01 introducción arque de michoa

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    Un repaso por la arqueologa del rea cultural que Paul Kirchoffidentic como Occidente de Mxico, obliga a estudiar los rasgos dela cultura material que caracterizaron a la poblacin mesoamericanaen esta parte de nuestro pas. Aunque el escenario ha sido dominadopor temas como las costumbres funerarias -particularmente la exis-tencia de las llamadas tumbas de tiro-, la sosticada alfarera de Chu-pcuaro o las ycatas o basamentos de planta mixta distintivos de lossitios con ocupacin purhpecha, en las ltimas dcadas el trabajo

    arqueolgico ha colocado en la escena del conocimiento nuevos ras-gos y otros ms se han precisado como elementos compartidos.En la necesaria comparacin con otras sociedades mesoame-

    ricanas, las culturas precolombinas del occidente mexicano habanresultado poco favorecidas, el escaso conocimiento obtenido, la pocamonumentalidad en sus construcciones, la falta de apoyo e intersocial y los contados hallazgos, derivaron en consideraciones comola de Ignacio Bernal acerca del estado de atraso tecnolgico y so-ciocultural como consecuencia de la falta de inuencia civilizatoriaolmeca. En las ltimas dcadas y gracias al trabajo cuidadoso y tenaz

    de distintos investigadores nacionales y extranjeros, las apreciacionesde este tipo estn quedando de lado, precisando el hecho de quelas culturas regionales del antiguo Occidente de Mxico, participa-ron de diferente manera y en distintos momentos en el desarrollocultural mesoamericano. Si bien las manifestaciones arqueolgicasde este rumbo del pas no fueron tan espectaculares como sus con-temporneas en otras latitudes, es claro que hay expresiones dignasde estudio y cada vez es ms evidente que la arqueologa de la partecentral de Mxico no puede entenderse cabalmente si no conocemose integramos a nuestros anlisis el papel de los desarrollos origina-

    les del periodo preclsico, como El Opeo, Capacha, Chupcuaro,Morales, Querndaro y Loma Alta, o las distintas maneras en que se

    Introduccin

    Efran Crdenas Garca

    Motivos decorativos dela cermica al negativo.Santa Mara, Morelia,

    exploraciones de 1977y 1978[arriba pginas 10 y 11]

    Petrograbado del sitioLas Pintadas, Lombar-da (Gabriel Zamora),Michoacn[abajo pgina 10]

    Escenas del juego depelota, Tepantitla,Teotihuacan, Estado deMxico[abajo pgina 11]

    Orejeras de barrode Santa Mara, Morelia[pgina opuesta]

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    comportaba la periferia norte de Teotihuacan, donde hubo poblacio-nes claramente dispuestas al intercambio de bienes y conocimientoscomo la cuenca de Cuitzeo y espacios con poblaciones menos abier-

    tas a la inuencia central y mucho ms integradas y relacionadas conlas culturas regionales de lo que hoy da son los estados de Jalisco,Guanajuato, Michoacn y Colima.

    Durante varias dcadas los esfuerzos de investigacin trataronde demostrar el papel de las culturas de occidente dentro del univer-so mesoamericano, hecho que ahora es aceptado; sin embargo, nodebemos limitar nuestro anlisis al pensamiento evolucionista, pueses un camino poco recomendado si queremos entender y explicarlos cambios culturales, los mecanismos de desarrollo social y polti-co, los modos en que sociedades menos desarrolladas enfrentaron o

    negociaron con los grandes centros de poder econmico y poltico,o la forma en la cual las periferias y los centros se inuyeron mutua ydecisivamente.

    La demarcacin espacial de Kirchoff del occidente mexicanoincluye los estados de Michoacn, Jalisco, Colima, Nayarit y partes

    Tumba 3 de El Opeo,tomado de Oliveros2004

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    de Guanajuato, Sinaloa y Zacatecas. Para nuestros propsitos de in-vestigacin hemos retomado la delimitacin original agregando unaconsideracin distinta, es decir, la situacin medioambiental. Como

    parte de un ejercicio metodolgico hemos sobrepuesto las delimita-ciones de las cuencas hidrolgicas y la subdivisin por subcuencasy valles, notando que el Occidente, Norte y Centro de Mxico msque regiones separadas se presentan como tres grandes espacios atra-vesados o enlazados por la vertiente del gran ro Lerma (vase mapa-pginas 24 y 25 ). Bajo esta perspectiva pocos argumentos quedanpara continuar usando la separacin fsica y cultural de Kirchoff, noobstante, su propuesta metodolgica ha sido fundamental para eltrabajo arqueolgico y lo seguir siendo mientras trabajemos reaspoco estudiadas; mientras discernimos entre los rasgos locales-regio-

    nales y aquellos que podemos llamar universales o mesoamericanos;mientras tengamos presente que buscamos entender la dinmicacultural regional, donde las sociedades en mayor o menor grado in-teractuaron con sus vecinos y contemporneos.

    ELEMENTOARQUEOLGICO, ESTILO, CONJUNTOCONTEXTUALYTRADICINCULTURAL

    En el Occidente de Mxico hay una serie de rasgos y elementos ar-queolgicos que podemos considerar como caractersticos de lasculturas prehispnicas de esta parte de nuestro pas. En la cermi-ca distinguimos cuatro tipos decorativos: al negativo, incisa y es-graada, policromada y un tipo particular de estucada o seudoclo-isonn; en las costumbres funerarias destacan la construccin deespacios dedicados a la muerte, como tumbas de tiro, de escalera,de botelln y cistas, y la presencia casi generalizada de ofrendasacompaando a los difuntos; en las gurillas encontramosdiferentes estilos, segn la regin que se trate; en la ar-

    quitectura destacan sistemas constructivos sencillos quetienden menos a la transformacin y ms a una adaptacin alentorno fsico, como la arquitectura monumental de trazo cir-cular de Teuchitln en Jalisco, arquitectura de patio hundidocuya regin nuclear se localiza en el Bajo, manifestaciones deplaneacin urbana en sitios como Ihuatzio, Michoacn, y enlos complejos trazos estudiados por Castaeda y Quiroz en elsitio Plazuelas, en Pnjamo, Guanajuato, basamentos de plan-ta mixta rectangular-circular, grasmos integrados a la arqui-tectura, ausencia de altar en los patios hundidos contrastando

    con los casos de La Quemada y los valles centrales de Oaxaca,uso del arco y la bveda como sistema constructivo dentro de las

    Figura femenina,El Opeo, Michoacn

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    tumbas de El Opeo; prctica ritual de determinados juegos de pelo-ta, etc. En los materiales lticos se dio un uso combinado de materiasprimas locales como la obsidiana, riolita y calcedonia con materialesu objetos trados de regiones distantes como la concha y la turquesa,

    renovacin de artefactos lticos depositados como ofrendas dentrode las tumbas de tiro de El Opeo; y en cuanto a tecnologa el rasgonotable es el trabajo de explotacin y manufactura de objetos de me-tal, especialmente en bronce, esto resultado de la mezcla o aleacinde cobre y estao atribuido a los purhpecha; deformacin craneana;

    mutilacin dentaria. Cada rasgo y cada elemento arqueolgi-co encontrado en una excavacin marcan el nde una etapa de bsqueda y arduo trabajo en

    campo, sin embargo el aspecto analtico apenas

    inicia. La etapa de anlisis tipolgico, de estudiosfsico-qumicos para determinar componentes y antigue-

    Fachada del basamento 2de El Divisadero, Peralta,Guanajuato

    Bezote de obsidiana conmosaico de turquesa

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    dad, denen nuestra etapa de interpretacin; en ella, los rasgos ma-teriales antes descritos comienzan a ubicarse en grupos, en tiempo yespacio para formar lo que debemos llamar elemento ygrupo contex-tual.En este momento, el fenmeno arqueolgico comienza a tomar

    forma, notando la presencia de combinaciones singulares de rasgos einterpretando el porqu de determinadas combinaciones de elemen-tos se presentan en situaciones especcas. Es importante subrayarque la descripcin de los objetos encontrados suele confundirse conla interpretacin.

    Uno de los mejores ejemplos de rasgo, grupo con-textual y tradicin es la cermica con decoracin alnegativo, la cual tiene en El Opeo, Michoacn, sumanifestacin ms antigua (1500 a.C.) y sencilla tcni-camente. Forma parte de un contexto funerario asociado con

    cermica incisa, manufactura de artefactos con tcnica monofa-cial y gurillas al pastillaje, entre otros componentes. En el pe-

    Basamento 1 deEl Divisadero, Peralta,durante el proceso derestauracin, 2004

    Pinzas de bronce deTzintzuntzan,Michoacn

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    riodo formativo terminal y durante el clsico temprano (de 100 a.C.a 400 d.C.) el uso de la decoracin al negativo alcanza su mximodesarrollo tcnico y artstico, extendiendo su rea de inuencia ms

    all de la zona lacustre michoacana, llegando a puntos tan distantescomo la cultura Hohokam en el noreste de Mxico y suroeste de Es-tados Unidos. Como conjunto cultural o contextual sigue asociadocon poblaciones agrcolas en ambientes lacustres o palustres, los ma-teriales arqueolgicos siguen siendo la cermica incisa, se mantiene

    como de uso ritual y sigue presente en contextos funerarios. Para estaetapa del desarrollo sociocultural (para fortuna de los arquelogos)

    se han encontrado restos arquitectnicos como estructuras circularesy restos de casas habitacin. Nuestro ejemplo de estudio, la cermicaal negativo, se mantiene en el registro arqueolgico, lo que signicaque la poblacin prehispnica segua usando y valorando esta alfare-ra. De manera posterior aparecieron algunos cambios en el conjun-to contextual: mayor diversidad de motivos decorativos, una tcnicamucho ms depurada en la pasta y en la decoracin, pero lo que nocambi denitivamente fue su signicado. Finalmente, en el periodoposclsico tardo, tres siglos antes de la conquista, los purhpechasiguieron empleando esta tcnica y plasmaron algunos motivos pare-cidos a los de la cermica ms antigua.

    Vasijas con decoracinal negativo. Santa Mara,Morelia

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    Debemos ahora explicar por qu distintas poblaciones endiferentes momentos y en una secuencia temporal tan larga de msde 3000 aos, emplearon la misma tcnica, siendo que otros restos

    arqueolgicos muestran prcticas culturales distintas. Si analizamoslas gurillas de cada periodo, podemos notar que la poblacin mo-dic su indumentaria; cambiaron sus necesidades de espacio y porlo tanto aparecieron otros tipos de construcciones; su ritual funerariocambi o una mayor densidad poblacional y mortalidad determincambios en la cultura material, por ejemplo, lastumbas de escalera se simplicaron y aparecieronlas tumbas de tiro, en algunas regiones aparecentumbas con forma de botelln y en otras latitu-des hay formas de enterramiento mucho ms

    simples, con y sin ofrendas.Hasta dnde podramos entonces

    calicar este hecho como un cambio cul-tural?, cmo explicar esa continuidad en lasociedad?, si realmente son sociedadesdistintas, por qu mantienen de-terminados smbolos, tcnicasy formas en la alfarera?,por qu prcticas ances-trales como el juego depelota se mantienen ydiversican? En este mo-mento, el tercer paso enel trabajo arqueolgico, esla explicacin de nuestrofenmeno de estudio.

    La sociedad mesoamerica-na y las poblaciones que habitaron cadauna de las reas culturales que la conforman, de-

    terminadas bien desde el dato etnogrco, bien desde el arqueolgi-co, tienen un sustrato cultural comn, tnico o ritual; formaron par-te de un mismo linaje segn Beatriz Braniff, compartieron el mismoidioma segn Helen Pollard, retomaron e incorporaron a su propiacultura los elementos de sus antepasados, de tal manera que los desa-rrollos regionales se nutrieron del acervo tecnolgico y social previo,segn Phil Weigand. No hay una sola respuesta, la sociedad cambien cierta medida, pero la raz cultural no se modic, el sentido deidentidad con determinados valores sociales, rituales y polticos nocambi.

    Olla policroma de laZona Arqueolgicade Tzintzuntzan conmotivos decorativos quevienen desde elformativo tardo

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    El concepto de tradicin culturaletimolgicamente, nos diceCarlos Herrejn, signica la accin de entregar o trasmitir, aunqueno toda trasmisin es tradicin; tiene como sellos distintivos la per-

    manencia, el continuum, la identidad, el compartir valores y sistemasde creencia, implica la trasmisin oral de los conocimientos de gene-racin en generacin. Conlleva tambin el carcter regional de unadeterminada manifestacin cultural.

    El trmino de tradicin cultural que enmarca nuestra obra sepresenta entonces como un concepto general aplicable a un rasgoespecco de la cultura material, a un conjunto de elementos contex-tuales, y constituye un concepto equivalente al de cultura empleadoen otros mbitos de la antropologa social. Desde el estudio de losrestos arqueolgicos preferimos dejar el concepto de cultura para el

    momento en que la sociedad ha sido caracterizada en lo material,cuando entendamos cmo se dan las relaciones de parentesco, laorganizacin poltica, las prcticas rituales, los sistemas de creencias,en general, para cuando logremos entender y explicar las relacionessociales y las prcticas culturales.

    Hasta ahora podemos observar en la literatura arqueolgicarasgos o conjuntos de ellos manejados como tradiciones con la par-ticularidad de que muchos se traslapan formando lo que aqu llama-mos conjuntos contextuales. De esta manera, El Opeo (y tal vezCapacha) constituye la tradicin formativa, que integra tumbas detiro, cermica Rojo sobre Guinda incisa, gurillas al pastillaje, cer-mica con decoracin al negativo. En el periodo clsico destacan dosprincipales tradiciones regionales: Teuchitln y El Bajo. La primeraincluye trazos circulares, tumbas de tiro, cermica Rojo sobre Bayola tnica decorativa seudocloisonn, gurillas antropomorfas y unanotable variedad de maquetas de juegos de pelota y casas habitacin.La segunda se distingue por su arquitectura, cuyo patrn construc-tivo combina uno o ms patios hundidos asociados con uno o msbasamentos sobre una plataforma, la cermica asociada incluye Rojo

    sobre Bayo con negativo, cermicas incisa y esgraada, Blanco Le-vantado y Negro sobre Naranja.Las manifestaciones grco-rupestres en el Occidente de

    Mxico son muy peculiares, aparecen trazos en espiral simple y com-pleja, diseos geomtricos, guras antropomorfas y zoomorfas endiferentes combinaciones, destacando las guras humanas de cabezagrande y algunos cuadrpedos. Esta es una tradicin que rebasa loslmites del occidente de mexicano.

    Con el avance de las investigaciones seguiremos integrandolos grupos de rasgos caractersticos de las sociedades prehispnicas en

    el Occidente de Mxico.

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    En esta obra hemos seleccionado quince artculos que sonproducto de intensas temporadas de exploraciones, cada uno de losautores se ha esforzado por presentar textos inditos, argumentos

    y propuestas explicativas que signican la ms reciente y novedosaaportacin a la arqueologa regional y nacional. La mayora de losautores forman parte de la planta docente de El Colegio de Mi-choacn, otros han sido en varios momentos profesores visitantes oinvitados.

    El libro ha sido estructurado en cuatro partes, la primera deellas rene contribuciones acerca del escenario geogrco, las activi-dades econmicas de la poblacin prehispnica, el modo de vida enlas regiones lacustres, la apropiacin y transformacin de los recursosdisponibles como la obsidiana y el sentido simblico del entorno na-

    tural y de los cerros de la Meseta Purhpecha.Durante el trabajo de campo, los investigadores que han te-

    nido la suerte de entrar en contacto con la narrativa purhpecha,saben de la riqueza que existe detrs de esta prctica. Segn Andrew

    Roth y Hans Roskamp, los relatos en la sierra purhpecha puedenser de dos tipos, con alusiones a seres con poderes sobrenaturales ycon referentes geogrcos e histricos. Ambas manifestaciones sondocumentadas en el artculo El paisaje prehispnico y la tradicinoral en la Meseta Purhpecha, el cual nos permite conocer una

    interesante variante cultural de la que pocos se han ocupado. Ade-ms de la utilidad de estos relatos, el lector tiene la oportunidad de

    Grabados rupestres enCojumatln

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    conocer un aspecto lingstico y cultural diferente. Conocern a losSmpatsicha, que son seres sobrenaturales y nocturnos que viven demanera paralela a los seres humanos y son conocidos por los restos

    de sus asentamientos ubicados en los cerros alrededor de las pobla-ciones actuales, como lo es Angahuan.La contribucin de Martn Snchez y Herb Eling, quienes

    se han dedicado desde hace varios aos a estudiar los sistemas demanejo de agua en poca prehispnica y en periodos recientes, com-binan notablemente los datos histricos y arqueolgicos, para darcuenta de una de prctica agrcola antigua y casi olvidada, presenteen diferentes puntos del Bajo, de la cuenca de Zacapu y en la reginde Maravatio. En el valle de Jacona-Zamora se conoce como entar-quinamiento, sus antecedentes son motivo de estudio y su ecacia

    como tcnica de riego es ampliamente conocida en las regionesdonde an se practica. Consiste en mantener inundadas las parcelasdurante varias semanas, con lo cual se logra aprovechar la humedad,fertilizar el suelo y evitar la propagacin de plagas en los cultivos.Para los historiadores y los arquelogos como Martn Snchez yHerb Eling, esta tcnica de riego fue ampliamente conocida en laregin central de nuestro pas como cajas de agua. La produccinhistrica de estas cajas de agua es ampliamente documentada en elartculo de estos dos autores, observndose la originalidad del tema yla importancia que puede tener como prctica agrcola con notablesrepercusiones econmicas, adems de que la reactivacin de estoshistricos sistemas de riego puede ser una solucin para optimizar eluso del agua.

    Minera prehispnica de obsidiana en la regin central deJalisco y La vida en las cuencas lacustres de Mxico, Toluca y P-tzcuaro constituyen dos ejemplos interesantes de cmo la sociedadaprovechaba los recursos naturales de su entorno inmediato. En elprimer caso Rodrigo Esparza muestra el sistema de explotacin de laobsidiana en la parte central del estado de Jalisco, particularmente en

    los sitios ligados con la tradicin Teuchitln. En otras publicaciones,Esparza se ha ocupado como en esta ocasin de la extraccin, manu-factura y distribucin de los artefactos, ndulos o preformas en estetipo de materia prima. En el segundo caso, Magdalena Garca, quienha realizado trabajo etnogrco rescatando elementos importantesde la cultura material, hace una reconstruccin de las actividadescotidianas en las poblaciones asentadas en las orillas de los lagos.Recurre al uso de la analoga etnogrca y a la documentacin hist-rica para guiarnos en un paseo agradable por la vida cotidiana de lascomunidades lacustres prehispnicas.

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    En la segunda parte se aborda el tema del arte, la arquitecturay el simbolismo ritual. El arte rupestre del Curutarn en Jacona,Michoacn, constituye un testimonio histrico dada la gran destruc-

    cin de que fue objeto el frente rocoso del cerro Curutarn donde selocalizaban los petrograbados, tambin llamados petroglios por losautores. La oportuna intervencin de Fernando Horcasitas y Francis-co Miranda, quienes registraron y fotograaron con gran detalle lasmanifestaciones grco-rupestres, permiten armar que los petro-grabados constituyen un sistema de comunicacin y representacinde determinados momentos, acontecimientos de la vida cotidiana ysituaciones rituales en la vida de los pueblos antiguos. Esta tradicinde grasmos en frentes rocosos y en cuevas se maniesta en todo eloccidente mexicano, con algunas variantes regionales en cuanto a

    tcnica o a los motivos representados. A pesar de que este trabajo fueoriginalmente publicado hace dos dcadas, sus argumentos interpre-tativos siguen vigentes. De hecho, ahora se tiene un fechamiento deBrigitte Faugere de un sitio de la Tierra Caliente y los datos cronol-gicos coinciden en ubicar este tipo de manifestaciones arqueolgicashacia el periodo clsico con fechas que oscilan entre los aos 900y 1000 d.C. Este tipo de sitios arqueolgicos se ubican en diversasregiones como el valle de Jacona-Zamora (Puerto de Lucas), Lom-barda (Las Pintadas), Cojumatln, Tomatln, Buenavista, La Piedady Zacapu.

    Hemos sealado que las aportaciones recientes a la arqueologaregional han permitido distinguir de mejor manera los elementos lo-cales y regionales de aquellos que fueron compartidos en el universomesoamericano. El juego de pelota y la religin forman parte de esahomogenidad cultural. Desde 1997 Castaeda ha recuperado unagran cantidad de informacin novedosa e importante, puesto que hadocumentado la presencia de abundantes petrograbados y maquetastalladas en la rocas gneas, dejando ver trazos de ciudades prehisp-nicas y demostrando la existencia de una forma de planeacin de los

    asentamientos. Arquitectnicamente el sitio de Plazuelas tambin essingular. Hay una edicacin circular conocida como El Cajete; unjuego de pelota en forma de I latina, una cancha para el juego de pe-lota de mas de 50 m. de longitud; un edicio con cuatro basamentosy un recinto central dispuestos en torno de una plaza o patio cerra-do, con escasas similitudes con la arquitectura de los patios hundidosrepresentativa del Bajo; adems de la existencia de cuando menosseis variantes de talud-tablero y el uso frecuente de adobes en muros,pisos, aplanados y morteros de arcilla. Con base en esta informacin,Castaeda y Quiroz, sealan la originalidad del sitio arqueolgico y

    documentar la notoria mezcla de elementos en la cultura material de

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    MAPA ADOBLE PGINA

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    MAPA ADOBLE PGINA

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    Plazuelas, que integra lo local-regional como la cermica Rojo sobreBayo con decoracin al negativo con rasgos trados de otras latitudescomo el principio del talud-tablero, el juego de pelota, el uso de ma-terias primas como la turquesa y las conchas tradas de Nuevo Mxi-co y de la costa del Pacco, respectivamente.

    Mara Elena Aramoni enfoca su atencin hacia el smbolismomesoamericano evidenciado en Plazuelas, Guanajuato. Retomadoa destacados autores como Alfredo Lpez Austin, propone que elsistema religioso mesoamericano fue el elemento integrador de lasociedad prehispnica. Describe al Recinto de los Caracoles y des-

    taca su planta arquitectnica en forma de T, dado que la T es unelemento iconogrco relevante, principalmente entre los mayas:

    Petrograbados delsitio Las Pintadas,Lombarda (GabrielZamora), Michoacn

    reas culturalesCentro, Norte yOccidente de Mxicoenlazadas por la Cuencadel ro Lerma[pginas anteriores]

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    simboliza viento, fecundacin, germinacin y, por otro lado, umbralde las entraas de la tierra, es decir, tiene una asociacin directa conel inframundo. Aramoni desmenuza prcticamente todo el aspecto

    simblico de los elementos iconogrcos presentes en el Recinto delos Caracoles y concluye que la similitud conlos edicios en for-ma de T de la zona maya no son fortuitos,sino que nos remiten almundo subterrneo, a sus dioses, sus aguas y al soplo divino queah se originaba. La forma de T se combina con otros elementos querefuerzan la consagracin del edicio a la tierra, como almenas enforma de caracoles cortados, serpientes y animales mitolgicos em-plumados. Las almenas simbolizan al viento y las nubes para hacerllover. Los caracoles cortados y la serpiente emplumada estn ntima-mente relacionados con el viento, aunque tambin con la fertilidad.

    Dichos elementos forman parte de la iconografa de algunos dioses.Aramoni propone que la relacin de Plazuelas con otras regionesmesoamericanas durante el epiclsico est representada principal-mente en este espacio ritual del Recinto de los Caracoles.

    La tercera para del libro la hemos dedicado a presentar algu-nos de los aspectos representativos de la arqueologa del occidentede nuestro pas. En el trabajo de Pollard se exploran las races delpueblo purhpecha. Sus excavaciones en Uricho y Erongarcuaro,en la cuenca de Ptzcuaro, han mostrado evidencias de una pobla-cin muy antigua de donde los purhpecha precolombinos tomaronrasgos decorativos y aprendieron tcnicas alfareras. La autora pro-pone retomando a Patricia Carot que la fase Loma Alta detectadainicialmente en Zacapu, Michoacn, constituye el antecedente msremoto del pueblo purhpecha; sin embargo, hay evidencias arqueo-lgicas ms antiguas como el caso de El Opeo, donde encontramosel origen de las tcnicas decorativas que retoman los purhpecha unpar de milenios ms tarde.

    La conformacin del Estado purhpecha, las relaciones depoder y el tipo de organizacin poltica evidenciada en los sitios ar-

    queolgicos de Ptzcuaro, son analizados en Jiuatsiola casa del co-yote, ubicando por primera vez a la Zona Arqueolgica de Ihuatziocomo uno de los sitios ms importantes del periodo posclsico. Sepropone la existencia de un linaje distinto a los uacsecha, a los quellamajihuatsiicha, es decir, el linaje de los hombres coyote.

    Phil Weigand, despus de un intenso y prolongado trabajo harealizado cuatro temporadas de excavacin y restauracin en Teuchi-tln, Jalisco, rea nuclear de lo que llama la tradicin Teuchitln. Susaportaciones en este artculo se reeren fundamentalmente a los da-tos arquitectnicos de este sitio, a los sistemas constructivos, pero so-

    bre todo proporciona una gran cantidad de fechas con lo que recorre

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    su cronologa, ampliamente publicada, varios siglos atrs al periodoformativo y su extensin en el periodo clsico (300 a.C.-600 d.C.).

    Por su parte Lorenza Lpez hace un recuento de la arqueologa

    del centro de Jalisco, ampliando los conocimientos y las investigacio-nes previas, destacando sus exploraciones en los sitios de Huitzilapay la Higuerita y haciendo una notable contribucin al estudio de lastradiciones funerarias.

    En la cuarta parte, hemos incluido algunos ejemplos de inves-tigaciones que ligan dos casos concretos de dos sociedades mesoame-

    ricanas (Teotihuacan y Tula) con el Occidente de Mxico. Desde elperiodo que llamamos preclsico o formativo tenemos ejemplos derelaciones socioculturales entre sitios de la cuenca de Mxico comoTlatilco, manteniendo nexos con el rea olmeca y con la poblacinligada al sitio de El Opeo en el estado de Michoacn. Posterior-mente, un par de siglos antes de Cristo y otro en la era cristiana,los nexos entre las dos reas culturales se mantienen en el registroarqueolgico con la presencia de cermica Chupcuaro en sitios dela cuenca de Mxico como Cuicuilco, Ticomn y Zacatenco. En el

    periodo clsico (de 300 a 900 d.C.), para el que se tiene mayor infor-macin, se han estudiado casos de importantes nexos de sociedades

    El hallazgo del Chac-mool en Ihuatzio,Michoacn

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    manteniendo relaciones sociales con sus contemporneas del cen-tro de Mxico, entre ellos se cuentan sitios como Santa Maradel Refugio y La Negreta en el extremo oriental del Bajo; Loma

    de Santa Mara, Huandacareo, Tres Cerritos y Tingambato enMichoacn; el Ixtepete y Bugambilias en el centro de Jalisco, yrecientemente Plazuelas en el bajo guanajuatense. Se ha incor-porado a una serie de sitios singulares, dada su variabilidad ar-queolgica, por ejemplo, las distintas formas de talud-tableroasociadas con esculturas representativas de deidades tpi-camente mesomericanas pero usando una alfarera localcon decoracin al negativo y esgraada. Sin embargo,tambin se presentan casos de sociedades donde losnexos sociales econmicos y polticos se establecieron

    con poblaciones con quienes mantuvieron relacio-nes menos desiguales, por ejemplo, las tradiciones deTeuchitln Jalisco y la tradicin El Bajo.

    Uno de los casos ms importantes de interac-cin cultural se estableci entre estas dos regiones.Por el alto nmero de sitios donde hay evidenciasarqueolgicas y la riqueza del registro arqueolgico,podemos asegurar que la cuenca de Cuitzeo estableci un nexo im-

    portante con Teotihuacan, las elites locales copiaron sus estilosde alfarera como una manera de marcar un estatus social ypoltico en sus comunidades y el Estado teotihuacano se-guramente obtena algunos bienes locales manteniendo elcontrol del comercio de los yacimientos de minerales o delas rutas de intercambio.

    En su estudio Interaccin cultural entre la cuencade Cuitzeo y Teotihuacan, Agapi Filini rene los pocos

    datos consignados en los informes de las excavacionesarqueolgicas en la regin; recurre a la exploracinen supercie en la parte sur del lago y se apoya en el

    estudio y registro de varias colecciones arqueolgicasparticulares, formando as una base de informacinque puede comparar y explicar las evidencias de la regin en

    estudio con las evidencias encontradas por Sergio Gmezen Teotihuacn. Pocos son los casos que muestran estoscontrastes, el Bajo y la cuenca de Cuitzeo forman partede la misma vertiente, ambas regiones estn dentro dela demarcacin tpica como rea cultural y sin embargo,no hay semejanzas en sus relaciones pero si en el sustratocultural que presentan. Dicho de otro modo, las sociedades

    en esta regin del pas comparten una serie de elementos y

    Las guras Olmeca,Tlatilco y El Opeorepresentan tres polosimportantes de la

    civilizacinmesoamericana

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    Efran Crdenas Garca

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    rasgos de su cultura material (cermica, tecnolo-ga ltica, costumbres funerarias, organizacinpoltico social), pero incorporan otros rasgos,

    arquitectnicos o ceremoniales, distintos se-gn la regin y la sociedad de que se trate.Arturo Oliveros y Linda Schefer en

    su contribucin se reeren al juego de pelotacomo una actividad recreativa que se ha

    venido desarrollando a lo largo de lahistoria de la humanidad. De ah

    llegan a la armacin de queel juego de pelota mesoame-ricano es una de las aporta-

    ciones a la cultura universal.Describen cuatro variantesdel juego identicadas en

    el Mxico prehispnico, algu-nas de las cuales se siguen usando

    en la prctica actual: de mano, conbastn, de cadera y de pie. Tras estadescripcin, siguen con la temtica dela cancha como espacio en el que se

    jugaba y se juega a la pelota: su ubicacinen los conjuntos prehispnicos, su distribu-

    cin fsica, sus caractersticas constructivas y suorientacin.

    Un aporte muy interesante del trabajo de Oliverosy Schefer es, sin duda, el anlisis que hacen acerca del aspecto

    simblico del juego de pelota entre varios pueblos prehispnicos dediferentes regiones del pas: mayas, mexica, purhpecha, zapotecas,teotihuacanos, toltecas. Para llegar a ese detalle consultan una grancantidad de fuentes histricas como apoyo documental.

    Por su parte, Eugenia Fernndez-V. Medina ha explorado unsitio arqueolgico en las inmediaciones del ro Lerma, justamente enel lmite suroeste de la gran planicie aluvial del ro Lerma y conocidacomo el Bajo. Evidencia de una tradicin mesoamericana en Zara-goza permite conocer un sitio ampliamente terraceado, construidoal pie de un gran frente rocoso de mas de 70 m de altura y ubicadoestratgicamente en la regin donde el ro Lerma termina su cursoa travs del Bajo y penetra en la cuenca del lago de Chapala. Hastaahora el sitio era prcticamente desconocido, slo exista la referenciade Rubn Cabrera acerca de la existencia de un plano tallado en una

    gran roca.

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    Introduccin

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    La autora parte del juego de pelota como tradicin que hatrascendido fronteras espaciales y temporales e intenta explicar supresencia en el noroeste del estado de Michoacn. El artculo mues-

    tra la ubicacin y caractersticas constructivas del sitio, recalcando laimportancia que jug el ro Lerma como corredor natural, por el quetransitaron tanto ideas como rasgos culturales; asimismo seala algu-nos sitios relevantes en el mbito regional que comparten la presen-cia de la prctica cultural del juego de pelota a diferencia de aquellosque forman parte de lo que se ha llamado tradicin El Bajo, en losque, salvo algunas excepciones, no se jugaba a la pelota.

    El texto de Blanca Paredes Gudio cierra de manera notablenuestra obra, mostrando otro caso ejemplar de interaccin cultural.El Occidente de Mxico en la conformacin de la sociedad tolteca

    demuestra la presencia de un sector de la poblacin prehispnica deTula, Hidalgo, ligada de alguna manera con las sociedades del Occi-dente de Mxico. Entre las evidencias materiales de dicho contactola autora seala la cermica Rojo sobre Bayo, los entierros de perrosxoloixcuintle,originarios de este sector de nuestro pas, y la presenciade una patologa osteosis auditiva: una contraccin en los conductosauditivos que se presenta en los indivuduos que practican la inmer-sin o el buceo libre.

    Despues de casi dos dcadas, Paredes trae nuevamente a deba-te un tema que Beatriz Braniff y Guadalupe Mastache haban apun-tado, es decir, el origen norteo de la cermica Rojo sobre Bayo.Situacin que tambin se atribuye a la cermica Blanco Levantado.

    En resumen la arqueologa del Occidente de Mxico resultamenos compleja en comparacin con otras sociedades mesoameri-canas sin embargo existen desarrollos regionales donde aparecen porprimera vez principios culturales y tecnolgicos que posteriormentese difunden y cobran mayores proporciones en otras reas culturalesde Mesoamrica.

    La obra que tienen en sus manos constituye la ms reciente

    y novedosa aportacin a la arqueologa regional. Cada uno de losautores se ha esmerado por presentar nuevos datos, explicaciones su-stentadas en aos de trabajo y un notable esfuerzo institucional porconocer, conservar y difundir el patrimonio cultural de Mxico.