ideolo­gía marxista se consideran una conspiración internacional para derribar las queridas instituciones tradicionales de la familia, la religión, la educa­ción, el gobierno, los negocios, e incluso nuestras actividades recreativas y ociosas.

Cuesta creer a no pocos norteamericanos que puedan existir versiones castizas de radicalismo como las que profesan ciertos grupos de militantes negros y los que aparecen como «radicales universitarios» en los grandes centros de los Estados Unidos. Estemos o no seguros de los orígenes ex­tranjeros y anti-americanos de la ideología de estos grupos debemos acep­tar que la gente en ellos envuelta es genuinamente norteamericana, y que intenta llevar a cabo un cambio radical en las instituciones de este país. Sin intentar establecer o predecir el grado de éxito en los cambios logrados por tales movimientos, analizaremos ahora el sentido del cambio social radical.

a) Una de las particularidades del movimiento radical es que planea sus maniobras para provocar el cambio, pero no los objetivos de éste. Exis­te apenas un vago esquema de la «nueva sociedad» que debe emerger como resultado del cambio radical. Parece que la razón está en qué la sociedad ha sufrido ya bastante de demasiado planeamiento, que el interés inme­diato debe colocarse en la pronta sustitución de los planes y los planifica-dores que han complicado la vida de los norteamericanos. El cambio cien­tíficamente controlado requiere algún concepto de ambos términos del pro­ceso, es decir, dónde empieza y adonde va. El cambio radical es aparen­temente no directivo en el sentido de que no presente una clara substitu­ción de lo que se cambia.

b) Estos radicales norteamericanos han sido llamados New Left, y aunque pretenden representar los intereses del hombre corriente no cons­tituyen un movimiento de masas, o popular. Según la New Left, la gente, comprendida la mayoría de estudiantes de bachillerato y de universidad, no está todavía preparada para un cambio radical; han sido seducidos por una pasiva aceptación del status quo y sería, en consecuencia, inútil orga­nizar un referéndum democrático para averiguar lo que quieren. Por tanto, el cambio radical se promueve como algo bueno para el pueblo, pero no como algo promovido por el pueblo en un movimiento de masas.

c) El proceso del cambio radical no se concibe de manera democráti­ca, y eso se echa de ver por las llamadas demandas «no negociables». So-

358 XIV. Cambio

lamente se admite a los «auténticos creyentes» en las reuniones en que se están formulando las demandas en cuestión, lo que implica que los blancos se excluyen de las reuniones de negros, y los liberales y conservadores de las de radicales. Una vez presentada al Establishment la lista de demandas, no hay necesidad de argumentación, ni conrpromiso, ni acuerdo mutuo. Esto resulta harto extraño a la práctica norteamericana comúnmente acep­tada del toma y daca, a través de la que se consiguen normalmente los acuerdos.

d) El hecho de que los radicales se nieguen a discutir cuestiones con el Establishment resulta de una especie de principio de anti-instituciona-lismo, Cuando dicen que el sistema está corrompido y debe destruirse, no pretenden solamente que debe apartarse de él, de la organización y de la burocracia institucionalizada a la gente corrupta. Pretenden que las institu­ciones son inherentemente malas. Ello indica una ignorancia notable de la ciencia social y del hecho básico de que toda vida social se encuentra en todas partes institucionalizada. Desde tal punto de vista, el cambio social radical se contradice a sí mismo.

e) Dado que el cambio social radical no puede cumplirse a través de un proceso democrático o de un movimiento de masas popular, sus porta­voces están dispuestos a emplear otros medios. Lasi intenciones parecen ser una imitación de la desobediencia civil no-violenta del movimiento de los derechos civiles, pero la realidad está lejos de ser pacífica. Consiste en una deliberada provocación de la autoridad social, particularmente de la poli­cía, con la clara expectativa de los arrestos y otros castigos que este tipo de acción va a acarrear. Pero se observa un rechazo general de la condi­ción de testigo de la causa, en las demandas de amnistía general para todos los implicados en estas tácticas.

Uno de los aspectos interesantes acerca del cambio social radical, como se ha visto en los últimos años, es que ha sido efectivo sin tener éxito. En vez de destruir las instituciones a que se oponen, las acciones de los radi­cales han impuesto programas de reforma dentro de las instituciones. Han puesto al descubierto los defectos que probablemente se hubieran reme­diado con los años en las instituciones norteamericanas, y se otorga ahora seria e inmediata consideración a estos defectos.

3. Limites del cambio.

El «espíritu» de aventura y de progreso de la cultura norteamericana y su espectacular éxito material han inducido a algunos extranjeros a ob­servar que los Estados Unidos son un país de «posibilidades ilimitadas». No faltan norteamericanos que comparten esta fe ingenua en el progreso y en el porvenir. Esta idea predomina especialmente en el campo de los cambios materiales y técnicos que se pueden medir por millas de carreteras asfaltadas, de cables telefónicos subterráneos, de rutas de vuelos aéreos, y por cifra de automóviles, de aparatos de televisión y de frigoríficos.

Límites del cambio 359

El hecho de que esta multiplicación haya sido tan llamativa, haya aportado ventajas a tantas personas y haya sido tan rápida, induce a concluir que no se puede prever su fin. Nos hemos acostumbrado al pro­greso rápido, y lo definimos en términos mensurables. Algunos han lle­gado a la conclusión de que la ciencia física no ha hecho todavía más que «escarbar en la superficie» de las potencialidades naturales y que no han de cesar nunca las maravillas mecánicas.

a) Aunque no incumbe al sociólogo juzgar de los límites y potenciali­dades de las ciencias físicas, una apreciación científica realista de las ten­dencias y cambios indica algunas zonas en las que han de terminar las tendencias y los cambios han de ser limitados. Por ejemplo, si hay una ten­dencia a largo plazo hacia un rebajamiento de la edad media del ma­trimonio, hay también un punto en el que ha de detenerse la tendencia. No sólo barreras biológicas, sino también tabús culturales se oponen al matrimonio entre niños. El porcentaje de casados en nuestra población ha ido elevándose durante largo tiempo, pero también esto debe alcanzar un punto de saturación. En toda sociedad hay un número limitado de parejas posibles y ello resulta particularmente importante en un sistema de matrimonio monógamo.

b) El cambio social tiene una limitación en Ja disposición de la gente y de las instituciones para aceptar novedades. En muchos casos se puede hablar de un límite de la rapidez y subitaneidad del cambio. Comúnmente se afirma que los ingenieros han planeado automóviles, aviones y trenes radicalmente nuevos, pero que el público se niega a aceptarlos por ahora. El límite de lo repentino se observa en los veinte años que transcurrieron entre el establecimiento de negociaciones colectivas entre patronos y obreros en la industria y el sueldo anual asegurado; también pasaron unas dos décadas entre la admisión de un negro en una universidad blanca del Sur, y la prohibición general de la segregación escolar pública, prohibición que no ha llegado todavía a verse cumplida del todo.

c) Toda tendencia que implique a gran número de personas y de ac­ciones físicas debe necesariamente tener un límite. En la zona de des­arrollos culturales de orden no material no siempre se encuentran límites. Si el incremento de la instrucción se computa por el número de años y de personas implicadas, es ciertamente limitado; si se computa por el progreso de los conocimientos, hay sin duda posibilidad de un perfec­cionamiento continuo. Análogamente, si la mejora de las relaciones de grupos se analiza en términos de las virtudes sociales de justicia y de amor no parece que haya un punto en el que deba limitarse.

d) El cambio social y cultural está limitado por el número de las formas que pueden adoptar los principales fenómenos. El número y la clase de roles sociales que puede desarrollar un individuo y que puede contener una sociedad son limitados; y las posibles variaciones importan­tes en el sistema económico institucionalizado son también relativamente pocas. Con otras palabras, existen fronteras ante las que tiene que déte-

360 XIV. Cambio

nerse el cambio, y si ello no fuera así, no se podría lograr un cuerpo de ciencia sociológica.

Sin embargo, hablando en general, el pueblo norteamericano no se in­teresa en las llamadas variaciones laterales de lofc fenómenos sociales y culturales. Las formas básicas de nuestras instituciones y grupos importan­tes están bien establecidas; ciertas variaciones internas se pueden permitir e incluso estimular. El principal interés reside en la dirección lineal, «hacia adelante y hacia arriba» de las tendencias y de los cambios. Lo que se requiere no es que el capitalismo, la democracia o el cristianismo cambien para convertirse en algún otro sistema económico, político o religioso esen­cialmente distinto, sino que estas instituciones continúen «mejorando». La idea general es, a lo que parece, que si tienen límites los provechos deri­vados de estas instituciones, distamos todavía muchísimo de haberlos al­canzado.

Resumiendo: Hemos hecho las siguientes observaciones respecto a los límites del cambio en la sociedad y en la cultura norteamericanas:

a) Algunas tendencias tienen un punto evidente de saturación, como las que se fundan en bases biológicas de sexo y de edad. En otras ten­dencias, que implican la multiplicación de productos materiales, no se ve todavía claro el nivel de saturación.

b) Tendencias en el desarrollo de la cultura no material, como ins­trucción, conocimientos y virtudes sociales, parecen incluir la posibilidad de perfeccionamiento continuo.

c) Parece haber implícitas limitaciones en la subitaneidad del cambio, que resultan tanto de las exigencias de tiempo como de la disposición de la gente para aceptarlo.

d) Existe también un límite del número de formas institucionales ma­yores asequibles a toda cultura. El pueblo norteamericano parece tener interés en mejorar las que ya están establecidas, más que en cambiarlas por otras.

4. El cambio engendra cambio.

La creencia en una causalidad única del cambio social es uno de los errores más difundidos en el pensar social entre nuestro pueblo y quizá también en la mayoría de los demás. El estudiante atento observa este error en las conversaciones de todos los días. Hay mucha gente que parece tener una solución favorita para un problema o para todos los problemas. Oímos decir que «el único medio para resolver el problema racial es la instruc­ción», o que «desaparecerán los problemas del mundo si nos deshacemos de los comunistas».

Esta falacia de la solución única prevalece en personas que desean re­sultados rápidos y pragmáticos e ignoran las profundas complejidades de la sociedad y de la cultura. Esta actitud simplista pasa por alto el hecho

El cambio engendra cambio 361

demostrable de que todo cambio social implica una serie de cambios, que la red de acción y reacción se extiende más ampliamente en las socieda­des más complejas, y que en los fenómenos sociales y culturales es imposi­ble la absoluta estabilidad y equilibrio. Estos tres hechos ayudan a enten­der por qué el cambio social no se puede atribuir a una causalidad única y no puede redundar en soluciones totales.

a) Cada cambio implica otros muchos cambios. Estaban equivocados los que creían que el sufragio político para las mujeres, ganado mediante la enmienda de la constitución, satisfacerla al movimiento femenino para la igualdad de derechos. Un número cada vez mayor de mujeres fue ocu­pando trabajos lucrativos, especialmente en las tareas de cuello blanco, administrativas, y en los despachos. Ello tuvo su efecto en las relaciones familiares, especialmente en el status comparativo de marido y mujer. El uso generalizado de los medios contraceptivos ha sido otro factor impor­tante en el cambio de status de la mujer norteamericana.

Es probablemente cierto decir que «un cambio acarreó otro» en la cuestión de la igualdad de derechos de las mujeres, pero resulta difícil colocar todos estos factores en una escala de cambios sucesivos. La igual­dad política puede conducir a la igualdad laboral o proceder de ella. La experiencia de la educación mixta puede ser tan importante para cambiar el status matrimonial y el rol familiar de la mujer, como el logro de ingre­sos independientes. La legislación destinada a garantizar el libre empleo de las mujeres puede tener consecuencias imprevisibles. Lo que ocurre es que ha habido causalidad interdependiente y mutua entre todos estos fac­tores de cambio.

b) La sociedad compleja de los Estados Unidos permite que la red causal se extienda ampliamente. La experiencia norteamericana de la desegregación racial ejemplifica este punto. Si la doctrina de «separados pero iguales» hubiese sido legitimada y factible, no hubiera sido necesario ningún cambio importante. Incluso cuando los casos de las escuelas se de­cidieron en el Tribunal Supremo en 1954, el proceso de desegregación racial habíase ya iniciado o estaba ocurriendo en muchas otras instituciones. Se había ordenado a los militares abandonar la política y la práctica de la separación racial. El deporte profesional y los espectáculos comerciales ha­bían abierto las puertas a los participantes negros. Algunos sindicatos, por lo menos a nivel nacional, promovían la igualdad laboral por encima de las divisiones raciales. Los dirigentes de iglesias y sinagogas predicaban la inmoralidad de la discriminación racial.

Tanto si nos referimos al movimiento de los derechos civiles o a algu­na forma de «separatismo negro», lo importante es que el cambio en las relaciones raciales norteamericanas afecta todas las instituciones del sistema cultural. La respuesta no podía hallarse tan sólo en el sistema educativo, ni en otra parte. Lo que hemos dicho antes respecto á la mutua dependen­cia y entrelazamiento en la sociedad, se demuestra en la influencia causal del cambio social. La diferenciación de roles y funciones implica siempre

362. XIV. Cambio

complejidad y ésta a su vez requiere uniformidades relativas en el sistema total. Pese a los retrasos de una institución a otra, la cultura total tiende a cambiar en conjunto. Lo que sucede en un sector importante de la so­ciedad tiende a afectar a lo que sucede en los demás.

c) El tercer hecho, que concierne a la imposibilidad de equilibrio ab­soluto, requiere comprensión de la dinámica de los fenómenos sociales y culturales. En rigor no se puede restaurar el equilibrio, pues nunca lo ha habido ni puede haberlo. El equilibrio es un concepto estático que no tiene aplicación en la ciencia social. La gente tuvo que ajustarse por todo el país a las amplias áreas de cambio en las relaciones de hombres y mu­jeres, y en las relaciones de blancos y negros. Lo que en realidad queremos decir es que la gente debía cambiar sus pautas de comportamiento; deben aprender nuevas maneras dé tratar con nuevas gentes y de afrontar nuevas situaciones. Ni las mujeres ni los negros han logrado todavía la igualdad de derechos, y en ninguno dé ambos casos existe una solución «definitiva».

Aquí se viola el sentido norteamericano de orden y de eficiencia por el hecho de que la causalidad no actúa en el área de los fenómenos so­ciales y culturales del mismo modo que en la de ias cosas materiales. Si el norteamericano reúne cierto número de piezas materiales conforme a cierto plan, obtiene una casa. En cambio, si reúne a cierto número de personas para formar un grupo con el fin de lograr un objetivo, debe contar con cierto número de factores variables. Si tiene alguna noción de las causas, dirección, ritmo y extensión del cambio, no es fácil que quede decepciona­do o que espere soluciones netas, equilibradas y permanentes.

Este análisis elemental del modo como el cambio afecta a la sociedad total, tiene gran importancia tanto para el ciudadano corriente como para el reformador social activo. La confusión y decepción por parte de los individuos parece poderse atribuir a ignorancia de los hechos mismos. Las gentes que viven en medio de una cultura que cambia, olvidan con fre­cuencia el sentido de las normas de comportamiento en que ellas mismas participan. El reformador dotado de más celo que conocimiento está casi ciertamente expuesto a decepción y desazón. Muchas de estas dificultades se pueden orillar con un estudio más atento del cambiante sistema social y cultural norteamericano.

5. Tendencias en el conocimiento.

La mayor parte de los norteamericanos se hacen cargo de que han pasado ya los tiempos del sabio universal. Cabe dudar de que los lla­mados gigantes intelectuales del pasado trataran de abarcar la totalidad de los conocimientos si vivieran en nuestros días. Las capacidades menta­les de los hombres no han degenerado, pues se observa que no ha habido evolución mental progresiva ni regresiva en la historia toda de la especie humana; lo que ha sucedido es que el caudal de los conocimientos huma-

Tendencias en el conocimiento 363

nos ha aumentado enormemente. No hay genio moderno que pueda abarcar más que un pequeño sector de la ciencia.

Este cambio en la suma de los conocimientos exige un cambio en los procedimientos de la ciencia y de la enseñanza. A la era de la especiali-zación ha precedido toda una serie de causas entrelazadas. La especializa-don no es mero resultado de decisiones humanas de concentrarse en sec­tores limitados del conocimiento, ni es tampoco imitación de la próspera racionalización en la producción industrial. El espíritu de investigación y la capacidad de pensar científicamente han existido todo a lo largo de la historia conocida; sin embargo, en los últimos siglos el volumen de cono­cimientos ha exigido para su manejo un aumento del número de los eru­ditos y especialistas.

En los Estados Unidos se puede seguir a grandes líneas y en tres sectores importantes el cambio en la preferencia y en la dirección dadas a los conocimientos comunicables mediante la enseñanza. Los pedagogos distinguen tres grandes secciones: las humanidades, las ciencias naturales y las ciencias sociales. Sin pretender incluir a la fuerza todas las asigna­turas universitarias y todos los programas de investigación en alguna de estas grandes categorías, podemos hacer algunas generalizaciones relativas a los tipos y causas del cambio. Si reconocemos que los valores norteame­ricanos de pragmatismo y progreso ejercen influjo en la enseñanza institu­cionalizada, podemos evaluar estos cambios conforme a las normas de utilidad y aplicabilidad.

a) Las humanidades, tal como se enseñan en colleges y universidades, incluyen las grandes literaturas del pasado y las ideas importantes que han llevado al desarrollo de la civilización. Cuando los defensores de las humanidades insisten en el valor del conocimiento por sí mismo y en la importancia del pensar filosófico como medios para el desarrollo de la inteligencia, su argumento más eficaz es sin duda el servicio que presta el conocimiento del pasado para comprender el presente y el futuro.

Ésta es una importante convicción. La cultura norteamericana no está encanalada en una «vuelta al pasado». Los humanistas y filósofos no pueden proponer en serio la restauración de las grandezas históricas; tampoco lo pretenden. Sólo tratamos de inquirir lo que sucedió a la literatura griega y latina que nuestros abuelos estudiaron tan laboriosamente en los textos originales, a los cursos sistemáticos de filosofía y teología que antaño se consideraban esenciales para un hombre culto. Estos campos no se juzgan ya de utilidad directa en nuestro género de sociedad y de cultura.

b) El enorme progreso de las ciencias naturales ha influido notable­mente en el concepto del hombre culto. Estas ciencias han obtenido re­sultados. Han enseñado a dominar la naturaleza; han dado a los estudiosos las actitudes y capacidades que hallan salida en la sociedad industrial americana; satisfacen y fomentan los valores culturales que profesamos. No es mero capricho de la historia el que hayan sustituido a las humani­dades como foco en el que converge la enseñanza superior.

364 XIV. Cambio

Al reconocer que las ciencias naturales son útiles y prácticas, no se quiere decir que el producto humano que de ellas resulta sea una mera glorificación de la mecánica. De hecho exigen un elevado nivel de pensar abstracto probablemente comparable en profundidad y amplitud al de cualquier humanista o filósofo. Sin embargo, la actitud empírica y los resultados empíricos son los que han contribuido a elevar a las ciencias naturales a la posición dirigente en el campo de la enseñanza norteameri­cana. Esto parece responder mejor a la índole de nuestra cultura.

c) La elevación de las ciencias sociales como importante sector de conocimientos en la enseñanza superior es relativamente reciente. Varios, factores han influido en este cambio. Uno de ellos ha sido el cambio de orientación, ¿1 paso de la especulación histórica y de la filosofía social a la actitud empírica y científica. Cuanto más se alejan los sociólogos de las generalizaciones especulativas de las humanidades y cuanto más estric­tamente se atienen a la metodología de las ciencias naturales, tanto mayor éxito logran. El interés general y difuso de los americanos en los efectos del progreso técnico en la sociedad y en la cultura ha inspirado también interés por las ciencias sociales.

La ciencia social ha avanzado en los Estados Unidos más que en cual­quier otra parte del mundo. Nuestros sociólogos, con sus investigaciones y sus escritos, y particularmente con la enseñanza, responden a una necesidad de la enseñanza superior. Han aumentado considerablemente el caudal de conocimientos sociales y culturales, han atraído un creciente auditorio de estudiantes y de hombres de ciencia y han propagado la convicción de que este género de conocimientos es útil y práctico.

En resumen, se puede decir que una sociedad desarrolla el género, de conocimientos que necesita y merece, y que sus cambios y tendencias en los sectores del conocimiento se pueden evaluar conforme a sus valores principales. En este esbozo a grandes líneas de las tendencias de la ense­ñanza norteamericana sólo hemos mencionado dos normas de valor, el pragmatismo y la tendencia al progreso. Una simple referencia al cuerpo total de valores (incluyendo racionalización, éxito, activismo, libertad, to­lerancia y otros) mostraría que nuestro carácter cultural es compatible con la cambiante situación de tres importantes sectores del conocimiento: el predominio de las ciencias naturales, la creciente importancia de las ciencias sociales y el relativo descenso de las humanidades.

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XV

CONTROL SOCIAL

El control social es una extensión del proceso de socialización. Hemos visto que la socialización, sea la del individuo que crece, o la del inmigrante en su sociedad de recepción, significa en definitiva que la persona social aprende y actúa las pautas requeridas de comporta­miento aprobado. Se aunan las personas y las pautas, de modo que se puede seguir un modo de vida de grupo. El autocontrol es la extensión de la socialización subjetiva. El control social es el aspecto objetivo de la socialización. Es el mecanismo que perpetúa este proceso induciendo y manteniendo la conformidad de las personas con las pautas de con­ducta.

Será útil recordar aquí lo que ya dijimos acerca de la presión so­cial. La jerarquía de las pautas de comportamiento, desde los mores estrictos hasta los meros usos, se evalúa según los tres criterios de valor, de conformidad y de presión. Al analizar el control social estudiamos los modos como se ejerce la presión social. El control social hace presión sobre los individuos para que se conformen con las pautas, roles, relaciones e instituciones que son considerados de alto valor en la cultura.

Una reserva preliminar conviene hacer en el estudio del control social: hay que evitar restringir este concepto a la zona de control gu­bernamental y político. La sociedad contemporánea conoce y teme el poder dominante del Estado sobre los individuos. Sin embargo, las exigencias de la institución política en la mayoría de las sociedades son, de hecho, indirectas e impersonales. Mucho más poderosa es la influencia de otros grupos, y es un axioma que los pequeños grupos primarios ejercen sobre el comportamiento individual mayor y rnas directo control que las grandes asociaciones secundarias.

368 XV. Control social

Niveles del control.

El control social existe en diversos niveles de la sociedad y actúa sobre diferentes géneros de relaciones sociales. Al nivel de la persona social solemos pensar en el control ejercido por la sociedad o por el grupo sobre el individuo. La sociedad total influye en todos sus miem­bros ; pero el control social es también ejercido por asociaciones pri­marias y secundarias sobre sus propios miembros. Dado que los roles sociales son los vínculos de enlace entre la persona y los grupos en que participa, la conformidad efectiva de la persona se evalúa por el modo como desempeña estos roles. Así pues, el rol es el canal por el que ejercen su control en la persona los grupos familiar, eco­nómico, religioso y otros.

No obstante, el control social no se dirige sólo desde el grupo al individuo. Existe también un control inverso, mediante el cual un in­dividuo designado como líder influye en el grupo para que se confor­me con los valores que este mismo fomenta y aprueba. En su lugar oportuno examinaremos con más detalle esta función de líder en la sociedad.

Además de la influencia de la pluralidad sobre el individuo y del individuo sobre la pluralidad, se da también el control social ejercido por el grupo relativamente pequeño, o la combinación de grupos, sobre la sociedad total. Mucho se ha magnificado en los últimos años la influencia del llamado «complejo militar-industrial» sobre los destinos políticos de los Estados Unidos. Un control social de este tipo.se ha presentado históricamente en forma de dominio de un grupo militar, o de una pequeña clase superior, o de una rica y poderosa oligarquía política o de dirigentes eclesiásticos. El control social actúa a este nivel más sutilmente, pero precisamente por eso con mayor eficacia, por medio de grupos de intereses y «grupos de presión». Este último tipo de grupo ha desarrollado técnicas científicas y refinadas para hacer que la sociedad se conforme con las normas de conducta y las pau­tas que él patrocina.

Géneros de control.

La clasificación del control social se puede efectuar desde diversos puntos de vista que dependen del interés y del objetivo que el so­ciólogo se proponga. Aquí examinamos brevemente las tres clasifica-

Géneros de control 369

ciones generales de control positivo y negativo, formal e informal, de grupo e institucional.

a) Ciertos mecanismos positivos, como la persuasión, la suges­tión, la instrucción y las recompensas, se usan para inducir a las per­sonas a practicar el comportamiento y para adoptar las actitudes apro­badas socialmente. Otras formas de control se pueden calificar de negativas, como las amenazas, las órdenes, las coacciones y los cas­tigos. Se emplean para retraer a las personas de comportamientos y actitudes antisociales.

Las sociedades y los grupos tratan de inducir a las personas a hacer ciertas cosas y a evitar otras, pero esta distinción entre controles posi­tivos y negativos sólo puede hacerse en el orden de la abstracción. Ambos parecen actuar en el orden concreto con miras a la confor­midad social. La motivación humana es compleja, y el individuo puede proceder en formas aprobadas socialmente porque aspira a recom­pensas o trata de evitar sanciones, o por ambas razones a la vez.

b) Una ulterior clasificación consiste en dividir los controles en formales e informales. Toda sociedad y grupo establece ciertas me­didas con la intención expresa de producir la conformidad social. Tales son los decretos, ordenanzas y leyes públicas establecidas por la autoridad política; tales son también las constituciones y regla­mentos de un círculo regional, las reglas y preceptos de una iglesia, el reglamento oficial de una escuela o de una universidad. Se les da el nombre de formales porque se elaboran cuidadosamente, se pro­mulgan con toda solemnidad y son obligatorios para todas las per­sonas que están sujetas a la autoridad de los legisladores. En los controles formales hay también un procedimiento u otro de coerción con carácter oficial.

Los controles informales son más sutiles pero no menos efectivos. Se emplean para imponer la clase de comportamiento que «todo el mundo sabe» que se debe practicar y para prohibir conductas que son desaprobadas por la sociedad. La gente sabe por lo general infor­malmente cuándo su conducta es aceptable para los demás porque puede sentir la aprobación de sus congéneres incluso cuando ésta no se expresa por el aplauso o la felicitación. También de modo informal sabe la gente cuándo se la desprecia, ridiculiza, o somete a algún grado de ostracismo social debido a su conducta no conformista.

c) La tercera clasificación es la de controles institucionales y de grupo, que más abajo analizaremos más en detalle. Dicho breve­mente, el control de grupo logra la conformidad por una acción cons­ciente, voluntaria y deliberada por parte tanto del que controla como

370 XV. Control social

del controlado. El control puede ser positivo o negativo, formal o informal, pero la nota distintiva es la de ser deliberado y organizado. El control institucional es la respuesta subconsciente del individuo al ambiente cultural. La persona realiza formas inconscientes de com­portamiento a las que se ha acostumbrado tras larga experiencia en su cultura particular.

La persona y el control social.

La persona controlada no es un autómata. Es importante recordar que las personas no son criaturas inertes de su cultura o muñecos mecánicos de su sociedad. Con frecuencia se piensa en la socializa­ción como si fuese un proceso que sobreviene a la persona humana, así como la inmediata interacción situacional es considerada como un influjo sobre una persona, pero no debemos olvidar que la persona es actor tanto en el proceso como en la situación: la persona tiene acción y reacción en la socialización y en las situaciones culturales.

Ya hemos visto que el ser humano es persona por el hecho de ser un animal que piensa y toma decisiones; puede acumular conoci­mientos abstractos y tiene la facultad de utilizarlos para hacer planes y para dirigirse a sí mismo. Así, es un absurdo científico decir que no es sino una víctima inconsciente de las fuerzas culturales. No obstante, es evidente que el hombre es criatura de la costumbre social, que no se para a reflexionar y planear todos sus pensamientos y actos, que halla la vida mucho más sencilla si se acomoda a la rutina del comportamiento.

Esta esquematización y rutina es completamente diferente del pro­ceso de estímulo y reacción con que aprenden los animales. En el ser humano es un hecho que el dominio de sí constituye un ingrediente esencial del control social. Sólo en casos raros y extremos, como cuando un individuo se ha «deshumanizado» o se le ha «lavado el cerebro» o se le ha hecho irresponsable con torturas mentales o fí­sicas, se puede hablar de control social sin control personal. En estos individuos y en las personas mentalmente anormales no tiene lógica­mente aplicación el término «control social».

¿Por qué las personas normales se someten conscientemente al control social? Decir que el hombre es un animal de costumbres equi­vale sencillamente a retroceder al proceso de socialización con el cual se forman sus hábitos. Decir que es por naturaleza un animal conformista equivale a decir con otras palabras que se somete a la

Control de grupo 371

presión social. La idea de que el hombre es un animal que busca un status es retroceder hacia una explicación universal del comportamien­to humano, como el utilitarismo o el interés personal.

El hecho social de la conformidad a las normas y presiones cul­turales es tan obvio que no requiere demostración, pero la motivación consciente e intrínseca que implica plantea un problema de cierta complejidad. No cabe la menor duda de que los seres humanos buscan su propio bien en cuanto se conforman conscientemente con las normas y tipos de comportamiento aprobado. Aspiran a la aprobación y reco­nocimiento de sus semejantes, pues en esto se cifran las pruebas de status y porque tiene interés para el individuo el salvaguardar su sta­tus social.

Junto con todos estos motivos y más profundamente que cual­quiera de ellos, existe el hecho de que toda persona social normal ha desarrollado el sentido de lo bueno y de lo malo. La mayoría de las expresiones de este sentido surgen durante el proceso de socia­lización, pero la fuente de las expresiones es la conciencia humana. La persona social aprende el uso de su conciencia viviendo en sociedad y aprendiendo las exigencias culturales. Como las capacidades funda­mentales de conocer y de juzgar, así también los sentimientos fun" damentales de lo bueno y de lo malo son una cualidad humana. Es característica exclusiva de los seres, humanos y por tanto d e l a s

personas sociales; al mismo tiempo es la explicación última —aun­que no la única — de por qué las personas se someten al control social.

Control de grupo.

Es esencial para el mantenimiento de todo grupo el que se realice cierto grado de conformidad y que se ejerza algún tipo de contro social. Los grupos primarios tienen más necesidad de conformlda

que las asociaciones secundarias, como también hay diferencia en re ellos en cuanto al tipo de control que adoptan. Los miembros de grupo primario tienden a desplegar una sumisión voluntaria, espon­tánea'e informal al control social. En los grupos secundarios los controles son más personales y formales.

Una distinción ulterior en el control y en la conformidad ofrece el análisis de los grandes grupos comunes a toda sociedad. Cada uno de éstos, junto con sus numerosos subgrupos, tiene interés en dispo­ner de personas que acepten sus normas de comportamiento y de creencia. Es posible ordenar estos grupos conforme al rigor y al

372 XV. Control social

grado de control que se ejerce en cada uno de ellos, orden que depende hasta cierto punto de la importancia de las pautas de comportamiento realizadas en cada grupo.

Los mores que valora cada grupo se exigen más estrictamente que los usos. Esto quiere decir, naturalmente, que el grupo no tiene el mismo empeño en imponer a la conformidad con todas las pautas de comportamiento. Ya dijimos que la presión social varía y que al­canza el grado sumo en los sectores de comportamiento en que están comprometidos los más altos valores y en los que se obtiene más amplia conformidad. Esto equivale a decir, en otros términos, que la presión y el control sociales tienen muchos puntos comunes. En un comportamiento sumamente ritualizado, como en las logias y confra­ternidades secretas y en algunos grupos religiosos, se exige con fre­cuencia la más exacta conformidad incluso en detalles de conducta menudos y aparentemente no esenciales.

a) El control más riguroso sobre los miembros del grupo se ejerce en los grupos familiar y educativo. En estos grupos es de máxima im­portancia la socialización de las personas: las relaciones sociales son más íntimas; los valores engendrados son más elevados; la con­formidad con las normas es un objetivo deliberado del grupo. En estos grupos hay relativamente poca libertad y variedad de elección. Las personas con autoridad son fácilmente reconocidas, y los miem­bros saben que la observancia de las reglas es fundamental para el mantenimiento del grupo y para la prosecución de su propio bienestar.

b) Los grupos económico y político siguen inmediatamente a éstos en el rigor de sus controles sociales. Las condiciones de empleo lucrativo varían en gran manera, pero para la mayoría de los seres humanos implican obediencia y conformidad. Las exigencias concer­nientes a la función, al tiempo y al procedimiento en las actividades económicas son con frecuencia rígidas y formales, de modo que el individuo no tiene más opción que conformarse o renunciar. Políti­camente, en los puntos en que los ciudadanos se ponen en contacto con los estatutos cívicos y públicos, se ven forzados a una confor­midad relativamente estricta. Los controles son tan fuertes en las agrupaciones políticas como en las económicas, pero no se aplican con tanta frecuencia.

c) Los grupos recreativos y religiosos son los que tienen el menor grado de control sobre sus miembros. Estos grupos están por lo re­gular reunidos en forma más laxa que los demás; hay mucha más libertad de movimientos y los individuos tienen mayor margen de opción; no hay necesidad, y con frecuencia ni siquiera posibilidad,

Control institucional 373

de imponer una conformidad rigurosa. Los objetivos de estos grupos se logran más mediante la cooperación voluntaria de los miembros que con estrictos controles sociales. Esto no significa que no existan grupos religiosos estrictamente disciplinados y autoritarios, como también grupos recreativos. Aquí, una vez más, el control y la conformidad son cuestión de grados.

Conviene notar que esta gradación entre los grupos desde el punto de vista del control social puede variar de sociedad a sociedad y de un tiempo a otro. Un sistema totalitario diferirá de otro democrá­tico ; unirá todos los controles y hará hincapié en la obediencia al centro político. Una cultura en la que se dé gran importancia a los valores religiosos dará probablemente menos importancia a la con­formidad económica e insistirá en una adaptación más estricta a las normas sagradas. Con todo, pese a estas variaciones, siempre se puede distinguir cierta jerarquía en el control de grupo.

Control institucional.

El control institucional es la influencia efectiva del ambiente cul­tural estandardizado, en cuanto se manifiesta en la respuesta subcons­ciente de las personas del grupo o de la sociedad. En el marco con­ceptual de nuestro estudio hemos visto que las personas se sirven de pautas, los grupos se sirven de instituciones, y la sociedad se sirve de la cultura. Las formas e instituciones culturales nos muestran no sólo lo que las gentes hacen, sino también lo que se espera que hagan. Estas expectativas y demandas de conducta sometida a pauta indican que la cultura en cierto sentido se impone por sí misma. Esto es lo que entendemos por control institucional sobre las gentes. El comporta­miento institucionalizado es lo que «hay que hacer», y este hecho ejerce por sí mismo presión social.

El análisis del control social exige que se comprenda tanto la pre­sión social como la presión institucional. Esta última es en gran ma­nera impersonal y subconsciente. Es un influjo general, ambiental más bien que un mandato específico y personal hecho a un individuo para que observe esta o aquella pauta particular de comportamiento. Los dos géneros de control van de la mano. El grupo exige verbal-mente la conformidad del individuo, pero al mismo tiempo el grupo da ejemplo de conformidad por el hecho de que las pautas institu­cionalizadas son observadas por todos y por cada uno de los miembros. Pero la constante repetición de las mismas pautas en un modo reía-

374 XV. Control social

tivamente idéntico desarrolla en las personas la aceptación social, y por esto decimos que la costumbre se impone a sí misma y se refuerza.

El orden jerárquico de los grados de presión social ejercida por los grandes grupos de una sociedad resulta más claro si lo analiza­mos desde el punto de vista de las instituciones de que se sirven estos grupos. Las pautas compartidas de comportamiento y la estricta con­formidad con las normas se darán en el grupo primario más que en la asociación secundaria. Análogamente, las normas identificadas con las instituciones familiar y educativa adoptan formas más estrictas — y consiguientemente ejercen mayor presión durante un periodo más largo de tiempo— que las de las instituciones recreativa y política.

El ambiente institucional ejerce control sobre el comportamiento de la persona. Sin embargo, desde otro punto de vista las instituciones ejercen diversos grados de presión social entre ellas mismas y sobre la sociedad y cultura total. Ya dejamos dicho que toda sociedad con­tiene una institución axial identificable, que exige más conformidad y ejerce más influjo que cualquiera de las otras. Se pueden aducir ejemplos de diferentes culturas para mostrar que en una predomina la insti­tución económica y en otra la política, la familiar o la religiosa. El control ambiental ejercido por la institución axial afecta al comporta­miento institucionalizado a través de la cultura. Dado que las institu­ciones importantes deben existir en toda cultura, este control de la institución axial no puede nunca, reemplazar o destruir a las otras instituciones.

El control institucional varía en cuanto a su eficiencia de una so­ciedad a otra; varía incluso dentro de una misma sociedad y de un período de tiempo a otro. Las gentes ligadas, como se dice, a la tra­dición aceptan las restricciones institucionalizadas de pautas de com­portamiento establecidas de antiguo, con más facilidad que la gente de una sociedad inquieta, dinámica e individualista. Las personas de cierta edad se conforman más establemente que los jóvenes con las formas institucionalizadas. El predominio de una institución puede variar según las exigencias del tiempo y de las necesidades de la so­ciedad, como, por ejemplo, en una guerra de grandes proporciones, en la que la institución política exige gran conformidad y cooperación.

Liderazgo y control social.

Nuestras reflexiones sobre el control de grupo y el control institu­cional no deben llevarnos a concluir que sea de poca importancia el

Liderazgo y control social 375

influjo deliberado de los líderes. La presencia y la acción de personali­dades dominantes son medios eficaces para lograr la conformidad de las gentes con las normas y estándares sociales. Se puede clasificar a los líderes de diferentes maneras, desde el punto de vista de la eficiencia, de las técnicas empleadas, de los tipos de grupos a que sirven y otros. Desde el punto de vista del control social se caracterizan de la ma­nera siguiente:

a) Un liderazgo de posición indica sencillamente la superioridad de status que una persona tiene en un grupo o en una sociedad. Este liderazgo se adquiere por adscripción, puesto que la persona na­cida en una familia real o prominente, o que ocupa una posición en una burocracia o en una jerarquía, posee su influencia en virtud de este solo hecho. Las personas a quienes se pide que «den sus nombres» a determinados proyectos y causas ejercen este género de jefatura, la cual es independiente de cualquier grado de habilidad o competencia que puedan poseer personalmente.

b) Por el contrario, el liderazgo personal se debe en gran parte a los méritos. Su ejercicio, como medio de control social, depende de las cualidades de líder que posee el individuo. La persona se dedica a un rol social activo y por razón de su éxito en el desempeño de este rol puede influir directa o. indirectamente en el comportamiento de los demás. He aquí tres categorías reconocidas de liderazgo personal:

Los especialistas gozan de liderazgo experto en un sector espe­cífico de competencia técnica. El mejor cirujano del cerebro, el más versado en física nuclear y el mejor jurisconsulto son líderes en sus propios campos aun cuando no aspiren deliberadamente a ejercer in­flujo en los demás. En la mayoría de los casos este influjo indirecto adquiere gran importancia al transferirse a otros sectores; por ejem­plo, un experto matemático ejerce influjo expresando sus opiniones en política, en religión, en arte y en otros campos en los que no es experto. Se atiende a sus opiniones en estos otros campos, aun cuando sean erróneas, pues las gentes tienden a aceptar las afirmacio­nes de una personalidad «importante».

El liderazgo carismático proviene de ciertas cualidades emocionales que posee y manifiesta el individuo. Se halla en condiciones de con­vencer a sus seguidores de que está predestinado, inspirado y especial­mente iluminado. El líder carismático inspira en los otros devoción a su persona y se basa en ella para ejercer su influjo. Las gentes tienen gran fe en él. Los héroes históricos, los «padres» de nuestra nación, los cruzados de una gran causa, los generales victoriosos, los profetas y los predicadores tuvieron este especial carisma.

376 XV. Control social

El tipo más general de liderazgo es el de gestión, que por lo re­gular incluye la experiencia en la ejecución con algunas dosis de ca-risma. Un líder de esta calidad tiene una profunda penetración en los problemas complicados, gran comprensión de todas las facetas que contienen y capacidad para tomar decisiones y ponerlas en práctica. Sabe cómo hay que delegar en otros las funciones y la autoridad, y su capacidad ejecutiva no se limita a una profesión o industria. Es el or­ganizador nato, el que resuelve todas las pegas, capaz de actuar como experto en el gobierno, en la industria y en cualquier otro siste­ma organizado.

Comunicación y control social.

Las expectativas de comportamiento se pueden en cierto modo co­municar a las personas que se han de conformar con ellas. Todos los variados mecanismos de socialización —palabras y escritos, símbolos, ejemplos— se usan para transmitir a las personas la prohibición o aprobación de un comportamiento. Si el grupo o el líder no puede hacer que las normas esenciales penetren hasta los miembros, no hay posibilidad de conformidad y de control.

En todo sistema de control social consciente y deliberado, el edic­to es la forma más corriente de comunicación. Se expresa en la forma de «haz» y «no hagas». Puede tratarse de una nueva ley o de la revisión de una ley antigua, de una orden, de un reglamento o de una decisión tomada por las personas de autoridad. En la mayoría de los casos, especialmente cuando se trata de relaciones primarias y de grupos informales, el edicto va acompañado de razones, explicacio­nes y exhortaciones.

La publicidad es una de las formas más cuidadosamente planea­das de comunicación para obtener la conformidad social, ya que el anunciante explica con detalles precisos lo que desea que hagan las gentes.

Trata no sólo de crear una actitud favorable hacia su producto, sino que aspira a que las gentes lo adquieran y consuman. La propa­ganda es otro medio deliberado de obtener la conformidad con ciertos valores y con ciertas pautas de comportamiento. Por su misma na­turaleza y por su objetivo no puede ser tan detallada como la pu­blicidad, pero con todo no deja de ser un poderoso instrumento de control social.

El proceso educativo es el conducto por el que la sociedad trans-

Social engineering y control social 377

mite su cultura a las generaciones siguientes. El objetivo social de la educación es inducir a las personas a aceptar las más altas normas de conducta que posee la cultura y a conformarse con ellas. La educación actúa por medio de sistemas formales y de procedimientos informales, pero su producto definitivo es una persona que conoce la diferencia en­tre las conductas aprobadas y desaprobadas y que puede ocupar su puesto como miembro que «esté conforme» de la sociedad.

Social engineering y control social.

De la misma manera que el hombre reflexiona a veces sobre su ambiente, sobre sí mismo y sobre su futuro, así también todo grupo social ejerce sobre sí mismo algún género de planeamiento. Los miem­bros de los grupos y especialmente los líderes tienen conciencia de las funciones y metas del grupo y del hecho de que éstos están sujetos a proyectos y a dirección. Incluso el grupo primario informal, que pa­rece ser completamente casual y espontáneo, requiere reflexión y de­cisión previas, que son las bases del planeamiento. Las asociaciones se­cundarias forman presupuestos, tienen asambleas, organizan la elección y la duración de los cargos, hacen declaraciones sobre fines y progra­mas y examinan sus resultados y sus fracasos. Todos éstos son ejemplos que demuestran la necesidad de planear en todo grupo y sociedad organizados.

El social engineering significa algo más que el simple hecho de pla­near ; quiere decir también acción social, ejecución de los planes. El engineering supone un análisis detallado de las partes, un proyecto específico y técnico para que éstas puedan ser realizadas y un pro­grama pormenorizado de dirección de las mismas para obtener los fines prefijados. Desde luego, esta definición es una metáfora mecá­nica, y para interpretarla es necesario comprender adecuadamente los fenómenos estrictamente sociológicos implicados en el plan. Las uni­dades básicas que se analizan y se dirigen son pautas de comporta­miento y personas sociales en sus variadas combinaciones, y ya he­mos visto las condiciones y limitaciones con que éstas actúan en la prosecución de los fines.

Desde el punto de vista del control social, el social engineering pre­senta uno de los problemas cruciales de la vida de grupo. Ya hemos visto que la socialización es el proceso con el que la persona es incor­porada a la sociedad y aprende las formas de cultura. Esto tiene como resultado la conformidad general con las normas y módulos aceptados.

378 XV. Control social

El social engineering va más allá de este proceso y exige una confor­midad más específica con un comportamiento planeado racionalmente. El problema reside en la relación activa entre el individuo y el grupo. Un social engineering que disminuya la iniciativa y la cooperación vo­luntaria del individuo falla en sus propios objetivos. Un social engi­neering que no ejerza suficiente control sobre los individuos para lle­gar a sus fines, es algo que carece de sentido.

Es posible que haya control social como fin en sí sin social engi­neering propiamente dicho; pero es imposible que haya efectivo social engineering sin algún control y conformidad. Un tipo efectivo de social engineering exige que las personas tengan alguna participación tanto en el planeamiento como en la ejecución del proyecto social. El tipo de fines sociales fijados, el ritmo en la ejecución del plan, y el gé­nero de presiones y de sanciones aplicadas, todo esto requiere un co­nocimiento genérico del cambio social y un conocimiento específico de las tendencias que entran en juego. Además de este conocimiento, la política social exige gran comprensión de las personalidades sociales implicadas en el cambio proyectado.

CONTROLES SOCIALES EN LOS ESTADOS UNIDOS

1. Resistencia al control social.

Es importante recordar que aun en una cultura progresiva y pragmática como la de los Estados Unidos no faltan tradicionalistas ni gente que se resiste al control social. Todo conato de reforma, o todo cambio intro­ducido que haya exigicjo control, engineering y planeamiento, ha tropezado con oposiciones. No debemos concebir la sociedad norteamericana como un sistema plegable, fluido.y pasivo que se controle con facilidad y en el que los cambios se realicen casi automáticamente.

Toda gran reforma social que haya requerido planeamiento y control ha tenido que superar la oposición de los que dicen que el cambio «ha de hacer más daño que provecho». Una serie de reformas elegidas al azar demuestran este punto: la reducción de las horas de trabajo, el voto de las mujeres, medidas de seguridad en minas y fábricas, protección de los niños y de las madres, fomento de la higiene pública, leyes sobre el tra­bajo de los niños, extensión de la instrucción, parques y campos de juego públicos, horas de clase reservadas a la enseñanza religiosa, prácticas equi­tativas de empleo y otras muchas.

Todas estas reformas han requerido cambios en las pautas de com­portamiento, tanto conceptuales como externas, conformidad con las nuevas situaciones por parte de los norteamericanos y, consiguientemente, sumisión

Resistencia al control social 379

al control social. No podemos hacer aquí un análisis exhaustivo del porqué de las objeciones contra la reforma social, pero ofrecemos las siguientes explicaciones parciales de la resistencia al control social:

a) La virtud de la prudencia es muy invocada para cohonestar y justificar la oposición a la reforma social. La «prudencia», usada correc­tamente, es una virtud esencial de todo hombre de ciencia, que debe cer­ciorarse de los hechos antes de sacar una conclusión. Entendiéndola inco­rrectamente, el hombre que se considere prudente deja los hechos y las conclusiones tal como estaban, sin preocuparse de hacer algo con ellos. Un concepto mal definido de prudencia se usa como racionalización de la actitud antirreformista.

b) Es más cómodo seguir haciendo las cosas como se han hecho siem­pre. Las personas de edad, sobre todo, parecen agrandar las dificultades de la reforma atendiendo a su propia comodidad y conveniencia. Una persona de costumbres inveteradas se siente molesta ante la perspectiva de tener que cambiar sus actitudes, aun cuando la reforma no exija cambio en sus pautas externas de comportamiento. Esta inercia es característica de muchas personas.

c) Un aspecto más positivo de esta característica es el interés personal. El temor a perder status o alguno de los criterios de status induce a las gentes a defender obstinadamente el actual orden de cosas. Este temor forma parte del conflicto constante, aunque con frecuencia imaginario, en­tre el interés personal y el interés público, entre el lucro personal y la ventaja social. No siempre se puede demostrar que lo que aprovecha a la sociedad total aprovechará también al individuo, y el rígido individua­lista no está dispuesto a hacer experimentos para comprobarlo.

d) La ignorancia de las tendencias sociales es uno de los más pode­rosos obstáculos contra la reforma. Temor de lo desconocido, pasado y presente, refuerza el temor de lo futuro. Es un hecho curioso que los que menos noticia tienen de los sectores técnicos de la sociedad y de la cul­tura, son con frecuencia los más dogmáticos en profetizar exactamente y en detalle los daños que han de provenir de cualquier proyecto de reforma social. Afortunadamente la difusión de la ciencia social entre los ameri­canos va disminuyendo este obstáculo.

e) Los grupos de presión son a menudo medios beneficiosos de con­trol social, pero es también frecuente que actúen como remoras en los cambios sociales. El grupo de presión obra para defender los intereses de algún sector organizado de la población y puede desplegar una influencia que no guarda proporción con su importancia o con su número. La idea de que una reforma proyectada ha de hacer «más mal que bien» supone por lo regular que el grupo teme algún peligro para sí mismo más que para la sociedad total.

Los tradicionalistas que son profetas de mal agüero frente a cualquier reforma social que se proponga, despliegan una curiosa serie de reacciones una vez que la reforma ha estado funcionando durante un tiempo con-

380 XV. Control social

siderable. Primeramente aprenden a vivir con ella, a conformarse con el cambio y hasta a aprobarlo. En segundo lugar olvidan que sus peores temores eran infundados y que sus terribles profecías no se han realizado. Tercero —y esto es lo más decepcionante para el reformador—, vuelven a esgrimir exactamente los mismos argumentos (que «hará más daño que provecho») cuando se propone algún proyecto de ulterior reforma.

Es probable que ciertos tipos de personalidad social — autoritarios, ego­céntricos, paranoicos — se opongan más fácilmente que otros a las reformas sociales. En la hora presente no poseemos estudios suficientes que indiquen si esta clase de gente va o no en aumento en la población americana. El sociólogo abriga la esperanza de que no vaya aumentando, sino que la difusión de los conocimientos relativos a la sociedad y la cultura vaya multiplicando el número de los norteamericanos que dan su bienvenida y aprobación al progreso social.

2. Variaciones del control institucional.

La presión institucional varía a través de la cultura. Si bien todas las grandes instituciones afectan en cierto modo al comportamiento de todas las personas, no en todas tienen idéntico influjo. La cultura norteamericana total está influida por la institución económica más que por cualquier otra. Esto, sin embargo, representa sólo las líneas generales del cuadro. Se dan muchas variaciones de presión dentro del sistema social y cultural, y creemos que será útil hacer un análisis a grandes líneas de estas varia­ciones :

a) Desde el punto de vista de las personas de un grupo cualquiera, la fuerza de las pautas institucionalizadas difiere según la función y el rol del individuo. Los funcionarios más elevados y de mayor confianza se ven obligados por su posición a adoptar estrictamente las más sólidas cos­tumbres del grupo. Los que son miembros relativamente pasivos y meros adictos experimentan menor presión, mientras los que se hallan al exterior del grupo sólo reciben ligeros influjos. Estas generalizaciones tienen apli­cación a todo grupo importante.

b) Hay también variaciones locales en el control y en la presión social. Algunas partes del país son más conservadoras y resistentes al cambio que otras. En Estados Unidos los labradores serán más fácilmente influidos por costumbres familiares y religiosas, mientras que la población urbana está sujeta a gran presión de las formas económicas y recreativas. En las sub-culturas locales, especialmente en aquellas influidas por los mores étnicos, se dan también diferencias regionales de control institucional.

c) Se nota también una diferencia de clases por lo que se refiere a la fuerza de la presión institucional y a la reacción frente a la misma. En los Estados Unidos se habla mucho de una moralidad de clase media o «burguesa», para indicar que la conformidad de comportamiento es ma-

Variaciones del control institucional 381

yor entre los que tienen conciencia de clase y en particular entre los que aspiran a un status más elevado. Con no poca frecuencia, por lo menos en ciertas zonas de comportamiento socialmente seguras, las gentes de la clase alta toman a la ligera la presión institucional. Se dan también ejemplos de personas de la clase baja que dejan de lado los mores escolares y religio­sos de la cultura, aun cuando cedan a fuerte presión de las instituciones económica y política.

d) Hay una edad desigual, variable tanto en la clase como en el grado del control institucional. Se puede decir que los controles son aplicados personalmente por el grupo más a los jóvenes que a los adultos; en cambio, la presión institucional impersonal es mayor en los adultos que en los jóvenes. Las personas de edad son conformistas por hábito y por inclina­ción; es más cómodo conformarse que oponerse. Es también evidente que el ambiente institucional de la gente joven es principalmente el de los sistemas familiar, escolar y recreativo.

e) La variable de tiempo se observa si se da una ojeada a la reciente historia norteamericana. Durante la segunda guerra mundial había una exaltación de los mores patrióticos, de la conducta militar y del compor­tamiento nacionalista. La fuerte reacción ante la guerra del Vietnam aca­rreó un auge del pacifismo y centró la atención en problemas domésticos como la vivienda, la educación y la pobreza. En períodos de catástrofe nacional y de depresión parece ser que crece también el influjo de la insti­tución religiosa.

f) La presión social de las instituciones varía asimismo conforme a los valores profesados en una cultura, y no cabe la menor duda de que los valores económicos institucionalizados tienen hoy preferencia en los Es­tados Unidos. Directa e inmediatamente en la población trabajadora adulta, e indirecta y mediatamente en los demás, existe un sentimiento subcons­ciente de lo adecuado de las costumbres económicas. El número de personas, la cantidad de tiempo, el grado de interés y la extensión del servi­lismo que rodea a las exigencias del sistema económico, indican dónde residen los más altos valores de la cultura norteamericana.

Esta enumeración de las variaciones fundamentales del control institu­cional da una idea de la compleja red de la presión social. Nos ayuda a comprender que la conformidad institucional no es automática, que no es un resultado homogéneamente distribuido de una fuerza que actúe de un modo mecánico. No todos los norteamericanos son afectados de la misma manera por las presiones institucionales. Se dan tiempos y situaciones en que estas presiones actúan en direcciones opuestas, como cuando surge un conflicto entre formas económicas y familiares, o entre normas políticas y religiosas. El enorme incremento de actividades de ocio en nuestra sociedad ha elevado la institución recreativa al nivel de una fuerza cuyo influjo no cesa de extenderse, y ha puesto en contraste los valores de trabajo y de juego.

Pese a estas variaciones y complejidades, es posible al sociólogo dili-

382 XV. Control social

gente formarse un juicio general del control institucional en una cultura dada y en un tiempo dado. Hay que tener en cuenta este control en cualquier intento de caracterizar al pueblo norteamericano o a cualquier otra sociedad. Algunos puntos de referencia marcan el camino hacia gene­ralizaciones sin las cuales sería imposible una construcción plausible de la ciencia social. Cuanto mayor conocimiento adquirimos mediante la in­vestigación sociológica de la cultura norteamericana, tanto más claramente comprendemos los efectos de los controles institucionales.

3. Conformidad impersonal de los trabajadores norteamericanos.

La tendencia creciente hacia relaciones y asociaciones secundarias ha interferido con la mutua lealtad personal en Estados Unidos. Esta dismi­nución de compromisos personales y de relaciones de hombre a hombre se echa de ver en todas las organizaciones en gran escala —en las asociacio­nes escolar, religiosa y política—, pero en ninguna parte salta tanto a la vista como en el sistema económico. La producción masiva de artículos en nuestra economía industrial ha exigido una conformidad disciplinada con las exigencias de la máquina, exigencias que difieren de las de cualquier otra situación de trabajo.

El hecho de que los trabajadores norteamericanos se conformen con esta clase de sistema y produzcan con eficacia y abundancia es una prue­ba de la elasticidad de la personalidad social. Desde el punto de vista del control social es notable esta conformidad por ser el resultado de la racionalización y por producirse en gran manera sin ventaja de la lealtad personal y mutua entre patronos y obreros. Reformadores sociales que alzan sus voces contra la «inhumanidad de la máquina» y que lamentan la desaparición tanto del individualismo económico como del paternalismo, no parecen hacerse cargo de que la fidelidad al patrono es prácticamente im­posible en la presente situación laboral.

He aquí algunos hechos sociales que sirven para explicar por qué los trabajadores norteamericanos se conforman con los planes de los patronos a pesar de no tener profundas relaciones personales con ellos.

a) El alto valor cultural de la independencia ha caracterizado al tra­bajador todo a lo largo de nuestra historia y ha ido de la mano con una aversión hacia la autoridad paternalista. El trabajador rechaza todo lo que tenga apariencias de servidumbre, de esclavitud o de peonaje, y la misma sociedad prohibe legalmente tales contratos de trabajo. La ausen­cia de una dócil y humilde clase servil en Estados Unidos es sintomática de la oposición de los trabajadores a depender personalmente de los pa­tronos. • b) Al crecer y fortalecerse los sindicatos han operado como agentes

del trabajador. Hacen acuerdos colectivos por él, arreglando los detalles de horas, de salarios, de derechos de antigüedad y otras condiciones. Ne-

Conformidad impersonal de los trabajadores norteamericanos 300

gocian entre el patrono y el obrero, con lo cual disminuyen la necesidad de relaciones personales entre ambos.

c) Hasta cierto punto el gobierno ha contribuido también a desper­sonalizar estas relaciones. El próspero funcionamiento de nuestra gigan­tesca economía industrial es un asunto nacional y federal. Es indispensable cierto grado de reglamentación y de control. En el Congreso se han hecho y rehecho leyes laborales que se ocupan con gran detalle del contenido — los derechos y los privilegios— de la relación entre la dirección y el trabajo.

d) La estructura básica corporativa de grandes empresas industriales es necesariamente un arreglo formal, legalista e impersonal. Los miles de propietarios de una gran corporación están también representados por el consejo de directores en el control del negocio. Gerentes contratados y funcionarios especializados son también empleados, aun cuando se hallan del «lado» del patrono en la dirección de las negociaciones. No obstante, con frecuencia sienten cierta «lealtad a la firma», que es difícil de lograr en el obrero ordinario.

e) La movilidad del personal trabajador, o por lo menos de una no­table parte del mismo, parece ser un elemento concomitante permanente de nuestro género de economía industrial. Una solidaridad local y una serie de relaciones personales entre obrero y patrono pondrían trabas a esa movilidad. La fuerza de trabajo relativamente fluida reacciona a los cambios y presiones que están siempre en juego en nuestra economía.

f) La tendencia a concebir el trabajo como uno de los elementos de costo en la producción de artículos, ha influido en su despersonalización. Esto entra dentro de la línea de comercialización general de materiales, artículos y servicios, y hay que tener presente que el esfuerzo constante por rebajar el costo de la producción ha contribuido en gran manera a aumentar la capacidad adquisitiva del consumidor. Unas relaciones rigu­rosas y estables entre patronos y obreros, especialmente las basadas en lealtad y solidaridad personal, podrían modificar esta concepción.

g) Finalmente, la especialización de las funciones divide el trabajo en compartimientos y separa al trabajador del patrono. La cantidad de cono­cimientos técnicos que se exigen, sobre todo en los altos niveles de la fun­ción industrial, hace que el trabajador no pueda ser experto sino en unos pocos oficios dentro de la industria. De ahí resulta que hoy día la expe­riencia social del obrero se restringe a un pequeño grupo de camaradas.

Esta enumeración no pretende ser una explicación total de la situación laboral en la industria norteamericana. Las encuestas que se han hecho en fábricas y talleres son suficientes para mostrar que la conformidad im­personal de 'los obreros con las exigencias del oficio no implica relaciones sociales automáticas o mecánicas. En todas partes existen grupos homogé­neos de personas con respeto y lealtad mutua. Se han ideado técnicas para mantener las relaciones humanas dentro de la fábrica y se han formado programas que sustituyan a las relaciones entre patronos y obreros.

384 XV. Control social

Al institucionalizarse cada vez más el presente sistema de relaciones, los obreros se acostumbran a él, lo dan por supuesto y se le someten con sólo una vaga comprensión de las «reglas del juego». La mayor parte de los obreros están preparados para el género de conformidad que exige su oficio y en tanto no hay injusticias patentes prefieren probablemente esta situación.

4. Control político de la industria.

Hemos visto que las instituciones principales de la cultura norteameri­cana son necesariamente sistemas entrelazados, con influencia y dependen­cia mutuas. Personas que hablan ingenuamente de separación completa de las instituciones política y religiosa se quejan también por lo regular de la intrusión del welfare state en el orden económico. Existen muchos pun­tos en que se encuentran el gobierno y la economía, y es difícil ver cómo se pueda evitar esta interferencia o imaginar las ventajas sociológicas que puedan seguirse de evitarla.

La idea de que el Estado pueda ser mero arbitro entre «grupos de presión» o un juez imparcial y distante de la economía general, está tan anticuada como los filósofos individualistas que la proponían. El gobierno norteamericano ejerció desde el comienzo un control en la economía, y al ampliarse y hacerse más complejo • el sistema económico se incrementó también este control. Podemos esbozar brevemente las dos direcciones de esta relación entre las instituciones política y económica: una de ejecución y otra de regulación.

El aspecto más importante del influjo político se basa probablemente en los enormes servicios que ha prestado el Estado a los negocios ameri canos. Nuestra economía no sería viable si el Estado no controlara la circulación monetaria, si no persiguiera la falsificación, si no respaldara e! sistema bancario, si no tuviera un departamento de patentes, si no estableciera normas de bolsa y suministrara un marco legal para todas las cosas, desde el establecimiento de corporaciones hasta los procedimientos en casos de bancarrota y de reorganización. Imponiendo leyes sobre la propiedad y sobre los términos de los contratos, proporcionando subsidios directos y estableciendo tarifas crea el gobierno otros tantos mecanismos con miras a facilitar la marcha de la economía.

En provecho de la economía total mantiene el gobierno departamentos de investigación y oficinas de información para casi todas las funciones económicas. Estos servicios ayudan a la explotación minera y forestal, a la agricultura, a la industria ligera y pesada, a los productores y distribuidores de todos los tipos. El médico que condena los subsidios agrícolas recibe ayuda del servicio público de higiene; el labrador que teme a la medicina socializada recibe ayuda de las estaciones agrícolas federales y estatales. La comisión de seguros y de cambio ayuda a los que invierten fondos; la

Control político de la industria 385

oficina de estadística del trabajo da información sobre las corrientes de empleo; la oficina de control de calidad realiza investigaciones en defensa de los consumidores.

Fuera de estos y otros muchos organismos de apoyo el gobierno re­gula también las actividades económicas, en primer lugar con el fin de restringir el monopolio y de fomentar la competencia. El gobierno ha es­tablecido normas contra prácticas fraudulentas, anuncios engañosos, contra­bando de patentes, etc. Todas éstas son reglamentaciones que han agra­decido la gran mayoría de los negociantes honestos y eficientes. Sin embargo, el grito de «interferencia» se deja oír casi siempre que el Departamento de Justicia propone una investigación de las prácticas de monopolio.

En años pasados ambas partes han recurrido al gobierno a fin de que estableciera un «equilibrio» entre el poder de los grandes trusts y las grandes uniones laborales. Las tentativas del Congreso y de la adminis­tración para fomentar la armonía industrial han venido a ser banderines en toda campaña política, originando ingerencias todavía más profundas de las instituciones políticas en la institución económica. Como no ha sur­gido en Norteamérica un gran partido obrerista, los dos partidos políticos compiten por el voto de los trabajadores.

Estos dos aspectos del control político, el de apoyo y el de regulación, no proceden siempre de la iniciativa del gobierno. Labradores, obreros, hom­bres de negocios y profesionales se ven forzados a conformarse con mu­chas reglamentaciones gubernamentales y aceptan fácilmente el apoyo del gobierno. Pero muchas de estas «interferencias» políticas son debidas a peticiones de «grupos de presión», de camarillas y de grupos de intereses. Raramente se aprecia el hecho de que el censo decenal es muy útil al sis­tema económico, y que muchas de las preguntas formuladas en él han sido propuestas por gente con intereses en los negocios.

Aunque por necesidades del análisis distinguimos entre funciones polí­ticas y económicas, la situación concreta revela una íntima unión entre ambas. Los costos de funcionamiento del gobierno se pagan en última ins­tancia con la actividad económica de la gente, pero se puede predecir con seguridad que la economía sufriría un colapso si se tratara seriamente de retirar la función política de la económica o incluso de volver a la política gubernamental de cincuenta años atrás.

Desde el punto de vista de nuestro sistema institucionalizado de valo­res, los valores económicos se han introducido en el gobierno más de lo que los valores políticos han influido en la economía. Los norteamericanos dependen del gobierno para el fomento de la prosperidad y para tomar medidas preventivas contra depresiones económicas. Problemas económicos, como la inflación y la carestía de la vida, han venido a ser asunto central del gobierno, y el pueblo americano parece creer que sólo el gobierno es «suficientemente grande» para hacer algo en estas materias.

386 XV. Control social

5. El planeamiento social y la moral.

Norteamérica es una de las pocas grandes sociedades del mundo en que no hay movimientos de masas. Es especialmente marcada la apatía política de los americanos, y gran parte del éxito de movimientos econó­micos organizados se han debido a la acción de grupos relativamente pe­queños de intereses y de presión. Fuera de esta falta de acción masiva, se observa también falta de confianza en cualquier tipo de dictador que haya tratado de acaparar el control.

En general se puede decir que en los Estados Unidos el social enginee-ring deliberado da los mejores resultados cuando es fomentado por peque­ños grupos de elevada moral. Esto puede parecer una anomalía en un país en el que los proyectos en gran escala son llevados adelante por grandes organizaciones que requieren la cooperación de gran número de personas. Esta apariencia es falaz, pues tendemos a enfocar los resultados del pla­neamiento, es decir, la acción coordinada de millares de personas, en lugar de atender al proceso mismo que da lugar a la acción. Para descubrir el proceso de planeamiento debemos observar los comités, juntas, oficinas y los pequeños grupos de personas que se dedican al cambio, a la reforma y al control.

La cualidad característica de todos estos grupos es su elevada moral, que a su vez es resultado de una combinación de factores. Ya vimos que el trabajo en equipo es eficiente cuando se llenan tres condiciones: primera, que la acción a realizar sea concreta; segunda, que se pueda fijar la res­ponsabilidad de la realización; tercera, que las personas que participan en la acción estimen que ésta vale la pena. Se debe añadir la moral entre los miembros del grupo, pues sin ella fracasan incluso grupos con exce­lente dirección y sentimientos de rectitud.

Investigaciones empíricas han mostrado que la moral se halla presente en un grupo cuando existe: a) una meta claramente definida de gran valor para los miembros; b) una profunda convicción de que se puede lograr la meta o por lo menos que se puede realizar buena parte del objetivo; c) alguna demostración empírica de que se va avanzando hacia la meta; d) sentimientos de solidaridad entre los miembros del grupo; e) finalmente, percepción de peligro o de amenazas exteriores al grupo. Las amenazas exteriores suelen fomentar la unión y levantar los ánimos de los miembros.

Estas condiciones de elevada moral se pueden observar en todos los grupos que proyectan y llevan a cabo con éxito reformas sociales. De ello tenemos muchos ejemplos en la sociedad americana: en el pequeño grupo que preparó la llamada ley «seca», en el grupo que luchó victoriosamente por el voto de la mujer y en cierto número de comités de ciudadanos que lograron acabar con el vicio, el juego y la corrupción política en diferentes ciudades de los Estados Unidos.

Uno de los ejemplos más vivos de los efectos de la elevada moral

Bibliografía 387

es el del pequeño comité de organización industrial que se formó H tro de la American Federation of Labor por los años de 1930. Tenían su contra toda la tradición del movimiento sindical obrero, como tambié la más poderosa organización laboral del país. Formaban un grupo bien coherente, convencido de que su meta, no sólo merecía interés, sino además era algo que se podía realizar, y así lograron, con éxito casi inme­diato, organizar a los obreros de la industria. Es cierto que hubo algunas defecciones, pero éstas sólo sobrevinieron cuando el grupo se había con­vertido ya en el poderoso Congress of Industrial Organizations.

La importancia de la elevada moral se demuestra también por su ausen­cia en gran número de reformadores sociales fracasados. La historia del país está jalonada de movimientos abortados de reforma social y especial­mente de grupos que se opusieron a fuertes tendencias sociales. La moral de muchos grupos socialistas y marxistas se ha quebrantado por falta de una o varias de estas condiciones. Nuevos grupos se han formado con el mismo intento y han fracasado igualmente a la larga.

Parece ser que la intensidad con que se mantienen los valores de grupo está en relación inversa con el tamaño de éste y que esta fuerte intensidad fomenta la división, si no destruye la moral del grupo. Esto se ve clara­mente en los grupos extremistas tanto de derecha como de izquierda que exigen de sus miembros una lealtad pura y recta. Lo que ocurre entonces es que los desviacionistas y los revisionistas o bien son expulsados o bien se escinden en grupos independientes. La moral alta se mantiene muchas veces en cada grupo escindido, pero el efecto general es un debilitamiento del empuje hacia la reforma social.

La elevada moral constituye a la postre la diferencia entre el mero planeamiento social y el auténtico social engineering. Una de las cualida­des del líder es que lleva adelante en la acción social las ideas que propo­ne. Análogamente, un grupo de planeamiento se prueba en el mantenimiento de su moral durante el período de transición que media hasta la forma­ción de un programa efectivo de reforma. Los miembros de un pequeño grupo de planeamiento no realizan todas las funciones requeridas en el programa total. El programa requiere necesariamente cierta cooperación por parte de muchas personas. Pero las ideas progresivas se quedan única­mente en el estadio de planeamiento, a menos que se mantenga la moral del grupo hasta el estadio de la política.

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XVI

DESVIACIÓN

En los capítulos precedentes hemos observado que el cambio social es la variación de un modo anterior de existencia, y que el control social es el proceso por el que se efectúa el cambio hacia la confor­midad social o se logra mantener ésta. Tanto el cambio como el control están sujetos a ciertas regularidades y normas. Ambos son fenómenos sociales y culturales recurrentes y sometidos a rutina, pues el cambio es inherente a la vida social y el control es condición nece­saria de la sociedad y de la cultura. El cambio social va dirigido a valores y normas corrientes en la cultura, y el control a la conformidad del pueblo con estas normas.

El desviante y el anormal.

La desviación social y cultural se refiere a anormalidades e irre­gularidades. El sociólogo emplea el término «normal» para indicar todo lo que sea estandardizado, sometido a pauta, recurrente y caracterís­tico. Esto significa, desde luego, que estas regularidades de comporta­miento y estructura se usan también como normas para descubrir y evaluar lo que es «anormal». Se presupone que el comportamiento nor­mal goza de la aprobación de la sociedad, mientras que el anormal su­fre su desaprobación, y que el estudio de la desviación implica hasta cierto grado el de los valores de la cultura. Sin embargo, en términos estrictamente científicos la desviación no denota la aprobación o des­aprobación subjetiva del observador.

Si el control social es el mecanismo mediante el cual las personas se conforman con las pautas normales de la cultura, la desviación

390 XVI. Desviación

es el proceso por el cual las personas «quedan fuera del control». Las personas que no proceden de manera normal, es decir, que no se conforman con las regularidades normales y repetidas de compor­tamiento, se llaman anormales o desviantes. No son precisamente gentes sin norma, o anémicas. Subjetivamente, toda persona racional mantiene un conjunto de normas de comportamiento, pero en cuanto estas formas subjetivas difieren, conceptual y exteriormente, de las comúnmente admitidas en la cultura, la persona es un desviado. Des­de el punto de vista sociológico, las personas normales en una so­ciedad son las que comparten las formas comúnmente observadas de creencia y de conducta. Los que se salen de estas pautas son des­viantes.

Desviación positiva y negativa.

Toda cultura contiene a la vez pautas ideales y reales de comporta­miento. Las pautas ideales son la interpretación de los más altos valores, están expresadas en los principios fundamentales que suscribe la socie­dad, pero nunca se llegan a realizar plenamente. Las pautas que toma­mos como norma de conformidad o de desviación, no son las ideales, sino las reales. Así, los mores y las costumbres son las regularidades y uniformidades normales según las cuales debe el sociólogo estimar la desviación.

La desviación positiva es la que va en la dirección de las pautas ideales de comportamiento. Es la tentativa de aproximarse a estas pautas ideales que la sociedad misma considera como superiores; a estas formas de comportamiento la gente les da el calificativo de «más virtuosas». La persona o grupo orientado positivamente y desviado hacia arriba «se eleva por encima» de las pautas comunes, repetidas y reales de pensamiento y de acción. Esta clase de desviantes son las personas extraordinarias, los santos, héroes y ejemplos de comporta­miento. Es más fácil descubrir este tipo de persona en la literatura de un pueblo que reconocerlo en las situaciones sociales concretas.

Hay muchos ejemplos históricos de personas que fueron tildadas de radicales y fanáticas durante su vida, pero que después fueron reconocidas como desviados positivos. Los revolucionarios políticos y religiosos fueron con frecuencia perseguidos. Los inventores y descu­bridores fueron ridiculizados por sus contemporáneos. Análogo trata­miento se dio a los reformadores sociales proféticos y a los innova­dores en los campos de la pintura, de la escultura y de la arquitectura.

Tipos de desviantes negativos 391

Estos ejemplos muestran que la perspectiva del tiempo tiene impor­tancia para el reconocimiento de los desviantes positivos, y que a l

observador social científico se le exigen a la vez tolerancia y objeti­vidad.

La desviación negativa es un movimiento en la dirección de un comportamiento desaprobado, inferior e inadecuado. Significa confor­midad con modos de conducta que son inferiores a los estándares de la cultura, que están «por debajo» de las pautas reales. A este compor­tamiento de tipo inferior es al que más comúnmente se refiere el tér­mino «desviación» en los escritos de sociología. Los libros que tratan de problemas sociales se ocupan de este comportamiento negativa­mente desviante por ser un alejamiento hacia abajo del nivel de con­ducta normal aceptable en una sociedad. Las personas y grupos nega­tivamente desviantes tienen por lo regular bajo status social y son mirados de arriba abajo por su sociedad en general.

Conviene recordar que los sociólogos emplean tres índices para distinguir los mores, las costumbres y los usos en una cultura. Éstas son las pautas reales de comportamiento y se evalúan según la presión social que se aplica a su observancia, la extensión de la conformidad entre las gentes y el grado de valor que se les reconoce. Análoga­mente, el análisis de la desviación adquiere verdadero sentido científico, si tenemos conocimiento de estos tres criterios y conforme a ellos es­timamos el comportamiento desviante.

La dificultad del análisis se deriva de que estos tres índices deben utilizarse combinados entre sí. Hablando en general, un comporta­miento desviante de índole negativa va acompañado de bajos valo? res sociales; son relativamente pocas las personas que lo practican o que exigen que se practique. Los delincuentes reconocidos y los otros casos de comportamiento antisocial coinciden fácilmente con esta, des­cripción. La desviación positiva hacia un comportamiento superior y más virtuoso responde a los más altos valores en la cultura, pero no llena las otras dos condiciones. Son relativamente pocas las personas que lo practican y la presión efectiva que induce a practicarlo es tam­bién exigua. De ahí que la desviación positiva, aun cuando responda a los más altos valores de la cultura, debe calificarse de desviación.

Tipos de desviantes negativos.

Las personas desviantes son diferentes y anormales si se compa­ran con el término medio de las personas y con el tipo medio de com-

392 XVÍ. Desviación

portamiento. Pero hay clases de diferencias y grados de anormalidad en toda sociedad. Entre las personas puede haber no conformistas ex­tremos y no conformistas moderados; pueden ser anormales desde los puntos de vista físico, mental, moral o cultural.

Con esto clasificamos más bien que explicamos, pero en todo caso se puede intentar una explicación parcial partiendo de este tipo de clasificación:

a) Los deficientes mentales y los inadaptados psicológicos consti­tuyen una de las categorías de los desviantes negativos. Su compor­tamiento es aberrante en diferentes grados, puesto que son incapaces de adaptarse a los modos normalmente aceptados en la sociedad. Entre éstos se incluye a los retrasados, idiotas y bobos, así como a los que padecen diversas perturbaciones psicóticas y neuróticas. Su compor­tamiento antisocial puede variar, desde las personas violentas y des­tructivas hasta las inofensivas e inermes.

Este género de desviantes negativos se dice que están «fuera de contacto con la realidad» y necesitan del cuidado de la sociedad para su propia protección y en interés de los demás. Su comportamiento es azaroso y excéntrico, pues no son capaces de reconocer y reproducir el comportamiento ordinario considerado como normal en la sociedad. Al llamarlos «desviantes» no se emite un juicio moral o ético, puesto que no son responsables dé su propia conducta.

b) Los impedidos física u orgánicamente son otra categoría de desviantes negativos según el grado de imposibilidad en que se hallan de seguir las formas normales de vida en sociedad. Estas personas son completamente distintas de los desviantes psicológicos y morales. Los sordomudos, lisiados, paralíticos y los enfermos crónicos consti­tuyen un problema para sí mismos y para la sociedad. Mediante un entrenamiento y el empeño de sus aptitudes personales pueden apren­der a participar en mayor o menor grado en la cultura y en la so­ciedad, pero no pueden alcanzar nunca el nivel de conducta que se considera normal y aceptable.

c) La tercera categoría la forman los que se pueden llamar des­viantes dependientes. En cierto sentido son gentes desclasadas, que tienen poco o ningún status social dentro de la estructura normal y tienen que depender de la sociedad. Tales son los desamparados, los perdidos, los dropouts *, así como los pobres genuinos y los mendi-

* Nota del traductor: El término drópout corresponde a la tercera y última fase de la sabiduría a que conducen las drogas que desarrollan la conciencia. En esta fase el indi­viduo logra su status de marginal dentro de la sociedad y la cultura (drops out, cae fuera), y asume su rol apostólico desde lo que él llama «contracultura».

Desviación y roles sociales 393

gos voluntarios. En esta categoría están comprendidos los huérfanos e hijos ilegítimos, si bien es posible que una vez adultos ocupen su puesto de personas sociales normales.

d) Los desviantes criminales o delincuentes no son juzgados por la sociedad con el mismo criterio que los desviantes mentales, físicos y dependientes. Los criminales son no conformistas que deliberada­mente violan las normas de valor de la cultura. Sólo por ser responsa­bles de su conducta se les aplican penas impuestas por la sociedad misma. Su comportamiento desviante se extiende desde las transgresio­nes graves hasta las ligeras, y sus irregularidades van desde las acciones relativamente habituales a las puramente ocasionales.

Desviación y roles sociales.

Las uniformidades de comportamiento se pueden realizar prove­chosamente desde el punto de vista de los roles sociales. Cuando una persona se desvía marcadamente de las expectativas normales de sus roles, observamos una falta de uniformidad y regularidad. Como el rol satisface una necesidad específica y está en función de un fin reconocido, nos proporciona una clave de la trascendencia cultural de la conformidad y la no conformidad. La personalidad social efec­tiva e integrada es aquella en la que todos los roles sociales fun­cionan de acuerdo con los modos normales y esperados.

El examen por medio de los roles sociales ayuda a evitar la simplificación excesiva de juzgar a la persona totalmente buena o total­mente mala o de creer que la desviación es una condición total de la personalidad social. Un análisis adecuado de los roles revela que la mayoría de los no conformistas son sólo parcialmente desviantes, y que la mayoría de los conformistas proceden en determinadas oca­siones en forma anormal. Un conformista absoluto parece ser una imposibilidad sociológica, ya que tanto la conformidad como la des­viación son relativas a la persona, al rol y a la cultura.

Desde el punto de vista del contenido del rol, la sociedad per­mite fácilmente cierto grado de variación y desviación en la práctica de los usos. Esta actitud permisiva es menor respecto a las costumbres y se convierte en prohibición por lo que se refiere a los mores. Así en el rol paterno no se deja opción al individuo en el plano de los deberes obligatorios para con los hijos. Una desviación en este sentido respecto de los mores estrictos no es tolerada por la sociedad. Pero en el plano de los usos tiene el padre cierta libertad de elección con

394 XVI. Desviación

tal que no llegue a extremos de excentricidad. El padre no puede dejar que su hijo muera de hambre, pero puede privarle de comer tal o cual manjar.

Hemos visto que las normas de los roles sociales se desarrollan no en la sociedad en cuanto forma un todo, sino en los varios grupos sociales en que se desempeña el rol. Así en el proceso de sociali­zación el individuo no aprende meramente un rol total en general, sino los diversos roles sociales específicos en los grupos importantes en que participa. Por tanto, las uniformidades normales de compor­tamiento conciernen lógicamente a las funciones y metas de cada gru­po y difieren de un grupo a otro. Un hombre no procede de la misma manera en un partido de golf, en una asociación religiosa y en una reunión comercial. El mismo conjunto de pautas de comportamiento que es perfectamente normal en una situación, sería desviante o anor­mal en una situación diferente.

La desviación del rol y la personalidad social.

La personalidad social aceptable evita la desviación aprendiendo a no «confundir» los roles. La sociedad la juzga por su capacidad de adaptar su comportamiento a los determinados tiempos, situaciones y grupos y de llenar las condiciones de comportamiento de cada rol en el momento de desempeñarlo. Sin embargo, la desviación de la per­sonalidad social no sobreviene por lo regular por la mera sustitución de un rol por otro, como sucedería representando un rol de miem­bro de un coro en un grupo económico. Esto sería una disconformidad total y sería considerado como verdadera anormalidad por los otros participantes.

La desviación del rol se observa más frecuentemente en el des­empeño irregular de los diferentes roles sociales. Un hombre puede cumplir adecuadamente sus roles de marido y de padre, como tam­bién sus roles recreativo y político, pero apartarse de las normas previstas de comportamiento en sus prácticas financieras. Una mucha­cha puede cumplir normalmente todos sus roles sociales excepción hecha de su rol de estudiante. Viceversa, un estudiante modelo puede ser insoportable como hijo de familia, responder a las exigencias del comportamiento escolar y fallar en lo que requiere el rol familiar.

Es probable que, si se comparan internamente los roles sociales desempeñados por la persona individual, todos los seres humanos sean en mayor o menor grado desviantes sociales. Aquí una vez más es

Desviación institucionalizada 395

necesario hacer la distinción entre los mores, las costumbres y los usos, y hacerse cargo de que en muchos casos la desviación es una aberración pasajera. Incluso la personalidad social normal es a veces desviante en algunos aspectos de sus roles sociales. La sociedad per­mite, y hasta prevé, cierto grado de elasticidad. Un «desliz» acá y allá apenas si se tiene en cuenta, y a veces incluso se aprueba, pues hace a la persona «más interesante». Sin embargo, una persona que es constantemente no conformista en un rol social, aun cuando pue­da desempeñar cabalmente sus demás roles, cae de lleno bajo la defini­ción de desviante social.

Desviación institucionalizada.

Dado que las pautas de comportamiento vienen a hacerse institu­cionales, es natural que la persona normal sea aquella que se con­forma con las exigencias generales de las instituciones. El desempeño irregular de los roles sociales por parte de los individuos es con frecuencia un reflejo — y a veces depende— de cierto grado de in­consecuencia entre las diversas instituciones de una cultura. Los supre­mos valores de la institución religiosa pueden estar en pugna con los de la institución económica o política. Esta inconsecuencia institucio­nal o desviación impersonal existe en toda cultura; y puesto que de­finimos la desviación como falta de conformidad, probablemente el mejor modo de evaluarla es confrontarla con las normas de la insti­tución axial.

Aparte del abstracto nivel del ethos cultural básico que parece penetrar todas las instituciones, las personas tienden a evaluar todas las normas institucionales confrontándolas con la institución axial. Si la cultura está dominada por los valores de familia y de parentesco, habrá tendencia a poner todas las demás disposiciones institucionales en conformidad con aquéllas y a juzgar como desviación las formas que no se les adapten. En este sentido la desviación viene a ser un concepto más o menos estático de inconsecuencia.

Uno de los problemas más enrevesados en el análisis sociológico está en el hecho de que toda cultura contiene desviaciones de conducta sometidas a pauta y aparentemente aprobadas. Los antropólogos refie­ren que ciertas tribus primitivas aprueban las orgías ocasionales y Que

en las sociedades sencillas actúan éstas como medios para relajar la ten­sión. Sea cual fuere la explicación, el hecho es que incluso las socie­dades más desarrolladas y complejas permiten tales desviaciones.

396 XVI. Desviación

Estas desviaciones institucionalizadas se llaman a veces «evasiones sometidas a pauta». Son modos más o menos regularizados de hacer obstrucción a las normas aprobadas y establecidas de conducta. Son en­gañosas y paradójicas y pueden llamarse «anormalidades normales». El castigo subrepticio y la privación infligida a determinados grupos ra­ciales y minoritarios, la cooperación pasiva de la policía en estas prác­ticas y la aprobación tácita que les otorgan las personas de la clase alta, se combinan para constituir una forma establecida de desviación. Las diversas formas de prostitución y de juego ilegal, el cohecho, la inter­vención política en los procedimientos penales, la «dicotomía» en los honorarios y otras prácticas similares están admitidas como comporta­miento «indeseable». Satisfacen necesidades efectivas o imaginadas de las personas y, aun cuando contradicen a los valores expresos de la cultura, se convierten en desviaciones sistematizadas e instituciona­lizadas.

Situaciones desviantes.

Aparte las formas más o menos establecidas de desviación institu­cional, los sociólogos reconocen también la situación* anormal infre­cuente. Es un fenómeno temporal en el que las personas tienden a «olvidarse» y actúan completamente fuera de sus roles acostum­brados. Por ejemplo, al sobrevenir un pánico o una crisis las personas sociales normales proceden de manera extraña e imprevista. Un motín o una refriega callejera puede reunir a gentes que no se habían encon­trado nunca e implicarlas en comportamientos desacostumbrados e incongruentes. La definición de un motín supone una pluralidad de personas en situación anormal.

No toda situación desviante de este género es súbita e imprevista. Al pánico, al motín y a la acción del populacho preceden con fre­cuencia períodos de creciente fricción social y de tirantez de las rela­ciones humanas. Una huelga laboral puede estar muy bien organizada y las intenciones de los vigilantes pueden ser completamente pacíficas, pero con frecuencia la situación misma degenera en una erupción social. Análogamente, una rebelión ha podido planearse en secreto du­rante un largo período de tiempo, pero cuando ocurre, crea una situa­ción anormal. Los rebeldes mismos son no conformistas y la acción que emprenden es anormal.

Si consideramos la desviación sociocultural como una situación en la que un comportamiento desaprobado socialmente es realizado

Grupos desviantes 397

por una colectividad de personas, podemos distinguir tres planos dife­rentes. El primero es la rutina más o menos establecida de una des­viación, como algunas prácticas de colusión con los agentes de la justicia en las infracciones del código de la circulación, que son mera­mente toleradas por la gente. El segundo es el de la aberración tem­poral e inesperada de comportamiento que tiene lugar en crisis y pánicos. El tercero es el de la erupción social temporal, pero con frecuencia prevista, como en el caso de violencia o conflicto. Numero­sas y variadas son las influencias que entran en juego en cada situa­ción aberrante en los tres planos de este análisis.

Grupos desviantes.

El análisis de toda sociedad muestra la presencia de los grupos bá­sicos: familiar, educativo, económico, político, religioso y recreativo. Es, sin embargo, raro que exista una completa coordinación y con­formidad entre todos los sectores dentro de cada gran grupo. Hay una gradación de subgrupos que puede extenderse desde los que se acomodan a los valores y normas supremas hasta los no conformistas extremos. A estos últimos los llamamos grupos desviantes.

En una sociedad grande, compleja y dinámica se pueden incluir bajo los epígrafes principales numerosos ejemplos de grupos desviantes. Cier­tos cultos y sectas se desvían de las grandes entidades religiosas y den­tro del grupo madre surgen movimientos radicales con exigencias de reforma. Los partidos políticos tienen sus grupos de disidentes que a veces forman partidos menores. En el mundo de los negocios existen desviantes positivos que se lanzan a nuevos sistemas de producción y desviantes negativos que emprenden negocios sospechosos. Formas análogas de desviaciones organizadas se observan históricamente en los grupos recreativo, educativo y familiar.

Ya hemos visto que entre las personas sociales se pueden señalar desviantes psicológicos, físicos, económicos y éticos. Desde el punto de vista de la clasificación de los grupos, los grupos éticamente des­viantes son los que merecen más atención y ofrecen los mayores pro­blemas a la sociedad organizada. Estos grupos están constituidos por infractores de la ley, ya se congreguen para formar motines y tumultos momentáneos o asociaciones relativamente permanentes de varias es­pecies de delincuentes. Los grupos ilegales moralmente desviantes, las bandas, y hasta verdaderos syndicates de criminales existen en mayor o menor grado en todas las grandes sociedades.

398 XVI. Desviación

El sociólogo debe comprender que estos grupos y asociaciones de­lictuosas son sólo parcialmente desviantes. El análisis de sus funciones y estructuras revela que existen y actúan según todas las generaliza­ciones sociológicas que hemos hecho acerca de los grupos no-desviantes. Los individuos siguen pautas de comportamiento, desempeñan roles y tienen status dentro de la estructura. Hacen uso de los diversos procesos y relaciones, y también necesitan control y administración. Estos grupos están estratificados y tienen sus líderes y sus secuaces; su comportamiento común está institucionalizado. Difieren, sin embargo, sociológicamente de los grupos no desviantes por el hecho de que algu­nos de sus valores y acciones no están de acuerdo con los aprobados y aceptados por la gran sociedad.

Los objetivos de los grupos negativamente desviantes varían en cier­ta manera, pero siguen la dirección general de explotación de la so­ciedad total. Probablemente el motivo principal de algunas de las pan­dillas de muchachos es el deseo de animación y recreo, mientras que el de un mecanismo político corrompido puede ser la aspiración al poder. Sin embargo, generalmente los grupos éticamente desviantes explotan a la sociedad con fines de lucro material. En este sentido son grupos económicos que buscan provecho financiero por caminos ilegales y en formas desaprobadas en la cultura.

La distinción entre grupos que se mantienen dentro de la legalidad y grupos que rompen con la ley no es tan clara como esta descrip­ción pudiera sugerir. Si llegáramos a poseer datos suficientes sobre cada uno de los individuos, nos hallaríamos en condiciones de cons­tituir una serie continua de personas que se extendería desde los de­lincuentes profesionales hasta los ciudadanos cabales y honrados. Sin embargo, en algunos puntos de esta serie continua hay numerosas personas que pasan por ser ciudadanos honrados, pero que participan regularmente en actividades ilegales. Ya hemos vista que en toda cul­tura se dan evasiones sometidas a pauta o desviaciones institucionaliza­das. Por ejemplo, toda la gama del soborno y la colusión más o menos franca, los llamados delitos «de cuello blanco», contiene grupos des­viantes de personas que practican estas pautas.

Grupos marginales.

Hemos visto con respecto a las normas aceptadas por una cultura que las personas y los grupos pueden ser desviantes positiva o negati­vamente, los unos por encima de la norma establecida de comporta-

Grupos margínales 399

miento, los otros por debajo de la misma. Algunas personas, grupos y tipos de comportamiento se hallan «al margen» de los límites admitidos del sistema sociocultural. No están completamente dentro de éste ni completamente fuera de él.

El concepto de marginalidad cultural no implica necesariamente un juicio ético o moral. El hombre marginal es uno que no ha sido plenamente asimilado o adaptado a las normas sociales y culturales de la sociedad en que vive. La persona marginal es diferente y en este sentido es desviante, aun cuando pueda poner serio empeño en se­guir los mores y en ser aceptado por la mayoría de la gente.

Los grupos marginales son evidentemente grupos minoritarios y desde el amplio punto de vista de la sociedad total se designan más técnicamente como «categorías sociales». En su gran mayoría están constituidos por inmigrantes y recién llegados, que todavía manifiestan las características de su socialización en una cultura diferente. Las categorías marginales pueden ser también minorías raciales o religio­sas que, excepto en su característica especial, comparten plenamente la cultura de la población mayoritaria.

La marginalidad se evalúa según los criterios generales de status social, y en una gran sociedad moderna es necesariamente un con­cepto dinámico. La persona marginal no posee en grado suficiente algunos de los elementos de valor que elevan el status en la so­ciedad, ya se trate de riqueza, color de la piel, tipo de instrucción, religión u otros. La mayor parte de estos elementos cambian gradual­mente en las personas que los poseen, y su evaluación puede cambiar también durante un período de tiempo en las mentes de la mayoría. El grupo marginal es periférico a la cultura total y debe considerarse como orientado hacia ella, a no ser que en la estructura social existan organizaciones similares a las de casta.

El grado de desviación del grupo marginal depende en último tér­mino de lo que se considera como normal en el sistema total. El grupo desviante sólo puede ser aceptado en la medida en que «logre» la normalidad. El concepto de logro subraya el rol social, mientras que el concepto de adscripción subraya el status. El primero es mu­cho más efectivo para la persona o grupo contenido ya dentro de la sociedad global, mientras que el segundo tiene más importancia para la persona o grupo marginal. La marginalidad es por consiguiente un aspecto especial de la desviación, dado que los desviantes marginales no pueden con frecuencia hacer nada para eliminar la fuente de su desviación.

400 XVI. Desviación

Problemas sociales y progreso.

La desviación social es un fenómeno peculiar en cuanto que crea a la vez problemas sociales y condiciones para el progreso social. Si la sociedad fuera un mecanismo bien equilibrado que funcionara en for­ma exactamente repetida, no estaría sujeto a anormalidades ni a me­joras desde dentro. Todo sistema social y cultural está sujeto a cambio interno y a desviación de las regularidades y normalidades antes acep­tadas.

Los sociólogos que emplean el «enfoque de valores» definen un pro­blema social como una discrepancia entre las normas de valor y el comportamiento social real, y suponen además que existen siempre conflictos entre los diferentes grupos de valores. Se emplee o no este enfoque, el problema social parece estar siempre relacionado con una desviación con respecto a los estándares aceptados de comportamiento. La lista de los problemas sociales analizados ordinariamente por los sociólogos —pobreza, crimen y delincuencia, déficits de vivienda, mala salud y otros— sugiere que un considerable número de personas no participan o no pueden participar normalmente en los elementos consi­derados como de valor en la cultura.

Es evidente que el término «problema social» está en conexión con la desviación negativa. Ya se defina como patología social o como desorganización social, es un comportamiento que se desvía brusca­mente hacia abajo alejándose de los estándares sociales aprobados y deseados. El esfuerzo colectivo para resolver o aliviar los problemas sociales debe incluir un esfuerzo por reducir la distancia entre las normas de comportamiento y la situación concreta. El intento de eli­minar esta desviación pretende «restaurar» la sociedad a su nivel de normalidad.

El progreso social no consiste sencillamente en eliminar los pro­blemas sociales o en disminuir el grado de desviación negativa en una sociedad. Ni tampoco es posible imaginar una sociedad relativamente estancada, en la que se dé una normalidad permanente. El progreso social, como quiera que se lo defina, procede en la dirección de la desviación positiva y tiene su origen en las personas o grupos des­viados positivamente. Si fueran rígidas las uniformidades culturales, si las gentes repitieran las mismas pautas de comportamiento exacta­mente de la misma manera, si los seres humanos no pudieran prever, planear y ejecutar nuevos programas de acción, no podría haber desviación positiva ni progreso social. Las experiencias acumuladas por

El ocio como desviación 401

las personas constituyen las pautas normales y previstas de comnor-tamiento, pero son también las bases desde las cuales se proyectan nuevas pautas de conducta social y cultural.

Las modificaciones pasajeras, como las novedades y las modas no constituyen desviaciones importantes, si bien indican que una cultura puede ser sumamente volátil. Los progresos importantes provienen de las grandes desviaciones positivas y duraderas que elevan el nivel de la normalidad. La extensión de la protección de los deberes humanos a un número cada vez mayor de personas en una sociedad representa tal género de desviación positiva. La introducción de nuevas for­mas institucionales, con que se puedan aminorar los conflictos entre los grupos, la expansión de las facilidades de participación en la so­ciedad y en la cultura, la elevación del nivel familiar de vida son ejemplos de desviación en la dirección de las normas más aceptables y valoradas.

LA DESVIACIÓN EN NORTEAMÉRICA

1. El ocio como desviación.

Uno de los cambios más notables que tienen lugar en la sociedad norte-america es el desarrollo de la subcultura del ocio. La insistencia tradicio­nal en el trabajo duro como medio tanto de prosperidad material como de salud eterna, no ha desaparecido entre los norteamericanos, pero el avance continuo del poder de la máquina ha aligerado en gran manera la carga del trabajo manual. La noción puritana de que «la ociosidad es la madre de todos los vicios» se mantiene todavía con cierto vigor, y hasta nuestro tiempo libre se ha rellenado de actividad febril. Hablando en tér­minos generales se puede decir que el hincapié que antes se hacía en la producción se ha trasladado ahora al consumo.

Este desplazamiento del acento de una cultura del trabajo a una cultura del ocio no es, naturalmente, una subversión radical. El trabajo continúa, pero se ha operado un cambio notable en las formas del trabajo; siempre ha habido ocio, pero actualmente aparecen nuevas pautas de él. Esta aparición del ocio institucionalizado puede llamarse una forma de desvia­ción social y cultural. Es un abandono de las actitudes y comportamientos estandardizados que existían anteriormente en la institución recreativa. Es una nueva orientación que forma regularidades y normalidades nuevas y que está produciendo enorme efecto en la cultura total.

El análisis de esta desviación recreativa descubre ciertas líneas generales de conducta. Estas formas no se han establecido con todo rigor, ni podrán probablemente establecerse en tanto nuestra cultura se mantenga en rápido

402 XVI. Desviación

cambio, pero están lo bastante establecidas para reconocer que son com­pletamente distintas de formas anteriores.

a) En el campo general de la diversión ha habido una marcada rela­jación de los llamados módulos Victorianos y puritanos. Películas con esce­nas de amor que hubieran resultado atrevidas para un público masculino hace cosa de cincuenta años, se exhiben actualmente en todas las salas locales. Las revistas ilustradas han pasado de las historias de héroes sanos que triunfaban siempre de las fuerzas del mal a historias en las que un extraño héroe del espacio exterior realiza proezas fantásticas. Canciones que hace dos generaciones hubieran chocado a los norteamericanos, las tararean hoy casi todos los adolescentes.

b) En el campo general de lo que los moralistas llaman «sed de pla­ceres» ha habido también cambios considerables. Gastamos más dinero por persona en tabaco que en la instrucción pública. El predominio del tabaco entre las mujeres significa una reversión total de pautas anteriores. El consumo de bebidas alcohólicas, especialmente de combinados, no sólo ha aumentado enormemente, sino que ha influido también en las pautas de entretenimiento para las visitas. Diversos cambios de actitudes y condicio­nes permiten una libertad sexual que antes hubiera sido impensable en la sociedad estadounidense.

c) Una de las más amplias generalizaciones que ilustran el ocio y la riqueza de la moderna Norteamérica se puede estudiar bajo la categoría del consumo llamativo. En muchas sociedades se han usado como símbolo de status niveles ostentosos de vida, pero entre los norteamericanos muchos objetos que en otro tiempo eran puro lujo se consideran ahora como nece­sidades. Sin embargo, vemos cómo personas que nunca leen un libro com­pran y exhiben estantes enteros de graves volúmenes; a gentes que no saben nadar y construyen piscinas en la parte trasera de la casa; a gentes que sólo tienen un coche y construyen y mantienen un garaje para tres coches; a mujeres que llevan pieles de visón cuando la temperatura exige un vestido ligero.

Existen grados de conformidad con estas nuevas formas de conducta y también hay diferencias entre las personalidades desviadas que introdu­cen o aceptan el cambio. A una strip-teaser la considera todavía la ma­yoría como una personalidad desviada, como también a un adolescente que comete un delito conforme al modelo de alguna historia leída en revistas de detectives. Al borracho de la clase alta se le llama alcohólico y se le trata con cierta simpatía. La persona que pone antena de televisión en el tejado sin tener receptor en casa o el hombre que guía un coche más costoso de lo que le permite su situación puede ser ridiculizado por sus vecinos, pero de todos modos es una persona que conoce y procura realizar las nuevas pautas de comportamiento.

Sea cual fuere el juicio sobre lo bueno o malo de estos cambios, la desviación no puede atribuirse a la bondad o maldad de las personas. El cambio de actitudes respecto al pecado y a la virtud influye sin duda

Desviaciones en la religión 403

alguna en las pautas exteriores de recreo, pero la desviación de que trata­mos es más que un asunto personal. En cierto sentido, los americanos se han encontrado con que «se les imponía el ocio» y quizá no han aprendido todavía a administrarlo. Hay indicios de interés popular por la música y la pintura, de pautas de trabajo manual con que arreglarse uno mismo en casa, de aprecio de las bellezas de la naturaleza en excursiones y viajes de turismo.

Estas tres grandes líneas de desarrollo —diversiones, sed de placeres y consumo en gran escala— deben considerarse dentro de la perspectiva que nos abre la desviación recreativa. Sería un error exagerarlas como formas externas de comportamiento practicadas por la mayoría de los nor­teamericanos. Es probable que éstos estén en algún modo influidos por ellas, y de ahí su importancia sociológica. Desde el punto de vista negativo son desviaciones contra las que ya no protesta la mayoría de las gentes, y desde el punto de vista positivo son desviaciones admiradas y deseadas por muchas personas.

2. Desviaciones en la religión.

La cultura norteamericana contiene un número extraordinario de des­viaciones religiosas internas. Casi todas las formas conocidas de ritos actua­les se pueden ver practicadas en algún sitio entre las entidades religiosas de nuestro país. Sin embargo, la mayoría de rarezas o anormalidades reli­giosas son practicadas por un número relativamente pequeño de personas. La mayor parte de practicantes profesan unas pautas de culto funda­mentales bien conocidas.

Fuera de estas desviaciones internas, que se han estudiado y comentado ampliamente, existe también el aspecto de la desviación religiosa en cuanto influye en instituciones no religiosas. Aquí consideramos la manera como las pautas de conducta aceptadas y practicadas en un grupo religioso se ex­tienden más allá del grupo como una tentativa de reformar pautas no religiosas. Desde el punto de vista de la desviación social significa esto que un comportamiento tenido por normal dentro del grupo religioso, pero mirado como anormal por la mayoría de los norteamericanos se ha intro­ducido como pauta general para el conjunto de la sociedad. A veces la nueva pauta se ha introducido con éxito, pero otras veces no.

a) El experimento más conocido en esta línea es la «enmienda dieciocho» de la constitución, conocida como la ley «seca». Algunas religiones fun-damentalistas que enseñaban que es pecaminoso el uso de bebidas em­briagadoras, lograron suficiente apoyo político para que se declarara ilegal la venta de licores. Pero el país se resistió a pasar del consumo de licores a la abstinencia, y al fin la ley hubo de ser derogada. La lucha contra el juego, fomentada también por estos grupos religiosos, ha tenido éxito en algunos lugares.

404 XVI. Desviación

b) La cuestión de la enseñanza de la religión en el sistema de la ins­trucción pública ha tenido algunas curiosas variaciones. Todas las iglesias sostienen que se debe enseñar la religión a los niños, pero hay tantas igle­sias en los Estados Unidos que no ha podido haber acuerdo sobre lo que se ha de enseñar. La misma versión protestante de la Biblia no se enseña ya en la mayoría de las escuelas públicas, y en muchos lugares se ha esta­blecido el sistema de «sustraer tiempo» a las clases para la instrucción reli­giosa en la iglesia. Se ha introducido la costumbre de la instrucción religiosa y ha aumentado el porcentaje de los niños que la reciben, pero las personas que la imparten no son funcionarios públicos de la escuela.

c) Hasta cierto punto, las iglesias han logrado extender el concepto de fraternidad racial en vastos sectores de la vida norteamericana. En muchos casos, las iglesias mismas tuvieron que comenzar por abandonar las pautas internas de segregación y desarrollar una doctrina de solidaridad cristiana antes de fomentarla en la estructura no religiosa. Si bien no han sido los grupos religiosos el único agente de integración racial en la sociedad norte­americana, el influjo de líderes religiosos en el establecimiento de nuevas pautas ha sido verdaderamente grande. Lo que en este sentido se conside­raba antes como peculiar desviación local y de grupos, se va aceptando ahora gradualmente como práctica formalizada en toda la sociedad.

d) En el plano de las pautas conceptuales de justicia económica, los principios de las encíclicas papales y de otras varias declaraciones de auto­ridades religiosas han gozado de gran aceptación. Estos principios se han puesto en práctica gracias a la acción directa de representantes religiosos, que han actuado como arbitros en huelgas, como también por medio de los servicios religiosos del Día del Trabajo, por medio de periódicos labo­rales, y con el establecimiento de institutos mixtos (de patronos y obreros). La idea de que la institución religiosa tiene algo que ofrecer a la- insti­tución económica, no es ya ajena a la mayoría de los americanos.

Los ejemplos que acabamos de dar son una indicación sumaria de cómo los cambios introducidos han sido procurados deliberadamente con el fin de trasladar pautas religiosas a otros sectores de la vida. Con frecuencia se ha destacado la tendencia opuesta, la llamada secularización de nuestra cul­tura. Se pueden dar otros ejemplos de pautas religiosas que se han mante­nido como usos establecidos de antiguo —la celebración de Navidad, de Pascua, el Día de acción de gracias, el Memorial Day y las ceremonias religiosas observadas en el nacimiento, en el matrimonio y en la muerte. Estas pautas apenas se pueden llamar desviaciones, puesto que hace ya tiempo que están aceptadas como pautas de comportamiento normal.

En cierta medida, la aceptación de las desviaciones religiosas en las instituciones no religiosas implica diversos fenómenos de cambio, control e integración social. Es probable que, según vaya avanzando en edad la cultura norteamericana, adquieran sus instituciones principales una coordi­nación más íntima y mayor intercambio de pautas. Esto requiere que en varias instituciones se toleren algunas desviaciones y que a las gentes que

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La ley, freno para la desviación 405

tienen fe profunda en estas desviaciones se les permita propagarlas. La sociedad norteamericana ofrece un campo fértil para la experimentación en creencias y prácticas religiosas, y aunque la mayor parte de las desviacio­nes languidecen o desaparecen, algunas de ellas se convierten en norma­lidades aceptadas en la cultura total.

3. La ley, freno para la desviación.

El sistema legal norteamericano actúa como control a la vez positivo y negativo sobre la desviación social, dado que fomenta la conformidad con las' normas y emplea técnicas formalizadas para el castigo de los no conformistas. El hogar, la iglesia y la escuela son importantes instrumen­tos para estimular la conformidad, para infundir aprecio de los supremos valores sociales y para estandardizar la conducta de las personas. Estos y otros grupos institucionalizados logran fomentar el respeto a la ley, pero no tienen las definiciones netas de las pautas de comportamiento ni el apa­rato de'presión y de castigo de que dispone la ley.

El pueblo norteamericano, a pesar de su tradición de individualismo y a pesar del rápido cambio de su cultura, vive en general dentro de la le­galidad. Reportajes sensacionales sobre disconformidad, desde las delincuen­cias de cuadrillas juveniles hasta los homicidios premeditados por criminales organizados, prescinden del hecho de que la mayoría de los americanos no se han visto nunca comprometidos en violaciones de la ley. Aquí no viene al caso si la proporción de crímenes es mayor o menor que la de otros países. Lo que nos interesa es el hecho de que la ley actúa entre nosotros como fuerte impedimento de una grave desviación social.

a) En el grado en que resultan ineficaces las pautas de otros grupos la ley obra como el medio definitivo de control. El castigo infligido por los padres, la expulsión de una escuela, la excomunión por una iglesia o el ostracismo impuesto por algún otro grupo o asociación pueden bastar en casos particulares como mecanismos de control. El individuo puede «volver al redil» o aceptar las uniformidades de comportamiento dominantes en otros grupos; pero si persiste en graves desviaciones, debe al fin contar con la ley.

b) La ley es más precisa y detallada en sus pautas de comportamiento que cualquier otro de los sistemas institucionalizados de control. Toda aso­ciación formal tiene reglas y estatutos, pero éstos se limitan exclusivamente a sus propios miembros, con frecuencia están formulados vagamente y en forma ineficaz y sólo se toman en serio en situaciones criticas. El derecho canónico de la Iglesia católica es la única excepción notable en este par­ticular, pero en sí es ya un sistema legal.

c) Las leyes que definen comportamientos prohibidos y desviantes han sido escritas e interpretadas por técnicos expertos y han sido discutidas y promulgadas por asambleas municipales, de los Estados y federales delibe-

406 XVI. Desviación

radamente constituidas al efecto. En ningún otro sector de la actividad humana hay una gran corporación que tenga por fin establecer las normas de comportamiento conformista y los criterios al tenor de los cuales puedan ser juzgadas las desviaciones. En ningún otro sector de la sociedad se apli­ca tal esfuerzo racional a elaborar los módulos que indican lo que es provechoso y lo que es dañoso para la sociedad.

d) La ley es un sistema relativo y cambiante, pero las normas legales en un tiempo dado suelen ser absolutistas. Aunque puede haber desniveles legislativos y jurídicos, sin embargo hay una constante exigencia de con­formidad con las normas legales. Siendo la ley capaz de cambios y mejoras, está en situación de hacer frente a cualquier nueva desviación en gran escala que amenace a la cultura. Los principios inmutables de la ley moral natural son reconocidos como base de la legislación, pero la aplicación de la ley responde a las necesidades e intereses de la sociedad total.

e) La objetividad de la ley, estrictamente interpretada, exige que el desviado delincuente sea castigado, no por ser antisocial e inmoral, sino por haber violado las específicas normas legales de comportamiento. Sin embargo, en la realidad todo el sistema de legislación y de coerción legal, con su policía, sus tribunales y prisiones, hace presión para que el individuo acepte y cumpla un mínimo de estándares de comportamiento. Es esencial bienestar de la sociedad el que se mantenga este mínimo de conformidad.

Estas declaraciones relativas a la utilidad de la ley para retraer de la desviación cultural y social no suponen que se atrape y se castigue a todos los criminales o que todos los aspectos del sistema legal funcionen eficaz­mente. El hecho de que una ley esté «en los libros» no quiere decir que se la ponga en vigor rigurosamente y ni siquiera que sea aceptada por la mayoría del pueblo. El cuerpo de leyes en una sociedad no es un indicio seguro del comportamiento efectivo de las personas. A lo mejor un severo código legislativo se aplica muy laxamente en una sociedad, mientras que otra sociedad es más rigurosa en la aplicación de un código menos severo.

Por consiguiente, el sistema legal norteamericano sólo se puede analizar sociológicamente en relación con las pautas efectivas de comportamiento de los norteamericanos. Existe cierto grado de corrupción pública; se dan errores ocasionales de la justicia; existen malos usos entre los abogados, como también hay personal incompetente en el sistema total. Sin embargo, pese a estas deficiencias, la ley sigue actuando para prevenir y castigar y a veces para reformar a los desviantes delictuosos.

Probablemente es verdad que cada sistema social y cultural tiene el tipo de legislación que merece. La sociedad americana pluralista es en muchas formas tolerante con la desviación; ha nacido de grupos que habían tenido muchas variaciones en sus pautas culturales; ha absorbido tanto ideas como personas de muchas sociedades diferentes. La tolerancia y las diferencias tienen ciertos límites exteriores, y el sistema legal es principalmente el que pone estos límites cuando se observa que las personas y las pautas de comportamiento empiezan a pasar de la raya.

La pauta del divorcio 407

4. La pauta del divorcio.

Las tradiciones del siglo pasado en los Estados Unidos revelaban un notable grado de estabilidad en el matrimonio. Hacia mediados del siglo el tipo general e ideal del matrimonio era el de permanencia e indisolubi­lidad. Se daban, desde luego, también casos de matrimonios infortunados, de infidelidad y hasta de abandonos. Las iglesias no eran propicias a las segundas nupcias de personas divorciadas; la ley ponía generalmente dificul­tades al divorcio; finalmente una fuerte presión social impelía a las personas casadas a permanecer juntas. Hacia 1890 había un divorcio por unos setenta matrimonios; actualmente la proporción anual del divorcio en las localida­des urbanas es de uno por cuatro, poco más o menos.

La pauta contemporánea del divorcio en los Estados Unidos se desvía de lo que era normal en el siglo pasado. Las leyes de divorcio en algunos Estados son sumamente laxas; sin duda muchos tribunales permiten la colusión; las causas de divorcio alegadas son con frecuencia pueriles; al­gunas iglesias imponen escasa sanción negativa, y la desaprobación social no pesa sobre las personas.

La diferente concepción del divorcio implica también un cambio en la concepción del matrimonio. Asi existe efectivamente una doble desviación relativa a la cualidad esencial de indisolubilidad del lazo conyugal. Este contrato solemne parece ser en algunos casos menos constrictivo que un contrato hipotecario o que un compromiso de pagar los artículos entrega­dos al comprador. Es probable que la mayoría de las personas al contraer matrimonio tengan intención de contraerlo para siempre. Las condiciones presupuestas en el contrato parecen cambiar bajo el influjo de la experien­cia, y por razón de este cambio de las condiciones los esposos se creen con frecuencia autorizados para rescindir el contrato.

He aquí algunos de los aspectos de la desviación resultante de la pro­pagación del divorcio:

a) No todas las personas divorciadas tienen hijos; ahora bien, la falta de prole puede a veces ser un factor que influye en el divorcio. No obstan­te, los hijos de personas divorciadas se ven obligados a hacer numerosas adaptaciones. Vivir con uno de los padres y visitar semanalmente al otro, acostumbrarse a vivir con un «nuevo» padre o madre en casa y a la vez seguir saludando al otro en la visita semanal, cosas que pueden causar una experiencia de lo más desconcertante. Sea que el niño viva en casa o sea alojado por padres adoptivos o se halle en un instituto de educación, siem­pre es el producto de un hogar deshecho y su proceso de socialización está profundamente influido por esta experiencia.

b) Las mismas personas divorciadas tienen necesariamente que hacer adaptaciones a la nueva situación. Las pautas de comportamiento de per­sonas que han vivido juntas cambian del todo una vez que se han separado. La mujer en particular se ve situada en una nueva categoría que parece

408 XVI. Desviación

proporcionar buenas oportunidades para un segundo matrimonio y consi­guientemente crea dificultades a la divorciada que no cree en las segundas nupcias. También el hombre tiene que enfrentarse con nuevos problemas al tratar de volver a vivir como soltero.

c) No obstante la relativa independencia de la entidad conyugal en la sociedad americana, el matrimonio desarrolla un sistema más o menos laxo de contacto y comunicación entre los consanguíneos de ambos esposos. Cuanto más tiempo dura el matrimonio, tanto más fácil es que los parien­tes por afinidad de las dos partes entablen relaciones mutuas. Si hay niños pequeños, algunos de los parientes son padrinos de bautizo o de confir­mación, y también los abuelos se interesan por los niños y mantienen con­tacto con ellos. Pocas ceremonias sociales son más singulares que la boda de hijos de padres divorciados. Todavía no se ha logrado establecer un protocolo satisfactorio para tales situaciones.

d) Análogamente, aunque en grado menos embarazoso, el divorcio exi­ge el reajuste de los círculos de amistades de ambos esposos. Invitaciones a fiestas, a comidas y a otras reuniones amistosas imponen ahora una selec­ción cuidadosa. Las parejas de casados desarrollan y mantienen por lo menos un pequeño círculo de amigos con quienes se tratan. Si las personas divorciadas permanecen en la misma comunidad y siguen perteneciendo a los mismos círculos religiosos o regionales y a otros grupos primarios, los contactos con sus comunes amigos pueden resultar con frecuencia molestos.

Las desviaciones en las formas tanto del matrimonio como del divorcio pueden tener sus raíces en el aspecto más bien personal que social de la relación conyugal. Sin embargo, el estudio de las personas divorciadas, de sus hijos, parientes, vecinos y amigos muestra que ni el matrimonio ni el divorcio puede ser un asunto puramente personal. Aun en el sistema norte­americano, que subraya más el grupo conyugal formado por los esposos que el grupo total de los consanguíneos, hay que reconocer los amplios efectos sociales y culturales del matrimonio. Desviaciones en una relación tan fundamental como la del matrimonio tienen necesariamente que ori­ginar desviaciones en un círculo más amplio de personas.

La insistencia en el yo, en los deseos y privilegios personales que carac­terizan el divorcio, están en pugna con una importante tendencia social norteamericana hacia la moralidad colectiva. En casi todos los otros sec­tores de problemas sociales hay un progreso en el sentido de una mejor cooperación, de mayor cohesión en las relaciones de grupos, de justicia social, de derechos sociales garantizados a mayores categorías de ciudada­nos. El aumento de bienestar social y de acción colectiva parece estar en proporción con una más amplia aceptación de valores sociales y mayor conformidad con las virtudes sociales de caridad y de justicia.

El divorcio es una desviación también en este aspecto. No sólo da origen a nuevas pautas de comportamiento en las personas divorciadas y en los otros, sino que además se desvía de la general tendencia norte­americana hacia la integración y cohesión social.

Anormalidades mentales 409

5. Anormalidades mentales.

Ya indicamos que la mayoría de los desviantes sociales lo son sólo par­cialmente, es decir, que abandonan ocasionalmente las costumbres adecua­das o que sólo se desvían en alguno de sus roles sociales. Las personas mentalmente anormales son también anormales en su comportamiento so­cial. Hay entre ellas una gradación desde el desviado total hasta la persona que sólo sufre de una perturbación moderada. El sociólogo no se ocupa directamente con psicóticos orgánicos, cuya perturbación mental depende de algún defecto en la estructura o en la fisiología del organismo. Éstos ofrecen en primer lugar problemas médicos y sólo secundariamente proble­mas sociales.

Los llamados psicóticos funcionales constituyen el mayor porcentaje de los norteamericanos que sufren de anormalidades mentales y cuyas psico­sis no se han explicado por causas físicas u orgánicas conocidas. Tienen interés para los sociólogos no sólo porque implican toda clase de aberra­ciones de comportamiento, sino también porque algunos de ellos parecen ser víctimas del ambiente social y cultural. Las psicosis funcionales van en aumento en los Estados Unidos, y más de la mitad de las camas de los hospitales en un momento dado están ocupadas por esta clase de pacientes.

Las estadísticas relativas a las enfermedades mentales en nuestro país han dado lugar a una gran controversia. Gran número de jóvenes han sido rechazados por los servicios armados por diversas clases de desórdenes de la personalidad, y el número de los norteamericanos sujetos a tratamiento por tales trastornos crece con más rapidez que la población misma. Si este incremento depende de la mayor precisión de los diagnósticos y de la mayor atención prestada a estos perturbados, o si realmente hay un aumen­to efectivo de casos patológicos, es algo que todavía no se ha logrado aclarar.

Los esquizofrénicos y los maniacodepresivos parecen constituir más de la mitad de los americanos que sufren de perturbaciones mentales, y se dice que estos trastornos funcionales van todavía en aumento: A veces se los llama vagamente «personalidades escindidas», si bien sólo el último tipo mencionado presenta desplazamientos extremos de la personalidad que alternan entre la excitación y la depresión. Estos dos tipos no sólo son más frecuentes, sino que también continúan en tratamiento durante más tiempo que los otros.

Casi medio millón de norteamericanos están internados en toda clase de hospitales psiquiátricos. Algunos de ellos tienen cura; otros están per­manentemente y sin esperanza fuera de contacto con la realidad y la nor­malidad de comportamiento. Todos ellos forman una extensa categoría de norteamericanos de conducta desviante. Su responsabilidad está disminuida, y no se les puede clasificar como desviantes morales. Algunas de las fuen­tes sociales y culturales de estos trastornos pueden ser las siguientes:

410 XVI. Desviación

a) La rapidez del cambio en la sociedad norteamericana se alega con frecuencia como el factor causante de anormalidades mentales. La nece­sidad de adaptarse a nuevas situaciones, a nuevas pautas, a nuevos valores se dice ser causa de confusión mental. Los individuos menos dotados no pueden seguir al paso; se les exige demasiado y sus nervios se derrumban.

b) Los Estados Unidos tienen la cultura más competitiva que jamás haya conocido el mundo. La competición en sí misma es un proceso social de alto valor, y desde la infancia se forma a las personas para ser buenos competidores. Pero la competición supone que algunas personas no lo­grarán el premio o el objetivo deseado. Se cuenta con que los que pierden acepten elegantemente la derrota, pero que intenten de nuevo; en algunos casos los repetidos fracasos dan origen a desalientos y desequilibrios mentales.

c) La complejidad de la sociedad norteamericana es un problema abru­mador para algunas personas. Hay demasiados factores, y demasiado gran­des y complicados para que el individuo pueda comprenderlos y dominar­los. Los grandes sectores de guerra y de paz, de prosperidad y de depre­sión económica, de costumbres políticas y religiosas no se prestan a un análisis fácil. El individuo se siente desarmado ante estos gigantescos pro­blemas y la decepción puede conducir a perturbaciones mentales.

d) Las inconsecuencias de la cultura, ya sean reales o imaginarias, son también un factor de perturbación para muchas personas. Ya hemos ha­blado de las evasiones e incongruencias de comportamiento en muchos sectores de la vida norteamericana. Para muchos, estas cosas «no tienen sentido». Representan un género de desorden que molesta y desconcierta a la persona que desea ver todas las cosas arregladas razonable y perfecta­mente. Sobre todo gente de escasa inteligencia toma con frecuencia dema­siado a la letra sus exigencias para con los demás y por esto se ve a menudo decepcionada y frustrada. No puede comprender por qué las pautas efectivas de comportamiento no coinciden siempre con las pautas ideales de nuestra cultura.

e) Mucho se ha insistido también en la secularización de la cultura norteamericana como factor de trastornos mentales. Los seres humanos ne­cesitan probablemente muchos apoyos morales para mantener una perso­nalidad estable. Para mucha gente uno de estos apoyos ha sido la confianza en la providencia de un ser supremo. La secularización tiende a quitar importancia a la oración y a la gracia divina. Pero es bastante curioso que también lo contrario puede acarrear decepción, es decir, el descuido de las causas segundas del mundo material induce a las personas a formu­lar exigencias irrazonables y presuntuosas a la causa primera trascendente. Esperan milagros, y si no vienen los inventan.

Tales son las tentativas de explicación sociológica del evidente incre­mento de las psicosis funcionales en la sociedad norteamericana. Los psi­quiatras prestan más atención que nunca al ambiente cultural como factor de trastornos mentales. Puesto que las pautas conceptuales son una parte

Bibliografía 411

integrante de la cultura, no cabe duda de que por lo menos en muchos casos se da correlación entre los aspectos personales internos y los aspec­tos impersonales externos de la cultura.

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XVII

INTEGRACIÓN SOCIOCULTURAL

Hasta aqui hemos analizado los diferentes elementos que consti­tuyen la sociedad y la cultura. Juntamente con esta «fragmentación» analítica, hemos hecho notar con frecuencia que la sociedad y la cul­tura están tan estrechamente entrelazadas que, en última instancia, deben considerarse como un sistema sociocultural, total y único. Esta totalidad — cómo puede reconocerse y cómo se logra— es el contenido de lo que estudiaremos en este capítulo.

Integración estática e integración activa.

El término integración se usa con frecuencia como sinónimo de cohesión, solidaridad, unidad, equilibrio, adaptación y armonía. To­dos estos términos sólo tienen sentido para el sociólogo si incluyen a la vez el aspecto cinético y el estático de los fenómenos socio-culturales. En otras palabras, la integración implica no sólo orden y estructura, sino también acción y función. En este último capítulo estudiaremos conjuntamente la integración de la estructura y de la función en la sociedad y en la cultura.

La integración sociocultural no significa una estricta homogeneidad a través de todo el sistema de relaciones humanas. Ya hemos visto que la diferenciación es una cualidad esencial de las relaciones sociales y que es preliminar indispensable para la integración. No se puede ha­blar de integración a menos que haya diferentes elementos que combi­nar, ordenar e integrar. La integración no indica una sociedad alta­mente formalizada o un pueblo rigurosamente obediente. Una sociedad autoritaria puede estar reglamentada sólo exteriormente sin verdadera

414 XVII. Integración sociocultural

solidaridad interior. Personas y pautas idénticas a otras no están ne­cesariamente unidas entre sí.

El término integración significa con frecuencia un proceso social como el de asimilación, amalgama, socialización o aclimatación cul­tural. Por ejemplo, la persona que se traslada del campo a la ciudad o que emigra de un país a otro, pasa por un proceso de integración sociocultural al adoptar gradualmente las pautas de comportamiento del nuevo ambiente, y desarrolla relaciones sociales con gentes que antes le eran extrañas. Este ejemplo y otros análogos indican que la integración puede considerarse como proceso y producto y que el proceso debe continuarse siempre, ya que el producto no puede ser nunca completo.

Por razón de la relatividad y mutabilidad del sistema sociocultural hay que hacer algunas reservas con relación al concepto de integra­ción: a) No siempre podemos decir que una sociedad «bien integrada» marcha mejor hacia su meta que una sociedad menos sólidamente in­tegrada. Lo mejor que podemos decir es que cierto grado de integra­ción es condición necesaria para el funcionamiento sociocultural. b) La evaluación del grado de integración que existe en un lugar no es una intuición o un juicio implícito de valores. Requiere el conocimiento de las condiciones observables bajo las cuales se realiza la integra­ción. c) Esta evaluación no se puede efectuar con una mera enu­meración de todos los elementos culturales que existen dentro de los mismos límites territoriales. Como veremos, ciertos objetos culturales tienen mayor importancia integrativa que otros.

Requisitos básicos.

De todo lo que hemos dicho en este libro debería aparecer claro que todo sistema sociocultural requiere para poder existir dos elemen­tos fundamentales: el mantenimiento de la cooperación y la satis­facción de necesidades. Éstos son los mínimos requisitos sociológicos. Presuponen la presencia de todos los elementos biológicos y físicos, la presencia de recursos y de personas, y las condiciones geográficas y materiales en que tiene lugar la vida social y cultural. La inte­gración, por lo tanto, debe estudiarse en términos sociológicos sin reducirla a los meros factores biológicos o físicos.

a) El mantenimiento de la cooperación significa que las personas son capaces de obrar conjuntamente por lo menos al nivel mínimo en el que se puede decir que el sistema funciona. Este requisito mi-

Integración cultural 415

nimo se refiere a los procesos sociales o formas básicas de relaciones humanas que hemos llamado positivas o conjuntivas. Roles, status, grupos y estratos sociales están bastante bien coordinados mediante los procesos asociativos sin la interferencia entorpecedora de los procesos negativos y disociativos.

b) La satisfacción de necesidades socioculturales significa que la gente ha hallado maneras sistemáticas y aceptables de lograr los fines de las instituciones y los grupos principales. Ya hemos visto que estas necesidades no se pueden satisfacer individualmente o por sepa­rado, y que se hallan dondequiera que hay personas que viven juntas. Un sistema sociocultural no puede existir —ni se puede imaginar — a menos que contenga las instituciones y los grupos que satisfagan las necesidades familiares, educativas, económicas, políticas, religiosas y recreativas del pueblo.

Éstos son los requisitos básicos y es posible evaluar grosso modo hasta qué punto se cumplen. Una sociedad en que se satisfacen mal estas funciones socioculturales es sin duda alguna una sociedad en la que las personas no cooperan eficazmente. La causa de esta defi­ciencia en un tiempo determinado puede hallarse fuera del sistema sociocultural, en la falta de recursos, en el exceso de población, en los cambios de clima y en otras catástrofes físicas. Fuera de estos factores externos es posible evaluar la manera como la gente trata de lograr sus objetivos y hasta qué punto los logra.

Estos prerrequisitos fundamentales de la integración actúan por medio de las personas y con las personas. Existen en el orden real de los fenómenos socioculturales, pero sólo se pueden analizar prove­chosamente si se abstraen de las situaciones concretas en que existen. Así pues, debemos estudiar separadamente la integración de la cultura y la integración de la sociedad.

De esta manera podemos reunir los diversos elementos de un vasto y complicado sistema en el que las personas se comportan entre sí según ciertas pautas.

Integración cultural.

Ya hemos visto que la cultura total se compone de instituciones principales y subsidiarias, y que cada institución se puede analizar reduciéndola a sus pautas coordinadas de comportamiento. Desde este punto de vista el sistema cultural se puede estudiar en tres planos: el de las pautas de comportamiento, el de las instituciones, el de la

416 XVII. Integración sociocultural

cultura total. Éste es un modo horizontal de abordar el tema, pero no hay que olvidar que dichos planos están coordinados vertical-mente. Las instituciones contienen las pautas y la cultura contiene las instituciones.

a) La integración de las pautas de comportamiento quiere decir que las uniformidades generalizadas de conducta están coordinadas en cada persona social y entre una persona y otra. Tienen sentido tanto para el actor como para el observador. Esta idea se demuestra de la mejor manera por su contraria. Un comportamiento al azar, errático e incoordinado se puede reconocer inmediatamente, y a la persona que lo realiza se la designa con frecuencia como una perso­nalidad desintegrada o desorientada.

Como la persona social no es un individuo aislado y como la cien­cia social se ocupa sólo de las pautas compartidas y generalizadas de comportamiento, debemos notar también la integración de las formas de relación. Un hombre desempeña regularmente y en la misma forma los roles paternos en la familia. Los otros miembros de la familia saben lo que deben esperar de él; reconocen las uniformidades conse­cuentes y repetidas, y responden con sus propias pautas de compor­tamiento. Las pautas integradas, por lo tanto, suponen una consecuente reciprocidad. La integración se puede observar cuando las pautas de comportamiento de dos o más personas armonizan entre sí con verda­dero sentido.

b) En el plano de la institución misma hallamos integración cuan­do las pautas y los roles parciales están coordinados consecuente­mente. Cualquiera de las instituciones principales de una cultura se puede analizar desde el punto de vista de sus numerosas instituciones subsidiarias, que a su vez deben estar relacionadas entre sí si está integrada la institución principal. Por ejemplo, el comportamiento regu­larizado en el noviazgo, en la educación y formación de los niños en casa, en las relaciones entre marido y mujer, debe «armonizar» de alguna manera si realmente está integrada la institución familiar.

La integración institucional se echa de ver en la interdependencia de las diferentes subfunciones. Una economía capitalista debe tener formas institucionalizadas de planear la producción, de asegurar el crédito, de reunir existencias de materias primas, de calcular los cos­tos, etc. Estas y otras instituciones subsidiarias operan conjuntamente y si una de ellas sufre un serio colapso, el sistema entero tiende a desintegrarse. Todas ellas son funciones diferenciadas, pero orientadas hacia la institución total. En un sistema industrializado le sería física­mente imposible a una misma persona extraer la materia bruta, finan-

Integración social 417

ciar la producción, elaborar el artículo y anunciarlo y distribuirlo al consumidor. Si las diferentes funciones son realizadas por diferentes personas que se hallan coordinadas entre sí, entonces está integrada la institución.

c) La integración de la cultura total significa que las diferentes instituciones principales son consecuentes entre sí y están mutuamente coordinadas. Una falta de integración en este plano es uno de los pro­blemas más graves con que se puede enfrentar una sociedad. Las fun­ciones y los fines de una institución principal difieren de los de otra, pero en un sistema integrado deben finalmente servir a la sociedad. Por ejemplo, el mantenimiento del orden público por la institución política no es lo mismo que la producción de artículos por la institución eco­nómica, pero el hecho de que ambas persigan diferentes fines inme­diatos y mediatos no quiere decir que puedan estar completamente desconectadas.

Lo que en realidad queremos decir es que la cultura integrada fun­ciona como un sistema total al que contribuyen diferentes pautas, ro­les e instituciones. Siendo la cultura misma un sistema en cambio constante, existen siempre pequeñas inconsecuencias y retrasos. No significa ello que todas las partes de la cultura cambian con la misma rapidez y ni se mueven en la misma dirección. Una institución puede desarrollarse más rápidamente que otras; los mores cambian más len­tamente que las costumbres menos importantes; algunos roles imponen más exigencias que otros; a algunos valores se les da más importancia que a otros.

integración social.

En el cuadro conceptual de este libro hemos visto que las personas realizan pautas de comportamiento, que los grupos se sirven de las instituciones y que la sociedad entera tiene su cultura. Los elementos principales de la sociedad son sus numerosos grupos, y cada grupo se compone de personas sociales. La integración social se puede, por tan­to, analizar en tres planos: la personalidad social, los grandes grupos, la sociedad entera. También aquí, como en el caso de la cultura, la integración se hace horizontal y verticalmente.

a) Desde el punto de vista sociológico la integración de la perso­nalidad social se refiere al hecho de que el individuo desempeña sus diferentes roles sociales en forma coordinada y consecuente. Este enfoque presupone la definición psicológica de la personalidad ñor-

418 XVII. Integración sociocultural

mal, equilibrada, campo de estudio que cae fuera de la esfera de la sociología. La personalidad social integrada no revela un conflicto evi­dente de pautas de comportamiento cuando pasa de un grupo a otro y realiza las funciones de sus diferentes roles. Su comportamiento en un grupo recreativo es diferente, pero no contradictorio, de su conducta en la familia, en los negocios y en los demás grupos.

b) La integración del grupo quiere decir que los miembros del grupo desempeñan sus roles recíprocos en interdependencia mutua con el fin de obtener los objetivos del grupo. Un grupo integrado es aquel que logra sus fines con el menor conflicto posible. No sólo está bien estructurado, sino que las relaciones sociales de sus miembros proceden en forma productiva y pacífica. Acentúan los procesos so­ciales de cooperación, acomodación y asimilación.

La prueba de la integración del grupo no es el orden exterior y un perceptible funcionamiento cooperativo hacia la obtención de fines co­munes. El orden exterior puede deberse a un poder coercitivo o a una minoría dominante, como en el caso de una prisión o de un campo de concentración. La ausencia de conflictos patentes que entorpezcan la marcha no es prueba suficiente de solidaridad. Debe, pues, haber en el plano conceptual una participación concorde en las formas insti­tucionalizadas de cultura. Más adelante trataremos de este punto.

c) La integración de una sociedad entera se refiere al hecho de que no sólo los grupos principales, sino también la multitud de sub-grupos están en condiciones de cooperar prósperamente. En la sociedad integrada, la escuela, la casa y el patio no deben empujar al niño en direcciones opuestas. La oficina, la iglesia y el partido político no pugnan entre sí rivalizando por el interés y la lealtad del adulto. Dentro de cada una de estas amplias esferas, los subgrupos más pequeños están necesariamente coordinados si la sociedad está integrada.

La integración social no es fruto de la semejanza completa de to­das las personas en la sociedad. La integración es una cuestión de estructura y de función más bien que de identidad o semejanza. Nunca se insistirá demasiado en que dentro de una gran sociedad varían las personas y los grupos, y son múltiples los status y los roles. La unidad es un concepto lógico y significa en la sociedad que las personas y los grupos se reúnen en una forma que tiene sentido y que sus necesidades sociales se satisfacen en forma ordenada. La integración social no elimina las diferencias, sino que las coordina y las encauza.

Integración de la cultura y de la sociedad 4jo,

Integración de la cultura y de la sociedad.

Debemos recordar que el examen separado de la cultura y de la sociedad sólo es viable en el plano de la abstracción. Cada una de ellas puede estudiarse en sus diferentes partes, como las hemos estu­diado en este libro, pero en el orden real y concreto ninguna de ellas puede existir sin la otra. Las personas que están organizadas en grupos en la sociedad son las mismas personas por las cuales, a través de las cuales y para las cuales se desarrollan las formas e institu­ciones culturales. Cultura y sociedad son entidades inseparables, y este solo hecho indica ya que existe por lo menos un grado mínimo de coordinación entre ambas.

Que la sociedad y la cultura deben estar en algún modo integradas es cosa que requiere poca demostración. Nos basta comparar dos siste­mas sociales y culturales sumamente diferentes y tratar de intercam­biar sus culturas. Por ejemplo, China tiene su cultura y su sociedad, como también las tiene Italia. Sería imposible a la sociedad china combinarse con la cultura italiana y seguir siendo sociedad china. Las formas en que el pueblo italiano realiza sus pautas de comportamien­to, sus relaciones, sus status, sus grupos e instituciones sociales di­fieren completamente de las formas como las practican los chinos.

Aunque la cultura y la sociedad son inseparables en la existencia real, no por eso influyen igualmente en la integración. Ya hemos visto que es posible disponer, disciplinar y dirigir un conglomerado social, como una multitud o una turba, en una forma de cohesión social ex­terna. Este conglomerado de personas semiautónomas, como en un Estado policíaco, puede dar la sensación de un orden social integrado, pero no tiene auténtica solidaridad sociocultural. En otras palabras, la verdadera integración de la sociedad depende más de la integración de la cultura que viceversa. Por tanto, desde el punto de vista de la integración total, la cultura es un factor más influyente que la sociedad.

Podemos decir que la cultura es la que pone en acción a la so­ciedad, y que la acción, tanto conceptual como externa, de las per­sonas en la sociedad es la cultura. La falta de integración cultural siembra la confusión en la sociedad total, confusión que depende del grado a que se extienda dicha falta de integración. Sin integración cultural no pueden las personas sociales realizar sus pautas y roles, los grupos no pueden servirse debidamente de las formas institucio­nalizadas y la sociedad total se disgrega en facciones incoordinadas y hasta enemigas. Hemos visto que las pautas incongruentes de com-

420 XVII. Integración sociocultural

portamiento originan una dispersión .de personalidades sociales y que las instituciones incongruentes dan lugar a obstrucciones de los roles y de los grupos.

La integración sociocultural no és algo rígidamente absoluto. Si bien debe existir siempre necesariamente cierto grado de integración de la cultura y de la sociedad, debemos insistir en que la integra­ción sociocultural es un fenómeno relativo. La naturaleza humana, así como la misma naturaleza de las relaciones sociales entre los hom­bres, se opone a una integración rígida y permanente entre la sociedad y la cultura. Si la integración fuera completa, no habría cambio ni progreso, y mientras que el progreso sociocultural no es algo inevi­table, el cambio sociocultural es un fenómeno constantemente presente.

Factores esenciales de integración.

Hemos descrito en general lo que se entiende por integración socio-cultural y cómo hay interdependencia entre los diferentes elementos sociales y culturales. Queda ahora por estudiar la cuestión tan impor­tante de cómo se efectúa y se mantiene esta integración. ¿Qué fac­tores influyen en ella? Tampoco aquí podemos decir que todos los factores tienen igual importancia, una vez que hay cambio de condi­ciones y situaciones. No obstante, podemos disponerlos conforme a cierto orden de importancia.

a) Los sociólogos en general están de acuerdo en que el con-sensus en los valores va a la cabeza de los factores de integración sociocultural. La actuación continuada y la solidaridad esencial de una sociedad requiere un mínimo de consensus entre las personas sobre un cuerpo definitivo de valores y de normas. La mayoría de las personas convienen voluntariamente sobre un conjunto común de va­lores de importancia. La presencia de consensus en los valores excluye las hipótesis simplistas de un gregarismo instintivo innato en todas las personas o de un contrato razonado y formal que se remonta a épocas oscuras y remotas de la historia.

El consensus en los valores comunes no implica una conformidad total sobre todas las normas detalladas que regulan las pautas y relaciones sociales específicas. Hemos visto que hay gran diversidad de comportamientos entre las personas de una gran sociedad, pero que al mismo tiempo se da una adhesión común y básica a las pau­tas ideales de comportamiento. Muchos de estos valores se formulan, y quizá deban formularse, vagamente, en términos como «lealtad»,

Factores esenciales de integración 421

«democracia», «fraternidad», «progreso», «conveniencia.^ «igualdad» y «libertad». Estos valores no se pueden expresar f á c i ¡ m e n t e ' e n j a

acción concreta, pero suministran las significaciones generalizadas en las que la gente establece el consensus, y son sin duda el principal factor de integración sociocultural.

b) La participación en las funciones comunes es también otro fac­tor importante de integración. Las personas que realizan juntamente las cosas que creen vale la pena realizar, se ponen en estrecho con­tacto. Esta sencilla conclusión se desprende de la observación em­pírica de muchos sociólogos. Las razones por las que cooperan las personas pueden ser muy ocultas y probablemente incluyen el aprecio de los valores y de los fines, así como el de las personas con quienes se comparte la función. Aquí también tiene importancia el grado de voluntariedad, ya que no hablamos de cohesión externa procedente de la fuerza, del establecimiento automático de una rutina.

c) El tercer factor de integración sociocultural es la múliple par­ticipación de las personas en los diferentes grupos con sus variadas pautas culturales. Este factor integrante es más notorio que el de los valores compartidos en común y se puede observar empíricamente cuando las personas participan en funciones comunes. La misma per­sona desempeña por lo regular sus diferentes roles sociales en gru­pos formados por conjuntos de diferentes personas. Los abogados des­arrollan su actividad las más de las veces en los grupos políticos y económicos; los eclesiásticos participan a la vez en los grupos de edu­cación y religiosos; la madre de familia puede desempeñar roles activos en los grupos recreativos, religiosos y otros. El elemento inte­grante es, por consiguiente, la personalidad social en cuanto se ex­presa en los múltiples roles en relación con las personalidades sociales.

Estamos analizando tres factores que son inseparables en la situa­ción sociocultural concreta. Si la combinación total se considera desde una de las tres partes, refleja un influjo mutuo y recíproco expresado de estas tres maneras: 1) las personas se integran entre sí por el he­cho de compartir funciones y valores comunes, ó 2) los valores comu­nes reúnen a las personas en las mismas funciones, ó 3) el funciona­miento común aumenta el aprecio mutuo de las personas, así como el de los valores compartidos en común. Cada una de estas tres afirma­ciones se puede comprobar empíricamente y las tres juntas indican la más importante combinación integradora de todo el sistema socio-cultural.

422 XVII. Integración sociocultural

Factores auxiliares de integración.

Además de los factores esenciales de integración hay otros varios que son más bien auxiliares.

a) Uno de ellos está constituido por las presiones exteriores, los peligros y amenazas de fuera a que responden los miembros de la sociedad. Estas amenazas son más evidentes cuando provienen de un enemigo en tiempo de guerra. Si el peligro no es agobiante y hay esperanza de resistir con éxito, la reacción se manifiesta en un aumen­to de cooperación. En tales condiciones, atacada desde fuera, una sociedad no suele tolerar a los desviantes, los cobardes y los traido­res. Los sacrificios comunes en una causa común, aun cuando sean molestos y desagradables, dan cohesión a la cultura e integración a la sociedad.

b) Hay también numerosos mecanismos y técnicas más o menos deliberadas que utiliza la sociedad para asegurar la integración socio-cultural. Hemos hablado de esto en el capítulo sobre el control social y cultural. La conformidad con las pautas de comportamiento se re­fuerza mediante las técnicas de la autoridad y la obediencia. El sta­tus social y las sanciones personales ayudan a integrar los grupos primarios, y los sistemas de represión colectiva son un factor integrante en las grandes asociaciones secundarias. Esta red de técnicas entre­cruzadas actúa a través de la sociedad total, y su ejemplo más vasto y evidente es un sistema nacional de leyes formales.

c) El reconocer globalmente la interdependencia de los intereses es también otro factor de integración sociocultural. Los individuos y los grupos continúan en interacción y siguen evitando los conflictos a base de las ventajas que cada cual prevé que han de nacer del mantenimiento del armazón social, esencial para la interacción. Éste es el antídoto empírico contra la hipótesis de que el progreso social y el bien común general provienen de la prosecución del interés personal. Los intereses y los motivos de los distintos grupos son di­ferentes y separables, pero en la sociedad total muchos de ellos están en mutua dependencia. Incluso las entidades religiosas que sostienen dogmas contradictorios entre sí, tienen algunos intereses en común. Puede haber cierta pugna de intereses entre un grupo económico y un grupo político, pero al mismo tiempo tienen también algunos intereses en común.

Estos tres últimos factores —presión exterior, técnicas deliberadas e intereses interdependientes— tienen una función auxiliar, más bien

Integración comunitaria y asociativa 423

que principal, en la integración. Para comprenderlos se requiere tener cierta visión de la estructura y el funcionamiento del sistema socio-cultural en su conjunto. La actuación' de estos factores requiere cierto grado de planeamiento racional dirigido a conseguir la integración. Este análisis supera las burdas y anticuadas ideas del equilibrio auto­mático del poder, del inevitable reajuste de fuerzas o del juego ciego de la interdependencia simbiótica. La explicación sociológica de la integración no reside en los factores físicos o biológicos; se halla en las personas y grupos que constituyen la sociedad.

Integración comunitaria y asociativa.

Si bien en todo tipo de sociedad es posible — y necesaria — la soli­daridad social y cultural, ésta difiere en grado y en especie de una sociedad a otra. Hemos visto que una cultura está generalmente domi­nada por una de sus instituciones principales y que una sociedad da la máxima importancia a uno de sus grupos principales. En este caso, la institución y el grupo axiales son el foco de solidaridad para el sis­tema total. Podemos decir, por ejemplo, que la sociedad china estaba integrada en torno a su sistema familiar y que las gentes de la Europa medieval estaban unidas principalmente por su sistema religioso. Aná­logamente, una gran sociedad puede tener su foco principal de solida­ridad en su sistema político o económico.

Hemos examinado también la ulterior clasificación general de las sociedades en tipos comunitarios y asociativos. Cualquiera de estos dos tipos puede estar dominado por uno de los grupos principales ins­titucionalizados. La sociedad pequeña, sencilla, comunitaria es con frecuencia una sociedad fuertemente familiar en cuanto que el sistema de parentesco es un factor de peso para su integración sociocultural. Este tipo de sociedad se adhiere también a los valores tradicionales y está en gran manera controlada por los mores; por lo regular es preindustrial y cambia lentamente; tiene una pequeña escala de estra­tificación y poco contacto con los grupos exteriores. Estos elementos juntos forman una solidaridad sociocultural subconsciente, informal y casi automática.

El tipo amplio, complejo, asociativo de sociedad se caracteriza por ciertos elementos opuestos a los de la sociedad comunitaria. Las relaciones humanas son contractuales más que familiares. Los valores son relativamente inestables; el control social se ejerce por medio de sistemas legales formales; hay numerosas clases y categorías; el cam-

424 XVII. Integración sociocultural

bio es rápido. La solidaridad debe existir en la sociedad asociativa, si se ha de mantener ésta como una colectividad sociocultural distinta y en funcionamiento. Pero en este género de sociedad la integración depende de diferentes factores y requiere un esfuerzo y planeamiento racionales.

La sociedad compleja, en gran escala, con sus numerosos y encon­trados grupos de presión, sus valores institucionales variables y sus fines diversos, no puede depender de la acción automática y espon­tánea de los procesos solidarizantes. Cuanto mayor es la diferencia­ción de roles y status, de funciones y fines, de intereses y valores, tanto más deliberadas deben ser las técnicas de cooperación. Esto no quiere decir que la sociedad comunitaria sea «natural» y la asociativa es «artificial», sino que ciertas ventajas esenciales para la solidaridad se hallan presentes en la primera y están ausentes de la segunda. En ésta deben suplirse con un esfuerzo científico y técnico consciente. Las personas deben descubrir, idear y emplear los mecanismos que man­tengan la integración sociocultural.

LA INTEGRACIÓN EN LOS ESTADOS UNIDOS

1. Lealtades e integración.

Los Estados Unidos tienen un sistema sociocultural pluralista y hetero­géneo. Ya dejamos indicado que toda nuestra población está formada por líneas de inmigrantes de diversa procedencia étnica y racial y que gran parte de nuestra cultura fue importada de tierras extranjeras. Durante va­rios siglos estuvo en marcha el proceso de asimilación cultural y de inte­gración biológica y ha habido una tendencia acelerada hacia un sistema social y cultural uniforme y homogéneo.

Entretanto, todavía hay aquí más heterogeneidad que en cualquier otro gran país. En general podemos señalar dos grandes orientaciones religiosas —la protestante y la católica— y una más pequeña —Ja judía—; e in­cluso dentro de éstas hay no pocas variaciones. A esto hay que añadir muchos grupos minoritarios. Las disparidades entre los núcleos nacionales y étnicos van disminuyendo gradualmente, pero todavía hay categorías marcadas de inmigrantes de habla española y de gentes del este y del sur de Europa. Las diferencias de clase social no son tan agudas como antaño, al ir siendo absorbida más y más gente en la clase media.

La meta general de esta tendencia hacia la integración parece ser que todas y cada una de las personas vengan a ser «verdaderos» norteameri­canos. Algunos observadores, principalmente visitantes extranjeros, han creído que esta meta era imposible por el hecho de que variadas y encon-

Lealtades e integración 425

tradas lealtades interfieren con la lealtad al país mismo. Los nortea canos, no obstante, mantienen su lealtad a toda clase de grupos- farnT"" político, religioso, económico y otros. En este género de sociedad en'Y' que la autoridad es polifásica y los valores son múltiples, los nortéame * canos piensan que una lealtad múltiple es no sólo posible, sino deseable"

Algunos de los factores que hacen viable esta situación paradójica v que sirven para explicar cómo los norteamericanos profesan fidelidad diferentes grupos y valores aparentemente contradictorios al mismo tienv po que se mantienen leales al carácter cultural central, son los siguientes"

a) La tolerancia de diferencias forma sin duda parte del sistema norte­americano de valores. La defensa del individualismo y de la independencia ha creado gradualmente la convicción de que también se deben permitir el individualismo y la independencia de los demás. La tolerancia es debida a una necesidad práctica. Ningún grupo aislado, religioso, económico o polí­tico, ha sido bastante grande y fuerte para imponer su propio tenor de vida a los otros grupos. La tolerancia ha resultado ser un compromiso nece­sario y positivo

b) En las relaciones concretas de grupos existe un vago acuerdo de procedimiento tocante a las «reglas del juego». Se cuenta con que los gru­pos en competencia se den mutuamente una oportunidad; el que logra una ventaja cuenta con que se le vuelva a disputar, y el que pierde debe aceptar la situación elegantemente. Se trata, naturalmente, de una actitud general. Se dan casos de juegos mezquinos y de «malos perdedores». No obstante ásperas contiendas de trabajo, campañas políticas viciosas e incidentales recriminaciones entre grupos religiosos, la actitud general de deportividad que predomina en la institución recreativa ayuda a las gentes a reconocer y observar las reglas de buen juego también en las otras instituciones.

c) La múltiple participación en grupos es un factor de suma impor­tancia, aunque poco reconocido, para la integración. Especialmente en el ambiente urbano un adulto católico, protestante o judío, no puede asociar­se exclusivamente con sus correligionarios en sus actividades de barrio, de negocios, cívicas, recreativas y otras. Los norteamericanos se asocian, y deben asociarse, con otros norteamericanos que difieren de ellos hasta en sus más profundas convicciones. Dadas las actitudes generales de tolerancia y de acuerdo en el procedimiento que acabamos de mencionar, esta acción en común y esta relación de hombre a hombre constituyen una forma práctica de integración. El individuo participa en cada grupo con otros individuos que comparten los valores y funciones del grupo particular, aun cuando puedan negarse a compartir los valores y las funciones de otros grupos.

d) El norteamericano procura evitar los desacuerdos graves, quitando importancia a la contradicción entre valores. Hace cuanto puede para evitar las controversias. Con frecuencia se hacen esfuerzos conscientes para hallar puntos de contacto, como cuando gentes de diferentes credos religiosos con­vienen en que «al fin y al cabo todos creemos en el mismo Dios y todos

426 XVII. Integración sociocultural

vamos al mismo cielo». Lo que pudiera parecer mera conformidad e inte­gración superficial resulta ser necesario en la cultura pluralista. Además, formas exteriores de conformidad suelen acabar con prejuicios, aun cuando se conserven diferencias de valores hondamente arraigadas.

Estos cuatro factores entran sobre todo en juego entre los norteame­ricanos de la clase media urbana. Llevan a cabo una especie de integración práctica que obra como mecanismo temporal de cooperación, a la vez que los individuos siguen profesando lealtad a numerosos grupos diferentes. Si continúa la presente tendencia a la asimilación, algún día podrá abando­narse este mecanismo externo y temporal. Algunas líneas de integración cultural interna se han desarrollado durante varios decenios, como ya vimos al examinar el núcleo irreductible de valores norteamericanos, pero no es probable que la integración total llegue a realizarse, ni siquiera que sea deseable, en nuestro género de sistema sociocultural.

2. Guerra y solidaridad.

A veces se observa que el conflicto militar es una pauta universal de cultura y que los resultados de la guerra son destructores y desintegrantes. En el marco conceptual de este libro clasificamos la preparación para la guerra y la dirección de la misma como institución subsidiaria dentro de la institución política de la cultura. Excepto en el caso de la Guerra Civil y la gran frustración de la Guerra del Vietnam, la participación norteame­ricana en conflictos armados ha tenido en general efecto integrante en nues­tro sistema social y cultural. Veamos la evidencia de esta afirmación.

a) Las dos guerras de 1917-1918 y de 1941-1945 contribuyeron más que ningún otro acontecimiento de nuestra historia a realizar la coopera­ción en el pueblo norteamericano. En ambos casos no faltaron quienes opusieron la objeción de conciencia a lo largo del conflicto, y hubo también muchos que se oponían a nuestra participación en la guerra, como tampoco faltaron traidores y cobardes. Pero en general el esfuerzo bélico, con todo lo que suponía de entrenamiento y de lucha por parte de las fuerzas armadas y de producción, y de sacrificios por parte de la población civil, logró unir al pueblo norteamericano en un plano relativamente elevado de integración sociocultural.

b) Es un axioma en sociología que la amenaza de un peligro exterior suele unificar interiormente la sociedad. Para fines de actividad cooperativa, era necesario que la gente se hiciese bien cargo de este peligro. De ahí la importancia de la propaganda patriótica; una corriente incesante de con­signas repetía la necesidad que había de «ganar al mundo para la demo­cracia», de «librar al mundo de la tiranía». Excepto para los militares, el peligro que amenazaba desde fuera no aparecía siempre claro. De ahí que fuera necesario despertar y mantener la convicción de la amenaza, y, como se sabe, no ocurrió esto en la más reciente Guerra del Vietnam.

Guerra y solidaridad 427

c) La Primera Guerra Mundial fue la mayor prueba de la posibilidad de integrar los numerosos aspectos étnicos y nacionales de la población norteamericana. La aversión de los irlandeses americanos a luchar al lado de los ingleses, de los alemanes americanos a romper sus vínculos ances­trales y de otros norteamericanos a participar en un «embrollo extranjero» que consideraban ajeno a sus intereses, fue causa de gran preocupación para los líderes nacionales antes de la Primera Guerra Mundial. Ninguna gran sociedad había tenido que afrontar un problema social y cultural de esta índole. Los Estados Unidos salieron de la Primera Guerra Mundial no sólo con la categoría de gran potencia internacional, sino también como una sociedad de gente unida.

d) El espíritu de unidad patriótica engendrado por el esfuerzo de la guerra fue, y no podía ser de otro modo, un fenómeno de corta duración. La cooperación concentrada va dirigida a un fin concreto —la victoria contra el enemigo— y la intensidad psicológica del esfuerzo no se puede mantener al mismo nivel en tiempo de paz. La idea de «hacer la tarea» no puede perpetuarse una vez que se ha realizado ya efectivamente. Con­viene notar, sin embargo, que si bien el espíritu de unión cede un tanto después de cada guerra mundial, el nivel de integración sociocultural es más elevado después de cada guerra que antes.

e) Estas dos grandes guerras produjeron el efecto de reunir a ame­ricanos procedentes de sectores muy separados del país y de diferente ori­gen sociocultural. La industria bélica atrajo trabajadores de las zonas ru­rales y agrícolas a las zonas industriales urbanas, mientras que los centros de reclutamiento y los campos de instrucción reunieron a personas de todas las partes del país. Muchos no habían experimentado nunca en el pasado tal contacto físico. No obstante, el contacto y la comunicación crean únicamente las condiciones necesarias para que pueda tener lugar el pro­ceso de asimilación. El factor esencial consistió en que tales personas en las fábricas y en los servicios armados compartían funciones comunes con miras a fines comunes de valor.

f) Uno de los efectos integrantes de mayor alcance de la Segunda Guerra Mundial fue el plan deliberado de acabar con la discriminación racial y religiosa dentro de los servicios armados. Este plan pone de relieve la manera como una dirección inteligente, sirviéndose de funciones legisla­tivas y administrativas, puede influir en las formas efectivas de comporta­miento. La orden ejecutiva de suprimir la segregación y discriminación vino del comandante en jefe, el presidente Truman, después de la guerra. Se puso en vigor en todas las ramas del servicio, en las academias para la formación e instrucción de los oficiales, así como en todas las instala­ciones militares norteamericanas del mundo entero. Sus buenos efectos se observaron durante las guerras de Corea y del Vietnam.

Las fuerzas armadas no fueron el único agente de este tipo de inte­gración sociocultural. Cuando analizamos una sociedad y una cultura nos concentramos necesariamente cada vez en un sector de una institución o

428 XVII. Integración sociocultural

grupo. Otros cambios tuvieron lugar simultáneamente en la institución escolar, en la económica, en la religiosa y en otras, al tiempo que se planeaba y se llevaba adelante la integración en las fuerzas armadas. El hecho de que millones de jóvenes en la edad del servicio militar pasaran por esta experiencia práctica de integración fue de gran importancia por la amplia repercusión que tuvo. Fue una demostración sociológica de que personas de diferente procedencia étnica, religiosa y racial pueden actuar juntamente en relativa armonía. Esta experiencia siguió influyendo en la vida de estos jóvenes después del servicio en sus actividades en la escuela, en la iglesia, en la fábrica, en las comunidades.

Las generales y positivas consecuencias integrantes de la guerra en el sistema sociocultural norteamericano no prueban, como es evidente^ la rela­ción universal entre medios y fines. Dadas las circunstancias y las tenden­cias en nuestro país, como también el hecho de haber tenido bastante éxito en la dirección de la guerra, la consecuencia lógica fue una elevación del nivel de integración sociocultural. En otras sociedades, en las que las cir­cunstancias son diferentes como también las tendencias, los efectos de las guerras pueden ser con frecuencia más bien destructores y desintegrantes.

3. Competición internacional.

Toda sociedad sufre de cierto grado de inconsecuencia interna debida a la discrepancia entre las pautas ideales y reales de comportamiento. Los Estados Unidos no forman una excepción a esta regla. Nuestra constitu­ción, la Bill of Rights y la filosofía social general profesan ideales de con­ducta basados en la ley moral natural. No obstante, ha habido no pocas evasiones formalizadas de estos ideales. La tendencia americana contempo­ránea parece ir en la dirección de ideales más altos, y uno de los factores más decisivos en esta tendencia es nuestro actual status en los asuntos mundiales.

a) Aun a riesgo de simplificar demasiado, podemos decir que el factor internacional de solidaridad doméstica proviene de los roles de competi­ción de los sistemas norteamericano y comunista. Los norteamericanos han lanzado a los cuatro vientos la denuncia de los gobiernos autoritarios, la crítica de la negación de los derechos del hombre en otras partes del mundo, ensalzando la libertad y la prosperidad que acompañan al sistema democrático. Gentes de otros países, con no menor etnocentrismo, han criticado a Norteamérica por predicar un idealismo social y cultural que ella misma no practica. La consecuencia ha sido una severa revisión, por los norteamericanos, especialmente por los jóvenes intelectuales» de las in­consecuencias entre las pautas ideales y reales de comportamiento.

b) El liderazgo norteamericano se ha visto obligado a tomar nota de este reto internacional. Los comunistas pregonan en el mundo entero que su sistema puede proporcionar seguridad económica a toda la población

Competición internacional 429

trabajadora; diversas ex colonias y protectorados acusan a los blancos de creerse racialmente superiores; pequeños países con un nivel más bajo de progreso técnico exigen respeto, reconocimiento e independencia a los dos centros de influencia, Rusia y los Estados Unidos. Esta situación ha forza­do a Norteamérica a acelerar la tendencia hacia la realización de la demo­cracia en el interior y consiguientemente hacia las solidaridad social y cultural.

c) Los Estados Unidos han sido «puestos a prueba»; se nos pide que demostremos al mundo que nuestro sistema contiene las promesas que para él reivindicamos, y que pueden cumplirse. En términos evaluables concre­tamente: esta demostración incluye numerosos proyectos, como son los planes de mejora de la vivienda y de la sanidad, extensión y perfecciona­miento del sistema escolar, puesta en vigor de los principios democráticos de igualdad racial, protección de los derechos del trabajador, aumento de la capacidad adquisitiva de más y más norteamericanos, diferentes planes de ayuda económica a la agricultura y otros muchos exponentes del pro­greso sociocultural.

d) Conviene notar que hay una íntima conexión entre estos programas de progreso y el sistema norteamericano de solidaridad sociocultural. Los ideales de libertad y de justicia no son principios nuevos ni exclusivamen­te norteamericanos, pero en el carácter norteamericano están estrechamente ligados con ideas de igualdad de oportunidades, fraternidad, responsabili­dad mutua y otros principios de solidaridad. Análogamente, el esfuerzo por la prosperidad nacional y por el progreso material del pueblo no es un invento exclusivamente norteamericano, pero es en la sociedad norteame­ricana donde la gente tiene derecho a obtener estas cosas mediante coope­ración y participación democrática.

e) Si reunimos en uno todos estos hilos culturales, observamos una red de principios e ideales cuya interacción sostiene la solidaridad interior. Si la fraternidad y la igualdad se trasladan a situaciones sociales concre­tas, implican a la vez responsabilidad mutua de las personas y participa­ción común en las ventajas sociales y culturales. La democracia no es una institución mecánica que produce automáticamente prosperidad, ni la pros­peridad material de la gente garantiza por sí misma los procesos de la democracia. El slogan de que «las personas son quienes hacen que la de­mocracia funcione» quiere decir que debe realizarse un esfuerzo común para elevar las pautas reales de comportamiento al nivel de las pautas ideales.

En realidad, esta elevación ha tenido lugar durante la llamada guerra fría, período que ha seguido a la segunda Guerra Mundial, aunque fue registrada de nuevo en los años 60. Norteamérica ha tratado de ganarse la buena voluntad de otras naciones no sólo mediante la ayuda económica, política y militar, sino también desarrollando un modelo interior de soli­daridad y democracia. Desde luego, la competición internacional no es el único factor que entra en juego en este proceso, pero el reto de otras so­ciedades halla respuesta en la sensibilidad ética del pueblo norteamericano.

430 XVII. Integración sociocultural

4. Grupos secundarios.

En otras partes de este libro hemos visto que Ja sociedad norteameri­cana se caracteriza por una tendencia a alejarse de las relaciones y grupos primarios en dirección a las asociaciones y relaciones secundarias. Hemos visto también que la persona individual aprende los mores, aprecia los valores sociales y desarrolla la solidaridad en pequeños grupos primarios de hombre a hombre. La familia y el barrio, los grupos de trabajo y de juego son necesarios a una sociedad en marcha, como también son esen­ciales para la socialización del individuo. El sociólogo observa el dilema que se plantean los norteamericanos: Si la decadencia de los grupos pri­marios hace al individuo menos solidario, ¿cómo puede el creciente nume­ro de las asociaciones secundarias desarrollar una satisfactoria solidaridad de la sociedad total?

a) Los grupos secundarios son grandes numéricamente; las relaciones sociales son formales e impersonales; la estructura social tiene una orga­nización floja; el control social actúa por medio de reglas y reglamentos. Estas características se observan en Norteamérica en sus gigantescos sindi­catos, en sus trusts financieros, en sus partidos políticos, en sus centros de recreo en gran escala y hasta en sus asociaciones religiosas. En los estratos superiores de estas organizaciones, las personas y los subgrupos están representados en lugar de participar en funciones comunes.

b) Desde esta perspectiva de las organizaciones en gran escala se puede apreciar la importancia de los millones de grupos primarios fundamentales en interacción. La seguridad psicológica del individuo está afianzada en estas unidades más pequeñas: familias, grupos de trabajo, reuniones y acti­vidades amistosas. En éstas se libra el individuo del anonimato que parece ser concomitante de las asociaciones secundarias, y en ellas participa en la integración social y cultural con otros individuos. Los estratos básicos de los grupos primarios están en muchas maneras relacionados con los ma­yores y más amplios estratos de las agrupaciones secundarias. Las mismas personas están presentes en los grupos tanto primarios como secundarios, pero el tipo de sus relaciones sociales difiere notablemente en cada nivel. El conglomerado total de personas no puede participar directamente en los centros más altos de administración y comunicación.

c) El tipo de integración social y cultural difiere en estos dos niveles. En los grupos primarios la solidaridad se da por supuesta; se puede llamar espontánea, natural y subconsciente: los individuos no obran deliberada­mente para lograrla. En las asociaciones secundarias la solidaridad se procura deliberadamente; con frecuencia es arbitraria, planeada e ideada. Reconocer esta diferencia ayuda a penetrar en la naturaleza de la integra­ción social y cultural característica de los Estados Unidos. La observación de la solidaridad en el plano de los grupos secundarios revela dos hechos: primero, que hay profesionales cuya función consiste en planear y llevar

Grupos secundarios 431

a efecto la integración; segundo, que las decisiones importantes en las altas esferas deben tener presentes los intereses de otras grandes organizaciones y de la sociedad total.

d) El hecho de que coordinadores profesionales vayan adquiriendo creciente importancia en la sociedad norteamericana indica que la inte­gración es en parte un problema estrictamente técnico. Hemos visto que los roles profesionales se van institucionalizando más y más y que las bu­rocracias son necesarias en estas grandes asociaciones. Ya no se puede poner la confianza en personalidades «simpáticas», en técnicas al poco más o menos, o en relaciones paternalistas anticuadas para integrar a las per­sonas y los roles en grandes organizaciones. Prácticos especializados con conocimiento de la ciencia social, como especialistas del trabajo, psicólogos, sociólogos, expertos en estadística, asistentes sociales, se utilizan para aplicar las técnicas de solidaridad.

e) Aunque parezca una paradoja, los que tienen más éxito entre estos expertos en relaciones humanas son los que han estudiado las actuaciones de grupos primarios dentro de las grandes organizaciones secundarias. Por ejemplo, un conocimiento detallado de los mores y las costumbres, las aspiraciones de status, y de los prejuicios y preferencias de los miembros de pequeños grupos en las fábricas, ha servido de mucho para comprender y completar la estructura total de la solidaridad. Este género de investiga­ción esmerada ha producido resultados más integrantes que las máximas filosóficas, las exhortaciones morales y las órdenes perentorias de los pa­tronos. Análogas comparaciones se pueden deducir del análisis científico de las relaciones sociales en iglesias, escuelas, hospitales y otras grandes organizaciones.

Los expertos se emplean principalmente en grandes corporaciones e industrias y en cierto grado en asociaciones escolares, políticas y religiosas y hasta en grandes organizaciones deportivas. No son muy numerosos to­davía, y el cuerpo de conocimientos seguros con que pueden obrar sólo está comenzando a emerger de los varios programas de investigación que están en marcha. Sin embargo, están prestando preciosos servicios para el manejo de conflictos y de tensiones que se presentan dentro de las grandes asociaciones secundarias, y para tratar los problemas importantes de las relaciones públicas y de comunicación en el plano nacional.

f) Es cierto que dentro del sistema total sociocultural estas grandes asociaciones secundarias persiguen diferentes fines: los objetivos de una asociación médica son diferentes de los de una organización de madere­ros, los cuales difieren también de los de un partido político, de una alianza ministerial o de una unión de obreros del automóvil. Es también cierto que grandes asociaciones dentro del mismo marco institucional —como fabricantes de automóviles rivales, corporaciones religiosas, grupos de ense­ñanza— están penetradas de valores de competición con frecuencia en­contrados. Sin embargo, en el nivel superior desarrollan gradualmente téc­nicas de negociación, de arbitraje y de compromiso. Con frecuencia llevan

432 XVII. Integración sociocultural

a cabo una coordinación voluntaria entre ellas y a veces se han visto obli­gadas a ellas por la opinión pública o por la intervención de la autoridad política y judicial.

Este breve análisis de la relación entre solidaridad social y asociaciones secundarias ofrece un campo en el que se han llevado a cabo numerosas investigaciones. Conviene percatarse de que dentro de las grandes asocia­ciones secundarias funcionan necesariamente grupos primarios. Tanto la clase de objetivos como el tipo de integración realizado se hallan a dife­rente nivel que el de los grupos primarios. Sin embargo, el trabajo de investigadores científicos y de coordinadores profesionales indica que puede alcanzarse una forma relativamente satisfactoria de integración en las aso­ciaciones secundarias.

El grado de integración sociocultural alcanzado, entre los norteameri­canos parece depender en definitiva del éxito integrativo de las grandes asociaciones secundarias. Sería fatalismo pensar que estos grandes grupos deben necesariamente engullir a los grupos más pequeños, o que han de decaer inevitablemente de sus gigantescas dimensiones actuales, o final­mente que sólo pueden lograr solidaridad desarrollándose hasta convertirse en un sistema autoritario y totalitario. Estas aprehensiones hipotéticas y negativas son desmentidas por la sencilla razón de que tales profecías tan tremendas no han llegado a realizarse durante este último medio siglo.

5. Integración simbólica.

El norteamericano se inclina a creer que es una persona terca, razona­dora y práctica que sabe lo que hace y adonde va. Sin embargo, los soció­logos han dado bastantes pruebas de que esta apreciación de sí es bastante inexacta. Quizá no seamos los norteamericanos tan propensos a dejarnos impresionar por tópicos y símbolos como la gente de algunas otras socieda­des; lo cierto es que también en nosotros ejercen influjo diferentes tipos de slogans y de símbolos. A nosotros nos chocan las banderas políticas y los carteles heroicos en los países comunistas, pero aceptamos tranquila­mente los estribillos de la publicidad y los reclamos comerciales.

En un plano más serio los norteamericanos se reúnen atraídos por ciertos símbolos de la unidad nacional sin definir con precisión su con­tenido ideológico. El efecto integrador de la participación en símbolos comunes exige sólo una vaga referencia a su significado específico. En una cultura pluralista como la nuestra hallaríamos probablemente diversos mo­tivos de disensión si tratáramos de definir, por ejemplo, lo que significa el himno nacional para las diversas personas de un público que lo oye ejecutar.

a) El Star-spangled Banner tenía gran simbolismo las muchas veces que se ejecutaba durante la guerra. La costumbre 'de usarlo como una especie de invocación al comienzo de asambleas públicas se ha mantenido también en tiempo de paz. Un silencio religioso se impone en la multitud;

Integración simbólica 433

todos miran a la bandera; los hombres se descubren. El juramento de fide­lidad a la bandera misma, así como los himnos escritos en su honor dan una como seguridad psicológica. Es como si las gentes dijeran: «Al menos aquí tenemos algo de que fiarnos y en que todos estamos de acuerdo.»

b) También la Constitución actúa como otro símbolo que tiene im­portantes efectos integradores. El símbolo no lo forma la Constitución en detalle con todas las interpretaciones y definiciones elaboradas por hombres de ciencia, expertos legales y jueces durante nuestra historia nacional. El símbolo de integración es la idea general de la Constitución, como una especie de foco sagrado que inspira reverencia y que en una forma u otra nos protege a todos como firme baluarte en este mundo inquieto e inestable. Incluso los que protestan violentamente contra las declaraciones del Tribunal Supremo, se aferran tenazmente a, la Constitución y a veces impugnan estas interpretaciones judiciales como un «atentado» contra la Constitución.

c) Héroes históricos, y hasta cierto punto algunas figuras políticas, ac­túan como símbolo común de integración para los americanos. Washington y Jefferson, John Paul Jones y John Perssing pasan por ser ejemplos de las supuestas virtudes nacionales. Los más altos funcionarios políticos —el presidente, los gobernadores y senadores — ponen marcado empeño en representar a todos sus electores, o por lo menos dan la sensación de hacerlo. En este caso el símbolo común de unidad es la función pública en sí misma, más bien que su titular. El hecho de que una alta función gubernamental esté íntimamente asociada a otros símbolos, como la ban­dera y la Constitución, la refuerza como factor de solidaridad general.

Existen otros tipos de héroes, los cuales, por representar el triunfo de aspiraciones comunes, sirven de centro simbólico de integración. Grandes hombres de negocios, sabios de renombre, eminentes figuras literarias y artísticas, e incluso ases del deporte y estrellas del arte, pertenecen a esta categoría.

d) Ciertos objetos físicos, inanimados, de nuestro país, están también revestidos de significado y de valor. Parques nacionales, monumentos y edificios, así como «maravillas naturales», como las cataratas del Niágara, el Gran Cañón, el río Misisipí, llevan impresa la etiqueta «Norteamérica». Estos objetos son operativos, de manera sutil y subconsciente, como inte­gradores simbólicos del pueblo norteamericano.

e) Pese a las diferencias de credos y no obstante que numerosas per­sonas no pertenecen a ninguna confesión religiosa, la paternidad común de Dios obra para muchos como símbolo de unidad. La significación de la oración dominical está lo suficientemente divulgada para ser aceptada por personas de cualquier convicción religiosa, e incluso los que no prac­tican tienen una vaga noción de que tener un Padre en el cielo es una idea que «no está mal». Innumerables asambleas públicas y oficiales se inauguran con una oración para implorar la ayuda divina, lo cual, si no otra cosa, es por lo menos una fórmula satisfactoria de unidad general.

434 XVII. Integración sociocultural

La conexión directa entre la integración sociocultural y todas estas clases de símbolos comunes no se ha estudiado todavía con precisión científica. Ahora bien, para comprender la vigencia de esta conexión es necesario distinguir entre el contenido específico e interpretable de estos fenómenos y su simbolismo vago y generalizado. Existen numerosas esci­siones de grupos en el plano de los intereses y valores específicos dentro de nuestra sociedad, pero esto no impide que se pueda observar en Norte­américa un tipo de unidad sociocultural, y uno de los factores que in­fluyen en esto son sin duda los símbolos comunes.

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Í N D I C E S

ÍNDICE DE NOMBRES

Abrahamson, Mark 245 Alberoni, Francesco 31 106

172 197 290 291 342 364 Allport, Gordon 13 Amory, Cleveland 106 Ardigó, A. 290 364 Arensberg, Conrad 290 Argyris, Chris 58 434

Baglioni, G. 106 130 172 Barber, Bernard 106 Barnett, H.S. 364 Barnouw, Victor 290 Bates, Alan 31 Becker. Howard 411 Bell, Daniel 434 Bendix, Reinhard 81 Benedict, Ruth 197 Bennis, Warren 58 365 Bensman, Joseph 150 Berger, Peter 31 Bertolini, P. 197 411 Bienen, Henry 411 Blatzell, E. Digby 81 Blau, Peter M. 130 387 Braga, G. 172

Capecchi, V. 342 Claude, Inis L. 434 Clinard, Marshall 411 Comte, Augusto 15 Cooley, Charles 58 130 Coser, Lewis 245 Cox, Oliver C. 106 Crespi, P. 342

Chinoy, Ely 91

Dahrendorf, Ralf 245 Davis, C.A. 172 Drucker, Peter 434 DuBois, Cora 132

Ehrlich, Howard 220 Etzioni, Amitai 365

Feibleman, James 268

Galbraith, John K. 172 Gans, Herbert 138 149 Garvey, Marcus 284 Glazer, Nathan 342 Goffman, Erving 58 197

438 índice de nombres

Goodman, Paul 198 Gordon, Milton 245 Gross, Neal 220

Handlin, Osear 342 Hertzler, J.O. 268 Hiller, E.T. 268 Hillery, George 150 Hoffsomer, George 268 Homans, George 130 Honigman, John 290

Inkeles, Alex 31

Jacob, Philip E. 316

Kimball, Solón 290 Klapp, Orvin 220 Kluckhohn, Clyde 13 58 198 Kohn, Melvin 316

LaPiere, Richard 365 387 LeBon, Gustave 106 Leclercq, Jacques 172 Lemmert, Edwin 387 Lenski, Gerhard 388 Le Play, Frederick 132 Levy, Marión 172 Liebown, Elliot 411 Linton, Ralph 81 Lipset, Seymour M. 81 173 Lynd, Robert 316

Mack, Raymond 365 Malthus, Thomas 104 Marletti, C. 130 Matza, David 411 McClelland, David 342 Mead, Margaret 291 Merton, Thomas 140 Miller, Daniel 220 Mills, "C. Wright 81

Monzel, Nikolaus 173 317 342 365 388 434

Moore, Wilbert 365 Morris, Charles 316 Moynihan, Daniel 342 Murphy, Gardner 58 Murray, H.A. 58

Nisbet, Robert 150 434

Ogburn, William 280 Ortega y Gasset, José 106

Parsons,' Talcott 13 173 434 Perry, R.B. 317 Pound, Roscoe 13 388 Preiss, Jack 220 Presthus, Robert 268

Redfield, Robert 132 Reissman, Leonard 150 Riesman, David 198 Rocher, Guy 31 106 130 198 220

245 268 317 342 365 388 411 434

Rommetveit, Ragnar 220

Sanders, Irwin 150 Schneider, D.M. 58 Scott, William 317 Sherif, Muzafer 245 Shibutani, Tamotsu 58 Slater, Philip 58 365 Sorokin, Pitirim 13 133 291 342 Spencer, Herbert 15 Stonequist, Everett 81 Summer, William G. 180 198 277 Swanson, Guy 220

Tentori, T. 291 365 Thomas, William 342 Thompson, Víctor 130

índice de nombres 439

Tomlinson, Ralph 31 Tonnies, Ferdinand 130 135 Tylor, E.B. 271

Vanee, Ruppert 13 Vidich, Arthur 150

Warner, W. Lloyd 13 81 132

Warren, Roland 150 Whyte, William F. 130 Williams, Robin 58 Wrong, Dermis H. 106

Yablonsky, Lewis 411

Znaniecki, Florian 342

ÍNDICE ANALÍTICO

Acomodación, como proceso 227 Actitudes 184 Adaptación

de la cultura 101 de la personalidad 51-53 y socialización 40

Adolescencia, tensiones de la 74 Adscripción de status 60 79ss Adultos y jóvenes 75 Afiliación al grupo 110 125s Afro-americanos

como cultura 282 v. negros

Agresión internacional 169 y frustración 57

Agricultores, grupo de 123 Aislamiento

de la familia 49 en las áreas rurales 141 y comunidad 133

Altruismo y amor 234 Ambiente

y cambio 345 y cultura 273 s

«Americanización», proceso de 239ss

Amish, comunidad 138 Amor como proceso 234s Analogía en sociología 20 Anonimato y conglomerados 96 Anormalidad

mental 56 409-411 y desviación 389

Apatía en el voto 196 en los sindicatos 129

Aprendizaje social 42-44 Aprobación, necesidad de 52s Ascendencia

como base del grupo 112 y status 88

Asimilación como proceso 228 cultural 169 factores de 229 y «crisol» 239

Asistencia médica 281 Asociaciones

como grupos secundarios 116ss laborales 128-130 y conglomerados 119 y grupos 107-130 y sociedad 152

índice analítico

Astrología y cambio 356 Asunción

de roles 208 323 de status 60

Atleta, rol del 215 Atletismo comercial 192 Atribución de roles 208 Auditorio como conglomerado

Banda, función de la 126s Barrio (vecindad)

rural 285 social y espacial 119 suburbano 143 y comunidad 135s y comunidad étnica 145 y grupo primario 122 y Skid Row 336

Botín, sistema de 262 Burocracia

e instituciones 265 en los sindicatos 129

Cambio 343-365 aspectos del 344 condiciones del 351 ss disponibilidad al 351 e ideología 313 e instituciones 354 e invención 353 engendra cambio 360-362 en la cultura rural 284 estructural 350 factores del 347 funcional 350 límites del 358s nuevo 343 radical 357s recurrente 343 resistencia al 354 secuencia del 345 social 27

y acción comunitaria 149 y casos mentales 410 y ciencia 363s y complejidad 352 y cultura 278s y difusión 353 y edad 379

93 y equilibrio 362 y grupos de presión 379 y juventud 74 y matrimonio 260-262 y negros 75s y progreso 348 y sistema legal 405s y superstición 354s y tradición 52 y valores 280 352 y violencia 57

Cantidad como valor 341 Capitalismo y negros 77 Carácter conservador

como ideología 313 de la clase media 330 de las instituciones 251

Categorías tipos de 83 utilidad de las 845 y clase social 88s y conglomerados 83-106 y desigualdad 98ss y población 104

Causalidad 26 360 y cambio 348

Censo 104 Científico

rol del 218s y cambio 363 y valores 220 295s

Ciudadanos y policía 212 Civilización y cultura 272 Clase social

como categoría 88

442 índice analítico

conciencia de 96s definición de 88 en los suburbios 142s y control 380s y movilidad 322 325 y obstrucción 202 y política 263 y segregación 97s y «sociedad» 166 y status 67

Clasificación de las instituciones 253 de las sociedades 157 de los grupos 110 de los procesos 225 de los roles 209 de los valores 302 del control 368s

Clerecía en la iglesia comunitaria 147 y movilidad 332s

Colectividad como comunidad 135 y categorías 83

Colonialismo' y norteamericanos

169 Compafieros, aprobación de los

127 Competición

como proceso 231 internacional 428 valor de la 235-237 y aprendizaje social 44 y casos mentales 410 y deportes 216 y movilidad 328 y personalidad 329s

Complejidad de la sociedad 25 154 170s de las instituciones 254 del proceso 232 y cambio 352 361

y casos mentales 410 Comportamiento v. Conducta Comportamiento en el voto 196 Compromiso en la comunidad 132 Comunicación

en las áreas rurales 141 en los grupos 117 y aprendizaje 43 s y control 376 y socialización 45s y sociedad 155 y violencia 56

Comunidad acción 148 Amish como 138 como estructura 135s definición 131 dormitorio 142s étnica 144-146 factores de la 136-140 iglesia 146-148 pérdida de la 131 rural 141s substitutiva 140 y conglomerado 94

Comunidades 131-150 Comunismo, competición con el

428 Conciencia y control 371 Conducta (comportamiento)

colectiva 96 de los animales 35 271 370 e instituciones 250 normal 36 pautas de 177-198 y juventud 127

Conducta animal y cultura 35 271 370

Conflicto como proceso 229 de roles 202 de valores 305

índice analitico

en la comunidad 134 industrial 244 reducción del 243-245

Conformidad de los obreros 382-384 y control 371 y publicidad 376

Conglomerados clases 92-94 definición 90 funcionales 94 residenciales 94 y aglomeración 91 y anonimato 96 y asociaciones 120 y categorías 83-106 y persona 95ss y manifestaciones 102 y masas 99s

Conocimiento tendencias en el 362s y cambio 352 362s

«Consensus» en los valores 307 420

Constante sociológica 22 Constitución e integración 433 Consumo llamativo 402 Contacto y aprendizaje social 44 Contratos restrictivos 80 Control político 372 Control social 367-388

e institución 250 372 380 niveles de 368 persona y 370 resistencia al 378s y clase 380s y comunicación 376 y conciencia 370s y engineering 377 y grupo 368 371 y liderazgo 374s y normas 405

y rol 368 y valores 304 381 y violencia 57

Convergencia de la cultura 279s y migración 321

Cooperación como proceso- 226 condiciones de 238 e integración 414 factores de 227 y comunidad 134 y guerra 238

Costumbres 180 185 234 Criminales (delincuentes)

como grupo 397s normas de los l,90s y policía 212 y status 334

Criterios de roles 309 de valoración 296 del progreso 348 del status 61 87

Cuadro de referencia 41 Cuadrilla v. Banda Cultura 269-291

adaptabilidad de la 101 afro-americana 282-284 como ideología 277 contradicciones en la 55 contribuciones a la 240 convergencia de la 279 de los indios 289 definición de 271 diferencias en la 40 difusión de la 279 e instituciones 256s 272 en la comunidad étnica 145 estandarización de la 50 estructura de la 177 hombre y 39 269

444 índice analítico

inconsistencias de la 54s 410 integración de la 415 interiorizada 41 neurosis y 54 proyecto de vida 275 racionalidad de la 49 regional 286s residuos en la 266 retraso de la 280-282 rural 284s secularización de la 410 urbanización de la 321 variaciones de la 51 y cambio 278 y civilización 271 y crimen 191s y diversión 193 y educación 217 y éxito 308 y herencia 273 s y medio ambiente 38 y personalidad 276 y procesos 232 y roles 203 206 y sociedad 154 157 269 275 419 y solidaridad 276 y valores 275

Cupos, sistema de 80

Delincuentes v. Criminales Demografía 104s Dependencia

de uno mismo 52 del nifio 49

Desigualdad de las mujeres 72s 99 y categorías 98s y movilidad 69s

Desobediencia civil 103 Desviación 389-411

de los grupos 397 institucionalizada 395

ley y 405 negativa y positiva 390 ocio como 401-403 religión y 403 s tipos de 391 y roles 393

Discriminación e institución 267 y guerra 427

Difusión de cultura 279 y cambio 353 y migración 321

Disuasión, la ley como medio de 406

Diversidad de los grupos princi­pales 114

Divorcio e hijos 407 e instituciones 267 pautas de 407s y grupo primario 121 y matrimonio 407 y relaciones 408

Economía 11 17 censo y 104 como institución 254 obstrucción en la 242 y complejidad 171 y control 372s y crimen 191 y deportistas 215 y regionalismo 164s y retraso cultural 280s y sociedad 155 159 y vida rural 285

Edad como base para los grupos 113 y cambio 379 y regionalismo 165 y status 63 73

índice analítico 445

Educación censo y 104 como grupo principal 115 como valor 338 complejidad de la 171 de las mujeres 72 de los jóvenes 74 de los negros 77 e institución 253 rural 142 y competición 236 y control 376 y cultura 217s y economía 259 y etnocentrismo 188s y movilidad 328s 336s y problemas 315 y retraso cultural 282 y status 62 y voto 196

Élite y clase 325 Engineering y control 377 Entorno v. Ambiente Equidad como proceso 234 Equipo, trabajo en 238 Escritura 158 Esparcimiento (recreo)

como desviación 401 como institución 254 complejidad del 171 pautas de 192-194 y competición 236 y control social 372 y cultura 193 y economía 259 y grupos principales 116 y juventud 127 128 y mujeres 72 126 y sociedad 156 v. Ocio

Estabilidad de las instituciones Estadística 84 195

Estado e Iglesia 162 Estandarización 50s Estereotipos 184 Estratificación

en la sociedad 160 y status 65 68

Estructura complejidad de la 170 de la industria 383 de la religión 332 de la sociedad 156 de las instituciones 248 de las pautas 187 de los grupos 108 e ideología 314 e integración 418 en la comunidad 135 y cambio 350

Ethos de la cultura 277 Ética 11 23 25 302 Etnocentrismo 170

y patriotismo 188 Éxito '

y movilidad 340s y religión 308 y valores 312

Factor étnico 138s Factores

de asimilación 229 de cambio 347 de cooperación 227s de integración 420-423 426 de la comunidad 136-141 de migración 321 de movilidad 327

Familia aislamiento' de la 49 como grupo principal 114 como institución 253 complejidad de la 172 de la cultura india 299s

446 índice analítico

desorganización de la 127 en los suburbios 143 y censo 104s y competición 236 y control 372 y economía 259 y etnocentrismo 190 y socialización 45 49 y sociedad 155 159 160 y vida rural 285 y vivienda 50

Fertilidad y movilidad 327 Finalidades de los grupos 108 Fraternidad y conflicto 244 Frustración y agresión 57 Fuera de la ley 190s Funciones

compartidas 421 de la comunidad substitutiva 140 de la juventud 74 de la sociedad 154s de la sociología 30 de las instituciones 249-252 de las pandillas 126 de los valores 304 de socialización 41 del grupo primario 121 e integración 418 especialización de las 383 y cambio 350s

Generalizaciones 16 Geografía 11-12 21 38 153 Gobierno e industria 384 Grupo

de referencia 111 dominante 115s exterior 111 118 interior 111 118 territorial 112 135

Grupos bases para los 111

características de los 107 clasificación de los 11 Os control mediante los 368 371 criminales o delincuentes 397s de referencia 111 definición de los 109 desviantes 397 dominantes 158s e instituciones 248 integración de los 418 marginales 398s participación en los 421 425 primarios 117 principales 154 156 340 reclutamiento de los 109 secundarios 430-432 universidad de los 113 y roles 209s y socialización 45s y sociedad 153 y status 65 68

Grupos primarios 117 decadencia de los 120-122 y comunidad 132 y grupo interior 118 y juventud 126 y mujeres 124s y organización 430 y viajantes de comercio 214

Grupos secundarios 116s 118s 430 432

e instituciones 266 y grupos de presión 122s y sindicatos 129 y vida rural 286

Grupos y asociaciones 107-130 Guerra 238 426-428

Hábitos y pautas 184 Herencia

biológica 21 37 cultural 273s

índice analítico 447

Héroes e integración 433 Hoboes y status 335 Humanidades y cambio 363

Identidad y los negros 284 y solidaridad 133

Ideología, ideologías liberal 313s y cambio 182 y cultura 277s y valores 313s

Iglesia como grupo de presión 124 comunitaria 146-148 los negros y la 333 movilidad en la 332-334 y bienestar 79 y Estado 162 y grupos de mujeres 124 y grupos primarios 121 y relaciones raciales 404 y status 78

Igualdad de sexos 100 137 y clase 69 y movilidad 328

Imitación y aprendizaje 44 Imperialismo 168s Inconsecuencias

de conducta 49 de la cultura 54s e instituciones 266s

Independencia, como valor 382 Índice de natalidad rural-urbana

142 Individualismo 50 425 Individualización 46s Individuo'

valor del 48 y cultura 273 y roles 207

Industria estructura de la 383 y política 384s

Ingresos y retraso cultural 282 y voto 196

Inmigración, leyes de 145 y movilidad 327 338

Inmigrados en el sudeste 287 y asimilación 241 y movimientos de masas 101 y status 338

Institución axial 256 258 277 política 155 159 254 262-264

384s Institucionalización 264s Instituciones 247-268

axiales 258-395 clasificación 253 control mediante las 373 380 definición de las 247 funciones de las 249-252 integración de las 416 principales 22s 257 universalidad de las 252 y burocracia 265 y cambio 265s y cultura 257 272 274s y desviación 395 y grupos 248 y radicales 358 y roles 206 265 y sanciones 256 y valores 303

Integración asociativa y comunitaria 423 de la cultura 415s en los grupos 433 factores de 420-423 425s lealtad e 424s

448 índice analítico

mecanismos de 422 simbólica 432 sociocultural 413-434

Interacción, procesos de 221-245

Interés común, grupos de 113 Intereses, grupo con 122s Invención 353 Investigación 16 28 219

Jóvenes status de los 73s pandillas de 126s y adultos 75

Justicia como proceso 234 y religión 404

Kibbutz 137 Knights of Labor 100 Koinonia 147

Laicado en las iglesias 79 movilidad del 333s

Lealtad e integración 424-426

Ley y desviación 405s Libertad

como valor 312s e ideología 314

Liderazgo de maestros 375 en los sindicatos 382s internacional 428s tipos de 375 y control 374s y status 64s

Límites del cambio 358s Logro

del status 60 79ss 328s y «sociedad» 166

Maestros rol de los 217s sociólogos como 30 y movilidad 337

Manifestación como conglomerado 93 102s organización de una 103

Marco conceptual 12 18 Marshall, plan 169 Masas

movimientos de 100-102 protesta de 102s y clase social 69

Materialismo 308s Matrimonio

como contrato 260s y cambio 260-262 359 y divorcio 407 y movilidad 80

Mecanización 165 Medio ambiente v. Ambiente Metas v. Finalidades Migración

efectos de la 321 s residencial 121 rural 145s voluntaria 320s y censo 105 y movilidad 319 338s

Militares veteranos 123 Minorías

como categorías 87 como grupos de presión 123 como marginales 398s derechos de las 31 Os extranjeras 88 obstrucción de las 243 raciales 88 religiosas 88 y acción comunitaria 149 y regionalismo 165

Moral 386s

índice analítico 449

Moralidad 55 314 Mores

definición de los 179 185 y cambio 354 y grupo 372 y justicia 234

Movilidad canales de la 326 de roles 323 del clero 332s descendente 330 en la comunidad étnica 144 factores de 327 índice de 70 laboral 324 339 residencial 121 339 tipos de 322 urbana 326s y desigualdad 69 y educación 336 y etnocentrismo 188s y éxito 340s y grupo primario 121s y los negros 77 y maestros 337 y matrimonio 80 y migración 338 y movimientos de masas 102 y obreros 383 y personalidad 54 y sistema de cupos 80

Movimiento de masas 100-102 radical 357 y movilidad 319

Muestras científicas 16 105 Mujeres

e igualdad 99 100 137 310 organizaciones de 71 124-126 261 y cambio 361 y obstrucción 242s y status 70-73

Multitud, como conglomerado 92

Musulmanes negros 76 283

Naciones Unidas 168 Naturaleza

actitud hacia la 193 y crianza 38

Necesidades sociales 52s 415 Negocios (grupos de presión) 123 Negros

capitalismo y 77 e identidad 284 e Iglesia 333 status de los 75s y cambio 361 y cultura 282-284 y educación 77 y radicales 357 v. Afro-americanos

Niños dependencia de los 49 derechos de los 310 mimados 48 y divorcio 407 y desigualdad 99 y matrimonio 261 s y status 331

Normas como pautas 185 de conducta 19s 24 de los criminales 191 en el grupo 108 explícitas e implícitas 186 y control 405

Norteamericanos de origen extran­jero 76s

Objetivos v. Finalidades Obstrucción

ejemplos de 242 como proceso 230

Ocio (esparcimiento) como desviación 401-403

450 índice analítico

y trabajo 192 401 Ocupación

en las áreas rurales 142 en los suburbios 143 y comunidad 136s y grupo 123 y movilidad 324 339 y religión 162 y status 66

Opinión 181 194 Organización

de mujeres 71 y conflicto 244 y grupos secundarios 430

Participación e integración 421 en grupos 425

Patriotismo 188s 427 Pautas de conducta 177-197

definición 177 en el divorcio 407s en el esparcimiento 192-194 escala de 178 estandarización 51 integración de las 416 tipos de 179s variaciones de las 181s y conglomerados 95 y protesta 102s y relaciones 223 y socialización 48 y sociedad 154s y valores 298

Peligro y solidaridad 426 Persona social 35-57

definición 35s e ideología 314 estandarización de la 50 fuente de valores 298 marginal 398s y conglomerado 95

y control 370 y rol 323

Personalidad social 47 adaptativa 51-53 e institución 251 individual 46 integración de la 417 neurótica 54s tipos de 380 y competición 329 y cultura 276 y grupo primario 117 y movilidad 53 328 y rol 200 394 y status clave 66

Personas declaradas 334-336 Planeamiento 29 386s Plantación, sistema de 288 Pluralismo 101 Población

como categoría 104-106 del sudeste 287 densidad 127 pirámide 105 y sociedad 153

Pobreza, programa contra la Poder social y status 64 Policía 211-213 Política

pautas de la 196 y competición 237 y economía 259 y obstrucción 24 ls y vida rural 286

Predicción 195 Prejuicios 184 Presión

de las pautas 179 e integración 421 y control 367 373s y desviación 391s

Presión, grupos de

Índice analítico 451

en los Estados Unidos 122 sindicatos como 128s veteranos en los 123 y cambio 379"

Prestigio 65s v. Status

Problemas sociales en los Estados Unidos 315 solución de 25 y cooperación 238 y progreso 400 y valores 305

Procesos clasificación de los 225 complejidad de los 232 comunitarios 134 conjuntivos 225 contenido de los 224 de acomodación 227 de «americanización» 239-241 de aprendizaje social 43 de asimilación 228 de competición 231 de conflicto 229 de interacción 221-245 de obstrucción 230 disyuntivos 225 estructura de los 187 matriz de los 233-235 universalidad de los 225 y amor 234 y cultura 233 y equidad 238 y justicia 234 y relaciones 222 y roles 232 y valores 300

Progreso criterios del 348 como valor 3 l i s insistencia en el 52 y cambio 348

y problemas 315 400 y solidaridad 428

Protesta 77 102 Psicología 12 20 Publicidad y conformidad 376 Público

como categoría 89 y deporte 215

Pueblo tradicional 135 Puesto en la vida 67

Racionalidad como valor 312 de la cultura 49

Radicales 81 313 357s Referencia, grupo de 111 Reforma social 28 29 378s Regionalismo 80 164s 182 286

asociativo 165 Relaciones sociales 18

comunitarias 134 definición de las 221 s en el grupo 108 117s necesidad humana de 37 primarias 122 132 raciales 75 88 99s 404 y divorcio 407 y procesos 222 y roles 201 222 y status 222

Religión complejidad de la 171 creencias 162s desviaciones en la 403 s factor de comunidad 139 minorías en la 88 pautas de 146 variedades de 501

y asimilación 240 y censo 104 y competición 237 y conflicto 245

452 índice analítico

y congregaciones 139 y control social 372 y economía 259 y estructura 332 y éxito 308 y grupos principales 115 y justicia social 404 y ocupación 162 y sociedad 155 159 161-164 y status 62 78s

Resistencia al cambio 354 al control social 378s

Responsabilidad 96 251 Retrasos de la cultura 280s Reunión, sentimiento de 133 148 Rol clave 210 Roles sociales 199-220

asignación de 208 asunción de 208 324 clasificación de los 209 como modelos de aprendizaje

32s conflicto de 202 criterios de los 309 de científico 219 de los maestros 217s definición de los 199 205s e individuo 207s 323 e instituciones 250 265 en los grupos 108 formación de 206s sanciones de los 205s y control social 368 y desviación 393 y movilidad 323 y pautas 187 y personalidad 47 200 394 y procesos 232 y relaciones 202 222 y socialización 445 y status 66 201

y valores 299 304

Sanciones como valores 300' e instituciones 256 y roles 205

Secularización 410 Segregación 97 288 Servicios comerciales 122 Sexo

como base del grupo 113 e igualdad 71 137 y voto 196

Símbolos de integración 432s de status 97

Sindicatos 128-130 Soborno, como institución 267 Socialización 40s 44s

de los indios 289s de los niños 48s proceso de 40s rural 49 y roles 204s y sociedad 155 y valores 41 s 57

Sociedad 151-173 asociativa 117 152 160s 423s características de la 153 clasificación de la 157 complejidad de la l i s 25 comunitaria 116 132 160s 423 definición de 153 integración de la 417 primitiva 158 y cultura 18 158 269 275 419 y grupos 109 y religión 161-164 y roles 206

«Sociedad» 166 Sociología, introducción a la 15-31 Sociólogos 30 151

Índice analítico 453

Solidaridad de las masas 101 de los obreros 129 e identidad 133 en la comunidad étnica 145 en la sociedad 160 guerra y 426-428 y comunidad 133 y cultura 275s y patriotismo 427 y progreso 429 y valores 305 v. Integración

Status clave 66 criterios de 61 87 de la policía 212 de los inmigrados 338s de los negros1 75-77 de los políticos 263 en la comunidad 136 logro del 79s 328s origen del 59 tipos de 65 transferencia del 63 visibilidad del 331 y aprobación de los compañe­

ros 127 y cargo 64 y categorías 86 y clase social 67 97 y conglomerados 95 y criminales 334 y juventud 73-75 127 y los radicales 81 y movilidad 70 y mujeres 123 125 y pautas 183 y poder social 64 y relaciones 222 y religión 78s y rol 66 201s

y rol clave 210 y valores 296

Suburbios 137 143s Superstición 354s

Trabajadores (obreros) conformidad de los 382-384 solidaridad de los 129 y status 80

Trabajo como valor 312 y ocio 192 401

Tradición y cambio 52 Transporte 141 193 Trastorno mental 409 Turba, como conglomerado 92

Universales sociales 152 Universalidad

de los grupos 114 de las instituciones 252 de las pautas 178 de los procesos 225

Urbanismo 164 Urbanización 49 321 Usos 181 185 354 Utilidad 62 84s

Valores 295-317 clasificación de los 302 criterios de 296 e individualismo 425 e instituciones 248 257 267 fuentes de los 297 humanitarios 309s últimos 306 311 y cambio 280 352 y científicos 219 295s y competición 235-237 y control 305 381s y educación 77 338 y pautas 179 298

454 Índice analítico

y problemas 400 y sanciones 300 y socialización 41 57

Variaciones de la cultura 51 de las instituciones 252 de las pautas 181 de los roles 203 del control 380

Vecindad v. Barrio

Vestir, estilos del 51 Veteranos 123 Vida, experiencias de la 42 Violencia 56s Virtudes 55 234 Vivienda

y acción comunitaria 149 y familia 281

Votantes urbanos 196s Voto, comportamiento en el 196

INFORMACIÓN Y COMUNICACIÓN HUMANA

Vivimos una auténtica eclosión de la información y la comunicación huma­na: comunicación por la palabra, por la escritura, comunicación por la imagen, por el símbolo, por la expresión, por el gesto... Comunicación de persona a persona, entre grupo y grupo, entre pueblo y pueblo. Y también está viva la incomunicación causada por problemas actuales. Editorial Herder ofrece una selección de obras sobre esta temática.

Arranz, E., Psicología de las relaciones fraternas, 264 págs. Bonnet, C. y otros autores, La inteligencia artificial y la automática,

328 págs. Campos, A., Orientacióji no directiva, 156 págs. Cazayus, P., La afasia, 232 págs. Coll-Vinent, R., Información y poder. El futuro de las bases de datos do­

cumentales, 296 págs. Chevalier, J. y Gheerbrant, A., Diccionario de los símbolos, 1108 págs. Dufoyer, J.-P., Informática, educación y psicología del niño, 228 págs. Garanto, J., El autismo, 160 págs. Heinemann, P., Pedagogía de la comunicación no verbal, 176 págs. Kagelmann, H.J. y Wenninger, G., Psicología de los medios de comuni­

cación, 404 págs. Lowen, A., El lenguaje del cuerpo, 408 págs. Lurker, M., El mensaje de los símbolos, 368 págs. Not, L., La enseñanza dialogante, 216 págs. Paulus, J., La función simbólica y el lenguaje, 160 págs. Richelle, M., La adquisición del lenguaje, 196 págs. Salzer, J., La expresión corporal, 228 págs. Sánchez Meca, D., Martin Buber. Fundamento existencia! de la intercomu­

nicación, 200 págs. Sommer-Wehrli, A., Pacientes en círculo, 120 págs. Tajfel, H., Grupos humanos y categorías sociales, 412 págs. Touzard, H., La mediación y la solución de los conflictos, 368 págs. Watzlawick, P. y otros autores, Teoría de la comunicación humana,

264 págs.

Editorial Herder S.A., Provenza 388, 08025 BARCELONA